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14 Gaceta Ecológica * Sen, Amartya, 2000. Development as Freedom. Alfred A. Knopf, Inc., New York. Traducción de Luz María Mohar. Por razones editoriales se omitieron algunas referencias a dicha publicación. L a Real Academía Sueca de Ciencias entregó en 1998 el Premio Nobel de Ciencias Económicas al Profesor Amartya Sen por sus contribucio- nes a la investigación del bienestar económico. Nacido en la India en 1933, realizó su doctorado en 1959 en la Universidad de Cambridge en el Reino Unido y posteriormente fue profesor en la India, el Reino Unido y los Estados Unidos de Norteamérica. Actualmente enseña en el Trinity College, de la Universidad de Cambridge. Es reconocido por sus investigaciones en torno al bienestar económi- co, y en particular por su perspectiva que permite una mejor compren- sión de los mecanismos que provocan la hambruna y la pobreza. Tam- bién destaca por su metodología para conocer los niveles de pobreza y superar las habituales mediciones que sólo consideraban los ingresos per cápita promedio de las poblaciones. Como se verá en el texto que presentamos a continuación, y que proviene del último libro de Sen, el autor amplía la idea de desarrollo más allá del ingreso personal o el gra- do de industrialización, llevando la discusión hacia ámbitos poco abor- dados por los economistas como el de la libertad y la ética. En esta breve introducción, Sen señala además la importancia que para el desarrollo tiene el uso amplio de los mercados así como el papel singular del apoyo social, de la regulación pública o la política cuando pueden enriquecer, en lugar de empobrecer, vidas humanas. Sobra decir que el tema de la desigualdad es importante no sólo des- de una preocupación tradicional del desarrollo sino de manera destaca- da para la política ambiental que en nuestro país no sólo se preocupa por contener los procesos de deterioro del medio ambiente sino que se propone contribuir al mejoramiento del bienestar social y la mitigación de la pobreza, sobre todo en el medio rural.

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  • 14 Gaceta Ecológica

    * Sen, Amartya, 2000. Development as Freedom. Alfred A. Knopf, Inc., New York. Traducción de LuzMaría Mohar. Por razones editoriales se omitieron algunas referencias a dicha publicación.

    La Real Academía Sueca de Ciencias entregó en 1998 el Premio Nobelde Ciencias Económicas al Profesor Amartya Sen por sus contribucio-nes a la investigación del bienestar económico. Nacido en la India en1933, realizó su doctorado en 1959 en la Universidad de Cambridge enel Reino Unido y posteriormente fue profesor en la India, el Reino Unidoy los Estados Unidos de Norteamérica. Actualmente enseña en el TrinityCollege, de la Universidad de Cambridge.

    Es reconocido por sus investigaciones en torno al bienestar económi-co, y en particular por su perspectiva que permite una mejor compren-sión de los mecanismos que provocan la hambruna y la pobreza. Tam-bién destaca por su metodología para conocer los niveles de pobreza ysuperar las habituales mediciones que sólo consideraban los ingresosper cápita promedio de las poblaciones. Como se verá en el texto quepresentamos a continuación, y que proviene del último libro de Sen, elautor amplía la idea de desarrollo más allá del ingreso personal o el gra-do de industrialización, llevando la discusión hacia ámbitos poco abor-dados por los economistas como el de la libertad y la ética.

    En esta breve introducción, Sen señala además la importancia quepara el desarrollo tiene el uso amplio de los mercados así como el papelsingular del apoyo social, de la regulación pública o la política cuandopueden enriquecer, en lugar de empobrecer, vidas humanas.

    Sobra decir que el tema de la desigualdad es importante no sólo des-de una preocupación tradicional del desarrollo sino de manera destaca-da para la política ambiental que en nuestro país no sólo se preocupapor contener los procesos de deterioro del medio ambiente sino que sepropone contribuir al mejoramiento del bienestar social y la mitigación dela pobreza, sobre todo en el medio rural.

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    INTRODUCCIÓN

    Este trabajo plantea que el desarrollo puede serconsiderado como un proceso de expansión delas libertades reales que disfruta la gente. Al cen-trar su atención en las libertades humanas, esteenfoque contrasta con perspectivas más estrechassobre el desarrollo, como las que lo identifican conel crecimiento del producto nacional bruto (PNB),el incremento de los ingresos personales, la in-dustrialización, el avance tecnológico o la moder-nización social. El crecimiento del (PNB) o de losingresos individuales puede, desde luego, repre-sentar un medio muy importante para ampliar laslibertades que disfrutan los miembros de la socie-dad, sin embargo, esas libertades dependen tam-bién de otros factores, como los planes sociales yeconómicos (programas para la educación y elcuidado de la salud) y los derechos civiles y políti-cos (libertad de participar en el debate y el escru-tinios públicos). De la misma forma, la industriali-zación, el progreso tecnológico o la modernizaciónsocial pueden contribuir sustancialmente a la ex-pansión de la libertad humana, pero ésta depen-de también de otros factores.

    Si el desarrollo genera libertad, surge entoncesun importante motivo para concentrarnos en eseobjetivo trascendental en lugar de dedicarnos aperseguir ciertos propósitos particulares o una listade instrumentos especialmente seleccionada. Con-templar al desarrollo en términos de la expansiónde libertades sustantivas, permite dirigir la atenciónhacia los fines que hacen importante el desarrollo,en lugar de mirar sólo hacia algunos de esos me-dios que, junto con otros, juegan un papel destaca-do en el proceso.

    El desarrollo requiere de la eliminación de im-portantes fuentes de la ausencia de libertad comoson: pobreza y tiranía, oportunidades económicasescasas y privaciones sociales sistemáticas, faltade servicios públicos, intolerancia y sobre actua-ción de estados represivos. A pesar del incrementosin precedentes de la opulencia global, el mundocontemporáneo niega libertades elementales a

    enormes cantidades de personas, si no es que ala mayoría. Unas veces la falta de libertades rea-les se relaciona directamente con la pobreza eco-nómica, que priva a la gente de la libertad de sa-tisfacer el hambre, alcanzar una nutriciónadecuada, obtener remedios para enfermedadescurables, contar con techo y abrigo, agua limpia einstalaciones sanitarias. En otros casos esta au-sencia de libertad se une estrechamente a la faltade servicios públicos y asistencia social, tales comola inexistencia de programas epidemiológicos, me-didas organizadas para el cuidado de la salud, ins-talaciones educativas, instituciones efectivas enla preservación de la paz y el orden locales. Haycasos, incluso, donde la violación de la libertad esel resultado directo de la negación de libertadesciviles y políticas de parte de un régimen autorita-rio así como de la imposición de restricciones a lalibertad de participar en la vida social, política, yeconómica de la comunidad.

    EFECTIVIDAD E INTERCONEXIONES

    La libertad es esencial para el proceso del desa-rrollo por dos razones diferentes.

    1) La razón evaluativa: La valoración del pro-greso debe hacerse tomando en cuanta principal-mente si mejoran las libertades que tiene la gen-te.

    2) La razón efectividad: La consecución deldesarrollo está completamente subordinada al li-bre albedrío de la gente.

    Con anterioridad he señalado la primera moti-vación, la razón evaluativa para enfocarnos en lalibertad. Al ir en pos de la otra, la de la efectividad,tenemos que fijarnos en las conexiones empíricasrelevantes, en particular las conexiones que re-fuerzan entre sí las libertades de diversas clases.Es a causa de estas interconexiones que el libre ysustentable albedrío emerge como un importantemotor del desarrollo. No sólo es el libre albedríoen sí una parte “constitutiva” del desarrollo, sinoque también contribuye al fortalecimiento de librealbedrío de otras clases. Las conexiones empíri-

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    cas unen los dos aspectos de la idea de “desarro-llo como libertad”.

    La relación entre libertad individual y la conse-cución del desarrollo social va mucho más allá dela conexión constitutiva, a pesar de lo importanteque ésta resulta ser. Lo que la gente puede lograrpositivamente resulta influido por las oportunida-des económicas, libertades políticas, poderes so-ciales, condiciones adecuadas para buena salud yeducación básica y el fomento y desarrollo de ini-ciativas. Las medidas institucionales relacionadascon estas oportunidades se ven a su vez influen-ciadas por el ejercicio de las libertades de la gentea través de la libertad de participar en elección so-cial y en la toma de decisiones públicas que impul-san el progreso de estas oportunidades.

    ALGUNAS ILUSTRACIONES:LIBERTAD POLÍTICA Y CALIDAD DE VIDA

    La importancia de considerar la libertad como elfin principal del desarrollo puede ejemplificarse conalgunos ejemplos sencillos. Aunque el alcance totalde esta perspectiva puede surgir solamente de unanálisis mucho más amplio, la naturaleza radical

    de la idea de “desarrollo como libertad” puede ilus-trarse fácilmente con algunos ejemplos elementa-les.

    Primero, en el contexto de enfoques más estre-chos como los que ven al desarrollo en términos decrecimiento del PNB o la industrialización, a menu-do se pregunta si ciertas libertades políticas o so-ciales —tales como la de participación política ydisidencia o las oportunidades para recibir educa-ción básica— son o no “conducentes al desarro-llo”. A la luz del enfoque más fundacional sobre eldesarrollo como libertad, esta forma de plantear lapregunta tiende a pasar por alto la importante com-prensión de que estas libertades sustantivas (esdecir, la de participación política o la oportunidadde recibir educación básica o servicios de salud)están entre los componentes constitutivos del de-sarrollo. Su relevancia para el desarrollo no tieneque establecerse a través de su contribución indi-recta al crecimiento del PNB o a la promoción de laindustrialización; sucede que estas libertades y de-rechos son asimismo una muy efectiva contribu-ción al progreso económico. No obstante, mientrasla relación causal es de hecho significativa, la rei-vindicación de las libertades y los derechos propor-cionados por este enlace causal está muy por enci-ma del papel directamente constitutivo que estaslibertades juegan en el desarrollo.

    Una segunda ilustración se relaciona con ladisonancia entre ingreso per cápita (incluso des-pués de ser corregida la variación de precios) y lalibertad de los individuos para vivir muchos años yvivir bien. Por ejemplo, los ciudadanos de Gabón,Sudáfrica, Namibia o Brasil pueden ser mucho másricos en términos de PNB per cápita que los ciuda-danos de Sri Lanka, China o el estado de Keralaen la India, pero los últimos tienen expectativasde vida sustancialmente más altas que los ante-riores.

    Para usar un ejemplo diferente, a menudo seafirma que los afroamericanos en los Estados Uni-dos son relativamente pobres comparados con losestadounidenses blancos, aunque mucho más ri-cos que la gente del Tercer Mundo. Sin embargo,

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    es importante reconocer que los afroamericanostienen, sin duda alguna, una menor oportunidadde llegar a una edad madura que la gente de mu-chas sociedades tercermundistas, tales comoChina, Sri Lanka, o parte de la India (con progra-mas diferentes para el cuidado de la salud, la edu-cación y las relaciones comunitarias). Si el análi-sis del desarrollo es relevante incluso para paísesmás ricos (se afirma en este trabajo que de hecholo es), la presencia de semejantes contrastesintergrupales dentro de países más ricos puedeconsiderarse una cuestión importante para la com-prensión del desarrollo y el subdesarrollo.

