christian chen - los numeros en la biblia

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Christian Chen Los números en la Biblia El número 1 El número 1 es empleado 1898 veces en la Biblia. ¿Qué significa? Cuando leemos la expresión: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 4:4); o “Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre” (Zac. 14:9), tenemos, inmediatamente, un número asociado con la Divinidad. El “1” habla de Dios en su independencia, unidad y supremacía. Como un número cardinal, denota independencia y unidad; como ordinal, denota supremacía. En las dos citas que acabamos de hacer, la diferencia es notoria: no hay otro Señor, no habrá otro. Es una afirmación de independencia, como no admitiendo a ningún otro; e implica, claramente, una suficiencia que no necesita de otro. Ser de esta manera independiente, suficiente en Sí mismo, pertenece a Dios solamente. Sin embargo, hay otra forma de ver el número “1”: puede excluir la diferencia externa, puede hablar de armonía interna de partes o atributos, de acuerdo propio, de perfección en aquel sentido. Que no es el número “1” un número internamente divido, está claro, “el sueño… es uno mismo”, dice José en Génesis 41:25. Hay un total acuerdo de significado en él. Y esto, nuevamente, de manera más completa y sublime, se aplica a Dios solamente. En su perfección, no hay preponderancia de ningún atributo, y ningún defecto. Su sabiduría necesita ser igual a su poder; su amor igual a su poder y sabiduría. Por lo tanto, nuevamente este número nos habla de él. Jesús dice en Juan 10:30: “Yo y el Padre uno somos”. Aquí tenemos la unidad encontrada en Dios. Esta verdad es descrita de nuevo en 1 Juan 5:7: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre el verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno”. Ahora, si pasamos del número cardinal al ordinal, el “Primero” es nuevamente un título divino. “Yo Soy el primero” (Is. 44:6; 48:12), dice el Señor. Habla enteramente de prioridad, sea en tiempo u orden, de supremacía, como el Principio Soberano de todas las cosas; del Creador, de la fuente de vida. Precisamos, por tanto, comenzar con Dios. Todos nuestros trabajos y palabras precisan ser caracterizados por las primeras palabras de la Biblia “En el principio Dios”, “Dios primero” es la voz de la Escritura. “Mas buscad primeramente el reino de Dios …” (Mat.6:33), y la exhortación de Pablo: “… una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás .. prosigo a la meta …” (Fil.3:13-14), una cosa y sólo una es para nosotros: “… afanada y turbada estás con muchas cosas, pero sólo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte …” (Lc.10:41-42). Una sola cosa es necesaria, en contraste con muchas cosas. *** El número 2 El número 2 aparece 808 veces en la Biblia. El número 2 es usado en las Escrituras tanto para combinación como para división; comparación o contraste;

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Page 1: Christian Chen - Los Numeros en La Biblia

Christian Chen

Los números en la Biblia

El número 1

El número 1 es empleado 1898 veces en la Biblia. ¿Qué significa? Cuando leemos la expresión: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 4:4); o “Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre” (Zac. 14:9), tenemos, inmediatamente, un número asociado con la Divinidad. El “1” habla de Dios en su independencia, unidad y supremacía. Como un número cardinal, denota independencia y unidad; como ordinal, denota supremacía.

En las dos citas que acabamos de hacer, la diferencia es notoria: no hay otro Señor, no habrá otro. Es una afirmación de independencia, como no admitiendo a ningún otro; e implica, claramente, una suficiencia que no necesita de otro. Ser de esta manera independiente, suficiente en Sí mismo, pertenece a Dios solamente.

Sin embargo, hay otra forma de ver el número “1”: puede excluir la diferencia externa, puede hablar de armonía interna de partes o atributos, de acuerdo propio, de perfección en aquel sentido. Que no es el número “1” un número internamente divido, está claro, “el sueño… es uno mismo”, dice José en Génesis 41:25. Hay un total acuerdo de significado en él. Y esto, nuevamente, de manera más completa y sublime, se aplica a Dios solamente. En su perfección, no hay preponderancia de ningún atributo, y ningún defecto. Su sabiduría necesita ser igual a su poder; su amor igual a su poder y sabiduría. Por lo tanto, nuevamente este número nos habla de él.

Jesús dice en Juan 10:30: “Yo y el Padre uno somos”. Aquí tenemos la unidad encontrada en Dios. Esta verdad es descrita de nuevo en 1 Juan 5:7: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre el verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno”.

Ahora, si pasamos del número cardinal al ordinal, el “Primero” es nuevamente un título divino. “Yo Soy el primero” (Is. 44:6; 48:12), dice el Señor. Habla enteramente de prioridad, sea en tiempo u orden, de supremacía, como el Principio Soberano de todas las cosas; del Creador, de la fuente de vida. Precisamos, por tanto, comenzar con Dios.

Todos nuestros trabajos y palabras precisan ser caracterizados por las primeras palabras de la Biblia “En el principio Dios”, “Dios primero” es la voz de la Escritura. “Mas buscad primeramente el reino de Dios …” (Mat.6:33), y la exhortación de Pablo: “… una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás .. prosigo a la meta …” (Fil.3:13-14), una cosa y sólo una es para nosotros: “… afanada y turbada estás con muchas cosas, pero sólo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte …” (Lc.10:41-42). Una sola cosa es necesaria, en contraste con muchas cosas.

***

El número 2

El número 2 aparece 808 veces en la Biblia. El número 2 es usado en las Escrituras tanto para combinación como para división; comparación o contraste; confirmación u oposición –como luz y tinieblas, bien y mal, amor y odio–, dos cosas en contraste. Por ejemplo, el pensamiento de ayuda, confirmación, comunión se puede apreciar en un texto fundamental como Ecl.4:9-12: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! Que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”.

Ese es un pensamiento que se halla claramente implícito en el número; nosotros hablamos de “secundar” en el sentido de “ayudar”, lo cual contiene la idea de tomar un lugar inferior. ¡Cuán maravillosamente todo esto se reúne en Él, la segunda Persona de la Divinidad, quien, a fin de favorecer nuestras almas, tomó el lugar de profunda humillación! Dios nos ha colocado ayuda sobre Aquel que es poderoso, y el Hijo de Dios se ha hecho Cristo, el Salvador. Salvador y salvación en algún sentido están por lo tanto, ligados comúnmente con este número dos.

Otro significado de este número se asocia con la idea de ayuda, confirmación y testimonio válido. Dos concordancias, dos combinaciones, confirmando una a otra – como dos testimonios. “… Por la boca de dos … testigos conste toda palabra.” (Mt.18:16). Moisés trajo en su mano “las dos tablas del testimonio”

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(Ex.32:15). En la purificación de la lepra había dos aves: una debería ser degollada sobre el agua corriente; la otra sería soltada en el campo – evidentemente tipificando y testificando la muerte y resurrección de Cristo (Lv.14:4-7).

En el día de la expiación había dos machos cabríos: uno era muerto, siendo llevada su sangre hasta dentro del velo; y el otro, era el macho cabrío expiatorio que llevaba la iniquidad de Israel a un lugar desierto – el primero hablando y testificando para nosotros de las exigencias de Dios, y el segundo de la necesidad del hombre (Lcv.16:5-22).

