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Cómo predecir a algunas personas en algunas ocasiones: la búsqueda de consistencias transituacionales en la conducta(*) Daryl J. Bem y Andrea Allen Universidad de Stanford Traducción: Susana del Viso Resumen La controversia, históricamente re- petida, sobre la existencia de consis- tencias transituacionales er la con- ducta se mantiene debido a la discre- pancia entre nuestras intuiciones, que afirman su existencia, y la investiga- ción, que la niega. Se argumenta que los supuestos nomotéticos del para- digma tradicional de investigación son incorrectos y que, adoptando al- gunos de los supuestos indiográficos empleados en nuestras intuiciones, se pueden obtener mayores coeficientes de correlación transituacionales. Se presenta un estudio que muestra que es posible identificar a priori a los in- dividuos que serán consistentes tran- situacionalmente y aquellos que no lo serán, y se concluye que la evaluación de la personalidad debe atender no sólo a las situaciones —como recien- temente se ha insistido— sino tam- bién a las personas. Nuestra persistente creencia en los ras- gos de personalidad, el supuesto de que existen sólidas consistencias transi- tuacionales en la conducta de un indivi- duo es literalmente una de nuestras más antiguas convicciones: La penuria es la economía llevada más allá de toda mesura. El hombre miserable es aquel que va a ver a su deudor para pedirle los intereses an- tes de fin de mes. En una comida en que se dividen los gastos, este hombre cuenta el número de vasos que bebe cada persona, y hace una pequeña libación a Artemisa... Si su esposa pierde una moneda, él retira los armarios, camas, baúles y revuel- ve toda la casa... El hombre mise- rable lleva el pelo corto y no se pone los zapatos hasta el mediodía; y, cuando lleva su manto al batanero, le insta a que lo llene de tierra para que en lo sucesivo no se ensucie tan pron- to [Theophrastus (372-287 a. C.), to- mado de Allport, 1937, pág. 57]. Si esta histórica muestra de teoría de la (*) Con permiso de los autores y del editor. Tomado de Psychological Review, 1974, vol. 81, núm. 6, p.p. 506-520. Copryght (1974) by the American Psychological Association. Reprinted by permission. Estudios de Psicología n. ° 3-1980

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Cómo predecir a algunaspersonas en algunas ocasiones:la búsqueda de consistenciastransituacionales en laconducta(*)Daryl J. Bem y Andrea AllenUniversidad de Stanford

Traducción: Susana del Viso

Resumen

La controversia, históricamente re-petida, sobre la existencia de consis-tencias transituacionales er la con-ducta se mantiene debido a la discre-pancia entre nuestras intuiciones, queafirman su existencia, y la investiga-ción, que la niega. Se argumenta quelos supuestos nomotéticos del para-digma tradicional de investigaciónson incorrectos y que, adoptando al-gunos de los supuestos indiográficosempleados en nuestras intuiciones, sepueden obtener mayores coeficientesde correlación transituacionales. Sepresenta un estudio que muestra quees posible identificar a priori a los in-dividuos que serán consistentes tran-situacionalmente y aquellos que no loserán, y se concluye que la evaluaciónde la personalidad debe atender nosólo a las situaciones —como recien-temente se ha insistido— sino tam-bién a las personas.

Nuestra persistente creencia en los ras-gos de personalidad, el supuesto de queexisten sólidas consistencias transi-tuacionales en la conducta de un indivi-duo es literalmente una de nuestras másantiguas convicciones:

La penuria es la economía llevadamás allá de toda mesura. El hombremiserable es aquel que va a ver a sudeudor para pedirle los intereses an-tes de fin de mes. En una comida enque se dividen los gastos, estehombre cuenta el número de vasosque bebe cada persona, y hace unapequeña libación a Artemisa... Si suesposa pierde una moneda, él retiralos armarios, camas, baúles y revuel-ve toda la casa... El hombre mise-rable lleva el pelo corto y no se ponelos zapatos hasta el mediodía; y,cuando lleva su manto al batanero, leinsta a que lo llene de tierra para queen lo sucesivo no se ensucie tan pron-to [Theophrastus (372-287 a. C.), to-mado de Allport, 1937, pág. 57].

Si esta histórica muestra de teoría de la

(*) Con permiso de los autores y del editor. Tomado de Psychological Review, 1974, vol. 81, núm. 6,p.p. 506-520.

Copryght (1974) by the American Psychological Association. Reprinted by permission.

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58 Estudiospersonalidad tiene un correlato en nues-tros días, se debe en parte a que el mismosupuesto subyacente de la consistenciatransituacional está aún en la mente de to-dos. Este supuesto queda patente en lasteorías de la Personalidad del tipo y delrasgo, pero en todas las formulacionescontemporáneas se puede distinguir algu-na variante suya. Incluso las teorías psico-dinámicas, que son adecuadas únicamen-te para las inconsistencias fenotípicas dela conducta, lo son precisamente porquepostulan una consistencia genotípica sub-yacente en la personalidad, la cual explicalas aparentes contradicciones. Nuestrasintuiciones son muy persuasivas. Paraellas, el supuesto de la consistencia transi-tuacional es prácticamente sinónimo delconcepto mismo de personalidad. Existenalgunas otras creencias acerca de la con-ducta humana que son evidentes por símismas.

Pero, como muchos otros, el supuestode la consistencia no' tuvo éxito durantelos años de la depresión, cuando tres estu-dios distintos, pero con metodología simi-lar, comenzaron a suscitar serias dudasacerca de la validez del supuesto. El pri-mero y más conocido es la discusiónextraída de los extensos volúmenes Stu-dies in the Nature of Character de Hart-shorne y May (1928, 1929; Hartshorne,May y Shuttleworth, 1930), quienes en-contraron una consistencia tan pequeñaentre diversas medidas del «carácter mo-ral» en un grupo de niños, que concluye-ron que rasgos tales como el engaño, laayuda a los demás, el cooperativismo, lapersistencia y el autocontrol son «gruposde hábitos específicos más que rasgos ge-nerales». En relación con los resultadosque aparecen en multitud de estudios pos-teriores sobre rasgos de personalidad,Hartshorne y May informan que la corre-lación media entre los 23 test utilizadospara construir una «escala total del carác-ter» fue de un modesto + .30.

Durante los mismos años de la investi-

gación de Hartshorne y May, TheodoreNewcomb (1929) publicó un estudio sobreextraversión-introversión menos conoci-do, aunque igualmente inquietante, queintentaba comprobar explícitamente el su-puesto de la consistencia. Newcomb obtu-vo diariamente registros conductuales de51 niños en un campamento de verano du-rante algunas semanas, registrando con-ductas en 30 situaciones diferentes. Lasconductas se organizaron conceptualmen-te en 10 rasgos distintos (p. ej., locuaci-dad vs. carácter taciturno, ascendenciavs. sumisión, etc.) que juntos definen losdos tipos de personalidad de extravertidoe introvertido.

A nivel de conductas específicas, New-comb encontró una consistencia escasa onula entre una situación y otra. A nivel deconsistencia de rasgos, las correlacionesentre las conductas que componen un ras-go dado oscilan en torno al .14, correla-ción casi idéntica a la que se obtendría enuna muestra de conductas seleccionadasal azar. Finalmente, se encontró única-mente una ligera tendencia de los rasgos arelacionarse unos con otros en el sentidoesperado según la clasificación de extra-vertido-introvertido.

