clonación, por qué no- por qué sí

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* La inclusión en este escrito de la preocupación específica por el por qué sí en relación con la clonación reproductiva (el supuesto derecho a la libertad reproductiva, por ejemplo) está fundamentalmente inspirada en las observaciones —acerca de la relevancia en el debate moral sobre clonación de una justificación positiva— que Bruno Maltrás Barba hiciera a una versión anterior de este escrito. El desarrollo particular de la argumentación es solamente mío. ISEGORÍA/27 (2002) pp. 193-209 193 Clonación humana: las preguntas «por qué no» y «por qué sí» * CARMEN VELAYOS CASTELO Universidad de Salamanca RESUMEN. Por qué no clonarnos es una pregunta relevante para la ética actual. El por qué no de una técnica —o de deter- minadas aplicaciones de la misma— es la pregunta por los límites morales. O, de otro modo, es la pregunta por los daños objetivos que ésta supone, o supondría en una determinada aplicación. El marco de evaluación moral de una técnica tiene que ver, pues, con la desestimación pública y universal de posibles daños inherentes o sobrevenibles a su uso. Circunscritas las cuestiones normativas relevantes al ámbito de la justicia, no parecería relevante cla- rificar cuál sea el por qué —o el por qué — un individuo o un conjunto de ellos buscarían la aplicación o puesta en marcha de una técnica. Ésta es la pregunta por opciones vitales y modos de hacerse a sí mismos que ni tienen por qué resultar vin- culantes ni serían, en todo caso, caracte- rísticos del punto de vista moral. La sospecha de este artículo es la de que, sin embargo, el carácter especial de la innovación técnica contemporánea, de la que la clonación humana sería un caso paradigmático, estimula y convierte tam- bién en relevante la reflexión sobre el por qué sí, o en otras palabras, sobre el bien, dadas las implicaciones colectivas o glo- bales de las respuestas. ABSTRACT. Why not cloning us is a rele- vant question for contemporary ethics. The question why not, when it refers to a tech- nology (or to some of its applications), is the question for its moral limits. In other words, it is the question for the universal dangers that a technology entails or could entail in some of its applications. The sphe- re of the moral evaluation of a technology has to do with the public elimination of the possible harms that are inherent or supervenient to its utilisation. If we focus on the relevant normative questions of the justice sphere, it couldn’t be relevant to answer the question why, that it, why a per- son or a group of them would wish the technology was applied. The question why is related to vital options and ways of create ourselves that needn’t be binding on someone nor are characteristic of the moral point of view. However, the suspicion of this article is the following: the specific character of con- temporary technological innovation (of which cloning is a paradigmatic case) sti- mulates and makes relevant the debate about the good (given the collective or glo- bal implications of the answers).

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* La inclusión en este escrito de la preocupación específica por el por qué sí en relación con la clonaciónreproductiva (el supuesto derecho a la libertad reproductiva, por ejemplo) está fundamentalmente inspiradaen las observaciones —acerca de la relevancia en el debate moral sobre clonación de una justificación positiva—que Bruno Maltrás Barba hiciera a una versión anterior de este escrito. El desarrollo particular de la argumentaciónes solamente mío.

ISEGORÍA/27 (2002) pp. 193-209 193

Clonación humana:las preguntas «por qué no» y «por qué sí» *

CARMEN VELAYOS CASTELOUniversidad de Salamanca

RESUMEN. Por qué no clonarnos es unapregunta relevante para la ética actual. Elpor qué no de una técnica —o de deter-minadas aplicaciones de la misma— es lapregunta por los límites morales. O, deotro modo, es la pregunta por los dañosobjetivos que ésta supone, o supondría enuna determinada aplicación. El marco deevaluación moral de una técnica tiene quever, pues, con la desestimación pública yuniversal de posibles daños inherentes osobrevenibles a su uso. Circunscritas lascuestiones normativas relevantes al ámbitode la justicia, no parecería relevante cla-rificar cuál sea el por qué —o el por quésí— un individuo o un conjunto de ellosbuscarían la aplicación o puesta en marchade una técnica. Ésta es la pregunta poropciones vitales y modos de hacerse a símismos que ni tienen por qué resultar vin-culantes ni serían, en todo caso, caracte-rísticos del punto de vista moral.La sospecha de este artículo es la de que,sin embargo, el carácter especial de lainnovación técnica contemporánea, de laque la clonación humana sería un casoparadigmático, estimula y convierte tam-bién en relevante la reflexión sobre el porqué sí, o en otras palabras, sobre el bien,dadas las implicaciones colectivas o glo-bales de las respuestas.

ABSTRACT. Why not cloning us is a rele-vant question for contemporary ethics. Thequestion why not, when it refers to a tech-nology (or to some of its applications), isthe question for its moral limits. In otherwords, it is the question for the universaldangers that a technology entails or couldentail in some of its applications. The sphe-re of the moral evaluation of a technologyhas to do with the public elimination ofthe possible harms that are inherent orsupervenient to its utilisation. If we focuson the relevant normative questions of thejustice sphere, it couldn’t be relevant toanswer the question why, that it, why a per-son or a group of them would wish thetechnology was applied. The question whyis related to vital options and ways of createourselves that needn’t be binding onsomeone nor are characteristic of themoral point of view.However, the suspicion of this article isthe following: the specific character of con-temporary technological innovation (ofwhich cloning is a paradigmatic case) sti-mulates and makes relevant the debateabout the good (given the collective or glo-bal implications of the answers).

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I. RAZONES Y EMOCIONES

El 5 de julio de 1996 nacía el primer animalclónico conocido, la oveja Dolly. Era frutode la fusión de un óvulo enucleado conuna célula —el núcleo de una célula— dela glándula mamaria de una oveja de seisaños. La posibilidad de clonar seres huma-nos se hacía patente y, junto a ella, la sor-presa, la sospecha y, en la mayoría de loscasos, incluso el espanto. Varios años des-pués, la reacción general hacia la posibi-lidad de engendrar clones humanos estátodavía impregnada por el rechazo y la tur-bación. De hecho, este tipo de respuestasno parece haber variado mucho respectoal de muchos años antes, cuando no eraprevisible, ni siquiera, la posibilidad fácticade clonar, pero ésta constituía ya el objetode fantasías literarias de corte amenaza-dor. En casi todas ellas, aparecía el miedohacia la pérdida de la individualidad. Perotambién la advertencia acerca de la alie-nación del clonado, que no resulta unextraño por su constitución física o psi-cológica, sino por la intención de su crea-ción. Para dichas obras de ficción, el clones un constructo al servicio de los finesde su creador y, como tal, no merece elreconocimiento como ciudadano por partede los sujetos libres. Aparecen, entonces,los mundos felices y las utopías negativasplagadas de seres que nos intimidan.

La respuesta moral de la ciudadaníaante la posibilidad de clonar seres huma-nos suele coincidir con este imaginarioartístico cuando acentúa la pendiente res-baladiza que —desde la primera clonaciónde un ser humano— nos precipita inevi-tablemente hacia el horror. No son, portanto, mayoritarias las visiones de un mun-do en el que los clones pudieran mereceridénticos derechos que los seres humanosno creados artificialmente mediante clo-nación 1.

Es importante tener en cuenta las intui-ciones y las emociones morales de la genteporque, sin servir para legitimar una ética

normativa, son un buen punto de partidapara la misma. La técnica de la clonaciónpromueve la preocupación por asuntos quenos han inquietado a lo largo de nuestrahistoria, tales como la identidad, la escla-vitud, la manipulación o la monstruosidad.Pero que son especialmente vivenciados enforma de imágenes sobrecogedoras, demiedos y de preocupaciones perfectamen-te expresados por distintas formulacionesartísticas 2. En casi todas estas imágenes,el clon es una creación que predispone des-de el principio a su manipulación y a suinstrumentalización. O, dicho de otromodo, un objeto de dominio.

