columna de negroni a la izquierda

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22 I Domingo 11 de diciembre de 2011 POLITICA LA ASUNCION Cristina Kirchner Las siguientes son las expresiones que más empleó la Presidenta en su alocución ante la Asamblea Legislativa, que duró una hora y 15 minutos. Como es su costumbre, habló sin leer más que algunos apuntes específicos, sobre todo cifras. Las palabras más repetidas en el discurso De negro riguroso, Cristina Fer- nández de Kirchner asumió ayer su segundo mandato como presidenta de la República. A través de su mensaje, marca- do por el emotivo recuerdo de su marido (“él”, “ese hombre”) y de la generación diezmada a la que pertenecen, la reelecta presidenta construyó una escena discursiva en la que quedaron configurados los distintos protagonistas de la si- tuación enunciativa: destinatarios directos, destinatarios indirectos positivos, contradestinatarios, pero también su propia figura como responsable de la enunciación política y como jefa indiscutible de un proyecto colectivo. Esta construcción del ethos pre- sidencial fue el resultado, no de afirmaciones o de comentarios elogiosos sobre su propia persona en el discurso (lo dicho), sino de la elección de las palabras utilizadas, los argumentos seleccionados, la entonación calurosa a veces, severa otras, el ritmo y el tono escogidos en los distintos momentos de su alocución. También quedó cons- tituido por los actos de habla rea- lizados a través de su enunciación (lo mostrado). Y es que el ethos es del orden de lo mostrado y no de lo dicho. En la escena enunciativa cons- truida, frente al yo presidencial se ubicó un ustedes, el destinatario directo, al que se le recordaron episodios relacionados con los derechos humanos y con el fin de la impunidad, se le expusieron los éxitos de la gestión y los ejes del “modelo”, se le rememoraron fra- ses y actitudes de Néstor Kirchner, se le recomendó que no se guiara por la letra de molde, se le explicitó que “esta presidenta” ordenaba a sus ministros y tomaba decisiones ejecutivas. En otras ocasiones, sus destina- tarios directos fueron ministros o legisladores presentes en la sala, con los que incluso estableció una suerte de microdiálogo jocoso (“No hace falta que levantes la mano. No soy la maestra”; “Julián, ¡qué cosa! Cobos no hacía estas cosas”). También se dirigió a destinatarios indirectos positivos: así, a algunos legisladores no oficialistas les agra- deció su voto a favor de la ley de medios y a la Justicia le solicitó mayor celeridad en los juicios pendientes. Fuera de ese lazo de interlocu- ción (y por lo tanto, sin posibilidad de réplica a nivel del discurso), quedó la imagen de los contrades- tinatarios, entre los que figuran los fondos buitres, los responsa- bles de las corridas cambiarias y de las huelgas en Santa Cruz, las corporaciones. A ellos la Presi- denta también les dirigió actos de habla, pero esta vez de adverten- cia, encubiertos en negaciones descalificadoras de pretensiones falsas (“[aletean para ver sobre qué cadáver pueden carroñar] no va a ser sobre la Argentina”; “yo no soy la presidenta de las corporaciones, soy la presidenta de los 40 millones de argentinos”; “derecho de huelga, no de chantaje ni de extorsión”, “a mí también me gusta hablar de números, pero los de todos, no los de ellos”). Las alusiones a la figura del no- sotros-gobierno fueron frecuentes en el balance de la gestión (“hemos podido generar más de 5 millones de puestos de trabajo”, “hemos logrado más de 1500 convenciones colectivas de trabajo”). También lo fueron el nosotros los argentinos (“lo que nosotros vivimos como un drama, el default”, “que nos arrojó fuera del mundo”), el no- sotros exclusivo, que no incluye a los destinatarios y que sólo alude a la pareja Kirchner (“¿qué hicimos en aquella oportunidad?”, “dar las gracias a todos los argentinos que creyeron en nosotros”) y el nosotros de modestia (“no vamos a dejar las convicciones, como nunca lo hicimos, y vamos a seguir trabajando”). A pesar de la multiplicidad de destinatarios y de nosotros evoca- dos, llamó la atención la ausencia de una forma típica del discurso político, como es la del nosotros in- clusivo o colectivo de identificación en el que el yo y los destinatarios se funden