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Aquello tan, pero tan… simple. Por María Celeste Gigli Box. i) Lo pretendido. “Es más conveniente decir no en voz baja que decir si gritando”. Adagio popular. El motivo que impulsa estas líneas es tan sencillo como su sentido final. Pero no será el mejor comienzo el anticiparme inadecuadamente. Así, intentaré desgranar algunos tópicos que se han presentado, como dables de ser destacados en el curso de Ceremonial Oficial dictado en la Universidad Católica de La Plata. No puedo evitar mencionar firmemente que no poseo pretensión alguna de que éstas palabras vinculen -de cualquier modo-, tanto a quienes participan del curso en calidad de alumnos, cuanto a la Licenciada a cargo ó bien a la Casa de Altos Estudios en que se dicta la capacitación. Por esta razón, he decidido no utilizar el estilo corriente de ensayar en primera persona plural, con el fin que esta intención mencionada sea permanentemente manifiesta y ratificada. Procuraré estructurar lo que sigue en las diferentes dimensiones y visiones que presenta un mismo tópico: el [ausente] uso del Ceremonial Oficial en la actual gestión presidencial. Motiva esto, el convencimiento particular que lo [muchas veces] dicho en relación a esta temática tiene diferentes evaluaciones analíticas -no todas ellas asimilables. En relación a esto, observo la tendencia a ver costados diferentes del Ceremonial Público como legítimamente intercambiables, cuando esto no sólo es riesgoso sino también desacertado. Si bien no pretendo –ni poseo las herramientas para concretar-, una visión acabada ó completa del Ceremonial Oficial (otra de las áreas vedadas por mis escasos conocimientos), no está demás establecer que es dable -y deseable- organizar nuestro objetivo. Así pues, el decurso será el siguiente: comenzaremos analizando y poniendo en perspectiva el par de oportunos artículos periodísticos que recogen una visión crítica acerca del uso del Ceremonial Oficial por parte de nuestro actual PE. Dentro de este acápite, recortaré los puntos más relevantes del análisis de la conducción presidencial, mientras también manifestaré los puntos en que me aparto de los criterios expuestos en sendos recortes periodísticos. Luego retomaré un juicio muy común subyacente en varios análisis -en su mayoría periodísticos-, pero que he observado que lamentablemente no son privativos de ámbitos informativos. Las coincidencias al exterior de los comunicadores gráficos ó televisivos con opiniones de otro tipo de analistas de la ciencia social no es un problema en sí mismo: el problema que encuentro es –en este caso periodistas y otros especialistas-, la coincidencia en reduccionismos flagrantes; que denotan –en el mejor de los casos- baja perspicacia analítica, y – en el peor de ellos-, adquisición de los discursos consumidos mediáticamente sin ningún tipo de criticismo [y criterio] propio.

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Ensayo centrado en la indiferencia del Presidente Néstor Kirchner en la observaciòn y el ejercicio del ceremonial oficial como poder ejecutivo màximo. Se trata especialmente, el falaz argumento que malreduce tal inobservancia a un rasgo de "populismo". ___________________________________ Palabras clave: populismo, ceremonial oficial, indiferencia de ejercicio.

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Aquello tan, pero tan… simple.

Por María Celeste Gigli Box.

i) Lo pretendido.“Es más conveniente decir no en voz baja que decir si gritando”.

Adagio popular.

El motivo que impulsa estas líneas es tan sencillo como su sentido final. Pero no será el mejor comienzo el anticiparme inadecuadamente. Así, intentaré desgranar algunos tópicos que se han presentado, como dables de ser destacados en el curso de Ceremonial Oficial dictado en la Universidad Católica de La Plata. No puedo evitar mencionar firmemente que no poseo pretensión alguna de que éstas palabras vinculen -de cualquier modo-, tanto a quienes participan del curso en calidad de alumnos, cuanto a la Licenciada a cargo ó bien a la Casa de Altos Estudios en que se dicta la capacitación. Por esta razón, he decidido no utilizar el estilo corriente de ensayar en primera persona plural, con el fin que esta intención mencionada sea permanentemente manifiesta y ratificada.