Tanto la reacción de la gente como lareflexión filosófica se están viendo, en par-te, influidas por dichas imágenes artísticasy por su capacidad retórica de despertaremociones. Curiosamente, dichas emocio-nes, a menudo poco explicitables concep-tualmente, impregnan muchos de los argu-mentos sobre clonación. El miedo es laemoción más recurrente.

Las emociones y la razón (los argumen-tos razonables) no son incompatibles enla reflexión moral. Sin embargo, no todaslas emociones cuentan igual la hora dereflexionar moralmente porque no todasellas son racionales y, en consecuencia, sus-ceptibles de explicitarse discursivamente.De hecho, los aviones no son malos e inse-guros porque alguien los tenga miedo.Tampoco las mujeres pelirrojas dan malasuerte a pesar de que, en el pasado y endeterminados contextos culturales, hubie-ra quienes sintieran un fuerte rechazohacia ellas. Sin embargo, la indignaciónante un incendio provocado o la compa-sión ante el sufrimiento de las personasy de los animales afectados parecen emo-ciones justificables desde un punto de vistaracional e, incluso, una fuente de moti-vación primigenia para la argumentaciónmoral.

La conclusión que podría derivarse detodo esto podría ser —con Olbeth Hans-berg— que tal vez fuera posible «que los

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seres humanos, si piensan bien y tienendeseos apropiados, podrán también teneremociones razonables, esto es, emocioneshacia los objetos adecuados, con la inten-sidad adecuada y en los momentos y lascircunstancias adecuadas» 3.

El caso del miedo —y, más en concreto,del miedo a las consecuencias de la clo-nación reproductiva—, es interesante por-que se trata de una emoción con claro con-tenido proposicional, el cual nos propor-ciona el objeto de la misma. De acuerdocon Hansberg, esto significa que, «a veces,cuando alguien tiene miedo a X, el noexpresarlo en forma proposicional puededeberse a que la persona misma no quieresaber o simplemente ignora cuál es elaspecto de X que le produce miedo. Otrasveces se trata simplemente de que el sujetoo el intérprete no han pensado o no quie-ren pensar suficientemente en el asuntocomo para identificar el contenido o loscontenidos proposicionales» 4.

La posibilidad de explicar —incluso dejuzgar— esta emoción atendiendo a lasrazones que tenemos para sentirla, pasaa constituir el objetivo indirecto de miensayo. Especialmente me interesa sopesarsi la reacción emocional que acompaña anuestra reacción cotidiana ante la clona-ción puede acompañarse de argumentossusceptibles de justificación o de rechazo.Creo que esto sólo es en parte posible yel resto del trabajo tratará de profundizaren el entramado de dichos argumentosmorales.

II. EL POR QUÉ NOINSTITUCIONAL

Posiblemente, la técnica de la clonacióncon fines reproductivos es un ejemplo deque la aseveración de Hans Jonas, entreotros muchos, acerca de la automaticidadde las aplicaciones tecnológicas 5, puede seraplicada también en este caso, aunque conmuchos matices. Recordemos que, para el

filósofo alemán, una de las característicasde la técnica moderna consiste, precisa-mente, en que, una vez conseguido el cono-cimiento técnico relevante, la aplicación seconvierte en automática. Eso es tambiénlo que muchas veces oímos en relación conla clonación: que, una vez conseguida enanimales, nadie va a poder parar el procesohacia la clonación en humanos. Y, dehecho, parece que es así. Durante un Con-greso sobre ingeniería genética celebradoen los Emiratos Árabes a principios deabril del presente año, el ginecólogo ita-liano Severino Antinori anunció que habíaclonado a un ser humano y que la madreportadora estaba embarazada ya de dosmeses. Posteriormente, ha ratificado dichainformación y ha hablado, incluso, de otrosdos embarazos y del próximo nacimientodel primer clon humano en algún lugarsecreto.

La clonación reproductiva cumple unode los requisitos que hace posible la ase-veración determinista de Jonas y de otros.En concreto, la aparición de la técnicadesencadenaría un suculento negocio.Antinori ha anunciado, por ejemplo, quecientos de personas (50 en Italia y 600 enEstados Unidos) han solicitado sus servi-cios 6. Su colaboradora, Brigitte Boisselier,y su movimiento raeliano ofrecen serviciosde clonación en su página web por treintay seis millones de pesetas 7. Si la clonaciónno despertara los ojos del mercado, comoha ocurrido con otras técnicas, la tesisdeterminista sobre el paso del «podemoshacerlo» al «hagámoslo» perdería validez.

Sea como fuere, en contra de la auto-maticidad podría proponerse la existenciade una evaluación moral y legal de la tec-nología que, si bien no puede impedir laactividad de grupos o de personas aislados,como Antinori, sí es capaz de dificultarla automaticidad de la aplicación institu-cional de la clonación humana. La inicia-tiva de clonar seres humanos con finesreproductivos es objeto de una condenamoral internacional, y también legal, casi

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unánime, llenando los noticiarios y la pren-sa de todo el mundo. La prohibición inter-nacional de la misma reposa, en principio,sobre razones prudenciales que, hoy porhoy, impiden cualquier intento de dar vidaa clones de nuestra especie. Y, con todo,esto no debe interpretarse siempre comola condena absoluta y unánime a la técnicaen sí (como mala en sí misma), sino comouna negativa a su uso actual en nuestraespecie que convive con otras negativasposibles, así, por ejemplo, la que se refierea su uso en cualquier especie animal o,en el caso de algunos autores, la queprohíbe cualquier uso, incluido el terapéu-tico, o, finalmente, la que prohíbe sólo suuso con fines reproductivos, pero no tera-péuticos.

En nuestro país, la técnica de clonacióncon fines reproductivos está prohibida porla Ley sobre Técnicas de ReproducciónAsistida y por el artículo 161 del CódigoPenal. En éste se especifica una pena deuno a cinco años para la creación de sereshumanos idénticos por clonación u otrosprocedimientos dirigidos a la selección dela especie. Parece que los dos bienes jurí-dicos protegidos por este artículo son: a) laindividualidad y b) la integridad genéticade la especie humana. La redacción de laley es ambigua y resulta confuso reunirambos delitos en uno, es decir, el de laselección de la raza, un bien colectivo queno tiene por qué quedar amenazado nece-sariamente, y el de la reproducción deseres idénticos, que es un bien de carácterindividual.

En este tema, como en otros muchosrelativos a la aplicación de nuevas tecno-logías, se hace también necesaria una nor-mativa internacional, ya que el problemaes global y también sus repercusiones. Laclonación es considerada como una prác-tica contraria a la dignidad humana porla Declaración Universal sobre GenomaHumano y Derechos Humanos (9 dediciembre de 1998) y por el Convenio sobrelos Derechos Humanos y la Biomedicina del

Consejo de Europa (Protocolo adicional)(12 de enero de 1998) que ya prevé san-ciones en caso de incumplimiento al habersido incorporado al Derecho interno devarios países, como España, con fuerzavinculante.

Otros pronunciamientos relevantes —ycontrarios a la clonación— son los de laOrganización Mundial de la Salud, laAsamblea Parlamentaria del Consejo deEuropa, el Parlamento Europeo, la Aso-ciación Médica Mundial, la Convención deNaciones Unidas sobre clonación o laComisión Nacional de ReproducciónHumana Asistida.

III. EL POR QUÉ NO ÉTICO

Lo propio de la mayoría de las líneas argu-mentativas sobre clonación, como sobreotros problemas morales contemporáneosdignos de evaluación desde la ética, es suenfatización del mal —o, mejor dicho, deldaño— sobre el bien 8. En definitiva, laética no debe preguntarse tanto si algo esbueno como si es dañino para alguien y,en cuanto tal, intolerable. Este presupues-to está generalmente aceptado en el tra-tamiento ético de casos prácticos y se resu-me en que la libertad individual sólo debe-ría ser limitada cuando suponga daños 9.

