césar gonzález ochoa el lugar de la crítica · así, la relación entre el escritor y el...
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César González Ochoa
El lugar de la crítica
Podemos pensar la crítica literaria , especialmente la realizada dentro de la institución universitaria, como una
disertación ; en tanto que disertación , aparece como un discurso en el que se desarrollan consideraciones sobre una cuestión precisa, en este caso, la obra literaria. Así considerada, lacrítica implicaría racionalidad , distancia, objetividad, fidelidady dependencia con respecto al objeto tratado, y sus objeti vosserían la comprens ión, comparación , clasificación y evaluaciónde tal objeto . Sin embargo, para el caso de la crítica literariadifícilmente podemos hablar de objetivos, puesto que comparación, clasificación, etc. , funcionan como elementos auxiliares para lograr la finalidad fundamental que es la lectura, lacomprensión y la apreciación de esa obra por otros lectores.
Una posible definición de lo que es la crítica en su sentidomás común y tradicional sería la que proporciona Thibaudet,quien escribe en los años treinta de nuestro siglo, pero en lamisma línea de los grandes críticos del siglo XIX. Para él lacrítica es "un cuerpo de escritores más o menos especializados,que tienen por profesión hablar de los libros, y que, al escribirsobre los libros de otros, hacen libros donde los pináculos delgenio no fueron todavía alcanzados, pero cuyo promedio notiene ninguna razón de valer menos de lo que el promedio delos otros libros." (Physiologíe de la critique).
Cuando se habla de crítica siempre está como telón defondo otro término, el de réplica, término en el cual se reúnendos sentidos: el de imitación y el de refutación. La historia delos textos escritos es la historia de la réplica y ésta siemprese desenvolvió entre la imitación (réplica del original) y larefutación (réplica al original). La crítica literaria osciló siempre entre el mimetismo piadoso y la refutación aparentementeimpía; y en ambos casos se ha encontrado en la misma situación de dependencia porque el texto literario es o lo sagradoque se debe adorar o el ídolo que se debe destruir en nombrede la Verdad literaria.
La crítica se ha distinguido siempre de la literatura y haasumido respecto a ésta 'una posición de inferioridad puestoque la primera se piensa como un asunto de sujetos creadoresmientras que la segunda sólo como oficio de fieles o de iconoclastas (lo que a fin de cuentas es lo mismo, puesser iconoclasta es ser fiel a otra verdad) . Así, la relación entreel escritor y el crítico ha sido correlativa a la relación que exis-
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te entre Creador (con mayúscula) y creador, y sus escritosdifieren como la Obra de la obra. El crítico siempre es segundo, o inferior o servidor, ya sea que él mismo se vea así oya sea que así se considere por los escr itore . Podemos encontrar muchos testimonios a lo largo de los siglos, empezando,como todo , desde Platón. Dice éste en u diálogo Ion:
Ese don que tienes de hablar bien acerca de Homero no es,como decía antes, un arte, sino una virtud divina <¡ue t 'mueve, semeja nte a aquella de la pi -dra de Eurípides lla·mad a piedra de Mag nes ia p ro qu' genera lm -nie esllamada pied ra de Heracles, En efe to, '5:1 pied ra no sóloatrae los anillos de hierro, sino que les comuni a su virtud ,de modo que éstos pueden hacer lo <¡ ue hace la pi -dra,atrae r otros anillos, tanto que a ve e 'ven uspend idos.ligados unos a los otros, formando una lar ga ri ' de anillos, y todos sacan su fuerza de esa pied ra. Es asl que lamusa inspira a los poetas y éstos, tra n mitiendo la inspira.ción a otros, forman una cadena de inspirados.