    TRANSACCIONES, MERCADOSY AUSENCIA DE LIBERTAD ECONÓMICA

    Una tercera ilustración se relaciona con el papelque los mercados juegan en el proceso del desa-rrollo. La capacidad del mecanismo de mercadopara contribuir a un crecimiento económico alto yal progreso económico general ha sido reconoci-da amplia y adecuadamente en la literatura deldesarrollo contemporáneo; sin embargo, sería unerror entender el papel del mecanismo de mer-cado solamente en términos derivativos. Comolo señaló Adam Smith, la libertad de intercambioy transacción es en sí misma parte integral de laslibertades básicas que la gente aprecia.

    Estar en general en contra de los mercadossería casi tan extraño como estar genéricamenteen contra de las conversaciones entre las perso-nas (aunque algunas conversaciones son clara-mente ofensivas y causan problemas a tercerose incluso a los conversadores mismos). La liber-tad para intercambiar palabras, bienes u obse-quios no necesita justificación defensiva en tér-minos de sus efectos distantes pero favorables;son parte de la forma en que los seres humanosviven e interactúan en la sociedad (a no ser quealgún reglamento o decreto lo prohiba). La con-tribución del mecanismo de mercado al crecimien-to económico es por supuesto importante, peroello es así únicamente después de que ha sido

    reconocida la importancia directa de la libertad paraintercambiar palabras, bienes, y regalos.

    Sucede que la negación de la libertad para par-ticipar en los mercados laborales es una de las for-mas de mantener a la gente en esclavitud y cauti-verio y la batalla contra la ausencia de libertadgenerada por la servidumbre es importante hoy enmuchos países del Tercer Mundo por algunas delas mismas razones que la guerra civil estadouni-dense fue trascendental. La libertad de participaren los mercados puede en sí ser una contribuciónsignificativa para el desarrollo, dejando de lado loque el mecanismo de mercado haga o no para pro-mover el crecimiento económico o la industrializa-ción. De hecho, el elogio al capitalismo de Karl Marx(quien no fue un gran admirador del capitalismo engeneral) y su caracterización (en Das Kapital) de laguerra civil estadounidense como “el más grandio-so acontecimiento de la historia contemporánea” serelacionaba directamente con la importancia de lalibertad del contrato laboral comparada con la es-clavitud y la exclusión impuestas con respecto almercado de trabajo. Como se expondrá en este li-bro, los retos cruciales del desarrollo en muchospaíses subdesarrollados incluyen hoy la necesidad

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    de librarse de la servidumbre explícita o implícitaque niega el acceso al mercado laboral abierto.De igual forma, la negación al acceso a mercadosde productos se encuentra a menudo entre las pri-vaciones que muchos pequeños agricultores y pro-ductores sufren bajo los convenios y restriccionestradicionales. La libertad de participar en el inter-cambio económico tiene un papel básico en la vidasocial.

    Señalar esta consideración a menudo desaten-dida no es negar la importancia de juzgar el me-canismo de mercado de manera general en térmi-nos de todos sus papeles y efectos, incluyendoaquellos que generan desarrollo económico y, bajomuchas circunstancias, incluso igualdad económi-ca. También debemos examinar, por otro lado, lapersistencia de privaciones entre segmentos dela comunidad que permanecen excluidos de losbeneficios de la sociedad orientada al mercado, ylos juicios generales, incluyendo críticas, que lagente pueda tener respecto a estilos de vida yvalores asociados con la cultura del mercado. Alcontemplar el desarrollo como libertad, hay queconsiderar y evaluar apropiadamente ambos ar-gumentos. Es difícil pensar que cualquier procesosustancial de desarrollo pueda darse sin un muyextenso uso de mercados, pero eso no excluye elpapel del apoyo social, de la regulación pública ola política cuando pueden enriquecer, en lugar deempobrecer, vidas humanas. El enfoque que aquíse emplea proporciona una perspectiva más am-plia y completa sobre los mercados que la que fre-cuentemente se invoca, ya sea para defender oatacar el mecanismo de mercado.

    Concluyo esta lista de ilustraciones con otra quedescribe directamente un recuerdo personal de miniñez. Tenía yo como diez años y estaba jugandouna tarde en el jardín de mi familia en la ciudad deDacca, ahora la capital de Bangladesh, cuandoun hombre atravesó la puerta gritando lastime-ramente y sangrando mucho. El hombre había sidoapuñalado en la espalda; era la época de distur-bios comunales (con hindúes y musulmanes ma-tándose unos a otros), que precedió a la indepen-

    dencia y separó a la India de Pakistán. El hombrese llamaba Kader Mia y era un musulmán que ha-bía venido a buscar trabajo por un ínfimo sueldo auna casa vecina; había sido apuñalado en la callepor unos asesinos comunales de nuestra zona queen su mayor parte era hindú. Le di agua y pedí agritos ayuda a los adultos en la casa. Momentosdespués, mientras mi padre lo llevaba al hospital,Kader Mia me contó que su esposa le había dichoque no entrara a la zona hostil en esos tiempostan peligrosos pero Kader Mia tenía que salir abuscar trabajo y algo de dinero porque su familiano tenía nada que comer. El castigo de su ausen-cia de libertad económica resultó ser la muerte,que ocurrió más tarde en el hospital.

    La experiencia fue devastadora para mí. Mehizo reflexionar posteriormente sobre la terriblecarga de las identidades rígidamente definidas,incluyendo aquellas basadas firmemente en co-munidades y grupos pero más inmediatamente, mehizo también ver el notable hecho de que la au-sencia de libertad económica, en forma de pobre-za extrema, puede hacer de una persona presaindefensa al violarse otras clases de libertades.Kader Mia no tenía que haber venido a una zonahostil en busca de un pequeño ingreso en aque-llos tiempos terribles si su familia hubiese podidosobrevivir sin él. La ausencia de libertad económi-ca puede generar ausencia de libertad social, deigual forma que la ausencia de libertad social opolítica puede fomentar ausencia de libertad eco-nómica.

    ORGANIZACIONES Y VALORES

    Se pueden dar muchos otros ejemplos para ilus-trar la importancia fundamental de buscar el enfo-que sobre el desarrollo como un proceso integra-do de expansión de libertades sustantivas que seconectan entre sí. Ese es el razonamiento que sepresenta, examina y utiliza en este libro para in-vestigar al proceso del desarrollo en términosinclusivos que integran consideraciones económi-cas, sociales y políticas. Un enfoque amplio como

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    éste permite la apreciación simultánea de los pa-peles vitales en el proceso del desarrollo de mu-chas instituciones diferentes, incluyendo merca-dos y organizaciones relacionadas con mercados,gobiernos y autoridades locales, partidos políticosy otras instituciones cívicas, programas educati-vos y oportunidades de diálogo abierto y debate(incluyendo el papel de los medios de comunica-ción).

    Semejante enfoque también permite reconocerel papel de los valores sociales y las costumbrespreponderantes que pueden influir en las liberta-des que la gente disfruta y aprecia. Las normascompartidas pueden influir en características so-ciales tales como igualdad de género, naturalezadel cuidado de la niñez, tamaño de la familia ypatrones de fertilidad, tratamiento del medio am-biente y muchos otros programas y resultados. Losvalores preponderantes y las costumbres socia-les también afectan la presencia o ausencia decorrupción y el papel de la confianza en las rela-ciones económicas, sociales o políticas. El ejerci-cio de la libertad está mediado por los valores, perolos valores a su vez se ven influenciados por de-bates públicos e interacciones sociales, que sonen sí influenciados por libertades participativas.Cada una de estas conexiones merece un exa-men cuidadoso.

    El hecho de que la libertad de transacción eco-nómica tienda típicamente a ser un motor del cre-cimiento económico ha sido ampliamente recono-cido, aunque todavía quedan detractorescontundentes. Es importante no sólo dar valor alos mercados, sino también apreciar el papel deotras libertades económicas, sociales y políticaspara mejorar y enriquecer la vida que puede llevarla gente. Esto tiene una clara relación incluso conasuntos tan controversiales como el llamado pro-blema de población. El papel de la libertad paramoderar tasas de fertilidad excesivamente altases un tema sobre el cual se han sostenido puntosde vista opuestos durante mucho tiempo. Mien-tras que el gran racionalista francés del siglo XVIII,Condorcet esperaba que las tasas de fertilidad

    bajaran con “el progreso de la razón”, de maneraque mayor seguridad, educación y libertad de de-cisiones reflexivas restringieran el crecimiento dela población; su contemporáneo Thomas RobertMalthus difirió radicalmente con esta posición. Dehecho, Malthus afirmaba que “no hay ninguna ra-zón para suponer que cosa alguna, además de ladificultad de procurar en abundancia adecuada lonecesario para vivir, debiese indisponer a esta grancantidad de personas a casarse jóvenes, o aincapacitarlas para criar saludablemente familiasmás numerosas”. Los méritos comparativos de lasdos posiciones, dependiendo respectivamente dela libertad razonada y el apremio económico, se-rán investigados más adelante en este estudio (elbalance de la evidencia, diré yo, se inclina máshacia Condorcet). Pero es especialmente impor-tante reconocer que esta controversia en particu-lar es sólo un ejemplo del debate entre enfoquesprolibertad y antilibertad sobre el desarrollo quelleva ya muchos siglos. Un debate aún muy activobajo muy diferentes formas.

    INSTITUCIONES Y LIBERTADES INSTRUMENTALES

    En los estudios empíricos que siguen se estudianespecialmente cinco diferentes tipos de libertad,vistos desde una perspectiva “instrumental”. Es-tos incluyen: 1) libertades políticas, 2) facilidadeseconómicas, 3) oportunidades sociales, 4) garan-tías de transparencia y, 5) redes de seguridad.Cada uno de estos diversos tipos de derechos yoportunidades ayuda a mejorar la capacidad ge-neral de una persona. También pueden servir paracomplementarse. La política pública para fomen-tar capacidades humanas y libertades sustantivasen general puede funcionar a través de la promo-ción de estas diversas pero interrelacionadas li-bertades instrumentales. En el siguiente capítulo,cada uno de estos diversos tipos de libertad, y lasinstituciones que implican, serán exploradas, y susinterconexiones discutidas. También habrá opor-tunidad de investigar sus papeles respectivos enla promoción de las libertades que en su conjunto

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    permiten a la gente llevar la clase de vida que tie-nen razón en valorar. En el enfoque del “desarro-llo como libertad”, las libertades instrumentales seenlazan unas con otras con el propósito de mejo-ramiento de la libertad humana en general.

