chaguaceda y azor.-cuba, políticas de participación y prácticas de autonomía

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Crítica y Emancipación. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales (Año III no. 6 jul-dic 2011) Titulo Bajeux, Jean Claude - Autor/a; Guardia, Sara Beatríz - Autor/a; Sader, Emir - Compilador/a o Editor/a; Suárez, Carlos - Compilador/a o Editor/a; Gentili, Pablo - Compilador/a o Editor/a; Chaguaceda Noriega, Armando - Autor/a; Azor Hernández, Marlene - Autor/a; Guanche Zaldívar, Julio César - Autor/a; Proner, Carol - Autor/a; Follari, Roberto - Autor/a; Albertani, Claudio - Autor/a; Eagleton, Terry - Autor/a; Guedón, Jean-Claude - Autor/a; Almeyra, Guillermo - Autor/a; Autor(es) Buenos Aires Lugar CLACSO Editorial/Editor 2011 Fecha Colección Acceso abierto; Zapatismo; Marxismo; Multiculturalismo; Constitucionalismo; Socialismo; Estado; Democracia; Educación; América Latina; Caribe; Temas Revista Tipo de documento http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/se/20120229114433/CyE6.pdf URL Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genérica http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es Licencia Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO http://biblioteca.clacso.edu.ar Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) Conselho Latino-americano de Ciências Sociais (CLACSO) Latin American Council of Social Sciences (CLACSO) www.clacso.edu.ar

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Revista Crítica y Emancipación

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  • Crtica y Emancipacin. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales (Ao III no. 6jul-dic 2011)

    Titulo

    Bajeux, Jean Claude - Autor/a; Guardia, Sara Beatrz - Autor/a; Sader, Emir -Compilador/a o Editor/a; Surez, Carlos - Compilador/a o Editor/a; Gentili, Pablo -Compilador/a o Editor/a; Chaguaceda Noriega, Armando - Autor/a; Azor Hernndez,Marlene - Autor/a; Guanche Zaldvar, Julio Csar - Autor/a; Proner, Carol - Autor/a; Follari, Roberto - Autor/a; Albertani, Claudio - Autor/a; Eagleton, Terry - Autor/a; Guedn, Jean-Claude - Autor/a; Almeyra, Guillermo - Autor/a;

    Autor(es)

    Buenos Aires LugarCLACSO Editorial/Editor2011 Fecha

    ColeccinAcceso abierto; Zapatismo; Marxismo; Multiculturalismo; Constitucionalismo;Socialismo; Estado; Democracia; Educacin; Amrica Latina; Caribe;

    Temas

    Revista Tipo de documentohttp://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/se/20120229114433/CyE6.pdf URLReconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genricahttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es

    Licencia

    Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSOhttp://biblioteca.clacso.edu.ar

    Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)Conselho Latino-americano de Cincias Sociais (CLACSO)

    Latin American Council of Social Sciences (CLACSO)www.clacso.edu.ar

  • CRTICAyEMANCIPACIN

  • Crtica y EmancipacinAo III N 6 / Publicacin semestral / Segundo semestre de 2011

    Directores

    Emir S. Sader, Secretario Ejecutivo de CLACSO

    Pablo A.A. Gentili, Secretario Ejecutivo Adjunto de CLACSO

    Editor

    Carlos Abel Surez

    Colectivo Editorial

    Alejandro Grimson (Argentina)

    Emir Sader (Brasil)

    Guillermo Almeyra (Argentina/Mxico)

    Carlos Abel Surez (Argentina)

    Ingrid Sarti (Brasil)

    Jorge Rovira Mas (Costa Rica)

    Luciano Concheiro (Mxico)

    Pablo Gentili (Argentina/Brasil)

    Vctor Vich (Per)

    Vctor Manuel Moncayo (Colombia)

    Secretarios de Redaccin

    Sabrina Gonzlez y Lucas Sablich

    Comit Directivo de CLACSO

    Julio Csar Gambina (FISyP, Argentina)

    Luis Tapia (CIDES-UMSA, Bolivia)

    Jos Vicente Tavares (IFCH-UFRGS, Brasil)

    Carmen Caamao Morua (IIS-UCR, Costa Rica)

    Jess Redondo Rojo (DP-FACSO, Chile)

    Gabriel Misas Arango (IEPRI-UNAL, Colombia)

    Suzy Castor Pierre-Charles (CRESFED, Hait)

    Francisco Luciano Concheiro Borquez (DCSH-UAM-X, Mxico)

    Domicilio de la publicacin

    Estados Unidos 1168, C1101AAX, Ciudad de Buenos Aires, Argentina

    Telfono: [54 11] 4304-4302

  • Revista latinoamericana de ciencias sociales

    Ao I I I N 6S e g u n d o s e m e s t r e 2 0 11

    CRTICAyEMANCIPACIN

  • rea de Produccin Editorial y Contenidos Web de CLACSO

    Responsable editorial

    Lucas Sablich

    Director de arte

    Marcelo Giardino

    Responsable de contenidos web

    Juan Acerbi

    Webmaster

    Sebastin Higa

    Logstica

    Alejandro Cipolloni

    Diseo Editorial

    Santngelo Diseo

    Arte de Tapa

    Detalle de la obra Candombe

    del artista plstico uruguayo Pedro Figari, leo sobre cartn.

    Impresin

    Grfica Laf SRL

    Propietario Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - CLACSO

    ISSN: 1999-8104 - Impreso en Argentina - Noviembre de 2011

    Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales

    Queda hecho el depsito que establece la Ley 11723.Direccin Nacional del Derecho de Autor: Expediente en trmite.

    Se autoriza la reproduccin de los artculos en cualquier medio a condicin de la mencin de la fuente y previa comunicacin al director.

    La responsabilidad por las opiniones expresadas en los artculos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicacin no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretara Ejecutiva de CLACSO.

    Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional

  • Cuba, polticas de participacin y prcticas de autonoma: organizacin, accin y discursoArmando Chaguaceda Noriega y Marlene Azor Hernndez

    La democracia en Cuba, 1959-2010Julio Csar Guanche Zaldvar

    Cultura y poltica en Amrica Latina

    El Estado Plurinacional y la nueva Constitucin bolivianaContribuciones de la experiencia boliviana al debate de los lmites al modelo democrtico liberalCarol Proner

    Lo cultural en su lugar dentro de lo social Roberto Follari

    Sumario

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  • Dilogos latinoamericanos

    El camino a la democracia directa Entrevista con Pablo Gonzlez CasanovaClaudio Albertani

    Memoria

    Adis al maestro Adolfo Snchez Vzquez, 15 de septiembre de 1915 - 8 de julio de 2011Esttica y marxismo: entrevista a Adolfo Snchez VzquezSara Beatriz Guardia

    Hait: la refundacin de una nacinJean Claude Bajeux

    Perspectivas

    Tena razn Marx? No es demasiado tarde para preguntar Terry Eagleton

    El acceso abierto y la divisin entre ciencia principal y perifricaJean-Claude Gudon

    Lecturas crticas

    Un libro frtil e indispensableSobre O Banco Mundial como ator poltico, intelectual e financeiro 1944-2008, de Joo Mrcio Mendes PereiraGuillermo Almeyra

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    Cuba, polticas de participacin y prcticas de autonoma: organizacin, accin y discursoArmando Chaguaceda Noriega y Marlene Azor Hernndez

    AbstractThis text proposes to explore the state

    of (and the relationship between)

    participation policies, designed and

    directed from the State, and those

    autonomy practices that emerge from

    society, while seeking the represen-

    tation of identities and demands

    ignored by the formal order. It also

    exposes some statements that show

    the expression/demand for greater

    popular protagonism, enunciated

    from left positions, against the bu-

    reaucratic characteristics of the po-

    litical regime and the mercantilists

    trends of the ongoing reforms. Only

    those seeking radical changes towards

    a democratic socialism with dif-

    ferent shades of depth, not thus those

    autonomy practices that pleads for a

    ResumenEste texto propone explorar el estado

    de (y la relacin entre) las polticas de

    participacin, diseadas y dirigidas

    desde el Estado, y aquellas prcticas

    de autonoma que emergen de la so-

    ciedad, procurando la representacin

    de identidades y demandas preteridas

    por el orden formal. Tambin expo-

    ne algunos discursos que muestran

    la expresin/demanda de mayor pro-

    tagonismo popular, realizados desde

    posiciones de izquierda, frente a los

    rasgos burocrticos del rgimen pol-

    tico y las tendencias mercantilizado-

    ras de las reformas en curso, slo las

    que pretenden cambios radicales ha-

    cia un socialismo democrtico con

    diferentes matices de profundidad, no

    as aquellas prcticas de autonoma

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    Palabras clave1| Estado 2| Participacin 3| Democracia 4| Socialismo 5| Autonoma

    Keywords1| State 2| Participation 3| Democracy 4| Socialism 5| Autonomy

    Cmo citar este artculo [Norma ISO 690]

    CHAGUACEDA NORIEGA, Armando y AZOR HERNNDEZ, Marlene. Cuba,

    polticas de participacin y prcticas de autonoma: organizacin, accin y discurso.

    Crtica y Emancipacin, (6): 9-35, segundo semestre 2011.

    Political scientist and historian. Member of

    the Observatorio Social de Amrica Latina

    (OSAL) and co-coordinator of CLACSOs

    Working Group Emergent Anti-capitalisms

    and Sociabilities.

    Sociologist. Former researcher and

    Professor at the University of Paris VIII

    (France), the Universidad de La Habana

    (Cuba) and the Universidad Anhuac

    (Mexico).

