ciudad y texto
DESCRIPTION
ciudad y literaturaTRANSCRIPT
1
LLAA CCIIUUDDAADD YY EELL TTEEXXTTOO
TATIANA RUDD & JUAN CARLOS PÉRGOLIS1 ________________________________________________________
Antecedentes y comentarios
previos Cuando la Serie Ciudad y Hábitat, de Barrio Taller propuso
el tema referido a ciudad y literatura, intentamos mirar la relación
que existe entre esos dos términos más allá de la presencia
urbana en los textos literarios. Sin duda, desde los inicios de la
modernidad, la ciudad ha ido conquistando y ocupando los
territorios de la literatura, al punto en que hoy nos resulta difícil
pensar en un texto en el cual el fenómeno urbano no aparezca de
una u otra manera. Esa presencia ha producido incontables
reflexiones, que se tradujeron en una gran cantidad de escritos,
ensayos y análisis críticos, porque –sin duda- la ciudad como ente
colectivo, es tanto el territorio de la vida cotidiana como el marco
para los acontecimientos singulares.
En este sentido, se pueden establecer una serie de
categorías que identifican la presencia de la ciudad en la
literatura2: la primera de ellas se refiere a textos que muestran
ciudades reales como marco para acontecimientos cotidianos. Es
el caso de Londres en la obra de Virginia Woolf o en la de
Dickens, Lima en la de Vargas Llosa y de tantas otras ciudades
cuya presencia en el texto es detallada cuidadosamente ya que la
1 Arquitecto. Magíster en historia y teoría de la arquitectura y el arte. Profesor titular del postgrado de Historia y Teoría de la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Profesor y conferencista invitado en universidades de Italia, Alemania y países latinoamericanos. Investigador visitante del Ibero-Amerikanisches Institut de Berlín. Ha publicado libros y artículos sobre la producción e interpretación del sentido en la ciudad. 2 Esta categorización se propuso en el capítulo 1 de Las otras ciudades. J.C.Pérgolis. UN: Bogotá, 1985.
2
identidad urbana, en estos casos, está estrechamente vinculada
con los acontecimientos narrados.
Una segunda categoría la encontramos en los textos que
muestran ciudades reales, o tratadas como reales en la narración,
como marco para acontecimientos excepcionales. Es la ciudad de
los cuentos en los que la anécdota sugiere algo fantástico, no por
sí misma sino por contraste con el marco donde se desarrolla;
como en los cuentos de Lord Dunsany (Días de ocio en el país
del Yann) o de Ray Bradbury (Crónicas marcianas).
En la tercera categoría están los textos que muestran
ciudades reales como marco contextual para acontecimientos
fantásticos; ésta se puede ejemplificar con el cuento El Aleph de
Borges, en el que una situación en extremo fantástica, se
desarrolla en el sótano de una casa de un barrio de Buenos Aires.
La última categoría comprende los textos que muestran ciudades
fantásticas como marco para situaciones también fantásticas. Un
excelente ejemplo de esta categoría lo proveen las ciudades de
H.P. Lovecraft (Los mitos de Cthulu).
Sin embargo, más allá de esta innegable presencia de la
ciudad en la literatura, existe algo más que relaciona los dos
términos: tanto al conocimiento de la ciudad como al texto literario
se accede a través de recorridos, ya que el desplazamiento de
un punto a otro en el espacio urbano y la secuencia narrativa en
la literatura conforman itinerarios. Una primera reflexión en este
sentido, nos acerca a la frase de Borges que sugiere que aunque
los acontecimientos y el relato que los narra no se desarrollan en
un determinado orden, el lenguaje que los describe es secuencial.
3
Hipótesis De esta observación surgió una primera hipótesis que nos
permitió establecer un rasgo común entre la ciudad y la literatura:
el recorrido, como instancia de tensión entre un punto de
origen y otro de destino, articulado sobre hitos significativos
constituye el primer mecanismo de comunicación, tanto en la
literatura como en el espacio urbano. Una segunda hipótesis,
derivada de esa anterior, nos sugiere que: la idea de recorrido
implica la existencia de un canal físico y de una sucesión de
acontecimientos; el primero provee la identidad a través de
sus formas mientras que la narración de los acontecimientos
da sentido al recorrido. Por lo tanto, el texto narrativo (en la
literatura o en el espacio urbano) contiene un mensaje cimentado
por uno o varios códigos que son transmitidos a través de un
canal (la calle que se recorre, el texto que se lee), en un contexto
determinado o código de orden superior que media la relación
entre el emisor (urbano o literario) y el receptor.
. . .
Subieron al Expreso, se sentaron juntos. La Plaza San Martín
estaba llena de gente que salía de los cines de estreno y
caminaba bajo los faroles. Una maraña de automóviles envolvía el
cuadrilátero central...3
Alberto camina por las serenas calles de Barranco, entre casonas
descoloridas de principio de siglo, separadas de la calle por
jardines profundos. Los árboles altos y frondosos, proyectan en el
pavimento sombras que parecen arañas. De vez en cuando, pasa
un tranvía atestado; la gente mira por las ventanillas con aire
aburrido 4.
3 Vargas Llosa, Mario. La ciudad y los perros. Ediciones Seix Barral: Buenos Aires, 1989. 4 Ibid. 2
4
La ciudad Existen dos categorías de espacios en la ciudad según el
modo como la comunidad los utiliza: los ámbitos que invitan a
permanecer en ellos, es decir, las plazas, denominación que
cubre además, a los parques, plazuelas, bahías, plazoletas y los
espacios que sugieren la dinámica del recorrido: las calles, que
comprenden, entre otros, los senderos, avenidas, paseos y
aceras. Ambos están relacionados con particularidades de cada
comunidad en sus modos de participación y apropiación
psicológica del medio, ya que sus significados surgen del uso que
de ellos hace la comunidad a la vez que del manejo de la
dimensión temporal en la vida de la ciudad.