Con Platón se inaugura la idea de la existen ia de un centroinspirador, origen yverdad, yla aceptación del carácter repre·sentati vo de tod a obra de arte. Con ello e admite que sólo larepresentación directa es legítima mient ras que la repre entación de la representación es sospechosa . Desde Platón, el críotico no ha dejado de tener esa condición, y e to e ve, sobretodo, a partir del siglo XVII, época en la que realmente puededecirse que la crítica adquie re sus derechos de exi tencia. L1Sluces del SIglo XVIII sólo iluminan al crítico de manera indiorecta: para Rousseau así como para Diderot, el juicio críticoestá sometido a un juicio moral ycomo un gran escritor es unmorali sta, un buen crítico será, en el mej or de los casos, el quesabe reconocer a un buen moralista. Dice Voltaire en I i 64:
Aparecieron en las naciones modernas que cultivan las letras unas person as que se establecieron como críticos deprofesión, así como fueron creados aduaneros de puercos,para examin ar si los animales que se llevan al mercadono están enfermos. Los aduaneros de la literatu ra no encuentran ningún au tor perfectam ent e sano: ellos dancuenta, dos o tres veces por mes, de todas las enfermedades
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reinantes , de los malos versos hechos en la capital y en lasprovincias, de las novelas insípidas que inundan Europa, delos nuevos sistemas de física , de los secretos para matar pulgas. Ganan algún dinero con ese oficio, sobre todo cuandohablan mal de las buenas obras y bien de las malas. Podemos compararlos a los sapos que , según dicen, chupan elveneno de la tierra y lo comunican a aquellos que tocan.
La hipertrofia del genio, rasgo fundamental de la estética romántica, hará aún más evidente la pequeña estatura del críticodel siglo XIX. SU reciente promoción social debida a la proliferación y a la importan cia creciente de las publicaciones periódicas no consigue disminuir su complejo de advenedizo. Esaestética romántica, al inflar al creador, al mismo tiempo desinfla al crítico. Sainte-Beuve es un buen ejemplo de cómo elcrítico se ve a sí mismo:
La crítica debe nombrar sus héroes , sus poetas; debe [oo.]cercarlos de amor y de consejos, lanzarles osadamente laspalabras gloria y ~enio , que escandalizan a los asistentes,hacer avergonzar la mediocridad que los rodea, abrirlespaso romo el pregonero , caminar delante de su carro comoel escudero. (Causrrirs de lundi, 1835).
Este quehacer del crít ico es ridiculizado por los poetas y novelistas, tanto más cuanto más servil se muestra. Y los críticos sehabitúan al sarcasmo, sobre todo cuando éste proviene de ungrdn poet¡\. Dice Leconte de L'l sle en 1864:
La critica, salvo I.II.IS excepciones, es reclutada generalmente entre las inteligencias resecadas, caídas prematuramente de todas las ramas del arte y de la literatura. Llenade nostalgias estér iles, de deseos impotentes y de rencoresinexorables. la crítica traduce para el público indiferente yperezoso aquello que ella misma no entiende.
y Th éophile Gauthier no oculta su desprecio por los críticosen el prefacio a Mademoiselle de Maupin, de 1835:
¿Quiénes son, a fin de cuentas, esos críticos de tono tancortante, de palabra tan breve, que hasta parecen los verdaderos hijos de los dioses? Son simplemente hombres conquienes estu vimos en la escuela y que, evidentemente,aprovecharon menos que nosotros sus estudios ya que noprodujeron ninguna obra y no pueden hacer otra cosa sinoensuciar y estropear las de los demás oo.
Este desprecio ya era algo corriente desde por lo menos unsiglo antes, cuando Pope, en su Essay o/ Criticism de 1709, serefería al despecho del eunuco; este tópico del crítico castradofue en el siglo XIX uno de los más socorridos. Gauthier, en esemismo prólogo, al referirse alodio de los críticos por los poetas, dice que se trata de la antipatía natural de quien no hacepor quien hace, "del zángano contra la abeja, del caballo castrado contra el garañón ". Y continúa:
Ustedes se vuelven críticos después de haber comprobado
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que no pueden ser poetas [...] Durante mucho tiempo cortejaron a la musa, trataron de desvirgarla, pero no tuvieronvigor suficiente; les faltó empuje [.,,] Comprendo ese odio.Es doloroso ver a otro sentarse en el banquete al cual nonos invitaron y dormir con la mujer que no nos quiso. Mecompadezco de todo corazón del pobre eunuco obligado aasistir a los holgorios del Gran Señor.