El tercer estudio es en algunos aspectosel más contundente de todos, dado que in-vestigó la puntualidad, rasgo que podríaconcebirse como mucho más homogéneoque el «carácter moral» o la extraversión-introversión. En este estudio, Dudycha(1936) llevó a cabo 15.360 observacionesen unos 300 estudiantes de secundaria, re-gistrando la hora de llegada de cada estu-diante a las clases de las 8 de la mañana,actos diversos, citas, actividades extraes-colares y diversiones. La correlación tran-situacional media se acercaba a + .19,siendo la correlación más alta —entre pun-tualidad a las diversiones y a los actos ordi-narios— casi de .44.

Estos tres estudios son prácticamentelos únicos en que los investigadores hanobservado la conducta en vivo a través de

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Estudios 59varias situaciones, sistema de trabajoprácticamente desconocido en la literatu-ra de hoy sobre este tema. Mientras tanto,los intentos teóricos de predecir la con-ducta a partir de una concepción de lapersonalidad basada en el rasgo no pros-peraban, llevando a Lelunann y Witty(1934) a elaborar una revisión de artículosen la que concluyen: «repetidamente ob-servamos que una batería de tests diseñadapara medir rasgos tales como persistencia,agresividad, honestidad, etc. proporcionaresultados tan poco fiables e independien-tes... que llevan a cuestionarse la existen-cia real de los rasgos (p. 490)».

Al mismo tiempo que la creencia en laconsistencia transituacional sufría estos«golpes» empíricos, al conductismo tipoE-R proporcionaba el argumento teóricopara la creencia opuesta en la especifici-dad situacional de la conducta. y con psi-cólogos como Gordon Allport (1937) yRoss Stagner (1937), inclinados a defen-der concepciones de personalidad basadasen una modificación del concepto de ras-go, la controversia se mantuvo viva du-rante casi una década, hasta su desapari-ción justamente antes de la II GuerraMundial (Sanford, 1970).

Todo esto hace que uno sienta el ca-rácter de «déjá vu» que parece estar afec-tando a los estamentos más antiguos de laPsicología, ahora que el «problema de laconsistencia» ha sido retomado repenti-namente (p. ej., Alker, 1972; Allport,1966; Argyle y Little, 1972; Averill, 1973;D. Bem, 1972; Etowers, 1973; Campus,1974; Endler, 1973a, 1973b; Endler y

Hunt, 1968; Harré y Secord, 1972;Mischel, 1968, 1969, 1973a, 1973b; Moos,1969; Peterson, 1968; Stagner, 1973: Valey Vale, 1969; Vernon, 1964: Wachtel,1973; Wallach y Leggett, 1972).

La figura central en este área de debateparece ser Walter Mischel (1968) quien,tras revisar las investigaciones tanto pasa-das como actuales, concluyó que la utili-dad predictiva de un enfoque de la Perso-nalidad basado en el rasgo permanece aúnsin demostrar y que la especificidad si-tuacional de la conducta parece ser laregla más que la excepción. Aunque otrosautores contemporáneos han apuntadoconclusiones similares (p. ej., Peterson,1968; Vernon, 1964), Mischel es quien haprovocado la mayor controversia, argu-mentando que el techo de + .30 observa-do normalmente en los coeficientes decorrelación transituacionales refleja pro-bablemente la variabilidad conductual re-al más que una metodología imperfecta.Dado que esto constituye un reto concep-tual, de nuevo la controversia está llenan-do páginas y páginas de publicaciones trasun lapso de 30 años.

El dilema que está a la base de estacontroversia y que da cuenta de su largaestancia entre nosotros aún permanece sinresolver: la gran discrepancia entre la in-tuición, que nos dice que los individuosmuestran de hecho cierta consistenciatransituacional en su conducta, y laamplia literatura empírica, que nos indicalo contrario. ¿De qué fiarnos, de la in-tuición o de la investigación? Una de lasdos debe ser errónea.

ERRORES DE LA INTUICION Y LA FALACIA NOMOTETICADEL PARADIGMA DE INVESTIGACION

Existen muchas razones de peso paracreer que la equivocada es nuestra in-tuición (Jones y Nisbett, 1971: Miáchel,1968). Por ejemplo, en primer lugar, sos-tenemos «teorías implícitas de la persona-lidad», nociones preconcebidas de qué

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rasgos y conductas acompañan a quéotros rasgos y conductas. (Ver Schneider,1973, para una revisión reciente). Estonos lleva no sólo a generalizar más allá denuestras observaciones y rellenar los da-tos que faltan con datos «consistentes» de

60 Estudiosnuestra propia cosecha (p. ej., Passini yNorman, 1966), sino también a «ver»correlaciones positivas que de hecho noexisten (p. ej., Chapman y Chapman,1969; Newcomb, 1929). Más aún, esta-mos predispuestos hacia los efectos de«primacía» (p. ej., Jones y Goethals,1971); una vez que nos hemos formadouna impresión inicial de una persona, per-cibiremos cualquier información inconsis-tente acerca de ella como más consistentede lo que es en realidad, asimilándola anuestro juicio inicial.

En segundo lugar, las investigacionesrecientes en el marco de la Teoría de laAtribución (Jones y Davis, 1965; iones yHarris, 1967; Jones y Nisbett, 1971;Kelley, 1967) han demostrado que tende-mos a sobrestimar el grado en que la con-ducta está causada por los rasgos del indi-viduo y a subestimar la medida en que esfunción de factores externos. Por lo tan-to, estamos predispuestos a generalizaracerca de una conducta de un individuoextrapolándola a otras disposiciones derespuesta no observadas, en las cuales lasfuerzas situacionales podrían ser diferen-tes.

En tercer lugar, el conjunto de si-tuaciones en que observamos a la mayorparte de los individuos es probablementemás limitado de lo que nos parece, tantoen extensión como en representatividad.Por ejemplo, nuestra propia presenciapuede evocar frecuentemente un modoconsistente de responder en otra persona(Kelley y Stahelski, 1970). De acuerdo conello, somos excluidos sistemáticamente dela observación de un gran número de si-tuaciones, en las cuales es probable quelas conductas de nuestros conocidos seanmás variables de lo que lo son en las si-tuaciones en las que las observamos.

En cuarto lugar, probablemente in-terpretamos equivocadamente o sobrege-neralizamos algunas de las consistenciasque de hecho se dan. Por ejemplo, la revi-sión de Mischel (1968) revela que la evi-

dencia de una consistencia temporal en laconducta es, a menudo, bastante conside-rable; con frecuencia, la conducta de unindividuo es consistente de una ocasión aotra si las Situaciones son similares.Nuestra intuición bien puede pasar de estaconsistencia temporal demostrable a unaconsistencia transituacional injustificada.Es más, algunas características de la con-ducta, tales domo la capacidad intelec-tual, los estilos cognitivos, las conductasexpresivas e incluso la simple aparienciafísica muestran consistencia transi-tuacional. Dado que estas conductas o in-dicaciones sirven para asegurar nuestrasinferencias sobre otros aspectos de la con-ducta —por vía de nuestras teorías implí-citas de la personalidad— de nuevo,sobregeneralizaremos el grado de consis-tencia transituacional realmente existente.