Procuraré estructurar lo que sigue en las diferentes dimensiones y visiones que presenta un mismo tópico: el [ausente] uso del Ceremonial Oficial en la actual gestión presidencial. Motiva esto, el convencimiento particular que lo [muchas veces] dicho en relación a esta temática tiene diferentes evaluaciones analíticas -no todas ellas asimilables. En relación a esto, observo la tendencia a ver costados diferentes del Ceremonial Público como legítimamente intercambiables, cuando esto no sólo es riesgoso sino también desacertado.

Si bien no pretendo –ni poseo las herramientas para concretar-, una visión acabada ó completa del Ceremonial Oficial (otra de las áreas vedadas por mis escasos conocimientos), no está demás establecer que es dable -y deseable- organizar nuestro objetivo. Así pues, el decurso será el siguiente: comenzaremos analizando y poniendo en perspectiva el par de oportunos artículos periodísticos que recogen una visión crítica acerca del uso del Ceremonial Oficial por parte de nuestro actual PE. Dentro de este acápite, recortaré los puntos más relevantes del análisis de la conducción presidencial, mientras también manifestaré los puntos en que me aparto de los criterios expuestos en sendos recortes periodísticos.

Luego retomaré un juicio muy común subyacente en varios análisis -en su mayoría periodísticos-, pero que he observado que lamentablemente no son privativos de ámbitos informativos. Las coincidencias al exterior de los comunicadores gráficos ó televisivos con opiniones de otro tipo de analistas de la ciencia social no es un problema en sí mismo: el problema que encuentro es –en este caso periodistas y otros especialistas-, la coincidencia en reduccionismos flagrantes; que denotan –en el mejor de los casos- baja perspicacia analítica, y –en el peor de ellos-, adquisición de los discursos consumidos mediáticamente sin ningún tipo de criticismo [y criterio] propio.

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Estimo imperioso reconocer algunos supuestos, perspectivas y consideraciones generales acerca de estas deficiencias analíticas que pueden reproducir los estereotipos que las condicionan. Como todos sabemos, cualquier análisis basado en la simple reproducción de un esquema previo puede -muy fácilmente-, ser presa de puntos ciegos. Así, no puedo más que reservarme una mención acerca de lo que muchos etiquetan como la postura politológica (y por ende científica, rigurosa conceptualmente, perspicaz en el análisis de las estructuras socio-políticas allende los detalles y particularidades del caso, etc.); pero que veremos que no está tan lejos de muchos de los reduccionismos periodísticos, ni se aparta de deficiencias en el diagnóstico que también existen en el campo de la Ciencia Política, como de otras ciencias sociales.

Claro que mi personal hincapié en esta cuestión proviene de la responsabilidad que amerita el hecho de pertenecer al espacio de quienes estudian la política científicamente; lo cual hace que tenga que asumir el cargo de ser automáticamente homologada a quienes emiten juicios que en realidad, no comparto. Así es, como pretendo evitar que el corporativismo gremial predomine sobre las opiniones particulares de cada profesional; y que así, termine por a quines se interesan por los análisis de los analistas –sin saber que éstos no son uniformes en muchos casos. De este modo, sin alejarnos del espacio de la Ciencia Política, ponderaré la exposición en clave de lo que constituye una postura [más, entre varias] para pensar lo que varios reconocemos como [incorrectos] procederes del PEN actual. Para poder lograrlo, daré curso desde varias perspectivas al mismo problema: la primera, será deslindar qué es para la ciencia social el populismo como categoría de análisis. La segunda, será trabajar con los procederes que nos permitirán ver en qué sentido nuestro PE utiliza métodos que lo encasillan en el espacio de “populista”, ó bien –y ése será mi desafío- si encontramos otros rasgos en su conducción que implican más adjetivos acerca de su estilo. Por último, expondré una apreciación exclusivamente personal acerca del proceder del Primer Mandatario en función del Ceremonial Oficial.