Sea que el crítico se considere o lo consideren inferior , impotente o disminuido, esa situación no ha cambiado demasiadoen nuestro siglo. Ejemplo de ello sería una de las conclusionesdel coloquio sobre crítica realizado en 1966, cuyo resultadofue el libro de G. Poulet , Los caminos actuales de la crítica,donde se lee:
¿No es el crítico aquel que roba la poesía del poeta, que seadorna con las plumas del pavorrealque, por un día o unahora, toma el lugar del rey? [oo.] Un ciego al que le prestanojos, un sordo que adquiere la capacidad de oír, un no poeta que recibe el don de la poesía, eso es lo que es un crítico[oo .] Digamos, en suma, que yo me sustituyo por alguien
mejor que yo.
En todos los casos, en lo que concierne al crítico, la constantees siempre la indeterminación, sea de cualidad o de función,una ambivalencia constitucional que ya fue señalada por Pope
en el libro mencionado:
Algunos pasaron primeramente por bellos espíritus, en seguida por poetas; después, se volvieron críticos y probaronser simplemente necios. Algunos no consiguieron pasar nipor bellos espíritus ni por-críticos, como pesadas mulas queno son ni caballo ni asno. Esos espíritus contrahechos, nu
merosos en nuestra isla, como insectos semiformados de lasmárgenes del Nilo, esas cosas inacabadas que no sabemoscómo llamar, tan equívoca es su generación.
Definitivamente, un panorama sombrío, donde abundan losmutilados o losdespojados: sin ojos, sin orejas, sin lengua, etc.;una multitud de -pequeños funcionarios mezquinos y envidiosos, de "arcángeles fulminados " , como dice Aragon, o también "sacerdotes desmoralizados de un culto agonizante".Todo ello producto de una estética platonizante que concibeal sujeto como creador, como dueño de la Verdad .
Thibaudet señala en el libro citado que la crítica tiene unelemento de creación pero que no puede ni debe aspirar a sercreación pura porque su objetivo es la búsqueda de la verdadde la obra delante de la cual se sitúa, por lo que su discursodebe poder ser verificable. Esta necesidad de adecuación a laverdad impide a la crítica ser creadora, pues ésta "sólo puedeperseverar en su ser empleando la creación al servicio de lainteligencia y no, como el artista, la inteligencia al servicio dela creación". Otros muchos críticos famosos poseen concepciones semejantes: para 1. A. Richards, por ejemplo, la crítica esante todo good reading, búsqueda del sentido de las obras; labuena crítica para T . S. Eliot es el equilibrio entre understan-
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ding y enjoyment, etc. Para todos ellos está excluida la posi
bilidad de una crítica de pura creación.Esta situación tiende lentamente a cambiar en nuestra mo
dernidad . EnLógica del sentido, Deleuze caracteriza la moderni
dad como el momento del ocaso del platonismo y de la valori
zación del simulacro . El platonismo - y toda la filosofía de larepresentación (comprometida casi siempre con el idealismo
de la doctrina cristianaj- legitiman la copia, imitación de la
Idea, y desacreditan el simulacro . que es copia de la copia oimitación de la imitación. Ese desprecio se debe a que la copia
tiene una relación directa con la Idea, es decir , con la esencia ,
mientras que el simulacro no posee esa relación legítima y originaria sino que vive de una falsa semejanza , la cual permite
un progresivo e incontrolable alejamiento con respecto delcentro, de la Idea . Toda filosofía monocentrista valora la co
pia-icono como sucedáneo válido del original, pero teme alsimulacro-fantasma, excéntrico y divergente. Dentro del
mundo de la representación, el simulacro sólo puede enfrentarse como una copia degradada, como un círculo exterior se
parado del centro por el primer círculo, el más próximo y
legítimo, que es el de la copia.
