clk - alta fidelidad - 08042014

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11 OPINIóN EL OBSERVADOR Martes 8 de abril de 2014 A lea jacta est: el 31 de mayo, Winston Chur- chill hizo una notable entrada en la Cámara: atravesó el pasillo que separaba las bancadas de la oposi- ción y se sentó con los liberales, al lado de Lloyd George. El hijo de Lord Randolph acababa de culminar su emancipación política…”. De esta manera, François Kersau- dy, profesor de Historia en la Univer- sidad de París I Panthéon-Sorbonne, describe uno de los momentos más importantes de la vida política de Winston Churchill: el abandono de las filas conservadoras para sumarse a las liberales, en Winston Churchill: un luchador incansable, biografía ga- nadora del Gran Premio de Historia de la Sociedad de Gente de Letras de Francia de 2001 (Editorial Ateneo de Buenos Aires, 2012). Con un estilo ágil y atractivo, pero no por ello menos riguroso desde el punto de vista documental ni científico, Kersaudy desvela al cé- lebre personaje que De Gaulle supo describir como “el gran artista de una gran historia”, y nos hace acom- pañarlo a través de toda su peripecia vital, desde sus aventuras como joven oficial del Ejército, pasando por su florida carrera periodística, que le reportaría valiosa experiencia y prestigio, hasta su compromiso final y definitivo con la diplomacia y la política británicas. Churchill fue una figura impo- nente y magnética, nadie lo pone en duda. Un testigo privilegiado del profundo cambio que experimentó el orden político internacional en el siglo XX, signado por el declive del Imperio Británico como nación decisiva en el concierto mundial. Y fue también protagonista –tanto en el frente de batalla como en las responsabilidades de gobierno– de los conflictos bélicos más cruentos y desgarradores de la historia de la hu- manidad. Un personaje sorprenden- te e indómito, que aun hoy concita enorme atención e interés, como lo demuestra la producción cinema- tográfica en curso sobre su vida, que contará con la participación del actor Kevin Spacey –ya avezado para este tipo de roles, luego de su genial actuación como Francis Underwood en la serie House of Cards–. Nada de esto sorprende, si consi- deramos que aquel “niño revoltoso”, como lo calificaban los boletines de su escuela, o aquel “pequeño bull- dog malo de pelo rojo”, como solía llamarlo su abuela materna, mostró su estrella desde muy temprano, y se manifestó como un joven intelec- tualmente brillante, destacado entre sus pares por su energía inagotable, su espíritu libre y su singular mor- dacidad. P ero pretender resumir en estas breves líneas el complejo carisma de Churchill sería inútil. Para eso existe ya muy buen material, como la propia biografía de Kersaudy, entre otras obras clásicas. Lo que sí vale la pena en cambio, especialmente en este año electoral, es detenernos en ese significativo episodio con el que comenzábamos nuestro relato: el audaz pasaje de Churchill desde el bando conserva- dor al liberal. Muchos en ese momento consi- deraron a Churchill desleal, como es natural, y no faltaron quienes desti- laron los más duros apelativos –de hecho, la palabra “traidor” fue la que más resonó entre los parlamentarios ingleses conservadores en aquella memorable sesión–. Pero la actitud de Churchill no fue más que la mejor forma que encontró, siempre con su impronta personal, de ser fiel a sus ideas. ¿Qué podemos decir de nuestro país? ¿Tenemos acaso el nivel de madurez democrática, de tolerancia y de coraje como para comprender que Churchill no fue un traidor, sino un político intelectualmente honesto, que supo reconocer su natural evolución ideológica y cons- truir a partir de eso una política pragmática, de consenso, que no pudiera ser dirigida por la autocen- sura imperante en una sociedad conservadora? Soy de los que cree que sí es posible, y que Uruguay puede superar las barreras que lo separan de un genuino desarrollo. Creo que superar esas barreras implica encontrar fórmulas de consenso que puedan servir de cimiento para construir un país en el largo plazo. No en vano postulo desde hace varios años la necesidad de que nuestro país se involucre en un proceso de adhesión como miembro pleno de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Econó- micos (OCDE), camino que entiendo como única fórmula de disciplinar las reformas institucionales que nos son imprescindibles, siguiendo la estela de Chile (“Ser o no ser: Uruguay y su camino hacia la OCDE”, UM, 2013). P orque para que un proceso verdaderamente reformista tenga lugar en Uruguay al- gún día será necesario, sin despre- ciar la rica tradición partidaria de nuestra democracia, abrirnos a una nueva perspectiva, de compromiso con ideas consistentes y sólidas, que trasciendan a los partidos, que los atraviesen. Pues, como expresa el mismo Kersaudy con lucidez: “Algunos cambian de principios por amor a su partido. Pero Wins- ton cambió de partido por amor a sus principios.” No hay más alta fidelidad que esa. l Alta fidelidad Por CARLOS LOAIZA KEEL Máster en Tributación y máster en Derecho Empresarial (Harvard Law School-Centro Europeo de Estudios Garrigues); profesor de Tribtación Internacional de la Universidad de Montevideo Twitter:@ cloaizakeel lll La actitud de Churchill no fue más que la mejor forma que encontró, siempre con su impronta personal, de ser fiel a sus ideas. lll Para que un proceso reformista tenga lugar en Uruguay será necesario abrirnos a una nueva perspectiva EDUARDO ESPINA [email protected] THE SóTANO F altan todavía dos años para las próximas elecciones pre- sidenciales estadouniden- ses, pero ya comenzó a barajarse la lista de probables contendientes, que en secreto, o no tanto, empe- zaron a mover sus piezas. En la lista general aparece una decena de nombres de gente de ambos partidos, aunque en verdad muy pocos de ellos tienen posibilidades serias de llegar a ser candidatos una vez que se realicen las prima- ras demócratas y republicanas a partir de enero de 2016. A pesar de que hay un margen de tiempo lo suficientemente importante como para hablar de otros temas de mayor actualidad, de pronto las próximas presidenciales aparecen como uno de asuntos políticos del momento, principalmente por dos razones. En primer lugar, porque una encuesta reciente indica que nadie, al menos en este momento, podría derrotar a Hillary Clinton (1947) en el Partido Demócrata, ni siquiera el actual vicepresidente, Joseph Biden (1942), quien ha dado muestras de que será candidato a pesar de su edad. Casi el 70% de los votantes demócratas registrados apoya a la exsenadora y secretaria de Estado. En segundo lugar, el tema interesa actualmente pues en los últimos días ha emergido el nombre de Jeb Bush, como el candidato a derrotar en el Partido Republicano. Además, su ima- gen cobró enorme fuerza desde el domingo pasado, día en que el exgobernador de Florida dio su apoyo tácito a la reforma inmigra- toria que permitirá la permanencia en el país de más de 11 millones de indocumentados. Si bien esta valiente toma de posición generará controversia dentro de su propio partido, al mismo tiempo logrará atraer a los votantes hispanos que en las dos últimas elecciones vota- ron en gran mayoría a los demó- cratas. Ningún candidato puede ganar las próximas presidenciales sin el apoyo de los hispanos, el grupo étnico con más creciente infl uencia en la Unión Americana. Jeb Bush (1953), conviene recor- darlo, tiene mucho feeling con los hispanos, no solo porque habla perfectamente español (de convertirse en candidato presi- dencial será el primero bilingüe en la historia estadounidense), sino porque su esposa es mexicana. Si decide postularse, será difícil que otro candidato republicano pueda derrotarlo. l ¿Será Hillary vs Jeb?