en una unidad. Quizás esta ausencia se explique por el hecho de que la construc- ción del ethos presidencial como jefa indiscutible de “un proyecto colectivo, nacional y popular y profundamente democrático”, sólo permite que la Presidenta convoque a los otros a acompañarla. “Equipo que gana no cambia”, dice el refrán futbolero y repiten los medios estos días, aludiendo a la escasa sorpresa que provocó el anuncio del nuevo gabinete que acompañará a Cristna Kirchner en su nuevo gobierno. La decisión presidencial de rea- lizar unos pocos enroques o ascen- sos de funcionarios en su segundo mandato tuvo como dimensión temporal de referencia al pasa- do: una gestión que el gobierno y buena parte de la ciudadanía consideran exitosa. Sin embargo, otro refrán más gauchesco, cuyo tiempo referen- cial es el futuro, también parece haber inspirado la decisión de mantener al elenco ministerial casi intacto: “No se cambia de caballo en medio del río”. Al paso, al trote o al galope, los equinos son cabalgaduras relativa- mente seguras sobre la llanura, so- bre todo cuando pisan tierra firme y las cuestas no son abruptas. En el río es otra cosa. Los remolinos son peligrosos, es difícil hacer pie y nadar contra la corriente no es lo más recomendable para equinos o jinetes. Las últimas elecciones fueron una carrera entre jinetes compi- tiendo por montar la cabalgadura del aparato estatal que orienta la marcha de una sociedad. Pero las elecciones coincidieron con un punto de la travesía en que debe abandonarse el llano y cruzar un río que según algunos, puede va- dearse fácilmente y otros ven con aprehensión por sus asechanzas. Señales en el terreno Distintas señales, que no pasan inadvertidas para el Gobierno, hacen prever que el terreno poco accidentado puede convertirse en un lodazal. La crisis europea, el estanca- miento brasileño, la fuga de divi- sas, la sequía del crédito externo y sus previsibles efectos sobre el nivel de actividad económica, la balanza de pagos, el ritmo infla- cionario, la puja distributiva, la exclusión social y el posible cam- bio de humor de una ciudadanía engolosinada por un consumis- mo exacerbado requerirá manos firmes para sujetar las riendas, piernas fuertes para mantenerse en los estribos y un claro sentido de dirección para no torcer mucho el rumbo. Es evidente que la “oposición” no estaba preparada para montar- se sobre las grupas del animal que pretendía conducir, fragmentada como estaba, en efímeras coali- ciones de espacios políticos y no sostenida en partidos sólidos. El oficialismo también estaba integrado por una coalición de espacios; pero al menos, había tenido una experiencia de go- bierno estable, cualquiera sea la valoración de sus resultados. No es poca cosa, en un país que por décadas, penduló entre regímenes autoritarios y democráticos, con cambios de rumbo abruptos e improvisación manifiesta. El kirchnerismo cumplió ocho años en el poder. Tiene el induda- ble mérito de que sus ministros, en promedio, han tenido el mayor índice de permanencia en sus cargos de la historia política del último siglo. No vacilaría en considerar que ha pecado de cesarismo, con un estilo personalista, que no busca el consenso y ha instalado en el país una democracia delegativa. Pero también debo reconocer que no hay condiciones para la interlo- cución político-partidaria y que la negociación de la próxima etapa será mucho más corporativa. En los conflictos que se avecinan, los interlocutores naturales del Gobierno serán los sindicatos, los capitalistas amigos, las cámaras empresarias, las organizaciones y movimientos sociales. Mantenerse montado será difícil. La ciudadanía lo sabe. Y así como optó por mantener a la mis- ma amazona sobre la montura del Estado, ella decidió que no convenía cambiar de caballo en medio del río. Es razonable. El autor es doctor en ciencia política e investigador superior del Conicet-Cedes Un discurso que tuvo destinatarios específicos No cambiar de jinetes en medio del río OPINION OPINION MARIA MARTA GARCIA NEGRONI PARA LA NACION OSCAR OSZLAK PARA LA NACION A juzgar por el contenido de su discurso, Cristina Kirchner apunta a que al menos en la primera etapa del segundo mandato no ocurran innova- ciones significativas: el plan parece ser más de lo mismo