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80 QUÉ LEER l origen del Bukowski que hoy más conocemos –el vividor desaseado y bravucón que di- lapidaba su vida en los bares y prostíbulos de Los Ángeles– po- dría situarse en un día de los años treinta del pasado siglo, cuando su amigo William Mullinax lo invitó a beber por primera vez. “Emborracharse era maravilloso –nos dice Bukowski recordando esa época en su no- vela autobiográfica La senda del perdedor–. Decidí que siempre me emborracharía. Todo lo vulgar de la vida desaparecía y qui- zás si te apartabas de ello muy a menudo, no te convertirías en un ser vulgar.” Ahí está la génesis de su alcoholismo crónico o, tal y como él prefería verlo, del único método que le ayudaba a sobrellevar el desorden su vida. A los veinticuatro años empezó a publi- car sus primeros relatos, con escaso éxito. Decepcionado por la falta de atención de las editoriales, dejó de escribir por completo a los veintiséis, prefiriendo hacer otras cosas como beber, vagar sin pena ni gloria por los Estados Unidos o ganarse la vida con traba- jos de poca monta, como por ejemplo chico de los recados en un periódico de Nueva Or- leans por cuarenta centavos la hora o em- pleado de un almacén de herramientas de Filadelfia por sesenta y cinco. Una década más tarde ingresaría en el Hospital General de Los Ángeles aquejado de una gravísima úlcera sangrante ocasionada por el alcohol y los excesos acumulados. Las borracheras, las mujeres, las peleas de bar y el desgobierno forman el núcleo de su leyenda. Pero es de justicia reconocer que Bukowski fue mucho más que el juer- guista desmesurado que las editoriales y los medios de comunicación se han esforzado siempre en promocionar, que tras su vida desenfrenada hay un autor de altos vuelos, profundamente comprometido con la escri- tura, a quien los popes de la crítica siguen sin prestar la debida atención, sobre todo en los Estados Unidos. Primeras experiencias Henry Bukowski, el padre del autor, fue sargento del ejército norteamericano y es- tuvo destinado en Alemania después de la Primera Guerra Mundial. Allí tuvo una aventura con la hermana de un amigo suyo, Katharina Fett, que no tardó en quedarse embarazada. Bukowski siempre mantuvo que había nacido fuera del matrimonio, pero los registros de Andernach, el pueblo donde nació en 1920, indican que Henry y La revista Time lo describió como el poeta laureado de los bajos fondos. ¿El secreto de Bukowski? Quizás haber sabido combinar como nadie la cercanía del poeta confesional y el aplomo extraordinario del héroe de la literatura pulp. RUBÉN ABELLA Charles Bukowski Días de vino y letras GALERÍA DE CLÁSICOS E 80-83 - Clásicos.indd 80 24/03/2015 20:56:06

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l origen del Bukowski que hoy más conocemos –el vividor desaseado y bravucón que di-lapidaba su vida en los bares y prostíbulos de Los Ángeles– po-

dría situarse en un día de los años treinta del pasado siglo, cuando su amigo William Mullinax lo invitó a beber por primera vez. “Emborracharse era maravilloso –nos dice Bukowski recordando esa época en su no-vela autobiográfica La senda del perdedor–. Decidí que siempre me emborracharía. Todo lo vulgar de la vida desaparecía y qui-zás si te apartabas de ello muy a menudo, no te convertirías en un ser vulgar.” Ahí está la génesis de su alcoholismo crónico o, tal y como él prefería verlo, del único método que le ayudaba a sobrellevar el desorden su vida.

A los veinticuatro años empezó a publi-car sus primeros relatos, con escaso éxito. Decepcionado por la falta de atención de las editoriales, dejó de escribir por completo a los veintiséis, prefiriendo hacer otras cosas como beber, vagar sin pena ni gloria por los Estados Unidos o ganarse la vida con traba-jos de poca monta, como por ejemplo chico de los recados en un periódico de Nueva Or-leans por cuarenta centavos la hora o em-pleado de un almacén de herramientas de Filadelfia por sesenta y cinco. Una década más tarde ingresaría en el Hospital General de Los Ángeles aquejado de una gravísima úlcera sangrante ocasionada por el alcohol y los excesos acumulados.

Las borracheras, las mujeres, las peleas de bar y el desgobierno forman el núcleo de su leyenda. Pero es de justicia reconocer que Bukowski fue mucho más que el juer-guista desmesurado que las editoriales y los medios de comunicación se han esforzado siempre en promocionar, que tras su vida desenfrenada hay un autor de altos vuelos, profundamente comprometido con la escri-tura, a quien los popes de la crítica siguen sin prestar la debida atención, sobre todo en los Estados Unidos.

