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Curia Provincial Rodriguez Peña 356 2° piso C1020ADH CABA E-mail: [email protected] CHARLA CON LOS JÓVENES Presentación de Andrés Aguerre: Es un gusto para nosotros recibir al P. General, Adolfo Nicolás. Están con nosotros jóvenes de muchas de nuestras obras. El P. General va a compartir con nosotros algunas ilusiones, algunas palabras que nos quiere expresar y luego nosotros hemos preparado algunas preguntas que esperamos no sean indiscretas. ¡Bienvenido! Charla Introductoria del Padre General Adolfo Nicolás: Lo primero algo que estoy seguro que vosotros sabéis y habéis pensado y habéis oído mil veces es que estamos en un momento de la historia importante, pero muy difícil. El mundo está cambiando de una manera que ninguno de nosotros sabemos qué va a pasar. Hace poco me llegó un PPT que decía por ejemplo que en Google tienen más información que la humanidad habría recogido en 5000 años. Ahora vais a Google, dais al botón, escribid la palabra correcta y tenéis más información que nadie ha tenido antes. Otro dato es que dicen que los trabajos, los empleos más apetecibles del año 2012 todavía no se han creado; o sea, cuando vosotros os graduéis buscaréis un trabajo que todavía no existe. Aparecerá dentro de poco y vosotros lo querráis, lo mismo que hace 5 años habían trabajos que no existían y que ahora se van llenando con gente joven: O sea, estamos en un mundo cambiando rapidísimamente, con muchísima información y que no sabemos cómo digerir, cómo responder y esto hace las cosas interesantes, muy interesantes, más que nunca. Es difícil saber dónde me puedo colocar, dónde me puedo situar de una manera mejor. El peligro, naturalmente, es que todo esto sea superficial: mucha información pero poco pensamiento, poca profundidad, poco saber. Vais al periódico y encontráis mil puntos de información pero no sabéis si es verdad o no. Antes se podían comprar tres periódicos y comparar: el periódico de la derecha, el de izquierda y el de centro, y comparabas, y tu dices parece que la verdad está entre medios. Hoy día no lo sabréis porque los periódicos de la derecha e izquierda y del medio están controlados por la misma persona: los grandes empresarios, los grandes publicadores y por lo tanto hoy el periódico nos está llenando de información que no podemos comprobar; lo mismo el internet. Si vais a Google y te interesa saber algo sobre un punto particular y te salen 1758 ficheros, leáis lo que leáis ¿cómo sabéis que es verdad?; pues no sabéis, entonces esto es un peligro para el mundo que viene. Junto con esto, vais a la calle y os encontráis con un árabe y un mexicano, y un africano y un español y un alemán. Estamos en un mundo donde ya no hay culturas monoculturales. Todo país se está haciendo internacional. Yo he vivido muchos años en Japón. Los japoneses decían lo cual no era verdad- que Japón es monocultural, todos somos de una misma cultura, una misma lengua, y no era verdad porque están los Aomori en el norte, los de Okinawa en el sur que tienen otras tradiciones, otra historia, incluso políticamente eran reinos distintos, sobre todo Okinawa era un reino independiente. ¿Cómo se vive en un mundo

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Curia Provincial –Rodriguez Peña 356 2° piso – C1020ADH – CABA – E-mail: [email protected]

CHARLA CON LOS JÓVENES

Presentación de Andrés Aguerre:

Es un gusto para nosotros recibir al P. General, Adolfo Nicolás. Están con nosotros jóvenes

de muchas de nuestras obras. El P. General va a compartir con nosotros algunas ilusiones, algunas

palabras que nos quiere expresar y luego nosotros hemos preparado algunas preguntas que

esperamos no sean indiscretas. ¡Bienvenido!

Charla Introductoria del Padre General Adolfo Nicolás:

Lo primero algo que estoy seguro que vosotros sabéis y habéis pensado y habéis oído mil

veces es que estamos en un momento de la historia importante, pero muy difícil. El mundo está

cambiando de una manera que ninguno de nosotros sabemos qué va a pasar. Hace poco me llegó

un PPT que decía por ejemplo que en Google tienen más información que la humanidad habría

recogido en 5000 años. Ahora vais a Google, dais al botón, escribid la palabra correcta y tenéis más

información que nadie ha tenido antes. Otro dato es que

dicen que los trabajos, los empleos más apetecibles del año

2012 todavía no se han creado; o sea, cuando vosotros os

graduéis buscaréis un trabajo que todavía no existe.