en términos de políticas y con casi idéntico plantel de colaboradores. Por eso, los silencios y las ausencias pueden contribuir más al análisis que los consabidos balances autoconsagratorios que casi a diario elabora la Presidenta. La inseguridad constituye el silen- cio más significativo. Se trata desde hace más de un lustro de la principal preocupación de los argentinos y Cristina ignoró la cuestión. A pesar de que por primera vez existe un mi- nisterio especializado, que encabeza Nilda Garré y que está desarrollando una agenda ambiciosa de reformas, la Presidenta priorizó otros temas. Tampoco hizo referencia a Mal- vinas. Sorprende, por la convicción con que el Gobierno la ha planteado en los foros internacionales. A pocos les llamó la atención la ratificación de que la prioridad de la administración seguirá siendo promover el crecimiento del mercado interno, el consumo y la generación de empleo: son los principios básicos del “modelo”, a pesar de las dudas existentes respecto de su sustenta- bilidad, sobre todo en el nuevo en- torno regional e internacional. Pero algunos observadores extranjeros quedaron muy asombrados por el contundente ataque a las denomina- das “metas de inflación”. Se trata de un mecanismo utilizado en muchos países para controlar gradualmente las expectativas inflacionarias con pautas explícitas de política moneta- ria, fiscal, de ingresos y cambiaria. Se puede estar de acuerdo o no con esa estrategia, pero semejante embes- tida sugiere tal vez cierta confusión conceptual. La inflación del 9% que reconoce (sólo) el Indec no fue objeto de reflexión, aunque es mayor a la que sufren todos los países de la región, con excepción de Venezuela. Como primera presidenta reelegida de toda América, podría haberse esperado alguna referencia explícita a la cuestión de género. Es un tema importante para la Presidenta y en el que nuestro país ha sido pionero, sobre todo a partir de la instauración de las cuotas femeninas en la repre- sentación parlamentaria. La ausencia más significativa fue la de Hugo Moyano y la plana mayor de la CGT. Cristina Kirchner profun- dizó las fuertes tensiones que existen entre su gobierno y el sindicalismo con una frase provocativa: “Con Perón no había derecho a huelga; con nosotros sí, pero no de chantaje y extorsión”. Ratificó, así, que no era “la presidenta de las corporaciones” y definió algunas tácticas sindicales con mayor acidez y contundencia que la mayoría de líderes empresarios. Contener las demandas salariales es uno de los principales desafíos. Pero el problema es complejo. La Pre- sidenta implementó un fuerte ajuste fiscal que recae en las familias y en el sector privado (vía incrementos en tarifas e impuestos). El Gobierno no parece dispuesto a hacer ningún es- fuerzo. Por el contrario, se reserva la posibilidad de emitir moneda, seguir usando las reservas, tomar recursos de agencias públicas con supuestos excedentes transitorios, postergar pagos a proveedores, jubilados y transferencias a las provincias. Tal vez el principal mérito de su discurso resida en el reconocimiento tardío de la ausencia de criterios modernos y racionales de gestión pública en el aparato burocrático nacional. Lo expresó de una manera coloquial y terminante: “Muchas veces el Estado es bobo”. Temprano reto a su flamante jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, que fue subsecretario de la Función Pública. Tal vez la Presidenta tenga en mente un esfuerzo coordinado para mejorar el plantel de administradores guber- namentales, así como la calidad y la transparencia de la política pública, aunque no hizo mención de ello. Pero el segmento más preocupante también involucra su concepto de Estado: “Yo no quiero ser una presi- denta boba”, dijo. Notable confesión de que para Cristina, como para Luis XIV, el Estado es ella. Según la Constitución, el Presidente es el titular del Poder Ejecutivo, uno de los poderes del Estado, junto con el Legislativo y el Judicial, que tienen similar jerarquía institucional. OPINION Sugestivos silencios y temas ausentes en el mensaje SERGIO BERENSZTEIN PARA LA NACION Las previsibles dificultades del proceso de transición a la democracia que siguió al fin de la dictadura pare- cieron ser obviadas por las ilusiones colectivas