En la perspectiva sugerida por Deleuze, la obra literaria sería la copia y la crítica literaria sería el simulacro; la obra se
acepta como copia de la Idea, y la crítica es menospreciadaporque es copia de la copia. El crítico será aquel que está separado de la Idea, de las esencias, y que sólo puede reproducirlas
pasando por un intermediario: el autor, quien , él sí, se encuentra en comunicación directa con el centro, con el origen. La
copia de la copia es ilegítima, degradada, sospechosa de infidelidad, y sólo se tolera en el último lugar de la jerarquía que
tiene en primer. lugar la Idea y después la copia, que es laobra.
La modernidad, al destituir el platonismo, legitima el simu
lacro , pero no como apariencia igualmente genuina de la esencia, sino justamente como elemento perturbador de la distin
ción misma entre esencia y apariencia, característica ésta delmundo de la representación. El simulacro niega tanto el origi
nal como la copia; niega tanto el modelo como su reproducción; subvierte todas las jerarquías y provoca un descentramiento. Mientras que la copia reproduce lo mismo, el
simulacro produce la diferencia como semejanza simulada.Esta fuerza productiva y descentralizadora del simulacro le dauna orientación hacia el futuro , opuesta a la tendencia de la
copia a volver al pasado original para reproducirlo sin diferencia, es decir, sin crítica . La modernidad cambia el lugar de la
crítica. Fuera del mundo de la representación no hay copiasino que todo es simulacro; no hay un punto de vista privilegiado así como no hay un objeto común a todos los puntos de
vista; no hay ya jerarquía posible. Y esto es lo que no resiste elpensamiento tradicional: la pérdida de centro, la desaparición
de la jerarquía, la proliferación de simulacros. Allí, la obra esreflejo de una determinada fracción de la Idea; le toca a lacrítica reflejar ese reflejo del modo más fiel posible, aunque,por ser simulacro, siempre será sospechosa de infidelidad.
Lajerarquía, por otro lado, es la encargada de mantener la
estabilidad de las fronteras: la obra tiene unos límites biendeterminados y la crítica debe respetarlos, situándose inequí-
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vocamente fuera o al lado. Esos límites, en literatura, conciernen a los géneros. Sin embargo, si la copia respeta las fronteras, el simulacro las anula ya que la ausencia de un centro
impide cualquier demarcación. Igualmente, la pérdida de ori
gen vuelve no pertinente la exigencia de fidelidad , ya sea auna verdad previa o a la verdad de la obra. Así, la reproduc
ción cede su lugar a la producción, y la producción crítica yano puede estar sometida a alguna cosa anterior y superior; ella
misma puede ser producción poética. Y, como las demás pro
ducciones poéticas, la crítica no pretenderá representar sinosimular.
