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El derecho a la alimentación es un derecho universal. Implica que toda persona —mujer, hombre o niño— debe tener acceso a alimen- tos en todo momento […] que sean suficientes en términos de calidad, cantidad y variedad pa- ra satisfacer sus necesidades, que estén libres de sustancias nocivas y sean aceptables para su cul- tura. Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ONU, 1966 Signado y ratificado por 156 países en 1976 1 El [Programa] Hambre Cero está promoviendo el derecho humano a la alimentación adecua- da y a la seguridad alimentaria y nutricional por medio del fortalecimiento de la agricultura familiar, del estímulo a la formación de coope- rativas [de agroproductores], de la creación de infraestructura, de la generación de empleos for- males y del acceso a una adecuada nutrición. Gobierno Federal de Brasil, 2005 2 Imagining Food Sovereignty and the Agricultural Opportunities of Globalized Mexico GUADALUPE RODRÍGUEZ GÓMEZ: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Occidente, Guadalajara, México [email protected] * Agradezco a Jorge Alonso, Camila Pascal y Cynthia Hewitt su confianza y solidario apoyo. Desacatos, núm. 25, septiembre-diciembre 2007, pp. 101-114. COMENTARIO Imaginar la soberanía alimentaria y las oportunidades para las agriculturas del México globalizado* Guadalupe Rodríguez Gómez 1 “El derecho a la alimentación”, Día Mundial de la Alimentación, TeleFood 2007, nota informativa FAO (en <http://www.fao.org:80/wfd2007/ index_wfd2007.html?L=2>). El artículo in extenso del Pacto apunta lo siguiente:“Los Estados Partes en el presente Pacto, reconociendo el derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre, adoptarán, individualmente y mediante la cooperación internacional, las medidas, incluidos los programas concretos, que se necesiten para: a) mejorar los métodos de producción, conservación y distribución de alimentos median- te la plena utilización de los conocimientos técnicos y científicos, la divulgación de principios sobre la nutrición y el perfeccionamiento o la refor- ma de los regímenes agrarios de modo que se logren la explotación y la utilización más eficaces de las riquezas naturales; b) asegurar una distribu- ción equitativa de los alimentos mundiales en relación con las necesidades, teniendo en cuenta los problemas que se plantean tanto a los países que importan productos alimenticios como a los que los exportan” (véase artículo 11 en <http://www.unhchr.ch.ch/spanish/html/menu3/b/a_cescr_ sp.htm>). 2 Governo Federal, FOME Zero-Balanço dos programas a ações, octubre de 2005, cit. en Da Silva et al., 2006.

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El derecho a la alimentación es un derechouniversal. Implica que toda persona —mujer,hombre o niño— debe tener acceso a alimen-tos en todo momento […] que sean suficientesen términos de calidad, cantidad y variedad pa-ra satisfacer sus necesidades, que estén libres desustancias nocivas y sean aceptables para su cul-tura.

Pacto Internacional de Derechos Económicos,Sociales y Culturales, ONU, 1966

Signado y ratificado por 156 países en 19761

El [Programa] Hambre Cero está promoviendoel derecho humano a la alimentación adecua-da y a la seguridad alimentaria y nutricionalpor medio del fortalecimiento de la agriculturafamiliar, del estímulo a la formación de coope-rativas [de agroproductores], de la creación deinfraestructura, de la generación de empleos for-males y del acceso a una adecuada nutrición.

Gobierno Federal de Brasil, 20052

Imagining Food Sovereignty and theAgricultural Opportunities of Globalized MexicoGUADALUPE RODRÍGUEZ GÓMEZ: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Occidente,

Guadalajara, Mé[email protected]

* Agradezco a Jorge Alonso, Camila Pascal y Cynthia Hewitt su confianza y solidario apoyo.

Desacatos, núm. 25, septiembre-diciembre 2007, pp. 101-114.

COMENTARIO

Imaginar la soberanía alimentariay las oportunidades para las agriculturas

del México globalizado*

Guadalupe Rodríguez Gómez

1 “El derecho a la alimentación”, Día Mundial de la Alimentación, TeleFood 2007, nota informativa FAO (en <http://www.fao.org:80/wfd2007/index_wfd2007.html?L=2>). El artículo in extenso del Pacto apunta lo siguiente: “Los Estados Partes en el presente Pacto, reconociendo el derechofundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre, adoptarán, individualmente y mediante la cooperación internacional, las medidas,incluidos los programas concretos, que se necesiten para: a) mejorar los métodos de producción, conservación y distribución de alimentosmedian-te la plena utilización de los conocimientos técnicos y científicos, la divulgación de principios sobre la nutrición y el perfeccionamiento o la refor-ma de los regímenes agrarios de modo que se logren la explotación y la utilización más eficaces de las riquezas naturales; b) asegurar una distribu-ción equitativa de los alimentos mundiales en relación con las necesidades, teniendo en cuenta los problemas que se plantean tanto a los países queimportan productos alimenticios como a los que los exportan” (véase artículo 11 en <http://www.unhchr.ch.ch/spanish/html/menu3/b/a_cescr_sp.htm>).2 Governo Federal, FOME Zero-Balanço dos programas a ações, octubre de 2005, cit. en Da Silva et al., 2006.

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Desacatos -

[Con el incremento de los precios de los granosa nivel mundial] creo que enfrentamos unacrisis alimentaria […] Tenemos que trabajaren ello y empezar a producir nuestros propiosalimentos [en el caso de África].

Kofi Annan, ex secretario general

de la ONU, 2007

La autosuficiencia alimentaria de México, comen-ta Jorge Zepeda Patterson, se ha ido perdiendo demanera irresponsable en las últimas décadas3. Las

importaciones de granos básicos —afirma el analista—constituyeron 29% del consumo nacional en el periodo2004-2006. En línea similar—agrega—, las importacio-nes de oleaginosas alcanzaron un promedio de 91% du-rante el mismo periodo,mientras que 26%del consumointerno de carnes rojas se satisfizo tambiénmediante im-portaciones. Para el cierre de este año se prevée que laimportación de 3.5 millones de toneladas de trigo subsa-ne la deficiente producción nacional, la cual desde haceaños ha no logra satisfacer la demanda interna4. Comohemos leído en este número,Humberto González y Ale-jandro Macías consideran que éstas son también algu-nas de las condiciones por las cuales en México se debehacer referencia a la vulnerabilidad alimentaria y, al hacer-lo, dejar de lado el paradigma de la seguridad alimentaria.La discusión, considero, debe ir más allá de este debate.Hace unos días José Luis Calva argumentó que los pre-

cios de la canasta básica en nuestro país se han venidoincrementando de forma paulatina —yo añadiría preo-cupante—5. El economista, con base en información delBanco de México, señala que los precios se dispararon

0.62% respecto a la segunda quincena de agosto, siendoésta el alza más elevada en periodos similares durante losúltimos seis años. De manera específica —continúa Cal-va—, los precios agropecuarios crecieron 3.27%, lo cualexplica la cifra de 45.1% de la inflación agregada quince-nal. Si a ésta se suma la incidencia de los alimentos pro-cesados tenemos que 53.2%de la inflación agregada en laprimera quincena de septiembre de 2007 obedece al alzaen el costo de los alimentos. Es interesante apuntar que,para este especialista, gran parte de la explicación del au-mento de los precios de la canasta básica o, mejor aún,de la “carestía de alimentos”que enfrentamos la mayoríade los mexicanos, radica hoy en procesos externos y, encierta medida, ajenos a nuestro país. Y la piedra angularde éstos —añade Calva, basándose en argumentos pare-cidos a los del Centro de Estudios Económicos del Sec-tor Privado (CEESP)— es el aumento en los precios quereciben los productores de básicos y oleaginosas en lasprincipales potencias agropecuarias del mundo6. Para eleconomista, dos son las explicaciones de dicha escalada:a) el incremento de la demanda de alimentos “en las su-perpobladas y superdinámicas economías emergentes deAsia”, y b) el agudo re-direccionamiento de la produccióndelmaíz de alimento y/o forraje a biocombustible que seha dado en los últimos meses a nivel mundial7.

