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Eran las primeras horas de la mañana del 23 de abril cuándo - estando ella agachada, ocupada en retocar, en el jardín de la parte de atrás de la casa, el color de unos lirios morados qué crecían allí junto a unas fragantes azucenas blancas - su mamá saliendo por la puerta de la cocina gritó alborozada: - ¡Citerea! ¡Citerea! ven ... corre ... acaba de llegar TAETON! .... A Citerea de la impresión se la cayó el pincel que sostenía en su mano derecha. Cuándo fue a ponerse en píe, con la rodilla volcó el bote de pintura y su contenido impregnó ... de un vistoso tono morado ... las medías verdes de Citerea. Una vez totalmente de píe, comprobó aterrada que sus zapatitos rojos ya no eran rojos sino ¡morados!. Se quedó petrificada en el sitio sin poder moverse y como una sonámbula vio avanzar hacia ella a un simpático duende de pelo rubio y grandes ojos azules. - ¡Hola, prima! - escuchó decir como en un ensueño - mientras su primo la abrazaba y la daba un beso en cada mejilla. - Me alegro mucho de conocerte. Ya veo que eres "pintora" - continúo Taeton mientras descaradamente miraba las piernas y zapatos de su prima llenos de pintura de color morado. CITEREA hubiese querido desaparecer, pero la risa alegre y desenfadada de TAETON, sin un ápice de malicia, la hizo primero dibujar una tímida sonrisa para luego enseguida unirse a las hilarantes carcajadas de su primo recién llegado. Así riendo sin parar, como dos tontos felices, les encontró la mamá de Citerea cuándo salió al jardín. Cuando luego vio "la facha" que tenía su hija, se unió al grupo de alegres carcajadas también. Aquella tarde, después de comer fueron paseando, agarrados de la mano, a lo largo del arroyo que nacía en La Antigua Fuente. Álamos situados a ambos lados de las orillas sombreaban tímidamente el camino al tiempo que lucían sus primeras y tiernas hojas verdes mientras remolonamente estiraban - a los tibios rayos de sol -sus ramas tratando de abrazarlo entre sus brazos pujantes de savia nueva. Mientras paseaban primero se encontraron con un grupo de Elfos atareados en "repintar" de rojo con puntos negros, a un numeroso

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Es la víspera del 1 de MAYO y los duendes de PEÑA LARA están emocionadísimos ante la gran CELEBRACIÓN de mañana...

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Page 1: CHAPTER III (páginas 7 - 8 - 9)

Eran las primeras horas de la mañana del 23 de abril cuándo - estando ella agachada, ocupada en retocar, en el jardín de la parte de atrás de la casa, el color de unos lirios morados qué crecían allí junto a unas fragantes azucenas blancas - su mamá saliendo por la puerta de la cocina gritó alborozada:

- ¡Citerea! ¡Citerea! ven ... corre ... acaba de llegar TAETON! ....

A Citerea de la impresión se la cayó el pincel que sostenía en su mano derecha. Cuándo fue a ponerse en píe, con la rodilla volcó el bote de pintura y su contenido impregnó ... de un vistoso tono morado ... las medías verdes de Citerea.

Una vez totalmente de píe, comprobó aterrada que sus zapatitos rojos ya no eran rojos sino ¡morados!. Se quedó petrificada en el sitio sin poder moverse y como una sonámbula vio avanzar hacia ella a un simpático duende de pelo rubio y grandes ojos azules.

- ¡Hola, prima! - escuchó decir como en un ensueño - mientras su primo la abrazaba y la daba un beso en cada mejilla.- Me alegro mucho de conocerte. Ya veo que eres "pintora" - continúo Taeton mientras descaradamente miraba las piernas y zapatos de su prima llenos de pintura de color morado.

CITEREA hubiese querido desaparecer, pero la risa alegre y desenfadada de TAETON, sin un ápice de malicia, la hizo primero dibujar una tímida sonrisa para luego enseguida unirse a las hilarantes carcajadas de su primo recién llegado.

Así riendo sin parar, como dos tontos felices, les encontró la mamá de Citerea cuándo salió al jardín. Cuando luego vio "la facha" que tenía su hija, se unió al grupo de alegres carcajadas también.

Aquella tarde, después de comer fueron paseando, agarrados de la mano, a lo largo del arroyo que nacía en La Antigua Fuente. Álamos situados a ambos lados de las orillas sombreaban tímidamente el camino al tiempo que lucían sus primeras y tiernas hojas verdes mientras remolonamente estiraban - a los tibios rayos de sol -sus ramas tratando de abrazarlo entre sus brazos pujantes de savia nueva.

Mientras paseaban primero se encontraron con un grupo de Elfos atareados en "repintar" de rojo con puntos negros, a un numeroso grupo de coquetuelas Mariquitas que reían y parloteaban sin parar contándose sus cuitas.

Por la tarde, ya de vuelta a casa, vieron con las primeras sombras del ocaso, a un grupo de Gusanos de Luz alrededor de una pequeña Hada - que sentada encima de una “amanita muscaria” de color rojo con lunares blancos - les enseñaba a practicar ejercicios de relajación y concentración para que, de este modo, el día de la fiesta mayor pudiesen brillar con sus más bellos y luminosos colores verde-dorado.El 28 de Abril fue un día de mucho trabajo para todos. Los capullos de seda, uno por uno, habían empezado a abrirse desde primeras horas de la mañana y las recién nacidas mariposas necesitaban de los cuidados de toda

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la comunidad de duendes para ayudarlas a extender, suave y lentamente, sus frágiles y delicadas alas todavía húmedas. Había que extenderlas al sol con mucho esmero para que se secasen bien. De este modo se hacían más resistentes y menos vulnerables.