Finalmente, nuestro mismo lenguajenos incita a pensar en la conducta huma-na en términos de rasgos. Como informanAllport y Odbert (1936), existen ennuestro lenguaje alrededor de 18.000 tér-minos para designar rasgos, cerca del 5 %del léxico total. Sin embargo, tenemos unvocabulario empobrecido y torpe paraclasificar situaciones.

Estas no son más que una muestra delas razones que existen para pensar que laintuición está equivocada y la investiga-ción va por el camino correcto en elproblema de la consistencia transi-tuacional. Sin embargo, nosotros no pen-samos así. A pesar del gran impacto de es-tos argumentos, aún creemos que la in-tuición refleja la realidad más fielmenteque la investigación. En concreto, cree-mos que se comete un error básico al ha-cer inferencias sobre la consistencia tran-situacional a partir de la literatura tradi-cional sobre la investigación en Personali-dad, error que fue identificado hace apro-ximadamente 40 años por Gordon Allport(1937). La falacia estriba en el hecho deque esta tradición de investigación conce-de mayor importancia a los supuestos no-

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Estudios 61motéticos que a los idiográficos en rela-ción con la naturaleza de las diferenciasindividuales. Así, casi toda la investiga-ción se basa en alguna variante del su-puesto nomotético de que una dimensiónparticular de un rasgo o un conjunto dedimensiones es universalmente aplicable atodas las personas, y que las diferenciasindividuales hay que identificarlas con po-siciones diferentes en tales dimensiones.Por ejemplo, el estudio de Hartshorne yMay (1928) afirma que la dimensión ho-nestidad-deshonestidad podría utilizarsepara caracterizar a todos los niños de lamuestra, y que las diferencias entre los ni-ños podrían ser especificadas en términosdel grado de honestidad. Se puede en-contrar una versión más elaborada delmismo supuesto nomotético en las formu-laciones factorialistas, que asumen laexistencia de un factor universal comoestructura de la personalidad y que las di-ferencias individuales van a quedar espe-cificadas por diferentes puntos en el espa-cio n del factor.

En contraposición, el punto de vistaidiográfico de Allport hace hincapié enque los individuos se diferencian no sóloen la manera en que los rasgos se rela-cionan unos con otros según cada perso-na, sino también en los rasgos que son re-levantes. Comentando el hallazgo deHartshorne y May-de que las conductasde mentir y engañar prácticamente nocorrelacionan (r = .13), Allport observóque un niño puede mentir porque tienemiedo a herir los sentimientos del profe-sor, en tanto que otro puede robar algu-nas monedas para comprar la aceptaciónsocial de sus compañeros. Las conductasde mentir y engañar no constituyen, paraninguno de estos dos niños, kens de unaescala denominada «honestidad», con-cepto que exilte en la mente del investiga-dor, no en la conducta de los niños. Segúnesto, las bajas correlaciones «sólamentedemuestran que los niños no son consis-tentes del mismo modo, no que sean in-

consistentes consigo mismos (1937, p.250)». En otras palabras, la investigaciónllegará a la conclusión de que una muestrade individuos es inconsistente en la medi-da en que sus conductas no se incluyan enla clase de equivalencia que el investiga-dor impone con su selección de conductasy situaciones.

Pero aún hay más. Incluso si toda unamuestra de individuos coincide con el in-vestigador en clasificar las conductasdentro de la misma clase de equivalencia,existe una condición aún más estricta im-puesta por el paradigma tradicional de in-vestigación: la escalabilidad 1 . Es decir, lamuestra de individuos tiene que ordenarlos «niveles de dificultad» de las conduc-tas de la misma manera.

Consideremos, por ejemplo, la «cor-dialidad» de la segunda autora. En su des-pacho se muestra muy cordial con los es-tudiantes, moderadamente cordial en unpequeño seminario, y algo reservada anteuna gran clase. Si aceptamos que todas es-tas conductas pertenecen a una clase deequivalencia común denominada «cor-dialidad», será juzgada como mediana-mente cordial en este rasgo. «Supera» elítem «fácil», tiene cierta dificultad en elítem «superior» y «fracasa» en el ítem«más dificil». Obsérvese que no la juzga-mos más inconsistente de lo que juzgaría-mos a un estudiante que resuelve unproblema de sumar, pero falla en un ítemde cálculo. No lo hacemos porque su con-ducta se ajusta a nuestra ordenación pre-via de los ítems según sus niveles de difi-cultad: sus «escalas» de conducta en elsentido de Guttman (Scott, 1968; Stouf-fer, Guttman, Suclunan, Lazarsfeld, Stary Clausen, 1950).

Pero consideramos ahora la «cordiali-dad» del primer autor. Este también supe-ra un ítem y fracasa en otro. Es bastanteformal con los estudiantes que acuden asu despacho, moderadamente cordial enlos seminarios, y abierto, personal y amis-

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62 Estudiostoso ante un mar de 300 rostros en unaclase de Introducción a la Psicología. Dealguna manera, su conducta parece impo-sible de describir en términos de la mismadimensión subyacente. En lugar de «mo-deradamente cordial» parece más bien«muy inconsistente». A causa de ello, susconductas no se ajustan a la escala deGuttman que hemos impuesto a priori enesta clase de equivalencia de conductas.Supera los ítems difíciles, pero fracasa enlos fáciles.

Reconsideremos ahora el estudio tradi-cional en la investigación, en el que seevalúa a una muestra de individuos en al-gún rasgo determinado a través de dos omás situaciones. Dado que los individuosde la muestra ordenan las conductas en laescala de forma diferente unos de otros—como lo hicieron el primer y el segundoautor con la «cordialidad»—, sus ordena-ciones relativas variarán de una situacióna otra. La segunda autora puntuará enprimer lugar en cordialidad en la si-tuación de despacho; en cambio, el pri-mer autor puntuará primero en la si-tuación de una gran clase. Bajo tales cir-cunstancias los coeficientes de correlacióntransituacionales se acercarán a cero. Lascorrelaciones transituacionales serán altassólo si todos los individuos de la muestraordenan las conductas del mismo modo.

En suma, pues, el estudio típico de lainvestigación tradicional basada en el ras-go presentará consistencia transituacionalsólo si los individuos de la muestra coinci-den con las demandas previas del investi-gador de que las conductas y situacionesmuestreadas pertenezcan a una clase deequivalencia común, y sólo si los sujetosestán de acuerdo entre sí sobre cómo or-denar dichas conductas y situaciones. Asíqueda clara la falacia hacia la que GordonAllport llamó la atención. La tradicionaldeclaración de inconsistencia no es en mo-do alguno una inferencia sobre los indivi-duos, sino una afirmación sobre un desa-cuerdo entre un investigador y un grupo

de sujetos y/o un desacuerdo entre los in-dividuos del grupo. Esta falacia es conse-cuencia directa de los supuestos nomotéti-cos tradicionales sobre las diferencias in-dividuales. (Ver argumentos en esta líneaen Baldwin, 1946 y McClelland, 1951).