El término «malo» es más claramentenormativo que el término «bueno» si lo«malo» apunta a obligaciones y lo buenoa ideales no estrictamente obligatorios. Sepuede no hacer el mal y, con todo, no llegara hacer el bien. Por eso, la evitación de«lo malo» (regida por la pregunta ¿por quéno?) es acaso prioritaria, en cuanto obli-gatoria, a la consecución de lo bueno cuan-do esto se entiende como ideal o comometa (regida por la pregunta ¿por qué sí?).Nada más clarificador a este respecto queel Primum non nocere de los médicoshipocráticos 10.

En contra de la relevancia y explicita-ción argumentativa del por qué sí contamos

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con muy interesantes argumentos. Todosellos aluden, de un modo u otro, a la plu-ralidad de modos de hacer el bien, quepueden llegar a entenderse como incon-mensurables. En palabras de Jesús deGaray:

«Lo importante es examinar si hay algunarestricción, si hay algún coste, algún “no” impor-tante que deba tenerse en cuenta al emprenderla nueva acción. Los nuevos bienes que elempresario (valga el tecnólogo o el sujeto engeneral 11) puede proponerse son infinitos, yrara vez existen unos porqués rotundos que exi-gen buscar en el futuro unos bienes necesaria-mente en vez de otros. Por eso, la simple pre-gunta “¿por qué”, “¿por qué actuar así?”, noes una pregunta relevante para el empresarioque trata de innovar creando nuevos bienes. Encambio, con la pregunta “¿por qué no?” quedanabiertas innumerables posibilidades de acción,tan diversas como los bienes que se puedancrear. Cuantos más bienes se puedan crear,mejor: Ahí no existen limitaciones, ni tiene sen-tido siquiera preguntar. En cambio, es razonablepreguntar por los posibles costes de la creaciónde los nuevos bienes (...) Hay diversos cursosde acción que son buenos a la vez. General-mente no hay una única solución buena, fuerade la cual todas las demás serían malas por apar-tarse más o menos de esa única decisión correc-ta. (...) Son muchos los bienes por que se puedeoptar, diversos entre sí e incluso incompatiblesdentro de un mismo curso de acción, pero nopor ello contradictorios. Simplemente soninconmensurables, del mismo modo que lasdecisiones singulares que los han creado» 12.

Los límites a la decisión humana nodeben ser muy severos, hasta el punto derestringir demasiado las «innumerablesposibilidades» de elección o de acción. Esmás, en el seno de las sociedades modernasy abiertas, consideramos que los únicoslímites concebibles como tales son estric-tamente los que prohíben el daño al otro,nunca los que excluyen visiones concretasde hacer o de entender el bien que, ensí mismas, no comporten daños. De hecho,como recuerda Garay en clara actualiza-ción de Aristóteles, con la pregunta ¿por

qué no? dejamos la puerta abierta a dife-rentes cursos de acción buenos a la vez.Ahí —insiste— no hay límites. El únicolímite está en el mal o en el daño a losdemás.

A partir del rechazo al daño, algunosautores —como R. Dawkins— sostienenque la carga de la prueba recaería siempreen quienes se oponen a la clonación, quetendrían que probar que ésta es dañinao perjudicial para algún humano, ser sin-tiente o para la sociedad en general. Sutrabajo «¿Qué es lo que está mal en laclonación?» 13 defiende, precisamente, lasupuesta imposibilidad de probar que estatécnica implica algo malo para alguien.

Tal y como solicita Dawkins, la filosofíamoral contemporánea busca posiblesdaños morales derivados o derivables deesta técnica o de sus posibles aplicaciones.Existen diversos tipos de apelación moral.Pero, en definitiva, lo común de todos elloses que delinean daños o «males» a las per-sonas que habría que evitar.

En primer lugar, contamos con argu-mentos prudenciales. Éstos se centran enlos medios utilizados más que en el finen sí. De hecho, lo más propio de la pru-dencia es, en Aristóteles, la evaluaciónracional de los medios que se dirigen auna acción determinada. Desde este puntode vista, fines y medios no pueden eva-luarse separadamente. Y la técnica de laclonación no puede ser aprobada ni recha-zada sin tener en cuenta las repercusionesmorales del proceso.

También contamos con argumentoscentrados en la licitud de la técnica en símisma, de llegarse a poner en marcha congarantías. En este apartado, los argumen-tos evalúan el significado de la clonaciónen humanos: ¿qué significa estar clonado?;¿qué daños podrían generarse para el clono para la sociedad en general? Se ha seña-lado, por ejemplo, que la aplicación de latécnica podría conllevar la infracción dealgún principio o norma moral de carácter

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universal, así, por ejemplo, el respeto ala autonomía de los sujetos.

En tercer lugar, cabe citar los argumen-tos consecuencialistas, que se centran másbien en las posibles consecuencias —noestrictamente necesarias— que podríanderivarse de su puesta en marcha. No mereferiré en este apartado a los argumentospropios de filosofías consecuencialistascomo la utilitarista, que parten de una pre-via definición del bien o de lo bueno entérminos de bienestar, satisfacción de pre-ferencias etc. Por argumentos consecuen-cialistas voy a entender aquí los que apelana posibles riesgos o consecuencias nega-tivas de la clonación más que a la técnicaen sí misma. Según esto, puede que apelara este tipo de razones no requiera sostenernecesariamente la incorrección de la téc-nica o de alguno de sus usos. Basta conexplicitar la posibilidad de que se generenalgunas consecuencias perjudiciales odañinas para las personas.

Lógicamente, hay otras posibilidades ala hora de argumentar en contra de la clo-nación, pero las elegidas dibujan bien elpanorama actual de la argumentación altiempo que pueden servir como plataformade otras muchas propuestas más concretasy metaéticamente diversas.

IV. DEL POR QUÉ NOAL POR QUÉ SÍ

Estoy de acuerdo, en parte, con el métodode trabajo de Dawkins. Sin embargo, laaceptación de su punto de partida me sirvetambién para distanciarme de él en dosaspectos.

En primer lugar, porque, tal y como seviene defendiendo en el caso de otras tec-nologías moralmente debatidas, la cargade la prueba sobre los daños recae másbien en los impulsores de una tecnología 14,a quienes habría que exigir que demos-traran que ésta es absolutamente segura

para los sujetos afectados y para el medioambiente.

El Principio de Precaución no solicitaprobar a posteriori que una actividad pro-duce daños, sino que no los produce, inclu-so antes de ser aplicado o puesto en cir-culación. Así lo explicita, Tickner, entreotros:

«Un aspecto central de esta estructura es elpaso de la carga de la prueba al proponentede una actividad potencialmente peligrosa paraque aporte información sobre su inocuidad,necesidad de la actividad y disponibilidad dealternativas. Si existen indicios de daño (en con-traste con la certeza), deberá presumirse quela actividad es dañina, hasta que de maneraexcluyente se pruebe lo contrario» 15.

En segundo lugar, porque —dada lapeculiar naturaleza del debate sobre clo-nación— quizás no basta con argumentara partir del daño (el por qué no) y resultaconveniente tener también en cuenta lasrazones positivas a favor de la utilizaciónde esta técnica (el por qué sí).

A medida que una técnica se hace máscompleja e innovadora respecto a cual-quier otra conocida, es más difícil conocerexactamente el alcance de sus consecuen-cias: si lo que parece un daño de caráctermenor puede llegar a ser un gran daño,por poner un ejemplo. La oscuridad acercadel alcance espacial y temporal de sus con-secuencias, invita a tener más presenteslos posibles beneficios de la técnica.

Se podría objetar a este reparo que elprincipio de precaución, ya mencionado,nos invita a una responsabilidad sobredaños futuros contingentes y sobre los queexiste un alto nivel de incertidumbre.Según esto, prever los daños y evitarlosantes de que se produzcan sería suficiente,siendo, pues, innecesario apelar a las razo-nes particulares de los demandantes afavor de la utilización de la técnica.

