claudia gilman historia poder y poetica del padecimiento en las novelas de andres rivera

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  • Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat

    Erlangen-Nurnberg. Zentralinstitut (06), Vervuert Verlag, Frankfurt am Main. 1991, pp.

    47-64. ISBN: 3-89354-729-0.

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    Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera

    Claudia Gilman

    NOTA: Escrib este trabajo a finales de los aos ochenta. Haba muy poco material

    sobre Rivera por entonces. La convocatoria de Roland Spiller buscaba averiguar cmo

    haba sido la novela argentina durante los aos de la dictadura militar. La que haba

    podido publicarse, naturalmente. Por supuesto, las primeras novelas de Rivera no

    estaban disponibles. El mismo me las facilit y fue as como pude leerlas. El trabajo se

    detiene en la ltima novela que Rivera acababa de publicar. Mi anlisis trataba de

    establecer cmo se constituye una potica pero tambin en qu circunstancias. Algunas

    inferencias o interpretaciones estn hechas de mis propias inquietudes y lecturas. Tal

    vez no escribira lo mismo ahora.

    1. Del testimonio al estupor frente al poder: proyecto y trayectoria literaria.

    La trayectoria narrativa de Rivera acompaa la transformacin de una esttica

    que conjuga una posicin poltica (la izquierda) y una modernizacin literaria como

    punto de partida inevitable para una prctica de la escritura. La asuncin supone un

    progresivo apartamiento de la confianza en las posibilidades de la representacin

    realista, el reemplazo de un tipo de esttica comprometida por una escritura

    neovanguardista.1 Por otro lado, la continuidad de una ideologa, acompaando las

    transformaciones de la escritura, esta obligada a desplazar el foco de reflexin y

    reformular hiptesis sobre los mecanismos de poder.

    En esta dulce tierra, Apuestas, La revolucin es un sueo eterno, Los

    vencedores no dudan rechazan el procedimiento de agregaciones que constituye el

    modo de articulacin de lo heterogneo en El precio (el intento, al estilo de Dos Passos,

    de representar desde distintos puntos de vista el conglomerado cultural, social,

    econmico y poltico de la Argentina desde los aos cincuenta) y hasta la posibilidad

    1 En Rivera se hacen particularmente visibles las operaciones de fundacin de una tradicin literaria. Sus

    textos estn traspasados por una informacin sobre las lecturas de un campo intelectual. Las primeras

    obras estn urgidas por la necesidad de escribir para denunciar un estado de cosas y son tributarias del modo en que esa necesidad se expres para los idelogos del marxismo. En algn momento posterior, la

    potica de Rivera incorpora elementos caractersticos de la literatura policial estadounidense, el policial

    negro. La escena dur tres platos y el postre; intercambiamos las puntuales trivialidades que constituye, para las personas educadas, una conversacin amena. Y la esposa de Alfredo Russel no

    pareci ms nerviosa que una gata descerebrada. La vi levantar una copa entre sus manos, sopesarla y

    declarar, con un nfasis negligente y definitivo: Tiene cuerpo. Era esa clase de mujer. Citado de Bial, un relato de Ajuste de cuentas. Puro Chandler. Como a otros tantos escritores argentinos, la maduracin lo sumerge en las sagradas aguas de Borges. De l, s lo que importa; aquello que ignoro merece el olvido. () Proporciono estas escasas referencias laterales, si se quiereporque del episodio que voy a contar desconozco su trama secreta, sus antecedentes, sus apariencias, esos ingredientes que, se

    asegura, confieren una transparencia irreprochable a la narracin. Citado de Los honorables testigos, en Una lectura de la historia.

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

    Zentralinstitut (06), Vervuert Verlag, Frankfurt am Main. 1991, pp. 47-64. ISBN: 3-89354-729-0.

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    del punto de vista doble, como en Los que no mueren.2 En las novelas posteriores cada

    libro tiene espacio para una sola historia que es, en cada caso, un fragmento de historia

    personal en la que resuena el fantasma de lo colectivo. La existencia de una verdad

    poltica emprica ya no se postula, como en las primeras dos novelas, como efecto del

    testimonio literario, que aspirara a naturalizarse como la representacin de un afuera

    del texto.

    Si en las primeras novelas de Rivera las significaciones eran una slida estela de

    aserciones, sin dudas ni reticencias, las que escribir despus, cuando el escritor se

    convierta en el que es o el que ser despus, estn hechas con preguntas que ponen entre

    parntesis no solamente la lgica o racionalidad del mundo de lo real sino los

    procedimientos mismos de la literatura. El autor, el viejo ventrlocuo que emerge del

    centro del cuerpo de los personajes,3 queda impreso como una entidad que procesa

    citas y saberes, que mediatiza imgenes y ficciones, antes que como el primado de una

    conciencia ideolgica que se pone a escribir.