Primeras experienciasHenry Bukowski, el padre del autor, fue sargento del ejército norteamericano y es-tuvo destinado en Alemania después de la Primera Guerra Mundial. Allí tuvo una aventura con la hermana de un amigo suyo, Katharina Fett, que no tardó en quedarse embarazada. Bukowski siempre mantuvo que había nacido fuera del matrimonio, pero los registros de Andernach, el pueblo donde nació en 1920, indican que Henry y

La revista Time lo describió como el poeta laureado de los bajos fondos. ¿El secreto de Bukowski? Quizás

haber sabido combinar como nadie la cercanía del poeta confesional y el aplomo extraordinario del héroe de la

literatura pulp. RUBÉN ABELLA

Charles Bukowski

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Katharina se casaron un mes antes de que ella diera a luz. La familia se mudó a Pfa-ffendorf, donde Henry esperaba prosperar como contratista en el negocio de la cons-trucción, pero las duras indemnizaciones impuestas sobre Alemania tras la guerra ahogaron la economía del país, dando al traste con los planes del joven empresario y obligándolo a regresar con su mujer e hijo a los Estados Unidos, donde nunca acabó de encontrar su sitio. Tras unos años en Balti-more, la familia se asentó en Los Ángeles en 1930.

Henry Bukowski maltrataba a su hijo de forma sistemática, tanto física como men-talmente. Entre los seis y los once años lo golpeó tres veces por semana con una co-rrea de barbero. Según el propio autor, este reiterado y cruel acto de violencia le hizo ser un mejor escritor pues le ayudó a enten-der cómo se sentía un ser humano al sufrir sin merecerlo. Bukowski fue un adoles-cente tímido. Tanto en el colegio como en su barrio, fue víctima de burlas constantes a causa de su acento alemán y la extraña ropa con que sus padres lo vestían. Tam-bién sufrió mucho a causa del acné, que le dejó el rostro marcado de por vida. Al igual que otro gran escritor estadounidense –Ri-chard Ford–, Bukowski era disléxico. Todas estas experiencias, pasadas por el filtro de la rabia, acabarían conformando el sustrato

temático del que más adelante se alimen-taría su literatura, y podrían explicar, al menos en parte, su caída en la bebida y sus diez años de estupor alcohólico. Al salir del hospital en 1955, comenzó a es-cribir poesía. Ese mismo año se casó con una poeta tejana llamada Barbara Frye, pero el matrimonio duró poco. Después de divorciarse en 1958, Bukowski empezó a beber de nuevo, pero ya nunca dejaría de escribir poesía.

La Black Sparrow PressEn 1960 Bukowski encontró trabajo como clasificador de correspondencia en una

oficina de correos de Los Ángeles. Durante los años siguientes su poesía apareció con frecuencia en la revista The Outsider, diri-gida por John y Louise Webb, dos pioneros de la edición independiente, quienes tam-bién le publicaron dos libros de poemas: It Catches My Heart in Its Hands (1963) y Crucifix in a Deathhand (1965). En 1967, Bukowski empezó a escribir la columna “Escritos de un viejo indecente” para Open City, un periódico underground de Los Án-geles.

En 1969 otro editor independiente lla-mado John Martin le ofreció un sueldo vita-licio de cien dólares al mes a cambio de que

Hay algo que debe decirse en favor de la bebida: todas aquellas peleas me habrían matado si hubiese estado sobrio, pero al estar borracho era como si el cuerpo se volviese de goma y la cabeza de cemento. Muñecas torcidas,

labios hinchados y rótulas magulladas eran lo único que tenía al día siguiente. También chichones en la cabeza, de las caídas. Cómo podría convertirse todo esto en un guión era algo que yo no sabía. Yo sólo sabía que era la única parte de mi vida sobre la que no había escrito mucho. Yo creo que en aquella época estaba en mi sano juicio, tan en mi sano juicio como cualquier otro. Y sabía que había una civilización entera de almas perdidas que vivían fuera y dentro de los bares, día tras día, noche tras noche y para siempre, hasta morir. Yo nunca había leído acerca de esta civilización así que decidí escribir sobre ella, como yo la recordaba. Mi vieja máquina de escribir se puso a teclear.