    Armando Chaguaceda NoriegaPolitlogo e historiador. Miembro

    del Observatorio Social de Amrica

    Latina y co-coordinador del Grupo de

    Trabajo de CLACSO Anticapitalismos y

    Sociabilidades Emergentes.

    Marlene Azor HernndezSociloga. Ha sido investigadora y

    docente en la Universidad de Pars VIII

    (Francia), la Universidad de La Habana

    (Cuba) y la Universidad Anhuac

    (Mxico).

    que abogan por una transformacin

    hacia un capitalismo democrtico.

    transformation towards a democratic

    capitalism.

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    Cuba, polticas de participacin y prcticas de autonoma: organizacin, accin y discurso

    IntroduccinLa participacin (y su relacin con los actores institucionales y societa-les) ha motivado acercamientos de los investigadores isleos desde los aos noventa, destacando algunos aportes particulares (Dilla Alfonso et al., 1993; Dilla Alfonso, 1996; Valds Paz, 2009). Sin embargo, la academia cubana, poseedora de una calidad incontestada en el Cari-be insular, no emula en este tema (hijo de la sociologa y las ciencias polticas) con sus abordajes de las desigualdades sociales y territoria-les, el racismo y los conflictos generacionales. La naturaleza del obje-to de estudio (poltico), as como las condiciones de posibilidad con l relacionadas (mecanismos institucionales de estricto control de la investigacin y su difusin), ha jugado una mala pasada a los intere-sados en el tema, sean investigadores o pblico, y ha favorecido, como tendencia, un tratamiento epidrmico del asunto, donde las necesarias referencias empricas y las propuestas se ven siempre postergadas en aras de interpretaciones abstractas y/o normativas, una descripcin del orden formal o funcional o el uso de conceptos de moda, importados sin la necesaria adecuacin a las condiciones nacionales. Dficit que comparten aquellas visiones forneas que profesan una defensa acrti-ca del gobierno cubano, como ha sido analizado recientemente (Azor Hernndez, 2011).

    En relacin con las prcticas de autonoma y autoorgani-zacin, las aportaciones de la academia son an ms limitadas. Al ser un fenmeno invisibilizado por el poder (como muestra de rechazo) y por sus propios practicantes (como recurso de sobrevivencia), los in-vestigadores se han ocupado poco de registrar, de forma documentada, semejantes experiencias. Sin embargo, existen algunas obras dignas de destacar en este rubro (Bobes, 2000).

    Aunque enfocado sobre esas problemticas, este trabajo no se propone un abordaje ms exhaustivo y extenso, que requerira reu-nir miradas ms puntuales y sobre todo una acuciosa cartografa de los diversos sectores, grupos y actores sociales, ni describir los encuentros

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    y desencuentros entre el Estado-partido y la ciudadana en la historia del medio siglo transcurrido. Nuestro propsito es aportar una valo-racin del estado de la cuestin en la actualidad, a fin de explorar el potencial existente (o bloqueado) para una mayor autonoma de la ciu-dadana frente a contenidos conservadores (en sus rasgos de mercanti-lismo autoritario) de las reformas en curso1.

    Las polticas de participacinEl rgimen socialista de Estado, que desde hace medio siglo impera en Cuba, integra dentro de una veterana tradicin estatista los rasgos del modelo sovitico: fusin Estado-partido, control/colonizacin de la so-ciedad y bloqueo sistemtico de la capacidad de autoorganizacin de la ciudadana. Dentro de este orden, emergi paulatinamente, desde los primeros aos de la Revolucin2, un modelo de participacin que com-binaba grandes congregaciones populares con la ejecutoria centralizada del liderazgo. Esta propuesta, aunque fue vlida para ese perodo y sus demandas, quedaba limitada por la imposibilidad deliberativa real de los asuntos de inters propuesta y discusin, porque el individuo est influido por la pasin de las masas y el magnetismo de los lderes y esto genera fenmenos como el unanimismo, la sugestin de los involucrados y el desconocimiento de los matices que resultan de una deliberacin.

    Al desaparecer las formas asociativas de la sociedad prerre-volucionaria, los vacos fueron llenados por nuevas organizaciones de masas como los Comits de Defensa de la Revolucin y la Federacin de Mujeres Cubanas organizadas ambas a nivel de los barrios, que con el tiempo iran acompandose por otras asociaciones profesionales y civi-les (de profesionales, del agro, abogados, ambientalistas). Los derechos sociales (salud, educacin, seguridad social, empleo) y culturales (acceso a formacin y recreacin artstica) adquirieron preeminencia en el ima-ginario colectivo, pasando los polticos y civiles a concebirse (y realizar-se) nicamente dentro de las instituciones y polticas del nuevo poder.

    Para la dcada del setenta este esquema revel disfuncio-nalidades (voluntarismo3 que obviaba las mediaciones institucionales

    1 Reformas que son conducidas, con evidentes propsitos de reformulacin de la gobernabilidad y la legitimidad, por parte de la lite cubana, y son entusiastamen-te respaldada por un sector de la academia.

    2 Cuando la oposicin termin en el exilio o la derrota, y el proceso socializ polticamente a millones de personas que participaron en sus tareas sociales, eco-nmicas y polticas: la alfabetizacin, planes agrcolas e industriales.

    3 El voluntarismo alude a una visin de la direccin poltica y el desarrollo so-cial que apela a la voluntad humana (encarnada en lderes carismticos y masas entusiastas) para forzar los ritmos y alcances del desarrollo (socioeconmicos,

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    y la deliberacin popular, estilo de campaa que aceleraba los procesos de planificacin, inversin y produccin y generaba caos administra-tivo, como se demostr en la fracasada Zafra de los 10 millones4) y se acudi a una reestructuracin del orden institucional, copiado del modelo sovitico. Dicho proceso result mediatizado, ya que pese al entusiasmo y creatividad populares, tanto el personalismo como la institucionalizacin del rgimen poltico (y sus rituales) coexistieron cobrando fuerza durante los aos subsiguientes, en detrimento de la participacin autnoma. Se conform un sistema de gobierno formal-mente denominado Poder Popular, que en lo territorial abarcaba desde

    la localidad (Asamblea y Gobierno municipales), pasando por la pro-vincia (Asamblea y Gobierno provincial) hasta llegar al nivel nacional (Asamblea Nacional y Consejo de Estado) y otras dependencias centra-les (ministerios), con una enorme burocracia ms o menos profesional encargada segn el modelo del socialismo de Estado de la planifica-cin y gestin de las polticas pblicas y usufructuaria/redistribuidora del excedente producido por los trabajadores.

    En su condicin de pas subdesarrollado, el Estado cuba-no ha intentado defender la soberana nacional, impulsar el desarrollo y garantizar la justicia social mediante la redistribucin de servicios y bienes. Pero evidenci tambin su incapacidad para resolver gran

    poltico e ideolgicos) ms all de lo que las condiciones materiales y culturales del contexto permiten.

    4 Campaa econmica e ideolgica que absorbi los recursos de la nacin cubana de 1967 a 1970, teniendo como objetivo incumplido alcanzar una zafra rcord en volmenes de produccin (10 millones de toneladas) y remontar, con las divisas obtenidas, el subdesarrollo. Se caracteriz por altas dosis de improvisacin ad-ministrativa, voluntarismo y el sacrificio de millones de ciudadanos convertidos en improvisados macheteros. Su fracaso marc el fin de la poca romntica de la Revolucin Cubana (para algunos autores supone el fin de la Revolucin misma) y abre una etapa de estrecha vinculacin con la URSS y sus modelos de integracin econmica, patrones ideolgicos y nexos geopolticos.

    Lo social [] tiende a ser constantemente subsumido o controlado por lo estatal, dentro de una relacin asimtrica que beneficia a este ltimo actor.

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    cantidad de expectativas de la sociedad, con un modelo de gestin cen-tralizada y vertical donde los cargos del Estado y el Partido Comunista de Cuba (PCC) se solapan en los niveles superiores de direccin en las personas del llamado liderazgo histrico: Fidel y la generacin de dirigentes provenientes de la lucha insurreccional anterior al triunfo de 1959. Y a niveles inferiores existe muchas veces un solapamiento similar si no de las personas s de funcionamiento de estructuras con dirigentes del partido haciendo las veces de jefe de gobierno, algo particularmente visible en las provincias y zonas rurales del pas.

    La respuesta a las demandas y expectativas de la ciuda-dana necesita actores no estatales que evalen y corrijan las polticas pblicas, papel no cubierto hoy por la prensa ni por las inexistentes o invisibles asociaciones de vecinos, promotores de derechos, consumi-dores, padres de educandos: supone respetar y promover la autonoma societal que se encuentra bajo asedio en la Cuba actual. Es sintomtico que, mientras ello sucede, el funcionamiento institucional sea precario y extraordinariamente lento para responder a las demandas sociales, pues la centralizacin, la discrecionalidad administrativa y el persona-lismo han frenado el dinamismo y la deliberacin colectiva desde las instancias nacionales a las estructuras de base gubernamentales, aso-ciativas y partidistas, en un modo de organizacin de la vida colectiva donde lo social (sea en espacios organizados o informales) tiende a ser constantemente subsumido o controlado por lo estatal, dentro de una relacin asimtrica que beneficia a este ltimo actor.