Y es cierto. Pero el que, cada vez más,debamos contar con consecuencias, no sóloprobables, sino imprevisibles, es decir, con

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incertidumbres 16, complica la previsibili-dad del daño. Es entonces cuando surgeninterpretaciones más o menos radicales delprincipio de precaución. Las primeraspodrían caer en el inmovilismo ante cual-quier novedad. Las segundas podríanhacerlo en la imprudencia, si no se tomasuficientemente en cuenta el aspecto dela ignorancia sobre determinados efectossobrevenibles a la puesta en marcha deuna técnica. Actuar en circunstancias decierta incertidumbre, como puede queocurra con la clonación, exige mucha pru-dencia colectiva a la hora de asumir ries-gos. Y esto es más fácil cuando se tienenen cuenta, como contrapeso, los posiblesbeneficios de la técnica debatida.

Evidentemente, además, la gran mayo-ría de las tecnologías contemporáneassuponen riesgos y no sólo daños objetivos.Y puede ocurrir con algunos riesgos que,bajo ciertas circunstancias, el daño quesuponen podría evitarse o no darse. Enefecto, hay riesgos que pasan a ser dañossin que podamos hacer mucho. Por ejem-plo, existe un riesgo —aunque muy peque-ño— de tener un accidente de avión cuan-do se viaja en este medio. Hay otros casos,sin embargo, en los que los riesgos sípodrían evitarse, por ejemplo, con unalegislación adecuada que prohibiera cier-tos usos de la técnica. A veces se plantea,por ejemplo, que la clonación sólo desen-cadenaría ciertas consecuencias dañinas enel caso de que fuera una práctica muyextendida, pero no si su uso se restringiera.

Quizás, por ello, en la decisión de asu-mir riesgos deberían estar, de algún modo,presentes los potenciales beneficios, ya quelos riesgos no desaparecen del todo conlas prohibiciones de determinados usos.Obviamente, dichos riesgos evitables notendrían por qué servir para censurar lainvestigación o aplicación de una tecno-logía. También en el pasado se mencio-naron riesgos de este tipo ante la apariciónde algunas técnicas que son hoy cruciales.El tiempo nos ha mostrado que mereció

la pena tener en cuenta los beneficios delas mismas y caracterizar concretamentelos posibles costes derivados del incumpli-miento de ciertos límites, así como lamanera de evitarlos. Pienso, por ejemplo,en el temor a que las técnicas médicas detrasplante de órganos pudieran desembo-car en prácticas mafiosas de compra-ventade los mismos, sobre todo entre los indi-viduos más desfavorecidos. No obstante,contamos con formas eficaces de preveniry de perseguir tal riesgo (jamás de con-seguir un riesgo cero) que se han puestoen marcha una vez que el trasplante deórganos se ha propuesto como un beneficiouniversal y como una meta que merecíala pena perseguir a pesar de algunos desus riesgos.

Por último, muchas tecnologías supo-nen daños, pero quizás, de nuevo bajo cier-tas circunstancias, de carácter menor quelos beneficios. Por ejemplo, la ampliamayoría de las personas justifica hoy endía ciertos experimentos con animales quesuponen sufrimiento —o la muerte— paralos mismos, pero que parecen crucialespara la curación de graves enfermedadesen humanos. Desde una perspectiva moralcentrada únicamente en el daño y antro-pocéntrica, podría decirse que los expe-rimentos no suponen daño a ningún serhumano (como único beneficiario de con-sideración moral), o que no suponen dañomoral para los animales. No obstante, ala hora de justificar ciertos experimentos,ha sido predominante la opción de ponersobre la mesa el daño provocado a los ani-males junto al beneficio del experimentopara los humanos. Ronald Dworkin noabandona la esfera del bien cuando noshabla de posibles riesgos, pero también deposibles beneficios, de la clonación repro-ductiva en humanos 17. En concreto, serefiere a las objeciones más frecuentes enrelación a la clonación como una grave vio-lación de derechos humanos. Y, tras ana-lizar hasta qué punto las previsiones dedaños objetivos gozan —o no— de peso

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real, pone en la balanza los riesgos y losbeneficios de la técnica. Es entonces cuan-do han de salir a la luz, por ejemplo, losdeseos de las parejas estériles, u homo-sexuales, o que simplemente «desean tenerhijos mediante clonación porque piensanque es mejor que las alternativas dispo-nibles; o no cuentan con alternativas» 18.Y también emerge, como es lógico, el polé-mico derecho —que Dworkin defiende apies juntillas— a la libertad reproducti-va 19. Pero entonces no haría falta aban-donar estrictamente la esfera de la justicia,tratándose más bien de poner sobre lamesa distintos derechos.

La perspectiva de Dworkin es un ejem-plo ilustrativo de la conveniencia argumen-tativa de acompañar la argumentación cen-trada en daños, de la que hace emergertambién los beneficios parciales o globalesde la técnica debatida. En concreto, pro-pone un nuevo derecho como respuestamás rotunda al por qué sí clonarnos. Noes una respuesta obvia para cualquiera ynecesita ser avalada por una justificaciónmoral y jurídica. Pero no es éste el lugarde detenernos en ese derecho.

Como se habrá podido observar, misprecisiones anteriores no serían absoluta-mente determinantes cuando fuera posiblejustificar que una técnica conlleva dañosobjetivos en cuanto vulneraciones de prin-cipios o de derechos fundamentales. Dichode otro modo, cualquier opción vital o deacción que resultara universalmente dañi-na para alguien habría de ser rechazadaa pesar de sus beneficios. Y, del mismomodo, no sería estrictamente necesarioconocer el por qué de la utilización de unatécnica si ésta no produjese daños, o ries-gos importantes de daños.

Ahora bien, el hecho de que no fueraestrictamente necesario —a la hora delimitar o, incluso, prohibir legalmente suuso— no significa que no sea conveniente.Creo que las repercusiones de nuestras tec-nologías contemporáneas no se limitan alos sujetos privados o a las instituciones

que deciden ponerlas en marcha. Por eso,no cabe considerar que la decisión sobrelas mismas sea estrictamente privada. Lafilosofía normativa moderna puso en mar-cha cierta austeridad metafísica. Y, en con-secuencia, se alejó del propósito antiguode proveernos con una visión adecuada dela vida buena. Como un buen geómetrao un buen gramático moral, el ético moder-no tiene una visión muy concreta de laética, según la cual la pregunta por lo bue-no queda excluida desde el principio. Estapregunta queda relegada al ámbito de loprivado, donde ejerce su importancia, perosólo ahí.

Para el pensamiento moderno conven-cional, las lógicas del bien y de la justiciason diferentes. La justicia remite a la nor-matividad de las interacciones entre indi-viduos o doctrinas diversas. El bien remitea las opciones privadas, tamizadas por latolerancia. Bien y justicia están segregadosen la ética y en la política (salvo para opcio-nes críticas, como el comunitarismo). Setrata, pues, de establecer un discurso públi-co (el uso público de la razón) que puedaarticular una concepción pública de la jus-ticia para todos los ciudadanos, portadoresde diversas concepciones del bien.

La justicia remite a un bien universa-lizable, pero existe también un tipo de bienno generalizable, que prescinde de las nor-mas y que se centra más bien en los fines,los valores o las virtudes. Pese a no cons-tituir un bien universalizable, una deter-minada opción de vida, de acción o de pro-ducción, puede ser una opción con rele-vancia pública. Así puede que ocurra conla clonación. ¿Cómo va a ser privada unaconcepción de la vida con tantas implica-ciones para todos como la vida artificial?;¿queda el debate moral limitado a la cues-tión del daño objetivo que la creación declones acarrearía o también importa dis-cutir sobre las implicaciones de cada unade las opciones: mayor o menor calidadde vida de los afectados?