3 “‘Gasolinazo’, una reacción al pánico”, El Universal, domingo 7 deoctubre de 2007 .4 “Provocan especuladores el alza de trigo y pan: CCI”, en <http://noti-cias.prodigy.msn.com/nacional/articulo.aspx?cp-documentid=5473995>, noticia recabada el 23 de septiembre de 2007. En relacióncon la caída de la producción nacional en el periodo de vigencia del Tra-tado de Libre Comercio de América del Norte, recordemos que Gonzá-lez yMacías apuntan un decrecimiento de –28.6% en la producción na-cional de trigo. Esta drástica caída sólo es superada por el decrecimientode –57.2% en el caso del arroz y de –44.6% en la producción de frijol.5 “Burbuja inflacionaria”, El Universal, jueves 4 de octubre de 2007.

6 “CEESP: se deterioraron expectativas de inflación por el aumento deprecios”, La Jornada, lunes 8 de octubre de 2007.7 Es interesante notar que los analistas estadounidenses consideranque uno de los cambios más significativos del mercado de alimentosmundial en los últimos treinta años es el disparo en los precios y elagudo incremento en la demanda de granos; cambio que podría man-tenerse durante una década más (Dow Jones Newswires, 28 septiembrede 2007). Los efectos de estas agresivas y rápidas dinámicas lo estánresintiendo consumidores de países ricos y pobres, a la par que los agro-productores y las fuertes corporaciones nacionales e internacionales.Para estos analistas dichos cambios obedecen: 1) al auge en las econo-mías deAsia y Latinoamérica,que conlleva un incremento en la deman-da de alimentos por causa de un crecimiento en el flujo de capital, loque permite un gastomayor en estos bienes; 2) a la fuerte inyección derecursos/subsidios que EstadosUnidos ha destinado en los últimosme-ses como incentivo para que se incremente el grupo de productoresdedicados al maíz y a la soya como biocombustibles —y ya no comoalimentos ni como forrajes—; 3) la tendencia en otros países, comoMéxico, a cambiar la vocación de la agricultura de alimentos y forrajeshacia la de producción de energéticos verdes; 4) la continuidad en latendencia a que se consuman a nivel mundial más granos para produ-cir alimentos, forrajes y biocombustibles, con lo cual pareciera alcan-zarse la mayor reducción de las reservas de granos en relación con su

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Sin poner en duda la explicación de Calva8, rescato elcorolario de su análisis: “la carestía nos pega fuertemen-te por la tremenda dependencia alimentaria de México”(ibid.). En una línea de análisis semejante a la de ZepedaPatterson,González yMacías, y Cynthia Hewitt, recono-cen la gravedad de los efectos resultados de las formasespecíficas que han caracterizado la fluida objetivaciónde la globalización neoliberal de nuestro país desde la dé-cada de 1980 a la fecha.Uniéndose al resto de los especia-listas aquí citados, llaman a que se diseñen e implemen-ten políticas agrícolas adecuadas por ser éstas el único

mecanismo para resolver la dependencia alimentaria entanto problema estructural de nuestro país.La discusión precedente me ha permitido introducir

los hilos con los que intento tejer este ensayo: a) plantearnuevamente la necesidad de que el Estado mexicano pri-vilegie la seguridad alimentaria (que no autosuficiencia,pero sí independencia) y, para ello, se reconfigure el mar-co jurídico de forma tal que se incluya en su agenda, co-mo una prioridad nacional, la elaboración de una ley éticay democráticamente consensuada de soberanía alimen-taria, sustentada ésta en el derecho que tenemos todoslos ciudadanosmexicanos de acceso a alimentos nutriti-vos y de calidad, independientemente de las diferenciasde clase, estatus y poder que nos distinguen (RodríguezGómez, 2006); b) invitar a que se considere la importan-cia de incluir en este ejercicio los derechos humanos enfunción del papel que de manera creciente se les ha reco-nocido y otorgado en la práctica en relación con la erra-

consumo registrado desde 1970. Lo anterior inquieta a grupos depoder, analistas, funcionarios de agencias estatales y multilaterales, yaque parecen ser señales no sólo de una mayor vulnerabilidad de lospaíses, sino también del incremento del hambre y la desnutrición enel mundo.8 Este ejercicio va más allá del objetivo de este ensayo.

El comercio alternativo de café orgánico.

LuisIgnacioGonzálezCalleja

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dicación del hambre y de la pobreza, así como al forta-lecimiento de desarrollos sostenibles en el mundo9; y c)proponer una vez más la pertinencia de buscar el reco-nocimiento, la revalorización material y simbólica, asícomo el fortalecimiento equitativo de la diversidad deagriculturas que se practican en nuestroMéxico y, a la par,de losbienes agroalimentariosque éstas generan,yaquedi-chos procesos se acompañarán de oportunidades de em-pleo, salud, nutrición y condiciones de vida digna paralos ciudadanos rurales, en particular, y de nuestro país,en general (Rodríguez Gómez, 2006).Inicio este ejercicio retomando, críticamente, las re-

flexiones y contribuciones analíticas e interpretativasque nos presentan los trabajos de los distintos estudio-sos que constituyen este volumen de Desacatos. De ahípaso a imaginar la soberanía alimentaria de México, en-marcada en lo que considero las oportunidades para lasagriculturas de nuestro país.