La calle y la plaza definieron el ámbito del acontecer social
a través de las más diversas actividades. Como espacios
comerciales, la calle conformó el alineamiento de negocios
especializados; la plaza, en cambio, constituyó el lugar del
mercado. Desde la óptica de los acontecimientos políticos, la
plaza es el sitio de encuentro que permite la concentración y la
calle, como ámbito de los recorridos, generó la manifestación.
Como espacios para la recreación, la calle permite el paseo, en
tanto que la plaza es el lugar para los actos y los eventos. Hay
que señalar, por último, la plaza ha sido –y es aún hoy- el ámbito
de los poderes civiles y el sitio que convoca al encuentro de la
sociedad.
Pero mucho más allá de estos aspectos referidos al
funcionamiento de la comunidad, el espacio urbano expresado a
través de recorridos (calles) y lugares (plazas) ha determinado
aspectos de la ciudad que posibilitan la orientación, la
significación y el sentido.
5
Abajo
el puerto anhela latitudes lejanas
y la honda plaza igualadora de almas
se abre como la muerte, como el sueño5.
La literatura Por su carácter de principal espacio público y sitio de
encuentro, las plazas han tenido un gran protagonismo en la
ciudad; en sus entornos podemos leer los grandes momentos de
la historia o la multitud de relatos cotidianos que hacen a la vida
diaria; no nos extraña, entonces, la relevante significación de
plazas y parques en la literatura. La presencia de las calles, en
cambio, ha sido más silenciosa, tal vez, por la intimidad de sus
vecindarios o por la dinámica de los recorridos que en las
narraciones, muchas veces, importan más como medios para
llegar a un destino que como espacios de relación con la ciudad.
Por ese motivo, esta mirada sobre la ciudad y la literatura, intenta
descubrir la presencia de las calles y de los recorridos urbanos en
las narraciones literarias.
La literatura mostró la plaza a través de sus significados
institucionales y sociales, pero principalmente como ámbito de lo
establecido. La calle, el espacio de los recorridos, es el ámbito de la
multiplicidad y la simultaneidad, que son la esencia de la ciudad y de
la misma manera que las permanencias y estabilidades permiten
significar la ciudad, los recorridos permiten acceder a su sentido.
Así, la imagen de la ciudad y la imagen de la vida en la ciudad se
conforma a través de los itinerarios que hagamos en ella,
escogiendo arbitrariamente entre la variedad de formas y
acontecimientos que ofrece el paisaje urbano, y la lectura que
5 Borges, Jorge Luis. Fervor de Buenos Aires, “ La Plaza San Martín”. Emecé: Buenos Aires, 1999
6
hagamos de los silencios o vacíos y las tensiones entre esos
fragmentos.
El Aleph: multiplicidad y
simultaneidad Por lo demás, el problema central es irresoluble: la
enumeración siquiera parcial, de un conjunto infinito. En ese
instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o
atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos
ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia.
Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré,
sucesivo, porque el lenguaje lo es...6
Un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen
todos los puntos. (…) Sí, el lugar donde están, sin confundirse,
todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos7. El
Aleph es, entonces, como la ciudad (¿o la ciudad es el Aleph?),
porque tanto en el mágico lugar de Borges como en la ciudad,
convergen emociones, necesidades, pasiones, sensaciones,
visiones, situaciones y caminos infinitos, donde los humanos
aunque congregados en un mismo lugar y enfocados hacia una
vida en comunidad, experimentan y recorren todos muy diversas
situaciones, creando de tal manera cada uno su propia ciudad, su
propio mapa que los oriente en la infinita multiplicidad del Aleph.
Deseos y procesos
urbanos La ciudad, como desarrollo espacial, toma forma a través
del deseo de sus habitantes, pero ése proceso es cíclico y
recíproco: la relación de los habitantes con el espacio urbano y las
relaciones entre ellos, en ese marco, mantienen vivo el deseo, a
la vez que generan nuevos anhelos, que se traducen en los
constantes cambios físicos del espacio donde habitan.
6 Borges, Jorge Luis. El Aleph, “El Aleph”. Alianza: Madrid, 1999
7
De tal manera con el pasar del tiempo y el desarrollo
histórico de los sentimientos y de los deseos, los espacios
urbanos se trasforman. Con dichos cambios no solo la
arquitectura debe acomodarse a la nueva manera de ser vivida y
entendida, sino también el resto de las disciplinas, entre las que
se encuentra la literatura, cuya producción está fuertemente
ligada a la mutación de los espacios urbanos a través del tiempo.
Existen muchas formas de vivir la ciudad, además de la
contemplativa y analítica: la del transeúnte, la del vagabundo, la
del vendedor ambulante o simplemente, la de aquellos que
necesitan desplazarse de un sitio concreto a otro. En todo caso,
para ellos la experiencia es la de un recorrido a través del espacio
urbano, que puede transformarse y vivirse de distintas maneras a
medida que pasa el tiempo. La literatura –capaz de crear todo
cuanto desea- ha generado espacios, dentro de los cuales hay
países y desiertos, campos y bosques pero además, hay casas,
calles y ciudades, a través de las cuales realizar recorridos por
espacios físicos que pertenecen al ámbito de una creación
meramente literaria o de una recreación o representación de
espacios reales.
Mapas Vivimos en un territorio que reconocemos a través de
múltiples mapas, que como tales, dejan ver su carácter de
“representaciones” y por lo tanto su condición aleatoria, que
asumimos a través de la aceptación de determinadas
arbitrariedades que cada uno de nosotros hace para configurar su
propia “realidad”. A la ciudad, como territorio sólo podemos
acceder recorriéndola; a través de los mapas que elaboramos en
7 Ibid. 3
8
esos recorridos entendemos su sentido y el sentido de la vida en
ella.
Cavafis Muchas veces –quizás demasiadas- nos hemos referido a
Itaca, el poema de Cavafis8: Cuando partas hacia Itaca, pide que
tu camino sea largo y rico en aventuras y conocimientos; luego
agrega: A Itaca debes el maravilloso viaje. Sin ella no habrías
emprendido el camino y concluye diciendo: Hoy que eres sabio, y
en experiencia, rico, comprendes lo que significan las Itacas.
