clientelismo politico - javier auyero

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    clientelismo poltico

    Repensando el tropo del clientelismo poltico*Javier Auyero**

    As como el tropo de la desorganizacin domin y an domina el estudio del ghetto negro enlos Estados Unidos (Wacquant, 1995a), y el de la anomia y el radicalismo domin los estudiossobre las villas en Amrica Latina (Ports, 1972), el clientelismo poltico1 ha sido una de lasimgenes ms fuertes y recurrentes en el estudio de las prcticas polticas de los pobres urbanoso rurales en esta regin, llegando a convertirse en una suerte de prisin metonmica (Appadurai,1984) para este espacio del continente. Uno de los efectos de esta antologa de imgenespreconstruidas que vinculan lugares y temas culturales es, de acuerdo al antroplogo A. Appadurai,el de achatar toda la complejidad cultural y ubicar el fenmeno estudiado bajo una categorageneral y generalizable, en este caso, la de clientelismo. Esta nocin ha sido usada y abusadapara explicar tanto las razones por las cuales los pobres seguiran a lderes autoritarios,conservadores y/o populistas, as como las limitaciones de nuestras siempre frgiles democracias(vase, por ejemplo, ODonnell, 1996; Menendez Carrin, 1986; De la Torre, 1992, Stein, 1980).

    En la actualidad la nocin de clientelismo est siento examinada y cuestionada desde distintasperspectivas (Gay, 1995; Burgwald, 1996). Sin embargo, en su gran mayora, los estudios sobreclientelismo poltico han llegado a una suerte de impasse, tornndose familiares, hasta previsibles.2Siempre girando sobre los mismos ejes, repetidamente dejan sin abordar algunos temas por demscomplejos. Uno de esos temas poco explorados constituye la preocupacin central de este artculo:las visiones diferentes que los clientes tienen de la poltica clientelar.

    Los testimonios sobre el funcionamiento del clientelismo son normalmente recogidos de lospolticos de la oposicin, de los periodistas, o en el mejor de los casos de lderes deorganizaciones barriales. Slo espordicamente se escuchan a los as llamados clientes, las razonesque dan para explicar sus comportamientos (apoyar a este o a aquel referente, asistir a los actos,etctera), sus propios juicios acerca de lo que otros llaman (llamamos?) prcticasantidemocrticas. Este trabajo propone una ruptura con este abordaje escolstico, externalista, alcentrarse en las opiniones y evaluaciones de aquellos actores involucrados en los intercambiosclientelares. Se pregunta cmo la gente que recibe favores, bienes y servicios de parte de losreferentes del Partido Justicialista quienes, sin duda, intentan ganar sus votos piensan ysienten sobre estos intercambios, evalan las actividades de los referentes y la poltica en general.

    El anlisis de los puntos de vista de los clientes est basado en historias de vida, entrevistasen profundidad y conversaciones informales realizadas durante un ao 1996 de intenso trabajode campo con los residentes de una villa que voy a llamar Villa Paraso. Villa Paraso es un enclavede pobreza urbana ubicado en la ciudad de Cspito, en la parte sur del Conurbano Bonaerense. Esuna de las villas ms viejas del Conurbano, y la ms grande en trminos de poblacin (15.000habitantes).3

    En las ltimas elecciones presidenciales (mayo de 1995), cerca del 60% de la poblacin deParaso vot al candidato peronista. Buena parte de sus habitantes se autodefinen como peronistas,y han expresado esta definicin en las sucesivas elecciones. El peronismo es la fuerza dominanteen este territorio de relegacin urbana, dando razn a quienes, como el cura local, me comentan:Esta es una villa muy peronista. O a aquellos que como los funcionarios municipales admiten:Villa Paraso es un bastin del peronismo.

    La primera parte del artculo describe sumariamente la red de relaciones en la que estnubicados los punteros/referentes y los clientes del Partido Justicialista. Esta trama es una red

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    de resolucin de problemas en la que se pueden distinguir dos crculos: el crculo ntimo de losseguidores ms cercanos al puntero, y el crculo exterior de aquellos que tienen lazos intermitentescon los referentes peronistas. En la segunda parte me voy a concentrar en: a) los diferentes puntosde vista que circulan dentro del barrio sobre la distribucin de bienes antes de los actos polticosorganizados por los punteros, b) las diferentes evaluaciones que la gente realiza sobre losreferentes/punteros, y c) las distintas visiones sobre la poltica y sobre el rol particular que esta

    tuvo en la historia del barrio.

    La imagen que emerge de esta segunda parte es la de un mundo social y culturalmenteheterogneo. Sin embargo, dentro de esta heterogeneidad, hay conjuntos de actores que tienensimilares visiones de la poltica y de algunos polticos, parecidas explicaciones sobre su participacinen los actos organizados por los referentes, y narrativas afines sobre la historia del barrio. Sinreducir la riqueza y la multiplicidad de estas visiones, la tercera parte se inspira en el modelo de lapolity de Tilly (1978) y en la nocin bourdiana (1977) de experiencia dxica, para explicar elorigen de estas diferentes evaluaciones y percepciones. Voy a examinar los crculos internos deseguidores de los referentes como provincias de significado (Schutz, 1964) que sostienen a supropia verdad social: una narrativa del barrio inextricablemente ligada a las acciones de losmediadores y un conjunto de representaciones culturales en relacin a la poltica.

    En la ltima parte del artculo, ofrezco una interpretacin sobre el sentido que estos puntos devista tienen en relacin a la funcionamiento del clientelismo poltico.

    1. La red de resolucin de problemas: Clientes y Mediadores

    Juancito y yo empezamos nuestra amistad hace ms de 12 aos, me dijo Nlida durante unafra maana de invierno en Villa Paraso. Juancito es el presidente de la UB Pern Vive. Nlida mecuenta que Juancito, es tan bueno. Siempre te da una mano. Ahora estoy medicada, porque tuveuna hemiplejia, y los remedios son tan caros Yo no los puedo pagar, y l me ayuda, l consiguelos remedios en la municipalidad l me ayuda mucho, y cualquier cosa que pase en la UB l mellama, porque yo colaboro en la UB. Para ella, el poltico ms importante de Villa Paraso esJuancito, ac, en esta cuadra, lo tenemos a Juancito, asegura Nlida.

    Siempre me doy una vuelta por la UB de Matilde, para agradecer, o por nuestra amistadellos siempre me llaman, y yo voy, me cuenta Adela. Su hija obtuvo un puesto como empleada enla municipalidad a travs de Matilde. Su marido consigui el suyo como recolector de basura,mediante una carta de recomendacin de Angel, marido de Matilde y subsecretario de Obras yServicios Pblicos de la Municipalidad de Cspito. Adela nunca de pierde un acto organizado porMatilde; ella tiene, dice, que ser agradecida.

    Adela y Nlida son lo que la literatura sobre clientelismo poltico denomina clientes: agentesque dan apoyo poltico a un mediador/puntero o patrn a cambio de bienes, favores, o serviciosparticulares. Descripciones que oscilan entre lo periodstico y lo acadmico tambin denominaran aNlida y Adela como clientes, pero en este caso el trmino estar cargado con una connotacinaccesoria peyorativa. Ellas son las que asisten a los actos, apoyan a este o aquel dirigente poltico,y usualmente votan por el peronismo, porque al menos as es el relato reciben cosas del

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    partido: un trabajo, una medicina, una chapa para el techo, un par de zapatillas para sus hijos ohijas, un choripn el da del acto, etctera.

    Matilde y Juancito son lo que la literatura sobre clientelismo poltico denominara mediadorespolticos, median entre un patrn en este caso, Rolo Fontana, el intendente de la ciudad deCspito y algunos de sus seguidores. Capituleros, en el Per de la dcada del treinta y cuarenta

    (Stein, 1980), cabo eleitoral en el Brasil desde los treinta en adelante (Conniff, 1981; Mouzelis,1985; Roniger, 1990; vase tambin Gay, 1994), gestor, padrino poltico, o cacique en Mxico envarios momentos de su historia moderna (Carlos y Anderson, 1981; Ugalde, 1973; Cornelius, 1973;Roniger, 1990), precinct captains en las mquinas polticas de Chicago y otras grandes ciudadesnorteamericanas (Kornblum, 1974; Guterbock, 1980; Katznelson, 1981; vase tambin Knoke,1990), caudillo barrial en los partidos radical y conservador en la Argentina de los veinte y treinta(Rock, 1975, 1972; Walter, 1985; Bitran y Schneider, 1991), referente o puntero peronista en laArgentina de los noventa. A pesar de que hay significativas diferencias entre ellos, su funcin esesencialmente la misma, operan como mediadores, como go-betweens.4 Intermedian entre suscaudillos, chefes politicos, ward bosses y los clientes.

    En Villa Paraso, como en tantos otros enclaves de pobreza urbana del Conurbano Bonaerense(vase Levitsky, 1997), una de las maneras de satisfacer las necesidades bsicas de alimentacin ysalud de los pobres es a travs del partido poltico con acceso directo a los recursos estatales(nacionales, provinciales y, en este caso, municipales): el Partido Justicialista. En barrios pobres,asentamientos y villas, las Unidades Bsicas son los lugares ms importantes en los que lasnecesidades bsicas pueden ser satisfechas, y los problemas ms apremiantes resueltos. Estas UBsdan una increble fuerza organizacional al partido peronista y son los lugares en dondeencontramos a los mediadores, conocidos como punteros o referentes.

