EL ENIGMA DEL CUERVO ROSADO

A Isidro Parodi

Un rosal en Central Park. Pimpollos como pájaros jadeantes, brillosos, perfumados. El

inspector Marbel de Amsterdam, llegó apenas supo de la muerte de E. A. Poe. Era un poeta

que se creía detective. Un encuentro casual suele ser presagioso, ante el carácter de un

escritor. Como poeta pensó pistas, el lugar del crimen, los móviles. Como detective sospechó

del rosal y el viento. Pensando desnudó sus sospechas, inclusive las doce rosas color del alba,

y su polen.

Acaso surgió una insípida inspiración para un poema: el cuervo.

Caminando por el arboleado Central Park rotó en el río una sublevación. Anatema de

anatemas se dijo y vio el cadáver flotando en el río. Llevaba en sus manos un cuervo hecho de

flores con un tizne rosado. Se persignó, tomó una copita de jerez y fue a ver si el cadáver

revivía. Segundo eterno vio al muerto levantarse de las tumbas y lo señaló. Se escondió por

entre matorrales y torres, cuadros y espejos. La señal fue dada a Holmes, que desde el río nota

la cifra nominal. El enemigo íntimo del poeta detective lo culpó. Fue llevado a prisión por

dual. De la cárcel salió su sombra cretina bestia asesina del señor E. A. Poe. Realizó un

cuervo tallado y lo pintó de rosado.

Al volver a la cárcel, la sombra ocultó en el pecho del poeta mal detective para cuando la

policía encontró el cuervo rosado, no había dudas. Éste lo había matado, como su insigne y

recordado poema. Y el pajarraco no cesaba de decir “Never More”.

Fin

El enemigo íntimo. Él se aferró al cuervo, pero fue llevado por la policía en cadenas y

encerrado por dual.