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Ciencia y Arte Revista para la Divulgación de la Ciencia y las Artes Septiembre 2014, Año 3, Vol. 3 Número 2 David Cortes Alvarado

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Ciencia y ArteRevista para la Divulgación de la Ciencia y las Artes Septiembre 2014, Año 3, Vol. 3 Número 2

David Cortes Alvarado

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& ¿Deseas un libro gratis? & Manda el nombre de tres divulgadores de la ciencia mexicanos, acompañados de una breve biografía de sus aportaciones. Envía tu respuesta a: [email protected]. Habrá sólo un ganador.

8Ciencia y Arte

Vol. 3, Num. 2, Septiembre de 2014

José Luis Navarrete-HerediaEditor

David Cortes AlvaradoIlustración portada

COLABORADORES EN ESTE NÚMERO

José Luis Barragán-RamírezNayely Yolanda Cázarez CruzFabio Germán Cupul-Magaña

SErgio Godínez-CortésJosé luis Navarrete-Heredia

Erika Sugey García MataAna Karen Sandoval Ontiveros

CONTENIDOLIBROS PARA LOS RESPONDONES; CUENTOS: El escarabajo y la náyade, Nayeli Yo-landa Cázares Cruz; La ecuación no resuelta: la biología como un país de las maravillas, una mera ilusión sin respuesta, Sergio Godíne-Cortés.CIENCIA BREVE: Agostino Carracci: óleo, hiper-tricosis y evolución, Fabio Germán-Cupul-Maga-ña, El arte del engaño, José Luis Barragán-Ramír-ez, José Luis Navarrete-HerediaPOESÍA: Arthropoesía, Ana Karen Sandoval Ontíveros. FOTOGRAFÍAS: Anfibios y reptiles, Erika Sugey García Mata

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Un mar de tinta mecía suavemente un hermoso galeón, mientras la luna y las estrellas iluminaban el cielo; las nubes escaseaban y el salado viento jugaba con ellas y con las velas de la embarcación.

En el nido del palo mayor, un escarabajo longicornio1 de élitros2 azules, con patitas y antenas rojizas, hacía un gran esfuerzo para no morder la madera que lo suspendía a gran altura y se distraía mirando a las gigantescas medusas danzando bajo el agua al mismo tiempo que emitían brillantes colores: ahora, se veían muy cerca del barco, después, se alejaban cohibidas y nuevamente, se aproximaban al buquecillo haciendo graciosos movimientos.

De pronto, algo interrumpió el danzón de las medusas: un objeto flotaba directamente hacia el barco.

El escarabajo, que miraba atentamente, descendió raudo del nido y buscó a algunos compañeros para hablar del cuerpo observado. Cerca del alcázar3, se encontró con Lampyris, un escarabajo hembra de color café y manchitas amarillas a lo largo de su cuerpo que recuerda a esas incómodas cochinillas de la humedad, pero, con un extraordinario órgano de su abdomen, desprendía una hermosa luz verde y, al contrario de otros escarabajos, no podía volar.

- ¡Lampyris! – exclamó el escarabajo longicornio - ¡Algo viene hacia acá!

- ¿Algo? ¡Explícate, antenas largas! – contestó un poco molesta la hembra de escarabajo apagando su lucecita verde.

- Un objeto se desplaza por el agua – dijo más tranquilo el primero - ¿Qué hacemos? Y, ¿si es otra trampa de los trigonotárbidos4?

- Esas antenas tan largas, ¿no te dejan pensar, Cerambyx? Llama al capitán Phanaeus o al timonel5 Euchirus, ellos sabrán qué hacer.

El escarabajo longicornio, Cerambyx, se movió por toda la nave despertando a la tripulación completa. Una vez que todos se reunieron, expusieron sus ideas respecto al extraño elemento, pero callaron al ver aparecerse al capitán Phanaeus seguido del timonel Euchirus.

El capitán Phanaeus era de cuerpo robusto y pequeño, extremidades fuertes, hermosos cuernos de tamaño relativamente medio en su dorso y vibrantes tonos rojos y verdes metálicos junto con algunas coloraciones amarillentas, teñían su cuerpo.

Era sombrío y exigía respeto con una sola mirada, no solía hablar mucho, mientras que el timonel Euchirus era de carácter extrovertido, con todo su cuerpo de color café, extremidades delgadas y largas en el caso del primer par.

- Cerambyx, Lampyris, ¿de qué se trata todo esto? – cuestionó el capitán mirando fijamente a estos escarabajos.

- Capitán, - habló nervioso el longicornio – temo que los trigonotárbidos nos pongan una trampa. – Hizo una pausa y continuó mientras señalaba el objeto – Ese raro elemento no se ha desviado, su trayectoria es hacia acá, no se modifica nunca.

- Dysticus, Lampyris, vean qué es ese objeto – ordenó el capitán mirando intrigado ese punto oscuro que se acercaba al barco.

Lampyris intentó espetar, pero Dysticus, un escarabajo de color negro especializado en la natación y con mandíbulas fuertes, sujetó a la hembra luminiscente y se arrojó al agua, dispuesto a resolver el enigma del cuerpo flotante.

Una vez en el objeto, el misterio se reveló: ese enorme tallo de helecho arborescente, pretendía ser una canoa, en el agua acumulada en el agujero, había un pequeño animalillo durmiendo y siguió su trayectoria hasta golpear ligeramente una de las paredes del barco.

A una señal de Dysticus, los demás tripulantes elevaron el objeto hasta el alcázar con helechos trepadores que Dysticus y Lampyris sujetaron a los extremos del tronco.

Con el sorprendente órgano de luz de Lampyris, los demás escarabajos e insectos, observaron a la criatura que dormitaba en el agujero, mientras que Lampyris cuestionaba qué contenía la madera.

- Alguien, ¿sabe qué es esto? – interrogó el capitán Phanaeus – No calle el que tenga información.