    Usualmente, los mediadores hacen favores (distribuyen comida y medicamentos) a suspotenciales votantes, pero no estn solos en la tarea. Tienen un crculo ntimo de seguidores.Estos son los satlites personales del mediador, para hablar con Sahlins (1977:222). La red deresolucin de problemas consiste de una serie de crculos o ruedas de forma irregular, que pivoteanalrededor del puntero/referente. Este est relacionado con los miembros de su crculo ntimo pormedio de lazos fuertes de amistad duradera, de parentesco, real o ficticio. Tanto Matilde comoJuancito los referentes ms poderosos de Villa Paraso tienen esta red efectiva (Epstein, 1969)a su alrededor, gente con la cual las interacciones son ms intensas y regulares. Este crculontimo ayuda a los mediadores a resolver los problemas cotidianos de los habitantes de la villa: sonlos que manejan los comedores infantiles que funcionan en las UBs, los que estn encargados deabrir, cerrar, limpiar y mantener en orden el local, los que anuncian a los miembros de lo quepodramos llamar el crculo externo cuando el puntero estn disponible en la UB, y los que pasanla voz cuando hay distribucin de mercadera en la UB o en la Municipalidad.

    El crculo exterior los potenciales beneficiarios de las capacidades distributivas delmediador est relacionado con los referentes por medio de lazos dbiles. Se contactan con l

    cuando surge algn problema o cuando necesitan algn tipo de favor (un paquete de comida, unmedicamento, una licencia de conducir, el camin de agua, un amigo preso, etctera); pero nodesarrollan lazos de amistad o parentesco ficticio con los mediadores. A pesar de que puedenasistir a los actos o reuniones organizadas por los mediadores, o incluso votar por ella en algunaeleccin interna, no tienen una relacin ntima, diaria, y cercana con l o ella. En otras palabras, loslazos que vinculan a los mediadores con su crculo ntimo son densos e intensos; los lazos con elcrculo exterior son ms ocasionales e intermitentemente activados.

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    La base para esta relacin fuerte es mltiple. Aquellos que son parte del crculo ntimoconocen al mediador desde hace un buen tiempo (usualmente por ms de cuatro o cinco aos), ylos referentes les han dado una mano en situaciones de extrema necesidad. Los referentes hanvenido al rescate sin segundas intenciones. Desde ese favor fundacional, una relacin de ayudamutua se ha desarrollado. Parafraseando al Durkheim de La divisin del trabajo, podramos decirque los miembros del crculo ntimo estn vinculados con el mediador por medio de lazos que se

    extienden ms all del momento fugaz en el que se realiza la transaccin (1984:173). Latransaccin fundacional se convierte en lazo, y estos lazos se concatenarn en redes.

    Dentro de la red peronista de resolucin de problemas, los mediadores funcionan comoguardabarreras, actuando como go-betweens entre el flujo de bienes y servicios provenientes delpoder municipal y el flujo de apoyo y votos que proviene de los clientes. Los recursos llegandesde la municipalidad a la UB, donde los mediadores tienen poder discrecional para hacer lo quedeseen. La informacin relativa a la distribucin de alimentos en el edificio municipal tambincircula a travs de las UBs. Como me deca una duea de una UB: Todos los meses, en lasreuniones del partido, el intendente nos informa (a las ciento cuarenta UBs que usualmente asistena la reunin) sobre el da en que van a dar comida Nosotros les decimos a los vecinos.

    Siendo miembros del Partido Justicialista, los mediadores tienen las conexiones que les

    permite acceder al conocimiento sobre la distribucin de recursos. Gozan de lo que los analistas deredes llaman centralidad posicional. A pesar de que los vecinos, en general, saben que lamunicipalidad distribuye mercadera, ignoran el da preciso en que se llevar a cabo la distribucin.Es ms, desconocen los siempre cambiantes procedimientos para obtener las bolsas de mercadera.Los mediadores saben el da, la hora, y tienen los nmeros sin los cuales los vecinos no puedenretirar las bolsas. Sea esta ignorancia deliberadamente creada o sea una ignorancia quesimplemente sucede (Erickson, 1996), es bastante claro que los referentes peronistas tratanconstantemente de convertirse en los (nicos) canales que facilitan las transacciones y el flujo derecursos (Gould y Fernndez, 1989). Sea creada o no, lo cierto es que es estructuralmenteinducida. En un contexto de desertificacin organizativa (en donde pocas organizaciones barrialesfuncionan, y en donde los residentes estn cada da ms aislados entre s), existen pocas redes atravs de las cuales obtener informacin. Los referentes y sus crculos tienen, por contraste, accesoa una informacin til, y la mayora de las veces, vital. En la medida en que los habitantes deParaso dependen del mediador para obtener informacin o recursos materiales, podemos decir queestos gozan de poder posicional (Knoke, 1990:10).

    Estas funciones de guardabarreras y concentracin de la informacin son compartidas porlos diferentes tipos de mediadores que existen y existieron en distintos momentos histricos ylugares geogrficos. Los precinct captains, capituleros, cabos eleitorales, caudillos o punteroscomparten estas funciones y ubicacin estructural. Un mediador poltico puede obstruir o facilitarel flujo de demandas, favores, bienes y servicios, desde o hacia un grupo (Carlos y Anderson,1981:172-3; la traduccin es ma).

    2. El punto de vista del cliente

    Parte del impasse clientelar involucra una descripcin bastante acertada del sistema de relacionesobjetivas en las que estn ubicados patrones, mediadores y clientes (redes, dadas, sets), de losintercambios que se llevan a cabo dentro de estas redes, y de las funciones de los mediadores en

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    ellas. A pesar de algunos abordajes centrados en los actores,5 un problema central de gran partede la literatura es que nos brinda una inadecuada explicacin de la dimensin subjetiva delclientelismo; esto es, se presta demasiada poca atencin a las experiencias, evaluaciones,pensamientos enraizados en esas relaciones objetivas. Como sugiere una buena parte de laliteratura sobre el clientelismo poltico (aunque creo que explora de manera insuficiente), ladistribucin de bienes y servicios es un condicin necesaria pero insuficiente para el funcionamiento

    del mundo clientelar. Dado que los intercambios son utilizando una frase de E.P. Thompsonexperiencias humanas vividas, el conjunto de creencias, presunciones, estilos, habilidades,repertorios y hbitos que acompaan a estos intercambios explicndolos y clarificndolos,justificndolos y legitimndolos es tan importante como el conjunto de los propios intercambios. Alos efectos de examinar el clientelismo como una experiencia, entonces, hace faltar recuperar, omejor dicho, reconstruir la perspectiva de los clientes.6

    2.1. El mismo acto: distintas interpretaciones

    En nuestra cuadra, me cont Susana, Matilde don los caos para construir las cloacas. Pero nonos vino a decir: Les doy esto, pero ustedes tienen que hacer esto otro, ir a tal lado, o votarme.Lo nico que nos pidi es que quera venir a ver cmo quedaba una vez terminado. Susana vivefrente a la escuela de Villa Paraso. Esther, la directora de la escuela, tiene otra interpretacinacerca de la instalacin de la misma cloaca. Ella acuerda con Susana en que los caos fuerondonados por Matilde, pero pone el acento en el aspecto de intercambio que tuvo la operacin, alreproducir una frase que Esther cree Matilde presumiblemente les dijo a los beneficiarios de suscaos: Siempre que yo mande un colectivo a la esquina de su casa para que lo llenen (para unacto) ustedes saben lo que tienen que hacer. Segn la directora de la escuela, Matildeintercambia caos por la asistencia a los actos. Para Susana, beneficiaria directa de las cloacas, loscaos son una demostracin entre muchas de lo mucho que Matilde es capaz de ayudar.

    Actores que, como la directora de la escuela, no viven en la villa sino que slo trabajan all,son los nicos que utilizan el trmino clientelismo poltico para dar cuenta del intercambio debienes y favores por exteriorizaciones de apoyo pblico. Un arquitecto de una organizacin nogubernamental, la directora de la escuela, una militante de un partido de centroizquierda (que viveen un barrio aledao) son los nicos que se refieren a las prcticas polticas en el interior de la villacomo prcticas que siguen una lgica clientelar. Utilizan la nocin como a) una acusacin de lasprcticas manipuladoras de los punteros peronistas de la villa; b) como evidencia de la inocenciade los villeros; o c) como una manifestacin de su persistente y tradicional manera de hacer lascosas. Como me comenta la activista del frepaso apenas comenzamos nuestra conversacin:Sabs? Nosotros estamos en contra del clientelismo poltico, de repartir comida para que la gentevaya a los actos. Sin embargo, a pesar de ser los nicos que utilizan el trmino clientelismo, no

    son los nicos en denunciar el uso de las necesidades de la gente con fines polticos. Muchosvecinos de Paraso se refieren a los actos organizados por el partido peronista como una palpabledemostracin de la manera en que los necesitados pueden ser usados por polticos corruptos.