Jesús envió sus setenta discípulos “de dos en dos” delante de él, a todas las ciudades y lugares para testificar (Lc.10:1-7). Nuestra Biblia tiene dos partes: el Antiguo Testamento (o Pacto) y el Nuevo Testamento; estos son el doble testimonio válido de Dios para los hombres. Y nótese que la segunda Persona de la Divinidad es, nuevamente, el verdadero testimonio, la Palabra de Dios encarnada.

Además de eso, nosotros tenemos:

Dos testigos antes del diluvio – Enoc y Noé.Dos testigos en el desierto – Moisés y Aarón.Dos testigos que sustentaron el verdadero testimonio entre los espías — Caleb y Josué.Dos ángeles testificaron la resurrección y ascensión de nuestro Señor (Lc.24:4, Hch.1:10-11).Dos testigos darán testimonio durante el período de la Tribulación (Ap.11:3).

Tal como fue mencionado, el número 2 lleva el pensamiento de división, contraste y oposición. Por ejemplo, división es la característica del segundo día de la creación: “Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas” (Gén.1:6). Aquí tenemos la división ligada al segundo día y confirmando su significado. Ella es encontrada en un vasto número de cosas que son presentadas en pares, de modo que una puede enseñar a la otra a través del contraste o diferencia.

Por ejemplo, hay dos naturalezas en el hombre. Cuando la vieja naturaleza es dominada por la nueva naturaleza, poseemos poder y fuerza del Señor. Hay dos hijos (Mt.7:21-28; Lc.15:11; Gl.4:22). Dos puertas: la estrecha y la ancha. Dos caminos: el camino angosto y el espacioso (Mt.7:13-14). Dos árboles – el árbol bueno y el árbol malo (Mt.7:17). Dos hombres – el prudente y el insensato (Mt.7:24-27). Dos fundamentos (Mt.7:24-27). Hay una división entre los dos primeros hijos que nacieron en el mundo, Caín y Abel (Gn.4:1-10). Lo mismo sucedió con los dos hijos de Abraham, Ismael e Isaac (Gn.21:8-13). Y con los dos hijos de Isaac, Esaú y Jacob (Gn.25:27-34). Isaac, engendrado “según el espíritu”; Ismael, engendrado “según la carne” (Gál.4:29-30). “Amé a Jacob y a Esaú aborrecí …” (Ml.1:2-3; Rom.9:13).

En verdad, estrictamente hablando, hay solamente dos hombres en el mundo delante de Dios: Adán y Cristo. El primer hombre y el segundo hombre. “Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante” (1ª Co.15:45). En todos estos ejemplos, el “segundo” siempre es aceptado por Dios. Los primeros nacimientos fueron el fruto de los padres en su juventud y en la plenitud de su fuerza. La noche de pascua, todos los primogénitos deberían morir con excepción de aquellos que habían sido sustituidos por el Cordero Pascual. Esto significa simplemente que toda la fuerza natural en Adán, precisaba salir, dejando al segundo Hombre vivir en nosotros y por nosotros. Este es el glorioso principio del “segundo” en la Biblia.

***

El número 3

El número 3 aparece 467 veces en la Biblia. El 3 demuestra combinación en el sentido de unidad, como en la Trinidad: Padre Hijo y Espíritu Santo. Este es un número especial asociado con la Divinidad. Tres veces los serafines claman «Santo, santo, santo», por cada una de las tres personas de la Trinidad (Is. 6:3); también los cuatro seres en Apocalipsis 4:8. Tres veces es dada la bendición en Números 6:23-26. En estas bendiciones, el nombre del Señor aparece tres veces. Jesucristo es mencionado como aquel «que es, y que era y que ha de venir» (o ser) y como «el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra» (Ap. 1:4-5). Aquí el Señor es presentado como el divino Profeta, Sacerdote y Rey, que muestra la perfección de Sus cargos, levantado de entre Sus hermanos (Deut. 17:15; 18:3-5 y 18:15).

El evangelio de Cristo es visto de forma triple: la muerte, la sepultación y la resurrección de Cristo. Él salva del pasado, santifica para el presente y glorifica en el futuro a través de la regeneración, transformación y transfiguración. Más aún, Su gran cuidado pastoral lo identifica como: el «Buen Pastor» en la muerte (Jn. 10:14), el «Gran Pastor» en la resurrección (Heb. 13:20), y el «Príncipe de los pastores» (1ª Pedro 5:4).

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Son tres los predicados de Dios: «Dios es amor» (1ª Jn. 4:8, 16). Nosotros debemos, por tanto, «andar en amor» (Ef. 5:2). «Dios es espíritu» (Jn. 4:24). Somos exhortados a «andar en el espíritu» (Gál. 5:16). «Dios es luz» 1 Jn. 1:5). Nosotros debemos «andar en la luz».

El tres es llamado «número divino» por ser mencionado con frecuencia en relación con las cosas santas: «El Espíritu, el agua y la sangre» son los testigos divinamente perfectos de la gracia de Dios en la tierra (1 Jn. 5:18). La forma bautismal tiene carácter triple (Mt. 28:19). Tanto el templo como el tabernáculo estaban constituidos por tres partes: el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Asimismo, el hombre tiene tres partes: cuerpo, alma y espíritu. (1 Ts. 5:23). Los dones de la gracia son tres: Fe, esperanza y amor, repetidos cinco veces.

Puede percibirse la naturaleza triple de la tentación, en Juan 2:16: «los deseos de la carne», «los deseos de los ojos», y «la vanagloria de la vida». Esto se manifestó en nuestros primeros padres, cuando Eva vio (Gn. 3:6) que el árbol del conocimiento del bien y del mal era «bueno para comer», «agradable a los ojos», «codiciable para alcanzar la sabiduría». Contra esta triple naturaleza de la tentación, «el último Adán», cuando era tentado por el mismo tentador, repitió tres veces las palabras «está escrito». Los tres enemigos del hombre son: el mundo, la carne y el diablo. El mundo se opone al Padre (1ª Jn. 2:15,16). La carne se oponen al Espíritu (Gál. 5:17). El diablo se opone al Hijo (la Palabra viva, Mt. 4:1 y Jn. 3:8; y la palabra escrita, Jn. 8:44).

El tres es también el número de la plenitud y perfección divinas. Si en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Col. 2:9), ¿Cuál es, entonces, la medida de Jesucristo? Es interesante observar que la palabra «plenitud» es notable, apareciendo sólo tres veces y siempre en relación con la Deidad: «la plenitud de Dios» (Ef. 3:19), «la plenitud de Cristo» (Ef. 4:13), «la plenitud de la Deidad» (Col. 2:9).

En relación a la plenitud divina, el número tres sugiere llenura, perfección divina. Por ejemplo, los tres hijos de Noé (Gn. 6:10); los tres amigos de Job (Jb. 2:11); los tres invitados de Abraham (Gn. 18:2); los tres amigos de Daniel (Dn. 3:23). En la Biblia podemos ver, también el triple llamado de Samuel (1 S. 3:8); las tres oraciones de Jesús en el Jardín de Getsemaní; las tres oraciones de Pablo por causa del aguijón en la carne (2 Co. 12:8), las tres negaciones de Pedro y la pregunta triple del Señor a Pedro.