    Mientras que el análisis del desarrollo debe, porun lado, ocuparse de objetivos y fines que hacenconsecuentemente importantes estas libertadesinstrumentales, también debe considerar los enla-ces empíricos que unen a los distintos tipos de li-bertad para reforzar su importancia conjunta. Dehecho, estas conexiones son centrales para unacomprensión más completa del papel instrumen-tal de la libertad.

    COMENTARIO FINAL

    Las libertades no son solamente los fines primariosdel desarrollo; son también sus principales medios.Además de reconocer fundamentalmente la impor-tancia evaluativa de la libertad, debemos entendertambién la notable conexión empírica que enlaza alas libertades de diferentes tipos unas con otras.Las libertades políticas (en forma de libertad de

    expresión y elecciones) ayudan a promover la se-guridad económica; las oportunidades sociales (enforma de educación y servicios de salud) facilitan laparticipación económica; los medios económicos(en forma de oportunidades para participar en el

    comercio y la producción) pueden ayudar a gene-rar abundancia personal así como recursos públi-cos para servicios sociales. Las libertades de dife-rentes tipos pueden fortalecerse entre sí.

    Estas conexiones empíricas refuerzan lasprioridades valorativas. Hablando en términos dela distinción medieval entre “el paciente” y “elagente”, esta libertad centrada en la compren-sión de la economía y el proceso del desarrolloconstituye en mucho un punto de vista orienta-do al agente. Con oportunidades sociales ade-cuadas, los individuos pueden formar efectiva-mente su propio destino y ayudarse unos a otros;no necesitan ser considerados como los recep-tores pasivos de los beneficios de ingeniososprogramas de desarrollo. Esa es, de hecho, unapoderosa razón para reconocer el papel positi-vo del libre y sustentable albedrío, incluso de laimpaciencia constructiva.

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    * Una versión electrónica deeste documento puede consultarse en: http://habitat.aq.upm.es/cs/p2/a007.hmtl.

    Ya que muchos procesos biológicos ocurren a distintas escalas (pe-queña, mediana y grande), los arreglos de gobierno (manejo) que pue-

    dan lidiar con este nivel de complejidad necesitan estar organizados a

    múltiples escalas y estar adecuadamente relacionados. La importancia

    de los arreglos institucionales encadenados con unidades casi autóno-

    mas operando desde las escalas más pequeñas hasta las más grande

    se demuestra en este artículo. También se presentan algunos estudios

    detallados sobre las instituciones de autogobierno que han permanecido

    durante lago tiempo, al igual que las lecciones que se desprenden de

    ellos.

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    CONFIGURACIÓN DE LAS ACTUALES CONURBACIONESY SU INCIDENCIA AMBIENTAL

    Los problemas de la influencia de la ciudad sobresu entorno y sobre las propias condiciones de vidade sus habitantes son tan viejos como la ciudadmisma. Pero la enorme expansión de las ciuda-des propia del siglo XX y la mutación observadaen su comportamiento, originaron problemas am-bientales sin precedentes por su dimensión y ca-racterísticas. Cuando el creciente proceso de ur-banización hace que en este fin de siglo ya cercade la mitad de la población mundial habite en ciu-dades, la problemática ambiental de éstas trascien-de claramente de los niveles localmenteanecdóticos en los que se situaba en el pasado: lacalidad de vida, e incluso la supervivencia de lahumanidad estará, en buena parte, condicionadapor su capacidad para conocer y controlar la rela-ción de las ciudades con su medio ambiente. Puesa medida que la población y la urbanización au-mentan, las condiciones de vida de las ciudadesdependerán cada vez más de la propiahabitabilidad de la Tierra. Interesa, pues, reflexio-nar sobre los rasgos esenciales de la configura-ción y el funcionamiento de los sistemas urbanosactuales, para poder modelarlos y reorientarlos.Pues como creaciones humanas que son, cabeconsiderarlas revisables y modificables. El proble-ma estriba en disponer del aparato conceptual ydel marco institucional necesarios para hacerlo. Enlo que sigue se enmarcará la problemática actualteniendo presente que la naturaleza de las actua-les concentraciones de población, además de serun reflejo de la ideología y las instituciones domi-nantes en la presente civilización, resulta de la su-perposición de las soluciones parciales que se die-ron a los problemas de habitabilidad y salubridadurbana que plantean las grandes concentracionesde población.

    Repasemos ahora, a vuelo de pájaro, cómo elcrecimiento de las ciudades planteó y resolvió losdesarreglos ambientales que ocasionaba, hasta

    llegar a las actuales concentraciones de poblacióny advertir la ineficiencia e inviabilidad global a laque conducen las soluciones parciales que se fue-ron introduciendo y la necesidad de revisarlas. Em-pecemos para ello recordando que durante la EdadMedia y hasta bien entrado el siglo XIX, las ciuda-des albergaban con facilidad toda clase de enfer-medades dando luhar a tasas de mortalidad supe-riores a las de la población rural. El vertidodescontrolado de las aguas residuales propiciabaque el tifus, la hepatitis y el cólera fueran algo co-mún. A la vez que el humo de los hogares y laescasa insolación de las viviendas y las calles,hacían de la tuberculosis y el raquitismo enferme-dades endémicas, a la par que la suciedad, el ha-cinamiento y la convivencia con animales se con-virtieron en terreno fértil para la proliferación deenfermedades infecciosas. De ahí que la pesteasolara varias veces las ciudades de la Europamedieval, prolongándose hasta bien entrado el si-glo XVII, y las epidemias de cólera y otras enfer-medades infecciosas hasta el mismo siglo XIX. Re-cordemos también que hasta muy avanzada larevolución industrial apenas había ciudades quesuperaran los 100.000 habitantes. A principios delsiglo XIX el Reino Unido el país más urbanizadodel mundo, ni siquiera el 5% de su población habi-taba en ciudades de más de 100.000 habitantes ysólo Londres superaba entre ellas esa cifra. Toda-vía en 1900 sólo un cuarto de la población delReino Unido habitaba en ciudades de más de100.000 habitantes. Sin embargo hoy algo más del30% de la población mundial habita en cerca de200 aglomeraciones urbanas que superan ese lí-mite de población. Se produce así un cambio sinprecedentes en la cantidad de población y en eltamaño de las aglomeraciones urbanas.

    Las principales medidas e innovaciones queapuntaron a mejorar las condiciones sanitarias delas ciudades se gestaron en la Inglaterra del sigloXIX, impulsadas por un movimiento de filántroposy administradores públicos que trataba de «mejo-rar las condiciones de vida de los pobres» y muyparticularmente las de alojamiento, que a raíz de

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    la revolución industrial se situaban a unos nivelesdeplorables. El éxito de este movimiento hay quebuscarlo en el hecho de que la salubridad urbanaafectaba tanto a los ricos y poderosos como a lospobres, pudiendo las enfermedades infecciosasextenderse entre ellos sin distinción, por lo que suobjetivo común era encontrar los medios necesa-rios para evitarlas.

    Ante la evidencia de que la «mano invisible»del mercado no había solucionado estas cuestio-nes, se planteó la necesidad de definir una seriede estándares mínimos exigibles de salubridaden las viviendas y en el medio urbano. LordShaftesbury definió por primera vez estosestándares en la Inglaterra de mediados del siglopasado. Además de precisar las condiciones mí-nimas de espacio, de ventilación, de luz, etc., delas viviendas, se propuso dotarlas de agua co-rriente y de un WC por familia, lo cual planteó lanecesidad de disponer de redes de abastecimien-to de agua potable y de alcantarillado de acuerdocon tales objetivos. El tema de los estándares pro-vocó amplias polémicas que se desplazaron, unavez asumidos éstos, sobre el modo definanciarlos, debiéndose optar por una de las dosvías posibles: gravar a los ricos (para subvencio-nar a los pobres el acceso a los estándares) osubir los salarios de los pobres para que pudie-ran pagar mayores gastos de vivienda yequipamientos colectivos.

    Una vez asumidos por la sociedad estosestándares y establecido el marco institucionalnecesario para ponerlos en práctica, hay que ad-vertir que las mejoras logradas en la salubridad yhabitabilidad locales se consiguieron en la mayo-ría de los casos a base de desplazar los proble-mas y deterioros hacia áreas alejadas del entornourbano más valorado. La introducción generaliza-da de WC, constituyó un buen ejemplo de solucióneficiente de un problema de «eliminación» in situde residuos, a costa de enviarlos diluidos a áreasalejadas, dificultando así su reutilización como re-cursos, con la consiguiente pérdida de eficienciaglobal. Es decir, a base de multiplicar la demanda

    de recursos (agua limpia) y la emisión de residuos(aguas fecales) en detrimento de otros territorios.Y aunque hoy se trate de paliar este problema conla depuración de las aguas residuales, ello supo-ne un nuevo desplazamiento del mismo hacia unmayor requerimiento de recursos (energía) y una

    nueva emisión de residuos de problemáticareutilización (lodos de depuradora). Lo que nos su-braya las disfunciones que genera el comporta-miento del artefacto introducido ab initio (el WC) yel escaso sentido crítico con el que se sigue acep-tando e instalando en su diseño actual. Sólo unconocedor tan prestigioso como Ramón Margalefde los problemas ambientales derivados de la di-lución tan masiva e imprudente que ocasiona eluso del mencionado invento, se ha atrevido a

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    objetarlo afirmando que «la introducción del retre-te con descarga y cierre de agua, el WC, con to-das sus virtudes, tipifica los más de los inconve-nientes de la dilución, y es una técnica areconsiderar en condiciones de escasez de agua.Es curioso que este ejemplo apenas se mencioneen círculos alta y justamente preocupados por latendencia humana a no querer ver los problemasde la dilución» (Margalef , 1992 ).

    Podríamos poner otros muchos ejemplos de in-novaciones que, con esta misma lógica parcelaria,resolvieron problemas en el ámbito ciudadano abase de ocasionar daños mayores en áreas aleja-das. La progresiva introducción del gas desde elprimer tercio del siglo pasado, primero para el alum-brado, después para calefacciones y cocinas, ofre-ció mejores prestaciones, ahorró en el transportede combustible y redujo la contaminación que oca-sionaba antes el uso de leña y carbón. Lo mismo,aunque en mayor medida, logró posteriormente laelectricidad, aportando una energía de calidad sinprecedentes, capaz de poner además en funcio-namiento los numerosos electrodomésticos y me-dios de tracción y trabajo hoy disponibles. Sin em-bargo, estos logros se obtuvieron a costa de laextracción y el transporte de combustibles fósilesdesde territorios lejanos y de la existencia de fá-bricas del gas y de «la luz» en el extrarradio, quese fueron ampliando y alejando progresivamentea medida que se expandían las megalópolis, dadosu carácter contaminante y hasta peligroso. Conlo cual se aumentaba el confort en los asenta-mientos más densos y se alejaba de ellos la con-taminación acrecentada, pues es sabido que porcada unidad de energía de calidad utilizada en lamegalópolis hay que gastar varias en su obten-ción y transporte.