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11opiniónel observador Martes 8 de abril de 2014

Alea jacta est: el 31 de mayo, Winston Chur-chill hizo una notable entrada en la Cámara: atravesó el pasillo que

separaba las bancadas de la oposi-ción y se sentó con los liberales, al lado de Lloyd George. El hijo de Lord Randolph acababa de culminar su emancipación política…”.

De esta manera, François Kersau-dy, profesor de Historia en la Univer-sidad de París I Panthéon-Sorbonne, describe uno de los momentos más importantes de la vida política de Winston Churchill: el abandono de las filas conservadoras para sumarse a las liberales, en Winston Churchill: un luchador incansable, biografía ga-nadora del Gran Premio de Historia de la Sociedad de Gente de Letras de Francia de 2001 (Editorial Ateneo de Buenos Aires, 2012).

Con un estilo ágil y atractivo, pero no por ello menos riguroso desde el punto de vista documental ni científico, Kersaudy desvela al cé-lebre personaje que De Gaulle supo describir como “el gran artista de una gran historia”, y nos hace acom-pañarlo a través de toda su peripecia vital, desde sus aventuras como joven oficial del Ejército, pasando por su florida carrera periodística, que le reportaría valiosa experiencia y prestigio, hasta su compromiso final y definitivo con la diplomacia y la política británicas.

Churchill fue una figura impo-nente y magnética, nadie lo pone en duda. Un testigo privilegiado del profundo cambio que experimentó el orden político internacional en el siglo XX, signado por el declive del Imperio Británico como nación decisiva en el concierto mundial. Y fue también protagonista –tanto en el frente de batalla como en las responsabilidades de gobierno– de los conflictos bélicos más cruentos y desgarradores de la historia de la hu-manidad. Un personaje sorprenden-

te e indómito, que aun hoy concita enorme atención e interés, como lo demuestra la producción cinema-tográfica en curso sobre su vida, que contará con la participación del actor Kevin Spacey –ya avezado para este tipo de roles, luego de su genial actuación como Francis Underwood en la serie House of Cards–.

Nada de esto sorprende, si consi-deramos que aquel “niño revoltoso”, como lo calificaban los boletines de su escuela, o aquel “pequeño bull-dog malo de pelo rojo”, como solía llamarlo su abuela materna, mostró su estrella desde muy temprano, y se manifestó como un joven intelec-tualmente brillante, destacado entre sus pares por su energía inagotable, su espíritu libre y su singular mor-dacidad.