El último apartado aclarará el sentido profundo y primero; como también el objetivo final de estas líneas, y que ya se encuentra inspirado en el titulo principal de este escrito. Sin más aclaraciones de procedimiento, comencemos la tarea:

ii) Se dice de mí…

“Mucho dinero y poca educación, es la peor combinación”.Valentín Moragas Roger (∗)

En este primer apartado nos atendremos a sendos artículos periodísticos aportados y comentados en clase. Siendo de diversa naturaleza, hemos decidido su tratamiento por separado. Claro que también, estableceremos divisiones al interior de cada uno. Sólo como aclaración preliminar metodológica –y con algo de atrevimiento, ya que la síntesis atentar con la corrección-, reemplazaremos cualquier referencia a los usos y normas del Protocolo y Ceremonial Público por la sigla C.O. (“Ceremonial Oficial”). Justifica esta decisión el beneficio de la brevedad.

Comenzando con el reportaje efectuado al embajador Quintana1, preferiré algunos pasajes de su juicio acerca del objetable ejercicio del Ceremonial por parte del PE. La selección fue hecha Podríamos reemplazar la palabra “dinero” por una presente en el quehacer político, es decir: poder. Así -sin tergiversar demasiado al autor de éstas palabras-, ilustraríamos cabalmente nuestro cuadro de falta de corrección en el ejercicio del Ceremonial Oficial. Desde ya, los destacados en el epígrafe son míos.1 “Los intelectuales y el país hoy: Kirchner no debería ignorar el protocolo (…) ”, Política, La Nación, 29/IV/06.

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para destacar los tópicos de importancia. También, los utilizaré como disparadores para el análisis -tanto desde el espacio politológico cuanto del juicio personal. Claro que esto no obsta el reservar algunas diferencias con el embajador en determinados criterios. De cualquier modo, no dudo que es atrevido decretarlos como la completa opinión de Quintana, ya que todos sabemos que un reportaje muchas veces priva a quien contesta de respuestas lo suficientemente explicativas y precisas -en un espacio que sabemos acotado de suyo. Tampoco descarto la posible exposición concisa de sus palabras por parte del diario, lo que también puede alterar seriamente el sentido de sus palabras.

Comenzando [al extremo] gradualmente, rescataré las primeras dos frases del representante

exterior: “no hay nada peor que ser maleducado y no guardar las formas (…) el Señor Kirchner no puede jugar con la dignidad y la posición del país, porque arriesga el destino de la Nación”. El primer término de esta cita textual habla por sí mismo y estaría demás predicar su validez más allá de esa sentencia. Con respecto al segundo, debo hacer una mención –que guardará mucha relación con lo que expondré al final como estricta postura personal:

Se menciona al PE usando a su capricho las reglas del C.O., con la consecuencia de poner en juego la dignidad del país (y por ende, su posición en el mundo). En este caso, iré aún más lejos que el Señor Quintana: consideraré que no es ya el uso, sino que es sólo la decisión de ignorar por completo. El uso selectivo ó a conveniencia de algunas de las disposiciones del C.O., no puede ser un modo [más] de su aplicación, también. Me explico: cualquier utilización antojosa del C.O. debe considerarse como idéntica a la decisión de desconocerle. No estimo en ningún caso que el corpus que conforma todas las disposiciones y usos del mismo sea dable de selección legítima sino es hecha por medio del consenso de quienes conocen a la perfección esta área; ó bien, del consenso que otorgan los usos y las costumbres que lo fueron moldeando.