    Muchos vecinos insisten en que los punteros utilizan a la gente para los actos, y que esteuso acta contra los intereses de los vecinos porque, como grficamente me comentaba unresidente, no hay suficientes actos en el mes para alimentar a una familia. La asistencia a losactos es vista como una prueba de la inocencia de algunos o de la falta de desarrollo psicosocial

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    (Ves esos colectivos ah en la esquina? Van a buscar gente para el actoYo no entiendo, la genteno crece ms, afirma Toni, un habitante de muchos aos de Paraso).

    La mayora de los vecinos saben la manera en que las UBs organizan el da del acto, perosaben cosas diferentes (y, a veces, contradictorias). Para algunos, la organizacin del acto es unaexpresin, entre muchas, de lo daino y sucio que es la poltica en la villa. En un pasaje que vale la

    pena citar en su extensin, Horacio un peronista que sola asistir a los actos del partido mecomenta enojado:

    H: Cmo vas a ir un acto, en donde hay cuatro, cinco damajuanas de vino y a tu mujer le tocan elculo? Y ves que estn mamados y fumando el porrito El que est arriba y est organizando losactos, es el que est con esto. Es al que le gusta agarrar a cincuenta que andan fumandomarihuana, y que toman vino y van y gritan como locos, y si se tienen que agarrar a trompadas sevan a agarrar a trompadas. A m no me van a venir a buscar, porque yo no voy a fumar porrito y atomar, voy a ir a ver qu se puede sacar de positivo de lo que se dice. No a hacer quilombo. Yoquiero llevar veinte personas que sean sanas. Este prefiere llevar cien porque les dan unadamajuanas de vino y porro para que fumen, solos no van. Toda la poltica es as.

    La distribucin de marihuana y vino a la gente joven que asiste a los actos es un secreto avoces, algo que me comenta Toni todo el mundo sabe. Este secreto tiene una dimensindoble y polmica. Por un lado sirve para expresar y alimentar a uno de los antagonismosdominantes que recorre la villa: los jvenes versus el resto. Los residentes ms viejosrecurrentemente apuntan a los jvenes de la villa como el origen de la delincuencia, la inseguridady el peligro. El acto es otra oportunidad para sealar a los jvenes y hacerlos pblicamenteresponsables por todo lo (malo) que sucede en la villa. Por otra parte, la asociacin drogas/alcoholy poltica es una manera de condenar el accionar poltico de los punteros de la villa y de afirmarque esta manera de hacer poltica no tiene nada que ver con la manera que, segn ellosentienden, las cosas deben ser. Como Toni resume:

    T: En la villa Matilde hace lo que quiere.

    J: Qu quiere decir eso?

    T: Que llama a la gente siempre que hay un acto, usa a esos muchachos, que estn vagueando porah, los lleva a pintar paredes, los usa para los actos, para tocar el bombo y cuando termina el dales da un paquete de comida o un porrito Eso no tiene nada que ver con la justicia social.

    La asistencia a los actos para demostrar apoyo a un candidato o a un funcionario esprobablemente la manifestacin ms cruda de lo que muchos denominan poltica clientelar. Sinembargo, es su expresin ms superficial. La asistencia expresa relaciones duraderas, persistentesy profundas, entre quienes participan de esos actos: los detentadores de problemas (potencialesclientes) y los resolvedores de problemas (punteros). La seccin que sigue analizar estamanifestacin ms superficial preguntndose cmo es que aquellos que son sealados/acusadoscomo clientes, llevados al acto, manipulados, utilizados, evalan su asistencia a esasreuniones pblicas.

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    2.2. Actos como demostracin de gratitud, como colaboracin

    A pesar de que ninguno de quienes obtuvieron un trabajo o algn favor especial por medio de ladecisiva intervencin del puntero peronista admitira que les fue requerido algo a cambio de lo querecibi, es posible detectar una asociacin ms sutil. Especficamente, el cliente se sientecompelido a asistir al acto, pero no entiende esto como una obligacin recproca que se realiza acambio del trabajo obtenido o del favor realizado.

    Lucina era la empleada domstica de Matilde hasta que tuvo un ataque de presin. Dej sutrabajo y obtuvo una pensin de $ 110 por medio de Matilde quien, en ese momento, era ladirectora de Accin Social de la municipalidad. En la actualidad, Lucina est tomandomedicamentos muy caros para su enfermedad, medicamentos provistos por Matilde. Su mdico, del

    Hospital Evita, es una amigo de Matilde y, por tanto, me atiende muy bien. El marido de Lucinatrabaja de empleado pblico en la municipalidad, en un trabajo que, no hace falta decirlo, obtuvo atravs de Matilde.

    Lucina: Por ah para los actos, s (Matilde les pide algo), pero no se fija si alguien a quien le dioun remedio va al acto o no va. Algunas veces les promete una bolsa de mercadera a la gente queva al acto.

    Mnica (manzanera del Plan Vida) acuerda, Matilde nunca les pide explcitamente que vayan alos actos a cambio de lo que reciben de ella (en su caso, medicamentos y comida).

    Yo a veces las [se refiere a las beneficiarias del Plan Vida] invito a los actos, algunas van, algunasno, pero yo no las obligo, y ella [Matilde] tampoco me dice que tengo que llevar veinte personasde todas las que tengo, van cinco o seis, pero van porque ellas quieren, porque yo las invito. Ellaspiensan, bueno, vamos a agradecer lo que nos da, y la gente ac, yo les hablo de Matilde, y laaprecian mucho. Yo a veces les digo que vayan y le pidan los remedios a Matilde, si los tiene, les vaa dar. Y si no va a tratar de conseguir o les va a decir dnde hay que ir a buscarlos.

    Ninguno de aquellos que son sealados y estigmatizados por los vecinos y por actores deafuera del barrio como manipulados diran que van a los actos porque reciben cosas. Ellos van aexplicitar su asistencia en trminos de colaboracin o gratitud.

    Rosa obtiene los extremadamente caros medicamentos para su padre a travs de Juancito.Tambin obtuvo sus lentes mediante la intervencin del puntero en la Secretara de BienestarSocial del Municipio. En referencia a su habitual participacin en los actos peronistas, ella dice queYo tengo que cumplir con l. Si mi presencia le sirve, all estoy Es mi forma de agradecerle.

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    Coca es parte del staff permanente de la UB de Juancito. Algunas veces obtiene un bono de

    parte de Juancito para retirar mercadera en la municipalidad, y recibe leche de la UB para su hijo.Abiertamente admite que hay distribucin de comida antes y despus de los actos, pero no est deacuerdo con que esa sea la causa de su asistencia:

    Juancito, un suponer, nosotros vamos al acto, el hecho de haber ido al acto, despus a la semana oa los tres das, l trae mercadera de la municipalidad y le da a esa gente que fue al acto comoagradecimiento porque fue al acto, le da esa mercadera, la da un kilo de cada cosa, son nuevecosas que le da. As cada vez que va al acto, o si no compra chorizos, hace sanguches, les dasanguches, esas cosas. Yo tengo entendido que como lo apoyaron, como se lo apoya a l, entoncesl lo hace yo lo tengo entendido como agradecimiento, no creo que sea por comprar a la gente,porque yo tengo entendido como agradecimiento7

    La gratitud van sin palabras, porque viene casi siempre sin palabras. La gente que recibe

    cosas sabe que tiene que ir; es parte de un universo en el que los favores cotidianos implicanalguna devolucin como una regla de juego, regla entendida como una esquema inmanente a laprctica (Bourdieu, 1977), como un mandato que existe en estado prctico. En la medida en quelas relaciones entre detentadores de problemas y resolvedores de problemas son relacionesprcticas al ser practicadas y cultivadas, de manera rutinaria la asistencia a los actos es parte deun stock de conocimiento prctico. Conversando con Coca y pretendiendo que no entenda loque me estaba diciendo (o probablemente, no entendiendo) le pregunt:

    J: Entonces usted va y le pide un medicamento a Matilde. Y Matilde se lo consigue. Despus pasaun mes y hay un acto. Matilde viene y le dice usted tiene que venir conmigo

    C: No, yo ya s que tengo que ir con el acto de ella en vez de con el acto del otro. Porque ella medio un remedio, o me dio una leche, o un paquete de yerba o un kilo de azcar. Yo s que tengoque ir al acto de ella para cumplir con ella, en agradecimiento con ella. Porque si yo no voy al actode ella y voy a otro acto, despus cuando yo necesito una leche no me la da. And con el quefuiste al acto.

    La hija de Adela, Mariana, me cuenta lo mal que la estaban pasando cuando su padre fuedespedido del trabajo y su hermana haba perdido su empleo de tiempo parcial.

    Mariana: Lo que pasa que no tenamos recursos ac, estbamos muy mal. Entonces mam fue abuscar un apoyo en Matilde, y Matilde la ayud mucho. Tanto con mercaderas como con el trabajoa Telma (su hermana). Por eso mi mam en cuanto pueda ayudar, en cuanto puede estar, siempreest con Matilde

    J: Y ayudar en qu sentido a Matilde?

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    Mariana: Y yendo a algn acto, porque Matilde siempre necesita gente. O cuando ella organizaalgn festival, ir y ayudarla a organizarlo.

    Colaboracin con los mediadores, expresin de gratitud por su sacrificado trabajo, el acto

    es tambin visto como participacin espontnea, como una oportunidad para evadir lo opresivo ycansador de la vida cotidiana en la villa. Ruli y su vecina me dicen que van a los actos como unadistraccin:

    Estamos todo el da adentro de la casa, y no podemos ir a ningn lado entonces cuando hay unacto, nos subimos al bondi, y nos vamos al parque, nos distraemos

    Nos distraemos, pero no nos pregunts qu pas en el acto, porque no entendemos nada, esa es laverdad (rindose) Nos divertimos, porque si no, adnde vamos a ir?