Aparecerá dentro de poco y vosotros lo querráis, lo mismo

que hace 5 años habían trabajos que no existían y que

ahora se van llenando con gente joven: O sea, estamos en

un mundo cambiando rapidísimamente, con muchísima

información y que no sabemos cómo digerir, cómo responder y esto hace las cosas interesantes,

muy interesantes, más que nunca. Es difícil saber dónde me puedo colocar, dónde me puedo situar

de una manera mejor. El peligro, naturalmente, es que todo esto sea superficial: mucha

información pero poco pensamiento, poca profundidad, poco saber. Vais al periódico y encontráis

mil puntos de información pero no sabéis si es verdad o no. Antes se podían comprar tres

periódicos y comparar: el periódico de la derecha, el de izquierda y el de centro, y comparabas, y tu

dices parece que la verdad está entre medios. Hoy día no lo sabréis porque los periódicos de la

derecha e izquierda y del medio están controlados por la misma persona: los grandes empresarios,

los grandes publicadores y por lo tanto hoy el periódico nos está llenando de información que no

podemos comprobar; lo mismo el internet. Si vais a Google y te interesa saber algo sobre un punto

particular y te salen 1758 ficheros, leáis lo que leáis ¿cómo sabéis que es verdad?; pues no sabéis,

entonces esto es un peligro para el mundo que viene. Junto con esto, vais a la calle y os encontráis

con un árabe y un mexicano, y un africano y un español y un alemán. Estamos en un mundo donde

ya no hay culturas monoculturales. Todo país se está haciendo internacional. Yo he vivido muchos

años en Japón. Los japoneses decían –lo cual no era verdad- que Japón es monocultural, todos

somos de una misma cultura, una misma lengua, y no era verdad porque están los Aomori en el

norte, los de Okinawa en el sur que tienen otras tradiciones, otra historia, incluso políticamente

eran reinos distintos, sobre todo Okinawa era un reino independiente. ¿Cómo se vive en un mundo

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plural, cómo se vive con otras personas que vienen de otra cultura, con otros principios, con otros

valores, con otra manera de ver la realidad? Esos son retos que os vais a encontrar vayáis donde

vayáis, en el trabajo, en la Universidad, a lo mejor en el matrimonio, quien sabe. Dicen que el amor

es ciego, ¿con quién os casaréis vosotros?, los que os caséis. Estos son retos nuevos y por lo tanto

cómo aprender a vivir con otros que son distintos, cómo aprender a aprender, cómo aprender a

aceptar a los demás, a tomar lo bueno de los demás, a compartir lo bueno que vosotros tenéis, etc.

Estas son cuestiones nuevas que cuando yo era de vuestra edad no tenía, porque entonces en

España todos éramos iguales, igual de prejuicios, igual de mentalidad, igual de limitados. El mundo

está pasando por todas partes. Jesús dice yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. En Europa, Norte

América, en el Oeste, están muy preocupados por la verdad, , en las universidades se estudia cómo

se consigue la verdad. En Asia les preocupa mucho más el camino, cómo vivir, cómo relacionarse

con los demás, cómo crecer, cómo ser transformados, cómo acercarse a Dios, etc. es siempre el

cómo, es el camino.

En África les importa mucho más la vida y eso lo tenemos que aprender todos. El contacto

con Asia es para aprender como caminar, como crecer, es para ver que cuando se sufre no hace

falta pensar en suicidio; hace falta pensar en vivir, danzar, bailar, no solo un tango, sino muchas

otras cosas, incluido el tango.

Estamos en una situación nueva: una

situación llena de retos pero llena de oportunidades

porque es mucho más lo que podemos aprender que

lo que aprendieron nuestros padres, o nuestros

abuelos, o lo que aprendimos nosotros –yo soy de la

generación de vuestros abuelos- y por tanto para un

mundo nuevo hace falta una generación nueva y esa

generación sois vosotros.

Hace poco leí un artículo sobre filosofía, educación, problemas de humanismo. Y el artículo

era bastante pesimista. Decía que la cultura está tan hecha, los prejuicios han entrado tanto en los

sistemas, que es muy difícil cambiarla. ¿Dónde está nuestra esperanza? En las generaciones nuevas.

Porque para nosotros hay cosas que ya no vamos a entender, pero vosotros sí. Vosotros tenéis toda

la capacidad, todas las posibilidades y lo que yo quisiera decir para empezar nuestra conversación,

es: Sacad todas las antenas que tenéis, todas al aire, y estad a la escucha ¿Qué pasa en este

mundo? ¿Dónde está la verdad, dónde está la justicia, dónde está el sufrimiento de los demás?

¿Cómo puedo contribuir, cómo puedo aprender? Todas las antenas, todo lo que entra es

importante. Pero hay que escoger, hay que seleccionar, porque no todo es bueno, ni todo es

verdad, ni todo hace bien la prójimo, ni todo nos ayuda a crecer; por lo tanto hay que escoger.

Estoy seguro que entre ayer y hoy este tema ha salido muchas veces porque es esencial en

la perspectiva religiosa cristiana, sobre todo en San Ignacio. El estar continuamente eligiendo y

siempre para la acción, ¿Qué hago? ¿Cómo vivo? Siempre esa es la perspectiva, ¿Cómo recibo?

¿Cómo respondo? No es ¿Cómo pienso? Tengo que pensar bien para poder responder bien y ahí es

donde vosotros estáis creciendo. La gran esperanza de Argentina o de Uruguay o del mundo, es que

vuestra generación abra todas las antenas para comunicar también lo mejor que lleváis vosotros y

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aprendáis lo mejor que tenemos y ahora se puede porque todo el mundo, como decía al principio,

está en todo el mundo.

Preguntas:

Soy de Uruguay: ¿A qué estamos llamados los laicos frente a la realidad de gente que

está en situación de calle, de acuerdo al criterio de la Compañía de Jesús?