EL COMENTARIO

La arqueología de las cualidades dialógicas, procesualesy polisémicas que han caracterizado a la seguridad ali-mentaria en tanto forma discursiva cardinal de las polí-ticas agroalimentarias, de combate al hambre y a la des-nutrición y,más recientemente, a la pobreza en el mundodesde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy,es críticamente documentada porHumbertoGonzález enla presentación de este número de la revista Desacatos.En uno de los artículos subsiguientes, el especialista, encoautoría con Alejandro Macías, resalta las limitacionesque conlleva el uso del concepto de seguridad alimenta-ria para aprehender, caracterizar y explicar las dinámicashistóricas de las recientes políticas agrícolas de nuestropaís. En este ensayo los estudiosos proponen y, en con-secuencia, llevan a cabo el ejercicio analítico del caso me-xicano en el marco de la vulnerabilidad alimentaria, entanto forma alterna más ad hoc y, especialmente, menos

ambigua, según afirman, que la de seguridad alimentaria.Esto les faculta a concluir remarcando que su estrategiametodológica les permitió evidenciar sólidamente la cre-ciente vulnerabilidad alimentaria que ha distinguido alMéxico globalizado a raíz de la dinámica y multivocaladopción del paradigma neoliberal. Al abrir su ensayosobre el recuento histórico de los obstáculos al desarrollorural en México, Cynthia Hewitt coincide en reconocereste logro del trabajo presentado por González yMacías.La propuesta interpretativa de González y Macías se

sustenta en el replanteamiento de “vulnerabilidad ali-mentaria” que presentaron Blaikie et al. en 1996. La sin-gularidad del ejercicio que realizaron los autores aquí co-mentados consiste en privilegiar tres hilos conductorespara el estudio de la vulnerabilidad alimentaria de Mé-xico a la luz de la revisión histórica de las políticas econó-micas llevadas a cabo durante las últimas décadas. Paraello se sustentaron en los datos “duros”de agencias inter-nacionales y nacionales. Los tres hilos conductores son:1) las condiciones agropecuarias y económicas de pro-ducción que tienen que ver con el abasto suficiente (ono) y oportuno (o no) de alimentos inocuos; 2) las con-diciones medioambientales que conllevan el uso susten-table de los recursos naturales a corto y largo plazo; y 3)las condiciones sociales de la población que padece des-nutrición y hambre en nuestro país o que pueden, en sudefecto, potencialmente padecerlas. El ejercicio resulta in-teresante en tanto que no solamente logra articular el ries-go alimentario de un país en vías de desarrollo, como lo esMéxico, sino que este riesgo lo sitúan los autores co-mo fruto de la interconexión de distintos macro y microprocesos, tales como: la dependencia creciente por par-te del Estado del mercadomundial para satisfacer las de-mandas alimentarias básicas de su población; los efectosnegativos que acompañan a la producción de alimentosque no toma en cuenta la degradación ambiental; el des-cuido público y privado de los recursos naturales; la gra-dual pérdida del patrimonio genético de México—par-ticularmente en el caso de los granos básicos—.Es interesante notar que en el artículo previo al de

González y Macías, Archanjo et al. llevan a cabo un ejer-cicio semejante al de los autores ya comentados. El ob-jetivo de éste fue aprehender las características de la

9 “El derecho a la alimentación,hacerlo realidad”,World FoodDay 2007,Inicio, en: <http://www.fao.org/wfd207/index_wfd2007.html?L=2>.

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producción y de la disponibilidad de alimentos en Lati-noamérica y el Caribe, poniendo especial atención al ca-so de Brasil. Si bien este objetivo es suficiente para dife-renciar el trabajo de los especialistas brasileños del de loscolegas mexicanos, dos más son las características quedistinguen dichos ensayos. Primero, Archanjo et al. cen-tran su ejercicio en el abordaje de las políticas públicasde Brasil en torno a la alimentación y la nutrición. Se-gundo, el marco interpretativo que guía el análisis es, adiferencia del de González y Macías, el de seguridad ali-mentaria y nutricional. En estamisma línea, y fuertemen-te influidos por los marcos jurídicos, objetivos y progra-mas del Estado brasileño y de la Organización de lasNaciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación(FAO), Archanjo et al. suman a su ejercicio, como herra-mientas analíticas: a) el llamado a considerar los princi-pios del derecho humano a la alimentación saludable yadecuada y a la soberanía alimentaria; b) la pertinenciade tomar en cuenta analíticamente las disparidades paratener acceso de forma equitativa a alimentos nutritivos delos distintos sectores de la población ; y c) la necesidadde adecuar lo anterior a la promoción de desarrollos sus-tentables acordes con la heterogeneidad de realidades queconforman el Brasil rural.Así, los estudios de caso de Bra-sil yMéxico desde perspectivas distintas ilustran, prime-ro, la específica heterogeneidad de ambos países, al tiem-po que dan cuentan de la complejidad que conllevaabordar analíticamente la vulnerabilidad alimentaria ala que aluden González y Macías y la seguridad alimen-taria y nutricional que enmarca teórica y metodológica-mente el estudio de los brasileños.La diferencia más significativa entre ambos estudios

es que dejan ver que Brasil, a diferencia de México, cuen-ta ya con una ley de soberanía alimentaria. Ésta, comobien señalan Archanjo et al., es relevante no sólo porquepor primera vez incluye el derecho humano a la alimen-tación y el combate al hambre y a la pobreza como pun-tos centrales de la agenda nacional del Estado brasileño,sino también porque objetiva una propuesta de políticaintegral de seguridad alimentaria, de rescate y apoyo a laagricultura a pequeña escala, así como de combate alhambre y a la desnutrición con la participación tanto delEstado como de la sociedad civil. En el caso de México,

la propuesta de una ley de esta naturaleza quedó desafor-tunadamente atrapada en las telarañas de intereses en-contrados y conflictivos y en los ambiguos rejuegos depoder entre la Cámara de Diputados y la de Senadoresdel sexenio pasado (2000-2006), a pesar de que ya paraentonces la democracia mexicana había adquirido cier-ta centralidad en tanto práctica discursiva en la vida delpaís.Ambos ensayos coinciden en evidenciar dos procesos

interrelacionados: a) la creciente preeminencia de la agri-cultura empresarial de exportación en detrimento de lasagriculturas de granos básicos y, en particular, de lo que seconoce como agricultura familiar, tanto enMéxico comoen Brasil, punto sobre el que bordaré en la siguiente sec-ción; y b) la concomitante desigual distribución de recur-sos públicos y beneficios de la comercialización, ya que losEstados en cuestión canalizan de manera más eficiente yabundante apoyos (financieros, tecnológicos, de infor-mación, entre otros) a los grandes productores, dejandoprácticamente de lado a quienes producen en menoresescalas o, en términos tecnocráticos, son “menos eficien-tes, productivos y,por ende, competitivos”, lo cual, en am-bos países, ha conllevado el agudizamiento de la polari-zación así como de la desigualdad socioeconómica y depoder entre los productores agropecuarios y el hechode que se acentúa la concentración de“agricultura com-petitiva” en ciertos grupos de productores y regiones.En esta línea, el ensayo de Hewitt es particularmente

iluminador al ilustrar las formas en las que se ha reprodu-cido históricamente en México la práctica de privilegiarla canalización de apoyos públicos a los grandes produc-tores y/o fuertes empresas agroalimentarias. Este proce-so no sólo ha demostrado ser un obstáculo al desarrollosocioeconómico equitativo —señala la estudiosa—, si-no que explica el constante fortalecimiento de estosmiem-bros de los grupos dominantes a costa de la pérdida deempoderamiento de la mayoría del resto de los agropro-ductores, así como a la implementación de nuevas for-mas de control de los pequeños ymedianos productorespor parte de los grandes productores y de las fuertes em-presas agroalimentarias y/o agroindustriales nacionalesy transnacionales que operan en el país. Los estudios so-bre Brasil y México aprehenden también críticamente las