Sin embargo, no es de manera voluntaria como la crítica se
modifica sino que cambia porque su objeto mismo ha cambiado: los textos literarios contemporáneos son, tendencialmente, textos límite, textos en los cuales ya no se admite aque
lla relación casi tranquila y rutinaria respecto de la crítica. Enesos textos lo que ha ocurrido es el cuestionamiento de la no
ción de sujeto creador, el socavamiento de la Verdad, la caídade las jerarquías y, por tanto, un descentramiento tanto onto
lógico como ético. En otras palabras , es el final de la era de larepresentación. En la escala de valores propia de esa era, escri
bir y leer eran dos actividades jerarquizadas y temp oralmentesucesivas. Barthes cuestiona esta concepción al proponer lacontemporaneidad de la escritura y de la lectura: un texto se
reescribe indefinidamente a medida que es leído; es más, sólose escribe en el momento en que es leído ya que la lectura es
condición de la escritura y no al contrario, como diría el sentido común. Los sentidos, por tanto, no emanan ya de unaverdad originaria de la cual el escritor está más próximo queel lector o el crítico: tanto el escritor como el crítico trabajan
con el mismo lenguaje, con la misma capacidad de significación, y los sentidos de la obra no son más verdaderos que losde la crítica. Es ahora cuando la crítica puede asumir completamente el segundo sentido del término réplica. Así, ant e esostextos límite , la crítica tiene que abandonar cualquier pretensión de interpretación unitaria y exclusiva. Pierde, claro está
una de sus funciones tradicionales, la de explicar, pero ganamucho más. También tiene que abandonar los estudios dirigidos hacia la personalidad o la biografía del autor porque en
tales textos el sujeto es sólo un sujeto que enuncia; por tanto,
es sólo factor y producto del enunciado.Ante este nuevo panorama, si la crítica no quiere desapare
cer , tiene que cambiar radicalmente, so pena de ser un dis-:curso inocuo y retardatario, tan objeto de museo como losmonumentos literarios a los cuales se aplica en su estado actual; debe transformarse so pena de permanecer como un dis
curso que trataría inútilmente de aplicar a los textos las categorías que servían para la lectura e interpretación de las
antiguas obras literarias.Si la crítica literaria asume plenamente la condición mo
derna tendrá dos caminos para escoger: el" primero es el quepodemos denominar, sin ningún matiz peyorativo, el cientí
fico. Armada con un aparato metodológico y conceptual riguroso, la crítica puede describir los textos por medio de la construcción de modelos que permitan una o más lecturas de un:texto por el esclarecimiento de las leyes que regulan su funcio
namiento. Este camino fue el preferido a partir del boom de la
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lingüística estructural , la semiología, la teoría del discurso, ete.Sabemos ahora que este camino no tiene salida porque el proyecto de construir una ciencia de la literatura era, desde sus
inicios, un proyecto superado ya que estaba basado en unaconcepción de ciencia que los mismos científicos abandonaron
cuando se dieron cuenta de que lo propio de la ciencia no eslo deductivo sino la imaginación y la invención; cuando vieronque la ciencia estaba más cerca del arte de lo que cualquiera sehubiera imaginado. El otro camino es el que podemos llamar,como lo hace Barthes , el de la escritura; este camino privilegiala producción de sentidos nuevos sobre la reproducción de
sentidos previos.Los discursos de ambos tipos de críticas tienen algunos pun
tos en común, puntos sobre los cuales se levantan las diferencias. Primero, en lo que toca a la verdad, puede decirse queninguno de los dos caminos tiene en su horizonte la verdad ola realidad. En segundo lugar, en ambos la noción de sujeto seesfuma o se pierde. Sin embargo, en la crítica científica el sujeto se oculta bajo una pretendida objetividad mientras que enla segunda el sujeto es lo que se pone en cuestión. En la primera, el suje to se esfuma como sujeto neutro y objetivo ; ellenguaje formalizado deja poco lugar para la constitución deun sujeto particular. En la escritura, el sujeto individual dejasu lugar a un sujeto de enunciación que , por medio de su propio trabajo, se constituye y desconstituye incesantemente colocando en una situación de crisis la subjetividad y todo elcontexto en donde irrumpe su texto. Estos dos modos deobliteración del sujeto tienen implicaciones ideológicas patentes: el discurso sin sujeto del estructuralismo y la semiología esun discurso que puede ser fácilmente recuperado por las instituciones de enseñanza porque para ellas es muy cómodocontar con una descripción de la literatura que no cuestioneasuntos del contexto y de los sistemas de valores. En la escritura por lo contrario, el sujeto arrastra en su autocrítica todosu contexto existencial. Esta práctica no es bien acogida en lasinstituciones, sobre todo en las universitarias, pues representaun peligro para la continuidad reproductiva, sobre todo ennuestras sociedades basadas en la adquisición y la acumulación, donde un sujeto de placer se considera como pérdida,como gasto puro , como sacrificio inútil, como la parte maldita.