    En el contexto de la violencia y de un ambiente sofocante y opresivo, el entretenimiento queda un acto, no puede ser subestimado. Slo un punto de vista distante y retirado puede dejar dever el hecho de que muchos de quienes asisten a los actos no tienen usualmente tiempo libre. Laprivacin material extrema en la que su vida cotidiana se sucede nos puede ayudar a entender elsentido de un viaje gratis. En un espacio en el que un peso es mucho, un viaje gratis al centro dela ciudad para toda la familia ocho pesos es increblemente significativo, no slo en trminosmateriales sino simblicos, como lo ilustra Juana. Quiz su caso sea extremo, pero vale la penamencionarlo como un ejemplo del entretenimiento que un acto puede provocar en contextos deprivacin. En el verano de 1989, asisti al lanzamiento de la campaa de Menem en Mar del Plata.Era la primera vez que Juana (en ese entonces de treinta y cuatro aos) vea el mar. El partidopag por el viaje y se alojaron en el hotel de la Unin Tranviarios Automotores, en donde Juanaremarc hasta haba agua caliente, no me puedo quejar. Fue a travs del partido que Juanavio el mar, en un hotel con agua caliente.

    La literatura sobre clientelismo poltico y muchos de las descripciones periodsticas sobre eltema se preocupan por los determinantes negativos privacin econmica, falta de cultura cvica,persistencia de la cultura de la dependencia que supuestamente pondran a los pobres bajo lagida de la poltica clientelar. Si bien los diversos significados que tienen los actos para la genteque participa en ellos deben ser interpretados en el contexto de privacin material y aislamientosocial que tie la realidad de los habitantes de la villa, la atraccin positiva que este universosocial especfico tiene no debe ser subestimada. Si bien no es el nico sentido, el carcterdistractivo del acto debe ser pensado cuando tomamos en consideracin el punto de vista de losparticipantes. Como dice Ruli, Vamos a los actos para divertirnos, realmente nos divertimos. Ocomo insiste Juana, Vi el mar es tan lindo. Si nosotros gente que ni vivimos ni trabajamos all

    hemos de entender lo que Juana est diciendo esto es, imaginarnos en el lugar en el que ella esty tomar su punto de vista, entender que si estuvisemos en sus zapatos indudablemente seramosy pensaramos como ella (Bourdieu, 1996:34) no podemos dejar de ver este, aparentementesuperficial, aspecto: ella una mujer de cuarenta y un aos, sin trabajo estable, con un marido queacaba de perder el suyo, y con una nia minusvlida vio la inmensidad del mar y se aloj en unhotel con agua caliente. Puede realmente quejarse? No tiene que estar agradecida hacia quien lainvit?

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    La atraccin positiva no est limitada al da del acto. Aquellos que han obtenido un trabajomunicipal mediante la decisiva influencia de su referente, creen que la asistencia a los actos es unelemento importante en el largo proceso por el cual demuestran su fe en el mediador. De estamanera, exhiben su lealtad, su disponibilidad, su responsabilidad; caractersticas que creen loshacen merecedores de un puesto municipal. En este sentido, la asistencia a los actos proveeinformacin sobre las responsabilidades que se tienen hacia un mediador (y las responsabilidades

    de este para con sus seguidores). En tanto tal, el acto es un ritual, en el sentido que Paige yPaige (1981) le dan al trmino: una oportunidad para declarar las intenciones de los seguidores ylos mediadores, y para evaluar las intenciones de cada cual.

    Alfonsina est a cargo de la distribucin de leche del Plan promin, en la UB de Juancito.Obtuvo su trabajo de empleada de limpieza en una escuela primaria a travs de su referente:

    A: Cuando hay un acto, nosotros (la gente del partido) colaboramos como podemos entonces,por ah uno puede conseguir un trabajo, pero hay que ser paciente

    J: Y usted fue paciente

    A: S, yo fui paciente, y con paciencia lo consegu

    Desde un punto de vista alejado, el acto es visto como un producto de las cosas que se dan, ylos agentes que asisten como sujetos pavlovianos que responden mecnicamente a incentivosmateriales. Si tomamos en serio al punto de vista de los clientes vemos que el acto sea esteconceptualizado como colaboracin, como expresin de gratitud, o como ocasin para pasarlabien no es un evento extraordinario sino parte de la resolucin rutinaria de problemas. No es unaddenda al acto de resolver un problema, de obtener una medicina, o un paquete de comida, o enel mejor de los casos un puesto pblico, sino que es un elemento dentro de un red de relacionescotidianas. Ciertamente, uno de los resultados constitutivos de esta red de resolucin de problemases la asistencia a los actos. Pero entender esta asistencia masiva como un mero producto de ladistribucin personalizada de bienes y favores es una distorsin que se acerca al desfiguramientosemejante a la que reduce el boxeo a la agresin fsica (Wacquant, 1995b). Esta distorsin reduceuna actividad compleja a uno solo de sus aspectos, normalmente el ms llamativo y cuestionablepara aquellos que no son parte de la misma.

    2.3. Nuestros amigos, los sacrificados punteros

    Para quienes evalan los actos pblicos como una colaboracin o una expresin de gratitud, losmediadores no son los polticos inescrupulosos y corruptos de los que hablan otros vecinos ybuena parte del resto de la sociedad. Son gente buena, que ayuda, que se sacrifica con lasque los detentadores de problemas tienen una relacin personal, una relacin que a veces esdescripta como amistad, pero siempre expresada como valiosa y digna de ser mantenida.

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    Si bien Juancito no es responsabilizado por la distribucin de marihuana y vino entre losjvenes del barrio como s lo es Matilde, ambos son vistos por varios vecinos como utilizando ala gente y, por tanto, como malos y corruptos polticos que juegan su propio juego. Aquellosque ven los actos como manipulacin, como uso de la gente tienen no hace falta decirlo unaevaluacin negativa de los punteros. Son vistos como los responsables de la limitada cantidad derecursos que los programas de asistencia social distribuyen en el barrio (siempre se quedan lo

    mejor para ellos); y siempre imputados por engaar a la gente.8 Son vistos como polticos queslo piensan en su propia manera de ascender en la jerarqua poltica.

    Esta visin contrasta con la que tienen aquellos que resuelven buena parte de sus problemascotidianos mediante la intervencin del referente. Rosa describe lo excelente persona queJuancito Pisuti es:

    La manera en que se ocupa de la gente, es un ser humano excepcional El sufre, porque los quevan ah (a la UB) no se van a ir con las manos vacas. Tiene una solucin para todos. Asesora a lagente de buena voluntad. Mucha gente le pide dinero y l usa su propio dinero. Nunca les diceque no tiene plata.

    De acuerdo a Marta, l tambin es muy responsable, siempre que hay una cena en la UB,Juancito le dice a los hombres de laUB que acompaen a las mujeres a sus casas. Alfonsina acuerda con Marta, todo el mundoaprecia a Juancito. Siempre dispuesto a servir. Le gusta ayudar a la gente. Es muy paciente.Carlitos, por su parte, cree que Juancito se sacrifica por la gente de la villa.

    Sacrificado, servicial son los mismos trminos que utiliza otra gente para hablar de Matilde.Ella es la dirigente poltica ms importante del barrio, siempre dispuesta a ayudar, accesible,muy amiga.

    El acuerdo ms importante que se puede detectar entre quienes tienen una opinin positiva desus referentes es que ellos son vistos como personalmente responsables por la distribucin debienes. La organizacin que confiere una pensin, ofrece un trabajo, da una medicina o una bolsade alimentos, no es el Estado nacional, provincial o local, sino que son Juancito o Matilde. Ellos sonlos que verdaderamente se preocupan, que sienten algo por ellos, que son sus amigos y que como buenos amigos estn siempre accesibles y dispuestos a ayudar. Cientos de pginas detranscripciones de entrevistas y de notas de campo testifican un hecho simple aunquefundamental: el Estado no es percibido como el agente distribuidor de bienes, sino que son Matildeo Juancito. Y al ser ellos los que distribuyen los bienes, son vistos como sin ninguna obligacin dehacerlo; lo hacen porque quieren, porque les importa, porque se sacrifican por la gente. Comome deca un joven, parte del crculo ntimo de Matilde:

    La gente se piensa que es obligacin de ella, y no es obligacin, lo hace porque ella quiere. Quobligacin tiene? Qu es? Tu vieja? Se confunde mucho la gente, en una palabra. Vos le hacs unfavor, y parece que fuera obligacin. Y es un favor.

    Y dado que ella posee la voluntad de distribuir bienes sin tener ninguna obligacin de hacerlo,el beneficiario no puede invocar ningn derecho sobre la cosa otorgada o el favor realizado. No hayuna tercera parte a la cual uno puede recurrir para hacer valer el reclamo (lo que podra constituir

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    un derecho), sino una relacin personalizada fuera de la cual nada se puede obtener, ningnproblema puede resolverse.

    2.4. La poltica til, cotidiana resolucin de problemas,

    o la poltica como sucia, ocasional

    No trabajo, hago poltica (una calcomana en un viejo auto de Villa Paraso).