- Es una náyade6, capitán. – repuso Dysticus cuando sus compañeros enmudecieron – Cuando crezca, tendrá otra forma.

- ¿Es insecto? O, ¿arácnido? – cuestionó el timonel Euchirus sin dar tiempo a que el capitán volviera a hablar.

- Insecto, igual que nosotros, - hizo una breve pausa el interrogado – será un excelente aliado si le ayudamos a ser adulto.

- ¿Cómo conoces a estos insectos, Dysticus? –

El escarabajo y la náyadeNayely Yolanda Cázares Cruz

[email protected]

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preguntó Cerambyx.- Cuando era larva, viví en una laguna, siempre

debía cuidarme de las náyades cazadoras, bellas como esta y peligrosas como los trigonotárbidos.

- Dysticus, tu única tarea de ahora en adelante, será cuidar a la náyade. Los maestres7 Dorcus y Eupatorus la llevarán a tu camarote y los demás, a excepción de Lampyris y Cerambyx, vayan a descansar. Mañana será un día extenuante – habló el capitán Phanaeus.

El maestre Dorcus era de tamaño ligeramente mayor al del capitán Phanaeus, tenía élitros obscuros como la obsidiana y unas enormes mandíbulas del mismo color. Su fuerza sólo era comparable a la del maestre Eupatorus y el teniente Lucanus. El segundo maestre mencionado, tenía élitros de color miel y el resto de su cuerpo, en color negro, además de que cinco cuernos adornaban su cabeza.

Entre los dos maestres y, sin mucho esfuerzo, transportaron el tallo de helecho al espacioso camarote de Dysticus y posteriormente, se retiraron a los suyos como todos los demás tripulantes.

En cuanto el sol inició su paseo por el firmamento, los tripulantes, excluyendo a Cerambyx, Lampyris y Dysticus, reanudaron sus actividades: el timonel Euchirus guió la navecilla a un estuario8 de exuberante vegetación para que los marineros buscaran agua dulce y las distintas fuentes de alimentación: yemas apicales9, maderas descompuestas, hongos o cadáveres, estos últimos, abundantes por los bruscos cambios del clima.

Cada insecto debía reunir la mayor cantidad de alimento que pudiera, ya que con el fin de evitar peleas con los trigonotárbidos y los euriptéridos, la tripulación arribaba muy pocas veces a las costas y siempre lo hacía en lugares que parecieran desocupados.

La vegetación del lugar se componía de descomunales helechos con aspecto de árboles, abundantes redes de helechos trepadores y muchas otras plantas con aspecto de helechos, además de las pequeñas cicadas10 que comenzaban el dominio de las gimnospermas11 en las amplias tierras.

El capitán Phanaeus fue el primero en salir y, como siempre, lo hizo solo. Ni si quiera, Euchirus, su confidente, lo conocía mucho; ese fiel amigo, por ejemplo, no sabía cuál era el motivo de los deseos de venganza del capitán hacia los trigonotárbidos, ignoraba si tenía familia y cuál era su dieta.

Dysticus aprovechó que la náyade aún dormía y fue a pescar ya que, con dos nadadores carnívoros de grandes apetitos como lo eran ellos dos, los

animalitos de los que se alimentarían, debían abundar.

El ocaso se hizo presente cuando el capitán regresaba a la nave y unos minutos después, los insectos abandonaron el bello estuario.

La noche transcurrió sin problemas: sólo se veía a los cnidarios12 bailarines y un cielo tapizado por estrellas de muchos tamaños.

El escarabajo nadador de azabache y márgenes de oro, Dysticus, contemplaba a la náyade, nunca había visto tan cerca a una de su tipo. El escarabajo observó atentamente a ese extraño organismo de los que había huido cuando era larva, hasta que su mirada perturbó el sueño de la pequeña depredadora.

Era la ninfa13, una criatura muy bonita, frágil, de mandíbulas fuertes y un color ámbar. El sueño de la náyade comenzó a inquietarse y abrió un par de ocelos14 azules mirando todo lo que la rodeaba.

- ¿Dónde estoy? ¿Quién es usted? ¿Me devorará? – cuestionó la pequeña náyade sin dar tiempo al escarabajo de contestar.

- Señorita, se encuentra a bordo de la nave “Insecta”15. Soy un escarabajo, me llamo Dysticus. No la comeré, puesto que tenemos crías de anuros16 y alevines17 para no morir de hambre en un mes.

La ninfa miró extrañada al escarabajo sin comprender, por lo que Dysticus volvió a hablar:

- ¿Cómo te llamas? Ya te dije que no te comeré. Eres muy pequeña y bonita como para no continuar tu crecimiento. Estás entre amigos.

- No recuerdo mucho, señor Dysticus. – contestó tímida la náyade – No sé si tuve nombre… Vagamente, tengo recuerdos… Vivía en un lago bajo unas montañas. Aparecieron unos monstruos enormes de ocho patas, los llamaron “euriptéridos18”. Se alimentaron de mis hermanos y amistades, en fin, de toda la comunidad y creo que soy la única sobreviviente – agregó triste.

- ¿Estaban solos?- No, los acompañaban unos individuos de ocho

patas y abdómenes muy segmentados, había de todos tamaños, pero nunca tan grandes como los euriptéridos.

- ¿Tenían colmillos como los euriptéridos?- Sí, señor Dysticus – contestó la náyade

esforzándose por recordar.- ¡Los trigonotárbidos! – gruñó Dysticus – Dime,

¿cómo son los de tu tipo?- Alados, creo, ¿quiénes son los trigono…? –

cuestionó confundida la ninfa.- Trigonotárbidos. – respondió Dysticus

comiendo un ajolote19 – Son, por decirlo de alguna

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5manera, “primos” de los euriptéridos, son criaturas arrogantes que buscan mantener su dominio sobre Pangea.

- ¿Por qué? – preguntó interesada la ninfa disfrutando un ajolote rosado.

- Se mueren, igual que los euriptéridos. El cambio climático no los deja vivir, náyade y creen que nosotros los de seis patas, causamos esto.