    En El precio o Los que no mueren, lo que sostiene a los personajes en su papel

    es una identidad econmica social, el lugar que ocupan en las relaciones materiales de

    produccin del sistema capitalista. Esta identidad es colectiva y se actualiza

    solidariamente con todos aquellos que son funcionalmente idnticos. Lo que cuenta es

    el alcance, la representatividad. De la masa annima y equivalente de los trabajadores,

    en el proceso de individualizacin que obliga a la literatura a sostener un nombre o un

    pronombre singular para rodearlo con una frase o una historia, surge el personaje.4

    En otras palabras, las primeras novelas practican un corte vertical en busca de la

    estratificacin del tejido social. Es en la fbrica donde este tejido se hace visible; en

    ella, las relaciones de poder social y poder econmico encuentran un espacio

    paradigmtico de figuracin. El relato se sita entonces a partir de ese escenario, y

    como los telares sobre los que encorvan la espalda los obreros, reconstruye en la ficcin

    la trama de la sociedad argentina. Ese corte quiere mostrar que los verdaderos intereses

    son intereses de clase. Por eso, las oposiciones fundamentales enfrentan a obreros y

    patrones. Estos textos parecen estar dominados por la idea de que develar las fuentes del

    2 Obras citadas: El precio, Buenos Aires, Editorial Platina, 1957, Los que no mueren, Buenos Aires,

    Nueva Expresin, 1959, En esta dulce tierra, Buenos Aires, Folios Ediciones, 1984, Apuestas, Buenos

    Aires, Per Abbat, 1986, La revolucin es un sueo eterno, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano,

    1989, Nada que perder, Buenos Aires, Centro editor de Amrica Latina, 1982. Esta ltima es ms que

    una bisagra entre dcadas. En ella estn contenidas las preocupaciones comunes a todos los momentos de

    la narrativa de Rivera y all parece procesarse la lengua literaria, la reflexin histrica, la autobiografa y

    la derrota poltica tanto como la de una manera de escribir. 3 La revolucin es un sueo eterno, p. 23.

    4 Hablaron con hombres que eran como espejos, se lee en Cita, reescritura del cuento del mismo

    nombre publicado originalmente en La rosa blindada, 1966 y republicado en Una lectura de la historia,

    Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1982. El era ellos, los miles en los mnibus, los millones en el amor se lee en Los que no mueren, p. 91. Cuando ya no quedara nada, quedaban los que eran como l, los que como l marcharon por la ciudad y vinieron a ella, no porque les gustara la aventura sino

    porque no quedaba otra disyuntiva, y aqu, levantaron su desmedulado, pedestre resentimiento, su acosada

    o indoblegable rebelda de siglos, engandose no aceptando, jams, el armisticio o la rendicin o la muerte y golpeando hasta encontrar algo, no en el Cielo, sino hombre como ellos, que no mintieran, y que supieran mejor que ellos, qu deba hacerse, se lee en El precio, p. 223. Hombres que saban qu hacer: Difcil no pensar en Lenin.

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

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    poder social (retransmitir a los personajes la conciencia del que escribe) permite

    establecer la verdad de las relaciones sociales y profetizar el rumbo racional de una

    historia en donde el poder ser ejercido por los explotados.

    En las novelas posteriores que se analizan en este trabajo, la escritura practica

    cortes con un bistur que discurre por los recorridos del poder: en los alrededores de una

    formacin, en los intersticios, en los zcalos, en los bordes, en los centros y en los

    laterales, en los arribas y abajos de una topologa ms sutil. Constatacin de la

    autonoma y especificidad del juego poltico en la conformacin de los liderazgos y la

    dominacin. El corte acta en profundidad sobre una superficie menos vasta. Las

    cicatrices muestran el sangrado o la herida del conflicto de la disputa entre pares, entre

    sectores. Descubre un poder que no tiene ya, slo fundamentos racionales y ni siquiera

    totalmente irracionales. Es un poder que se ejerce y se sufre en todas direcciones:

    discrecional, arbitrario y tambin intencional, pero que no deja identificar

    responsables y tampoco es el Mal. En estos textos, se dramatiza la relacin entre el

    individuo y el Estado y se crea como monstruo una figura de sujeto estatizado, recorrido

    por las formas del poder y de la resistencia.

    Estos recorridos no son ni exteriores ni interiores. Abren sus surcos en el interior

    de los individuos, despedazndolos, dividindolos, rearmndolos. Castelli renuncia al

    habla, resiste con su silencio el uso de las palabras en las que reconoce el poder. Sin

    embargo, el orador de la Revolucin, que intent abolir los derechos basados en la

    tradicin, habla en contra de sus ideas para conservar la propiedad de su hija:

    Qu leo cuando proclamo, ante el Triunvirato, el derecho que la naturaleza da a padre?

    Leo lo que emana del corrupto cuerpo del rey, amo propietario o padre, es la ley? ()

    Soy yo, el rey de ngela, yo, que en un da de mayo declar caducos los poderes de los

    reyes, cualquiera fuese su identidad y origen, sobre las mujeres y hombres, animales,

    tierras, aguas, cielos, bosques y montaas de esta parte de Amrica? Quin capitul

    cuando la mano de Castelli escribi derechos del padre y los ojos de los partidarios del

    orden leyeron derechos del padre? El que habl a las paredes de Tiahuanaco? ()

    Capitul el que no se suicida? El robesperriano que resiste y no abjura de la utopa?

