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  • 7/30/2019 COMBATIR_LA_TECNOCRACIA_EN_SU_PROPIO_TERRENO.doc

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    Bourdieu: Combatir a la tecnocracia en su propio terreno

    (El presente discurso fue pronunciado por Pierre Bourdieu, quien es quizs el msprestigioso socilogo francs de la actualidad, ante los trabajadores en huelga, reunidos enla Gare de Lyon en Pars, el da 12 de diciembre de 1995)

    Estoy aqu para expresar nuestro apoyo, a todos aquellos que luchan , desde hace tres semanas,contra la destruccin de una civilizacin asociada a la existencia del servicio pblico: civilizacin dela igualdad republicana de los derechos, a la educacin, a la salud, a la cultura, a la investigacin,al arte, y por encima de todo, al trabajo.

    Estoy aqu para decir que comprendemos este movimiento profundo, es decir, la desesperanza ylas esperanzas que all se expresan y que tambin nosotros experimentamos; para decir que nocomprendemos (o que comprendemos muy bien) a estos que no lo comprenden, como a estefilsofo que, en el "Journal du dimanche" del da 10 de diciembre, descubre con estupefaccin, "elabismo entre la comprensin racional del mundo", encarnada segun l por Jupp, as lo dicetextualmente, "y el deseo profundo de la gente".

    Esta oposicin entre la visin de largo plazo de la "lite" esclarecida y las pulsiones de corto plazodel pueblo o de sus representantes, es tpica del pensamiento reaccionario de todos los tiempos y

    de todos los pases, pero adquiere hoy una forma nueva con la nobleza de Estado, quefundamenta la conviccion de su legitimidad en el ttulo escolar y en la autoridad de la ciencia,principalmente econmica. Para estos nuevos gobernantes de derecho divino, no solamente larazn y la modernidad, sino tambin el movimiento y el cambio, estn del lado de los gobernantes,de los ministros, de los patrones o de los "expertos". La sinrazn y el arcasmo, la inercia y elconservadurismo, del lado del pueblo, de los sindicatos y de los intelectuales crticos.

    Es esta la certeza tecnocrtica que expresa Jupp cuando escribe: "Quiero que Francia sea unpas serio y un pas feliz", lo cual puede traducirse como: "Quiero que la gente seria, es decir, laslites, los "enarcas", los que saben adonde esta la felicidad del pueblo, puedan realizar la felicidaddel pueblo, incluso a pesar de l, es decir, contra su voluntad. En efecto, enceguecido por esosdeseos, de los que hablaba el filsofo, el pueblo no conoce su felicidad, particularmente la felicidadde ser gobernados por gente que, como Jupp, conocen su felicidad mejor que l". As piensan los

    tecnocratas y as entienden la democracia. Comprendemos que ellos no comprendan que elpueblo, en nombre del cual pretenden gobernar, descienda por las calles, -colmo de la ingratitud!-para oponrseles.

    Esta nobleza de Estado, que predica la desaparicin del Estado y el reino sin reserva del mercadoy del consumidor, sustituto comercial del ciudadano, se ha apropiado del Estado, ha hecho del bienpblico un bien privado , de la cosa pblica, de la Repblica, su cosa.

    Lo que hoy est en juego, es la reconquista de la democracia contra la tecnocracia: hay que acabarcon la tirana de los "expertos" al estilo del Banco Mundial o del FMI, que imponen sin discusin losveredictos del nuevo Leviatn, "los mercados financieros", y que no pretenden negociar sino"explicar". Hay que romper con esa nueva fe en la inexorabilidad histrica que profesan los tericosdel liberalismo . Hay que inventar nuevas formas de un trabajo poltico colectivo, capaz de

    constatar las necesidades, principalmente econmicas (lo que puede ser tarea de expertos) peropara combatirlos y, si es del caso, para neutralizarlos.

    La crisis de hoy es una oportunidad histrica. Para Francia y sin duda para todos estos que, cadada mas numerosos, en Europa y en otras partes del mundo, rechazan esa nueva alternativa:liberalismo o barbarie. Trabajadores ferroviarios, empleados de correo, maestros, funcionarios delos servicios publicos, estudiantes y tantos otros, activa o pasivamente comprometidos en estemovimiento, han planteado con sus manifestaciones, con sus declaraciones, con las innumerablesreflexiones que han provocado y que las tapaderas de los medios han querido en vano asfixiar,problemas fundamentales, demasiado importantes para dejrselos a los tecncratas, tan

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    autosuficientes como insuficientes: cmo restituir a los primeros interesados, es decir, a cada unode nosotros, la definicin aclarada y razonable del futuro de los servicios publicos, de la salud, dela educacion, de los transportes, etc., en relacin, principalmente con aquellos que, en los otrospases de Europa estn expuestos a las mismas amenazas? Cmo reinventar la escuelarepublicana, rechazando la instalacin progresiva en la enseanza superior, de una educacin condos velocidades, simbolizada por las Grandes Escuelas y las facultades?

    Es posible hacerse la misma pregunta a propsito de la salud o de los transportes. Cmo lucharcontra la precarizacin que golpea al personal de los servicios pblicos y que conlleva formas dedependencia y de sumisin, particularmente funestas, en las empresas de difusin cultural, radio,televisin o prensa escrita por el efecto de censura que ejercen, incluso en la docencia?

    En el trabajo de reinvencin de los servicios publicos, los intelectuales, escritores, artistas,cientficos, etc., tienen un papel importante que jugar. Primeramente, pueden contribuir a quebrar elmonopolio de la ortodoxia tecnocrtica sobre los medios de difusin. Pero pueden tambincomprometerse, de manera organizada y permanente, y no solamente en los encuentrosocasionales de una coyuntura de crisis, al lado de aquellos que estn en condiciones de orientareficazmente el futuro de la sociedad: asociaciones y sindicatos principalmente, y trabajar en laelaboracion de anlisis rigurosos y de proposiciones inventivas sobre las grandes cuestiones quela ortodoxia meditico-poltica impide plantear. Pienso en particular en el tema de la unificacin del

    campo econmico mundial y los efectos de la nueva divisin mundial del trabajo o de la cuestin delas pretendidas leyes de bronce de los mercados financieros, en nombre de las cuales sonsacrificadas tantas iniciativas politicas; en la cuestion de las funciones de la educacin y de lacultura en las economas adonde el capital informtico se ha convertido en una de las fuerzasproductivas determinantes, etc.

    Este programa puede parecer abstracto y puramente terico. Pero se puede rechazar eltecnocratismo autoritario sin caer en un populismo en el que los movimientos sociales del pasadosacrificaron a menudo demasiado y que le hace el juego, una vez ms, a los tecncratas.

    Lo que he querido expresar, en todo caso, y quizs mal, por lo que pido excusas a quienes pudehaber escandalizado o aburrido, es una solidaridad real con aquellos que hoy se baten por cambiarla sociedad: pienso en efecto que no se puede combatir eficazmente la tecnocracia, nacional o

    internacional, si no es enfrentndola en su terreno privilegiado, el de la ciencia, principalmenteeconmica, y, oponiendo al conocimiento abstracto y mutilado del cual ella se vale , unconocimiento, ms respetuoso, de los hombres y de las realidades a las cuales ellos se venconfrontados.

    (Publicado en Libration el 14 de diciembre de 1995. Traduccin al espaol de O. Fernndez)