- Señor, no me llame así, no recuerdo mi nombre, pero no quiero ese.

- Entonces, busca otro… Me marcharé un momento.

Ya era el amanecer cuando el capitán Phanaeus daba instrucciones para la navegación de ese día.

Dysticus se le acercó para contar lo que la náyade le había dicho.

Ambos escarabajos se irritaron al coincidir en que los trigonotárbidos y euriptéridos no se resignaban a los cambios y querían exterminar a los hexápodos20 a todo costo.

Días después, el escarabajo buceador salió a pescar nuevamente, puesto que la náyade comía más de lo esperado: renacuajos, alevines, ajolotes, crías de reptiles acuáticos y otros animalillos, formaban el buffet de la náyade y del escarabajo.

Con el paso del tiempo, la náyade fue creciendo al mismo periodo que ya no soportaba la ausencia de Dysticus. Ahora, sus paquetes alares21 crecían, pronto, sería un adulto, igual que su protector y los demás tripulantes del “Insecta”.

Asimismo, Dysticus notaba que esa dulce criatura se había convertido en el centro de su mente: todos sus pensamientos giraban alrededor de ella… Todos los días, la veía nadar, jugar con las presas antes de comerlas y la contemplaba dormir, únicamente, la dejaba sola para sufrir la ecdisis22.

- Señor Dysticus, - habló seriamente la náyade un atardecer - ¿lleva mucho de esa forma?

- No, señorita, - repuso el escarabajo disfrutando de un alevín translúcido – tomé esta forma el día que tú llegaste al barco, ¿has pensado ya en un nombre?

- Quiero llamarme Cyanide.- Es un bonito nombre, náyade, ahora

descansemos. Estos alevines me causaron mucho sueño.

La náyade se quedó profundamente dormida, mientras el escarabajo la contemplaba y reflexionaba sobre lo que Cyanide le hacía sentir, era un cariño totalmente nuevo, algo que ninguna otra hembra le había causado, pero, ella, ¿sentiría lo mismo? Además, pensaba en la situación que

vivían: el cambio climático junto a las disputas por territorios y alimentos entre la alianza de los trigonotárbidos y los euriptéridos contra el pequeño grupo de los insectos, eran muy crueles: siempre que se encontraban estos tres grupos, muchas vidas concluían. El escarabajo entristeció, sabía que todos los tripulantes del “Insecta”, habían perdido a familiares y amistades por las peleas con los otros artrópodos y también, que podía perder a Cyanide si la guerra entre todos esos organismos no cesaba.

El caluroso verano iniciaba con un delicado tapiz de nubes en el cielo y altas temperaturas, ya que las lluvias aún no se presentaban.

Rayano el tiempo al medio día, el viento cobró fuerza y con nubarrones pardos, sustituyó a las frágiles nubes del amanecer, mientras que con gigantescas olas, comenzó a golpear al galeón: unos momentos por estribor y proa, otros, por babor y popa.

El timonel Euchirus se aferraba al timón y luchaba contra el viento y el mar para guiar a la nave a una costa que divisaba al Poniente.

- ¡Una embarcación por Levante23! – gritó Anomala, una hembra de escarabajo de color bronce, desde el nido del palo mayor.

- ¡Teniente24 Lucanus! – habló el capitán Phanaeus– Advierte a Dysticus de la situación, además, despierta a Cerambyx y a Lampyris. Tengo un mal presentimiento de esto.

El teniente Lucanus era mucho más grande que el capitán Phanaeus y el timonel Euchirus. Sus mandíbulas eran enormemente desarrolladas y todo su cuerpo, era de color caoba y era el insecto más fuerte de toda la tripulación.

- ¿Temes una emboscada, Phanaeus? – cuestionó Euchirus cuando Lucanus desapareció bajo la cubierta.

- Sí, Euchirus. – contestó el capitán y se dirigió a Anomala - La nave, ¿tiene bandera?

- Afirmativo, capitán, la bandera de los trigonotárbidos y euriptéridos.

- ¡Moriremos! – gritaron muchos tripulantes - ¡Moriremos!

- ¡Callen todos, tunantes! – exclamó el capitán Phanaeus con su hemolinfa25 perfectamente fría – Aquí, hay muchos insectos valientes y escarabajos feroces, ¡todos ustedes son fuertes! ¡No dudo que derrotemos a esos palurdos de ocho o más patas!

- Nos doblan en tamaño y nos multiplican en fuerza. – habló tímidamente un gorgojito de élitros verdosos.

- ¿Te crees lo suficientemente valiente para

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contradecirme? – cuestionó el capitán enojado – Ocupa tu valor para defender tus élitros de esos canallas, ¡esto es cuestión de vida o muerte!

“Chelicerata26,” el barco divisado por Anomala, era de dimensiones mayores al “Insecta”. Su tripulación se componía de trigonotárbidos y a su alrededor, nadaban euriptéridos de tamaños variados. Cuando un cable de distancia lo separó del “Insecta”, los trigonotárbidos lanzaron grapas de abordaje y una gran cáfila de estos organismos, aterrizó en el alcázar del barco abordado.

Los trigonotárbidos eran impávidos guerreros y se lanzaron con un ímpetu incomparable sobre los insectos, mientras los euriptéridos abandonaban el mar y escalaban las paredes del navío.

Un euriptérido capturó a Anomala, pero Lampyris la defendió; así, se defendieron de otros rivales pues ellas dos junto con Amara, una hembra muy glotona de élitros rosados, la malhumorada y rápida Cicindela y la pequeña náyade, eran las únicas hembras de la tripulación, por lo que las primeras cuatro, optaron por ayudarse entre ellas.