El día siguiente toda la Gente Menuda, con botes de pintura y brocha en mano, se lo pasaron dando rienda suelta a su imaginación mientras extraños diseños y divertidos colores cubrían las, hasta entonces, todavía blancas alas de las recién nacidas mariposas.

El día 30 - víspera de la fiesta - cada uno de la casa, estuvo haciendo los últimos preparativos de las ropas y adornos que lucirían en el gran baile del día siguiente.

CITEREA optó lo primero por un reconfortante baño. Llenó la bañera de agua templada y en ella echó bayas de enebro y hojas de romero, tomillo y eucalipto. Sumergida en el agua de la bañera, que despedía un aroma cuya fragancia la calmaba haciéndola sentir feliz, se imaginó a sí misma ya vestida con el traje de gala que para tal ocasión se había confeccionado con los pétalos de una magnolia.

Su pelo rojo bermejo, lo llevaría adornado con una diadema blanca hecha de minúsculos "lirios del bosque". Una capa hecha con hojas de yedra, realzaría sus ojos verdes.

Citerea ronroneaba feliz como un gato, dentro del agua calentita de la bañera, imaginándose su propio aspecto y el de los demás invitados a la fiesta, ya que todo el mundo hacía incluso lo imposible con tal de que la CELEBRACIÓN en honor de la naturaleza y la vegetación, resultase lo más esplendorosa y divertida posible.

Durante la cena, todo el mundo se encontraba eufórico, dicharachero y feliz viviendo a tope la emoción de las horas precedentes a la exaltación del Árbol de Mayo.

Y por fin, el 1 de MAYO amaneció radiante.

Un deslumbrante sol, desde lo alto de la cúpula azul del cielo, derramaba sus rayos paternales sobre el valle. De este modo se unía participando de la alegría y felicidad de las criaturas terrestres.

A las 12 del mediodía, toda la Gente Menuda del Valle de Lara se encontraba ya congregada en el claro del Bosque de Robles.

Como vivían muy distanciados unos de otros, las "Fiestas de la Rosalía" eran una ocasión excelente para reencontrarse con los viejos amigos y para entablar nuevas amistades.

Sin embargo, Citerea ese año no tenía interés alguno en conocer a nadie nuevo.

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Encandilada como estaba con su primo Taeton no dejaba de mirarle ni un momento, aunque fuese de reojo para que nadie se diese cuenta. ¡Uf! ¡Se sentía tan feliz!!!...

Cuándo después de la comida campestre, con postre de trufas, se fueron a descansar al píe de un viejo roble, Citerea miró al cielo e imaginó que ella y Taeton se montaban en una algodonosa y simpática nube que les transportaba a tierras lejanas. Así tranquilamente se quedó sumida en sus dulces sueños. Cuándo se despertó, el astro rey se retiraba ya a descansar después de un día feliz y entretenido.

Tan pronto como el último rayo de sol desapareció - como un brillante punto de luz verde - en el horizonte, todos los gusanos de luz, cientos y miles de ellos repartidos entre los troncos y ramas de los árboles, encendieron sus luces iluminando a todos los congregados con sus rutilantes destellos verdes y dorados.

Las llamas de las numerosas HOGUERAS formaban tres CÍRCULOS concéntricos sobre el claro del bosque. La orquesta "Kri - Kri" con un potente redoble de tambor, seguido del alegre sonido de sus instrumentos de metal, dio la señal para que empezase el baile. En ese momento, como tocados por un mágico resorte, parejas y más parejas de danzarines se pusieron a bailar.

Como en sueños, Citerea, se sintió agarrada a la mano de Taeton que tiraba de ella en dirección al centro del círculo situado en la explanada. Toda la noche pasó como en un sueño. No se cansaba de bailar y bailar con Taeton mientras contemplaba embelesada la carita de su primo con sus rebeldes rizos rubios cayéndole sobre la frente y su amplia sonrisa que dejaba ver sus blancos dientes perfectamente alineados.

Citerea vivía cada momento como si fuese el último de su vida. Aunque todavía muy joven, sabía por experiencia que "nunca una situación se repite dos veces".

Irremediablemente todo CAMBÍA. Nunca nada es "absolutamente igual".

Así que decidió aprovechar el momento y poner todos sus siete sentidos al máximo de actividad para que siempre, siempre, en el futuro, pasara lo que pasara, siempre guardase en lo más profundo de su corazón "el más vívido recuerdo de aquellos felices e irrepetibles momentos".

Ya era muy tarde cuándo toda la familia se dispuso a regresar a casa montados en un carrito del que tiraban unas simpáticas Libélulas que gentilmente se ofrecieron a llevarlos ya que todas ellas eran un grupo de hermanas que vivían precisamente en la charca de agua que se formaba muy cerca de la vivienda de los padres de Citerea.

Se acomodaron todos en los asientos del carruaje y las Hermanas Libélulas emprendieron su grácil vuelo. Apoyando Citerea su sien contra el hombro de Taeton empezaron a surcar el espacio y juntos volaron por encima de las copas de los árboles hasta aterrizar justo delante de la puerta de su casa.

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El grupo se disolvió despidiéndose cordialmente unos de otros y deseándose mutuamente "Buenas Noches". …/.