    La revolucin es un sueo eterno, p. 148.

    En cada cuerpo y en cada conciencia se instalan, irnicamente, la resistencia y la

    resignacin, la conveniencia y los ideales. Las relaciones de fuerza se producen tambin

    en el interior de un sujeto partido y fragmentado. Deber y deseo, inters de clase y

    ambicin personal. Todo lo que se dice y lo que se piensa sirve a algn poder. La lucha

    es una batalla en el interior de la conciencia individual expandida para dividirse y

    discutirse y para pensar cmo se divide y se discute. Lo que distingue las novelas de los

    obreros y patrones y las que les siguen es el pasaje de la pregunta retrica, esto es, de la

    interrogacin cuya respuesta ya est sugerida por el sentido de una lucha, a la pregunta

    filosfica:

    Dar ejemplos:

    1. Mein Kind por qu nos matan si somos tan pocos? En Nada que perder.

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

    Zentralinstitut (06), Vervuert Verlag, Frankfurt am Main. 1991, pp. 47-64. ISBN: 3-89354-729-0.

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    2. Qu revolucin compensar las penas de los hombres? En La revolucin es un sueo

    eterno.

    3. Dnde se mira el peregrino cautivo de una deidad perversa? En Apuestas.

    4. Qu destruyo en ellos (los marxistas), que ni yo ni mi padre podemos tolerar? Qu

    ms nos diferencia? La duda? La fe? Los valores de Occidente? Qu ms que sea

    tan incontrastable como la muerte? En Los vencedores no dudan.

    5. Argentino?, pregunt sigiloso, el anciano melanclico. A qu se refiere usted,

    amigo mo cuando dice argentino? o Qu celebramos que la memoria haya puesto a

    salvo en esta dulce tierra? En En esta dulce tierra.

    La forma en que estas cuestiones se escriben en la ficcin requiere del relato de

    experiencias excepcionales. En cierta forma, se pasa de una sociologa escrituraria, que

    busca encontrar lo general en lo particular, hacia una narracin de lo singular que

    permite pasar de la lgica de la accin colectiva y la desborda, localizando los

    fragmentos de la historia privada y la relacin con el poder. Moiss o Mauricio Reedson

    hace explcita esa ruptura o transicin hacia lo excepcional. La historia de Reedson

    comienza, para la novela, con una transgresin que lo expulsa de su comunidad de

    pertenencia colectiva. Rechaza la ley de su religin y su ley (su destino: ser el rabino

    mas brillante de Lomza) comiendo cerdo delante de los notables de la sinagoga.

    Castelli, el ms elocuente, el ms capaz, el principal instigador de la revolucin de

    Mayo, permite que sus soldados orinen en los portales de las iglesias. El juicio contra el

    transgresor de la sacrosanta institucin inicia La revolucin es un sueo eterno. Cufr

    realiza un acto heroico, para el asombro de su profesor europeo: regresa desde Pars a

    un Buenos Aires de infierno en el que se sumar a las vctimas de una persecucin

    estatal y tambin personal. El personaje de Los vencedores no dudan, acta contra los

    designios de la institucin en donde la desobediencia (en teora) se paga con la muerte,

    desconociendo las leyes de la tctica y la estrategia que trata de inculcarle su superior.

    La narradora de esa novela, cuenta su pasaje hacia lo excepcional reconociendo que la

    verdad del erotismo es la traicin. Solamente Miller y Lanes se resisten a dar el paso

    hacia lo extraordinario. Apuestas es un relato outsider, enigmtico y nietzscheano.

    Viene a decir que la moral dominante no considera al enemigo como malo

    sencillamente porque tiene el poder de ejercer represalias (es el sentido por el cual

    troyanos y griegos son, para Homero, igualmente buenos), que ningn poder puede

    sostenerse si no tiene por representantes a hipcritas y fundamentalmente, a mostrar

    que, en moral, el hombre no se trata como un individuum sino como un dividuum, que

    ser moral, tener buenas costumbres, ser virtuoso, quiere decir obedecer una ley y una

    tradicin de abolengo. Pero tambin es cierto que en Apuestas, como veremos, es

    posible leer un acto de sumisin extraordinario, capaz de quebrar la legalidad de la

    descendencia.

    2. De la fbrica al pasado.

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

    Zentralinstitut (06), Vervuert Verlag, Frankfurt am Main. 1991, pp. 47-64. ISBN: 3-89354-729-0.