    Siguiendo con el tema de la energía y las re-des de abastecimiento, hay que incluir los oleo-ductos como un equipamiento de primer orden queahorra un gran volúmen de transporte de combus-tibles en superficie (por ejemplo, recordemos queen Madrid el oleoducto mueve más toneladas queel ferrocarril). Pues, en las megalópolis de hoy día,

    la demanda de combustibles fósiles suele superaren tonelaje a la de alimentos.

    La dimensión que adquirieron las actuales con-centraciones de población exigió que soluciona-ran toda una serie de problemas de salubridad ur-bana, de abastecimiento, de vertido, dedesplazamiento, etc., para alcanzar unas condi-ciones de habitabilidad razonables. Pero estos pro-blemas se fueron solucionando desde ópticas par-ciales y locales, que permitían paliar a corto plazolos desarreglos de ciertas áreas o procesos a basede desplazarlos, normalente acrecentados, haciaáreas y procesos más alejados espacial y tempo-ralmente. Lo que explica la creciente separación,antes indicada, que se observa entre la versiónlocal y a corto plazo de la sostenibilidad y la consi-deración global o a largo plazo de la misma. Su-brayemos los rasgos más sobresalientes de laconfiguración (anatomía) y del funcionamiento (fi-siología) de las actuales concentraciones de po-blación que explica la ampliación reciente de estadistancia.

    SOBRE LA ANATOMÍA DE LAS CONURBACIONES ACTUALES

    En lo que concierne a la anatomía, parece obliga-do indicar, al menos sumariamente, esa primeraruptura con el modelo de orden que, con diversasvariantes, presidió desde la antigüedad hasta elmedievo la configuración de las ciudades, rupturaque quedó plenamente formalizada con el plan dela ciudad barroca (véase el capítulo III «La crisisdel orden medieval y las nuevas perspectivasrenacentistas», en Naredo, 1984). Recordemossimplemente que ésta rompió el antiguo recintoamurallado para desplegarse por el espacio abier-to, imponiendo el plan geométrico, la perspectivahorizontal y las amplias y largas avenidas, en con-traposición a las calles más angostas y curvas y ala configuración más orgánica propia de los anti-guos «cascos» medievales. Pues como ya indica-mos, el nuevo complejo social y cultural trajo con-sigo nuevas ideas del espacio y de la ordenacióndel territorio. El dogma conjunto de la mecánica

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    newtoniana y de la geometría euclidiana se impu-so como criterio de orden universal. La afinidadentre la regularidad social mecánica, buscada porlas organizaciones estatales y empresariales, y laregularidad espacial geométrica, explica el triunfode los nuevos patrones de orden. La ciudad barro-ca se sometió a un plan geométrico estricto en elque la ortogonalidad y la perspectiva horizontaltriunfaron sobre la perspectiva vertical in crescendoque ordenaba la ciudad medieval, a la vez que des-pojaron de su sentido originario a los antiguos cen-tros e hicieron que la topografía irregular en la quese amparaban las antiguas ciudades, aparecieraahora como un estorbo incómodo.

    Sin embargo, este primer triunfo de la exten-sión horizontal en el trazado de la ciudad y en eltransporte de personas, mercancías y residuos, sevió rebasada por el observado con el advenimien-to de las modernas megalópolis que se afirmaroncon la plena implantación del capitalismo y los me-dios de transporte más eficaces. Cuando se fueapagando la euforia creativa del diseño barroco,la cuadrícula se siguió extendiendo por inercia,respondiendo a las ventajas de carácter construc-tivo, especulativo y circulatorio. Se rompió así laidea primitiva de unidad en el trazado, aunque nola ortogonalidad del mismo, haciendo que la conti-nua destrucción y construcción de las ciudadesevolucionara de forma errática e incontrolada, ofre-ciendo el panorama de «gigantismo sin forma»propio de las modernas megalópolis o «conur-baciones», término acuñado por Patrick Geddes(1915) para designarlas subrayando su marcadadiferencia con lo que antes se entendía por ciuda-des. Geddes tomó ese «arrecife humano» que,según él, era el Londres de hace un siglo comoejemplo de conurbación que ilustraba el nuevo mo-delo de los asentamientos urbanos que estaba lla-mado a extenderse por el mundo.

    Y tal ejemplo resultaba efectivamente ilustrati-vo en un doble sentido. Por una parte, el gran Lon-dres había conseguido durante la Era Victoriana(1837-1901) sobrepasar los dos millones y mediode habitantes y, a la vez, vencer la batalla de la

    salubridad urbana a base de implantar, entre otrascosas, potentísimas redes de abastecimiento yvertido de agua que fueron la admiración de la in-geniería de la época logrando mantener comoestándar obligatorio el agua corriente y el WC enlas viviendas. Por otra, frente a la imagen más or-gánica y adaptada al territorio, propia de los anti-guos «cascos», o frente a la geometría estricta deldiseño barroco, esta conurbación mostraba ya suextensión en forma de «mancha de tinta» que ocu-paba y salpicaba el espacio atraída por las vías decomunicación, adoptando formas menos densasque se intercalaban y confundían con el hábitatdisperso propio del espacio rural.

    Pero tal confusión se acabó reduciendo al meroaspecto formal: el parecido no fue más allá de laimagen de baja densidad de población que ambospodían ofrecer, tras la que se escondían marca-das diferencias. Mientras que puede decirse queel elevado grado de autonomía de las aldeas haevidenciado su tradicional adaptación al aprove-chamiento sostenible de los recursos locales, elpoblamiento disperso que las conurbaciones dehoy esparcen por el territorio se caracteriza por suelevada dependencia de unos ingresos ajenos alsuelo que ocupan y por un uso mucho más dis-pendioso de los recursos del que tenía lugar enlos antiguos «cascos». De esta manera, a la secu-lar sostenibilidad paradigmática de las aldeas, secontrapone hoy la extrema insostenibilidad de lasurbanizaciones de residencias unifamiliares querodean a los núcleos más densos de la conur-baciones.

    A partir de entonces aparecen ya esbozadaslas claves de la estructura que permitirá mantenerlas condiciones mínimas de habitabilidad en con-centraciones de población que en muchos casosllegan a superar los diez millones de habitantes eincluso, en ocasiones, a rozar los veinte. Pese a lagran disparidad de densidades de población quemuestran las actuales conurbaciones, cabe seña-lar, como característica general de su evolución,que tienen un mayor crecimiento en extensión queen población. El mantenimiento e incluso la mejo-

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    ra de la calidad del medio ambiente urbano que seobserva en las conurbaciones de los países desa-rrollados, se ha conseguido así, no sólo segregan-do y alejando las actividades y residuos más pro-blemáticos, sino también reduciendo la presión dela población y de los usos por unidad de superfi-cie. La mayor ocupación de territorio por habitanteque se observa resulta de dos fenómenos diferen-tes. Uno viene dado por la menor densidad depoblación registrada en las sucesivas «coronas»metropolitanas: alrededor del núcleo más densode la conurbación aparece un archipiélago depoblamientos cada vez más disperso que alcanzahasta zonas más alejadas de segunda residencia.Otro por la creciente ocupación de espacio por lasredes y las áreas de servicio, abastecimiento yvertido. Por ejemplo, en el caso de la provincia deMadrid entre 1956 y 1980 se duplicó la superficieocupada por habitante para usos urbanos direc-tos e indirectos (con el agravante de que dichamayor ocupación se ha dirigido preferentementehacia los suelos agrícolas de mejor calidad). A lavez que se ha podido comprobar que mientras en1956 la superficie ocupada por usos urbanos indi-rectos (embalses, vertederos, actvidades extrac-tivas, suelo en promoción y carreteras) represen-taba sólo el 10% del total ocupado, en 1980 pasóa representar el 23%, y si se incluye la superficiede cultivos abandonados (inexistente en 1956),este porcentaje se eleva al 35% (cfr. García-Zaldívar, R., Naredo, J.M. et al. , 1983). Es decir,que la conurbación madrileña derivó, en el perío-do indicado, hacia un modelo de urbanización quehace un uso mucho más dispendioso del territo-rio, ya que por cada dos hectáreas de usos urba-nos invalida al menos una para otros usos, pese ala imagen de ahorro de espacio que ofrece el ma-yor volúmen edificado en las zonas más densas.Y como se indicará más adelante, este comporta-miento territorial resulta cada vez más costoso enrecursos y en residuos.

    Este avance en la utilización más extensiva delterritorio y en la separación de sus funciones y usosespecíficos que antes se solapaban, se apoya en

    el eficaz manejo de un entramado cada vez máscomplejo de redes que facilitan el transporte hori-zontal de energía, materiales, personas e informa-ción, tanto en el seno de las propias conurbaciones,como entre éstas y el resto del territorio. La propiaeficacia de las redes no sólo posibilitó la exten-sión superficial de las conurbaciones, sino que lapropició, incentivando con ello formas de vidamucho más costosas en recursos. Por ejemplo,es la propia mejora de la calidad y velocidad delas redes de transporte la que hizo que la longitudde los desplazamientos pendulares trabajo-domi-cilio se multiplicara por dos en Francia entre 1975y 1990, pasando de 7 a 14 kilómetros (Beaucire,F. , 1995). En este mismo sentido «se han compa-rado las consecuencias del automóvil en la ciudada los de una bomba lenta, una bomba cuya ondaexpansiva tuviera la virtud de trasladar edificios yactividades, aparentemente intactos, a muchoskilómetros a la redonda, y cuyo principal efecto enel interior fuera el de destruir la propia esencia delas urbes: la convivencia y la comunicación entrelos seres humanos» (A. Estevan y A. Sanz , 1994).«La práctica urbanística —explican estos autores—trata de racionalizar la nueva localización de lasactividades creando polígonos especializados quecumplen una sóla función: zonas comerciales, par-ques empresariales, barrios dormitorio, áreas deocio especializado o zonas escolares, todas ellascrecientemente alejadas entre sí... En círculo vi-cioso, las mayores distancias a recorrer exigen másdesplazamientos motorizados, que acaban recla-mando nuevo espacio a devorar. Un resultado sig-nificativo de todo ese proceso de alejamiento deusos es la creciente expansión del espacio urba-no al margen ya de la evolución demográfica...Desgraciadamente, las consecuencias de lamotorización no acaban ahí. La segregación es-pacial opera también en la escala del barrio. Eltráfico plantea barreras a veces infraqueables en-tre las dos aceras de una misma calle...»