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marcadas desigualdades que se dan al interior de los paí-ses estudiados en lo que se refiere a producción, comer-cialización, distribución y consumo de alimentos.Aluden,además, a las dificultades que existen para el acceso a su-ficiente cantidad de alimentos de calidad por parte de unimportante número de ciudadanos en ambos países.De forma por demás significativa, ambos trabajos evi-

dencian la creciente y preocupante dependencia de lospaíses en desarrollo—particularmente en lo relativo a ali-mentos básicos—de las dinámicas, y no por ello menoscomplejas, condiciones de los mercados globales. En losdos ejercicios se remarca atinada y sólidamente el hechode que los mercados internacionales de alimentos estánférreamente controlados tanto por las grandes potenciasalimentarias como por las fuertes corporaciones trans-nacionales de alimentos frescos y procesados. De hecho,

en el casomexicano,González yMacías exponen los ries-gos que conlleva la creciente dependencia al mercadoestadounidense que ha ido tejiendo y fortaleciendo nues-tro país en las tres últimas décadas: tanto en lo que se re-fiere al abasto de alimentos básicos provenientes de ma-nera mayoritaria de Estados Unidos, como al hecho deque la producción agroalimentaria de exportación nacio-nal se destina cada vez más (en términos de mayor volu-men y variedad de productos alimentarios) a satisfacerla cambiante —a la vez que estacional— demanda demercados de alimentos frescos y procesados de los con-sumidores estadounidenses.De igual manera es preocupante—como apuntan los

distintos trabajos citados y, en particular, el ensayo deArchanjo et al.—el vertiginoso uso de poder de lasmul-tinacionales agroalimentarias y agroindustriales con res-

Alimentos para consumidores de altos ingresos.

LuisIgnacioGonzálezCalleja

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pecto a la manipulación de la calidad de la nutrición delos alimentos, por un lado, y por el otro, a la informaciónque en estas dimensiones se les permite (o no) conocera los consumidores del mundo. Esto tiene como corola-rio un ejercicio más de control por parte de los potentesagentes antes mencionados sobre las legislaciones de losorganismos supraestatales (i. e., Organismo Mundial dela Salud, 200410), así como sobre los marcos jurídicos delos Estados nacionales mismos. Estas tecnologías de po-der de las que echan mano las transnacionales para eva-dir las responsabilidades que les corresponden en lo quese refiere a dejar saber a los consumidores la dudosa (ono) calidad y contenido nutricional de los alimentos setraducen en individualizar la responsabilidad de los ries-gos alimentarios en el nivel de los ciudadanos particu-lares. Así, la toma de responsabilidad individual por laalimentación de dudosa calidad o poco nutritiva se con-trapone a la noción de la garantía de los derechos huma-nos y sociales como responsabilidad conjunta de la so-ciedad y del Estado.He aquí, una vez más, la pertinenciade incluir los derechos humanos como principios confi-guradores de las políticas agroalimentarias y nutriciona-les, al menos en lo que al caso de México se refiere. Enotro tenor, pero en línea similar, estos ejercicios de poderde las corporaciones multinacionales de alimentos aten-tan de facto contra los marcos jurídicos y, en consecuen-cia, actúan en detrimento de las soberanías alimentariasde lamayoría de los países—quizá con excepción (al me-nos parcial) de Estados Unidos y la Unión Europea—.Estos ejercicios de poder los llevan a cabo estos agentessocioeconómicos y políticos al imponer de formas pocotransparentes, con poco sentido ético y de justicia, crite-rios y formas de definir, medir y vigilar los estándares yprácticas de la calidad y de la nutrición (Rodríguez Gó-mez, 1998).Estos dos artículos, a la par del ensayo de Cynthia He-

witt, ilustran de manera adecuada las formas en las queMéxico y Brasil se pueden considerar casos emblemá-

ticos de complejos y conflictivos —o al menos ambi-guos— procesos de “in-seguridad alimentaria” en Lati-noamérica. Pareciera que estos tres especialistas me-xicanos entienden la inseguridad alimentaria como unaconcomitante de la extensa y bien abordada vulnerabi-lidad alimentaria que caracteriza al reciente desarrolloagropecuario de México, en términos de la propuestainterpretativa de González y Macías. Por esto, señalanque el modelo de desarrollo que ha seguido el Méxicoglobalizado de corte neoliberal ha llevado al país a con-diciones de inseguridad alimentaria. De manera atinadapregunta Hewitt si no existe la posibilidad de que se re-configure el modelo imperante de desarrollo de nuestropaís precisamente por la vulnerabilidad que conlleva es-tar tan estrechamente vinculados a los mercados mun-diales, ya que éstos son y han sido históricamente, afir-ma la especialista, altamente inestables. Esto permite a laantropóloga abrir el espacio para llamar la atención entorno a la pertinencia de diseñar y poner en marcha unmodelo de desarrollo alternativo tal que se sustente en larevaloración del papel del sector agropecuario en la segu-ridad alimentaria de nuestro país. Retomaré este seña-lamiento en la sección siguiente por considerarlo centralpara imaginar la soberanía alimentaria de México.En contraste y con cierto grado de complementarie-

dad con las propuestas de los mexicanos, Archanjo et al.conciben la inseguridad alimentaria como la falta de ga-rantías de acceso a alimentos adecuados nutricional yculturalmente que experimentan el grueso de los ciuda-danos en Latinoamérica y, en particular, en Brasil. En lí-nea similar, José Graciano da Silva,Maya Takagi y Mau-ro Eduardo del Grossi, otros tres estudiosos del tema enBrasil, consideran que la inseguridad alimentaria es unaforma discursiva que abarca un abanico amplio de con-diciones relacionadas con las dimensiones de calidad ydignidad en lo que se refiere al consumo de alimentos11.Ambos principios deben estar en estrecha relación con

10 Organización Mundial de la Salud (OMS), “OMS lança estratégiaglobal antiobesidade”, Folha de São Paulo, 22 de mayo de 2004, SaoPaulo, p. A11, cit. en Archanjo et al.

11 Justamente por ello—insinúan estos especialistas— es que tales ali-mentos no pueden ser aquellos que conlleven la obesidad y/o la obesi-dad-con-desnutrición, la desnutrición o las enfermedades cardiovas-culares, como sucede crecientemente en México y en Estados Unidos(Da Silva et al.,2006).