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Sobre la producción artificial de vidahumana, existen muy diversas concepcio-nes. O, de otro modo, existen diversas con-cepciones acerca de qué sea lo recto conrelación a la intervención tecnológicasobre la naturaleza humana. Éstas se hacenvaler en la actualidad a la hora de afrontarel debate moral sobre clonación. En unode los extremos, los tecnoentusiastasdefienden que la interferencia sobre lanaturaleza es buena y nos presentan unmundo hibridado como ideal. Los natu-ralistas, en el otro, sostienen que es nece-sario volver a formas de vida conforme ala naturaleza y miran nostálgicamente alpasado, a formas de vida tradicionales ya una pretendida Edad de Oro, de armoníacon las normas naturales 20. Ciertamente,el debate moral sobre clonación no puedepartir de la discusión sobre ideales o visio-nes de lo bueno, sino más bien del debatesobre lo malo, sobre lo que es dañino operjudicial. Las visiones de lo bueno pue-den ser, incluso, inconmensurables, com-patibles o no.

Pese a todo, que las visiones del bienno sean universalizables no debe significarque, por ello, carezcan de relevancia públi-ca, o de peso, en la teoría moral. Hay quedistinguir aquí, como hizo Seyla Benha-bib 21, entre lo público como universaliza-ble y lo público como sometido a debatepúblico. En este trabajo quiero proponerque, junto a la perspectiva centrada en eldaño, la ética de la clonación debe pro-poner otra perspectiva complementariacentrada en el bien. En definitiva, quisieraseñalar la relevancia de los debates o mani-festaciones públicas sobre lo bueno, queno se corresponden meramente con elámbito de lo privado.

De acuerdo con la ética moderna, espe-cialmente de corte deontológico, la clona-ción empezaría a ser una cuestión de bienpúblico, o de justicia, cuando pudiera serprobado que supone daños objetivos. Aho-ra bien, estar de acuerdo en lo que es undaño objetivo no es sencillo. Además, hay

daños de carácter menor que, sumados,podrían desencadenar un daño objetivo.O, en ocasiones, se da meramente un ries-go de daño, dadas ciertas circunstancias;o una incertidumbre; o una valoración con-vencional de lo que es un daño abiertaa la discrepancia.

En otro espacio —no lejano— está laesfera de la vida buena y del bien, tambiéndel colectivo. Es evidente que la creaciónde clones no afecta al marco limitado deun individuo, de su propia vida y de loque quiera hacer con ella. Su radio deacción afecta a otros. No estaría mal,entonces, saber algo más sobre cómo nosautoconcebimos a nosotros mismos y anuestras relaciones sociales; sacar a la luzpública la tematización de diferentesopciones de vida colectiva y de felicidad.En definitiva, no debe ser ajeno a la éticael planteamiento —verosímil, revisable ycontrastado con alternativas— de mundosy de formas de vida (las de todos nosotros)posibles.

V. DAÑOS Y BIENES

V.a. Medios y resultados. Prudencia

Quisiera empezar analizando las razonesmás obvias, esas que aún desaconsejan laaplicación de la clonación reproductiva enhumanos incluso a los más proclives a lamisma. Me refiero a las razones de corteprudencial.

Hasta ahora se han clonado animales,por ejemplo, ovejas, vacas, ratones, monosy gatos. Cada clonación exitosa ha reque-rido múltiples pruebas con grandes can-tidades de embriones clónicos. Harry D.Griffin, uno de los creadores de Dolly,advierte, por ejemplo, de que ésta requirióla utilización de 430 óvulos no fecundadosde ovejas donantes.

Además, los experimentos en ovejasprodujeron —hasta llegar a Dolly— variosfetos que murieron durante la gestación

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o tras el nacimiento y muchos de ellos pre-sentaron alteraciones durante el desarro-llo. En palabras de Ian Wilmut: «... no másde un 1 por 100 de los embriones lograronnacer. Y, en segundo lugar, muchos de losanimales clonados mueren cuando aúnestán en avanzado estado de gestación oal poco tiempo de nacer» 22. Dado el carác-ter técnico de la constatación de la ausen-cia de garantías de la clonación reproduc-tiva, sirvan de nuevo las palabras del exper-to para advertir sobre ella:

«Están intentando utilizar con seres humanosuna técnica que todavía no está lista, y si esose hace antes de dos años, el primer clon seráun niño con deformidades. Todos los científicosserios reconocen que por cada intento de clo-nación hay detrás miles de fallos, abortos y mal-formaciones genéticas. Simplemente, no esta-mos preparado» 23.

Entre los riesgos finales puede señalarseel riesgo de que el clon heredara las muta-ciones somáticas del donante, lo que puedellevar al envejecimiento prematuro o a unamayor incidencia de cáncer en edades pos-teriores de la vida. A pesar de que ciertosestudios con bovinos muestran que el feno-tipo de los clones es normal, y que su fer-tilidad y su comportamiento son normales,la longitud menor de los telómeros de algu-nos clones animales ha hecho también sos-pechar que podrían envejecer más rápi-damente 24.

V.b. Daños resultantes de una clonaciónen condiciones hipotéticas de seguridad

V.b.i. ¿A la naturaleza?

De acuerdo con los argumentos natura-listas en contra de la clonación, ésta hade prohibirse porque, en palabras de D. E.Zimmer, uno de los autores relevantes alrespecto: «para la naturaleza va en seriola prohibición de clonar». En otras pala-bras, la naturaleza tiene poder normativo;

es guía para la acción y debe ser imitada.Y la naturaleza no produce clones:

«Algunas veces se le escapa a la naturalezaun error en las primeras divisiones del huevofecundado: entonces se generan gemelos uni-vitelinos, genéticamente idénticos, es decir, clo-nes. Pero el que su frecuencia en contraste conla de los gemelos de dos huevos sea propor-cionalmente mínima (0,35 por 100), muestra quepara la naturaleza va en serio la prohibición declonar; no parece que pueda soportar más. Y,en consecuencia, si los hombres comenzaran aclonarse, irían en contra de uno de los principiosa los que deben su existencia. Por ello no debenpermitírselo» 25.

El argumento de Zimmer es suficien-temente serio como para ser tenido encuenta. Sólo que, quizás, es más conve-niente tenerlo en cuenta en otro apartado(ver punto V.c.i). No es la naturaleza laque prohíbe nada. Ésta no es un sujetomoral y no puede constituirse en la auto-ridad incontestable de nuestras decisiones.Somos nosotros los que fundamos lo moraly justificamos nuestras prohibiciones, aun-que, para ello, sea absolutamente relevantetener en cuenta los hechos de la natu-raleza.

V.b.ii. La pérdida de la identidad

Muchos de los argumentos esgrimidos encontra de la clonación se refieren a la pér-dida de identidad que supondría la crea-ción de seres idénticos para los sujetosafectados. No obstante, la fuerza total deesta línea de argumentación se rebaja ala vista de dos tipos de contra-argumentos,los biológicos y los ambientales.

Biológicamente cabe apuntar que la clo-nación no supone una identidad genéticaperfecta entre el organismo clonado y eldonante del genoma. La razón más obvia,y ya apuntada, es que la información uti-lizada es la contenida en el núcleo de lacélula, perdiéndose la información mito-

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condrial. Por su parte, el óvulo, que recibeel material genético del clonado, aportalas mitocondrias de su citoplasma, con unapequeña cantidad de ADN. Cabe contar,además, con la influencia de la madre por-tadora, las mutaciones o las diferentesconexiones neuronales del cerebro.

Además, la experiencia científica congemelos no avala la tesis de la identidadfísica ni psicológica. Los organismos huma-nos son el resultado de interacciones com-plejas entre su biología y el ambiente enque se desarrollan. La clonación reproduc-tiva no podría anular de raíz la posibilidadde ser uno mismo.

V.b.iii. Derecho a ser, pensary cuidar-se de uno mismo

Pese a que no exista una identidad perfectaentre el clon y el original, su gran seme-janza puede constituir un obstáculo parala creación autónoma de su personalidad.Uno de los argumentos establece que labiografía de un ser semejante a ti y queha existido antes que tú —con sus virtudesy méritos conocidos— puede coartar lalibertad del clonado a la hora de hacersea sí mismo. El clon tiene, pues, a quienparecerse. Y la vida —anterior en el tiem-po— de la persona clonada puede ejerceruna presión exagerada sobre el clon.