Aunque lo hayamos citado infinidad de veces, Itaca es el ejemplo
más adecuado –y más bello- para demostrar que más importante
que el punto de destino es el recorrido que se hace para llegar a
él; porque el recorrido es la experiencia de la vida.
Recorridos Descubrimos el mundo a través de recorridos y lo
asumimos a partir de los mapas que confeccionamos en esos
recorridos, como quien recorre el cuerpo de la persona amada,
porque sólo se recorre con pasión aquello que se ama.
Introducirnos en la ciudad con la pasión con que se recorre
el cuerpo amado es la lección que nos deja la narrativa urbana,
algo que solamente puede lograrse con los medios específicos de
la literatura, porque sólo la precisión del lenguaje, la levedad de
las estructuras narrativas y su capacidad para generar imágenes,
nos permiten acceder a los innumerables acontecimientos y los
múltiples relatos que jalonan un recorrido.
Forradelas y Marchese
y el texto Es importante, entonces, señalar que el texto literario es
un recorrido en sí, ya que lo escrito no puede ser abarcado en su
totalidad por medio de una sola mirada: el texto debe ser “andado”
poco a poco, sobre cada letra, cada párrafo, cada página hasta el
9
final de la historia, que contiene en su interior una serie de
andares y desandares físicos. Por otra parte, el discurso narrativo,
donde el narrador, interponiéndose entre el lector y la realidad,
cuenta una historia determinada, una sucesión de
acontecimientos concatenados (aspecto casual) en el tiempo
(aspecto temporal) desde un principio hasta un final9, posee una
estructura que es en sí un recorrido: su punto de partida,
corresponde al inicio, le sigue el desplazamiento, que es fijado por
el nudo, donde se da espacio a las pruebas, el enfrentamiento de
los sentimientos, los obstáculos, etc., para finalmente alcanzar el
objeto del deseo, el punto de llegada, el que nos motivó a realizar
el viaje: el desenlace.
Kristeva
y el texto Julia Kristeva10, haciendo referencia a aquella parte de los
textos que es de carácter cerrado, habla sobre los anillos
textuales y temáticos, que se cierran sobre sí mismos y donde el
principio es el mismo fin y viceversa. Característica que se refleja
en las novelas y cuentos. Así, muchas veces, sabemos desde el
inicio como va a terminar la historia porque hace parte del mismo
punto de partida, sin embargo, lo realmente importante, por lo
general, no es el sitio de salida o el de llegada, sino la forma de
recorrerlo y todo lo que va pasando a lo largo del itinerario.
El Medioevo Desde las novelas de caballería, en las cuales la ciudad
aún no era tema, la literatura se regocija en la estructura del
recorrido y en los acontecimientos que ocurren a lo largo de él: las
pruebas, encuentros y revelaciones que fortalecen a los
caballeros a lo largo de su camino. En El Caballero de la
8 Cavafis, Constantinos. Poemas. “Itaca”. Trad. de Ramón Irigoyen. Seix Barral: Barcelona, 1996 9 Forradelas, Joaquín y Marchese, Angelo. Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria. Trad.
de Joaquín Forradelas. Ariel: Barcelona, 1998 10 Kristeva, Julia. Semiótica 1, “El texto cerrado”. Trad. de José Martín Arancibia. Espiral: Madrid, 1981
10
Carreta11, Lancelot parte de la corte del Rey Arturo con el objetivo
rescatar a la Reina Ginebra, pero son los encuentros que el
destino pone en su camino y la elección del sendero que toma lo
que exalta su valentía ante la reina, destino y objetivo del
recorrido. En La búsqueda del Santo Grial 12 , los caballeros
andantes se concentran más en el alarde de sus facultades y
estrategias que en encontrar el objeto mágico que motivó el viaje.
Al igual que en las novelas de caballería, en las calles de la
ciudad hay luchas, entretenimientos y revelaciones. Los
personajes de los cuentos y de las novelas se pasean sobre las
letras que ha organizado el autor, dando origen a un antes, un
ahora y un después, que marca un trayecto narrativo, del mismo
modo que los transeúntes elaboran sus mapas a partir de
algunas imágenes; y así como cada quien conforma “su” ciudad,
la historia de un cuento o una novela es diferente para cada lector
interesado en encontrar la satisfacción a sus propios intereses y
expectativas. Calles y libros, arquitectura y literatura, convergen
en muchos puntos, pero tal vez en ninguno tanto, como en los
mapas que crean de los sitios donde se encierran los deseos de
aquello que como lectores o transeúntes a través de los
fragmentos (que conforman una ciudad) y las secuencias (que
conforman una narración) anhelamos ver, oír, sentir, leer o
imaginar.
Duplicidades y
ambigüedades De lo anterior podemos concluir entonces, que ni la ciudad,
ni las novelas nos traen mensajes totalmente objetivos, unívocos,
sino que encierran un juego basado en la duplicidad y
ambigüedad; nuestra misión es apoderarnos de ellas para darles
un sentido. Al plurívoco juego del recorrer entre los libros y las
11 Troyes, Chrétien de. El Caballero de la Carreta. Trad. de Carlos García Gual y Luis Alberto de Cuenca.
Siruela: Madrid, 2000
11
ciudades, se añade un factor, que le concede un espacio aun más
libre a la interpretación: el paso del tiempo, que hace que veamos
y sintamos las cosas desde otros ángulos: así, el Aleph va
tomando forma urbana.
Con los procesos que llevaron al final de la Edad Media,
renace la vida urbana y la literatura cambia. Las ciudades se
consolidan en el texto y, aún en aquellas historias donde no se
ven claramente, se puede develar una creación que no habría
podido ser realizada si el autor no se hubiera visto fuertemente
influenciado por el modo de vida urbano. Tal es el caso de La
Divina Comedia de Dante, empapado de la vida florentina.
Modernidad
y ciudad Después del renacimiento el hombre se afianza como
dueño de su ciudad, al punto que ésta se transforma en el hábitat
necesario –imprescindible- para el desarrollo cotidiano de su
creación. Este desenfrenado gusto por la vida urbana y su
esplendor se hace más evidente en el período romántico, que
abre las puertas a la ciudad moderna. Desde entonces cada quien
tiene una ciudad dentro de sí, para existir, expresar y concebir
todo cuanto le sucede.