En contraposición a la investigaciónempírica, nuestras intuiciones operan consupuestos idiográficos más que nomotéti-cos. Cuando nos piden que caracterice-mos a un amigo, no apelamos a un con-junto de dimensiones fijadas a priori yaplicables a todos los individuos, sinoque, más bien, seleccionamos un pequeñosubconjunto de rasgos que nos parecepertinente y desechamos los otros 17.993términos de rasgos que existen en el léxi-co. Es más, intentamos componerdescripciones de rasgos que se ajusten a lapropia división que el individuo haga delas clases de equivalencia. Si Juan siemprehace sus tareas académicas temprano, esmeticuloso con su apariencia personal y essiempre puntual, es posible que lo descri-bamos como concienzudo o minucioso.Sin embargo, si está siempre pendiente deltrabajo escolar, pero es negligente en lasotras áreas mencionadas, podríamos muybien describirlo como un estudiante contotal dedicación, pero con poco tiempopara otras cosas. El punto central es queno es probable que lo caractericemos co-mo una persona inconsistentemente mi-nuciosa o concienzuda. Es decir, no im-ponemos un rasgo (p. ej., concienzudo) ydespués lo modificamos describiendo loscasos que no estén incluidos en esa clasede equivalencia, sino que intentamos enprimer lugar organizar sus conductas enconjuntos racionales y, sólo entonces, lasetiquetamos.

Además, somos de algún modo suscep-tibles al criterio del escalamiento. Descri-biremos a la segunda autora como mode-radamente cordial más que como incon-sistente porque conocemos la escala deGuttman subyacente a la que se ajusta suconducta. Pero cuando se trata del primer

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Estudios 63autor, cuya conducta no se ordena segúnla dimensión de «cordialidad», intenta-mos una repartición de sus conductas an-tes de aceptar un veredicto de inconsisten-cia. Así el primer autor es quizá un sujetomoderadamente distante que se ajustabien a su rol. Esto es, intentamos elaborarun nuevo conjunto de clases de equivalen-cia que «capten» mejor la personalidaddel individuo. Observemos también queeste proceso intuitivo pone fin automáti-camente al problema de la especificidadsituacional, incluyendo en una misma cla-se de equivalencia sólamente aquellasconductas y situaciones que se adaptan alindividuo, excluyendo a priori las conduc-tas y situaciones que no proceden. Ladescripción del rasgo queda así fracciona-da, expandida, contraída y modificadahasta que se logre una vía mejor, de ma-

yor generalidad y parsimonia. Sólamentecuando no conseguimos descubrir un con-junto de clases de equivalencia ordenadasracionalmente que se ajusten a la conduc-ta del individuo, emitimos finalmente unjuicio de «inconsistencia». Esta es la esen-cia del enfoque idiográfico en Personali-dad.

No negamos las bien documentadastendencias e ilusiones que llenan nuestraintuición, ni afirmamos que los procedi-mientos idiográficos más formalizadosutilizados por los clínicos obtienen mejo-res resultados que los nomotéticos en tér-minos de utilidad predictiva; sabemos queno es así (Mischel, 1968). Pero, en térmi-nos de la lógica subyacente y de la ade-cuación a la realidad, creemos quenuestras intuiciones son correctas, y la in-vestigación, errónea.

LA EVALUACION IDIOGRAFICA YLA CIENCIA NOMOTETICA

Concluir que el enfoque idiográficorepresenta el camino correcto ha tenidotradicionalmente el problema de que nun-ca sabe uno qué hacer a continuación. Sise acepta que la meta de la Psicología es laelaboración de principios nomotéticos ge-nerales, el enfoque idiográfico parece unavía científica muerta, una capitulación alpunto de vista del hombre de la calle deque una ciencia de la Psicología es impo-sible porque «cada persona es diferente detodas las demás». Este pesimismo es elque parece responsable del hecho de queel respeto y la admiración hacia GordonAllport nunca se hayan traducido enprogramas de investigación basados en suconcepción de la personalidad (Sanford,1970). Curiosamente el conductismo harenunciado al estudio de las diferencias enpersonalidad probablemente por la mis-ma razón. Dado que el repertorio conduc-tual de un individuo refleja fielmente laidiosincrasia de su propia historia de re-

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fuerzos, no parece empresa prometedorael buscar alguna base nomotética racionalde la organización de la personalidad. Co-mo Mischel señaló (Mischel, 1968) —aun-que no de forma pesimista— el enfoquede la teoría de la conducta social no

etiqueta al individuo con rasgos gene-rales y estereotipos... La evaluciónconductual implica una exploraciónde los aspectos particulares o idiográ-ficos del caso único, quizás en mayormedida que cualquier otro enfoque.La teoría de la conducta social reco-noce la individualidad de cada perso-na y de cada situación única (p. 190).

Pero este impasse no constituye una di-ficultad insuperable. El uso de procedi-mientos idiográficos de evaluación no pa-reció impedir que Freud formulase princi-pios nomotéticos de organización de lapersonalidad. De modo similar, aunquemás modestamente, Mischel (1973b) pro-

64 Estudiospuso recientemente un conjunto de princi-pios nomotéticos dentro del marco de lossupuestos idiograficos de la teoría de laconducta social. Un tercer ejemplo lo en-contramos en la psicología de los cons-tructos personales de George Kelly (1955)y su instrumento de evaluación idiográfi-ca, el Test de Repertorio de Roles. Dehecho, el enfoque de Kelly es el que mejorejemplifica la idea que subyace a los argu-mentos expuestos. Kelly permite al indivi-duo generar sus propios rasgos («cons-tructos») para caracterizarse a sí mismo ya su entorno social, y determinar qué con-ductas y situaciones van a incluir dichosrasgos, es decir, determinar lo que Kellydenominó el «rango de conveniencia» delconstructo para el individuo. Obsérveseque este enfoque podría revelar, porejemplo, que un individuo que se ve a símismo como extremadamente concienzu-do podría no considerar su actitud haciala higiene personal como pertinente a eserasgo. El hecho de que, para el investiga-dor, el concepto «minuciosidad» puedaincluir la higiene personal, no es relevanteaquí.

El aspecto fundamental en todo esto es,simplemente, que no existe un conflictoinherente entre un enfoque idiográfico dela evaluación y una ciencia nomotética dela personalidad, tanto si se opta por unaorientación psicoanalítica, como si seadopta el punto de vista del aprendizajesocial, o una sistematización de la teoríadel rasgo del hombre de la calle.

Es evidente, sin embargo, que la eva-luación idiográfica sólo permite predecirciertas conductas en ciertas situaciones ypara ciertas personas, pero eso es todo.En consecuencia, aparece un conflicto siel investigador se niega a renunciar a lafacultad de decidir qué conductas de quépersonas y en qué situaciones se van a es-tudiar; la lógica de la evaluación idiográ-fica requiere que se ceda esta facultad alpropio individuo, en tanto que el objetivo

del investigador puede requerir que estasdecisiones sean parámetros fijos.

Consideremos por ejemplo al investiga-dor que pretende estudiar la necesidad delogro en un grupo concreto de una pobla-ción concreta. No importa cuán persuasi-vos puedan resultarle nuestros argumen-tos sobre las ventajas de la evaluaciónidiográfica, simplemente no está interesa-do en estudiar un conjunto diferente devariables de personalidad en cada indivi-duo. Por otro lado, nuestros argumentosimplican que la necesidad de logro puedeser un rasgo que no caracterice a muchosde los individuos de la muestra. Como se-ñalan sus bajos coeficientes de validez,dichos individuos aportarán sólamente«ruido» a la investigación. El dilema esreal. Si nuestros argumentos son sensatos,sencillamente no podemos hacer nada me-jor que predecir a algunas personas en al-gunas ocasiones. Es un hecho idiográficode la vida.