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    En las dos primeras novelas de Rivera se lee que la historia, la nica historia es

    la lucha de clases. Porque es el eje de las transformacin y, por lo tanto, la posibilidad

    de un futuro que no sea la exacta repeticin del pasado o el pegajoso estancamiento de

    un presente. Los relatos revelan un estado de cosas tal que su despliegue se percibe

    como prolongndose hacia un futuro, lgica e ideolgicamente necesario; contenido en

    las contradicciones sociales del presente. Es el sitio irnico de la mirada marxista en

    donde los hechos estn preados de su contradiccin. En este sentido, el futuro se

    proyecta como la inversin del presente en trminos de dominacin. Esta asuncin es,

    desde luego, histrica, aunque su materia no tenga que ver con el pasado. Si las formas

    de la violencia ocupan el centro de la reflexin narrativa, se hace visible la

    transformacin de los nudos bsicos alrededor de los cuales la violencia se erige en

    tema: en el principio, la perspectiva aportada por la idea de clase, hace de la huelga el

    momento fundamental de la transformacin social y a partir de all se desprenden las

    apreciaciones sobre la videncia ejercida por la dominacin de los poderosos, no una

    violencia narrada sino una densidad que rodea y atraviesa los relatos en el universo

    situado en el corazn del trabajo. La huelga es, en estos primeros textos, un intento por

    desarrollar las implicaciones histricas de un presente preado de significaciones

    futuras. Es al mismo tiempo el escenario y el instrumento de ese futuro. En la huelga, la

    historia adquiere su sentido y la utopa su horizonte. Para poder pensarla, de todos

    modos, se hace necesario apropiarse de una localizacin propia, como un patrimonio de

    la escritura: Villa Lynch y el escenario de la industria textil. El horizonte excepcional de

    la utopa permita y obligaba a escribir una narrativa del hombre comn, sujeto

    paradigmtico de la transformacin.

    Las novelas posteriores se ubican crticamente respecto de esa posicin. Se dira

    que miran en direccin al pasado para reflexionar sobre las razones que han desmentido

    las previsiones, en un estado de cosas la injusticia, la opresin, que no se ha

    modificado. En el pasado, remoto e inmediato, hay otras claves. Para decirlo con

    crudeza, otras frustraciones. De esa indagacin proviene otra mirada: la que descubre en

    la poltica otras leyes que hacen de la previsin la posibilidad de errar. Nada que perder

    ejemplifica esta colocacin autocrtica: el hijo de Reedson, como el novelista, trata la

    materia con la que se armaban el precio o los que no mueren, como una ruina

    arqueolgica. Ese pasado de luchas sindicales se convierte en un tema de la

    investigacin histrica y sus protagonistas no son sujetos actuantes sino los escasos

    testigos de un momento irremediablemente situado en la lejana de la experiencia

    histrica. La novela nos dice que si algo hubo, ese algo ya pas. Toda reconstruccin de

    la historia obrera se ha vuelto parte de cuestiones privadas. En el mundo ficcional se

    narra el estallido de los lazos de la solidaridad orgnica. La historia constituye a los

    sujetos en un doble mecanismo en donde lo personal y lo colectivo se trabajan

    mutuamente. Tambin, por eso, los personajes fluctan, en esta novela, entre lo tpico y

    lo singular.

    En la narrativa de Rivera la historia es el recuerdo que relampaguea en el

    instante de peligro. Implica siempre un relato del poder y una distancia respecto de la

    muerte. El dibujo de ese peligro y la forma de esas relaciones esta en el origen de las

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

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    figuras textuales: vctimas, revolucionarios, fanticos y oportunistas. Las historias sern

    entonces las trames de ese peligro. Apuestas est construida sobre el instante de peligro.

    Es el mundo y no la conciencia la que habla en el origen de la novela. Es en el momento

    en que Juan Pablo Lanes refiere el secuestro y desaparicin de su hija y dice: se la

    llevaron en que la historia irrumpe con lengua propia. Precisamente y nicamente aqu,

    pero con suficiente poder como para cubrir el relato con su presencia fantasmagrica y

    de espanto. Lo histrico es un hecho indecible, que contamina la subjetividad y causa la

    nouvelle. Relato de las contradicciones de una conciencia y de sus posibilidades de

    realizar un pasaje hacia un mundo otro, siempre sugerido, que revela el callejn sin

    salida de quien, aliado al poder, es su vctima. Una vctima aquiescente en un rol que

    tambin la beneficia, incapaz de reaccionar por la violencia ejercida contra su propio

    cuerpo en lo que tiene de futuro: la descendencia.

    La utopa se traslada a la lengua. En ella toma cuerpo el mensaje jacobino de

    Castelli, inscripto en La revolucin es un sueo eterno, que proclama que un hombre

    libre es igual a otro hombre libre. La lengua literaria comn a estas novelas realiza esa

    utopa igualitaria. Es una analoga algo pueril y una coincidencia de consecuencias

    estticas que la oposicin fundacional de la historia argentina enfrentara a

    revolucionarios y realistas5. En la poltica, vencer el realismo puede signar el

    ingreso en la utopia. En literatura, resistir con el lenguaje para instalarlo en alguna

    especificidad. El realismo es tambin una negociacin impracticable para la lgica

    revolucionaria. Cuando narran o son narrados todos los personajes son iguales. Pero hay

    otro lugar donde se trama la diferencia. Ese lugar procesa todo el tiempo la relacin

    entre personaje y figura.6 Ya no es el texto el que juzga y condena porque, en realidad,

    no hay ms juicio. Lo que se esperaba no sucedi. La utopa ha quedado en el pasado:

    sueo de inasible belleza para Castelli, tierra prometida para Reedson, el hijo, que ni

    renuncia a ella pero tampoco la espera, ambos enemigos del orden que defienden Miller

    y Lanes. Es un orden que cobrar caro el rigor y el esfuerzo que se usar para aniquilar

    a los utopistas, para que los sueos de los utopistas sean evocados con afliccin y

    horror, para abolir, tal vez, las utopas. El vencedor espera esa victoria que exterminar

    lo que se le oponga y purificar sus espacios con sangre y con hierro. Para los vencidos

    slo queda pelear contra toda esperanza. Para Cufr, ya es utpico ser argentino. Lo que

    se puede hacer es escribir. De la derrota no se habla porque la lengua pudre a la derrota.