Habría, sin embargo, algunos puntos que aclarar. La nociónde escritura se ha utilizado siempre en relación con los textospoéticos; entonces, ¿en qué medida la crítica puede ser unaactividad textual ? ¿Cómo los productos de la actividad crítica pueden considerarse como escritura? ¿Puede un texto literario ejercer la función de crítica; puede ser literaria la producción crítica? Una primera observación es que todaproducción textual tiene un carácter crítico con relación almundo y con relación al lenguaje. Por otro lado, todo textoliterario asume una posición crítica respecto a la literatura engeneral , sea por su elección temática o formal (cada eleccióncuestiona implícitamente las otras elecciones), sea por las relaciones que mantiene con los demás textos. Esto siempre ocurrió en las grandes obras literarias, las cuales incluyeron siempre, implícita o explícitamente, una reflexión crítica sobre laliteratura. Otra observación concierne al discurso crítico, elcual puede asumir algunas características de texto poético en
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la medida en que acentúa su propio sistema significante y favorece la producción de sentidos nuevos, inseparables del sistema en que surgen.
El objetivo de la crítica es, lo hemos mencionado, la explicación y evaluación de otras obras; es una actividad transitiva. Elobjetivo de la escritura es su propia producción; su actividades intransitiva. Mientras que la escritura abre el lenguaje a lainfinitud , la crítica asume un texto como circunscrito, comofinito; lo cierra en la medida en que hace de él un objeto, uncorpus de estudio.
Tanto para la explicación como para la evaluación, objetivosambos de la crítica, debe existir un distanciamiento puesto quedepende de un sistema de valores y de referencias culturalespreviamente existentes. Este distanciamiento es, sobre todo,de carácter temporal ya que tanto explicar como evaluar sontrabajos sobre el pasado o sobre el futuro porque dependen deun pasado cultural, que orienta el futuro de la lectura (la cuala su vez se transformará en pasado); ello impide que la críticase ejerza en un presente de la escritura. ¿Podría la crítica romper esa dependencia, ejercerse en el presente, y mantener almismo tiempo sus funciones de esclarecimiento, de explicación y de evaluación, sin las cuales dejaría de existir para serabsorbida por la escritura? Al menos una de esas funciones, laevaluación , podría recuperarse.
Cuando la práctica de la escritura tiene otro texto comoinstigación -como fue el caso de S/Z de Barthes- estamos anteuna valoración de este segundo texto: escribir un texto a partir de otro es mostrar el valor de aquél. Este tipo de evaluación, nacido de la práctica de la escritura, que genera su pro
pio sistema de valores, es totalmente distinto del ejercido porla crítica que se basa en un marco de valores previos.
Un rasgo importante de las obras literarias a partir de lasegunda mitad del siglo pasado es que sus personajes comienzan a representar diferentes voces no unificadas por una verdad englobante, sea de orden ideológico(como la "concepciónde mundo" del autor), o sea de orden psicológico (como la"personalidad" del autor). Una consecuencia es que ya no esposible una lectura unitaria a causa del estallamiento temáticoy la mezcla de varios tipos de discursos, los que desestimulanuna lectura homogeneizadora.
Al perderse la unidad del texto y la de su lectura, la críticase enfrenta con el problema de lasrelaciones entre los diferentes discursos, entre diferentes textos. Citas, alusiones, parodiasy plagios se insertan en la misma tesitura del discurso literariosin que sea posible destrenzarlo de eso que le sería específicoy original. Es claro que no puede decirse que este cruce dediscursos en un texto sea algo nuevo; de hecho éste sería elrasgo común de la actividad poética en todos los tiempos puesla literatura nació siempre de la literatura. Sin embargo, lo quesí es propio de nuestra época es que esa interrelación de discursos aparece como algo sistemático, como algo asumido implícitamente por los escritores, que el recurso a los textos ajenos sehace sin mucha preocupación de fidelidad , sin establecerdistancias claras entre original y réplica, sin muchos respetospor cualquier jerarquía dependiente de la "verdad" (religiosa,estética, ete.).