que inicialmente cubrieron el espacio de las reflexiones. En los primeros tiempos de recu- peración del pluralismo, primó una idea simple de que la democracia era lo contrario del militarismo y las cuestiones relacionadas con la calidad institucional estuvieron ausentes. No pocos pensaron que el sistema democrático casi auto- máticamente generaría nuevas conductas y actores políticos. Las manifestaciones de renovación de los partidos estimularon el optimismo al respecto. Era notorio que faltaba un prerrequisito de estabilización de la democracia, que, según lo muestran las comparaciones internacionales, es el desarrollo económico que no sólo mejora el bienestar social, sino que, además, genera una legitimidad suplementaria a los actores de la política y, en especial, a los gobiernos que conducen las transiciones. La cultura política de escaso respeto al orden constitucional, cristalizada durante medio siglo de inestabilidad, no podía modificarse mágicamente, pero las expresiones de reflexividad por lo público de buena parte de la población permitían pensar en crear mecanismos de participación a la altura de una ciudadanía moderna. Sin embargo, los que vinieron no fueron tiempos de rosas. Pobreza y clientelismo, falseamiento de prome- sas electorales, reelecciones indefi- nidas en municipios y provincias, favoritismos y corrupción se combi- naron para generar el desgaste de las expectativas iniciales. La crítica a la clase política dio un salto para nada simbólico con los sucesos de 2001. Las discusiones usuales sobre las causas de esa ruptura se enfocaron priori- tariamente en los comportamientos de quienes estuvieron al frente de los gobiernos, tendencia por cierto habitual en la búsqueda de culpables y salvadores fuertemente enclavada en la cultura política nacional. Las transformaciones ocurridas desde entonces no fueron pocas y modificaron las condiciones que llevaron al agotamiento del primer ciclo del proceso de transición. El crecimiento económico ha crea- do prerrequisitos para la consolida- ción democrática antes faltantes. Las corporaciones empresarias y sindica- les que otrora gozaban de gran poder de veto sobre las decisiones públicas han perdido reconocimiento. Los organismos internacionales y de los acreedores externos interfieren en un grado comparativamente mínimo en la orientación de las políticas públi- cas. Con la crisis de los partidos, una muy alta proporción de los sufragios se hizo fluctuante, y la desconfianza hacia las dirigencias partidarias es registrada por los estudios de opi- nión pública. El debilitamiento de la integración social no ofrece los suelos propicios a la aparición de jefes carismáticos a los que se sigue como acto de fe. La plaza como lugar mítico de legitimación del poder tiene efectos emocionales limitados, no sólo en virtud del aumento de la reflexi- vidad social, sino, además, en razón de la idea posmoderna de que todo discurso es un relato interesado. Puede afirmarse que ninguno de los seis períodos presidenciales preceden- tes se inauguró con posibilidades obje- tivas tan favorables para profundizar el proceso de transición. Las promesas incumplidas son siempre una fuente de reclamos. Las reformas políticas son el resultado del dinamismo de las oposiciones y la crisis de éstas puede convertirse en una traba. Las demandas de calidad institu- cional chocan en el caso argentino con las persistencias de la vieja cultura política que no está insta- lada soló en las regiones de menor desarrollo productivo y cultural, sino en un modo patrimonialista de administrar lo público con escasa o nula deliberación. Mejorar la calidad institucional necesita iniciar debates con una agenda abierta y transfor- mar la relación entre representantes y representados, lo que supone la creación de canales políticos de participación, tarea en la que los gobiernos y las oposiciones están en deuda desde hace mucho tiempo. OPINION Tiempo para saldar deudas RICARDO SIDICARO PARA LA NACION El kirchnerismo cumplió ocho años en el poder. Sus ministros tienen el mayor índice de permanencia La autora es investigadora del Conicet y profesora de la UBA y de la Universidad de San Andrés El autor es sociólogo e investigador del Conicet. El autor es director de Poliarquía Consultores