    De la derrota se escribe. Esas palabras se escriben en Nada que perder y se expanden en

    La revolucin es un sueo eterno.

    Utopa y derrota son los polos opuestos de deseo y experiencia. La trayectoria

    entre esos puntos ya es un relato que obliga a elaborar un tiempo narrativo y que es

    tambin una reflexin sobre la historia porque historia y escritura son lo mismo.

    5 Creo que esa irona est aludida por David Vias en su cuento Sbado de gloria en la capital socialista

    de Amrica. 6 Cuando semas idnticos atraviesan repetidamente el mismo nombre propio y parecen adherrsele, nace

    un personaje. El nombre propio es un campo de imantacin de esas significaciones. La figura, en cambio,

    es una configuracin incivil, impersonal, acrnica, de relaciones simblicas. Como idealidad simblica, el

    personaje no tiene vestidura cronolgica, biogrfica, no tiene nombre. La biografa, la psicologa y el

    tiempo no pueden apoderarse de l. Roland Barthes, S/Z, Madrid, Siglo XXI, 1980, pp. 55-56.

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    La narracin se sujeta a un estilo, controla hasta su propio desorden, con vistas a la

    historia. La eliminacin del dilogo aunque no de sus huellas en la narrativa es la

    forma en que encuentra su estilo y es funcional a la posibilidad historiogrfica.

    3. Los montoneros de Castelli

    Las novelas se ubicarn en los mojones del relato nacional: la Revolucin de

    Mayo o el rosismo piden la comprensin alegrica. Despus de todo, la historia es el

    fondeadero ideolgico del presente y del conjunto de las interpretaciones del pasado. El

    anacronismo velado habilita la mquina del tiempo aunque el personaje Castelli advierte

    que no hay que confundir lo real con la verdad, como si no avanzara con el apotegma

    sobre la frecuentada cita del General Pern y corrigiera, un poco, el futuro. El presente y

    el pasado inmediatos ya estaban escritos desde antes, sugiere la carta hipottica que

    enva Oro a Dorrego en En esta dulce tierra (p. 24). Nos enteramos de que el rgimen

    caracteriza a sus opositores como atribulados, dispersos y dscolos imberbes. Para que

    no se pase por alto el adjetivo, se agrega: le he subrayado imberbe para divertirme.

    Estoy enterado de que al brigadier don Juan Manuel de Rosas le desagradan las barbas.

    De sbito uno est en otra escena: Buenos Aires, Plaza de Mayo, 1 de mayo de 1974.

    Desde el balcn, Pern interrumpe su discurso y manda callar a los estpidos

    imberbes que corean la pregunta, ni retrica ni filosfica: Qu pasa General, que est

    lleno de gorilas el gobierno nacional?

    Sin duda, al seleccionar la imagen y ponerla en movimiento, el escritor se libera

    de la pretensin objetiva que, aunque utpica, condiciona el trabajo del historiador.

    Cuando se puede elegir, la analoga es buena estrategia. Castelli se dice a s mismo:

    deberas saber que estos tiempos no propician la lrica. Dice el soldado de Cristo que un

    marxista escribi: pero estos son malos tiempos para la lrica. Estos tiempos: lugar

    de identificaron de la similitud que hace posible la analoga. Lo que los define en esta

    identidad analgica es que en ellos parece haberse levantado la prohibicin de matar

    cuando se mata en nombre del Estado. Son los tiempos de la guerra.

    Poder hablar del presente, como si fuera ya pasado: encontrar en el pasado la

    forma de hablar del presente, permite conjurar riesgos: por un lado preserva del

    melodrama o del realismo de pura mmesis y, tambin, salva a quien narra de poner su

    propia vida en peligro. As lo entendi en el siglo pasado un fundador del recurso

    cuando, al escribir su Amalia (1855) desplaz su experiencia histrica contempornea

    hacia un pasado ms antiguo. Aunque como aclara el narrador de En esta dulce tierra,

    la analoga es un negocio para cretinos, muchos escritores argentinos recuperan para la

    ficcin histrica un nmero limitado de discursos y escenas del pasado nacional.