Gógol Nicolás Gógol (1809-1852) vivió la Ucrania del hundimiento
decembrista y la transición del reinado de Alejandro I a la tiranía
de Nicolás I, es decir, una época de represión y subdesarrollo
que a pesar de ello, consolidó una de las más notables
producciones literarias de todos los tiempos. Desde su juventud
Gógol se radicó en San Petersburgo, que había sido empezada a
construir por Pedro I en 1703, con la idea de dar a Rusia una
ventana al mundo europeo, occidental y cosmopolita, y una nueva
capital que no se adormilara entre sus antiguas costumbres, tal
12 Anónimo. La búsqueda del Santo Grial. Trad. de Carlos Alvar. Alianza: Madrid, 1999
12
como había sucedido con Moscú. Petersburgo en un periodo de
más o menos una década, tuvo la apariencia de una gran ciudad
moderna: plano geométrico y rectilíneo, anchas avenidas que
partían del centro de la ciudad y muy buena iluminación, además
de un gran desarrollo económico y cultural.
La Nevski
Prospekt Gógol en sus Cuentos petersburgueses, reúne las ideas de
literatura, ciudad, recorrido, modernidad y creación de mapas a
través de la fragmentación. Nada hay mejor que la avenida
Nevski, al menos en Petersburgo. Y nada en lo que no influya,
según los propios petersburgueses. Para San Petersburgo lo es
todo. ¡Qué no resplandece en esa avenida, fulgor de nuestra
capital! Yo sé que ni uno solo de sus pálidos funcionarios y demás
habitantes la cambiaría por lo más preciado de este mundo13. La
Nevski Prospekt —una de las tres vías radiales que nacen de la
plaza del Almirantazgo, cuya torre se ve desde gran parte de la
ciudad y sirve como punto de orientación- permite a Gógol y otros
escritores de su época, evadir la Rusia conflictiva, que cerraba
sus puertas a occidente. A los habitantes de San Petersburgo les
gustaba la Nevski, y la mitificaban inagotablemente, porque abría
para ellos, en el corazón de un país subdesarrollado, la
perspectiva de todas las deslumbrantes promesas del mundo
moderno14.
Las narraciones literarias urbanas permiten al lector formar
imágenes de los acontecimientos que ocurren a lo largo de los
recorridos, pero principalmente dan la identidad de los lugares,
que son arquitectura construida con palabras. Así, Gógol nos
transmite todo cuanto ve y siente mientras observa esta calle
13Gógol, Nicolás. Cuentos petersburgueses, “La Avenida Nevski”. Trad. de Henry Luque Muñoz y Sara
González. Norma: Bogotá, 1994
13
repleta de dinamismo y de paseo, pero también de placer, de
dolor, de comercio, de masas e individuos. Vemos la arquitectura,
pero además la gente que le otorga vida y aunque podría parecer
que en “La Avenida Nevski”, no hubiera recorrido alguno, sólo
descripción, mirando cuidadosamente el texto, podemos ver que
el recorrido, además de tener un espacio físico – la avenida- tiene
también uno temporal, ya que el cuento narra el transcurso de un
día en ese lugar. Hacer un recorrido en el tiempo, conformar un
mapa espacio- temporal es otra de las posibilidades que nos
brinda la literatura tan nítidamente como el recorrido físico en el
espacio urbano
Baudelaire Pero imaginad ahora una ciudad como París (…) imaginad esta
metrópoli del mundo (…) en que la historia se nos presenta en
cada esquina 15 . Para referirnos a la literatura de la ciudad
moderna es imprescindible mirar el París de Napoleón III y las
intervenciones de su prefecto Haussmann en la obra literaria de
Charles Baudelaire (1821-1867), que si bien no estuvo inscrito
dentro del periodo romántico, podría ser considerado uno de sus
más importantes herederos. Baudelaire representa el ápice de la
apertura a la modernidad e hizo más que nadie en el siglo XIX
porque los hombres y las mujeres de su siglo tomaran conciencia
de sí mismos como modernos16. Por medio de sus escritos pinta
la vida cotidiana de esos ciudadanos y a la vez los observa dentro
de las masas en su sensibilidad individual. No todos pueden darse
un baño de multitudes: gozar de las muchedumbres es un arte; y
solo puede darse un festín de vitalidad, a expensas del género
humano, aquel a quien un hada insufló en su cuna el gusto por el
14Marshall, Berman. Todo lo sólido se desvanece en el aire, “San Petersburgo: El modernismo del
subdesarrollo”. Trad. de Andrea Morales Vidal. Siglo Veintiuno: Bogotá, 1982 15 Goethe a Eckermann, 3 de mayo de 1827
14
disfraz y la máscara, el odio al domicilio, y pasión por el viaje.
Multitud y soledad, términos iguales y convertibles para el poeta
activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad, tampoco sabe
estar solo en medio de una atareada muchedumbre17.
Sus personajes ya no son — y desde entonces no volverán
a serlo nunca más en la historia de la literatura- Ulises o Aquiles,
valientes héroes míticos, ni mucho menos el intrépido y noble
Sigfrido del Cantar de los Nibelungos18, pero tampoco doncellas
de la talla de Penélope, Krimilda o Julieta; todos ellos son
remplazados por las prostitutas de los bulevares modernos,
viudas deformadas por el paso del tiempo, bufones grotescos o
malos vidrieros. Tan solo éstos podrían ser los “héroes” y
“heroínas” de un mundo tan real y tan urbano como el moderno,
donde lo que se escribe remite directamente a lo que se ve.
A la montaña he subido, dichoso el corazón.
Desde allí, enteramente, puede verse la ciudad:
Purgatorio, lupanares, infierno, hospitales, prisión.
Toda la desmesura florece allí como una flor (…)
Te quiero, ¡oh infame capital! Vosotras, cortesanas,
Y vosotros, bandidos, a menudo brindáis placeres
Que el vulgo profano no sabe comprender19.