P. General:

Yo diría que desde la perspectiva de la Compañía de Jesús -que es donde nos hemos

educado los jesuitas- hay dos posibilidades: una es como individuos y otra es como grupos. Como

individuos cada uno de vosotros tiene que descubrir dentro de vosotros mismos dónde lo llama

Dios. Esto no hay que complicarlo. Tenéis que ver qué parte, qué aspecto o qué dimensión o

experiencia de la realidad en que vosotros estáis, os toca profundamente. Esa es una clave. En

términos religiosos diría ¿Dónde el Espíritu de Dios os mueve? Pero eso es más difícil de entender.

La realidad es que vais por la calle y encontráis distinta gente, niños, personas mayores y hay

experiencias, situaciones que os mueven y os dejan inquietos. Ahí hay un mensaje para vosotros.

Eso es como individuos. Por lo tanto, ¿Qué aspecto de la realidad os mueve de tal manera

que luego cuando vais a Misa, o vais a hacer un rato de oración, o cuando os encontráis en vuestro

cuarto pensando, eso vuelve y vuelve y vuelve? Ahí hay una llamada: por lo tanto estad atentos a

eso. Os hablé de antenas; también abrir las antenas a esto. ¿Qué toca a vuestras vidas, a vuestro

corazón? En términos de discernimiento de San Ignacio sería ¿Qué os da miedo o alegría y

esperanza? ¿Que os da paz? Veis una realidad que puede ser una social o una realidad intelectual.

Puedo decir “yo siento mucha paz cuando pienso en servir a esos niños que están por la calle, que

no tienen dónde ir”; y al día siguiente seguís sintiendo lo mismo y pasan los días y seguís sintiendo

lo mismo. Ahí hay una llamada; es vuestra llamada. Alguien os está llamando, los niños los están

llamando y Dios los está llamando. Entonces eso es materia para reflexionar, para orar. Eso es como

individuos, y cada uno encontrará a lo mejor una respuesta distinta y alguno dirá “para ayudar a

esos jesuitas que parece que no saben qué hacer, a lo mejor yo les puedo ayudar”, entonces

pensáis en ser jesuita. Pero otro puede decir, no, yo voy a trabajar con los niños pobres, con los

niños que están en la calle, que no tienen medio de educación, me gustaría educarlos. O a lo mejor

a mí me gustaría ser profesor de universidad, pero estáis con la antena abierta y escuchando que

pasa dentro de vosotros, dentro de vuestro corazón. Eso como individuos y cada uno tiene una

respuesta distinta. Nadie puede decirles “tú tienes que hacer esto o lo otro”; te pueden invitar,

pero no te pueden forzar.

Como grupo, mucho de lo mismo. Es un poco lo

que nos dice la Biblia cuando nos habla de los Profetas,

de los grandes hombres que inspiraron a Israel en

momentos de crisis, en momentos difíciles. Creo que el

momento presente puede ser uno de esos momentos.

¿Qué hacen los Profetas? Primero “mirar”; mirar

profundamente la realidad y preguntarse -como

preguntó san Ignacio-: si Dios ve esta realidad, ¿qué ve?

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Yo veo gente y ¿Dios qué ve? Lo primero es mirar y lo mejor para mirar, en un grupo se tiene que

hablar, comunicarse, qué es lo que vemos, qué es lo que no vemos, etc. Porque hay cosas que son

realidad pero no se ven.

Segundo: el grupo tiene que preguntarse: ¿qué sentimos frente a esta realidad? Unos

sentirán ira, enfado, rabia. Otros sentirán deseos de servir, otros sentirán que no se puede hacer

nada, etc. Esto se intercambia y el grupo a través de este proceso empieza a discernir. Comienza a

pensar en serio, ¿esto qué significa para nosotros? ¿Se puede hacer algo? La gente está sufriendo,

¿podemos hacer algo para que haya menos sufrimiento, un poco más de alegría en torno a esta

realidad? Cuando yo era pequeño, las fiestas del barrio eran todas gratis, eran en la calle, en

Barcelona. Yo crecí en Barcelona y allí bailábamos, corríamos, cantábamos. Actualmente en las

fiestas hay que pagar para entrar, porque invitan a uno que canta como los Beatles, a otros que

cantan otras canciones, pero en las calles hay mucho menos alegría, ya no hay fiestas gratis para

todos, son menos los que participan de esa alegría de todos, como en las fiestas de pueblo.

Entonces, ¿cómo podemos contribuir nosotros a que haya un poco más de alegría, para que no se

vea a la gente tan seria? En la Argentina todavía la gente bromea, pero hay países donde la gente

está muy seria y va caminando a toda velocidad porque lo único que cabe en la cabeza es el trabajo.

Pero no hay espacio para más; claro, eso no es muy humano. ¿Qué podemos hacer nosotros? Yo

no os puedo decir qué tienen que hacer los laicos. Creo que tienen que seguir este proceso: ver,

sentir, discernir y escoger, entonces actuar. No nos podemos quedar en sentir, hay que hacer algo.