    La recurrencia a esos mojones instala en esas ficciones la unidad comn de la

    patria: los all involucrados son los prceres y los traidores de la nacin. Evocados

    como verdaderos monumentos, nombres y hechos histricos son actualmente el suelo

    argentino. Las calles que transitamos, en las que vivimos llevan sus nombres. La ciudad

    es pues una summa histrica que, contrariamente a esas ficciones, como la danza de la

    muerte igual a entregadores, hroes, corruptos y patriotas. Un plano de la ciudad

    tambin es un plano de la historia. La reciente se resiste, por ahora, a la iconografa: en

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

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    ella, las disputas son todava parte de una experiencia y una memoria que no puede

    igualar, que se resiste sanamente a igualar. No es, por eso, citable en nombres propios

    sin que despierten en los testigos vivos de ese pasado reciente una repugnancia profunda

    o una admiracin fantica. Narrar pues, lo que acaba de pasar, requiere de otras

    operaciones.

    Intervienen aqu los trabajos de la memoria y de la recoleccin ya que la historia

    citada exige una primera operacin erudita e implica un esfuerzo de reconstruccin

    ajeno a la lgica del flujo inventivo autonomizado. Facilita, por un lado, los usos

    alegricos. Entra a la literatura como un saber moralizado por la lectura y el trabajo. La

    literatura que incorpora la historia vivida, atestiguada, es la forma ficcionalizada de una

    experiencia de la civitas. Los textos de Rivera en los que se desarrollan fragmentos de la

    trama producidos por la llamada guerra sucia, se erigen en testigos, dan fe del martirio.

    Rivera muestra cmo la literatura se convierte ella misma en documento

    histrico. En esta dulce tierra se inserta una lectura de Amalia como fuente e intertexto.

    El comienzo de la novela de Mrmol (la razn que asiste a Mrmol para escribir su

    novela) es el comienzo en la novela de Rivera: el asesinato de Maza, fechado por ambos

    el 27 de junio de 1839. El asesino de Eduardo Belgrano es el temible Badia, el mismo

    que amenaza, eternamente expectante por encima de su escondrijo, a Cufr. La tierna y

    dulce Amalia que cobija al unitario en su propia casa no puede, sin embargo,

    reescribirse sino invertida porque nadie es ya as de tierna ni as de dulce en esta dulce

    tierra. Invertida tanto en pudor como en poder. Isabel Starkey protege a Cufr, ms all

    de s mismo. A salvo pero entrampado, Cufr como Belgrano, termina siendo ms una

    vctima de la mujer que lo encierra que del poder que lo persigue. Despus de todo,

    Belgrano es descubierto y asesinado, no por su eficacia como enemigo poltico del

    rgimen sino por el inters que despierta el secreto de Amalia. Cufr encarna la

    aceptacin cabal de una conciencia irnica, que evita el retorno al mundo, refirmando la

    naturaleza ficcin al de su propio universo. En todo caso, ha sustituido la muerte por la

    locura. No regresa de su estado ficcional a ninguna peripecia.

    Cuando se trabaja con la historia inmediata, el verosmil ficcional parece hacerse

    menos imperioso: con la propia experiencia y sin recoleccin de archivos se puede

    fundar la historia que se cuenta. Aqu tambin, en Apuestas y En los vencedores no

    dudan, el narrador habla desde unos otros pero el recorte de la otredad se gua por

    otra lgica. En las novelas que usan materiales histricos del pasado ms lejano, la

    alteridad de los hroes es temporal. Son de otra poca. Su distancia es hiertica,

    histrica en el sentido oficial aunque ideolgicamente puedan guardar con el lector

    una relacin emptica, como sucede con el revolucionario Castelli o con la vctima del

    terror Cufr.

    En las novelas que desarrollan personajes verosmiles para una historia actual, la

    alteridad de los hroes es una alteridad tctica. Son novelas de enemigos. En un caso, el

    punto de vista est determinado por el calendario. En otro, por el deseo de disputar al

    poder una verdad social, econmica, poltica y moral. Es verdad que el autor deja hablar

    a los enemigos pero se asocia a narradores fieles respecto de quien firma el libro.

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

    Zentralinstitut (06), Vervuert Verlag, Frankfurt am Main. 1991, pp. 47-64. ISBN: 3-89354-729-0.

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    Narradores que, incluso enemigos, denuncian el horror; como al final de El corazn de

    las tinieblas.

    En estas novelas se desarrollan historias contenidas en el concepto de

    revolucin, de represin o conservacin de lo establecido. El desenlace, para la

    revolucin, es la derrota y por eso se la llama utopa (Reedson, Castelli). La historia

    contenida en los relatos de la represin no puede contener su apetito de sangre, se

    descontrola en su fanatismo letal. Los vencedores no dudan. La reproduccin que se

    consigue con el exterminio encuentra una analoga en la quietud y la inmovilidad de los

    que narran como si el relato ahorrara los costos de sus esfuerzos. En el terror un

    oportunista tambin puede ser un pusilnime.