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el acceso equitativo a alimentos nutritivos y a su consu-mo efectivo, sostienen estos colegas. En consecuencia, de-bennecesariamente acompañar la búsqueda de seguridadalimentaria.Argumentan, de forma complementaria, quela inseguridad alimentaria es una forma cultural que per-mite plantear políticas preventivas para evitar que las fa-milias lleguen al estado de desnutrición y, al hacerlo, setorna en un concepto más amplio que aquel que se ciñeal problema del hambre y de la pobreza (Da Silva et al.,2006: 3-6).Llevando más allá estos críticos planteamientos, reto-

mo la propuesta deMaxwell y Slater (2003, cit. en Da Sil-va et al., 2006: 6), la cual identifica al sistema alimentariomundial como el objeto central de las nuevas políticas deseguridad alimentaria y nutricional. Es decir, no se pue-de hablar simplemente de políticas alimentarias puestoque de hacerlo se restringe la discusión y las accionescorrespondientes sólo al suministro de alimentos en mo-mentos de crisis. En todo caso —aclaran Da Silva et al.(2006: 6-7)—, ambas políticas deben concebirse de for-ma complementaria porque ambas son, en último térmi-no, necesarias. Esto obedece a que la primera se asocia conla esfera de consumo que, en el nivel interno, garanticeel acceso a la alimentación de calidad sin excluir a ningúnciudadano de un país,mientras que la segunda tiene quever con las formas de regulación de los sistemas alimen-tarios nacionales y/o mundial. Más importante es aúnrescatar el hecho de que para estos analistas la atencióndebería enfocarse en la configuración del sistema ali-mentario mundial en sí misma, ya que es precisamenteésta la que explica —al tiempo que re-produce y re-sig-nifica, añado— las desigualdades e injusticias en la pro-ducción, distribución y consumode alimentos que le dis-tinguen en distintos momentos históricos. El carácterinequitativo y, por ende, injusto del sistema alimentarioobedece—valga la pena recordar— a las desiguales (massiempre cambiantes-fluidas-ambiguas-conflictivas) rela-ciones/alianzas y rupturas de poder que se dan entre losdistintos países que lo conforman.En otro tenor,más de forma por demás ilustrativa de la

especificidad de estos procesos, los artículos de Gonzá-lez y Macías y de Hewitt nos permiten apreciar el estre-chamiento de la dialógica vinculación, siempre conflicti-

va y desigual, deMéxico al sistema alimentario mundial,particularmente desde la década de 1990 a la fecha, aclaraHewitt. Retomando la discusión de esta estudiosa, resul-ta innegable que la definición y explicación de la seguri-dad alimentaria (y, simultáneamente, de la in-seguridadalimentaria) de México va más allá de nuestra relacióncon el sistema agroalimentario global. Ésta tiene que verde manera particular —afirma atinadamente la especia-lista— con la pérdida de centralidad que ha experimen-tado la producción agropecuaria en las estrategias delEstado relativas al desarrollo nacional. El paradigma quehoy impera ha relegado la función de estas actividades alas de meras generadoras de divisas que contribuyan alsaneamiento de la balanza de pagos, que garantice a suvez un libre flujo de capital por el país. Consecuentemen-te, señala Hewitt, la seguridad alimentaria descansa en ladisponibilidad de divisas que permita al Estado tener ac-ceso (o no) al mercado mundial de agroalimentos parasatisfacer la demanda nacional de los mismos. Coincidocon la estudiosa al considerar que esta estrategia explicala recurrente, y por ende preocupante, pérdida de valorsocial, simbólico,material y político de las agriculturas yalimentos de México

OPORTUNIDADES POR IGUAL PARA LASDISTINTASAGRICULTURAS DE MÉXICO:UN PASOA LA SOBERANÍA…

Cierro este comentario invitándonos a reflexionar sobreel papel que desempeña y debe desempeñar el rescate,promoción y la revalorización, en términos equitativos ylo más incluyentes posibles, de las diversas agriculturasque se han dado en México en las últimas décadas. Lohago a la luz de la tan necesaria reconstrucción de nues-tra soberanía alimentaria a corto, mediano y largo plazo,enmarcada ésta en el fluido, poroso, ambiguo, conflicti-vo, desigual e incluyente/excluyente proceso de globaliza-ción a la neoliberal que hemos vivido desde la década de1980 y en lamás reciente tendencia a la democratizacióndel país. Considero que este ejercicio debe tener comopiedra angular un llamamiento a la revisión crítica denuestras políticas agroalimentarias y económicas en el

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marco del derecho a la alimentación que tenemos todosen tanto ciudadanos mexicanos, indistintamente de lasdiferencias de clase, estatus y poder que nos distinguen.Para ello deben seguirse las líneas quemarca el Pacto In-ternacional de Derechos Económicos, Sociales y Cultu-rales de 1976 y, simultáneamente, el abordaje intersecto-rial/muldisciplinario (integral) que debe caracterizar esteejercicio12.Debe conllevar, simultáneamente, la elabora-ción consensuada demanera ética y democrática de unaley de soberanía alimentaria que tenga como cimiento elreconocimiento y la operacionalidad del derecho que te-nemos todos los mexicanos por igual al acceso a alimen-tos de calidad. Extiendo la invitación a que se diseñenproyectos integrales para el fortalecimiento de los desi-guales sistemas locales y regionales de producción y con-sumo de alimentos y para la creación de nuevos merca-dos y, de forma simultánea, para el fortalecimiento y lavinculación más justa y eficiente entre los ya existentestanto como entre éstos y los distintos productores y con-sumidores.Este llamado propone que el incremento del valor ma-

terial, político y simbólico de las diversas agriculturas deMéxico así como de los bienes agroalimentarios se debeinsertar en una política económica de derechos, la cualse articule con estrategias de fomento productivo y degeneración de empleos formales. De esta forma, este lla-mado a la re-valorización y, por ende, a la creación deoportunidades para nuestras agriculturas deberá acom-pañarse de posibilidades de empleo formal y de vida dig-

na, que pueden: a) coadyuvar a la promoción de los de-rechos humanos y de desarrollos sostenibles en las dis-tintas localidades y regiones del país, y, simultáneamen-te, b) incidir en amainar la migración laboral así comola inequidad rural y rural-urbana que caracterizan alMé-xico del siglo XXI.Esto supone, además, una apuesta en particular por

nuestros pequeños y medianos agroproductores. Hacedécadas que se argumenta que el “tradicionalismo cam-pesino”, entendido éste como tozuda oposición al cam-bio que conlleva la formación de un Estado mexicanoglobal-neoliberal, amarra a los agroproductores a la ine-ficiencia, la baja productividad, a una rentabilidad cues-tionable y a una dudosa contribución a la construccióndelMéxicomoderno, como bien apunta CynthiaHewitten su artículo en este número de Desacatos. Sin embar-go, hoy, al igual que lo afirmó en la década de 1970 Ar-turoWarman:

los campesinos siempre han estado presentes para contra-decir, para denunciar la injusticia y defender su derecho acultivar la tierra y conservar su fruto. Los campesinos si-guen estando ahí, contradiciendo con su presencia y con suquehacer a los nuevos explotadores, los que promueven el“desarrollo y la modernización” basada en la explotaciónque se impone por la violencia y se justifica con la sober-bia del poderoso y a veces con su estupidez (Warman,1976: 17).