    No es una nueva observacin sostener que la poltica partidaria es percibida como unaactividad extremadamente alejada de las preocupaciones cotidianas de la gente. Es vista como

    actividad sucia, que aparece cuando se acercan los tiempos electorales y desaparece rpidamenteen el oscuro reino de las promesas incumplidas.9 Muchos vecinos comentan sobre este carcterocasional y corrupto de la poltica de los partidos. Como vimos, la asociacin entre la asistencia alos actos y la distribucin de drogas y alcohol es una expresin de este descontento con lospolticos y con la poltica en general.

    La idea de que hay un tiempo de poltica es tambin un fuerte sentimiento entre muchagente de Paraso. Algunos creen que hay un tiempo de elecciones en donde las demandaspueden ser rpidamente satisfechas, y los bienes prontamente obtenidos porque los polticosquieren conseguir sus votos.10 Como en muchos otros lugares de Amrica Latina (Heredia, 1996;Hirschman, 1992), el tiempo de poltica es visto como algo que ocurre una vez cada tanto, algo querompe con la rutina de la vida cotidiana en el barrio.

    Rogelio, presidente de una de las pocas asociaciones barriales, me dice: Matilde aparece entiempos de poltica, cuando hay elecciones. Ah es cuando vienen los polticos. Hugo, presidentede un club de ftbol del barrio, acuerda: Si quers conseguir algo (refirindose a las cloacas),tens que esperar a las elecciones. Ah pods pedir algo damos tantos votos que podemos teneralgo a cambio. Esta creencia de que los tiempos electorales constituyen una oportunidad pararesolver problemas est anclada en sus propias experiencias. Tanto Rogelio como Hugo obtuvieronayuda en sus respectivas organizaciones durante las dos elecciones pasadas. Por medio de lapoltica, me dice Hugo, conseguimos el terreno para el club Ahora necesitamos los ladrillos, asque vamos a tener que esperar a las prximas elecciones.

    Sea restringida a los tiempos electorales o limitada a los mltiples das del acto, la polticaes vista como una actividad discontinua. Toni resume el carcter intermitente que la poltica

    adquiere en la villa: Cada vez que hay un acto o una eleccin, ellos (la gente de la UB) repartencomida. Cuando la poltica es vista como discontinua es tambin percibida como sucia ycorrupta. Es un buen negocio, una oportunidad para subir, es engaosa, manipuladora ydistante.

    Como dije antes, esto difcilmente sea una nueva observacin. Sin embargo, si uno se toma eltrabajo de mirar ms de cerca, como recomendaba W. F. Whyte en su estudio sobre la sociedadde la esquina, dentro del mismo barrio de relegacin, e incluso entre gente que vive en la mismamanzana y que comparte las mismas categoras sociolgicas, hay evaluaciones sobre la poltica

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    llamativamente distintas. Casi todos comparten la idea de que la poltica es algo que yo no hagoy, por implicancia, otros hacen; a veces se insiste en que no entiendo ni mierda. Todosacuerdan que la poltica es un universo con sus propias reglas y que puede servir para mejorar lapropia posicin sin tomar en cuenta el bien comn. Sin embargo, algunos enfatizan otros aspectosde la poltica que vale la pena explorar.

    Algunos vecinos aprecian el trabajo que los mediadores y la municipalidad hacen por el barrio;no slo con la distribucin de comida, sino tambin con las chapas y con los colchones. Haymucha ayuda la municipalidad siempre tiene una respuesta, no slo con la comida. Si unonecesita una chapa, te la dan En una UB, solan dar leche con un pedazo de pan. Ac hay unmontn de ayuda, el que dice que no hay ayuda, est mintiendo Lo que pasa es que hay que ir yesperar, todo tiene su tiempo.

    J: Algunos vecinos me dicen que la ayuda viene ms rpido en tiempos de elecciones

    V: No, no creo

    R: Desde mi punto de vista, siempre es la misma

    As como se percibe la permanente accesibilidad a los punteros del partido peronista, algunagente no cree que la ayuda que viene de los polticos aumenta en perodos de elecciones: laasistencia es un asunto cotidiano y personalizado.

    Probablemente sean estos dos dilogos los que mejor grafiquen el carcter constante de lapoltica local y la relacin inmediata que alguna gente tiene con los polticos barriales. Nlida, comoexpliqu, recibe los remedios para su hemoplejia de parte de Juancito:

    J: A quin llama cuando necesitan el camin del agua?

    N: Busco a Juancito

    J: Y cuando necesita algn trmite en la municipalidad?

    N: Juancito Juancito (sonriendo).

    J: Cmo entr al Plan Vida?

    N (riendo): Juancito me anot

    J: Y en el Plan Pas?

    N: Nos anotamos en la esquina

    J: A travs de Juan?

    N: siempre Juancito Juancito est siempre en el medio

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    Adela, cuya hija y marido consiguieron trabajos a travs de Matilde, comenta:

    J: Qu es lo que hace la gente cuando necesita un remedio?

    A: La mando a lo de Matilde porque estn ah en las tardes

    Hija: S, Matilde tambin ayuda

    A: Ac recurrimos a ella.

    Hija: Matilde es como una pequea municipalidad, todo el mundo va ah

    J: Hay algn lugar en donde se distribuye leche en polvo?

    A: En lo de Matilde!! (rindose).

    Esta percepcin de la poltica coincide aunque de manera imperfecta con una ciertanarrativa de la historia de la villa. Aquellos que ven a la poltica como un asunto cotidiano, comouna constante resolucin de problemas, y que perciben a los mediadores como gente accesible,siempre dispuesta a ayudar, van a acentuar la presencia del Estado personificado en el intendenteo en un puntero en su versin de la historia barrial. Por el contrario, aquellos que, como vimos,perciben a la poltica y a los mediadores como algo sucio, como corruptos e inescrupulosos, van aponer el nfasis en la accin colectiva de los vecinos en el mejoramiento del barrio.

    2.5. La narrativa estatal del barrio versus la versin pica.

    Estamos hablando del mismo asfalto?

    Uno de los objetivos primarios de mi investigacin en Villa Paraso era el de reconstruir lahistoria de la resolucin de problemas en un territorio de relegacin urbana en el Gran BuenosAires, con el propsito de ilustrar la creciente relevancia de los arreglos clientelares en la maneraen que los pobres satisfacen sus necesidades ms inmediatas. Con ese fin en mente, comenc a

    prestar especial atencin a las historias que la gente me contaba sobre la historia del barrio y sobresu historia en l. Estaba a la bsqueda de regularidades en las maneras en que la gente haba idoresolviendo sus problemas en la historia unitaria de un barrio autoconstruido. Luego de un tiempode aferrarme caprichosamente a la idea de que tiene que haber una historia de este lugar, meencontr leyendo testimonios de gente que me contaba que el mismo asfalto haba sido construidopor distinta gente, o que el barrio haba mejorado mucho debido a acciones diferentes. Puedesonar obvio a esta altura, pero durante los primeros meses de mi trabajo de campo no fue muytranquilizador encontrar que, lo que yo estaba buscando, no estaba ah. A pesar de que la ansiedad

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    que provoc la digresin fue, en cierto punto, difcil de manejar, lo que encontr result serbastante ms interesante: distintas narrativas de los mismos eventos.

    De acuerdo a muchos vecinos, la villa mejor mucho durante la ltima dcada, bsicamentedebido al asfaltado de las calles. Antes de ello, una corta lluvia poda convertir a toda la villa en unapesadilla de barro. Sin embargo, a pesar de que todo el mundo acuerda en que el asfalto hace una

    gran diferencia, hay al menos dos repertorios de historias disponibles para contar la historia delasfalto. Una historia acenta la organizacin colectiva del barrio, el cual, segn se cuenta, por vezprimera se junt.

    El asfalto lo hicieron los vecinos, organizamos campeonatos de ftbol, vendamos chorizos yempanadas, y juntamos dinero y la municipalidad nos cobr para hacerlo. Todo el barrio estabaunido (Roberto).

    No slo cambi el barrio debido al asfalto; en la versin extrema de la historia de la accin

    colectiva, este ltimo implic una importantsima experiencia organizativa. En esta versin, elasfalto signific un aumento en el nivel de conciencia poltica de los villeros. Otros enfatizan el roljugado por la organizacin a la que pertenecan en ese momento:

    El asfalto fue posible gracias a la organizacin de la iglesia. Los vecinos organizaron rifas, ferias delplato, festivales, campeonatos de ftbol. Juntamos la plata y fuimos a la municipalidad. As es comose asfalt Villa Paraso (Pedro).

    Ntese que ninguno pasa por alto el rol jugado por la municipalidad en la construccin delasfalto, pero el nfasis est puesto en la organizacin colectiva de los vecinos en la prosecucin deun objetivo comn. Esta versin pica tambin acenta la accin conjunta de los vecinos en laconstruccin de la cloaca y en el centro de salud.

    Sin embargo, mirando ms de cerca, nos daremos cuenta que esta versin pica no es lanica.

    J: Cmo se construy el asfalto? Lo hicieron los vecinos?