En un gran número de pasajes, el número tres es usado para expresar períodos de fe. Tres noches de vigilia, tres días; tres semanas; tres meses y tres años (verifique Jc. 7:19; Gn. 40:12, 13, 18; Éx. 2:2; Is. 20:3; Jn. 1:17; Mt. 15:32; Hch. 9:9; 2 Co. 12:8). Jesús fue crucificado en la hora tercera y hubo tres horas de tinieblas cuando él estaba en la cruz. Su gran tentación en el desierto vino de manera triple (Lc. 4:3-10). El testimonio divino relativo a nuestro Señor fue completado en la voz triple que vino del cielo (Mt. 3:17; 17:5; Jn. 12:28). Las inscripciones en la cruz en tres idiomas, muestran su completo rechazo por el mundo. El mundo es aquí representado de tres maneras: por la religión hebrea, por la cultura griega y por el poder militar romano, simbolizando el contexto religioso, el cultural y el político.

El número tres también representa la resurrección. Jesús dijo: «Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches» (Mt. 12:40). En Juan 2:19, él dijo a los judíos: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». En el verso 21 Jesús dice que él está hablando del templo de su cuerpo. Como fue predicho, Jesús resucitó de la muerte en el tercer día. Jesús resucitó a tres personas cuando estuvo en la tierra. En el Antiguo Testamento, hay registrados también tres casos de personas resucitadas (1 R. 17:9-24; 2 R. 4:18-35; 2 R. 13:21). Es interesante observar que hubo un total de seis personas resucitadas. Estas seis resucitaron, sin embargo murieron nuevamente. El séptimo resucitado fue el propio Señor Jesús, y a través de su resurrección toda la humanidad puede resucitar otra vez. Él jamás murió de nuevo, como en el caso de los seis, sino que vive triunfante para siempre.

Otro tipo de la resurrección es visto en «la jornada de tres días por el desierto» del pueblo de Israel antes de atravesar el Mar Rojo. Estos tres días transcurrieron inmediatamente después de la muerte del Cordero Pascual en aquella noche memorable e histórica. Leemos en Éxodo 14:27: «Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza ...» Esto es, cuando el día nació. Israel había salido de la sepultura del agua y estaba irguiéndose, típicamente, en la resurrección. Ahora comparemos este incidente con aquel que está registrado en Mateo 28:1: «Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro». El registro continúa diciendo que ellas encontraron el sepulcro vacío y que les fue dicho por los ángeles que él había resucitado de los muertos. Tenemos, entonces, el tipo y el antitipo: tres días después de haber sido muerto el Cordero Pascual, los israelitas atravesaron el Mar Rojo, y tres días después que Cristo, nuestra pascua (1ª Co. 5:7), fue crucificado, resucitó de los muertos.

Tres veces las aguas del Jordán fueron partidas (Jos. 3; 2 R. 2:6-8; 2 R.2:13-14). En la jornada de Egipto a Canaán, los hijos de Israel tuvieron que pasar por el Mar Rojo y el Jordán. En la tipología, el Mar Rojo y el

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Jordán hablan de la muerte y de la resurrección de Cristo y con Cristo; sin embargo, el primer día hace énfasis en la liberación de Egipto, y el segundo en la entrada a la tierra.

Jesús habló tres veces respecto de aquellos que creen en él: «Yo lo resucitaré en el día postrero» (Jn. 6:40, 44, 54). Tres veces la resurrección del pueblo del Señor está ligada con el regreso de Cristo (1ª Co. 15:22-23; Fil. 3:20-21; 1ª Tes. 4:16).

Es fácil ver la ligazón entre el número tres y el número de la Trinidad, y ese mismo número tres como el número de la resurrección. Padre, Hijo y Espíritu hablan plenamente de Dios. El tres es, por lo tanto, el número de la manifestación. Por otro lado, la resurrección es claramente aquella obra de él donde el poder humano llega a su fin; Cristo resucitó de los muertos al tercer día, «que fue declarado (manifestado) Hijo de Dios con poder ... por la resurrección de entre los muertos».

***

El número 4

El número cuatro se encuentra 305 veces en la Escritura. Hemos visto que el número tres significa la perfección divina con especial referencia a la Trinidad. El número cuatro debería marcar entonces aquello que se sigue de la revelación de Dios en la Trinidad, esto es, sus obras creadoras. Esa es la razón por la cual la revelación escrita comienza con las palabras: «En el principio creó Dios». La creación es, por tanto, el ítem siguiente, y el número cuatro siempre hace referencia a todo lo que fue creado. El cuatro es, claramente, el número de la creación. Es el número de las cosas que tienen un comienzo, de las cosas que son hechas, de las cosas materiales y de la propia materia. Es el número del mundo.

Es interesante recordar a ese respecto que nuestro universo es un universo de Espacio-Tiempo. Todos los fenómenos, incluyendo todas las formas de materia y todos los tipos de procesos físicos y biológicos, tienen lugar en el espacio a través del tiempo. La moderna unión relativista del espacio y tiempo en un continuum de Tiempo-Espacio, verifica y cristaliza de manera interesante este hecho de la experiencia universal. Según este moderno lenguaje científico, nosotros estamos viviendo en un mundo de cuatro dimensiones.

Incluso en el lenguaje del día a día, tenemos en la Biblia expresiones tales como «los cuatro confines de la tierra» (Isaías 11:12). En hebreo eso significa literalmente los «cuatro cuadrantes de la tierra». Es un hecho comúnmente aceptado que cualquier objeto redondo puede ser dividido en cuadrantes. Nuestro mundo es redondo. Cuando Abraham se separó de Lot, Dios le dijo: «Alza ahora tus ojos, y mira ... hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente» (Génesis 13:14). Ese fue el mundo que Dios prometió dar a Abraham. En Ezequiel 37:9, nosotros tenemos la afirmación: «Ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos...» Esto es, los cuatro puntos de la brújula. La ciudad de Dios (Apocalipsis 21), en el norte, sur, este y oeste, tiene un frente para cada una de las cuatro direcciones.

Ezequiel tuvo una visión de los querubines. Eran cuatro en número. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. En Apocalipsis los mismos cuatro querubines son llamados «seres vivientes» (Apocalipsis 4). El primer ser viviente era como un león; el segundo, como un becerro; el tercero, como un hombre; y el cuarto, como un águila volando.

Justamente como el río que salía de Edén para regar el Huerto de Dios, y que fue dividido en cuatro (Génesis 2:10-14), el Evangelio, o las buenas nuevas de Cristo, proceden del corazón de Dios para alcanzar al mundo y decir a los hombres: «De tal manera amó Dios al mundo». Tenemos las cuatro presentaciones de eso, un Evangelio en Cuatro Evangelios. ¿Por qué cuatro? Porque debe ser enviado a los cuatro extremos o a las cuatro partes del mundo. Él «quiere que todos los hombres sean salvos...» (1ª Timoteo 2:4). El evangelio de Mateo es principalmente para los judíos; el de Marcos es para los romanos; el de Lucas para los griegos; y el de Juan para la Iglesia cristiana. Cristo es presentado a todos los hombres como el Rey en Mateo; en Marcos como el siervo de Dios; en Lucas como el Hijo del hombre; en Juan como el Hijo de Dios. La naturaleza del Evangelio puede, por tanto, compararse al querubín de la visión de Ezequiel y a la de Apocalipsis 4; en Mateo al león; en Marcos al becerro; en Lucas al hombre, en Juan al águila volando.

***

El número 5

El número cinco aparece 318 veces en la Biblia. Tanto en la purificación del leproso (Lev. 14:1-32), como en la consagración del sacerdote (Ex. 29), la sangre es colocada sobre tres partes del hombre: las cuales, en conjunto, manifiestan lo que él es: la punta de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el dedo

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grande del pie derecho. La sangre en la oreja lo separa para recibir la Palabra de Dios; en la mano para hacer el trabajo asignado; en el pie, para andar en Sus caminos benditos.