Cuando los rivales de los insectos disminuyeron, una gigantesca araña Attercopus se arrojó a la nave abordada. Su tamaño sólo era comparable con los más grandes euriptéridos, el aspecto de las múltiples sedas de su cuerpo era tan suave y poseían tonos satinados de obsidiana, la longitud de sus quelíceros hacía temblar a los insectos. Con extraordinarias fuerza y velocidad, sometió a los tripulantes sobrevivientes, exceptuando a Dysticus y Cyanide, sujetándolos a los mástiles27 del barco utilizando cuerdas de helechos trepadores.

- ¿Qué tenemos aquí? – interrogó con curiosidad el capitán, para sorpresa de los hexápodos, era del sexo femenino.

- Un coprófago28, muchos herbívoros, carroñeros y un carnívoro – dijo un escorpioncillo subordinado de la Attercopus.

- ¿Coprófago? ¿Quién? ¿Quién come excremento? – murmuraban los hexápodos mirándose unos a otros indiscretamente.

- Tus amigos, ¿no conocen tus preferencias gastronómicas? – preguntó la malvada araña negra lanzando una esferita de excremento al capitán Phanaeus - ¿Por qué? ¿Te da pena?

El capitán Phanaeus se limitó a limpiar su rostro y mirar con ira inigualable a la araña negruzca.

- El euriptérido, ¿te comió la lengua, Phanaeus? – cuestionó sardónicamente la araña.

- No – respondió tranquilo el escarabajo de brillantes colores y agregó - ¡Ninguno tendrá el

placer de hacerlo, Attercopus!- Entonces, ¿por qué no contestas?- No quise que mis compañeros lo supieran…

Todos comen plantas o partes de ellas, cazan o comen cadáveres y, ¿yo? Exclusivamente, el desecho de los grandes animales, ¡se me hace injusto y vergonzoso! Ahora, Aranea, tú dime, ¿qué tiene tu clan contra nosotros?

- Desde que tu grupo apareció, hemos sido despojados de nuestros territorios favoritos… ¡Mis familiares y amistades mueren por ello y el horrible cambio climático!

- ¡Eso no es nuestra culpa, Aranea!- ¡Sí lo es, Phanaeus! Además, uno de tus

tripulantes secuestró a mis descendientes.- No alucines, – repuso el capitán reflexionando

en la osadía de Dysticus – no lo haríamos… Por miedo o respeto.

La tormenta, finalmente, menguaba y el sol continuaba su paseo vespertino.

Los euriptéridos comenzaban a deshidratarse y arrastrarse hacia las orillas del alcázar para ir al agua, algunos no lograron llegar al océano.

Todos los hexápodos miraban incrédulos la agonía de los euriptéridos mientras en la más profunda de las cámaras del Insecta, Dysticus presenciaba maravillado la última ecdisis de Cyanide y paladeaba a los últimos hijos de Aranea, la imponente Attercopus.

Los subordinados de la velluda araña decidieron alimentarse de los hexápodos, siendo los primeros en perecer, el gorgojito de élitros verdosos y Anomala.

Al mismo tiempo que esto ocurría en el alcázar, las alas de Cyanide terminaban de secarse.

La huraña Cicindela contempló cómo despedazaban a sus compañeros y tentó a los trigonotárbidos a devorarla, una vez que soltaron las cuerdas de helecho que la sujetaban al palo mayor del barco, ejecutó feroces mordidas en los atacantes hasta que Aranea se cansó de ver humillados a sus subordinados y pateó a la hembra de élitros azules con manchitas doradas, no sin recibir, también, unas mordidas.

En el momento que la hembra rodaba por el suelo inconsciente, Cyanide y Dysticus aparecían por la escotilla y, en cuestión de minutos, sometieron a los trigonotárbidos e incluso, a Aranea utilizando las mismas cuerdas de helecho, además, de apoyarse en el gran poder de las mandíbulas que ambos insectos poseían.

Una vez que los trigonotárbidos y demás

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7organismos fueron vencidos por esos dos insectos, Dysticus y Cyanide liberaron a sus compañeros.

- ¿Por qué huele a excremento, capitán? – cuestionó Dysticus a Phanaeus.

- Aranea descubrió mi dieta y me humilló frente a todos. – calló unos segundos el capitán y miró a Dysticus – Sí, soy coprófago.

Dysticus no quiso preguntar más y cuando el timonel Euchirus retomó su lugar, se dirigió a la costa vista en el huracán.

- Capitán, – dijo Dysticus muy serio – Cyanide descubrió quién es y en lo personal, creo que toda esta aventura, tuvo una gran lección para todos.

- Explícate. – dijo Euchirus malhumorado – No encuentro algo agradable en esta guerra.

- Bueno, el capitán Phanaeus aprendió que todos tenemos gustos distintos y no por eso, debemos avergonzarnos… Lampyris me enseñó que no se necesita tener un exterior bello para ser o tener algo agradable y Cyanide, que no se necesita ser gigante para ser valiente, la glotona se comió a la mayoría de los hijos de esa araña y…

- Usted, señor Dysticus, - interrumpió Cyanide al escarabajo – que se puede ayudar a un ignoto sin esperar una recompensa,

Dysticus no supo qué decir, quiso abrazar a Cyanide, pero no supo cómo hacerlo ni si sería correcto.

- Ya no tenemos a quién temer. – habló el capitán Phanaeus aprovechando el silencio de los hexápodos – Propongo que nos separemos, que cada quien vaya al lugar que mejor le parezca y sólo si enfrentamos algún peligro, nos juntemos nuevamente.

De esta manera, la tripulación se separó abandonando esa tosca madera a la que llamaban “barco”. Construyeron sus vidas al buscar pareja y procrear descendencia, todos, excepto un par: Dysticus y Cyanide, que no podían más que acompañarse hasta que la naturaleza reclamara el cuerpo de la libélula, por ser la vida adulta de este insecto, efímera en comparación a la de otros hexápodos.

Cyanide, de tonos de madera en el cuerpo, rayas y ojos verdeazulados, miraba el atardecer junto a Dysticus, al pie de una laguna. Muchos machos intentaron cortejarla, pero ella se negó.