Con respecto al riesgo en que incurre el destino de la Nación [mayúsculas en el original], siendo por exceso detallista, entiendo que lo que se arriesga es la imagen de los nacionales todos en el exterior, lo cual compromete también a aquellos Presidentes que ocuparon el cargo –e incluso han respetado el C.O. Esta aclaración, si bien puede resultar obvia, no se propone aclarar lo que los lectores ya saben, sino recalcar aún más la profunda responsabilidad colectiva que infiere el cargo del PEN. Aún mayor al ejercer su representación externa: Es la Argentina toda –sean sus generaciones presentes cuanto pasadas-, la que está en juego en su ejercicio. Son los profesionales diplomáticos quienes están puestos en duda en cuanto a su maestría para asesorar al PE. Es el mismo jefe de Estado extranjero quien está siendo subestimado, al ser tratado como no corresponde a su rol. Es la misma nación (no sólo los electores oficialistas, sino todos los habitantes con goce de derechos políticos) que implícitamente refrenda en un régimen democrático este desenvolvimiento. PERO, -si bien cumpliendo la voluntad del que lo eligió, es el mismo PE en persona que se arroga una prerrogativa que no le es dada por el voto (la delegación del poder en el primer mandatario no implica que quien lo ejerce no se atenga a los usos y costumbres dadas -incluso cuando no exista un mecanismo que pueda resguardar su cumplimiento efectivo, como en el caso de las leyes1) como es el incumplir con las normas del C.O.): de este modo, es el mismo PE quien está ejerciendo su parte del compromiso en forma irregular.

Si llevase un poco más lejos esta cadena de apreciaciones: ¿Me podría permitir afirmar el no cumplimiento de los valores implícitos y los deberes a quien está sometido cualquier ciudadano –

1 Incluso, siendo la costumbre una de las fuentes de la ley, lo que nos dice que su importancia no es menor. Si una simple tradición, devenida en hábito regular puede llegar a erigirse como ley positiva, imaginemos que no respetar una norma del C.O. –que al igual que aquellas no posee un órgano que vele por su cumplimiento efectivo-, no deja de ser una falta a una de las prácticas reconocidas no sólo individual, sino colectivamente. En este caso, no sólo tenemos el factor agregado sino que también poseemos el factor compartido por más miembros de diferentes comunidades externas a la soberanía del PEN.

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incluso el PE-, en un estado de derecho? Pues si, claro. ¿Sería excesivo ver en esto un dejo de autoritarismo? Definitivamente, no. Cualquier prerrogativa no incluida en el rol que el Soberano encomienda a su gobernante es un exceso del ejercicio de deberes, y puede ser visto como autoritario, en tanto que es decidido unilateralmente por su persona. Pero… ¿Hasta qué punto nosotros, TODOS nosotros tenemos alguna responsabilidad en esto?... bueno, sobre esto volveremos en el anteúltimo acápite de este escrito… Poniendo en otros términos lo dicho: si indagamos un poco más al interior de quienes integramos la base y fundamento del sistema democrático, el PEN desatiende una función fundamental de su jaez (allende quienes votaron, y se consustancien con él). El actual estilo –si bien de forma-, omite la representación de todos esos residentes –entre los que por supuesto, se encuentran quienes pretenden [pretendemos] que las pautas del C.O. sean respetadas, cumplidas y utilizadas. Así, muchos habitantes (entre quienes pueden estar algunos de sus propios electores, incluso) tenemos un PE que no da cuenta de una de sus tantas obligaciones para con quienes lo envestimos de poder.

Si bien iré retomando en ocasiones posteriores las ideas que siguen en lo tocante; por lo pronto emitiré a modo de preguntas lo que son mis sinceras dudas acerca del comportamiento presidencial. Para esto, veamos cómo continua el embajador Quintana: “lo que el Presidente considera una frivolidad tiene un valor muy importante en los países que poseen otros conceptos y otra seriedad en el protocolo. Y lo peor es que este tipo de barbaridades se han cometido prácticamente con todos los países, desde EUA para abajo…”.