Según la aceptación que Cristo tiene delante de Dios, la responsabilidad del hombre es total. Cada una de estas partes está sellada con el número cinco: la punta de la oreja derecha, representa los cinco sentidos; el pulgar, los cinco dedos de la mano; y el dedo grande, los dedos del pie. Esto indica que el hombre fue separado para ser hecho responsable delante de Dios. «Cinco» es, por lo tanto, el número de responsabilidad del hombre bajo el gobierno de Dios.

En la parábola de las diez vírgenes (Mt. 25:1-13), cinco de ellas son sabias y cinco insensatas. Las cinco sabias tienen siempre el aceite que provee la luz. Ellas sienten la responsabilidad de mantenerse permanentemente suplidas por el Espíritu Santo de Dios, y de someter su vida a ese Espíritu. La parábola de las diez vírgenes no muestra entonces la responsabilidad colectiva, sino mi responsabilidad sobre mí mismo, sobre mi propia vida. Es necesario que exista esa plenitud del Espíritu de Dios en la vida de cada individuo, la cual produce el brillo de la luz y la combustión de la llama.

Cinco son los libros de Moisés, conocidos colectivamente como la Ley, que hablan de la responsabilidad de hombre en el cumplimiento de las exigencias de la Ley. Cinco son las ofrendas sobre el altar del Sacrificio, registradas en los primeros capítulos de Levítico. Encontramos aquí un maravilloso grupo de tipos que representan la obra y la persona de nuestro Señor en varios aspectos. Ellos nos cuentan cómo Cristo asumió delante de Dios la responsabilidad de hacer provisión para nosotros.

Cinco piedras lisas fueron escogidas por David cuando fue al encuentro del gigante enemigo de Israel (1 Sam. 17:40). Eran un símbolo de su perfecta debilidad suplida por la fuerza divina. Y él fue más fuerte en su debilidad que si hubiese sido protegido por toda la armadura de Saúl. La responsabilidad de David era enfrentar al gigante con las cinco piedras; y la de Dios era hacer que David conquistara al más poderoso de todos los enemigos usando solamente una de aquellas piedras.

La responsabilidad de nuestro Señor parecía ser la de alimentar a las cinco mil personas (Jn. 6:1-10), aunque alguien necesitase tomar la responsabilidad de dar los «cinco panes» para que fuesen consagrados por las manos del Maestro. Basado en esos cinco panes, nuestro Señor comenzó a bendecir y alimentar.

En Juan 1:14, Cristo es mostrado como el antitipo del Tabernáculo, pues allí se nos dice cómo «aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros». El tabernáculo tenía el «cinco» como su número más representativo, pues casi todas sus medidas eran múltiplos de cinco. Antes de mencionar estas medidas, deberíamos notar que para gozar de Su presencia y entrar en una dulce e ininterrumpida comunión con él, tenemos la responsabilidad de no permitir que ni el pecado, ni la carne o el mundo se interpongan. El patio externo del tabernáculo medía 100 ó 5x20 codos, 50 ó 5x10 codos de largo. En ambos lados había 20 ó 5x4 pilares. Los pilares que sustentaban las cortinas tenían cinco codos de distancia y cinco codos de altura. El edificio tenía 10 ó 5x2 codos de altura, y 30 ó 5x6 codos de largo. Cinco cortinas de lino pendían de cada lado del tabernáculo. Los velos de entrada eran tres. El primero era «la puerta del patio», 20 ó 5x4 codos de largo y 5 de altura, suspendido en cinco pilares. El segundo era «la puerta del tabernáculo», 10 ó 5x2 codos de largo y 10 ó 5x2 de altura, suspendido, tal como la puerta del patio, en cinco pilares. El tercero era «el velo hermosísimo», que dividía el Lugar Santo del Lugar Santísimo.

En Éxodo 30:23-25, leemos que el aceite de la santa unción estaba compuesto de cinco partes: cuatro eran especias, y una era aceite. El Espíritu Santo es siempre responsable por la separación del hombre para Dios. Además de eso, había también cinco ingredientes en el incienso (Ex. 30:34). El incienso simbolizaba «las oraciones de los santos» ofrecidas por el propio Cristo (Ap .8:3). Somos responsables por nuestras oraciones para que, como incienso, suban a través de los preciosos méritos de Cristo, como es descrito en el tipo por esos cinco ingredientes.

***

El número 6

El seis es mencionado 199 veces en la Biblia. «Seis» es el número del hombre, porque el hombre fue creado en el sexto día de la creación. El «seis» está más acá del «7», que es el número de la perfección. Es el número del hombre en su estado de independencia sin el cumplimiento del eterno propósito de Dios. En Ezequiel, la caña es usada como una unidad de medida. Una caña es equivalente a tres metros. La Biblia utiliza la caña para representar al hombre. La caña es alta en apariencia, aunque está vacía en el interior. Por esta razón, se quiebra fácilmente. «La caña cascada no quebrará …» (Is. 42:3; Mt. 12:20). El sujeto aquí es el Señor Jesús.

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Cierto día nuestro Señor fue a una fiesta de matrimonio en Caná. Caná significa lugar de cañas. Allí el Señor Jesús realizó su primer milagro. Allí había seis tinajas de agua; y el agua fue transformada en «buen vino» por nuestro Señor. Esto muestra con gran belleza, cómo el hombre, representado por aquellas seis tinajas en su estado vacío, débil e, incluso, muerto, es transformado por el milagro del evangelio para ser henchido con la vida de Cristo, la vida surgida de la muerte.

El número del trabajo

«Seis» es también el número del trabajo. Marca la conclusión de la Creación como el trabajo de Dios. Dios trabajó 6 días, y después descansó el séptimo día. Este séptimo día era el primer día del hombre, que fue creado en el sexto día. Según el propósito de Dios, el hombre debería entrar primero en el descanso de Dios y después trabajar o «labrar y … guardar» (Gn. 2:15). Este es el principio del evangelio. La energía y la fuerza para el trabajo son, invariablemente, derivadas del descanso, el cual habla de Cristo. Después de la caída, el hombre fue separado de Dios, el antitipo del «descanso». Por más que el hombre trabaje nunca alcanza la perfección o la plenitud. Por eso cantamos: «El trabajo jamás podrá salvarme».

Todas las religiones alientan a las personas a trabajar para conseguir su propia salvación. El primer trabajo del hombre, después de la caída, fue coser hojas de higuera para hacerse delantales (Gn. 3:7). Esas hojas luego se acaban. Nuestras propias obras jamás pueden cubrir nuestra vergüenza. «Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió» (Gn. 3:21). Alguien más tuvo que morir, derramar su sangre para traer la salvación. En Números 35:1-6, Dios pidió a Moisés proveer seis ciudades de refugio. En respuesta al trabajo del hombre, Dios hizo de Cristo nuestro refugio. Si nosotros lo aceptamos como nuestro refugio, y habitamos en él, cesaremos nuestro trabajo y encontraremos nuestro descanso y paz verdadera. «Seis ciudades» es muy bueno para hacernos recordar la debilidad que existe en nuestro ser y en nuestras obras.