- ¿Te reproducirás? – preguntó tímido y celoso, Dysticus.

- No, Dysticus y, ¿tú?- Cyanide, no es posible una cruza entre nosotros,

si no te molesta, contemplemos los paseos del sol por el cielo hasta que la naturaleza nos exija morir – contestó el escarabajo abrazando a la libélula.

- Será un enorme placer para mí, seguir a tu lado, Dysticus – dijo la libélula correspondiendo al abrazo.

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1. Escarabajo longicornio: Escarabajo de antenas largas.

2. Élitros: Es el primer par de alas que tienen los escarabajos. Son duras y protegen al segundo par de alas y al abdomen.

3. Alcázar: Es la cubierta ubicada entre el palo mayor y la popa de un barco.

4. Trigonotárbidos: Arácnidos extintos cuyos fósiles se parecen a las arañas actuales.

5. Timonel: Es el marinero que se encarga de manejar el timón de un barco.

6. Náyade: Insecto acuático inmaduro sexualmente. En este caso, es una libélula antes de concluir su crecimiento.

7. Maestres: Miembros de la tripulación de un barco.

8. Estuario: Desembocadura muy amplia de un río, se caracteriza porque el agua del mar puede entrar en el curso del río.

9. Yemas apicales: Órganos de las plantas que brindan aumento en la altura de una planta.

10. Cicadas: Plantas gimnospermas que tienen parecido con las palmeras.

11. Gimnospermas: Plantas cuyas semillas no son protegidas por un fruto.

12. Cnidarios: Animales provistos de células urticantes. A este grupo, pertenecen las medusas.

13. Ninfa: Estado inmaduro de un insecto de metamorfosis incompleta. A las ninfas acuáticas se les llama “náyades”.

14. Ocelos: Ojo rudimentario de muchos artrópodos, únicamente distingue fuentes de luz.

15. Insecta: Grupo de artrópodos caracterizado por tener un par de antenas, tres pares de patas y dos pares de alas.

16. Anuros: Anfibios adultos sin cola. A este grupo, pertenecen las ranas.

17. Alevines: Crías de los peces.18. Euriptéridos: Organismos acuáticos ahora

extintos que se parecen a los actuales escorpiones.19. Ajolote: Anfibios con cola.20. Hexápodos: Animales con seis patas, como

los insectos.21. Paquetes alares: Pequeñas protuberancias del

cuerpo de un insecto de metamorfosis incompleta (como la libélula) que dan origen a las alas conforme el insecto crece.

22. Ecdisis: Es el cambio de exoesqueleto de los insectos.

23. Levante: Es otro nombre que recibe el punto cardinal Este.

24. Teniente: Grado inferior al de capitán.25. Hemolinfa: Líquido sanguíneo de los

insectos.26. Chelicerata: Grupo de artrópodos cuya

característica principal es carecer de antenas. Incluye a las arañas, escorpiones y los extintos euriptéridos.

27. Mástiles: Palos verticales de un barco.28. Coprófago: Organismo que se alimenta de

excremento.

GLOSARIO

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Un buen día el hombre se levantó de la cama y al parecer todo iba bien, el desayuno sabía estupendo, el agua del baño calentaba lo suficiente el cuerpo como para no morir congelado en las frías tierras del norte de Inglaterra y en la mente del gran hombre los números desbordaban deslumbrantemente de su cabeza, encontrando patrones en forma de poesía sobre cualquier sistema artificial y abstracto. Todo a su alrededor tenía razón de ser, sin embargo, aquel pensamiento en el interior de su cabeza no lo dejaba en paz, no desde que leyó aquel libro, desde que su inconmensurable mente no pudo comprender la complejidad del asombroso mundo natural.

Salió de la casa para su acostumbrada “caminata reflexiva” y se adentró en el bosque. De pronto, una visión originada de un profundo solipsismo, en la que sólo existía su yo matemático y su yo humano se apoderó de él. El universo giraba a su alrededor, al menos momentáneamente .

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Un rato después, delante de él se erguía una seta que rebasaba su propia altura. Rápidamente trató de calcular la velocidad de crecimiento que había tenido el hongo. De pronto, sus ojos se toparon con una gran oruga azul que extrañamente se “sentaba” sobre ese gran hongo, que increíblemente cruzaba los “brazos”, y que asombrozamente “fumaba” una larga pipa.

Sin ponerle mucha atención al sorprendido hombre, la gran oruga logró articular la “voz” y preguntó:

- ¿Quién eres tú?-No lo sé -contestó el caballero -. Desde esta

mañana mi cabeza sólo ha dado vueltas, siento que no soy yo. Estoy cansado de “ver” cosas que no puedo comprender y me siento raro de haber cambiado de tamaño; tú lo sabrás mejor que yo. Cuando pases de oruga a crisálida y, finalmente a mariposa, me entenderás.

-¡Ni tantito! -contestó la oruga. Después de mucho discutir, la oruga, le ofreció

apáticamente una solución para regresar a la realidad.

-Come de la seta -le dijo- y podrás regresar a la normalidad.

Ni siquiera para aquel gran matemático era posible entender lo que pasaba, pues las proporciones de la realidad cambiaban bruscamente en aquellos momentos, era casi imposible entender lo complicado del mundo natural. Sólo asumía que pasaba, pero no sabía cómo; en algún sentido subestimaba lo ocurrido.

- Quiero ser de estatura normal -dijo el caballero- no de siete centímetros como tú.

- Ésta es una estatura adecuada -contestó la oruga.

Un momento después, al comer de la seta, se alteró el mundo numérico de su cabeza; aquel que le daba la tranquilidad y seguridad.

No sabía por qué veía un árbol del tamaño de un alfiler y por qué de un momento a otro se hacía un enano. La naturaleza en ese momento no se regía por patrones, aproximaciones, ni derivadas extraídas de la masa cerebral, sino que estaban dadas por el -azar y la necesidad- en el bosque.