Nuestro consejo a dicho investigador esel siguiente: que encuentre a tales perso-nas, que separe a los individuos que sonconsistentes en un rasgo a través de distin-tas situaciones y que elimine al resto por-que, por definición, sólo la conducta delos individuos consistentes puede ser sig-nificativamente caracterizada por el cons-tructo del investigador; sólamente lasconductas de estos individuos podránser incluidas en la clase de equivalen-cia que se esté investigando. Quizás unametáfora estadística puede hacer queesta propuesta parezca menos ilógica:A no ser que la varianza de un indivi-duo en un rasgo concreto sea pequeña,no tiene sentido atribuirle significaciónpsicológica a la media que obtenga en di-cha dimensión.

Nosotros mantenemos que esta inclina-ción simbólica hacia una evaluaciónidiográfica también tiene sus recompen-sas. En primer lugar, se puede obtener unvalioso conocimiento sobre el rasgo mis-mo: podría ser útil (a la vez que modesto)

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Estudios 65descubrir por qué y cómo muchos indivi-duos no responden a la división del mun-do que hace el investigador en base a laclase de equivalencia que haya elegido ensu investigación. Pero aún más, creemos

que las recompensas por este pequeñocompromiso idiográfico pueden traducir-se en algo muy estimado por nosotros:¡mayores coeficientes de correlación! Lasiguiente demostración ilustra este punto.

EVALUACION A PRIORI DE LACONSISTENCIA TRANSITUACIONAL

Nuestro propósito en el presente estu-dio fue probar si es posible, sobre la basedel autoinforme, dividir a los individuosen aquellos que son consistentes transi-tuacionalmente en un rasgo concreto y losque no lo son. Nuestra hipótesis es muyclara: los individuos que se identifican a símismos como consistentes en un rasgo da-do serán de hecho más consistentes transi-tuacionalmente que los que se definen co-mo altamente variables. En términos dePoblación, los coeficientes de correlacióntransituacionales del grupo de baja va-riabilidad en el autoinforme serán signifi-cativamente mayores que los coeficientesdel grupo de alta variabilidad. Para aña-dir mayor seguridad al estudio, probamosdos veces esta hipótesis en la mismapoblación de sujetos, utilizando dos ras-gos de personalidad ortogonales: cordiali-dad y minuciosidad.

MétodoComo parte de un cuestionario denomi-

nado Cross-Situation Behavior Survey(CSBS), se pidió a todos los estudiantesdel curso introductorio de Psicología deStanford que se evaluaran a sí mismos envarios rasgos dimensionales, incluyendocordialidad y minuciosidad. En cada di-mensión se pedía al sujeto que estimara sunivel general y su variabilidad. Porejemplo, en la dimensión de cordialidad,se preguntaba: «En general, ¿cuán cordialy abierto es Vd.?» y ¿Cuánto varía Vd. deuna situación a otra en relación a lo cor-dial y abierto que es Vd.?» Se hacían pre-guntas Paralelas acerca de minuciosidad y

Ertudios de Psicología e.° 3 - 1980

otros rasgos. Las respuestas sé obteníanen una escala de siete puntos, que iba des-de «en absoluto» hasta «extremadamen-te». Nótese que estas preguntas permitenal individuo emplear su propio conceptodel rasgo, estimar todas las situacionesque encuentra relevantes e ignorar lasirrelevantes. Por lo tanto, estas autoeva-luaciones globales tendrán éxito a la horade predecir la conducta sólamente en elcaso de que la definición que hace el indi-viduo de un rasgo dimensional coincidacon la definición que necesariamente im-ponemos con nuestra selección de si-tuaciones.

Utilizando la misma escala de respuestade siete puntos, obtuvimos también lasautoevaluaciones de cada individuo enítems específicos conducta-situación paracada rasgo. Por ejemplo, el CSBS incluíauna escala de 24 ítems que evaluaba el ras-go de cordialidad en situaciones específi-cas (p. ej., «Cuando está Vd. en unosgrandes almacenes, ¿qué probabilidadhay de que Vd. entable conversación conun dependiente?») y una escala de minu-ciosidad de 23 ítems (p. ej., «¿Con quécuidado repasa Vd. sus trabajos de claseantes de entregarlos?»).

Así, si puede considerarse que las eva-luaciones globales reflejan las propias de-finiciones que los individuos hacen delrasgo, puede entenderse que estas escalasdel CSBS reflejan la concepción que tieneel investigador acerca de 'estas dimen-siones. La fiabilidad (coeficiente alfa) delas dos escalas fue de .91 y de .84 paracordialidad y minuciosidad respectiva-

66 Estudiosmente, siendo la correlación entre ambasde +.13.

Evaluación transituacional. De entrelos estudiantes del curio introductorio dePsicología, elegimos como sujetos a 32varones y 32 mujeres. Además de la se-sión inicial de prueba, en la que participa-ron todos los estudiantes del curso, obser-vamos a los sujetos en tres ocasiones dife-rentes; además, nos dieron permiso paraobtener las evaluaciones que sobre elloshacían sus padres, y otra evaluación desus compañeros, casi siempre de un com-pañero de habitación. De estas sesiones,se extrajeron las siguientes seis variablesde cordialidad y siete de minuciosidad.

Cordialidad: (1) Autoinforme; (2) In-forme de la Madre; (3) Informe delPadre; (4) Informe del Compañero: Cadauno de estos cuatro jueces nos propor-cionó una evaluación independiente de lacordialidad del individuo, estimada a par-tir del ítem global de cordialidad y de laescala de 24 ítems de cordialidad del CS-BS. Para cada juicio, se combinaron estasdos medidas en una sola puntuación. (5)Discusión de Grupo: Se observó a cadaindividuo durante su participación en unadiscusión de grupo con otros tres sujetosdel mismo sexo. La medida de cordialidadde cada individuo dentro del grupo se ob-tuvo a partir de la frecuencia y duraciónde sus verbalizaciones y de la discusión yevaluación posteriores del grupo sobre lacordialidad del individuo en cuestión. (6)Cordialidad Espontánea: Se observó a ca-da individuo mientras se hallaba esperan-do en una sala en la que también se en-contraba un compinche experimental; lamedida de la cordialidad espontánea seobtuvo a partir de la «latencia» del sujetopara iniciar una conversación.

Minuciosidad: (1) Autoinforme; (2) In-forme de la Madre; (3) Informe delPadre; (4) Informe del Compañero: Co-mo ocurría en cordialidad, cada uno deestos cuatro jueces proporcionó una eva-

luación independiente de la minuciosidaddel individuo, estimada a partir del ítemglobal de minuciosidad y de la escala de23 ítems de minuciosidad del CSBS. (5)Evaluación de las Devoluciones: Duranteel trimestre, cada individuo recibió porcorreo cuatro formularios que formabanparte de una evaluación de la marcha delcurso. Cada cuestionario pedía que eva-luara uno de los temas del programa y quelo devolviera de forma anónima antes deltrimestre siguiente. (Los cuestionarios denuestros sujetos estaban codificados nu-méricamente). Las medidas de puntuali-dad a la hora de devolver cada uno de loscuatro cuestionarios se registraron en uníndice. (6) Lecturas de Curso: Cada unode los formularios descritos anteriormen-te pedía al individuo que evaluara las lec-turas de curso que hubiese podidocompletar hasta la fecha, proporcionán-donos cuatro informes distintos de su mi-nuciosidad en el trabajo escolar. (7) Lim-pieza: Tres jueces distintos evaluaron lalimpieza y pulcritud del pelo y la ropa decada sujeto en dos ocasiones diferentes,así como también se evaluaron sus habita-ciones en nueve aspectos de limpieza du-rante una visita sorpresa que tuvo lugaren la última semana del trimestre. Todasestas observaciones se registraron en unaescala de limpieza general.