¿Qué? Cada grupo tiene su proceso y su discernimiento y la Iglesia es un grupo y como grupo la

Iglesia siempre está haciendo este proceso. Lo hará mal o bien, estaréis de acuerdo o no estaréis de

acuerdo que este es el proceso con el que la Iglesia se mueve. Jesús mismo vio a las turbas y sus

entrañas se conmovieron, -así habla el Evangelio-. Vio sufrir a la gente y no lo podía sufrir él mismo,

y sintió gran compasión.

Ser persona es ser compasivo, es sentir con otros.

Entonces, ¿qué hacemos nosotros como laicos, como grupos?

Lo mismo: seguir el mismo proceso y decidir y hacer algo

como Jesús dice. Casi todas las acciones, curaciones, etc.

empiezan por ver, o tocar, o preguntar y sentir compasión. Si

no hay sentimientos no hay acción y nos gastamos y nos

cansamos. Cuando hacemos una cosa por obligación nos

cansamos. Actualmente en el mundo se habla del cansancio y el agotamiento que viene de la

caridad: “Charity exhausting”, dicen los Ingleses. Los problemas son tantos, están saliendo

continuamente en la televisión, ONGs que nos piden ayuda y llega un momento en que hay un

cansancio. ¿Por qué? Porque no hay energía interior, porque no hay sentimiento que ha nacido de

adentro, es toda obligación y la obligación no se aguanta y entonces hay que buscar fuentes de

energía. Ahí es donde el grupo, la comunidad, la oración y el discernimiento nos dan también

energía. Lo mismo que vosotros me habéis dado energía a mí y yo vengo de otra reunión y podría

estar cansado, pero los he visto empezar y me he sentido otra vez joven, de alguna manera (risas y

aplausos).

¿Qué mayor participación pueden tener en las estructuras de gobierno de las obras de la

Compañía los laicos y, en especial, las mujeres?

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P. General:

La pregunta es “en las obras la Compañía de Jesús”.Esto está dentro de un marco más

amplio, que es le marco de la cooperación. Yo creo personalmente (no sé si lo que piensan todos

los jesuitas) que donde los jesuitas se comprometen es en la Misión de Cristo, no es nuestra misión.

O sea que cuando a vosotros os interesa, por ejemplo, trabajar con jesuitas, no es para la misión de

los jesuitas, es para la misión de Cristo. Porque nosotros queremos ser cooperadores de Cristo.

Ahora, si la misión es de Cristo, ¿Por qué no le dejamos a Cristo que decida quien colabora con

nosotros? Por tanto, por parte nuestra, las puertas están abiertas.

¿Hasta dónde se puede entrar en colaboración? Depende del talento, de la voluntad, de la

motivación, de la profundidad de las personas que trabajan con nosotros. Ahí es donde entramos

en diálogo. No hay barreras, no hay puertas cerradas para hombres o mujeres. Si el Espíritu Santo

os ha dado dones o de trato humano, o de inteligencia, o de administración, o de piedad, son esos

dones que nos dicen a nosotros que ahí podéis ayudar a la misión de Cristo. Nunca penséis en

vuestro trabajo diciendo “los jesuitas se encargan de pensar yo solamente les ayudo”; eso es muy

limitado.

Pensar que quiero hacer yo con mi vida y si

lo que yo quiero hacer y lo que los jesuitas están

haciendo se parece, podemos colaborar. A veces

vosotros colaboráis con nosotros y a veces nosotros

colaboramos con vosotros. Así es como la

Compañía de Jesús en el momento presente

entiende su colaboración y esto -no solamente yo,

sino que la última Congregación General y la

anterior lo han mencionado-. La colaboración es

mutua porque no es al servicio de la Compañía sino

al servicio de Cristo y al servicio de la humanidad, al servicio de nuestro pueblo, de la gente que lo

necesita.

Por lo tanto, todas las posibilidades. Pero yo a las mujeres no puedo Ordenarlas, no me

pidáis ser sacerdotes en la Compañía, ni me pidáis ser jesuitas, porque no hay mujeres jesuitas.

Pero en términos de cooperación todas las puertas están abiertas.

¿Cómo fue descubriendo su vocación y de qué modo Dios lo llamó a servirlo?

Es una pregunta muy personal, que me daría mucha vergüenza si no supiera que vosotros

sois muy generosos y no os importa que os diga lo que quiera. Reflexionando sobre mis años de

antes de entrar a la Compañía, yo creo que lo que me motivó, lo que me movió a pensar en

vocación -no se decide todo de golpe, es un proceso- fue ver religiosos muy convencidos,

trabajando muy bien. Yo estudié en Barcelona, primero con hermanos de La Salle y los vi tan

“buenos educadores”, entregados, simpáticos, agradables. Dedicados realmente a la educación. Yo

pensé y sentí “esta vida tiene sentido”. Una vida entregada al servicio y, además, disfrutando del

servicio. Eso tiene sentido y entonces empecé a pensar –yo tenía 12 o 13 años- pero empecé a

pensar, como una semilla que entra en la cabeza.

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Luego mis padres cambiaron de residencia, fueron a Madrid y en Madrid ya fui a un Colegio

jesuita, a los 14 años. Y durante tres años tuve profesores magníficos. Pero no fueron los profesores

los que me influyeron más, sino los que estaban al servicio de los estudiantes llevando un curso,

siempre había dos jóvenes, a veces un sacerdote y un escolar (estudiante), a veces dos estudiantes,

y vi tanto humor, amistad entre ellos, alegría y al mismo tiempo una servicialidad total. Estaban

siempre con nosotros y siempre a nuestra

disposición, siempre ayudándonos y con humor.