Hoy, ante las incertidumbres, los retos y las oportuni-dades que representa el año 2008 para los campesinos13,nuestras agroproductores siguen estando aquí: en los di-versos espacios del México rural, del urbano y en los in-tersticios de ambos, y también muchos de ellos comomano de obra barata en Estados Unidos.Algunos de estos actores, dejando de lado las organiza-

ciones históricas de corte corporativista y vinculadas ya

12 Para conocer este documento y las subsecuentes revisiones, modi-ficaciones y adecuaciones para la puesta en práctica de lo propuestoen él, es necesario consultar, además, los siguientes documentos de laOrganización de lasNacionesUnidas (ONU) y de laOrganizaciónMun-dial para la Agricultura y la Alimentación (FAO): 1) Pacto Internacio-nal de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,Adoptado y abier-to a firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General en suresolución 2200ª (XXI), del 16 de diciembre de 1966, el cual entró envigor el 3 de enero de 1976, en conformidad con el artículo 27; 2) Ob-servación General 12 del Comité de Derechos Económicos, Sociales yCulturales, 1999; y 3) las Directrices Voluntarias que elaboró el Con-sejo de la FAO en el 2004 para sustentar las Directrices sobre el dere-cho a la alimentación (i. e., “Realización Progresiva del Derecho a unaAlimentación Adecuada en el contexto de la Seguridad AlimentariaNacional”). Todas estas revisiones y modificaciones se han realizadoacordes a las cambiantes condiciones de los distintos países firmantesy del mundo.

13 El 1 de enero de 2008 finalizan las “prórrogas proteccionistas”de quegozaban el maíz, el frijol y la leche por los Acuerdos del Tratado de Li-bre Comercio deAmérica del Norte. Los gobiernos deMéxico y de Es-tados Unidos no contemplan la posibilidad de renegociar el TLC en loque toca a dichos productos agroalimentarios, a pesar de ser los quemásresentirán la apertura del comercio con nuestros socios de Américadel Norte.

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a diversas cadenas agroalimentarias, se han organizadopara comercializar su producto en colectivo y respondera las exigencias de calidad, eficiencia y competitividadimpuestas por los distintos mercados domésticos y glo-bales. Estas respuestas individuales-colectivas se dan aladaptar, resignificar y aprovechar: a) las oportunidades eimperativos del Estado neoliberal, así como b) los retos ydemandas que les impone el tener que estar vinculadosa mercados diferencialmente globalizados. Frente a ladesincorporación de las paraestatales, otros agropro-ductores han optado, asimismo, por organizarse para jun-tos abatir costos de producción ymejorar las condicionesde financiamiento y mercadeo para sus granos. Otrosmás se han asociado para aprovechar los nichos de mer-cado recién abiertos a productos orgánicos; alimentos delcomercio justo; productos que el Estado ha dotado conel reconocimiento de “marca colectiva”; alimentos fres-cos y procesados distinguidos recientemente con el sello“México calidad suprema”; aquellos que han sido incor-porados al reconocimiento que otorga el movimiento“Slow Food”, o los que han logrado obtener la protecciónde la denominación de origen en México y en el merca-do global.Paradójicamente, la gran mayoría de los pequeños y

medianos agroproductores lucha de manera individualante los nuevos y dinámicos contextos macro y micro-económicos manteniendo, al tiempo que reformulan yresignifican, ideas y prácticas agropecuarias heredadas.En nuestro país, a pesar de las dinámicas y contradic-ciones internas y las relacionadas con el contexto global,“los campesinos” siguen presentes. Encontramos, porello, agroproductores para quienes el cultivo de maíz ofrijol para el mercado local o nacional sigue siendo surazón de ser, aunque siembren sólo un par de hectáreas,acomoden en el mercado apenas un par de toneladas delos producido y dejen, de lo levantado, sólo un pequeño“guardadito” para ir gastando en sus unidades de pro-ducción mientras vuelven a cosechar.Otros han dejado de lado su participación en activi-

dades agropecuarias al considerarlas poco “rentables. Alhacerlo, han optado por “aprender” (rescatando) viejasformas de producir alimentos—aquellos conocidos co-mo “productos artesanales o tradicionales”—. En el ca-

so de estos últimos, al igual que su contraparte europeao estadounidense, estas estrategias productivas, en su ca-rácter de re-inventadas a la “Hobsbawm”, se ponen enmarcha como nuevas ventanas de oportunidad en tantoque nuevos nichos de mercado para productos distinti-vos (i. e., su singularidad descansa en la diferenciación/es-pecificidad con la que se dota al producto mismo) o paralas mercancías agroalimentarias de calidad señaladas en elpárrafo anterior. La característica de estos productos esque reciben un valor agregadomayor debido al hechodeque son reconocidos como singulares. Estos productoresagropecuarios son algunos de los que apuestan por nue-vas formas de hacer agricultura enMéxico. En contraste,muchos otros agroproductores prefieren emplearse comojornaleros en la agricultura de exportación.Otrosmásmi-gran en busca de trabajo, de mejores oportunidades deempleo, salarios competitivos y dignos, favoreciendo así adiversos sectores de la economía de Estados Unidos. Almarchar, estos actores no entierran el campo, lomantie-nen vivomediante el errático, pero siempre constante, en-vío de remesas para que sus allegados se mantengan, almenos parcialmente, en las labores y espacios rurales. Fi-nalmente, igual de significativo es reconocer que algunosde nuestros fuertes empresarios agropecuarios hanlogrado integrar sus cadenas agroindustriales demaneraaltamente eficaz y siguen siendo igual o más competiti-vos que sus contrapartes extranjeras.En suma, la agricultura practicada a cualquier escala

se mantiene como una actividad prioritaria para el sec-tor rural del país. La agricultura del México actual es laespecializada en granos básicos, la de exportación tradi-cional, la agricultura empresarial, la agricultura alterna-tiva y aquella dedicada a la ganadería—sin dejar de ladola que se dedica al cultivo de estupefacientes—.Lo es tam-bién la agricultura diversificada que practican pequeñosy medianos productores, cuyos ingresos se complemen-tan con actividades diferentes a las agropecuarias, llevadasa cabo dentro o fuera del ámbito rural.Los retos que enfrenta el campo mexicano atienden,

por ello, a su particular complejidad, heterogeneidad ycreciente inequidad entre individuos, grupos sociales,micro-regiones y regiones; a la dinámica de sus procesosde inclusión/exclusión; a la selectiva y desigual asigna-