    El uso generalizado del automóvil contribuyó asía alterar profundamente el paisaje urbano, hacién-dolo más inhóspito como espacio de encuentro co-

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    lectivo. Por una parte demandó continuamente ma-yores superficies destinadas al transporte, provocan-do la reconstrucción del tejido urbano de acuerdocon sus exigencias, sacrificando no sólo la ciudad ala avenida, sino a ésta en aras del tráfico rodado,con los consiguientes problemas de segregación,ruido y contaminación atmosférica de todos conoci-dos. Por otra contribuyó a salpicar la ciudad por todoel territorio, prolongando las edificaciones a lo largode todo el viario circundante y extendiendo muchomás allá su radio de influencia, a través de segun-das residencias e instalaciones de fin de semana yvacaciones. Con el agravante de que la «puesta envalor» de nuevas zonas supuestamente «naturales»,o al menos rurales, atraía hacia ellas la aglomera-ción, la edificación y las formas de vida que se pre-tendían dejar atrás, provocando paulatiamente la pér-dida de los valores que enprincipio las hicieronatractivas. Recordemosque la dispersión de la ciu-dad originada por el auto-móvil lejos de evitar lacongestión, la agravó conlos obligados desplaza-mientos pendulares quetodo lo atascan. Una vezmás surge la paradoja deque la máquina que pro-metía la rapidez y libertadde desplazamiento, origi-na diariamente en sususuarios la frustración delembotellamiento, a pesarde las costosas infraes-tructuras que se ponen asu servicio, a la vez queconstituye uno de los prin-cipales factores de dete-rioro del medio ambienteurbano.

    El elevado costo quesupone la instalación y elbuen funcionamiento y

    uso de las redes de las que hoy dependen lahabitabilidad y la calidad del medio ambiente ur-bano, plantea serios problemas para hacerlo ex-tensivo al conjunto de la población y el territoriode las conurbaciones, sobre todo en los paísesmás densamente poblados, en los que este pro-pósito exige una ordenación y un maquillaje delterritorio cada vez más complicado y costoso. Loque plantea nuevos problemas no sólo sobre lasostenibilidad y habitabilidad globales, sino tam-bién locales, de este modelo de asentamiento.Pues el hipercrecimiento de las conurbacionesacrecienta los costos y las dificultades para man-tener en todo su territorio las mejoras que se ha-bían ido alcanzando en las condiciones locales dehabitabilidad desde hace más de un siglo. Ello nosólo en las conurbaciones de los países «del Sur»,

    que son teatro de gravesproblemas ambientalesy en las que buena par-te de la población per-manece al margen deestas mejoras, sino tam-bién en las «del Norte»,donde las condicionesde habitabilidad tiendena flexionar para ciertaszonas «en declive» ysegmentos de poblaciónmenos favorecidos.

    En países tan den-samente pobladoscomo los europeos, es-tas formas depoblamiento y ocupa-ción extensivas culmi-nan con la disoluciónde los límites entre laciudad y el campo.Asistimos en ellos alpanorama de continuosurbanos que se extien-den y solapan, sin lími-tes precisos, a lo largo

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    del territorio siguiendo el mismo orden desorde-nado, en el que se alternan distintas variantesde edificación en densidad, trazado y calidad,con territorios ocupados por las redes e instala-ciones que tales asentamientos reclaman (viario,embalses, vertederos, canteras, graveras, etc.).Pero ya ni la masa de edificaciones más densaspuede decirse que configure una ciudad, ni elterritorio circundante que sea el campo, el me-dio rural o la naturaleza, sino una prolongaciónde ese continuo urbano que todo lo alcanza ymediatiza.

    «Ningún ojo humano —señala Mumford en sumonumental Cultura de las ciudades— puede abar-car ya esa masa metropolitana en un vistazo. Nin-gún punto de reunión, excepto la totalidad de lascalles, puede contener a todos sus ciudadanos.Ninguna mente humana comprende más que deforma fragmentaria las actividades complejas y es-pecializadas de sus ciudadanos». Se plantea asíla paradójica existencia de un organismo colecti-vo que funciona físicamente sin que los individuosque lo componen conozcan ni se interesen por sufuncionamiento global y, en consecuencia, sin quetal engendro colectivo posea órganos sociales res-ponsables capaces de controlarlo. Se trata, ensuma, de un organismo en cuyo metabolismo fa-llan los feedback de información necesarios paracorregir su expansión explosivamente insosteni-ble. Pues el modelo de urbanización descrito nosólo se ha mostrado cada vez más demandantede espacio, sino también exigente en recursos ypródigo en residuos. Por ejemplo, cuando en ladécada del sesenta Madrid dio el salto decisivodesde la antigua ciudad que fue hacia laconurbación que hoy día es y se extendió en ellael uso del automóvil, no sólo se duplicó el espacioocupado por habitante, sino que bastaron los ochoaños que van desde 1960 a 1968 para que se do-blara el consumo de energía per cápita, pasandode media a una tonelada equivalente de petróleopor habitante y año (Naredo, J.M. y Frías, J. , 1987).

    SOBRE LA FISIOLOGÍA DE LAS CONURBACIONES

    En lo que concierne a la fisiología de las moder-nas conurbaciones, cabe advertir que se ha ca-racterizado por apoyar sus progresivas aglomera-ciones de población sobre una creciente exigenciaper cápita de agua, energía y materiales (y emi-sión de contaminantes). Este salto en la cantidadde recursos demandados (y de contaminantesemitidos) es enorme con relación a las formas an-tiguas de urbanización. Pues el funcionamiento delas actuales conurbaciones requiere un uso direc-to e indirecto muy notable de energía exosomática,es decir, ajena al organismo humano, para mante-ner el trasiego horizontal masivo de materiales,personas e información que requiere su funciona-miento diario. Lo cual hace que tengan ya una res-ponsabilidad importante en los problemas de lacontaminación atmosférica y del cambio climático,evidenciando la inviabilidad de su extensión a es-cala planetaria. No es necesario «imaginar», comohace Lynch (1965), la «infinita monotonía», la «ex-trema vulnerabilidad», etc. que resultaría de ex-tender a escala planetaria las prácticas actualesde urbanización, para concluir sobre lo inhabita-ble y absurdo de tal suposición. La simple respira-ción de la población que se concentra en las aglo-meraciones actuales plantea un déficit de O

    2 y un

    exceso de CO2 que sólo puede paliar en una pe-

    queña parte la fotosíntesis de la vegetación delterritorio ocupado. Por ejemplo, en el caso delmunicipio de Barcelona se ha estimado que el «ver-de urbano» sólo alcanza a aportar el 7% del oxí-geno y a absorber el 9% del carbónico emitido porla respiración de la biomasa humana allí concen-trada (Terradas, J., Pares, M. y Pou, G. , 1985).Estas situaciones son localmente sostenibles gra-cias al desplazamiento horizontal de las masas deaire y su mezcla con las de los territorios circun-dantes con menores densidades de población ymayor vegetación. De ahí la imposibilidad degeneralizarlas, ya que ni siquiera permitirían abas-tecer a largo plazo las demandas que plantea larespiración de la población implicada. Imposibili-

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    dad que se eleva a la enésima potencia si consi-deramos la quema masiva de combustibles querequiere la extracción, la elaboración y el trans-porte creciente de materiales, personas e infor-mación sobre los que tal modelo se apoya.

    El calor emitido por la quema de combustiblesy el uso de la electricidad alcanza en todas lasconurbaciones un peso importante con relaciónal emitido por el sol (sobre todo en invierno) origi-nando los trastornos climáticos locales que se co-nocen como inversión térmica y explicando enbuena medida su condición de islas de calor y con-taminación. Cabe subrayar que la configuraciónmisma de las modernas aglomeraciones contri-buye a agudizar tal estado de cosas.

    En primer lugar, la conductividad de los mate-riales empleados en su construcción es variasveces superior a la que tendría el territorio en suestado natural, por lo que absorben con mayorfacilidad el calor emitido. En segundo lugar, la pro-liferación de superficies lisas más o menos bri-llantes hace del paisaje urbano un laberinto deespejos, favoreciendo la reflexión múltiple de laenergía emitida por el sol. En tercer lugar, la cam-pana de partículas en suspensión, característicade la ya mencionada inversión térmica, y la alturade los edificios que cortan el viento, dificultan ladispersión de los contaminantes por aireación. Porúltimo, en cuarto lugar, la eliminación inmediatade las aguas de lluvia por el alcantarillado y elpavimento de las calles reduce la evapotrans-piración y, con ello, el mantenimiento de una tem-peratura ambiente más elevada que la que se pro-duciría en estado natural. Una vez más vemos quelas soluciones que se dan a los problemas par-ciales de construcción, pavimentación, alcantari-llado, etc., acarrean disfunciones locales yglobales que no se habían previsto. Se advierte,así, la tendencia de las conurbaciones actuales aser «más cálidas, más nubladas, más lluviosas,menos soleadas y menos húmedas que su entor-no rural...» (Gates, D.M. , 1972).

    En resumidas cuentas el problema de lasostenibilidad local y global reside en que las

    conurbaciones europeas (menos pródigas que lasamericanas en el uso de recursos y la generaciónde residuos) entre otras cosas requieren una me-dia diaria por habitante de unos «11,5 kilos de com-bustibles fósiles, 320 de agua y dos de alimentos.También producen 300 kilos diarios per cápita deaguas residuales, 25 de CO

    2 y 1,6 de residuos

    sólidos» (Stanners, D. y Bourdeau, P. , 1991). Enla conurbación de Madrid existía en 1983 (Naredoy Frías, 1987) un consumo per capita de energíade 2,6 kilos equivalentes de petróleo diarios, de252 kilos (o, en este caso, litros) diarios per cápitade agua (neto de pérdidas), de algo más de doskilos de alimentos y bebidas para el consumo finalde la población y de un kilo para el consumo inter-medio de la industria alimentaria que alberga lapropia conurbación, de ocho kilos de materialesde construcción, siendo ya algo inferiores al kilodiario per cápita las exigencias de productos side-rúrgicos, papel y cartón, madera, etc. Los vertidosde aguas residuales se cifraron para ese año en214 litros diarios per cápita y generaron cerca de250 g diarios per capita de fangos de depuradora.Los vertidos atmosféricos se estimaron en unoscinco kilos por persona y día. Y entre los residuossólidos destacan por su tonelaje los llamados iner-tes (escombros) cuya importacia se estimó paraesas fechas en unos seis kilos por persona y día,a los que se añade cerca de un kilo de residuossólidos industriales (1/5 de los cuales se conside-ran tóxicos o peligrosos) y otro de residuos urba-nos, siendo el reciclaje poco importante.

    Estimaciones como las presentadas a título deejemplo en el párrafo precendente evidencian eltrasfondo de insostenibilidad global sobre el quese asienta el funcionamiento de las actualesconurbaciones: consumen cantidades masivas derecursos no renovables y generan cantidades in-gentes de residuos que no se reciclan, empujandohacia la insostenibilidad global a las actividadesque las nutren, incluida la propia agricultura. A di-ferencia del ejemplo de sostenibilidad que presen-tan la biósfera y los sistemas agrarios tradiciona-les, las actuales conurbaciones apenas se apoyan

  • 30 Gaceta Ecológica

    en las fuentes de energía renovables, sino que lohacen directa o indirectamente en la extracción dedeterminados depósitos de la corteza terrestre, ytampoco cierran los flujos de materiales convirtien-do los recursos en residuos, como exigiría un com-portamiento globalmente sostenible.

