cien años de soledad

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‘Cien años de soledad’ El inolvidable comienzo de su obra legendaria. Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. ‘La hojarasca’ El primer párrafo de la primera de sus novelas. Por primera vez he visto un cadáver. Es miércoles, pero siento como si fuera domingo porque no he ido a la escuela y me han puesto este vestido de pana verde que me aprieta en alguna parte. De la mano de mamá, siguiendo a mi abuelo que tantea con el bastón a cada paso para no tropezar con las cosas (no ve bien en la penumbra, y cojea) he pasado frente al espejo de la sala y me he visto de cuerpo entero, vestido de verde y con este blanco lazo almidonado que me aprieta a un lado del cuello. Me he visto en la redonda luna manchada y he pensado: Ese soy yo, como si hoy fuera domingo. Hemos venido a la casa donde está el muerto. ‘El coronel no tiene quien le escriba’ No podía ser otra la palabra que pone el punto final. La mujer se desesperó. —Y mientras tanto qué comemos —preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía—. Dime, qué comemos. El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder. —Mierda.

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citas mencionadas en el periodico el tiempo de los mejores libros de GABOperfectas para colocar analisis en los estudiantes

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Cien aos de soledadEl inolvidable comienzo de su obra legendaria.Muchos aos despus, frente al pelotn de fusilamiento, el coronel Aureliano Buenda haba de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llev a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caabrava construidas a la orilla de un ro de aguas difanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistricos. El mundo era tan reciente que muchas cosas carecan de nombre, y para mencionarlas haba que sealarlas con el dedo.La hojarascaEl primer prrafo de la primera de sus novelas.Por primera vez he visto un cadver. Es mircoles, pero siento como si fuera domingo porque no he ido a la escuela y me han puesto este vestido de pana verde que me aprieta en alguna parte. De la mano de mam, siguiendo a mi abuelo que tantea con el bastn a cada paso para no tropezar con las cosas (no ve bien en la penumbra, y cojea) he pasado frente al espejo de la sala y me he visto de cuerpo entero, vestido de verde y con este blanco lazo almidonado que me aprieta a un lado del cuello. Me he visto en la redonda luna manchada y he pensado: Ese soy yo, como si hoy fuera domingo. Hemos venido a la casa donde est el muerto.El coronel no tiene quien le escribaNo poda ser otra la palabra que pone el punto final.La mujer se desesper.Y mientras tanto qu comemos pregunt, y agarr al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudi con energa. Dime, qu comemos.El coronel necesit setenta y cinco aos los setenta y cinco aos de su vida, minuto a minuto para llegar a ese instante. Se sinti puro, explcito, invencible, en el momento de responder.Mierda.El amor en los tiempos del cleraEl final soado para la clsica historia de amor.El capitn mir a Fermina Daza y vio en sus pestaas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego mir a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impvido, y lo asust la sospecha tarda de que es la vida, ms que la muerte, la que no tiene lmites.Y hasta cundo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? le pregunt.Florentino Ariza tena la respuesta preparada desde haca cincuenta y tres aos, siete meses y once das con sus noches.Toda la vida dijo.Del amor y otros demoniosUn cierre espeluznante que hace honor a la novela.Sierva Mara no entendi nunca qu fue de Cayetano Delaura, por qu no volvi con su cesta de primores de los portales y sus noches insaciables. El 29 de mayo, sin alientos para ms, volvi a soar con la ventana de un campo nevado, donde Cayetano Delaura no estaba ni volvera a estar nunca. Tena en el regazo un racimo de uvas doradas que volvan a retoar tan pronto como se las coma. Pero esta vez no las arrancaba una por una, sino de dos en dos, sin respirar apenas por las ansias de ganarle al racimo hasta la ltima uva.La guardiana que entr a prepararla para la sexta sesin de exorcismos la encontr muerta de amor en la cama con los ojos radiantes y la piel de recin nacida. Los troncos de los cabellos le brotaban como burbujas en el crneo rapado, y se les vea crecer.Memoria de mis putas tristesEl ltimo prrafo de la ltima de sus novelas.Sal a la calle radiante y por primera vez me reconoc a m mismo en el horizonte remoto de mi primer siglo. Mi casa, callada y en orden a las seis y cuarto, empezaba a gozar los colores de una aurora feliz. Damiana cantaba a toda voz en la cocina, y el gato redivivo enrosc la cola en mis tobillos y sigui caminando conmigo hasta mi mesa de escribir. Estaba ordenando mis papeles marchitos, el tintero, la pluma de ganso, cuando el sol estall entre los almendros del parque y el buque fluvial del correo, retrasado una semana por la sequa, entr bramando en el canal del puerto. Era por fin la vida real, con mi corazn a salvo, y condenado a morir de buen amor en la agona feliz de cualquier da despus de mis cien aos.El general en su laberintoUna mirada diferente a Bolvar, desde el comienzo.Jos Palacios, su servidor ms antiguo, lo encontr flotando en las aguas depurativas de la baera, desnudo y con los ojos abiertos, y crey que se haba ahogado. Saba que ese era uno de sus muchos modos de meditar, pero el estado de xtasis en que yaca a la deriva pareca de alguien que ya no era de este mundo.Crnica de una muerte anunciadaUn reto: contar el final del cuento desde la primera frase.El da en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levant a las 5:30 de la maana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Haba soado que atravesaba un bosque de higuerones donde caa una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueo, pero al despertar se sinti por completo salpicado de cagada de pjaros.Siempre soaba con rboles, me dijo Plcida Linero, su madre, evocando 27 aos despus los pormenores de aquel lunes ingrato. La semana anterior haba soado que iba solo en un avin de papel de estao que volaba sin tropezar por entre los almendros, me dijo.