Otros ejemplos del número seis en relación a la idea de ‘trabajo’ son los siguientes: Jacob sirvió a su tío Labán durante seis años por su ganado (Gn. 31). Los esclavos hebreos debían servir durante seis años (Éx. 21). Durante seis años la tierra debía ser sembrada (Lv. 25:3). Los hijos de Israel deberían rodear la ciudad de Jericó una vez al día, durante seis días (Js. 6). Había seis gradas en el trono de Salomón (2 Cr. 9:18). El trabajo del hombre puede llevarlo hasta el mejor trono debajo del sol. Sin embargo, eran necesarios 15 ó 7+8 pasos para subir al templo, el lugar de la habitación de Dios (Ez. 40:22-37). La puerta del patio interior del templo de Ezequiel, que miraba en dirección al oriente, debería estar cerrada durante «los seis días de trabajo» (Ez. 46:1).

El número de la imperfección

El número seis ha sido bastante considerado por los griegos, e incluso por los mismos griegos antiguos, como el número perfecto. Ellos aducían que seis es la suma de sus divisiones: 1, 2, 3 (no incluyéndolo a él mismo): 6 = 1+2+3. El próximo número perfecto es 28, puesto que 28 = 1+2+4+7+14. Actualmente, según la Biblia, este es un perfecto número de imperfección. El hombre ocupa el lugar más elevado entre las vidas creadas. Dios creó varias vidas en orden ascendente en los seis días. La creación alcanzó el auge en el sexto día, porque en este día Dios creó al hombre conforme a su imagen y semejanza. La más elevada de las vidas creadas sería perfecta si hubiese permanecido sola en el universo sin ser comparada con otras. La luz de una vela sería perfecta si la luz del sol nunca brillase. Cuando el hombre fue colocado delante del árbol de la vida, que tipifica la vida de Cristo, él mostró su verdadero color: la imperfección.

Solamente cuando el hombre acepta a Cristo como su Salvador personal, y Su vida, entonces se completa en él. En Job 5:19 leemos: «En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará el mal». «Seis tribulaciones» ya es demasiado para nosotros, representa «tribulaciones en exceso». Sin embargo, el poder de la liberación de Dios nunca se manifiesta tan grandemente como cuando las tribulaciones alcanzan su medida perfecta: siete. El regalo de Booz a Rut: «Seis medidas de cebada» (Rt. 3:15) fue, de hecho, maravilloso. Pero Booz iba a hacer aún otra cosa: iba a convertirse en el redentor de Rut. La unión de Booz y Rut hizo surgir al rey David, y también, según la carne, a alguien mayor que David, a nuestro Señor Jesús. Antes que eso sucediera, Rut habría de maravillarse con aquellas «seis medidas de cebada», probablemente el mayor regalo de Booz.

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El número 7

El siete se menciona 737 veces en la Biblia. «Siete veces» es mencionado 6 veces, el séptimo se encuentra 119 veces. Cierto día, Pedro vino a Jesús y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?». Para Pedro, perdonar hasta siete veces ya era alcanzar el máximo de su

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espiritualidad. Él quedó sin duda impresionado por el mandamiento del Señor en el monte: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt. 5:48). Probablemente, en la mente de Pedro perdonar siete veces significaba alcanzar la perfección. Nuestro Señor lo sorprendió con la respuesta: «No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete» (Mt. 18:22). Es la perfección sobre la perfección.

«Siete» es el número de la perfección, generalmente con un énfasis espiritual. En Hebreos, la palabra «siete» es «chevah». Viene de la raíz «Sabah», lleno o satisfecho, tener suficiente. Por lo tanto, el significado de la palabra «siete» es denominado por esta raíz, pues, en el séptimo día, Dios descansó del trabajo de la Creación. Estaba pleno y completo, bueno y perfecto. Nada podía agregarse o quitarse de él sin perjudicarlo. Siete veces Dios hizo el comentario sobre sus obras: «Es bueno». Él estaba satisfecho y entonces descansó. El siete, por lo tanto, sella con perfección y cabalidad aquello en relación a lo cual es usado.

El primer patrón de una vida completa después de la caída del hombre fue dado en Génesis 5:24: «Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó con Dios». Enoc era el séptimo desde Adán y el primer hombre que no experimentó la muerte.

El segundo hombre después de Adán que caminó con Dios fue Noé (Gn. 6:9). Noé llevó los animales limpios para el arca de siete en siete (Gn. 7:2). Siete días después que Noé entrara en el arca, vino el diluvio (Gn. 7:9-10). El arca descansó el séptimo mes sobre las montañas del monte Ararat (Gn. 8:4).

El esclavo hebreo debería servir durante seis años, que era el límite legal (Ex. 21:2). El amor hizo que Jacob deseara servir a su tío Labán durante siete años por Raquel. Solamente el amor puede ir más allá del límite legal y puede abarcar la extensión total de tiempo para servir. (Gn. 29:20).

Después de la Pascua, el pueblo de Israel debería comer panes sin levadura durante siete días. Deberían quitar la levadura de sus casas. No deberían tocar levadura «desde el primer día hasta el séptimo» (Ex. 12:15). Aquí, es claro, es destacada para nosotros la santidad implícita en todo esto. La levadura significa corrupción y real separación de Dios. Después de haber sido salvados, nosotros debemos vivir apartados de la levadura nuestros «siete días», que representan nuestra vida entera.

El candelero de oro del Tabernáculo tenía seis brazos que salían de un soporte central, sumando un total de siete, dando énfasis y en armonía con el hecho de que la luz era la luz del pueblo de Dios en el mundo, pero que su fuente era divina. En correspondencia con los siete brazos fueron hechas también siete lámparas. (Ex. 25-32, 37).

Antes que Aarón y sus hijos dieran inicio a su servicio sacerdotal, ellos fueron consagrados durante siete días (Lv. 8:31-36). El hijo de Aarón que tomara su lugar como sacerdote debería colocarse las vestiduras sagradas de Aarón por siete días. (Ex. 29:2, 30). Estas son descripciones de una vida completamente consagrada al servicio del Señor.

En el día de la expiación, el sumo sacerdote esparcía la sangre del becerro sobre el propiciatorio, y siete veces delante del propiciatorio (Lv. 16:14). Esto retrata la perfección de la obra redentora de Cristo. «…por su propia sangre entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención» (Heb. 9:12).

Había 7 días de fiesta de nuestro Señor: Pascua, Panes sin levadura, Primicias, Pentecostés, Expiación, Trompetas y Tabernáculos (Lv. 23:1-44). Aquí hay un tipo perfecto de Cristo como nuestro deleite, nuestra alegría y nuestro descanso.

Cuando Israel tomó la ciudad de Jericó, Dios les ordenó que marchasen alrededor de la ciudad siete veces. Entonces, en el séptimo día, cuando ya habían marchado siete veces alrededor de ella, completaron su marcha de fe. Esta marcha fue completada con los siete sacerdotes llevando las siete bocinas de cuero de carnero delante del arca (Jos. 6:1-12).

A Salomón le tomó siete años construir el templo de Dios (1 R. 6:38). Salomón y todo el pueblo dedicaron la casa de Dios. «Entonces hizo Salomón fiesta siete días…» (2 Cr. 7:8) y «habían hecho la dedicación del altar en siete días» (2 Cr. 7:9).