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Columna de Negroni

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  • 22 I Domingo 11 de diciembre de 2011POLITICA

    LA ASUNCION Cristina Kirchner

    Las siguientes son las expresiones que ms emple la Presidenta en su alocucin ante la Asamblea Legislativa, que dur una hora

    y 15 minutos. Como es su costumbre, habl sin leer ms que algunos apuntes especficos, sobre todo cifras.

    Las palabras ms repetidas en el discurso

    De negro riguroso, Cristina Fer-nndez de Kirchner asumi ayer su segundo mandato como presidenta de la Repblica.

    A travs de su mensaje, marca-do por el emotivo recuerdo de su marido (l, ese hombre) y de la generacin diezmada a la que pertenecen, la reelecta presidenta construy una escena discursiva en la que quedaron congurados los distintos protagonistas de la si-tuacin enunciativa: destinatarios directos, destinatarios indirectos positivos, contradestinatarios, pero tambin su propia gura como responsable de la enunciacin poltica y como jefa indiscutible de un proyecto colectivo.

    Esta construccin del ethos pre-sidencial fue el resultado, no de armaciones o de comentarios elogiosos sobre su propia persona en el discurso (lo dicho), sino de la eleccin de las palabras utilizadas, los argumentos seleccionados, la entonacin calurosa a veces, severa otras, el ritmo y el tono escogidos en los distintos momentos de su alocucin. Tambin qued cons-tituido por los actos de habla rea-lizados a travs de su enunciacin (lo mostrado). Y es que el ethos es del orden de lo mostrado y no de lo dicho.

    En la escena enunciativa cons-truida, frente al yo presidencial se ubic un ustedes, el destinatario directo, al que se le recordaron episodios relacionados con los derechos humanos y con el n de la impunidad, se le expusieron los xitos de la gestin y los ejes del modelo, se le rememoraron fra-ses y actitudes de Nstor Kirchner, se le recomend que no se guiara por la letra de molde, se le explicit que esta presidenta ordenaba a sus ministros y tomaba decisiones ejecutivas.

    En otras ocasiones, sus destina-tarios directos fueron ministros o legisladores presentes en la sala, con los que incluso estableci una suerte de microdilogo jocoso (No hace falta que levantes la mano. No soy la maestra; Julin, qu cosa! Cobos no haca estas cosas). Tambin se dirigi a destinatarios indirectos positivos: as, a algunos legisladores no ocialistas les agra-deci su voto a favor de la ley de medios y a la Justicia le solicit mayor celeridad en los juicios pendientes.

    Fuera de ese lazo de interlocu-cin (y por lo tanto, sin posibilidad de rplica a nivel del discurso), qued la imagen de los contrades-tinatarios, entre los que guran los fondos buitres, los responsa-bles de las corridas cambiarias y de las huelgas en Santa Cruz, las corporaciones. A ellos la Presi-denta tambin les dirigi actos de habla, pero esta vez de adverten-cia, encubiertos en negaciones descalicadoras de pretensiones falsas ([aletean para ver sobre qu cadver pueden carroar] no va a ser sobre la Argentina; yo no soy la presidenta de las corporaciones, soy la presidenta de los 40 millones de argentinos; derecho de huelga, no de chantaje ni de extorsin, a m tambin me gusta hablar de nmeros, pero los de todos, no los de ellos).

    Las alusiones a la gura del no-sotros-gobierno fueron frecuentes en el balance de la gestin (hemos podido generar ms de 5 millones de puestos de trabajo, hemos logrado ms de 1500 convenciones colectivas de trabajo). Tambin lo fueron el nosotros los argentinos (lo que nosotros vivimos como un drama, el default, que nos arroj fuera del mundo), el no-sotros exclusivo, que no incluye a los destinatarios y que slo alude a la pareja Kirchner (qu hicimos en aquella oportunidad?, dar las gracias a todos los argentinos que creyeron en nosotros) y el nosotros de modestia (no vamos a dejar las convicciones, como nunca lo hicimos, y vamos a seguir trabajando).

    A pesar de la multiplicidad de destinatarios y de nosotros evoca-dos, llam la atencin la ausencia de una forma tpica del discurso poltico, como es la del nosotros in-clusivo o colectivo de identicacin en el que el yo y los destinatarios se funden en una unidad.

    Quizs esta ausencia se explique por el hecho de que la construc-cin del ethos presidencial como jefa indiscutible de un proyecto colectivo, nacional y popular y profundamente democrtico, slo permite que la Presidenta convoque a los otros a acompaarla.