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ción de recursos productivos del Estado a grupos dife-renciados de productores; a la prioridad que se le ha dadoa la promoción de la agricultura de exportación y de altorendimiento empresarial vis à vis de la poca atención yapoyos financieros y de conocimientos prestados al restode las actividades agropecuarias que se realizan en el ám-bito rural; a la preponderancia que han tenido los progra-mas asistenciales frente a aquellos de corte productivodirigidos a pequeños y medianos productores; a la agu-dización del flujo migratorio de la fuerza laboral dentroy fuera del país. Esto implica que dentro de los grandesdesafíos del sector agroalimentario amediano y largo pla-zo está lograr un desarrollo socialmente incluyente, co-participativo y corresponsable, en el marco de la globali-zación neoliberal de nuestro país y de la aproximacióndel año 2008. Este esfuerzo requiere de la sensibilizacióntantodel Estado comode la sociedad en relación con la im-portancia y el significado de este sector para el desarrolloy para imaginar“a la Anderson” la soberanía alimentariadel país (Anderson, 1986: 14-16), así como del reconoci-miento y el aprovechamiento de las particularidades, ladiversidad y la aguda inequidad que distinguen a las dis-tintas agriculturas que se practican hoy por hoy.Entender y atender esta pluralidad de desafíos multi-

dimensionales es un reto urgente. Es preciso abordarladesde la perspectiva interdisciplinaria sistémica (diagnós-tico, planeación y prospectiva), mediante el diseño y laimplementación coparticipativa de estrategias intersec-toriales de desarrollo integral, incluyente y social ymedio-ambientalmente respetuoso, que se sustente en el dere-cho de todos los ciudadanos a la alimentación nutritivay de calidad. Esta perspectiva debe coadyuvar a construira corto,mediano y largo plazomecanismos viables, éticos,justos y dignos de fomento para las distintas agricultu-ras, las diversas actividades y modos de vida que confor-man la sociedad rural hoy.Esto me lleva a insistir en: a) la propuesta para la in-

troducción de formas de agricultura alternativa, y hacer,al mismo tiempo, b) un llamado a la re-conceptualiza-ción y revaloración de nuestras agriculturas y nuestroscampesinos por parte de la sociedad y del Estado. Paraello, planteo la necesidad de: 1) bosquejar programascon base en la agricultura diversificada que se da enMé-

xico —esto es, la “tradicional” a pequeña y medianaescala, la “inventada a la Hobsbawm” (1983: 1-14), “lade calidad”, la de exportación y/o empresarial—; 2) po-ner atención simultánea a la demanda interna y a la deexportación, partiendo de acciones coparticipativas ycorresponsables social y medioambientalmente, con elfin de atender la complementariedad de las actividadesagropecuarias, agroindustriales y de servicios. Final-mente, invito a buscar formas eficientes y socialmenteincluyentes de incorporar la ciencia y la tecnología a laspolíticas públicas intersectoriales, ya que las respuestas alos retos que enfrentan los diversos grupos de produc-

Pepinos.

LuisIgnacioGonzálezCalleja

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tores ante el quehacer de la globalización neoliberal y dela reconfiguración de la soberanía alimentaria de Mé-xico vamás allá de las competencias de nuestras agricul-turas y del sector rural.Algunas de las vías que propongo para llevar acabo el

abordaje de este México rural complejo y marcado porla fluidez de sus múltiples interrelaciones y la construc-ción de oportunidades para nuestras agriculturas son lassiguientes: 1) agricultura convencional, pobreza y narco-tráfico; 2) organizaciones de agroproductores; 3) migra-ción y remesas; 4) agricultura de exportación y empleorural; 5) agricultura alternativa; 6) alimentos de calidad,seguridad y soberanía alimentaria; 7) elaboración de le-yes que conlleven la soberanía alimentaria sustentada enel derecho de losmexicanos a alimentos de calidad; 8) in-tegración horizontal y vertical de cadenas agroindus-triales; 9) fortalecimiento de sistemas agroalimentarioslocales y regionales y su vinculación con las especifici-dades y dinámicas de la demanda urbana diferenciada;10) desarrollo demercados locales, regionales y naciona-les, con especial énfasis en el fortalecimiento del merca-do doméstico; y 11) diseño de programas de corte mul-tisectorial, en los que se involucren distintas instanciasdel Estado y del sector privado.Desde fines del siglo pasado a la fecha han empezado

a repuntar actividades agropecuarias dentro de lo que de-nomino “agricultura alternativa”. La agricultura alterna-tiva es la que se ocupa de los productos agroalimentarioscon denominación de origen, de aquellos que se presen-tan y reconocen como mercancías orgánicas o comobienes vinculados a nuevas formas de solidaridad con-sumidor-productor, así como de las mercancías agro-alimentarias de calidad vía el seguimiento de normativi-dades, del respeto a la biodiversidad y/o de la solidaridadde los consumidores hacia los productores de los paísesen desarrollo. Esta agricultura se lleva a cabo para produ-cir bienes agroalimentarios que materializan la nostal-gia por un pasado ya ido o por los quehaceres agroali-mentarios artesanales, a los cuales tanto segmentos delmercado doméstico como del global les están abriendoventanas de oportunidad —sean éstos “productos de latierra” con sello distintivo o los prosaicos “frijolitos conqueso”—.

Esta forma de agricultura refleja el carácter multifun-cional (que se ha venido acentuando en las últimas dé-cadas) que tiene el ámbito rural, en el que lo agropecua-rio está lejos de reducirse a la producción primaria. Eneste tenor cabe señalar que la agricultura alternativacomprende un amplio abanico de actividades (algunasde ellas no relacionadas con los quehaceres agropecua-rios) y de usos de la tierra, que van desde las produc-ciones agropecuarias con fines alimentarios y no alimen-ticios hasta el mantenimiento del medio ambiente. Lapráctica de esta agricultura debe ser concebida, por tan-to, en relación con desarrollos multidimensionales eintegrales, tanto micro-regionales como regionales y encomplementariedad con lo que se conoce como agricul-tura tradicional (ya sea la campesina, la empresarial o lade exportación).Reflexiono sobre la variedad de agriculturas y campe-

sinos que acoge el México rural globalizado a la maneraneoliberal. Al hacerlo, cuestiono la concepción de Es-tado. Los invito a que conceptualicemos el Estado talcomo lo propuso Antonio Gramsci: Estado + sociedadcivil (1989: 263). Lo hago porque considero que la glo-balización neoliberal ha transformado al México rural,en particular, y a la sociedad mexicana, en general, demaneras distintas a las que adoptaron formas previas delcapitalismo en nuestro país. Esto se ha dado al materia-lizarse y particularizarse cambios mayores centrales enel quehacer del aparato estatal y de nuestra economía, víala domesticación“local”mediante la apropiación y re-sig-nificación de dichas macro transformaciones y, simul-táneamente, en lo que se ha llamado el “despertar” de lasociedad civil.Estos procesos de interconexión ymutua conformación

de lomacro ymicro no se han dado en el vacío. Son pro-cesos de cambios socioculturales, económicos y políticosa los que la sociedad y el Estado mexicano se han suma-do y han contribuido a darles forma y especificidad desdelas particularidades, la complejidad, la heterogeneidad, ladesigualdad y la disonancia de voces, actores, ideas, que-haceres, relaciones y procesos que les caracterizan.Es esta concepción de Estado + sociedad globalizados

en la línea neoliberal lo que me abre el espacio para ha-cer un llamado a la necesidad de construir formas múl-