    PROPUESTAS PARA RECONVERTIR LA SITUACIÓN ACTUALHACIA BASES MÁS SOSTENIBLES

    Cualquier intento serio de reorientar el comporta-miento de las actuales conurbaciones hacia ba-ses más sostenibles en el sentido fuerte y globalantes apuntado, pasa por modelar su funciona-miento para replantearlo y seguir después, condatos en la mano, los cambios que se operen enlas cantidades de recursos y de territorio que sevenían inmolando directa o indirectamente en arasde la sostenibilidad local de las mismas. Para ha-cer operativo el objetivo propuesto hace falta defi-nir algún marco de información aceptado que nosindique si una ciudad camina o no hacia una ma-yor sostenibilidad local y global o en qué aspectosuna ciudad es más sostenible que otra. Cuestio-nes éstas previas para poder clasificar y evaluarlas prácticas que se dicen «sostenibles», precisan-do si simplemente tratan de apuntalar lasostenibilidad (y habitabilidad) locales de sistemasque se revelan cada vez más globalmenteinsostenibles, o si realmente apuntan a mejorar lasostenibilidad global de tales sistemas.

    Para lo anterior hace falta, además de consi-derar los distintos asentamientos de poblacióncomo proyectos, establecer criterios claros y ge-neralmente aceptados para evaluar su sosteni-bilidad local, precisando si ésta es más o menosdependiente, para poder evaluar también susostenibilidad global. Lo antes indicado con rela-ción a la sostenibilidad de los sistemas agrarios,nos puede dar las pistas necesarias para evaluarla de los urbanos. Un campo de cultivo no puedecrecer indefinidamente sin perder susustentabilidad a todos los niveles. Hemos vistoque su sostenibilidad local autónoma dependía pre-

    cisamente de que la simplificación que suponíanlos aprovechamientos agrarios fuera compatiblecon la diversidad estructural del territorio que per-mitía reponer la fertilidad. Para enjuiciar lasostenibilidad de los sistemas urbanos hace faltarelacionar su tamaño y sus exigencias en recur-sos y el modo de abastecerlas, con las posibilida-des que brinda el territorio local y global de refe-rencia. Este ejecicio se revela bastante máscomplejo que el relativo a los sistemas agrariosantes esbozado como ejemplo: enjuiciar lasostenibilidad global de los sistemas urbanos exi-ge enjuiciar la sostenibilidad de todos los siste-mas extractivos, agrarios e industriales de los quedependen. Pese a la mayor complejidad de esteejercicio bastaría con considerar algunas informa-ciones tan relevantes como el mapa del consumomundial de petróleo, para concluir no ya sobre lainsostenibilidad global de las conurbaciones, sinoincluso sobre la de los actuales países «desarro-llados»: el grueso de los recursos planetarios sedirigen a abastecer los tres principales enclavesdel mundo «desarrollado», centrados en los E.U.A.,la Unión Europea y Japón. Así, la sostenibilidadglobal de las actuales conurbaciones se relacionacon aquella otra relativa a los patrones tecnológi-cos y de comportamiento que se extendieron conla civilización industrial. Tema éste cuya discusiónse sale de las pretensiones de este documento,aunque su mención resulte obligada.

    Ante la evidencia de que el tamaño y el com-portamiento tan exigente en territorio, recursos yresiduos de las actuales conurbaciones las ha lle-vado por la pendiente de una sostenibilidad localcada vez más dependiente, por lo tanto, global-mente insostenible, se impone reflexionar sobrela sostenibilidad de los asentamientos anteriores.Ello no con ánimo de idealizarla o de proponerlacomo modelo (ya hemos indicado que la mayorsostenibilidad global de las antiguas ciudades so-lía ir acompañada de condiciones de habitabilidadbastante precarias) sino como acicate para pen-sar las coordenadas teóricas en la que se han dedesenvolver otros modelos territoriales que se re-

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    * Pendiente de confirmación.

    PROGRAMAS Y PROYECTOSINTERNACIONALES

    DURACIÓN ENFOQUE RESULTADOS

    INICIO TÉRMINO PARCIAL INTEGRAL SOSTENIBILIDADLOCAL

    SOSTENIBILIDADREGIONAL

    SOSTENIBILIDADGLOBAL

    Programa MAB 11.Estudios ecológicointegral deasentamientos humanos

    1974 1989* + +

    Ecoville 1981 1989* + + +

    Ciudades saludables(Healthy Cities Project)

    1986 1997 + +

    Programa de GestiónUrbana (The UrbanEnvironmentalManagement Program)

    1986 1996 + +

    Ciudades educadoras 1987 Continúa + +

    Programa de CiudadesSustentables (SustainableCities Programme)

    1990 Continúa + +

    Ciudad Ecológica(Ecological City Project)

    1992 Continúa + + +

    Ciudades Sostenibles(Sustainable CitiesProject)

    1993 1995 + + +

    Innovaciones para lamejora del mediourbano

    1993 1995 + + +

    Ciudades de tamañomedio y evoluciónsocioeconómicaambiental a nivelregional

    1993 1995 + +

    Zonas rurales ysustentabilidad

    1993 1994 + +

    Agenda 21 Local 1994 Continúa + + + ?

    Construcciónexperimental deasentamientossostenibles

    1994 Continúa + + + ?

    PROGRAMAS Y PROYECTOS INTERNACIONALES CON RELACIÓN A LA SUSTENTABILIDAD URBANA

  • 32 Gaceta Ecológica

    velen ecológicamente más compatibles que losderivados de las conurbaciones actuales. En estesentido habría que revalorizar, sobre nuevas ba-ses, las antiguas ventajas que para la sosteni-bilidad local en su día supusieron la autonomía delhábitat disperso y las «economías de escala» (enel uso de los recursos y el territorio) del hábitatconcentrado, para invertir el giro hacia la depen-dencia y las «deseconomías de escala» que ha-bían observado tanto el núcleo concentrado, comoel contorno difuso de las actuales conurbaciones.Todo ello a la vez que se mantienen, debidamentereorientadas, una metas de habitabilidad y calidadde vida más acordes con los propósitos desostenibilidad global antes enunciados.

    Pero los nuevos propósitos no deberían pre-ocuparse sólo de mejorar la eficiencia de losasentamientos en cuanto al uso de los recursos, ala vez que se mantienen y generalizan las venta-jas que para la convivencia y la inteligencia hansupuesto las ciudades, sino de evitar también queeste uso redunde en la simplificación y el deterio-ro desenfrenado del resto del territorio. Cuandoiban de la mano la escasa importacia planetariade las ciudades y lo limitado de los medios técni-cos y de la energía exosomática en ellas disponi-ble, el conjunto del territorio podía absorber confacilidad las prácticas extractivas y colonizadorasde éstas, al igual que la selva tropical pudo sopor-tar una práctica tan agresiva como la del cultivode tala y quema, mientras su extensión superficialse vio reducida. Sin embargo, cuando a la impor-tancia cuantitativa de las actuales conurbacionesy a sus poderosísimos medios, se añade el afánacrecentado de aumentar su poder sobre el restodel territorio planetario, se desata un proceso queno puede más que redundar sobre el deterioro glo-bal del mismo. Esta evidencia plantea la necesi-dad de compaginar la posición secular de dominioy explotación que han venido ejerciendo las ciu-dades sobre el entorno rural o natural, con otra decolaboración con ese entorno que plantée comoobjetivo el mutuo enriquecimiento. Pero este cam-bio de posición no ha sido todavía debidamente

    explicitado ni, menos aún, asumido por la comuni-dad internacional.

    Cuando las «huellas» de las conurbaciones lle-gan hoy hasta sus antípodas, este alejamiento pro-picia la desatención por el deterioro ocasionadoen los territorios las abastecen o recogen sus de-tritus. A la vez que permanece vivo e incluso serefuerza el afán dominador de las ciudades, sinque crezca igualmente su responsabilidad haciael conjunto del territorio. Es sintomático advertirque el término «aldea global», tal y como fue acu-ñado por McLuhan (1964) y posteriormente utili-zado con profusión, en vez de designar el nuevoobjeto de precupaciones y cuidados fruto de ungeocentrismo renovado, fue utilizado para califi-car el actual sistema de metrópolis hoy conecta-das por medios de comunicación, que gestionan yse disputan los recursos del planeta. Así, en vezde hablar de cooperación, en el último decenio sepuso de moda hablar de competencia, no sólo entreindividuos y empresas, sino también entre ciuda-des. Se impone, pues, reconducir tales afanes decompetencia desde sus actuales orientacionesexpansivas y colonizadoras de mercados y territo-rios externos a la ciudad, hacia la calidad, la crea-tividad y el disfrute internos a la misma, más com-patibles con el reforzamiento de la cooperación queexigen las nuevas precupaciones por la sosteni-bilidad global. Y si estos logros internos se consi-guen, posiblemente acabarían teniendo tambiénefectos positivos externos.

    Para orientar el cambio de enfoque arriba men-cionado, se ha de insistir en que, además de pre-ocuparse por mejorar la eficiencia en el uso de losrecursos, reduciendo así los residuos, hay que fi-jarse también en el origen de aquellos y el destinode éstos. Los cuatro criterios tomados del ejemplode la biósfera y enumerados en la introducción deeste capítulo como guía de procesos globalmentesostenibles, pueden servir a estos efectos. Crite-rios que apuntan hacia un mayor aprovechamien-to de la energía solar y sus derivados renovablesy hacia un uso preferente de materiales abundan-tes, próximos y propicios para reconvertir los resi-

  • 33Número 55

    A) INDICADORES DE MODELOS URBANOS

    1. Población urbana a) Poblaciónb) Densidad de población

    Número de habitantes en ciudades (1) en periferia (2)Población pr km2 (3)Superficie por clase de densidad (4)

    2. Territorio urbano a) Superficie totalb) Superficie total construída

    Superficie en km2 (5)

    Superficie en km2 (6)

    Por uso de terreno (7)

    c) Superficie abierta Superficie en km2 (8)

    Porcentaje de zonas verdes (9)Porcentaje de agua (10)

    d) Red de transportes Autopistas (km) (11)Vías férreas (km) (12)Porcentaje de la superficie total urbana (13)

    3. Áreas urbanas abandonadas Superficie total Superficie en km2 (14)

    Porcentaje de superficie urbana (15)

    4. Áreas de renovación Superficie total Superficie en km2 (16)

    Porcentaje de superficie urbana (15)

    a) Medio de transporte Número (18) y longitud media (19) de viajes en km por habitantes pormedio de transporte por día

    b) Modos de transporte para ir al trabajo Número de trayecto hacia y desde la periferia (20)Porcentaje de población urbana (21)

    c) Volumen de tráfico Total (22) y destinos ida/vuelta (23) en vehículoNúmero de vehículos en las principales rutas (24)