    Michel de Certeau acusa a la institucin historiogrfica que llama tradicional

    de ocultar sus fundamentos reales mediante tres negaciones. Se niega a reconocer el uso

    de ficciones en su discurso puesto que slo la institucin puede arrogarse el derecho de

    hablar de lo real y de representarlo como corresponde a ese real segn sus criterios. Se

    niega a reconocer que en lo real representado se filtra el presente que produce y

    organiza el discurso. Se niega a admitir la estrecha relacin entre historiografa como

    relato del pasado y periodismo como relato de actualidad. El que escribe historia se

    naturaliza adjudicndose una voz gnmica y objetiva. El presente desde donde se habla

    permanece oculto y en todo caso se presume insignificante. En la literatura,

    contrariamente, no se oculta el presente de la enunciacin y de esa idea parte Rivera. Al

    reorganizar en su relato representaciones fcilmente reconocibles como lo que pas se

    ocupa de regresarlas al presente, de leerlas en el marco de una actualidad slidamente

    afirmada a travs del lenguaje. La presencia narrativa en cumplimiento de operaciones

    estticas constituyen un llamamiento al aqu y al ahora. Al incluir en su proyecto

    literario lo remoto y lo actual, la historia escrita y documentada y la real o conjetural, la

    que todava persiste en la memoria que excede al autor y que lo hace parte de un grupo

    de subjetividades contemporneas empuja a la ficcin al fondo que la niega o la negara,

    si se quisiera. Conectando real, verosmil, imaginado y sabido, la historia se vuelve algo

    muy parecido a lo que ha sido para todos.

    4. Sufrimiento, verdad y filiacin: pro patria mori

    Y por eso, en estas novelas, la historia es ante todo, padecimiento. Las formas

    textuales del padecimiento se revelan en las repeticiones, interrupciones esfuerzos del

    narrar, el control que hay que imponer al lenguaje y sus representaciones, en la

    violencia y el vaco que traza hiatos que hacen difcil articular los diversos fragmentos

    de las tramas y los relatos. La empresa textual se enfrenta con la dificultad de superar el

    estadio de contigidad por medio de un discursos capaz de moverse, de dar sentidos, de

    discurrir. La dificulta de nombrar encadena el habla con eptetos, la cautiva, la obliga a

    reiterarse, a balbucear, en el lmite de la legibilidad.Ejemplos:

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

    Zentralinstitut (06), Vervuert Verlag, Frankfurt am Main. 1991, pp. 47-64. ISBN: 3-89354-729-0.

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    El hombre pequeo y delgado susurr, mataron a Maza () El hombre pequeo y

    delgado se lo tom de un trago y se dej caer en un silln alto y blando () El hombre

    pequeo y delgado, quieto en el silln alto y blando, instalado frente al brasero, tosi.

    (En esta dulce tierra)

    En el vidrio esmerilado de la puerta se lee, en letras negras, pequeas y brillantes, Dr.

    Augusto Miller. () Siempre que se para frente a esa puerta y golpea el vidrio

    esmerilado, debajo de las letras negras, pequeas y brillantes (Apuestas)

    Yo, que me pregunto quin soy, miro mi mano, esta mano y la pluma que sostiene esta

    mano, y la letra apretada y an firme que traza con la pluma, esta mano, en las hojas de

    un cuaderno de tapas rojas (La revolucin es un sueo eterno)

    Borr, esa noche, lo que fuese que nos rodeaba, si es que hubo algo, esa noche, que nos

    rodeara. Borr todo, menso la sed y la plegaria, que, muda, llev a mis labios. S, hoy,

    qu ped, en el aire espeso y negro que borr esa noche, si la hubo (Los vencedores no

    dudan)

    Ese padecimiento deja sus marcas en una tcnica narrativa que hace al presente

    interminable y que no deja lugar a una cronologa fluida y menos a un desenlace. Sujeta.

    El presente controla y dura. Los personajes quedan en rutinas de movimientos y

    percepciones limitadas. Imgenes y gestos tienen el rigor mortis y la fijeza del mundo

    de los objetos. Estas novelas vienen a decir que la historia le cuesta adoptar la forma

    romancstica. Minimalismo extremo atrapa la experiencia, porque en el sufrimiento, no

    se tiene la medida del devenir histrico en el tiempo.

    Para narrar los veintinueve aos del encierro de Cufr, no hay otra cronologa

    que la que marca la rutina corporal. El crecimiento de las uas, el ritual de los

    excrementos o un sueo que se reitera al infinito. Isabel Starkey, que representa el relato

    de la historia, no es confiable. Su palabra, adems, esta contaminada de referencias

    personales, cuando no por el idioma del poder. El sujeto cautivo percibe lo que sucede

    desde el estado prelgico de la fragmentacin a la que no puede dar la forma de un

    relato con sentido. Consentido. Cufr percibe el mundo en partes, lo vela un ojo

    amarillo; Isabel, una voz, o el taco del zapato.

    En esa pura contigidad sin conexiones en el relato se inscriben tambin dos

    estados del cuerpo de Castelli, afectados por una dimensin psico-temporal: lo que va

    desde su escritura apretada y firme a su escritura frgil, como de viejo en una

    novela que transcurre en un lapso de meses, 1812 y en la que Castelli contempla el

    pasado cercano de la Revolucin de Mayo como si fuera el del pleistoceno.

    Temporalidad emocional, espacio vedado para la ciencia historiografa, slo la literatura

    puede dar cuenta de ello.