Pero pretender resumir en estas breves líneas el complejo carisma de Churchill sería

inútil. Para eso existe ya muy buen material, como la propia biografía de Kersaudy, entre otras obras clásicas. Lo que sí vale la pena en cambio, especialmente en este año electoral, es detenernos en ese significativo episodio con el que comenzábamos nuestro relato: el audaz pasaje de Churchill desde el bando conserva-dor al liberal.

Muchos en ese momento consi-deraron a Churchill desleal, como es natural, y no faltaron quienes desti-laron los más duros apelativos –de hecho, la palabra “traidor” fue la que más resonó entre los parlamentarios ingleses conservadores en aquella memorable sesión–. Pero la actitud de Churchill no fue más que la mejor forma que encontró, siempre con su impronta personal, de ser fiel a sus ideas.

¿Qué podemos decir de nuestro país? ¿Tenemos acaso el nivel de madurez democrática, de tolerancia y de coraje como para comprender

que Churchill no fue un traidor, sino un político intelectualmente honesto, que supo reconocer su natural evolución ideológica y cons-truir a partir de eso una política pragmática, de consenso, que no pudiera ser dirigida por la autocen-sura imperante en una sociedad conservadora?

Soy de los que cree que sí es posible, y que Uruguay puede superar las barreras que lo separan de un genuino desarrollo. Creo que superar esas

barreras implica encontrar fórmulas de consenso que puedan servir de cimiento para construir un país en el largo plazo. No en vano postulo desde hace varios años la necesidad de que nuestro país se involucre en un proceso de adhesión como miembro pleno de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Econó-micos (OCDE), camino que entiendo como única fórmula de disciplinar las reformas institucionales que nos son imprescindibles, siguiendo la estela de Chile (“Ser o no ser: Uruguay y su camino hacia la OCDE”, UM, 2013).

Porque para que un proceso verdaderamente reformista tenga lugar en Uruguay al-

gún día será necesario, sin despre-ciar la rica tradición partidaria de nuestra democracia, abrirnos a una nueva perspectiva, de compromiso con ideas consistentes y sólidas, que trasciendan a los partidos, que los atraviesen. Pues, como expresa el mismo Kersaudy con lucidez: “Algunos cambian de principios por amor a su partido. Pero Wins-ton cambió de partido por amor a sus principios.” No hay más alta fidelidad que esa. l

Alta fidelidadPorcarlos loaiza keelMáster en Tributación y máster en Derecho Empresarial (Harvard Law School-Centro Europeo de Estudios Garrigues); profesor de Tribtación internacional de la Universidad de Montevideo

Twitter:@cloaizakeel lll

La actitud de Churchill no fue más que la mejor forma que encontró, siempre con su impronta personal, de ser fiel a sus ideas.

lll

para que un proceso reformista tenga lugar en Uruguay será necesario abrirnos a una nueva perspectiva

eduardo espina

[email protected]

THE SóTano

Faltan todavía dos años para las próximas elecciones pre-sidenciales estadouniden-

ses, pero ya comenzó a barajarse la lista de probables contendientes, que en secreto, o no tanto, empe-zaron a mover sus piezas. En la lista general aparece una decena de nombres de gente de ambos partidos, aunque en verdad muy pocos de ellos tienen posibilidades serias de llegar a ser candidatos una vez que se realicen las prima-ras demócratas y republicanas a partir de enero de 2016. A pesar

de que hay un margen de tiempo lo suficientemente importante como para hablar de otros temas de mayor actualidad, de pronto las próximas presidenciales aparecen como uno de asuntos políticos del momento, principalmente por dos razones. En primer lugar, porque una encuesta reciente indica que nadie, al menos en este momento, podría derrotar a Hillary Clinton (1947) en el Partido Demócrata, ni siquiera el actual vicepresidente, Joseph Biden (1942), quien ha dado muestras de que será candidato a

pesar de su edad. Casi el 70% de los votantes demócratas registrados apoya a la exsenadora y secretaria de Estado. En segundo lugar, el tema interesa actualmente pues en los últimos días ha emergido el nombre de Jeb Bush, como el candidato a derrotar en el Partido Republicano. Además, su ima-gen cobró enorme fuerza desde el domingo pasado, día en que el exgobernador de Florida dio su apoyo tácito a la reforma inmigra-toria que permitirá la permanencia en el país de más de 11 millones de indocumentados. Si bien esta valiente toma de posición generará controversia dentro de su propio partido, al mismo tiempo logrará

atraer a los votantes hispanos que en las dos últimas elecciones vota-ron en gran mayoría a los demó-cratas. Ningún candidato puede ganar las próximas presidenciales sin el apoyo de los hispanos, el grupo étnico con más creciente infl uencia en la Unión Americana. Jeb Bush (1953), conviene recor-darlo, tiene mucho feeling con los hispanos, no solo porque habla perfectamente español (de convertirse en candidato presi-dencial será el primero bilingüe en la historia estadounidense), sino porque su esposa es mexicana. Si decide postularse, será difícil que otro candidato republicano pueda derrotarlo. l

¿Será Hillary vs Jeb?