Por último, debemos advertir que losobservadores y los ayudantes experimen-tales desconocían las puntuaciones de lossujetos en los diversos rasgos, y que nin-gún observador hizo más de una observa-ción del mismo individuo en cada rasgo.

Resultados

El primer paso en el análisis de los re-sultados fue clasificar a priori a cada indi-viduo como de baja o alta variabilidad,pero sin confundir este juicio con su posi-ción real en el continuo del rasgo. De estemodo, para cada rasgo, un sujeto era cla-sificado en primer lugar en uno de los

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Estudios 67siete subgrupos en base a su respuesta a lapregunta «En general, ¿cuán cordial yabierto (minucioso) es Vd.?» A conti-nuación, según su respuesta a la pregunta«¿Cuánto varía Vd. de una situación aotra en relación a lo cordial y abierto (mi-nucioso) que es Vd.?», se designaba al in-dividuo como sujeto de baja o alta va-riabilidad, respectivamente, dependiendode si estaba por debajo o por encima de lamediana de los sujetos del mismo sexo si-tuados en el mismo punto del continuodel rasgo. Así la baja y alta variabilidadfueron redefinidas en cada uno de lossiete puntos de la escala global del rasgocon el fin de eliminar cualquier relaciónentre la variabilidad que un individuo seatribuye en el autoinforme, y la posiciónque se atribuye en el continuo del rasgo.

Para evaluar la consistencia transi-tuacional de cada individuo en cada ras-go, corívertimos cada una de las 13 va-riables en puntuaciones T con una mediade 50 y una desviación típica de 10 paralos 64 sujetos. A continuación, calcula-mos la desviación típica de cada sujeto en

las seis variables de cordialidad y en lassiete de minuciosidad. Estas dos des-viaciones típicas reflejan la variabilidadtransituacional de los individuos en cor-dialidad y en minuciosidad respectiva-mente; cuanto mayor es la desviacióntípica, más varía el individuo de una si-tuación a otra.

Cordialidad. Con respecto a la dimen-sión de cordialidad, nuestra hipótesis seconfirmó. Los individuos que indicaronque no variaban mucho de una situación aotra mostraron de hecho una variabilidadsignificativamente menor entre si-tuaciones que aquellos que dijeron quevariaban más (6.42 versus 7.90; t = 2.34,p. < .02, prueba de una cola). Es más, lacordialidad autoestimada de un individuoera independiente de su variabilidad tran-situacional; en concreto, los individuosdel tercio inferior, medio y superior de ladistribución en la escala de cordialidadautoestimada no se diferenciaron entre síen su variabilidad transituacional, F (2,61) = 1.10, ns.

TABLA I

Correlacciones entre las seis variables de cordialidad para los sujetos de baja y alta variabilidad.

kg§

MImr- del padre

Ido/medel

compañero

Mamende pm

Dzecialdede:pendan

Todas ha»dables

1. Autoinforme

Ad>,Z Informe de

la madre

3. Informedel padre

.48.24

4. Informe decompañero

2 ..FI5. Discusión

de grupo AF11".6. Cordialidad

espontánea

.61as

.44»Arda>Ab.

Correlacionesmedias

.57.39

.59.

.60.16

.54.37

.52.37

:59.01

.57.27

Estudios de Psicología n. '3-1980

68 EstudiosLa Tabla 1 muestra cómo la consisten-

cia transituacional diferencial de los indi-viduos de baja y alta variabilidad se tra-duce en predictibilidad transituacional entérminos de correlaciones. Las correla-ciones entre las seis variables para los 32sujetos de baja variabilidad se muestranpor encima de las diagonales; las correla-ciones de los 32 sujetos de alta variabili-dad, por debajo de las diagonales. La filainferior de la Tabla resume la matriz,mostrando la correlación media entre lavariable expresada en cada columna y lascinco variables restantes para los dos gru-pos por separado.'

Como muestra la Tabla 1,. 13 de las 15correlaciones son mayores para los suje-tos de baja variabilidad; seis de éstas sonsignificativas (p < .05, prueba de una co-la). La correlación media entre todas lasvariables es de + .57 para el grupo de bajavariabilidad y de + .27 para el de alta va-riabilidad. Observemos que el efecto pro-nosticado es bastante general a través dediferentes pares de situaciones. Porejemplo, el Informe de la Madre y el delPadre, dos medidas que podríamos supo-ner como muy similares y «contamina-das» una por otra, muestran una correla-

ción de + .75 en el grupo de baja variabi-lidad y sólo de + .28 en el de alta variabili-dad (p <.005, prueba de una cola); demodo similar, la Discusión de Grupo y laCordialidad Espontánea, dos observa-ciones conductuales metodológicamenteindependientes, muestran una correlaciónde + .73 para el grupo de baja variabili-dad, pero sólo de + .30 para el de alta va-riabilidad (p < .009, prueba de una cola).No sólo se han confirmado nuestras ex-pectativas, sino que parece haberse supe-rado la mágica barrera de + .30.

Debe observarse que la «variable mo-duladora» en este análisis, variable quedivide a la población en grupos diferen-cialmente predictibles, es la respuesta delindividuo a la pregunta «¿Cuánto varíaVd. de una situación a otra en relación alo cordial y abierto que es Vd.?» Para versi esta cuestión podría aumentar la utili-dad de un cuestionario standard de perso-nalidad, calculamos las correlacionesentre las seis variables de cordialidad y laescala de extraversión-introversión del In-ventario de Personalidad de Eysenck (Ey-senck y Eysenck, 1968), que habíamosaplicado a todos los sujetos en la sesióninicial.

TABLA II

Correlaciones entre la escala de extraversión-introversión de Eysenck y seis variables de cordialidad en función dela variabilidad autoestimada.

Extraversión versus:

Vardadaubsesbineds

Baja Afta

Autoinforme .77 .65Informe de la madre 54 .37Informe del padre 26 .24Informe del compañero .71 .41Discusión de grupo 34 .18Cordialidad espontánea 25 -.12Correlación mediad .51 .31Correlación media (omitiendo el autoinforme)d .44 .22

a) t - 3.96, p .01, prueba de una colab) t - 3.22, P 0.025, prueba de una cola

Ertudios de Psicología n. '3-1980

Estudios 69Utilizando el mismo criterio para los

grupos de baja y alta variabilidad, laTabla 2 muestra las correlaciones paraambos grupos por separado. Vemos quela escala de extraversión-intioversión delInventario de. Personalidad de Eysencktiene una utilidad predictiva mayor paralos sujetos que se estimaron como de bajavariabilidad (t = 3.96, p< .01). El efectocontinúa siendo significativo inclusocuando se elimina del análisis la variablede Autoinforme, metodológicamente si-milar (t = 3.22, p.< .025).