    B) INDICADORES DE FLUJOS URBANOS

    6. Agua a) Consumo de gua Consumo por habitante en litros por día (25)Porcentaje de agua subterránea en el consumo total (26)

    b) Aguas residuales Porcentaje de las domésticas conectadas a un sistema de depuración (27)Número (28) y capacidad (29) de las plantas de tratamiento por tipo detratamiento

    7. Energía a) Consumo de energía Electricidad en GWh por año (30)Energía usada por tipos de fuel y sector (31)

    b) Plantas de producción de energía Número (32) y tipo (33) de energía y plantas de calor en periferia

    8. Materiales y productos Transporte de mercancías Cantidad de mercancías movidas desde y hacia la ciudad en kg. per cápitapor año (34)

    9. Residuos a) Producción de residuuos Cantidad de residuos sólidos contabilizados en ton por hab/año (35)

    b) Reciclaje Composición de los residuos por 100 de agua reciclada por fracción (37)

    c) Tratamiento de residuos y basura Número de incineradores (38) y volumen (39) incineradoNúmero de vertederos (40) y volumen (41) recibido por tipo de residuos

    C) INDICADORES DE LA CALIDAD DEL MEDIO AMBIENTE URBANO

    10. Calidad del agua a) Agua potable Número de días/año en que la media de agua potable es rebasada (42)

    b) Aguas embalsadas Concentración de O2 en el agua embalsada en mg por litro (43)

    Número de días que el pH es >9 o

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    duos en recursos. De acuerdo con estas orienta-ciones podría resultar más sostenible globalmenteun proceso poco eficiente que se apoye en el usode la energía solar y sus derivados, que otro máseficiente que se nutre de combustibles fósiles. Lomismo que podría resultar más recomendable des-de este punto de vista un proceso que use menoseficientemente materiales abundantes y fácilmen-te reutilizables (por ejemplo, materiales deconstruccción locales) que otro que utiliza máseficientemente materiales más raros y que origi-nan residuos problemáticos. Porque lo que pue-den ser soluciones eficaces desde los enfoquesparcelarios habituales, se pueden revelar inade-cuados desde perspectivas más amplias, al oca-sionar deterioros graves más allá de la parcela ola parte del proceso tomada en consideración. Encualquier caso debe subrayarse que la aplicaciónde estos criteros no arroja soluciones generales,ya que los proyectos y artefactos deben adaptar-se a las posibilidades y limitaciones que ofrecenlas características de cada territorio. Este es el casode la edificación bioclimática, que debe apoyar sussoluciones en el clima, la vegetación, la orienta-ción, la pendiente y los materiales locales (es de-cir, exactamente al revés de lo que hace el proce-so de construción estándar propio de lasconurbaciones, que exporta por todo el territorioun diseño industrial repetitivo y un uso invariablede materiales). No debe soslayarse el hecho deque, para que estos criterios puedan prosperar,tendrían que modificarse en consecuencia el pre-sente marco institucional y los criterios de valora-ción, alterando el actual sistema de precios, temaéste sobre el que se volverá en el apartado siguien-te.

    Una vez desaparecida la frontera entre la ciu-dad y su entorno rural o natural, y habida cuentaque las conurbaciones inciden ya, de forma más omenos directa, sobre los puntos más extremos einusitados del territorio, parece clara la necesidadde adoptar políticas de gestión que se ocupen delconjunto de éste, es decir, del total de la superficiegeográfica, a partir de criterios como los que se

    acaban de enunciar. Subrayemos que esto presu-pone replantear la antigua política de salubridad ycalidad mermante urbana, que dió lugar a los«estándares» formulados hace más de un siglo, afin de referirlos ahora al conjunto del territorio. Loque plantea la necesidad de revisar con nuevosojos los proyectos, los materiales, las técnicasconstructivas y las propias instituciones que con-dicionan el funcionamiento de las conurbaciones,a fin de corregir disfunciones y recortar el trasiegohorizontal tan masivo que caracteriza a su fisiolo-gía actual. Como señaló en su día el «Libro Verde(1990) del medio ambiente urbano» de la UniónEuropea, los problemas puntuales del tráfico, lacontaminación, y otros, deben tomarse como ma-nifestaciones de una crisis más profunda, que con-ducirá tarde o temprano a replantear las actualesformas de vida y urbanización, exigiendo, por lotanto, un tratamiento integrado. De ahí que sugie-ra profundizar en el análisis y modelización del fun-cionamiento de los sistemas urbanos, para que losseres humanos puedan volver a considerar la ciu-dad como un proyecto sobre el que puedan incidiry no como algo ajeno que escapa a su control. Elconocimiento y la discusión transparentes del fun-cionamiento integrado de la ciudad como proyec-to, es el principal medio para acometer la necesa-ria reformulación conjunta de las metas dehabitabilidad y sostenibilidad y proceder a la revi-sión de los actuales estándares y normativas parahacerlos acordes con los nuevos propósitos.

    En lo que concierne al seguimiento, los datosaportados a título de ejemplo sobre el uso pródigodel territorio y de la energía fósil que observa laconurbación de Madrid dejan pocas dudas paraconcluir que es globalmente menos sostenible delo que lo era hace treinta años. No obstante losdatos o indicadores aislados deben de tomarse concautela a la hora de extraer conclusiones genera-les sobre todo en las comparaciones interes-paciales. Por ejemplo, si se comparan los datosmedios antes aportados sobre el consumo percápita de energía de las ciudades europeas con elcaso de Madrid, podríamos concluir que esta últi-

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    ma conurbación tiene un comportamiento energé-tico mucho más sostenible que aquellas. Pero hayque matizar que el menor consumo de energía dela conurbación de Madrid está en buena partemotivado por el hecho de que no alberga en suterritorio plantas térmicas productoras de electrici-dad, ni siderurgias, alúminas, refinerías u otras in-dustrias muy consumidoras de energía, sino querecibe directamente la electricidad por el tendido,los combustibles por el oleoducto y los productosbásicos ya elaborados en otros territorios, ademásde tener inviernos menos fríos que los de las de-más ciudades nortenas de Europa. En este senti-do puede decirse que Madrid se había anticipadoa excluir de su territorio próximo las actividadesmás consumidoras de energía y generadoras deresiduos, como han ido haciendo más tardíamen-te otras conurbaciones cuna del capitalismocarbonífero, para conseguir claras mejoras de sumedio ambiente local.

    Asimismo, en lo que concierne a la calidad delmedio ambiente atmosférico, se puede valorar po-sitivamente la reducción en un 70% del CO

    2 emiti-

    do entre 1980 y 1993 por las centrales térmicasen Francia, pero habría que ver, por ejemplo, has-ta que punto esta reducción se debe al mayor usode centrales nucleares, que desplazan el proble-ma hacia la mayor incertidumbre que supone elriesgo de contaminación de las propias centralesy de los residuos radiactivos de larga duración.Valgan estas advertencias para indicar la necesi-dad de basar la selección e interpretación deindicadores en informaciones más amplias y com-pletas sobre la configuración y el funcionamientode las conurbaciones a comparar.

    Por lo tanto, la modelización del comportamien-to de los sistemas urbanos y el establecimiento debaterías de indicadores que faciliten su compara-ción y seguimiento, deben de apoyarse mutuamen-te. Sería en extremo pretencioso proponer en estedocumento nuevas baterías de indicadores y dediagramas explicativos del comportamiento de lossistemas urbanos, cuando la literatura disponibleofrece ya aplicaciones y propuestas razonables en

    los dos sentidos indicados. Adjuntemos comoejemplo de batería de indicadores a la vez escue-ta, estructurada y bastante completa, la incluidaen el documento de la European EnvironmentalAgency editado por Stanners y Bourdeau (1991)antes citado. En lo que concierne a la modelización,la aplicación más completa disponible (que abor-da a la vez aspectos físicos, monetarios y territo-riales) viene dada por los dos trabajos antes cita-dos sobre Madrid cuya síntesis más elaborada sepublicó en su momento en la Monografía número12 del Plan Estratégico de Promadrid (Naredo,Frías, y Gascó, 1989). Cabe destacar también larealizada para el municipio de Barcelona porTerradas, Pares y Pou (1985). Siendo quizá la pro-puesta metodológica más relevante, la contenidaen la Nota técnica n. 14 del Programa MAB de laUNESCO, titulada Aproximación al estudio del me-dio ambiente. Implicaciones de la urbanizacióncontemporánea.

    Pero la modelización y el seguimiento más ele-mental de los sistemas urbanos y de su relacióncon el entorno, propuestos como medio indispen-sable para dar sentido práctico a la preocupaciónpor su sostenibilidad, deben complementarse conelaboraciones teóricas de más largo alcance diri-gidas a formular, para estos sistemas, las relacio-nes entre estabilidad y complejidad que la ecologíaplantea para los sistemas naturales.

    En cualquier caso hay que subrayar que la via-bilidad de las mencionadas modelizaciones y siste-mas de indicadores globales o completos como ins-trumento útil para orientar la gestión de las actualesconurbaciones, no depende tanto de las dificulta-des conceptuales o estadísticas que su diseño plan-tea, como de los problemas mentales einstitucionales que imposibilitan su adecuada utili-zación en la sociedad actual, relegándolos común-mente al nivel de meros ejercicios o propuestas sinvalor práctico, o bien derivando sus pretensionesiniciales de globalidad hacia aplicaciones sectoria-les o parciales. Hecho éste que ha sido el sino de lamayoría de los programas y proyectos internacio-nales que han venido preocupando, con pretensio-

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    nes de globalidad, de mejorar la sostenibi-lidad y elmedio ambiente urbano durante los últimos veinteaños. Reflexionemos pues sobre los escollos queimpiden que lleguen a puerto los planteamientos ypropuestas globales que desde hace más de vein-te años se vienen haciendo en este sentido.

    PRINCIPALES ESCOLLOS MENTALES E INSTITUCIONALES QUEIMPIDEN EL DESARROLLO DE PRÁCTICAS TERRITORIALES

    GLOBALMENTE SOSTENIBLES

    En primer lugar hay que recordar que la confi-guración de los asentamientos humanos ha sido ysigue siendo un reflejo de la propia configuraciónde la sociedad. Por lo que no cabe modificar elmodelo actual de urbanización dominante con sim-ples planteamientos tecno-científicos, si no semodifica también el statu quo mental e institucionalque lo había generado. La racionalización de losproblemas es condición necesaria, pero requieretambién cambios en las actitudes y en las institu-ciones lo suficientemente capaces de aportar losmedios para resolverlos. Así ocurrió con la con-fluencia de intereses, sentimientos y reaccionesque animaron hace un siglo a los movimientos enfavor de la salubridad urbana, consiguiendo la im-plantación de los estándares necesarios para lamejora de ésta. Y así ocurrirá, llegado el caso, conlos actuales movimientos en favor de la salubri-dad ecológica o de la sostenibilidad global de losasentamiento humanos. Pero éstos han sido to-davía débiles para conseguir logros prácticos sus-tanciales: apenas han podido mover aún la mara-ña de valores, instituciones e interesadasreacciones que produjeron y que siguen producien-do todavía el modelo de orden territorial propio delas actuales conurbaciones. Interesa desbrozar esamaraña para conocer cuales son los principalesobstáculos que cierran el paso a la por otra partenecesaria reconversión, ya que si no se discutendifícilmente podrán modificarse o reorientarse convistas a las nuevas exigencias.

