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Entrevista a Chavela Vargas, cinco años antes de su muerte, en su casa de Cuernavaca (México)

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Page 1: Chavela Vargas, vivir para cantarlo

CHAVELA VARGAS, VIVIR PARA CANTARLO

Juan Ramón Peña

México, 30 sep, 2007-"Voy a detener los pasos una tarde y no voy a morir, nada más voy a detener mis pasos. Eso quiero", augura Chavela Vargas, una de las voces más reconocidas de la música latinoamericana, a sus 88 años. La cantante, retirada oficialmente en 2006 tras decenas de discos y más de cuatro décadas sobre los escenarios, recibe en su casa -cuya ubicación prefiere no hacer pública por motivos personales- para repasar una carrera y una vida plenas de pasión, dolor, tristeza y soledad. El camino de alguien como ella, explica, "es de dolor más que de nada, es voz y dolor, soledad, tristeza...". "Todo eso lo amo yo... mi soledad, mi tristeza..." narra pensativa, tocada con un pañuelo rojo y unas gafas oscuras que no se quitará durante toda la entrevista. Isabel Vargas Lizano (San Joaquín de Flores, Costa Rica, 1918), conocida hoy como Chavela Vargas, llegó a México en su adolescencia y, con el paso de los años y los tragos, se convirtió en musa de los grandes compositores del país, como José Alfredo Carrillo, Álvaro Carrillo o Tomás Méndez. De su boca, ahora cercada por las arrugas, han salido interpretaciones inolvidables de clásicos como "Luz de luna", "Volver, volver" y "Paloma negra", que, recuerda, han emocionado hasta las lágrimas a muchos. José Alfredo y Frida en la memoria

"Tiene una canción que yo amo de él (José Alfredo Jiménez), que la cantábamos mucho... 'Las ciudades'. Una cosa maravillosa, él no supo lo que hizo con esa canción", apunta después de que su memoria baile por el pasado.

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Del compositor mexicano, fallecido en 1973 a la edad de 47 años, Chavela afirma que era capaz de escribir cuatro canciones en un día, que escribía en todas partes y con lo que tuviera a mano. "En el cristal del coche, con la pintura de labios, escribía un montón de cosas. Él siempre estaba en las nubes", describe, moviendo su mano hacia el cielo. Otra de las personas que marcó un antes y un después en su vida, desaparecida a la misma edad que José Alfredo, fue la pintora mexicana Frida Kahlo (1907-1954), por quien Chavela, que nunca ha ocultado su homosexualidad, sintió una enorme pasión. "Nunca van a pasar esa cara y esos ojos de Frida, esa figura, como mujer, como artista genial, llena de luz, llena de lo más bello del mundo", dice sobre Kahlo, un recuerdo lleno de amor para ella y un icono universal del arte para el resto del mundo. Junta sus manos en forma de cuenco y exclama: "la vida le puso así en las manos y le dijo: 'toma, guarda esto', toda la belleza de Frida por dentro y por fuera.". Si hoy estuviera viva, la pintora habría cumplido los cien años el pasado seis de julio, un aniversario que México y el mundo entero ha celebrado con exposiciones y homenajes artísticos. También se recuerda este 2007 al que fuera su marido y gran amor, el muralista Diego Rivera (1886-1957), de cuya muerte se cumplen cincuenta años. "Frida era una persona que pintaba extraño, bello, le ganaba a Diego. A mí me gustaba más la pintura de Frida que la de Diego, pero yo los admiraba a los dos por su valentía ante todo: ante la sociedad, ante la política, ante todas las cosas de la vida", refiere sobre sus amigos de juventud. El boulevard de los sueños rotos