No eran ni trágicos, ni disciplinarios, tenían una

holgura humana y eso lo encontré yo realmente

muy atractivo. Entonces me dije a mí mismo

“vivir así vale la pena”. Entonces haciendo

Ejercicios Espirituales de San Ignacio, llegado el

momento de discernir, pensé que a lo mejor

esto era mi camino. Apliqué, me recibieron y

aquí estoy. Eso fue hace 58 o 59 años, como

vuestros abuelos.

O sea que es un proceso muy sencillo: ver, ver signos y sentir signos de que aquí hay algo

que vale la pena, tiene que valer la pena. No es que Dios me llama porque es muy difícil y voy a

sufrir mucho. Nada de eso, al contrario, aquí hay vida, alegría, vale la pena.

Hay que orar y ver si es que realmente dentro de mi corazón yo me encuentro en paz con

esta posibilidad.

Decidir. La decisión es difícil, es lo mismo que cuando os casáis, escojo a este, parece listo,

pero es un poco exigente; el otro es muy guapo pero es un poco tonto… Bueno, es que hay que

decidir, y vosotros sabéis que en la decisión hay siempre un riesgo. Y ese riesgo hay que tomarlo. Yo

tomé el riesgo y estoy muy contento del riesgo que tomé.

A lo largo de su recorrido por el mundo ¿Cuáles son las formas de miseria que ve y como

cree que la Iglesia está respondiendo a ello?

P. General:

La pregunta es “MI visión del mundo” “recorriendo el mundo”, pero a veces no lo veo, o lo

veo cuando leo, cuando me entero, cuando estudio, etc. ¿Cuáles son las formas de miseria que yo

creo que son importantes y como responde la

Iglesia? Hace un rato estaba reunido con los

jesuitas y a una de las preguntas que me hicieron

dije -lo pienso, y por ello lo repito ahora- creo

que los retos que tiene la Iglesia, los retos que

tenemos nosotros jesuitas y vosotros, son los

mismos.

Los verdaderos retos de la humanidad son

los retos de la Iglesia y los retos de la Compañía

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de Jesús: la pobreza, el hambre, la violencia, la guerra, el sufrimiento, la falta de sentido, de alegría,

de esperanza. Que en el mundo parece que sigue como una de las enfermedades que tenemos. Por

lo tanto, esas son pobrezas que tenemos que valorar. La pobreza, no los pobres. La pobreza es una

frontera, pero los pobres son riquísimos de profundidad, de personalidad, de visión. Y muchas

veces los pobres ven cosas que nosotros no vemos y entienden cosas que nosotros no entendemos.

Yo estoy convencido de que para crecer como persona humana hace falta pasar por dificultades.

Una persona que no ha sufrido nunca permanece muy ingenuo en toda su vida. Una persona que

ha sufrido tiene una sabiduría que todos necesitamos y los pobres muchas veces tienen una

sabiduría que nosotros ni sospechamos. Es una sabiduría de saber que el mundo es un mundo

vulnerable y que en el fondo solamente la apertura a cosas más grandes nos puede liberar de

nuestros miedos, de nuestras angustias.

O sea, que hay que ver la raíz del sufrimiento como algo que hay que superar, pero a la

persona que sufre, como alguien que hay que respetar y alguien de quien podemos aprender

mucho.

La falta de sentido y el miedo es una gran pobreza. Muchas de las decisiones que hacen los

políticos, que hacemos nosotros, son equivocadas porque vienen por el miedo. Esto, cuando era

muy joven, yo no lo entendía, pero con los años yo lo veo cada vez más. Por eso en el evangelio

fijaos la cantidad de veces que Jesús se acerca a los discípulos y les dice “no temáis, no temáis”.

Porque si teméis haréis la decisión equivocada. Siempre que decidimos algo por miedo nos

equivocamos o atacamos a una persona porque nos creemos que nos puede hacer daño o echamos

por tierra un proyecto porque tenemos miedo a que lo hagan mejor que nosotros, por envidia o por

muchas otras cosas. Todas esas son formas de miedo, que no son nada positivas. Todas esas son

formas de pobreza, yo diría de miseria.

¿Cómo responde la Iglesia a eso? De muchísimas maneras. Hace poco en un power point

que me envió un amigo, venía el testimonio de un pensador español agnóstico, un hombre sin fe,

muy conocido, Amsón. Y este era casi un reto a los políticos españoles, políticos de Izquierda; dice:

“yo no entiendo –está hablando de España y yo como soy español lo puedo decir- como estos

políticos de izquierda atacan tanto a la Iglesia, no lo entiendo, porque siempre que voy a un sitio

difícil me encuentro a una monja o a un cura; nunca me encuentro a ningún político de estos que

están hablando. Me encuentro a monjas que están dedicadas a servir a los leprosos, a servir a los

pobres, en los sitios más difíciles del mundo, en cualquier parte, en África, en Asia, en Europa, en

América”.