    La configuración de las conurbaciones actualesy la mayor parte de sus problemas han sido fruto

    combinado del despliegue sin precedentes de unaracionalidad científica parcelaria y de una éticaindividulista no solidaria, que alcanzan su síntesisen las visiones atomistas de la sociedad y en lasdivisiones administrativas de todos conocidas. Estaconvergencia ha venido socavandosistemáticamente el alma ciudadana que en otrotiempo posibilitó la realización y el mantenimientode esos proyectos de vida colectiva que en su díafueron las ciudades. Pues la vida de estos proyec-tos dependió más que de potentes medios técni-cos, del apoyo de una sólida y sentida comunidadde objetivos y de intereses, que se situaba por en-cima de los estamentos y conflictos vigentes en cadacaso. La ausencia de este aspecto tan obvio comosubrayado por tantos autores notables en la temá-tica (Mumford, Plank, Rossi, entre otros) explica losfracasos que corrientemente han cosechado losactuales intentos de fundar ciudades, a pesar laenorme potencia de los medios técnicos disponi-bles. Pues bien, el proyecto de reconvertir lasconurbaciones actuales hacia la meta de lasostenibilidad global exige, para que sea realiza-ble, reavivar esa conciencia colectiva, no sólo en lolocal, sino también en lo global. Es decir, exige ligaren ese renacimiento la antigua conciencia ciudada-na con otra que abrace un nuevo geocen-trismo quetrate de evitar que las mejoras locales se traduzcanen deterioros globales. Para establecer despuéssobre esta base unas instituciones acordes con esaconciencia que velen por la buena marcha de losproyectos. De no ser así, los propósitos deglobalidad de tales proyectos se quedarían vara-dos en el pensar parcial de técnicos, administracio-nes y empresas, como ha venido siendo usual has-ta el momento. Pero también su realización exigiríamodificar, no sólo el actual sistema de valoraciónética y hedónica, sino también económica.

    En efecto, no podemos dejar de subrayar queel cálculo económico ordinario valora los bienesque nos ofrece la naturaleza por su costo de ex-tracción y no por el de reposición. Por ello se haprivilegiado sistemáticamente la extracción frentea la recuperación y el reciclaje (cuyos costos se

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    han de sufragar íntegramente) y distanciado enor-memente el comportamiento de la civilización in-dustrial del modelo de sostenibilidad que nos ofre-ce la biosfera, que como hemos visto se caracterizapor lo contrario. Es más, a medida que avanza elproceso económico hacia la terminación de los pro-ductos y hacia los servicios de comercialización ygestión a ellos vinculados, nos encontramos conque sistemáticamente la valoración monetaria porunidad de producto crece en mucha mayor pro-porción que el costo físico y monetario de los pro-cesos. Lo cual explica en buena medida la para-doja que supone que, mientras esa economía dela física que es la termodinámica salda todos losprocesos con pérdidas físicas, la economía lo hacecon ganacias monetarias. Esta tendencia generalque hemos denominado la Regla del notario(Naredo, 1991) y (Valero, A. , 1991) se ejempli-ficaría de la siguiente manera en un caso tan vin-culado a las presentes reflexiones como es la cons-trucción y venta de un inmueble. Primero seexcavan los cimientos y se obtienen los materia-les de construcción (ladrillos, hierro, cemento...)mediante actividades muy costosas en energía yescasamente retribuidas, se va construyendo y re-matando el edificio con actividades menos costo-sas y mejor recompensadas, hasta que finalmen-te se culmina el proceso formalizando la venta delinmueble en la mesa del notario en la que éste y elpromotor obtienen elevadas ganacias sin incurriren coste físico alguno. Evidentemente las perso-nas y los países tratan de desplazarse hacia acti-vidades con alto valor añadido y bajo coste físico,pero sólo unos pocos lo consiguen. Lo significati-vo a los efectos de la presente reflexión es que losnotarios y los promotores están en las ciudades,al igual que casi todas las actividades mejor retri-buidas. Por lo que existe una marcada asociaciónentre el porcentaje de población urbana de lospaíses y su nivel de renta per capita (cfr. Alberti,1994). Lo que a su vez explica, la emigración delcampo a la ciudad, dada las espectativas que éstadespierta, aunque buena parte de ella acabe en-grosando su cinturón de pobreza.

    De hecho el diestro manejo de las redes de co-municación y transporte por las actividades comer-ciales y financieras permite, gracias a la regla devaloración antes indicada, ejercitar la función pri-mordial que según Max Weber (1921) han desem-peñado los flujos de información en la ciudad: lade no sólo en constituir una organización econó-mica sino una organización reguladora de la eco-nomía orientada a garantizar establemente susabastecimientos a precios moderados mediante laexplotación de un territorio dependiente. La metade la sostenibilidad global exige revisar esa fun-ción primordial. La preocupación por la sosteni-bilidad global debe inducir a relajar y a condicio-nar la presión que han venido ejerciendo lasciudades sobre el resto del territorio, transforman-do las relaciones de simple explotación y dominiounidireccional hombre-naturaleza o ciudad-campo,en otras de mutua colaboración y respeto, cons-cientes de la simbiosis que a largo plazo está lla-mada a producirse entre ambos extremos. Lo cualsupone alcanzar un nivel de racionalidad superioral que hasta ahora ha venido imperando en lossistemas urbanos (y en los ecosistemas en gene-ral, en los que ni los depredadores se preocupanpor conservar las poblaciones de las que se nu-tren, ni los parásitos de mantener la salud de losorganismos parasitados). Subrayemos que preci-samente el objetivo de la sostenibilidad global exi-ge quebrar la mencionada tendencia valorativa queha venido ordenando el territorio en núcleos másdensos en población e información, que acumu-lan y manejan capitales y recursos, y áreas de apro-piación y vertido, que a escala planetaria se refle-ja en el conflicto Norte-Sur.

    La corrección de esta segregación territorial quese encuentra en la base de las presentesconurbaciones, para reorientarla con vistas a lasostenibilidad global de los procesos y sistemasque en ella se desenvuelven, pasa por corregirtambién la Regla del notario antes mencionada yreequilibrar la disparidad territorial de ingresos quede ella se deriva, mediante una revalorización delpatrimonio natural. Hay que destacar la coinciden-

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    cia que en este punto se observa entre el plantea-miento de la sostenibilidad fuerte y global desdeel que estamos razonando y el de la sostenibilidaddébil. Pues como advertía Solow, para traducir conéxito la idea de sostenibilidad al universo de la eco-nomía estándar hace falta «valorar el stock de ca-pital (incluido el ‘capital natural’) con unos precios-sombra adecuados», que deben ser asumidos porla colectividad. Para lo cual habría que establecerel marco institucional y la conciencia social nece-sarios para invertir la situación actual, a fin de pri-vilegiar el reciclaje y la producción renovable fren-te a la extracción y el transporte horizontal a largadistancia y de favorecer procesos de gestión quecierren mejor los ciclos de materiales.

    Pero ¿cuáles han de ser los «precios-sombraadecuados» para valorar el «capital natural»? Nosencontramos aquí con una gran laguna teórica quese traduce en la falta de orientaciones objetivaspara ordenar con criterios económicos ese reinodifuso de la materia, del que se sirve la especiehumana en sus elaboraciones e industrias. En losúltimos tiempos esta laguna está llamada a reva-lorizarse, en la medida en la que se extiende laidea defendida en los escritos de Daly, El Serafy yotros (1991) de que la escasez de «capital natu-ral» va camino de erigirse en el principal factorlimitante de la vida económica cuya malversaciónse sugiere evitar, recomendando incluso, comohacía Solow, invertir en «capital natural». El pro-blema estriba en que, si bien el cálculo del costofísico y del valor monetario de aquellos bienes decapital producidos por el hombre puede realizarsepor procedimientos generalmente aceptados, noocurre lo mismo para el «capital natural». De ahíque si no queremos que los buenos propósitosenunciados se pierdan en el muro de las lamenta-ciones tendremos que apoyarlas en formulacionesteóricas solventes y operativas desde el punto devista de la cuantificación.

    Los trabajos arriba citados (Naredo, 1991 yValero, 1991) incluyen una propuesta metodológicaorientada a resolver el tema al menos en lo queconcierne a los yacimientos de minerales de la

    corteza terrestre, que cabría resumir de la siguienteforma: la civilización industrial se caracteriza porutilizar masivamente como materias primas deter-minadas sustancias disponibles en la corteza te-rrestre en condiciones muy particulares de con-centración, estructura y tonelaje. Los yacimientosminerales en explotación cuentan así con leyes enel contenido de las sustancias deseadas muy su-periores a la media de la corteza terrestre, que lanaturaleza se había encargado espontáneamentede concentrar y estructurar. Una vez utilizadosestos recursos acaban dispersándose, originandolos problemas de contaminación de todos conoci-dos. Evidentemente, al tomar estos recursos comoun don gratuito de la naturaleza se incentiva suuso (y su deterioro) frente a otros sustitutivos, fru-to de la industria humana, que habría que produciry facturar (por ejemplo, se incentiva a usar el pe-tróleo extraído frente al etanol producido de formarenovable). Habida cuenta que este proceder estáempujando al planeta Tierra hacia una situacióncada vez más entrópica, la mencionada propues-ta metodológica sugiere ordenar económicamen-te las sustancias de los yacimientos de la cortezaterrestre atendiendo al costo físico que supondríaobtenerlos (con la tecnología actualmente dispo-nible) a partir de los materiales que contendría laTierra si hubiera alcanzado el nivel de máximaentropía. Si expresamos este costo físico en uni-dades de energía, podríamos calcular la potenciacontenida en la corteza terrestre, que la especiehumana puede explotar más o menos rápidamen-te, por contraposición al uso del flujo de energíaemitido por el sol y de sus derivados renovables.Lo cual plantea en términos claramente cuantitati-vos el conflicto faústico de la sostenibilidad globalal que se enfrenta la sociedad industrial. Ademásde ofrecer un marco de información física objetivaútil para revisar, en foros internacionales, la actualasimetría que se observa entre los costos físicos yla valoración monetaria de las materias primas mi-nerales y sus derivados, que es a su vez fuente dedeterioro ambiental y de desigualdad social. Des-igualdad y deterioro que se plasman, tanto en el

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    conflicto Norte-Sur, como,