En este sentido, el autor Hans Jonashabla del derecho a la ignorancia y JoelFeinberg del derecho a un futuro abier-to 26. Por otra parte, y según J. Habermas,la diferencia entre un clon y cualquier otrapersona no es la dependencia de un pro-grama genético, sino «la dependencia dela fijación de este programa por otra per-sona» perpetuándose «de por vida un jui-cio que ha decretado sobre él otra personaantes de su nacimiento 27. Tampoco cabehablar de una diferencia en cuanto a lalibertad de comportamiento. Evidente-mente, el clon es libre para hacerse a símismo, pero «lo que para otros es un acon-

tecimiento contingente, el clon se lo puedeatribuir a otra persona». La sustancia here-ditaria —en palabras de Habermas— escon la clonación fijada intencionalmentepor una persona ajena al clon y, con ello,se traspasaría esa zona de no-disponibili-dad en la que sólo puede intervenir el pro-pio sujeto o la naturaleza:

«La biología no nos puede dispensar de con-sideraciones morales. Y la bioética no nos debe-ría llevar a extravíos biológicos (...) La preguntaes ¿qué debería cambiar para la autocompren-sión moral de una persona adulta, si no hubierasido generada naturalmente sino clonada? Evi-dentemente no cambia la dependencia de unprograma genético sino la dependencia de lafijación de ese programa por otra persona (...)En efecto, la fijación intencionada de la sustan-cia hereditaria significa que para el clon se per-petúa de por vida un juicio que ha decretado so-bre él otra persona antes de su nacimiento (...)

La persona clonada tendría sin duda comotodos los demás la libertad de comportarse conrespecto a sus capacidades y limitaciones (...)Lo que para otros es un acontecimiento con-tingente, el clon lo puede atribuir a otra persona.La imputabilidad de la intervención intencio-nada en una zona de no-disponibilidad cons-tituye la diferencia relevante moral y jurídi-camente» 28.

La argumentación que establece que lavida del clonado puede ejercer una presiónexagerada sobre el clon, hasta el punto decoartar su autonomía, parece estar presu-poniendo una identidad —o casi identi-dad— entre ambos. No hay prueba cien-tífica que lo avale. De no darse tal iden-tidad, tampoco podría hablarse con tantosentido de pérdida de autonomía. En cuan-to al razonamiento de Habermas, presu-pone una zona de no-disponibilidad. La jus-tificación de la misma podría hacersedepender de argumentos previos, como ladefensa de ciertos derechos, pero entoncespuede que fuera más oportuno hablar, sinmás, de esos derechos (a la autonomía,en concreto) y tratar de probar cómo pue-den ser vulnerados con la creación de clo-

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nes humanos. Presuponer una zona deno-disponibilidad apunta a que cualquierintervención en el genoma supone, dehecho, una infracción de derechos funda-mentales. Y si esto no pudiera ser probadoen todos los casos, la aseveración de queexiste dicha indisponibilidad perdería vali-dez, a menos que Habermas quiera daralgo por sentado.

Falta saber si, como asegura Habermas,un clon es, efectivamente, un esclavo enmanos de su creador porque éste hayadecidido tanto sobre él. En otro lugar 29,y frente a algunos autores, Habermas tratade probar que las decisiones que un padrepueda tomar sobre su hijo ya nacido, yque afecten al proyecto vital del mismo,no son semejantes a las que conducen ala producción de un clon. En suma, decidirsobre la educación de nuestros hijos lle-vándoles, por ejemplo, a un colegio o aotro o transmitiéndoles unos valores uotros nunca es, para Habermas, una nega-ción radical de su capacidad de ser ellosmismos. Otra cosa es elegir su genoma des-de el principio.

Quizás Habermas sigue concediendodemasiada importancia al genoma frentea la cultura. No obstante, el núcleo de suargumento sigue siendo recuperable desdeel momento en que la intervención sobreel genoma parece, en principio, más radi-cal, determinante e irreversible que lamayoría de las intervenciones sobre el suje-to ya nacido (máxime si la clonación sealía con la ingeniería genética, aunquevamos a dejar esto al margen por elmomento). Y tal posibilidad nos invita apensar seriamente en los límites de la inter-vención —en el genoma o en el proyectovital— de los padres sobre sus hijos. Otracosa es que el argumento habermasianosea capaz —por sí solo— de justificar eldaño objetivo, y, por tanto, de traducirseen una prohibición, de la clonación deseres humanos. Mientras tanto, su argu-mentación tiene la fuerza suficiente comopara que debamos debatir sobre la «bon-

dad» o «corrección» (el por qué sí) de laclonación reproductiva y sobre ésta encomparación con alternativas como laadopción, con menos costes y, quizás tam-bién, menos riesgos de coartar la autono-mía de los hijos desde el principio.

V.c. Daños en las consecuencias

En este apartado me voy a referir a ciertosriesgos e incertidumbres ligados a la posi-bilidad de clonar seres humanos.

V.c.i. Pérdida de diversidad

La clonación supone un retroceso haciaformas de vida inferiores en la escala bio-lógica, que se reproducen de maneraasexuada. La función de la reproducciónsexual es promover la recombinación gené-tica como fuente de variabilidad, que pro-picia la adaptación ante situaciones nuevasy facilita la evolución.

La diversidad interesa en cuanto esfuente de vida y su mantenimiento enlaza,pues, directamente con los derechos degeneraciones posteriores. Es aquí dondela pregunta por el por qué sí empieza aser también relevante. Ante el riesgo deamenazar la diversidad humana, junto alhecho efectivo de rebajarla con cada nuevaclonación, podría contraargumentarse quedicho riesgo se evitaría restringiendo suutilización en el caso de parejas estérilesque no pudieran tener descendencia deotra manera. De este modo, se evitaría eluso masivo de la técnica que pondría enpeligro la diversidad biológica humana.Mas no es posible asegurar que la restric-ción de uso se consiga siempre, dada laposibilidad de mover grandes cantidadesde dinero a espaldas de la ley. Además,cada clonación supone ya un daño —si bienen sí misma de carácter menor— a la diver-sidad humana. Puesto que es éste un posi-ble daño en el que están implicados todos

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los seres humanos, no estaría de más cono-cer el beneficio que supone la clonaciónpara sus demandantes o si hay alternativas.

V.c.ii. Esterilidad

Si la clonación llegara a suponer un méto-do de reproducción para parejas estérilesque no pueden reproducirse de otro modo,el problema se perpetuaría y la esterilidadse vería incrementada. Si éste es un riesgoque ha de ser tenido en cuenta es porquela esterilidad se transmitiría a las gene-raciones futuras. Esto ya ocurre, de algunamanera, con los hijos in vitro de parejascon problemas serios de fertilidad. Y noparece suficiente como para negarles elderecho a tener un hijo que —en estecaso— quizás herede los problemas de fer-tilidad de sus padres a cambio de nacer.Pero lo mismo ocurre con la transmisiónde enfermedades —no fatales— de padresa hijos. En suma, podemos reflexionarsobre la opción de traer al mundo a unniño sabiendo —desde antes de la «con-cepción»— que nacería con determinadosproblemas de salud hereditarios, o concapacidades mermadas o anuladas. Tam-bién podemos pensar en opciones alter-nativas y con menos riesgos, pero no pare-ce que el resultado de nuestra reflexiónpudiera hacerse valer como absolutamentevinculante para todos.

Por último, puede que, llevada al extre-mo, la clonación acabara con la reproduc-ción sexual. Pero, efectivamente, hay quedar por hecho que la clonación se exten-diera mucho, lo cual es sólo una posibi-lidad, y remota. Además, éste sería unode los riesgos que podrían ser, en parte,controlados mediante la regulación legal.

Como en otros casos, la asunción deriesgos no es un asunto meramente pri-vado, sino que posee implicaciones colec-tivas. De ahí su especial relevancia.