    Constantemente (con nfasis desde las reformas constitu-cionales de 1992), la prensa define al rgimen cubano como una de-mocracia participativa, mientras el ciudadano al identificar al tr-mino con el magro desempeo de las instituciones donde puede hacer sus demandas asume una visin banalizada y restringida del acto de participar, basada en la impronta de un ordenamiento estadocntri-co que debilita el compromiso cvico necesario para la exitosa imple-mentacin de los cambios. Al plantear el nuevo gobierno su acertada demanda de mejorar la performance institucional, ha acudido desde 2007 a soluciones tpicamente administrativas y tecnocrticas (funcio-narios que controlan funcionarios, compactacin de la burocracia), sin avanzar a una expansin de la participacin ciudadana basada en la tradicin del pensamiento socialista (consejos obreros, autogestin empresarial, asambleas populares abiertas, opinin pblica libre, aso-ciaciones autnomas) o en las innovaciones democrticas contempor-neas (consejos gestores, contralora social, mesas de concertacin) que aparecen cada vez ms en muchas zonas de Latinoamrica. Aunque se convocan debates nacionales, como los preparatorios del IV Congreso

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    (1990) y del VI Congreso (2010) del PCC, donde se llama a debatir ampliamente los problemas nacionales, se priorizan formas de parti-cipacin consultivas, territorialmente fragmentadas y temticamente circunscriptas a la economa.

    El sesgo consultivo de la participacin reside en la discu-sin ciudadana de cursos de accin ya esbozados (o decididos) en ins-tancias superiores de la institucionalidad, como el Consejo de Estado y Bur Poltico. As, la posibilidad de participar se reduce al ejercicio individual de la voz y la agregacin limitada de demandas pero no a la conformacin de la agenda y menos a la ejecucin y el control de la misma, y las correcciones son privativas de la voluntad de los dirigen-tes que operan con total discrecionalidad. Esta ha sido la experiencia de los debates previos a Congresos del PCC (1991, 2010) y la discusin de iniciativas legales (como la de Trabajo y Seguridad Social, 2009) de amplio impacto social.

    Lo fragmentado de este ejercicio de democracia partici-pativa (discusiones por sindicatos en empresas, asambleas barriales o colectivos estudiantiles) y la no devolucin del agregado resultante de los debates a la sociedad (misin incumplida por los medios de prensa) impiden la contrastacin de las expectativas personales y sociales y la conformacin de colectivos capaces de incidir, de forma organizada y en correspondencia con la legislacin vigente, en los cnclaves pol-ticos claves, como el congreso del PCC o las sesiones de la Asamblea Nacional, lo cual refuerza la percepcin de la ciudadana de su imposi-bilidad de incidir en la agenda poltica del gobierno.

    Se trata de una participacin temticamente parroquial, porque en las llamadas asambleas de rendicin de cuenta del Poder Popular en los barrios, el potencial democrtico se limita casi exclusi-vamente a emplazar5 por su ejecutoria a funcionarios de bajo y medio rango con las demandas que giran casi siempre alrededor de bienes y servicios insatisfechos y no sobre procedimientos o asuntos de mayor alcance. Al final, aunque las experiencias de remocin de representan-tes por electores de base tienen contados ejemplos, el protagonismo de la poblacin en ese rubro, as como la relativamente mayor transparen-cia del desempeo institucional con este relacionado, son reales, pero limitados en temas y posibilidades de control, por la subordinacin

    5 Fuentes consultadas en La Habana sealan que, ante el desgaste del sistema, la mayora de las veces ni siquiera se logra una participacin que permita seme-jante control popular. En testimonios recabados en tres zonas de la capital se constata que a reuniones recientes (2009 a la fecha) ha asistido menos del 30% de los electores.

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    vertical de los rganos de poder local, por un enfoque convencional acerca del rol del PCC como fuerza rectora de la comunidad y por la persistencia de estilos autoritarios y personalistas de liderazgo y la preeminencia de una participacin movilizativa.

    Los Consejos Populares, como instancias territoriales que congregan una poblacin a nivel inferior al municipio y renen va-rias calles o cuadras de los barrios, deben servir de canales para su participacin en el espacio local, pero poseen limitadas atribuciones efectivas6 y an menos recursos, por lo cual su promisoria expansin durante los aos noventa no dio los frutos esperados al insertarse dentro de un orden vertical y centralizado. La debilidad de la econo-ma popular, la inexistencia de cooperativas urbanas de produccin y servicios, la debilidad del asociativismo local y nacional, unidos a la ausencia de legislacin y polticas para (y desde) el municipio, han afectado el trabajo de los Consejos Populares como espacios para la par-ticipacin. Finalmente, como parece repetirse hoy en varias naciones de Amrica Latina con la figura de los Consejos (de Poder Ciudadano en Nicaragua, Comunal en Venezuela), a lo largo de todas las localidades cubanas se expandi un mar de participacin con un milmetro de profundidad, estrechamente articulado y dependiente de los niveles superiores del aparato del Estado.

    Si a ello sumamos el desgaste material y simblico acumu-lado en la poblacin cubana a partir de la crisis socioeconmica de los ltimos veinte aos y los efectos poco dinamizadores del funcio-namiento vertical del sistema (que ha limitado hasta el momento los recursos y facultades a disposicin de las autoridades locales), enten-demos que mucha gente identifique participar (y rendir cuentas) con prcticas ineficaces y que su sesgo limite incluso aquellos discursos po-tencialmente emancipadores. En esta ltima direccin, la experiencia cubana con la Educacin Popular, ms all de su retrica atrayente, no ha logrado convertirse en principio regenerador de una pedagoga libertaria, al ser confinada a espacio y praxis de trabajo con pequeas comunidades con impacto limitado en las dinmicas de la vida nacio-nal y evadir sus promotores un anlisis de los factores estructurales que reproducen el autoritarismo (ver VOCES, 2010).

    Por otro lado, el despliegue de la autonoma social y el de-sarrollo de las polticas de participacin son inseparables de la cali-dad de la representacin poltica y las performances de la rendicin de

    6 Aun cuando, formalmente, la Ley 91 de los Consejos Populares les otorgue a dichas instancias facultades para propiciar y estimular iniciativas ciudadanas.

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    cuenta. Entendiendo la participacin como un proceso que parte de la accin individual de los ciudadanos hasta llegar a formas colectivas que se constituyen en prcticas y espacios de representacin (conse-jos gestores y electorales, presupuestos participativos, etc.), la relacin entre participacin y representacin resulta complementaria, toda vez que la legitimidad y eficacia de ambos procesos se presuponen. Y debe fortalecerse con polticas de rendicin de cuenta (RdC), a partir de las cuales los actores determinen la responsabilidad y sancin del desem-peo gubernamental, lo cual supondra la interaccin entre agentes sociales y estatales7.

    Participacin ciudadana en los debates de los lineamientos econmicos y sociales propuestos por el PCC y aprobados en su VI Congreso8Al cabo de catorce aos sin realizar un Congreso, eran grandes las expectativas de la ciudadana en relacin con los cambios evidente-mente necesarios, al menos en el orden econmico, para salir de una crisis que no ha logrado recuperar ni la capacidad productiva ni los niveles de vida de 1989 ltimo ao de subsidio sovitico. Por ello, la convocatoria a discutir las polticas globales econmicas y sociales levant determinadas esperanzas. El presente anlisis de sus resultados nos permite, por una parte, inferir el centro de las preocupaciones de

    7 La confusin discursiva (y prctica) respecto de la RdC en la experiencia cubana es incalculable. Para un anlisis del real estado de sus diferentes modalidades, ver Alzugaray y Chaguaceda (2010).

    8 Informacin extrada de PCC (2011). Para consultar este y otros materiales relacionados ver ; y .

    Un mar de participacin [] de un milmetro de profundidad estrechamente vinculado y dependiente de los niveles superiores del aparato del Estado.

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    la poblacin y, por la otra, constatar el tipo de cultura poltica que se incentiva desde el gobierno.

    Asistieron a las reuniones 8.913.838 ciudadanos. De ellos, slo el 33,87% intervino. Las cuestiones ms demandadas por la pobla-cin9 estn en doce lineamientos, que en orden de importancia por el nmero de ciudadanos que las proponen, son las siguientes:

    Temas* Opiniones

    Gradualidad de la eliminacin de la libreta de racionamiento** 54.979

    Estabilidad de los precios no estatales 32.171 NL

    Venta liberada de combustible domstico y tecnologas avanzadas de coccin 22.599 NL

    Atencin priorizada al transporte de pasajeros 16.875 NL

    Mejoras de condiciones de trabajo del personal de la salud y su atencin a la poblacin

    16.600

    Compra y venta de medios automotores 13.816 NL

    Superacin y atencin a docentes; papel de la familia en la educacin 13.126

    Venta de materiales de construccin, con subsidio a personas de ms bajos ingresos

    13.012 NL

    Mejoras en el transporte terrestre y martimo, carga y de pasajeros 12.247

    Pedido de viajar los nacionales como turistas al exterior 11.195

    Establecimiento de la compraventa de viviendas y agilizacin de trmites para permutas, remodelacin y arriendo de viviendas

    10.942

    Mejoras en el transporte del sistema de salud y el servicio de urgencias a la poblacin

    10.665

    * Entre los ms demandados, aquellos que son nuevos, propuestos por la ciudadana aparecen al lado del nmero de opiniones con las letras NL (nuevo lineamiento).

    ** Considerando las condiciones que garanticen los niveles de produccin y oferta de los productos bsicos a precios accesibles a todos los ciudadanos.

    Si unimos los puntos coincidentes de los asuntos ms demandados por la poblacin, podemos afirmar que se refieren directamente a los pro-blemas de la vida cotidiana: la falta de capacidad adquisitiva de la po-blacin para resolver sus necesidades bsicas es el problema ms grave sealado con un total de 87.150 intervenciones; le sigue el deterioro de los servicios de salud y educacin, 40.391 opiniones; el transporte ocupa el tercer lugar de preocupacin, con 29.122 opiniones; el cuarto

    9 El criterio para seleccionar las demandas ms importantes para la poblacin fue considerar las demandas pedidas por 10.000 o ms de 10.000 ciudadanos en toda la repblica.