Así es como responde la Iglesia, la Iglesia somos nosotros, son los religiosos y las religiosas y

los sacerdotes, los obispos. Pero no son solo los

obispos, somos nosotros. Entonces, como

respondemos nosotros es como responde la Iglesia. Y

responde de muchas maneras y como decía Amsón,

muchas órdenes religiosas se han dedicado toda su

vida a las miserias o a la pobreza, o al hambre o a la

enfermedad y enfermedades muy desagradables,

incurables. Por ejemplo, en Vietnam, el gobierno es

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comunista y los comunistas tienen terror, miedo al sida. Entonces en el ministerio fueron al Obispo

de Saigón y le pidieron en nombre del gobierno que le diera 175 monjas para atender a los

enfermos de sida. El Obispo que era un hombre inteligente y un hombre con visión de historia les

dijo “no”, porque sabe que el gobierno usa de estas monjas y en el momento que no las necesite

las despide así sin más, las deja en la calle. Es una forma de usar la energía de otros. Les dijo: “si

ustedes nos devuelven los hospitales que teníamos antes de la revolución comunista, nosotros nos

encargamos de todos los enfermos del sida”. No sé a qué arreglo llegaron, pero de hecho ahora los

enfermos de sida van a los hospitales católicos y los dejan a la puerta del hospital y salen corriendo.

Se creen que tocándoles se van a enfermar, pero eso no es verdad, es una especie de prejuicio que

se plasma sobre ciertas enfermedades. Ni siquiera la lepra se contagia solamente con tocarla.

O sea que la Iglesia está respondiendo muy generosamente a través de sus miembros.

Nadie espera que el obispo esté en un hospital curando enfermos. Primero porque no sabe y yo no

quisiera que cuando yo vaya el hospital sea un obispo que venga a atenderme, prefiero una

enfermera, en cualquier momento. La Iglesia está respondiendo de muchas maneras y en los sitios

siempre hay un grupo cristiano respondiendo a las necesidades. Por ello, no solamente los

religiosos, sino también los laicos, como dice la primera pregunta vuestra ¿Cuál es la posición del

laico frente al mundo de hoy?

Es decir que discerniendo respondiendo donde vosotros sintáis una llamada, allí está

respondiendo la Iglesia. Esto es importante que lo sepamos, no reduzcamos la Iglesia al Papa y los

Obispos, que tienen su trabajo. La Iglesia es mucho más amplia y vosotros sois la Iglesia.

En este mundo de tantos cambios ¿Cómo se adaptaron usted y la Compañía de Jesús a las

nuevas tecnologías?

P. General:

Personalmente creo que todas estas tecnologías son muy positivas. No cabe duda que son

parte de un progreso técnico. Hay grandes posibilidades, tanto de información como de ayuda para

la investigación, para muchas cosas. Hoy en Japón casi todos los hospitales de cierto nombre,

tienen todo computarizado. Vas al médico a un análisis de sangre, el médico te toma la muestra y

comienza a escribir cosas en su pantalla y según esto te empieza a dar medicamentos y te da sus

recetas y eso es un avance. Hoy día se pueden hacer cosas en medicina que hace 20 años llevarían

4 veces más de tiempo y con margen de error; hay un avance claro.

Pero mi experiencia personal es ¿cómo me

conecto yo? Primero, poco a poco; positivamente,

aceptando la tecnología como una aportación

positiva a mi vida y a mi trabajo; pero entrar poco a

poco sin enamoramiento, yo no estoy enamorado

de las nuevas tecnologías.

Se está extendiendo la experiencia de que

con las nuevas tecnologías, -y eso lo sabéis vosotros

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más que yo- el “telefonino” (así se le llama en Italia al teléfono celular), te da posibilidades de

hablar con todo el mundo a todas horas, pero no te deja un momento libre. Por ejemplo: tú dices

“me voy a dar un paseo” y suena el teléfono. Esto está pasando continuamente.

Cuando yo estaba en Japón, hubo un programa de televisión en el que había dos

profesores de universidad hablando de nuevas tecnologías. Un estudiante joven (como vosotros) y

un señor de los medios de comunicación hablaban del teléfono celular. El que estaba más en contra

era el joven, porque decía “es un engorro enorme esto del teléfono, porque estoy hablando con un

amigo, le suena el teléfono, me deja a mí plantado y se pasa diez minutos hablando; ese tiempo yo

estoy como un bobo, sin saber qué hacer, mirando al aire”.

En muchos sitios están desarrollando una etiqueta para usar el teléfono celular, hay unas

normas. En Japón, en todos los trenes, cuando arrancan de una estación a otra, lo primero que

dicen es “por favor cierren el teléfono celular” para no molestar a los vecinos. A veces no lo hacen y

suena el teléfono, lo atienden y dicen en voz baja: “mira estoy en el tren, llama después o yo te

llamo cuando llegue”. Es para no molestar. Pasa que a veces están durmiendo en el tren y suena un

teléfono y todos los de alrededor empiezan a fijarse si es su teléfono, pero es el teléfono del que

está durmiendo, y no se despierta.