V.c.iii. Maternidad subrogada

Tanto en la experimentación previa a lacreación de un primer clon humano comoen la puesta en marcha de esta técnica unavez conseguida con garantías, se requeri-rían, en la mayoría de los casos, contratosde maternidad 30. Actualmente están pro-hibidos en Europa. Habría que justificar,entonces, que éstos no suponen daños, fun-damentalmente a la gestante. Uno de elloses la coacción de su voluntad, ya que podríapartir de una situación de desigualdadsocial frente a los futuros padres.

Si este tipo de contratación fuera des-penalizado, sería imprescindible, además,que quedara sometido a importantes con-troles para evitar consecuencias dañinasindeseadas (mercado negro, humillacio-nes, etc.).

No es fácil, sin embargo, llegar a unconsenso respecto a la cuestión básica: siéstos contratos suponen, o no, daños. Enesta situación es importante la precaución,sobre todo teniendo en cuenta la relevan-cia económica de este tipo de contratosy del nacimiento final del clon.

V.c.iv. Utilización comercial

Se ha hablado de un posible uso comercialy claramente aberrante de la clonación.Entre los usos mencionados está el del cloncomo almacén de órganos para el sujetoclonado o el del clon como supuesto reem-plazo de personas fallecidas o con especialtalento. Algunos de estos usos posibles des-cansan sobre presupuestos erróneos, talcomo la identidad entre el clon y el clo-nado. Pero no dudo que, al menos inicial-mente, existiera la tentación de re-producirsujetos. Y también de otras cosas.

Es importante sacar a la luz el interéseconómico de la clonación reproductivaincluso en los casos en que los potencialesbeneficiarios fueran parejas estériles, o dehomosexuales, que sólo pretendieran tener

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un hijo genéticamente suyo. Otra cosa esque dichos riesgos sirvieran para abortarla posibilidad de clonar humanos. Al prin-cipio, la clonación sería muy cara, y estofavorecería el fomento de desigualdades.Pero coincido con Dworkin cuando afirmaque la respuesta a esto no es la prohibiciónde la clonación (si ésta supusiera beneficiospara algunos), sino la progresiva redistri-bución y la justicia.

V.c.v. Riesgos de la eugenesia

La clonación no implica necesariamentea la eugenesia ni al revés. Pero es fácilpensar en la alianza eugenésica entre lastécnicas de la clonación y de la ingenieríagenética.

No sabemos cuántos rasgos de los des-cendientes —clones— podrán ser modifi-cados por los padres. Quizás no tantoscomo algunos piensan. Y, en todo caso,dichas modificaciones son sólo el punto departida de lo que los sujetos llegarán aser en interacción con otros y con su medioambiente.

No obstante, la alteración de caracte-rísticas genotípicas de las generacionesfuturas supone una de las incursiones másradicales en el espacio del otro y de losotros, quizás la más radical. Podría res-ponder a frustraciones personales que sedeseara erradicar a través de la vida delos descendientes o, quizás, a un orgulloegocentrista llamado a la réplica perfec-cionadora; o, por qué no, a las «mejores»intenciones de unos padres que desean quesu hijo sea más feliz y sano que ellos.

No sé, sin embargo, cómo podría evi-tarse la vulneración de la autonomía delos sujetos futuros o el incremento de lasdesigualdades y de la injusticia social. Lacuestión está abierta a importantes discre-pancias. Mientras el americano R. Dwor-kin no concede a la ingeniería genética máspoder que a otras intervenciones culturalessobre la mente del niño, por ejemplo 31,

el alemán J. Habermas se une a nuestrasmoratorias internacionales para diferen-ciar entre «terapia» (fácilmente aprobablepor el que va a nacer) y «mejora»; o entre«acción» y «producción». Además, nosrecuerda el riesgo «mercantil» de que «enlas sociedades liberales, fueran los mer-cados los que, regidos por el interés enlos beneficios y las preferencias de lademanda, pasaran la pelota de las deci-siones eugenésicas a la elección individualde los padres y, en general, a los deseosanárquicos de clientes y clientelismos» 32.En definitiva, se trataría de justificar quela ingeniería genética es segura y no con-lleva los daños que las intuiciones moralesde muchos ciudadanos vislumbran en elhorizonte. No creo que sea fácil.

VI. LA CLONACIÓN TERAPÉUTICA

La clonación terapéutica supone la rege-neración celular mediante las técnicas detransferencia nuclear. Esto permitiríagenerar células o tejidos de reemplazo. Elproceso sería el siguiente. Se extraería unacélula del paciente. Se transferiría sunúcleo a un óvulo enucleado. Se provo-caría la activación para que se fusionaranhasta llegar al blastocisto. Y, por último,cuando el embrión está en dicha fase, seextraerían de él las células madre que sedesarrollarían hasta crear el tejido quepodría reemplazar al enfermo. Así, quizás,podría llegar a encontrarse tratamientopara diversos males, como el infarto demiocardio (reestableciendo la zona daña-da), el Parkinson o la diabetes.

Las células madre son células indiferen-ciadas con una capacidad prolongada derenovación. Son capaces de dividirse y decrear células indiferenciadas con el poten-cial de formar tipos celulares diferencia-dos. Las células madre pueden ser embrio-narias, fetales y de adultos (vivos o en esta-do de muerte cerebral). Parece que las deorigen embrionario poseen una mayor

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capacidad de expansión y diferenciaciónque las de origen fetal o del adulto. Perola bibliografía es contradictoria y existentambién estudios que proponen una capa-cidad similar de las células madre embrio-narias y de las células madre procedentesdel cordón umbilical, de la placenta o dela médula ósea.

En nuestro país existe ya un ComitéAsesor de Ética que tendrá que analizar,entre otras cosas, la utilización, con finesterapéuticos, de células madre embriona-rias procedentes de embriones sobrantesde las técnicas de fecundación in vitro, perotambién la de células clonadas, lo que exigeya la creación de un embrión que luegoes destruido. Su composición multidisci-plinar (doce miembros) fue consensuadapor los Ministerios de Ciencia y de Sanidady supervisada por el de Presidencia, asícomo finalmente aprobada el 11 de abrildel presente año por el Patronato de laFundación Española para la Ciencia y laTecnología. Este Comité tendrá que ase-sorar al Gobierno español sobre la inves-tigación en clonación terapéutica, aseso-ramiento que tendrá relevancia a la horade buscar una posición de consenso en laUnión Europea.

Actualmente, algunos países, comoGran Bretaña, permiten la clonación tera-péutica bajo ciertas condiciones. La asi-metría entre unos países y otros en lo quese refiere a las posibilidades de investiga-ción, y los aparentes beneficios globalesde la utilización de células madre embrio-narias, y de la clonación terapéutica, haceque sea absolutamente necesario dejarmuy claro, como recuerda Pere Puigdo-menech «en nombre de qué principios sepuede retardar una investigación o excluirun tratamiento que puede solucionar ungrave problema de salud» 33. La contro-versia moral viene marcada fundamental-mente por el carácter del daño (destruc-ción) infringido a la vida embrionaria devarios días de edad (en el caso de la uti-lización de embriones sobrantes de las téc-

nicas de fecundación asistida) o, incluso,del daño infringido a una vida que fueraproducida a propósito para extraer célulasmadre con fines de investigación.

VII. BALANCE PROVISIONAL

A pesar del marcado rechazo moral —ypenalización legal— de la clonación repro-ductiva en humanos, la cuestión sobre laposibilidad de universalizar una posiciónmoral vinculante al respecto (una vez con-seguidas las debidas garantías de seguridaden el proceso) sigue abierta. La contro-versia tiene que ver con la posibilidad deuna justificación imparcial de daños obje-tivos (por qué no), y, en consecuencia, reco-nocibles por cualquiera. Pero incluso cuan-do no fuera posible probar con rotundidadque la clonación reproductiva —realizadacon garantías— acarrea daños objetivospara nadie, la influencia de esta técnicaen la vida y el bienestar de otros, juntoal carácter probabilístico de los riesgos(nunca en grado cero) o la presencia deincertidumbres, invita a reflexionar tam-bién sobre el por qué sí de la misma y atener en cuenta sus posibles beneficios.Además, seguiría pendiente la reflexión—personal y colectiva, aunque no vincu-lante— sobre la idoneidad moral de suaplicación en comparación con otras alter-nativas posibles.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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DWORKIN, R.: «Playing God: Genes, Clo-nes, and Luck», en Sovereign virtue,Cambridge, Harvard University Press,2000, pp. 427-452.