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    problema es la vivienda, con 23.945 intervenciones; el quinto problema es el combustible domstico, con 22.599 opiniones. Como resultado de una campaa nacional de ahorro, se le impuso a la poblacin cambiar el gas y el keroseno por cocinas elctricas. Con la subida del precio del kilovatio hasta un 280% a inicios de este ao a los que consumen ms de 300 k/h al mes, difcilmente la familia cubana promedio pueda cubrir ese gasto. Le siguen en importancia, entre los ms demandados, la venta de equipos automotores y la posibilidad de salir al exterior como turistas.

    La preocupacin central de la poblacin se reduce a los problemas de la sobrevivencia, resultado del drstico deterioro masivo de las condiciones de su reproduccin en ms de veinte aos de crisis. Los pronunciamientos masivos no tienen que ver con las formas de control ciudadano, ni con la rendicin de cuentas de la gestin estatal. No obstante, desconocemos el contenido de las 50 mil demandas que fueron rechazadas o que, seala el documento, estn en estudio; es posible que en este rubro se incluyan demandas ms ligadas a semejan-tes problemticas.

    A partir de lo publicado, apreciamos que la ciudadana poco se pronuncia por las polticas globales de la industria, la agricul-tura, el comercio exterior, la poltica energtica, las inversiones10, el tu-rismo, la poltica cientfica, cultural o en el deporte. Esto es consecuen-cia, por una parte, de la insatisfaccin acumulada de sus necesidades bsicas y, por otro, de una cultura poltica sobre la participacin estric-tamente acotada desde el punto de vista poltico en el cual se combina la percepcin de la real imposibilidad de proponer alternativas polti-cas (porque el debate est permitido slo para discutir los problemas econmicos y sociales) y el desconocimiento de formas autnomas de control y de gestin popular.

    As, desde el partido-Estado se incentiva la desconexin de la poltica y la apata ciudadana sobre los asuntos nacionales que no tengan que ver directamente con su sobrevivencia inmediata. Un fuerte discurso anticapitalista hegemnico produce el efecto contrario en condiciones de participacin movilizativa general o consultiva parroquial (en temas y en pequeos espacios sin conexin), algo que

    10 Hay un fuerte descontento, al menos en la intelectualidad cubana, sobre las consecuencias y las maneras en que el Estado est negociando la dependencia eco-nmica del pas con el capital transnacional: las zonas econmicas especiales, los campos de golf para el turismo de lujo, el mercado inmobiliario para extranjeros y la prontitud y opacidad de las medidas legales y operacionales para realizarlas, en contraste con la lentitud de iguales desempeos para la economa interna.

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    la prensa y el resto de los medios podra suplir, o el propio documento aclarar, socializando el contenido de las demandas de la poblacin; pero esta transparencia informativa no est en la agenda del Estado cubano.

    Las apuestas de autonomaComo dentro del socialismo de Estado cubano, el discurso oficial y la accin de sus funcionarios reducen la iniciativa ciudadana a la cana-lizada dentro de las estructuras estatales y partidarias (lase del PCC) y las organizaciones de masas afines, ello tiene consecuencias perni-ciosas en lo econmico (aplastamiento de las iniciativas productivas y de servicio autogestivas) y lo poltico (desmovilizacin generalizada). Actores alternativos, incluyendo aquellos legalmente inscriptos y/o re-conocidos (ONG, grupos culturales, movimientos vecinales) son in-visibilizados por la institucionalidad y por segmentos conservadores de la academia, mientras que se les reconoce papeles subsidiarios en el funcionamiento social, se recela de su naturaleza no gubernamental o se los sanciona en cuanto enfrentan las decisiones tomadas por institu-ciones del sistema poltico.

    En la dcada del noventa, en el marco de la crisis provocada por la desaparicin del campo socialista, surgi un conjunto de asocia-ciones civiles, centros de capacitacin y servicios (incluidos algunos de inspiracin religiosa), fundaciones, fraternidades, logias, etc. Estas en-tidades se caracterizan por tener una tendencia a la profesionalizacin, con gastos de funcionamiento y una membresa que incluye en algu-nos casos personal asalariado y poblaciones-clientes. Las ms podero-sas desarrollaron una planificacin compleja del trabajo (programas, proyectos) en reas diversas y cuentan con liderazgos formalizados y estables. Frecuentemente, cumplen funciones mediadoras entre los go-biernos, la cooperacin internacional, por un lado, y diversas entidades de base, y dependen generalmente de fondos externos (privados, gu-bernamentales o de agencias). Dentro de este segmento encontramos entidades que proyectan discursos como los de diversidad sexual, am-bientalismo y Educacin Popular (Chaguaceda y Cilano, 2009).

    Por esos aos tambin aparecieron diferentes movimien-tos barriales, asociados a estructuras como los Talleres de Transforma-cin Integral del Barrio (TTIB)11 y a diversos proyectos comunitarios

    11 Los Talleres son equipos multidisciplinarios (planificadores, psiclogos, ac-tivistas culturales) expandidos en la dcada del noventa en veinte barrios ha-baneros con el propsito de trabajar, con participacin vecinal, los problemas de las comunidades. Sin ser una estructura de gobierno, su trabajo era atendi-do por el Grupo de Desarrollo Integral de la Capital (entidad de planificacin

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    apoyados por asociaciones cubanas y homlogas extranjeras. Poseen sentido local, casi sin conexin entre s; tienden a la informalidad y la territorialidad; tienen acceso limitado a los recursos econmicos y dependen de fuentes exgenas, trabajando en problemas puntuales de sus comunidades con la participacin de una membresa de vecinos y bajo coordinaciones donde resalta el liderazgo de mujeres.

    Frente a estas experiencias, el Estado desempe un papel contradictorio (Dilla Alfonso et al., 1998), propiciando, por un lado, recursos materiales y apoyo al personal, pero bloqueando su recono-cimiento legal y la dimensin autogestionaria de estas experiencias de economa popular que intentaron absorber iniciativas productivas locales. Aun as, se ensayaron relaciones de reciprocidad (ayuda veci-nal, reparticin de alimentos, donaciones) e impulsaron prestaciones comunitarias de algunos trabajadores por cuenta propia y frmulas de cooperacin al contratar sus servicios para actividades de los proyectos apoyados por asociaciones civiles.

    A partir de 1996 asistimos a un giro restrictivo estatal fren-te a la expansin del asociacionismo. Se detuvo el crecimiento de este tipo de organizaciones, se paraliz su inclusin en el Registro de Aso-ciaciones, se impusieron nuevos controles a las organizaciones exis-tentes y una vigilancia reforzada y continua sobre los financiamientos externos. Desde esa fecha no ha habido crecimiento de la comuni-dad no gubernamental cubana, sino una contraccin en el accionar, debido a redefiniciones institucionales de algunos participantes y el debilitamiento de los esfuerzos de articulacin. Pese a ello, el inters ciudadano en autoorganizarse propicia que dismiles tramas participa-tivas sean acogidas dentro de las instituciones estatales y asociaciones creadas, o en zonas de contacto entre ambas por ejemplo, mediante proyectos socioculturales, desarrollando actividades cuyos desempe-os rebasan ocasionalmente los objetivos formales y las lgicas decla-radas por las primeras (Chaguaceda y Cilano, 2009).

    La justificacin recurrente acerca de estas nuevas medidas se encuentra en el incremento de la poltica desestabilizadora estadouni-dense, expresada en la aprobacin de la Ley Helms-Burton y su Carril 2, que propona como eje principal el trabajo con las organizaciones de la sociedad civil cubana, identifi cndolas con los grupo de organizaciones

    metropolitana) y se vinculaba estrechamente con los Consejos Populares, lo que motiv conflictos con algunos dirigentes locales por sus estilos tradicionales de liderazgo autoritario e intentos de intromisin en el trabajo de los TTIB. Pese a su probado xito, el Estado limit su extensin tanto a otras provincias como a otros barrios de la propia capital.

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    antisistmicos: movimientos y partidos opositores, grupos de derechos humanos y periodistas independientes, etc. Como consecuencia, mu-chas asociaciones fueron reducidas a poseer roles muy discretos (pa-gando el precio de la casi invisibilidad); y otras fueron cerradas bajo el criterio de que sus funciones iban a ser asumidas por el Estado (Hbitat Cuba). En parte, evadieron estos desenlaces aquellas organizaciones que gozan de proteccin poltica especial por sus fuertes vnculos estatales o por la relevancia de sus contactos internacionales (como es el caso del Centro Memorial Martin Luther King), lo que les ha permitido mante-ner cierto impacto en la sociedad cubana y ser especialmente favoreci-das por la ayuda financiera de contrapartes extranjeras.