Dos milagros de Eliseo fueron sellados con el número 7: el niño que él resucitó de la muerte estornudó siete veces antes de abrir los ojos (2 R. 4:35). Naamán, jefe del ejército del rey de Siria «se zambulló siete veces en el Jordán» antes de ser sanado de la lepra (2 R. 5:14).

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La sabiduría del libro de Proverbios es personificada y siempre habla de Cristo. «La sabiduría edificó su casa, labró sus siete columnas» (9:1). No son solamente las siete columnas que son configuradas en la Roca eterna, en ella se encuentran también siete ojos, según Zacarías 3:9. «Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra» (Zac. 4:10) Los siete ojos en la piedra que está en Sion hablan de la perfecta inteligencia de Dios. Ellos deben alegrarse cuando ven la plomada en la mano de Zorobabel, o sea, la casa de la habitación del Señor enteramente terminada.

Tener siete hijos tipifica una bendición en toda su medida, aunque, como nos recuerda Jeremías, el costo sea el más alto de todos para la madre: «Languideció la que dio a luz siete; se llenó de dolor su alma, su sol se puso siendo aún de día…» (Jer. 15:9). ¿No es un cuadro de nuestro Señor en la cruz? A fin de ‘llevar muchos hijos a la gloria’ (Heb. 2:10), él expiró en la cruz y el sol se oscureció al mediodía. Bebió también la copa amarga para que la copa de la bendición se derramase sobre nosotros. Fue maldecido y muerto sobre el madero para que fuésemos bendecidos con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo (Ef. 1:3).

En Daniel 9 leemos que están determinadas setenta semanas sobre el pueblo y la ciudad de Dios. El enfoque de este programa determinado está en el fin de (70-1) x 7 cuando «se quitará la vida al Mesías» (Dn. 9:26). En relación al pueblo y al testimonio de Dios, Cristo y él, crucificado, debe estar al frente.

El candelero en la visión de Zacarías tenía 7 brazos para 7 lámparas o 7 brazos para cada una de las 7 lámparas en medio de dos olivos. Qué abundante suministro del Espíritu Santo en esta figura para sustentar el testimonio del Señor. Esta es una de las mejores ilustraciones para el famoso verso: «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos» (Zac. 4:6).Siete fueron los nombres mencionados en los títulos como autores de los Salmos: David, los hijos de Coré, Asaf, Hemán ezraíta, Etán ezraíta, Moisés y Salomón.

Hay siete «hombres de Dios», así llamados en el Antiguo Testamento: Moisés (Dt. 12:22), David (2 Cr. 8:14), Samuel (1 Sam. 9:6), Semaías (1 R. 12:22), Eliseo (2 R. 4:7), Elías, Igdalías (Jer. 35:4). Y uno en el Nuevo Testamento, Timoteo, completando ocho.

Hay siete cosas débiles en Jueces, utilizadas por Dios como instrumentos de liberación, que marcan y sellan la perfección espiritual de Su obra: 1. Un hombre zurdo (3:21), Aod, libertando de la opresión de Moab. 2. Una aguijada de bueyes (3:31) en la mano de Samgar, libertando a Israel de los filisteos. 3. Una mujer (4:4) y 4. Una estaca de tienda en la mano de Jael, libertando de Jabín, rey de Canaán. (4:21). 5. Un pedazo de una rueda de molino (9:53), libertando al pueblo de la usurpación de Abimelec. 6. Los cántaros y las trompetas de los 300 hombres de Gedeón (7:20) libertando de los ejércitos de Madián. 7. Una quijada de asno (15:16), con la cual Sansón libertó a Israel de los filisteos.

Dios de hecho escogió «lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte» (1 Co. 1:27), «a fin de que nadie se jacte en su presencia» (1 Co. 1:29).

Siete peticiones constan en la Oración del Señor; tres referentes al cielo, con la palabra «tu»; cuatro referentes a la tierra con la palabra «nuestro» (nuestros, as). En Mateo 13, hay siete parábolas del Reino.

Siete fueron las palabras de Jesús en la Cruz – Oro del Gólgota. Gólgota es el foco de la revelación, de la historia y de la experiencia. Dios hizo allí lo mejor y el hombre lo peor. Todo en el Calvario es significativo, pero de manera especial las siete palabras del Salvador, habladas de lo más profundo de Su sufrimiento vicario, lo interpretaron para la humanidad. Él habló siete veces – una completa interpretación. Ninguna palabra de más, ni una de menos.

Siete son los dones en Romanos 12:6-8; siete las unidades en Efesios 4:4-6; siete las características de la sabiduría, Santiago 3:17; siete las «mejores» cosas en hebreos: Pacto (7:22), Promesas (8:6), Bienes (10:34), Esperanza (7:19), Sacrificios (9:23), Patria (11:14) y Ciudad (11:16); siete gracias en 2 Pedro 1:5-7, siete pasos en la humillación de Jesús y siete en su exaltación en Filipenses 2.

Siete hombres de buena reputación fueron escogidos para administrar la benevolencia de la iglesia en Hechos 6:1-7.

El Libro de la Vida se menciona siete veces en la Biblia.

El libro de Apocalipsis es un libro de sietes. El «7» es usado 54 veces en este libro. Tenemos 7 iglesias, 7 candeleros, 7 estrellas, 7 espíritus de Dios, 7 sellos, 7 ojos, 7 ángeles, 7 trompetas, 7 truenos, 7 cabezas, 7 últimas plagas, 7 bandejas de oro, 7 montañas, 7 reyes, etc.

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El número 8

Este número se menciona 80 veces en la Biblia. En hebreo es ‘Sh’moneh’ de la raíz ‘Shah’meyn’ engordar, cubrir de gordura, sobreabundar. Como participio significa «aquel que es rico en vigor». Como sustantivo indica «fertilidad sobreabundante», «aceite», etc. Y como numeral es el número sobreabundante.

Como el siete fue llamado así por el hecho de que el séptimo día es el de la conclusión o descanso; el ocho, como el octavo día, estaba por encima de este número perfecto, y fue el primero de un nuevo período. Representa así dos números en uno, el primero y el octavo. En lo que se refiere al primer período, representa la «resurrección», porque el antiguo orden de las cosas terminó, un nuevo número surge entonces para tipificar la vida salida de la muerte.

Además de eso, en lo que concierne a la cualidad de esa vida resucitada, 8 = 7+1, habla de algo más que lo perfecto. Si observamos el segundo período después del siete, entonces el número ocho expresa lo que es nuevo, en contraste con lo antiguo que fue ahora eliminado, indicando así que la serie anterior se completó. Se trata del sello del nuevo pacto, de la nueva creación, caracterizándolas de esa forma. En resumen, el número ocho es el número especialmente asociado con la «resurrección» y la «regeneración», y con el comienzo de una nueva era u orden.

Cristo resucitó de los muertos «el primer día de la semana», que necesariamente fue el octavo día. Es notable que la Biblia contenga el registro de otras ocho resurrecciones individuales además de las del Señor y de los santos. Cuando la tierra estaba cubierta por el diluvio, Noé fue la ‘octava persona’ (2 Pd.2:5) que pisó la tierra a fin de dar inicio a un nuevo orden de cosas. «Ocho personas» (1 Pd.3:20), incluido él, pasaron al nuevo mundo regenerado. Esas ocho almas fueron salvas y resucitadas en el arca que es un tipo de Cristo.

La circuncisión de los niños de sexo masculino en Israel es una sombra de la verdadera circuncisión del corazón, que debería ser «no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo» (Cl.2:11). El hijo varón era circuncidado al octavo día. El ocho está ligado así a la nueva creación.