Minuciosidad. Como vimos anterior-mente, los ítems del autoinforme globalutilizados para clasificar a nuestros suje-tos permiten al individuo emplear su pro-pia definición del rasgo para estimaraquellas conductas que encuentra perti-nentes e ignorar todas las demás. Comoseñalamos, parece probable que se alcan-cen los resultados que predijimos sóla-mente si las definiciones del rasgo que ha-gan los sujetos coinciden con la nuestrapropia. Para el rasgo de cordialidad seconsiguió una similaridad aceptable en lasdefiniciones. Por ejemplo, la correlaciónentre el informe global de cordialidad delindividuo y su puntuación media en losítems de cordialidad del CSBS fue de+ .84. Sin embargo, la misma correlaciónpara el rasgo de minuciosidad fue signifi-cativamente menor, r = .62; Diferenciaen Z = 2.74, p < .006, prueba de dos co-las, lo cual implica que es más probableque el término «minuciosidad» haga refe-rencia a diferentes clases de equivalenciade conductas para distintos individuosque el término «cordialidad». Comocabía esperar, pues, no pudimos replicarlos resultados obtenidos en cordialidadpara el 'rasgo de minuciosidad cuando em-pleamos los autoinformes globales de lossujetos como variables de clasificación.

De acuerdo con esto, volvimos anuestra definición de minuciosidad comobase para clasificar a los sujetos y desig-nar a cada individuo de baja o alta va-

riabilidad en función de su varianza en laescala de minuciosidad del CSBS. Enconcreto, calculamos la varianza de cadaindividuo en los 23 Items de minuciosidady la dividimos por su varianza en los 86ítems del cuestionario. Este índice de va-fianza no sólo corrige la tendencia del in-dividuo a responder consistente o incon-sistentemente a los ítems del CSBS inde-pendientemente de su contenido, sino quetiene una interpretación más conceptual.Refleja la medida en que un individuo«extrae» los ítems concretos de la escaladel rasgo del total de ítems y los «agrupa»en una clase de equivalencia. Desde elpunto de vista estadístico, esta varianza«ipsativa» es una razón de F invertida querepresenta la razón de dos varianzas, lacual toma el valor de cero cuando el indi-viduo responde del mismo modo a todoslos ítems que componen la escala del ras-go, y el valor de uno si el sujeto no «agru-pa» los ítems de la escala. 4

Primeramente se agrupaba a los sujetospor parejas en base a sus puntuaciones deminuciosidad en el CSBS; a continuación,se clasificaba a cada individuo en el grupode baja o alta variabilidad respectivamen-te, dependiendo de si su varianza «ipsati-va» era menor o mayor que la de su pare-ja. De nuevo, esto nos sirve para diferen-ciar entre la variabilidad del individuo ysu posición en el continuo del rasgo. Co-mo antes, la variabilidad transituacionaldel individuo se calcula a partir de su des-viación típica en varias situaciones.

Utilizando este método de clasifica-ción, los datos confirman nuestra hipóte-sis, obteniendo los mismos resultados queen la dimensión de cordialidad. Así, lossujetos de baja variabilidad fueron signi-ficativamente menos variables a través dedistintas situaciones que los sujetos de al-ta variabilidad (7.46 versus 8.89, t =2.80, p<.005, prueba de una cola). Ynuevamente la posición de un individuo alo largo del rasgo no se debe a su variabili-dad transituacional; los individuos de los

Estudios de Psicología n.° 3-1980

70

Estudiosdistintos tercios de la distribución en la es-cala de minuciosidad del CSBS no difi-rieron unos de otros en su variabilidadtransituacional, F (2, 61) 1, ns. 5

La Tabla 3 muestra, en términos corre-lacionales, la consistencia transituacional

diferencial de los individuos de baja y altavariabilidad. Como antes, las correla-ciones de los 32 sujetos de baja variabili-dad se encuentran por encima de lasdiagonales, y las de los 32 sujetos de altavariabilidad, bajo las mismas.

TABLA III

CORRELACIONES ENTRE LAS SIETE VARIABLES DE MINUCIOSIDAD PARA LOS SWETOSDE BAJA Y ALTA VARIABILIDAD

Baja

Alta

Autoin.

tonna

Informe

delamadre

Informe

delpadre

Informepoi

convpanero

Evalua-dijo pe

las de-dm.

lecturas

de cur-so

UrnPieza ildas lasvariables

1. Autoinforme MI;FiFik

PAREIVAIrAFALE161191~.45•

2. Informe dela madre

3. Informedel padre

4. Informe delcompañero EttirsáLErtF21111»n

1116111".

ElliriEW

5. Evaluación delas devoluc.

1 Lecturasde curso

7. Limpieza

Correlacionesmedias

Correlaciones me-dias (excluyendo «limpieza»)

En la Tabla 3 se observa que 15 de las21 correlaciones son más altas para los su-jetos de baja variabilidad, siendo signifi-cativas 9 de las 15 (p< .05, prueba de unacola). Como revelan las filas resumen della Tabla, sólamente la variable Limpiezadeja de confirmar nuestras hipótesis, dan-do cuenta de todas menos dos de las va-riaciones de la matriz. La fila inferior dela Tabla muestra las correlaciones mediasobtenidas cuando se prescinde de esta va-riable.

Pero es precisamente la variable Lim-pieza la que ilustra el punto central de esteartículo. Como revela un estudio de lamatriz de correlaciones, somos sólamentelos investigadores quienes pensamos quela minuciosidad relativa a las actividadesacadémicas (Evaluación de las Devolu-ciones y Lecturas del Curso) y la limpiezapersonal deben pertenecer a una mismaclase de equivalencia común. Nuestros su-jetos no son de la misma opinión. Los su-jetos de baja variabilidad conciben ambas

Estudios de Psicología n.° 3-1980

Estudios • 71variables como ortogonales (—.01 y—.11), en tanto que los sujetos de alta va-riabilidad aparentemente tienen tiempopara hacer sus tareas escolares o paramantener las cosas limpias y ordenadas,pero no para ambas cosas al mismo tiem-po (r = —.61).

En este sentido, los juicios emitidos porlos propios sujetos, por sus padres y porsus compañeros también son interesantes.Un repaso de las correlaciones de lamatriz pone de manifiesto que los juecesde los sujetos de baja variabilidad parecenresponder del mismo modo a ambos tiposde minuciosidad, con cierta tendencia aprestar mayor atención a la minuciosidadreferente a las actividades académicas. Encambio, los jueces de los sujetos de altavariabilidad parecen ignorar la minuciosi-dad relacionada con las actividades aca-démicas y responder principalmente a lalimpieza personal, que está inversamenterelacionada. Esto último es lo que haceque la variable Limpieza no cumpla

nuestra hipótesis de que los sujetos de ba-ja variabilidad obtengan las mayorescorrelaciones.

La idea general es que necesitamosavanzar aún más hacia la evaluaciónidiográfica. En esta demostración hemosrenunciando al supuesto de que todos losrasgos son relevantes para todas las perso-nas, pero nos reservamos el derecho a de-terminar qué conductas y situacionesconstituirán el rasgo. Cuando un investi-gador está dispuesto a prescindir de estegrado de libertad, sus coeficientes de vali-dez le compensarán con un incremento ensu magnitud. Por ejemplo, en el presenteestudio, podríamos haber pedido a los su-jetos que evaluaran los distintos ítems delCSBS según su relevancia para diferentesrasgos. En este sentido, podríamos haberdescubierto a priori a los individuos queno comparten nuestra concepción perso-nal de que el sujeto minucioso realiza sustareas escolares y cuida su limpieza perso-nal.