    Experiencias truncas como el grupo de intelectuales post y neomarxistas Paideia (1990), los proyectos Arte Calle, Hacer y Cas-tillo de la Fuerza en las artes plsticas (segunda mitad de los aos ochenta), el colectivo feminista Magn (1996), el espacio estudian-til de izquierda Ch Vive (1997), el proyecto de planificacin urbana participativa Hbitat Cuba (1998) y el colectivo ambientalista Sibari-mar (2005) son una muestra del rechazo profundo e instintivo a las prcticas de autonoma social (autonomofobia) de amplios secto-res de la burocracia islea12. Los casos mencionados (y otros menos conocidos) sufrieron procesos de (re)presiones y sanciones estatales, que conllevaron autnticos dramas personales para sus miembros y fundadores, en muchos casos destacados militantes de las organiza-ciones polticas de la Revolucin y jvenes formados enteramente en el perodo revolucionario que concluy en muchos casos con la emi-gracin. Aunque an no han sido objeto del estudio y difusin me-recidos, su mayor valor poltico y testimonial reside en constituir iniciativas autnomas de participacin y activismo ajenas a la lgica burocratizada impregnada en las instituciones cubanas, frente a las que el poder constituido actu con particular celo (desincentivando o reprimiendo a sus integrantes y vetando oficialmente dichas ini-ciativas), al sentir amenazado el monopolio simblico y discursivo con que siempre ha pretendido simplificar (y representar) a todo el pensamiento de izquierda cubano.

    A despecho de esta situacin, en Cuba han emergido sociabilidades alternativas (colectivos ambientalistas y promoto-res de la paz, grupos y talleres de arte, foros de pensamiento e in-tervencin comunitaria, entre otros) nacidas en los mrgenes de la

    12 Entre parntesis se refiere la fecha aproximada de su clausura o extincin.

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    institucionalidad13 que tienden a la autogestin y el liderazgo parti-cipativo y buscan la experimentacin cultural y el activismo cons-truyendo espacios de autonoma y articulacin de cara al Estado, enfrentando las amenazas (internas o exgenas) de tendencias auto-ritarias y mercantilizadoras. No obstante estos avances, tales grupos muestran dificultades para articularse, sufren debilidades organiza-tivas, carencia de recursos y presiones institucionales. En su cultura y praxis polticas impera cierta visin de radicalismo autolimitado en la nocin de Adam Michnik (Arato y Cohen, 2002) que apuesta a la recreacin de islotes de autonoma dentro de una sociedad en-

    marcada y regida por un orden estadocntrico, lo cual significa una estrategia valiosa por su ejemplo y potencial cvicos, pero acotada por el desarme y la desarticulacin hoy prevalecientes a escala social, re-sultado de una invisibilidad horizontal de la ciudadana y del silencio sobre la existencia de estas experiencias en la academia, en los medios de prensa, radiales y televisivos.

    Estos colectivos desarrollan, en su interaccin, un ser par-ticular, nacido de los entrecruzamientos de saberes, afectos y valores compartidos y modificados cotidianamente; expresndolos en discur-sos ms o menos coherentes de cara a una sociedad cuyas zonas intentan transformar con prcticas y testimonio. Como formas de agrupamiento y accin colectivas, tienden a la autogestin y el liderazgo participativo y buscan la experimentacin cultural y el activismo local. Con diverso estatus construyen espacios de autonoma y articulacin de cara al Es-tado, el mercado y las comunidades. Ello no significa que en su interior

    13 Destacan, entre otros, los colectivos nucleados en la Red Observatorio Crtico , el grupo OMNI, el foro Estado de SATS y el Festival la Rotilla.

    La preocupacin central de la poblacin se reduce a los problemas de la sobrevivencia.

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    no se produzcan tensiones con posturas autoritarias o monopolizadoras de recursos y estatus, sino que los modos de gestionar y dirimir esos conflictos y la toma de conciencia sobre la naturaleza de los mismos son sustancialmente diferentes a los encontrados en espacios como los de la institucionalidad tradicional: prevalecen las palabras sobre los palos.

    Uno de estos ejemplos, la Red Observatorio Crtico, es una red de colectivos que toma su nombre de los encuentros de alcance na-cional convocados en el seno de la Asociacin Hermanos Saz, donde jvenes creadores, crticos y promotores se renen para intercambiar ideas y consolidar proyectos culturales y comunitarios a partir del ao 2007. En marzo de 2009 tuvo lugar el tercero de dichos foros, cuya convocatoria reflejaba el inters en debatir crticamente las problem-ticas del protagonismo social, la creacin cultural, la cotidianidad y las experiencias comunitarias en Cuba y el mundo, as como a coordinar futuros esfuerzos conjuntos de los proyectos socio-culturales involu-crados (Observatorio Crtico, 2009). Despus de terminado el evento, el grupo informal de jvenes profesores e investigadores de ciencias sociales que constitua el colectivo Ctedra de Pensamiento Crtico y Culturas Emergentes Hayde Santamara (KHS)14 present una re-latora socializando los saberes y las acciones compartidos y gestados en dicho foro; y junto con el resto de los participantes se decidi no recesar las deliberaciones al trmino del mismo, sino continuar las ac-tividades como una red.

    Esta red ha incluido una alianza solidaria con un nmero de colectivos autnomos, algunos de los cuales se constituyeron o se sumaron a la red despus del encuentro de marzo de 2009. Actualmen-te (junio de 2011), los proyectos que conforman la red15, adems de la Ctedra Hayde Santamara, son los siguientes:

    El Guardabosques: proyecto ecolgico que edita un bole-tn digital y realiza acciones de reforestacin y contra el maltrato a los rboles.

    14 La KHS es un colectivo autnomo que adquiri, en 2005, el carcter de proyec-to sociocultural dentro de la Seccin de Crtica e Investigacin de la Asociacin Hermanos Saz. Integrada por investigadores sociales, profesores universitarios, literatos y gestores culturales, es un espacio para el debate, el intercambio de cono-cimientos, la socializacin de experiencias de creacin colectivas, la recuperacin de las memorias histricas vinculadas a las experiencias emancipatorias en Cuba y en el mundo; conjugando enfoques macro y micro y debates tericos con vivencias y acciones culturales.

    15 Con anterioridad, otros colectivos formaron parte de la Red Observatorio Cr-tico. Aunque por diferentes razones decidieron interrumpir su pertenencia, en general, se mantiene un dilogo fluido con sus integrantes.

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    Ahimsa: proyecto de reciente constitucin que promueve el pensamiento y la praxis social de la no violencia activa.

    El Trencito: proyecto familiar comunitario autnomo, de-dicado a promover juegos no competitivos y no adultocn-tricos entre nio/as de un vecindario de La Habana.

    Socialismo Participativo y Democrtico (SPD): colectivo dedicado a reflexionar y elaborar propuestas para Cuba a partir del socialismo autogestionario. Edit un boletn y se encuentra en un proceso de redefinicin de su accionar.

    Black Hat: comunidad que colabora para crear materiales informativos y softwares para la solucin de dificultades y problemticas relacionadas con las nuevas tecnologas y ayudar al desarrollo de la cultura informtica en Cuba.

    Cofrada de la Negritud: colectivo dedicado al anlisis de temas raciales, hace posicionamientos pblicos referidos a estos temas y la conmemoraciones a personalidades, fechas o eventos comnmente silenciados en la prctica y la histo-ria oficial nacional. La reivindicacin de los derechos de los negros y negras en Cuba forma parte de su lucha.

    Salvadera: proyecto ecolgico comunitario que acciona en el perifrico barrio habanero el reparto elctrico, involu-crando a instituciones estatales, organizaciones no guber-namentales, grupos autnomos y vecinos. La proteccin de animales y plantas es el sello distintivo del proyecto.

    Chequendeque: grupo potico que defiende el acervo cul-tural afrodiasprico, y que est integrado por poetas, pin-tores, escultores, msicos, y periodistas cubanos.

    Existen tambin personas y/o colectivos, fundamentalmente vinculados al mundo bloggers, al periodismo alternativo y a la reflexin social, que acompaan el trabajo de la Red Observatorio Crtico16. En estos casos, las relaciones cordiales y de colaboracin hablan de la amplitud de hori-zontes del Observatorio y de la capacidad para articular consensos.

    Adems de editar un boletn electrnico (Compendio Ob-servatorio Crtico) e impreso (El Observador) y realizar las actividades

    16 Entre estos destacan colegas de Bloggers Cuba , el portal Havanatimes , la agencia Inter Press Service y el proyecto Espacio Laical .

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    relacionadas con los intereses especficos de los colectivos miembros, la Red Observatorio Crtico ha continuado realizando sus encuentros anuales con creciente asistencia de pblico cubano y extranjero, re-cibiendo las diversas muestras de colaboracin, silencio y/o rechazo de las instituciones y organizaciones del pas. Tambin ha desarro-llado otras acciones pblicas como labores de saneamiento de zonas costeras, siembras de plantas, campaas de vacunacin de animales, acompaando y/o participando en actividades organizadas por otros colectivos como marchas por la No Violencia y actos conmemorativos contra el racismo realizados en cntricas calles habaneras y la repetida participacin autnoma dentro de las manifestaciones masivas convo-cadas por el gobierno los das 1 de mayo (2008, 2009 y 2010) portando consignas como abajo la burocracia/vivan los trabajadores/ms socialismo.

    Estas acciones han suscitado la realizacin de reiteradas (y, en sentido general, infructuosas) represalias de las autoridades para intentar abortar dichas actividades y debilitar a la Red Obser-vatorio Crtico. Los hostigamientos incluyen la difusin de rumores difamatorios, la amenaza (o ejecucin) de expulsiones de centros la-borales, la visita de agentes del orden interior a las casas y centros de trabajo de los miembros de los diferentes colectivos, la evidencia de un seguimiento y revisin de las comunicaciones (electrnicas y/o telefnicas) de sus miembros as como la vigilancia fsica sobre las ac-tividades pblicas desarrolladas por los colectivos. Hasta el momen-to, sin embargo, este accionar no ha incluido sancin penal alguna contra los involucrados, demostrando quizs el carcter ambiguo de la postura oficial respecto de estos colectivos y los costos polticos y morales de presentarlos como supuestos agentes de la contrarrevo-lucin y el imperialismo.