    Coco: No, lo hizo la municipalidad. Todo lo hizo la municipalidad

    Un lector suspicaz podra pensar que estamos hablando de distintos sectores de la misma villa,pero la mayora de los testimonios que hablan del asfalto fueron recolectados de gente que vive enla misma cuadra. As como hay versiones antagnicas sobre los mediadores y sobre la poltica, haytambin distintas maneras de referirse al mismo asfalto y a la misma cloaca. Si bien las historias nodifieren por completo despus de todo estn hablando del mismo asfalto material los acentos,los nfasis, estn puestos en diversos momentos.

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    La narrativa estatista del barrio pone al intendente (o a algn mediador poltico) como el

    protagonista principal en la mejora del hbitat.

    El intendente construy el centro de salud, asfalt las calles hizo mucho por el barrio. Intentmejorarlo Siempre tuvimos ayuda del intendente Vamos a verlo cuando necesitamos algo, ytarde o temprano, tenemos respuesta (Cristina).

    El barrio mejor mucho y mucha gente le agradece a Rolo (el intendente) El mand las mquinaspara hacer el asfalto

    El presidente de la sociedad de fomento me cuenta que fue l, junto a otros vecinos, quienescomenzaron la lucha para construir el centro de salud, presionando al intendente. Ellosconstruyeron el lugar, ellos lo pintaron, ellos consiguieron el primer mdico. Lucina, quien vive auna cuadra del presidente, tiene otra versin del mismo centro de salud.

    Matilde fue la que empez con lo del centro en la sociedad de fomento; ella trajo a la primeraenfermera y la primera mesa. El presidente de la sociedad estaba a cargo, pero ella era la que ledaba una mano siempre.

    Es una cuestin de acentos, por supuesto, pero las diferencias difcilmente puedan pasarse poralto. Las historias picas y estatistas se refieren al mismo lugar, a las mismas mejoras, pero lohacen dando el lugar central a distintos protagonistas. Aquellos que recuentan la versin estatistason los que perciben la poltica como algo til, una actividad continua. La presencia constante delos polticos en la resolucin cotidiana de los problemas coincide con una narrativa que otorga unlugar central a esos mismos actores. Probablemente sea Josefa quien mejor sintetice la complicidadentre la poltica til y la historia estatista de la villa:

    La poltica nos ayud un montn Yo mejor mi casa gracias a la poltica, constru los desages yla cloaca de casa gracias a la poltica. El asfalto se hizo gracias a la poltica, lo hizo el intendenteLa municipalidad ayuda mucho, la poltica ayuda mucho. Cuando necesitamos agua potable,siempre estn.

    Por otro lado, aquellos que enfatizan el esfuerzo colectivo son aquellos a los que la poltica lesdisgusta, y que sienten aversin por los polticos locales. Como grafica el presidente de la sociedadde fomento (quien, de acuerdo con su propia versin, fue el protagonista en la construccin delcentro de salud) cuando, vinculando implcitamente a Matilde con la distribucin de drogas en lavilla, asegura la poltica de Matilde es sucia.

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    3. De dnde provienen las diferencias?

    Ya te he dicho, Sancho respondi don Quijote, que sabes poco de achaque de aventuras: loque yo digo es verdad, y ahora lo vers.

    M. de Cervantes Saavedra,

    El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha

    De dnde proviene esta rica variedad de narrativas, percepciones, y evaluaciones? Lostestimonios citados en este trabajo pertenecen a gente de la misma clase social, y deaproximadamente la misma edad. Son hombres y mujeres que viven en el mismo espacio dedestitucin y estigmatizacin; algunos de ellos con visiones completamente diferentes viven a

    media cuadra uno del otro. Comparten los mismos atributos y tienen distintas (a vecesantagnicas) experiencias de la poltica, diversas evaluaciones sobre las (apreciadas/condenadas)acciones de los mediadores polticos y diferentes visiones sobre la historia del barrio.

    Para los propsitos estadsticos son la misma gente, viviendo en el mismo barrio pobre. Casitodos viven debajo de la misma lnea oficial de pobreza. Con sus llamativamente diferentesopiniones y evaluaciones, desafan todos los intentos clasificatorios que relacionan categorassociolgicas con creencias, actitudes, y/o percepciones. En otras palabras, una vez que miramosms de cerca, la misma gente pobre viviendo en el mismo lugar, tiene diversos puntos de vista.

    El mero hecho de que existan distintos puntos de vista provenientes de lugares socialessimilares nos conduce hacia una obvia conclusin: estos puntos de vista no tienen estabilidad si losvinculamos con categoras sociolgicas (vase, al respecto, Sommers, 1994). Podramos detenernosaqu como hacen muchos intentos por recuperar la perspectiva del actor y transformar lo quenecesita ser explicado en una mera recoleccin de voces. Sin embargo, a pesar de ser imperfecta,existe una regularidad en estos puntos de vista, regularidad que est enraizada no en categorassino en lo que Sommers denomina relational settings, en la ubicacin estructural (Wacquant,1995b) en la cual estn ancladas estas voces. La anarqua de las voces, evaluaciones y narrativases slo aparente: estos puntos de vista son vistas que se tienen desde algn punto.

    Como mencionara antes, las redes de resolucin de problemas consisten en una serie decrculos concntricos que rodean al mediador el centro. Los diferentes crculos constan de gruposde actores que tienen diferente acceso a los bienes y servicios distribuidos por el puntero. Comovimos, alguna gente recibe de su referente medicinas diariamente. Otros han obtenido sus trabajosgracias a ellos. Otros reciben paquetes de comida. Algunos actores tiene acceso rutinario a sus

    punteros. Otros tienen con ellos relaciones ocasionales. Otros ni siquiera los conocen. Tenemos,entonces, diferentes grados de contacto con el mediador: un continuo que va desde relacionescotidianas (y, a veces, vitales), a relaciones intermitentes, a ausencia de relacin alguna.

    Basndome en el modelo de la polity de Tilly (1978) (definiendo al mediador como el centrolocal de poder) y en la nocin de Bourdieu de experiencia dxica (como el reconocimiento de lalegitimidad de un orden social mediante el misrecognition reconocimiento equvoco de suarbitrariedad [1977]), podemos formular la siguiente hiptesis que explica parte de la diversidadencontrada en las secciones anteriores: cuanto ms cerca se est del mediador, la narrativa que

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    explica las acciones del mediador se acerca a aquella propuesta por el centro de poder (la polticaimplica el cuidado de los pobres); cuanto ms cerca se est del mediador, la historia del barrio serrelatada en trminos de la influencia decisiva del Estado personificado por el mediador o elintendente. Dada su identidad de protegido porel mediador, y su identidad narrativa en tanto vecinos que viven en un barrio que fue hecho porla poltica: cuanto ms cerca se est del referente, menos se percibir la arbitrariedad del orden de

    la mediacin poltica.

    Para quienes estn cerca del mediador en trminos de contactos personales, del tipo de favorrecibido, de la duracin de la relacin Matilde o Juancito constituyen, en trminos de Schutz, suparamount reality. Son parte de su mundo de sentido comn. Como vimos en el caso de Nlida yAdela, algunos actores tienen a sus referentes en la punta de la lengua cada vez que hablan desu manera de resolver problemas. El crculo ntimo del mediador es, parafraseando al brillanteanlisis de Schutz sobre el mundo de verdad creado en la interaccin entre Don Quijote y SanchoPanza, un sub-universo de discurso comn. Establecido, mantenido y cultivado en la interaccinentre detentadores de problemas y resolvedores de problemas, ambos tienen buenas razones paradesechar las discrepancias (Schutz, 1964:143). Dentro de esta provincia de sentido, la poltica estil, los actos son una colaboracin o una demostracin de gratitud, los mediadores realmente sepreocupan y la historia del barrio los tiene a ellos como protagonistas principales. Dentro del

    crculo ntimo, existe una aceptacin indisputada (doxa) de la resolucin de problemas mediantela intervencin poltica.

    La identidad la experiencia de una relacin social compartida (Tilly, 1995) que se forjaalrededor de los centros de poder (dentro del crculo ntimo) no presenta ni una resistencia activani crticas sutiles u ocultas [lo que Scott denominara hidden transcripts(1987)]. Y sin embargo,vimos que en la villa hay una resistencia a las prcticas manipuladoras y clientelares. Estas(contra)voces se ubican fuera de estos crculos ntimos y, normalmente, toman la forma de unaqueja por los escasos recursos que entregan los mediadores. Ellos le dan comida a quien quieren,Juancito reparte de vez en cuando, nunca cumplen las promesas, se quedan con la mejorparte: estas son las quejas ms comunes; reproches de gente que est desconectada de la red. Enotras palabras, las protestas ms usuales se refieren a los cmo de las acciones de los mediadores.Infrecuentemente podemos detectar voces que ponen en duda los derechos que estos mediadorestienen de convertirse en los intermediarios personales entre los residentes de Paraso y el estadolocal, los qu de sus acciones.