El primogénito debía ser dado al Señor el octavo día (Ex.22:29-30). En este tipo, significa que nuestra consagración es realizada en base a la resurrección. De acuerdo a esto, vemos que Aarón y sus hijos fueron consagrados durante siete días y comenzaron su ministerio el octavo (Lv.8:31-36).

Por causa de que Cristo es «el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia» (Cl.1:18), el número ocho también está ligado al Señorío y Soberanía de Jesucristo. Por la gematría,1 los siguientes nombres de Jesús están marcados con el número ocho como un factor:

Jesús 888 (8x111)

Cristo 1480 (8x185)

Señor 800 (8x100)

Nuestro Señor 1768 (8x221)

Salvador 1408 (8x8x22)

Emmanuel 25600 (8x8x8x50)

Mesías 656 (8x82)

Hijo 880 (8x110)

Hay ocho referencias al Antiguo Testamento en Apocalipsis 1, sobre las cuales se basan las reivindicaciones del Señorío de Jesús. Ellas se encuentran ordenadas en forma de una epanástrofe,2 la primera extraída del mismo libro de la octava, la segunda correspondiendo de la misma manera a la séptima, la tercera a la sexta, y la cuarta a la quinta. Siendo así, el sello divino de la perfección sobreabundante se halla aquí establecido en las Escrituras que declaran el Señorío de Jesús:

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A Ap 1:5 Is 55:4

B Ap 1:7 Dn 7:13

C Ap 1:8 Zc 12:10

D Ap 1:8 Is 41:4;44:6;48:12

D Ap 1:11 Is 41:4;44:6;48:12

C Ap 1:12 Zc 4:2

B Ap 1:13-15 Dn 7:9;13:22;10:5-6

A Ap 1:16 Is 49:2

La fiesta de los Tabernáculos duraba ocho días (Lv.23:36). La fiesta propiamente dicha duraba siete días, pero a los siete fue agregado un octavo; y por la ley levítica ese día era siempre observado como un día de descanso (Lv.23:39). Esta fiesta es tipo del júbilo y descanso del milenio, cuando Cristo reine sobre toda la tierra. Fue en el último día de la fiesta de los Tabernáculos que Jesús se levantó exclamando: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba» (Jn.7:37). Este último día –el octavo– era, como tipo, el gran día, pues en él dejaban las tiendas y regresaban a sus casas. De la misma forma, después del milenio, la gloria temporal será sustituida por la entrada en los nuevos cielos y la nueva tierra; y tendrá inicio el día eterno –el gran día– en que el tabernáculo de Dios estará con los hombres, y Dios, en Cristo, será todo en todos.

Fue probablemente con la idea de la fiesta de los Tabernáculos en mente que Pedro sugirió al Señor en el Monte de la Transfiguración hacer tres tiendas, para Jesús, Moisés y Elías. Moisés y Elías no fueron mostrados en el mismo plano de Jesús. Cristo, el Rey, es incomparable y se halla sin duda por encima de todos. Esta visión del reino de Dios a Pedro y sus compañeros tuvo lugar el octavo día (inclusive) después del primer anuncio de los sufrimientos de Cristo (Lc.9:28). «Pasados ocho días» (Jn.20:26) otro discípulo, Tomás, que todavía tenía dudas, fue llevado a reconocer la soberanía de Jesús.

Existen ocho cánticos en el Antiguo Testamento además de los contenidos en los Salmos (Ex.15; Nm.21:17; Dt.32; Jue.5;2; S.22; el Cantar de los cantares; Is.5; Is.26). Estos ocho cánticos aguardan para ser cantados después de la resurrección, pues eso sólo sucederá cuando «destruya la muerte para siempre» (Is.25:8).

1 Gematría es el cálculo de la equivalencia numérica de letras, palabras, o frases, para, sobre esa base, hacerse una idea de la correlación de conceptos diferentes y explorar la relación mutua entre palabras e ideas. (Nota del Editor).2 Epanástrofe o concatenación es una figura de dicción que supone la repetición a distancia de partes iguales de un verso o período. (Nota del Editor).

El 3 y el 7 en Génesis 1

Es interesante apreciar en Waldsassen, Bavaria, la extraña arquitectura de una capilla en que el número “3” es representado casi en todas partes. Este edificio posee 3 torres grandes y 3 pequeñas – cada una de las cuales tiene 3 mansardas y 3 ventanas de buhardilla. Ella tiene 3 cruces pequeñas y 3 grandes, 3 tejados, 3 tomas de aire en cada tejado, 3 ventanas y 3 puertas en cada sección del edificio, 3 secciones en cada torre grande y en cada una de las pequeñas.

En el interior se encuentran 3 altares con 3 remates, 3 escaleras y 3 vanos de puerta, 3 luces, 3 arcos transversales, 3 columnas, 3 nichos, 3 ventanas en los 3 vanos y 3 estatuas. El constructor fue Georg Dientzhofer, tercer arquitecto de su familia. La finalización de la estructura exigió 33 meses, 33 semanas y 33 días, costando 33.3333 florines y 33 kreutzer.

Si este esquema numérico parece algo impresionante, cuánto más sería observar las dos grandes galerías de arte de Dios, el Universo y la Biblia. Quedaríamos perdidos de admiración al descubrir la simplicidad, la belleza y la simetría de una especie de esquema matemático en casi todas sus partes.

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La Biblia, la Palabra de Dios, es un espécimen magnífico de la Arquitectura Divina y contiene, incluso en su puerta de enfrente – Génesis 1, un interesante esquema de los números 3 y 7. Por ejemplo, en este primer capítulo de la Biblia, leemos 3 veces que “Dios creó”. Él creó los cielos y la tierra (v.1), creó los “animales marinos” (v.21) y creó al hombre (v.27). Leemos tres veces que “Dios hizo”. Él hizo la expansión (v.7), hizo las dos grandes lumbreras (v.16) e hizo los animales (v.25). En tres ocasiones el propio Dios dio nombre a las cosas: día y noche (v.5), cielos (v.8), tierra y mares (v.10). Tres veces Dios separó o dividió: luz y tinieblas (v.4), nubes y océanos (v.7), día y noche (v.18). Dios bendijo 3 veces: a las criaturas marinas (v.22), al hombre (v.28), el séptimo día (cap.2:3). Las obras de los seis días llevan indiscutiblemente el sello del número 3, que en la revelación divina es frecuentemente el símbolo de la Divinidad. Los seis días se dividen claramente en dos veces 3 días, cuyos miembros corresponden con exactitud el uno al otro. Los tres primeros días contienen las obras de división y los segundos de creación y adorno. Después de haber alcanzado una cierta altura y punto de descanso, mediante 3 impulsos creativos de auto-ascensión, hay una pausa, y al seguir, volviendo al punto de partida, recomienza, como si fuese un nuevo inicio, y otra vez por una triple ascensión llega al auge.

En cuanto al esquema de 7, tenemos los conocidos siete días. Siete veces nos es dicho que Dios “vio”: (1) luz, (2) tierra y mar (3) vida vegetal (4) sol y luna (5) vida marina y aves (6) vida animal (7) todo lo que había hecho. Siete veces viene la respuesta: “Y vio Dios que era bueno”. Siete veces Dios da órdenes a las fuerzas del universo, diciendo: “Haya”.