    Una de las fortalezas de estos colectivos son sus vnculos y solidaridad hacia (y desde) las luchas sociales desarrolladas en otros pases, contra la dominacin capitalista y autoritaria. Hacia el exterior, tanto a nivel individual como por iniciativa de sus colectivos integran-tes, la Red Observatorio Crtico ha sostenido intercambios con repre-sentantes del Movimiento Sin Tierra, las Comunidades Zapatistas, los movimientos estadounidenses y europeos opuestos a los Tratados de Libre Comercio y los Organismos Financieros Trasnacionales, as como con diversos colectivos culturales, ambientalistas y libertarios venezolanos, chilenos, mexicanos y argentinos.

    En el caso de la Red Observatorio Crtico destaca la hete-rogeneidad ideolgica de una alianza de colectivos nucleados alrede-dor de propuestas de izquierda mayormente (auto) calificadas como

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    socialistas y libertarias y de una membresa, cuyas trayectorias de vida renen la poltica entendida en un sentido amplio con el arte, el ambientalismo, la espiritualidad, en contra de la discriminacin ra-cial o por motivos de gnero u orientacin sexual. A estos colectivos, que persisten en sostener su activismo sin sumarse a las exclusiones y revanchas de los poderes instituidos, dentro y fuera de la isla, les cabe el mrito de creer que la lucha por expandir los espacios de derechos y participacin es posible y necesaria.

    Autonoma discursiva: debatiendo las reformas en curso y sus alternativasHasta aqu se ha analizado la autonoma desde el punto de vista orga-nizacional. Analicmosla ahora a nivel discursivo, algo poco estudiado en relacin con Cuba. Es necesario este ngulo de anlisis para com-prender el grado de madurez alcanzado por algunos actores sociales a pesar de las limitaciones institucionales para conformarse y expandir su radio de accin. Pese a la invisibilidad de las prcticas antihege-mnicas que se pronuncian y proponen alternativas a los cambios en curso, la sociedad cubana no es esa visin tradicional de un discur-so oficial triunfante sobre el vaco discursivo de los subalternos17. A continuacin referiremos cinco testimonios, procedentes del campo intelectual y artstico, que refutan tal aseveracin.

    En septiembre de 2010, en un foro de debate citadino (Temas, 2011), un participante del pblico expresaba:

    Uno de los problemas ms importantes que veo es la falta de un

    programa de desarrollo propio, econmico, poltico, social, del

    modelo cubano. Dependemos mucho de situaciones externas.

    Nuestro modelo ha estado expuesto a la crisis del campo socialis-

    ta; si maana hubiera una crisis en Venezuela, me pregunto qu

    pasar aqu. Nos falta desarrollo autctono de lo que creemos

    como modelo []. Si hoy 66% de nuestros trabajadores estn

    17 Utilizamos el enfoque de James C. Scott en su libro Los dominados y el arte de la resistencia (2000), en el cual el discurso es entendido como una articulacin social entre dominantes y dominados, con relaciones entre discursos pblicos y ocultos que pasan por los escenarios en los cuales se expresan. Su enfoque nos permite deconstruir la lectura tradicional de la sociedad con un discurso hege-mnico y descubrir los discursos pblicos no hegemnicos pero presentes, invi-sibilizados por la academia o los medios masivos. Aunque son discursos semio-cultos slo compartidos por pequeos grupos de involucrados, testimoniarlos es reconocer las diferencias de percepcin sobre la realidad entre el discurso oficial y hegemnico y el de actores subalternos, que defienden su identidad y el proyecto de sociedad en que quieren vivir.

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    vinculados al sector no productivo, si 17% son funcionarios y

    no responden a la realidad concreta de nuestro pas, esto ha sido

    consecuencia de una mala poltica econmica, social, o de otra

    naturaleza.

    Aludiendo al verticalismo del sistema poltico y los problemas de la participacin, expres:

    En nuestro sistema actual, las correcciones y las reformas po-

    lticas dependen de la voluntad de los lderes, no de nosotros

    mismos []. No deberamos depender slo de las voluntades

    polticas de personas que, por muy inteligentes que puedan ser,

    no cogen la guagua, no comen lo mismo que nosotros.

    En cuanto a la capacidad de rendicin de cuenta y control popular de las agendas de cambio, seal:

    Quines van a juzgar las decisiones, quines van a hacer las

    correcciones necesarias a las polticas? Los mismos que las

    toman? []. Quizs para las personas de 70 u 80 aos no

    sea preocupante, pero para m, que tengo 26, es mi principal

    preocupacin.

    Por su parte, el 13 de diciembre de 2010, un militante comunista18, pro-fesor de la Universidad de Las Villas, publica en la web un documen-to para explicar su negativa a aprobar los Lineamientos de la poltica econmica y social del Partido y la Revolucin. Explica lo que consi-dera el carcter burgus del documento y la necesidad de someterlo a referendo de toda la poblacin, porque ser ella la que sufrir las conse-cuencias del ajuste. Entre las razones de crtica se encuentran:

    [Sobre el economicismo]: El documento est permeado por un

    enfoque economicista cuyo pragmatismo propone reformas

    neoliberales como solucin a una crisis estructural generada

    ms en los estratos funcionariales que en lo adverso del contexto

    econmico y poltico internacional o en la baja productividad

    del trabajo resultante del desestmulo al trabajo acumulado por

    varias dcadas de gestin econmica y social burocratizada.

    [Sobre la (falsa) equivalencia de estatizacin con socialis-

    mo]: La empresa estatal centralizada y burocrtica que es en la

    18 Declaracin del militante Roberto Fernndez Blanco, profesor de la Universi-dad Central de Las Villas, en .

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    prctica, capitalismo monopolista de Estado y no dictadura del

    proletariado, monopolio estatal que pese a la socializacin so-

    cialista de las utilidades, est condenado a la ineficiencia pues al

    comportarse el estrato funcionarial usufructuario de la propie-

    dad social como propietario factual de los medios de produccin

    y de sus resultados, la accin de este grupo ha copado todas las

    entidades productivas y organizacionales de la nacin acaparan-

    do parte de los recursos necesarios para la produccin y tambin

    de los resultantes.

    [Sobre la invisibilidad del estatus de la burocracia]: No se expli-

    cita la necesidad de eliminar definitiva y totalmente el sistema de

    privilegios que favorece a dirigentes y funcionarios de todos los

    aparatos de direccin econmica, social y poltica de la nacin.

    Estos privilegios violan el principio socialista de distribucin de

    cada cual segn su capacidad, a cada cual segn su trabajo.

    [Sobre el costo social (y poltico) de las medidas de ajuste]: Los

    lineamientos proponen [] una restriccin neoliberal tpica en

    los empleos que empujarn violentamente a una prctica bur-

    guesa a 1.500.000 trabajadores (un 27% de la fuerza laboral

    activa), cifra que habra que multiplicar por una determinada

    cantidad de padres, esposos, hijos y otros familiares afectados

    []. En el documento no se mencionan polticas de compensa-

    cin, de recalificacin que permitan a tan notable sector laboral

    sortear la severa desventaja en la cual se vern inmersos.

    [Sobre la acotacin de temas a debate y papel del Partido]: El rol

    del Partido Comunista en el presente proyecto se limita a poner

    en ejecucin un paquete econmico. Pretender que son dos temas

    de discusin lo econmico de un lado y lo poltico del otro re-

    vela el pensamiento pragmtico del economicismo burgus.

    Por su parte, otro activista e intelectual socialista nos ofrece un balan-ce del VI Congreso del Partido (Campos, 2011), donde destaca:

    Se acord en el VI Congreso avanzar en un proceso de descentra-

    lizacin econmica, pero tres meses despus no hay claros pasos

    en esa direccin y, en la prctica, siguen en pocas manos el mo-

    nopolio, la centralizacin y concentracin de todo lo importante

    en la economa: el mercado, los recursos, las empresas, las deci-

    siones de polticas a seguir. El sector militar acapara las empresas

    ms productivas en divisas, el mercado interno de divisas y los

    proyectos principales compartidos con el capital extranjero.

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    Defendiendo la situacin de los trabajadores, el autor seala:

    Pero la culpa de las deficiencias se sigue atribuyendo al eslabn

    ms dbil y ltimo: los trabajadores, a los que hay que controlar,

    disciplinar y exigirles, los que nada deciden, los que siguen con

    bajsimos salarios, los menos estimulados, los ms necesitados,

    los dueos de nada.

    El uso de instituciones y mtodos policacos para coartar el debate y ac-tivismo de izquierda son sealados por el autor de la siguiente manera:

    La represin, que suele encubrirse bajo medidas administrativas,

    adquiere matices dramticos cuando alcanza a los propios re-

    volucionarios que, en defensa de la Revolucin y el socialismo,

    exponen puntos de vistas distintos a los del partido/gobierno,

    sobre las maneras de hacer avanzar la sociedad. Y todo amparado

    en decretos leyes y regulaciones, algunas ni escritas, que contra-

    vienen espritu y letra de la Constitucin.

    En lo referente al debate de ideas y opinin pblica, Campos arguye:

    La prensa contina plenamente controlada por el aparato ideol-

    gico de viejo estilo y en ella sigue predominando el triunfalis-

    mo, si bien se aprecia un aumento de la crtica a las deficiencias.

    Los espacios de crtica siguen limitados y el acceso a Internet es

    cada vez ms restringido. Los mtodos del neoestalinismo, en

    fin, no ceden.