Esta es la gente que recorre la ciudad moderna, que se
diferencia notablemente de aquella intrincada ciudad medieval,
llena de estrechos callejones sucios y oscuros, donde cada cual
16 Ibid. 13, “Baudelaire: el modernismo en la calle”. 17 Baudelaire, Charles. El Spleen de París, “Las multitudes”. Trad. de José Antonio Millán. Cátedra:
Madrid, 1998 18 Anónimo. Cantar de los Nibelungos. Trad. de Emilio Lorenzo Criado. Cátedra: Madrid, 1998 19 Ibid. 16, “A manera de prólogo”.
15
circulaba tan solo por donde la necesidad lo obligaba a ir, y ricos y
pobres, no se mezclaban jamás.
El París que camina el hombre de Baudelaire es la ciudad
de los bulevares que abrió Haussmann y permitieron la circulación
a todos los rincones por grandes avenidas llenas de luz, donde se
vio florecer el comercio, la diversión y la mezcla social: la ciudad
para recorrer, la ciudad del flâneur, el paseante.
La nueva construcción echó abajo cientos de edificios,
desplazó a miles de personas, destruyó barrios enteros, que
existían desde hacía siglos. Pero abrió la totalidad de la ciudad,
por primera vez en su historia, a todos su habitantes. Ahora,
finalmente, era posible desplazarse no sólo dentro de los barrios,
sino a través de ellos. Ahora, después de siglos de vivir como una
yuxtaposición de células aisladas, París se estaba convirtiendo en
un espacio físico y humano unificado20.
La copia del modelo parisino dio a otras ciudades una
nueva forma o, al menos, algún gesto –bulevar, alameda, parque-
similar a los de la capital francesa; por consiguiente, la gente de
otras partes del mundo, incluyendo a la de nuestras ciudades
latinoamericanas, experimentó otras maneras de recorrer las
calles, ahora más amplias y llenas de vida propia. Los mapas
físicos de las ciudades y también aquellos emocionales que
trazan mentalmente los transeúntes, cambiaron, a la misma
velocidad que los deseos, la temática y el recorrido narrativo de la
literatura. París de Baudelaire es un mapa de retratos urbanos
muy críticos, que pretenden instaurar al ciudadano en una
20 Ibid. 13
16
conciencia moderna, de cambio; por lo tanto sus obras21 a pesar
de tener un hilo conductor argumental y narrativo, son
fragmentadas, como la percepción que se tiene a lo largo de la
calle.
La alternativa
de Cortázar París de Cortázar es diferente: es la ciudad de los
acontecimientos y los sentimientos o es incluso, la que esconde la
nostalgia de Buenos Aires. En Rayuela22 el recorrido puede ser
leído en un orden secuencial, desde el principio hasta el capítulo
46 donde se encuentra un primer final; pero también puede ser
fragmentado, si se toma la elección de recorrer el libro en forma
aparentemente desordenada; sin embargo, cualquiera que sea el
orden en que se haga el recorrido, la lectura y el sentido del texto
siempre tendrán un inicio, un nudo y un desenlace. Entre
Baudelaire y Cortázar media la transformación de la ciudad
moderna; el recorrido en el segundo es aún más fragmentario que
en el primero y está referido a instantes e imágenes. Así como él
muestra que el texto puede ser recorrido de modos arbitrarios, la
ciudad actual también y su sentido resulta de las diferentes
escogencias de hitos simbolizantes que cada uno selecciona.
Borges La ciudad de Jorge Luis Borges (1899-1986) es Buenos
Aires y de ésta selecciona lugares y momentos: la periferia que
recibe al gaucho que se arrima a la ciudad, las calles de Palermo
o algunos puntos estratégicos que se unen sobre sus recorridos.
La ciudad está en mi como un poema (...) ¿Para qué esta porfía
de clavar con dolor un claro verso de pie como una lanza sobre el
tiempo si mi calle, mi casa, desdeñosas de símbolos verbales, me
gritarán su novedad, mañana?23 — dice Borges- quien recrea la
21 No toda su obra, tan solo parte de ella, tal como El Spleen de París, Las flores del mal y El pintor de la
vida moderna. 22 Cortázar, Julio. Rayuela . Cátedra: Madrid. 1997. 23 Ibid. 4, “Vanilocuencia”.
17
Buenos Aires de sus más profundos e intensos anhelos, donde
los sentimientos se confunden con los acontecimientos reales y
ficticios y con una arquitectura, que para él se presenta llena de
una carga histórica que lo remite al pasado.
Sus calles hablan, no sólo sobre la tensión entre dos
puntos que se produce durante un recorrido, sino de la tensión
emocional que en él imprimen las imágenes de las casas, las
plazas, los barrios y las calles:
Olorosa como un mate curado
la noche acerca agrestes lejanías
y despeja las calles
que acompañan mi soledad,
hechas de vago miedo y de largas líneas. (…)
Yo soy el único espectador de esta calle;
Si dejara de verla se moriría24.
Cada detalle, forma y acontecimiento que toma lugar
dentro de la ciudad de Borges, no es casual (como en el caso de
la mayoría de los recorridos de los transeúntes desprevenidos que
circulan por la ciudad), todo tiene un sentido dentro de sus
narraciones, cuyas historias remiten directamente a la pasión por
las culturas, al país que anteriormente era habitado por los
gauchos, al dolor causado por las dictaduras o a los laberintos
que ha imaginado o ha soñado.
La literatura es ficción, por lo tanto todo cuanto creó Borges
los es, no obstante, los espacios físicos de los que habla, son
reales: Buenos Aires y los laberintos de sus letras existen en el
imaginario que los libros son capaces de crear como una
18
extensión de la realidad. De todos los diversos instrumentos
inventados por el hombre, el más asombrosos es el libro. Todos
los demás son extensiones de su cuerpo... Pero el libro es otra
cosa. El libro es una extensión de la memoria y la imaginación25.