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tras vidas?, Buenos Aires, Biblos,Colección: Biblioteca de las Mujeres,1998.

VV. AA.: En las Fronteras de la Vida: Cien-cia y Ética de la Clonación. Actas dela Jornada organizada por la FundaciónCiencias de la Salud y celebrada el 16de enero de 1998, Madrid, Doce Calles,S. L., Colección: Debates de la Fun-dación de Ciencias de la Salud, Serie:Ética y Humanidades, 1998.

— Informe sobre Clonación. En las fron-teras de la vida, Comité de expertossobre bioética y Clonación, Instituto deBioética, Fundación de Ciencias de laSalud, Madrid, Doce Calles, S. L., 1999.

NOTAS

1 Muy contrariamente, y desde el lado de la ciencia,Lee M. Silver ha presentado una interesante utopíacargada de datos actuales provenientes de la inves-tigación biotecnológica y llevados a sus últimas con-secuencias. En ella, los clones, como resultado mixtode la técnica de la clonación y de la ingeniería genéticaeugenésica, constituirían en el futuro la clase génricade los humanos frente a la natural, en definitiva: «es-pecies completamente separadas sin capacidad de cru-zarse, y con el mismo interés romántico mutuo queun ser humano actual tendría por un chimpancé»(L. M. Silver, Vuelta al Edén, 1997, p. 327). Lo impor-tante de esta utopía negativa es que los clones cons-tituirían la clase de los poderosos frente a los no mani-pulados por la ingeniería genética, que serían los sereshumanos naturales, necesitados, pobres y, seguramen-te, más enfermos, del planeta.

2 Como ejemplo cinematográfico reciente puedeseñalarse, entre otros, la película «Star Wars. Episo-dio II. El ataque de los clones», de George Lucas.La imagen fotográfica cuenta, asimismo, con innume-rables manifestaciones acerca del tema. Baste men-cionar aquí las obras de los españoles Paloma Nava-res, «En un jardín artificial; Miguelines» (2000), y deJosé Luis Santalla, «ID‹ESP‹14301037-M» y«ID‹ESP‹89375638-X» (2001). Una de las muchas ins-talaciones dedicadas a la clonación es la del mexicanoCésar Martínez, «Clonación y viceversa» (2001).

3 Olbeth Hansberg, «Las emociones y la explicaciónde la acción», en Isegoría, núm. 25, 2001, pp. 5-17,en concreto, p. 17.

4 Ibid., pp. 11-12.

5 H. Jonas, «Por qué la técnica moderna es objetode la ética», en Técnica, medicina y ética, Barcelona,Paidós, 1997 [1985], p. 34.

6 Dato obtenido del trabajo «Clonación Salvaje»,en El País Semanal, núm. 1279, 1 de abril de 2001,p. 58.

7 Según informa ABC el 6 de abril de 2002, en p. 30.8 Ver la diferenciación entre mal y daño efectuada

por Carlos Thiebaut en La Tolerancia, Madrid, La Bal-sa de la Medusa, 1999.

9 Ver, por ejemplo, M. T. López de la Vieja, Prin-cipios morales y casos prácticos, Madrid, Tecnos, 2000,p. 30, quien, a su vez, menciona el tratamiento clásicode J. S. Mill en Sobre la libertad. O el ya citado LaTolerancia, de C. Thiebaut.

10 El rechazo al daño al que me estoy refiriendono es equivalente al que en la Bioética Clínica de DiegoGracia, y otros, se condensa en el principio de no-ma-leficencia (ver, por ejemplo: D. Gracia, Fundamentosde Bioética, Madrid, Eudema,1988). Dicho principioalude a daños infringidos al organismo biológico encuanto sujeto de una vida, pero desestima daños refe-ridos al organismo en cuanto sujeto autónomo, con-templados en otro principio, el de autonomía, que Gra-cia considera en el nivel de lo privado. Por mi parte,entiendo que la noción del daño objetivo —y, por tanto,en el nivel de lo correcto— no debe afectar únicamentea la integridad física del individuo o a su vida socialen relación con otros (principio de justicia), sino tam-bién a su autonomía.

11 El contenido del paréntesis es de la autora:C.V.C.

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12 Jesús Garay, «Ética en la empresa», en J. M.a

García Gómez-Heras, Ética en la frontera, Madrid,Biblioteca Nueva, 2002, pp. 171-203, en concreto p. 190.

13 En Martha C. Nussbaum y Cass R. Sunstein(eds.), Clones y clones. Hechos y fantasías sobre la clo-nación humana, Madrid, Cátedra, 2000, pp. 61-73.

14 J. Riechmann y J. Tickner, El Principio de Pre-caución, Barcelona, Icaria, 2002.

15 J. Tickner, «Un Mapa hacia la toma de decisionesprecautoria», en J. Riechmann y Joel Tickner, 2002,p. 47.

16 B. Román Maestre, «Ética y situaciones de ries-go», en J. M.a García Gómez-Heras, Ética en la frontera,Madrid, Biblioteca Nueva, 2002, p. 124.

17 R. Dworkin, «Playing God: Genes, Clones, andLuck», en Sovereign Virtue, Cambridge, Harvard Uni-versity Press, 2000, pp. 427-452, en concretopp. 439-442.

18 Ibid., p. 440.19 Ver la defensa de tal derecho, por parte de R.

Dworkin, en El Dominio de la vida, Barcelona, Ariel[1993].

20 Éstas, claro está, son sólo dos de las visiones posi-bles, quizás las más populares en el debate contem-poráneo, que ha tendido a bipolarizarse entre un opti-mismo tecnocrático —a menudo imprudente— y unconservacionismo naturalista, muchas veces inmovilis-ta. Un ejemplo distinto y reciente de autocomprensiónética —de nuestra especie— en relación con la euge-nesia y con la clonación puede verse en el libro deJ. Habermas: El futuro de la naturaleza humana. ¿Haciauna eugenesia liberal?, Madrid, Paidós, 2002 [2001].

21 S. Benhabib, «El otro generalizado y el otro con-creto: la controversia Kohlberg-Gilligan y la teoríafeminista», en S. Benhabib y D. Cornell (comps): Teoríafeminista y teoría crítica, Valencia, ediciones de AlfonsIl Magnànim, 1990, pp. 119-150, en concreto 147 y148.

22 Citado en El Mundo, martes, 7 de agosto de 2001.23 El País Semanal, núm. 1279, 1 de abril de 2001,

p. 60.24 Eduardo R. S. Roldán, «Aspectos científicos y

técnicos de la clonación», en Bioética, Madrid, Aso-ciación Bioética Fundamental y Clínica, 2002,pp. 75-99.

25 D. E. Zimmer, «Debate en torno a la clonación»,en Die Zeit, núm. 8, 12 de febrero de 1998.

26 Citados por Dan Brock, «La clonación de sereshumanos: una valoración de los pros y los contras éti-cos», en M. Nussbaum y C. Sunstein (eds.), op. cit.,p. 151.

27 J. Habermas, «Debate en torno a la clonación»,en Die Zeit, núm. 9, 19 de febrero de 1998, p. 34.

28 Ibid..29 J. Habermas, El Futuro de la Naturaleza..., pp. 109

y ss.30 Ver el tratamiento de este debate moral en el

libro ya citado de M.a T. López de la Vieja y en sutrabajo «Ética y género», incluido en J. M.a GarcíaGómez-Heras, Dignidad de la vida y manipulación gené-tica, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002, pp. 141-173.

31 R. Dworkin, «Playing God: ...».32 J. Habermas, ibid.., p. 69.33 P. Puigdomenech, «Calibrar las consecuencias»,

en El País, 13 de octubre de 2002, p. 15.