    Como suerte de balance integral de la coyuntura, el intelectual destaca:

    La burocracia tendr manos libres mientras no se realicen cambios

    profundos, esenciales, hacia un sistema poltico plenamente demo-

    crtico, tolerante de las diferencias y respetuoso de las minoras;

    en tanto todos los cargos pblicos no sean sometidos al voto di-

    recto y secreto de los que recibirn la accin de los elegidos, y sean

    revocables. Seguir haciendo su voluntad mientras las leyes sigan

    siendo decretos y no sean ampliamente discutidas y aprobadas di-

    rectamente por el pueblo en referendos; en tanto no se respeten los

    derechos de expresin y asociacin de todos; siempre que sigamos

    sin un estado de derecho con garantas constitucionales y legales

    para todos los ciudadanos; en fin, mientras no tengamos una de-

    mocracia participativa y decisoria donde sea el pueblo directamen-

    te el que promueva, discuta, elija y decida todo lo que le afecta.

    Tambin desde el mundo artstico nos llegan voces lcidas que defien-den la autonoma, la justicia social, la soberana nacional y la libertad

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    personal como parte de una promesa emancipatoria para Cuba19. En la cultura underground destaca el do de hip hop Los Aldeanos, amplia-mente conocidos dentro y fuera del pas por su postura contestataria y su rechazo a las manipulaciones de la institucionalidad oficial (que ha vetado varias de sus presentaciones)20. Los Aldeanos forman parte de una red de colectivos creadores (Real 70) que se renen para producir arte (en estudios artesanales creados y gestionados por ellos mismos), intercambiar experiencias y establecer solidaridades, as como para convocar un pblico cada vez ms creciente.

    En su tema Viva Cuba Libre21, Los Aldeanos abren con una Especial dedicatoria a todo el pueblo cubano y a la memoria de los hombres que lucharon por una Cuba verdaderamente libre, para decir ms adelan-te: Soy de un pas que tiene tradicin de lucha por su soberana y se opona a la desigualdad, lo que no impide denunciar: Vivimos ence-rrados en la frase todo es del pueblo pero todo lo controla el Estado.

    Los problemas de la libertad de expresin y debate pbli-cos los sintetizan en una frase que refleja su experiencia personal con instituciones: Si crees en ellos, eres bueno, si discrepas, malo; en otro lado fueras compositor aqu eres un gusano. Reflejando la precaria

    19 Para analizar las negociaciones y conflictos entre los mundos del arte y la polti-ca en Cuba reciente existen estudios, realizados desde diferentes enfoques discur-sivos, coincidentes en su valor explicativo y testimonial. Ver Chaguaceda (2010) y Ponte (2010).

    20 Hay que destacar que la postura y discurso de Los Aldeanos, al igual que la de creadores contestatarios como Escuadrn Patriota y Silvito El Libre, se distancian de otras agrupaciones (por ejemplo, Porno para Ricardo) que tienen una orienta-cin poltica diferente, vinculada con posturas y personalidades derechistas del exilio cubano.

    21 Ver . Para conocimiento de su obra, as como de otros colectivos afines, ver .

    La sociedad cubana no es la visin tradicional de un discurso oficial triunfante sobre el vaco discursivo de los subalternos.

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    situacin material de los sectores populares (expresadas en el debate de Lineamientos y las medidas que buscan corregirla), los creadores nos recuerdan: Que alce la mano un cubano sin problema econmico; te-ner los pies en la tierra es un problema ideolgico []. Nuestro sueldo es una burla y los mandados una falta de respeto.

    Cuestionando el desempeo de las instituciones, refieren el sentir popular al decir: Slo burocratismo veo, el pasatiempo na-cional no es la pelota es el peloteo, para luego denunciar que se ha-bla mucho de democracia participativa []. Nuestra opinin para un decisin no cuenta all arriba. Como se aprecia, el discurso de Los Aldeanos est ntimamente vinculado a su compromiso con sectores populares y la soberana nacional: Fajao como Maceo represent la isla entera, hay que matarme pa quitarme la bandera, recurriendo a invocaciones a Che Guevara, comandante de verdad y la defensa de la Revolucin como cambiar lo que debe ser cambiado.

    Por ltimo, presentamos el trabajo de Eduardo del Llano, reconocido guionista y escritor cubano, quien (bajo el ldico y auto-gestivo sello de Sex Machine Productions) encabeza un grupo de artis-tas comprometidos con creacin de audiovisuales crticos, satirizando la realidad nacional. La serie gira alrededor de las peripecias del per-sonaje Nicanor ODonnell, un intelectual cubano, crtico y patriota, quien debe lidiar indistintamente con los conservadurismos familia-res, la mercantilizacin, la simulacin pblica, la censura de prensa y las visitas de los agentes policacos. En uno de sus ltimos trabajos, titulado Pravda22, Nicanor, admirador de la gesta del Moncada, es detenido por los agentes y sometido a un interrogatorio kafkiano por hacer pintadas clandestinas con banderas y consignas revoluciona-rias del Movimiento 26 de Julio.

    Los dilogos reflejan la apropiacin del nacionalismo y el patriotismo como patrimonio estatal:

    Nicanor. Yo soy un patriota.

    Agente. S, eso es lo que dicen todos, como si hubiera una patria

    para cada uno.

    Nicanor. Y no la hay?

    Agente. No, es una para todos la que te toca. [La sospecha

    oficial respecto a cualquier manifestacin de autonoma y la ar-

    bitraria clasificacin de las iniciativas ciudadanas, al margen de

    lo que formalmente reconoce la ley].

    22 El corto, musicalizado con un tema de Los Aldeanos, puede verse en .

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    Agente. Por qu llevas varias noches saliendo a escondidas a

    pintar banderas y vivas al 26 en los muros del Vedado?

    Nicanor. Ya le dije me interesa mantener vivo el significado

    primigenio, el ritual del acto.

    Agente. El modus operandi

    Nicanor. Si as lo quiere, aunque el trmino me parece un tanto

    viciado por el uso mire esas consignas, siempre aparecieron

    clandestinamente.

    Agente. Antes de la Revolucin para protestar contra la dic-

    tadura! Siguiendo su lgica, usted las pinta porque es un disi-

    dente, porque establece un smil entre

    Nicanor. Un disidente que hace grafittis con las consigna del

    rgimen que se supone detesta?

    Agente. A nadie le entran esos ataques patriticos a las tres de

    la madrugada!

    Nicanor. A m s.

    Agente. Pues no es normal.

    Nicanor. Que no sea normal no lo hace subversivo.

    Agente. Eso lo decido yo.

    Nicanor. Vaya, yo crea que lo decida la ley!

    A quienes desconocen las dinmicas internas de control poltico vigen-tes en Cuba por medio siglo puede parecer surrealista el dilogo, pero expresa de manera casi exacta los argumentos de agentes del poder al confrontar a activistas y creadores autnomos23. Como colofn, el creador, en un acto de transparencia y desafo al poder que lo confron-ta, anuncia: El sbado que viene voy a hacer otro graffiti, de hoces y martillos, con la frase Todo el Poder a los Soviets.

    Conclusiones Analizar el estado actual de la participacin ciudadana y de las prc-ticas de autonoma desde diversas posturas de izquierda en Cuba ha sido el objetivo del presente artculo. Segn su propsito, hemos ana-lizado las polticas de participacin incentivadas y promovidas desde

    23 A partir de nuestra propia experiencia de interaccin con esos agentes (y con su cultura poltica), damos testimonio de que sostener una propuesta crtica desde la izquierda puede conllevar el calificativo de ser agentes subversivos o, cuando menos, manipulados por el enemigo; las iniciativas autnomas son acciones desestabilizadoras de la CIA, o los llamados a un socialismo participativo y la autoorganizacin popular una cosa que est bien para otros pases, pero aqu no, porque aqu la Revolucin ya se hizo, y ser de izquierda en Cuba es defender las ideas de Fidel y Ral.

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    el Estado y sus limitaciones, as como la sospecha y represin institu-cionalizada contra los movimientos autnomos y la invisibilidad de sus discursos.

    La actual coyuntura permite describir un estado de mayo-ritaria apata ciudadana respecto de los grandes asuntos nacionales, con un inters masivo circunscripto a la satisfaccin de las necesida-des ms perentorias. Como trasfondo, una cultura poltica diversa en contenidos y grados de madurez, que reivindica nociones de justicia y autonoma, pero que resulta sepultada bajo las prcticas instituciona-les que sujetan al ciudadano a una eterna dependencia. Frente a esto se constata una madurez discursiva en varios actores que dejan entrever la capacidad de anlisis de la totalidad social y sus propuestas de alter-nativas que se expresan en los mrgenes de la opinin pblica cautiva, precisamente en los estrechos mrgenes de pequeos grupos y del es-caso y restringido acceso a Internet.

    Se trata de una resistencia semioculta al interior del pas, que circula de manera informal por redes de amigos y conocidos; pero la defensa renovada de los intereses populares y los contenidos emanci-padores de la Revolucin y el socialismo pasan por articular estas prc-ticas y discursos contrahegemnicos, capaces de contrarrestar el poder burocrtico y el avance de los agentes de un capitalismo no declarado y sus valores en el actual proceso de reformas.

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    La democracia en Cuba, 1959-2010Julio Csar Guanche Zaldvar

    AbstractThe revolutionary triumph of 1959

    inaugurated in Cuba a new concept of

    democracy that ensured access to active

    political life to large population sectors,

    previously excluded from it. In so do-

    ing, there was developed a universal

    policy of social inclusion. The popular

    political practice put the wealth of the

    country in the hands of the dispossessed

    and generated great social mobility,

    which was the key to increasing popu-

    lar participation.