Entonces. Lo primero: poco a poco. Segundo: yo creo que es muy importante que nosotros

controlemos el medio y no al revés, que nosotros mantengamos la libertad para usar este medio; o

no usarlo y cómo usarlo, que el medio no nos controle

a nosotros. Porque llega un momento en que ya no

tenemos ni libertad, ni respiro, y somos esclavos del

teléfono y esto puede pasar incluso con religiosos, con

sacerdotes, con monjas, con cualquiera de vosotros.

Que suena el telefonino y ya desaparece el mundo y lo

único que oímos es el teléfono; ya todo lo demás

queda ignorado, eso es una esclavitud.

Lo mismo puede suceder con Internet; antes era la televisión. Hay personas que vienen de

la calle y lo primero que hacen es encender la televisión o el ordenador; inmediatamente, antes de

cambiarse y enseguida ir allí y ver qué pasa. Eso es ser esclavos de una tecnología que se supone

que nos ayuda y en vez de ayudarnos nos esclaviza. Nos dice: “ahora aquí, a sentarte y a

obedecerme”. Esto debemos tener cuidado.

En primer lugar, control; mantener nuestra libertad. Segundo, habéis oído hablar de los

Ejercicios Espirituales. Al principio San Ignacio nos da una regla que creo que es muy buena “usar

las cosas tanto cuanto nos ayuden y no más y no menos”. Si en lugar de ayuda es una esclavitud,

para qué lo quiero. Si en lugar de ayuda, es cualquier otra cosa, no lo necesito. Y lo uso “tanto

cuanto” lo necesito. Eso es muy difícil, suena muy bien y parece muy lógico. Pero es dificilísimo,

porque estoy en internet y me estaba por ir, pero antes “voy a navegar un poco, a ver que hay

aquí” y resulta interesante, entonces ya me quedo otros 20 minutos y media hora, una hora. Hoy

hay personas que se pasan todos los días 3 o 4 horas delante del ordenador; sumad horas y veréis

al final del año cuantas horas perdidas. Antes era la televisión, ahora lo estamos trasladando

internet.

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El otro día me contaron de un programa muy bonito. Me dijeron que es un programa para

avisar del peligro de todas estas cosas. Es un niño que está en un coche, se supone que lo han

buscado del colegio y llega a la casa y suena el teléfono. El niño se pone a hablar al teléfono y no

hay nadie. El coche va solo y está el niño solo. Luego está en casa, suena el teléfono y su madre

toma el teléfono y desaparece toda la familia. Están en la mesa y se ven lápices pintando cosas pero

el padre está con el teléfono y no se ve nada, no hay gente. De repente cierra el teléfono y aparece

la familia. Es decir, es una manera simbólica de decir que a veces nos olvidamos de las cosas más

importantes por estas cuestiones técnicas que son ayudas, pero nada más que ayudas.

Primero, libertad. Segundo, tanto cuanto. Tercero -y eso lo tenemos que programar,

porque hoy día no nos lo dan gratis- programar espacio de reflexión. Tiempos donde vosotros os

permitís el lujo de pensar, eso es sumamente importante. Si nos descuidamos, la vida moderna es

de tal calibre que pasan días y días y no tenemos un solo minuto para detenernos a pensar.

Tenemos cosas muy importantes que pensar, sobre mi futuro, mi matrimonio, mis hijos, mi familia,

mi marido, mi mujer. Pero no tenemos tiempo, porque la tecnología nos está llevando a un ritmo

tal que eso hay que programarlo.

Yo diría que si les gustan los medios técnicos modernos, magnífico, no hay problema. Pero

cuando hacéis vuestro programa del día, de la semana, cread espacios para pensar. Porque si no,

no pensaréis nunca y eso es lo peor que les puede pasar. El día que dejéis de pensar vais a ser como

robots, como máquinas que se mueven.

Desde su experiencia personal ¿Qué miedos y esperanzas propias compartiría con

nosotros al vernos hoy como jóvenes ignacianos latinoamericanos y que consejos nos

daría?

P. General:

Tres preguntas (risas): ¿Qué miedos? ¿Qué esperanzas? ¿Y qué consejos?

Yo frente a los jóvenes. Con jóvenes latinoamericanos es la primera vez que me encuentro.

Vosotros sabéis más sobre jóvenes latinoamericanos que yo, así que no voy a decir nada que no

sepáis. Lo que sí, yo tengo más esperanzas que miedos.

Tengo un miedo y se los diré ahora, pero tengo muchas más esperanzas que miedos. Yo

creo que los jóvenes -y estoy seguro que vosotros pertenecéis a este tipo de jóvenes- son una gran

esperanza para la sociedad porque ven el mundo

abierto, el futuro no es cerrado. Nosotros, los

mayores, hemos querido determinar el futuro y

siempre fracasamos, porque no nos seguís.

Queremos determinar todo, es decir “esto es lo que

nosotros creemos, vamos a organizarlo para que sea

el camino del futuro”. Y vosotros decís “no, ¿porqué

eso es bueno? Yo tengo una idea mejor” y estáis

recreando la humanidad, el mundo, vuestra fe. Lo

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que estáis haciendo todo el día de hoy es recrear parte de la creación, de vuestra fe, y eso es muy

bueno; eso es buenísimo y eso nos da mucha esperanza.