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tiples, más no por ello ajenas al conflicto y a los acomo-dos, para revalorar la agricultura, resignificar lo nuestro,al tiempo que lo dotamos de calidad y de valor agrega-do, adecuando las ideas y los criterios de los mercadosagroalimentarios y del consumo global. De manera si-multánea, apelo a abogar por el reconocimiento de queestos bienes de calidad deben fluir tanto hacia los consu-midores internos como hacia los transnacionales.Al respecto, y retomando la propuesta de agricultura

alternativa antes expuesta, cabe apuntar que desde hacealgunos años se observa en ciertos sectores de la socie-dadmexicana una tendencia similar a la que se está dandoal interior de otras sociedades occidentales u occidenta-lizadas, en las cuales se afianza y acrecienta tanto la con-cientización y valorización de la agricultura y de los pro-ductos tradicionales o con especificidad no masificada,como la preocupación por encontrar formas que permi-tan el futuro de una agricultura de granos básicos basa-da en el derecho de todos los ciudadanos sin distincióna alimentos de calidad; el respeto a la biodiversidad y elcuidado y preservación de nuestro patrimonio biogené-tico; la equidad social y el desarrollo coparticipativo ycorresponsable. Esta preocupación se materializa comola propensión a favor del consumo de “bienes regiona-les” y“artesanales”, ya se trate de granos básicos como deproductos de la agricultura alternativa —productos or-gánicos, marcas colectivas, comercio justo, denomina-ciones de origen, entre otros—.Se está dando también, en el mundo globalizado, un

movimiento creciente entre los consumidores, que exigela protección con justicia y solidaridad de los bienes agro-alimentarios locales y de sus productores o elaboradores.EnMéxico, algunosmiembros de la sociedadurbana acu-den a un número creciente de tiendas delicatessen, de“tienditas”,de carnicerías o demercados de barrio en bus-ca de productos agropecuarios de origen particular, “tra-dicionales” o “auténticos”, identificados con la historia deun lugar, sus costumbres y sus gustos; o de aquellos quese diferencian de los homogeneizados por lamasificacióndel consumo (i. e., tortillas de maíz blanco o de nopal, di-ferentes variedades de queso, crema, bebidas espirituo-sas, tomatillo verde de vara, etc.). El carácter distintivo deestos productos se atribuye a que provienen de áreas ru-

rales y han sido manufacturados conforme a “nuestrosproductos” (el maíz blanco) o a las “viejas formas deelaboración de los productos hechos a mano” (la cajeta)—caracterizados por sus bajos rendimientos y su débilinserción al mercado—. El valor agregado y el prestigiootorgados a estos bienes descansan en la protección depequeñas comunidades que practican la agricultura enpequeña escala y que fomentan, en muchos casos, laigualdad social. En otras palabras, dentro del capitalis-mo neoliberal predominante en la sociedad mexicana,lo mismo que en algunos otros sectores sociales del ám-bito global, a los alimentos se les está resignificando yrevalorando con base en su especificidad local e históri-ca a medida que se van incorporando en la circulación yconsumo global de mercancías, valores e ideas. Tales pro-ductos se han convertido en símbolos sociales que sig-nifican gusto y origen distintivo y que, con estas carac-terísticas, permiten a ciertos grupos marcar material ysimbólicamente su distinción y pertenencia diferencialde clase y de grupo. Esto lo hacen al apostar por un cier-to tipo de consumo e ideas renovadas acerca de “lo exó-tico”, lo rural, la tradición, lo distintivamente nuestro.Así, el crecimiento de la demanda de estos productos dela agricultura alternativa reafirma el prestigio socioe-conómico y el gusto particular de quienes los producentanto como de quienes los consumen, al tiempo que in-forma sobre las concepciones cambiantes de la agricultu-ra, de lo rural, de la naturaleza, del cuerpo y de la salud.Cierro estas reflexiones haciendo una invitación al Es-

tado y a la sociedad mexicana a que seamos copartícipesy corresponsables del desarrollo integral y sustentablede nuestro campo. Solicito que apostemos por el resca-te de nuestras agriculturas y de la soberanía alimentariade México en el marco de la globalización neoliberal. Laapuesta por la promoción complementaria del cultivode granos básicos, de la agricultura de exportación y dela agricultura alternativa es la de buscar formas de amino-rar la migración de mano de obra barata a Estados Uni-dos y a campos itinerantes de agricultura empresarial, altiempo que nos damos a la tarea de encontrar manerasde mitigar la pobreza, la precariedad y la inequidad quecaracterizan al ámbito rural del país. Es, paralelamente,una apuesta que abre el espacio para que el Estado y la

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sociedad converjan en la lucha a favor de construir: a) elderecho de todos a alimentos de calidad y nutritivos; b)oportunidades de empleo accesibles y equitativas paralos distintos agroproductores y sus familias; así como c)condiciones de salud y de vida dignas para los diversosactores del campo y vinculados con él.Mi preocupación última es hacer un llamado a la ne-

cesidad de: 1) realizar estudios sobre la viabilidad socio-cultural y económica de nuestras distintas agriculturas yregiones; y, con base en ello, 2) poner en práctica proyec-tos de corte integral, coparticipativos y corresponsablessocial y medioambientalmente. Propongo que el objeti-vo de estas acciones conjuntas Estado-sociedad sea lapromoción y potenciación de distintas formas de agri-cultura, las cuales, como complemento a las actividadesagropecuarias existentes, actúen como palanca para losdesarrollos locales, micro-regionales y regionales en elmarco—y no de lado— de la urbanización e industria-lización de nuestro país. El fin es que la producción y lapromoción de un oferta agroalimentaria más variada yde calidad impacte —al tiempo que reconfigure— unmercado doméstico altamente segmentado y fluido, deforma tal que se abran ventanas de oportunidad paranuestros pequeños y medianos agroproductores de gra-nos básicos o productos tradicionales, sin dejar de ladola agricultura empresarial.Este llamado a apoyar a nuestras agriculturas lo con-

cibo comouna actividad sustentada en la adopción de cri-terios de calidad, con el fin de asegurar la producción debienes agroalimentarios inocuos para toda la población.Esta premisa descansa en la convicción de que la certi-ficación oficial (nacional y transnacional) de dicha ca-lidad conlleva el reconocimiento por parte de distintosgrupos de consumidores de estos bienes agroalimen-tarios, dentro y fuera del país, así como del derecho quetenemos todos los mexicanos a consumir alimentosde calidad, independientemente de nuestro poder ad-quisitivo. Considero quemediante la elaboración, la dis-tribución y el consumo de mercancías provenientes denuestras agriculturas se pueden ir recuperando y re-significando formas tradicionales de producción o ela-boración de productos agroalimentarias, a la par que sepromueven y revalorizan los productos agropecuarios

locales, regionales y nacionales en distintos ámbitos in-ternos e internacionales. Esto implica llevar a cabo ac-ciones y programas de promoción de “lo nuestro” quetengan como fin la revalorización material, social y sim-bólica de las diversas formas de agricultura que distin-guen a nuestro país hoy así como al espacio rural.Esto redundará, en primer término, en la soberanía ali-

mentaria de México en concordancia con el derecho alacceso no diferenciado a alimentos de calidad para to-dos los mexicanos, así como en la no dependencia denuestro país de los alimentos provenientes de los inter-cambios desiguales en la arena global. En segundo lugar,lo anterior conllevará la disminución de la migración demano de obra barata en condiciones de incertidumbre yalto riesgo a Estados Unidos y, con ello, la recuperaciónde la soberanía laboral (integral) de nuestro país.

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