    The imperialist aggression and the de-

    velopment of the consolidation process

    itself produced the notions that limited

    popular participation: the rise of the

    bureaucracy, the understanding of the

    unit as unanimity and monitoring, in

    part, as tendencies of Soviet Marxism.

    ResumenEl triunfo revolucionario de 1959

    consagr en Cuba un nuevo concepto

    de democracia, basado en garantizar

    el acceso a la vida poltica activa a

    grandes sectores poblacionales, antes

    excluidos de ella. Para ello desarroll

    una poltica de inclusin social con

    carcter universal. La prctica polti-

    ca popular puso las riquezas del pas

    en manos de los desposedos y gener

    gran movilidad social, lo cual result

    clave para el aumento de la participa-

    cin popular.

    El contexto de agresin imperia-

    lista y el propio desarrollo del proceso

    produjo el afianzamiento de nociones

    que limitaron la participacin popular:

    el auge de la burocracia, la compren-

    sin de la unidad como unanimidad y

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    Palabras clave1| Democracia 2| Participacin 3| Socialismo 4| Revolucin 5| Ciudadana

    Keywords1| Democracy 2| Participation 3| Socialism 4| Revolution 5| Citizenship

    Cmo citar este artculo [Norma ISO 690]

    GUANCHE ZALDVAR, Julio Csar. La democracia en Cuba, 1959-2010. Crtica y

    Emancipacin, (6): 37-48, segundo semestre 2011.

    He has got a CLACSO-ASDI 2009-2011

    scholarship, B2 category, with the

    investigation Estado, participacin y

    representacin polticas en Cuba. Diseo

    institucional y prctica poltica tras la

    reforma constitucional de 1992. He is the

    author of the following texts: La

    imaginacin contra la norma. Ocho

    enfoques sobre la Repblica de 1902

    (2004); El hombre en la cornisa (2006,

    with Hilario Rosete Silva); En el borde de

    todo. El hoy y el maana de la revolucin

    en Cuba (2007); and of the essays collection

    El continente de lo posible. Un examen

    sobre la condicin revolucionaria (2008);

    and Mella: vidas rebeldes (2009).

    Julio Csar Guanche Zaldvar Becario de CLACSO-ASDI 2009-2011,

    categora B2, con la investigacin

    Estado, participacin y representacin

    polticas en Cuba. Diseo institucional

    y prctica poltica tras la reforma

    constitucional de 1992. Autor de La

    imaginacin contra la norma. Ocho

    enfoques sobre la Repblica de 1902

    (2004); El hombre en la cornisa (2006,

    junto con Hilario Rosete Silva); En el

    borde de todo. El hoy y el maana de la

    revolucin en Cuba (2007); la coleccin

    de ensayos El continente de lo posible. Un

    examen sobre la condicin revolucionaria

    (2008); y Mella: vidas rebeldes (2009).

    el seguimiento, en parte, de corrientes

    del marxismo sovitico.

    Los desafos actuales para pro-

    fundizar la democracia en Cuba se

    presentan en tres planos: socializar el

    poder, promover la sociodiversidad y

    desarrollar la ideologa revolucionaria.

    Current challenges to deepen the de-

    mocracy process in Cuba are presented

    at three levels: socialize power, promote

    social diversity and develop the revolu-

    tionary ideology.

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    La democracia en Cuba, 1959-2010

    ILa poltica revolucionaria cubana posterior a 1959 elabor un concep-to de democracia basado en dos claves: extender, en cantidad y calidad, el nmero de personas que pueden acceder a la poltica, y poner la jus-ticia social en la base de la poltica democrtica.

    El proceso multiplic los sujetos de la poltica, los actores de la democracia, pensada por la mayor parte del liberalismo como una competencia entre lites polticas, y la elabor como un ideal igualitario.

    La nueva cultura poltica repudi los cotos excluyentes de la propiedad privada, tom posesin del pas y utiliz nuevas prcticas para pensarlo, organizarlo y hacerle demandas. Constituy una colec-tividad nacional e integr un pueblo, como actor poltico de su propio poder y de sus proyectos.

    Con su programa de justicia social, la poltica revolucio-naria desvincul el disfrute de los derechos sociales de la riqueza y del poder econmico de determinadas clases y los otorg al conjunto de la ciudadana segn la condicin de hombre y de ciudadano.

    En el discurso estatal, ese valor de la justicia social ha prevalecido sobre cualquier otro ideal especficamente poltico, por ejemplo, el de los derechos individuales. Su centralidad, conducida bajo el principio de homogeneizacin, expres la aspiracin, jacobina, a conformar una totalidad social uniforme. El ideal de democracia a la cubana sera la sociedad de una sola clase, lo que recoge adems el eco de las tradiciones revolucionarias de nivelacin social previas al jacobinismo.

    Con el tiempo, la importancia otorgada al principio de homogeneidad devino fuente inmanente de limitaciones, entre ellas, la prevalencia de la unidad sobre la diversidad revolucionarias, la sobrevaloracin de lo estatal (con el auge del burocratismo) y la co-dificacin de una ideologa de Estado.

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    IILa Revolucin Cubana se present como una incongruencia para el marxismo oficial vigente en su poca que la ley como proceso pe-queo burgus, cuando cumpla, no obstante, buena parte del pro-grama del marxismo sobre las tareas de la revolucin social.

    Desde su gestacin, prefigur rasgos que marcaran el perfil de su hegemona futura, en la medida en que concibi la lucha revolucionaria como la dialctica del agotamiento de vas legales, in-surreccin armada en los campos y guerrillas urbanas, movilizacin poltica del entramado social por medio de huelgas, recogida de fon-dos, manifestaciones, movimientos de solidaridad con las vctimas de la represin, sabotajes, acciones de propaganda, entre otras; construy un ejrcito revolucionario de extraccin popular; y organiz la admi-nistracin civil en los territorios liberados.

    El conjunto lleg hasta el punto de constituir un poder dual con respecto al poder del establishment, requisito con que el mar-xismo anuncia la viabilidad de la toma del poder estatal; es decir, como el contrapoder necesario para que la toma del poder no sea un efmero golpe de mano sino condicin y resultado de la transformacin social.

    Una vez conseguido el poder poltico, la Revolucin conti-nu el guin marxista: incaut las propiedades de las figuras ms com-prometidas con la dictadura militar; arm milicias populares; destruy el aparato de dominacin directo de la burguesa al disolver el ejrcito re-gular, la polica y los organismos vinculados a ellos; desmont el aparato estatal burgus, erigi en su lugar un nuevo orden estatal de contenido popular que defendi una poltica exterior independiente; y sent las ba-ses para la imposibilidad de la reproduccin de la base social del ancien rgime al atacar a fondo la propiedad privada: proscribi el latifundio, realiz la reforma agraria, nacionaliz el suelo y el subsuelo, la refinacin de petrleo, el azcar, la electricidad, los telfonos, la vivienda, el cemen-to, la banca y el comercio exterior, entre otros sectores en apenas cuatro aos; al tiempo que regeneraba la vida pblica con la prohibicin de la prostitucin, el juego ilcito y la usura; condenaba la discriminacin por razones de sexo y color de la piel; rediseaba el sistema escolar para dar cobertura creciente en el acceso a la educacin; lanzaba la campaa de alfabetizacin; creaba el Contingente de Mdicos Rurales para dar atencin a una poblacin histricamente preterida; aumentaba la oferta de empleos y los salarios mnimos; y promova una poltica econmica nacional con control de las divisas y las importaciones y la bsqueda de nuevos mercados (Bell Lara et al., 2006/2007).

    Esa poltica estaba unificada por un sentido: la integracin social del pueblo como cifra de su constitucin en sujeto poltico colectivo.

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    Para la afirmacin de la participacin popular resultaron esenciales varias transformaciones. La inmensa mayora de la pobla-cin se incorpor a la militancia estructurada en organizaciones, con vida poltica activa, con la apropiacin y el control sobre la prctica poltica y sobre la palabra, con la implicacin colectiva y directa en proyectos, con la socializacin en valores provenientes de esa experien-cia. Se involucr masivamente no slo en entidades laborales, sino en movimientos de masas con objetivos polticos precisos, como la defen-sa nacional, la proteccin ante catstrofes y la produccin econmica (Arenas, 1996: 108).

    IIIEl sistema institucional cubano logr desarrollos de la participacin ciudadana, habilitacin de mecanismos de consulta popular, politiza-cin de la ciudadana en la exigencia de ser parte en la toma de deci-siones, promocin de valores de solidaridad y cooperacin, movilidad social, grados muy altos de equidad e integracin social y comprensin de la actividad poltica como servicio pblico.

    El ideal democrtico debi desarrollarse en el seno de grandes tensiones, nacidas de su propio desenvolvimiento en combi-nacin con la agresin externa en forma de bloqueo, invasin militar y promocin sistemtica de la desestabilizacin del sistema. De aqu se han derivado tres campos de problemas, que han condicionado su curso: la estrategia de la unidad revolucionaria, la burocracia y la produccin de una ideologa de Estado.

    Las consecuencias provocadas por ellos son complejas: li-mitacin de la comprensin sobre la democracia, en tanto monopolio estatal de definicin de las polticas y pobre reconocimiento institucio-nal a la representacin autnoma de intereses sociales.

    La Revolucin Cubana se present como una incongruencia para el marxismo oficial vigente en su poca.

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    IVEn la regulacin de las diferencias existentes al interior del espectro revolucionario ha jugado un papel central el concepto de unidad re-volucionaria.

    Este significado, producido histri