Esta concepción de la actividad literaria no podía dejar de
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tener efectos sobre la crítica, tanto en lo que se refiere a su
actitud ante las obras como en lo que toca a su propia activi
dad escritura \. Int er esaría saber en qué medida podría ha
blar se de un dialogismo o una intertextualidad en la crítica.
En principio, ya hay una cierta intertextu alidad en el uso de la
cita, uno de los pro cedimientos más clásicos en la crítica; evi
dentement e, no puede reduci rse la inte rtextualidad a la simple
adición de textos sino que lo importante sería el trabajo de
absorc ión y transformación de esos otros tex tos.
Por otro lado , el uso de otros text os por part e de la crítica
está sometido a leyes, por ej emplo, declarar que se escribe so
bre otro texto, mencionar nomb re del autor y de la obra, usar
comillas y referencias explícitas. Por el contrario, el discurso
literario introduce ot ros textos ajenos no para conservarlo s
como cosa preciosa o para apro piarse de ellos, sino para po
nerlos como pérdida, en una migración incontrolable. El crí
tico es alguien que usufru ctúa la propiedad ajena, y esto pre
supo ne e l respe to de cie r tas reglas, de las cuales la más
elemental es el reconocimiento de los dere chos del propietario
y de sus deber es como no pr opiet ario. El escritor, por su
parte , actúa con más desen voltu ra: no declara nada sino que
utiliza los bienes de los demás como si fueran suyos. Ello re
vela que la situación del "creador " no es la misma que la del
cr ítico: la del primero es una relación de igualdad ; la del se
gundo , de sumisión . Los textos que inte rvienen en la obra
poética están en igualdad, están en el mismo nivel; los del dis
curso crítico funcion an como j erarquía, están en niveles dife
rent es. El nivel depende de la posición del sujeto de enunciación, la cual modula todo el enunciado . No discutiremos aquí
el problema del sujeto de enunciación; basta recorda r , para los
fines presentes, que esa posición de sujeto depende de una
expectativa social. La posición de enunciador era tradicional
mente vigilada por la institución literaria, especialment e en la
parte de los géneros. Sin embargo, es precisamente desde fi
nes del siglo XIX que las fronteras ent re los géneros empiezana hacer se difusas al grado que, en nuestro siglo, numerosas
voces se levantan contra la misma noción de género .
A un siglo de distancia, la frontera entre la obra poética y
la obra crítica cont inúa estable y fuerte. Esto ocurre porque la
distinción entre ambos tipos de obra es algo más que una sim
ple distinción genér ica: la crítica no es ni literatura ni no lite
ratura. Si Barthes, Blanchot y otros impugnan esta frontera y
si ello ocasiona problemas a quienes clasifican y causa incerti
dumbre y a veces odio en los críticos trad icionales, es justa
mente porque tal frontera se mantiene como una expectativasocial con relación a la literatura.
El reconocimient o o no recon ocimiento de la jerarquía y de
las fronteras genéricas afecta profundamente la intertextuali
dad crítica . En efecto, si no se considera la distinción entre los
tipos de obra, la obra crí tica se encontrará apta para poner en
práctica el mismo tipo de intertextualidad que la obra poética;
en otras palabras, un tipo de intertextualidad tácita, apropiativa , deform ant e. Esta cuestión fue plan teada por Barthes
desde sus Ensayos críticos, donde se preg unta: "¿Habría leyes
de creación válidas para el escritor pero no para el cr ítico?" Si
las leyes fuera n iguales se transtornarían los fenómenos de in
tertextualidad. Ahora bien, si las front eras genéricas están to-
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davía bien demar cadas entre las obras de cada autor, lo están
aún más entre la obra del escritor }' la obra del críti co.