Tras mucho divagar y habiéndose convertido en serpiente y hablado con un pájaro, su último pensamiento residió en acompañar al posible dueño de una casita que se veía a la distancia para esto comió un poco más de la seta. Lo último que recordó fue que media veinte centímetros.

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Un joven naturalista que pasaba por aquel bosque después de sus colectas acostumbradas encontró al caballero; estaba aferrado a un árbol con los ojos desorbitados, al parecer bajo la influencia de fuertes psicotrópicos.

La ecuación no resuelta: la biología como un país de las maravillas, una mera ilusión sin respuesta

Sergio Godínez-Corté[email protected]

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A su lado, tirado en el humus del suelo, se encontraba saliendo de su morral una revista científica cuya portada poseía la imagen de un hongo con -poderes para comunicarse con Dios” y un ejemplar de El origen de las especies, al parecer masticado por los costados.

El libro que dos años antes había publicado el naturalista Charles Darwin (inventor de la teoría de la evolución por selección natural) se encontraba fuertemente garabateado con ecuaciones a su parecer inconclusas.

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El naturalista le brindó su apoyo al caballero, lo acompañó a un hospital y esperó su recuperación; momento más tarde se enteraría que se trataba de un matemático distinguido.

Al regresar a la normalidad, los médicos le informaron que sufrió una sobredosis mezcla de distintas sustancias psicoactivas combinadas con la ingesta de hongos con un poder fuertemente sugestivo, llevándolo casi a la muerte.

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Una vez recuperado, el caballero asumió la responsabilidad de sus acciones y compartió lo experimentado con aquella persona que lo atendió. Al terminar, todos guardaban silencio y uno a uno abandonaba la habitación donde el caballero yacía postrado.

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En un momento dado, durante una breve visita al paciente, aquel naturalista, sin decir nada, salió al pórtico del hospital y reflexionó. -Es muy claro que en un estado psíquico normal, resulta difícil y a veces increíble entender la realidad biológica natura y mucho menos bajo las condiciones de sustancias que alteran el sistema nervioso, pero, para ciertas personas resulta más entendible verlo desde ese sentido, ya que al no encontrar orden suficiente para que sea todo perfecto, escapan a otro estado de conciencia para tratar de entender la realidad. Para

alguien que no comprende el mundo biológico es muy posible concebir que una oruga tenga brazos y pulmones con los cuales fumar, para alguien así resultará verdaderamente frustrante estar buscando una ecuación para tratar de entender cómo opera el universo o cada ser vivo. Ni siquiera una ecuación matemática compleja y perfecta puede explicar el proceso evolutivo, ya que el mundo biológico no se rige por leyes; es decir, sin el cerebro humano las matemáticas no existirán, sin embargo el mundo natural seguiría su curso evolutivo tranquilamente-.

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Meses después el joven naturalista se enteró de que aquel caballero no se quedó en el intento de hacer lo mismo una sola vez.

En respuesta al personaje que le salvó la vida, aquel hombre, mejor conocido como Charles Lutwidge Dodgson, le envió un paquete con un ejemplar de un libro que en el capítulo cuatro contenía el relato de una oruga de singulares magnitudes.

Rápidamente el naturalista comprendió que aquella historia era la misma que contó el caballero en el hospital, la misma historia contada bajo el influjo de los alucinantes, todos y cada uno de los capítulos con el mismo sentimiento…

El libro contenía la misma frustración biológica que notó al ver garabateado el libro de Darwin, relatos de animales y una falsa concepción de las ciencias de la vida; que sin duda lastimó como una herida sin cicatrizar el no poder entenderla.

El naturalista se preguntó si aquel caballero habría llegado a comprender los procesos biológicos, o seguiría tratando de encontrar una ecuación matemática adecuada para generalizar todo.

Seguramente nunca se enteraría de ello. Tranquilamente leyó aquel libro que (como El

origen de las especies) años más tarde sin dudas se convertiría en un legado para la humanidad; en este caso de la literatura infantil y política, aquel relato se convertiría en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas.

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Agostino Carracci (Bolonia, 1557-Parma, 1602) fue un pintor italiano miembro de una familia de talentosos artistas plásticos (hermano de Annibale y primo de Ludovico). Más allá de que sus realizaciones pictóricas hayan sido catalogadas como cargadas de un cierto oscurantismo, lo que se destaca de Agostino es su versatilidad artística. Se dice que componía poemas y que él se adornaba con el título de “poeta”. Sin embargo, ante todo era un extraordinario grabador.

Agostino es recordado y admirado hasta nuestros días porque, en compañía de su hermano y primo, fue artífice de una reforma artística en la Europa de aquellos tiempos que dio inicio al llamado “clasicismo academicista” (armonía iconográfica y suaves colores). Entre sus obras destacan los diseños llamados Lascisvie, los cuales corresponden a una serie de grabados eróticos. En uno de ellos se puede observar a un sátiro excitado, con un evidente ademán autoerótico, mirando a una mujer dormida desnuda. El hecho de que la serie desatara las iras del papa Clemente VII contra Agostino no le restó, como era de esperarse, ni un ápice de popularidad entre los admiradores de su obra.

Pero en esta ocasión, más allá de la contemplación y reflexión sobre el significado de las imágenes de sátiros fornicando con vírgenes o de dioses romanos en pleno coito que no dejan nada a la imaginación, se hará referencia a una curiosa e interesante pintura de Agostino, conocida como Arrigo el peludo, Pedro el loco y el enano Amón, en la que se observa a un hombre con hipertricosis. Esta obra, elaborada entre 1598 y 1600 con la técnica de óleo sobre un lienzo de 97x130 cm y de estilo barroco, se encuentra en resguardo del Museo Nazionale di Capodimonte en Nápoles, Italia.