    Equipo que gana no cambia, dice el refrn futbolero y repiten los medios estos das, aludiendo a la escasa sorpresa que provoc el anuncio del nuevo gabinete que acompaar a Cristna Kirchner en su nuevo gobierno.

    La decisin presidencial de rea-lizar unos pocos enroques o ascen-sos de funcionarios en su segundo mandato tuvo como dimensin temporal de referencia al pasa-do: una gestin que el gobierno y buena parte de la ciudadana consideran exitosa.

    Sin embargo, otro refrn ms gauchesco, cuyo tiempo referen-cial es el futuro, tambin parece haber inspirado la decisin de mantener al elenco ministerial casi intacto: No se cambia de caballo en medio del ro.

    Al paso, al trote o al galope, los equinos son cabalgaduras relativa-mente seguras sobre la llanura, so-bre todo cuando pisan tierra rme y las cuestas no son abruptas. En el ro es otra cosa. Los remolinos son peligrosos, es difcil hacer pie y nadar contra la corriente no es lo ms recomendable para equinos o jinetes.

    Las ltimas elecciones fueron una carrera entre jinetes compi-tiendo por montar la cabalgadura del aparato estatal que orienta la marcha de una sociedad. Pero las elecciones coincidieron con un punto de la travesa en que debe abandonarse el llano y cruzar un ro que segn algunos, puede va-dearse fcilmente y otros ven con aprehensin por sus asechanzas.

    Seales en el terrenoDistintas seales, que no pasan

    inadvertidas para el Gobierno, hacen prever que el terreno poco accidentado puede convertirse en un lodazal.

    La crisis europea, el estanca-miento brasileo, la fuga de divi-sas, la sequa del crdito externo y sus previsibles efectos sobre el nivel de actividad econmica, la balanza de pagos, el ritmo ina-cionario, la puja distributiva, la exclusin social y el posible cam-bio de humor de una ciudadana engolosinada por un consumis-mo exacerbado requerir manos rmes para sujetar las riendas, piernas fuertes para mantenerse en los estribos y un claro sentido de direccin para no torcer mucho el rumbo.

    Es evidente que la oposicin no estaba preparada para montar-se sobre las grupas del animal que pretenda conducir, fragmentada

    como estaba, en efmeras coali-ciones de espacios polticos y no sostenida en partidos slidos.

    El ocialismo tambin estaba integrado por una coalicin de espacios; pero al menos, haba tenido una experiencia de go-bierno estable, cualquiera sea la valoracin de sus resultados. No es poca cosa, en un pas que por dcadas, pendul entre regmenes autoritarios y democrticos, con cambios de rumbo abruptos e improvisacin maniesta.

    El kirchnerismo cumpli ocho aos en el poder. Tiene el induda-ble mrito de que sus ministros, en promedio, han tenido el mayor ndice de permanencia en sus cargos de la historia poltica del ltimo siglo.

    No vacilara en considerar que ha pecado de cesarismo, con un estilo personalista, que no busca el consenso y ha instalado en el pas una democracia delegativa. Pero tambin debo reconocer que no hay condiciones para la interlo-cucin poltico-partidaria y que la negociacin de la prxima etapa ser mucho ms corporativa.

    En los conictos que se avecinan, los interlocutores naturales del Gobierno sern los sindicatos, los capitalistas amigos, las cmaras empresarias, las organizaciones y movimientos sociales. Mantenerse montado ser difcil.

    La ciudadana lo sabe. Y as como opt por mantener a la mis-ma amazona sobre la montura del Estado, ella decidi que no convena cambiar de caballo en medio del ro. Es razonable.

    El autor es doctor en ciencia poltica e investigador superior

    del Conicet-Cedes

    Un discurso que tuvo

    destinatarios especcos

    No cambiar de jinetes en medio

    del ro

    OPINION OPINION

    MARIA MARTA GARCIA NEGRONIPARA LA NACION

    OSCAR OSZLAKPARA LA NACION

    A juzgar por el contenido de su discurso, Cristina Kirchner apunta a que al menos en la primera etapa del segundo mandato no ocurran innova-ciones signicativas: el plan parece ser ms de lo mismo en trminos de polticas y con casi idntico plantel de colaboradores. Por eso, los silencios y las ausencias pueden contribuir ms al anlisis que los consabidos balances autoconsagratorios que casi a diario elabora la Presidenta.