Hollywood

Mickey Rourke interpreta a Henry Chinaski en Barfly junto a Faye Dunaway

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dejara su trabajo en correos y publicara su trabajo en su editorial, la hoy mítica Black Sparrow Press. Bukowski tenía cuarenta y nueve años. Como explica en una carta de esa época, se le presentaban dos opciones. O se quedaba en la oficina de correos y se volvía loco, o “jugaba” a ser escritor y se moría de hambre. Por fortuna para sus lec-tores, se decantó por la segunda alternativa. Menos de un mes después de abandonar su trabajo, terminó su primera novela: Cartero. En ella narra las idas y venidas de su álter ego Henry Chinaski, un borracho sin blanca que trabaja esporádicamente en correos y sobrevive gracias al alcohol y las mujeres. El afilado sentido del humor y la cínica vi-sión del mundo del narrador de esta novela se convertirán en la marca de la casa de Bukowski.

Como muestra de gratitud y respeto hacia John Martin, por mantenerlo económica-

mente y mostrar fe en un autor relativa-mente desconocido, en el futuro Bukowski publicaría casi todos sus trabajos importan-tes en Black Sparrow Press.

Bukowski, Los Ángeles y las mujeres Bukoswi afirmaba a menudo que su tema fa-vorito era Los Ángeles. En una entrevista de 1974 dijo lo siguiente: “Vives en una ciudad toda tu vida a al final acabas conociendo a todas las putas de la esquina y acostándote con la mitad de ellas. Conoces bien el te-rreno. Tienes una idea clara de dónde estás. Al haberme educado en Los Ángeles, siem-pre he tenido la sensación geográfica y espi-ritual de estar aquí. He tenido tiempo para aprenderme bien la ciudad. El único sitio que entiendo es Los Ángeles”.

La ciudad de Los Ángeles está indisoluble-mente unida a las mujeres, pues es allí donde Bukowski mantuvo la mayor parte de su casi

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inacabable lista de aventuras, escarceos y re-laciones amorosas. Una de esas relaciones fue con la poeta y escultora Linda King, con quien al parecer colaboró como actor en una obra teatral titulada Only a Tenant (Solo un inquilino). En 1976 Black Sparrow Press le publicó un libro de poemas titulado Scarlet (Escarlata), dedicado a una amante pelirroja suya de veintitrés años. Otras mujeres que pasaron por su vida fueron Amber O’Neil, a quien Bukowski describió en Mujeres como alguien con quien se carteaba y que acabó convirtiéndose en una aventura de fin de semana en su casa de Los Ángeles, o Linda Lee Beighle, propietaria de un restaurante de comida sana, aspirante a actriz y devota del gurú indio Meher Baba. En 1978 Bukowski abandonó la zona oriental de Hollywood, donde había vivido la mayor parte de su vida, y se mudó al barrio marítimo de San Pedro, en el extremo sur de Los Ángeles. Linda Lee Beighle lo siguió y vivieron juntos de forma intermitente durante dos años. En 1985 con-trajeron matrimonio. Ofició la ceremonia Manly Palmer Hall, un escritor y místico ca-nadiense. Las mujeres jugaron un papel muy importante en la vida de Bukowski y consti-tuyeron una fuente esencial de inspiración para sus poemas y su narrativa. Beighle, por ejemplo, se convertiría en Sarah en las nove-las Mujeres y Hollywood.

La obraPero si hoy recordamos a Bukowski no es tanto por su vida, como por la forma en que la convirtió en literatura. En total, Bukowski

Podía ver el camino que se abría frente a mí. Yo era pobre e iba a continuar sién-dolo. Pero tampoco deseaba especialmente tener dinero. No sabía qué es lo que quería. Sí, lo sabía. Deseaba algún lugar donde esconderme, algún sitio donde no tuviera que hacer nada. El pensamiento de llegar a ser alguien no sólo no me atraía sino que me enfermaba. Pensar en ser un abogado, concejal, ingeniero, cualquier cosa por el estilo, me parecía imposible. O casarme, tener hijos, enjaularme en la estructura familiar. Ir a algún sitio para trabajar todos los días y después volver. Era imposible. Hacer cosas normales como ir a comidas campestres, fiestas de Navidad, el 4 de Julio, el Día del Trabajo, el Día de la Madre... ¿Acaso los hombres nacían para soportar esas cosas y luego morir? Prefería ser un lavaplatos, volver a mi pequeña habitación y emborracharme hasta dormirme.