Bogotá de Eugenio Díaz: tradición y
recorridos Eugenio Díaz Castro (1803-1865) publicó la mayor parte de
sus obras por entregas en los periódicos El Bien Social, El
Mosaico, El Bogotano y Biblioteca de Señoritas. Sin embargo,
después de su muerte, se publicó en forma de libro (1873) la
novela Los Aguinaldos en Chapinero, que posteriormente sería
compilado junto a otras de sus obras bajo el título Novelas y
cuadros de costumbres.
Al norte de la ciudad de Bogotá, como a una legua de
distancia, en el punto mismo donde la Sabana se deslinda con las
lomas que sirven de base a los páramos de oriente, está situada
la pequeña aldea de Chapinero.
Una capilla, rodeada de algunas casas de paja, es lo que
constituye la población. Más lejos se encuentran algunas quintas
o haciendas pequeñas sobre bellísimos prados que mantienen
ganados de todas las especies. Allí la vista de un horizonte
infinito, la grama, los arroyos, las flores y los arbustos convidan al
bogotano a disfrutar de una dicha que las ciudades nunca
ofrecen; y sobre todo, del aire libre, del cual nunca disfrutan las
ciudades algún tanto populosas.26
24 Ibid. 4 ,“Caminata” 25 Palabras de Jorge Luis Borges 26 Díaz Castro, Eugenio. Novelas y cuadros de costumbres. “Los Aguinaldos en Chapinero”. Procultura:
Bogotá, 1985.
19
En el ámbito literario, el arte de narrar —es decir el cómo, o
la forma mediante la cual se enuncia el relato- define el entorno,
las expresiones socioculturales y económicas; es un arte que
permite humanizarnos puesto que por medio de él se fijan las
expectativas, sueños, deseos y hechos históricos de los hombres.
De esta forma, los Aguinaldos en Chapinero muestra, de manera
bastante ingenua, la estampa de esta aldea y de las gentes que la
frecuentaban a mediados de 1800. El ritmo de la narración es
lento, al igual que el de vida de los bogotanos de ese momento,
que disponían del tiempo con la tranquilidad propia de la pequeña
ciudad del altiplano. Asimismo, los recorridos eran lentos: para ir
de Bogotá a Chapinero era necesario disponer de medio día y de
un coche repleto de baúles que contenían el equipaje apenas
necesario…
La narración de Díaz Castro es pausada y así como en la
vida urbana de ese momento había tiempo para reunirse a jugar
en las plazas, celebrar los aguinaldos navideños y cumplir con las
obligaciones sociales con los vecinos de veraneo, había tiempo
también para, a lo largo del relato, detenerse constantemente en
incisivas descripciones. Por otro lado, cada “cuadro” (es decir,
cada secuencia narrativa) hace parte de un todo que a lo largo del
libro logra dar una idea bastante precisa de lo que eran las
costumbres bogotanas.
Bogotá de la segunda mitad del siglo XIX era aún una
ciudad pequeña, con un centro consolidado y algunas vías que se
extendían hacia la Sabana. Chapinero, sobre el camino que
continuaba la Calle Real, era un poblado vecino en el que las
familias de la clase media urbana reproducían, alquilando
pequeñas quintas, los rituales de paseo y veraneo que la clase
20
alta desarrollaba en sus haciendas, situadas hacia el sur
occidente de la ciudad.
Hay varios elementos en la novela de Díaz Castro que
permiten identificar la mentalidad de aquel Bogotá, los
comportamientos y costumbres que se evidencian a través de las
anécdotas que conforman la novela, pero casi todos esos
elementos son ajenos a la idea de recorrido, a diferencia de lo que
ocurrirá en la novela moderna. La acción transcurre en un entorno
cercano, a partir de la plaza de Chapinero –actual parque de la
carrera Séptima con calle 60- y Bogotá está siempre presente,
como lugar de referencia e identidad de los personajes; pero entre
la ciudad y la aldea de los veraneantes, el recorrido desaparece.
Lejano y
Cercano Bogotá tiene presencia en uno de los relatos paralelos que
acompañan a la narración; como un paréntesis en la novela, la
historia de uno de los personajes muestra la relación entre los
diferentes estratos sociales en la ciudad: desde la madre con su
hija que alquilan los “bajos” en una casa del centro, hasta la
familia de clase alta con su rígido pensamiento tradicional y su
arbitraria moral. Este relato al interior de la novela, permite
mostrar –y criticar- un atisbo de pensamiento moderno, ligado a la
literatura —los libros- en un contexto fuertemente emocional y
romántico.
Quizás, la burguesía bogotana de mediados del 1800 no
reparaba en recorridos porque todo era cercano; su mundo se
movía entre la ciudad y la Sabana, como si la homogeneidad
climática definiera la cercanía. Más allá comenzaba la tierra
caliente: lo lejano, adonde llevaban los recorridos, de donde
venían –y regresaban- los viajeros, los representantes de un
mundo tan diverso que casi, no cabía en el pensamiento. Por eso,
21
aunque Chapinero era una aldea separada de Bogotá, era parte
del mismo contexto emocional y cultural, el viaje hasta allí no
implicaba un recorrido, era lo cercano, lo propio de la ciudad.
Recorrido y pen- samiento moderno: José Asunción
Silva La capital transformada a golpes de pica y de millones –
como transformó el barón Haussmann a París- recibirá al
extranjero adornada con todas las flores de sus jardines (...) la
grandeza melancólica de los viejos edificios de la época colonial,
el esplendor de teatros, circos y deslumbrantes vitrinas de
almacenes: bibliotecas y librerías...27
La novela De sobremesa de José Asunción Silva (1865-
1896) fue publicada veintinueve años después de su muerte, es
decir en 1925. Si bien en ella no se habla propiamente de una
ciudad, sino de una serie de viajes realizados en Europa por el
protagonista José Fernández —a quien muchos han identificado
como el mismo Silva- se puede ver reflejada la vida y el
pensamiento de un joven de la clase alta colombiana de aquellos
años.
Entre las conversaciones que sostiene Fernández con sus
amigos en Europa —en la mayor parte de origen colombiano- se
observa el afán por insertarse en un mundo moderno y hacer
parte de una cultura cosmopolita. De ahí el interés que se devela
en cada uno de estos personajes por los objetos de lujo, las
construcciones y las costumbres europeas y orientales; por
estudiar el prerrafaelismo, los impresionistas, el simbolismo, etc.