No todo en su vida han sido amores y alegrías: su afición por la parranda y el tequila la convirtió durante años en alcohólica, condenada a ahogarse en el infierno de las cantinas de mala muerte, un pozo que le hizo perder casi todo y del que salió "sin la ayuda de na-die", explica satisfecha."Pensé que no iba a salir, y salí, pero salí así (imita con su mano y su voz un cohete que sube), feliz, me deshice del infierno del alcohol", dice. "Lo mismo que dejé de fumar sin la ayuda de nadie, que decían que tenía que ayudarme, si no me moría. Dije: no me muero de nada, sino me morí de borracha, menos de buena... y no me morí, y aquí estoy... veinticinco años tengo ya de haber dejado de beber", sentencia sentada con el jardín de su casa a la espalda, un día de sol. Uno de sus aliados en su regreso a la luz fue el cineasta español Pedro Almodóvar, para quien cantó en "Tacones lejanos", donde Miguel Bosé se travestía. "Un ser humano maravilloso, bueno generoso, inteligente, es muy oportuno, sabe cuando decir una frase, sabe cuando quedarse callado, sabe cuando llorar", dice sobre el director de "Todo sobre mi madre"."En el teatro cuando va a verme, de repente lo veo llorando desesperadamente, porque le canto una canción, y eso me fascina de Pedro. Pide un pañuelo prestado o algo para llorar, y después salimos de la función y los dos lloramos a veces, lloramos por nada, ya no queda nada por que llorar, todo se fue en el concierto", explicó.

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Otro de sus amigos españoles es el cantautor Joaquín Sabina, con un largo historial como poeta y crápula a partes iguales sobre sus espaldas, quien dedicó a "la dama del poncho rojo" el tema "Por el boulevard de los sueños rotos", sobre su etapa rota de alcoholismo y recuperación. "A Joaquín lo adoro, lo que pasa es que Joaquín no me quiere para nada. Tiene una cosa muy fea, que me escribe papeles... va pasando por el suelo, coge un pedazo de papel, me escribe 'te amo, te adoro', en un papel de una cantina por ahí tirado, así me escribe", bromea con una carcajada al evocar la imagen de su amigo. "Sabe lo que hace, y si no lo sabe lo disimula, es lindo", remata. Ahora que Sabina llega a México en la gira a dúo que lo lleva con el también cantautor español Joan Manuel Serrat, "Dos pájaros de un tiro", Chavela no descarta subirse a las tablas con ellos. Con España, país que le concedió la alta distinción de la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica en 2001, la cantante atesora una relación muy especial. "Ante España siento el amor más grande que hay por un país (...) es un extraño maridaje, estamos España y yo casadas desde hace mucho tiempo, y nos queremos muchísimo, al público lo adoro y me ha demostrado a mí que me quiere", explota. Y saluda: "España te amo, ya te veré algún día antes de irme" El relevo de Chavela

Aunque la cantante no ha visto todavía a quien le "abra las entrañas con su voz", guarda mucho respeto y amistad por la joven intérprete anglomexicana Lila Downs, de quien recuerda una anécdota en una actuación que tuvieron juntas. "En pleno escenario, sin que nadie se lo note, me decía (habla entre dientes): 'Canta, desgraciada, canta'. Y yo le digo, 'no me acuerdo de la letra, imbécil, cállate que nos van a oír'. Y me contesta 'a eso vine, a que me oigan, no sé tú", recuerda con humor Chavela sobre una canción de la joven en dialecto indígena mixteco. "Se ríe de todo, se burla de todo... es linda la Lila. Desde que nos vimos fue una atracción maravillosa de dos artistas", se ríe. Con cuarenta años de carrera detrás y un sinfín de canciones entonadas con dolor de corazón, Chavela descansa ya en un entorno apacible y disfruta los homenajes que le hacen sus amigos artistas y el público. Su salud no siempre se lo permite; hace poco, mariachis mexicanos y de todo el mundo quisieron darle su aplauso y la caricia de su guitarra en Guadalajara (oeste de México), pero por recomendación médica no pudo ser. Pañuelo rojo al cuello atado con un anillo dorado, gafas marrón oscuro, Chavela camina con cierta dificultad, apoyada en su soledad otoñal por sus amigos, con la mente puesta todavía en componer una canción. "Ni comercial ni estúpida como las de ahora, sino una verdadera canción, que diga las cosas cotidianas hermosas, pero con toda la pasión del mundo, no para deslumbrar a nadie sino... eso", se interrumpe "la dama del poncho rojo", confesa enamorada de los versos del poeta español Federico García Lorca. Sabe, percibe, que 88 años ya son muchos y que quizás, en algún momento, le llegue la hora de detener sus pasos. "No creo que falte mucho", lanza al aire Chavela. Pero añade: "siempre hay algo por descubrir, siempre hay algo hermoso en la vida, eso se mantiene en mí constantemente".