    Los obstculos que detienen la narracin se manifiestan tambin en una relacin

    siempre conjetural hipottica y contradictoria con la experiencia y tambin la del

    lenguaje con aquello que representa. Las referencias se desrealizan, tanto si son de

    carcter documental como si no, fundamentalmente porque el relato de una derrota es,

    siempre, una suma de divagaciones atroces y estupor. En ese registro, la historia puede

    explicarse como una experiencia de dos estados antagnicos: vencedor o vencido. Sin

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

    Zentralinstitut (06), Vervuert Verlag, Frankfurt am Main. 1991, pp. 47-64. ISBN: 3-89354-729-0.

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    embargo, los textos se niegan a suscribir ese mandato cruel y sobrescriben sobre l una

    perspectiva compleja. Instantnea irnica en la reflexin que suscita en Castelli, la

    visin del cadver de lzaga expuesto en la plaza pblica (he visto, colgado, a un

    vencedor), desarrollo similar al de la irona tpicamente trgica de Sfocles, en la fbula

    del vencedor narrada en los vencedores no dudan.

    En las novelas de Rivera se lee que para escribir la historia nacional no puede

    eludirse una referencia a la patria. La patria es, en el origen, una filiacin. Los discursos

    hablan de los padres o de lo prceres (metforas de la paternidad como paternidad

    colectiva). La diferencia reside en el nombre. El nombre ambiguo, todava no legalizado

    del padre, genera las investigaciones de Reedson. Versus el nombre definitivo del

    prcer: No hay dos Castelli.

    Nada que perder introduce la pregunta por la patria al referir la necesidad legal

    de la biografa paterna. Algo ms: la pregunta tambin es cul es la patria de un

    argentino judo. La conjuncin patronmica tambin es biogrfica. Por eso no parece

    casual que en nada que perder se haga explcita alusin a la eleccin de padres

    literarios: Arlt y Borges, los escritores rusos, cronolgicamente situados en la historia

    de la adquisicin de esa escritura. En esta novela Rivera construye un personaje que es

    tambin su padre, ligado al universo de sus textos anteriores. Regresa a la fbrica textil

    y para conseguir una pensin es preciso desambiguar el nombre y para eso hay que

    biografiar.

    La historia de la patria surge como necesidad personal, privada, patrimonial y

    desde all busca la patria colectiva. Estas novelas muestran la verdad poltica de lo filial:

    como al sesgo se introduce a Cufr hijo y Cufr padre en En esta dulce tierra y La

    revolucin es un sueo eterno, para desarrollar sobre un apellido la matriz/patrix de la

    historia nacional. En este caso, ambos personajes comparten una profesin, la medicina

    y un mismo desaliento como actitud ante la historia. De algn modo, ese apellido que se

    sostiene en dos generaciones padece la frustracin de sus ideales traicionados y la

    opresin de un rgimen.

    En La revolucin es un sueo eterno, adems, ambos extremos generacionales se

    traman en torno a la figura de prcer. El padre de Castelli, un inmigrante, es el nufrago

    veneciano que viene a instalar la descendencia en la argentina, fundada por patriotas que

    no tienen su principio ni sus lares en ese territorio. En su conflicto con la hija, resuenan

    las seales del incesto y la traicin. En ngela Castelli se despliega la historia argentina

    como metfora familiar. No elige un hombre solo para la intimidad del matrimonio. Ese

    hombre es un enemigo de su padre y de la revolucin. La hija reniega del padre y de los

    valores de la patria.

    La idea de una nacin en la que los padres devoran a sus hijos ya estaba presente

    en la generacin romntica del siglo XIX. Se repite en el desenlace de Los vencedores

    no dudan, en el complot que divide al jefe de su subordinado, el vencedor al que alude

    el ttulo de la novela, alguien a quien se declara querer como a un hijo. Que quiere

    decir, hoy, la palabra patria?. Esa es la pregunta lanzada a ese vaco que la traicin

    filial abre en la novela. En el terreno de los represores, los enemigos, la metfora

    familiar tambin es til para mostrar resortes de la historia.

  • Claudia Gilman. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs Rivera, Roland Spiller (ed.) La novela argentina de los aos 80, Lateinamerika-Studien 29, Universitat Erlangen-Nurnberg.

    Zentralinstitut (06), Vervuert Verlag, Frankfurt am Main. 1991, pp. 47-64. ISBN: 3-89354-729-0.

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    Sin embargo, es en Apuestas donde la cuestin ocupa el centro absoluto porque

    se trata de la gran grieta en la que el pas se ha tragado a una generacin. La tragedia

    aqu es el quiebre de la posibilidad de descendencia entre padres e hijos. Un hijo que

    sobrevive, alcanza a proferir, desde una palabra ya exiliada, desde Pars, cuando la

    novela tambin est en sus palabras finales, la imposibilidad de reconciliacin y la

    bifurcacin de la patria... tenemos dos patrias padre la tuya es una patria de asesinos y

    yoyoyovoyavolvervoyavolvervoyavolver para enterrarla. El balbuceo del los

    derrotados es amenaza y profeca. Volver para enterrarla.