chucho, una historia de pelos

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CHUCHO, UNA HISTORIA DE PELOS. Erika Patricia Muñoz Ortiz Ana Cecilia Rodríguez Segura

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CHUCHO, UNA HISTORIA DE

PELOS. Erika Patricia Muñoz

Ortiz

Ana Cecilia Rodríguez Segura

Cuando éramos solo dos. Hola, soy chucho y esta es mi historia. Mi humanito

y yo éramos muy felices, ¡LOS MEJORES AMIGOS DEL MUNDO! Todo lo hacíamos juntos y siempre dábamos largas caminatas. En una ocasión hasta nos fuimos juntos de vacaciones, para mí esto fue lo mejor del mundo.

Cierta noche, mi humanito no llegó temprano y no dimos nuestra acostumbrada caminata nocturna. El llego más tarde de lo acostumbrado y con una sonrisa más notoria que la mía cuando me toca sobre. A partir de este día, las caminatas se fueron postergando, ya solo salíamos una vez a la semana porque él no llegaba a la hora de siempre. ¡Y PEOR AUN!, llegaba y ya no quería jugar, todo por estar hablando por ese aparatejo raro que carga todo el tiempo.

Una extraña intrusa. Un día él llego a nuestro hogar con una chica muy guapa

llamada Claudia, me la presento y me cayó bien, puesto que dejo que le diera mi tan cariñoso saludo. Al parecer él quería a esta chica más que a mí, ya que le dio mi lugar del sofá. Esto no me importó, pues me dejaban ver películas con ellos (aunque sea en la sala).

Mi humanito y Claudia me hicieron parte de su vida de nuevo, ahora las caminatas eran con ellos dos, y, aunque ya no jugaba conmigo en el parque por estar dándole arrumacos a la muchacha, yo me la pasaba muy bien estando de metiche.

Unos grandes cambios. Pasó un buen tiempo y de repente nos cambiamos de casa, era una más

grande y la novedad fue que Claudia vivía con nosotros ahora. En esta nueva casa, tenía un jardín muy grande en donde podía jugar y correr por todos lados. Y además de todo, yo tenía mi propio cuarto (aunque en el estaban las lavadoras).

Todo fue muy bien durante un tiempo, hasta que de repente Claudia comenzó a engordar, y tenía actitudes muy extrañas, al parecer mi olor no le agradaba mucho y me tuve que mudar a una casa pequeña en el jardín. Yo no entendía porque pasaban esas cosas, pero me fui acostumbrando.

Algo llamado bebé. De repente un día hubo tanto alboroto en la casa que nadie me hizo caso (ni

siquiera me dieron de comer), salieron todos corriendo como locos hacia la calle y se perdieron de vista, pasó todo el día y nadie llego, hasta al otro día llegaron ya en la tarde, pero más personas venían con ellos, al parecer la mamá de Claudia, yo quería recibirlos como siempre pero lo primero que hizo mi humanito fue espantarme y decirme que no me acercara. Claudia tenía un bulto cargado, olía como a humano, pero algo extraño. Nunca había estado tan cerca de algo con ese olor.

Ya no te van a querer.

Cuando iba a mis baños con el veterinario, mis compadres perros me decían que nada sería como antes con la llegada de bebe, puesto que cuando los humanos tenían bebes, los perros dejábamos de ser parte de su vida.

Bebé es un nuevo amigo. Pasó el tiempo y las cosas fueron arreglándose,

bebé crecía rápido, entonces ya me dejaban acercarme a él, era bastante simpático, aunque en un principio no hacia gran cosa. Me pareció bastante raro comenzar a amarlo tan pronto. Yo podía hacer cualquier cosa por defender a bebé.

Bebé comenzó a caminar, así que fue muy divertido, ya que era muy torpe y tenía que cuidar que no se cayera.

Un final feliz. Ahora, aunque ya no soy el único amor de mi humanito, simplemente

no concibo mi vida perruna sin Claudia y bebé, ellos también son parte de mi mundo y de mi corazón, y al contrario de lo que generalmente les pasa a los perros cuando llegan esos bebés a sus casas, a mí me fue de maravilla porque mi familia me incluyo en esta nueva etapa.