    4. Reconsiderando al clientelismo

    Como seala buena parte de la literatura sobre clientelismo, la confianza (Roniger, 1990), la

    solidaridad, las esperanzas (Ayata, 1990), las orientaciones familsticas (Tellis Novak, 1983),y/o la reciprocidad (Gouldner, 1960; Scott, 1977) existen en las relaciones que se establecenentre mediadores y clientes. Son verbalizadas tanto por los clientes como por los referentes demanera constante. Son permanentemente enfatizadas en los discursos pblicos de los punteros.Como estudi en otro trabajo (1997a), los mediadores del Partido Justicialista presentan su funcinde guardabarreras como una relacin especial que ellos tienen con los pobres, como una relacinde deuda y obligacin, en trminos de un especial cuidado que les tienen, del amor que (por ellos)sienten. Para Juancito y Matilde, la mediacin no es un trabajo sino una pasin por la gente; losuyo es todo sacrificio hasta quedar exhaustos en el cargo. Nosotros nos ocupamos de ellos,

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    dicen los mediadores. Ellos (los mediadores) se ocupan de nosotros, dicen algunos de los clientes.Ellos slo se preocupan de ellos, dicen quienes estn fuera de la red.

    Sin embargo, como la verdad de la interaccin no est nunca contenida en su totalidad en lainteraccin misma (Bourdieu, 1977:81), debemos mirar ms de cerca el nfasis discursivo en laconfianza, solidaridad, reciprocidad, cuidado. En la medida en que la resolucin de

    problemas (intercambios materiales y simblicos, en la que una cosa es dada, un favor otorgado yun mensaje es comunicado) se inclina a legitimar un estado de las cosas de facto un balance depoder desigual, podemos describir esas soluciones, siguiendo a Bourdieu, como mquinasideolgicas. El acto de dar, las acciones sacrificadas y preocupadas de los mediadores,transforman o intentan transformar una relacin social contingente la ayuda a alguien quenecesita en una relacin reconocida acreditada como duradera: resolvemos un problema y, almismo tiempo, reconocemos a Matilde o Juancito como nuestro resolvedor de problemas. Estereconocimiento est en la base de la resolucin de problemas mediante la intermediacin poltica.Dentro de un ambiente ideolgico de cooperacin, compaerismo, y solidaridad, se construyenlazos que congelan un determinado balance de fuerzas: cuanto ms participa un grupo de actorescomo miembros de la polity, ms comparte la ideologa de cuidado por los pobres, de ayudasocial, propuesta por los referentes; y a su vez, tendrn una relacin dxica con respecto al lazoque los une al mediador en una relacin asimtrica. Dar, acuerdo con Bourdieu, termina siendo una

    tambin manera de poseer.

    Sin duda, la aceptacin no discutida del mundo de la resolucin de problemas a travs de lamediacin poltica constituye la fortale-za de la posicin de los mediadores en ltima instancia es la expresin de su legitimidad. Sinembargo, al mismo tiempo, representa su mayor debilidad. La experiencia dxica es producto deuna relacin cercana, cotidiana, fuerte, entre el resolvedor y el detentador de problemas, unarelacin que debe ser constantemente sostenida y practicada. Este trabajo de mantenimiento de larelacin depende de la capacidad que el mediador tenga para sostener la fortaleza del lazo, algoque aunque no exclusivamente depende de su capacidad de cumplir. Esta capacidad eslimitada y dependiente de otros factores: limitada porque el referente puede conseguir trabajos oremedios, realizar un favor esencial, o asistir a alguien como si fuese parte de su familia, a unacantidad restringida de gente; dependiente de la relacin que el mediador establezca con terceraspartes (el intendente, en este caso) quien le da los bienes para distribuir.

    Para el caso que he analizado entonces, la imagen de un electorado extenso y cautivo esempricamente incorrecta. La cantidad de gente que est casi literalmente atada a losmediadores porque lo aceptan naturalmente no incluye a ms de cien personas (en el caso deMatilde, la referente ms poderosa en Villa Paraso), en una poblacin de ms de 7.000 votantes. Sibien significativo, esto difcilmente pueda dar cuenta de la conquista del voto y de la creacin delconsenso electoral que usualmente se le atribuye al clientelismo. Si hemos de usar el concepto,debemos restringirlo al crculo ntimo de experiencia dxica.

    El tropo del clientelismo poltico es, muchas veces, producto de lo que Bourdieu (1990c)denomina un punto de vista escolstico, externo, alejado. A mi juicio este punto de vista est

    (pre)construido lejos de donde yace la accin: esta no se encuentra en la descarada y a vecespattica distribucin de alimentos o bebidas antes de un acto poltico o de una eleccin, sino en elentramado de redes de relaciones y representaciones culturales construidas diariamente entrepolticos y clientes. Es en las relaciones donde yace la accin social,11 y es all adonde debemosdirigir nuestra mirada: una mirada ms atenta a las relaciones y a las prcticas nos permitirconstruir otro punto de vista ms atento a los idiomas culturales, a las identidades individuales ycolectivas que se ponen en juego en estos intercambios.

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    En lugar de realizar una recoleccin no relacional de las voces de los clientes (pobres), las

    secciones que siguen van a reconstruir las distintas vistas que se pueden tener desde las diferentesposiciones dentro de la red de resolucin de problemas; y procurar explicarlas anclando esasvoces en el conjunto de relaciones que tienen lugar en el universo de resolucin de problemas vala mediacin poltica personalizada. Como veremos, para algunos actores, el punto de vista del

    espectador est proscripto, en tanto que participan de ese mundo en una relacin dxica.

    7 Si lo analizamos con detenimiento, lo que dice puede ser tomado como una clara distincinentre el intercambio de cosas y el principio generador de las acciones de los clientes. La granmayora de las descripciones que oscilan entre lo acadmico y lo periodstico normalmenteconfunden ambos elementos. Sin embargo, si le hemos de creer a Coca, las cosas que circulanantes y despus de los actos no deben ser tomadas como las razones de su asistencia a los actos;lo que ella dice nos advierte contra un error bastante generalizado: no podemos tomar al flujo quecircula dentro de la red como una explicacin de las disposiciones y representaciones de losactores.

    8 La acusacin sobre el uso poltico de los programas de asistencia alimentaria ha sidonotada en otros barrios populares (Golbert, 1992).

    9 Otros trabajos (Kuasosky y Szulik, 1996; Auyero, 1992) han mostrado que, en muchosbarrios pobres del Conurbano Bonaerense, la poltica es experimentada como algo distante,vinculado al engao y a la desilusin, especialmente entre los jvenes. La distribucin de drogasrealizada por polticos locales entre grupos de jvenes en barrios pobres es bastante generalizada(vase por ejemplo, Kuasosky y Szulik, 1996). La participacin en actos polticos y en barrasbravas de equipos de ftbol es una fuente ms o menos segura, ms o menos gratis de acceso adrogas y alcohol para muchos jvenes.

    10 A pesar de que no coincido con su manera de entender la prctica clientelar peronista,Powers (1995) brinda adicional evidencia sobre la distribucin de bienes como medio para comprarvotos.

    11 Soy consciente del carcter perturbador que tiene este punto de vista relacional. Comoafirma Tilly (1996:7) cualquiera que ubique la accin social eficaz en el contrato, y no en losfirmantes, en la narrativa, y no en los jugadores, en la conversacin, y no en los interlocutores,invitar a un rechazo intuitivo desde el lugar de las ms apreciadas creencias. Vase tambinBourdieu et al. (1991), Bourdieu y Wacquant (1991).

    Clientelismo y protesta:

    cuando los clientes se rebelan*

    .

    Marina Farinetti**

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    El 16 de diciembre de 1993 una multitud incendiaba en Santiago del Estero las sedes de los trespoderes constitucionales: la Casa de Gobierno, el Palacio de Justicia y el edificio de la Legislatura.Incendiaba y saqueaba, adems, las residencias de poco ms de una decena de funcionarios yrenombrados polticos, entre los que se contaban tres ex gobernadores de la provincia. As semanifest una multitud contra la poltica de ajuste en el sector pblico llevada adelante por elgobierno provincial.

    Varios autores1 coinciden en sealar que los mecanismos de representacin dominantes en la

    vida poltica de esta provincia situada en el noroeste, la regin menos desarrollada de Argentina,2son de tipo clientelista.

    Teniendo como trasfondo este caso, merece la pena reflexionar acerca de la relacin entreclientelismo y protestas intentando ir ms all de la oposicin que habitualmente se establece entreambos trminos en la bibliografa sobre el tema. En general, en ella se supone que los vnculosclientelistas impiden la generacin de solidaridades horizontales, las cuales son la base de laestructuracin de fenmenos de protesta. Se sostiene que la naturaleza personalizada y vertical delos vnculos clientelistas socava sistemticamente la generacin de la solidaridad grupal necesariapara que pueda decantar, eventualmente, en acciones colectivas.3

    Argumento en las pginas que siguen que no hay razones suficientes como para sostenertericamente la contradiccin entre clientelismo y protesta. Considero que el clientelismo es unamodalidad de dominacin poltica que, como tal, dispone mecanismos propios de gestin delconflicto social, los cuales no necesariamente son contradictorios con la protesta social. Ms queasumir de un plumazo la contradiccin (como efectivamente sucede en varios trabajos), creopreciso explorar la naturaleza de este modo de dominacin para luego indagar sobre las manerasde protestar ms afines4 al mismo. En otras palabras, sostengo que, si bien es cierto que laestructura propia de una relacin clientelar incide en las maneras de comportarse de los sujetosinvolucrados en ella (por ejemplo para manifestar sus reclamos), no encontramos necesidad de queeste sea necesariamente renuente a la protesta. Por el contrario, he tratado de pensar cules sonlos repertorios de accin colectiva que podemos considerar afines a los vnculos clientelistas. Laclave reside en establecer de qu manera la estructura clientelista de los vnculos polticos influye

    en los modos de actuar de los individuos para conseguir mantener o mejorar sus condiciones devida. Sin duda, estamos ante un desafo terico, por cierto, un clsico de la teora social. No est ami alcance resolver el nexo terico entre estructura y accin; me conformo con exponercorrectamente el problema y con proponer una solucin plausible para avanzar en el tema queestoy analizando.