LA UTILIDAD PREDICTIVA DE LOSRASGOS Y SITUACIONES

Hemos argumentado en este artículoque, en principio, no es posible hacer na-da mejor que predecir a algunas personasen algunas ocasiones. Podría pensarseque nuestros argumentos implican que uninvestigador debe abandonar a los indivi-duos altamente variables, dado que el ras-go que se esté investigando no tiene utili-dad predictiva para ellos. Pero esto nosiempre es cierto. Como argumentóMischel (1968, 1973b) muy tentadora-mente, variabilidad no es sinónimo de vo-lubilidad ni de impredictibilidad. Elhecho es que la variabilidad transi-tuacional de un individuo puede muy bienindicar una refinada «facilidad paradiscriminar» (Mischel, 1973b), la habili-dad para responder adecuadamente acambios sutiles en la situación. Aunque

Estudios de Psicología n. ° 3-1980

tales individuos no pueden predecirse apartir de un conocimiento de su posiciónen un rasgo de personalidad, quizá son losque mejor se pueden predecir a partir deun conocimiento de la situación. Resu-miendo, si se puede predecir a algunaspersonas en determinadas ocasiones apar-tir de rasgos de personalidad, se podrápredecir a algunas personas en ciertasocasiones a partir de variables situaciona-les.

Este punto queda muy bien ilustrado enun reciente trabajo de S. Bem (1974, enprensa) sobre roles sexuales. Mientras quela investigación previa en este área se haocupado de los tipos sexuales masculino yfemenino o, en ocasiones, de los inverti-dos sexuales, hombres afeminados y mu-jeres masculinas, S. Bem elaboró un cues-

72 Estudiostionario de roles sexuales que permitetambién identificar a los individuos«andróginos», sujetos que se atribuyen así mismos tanto características masculinascomo femeninas aproximadamente en lamisma proporción, sin tener en cuenta lasconnotaciones de su rol sexual. Así, en re-lación con cualquiera de los dos términos,masculinidad o feminidad, los individuosandróginos son los sujetos de «alta va-riabilidad»; ninguno de los dos rasgostiene utilidad predictiva para ellos. Segúnla hipótesis, Bem encuentra que las con-ductas de los individuos andróginos deambos sexos varían transituacionalmentede modo que son capaces de «hacer bien»tareas y conductas tanto masculinas comofemeninas, en tanto que los individuos se-xualmente definidos fracasan en aquellassituaciones que requieren conductas in-congruentes con sus roles sexuales auto-definidos. Por ejemplo, en un experimen-to de conformidad de Asch, los sujetosandróginos fueron los únicos que mostra-ron tanto la independencia «masculina»como el proteccionismo «femenino»cuando se les dio la oportunidad de jugarcon un gatito (S. Bem, en prensa). En re-sumen, existen ocasiones en que es posiblepredecir a algunas personas de alta va-riabilidad en algunos momentos.

A partir de esta discusión debe quedarclaro que la postura que hemos manteni-do en este artículo no puede considerarsecomo opuesta al debate entre quienes cre-en que la conducta es consistente a travésde las situaciones y aquellos que piensanque la conducta es específica en cada si-tuación. El paso hacia los supuestos idio-gráficos acerca de la naturaleza de lasdiferencias individuales elimina esta falsadicotomía y perinite creer en ambas pos-turas. Como señalamos anteriormente, ladivisión real en relación con la consisten-cia e inconsistencia se encuentra entre loscriterios nomotéticos e idiográficos.

Asimismo debe quedar claro que no es-tamos defendiendo una postura «anti-

Mischel». Tanto Mischel como nosotrosestamos de acuerdo en que los supuestosnomotéticos del enfoque tradicional ga-rantizan un techo de + .30 en los coefi-cientes de validez y, a partir de aquí, quelas teorías del rasgo, basadas en tales su-puestos, continuarán sin superar laprueba de la utilidad predictiva. Mischel ynosotros estamos de acuerdo en que sóla-mente un enfoque idiográfico puede supe-rar esta barrera predictiva. También esta-mos de acuerdo en que una clasificaciónde las situaciones debe ser parte integralde cualquier procedimientode evaluación;más aún, pensamos que tal clasificacióndebe hacerse en términos de la propia fe-nomenología del individuo, no de la delinvestigador (Mischel, 1973b), sugerenciadestinada a aumentar aún más la sensa-ción de «déjá vu» de los psicólogos de laépoca de Kurt Lewin (1935). Es cierto queMischel y nosotros hemos elegido len-guajes conceptuales distintos a través delos cuales expresar estas ideas y, comoconsecuencia de ello, surgirán probable-mente futuras divergencias; pero ambasformulaciones son mucho más semejantesen sus supuestos básicos de lo que podríasugerir su apariencia formal.

El fracaso de los procedimientos deevaluación tradicionales y la creencia deque la interacción persona-situaciónexplicará la mayor parte de la varianza deinterés psicológico de la conducta hanmovido a varios escritores recientes a en-fatizar el hecho de que la evaluación de lapersonalidad debe comenzar a prestar se-ria atención a las situaciones. Estamos deacuerdo. Pero nosotros hemos preferi-do hacer hincapié en la idea perfectamen-te simétrica, pero quizá más sutil, de quela evaluación de la personalidad tambiéndebe comenzar a prestar seria atención alas personas.

• Las separatas pueden pedirse aDaryl J. Bem, Departamento dePsicología, Universidad de Stanford,Stanford, California 94305.

Estudios de Psicología u.° 3-1980

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Notas1 Estamos en deuda con nuestro colega de Standord, Lee Ross, por atraer nuestra atención sobre este

punto.2 Estamos agradecidos a muchas personas por su ayuda en la realización de este estudio, en particular a

Fred Bart Astor, que actuó como supervisor general y ayudante de investigación, y a Margaret Bond, quetransformó meras observaciones en datos con sentido. Por sus diversas colaboraciones como observadoresentrenados, compinches experimentales y ayudantes de investigación en general, quedamos muy agradecidosa John Backes, Margaret Bond, Kathleen Chiappori, Tom Deremigio, Gowen Roper, Jeremy Rosenblum yAnn Scholey. En especial, queremos mostrar un gran agradecimiento a nuestros sujetos, que fueron auténti-cos compañeros en esta investigación. Como agradecimiento a su cooperación, procuramos mantenerles in-formados sobre el procedimiento y sus fundamentos tanto como el diseño lo permitía.

3 Todos los cálculos y análisis que incluyen coeficientes de correlación se han calculado también en pun-tuaciones típicas.

4 En 1961, Berdie utilizó una medida de varianza intraindividual como variable moduladora para prede-cir la aptitud matemática. (Ver también Campas, 1974, y Fiske y Rice, 1955).

5 Creemos que, como la minuciosidad, muchos rasgos no alcanzarían el grado de acuerdo en la defini-ción entre sujeto e investigador que mostraba el rasgo de cordialidad. Por ello creemos que el índice de va-rianza «ipsativa», más que la mera autoevaluación de la variabilidad, es el candidato más indicado a variablemoduladora en futuros trabajos. En más, el índice de varianza «ipsativa» se puede calcular para cualquierconjunto de (tenis de cualquier cuestionario que elija el investigador, incluso cuando el hombre de la calle noposea un término para designar la clase de equivalencia potencial así definida.

Estudios de Psicología n. 03-1980