    La inseguridad constituye el silen-cio ms signicativo. Se trata desde hace ms de un lustro de la principal preocupacin de los argentinos y Cristina ignor la cuestin. A pesar de que por primera vez existe un mi-nisterio especializado, que encabeza Nilda Garr y que est desarrollando una agenda ambiciosa de reformas, la Presidenta prioriz otros temas.

    Tampoco hizo referencia a Mal-vinas. Sorprende, por la conviccin con que el Gobierno la ha planteado en los foros internacionales.

    A pocos les llam la atencin la raticacin de que la prioridad de

    la administracin seguir siendo promover el crecimiento del mercado interno, el consumo y la generacin de empleo: son los principios bsicos del modelo, a pesar de las dudas existentes respecto de su sustenta-bilidad, sobre todo en el nuevo en-torno regional e internacional. Pero algunos observadores extranjeros quedaron muy asombrados por el contundente ataque a las denomina-das metas de inacin. Se trata de un mecanismo utilizado en muchos pases para controlar gradualmente las expectativas inacionarias con pautas explcitas de poltica moneta-ria, scal, de ingresos y cambiaria. Se puede estar de acuerdo o no con esa estrategia, pero semejante embes-tida sugiere tal vez cierta confusin conceptual. La inacin del 9% que reconoce (slo) el Indec no fue objeto de reexin, aunque es mayor a la que sufren todos los pases de la regin, con excepcin de Venezuela.

    Como primera presidenta reelegida de toda Amrica, podra haberse esperado alguna referencia explcita a la cuestin de gnero. Es un tema importante para la Presidenta y en el que nuestro pas ha sido pionero,

    sobre todo a partir de la instauracin de las cuotas femeninas en la repre-sentacin parlamentaria.

    La ausencia ms signicativa fue la de Hugo Moyano y la plana mayor de la CGT. Cristina Kirchner profun-diz las fuertes tensiones que existen entre su gobierno y el sindicalismo con una frase provocativa: Con Pern no haba derecho a huelga; con nosotros s, pero no de chantaje y extorsin. Ratic, as, que no era la presidenta de las corporaciones y deni algunas tcticas sindicales con mayor acidez y contundencia que la mayora de lderes empresarios.

    Contener las demandas salariales es uno de los principales desafos. Pero el problema es complejo. La Pre-sidenta implement un fuerte ajuste scal que recae en las familias y en el sector privado (va incrementos en tarifas e impuestos). El Gobierno no parece dispuesto a hacer ningn es-fuerzo. Por el contrario, se reserva la posibilidad de emitir moneda, seguir usando las reservas, tomar recursos de agencias pblicas con supuestos excedentes transitorios, postergar pagos a proveedores, jubilados y transferencias a las provincias.

    Tal vez el principal mrito de su discurso resida en el reconocimiento tardo de la ausencia de criterios modernos y racionales de gestin pblica en el aparato burocrtico nacional. Lo expres de una manera coloquial y terminante: Muchas veces el Estado es bobo. Temprano reto a su amante jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, que fue subsecretario de la Funcin Pblica. Tal vez la Presidenta tenga en mente un esfuerzo coordinado para mejorar el plantel de administradores guber-namentales, as como la calidad y la transparencia de la poltica pblica, aunque no hizo mencin de ello.

    Pero el segmento ms preocupante tambin involucra su concepto de Estado: Yo no quiero ser una presi-denta boba, dijo. Notable confesin de que para Cristina, como para Luis XIV, el Estado es ella. Segn la Constitucin, el Presidente es el titular del Poder Ejecutivo, uno de los poderes del Estado, junto con el Legislativo y el Judicial, que tienen similar jerarqua institucional.

    OPINION

    Sugestivos silencios y temas ausentes en el mensaje

    SERGIO BERENSZTEINPARA LA NACION

    Las previsibles dicultades del proceso de transicin a la democracia que sigui al n de la dictadura pare-cieron ser obviadas por las ilusiones colectivas que inicialmente cubrieron el espacio de las reexiones.