Yo tengo esperanza porque vosotros estáis buscando las cosas con consistencia. Queréis

que si el evangelio tiene un mensaje de compasión, ¿porqué no vemos compasión?; eso es una

pregunta que os surge con fuerza. Si el evangelio nos dice que Dios está cerca de nosotros ¿por qué

la Iglesia está tan lejos?, esa es una pregunta que os hacéis vosotros. Es una manera de pensar que

me parece sumamente sana, creativa y en la que vosotros podéis contribuir mucho. O sea que mis

esperanzas son más grandes que otras cosas.

Vosotros sois la gran oportunidad para que esta sociedad y toda otra sociedad mejoren. No

somos anarquistas, por lo tanto no vamos a tirar todo por la borda para empezar como si nosotros

fuéramos Miguel Ángel.

Sois la gran oportunidad, veis más y tratáis de ser consistentes. El miedo escondido en esta

esperanza es que no seáis consistentes. Es decir que ahora que sois estudiantes habláis de todas

estas cosas, pero luego tenéis que encontrar un empleo; en la empresa hay que trabajar, hay que

adaptarse y al cabo de pocos años estáis haciendo lo mismo que ahora criticáis, ese es mi miedo.

No los acuso de nada, yo creo que hay más esperanza que miedo, pero la posibilidad de no

responder está siempre con vosotros.

Pensad que cuando vosotros retáis a la sociedad ese reto se vuelve contra vosotros. En Asia

dicen, cuando apuntas al dedo, un dedo va a hacia ti, pero tres vuelven hacia mí. Cuando yo digo

“tenéis que” me estoy diciendo a mí con tres dedos “tengo que, tengo que, tengo que”. Es una

manera de expresar que no hay retos a la vida, sino que todo vuelve, son tiros de “bumeran” que

vuelven y te dan.

Yo tengo mucha esperanza en la juventud, porque vosotros tenéis mucha más creatividad

que nosotros. Tenéis más medios, más información, más creatividad también. Porque la capacidad

de crear está mucho más despierta en vosotros y esto porque estáis en una cultura que permite la

creatividad. Hay otras culturas donde el sistema de identificación se ha hecho tan estructurado que

ya la creatividad queda limitada. En vuestro caso no y por eso hay más esperanza.

Creatividad para una vida más humana, es decir, más según Dios, porque lo que Dios quiere

es que seamos más humanos. Vivir más plenamente la vida que Él nos ha dado. No compliquéis las

cosas con mucho lenguaje religioso. Es lo que

Dios quiere y es lo que vosotros queréis, pero en

profundidad, no superficialmente.

Esta llamada a la profundidad vosotros la

podéis hacer siempre que os dediquéis

seriamente a lo que estáis haciendo ahora que

es “estudiad, pensad”. Si veis problemas en la

sociedad moderna estudiad por qué.

Hubo un tiempo, cuando yo era joven, en

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los años 60 y 70, donde los estudiantes universitarios levantaban voces, había grandes

manifestaciones, pero no pensaban. Todos decían lo que decían los grandes pensadores de su

tiempo (de izquierdas o de derechas). Todos repetían lo mismo y ustedes “no hagáis eso, pensad”.

Esto es verdad, qué valor tiene, cómo va a afectar la sociedad en que yo vivo, a los pobres, a los

niños, al futuro. Esas son preguntas que tenéis que haceros, por lo tanto estudiad, estudiad a

fondo. Ahora sois estudiantes, estudiad a fondo, en profundidad. De manera que sepáis, cuando en

el futuro habléis con voz fuerte porqué decís eso, porqué habláis así, porqué ese mensaje está bien

fundado y saber porqué.

Para eso, esos espacios de

reflexión que decía: oración, ver a

Cristo como norma última. Si

habéis explorado un poco la

espiritualidad ignaciana, habéis

caído en la palabra mágica para

nosotros que es “Magis”. Parece,

pero no es mágica, que es más de

Cristo, más compasión, más

inteligencia, más profundidad,

más según el evangelio. Por lo

tanto el ser estudiantes es una

gran contribución a la vida social. Algunos creen que los estudiantes son parásitos, ¡no! El

estudiante que estudia no es parásito. El estudiante que estudia está haciendo el futuro del país y

por ello hay que estudiar a fondo y estudiar bien, de manera que podáis contribuir y luego

manteneros libres. Hay un principio que en Asia es muy importante que es la norma del gran día,

para cómo reaccionar en los rumores. Porque estamos en una sociedad en la que hay muchos

rumores, los periódicos crean rumores, los rumores parece que tienen una fuerza por sí misma y

Gandhi decía “toda persona que se precie de ser persona cuando oye un rumor tiene que hacerse

tres preguntas: primero, ¿es verdad?, entonces estudia si es verdad o no; segundo, si es verdad o

no, ¿ayuda que yo lo repita o no ayuda? Hay veces que no ayuda, que destruye, hay rumores que

destruyen y destruyen familias, relaciones y amistades. Tercero, aunque ayude ¿aumenta el amor

entre nosotros o no, o lo destruye?” Si no puedo responder si a las tres cuestiones, entonces yo

hago silencio. Ese es un principio de sabiduría de un gran sabio del siglo XX. Con esto termino;

muchas gracias.