Antes de continuar, es importante definir que la hipertricosis, conocida también como el síndrome del hombre lobo, es el crecimiento de pelo terminal en cualquier lugar de la piel (los casos más destacados muestran abundante pelo en la cara), y se puede presentar tanto en hombres como en mujeres (no confundirse con el hirsutismo, que es el desarrollo en la mujer de pelo con las características y en

las zonas propias del hombre). La hipertricosis se puede clasificar en generalista (difusa) y localizada. Ambas se dividen en congénitas y adquiridas (principalmente producidas por medicamentos).

Curiosamente, durante su etapa temprana todo embrión humano tiene, además de los testículos en posición cercana a la cabeza (como ocurre en los tiburones), un pelambre sedoso o lanugo que cubre su cuerpo como lo haría en cualquier mono. De acuerdo con el divulgador científico cubano Alfonso Silva Lee, el pelo embrionario y la rara hipertricosis que puede cubrirnos la cara de pelos para darnos la apariencia de un orangután, sólo reflejan que en nuestro interior está latente la capacidad para “volvernos otra vez peludos”.

Un caso temprano notable de hipertricosis fue el de Pedro González, nacido en las islas Canarias en 1556, el cual tenía todo el cuerpo cubierto de pelo largo y suave, como un perro de Terranova. Este hombre fue llevado a la corte del rey Enrique II de Francia como una curiosidad, se casó allí y tuvo tres hijos, los cuales heredaron la misma forma de pilosidad. Uno de ellos, por lo menos, transfirió esta enfermedad hasta la tercera generación.

Con todo, fue Agostino Carracci quien llevó este trastorno al lienzo y, como lo cita Silva Lee, el artista tuvo la buena ocurrencia de acompañarlo, como para que no hubiera duda acerca de las afinidades, de un hombre con barba (Pedro el loco), dos macacos y un cachorro de un perro. Este cuadro constituye, según nos dice Silva Lee, un formidable discurso en pro de la evolución, dos siglos y medio antes de que Charles Darwin publicara su majestuosa obra Del origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia.

Literatura recomendadaBondeson, J. 1998. Gabinete de curiosidades

médicas. Siglo Veintiuno Editores, México.Eubanks, W.W. 2008. The Lascivie: Agostino

Carracci’s erotic prints as the sources for the farnese gallery vault. Tesis de Maestría en Artes, Universidad de Georgia, Athenas, Georgia.

Agostino Carracci: óleo, hipertricosis y evoluciónFabio Germán Cupul-Magaña

[email protected]

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Mauleón Fernández, C., E. Chavarría Mur y C. Bueno Marco. 2005. Protocolo diagnóstico de la hipertricosis. http://www.trainmed.com/trainmed2/contentFiles/6323/es/62v08n90a13040426pdf001.pdf (consultado el 25 de mayo de 2014).

Pacciarotti, G. 2000. La pintura barroca en Italia. Ediciones Istmo, S.A., Madrid, España.

Prater, A. 2007. Venus ante el espejo: Velázquez y el desnudo. Centro de Estudios Europa Hispánica, Madrid, España.

Silva Lee, A. 2011. La selva interna. Editorial Científico-Técnica, Ruth Casa Editorial, La Habana, Cuba.

Arrigo el Peludo, Pedro el loco y el enano Amón, óleo sobre telaCarracci (1598-1600)

Museo Nazionale di Capodimonte. Nápoles, Italiafuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Agostino_Carracci_

_Hairy_Harry,_Mad_Peter_and_Tiny_Amon_-_WGA4398.jpg

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Anfibios y reptilesErika Sugey García Mata

[email protected]

Craugaster occidentalis (Taylor, 1941)

Smilisca baudinii Duméril y Bibron, 1841

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Trachycephalus typhonius (Linnaeus, 1758)

Smilisca baudinii Duméril y Bibron, 1841

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Agalychnis dacnicolor (Cope, 1864)

Diaglena spatulata (Gunther, 1882)

Agalychnis dacnicolor (Cope, 1864)

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Agkistrodon bilineatus (Gunther, 1863)

Leptodeira maculata Fitzinger, 1843

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Llueve

Las gotas de agua son insectos

que transitan por mi piel.

Hormigas rojas arrean mis pasiones

las negras se llevan la desolación.

Orugas transforman mis miedos en sueños

sueños-mariposa

al volar polinizan mi alma en sequía.

De la raíz de mis venas

suben naciendo radiantes sus flores.

Al abismo de mi pecho llegaron hambrientos

feroces escarabajos devoradores.

Nadando en lo prohibido

removieron los escombros

entre historias llenas de hongos

y milagros delirantes

encontraron palpitando

un corazón engusanado.

Besos de polen

Mariposas con alas de papelvan dejándome tus besos en el aire.

Los perfuman con tu voz eterna y suavemientras vuelan hacia una telaraña.

Bichos en el parque

I.

-¡Mamá, mira! ¡Mira qué amiguito me encontré!

Ella sonrió. Era su insecto favorito.

-¿De qué está hecho un insecto, mami?

¿Debía hablarle de artejos y quitina

al brillo radiante

que en sus ojos se asomaba?

-Están hechos de historias, corazón.

II.

-¿Intentaste alguna vez ver tu reflejo en los ojos de un

insecto?

-No, ¡son muy pequeños!-Pues yo creo que es un buen comienzo para

encontrarse a uno mismo.

III. Señales

Caminé sin rumbo en la ciudad,

hasta el hastío.

Un parque en calma fue mi refugio

donde el aire y el sonido,

el perfume…

era todo más liviano.

Ya nada parece estar lejos…

Excepto tú.

Arthropoesía

Letras, ensueños y otros bichosAna Karen Sandoval Ontiveros

“Nada más hermoso que tú, mudo, insondable escarabajo,

sacerdote de las raíces, rinoceronte del rocío…”

- Pablo Neruda

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19¿Qué cómo lo sé?

En realidad, no tengo idea.

Pero un día de éstos lo averiguaré.

Tarde o temprano sabré dónde estás.

Mejor aún, llegará el día

en que sepa quién eres.

Ése día te veré a los ojos,

y sabré que eras tú…

El ser misterioso

que trata de hablarme

en las voces del viento.