    En los primeros tiempos de recu-peracin del pluralismo, prim una idea simple de que la democracia era lo contrario del militarismo y las cuestiones relacionadas con la calidad institucional estuvieron ausentes. No pocos pensaron que el sistema democrtico casi auto-mticamente generara nuevas conductas y actores polticos. Las manifestaciones de renovacin de los partidos estimularon el optimismo al respecto. Era notorio que faltaba un prerrequisito de estabilizacin de la democracia, que, segn lo muestran las comparaciones internacionales, es el desarrollo econmico que no slo mejora el bienestar social, sino que, adems, genera una legitimidad suplementaria a los actores de la poltica y, en especial, a los gobiernos

    que conducen las transiciones. La cultura poltica de escaso respeto al orden constitucional, cristalizada durante medio siglo de inestabilidad, no poda modicarse mgicamente, pero las expresiones de reexividad por lo pblico de buena parte de la poblacin permitan pensar en crear mecanismos de participacin a la altura de una ciudadana moderna.

    Sin embargo, los que vinieron no fueron tiempos de rosas. Pobreza y clientelismo, falseamiento de prome-sas electorales, reelecciones inde-nidas en municipios y provincias, favoritismos y corrupcin se combi-naron para generar el desgaste de las expectativas iniciales. La crtica a la clase poltica dio un salto para nada simblico con los sucesos de 2001. Las discusiones usuales sobre las causas de esa ruptura se enfocaron priori-tariamente en los comportamientos de quienes estuvieron al frente de los gobiernos, tendencia por cierto habitual en la bsqueda de culpables y salvadores fuertemente enclavada en la cultura poltica nacional.

    Las transformaciones ocurridas desde entonces no fueron pocas y

    modificaron las condiciones que llevaron al agotamiento del primer ciclo del proceso de transicin.

    El crecimiento econmico ha crea-do prerrequisitos para la consolida-cin democrtica antes faltantes. Las corporaciones empresarias y sindica-les que otrora gozaban de gran poder de veto sobre las decisiones pblicas han perdido reconocimiento. Los organismos internacionales y de los acreedores externos intereren en un grado comparativamente mnimo en la orientacin de las polticas pbli-cas. Con la crisis de los partidos, una muy alta proporcin de los sufragios se hizo uctuante, y la desconanza hacia las dirigencias partidarias es registrada por los estudios de opi-nin pblica. El debilitamiento de la integracin social no ofrece los suelos propicios a la aparicin de jefes carismticos a los que se sigue como acto de fe. La plaza como lugar mtico de legitimacin del poder tiene efectos emocionales limitados, no slo en virtud del aumento de la reexi-vidad social, sino, adems, en razn de la idea posmoderna de que todo discurso es un relato interesado.

    Puede armarse que ninguno de los seis perodos presidenciales preceden-tes se inaugur con posibilidades obje-tivas tan favorables para profundizar el proceso de transicin. Las promesas incumplidas son siempre una fuente de reclamos. Las reformas polticas son el resultado del dinamismo de las oposiciones y la crisis de stas puede convertirse en una traba.

    Las demandas de calidad institu-cional chocan en el caso argentino con las persistencias de la vieja cultura poltica que no est insta-lada sol en las regiones de menor desarrollo productivo y cultural, sino en un modo patrimonialista de administrar lo pblico con escasa o nula deliberacin. Mejorar la calidad institucional necesita iniciar debates con una agenda abierta y transfor-mar la relacin entre representantes y representados, lo que supone la creacin de canales polticos de participacin, tarea en la que los gobiernos y las oposiciones estn en deuda desde hace mucho tiempo.

    OPINION

    Tiempo para saldar deudasRICARDO SIDICARO

    PARA LA NACION

    El kirchnerismo cumpli ocho aos en el poder. Sus ministros tienen el mayor ndice de permanencia

    La autora es investigadora del Conicet y profesora de la UBA y

    de la Universidad de San AndrsEl autor es socilogo

    e investigador del Conicet.

    El autor es director de Poliarqua Consultores

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