La senda del perdedor

Bokowski y John Martin Bukowsky y las mujeres

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escribió más de sesenta libros de poesía, na-rrativa y ensayo. Ya en su primera colección de poemas, Flower, Fist and Bestial Wail (Flor, puño y bestial lamento), publicado en 1959, aparecen los temas centrales de sus futuros trabajos: la desolación de nuestro mundo y la absurda naturaleza de la vida y la muerte. El mundo que nos presenta Bukowski en sus trabajos es un mundo en el que no parece haber sitio para la reflexión y el análisis, un mundo de lo inmediato, por así decirlo, profundamente marcado por los traumas del siglo XX y los abusos de la sociedad industrial, de eso que hemos dado en llamar “civilización”. En la obra de Bukowski ocupan un lugar primordial la bebida, el sexo, el juego y la música, todo ello encarnado en un estilo transparente, de frases cuidadosamente dosificadas, en el que la metáfora desaparece para ceder el peso dramático a la anécdota bien elegida.

Bukowski escribió seis novelas: Cartero (1971) –basada en sus experiencias como empleado postal–, Factótum (1975) –que narra los fracasos laborales de un borracho sin blanca–, Mu-jeres (1978) –posiblemente su relato más sexualmente explícito–, la ya mencionada La senda del perdedor (1982), Hollywood (1989) –inspirada por el rodaje de la película El borracho– y Pulp (1994) –una diatriba contra los vicios de la narrativa popular–. Además escribió centenares de relatos cortos, algunos de los cuales se han recopilado en forma de libro. En el primero de ellos, provocadoramente titu-lado Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones (1972), la voz de Bukowski se alza como la de un hombre ácido y vulgar, lleno de desdén por una sociedad que se considera injustificadamente su-perior. Los protagonistas de otro de su libro de cuentos, Música de cañerías (1983), viven en ho-teles de mala muerte y son a me-nudo, como el propio Bukowski, escritores que luchan por salir adelante en los bajos fondos. El protagonista de la mayoría de sus cuentos y novelas es el ya mencio-nado Henry Chinaski.

Bukowski murió de leucemia

en 1994. Sin embargo su fama literaria ha seguido creciendo de forma póstuma gracias a la enorme cantidad de obra in-édita que dejó encomendada a su editor John Martin. Entre las obras publicadas

por Black Sparrow Press a partir de esa fecha se encuentra La gente parece flores al fin: Nuevos poemas (2007), que gira en torno a los habituales temas de la poesía

de Bukowki. Los poemas de Bukowski son marcadamente narrativos y se nutren del inacabable repositorio de anécdotas vitales del autor, en las que por lo general no suele faltar un bar, un hotel decadente, una carrera de caballos, una novia o, con frecuen-cia, una combinación de todos esos elementos. Al igual que ocurre con sus novelas y relatos cortos, los poe-mas de Bukowski no deben leerse como artefactos verbales autóno-mos, sino como distintas entregas de su obra más extensa, una obra que carece de una trama estricta-mente definida: la obra general de su experiencia. Quizás sea esta una de las razones que repetida-mente han llevado a los popes de la alta cultura a ignorar su obra, el hecho de que, como otros grandes autores autobiográficos –Thomas Wolfe, por ejemplo–, Bukowski carece de un libro individual, dis-tintivo y autónomo que pueda al-zarse como piedra angular de su obra, como ilustración definitiva de su talento e inquietudes lite-rarias. Bukowski no escribió un Ulises, ni un En busca del tiempo perdido ni un Mientras agonizo. Para entender la magnitud de su obra, el lector –y el estudioso– ha de sumergirse en su mundo, que se expande sin costuras entre unos libros y otros, y de-jarse llevar por el caudaloso to-rrente de esa historia suya que nunca se acaba. Porque la obra de Bukowski siempre late en el presente y, por tanto, ni se cie-rra ni ofrece finales. n

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Si hubiera nacido mujer seguro que hubiera sido una prostituta. Como había nacido hombre anhelaba constantemente mujeres, cuanto más guarras mejor. Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a

veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía, quería conservarlo para mí. Básicamente deseaba prostitutas, porque eran duras, sin esperanzas, y no pedían nada personal. Nada se perdía cuando ellas se iban. Pero al mismo tiempo soñaba con una mujer buena y cariñosa, a pesar de lo que me pudiera costar. De cualquier manera estaba perdido. Un hombre fuerte pasaría de ambos tipos. Yo no era fuerte. Así que continuaba bregando con las mujeres, con la idea de las mujeres.

Mujeres

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