Haciendo uso del 3 y del 7 para construir dos números primos, tales como 37 y 73, podemos descubrir que el producto de ellos, 37 x 73, es exactamente igual al valor numérico de Génesis 1:1, el versículo más importante sobre el origen del universo. ¿Esto es obra del azar o sucede por un plan elaborado?

en la víspera de Navidad del año 1968, cuando la aeronave Apolo entró en órbita, girando alrededor de la luna, el astronauta Coronel Frank Borman leyó los diez primeros versículos de la Biblia: “en el principio creó Dios los cielos y la tierra…”. Mientras las ondas sonoras de esa voz memorable están todavía probablemente dispersas y viajando por el universo, recordemos que exactamente de la misma forma en que por detrás de este viaje a la luna hubo un Cerebro Electrónico, también por detrás de los versículos de la Biblia así transmitidos había una Mente Matemática.

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14 + 14 + 14 en Mateo 1

Christian Chen

Al estudiar el capítulo 1 de Mateo, muchas personas intentan dejar de lado los primeros 17 versículos, porque no los entienden; pero, en verdad, allí hay oro y perlas escondidas. En estos versículos, descubrimos que de Abraham a David hay 42 generaciones, lo que corresponde a 14+14+14 (Mat.1:17). Si estudiamos la historia del pueblo de Israel, veremos que 17 reyes se sentaron sobre el trono de David, sin embargo, el Espíritu Santo solamente reconoció 14 de esos reyes; por eso tenemos 14-14-14. ¿Por qué así? Porque, si sumamos todas las letras de la palabra David en hebreo, tenemos el resultado exacto de 14. ¿Qué significa el número 14? En la Biblia, éste siempre habla de la cruz; nuestro Señor murió en la cruz un día 14. Si usted calcula el inicio del año de acuerdo al calendario judío, 1,2,3,4 ... si cuenta hasta el 14, en ese día nuestro Señor murió por nosotros. El número 14 siempre habla de la cruz.

Hoy el Señor Jesús es el rey en nuestros corazones, es el rey en el reino de los cielos, es el rey en la iglesia según el modelo de David. ¿Y cuál es el modelo de David? ¿Cómo David se convirtió en rey? Pasó primero por los sufrimientos y después alcanzó la gloria; pasó primero por la humillación y después fue exaltado. En el lenguaje del Nuevo Testamento, David pasó primero por la cruz, después ganó la corona. Nuestro Señor es el rey, pero ¿cómo Él llegó a ser rey? Primeramente murió en la cruz por nosotros y después se sentó en el trono.

Agradecemos a Dios porque descubrimos que nuestro rey es diferente de todos los otros reyes; podemos reconocerlo sin ningún problema. Si visitáramos Inglaterra, veremos que la reina inglesa usa una linda corona de diamantes, es una corona gloriosa. De la misma forma, si visitáramos cualquier otro reino y estudiamos la historia de esos reinos, veremos cómo esos reyes llegaron al trono. Incluso, si estudiamos el evangelio de Mateo, veremos que nuestro rey fue coronado con espinas. Nunca cometeremos un error al intentar identificar a nuestro rey: si vemos un rey con una corona de espinas, sabremos que Ese es el rey del reino de los cielos, Ese es nuestro rey, es su rey, es mi rey. Es por esa razón que tenemos 14+14+14; esa corona de espinas habla de la cruz, habla de 14+14+14.

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El valor numérico de Génesis 1:1

Christian Chen

Vamos a develar el tesoro escondido en al primer versículo de la Biblia: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. En hebreo, ellos tienen exactamente 7 palabras y 28 –ó 4x7– letras. El valor numérico del versículo más importante sobre el origen del universo es 2701 ó 37x73, un múltiplo de 37 y, más que eso, el inverso de 37, esto es, 73. Es interesante notar que aquí 37 y 73 son números primos. Es interesante también, el hecho de que este valor, 2701, está dividido entre las 28 letras de este versículo; los que ocupan los lugares impares: 1, 3, 5 … 27 hacen 444 ó 2x2x3x37; los que ocupan los lugares pares: 2, 4, 6 … 28 hacen 2257 ó 61x37. De estos dos aspectos de 37 es preciso notar: en 444 el 37 está combinado con 2x2x3; en 2257 está combinado con 61. Mas la suma de los factores 2, 2, 3 es siete; la suma de los números 1, 6 es siete. “Principio” y “Dios” son palabras con los valores numéricos mayor y menor: 913 y 86. La suma es 999 ó 27x37. Dios y el cielo tienen 13x37. Dios y la tierra tienen 8x37.

“En el principio creó Dios” es una oración gramaticalmente completa en las tres primeras de las siete palabras del primer versículo. Las letras de estas tres palabras ocupan los siguientes lugares en el alfabeto hebraico: 2, 20, 1, 21, 10, 22, 2, 20, 1, 1, 12, 5, 10, 13 –su valor de colocación. El número de letras en esta oración es 14 ó 2x7, con un valor de colocación de 140 ó 20x7, de los cuales los números impares hacen 42 ó 6x7. Si, ahora, los 14 valores de colocación de las letras fueran multiplicados por sus números de orden conforme aparecen en la oración, tenemos:

02 x 01 = 00220 x 02 = 04001 x 03 = 00321 x 04 = 08410 x 05 = 05022 x 06 = 13202 x 07 = 01420 x 08 = 16001 x 09 = 00901 x 10 = 01012 x 11 = 13205 x 12 = 06010 x 13 = 13013 x 14 = 182140 00001008

El resultado entonces obtenido es 1008 ó 144x7 ó 7x2x2x2x2x3x3, con siete factores, cuya suma es 21 ó 3x7. Se comprueba, por lo tanto, que un elaborado plano de sietes corre a través de esta primera oración de la Biblia.

Como ya vimos, las tres primeras palabras del capítulo 1 de Génesis, que forman el sujeto y el predicado de la oración total, tiene 14 letras ó 2x7. El objeto, los cielos y la tierra, tiene a su vez también 14 ó 2x7; está dividido así: los cielos, tienen 7; y la tierra, tiene 7 también. Los tres sustantivos principales del versículo–Dios, cielos, tierra– suman 14 letras ó 2x7. El valor de colocación tiene 147 ó 21x7; y el valor numérico tiene 777 ó 111x7. Dejando, por un momento, el texto de este versículo, nos volveremos a su vocabulario. El vocabulario de este versículo posee una peculiaridad del hebraico en sus prefijos, los cuales son palabras abreviadas, tiene un número mayor de palabras que el propio texto. Hay nueve palabras como un vocabulario para las siete en el texto. Es similar a la expresión “isn’t” en inglés. En el texto es una palabra, mas en el vocabulario deben ser consideradas dos palabras: el verbo “to be” (del cual “is” es una forma), y el “not”, del cual “n’t” es una abreviatura. El vocabulario de Génesis 1:1 tiene así 259 para el valor de colocación, ó 37x7; y para su valor numérico tiene 2275 ó 325x7; de los cuales, los números impares tienen 1841 ó 263x7.

El primer versículo de Génesis es, por lo tanto, construido sobre un esquema numérico altamente elaborado, o sea, un sistema de 7 y 37. Un perfecto artista numérico, otro que no es Moisés, está trabajando aquí.

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Tomado de “Os números na Bíblia”

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http://www.aguasvivas.cl/estudios/genesis.htm1/4/2008 13:46:10