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    El plan del trabajo es el siguiente. Comenzar por definir clientelismo poltico. Luego expondrlas dificultades tericas que implica relacionar un fenmeno definido en trminos de un sistema derelaciones (clientelismo en tanto modo de dominacin) con un fenmeno definido en trminos deaccin (la protesta como modalidad de accin colectiva). Sostendr que ambos operan en nivelesde anlisis que deben ser distinguidos (el de la estructura y la accin respectivamente). Propondruna conexin conceptual entre ambos niveles y terminar caracterizando un repertorio de accin

    colectiva arraigado en relaciones clientelistas.

    Qu es el clientelismo poltico?

    El clientelismo poltico es un tipo de vnculo poltico.5 Como siempre que definimos algo, en estecaso, el clientelismo encontrar su significado frente al fantasma de lo que no es. Para empezar, noes un vnculo poltico universalista. Podemos considerar dos tipos ideales opuestos de vnculo

    poltico, a saber, clientelista y universalista. El primero se genera a partir de criterios personalizadoso, en otras palabras, de pactos privados, sin que puedan hallarse en la base de los mismos criteriosuniversales. El segundo, por el contrario, implica una forma universalista, esto es, la existencia decriterios annimos y puntuales (no personalizados, es decir, que no involucran a la persona comotal sino algn aspecto de su actividad) en la base de las relaciones polticas. Aunque definir el tipouniversalista implica la misma dificultad formal que definir su opuesto: en general el significado seimpone por lo que no es. Por el momento, nos mantenemos en un nivel por cierto abstracto. Luegono podremos eludir cuestionar esta distincin tan tajante y tan general entre clientelismo yuniversalismo. Para ello, remitimos al ltimo punto del trabajo.

    En un sentido menos general, decimos que el clientelismo es una relacin de dominacinestablecida como una relacin de intercambio en la cual un individuo de status socioeconmico mselevado (patrn) usa su propia influencia y recursos para proveer de proteccin o beneficios, oambos, a una persona de un status menor (cliente), quien, por su parte, obra recprocamenteofreciendo apoyo general, asistencia, servicios personales y fidelidad a su patrn. O sea, losarreglos clientelares estn construidos sobre transacciones asimtricas aunque mutuamentebeneficiosas y abiertas, basadas en el control diferencial que los actores tienen sobre el acceso y elflujo de recursos en una sociedad.

    Analizando esta definicin, podemos establecer las caractersticas elementales distintivas deuna relacin clientelar: 1) es desigual; 2) es personalizada; 3) implica intercambio; 4) es informal ydifusa.

    Es desigual porque los patrones y los clientes cuentan con recursos dispares en riqueza,poder, prestigio social, capital social. El patrn est generalmente en situacin de proveerunilateralmente bienes y servicios que el cliente necesita para su supervivencia o bienestar. Estadesigualdad, sin embargo, no deriva en una relacin unilateral; tambin el patrn necesita de losclientes para sus propsitos. Si pudiera ser obedecido sin ms no se empeara en procurarse unaclientela, no correra con los costos del intercambio que ella implica por ms desigualitario que elmismo sea.

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    Es personalizada porque los sujetos de esta relacin social, los patrones y los clientes, noestn interesados en la igualdad y las reglas universales sino en personas. Esto es, no promuevenreglas aplicables a los ciudadanos como tales sino situaciones de favoritismo mediante el desvo derecursos pblicos (Roniger, 1994). Digamos con Gnes-Ayata (1994) que el clientelismo implica unavertehen opuesta a la cultura poltica del universalismo, la cual tiene como aspiracin asignarle algoa todos. Su lgica, en cambio, se orienta a la consecucin de intereses particulares. Son relaciones

    especficas, es decir, refractarias al principio que establece que situaciones iguales deben sertratadas en pie de igualdad (Gellner, 1986). Tiene, adems, a los individuos como protagonistas envez de a grupos corporativos organizados. Porque se sustenta en redes de relaciones cara a cara,rasgo que se opone a la condicin explcita de los contratos impersonales o de las relacionesformales de autoridad.

    Implica intercambio, esto es, consiste en un arreglo para la distribucin de bienes y servicios acambio de lealtades polticas, apoyo y votos. Como dice Scott (1986), el intercambio se sita enalgn lugar del continuo que va desde los lazos personales que unen a los iguales hasta losvnculos puramente coercitivos. Determinar este lugar para un determinado sistema clientelar esuna cuestin emprica crucial y compleja. Aunque sin bienes (sean cules fueran) que vayan y quevengan el clientelismo no tendra razn de ser, la descripcin de lo que se intercambia no bastapara dar cuenta del vnculo clientelar. Digo que no tendra razn de ser porque el vnculo

    clientelista, ms all de que el intercambio verdaderamente tenga lugar, est sostenido por lasexpectivas recprocas de sus protagonistas. Los patrones y los clientes esperan algo unos de otros.Dada la asimetra de status social y econmico, los clientes por lo general esperan seguridad fsicay medios de subsistencia, a cambio de lo cual los patrones esperan lealtades polticas, votos odeferencia. Adems de los bienes que se intercambian, debe contemplarse para dar cuenta delvnculo clientelar tambin el conjunto de creencias, estilos, habilidades y hbitos que acompaanlos intercambios (vase Auyero 1996).

    Es informal porque, ms all de posibles matices, una relacin clientelar implica la ausencia deun tercero que funcione como autoridad investida formalmente con el poder de hacer cumplir elcontrato, sustentado, como dijimos, en redes de relaciones cara a cara. Debo permitirme unaaclaracin: no sustentamos una oposicin entre clientelismo e institucionalizacin sino quedistinguimos dos dimensiones de institucionalizacin: formal e informal.6 La distincin obedece alcriterio de que las primeras estn amparadas bsicamente en la ley y las segundas bsicamente enprcticas recurrentes, sedimentadas a travs del tiempo ms all de su prescripcin legal. Ambasson instituciones en la medida que establecen reglas que pautan el comportamiento y lasexpectativas de los actores. Y ambas estn basadas en entendimientos y mecanismos quecomportan altos niveles de compromiso y obligacin. Las instituciones clientelares tienen uncarcter difuso en vez de explcito como las relaciones sustentadas en contratos, lo cual genera unlazo muy flexible, en el cual las necesidades y los recursos de las partes (as como lo que esperanunos de otros) pueden variar ampliamente.

    Definir clientelismo poltico en abstracto (lo que acabamos de hacer) no termina con nuestro

    problema. Sucede que hay clientelismos y clientelismos. No es sencillo, ni quiz tampoco correcto,ceir en un mismo concepto (lo cual se logra resignando especificidad) al clientelismo propio desociedades tradicionales y al clientelismo que tiene lugar en sociedades modernas. Gnes-Ayataseala con razn que el clientelismo poltico no se limita a un tipo de cultura ni a una etapa deldesarrollo econmico, pero ello no quiere decir que los factores culturales y econmicos nomodifiquen sus atributos. Ni tampoco debe mitigarse el hecho de que, por lo general, lasdefiniciones de clientelismo se han construido teniendo el clientelismo propio de sociedadestradicionales como referente emprico. Esto implica, como poco, una restriccin: se refiere aclientes que viven en el nivel de subsistencia o muy cerca de esta situacin, para los cuales la

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    asociacin con el patrn es el principal, si no el nico, medio de vida. El clientelismo tradicional hasido el tipo ideal del que se han valido en general los estudios sobre el tema. Esta orientacin nonecesariamente constituye una falta sino que refleja el hecho de que las relaciones clientelistasfueron con ms frecuencia examinadas en el estudio de las sociedades campesinas y de suincorporacin al mercado, al Estado y a la sociedad nacionales. El tpico ms recurrente de losestudios sobre clientelismo es la relacin entre las relaciones clientelares y el grado de desarrollo

    econmico. Gnes-Ayata dice que la existencia y persistencia de relaciones clientelares en lassociedades modernas sorprendi a muchos analistas que daban por descontado que las mismasseran minadas por el peso propio del proceso de modernizacin capitalista. En vistas de lapersistencia, la preocupacin se desplaz a entender el rol de estos mecanismos no modernos enel desarrollo poltico.7 Escobar (1994) asevera que existe un acuerdo general acerca de lascaractersticas de esta transicin en sociedades campesinas en las cuales las relaciones clientelistastradicionales (duraderas, de amplia cobertura, intensas, basadas en compromisos y recursospersonales y ampliamente legitimadas) se transforman en el llamado clientelismo poltico omediacin clientelista (basado en la relacin que varios mediadores desarrollan con sus clientes enperodos cortos de tiempo y para transacciones especficas, actuando como intermediarios, entre lalocalidad y el Estado, en la distribucin de recursos). Esta transicin se da al mismo tiempo que sedesarrollan el mercado, el sistema poltico y la burocracia. Los cambios del clientelismo tradicionala