En síntesis, el afán por copiar una serie de modelos estéticos y
culturales que pronto serían impresos en las formas colombianas,
por consiguiente en la literatura y la arquitectura de la ciudad.
27 Silva, José Asunción. De sobremesa. Áncora: Bogotá, 1993.
22
—No, no soy poeta, dijo con aire de convicción profunda…
Eso es ridículo. ¡Poeta yo! Llamarme a mí con el mismo nombre
con el que los hombres han llamado a Esquilo, a Homero, al
Dante, a Shakespeare, a Shelley, dice Silva en boca de
Fernández; después continua hablando sobre la experiencia que
lo inspiró a escribir: Viví unos meses con la imaginación en la
gracia de Pericles, sentí la belleza noble y sana del arte heleno
con todo el entusiasmo de los veinte años y bajo esas
impresiones escribí los “Poemas paganos”; de un lluvioso otoño
pasado en el campo leyendo a Leopardi y a Antero de Quental,
salió la serie de sonetos que llamé “Las almas muertas”28
En Los aguinaldos en Chapinero, vimos que las
conversaciones que se sostienen, al igual que los paseos, son de
índole rural. Díaz Castro y todos sus personajes se encuentran
sumergidos en una ingenua fascinación por el esplendor de la
naturaleza y, la referencia más lejana a ese horizonte de
montañas que rodea Bogotá, es Ambalema, de donde se
“importaban” los cigarrillos. En De sobremesa, que es un
excelente ejemplo de lo que está sucediendo en las letras
hispanoamericanas, apenas cuarenta años después de la obra de
Díaz Castro, no sólo se encuentra que el ritmo es más acelerado
que el que era usado anteriormente, sino que las conversaciones
hacen referencia a la vida urbana de las grandes ciudades y a los
países lejanos; el horizonte físico y cultural se ha ampliado, o
quizás, la diferencia entre clases sociales definía distintos límites
en la relación entre lo cercano y lo lejano y con ello la idea de
ciudad y de “recorridos”.
28 Ibid. 26
23
Asimismo, de esta estructura narrativa podría decirse que
por el uso de tiempos paralelos superpuestos, por una
fragmentación bastante moderna y el uso continuo de la analepsis
(que corresponde al flash-back cinematográfico), la narración en
la novela de Silva es cercana a la idea que tenemos del cine, por
lo tanto increíblemente innovadora para su época, ya que rompe
con las estructuras clásicas literarias. Este tipo de narración
coincide con el concepto de recorrido, que si bien se desarrolla en
forma lineal, las imágenes que se perciben en el desplazamiento
son fragmentos de los lugares hacia donde dirigimos la mirada.
Pese a la cercanía temporal, la forma como se presentan
las ciudades en De sobremesa y la Bogotá narrada por Díaz
Castro son mundos diferentes; tal vez, no tanto por las diferencias
edilicias, como el pensamiento que encierran y que se expresa en
particularidades de la vida diaria. Sin embargo, el afán de
emulación a las capitales europeas y en particular el modelo
parisino, incorporan nuevos espacios a la ciudad y con ello
nuevos comportamientos.
Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos
promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de
nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con
destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que
somos.29 Esta frase de Marshall Berman resume el pensamiento
de la ciudad que muestra Silva, sin embargo, el pensamiento
moderno y su expresión en los nuevos espacios urbanos entra
lentamente en la ciudad del altiplano.
29 Ibid. 13
24
Conforme se acerca el nuevo siglo, se define la nueva
imagen de Bogotá. En los últimos decenios del siglo XIX, el
edificio de Arrubla —las Galerías- frente a la Plaza de Bolívar
constituyó un símbolo del pensamiento y la ciudad moderna; la
parquización de la plaza, la terminación de la fachada del
Capitolio y el reemplazo de las Galerías de Arrubla por el nuevo
edificio Liévano, después del incendio del primero en 1900,
conformaron el marco del principal espacio de la nueva ciudad.
Años más tarde, la canalización del río San Francisco y la
construcción del edificio de la Gobernación en la nueva Avenida
Jiménez, allí donde se cubrió el río, ampliaron el horizonte del
centro de la ciudad. La vida urbana se extendió más allá del
ámbito de la vieja plaza y con ella el concepto de recorrido como
modo de percepción de la ciudad.
La ciudad de
Soto Borda Serían las seis y media cuando empezaron a sonar las seis
en los campanarios30
En 1900, Clímaco Soto Borda escribió Diana Cazadora,
una novela que, desde su publicación en 1917, no ha tenido la
difusión que merece como representante de un momento de la
ciudad y de su narrativa. En el prólogo a la edición de 1988,
Conrado Zuluaga señala que, según los comentaristas de
siempre, un amor frustrado dejó al autor a la deriva entre una
incesante y caótica producción literaria y un culto público a la
bebida.31
Sin embargo, más allá del ambiente de tabernas y
burdeles, Soto Borda retrató en Diana Cazadora los personajes y
la atmósfera de la ciudad que cautelosamente entraba a la
30 Soto Borda, Clímaco. Diana Cazadora. Villegas Editores: Bogotá, 1988. 31 Ibid. 29
25
modernidad. En un momento, dos personajes hablan de
Fernando, el protagonista de la novela, que había regresado de
París poco tiempo antes, y dicen de él: un mes de Bogotá lo tenía
bogotanizado de nuevo, hecho a la vida Bogotana con todos sus
defectos, con todas las ventajas, con sus placeres fugitivos y su
monotonía de ciudad sin oxígeno. Una frase muy elocuente, que
evidencia y sintetiza el abismo entre la ciudad de Eugenio Díaz
Castro y las ciudades de Silva.