La existencia misma de ciertos textos límite, por ejemplo,
los de Barthes y Blanchot, plantea problemas relacionados con
la existencia de la cr ítica, }' estos problema son mayore en
tanto que se sitúan dentro de la institución universitaria, preci
samente en un cent ro de investigación que tiene a la críticaliteraria como uno de sus objetos de trabaj o.* ¿Cuál puede er
entonces el lugar de la críti ca? Optar por la crít ica tradicio
nal parece que exige una mentalidad de clasificad or o de mu
seógra fo para tratar con cosas care nt es de vida , embalsamarlas
}' colocarles sus respectivas etiqueta . Optar por la escri tu ra
equivale al suicidio como investigador literario y no sólo por lo
impertinente de la opción (no se opt a por er escritor) ino
porqu e la inserción misma de esta ac tividad dent ro de la in ti
tución universitaria ob liga a conserva r unas ciertas formas que
parecen incompatibles con la práctica de la escri tura . Resta ría
sólo una te rcera posibilidad , que podría llamar e la crí tica es
critura , que sería el último paso de la rítica en d irección a la
escr itura; no todavía el paso de isivo }' a utoa nu lador , sino
aquel moment o amb iguo en el ual la dos pr ácti as 'e super
ponen . Se trata de la produ ción de un ohjeto inestable, 1I~1Il
sitori o, incómodo, di fícil de eva luar seg ún los mecanismos
universitarios usuales: un obj .to qll' ' S 1111 tipo de crítica que
pu ede leerse como text o p 'ro que tambi én de a leer otro texto
de modo más rico del que leíamos ant .s: una rlti a qu . s 'aal mismo tiempo tran sitiva . intran sitiva segÍJ II la IcClIIr.1 que
se haga de ella; que ea al mismo ti 'mpo UII fen ómeno de
enunciación al mismo tiempo qu ' -nun i · otra cosa . Si se duda
qu e esta cr ítica escr itura existe (a unqu . pod r íamos se ñalar
ejem plos concretos de cr ítico e r ito res), no ' . pll 'de duda r
de que es posible allnque ea parnd óji a.
Esta paradoja que es la críti a -s ritura ex ige q\l(: se aban
don e el marco genéri co de la literatura para p .nsar en o tracosa, cuyo punto de partida es la no compartim -nta ión d ' los
discursos. La crítica escr itura sería no un género nu .vo sino
un discur so cuyo sujeto no es el intelectual identifi cado on lo
que enuncia sino un suje to novelesco que emit " -ntre otra
cosas, ideas y juicios. De esta man era , la litera tura }' la crítica
se transformarían en objetos de ficción sobre lo uale pod ría
ejercerse la imaginación y la inve nción. La crítica e ritu ra
sería un discurso dobl e y ambigu o, que mantendría lo viejo }'
lo nuevo, como una serpi ent e que cambia de piel: lo que se
mant iene es la litera tura como obje to , la lectura de ese obje to
y su evaluación; lo nuevo es el recha zo de la litera tura como
objeto cultural sagrado e intocable ; lo nuevo es una lectura
que no es transcripción sino escrit ura, un juicio que no se basa
en valores exteriores sino que se establece en términos de
práctica escr itura\.
Sin embargo, el lugar de esa crí tica escri tura e todavía una
utopía, un sobresalto , una impertinencia. Por ahora . tod o con
tinúa en su lugar, el oficio de crítico aún es respetad o, útil }'
necesario. Aquello hacia lo que apunta la crít ica escritura to
davía está situado en un horizonte imp revisible. aunque de de
ahora ya pensable . e* El lugar desde donde hablo es el Instituto de lnve tigacione Filológica. de
la UNAM,