Di que no estoy loca

Dime que todo esto tiene sentido.

Que llegué hasta aquí por una razón.

Muéstrame que el mundo

es algo más que asfalto y sueños.

¡El viento sólo me confunde!

¡Di algo claro, nada más!

No espero un milagro, ¡vamos!

Di que no estoy loca

Algo

muy adentro

de mi pecho

se rompió.

Ahí estabas, caminando sobre mí.

De dónde saliste, eso no lo sé.

Te sentí recorriendo mi brazo,

tus antenas cosquilleaban como un juego.

En tus ojos vi la grandeza de dios.

Abriste tus alasy huiste de nuevo.

Magia tornasol

No puedo volar.

Mis alas de búho se van deshaciendo.

Una a una, las plumas las arranca el viento.

La lluvia despinta sus barbas,

la tormenta las vuelve a su estado inicial.

Son pequeñas ahora: transparentes.

Son de insecto, de magia tornasol.

Revoloteando

papalotean entre gigantes relámpagos, montañas, lagos y pinos.

Soy libélula ancestral,

helicóptero de flores

vuelo salvajeperfecciono el mecanismo dirección sentido y

aleteo sideral

dibujando el infinito

en cada estrella visitada.

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El arte del engañoJosé Luis Barragán-Ramírez

[email protected]é Luis Navarrete-Heredia

[email protected]

Dentro de las maravillas que exhibe la naturaleza en nuestro planeta podemos encontrar algunos animales que a lo largo del proceso evolutivo han desarrollado adaptaciones (anatómicas, fisiológicas, conductuales, por mencionar algunos ejemplos) que les permiten pasar inadvertidos en el medio en el cual viven. Existen varios mecanismos utilizados por los animales para disimular su presencia, a los que de manera intencional nos referimos como el arte del engaño, ya verán porqué.

El arte del engaño comprende desde el aspecto y la coloración críptica, mediante la cual un animal se asemeja en color y forma al sustrato sobre el que se mueve o descansa, hasta las más complejas asociaciones entre especies que se parecen entre sí, a pesar de no estar estrechamente emparentadas. Por ejemplo, cuando salimos a campo es probable encontrar algunos insectos y arácnidos que aparentan ser parte de plantas (hojas, flores o tallos) (Fig. 1), y que apoyados en posturas, movimientos y conductas muy peculiares evitan ser vistos, lo cual les permite un perfecto camuflaje cuando están

en el sitio adecuado. Esta adaptación que les sirve como defensa contra enemigos, también puede ser utilizada como táctica de caza por depredadores que emboscan a sus presas (Fig. 2). Un caso más sorprendente aún es cuando el depredador imita a su victima (presa) y consigue engañarla. A este modo de actuar se le llama mimetismo agresivo o mimetismo de Peckham, este último en honor al autor que lo estudio.

Existen algunos animales que emplean un patrón de coloración de advertencia (coloración aposematica). Esta coloración produce el resultado opuesto a pasar desapercibido. Se presenta en ciertos animales venenosos, de mal sabor o con otras adaptaciones que los hace inaceptables como presas. Debido a que ostentan colores vivos y muy llamativos, como rojo, azul, amarillo, naranja, entre otros, tienen la capacidad de advertir a sus posibles depredadores de su presencia y “peligrosidad”. Algunos ejemplos son la serpiente coral o “coralillo” y las ranas dardo de la familia (Dendrobatidae). No obstante, existen algunos animales “inofensivos” o

Figura 1. Insecto del orden Phasmida, conocido comúnmente como insecto palo, es un animal especializado en el camuflaje. Su color, forma y comportamiento le permiten confundirse entre la vegetación sobre la que habita, pasando desapercibido de los depredadores.

Figura 2A. La lagartija Anolis biporcatus presente en el sur de México, es una especie arborícola cuya coloración verde brillante le permite pasar desapercibida entre la vegetación.

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21“comestibles” que presentan un patrón de coloración similar al que muestran las especies tóxicas o de mal sabor. Este fenómeno, denominado mimetismo batesiano en honor al naturalista Henry Walter Bates quien lo describió, es común en insectos de varios grupos, aunque también se encuentra en vertebrados. Consideremos el ejemplo de la serpiente coral quien funge como modelo para algunas serpientes que imitan su coloración “falsos coralillos” (algunas de ellas pertenecientes al género Lampropeltis) (Fig. 3). De esta forma el imitador recibe protección porque se parece a la especie que es venenosa o de mal sabor (modelo). Otro ejemplo es el caso de algunas arañas e insectos que imitan hormigas que tienen la capacidad de inocular veneno mediante su aguijón; el parecido puede llegar a tal grado de perfección que llegan a ser confundidas aún por el ojo de los científicos.

Otro mecanismo aunque menos frecuente es el denominado mimetismo Mulleriano, denominado

así en honor al naturalista alemán Fritz Müller, que ocurre cuando dos especies diferentes (poco relacionadas) de sabor desagradable o peligrosas se parecen entre sí, de tal forma que se refuerza el efecto de prevención ante los depredadores que comparten y por consecuencia se reduce su mortalidad. Un ejemplo es la similitud respecto al patrón de coloración que presentan las mariposas Heliconius numata y Melinaea mneme, las cuales no son comestibles para los pájaros por causa de su mal sabor

El mundo está lleno de imitadores que ocupan gran parte de nuestro entorno, equipados para confundir los sentidos en cualquier momento. No hay duda de que el arte del engaño es una de las tantas maravillas que ocurren en la naturaleza. A pesar de que la mayoría de los ejemplos aquí mencionados son de percepción visual, el arte del engaño también puede ser de carácter auditivo, olfativo (químico) o táctil, de los cuales falta mucho por descubrir.

Figura 3. La serpiente “falso coral” o “falso coralillo” (Lampropeltis ruthveni) es una especie inofensiva que imita la coloración de la serpiente coral (especie venenosa) para aparentar lo contrario.