Osorio Lizara- zo y la ciudad
moderna El día del odio32, la novela de Osorio Lizarazo se desarrolla
en torno al 9 de abril de 1948 y en ella, el suceso histórico es
narrado a través del relato acerca de la vida de los personajes,
cuyo protagonismo concurre al acontecimiento de esa fecha. Es
una novela dura, áspera, como lo es la vida de los oprimidos en
ese esquema de clases y esta evidencia es, precisamente, el
signo de modernidad de Bogotá, El único fantasma, señala
Marshall Berman, que realmente recorre la clase dominante
moderna y pone en peligro al mundo que ha creado a su imagen
es aquello que las élites tradicionales (y, ya que estamos, las
masas tradicionales) siempre han anhelado: una sólida y
prolongada estabilidad33.
Bogotá de Soto Borda es notablemente más grande y se
relaciona con un entorno mucho más amplio; la referencia a la
plaza de mercado de Barrios Unidos –a donde lleva mercadería la
madre de la protagonista- muestra que la ciudad, en su
crecimiento, fue mucho más allá de Chapinero, la aldea “cercana”
en la novela de Díaz Castro. Por otra parte, los personajes
provienen de lugares distantes, viajan en ferrocarril y mezclan
rasgos de su mundo campesino con la vida en la ciudad.
32 Osorio Lizarazo, José Antonio. El día del odio. Carlos Valencia editores: Bogotá, 1979. 32 Ibid. 13
26
El concepto de recorrido está presente en toda la novela en
forma de desplazamientos urbanos y los acontecimientos —
incluyendo la explosión social del 9 de abril- ocurren sobre esos
recorridos; finalmente, la novela urbana bogotana trasladó la
acción a la calle, al movimiento, salió de los interiores y se integró
a la dinámica de la ciudad moderna.
Clemente Airó y la ciudad
moderna Entre el barullo se deslizan los negocios, grandes y amplios
negocios. Por eso, Armando ya no quiere la esclavitud del campo
(...) Los proyectos de ensanche citadino muerden sin compasión
los verdes campos aledaños. Con un billete de lotería se compra
el porvenir. Hay titulares en los periódicos y noticias que viajan
como mareas (...)34 Esta imagen de Bogotá que relata Vicente,
uno de los protagonistas de La ciudad y el viento, la novela que
Clemente Airó escribió a finales de la década de 1950, se acerca
asombrosamente a la idea de inestabilidad que Berman señala
como eje de la Modernidad en el pensamiento de Marx –y que dio
título a su ensayo: Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo
sagrado es profano, y los hombres, al fin se ven forzados a
considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus
relaciones recíprocas.
Porque después del 9 de abril, la modernidad de Bogotá se
hace presente en la reconstrucción y en la redistribución de la
población que comienza a abandonar el centro en función de los
nuevos barrios, cada día más alejados. Esos comentarios de
Clemente Airó, en boca de sus protagonistas, resultarían
imposibles en las ciudades de Díaz Castro, Silva o Soto Borda,
34 Airó, Clemente. La ciudad y el viento . Ediciones Espiral Colombia: Bogotá, 1961
27
aunque sí los reconocemos en las ciudades de Gógol o
Baudelaire: Pero las calles modernas, nuevas y anchas,
contrastan cortando a capricho la vieja ciudad. Bellas vitrinas,
grandes letreros y soberbios edificios35.
Antonio
Caballero El periodista, caricaturista y escritor Antonio Caballero
(1945) presenta, en su novela Sin remedio, un cuadro de la
sociedad bogotana de inicios de la década de 1980. A lo largo de
todo el relato hace uso de un leitmotiv: huye, que solo el que huye
escapa36, que concuerda con el tono, el tema y el título del libro,
en el cual se muestra una Bogotá inmensa y desordenada, que
parece no tener ninguna relación con la tranquila ciudad que
mostraron Eugenio Díaz y Soto Borda.
En la novela se devela el crecimiento exorbitante de Bogotá
en la segunda mitad del siglo XX, mientras Caballero hace
deambular a sus personajes desde la Macarena hacia los
prostíbulos del sur o por la Séptima a los barrios del norte donde
vive la clase alta y por Chapinero, donde converge la mezcla de
todas las clases. Acá no solo marca el croquis de la gran ciudad,
sino que denuncia los vicios, el agobio y la alienación que produce
en sus habitantes. El recorrido es azaroso y contrarreloj, poco
contemplativo, ya que la gente —acostumbrada a realizar largos
recorridos día tras día- va sumergida en su afán. Esto demuestra
que efectivamente el ritmo de la vida, si comparamos con la que
se plasma en las novelas anteriores es mucho más acelerado.
Dicha velocidad se siente además en el recorrido urbano, en las
nuevas formas que se imprimen en la arquitectura y en la manera
como el escritor concibe la narración.
35 Ibid. 33. 36 Caballero, Antonio. Sin remedio. Seix Barral: Bogotá, 1996
28
¿Qué es aquello? ¿Esas moles en punta coronadas de un
fleco de eucaliptos? Son los cerros. De izquierda a derecha, de
norte a sur, La Moya, Piedra Ballena, el Loro, Monserrate, con el
milagroso santuario de Nuestro Señor del mismo nombre, y el
boquerón por donde sopla el viento de los páramos de Cruz Verde
y La Viga; y después Guadalupe, también con su santuario, pero
este de Nuestra Señora y menos milagroso37.
La estructura de la novela, si bien es clásica, ya que se
desarrolla en forma lineal, tiene como pretexto la creación de un
poema a Bogotá —la literatura dentro de la literatura, en un
momento en el que, se comenzaba a hablar de “ciudades dentro
de la ciudad”- por parte del personaje principal, Ignacio Escobar,
un bogotano que ha decido negar su origen burgués en la
rebeldía del alcohol, las drogas y la participación en actividades
de la guerrilla. Entonces mientras compone el poema, muestra
una ciudad real, no una Bogotá anónima y ficticia, sino esta
Bogotá que todos queremos y de la cual también nos quejamos;
ciudad de todos y a la vez de nadie, donde a pesar del
descontento y de la manera fragmentaria, arbitraria, como cada
quien la recorre, se encuentra el mapa de nuestros más profundos
recuerdos, pensamientos y anhelos.
Bogotá, Julio 31 de 2001
37 Ibid. 35.