Al reflexionar acerca de la diferencia de concepciones acerca del Protocolo Oficial de nuestro PE y los demás países, me invaden varias cuestiones: ¿Será que el Presidente [mal] concibe el C.O. como un “gasto público innecesario”? ¿Será que el objeto del C.O. –el que para muchos de nosotros es una de las importantes formas que hacen al manejo de los Primeros Mandatarios y de las relaciones exteriores que a través de ellos establecemos con otros países-, es visto por el PE como un factor no determinante (y por eso menos importante) de las obligaciones que tiene para con la Argentina? ¿Será que simplemente el PE no conoce –cuanto no se ha molestado en interiorizarse-, en las formas de su rol? Y si así fuese, ¿Puede darse el lujo de no conocer un aspecto que hace a su función?... Por cierto, ¿Esta es una conducta digna de un estado de derecho, donde todos tenemos el deber de cumplir con las obligaciones que generan nuestros derechos –sin discriminar por nuestras opiniones cuáles son “más importantes” [=“menos frívolas”]?

¿Será el caso que nuestro Presidente, afanado en lo que él concibe como la “construcción del poder”, le quita atención de los lugares en donde él mismo supone que aquél no se construye? ¿Incluso [hasta en un corto lapso de tiempo] esa “construcción de poder” –a medias, siendo sólo pensada al interior del territorio nacional-, tiene por condición sine qua non el soslayo del C.O.? ó bien: ¿Ignorar el C.O. produce una “construcción de poder” inmediata (y unilateral)? ¿Es, una variable que define completamente [=tan determinante en] su gestión como para desobedecerla? ¿Es una pose, un histrionismo, que tiene tantos [¿¡tantos?!] efectos? En términos de ganancias de apoyo político ¿tiene tanto peso como para pagar el alto precio de omitirlo?

…De hecho… ¿ALGUNO DE NOSOTROS; ALGÚN PERIODISTA; ALGÚN ANALISTA POLÍTICO; ALGÚN SIMPLE ELECTOR; O ALGÚN CIUDADANO QUE AL MENOS UNA VEZ EN SU VIDA EMITIÓ UNA CRÍTICA A UNA GESTIÓN DE GOBIERNO, DIJO ALGO COMO… “¡Qué desastre nuestro Presidente, es tan educado que no habría que haberlo votado, che!” (¡!)...

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¿Sería posible responder –dentro de las particulares concepciones de nuestro PE y de muchos analistas [algo miopes] que pululan por medios y universidades-, que el mayor sector en cantidad de votos en donde se construye la base de poder del Presidente, está formado por electores que no hacen caso ni siquiera de la existencia del C.O? ¿Estoy siendo muy [demasiado] dura si pregunto esto?… Es posible, pero creo que podemos pensarlo para ver si mi argumento resiste nuestro análisis. Veamos:

Debo advertir que seré directa (no sin incomodidad, ya que –al igual que ustedes, vivo en este mismo país, comparto la misma historia, asisto a la misma realidad y consumo los mismos medios de información que ustedes). Sin más rodeos, creo que lo que el Presidente entiende como la base de sustentación de su gestión en términos cuantitativos –me refiero a los sectores más populares1 de nuestro electorado-, no pretenden como algo determinante la omisión del C.O. Es cierto que pueden leer las incorrecciones del PEN como simpáticas ó con menos consecuencias negativas de las que aquí exponemos, pero las cosas no son tan simples y automáticas. Es decir, esos sectores, no responden precisa y únicamente a lecturas acerca del estilo de su conductor máximo.

No es necesaria una gran perspicacia ó experiencia que las prácticas más comunes en estos sectores y el estado de la opinión en los mismos, no toma en cuenta en primera instancia el ejercicio del C.O. Me explico: tal vez la omisión del PEN del C.O. no ocupa más que un comentario de poca prioridad; así sólo será un dato más que “arma” la imagen presidencial como la que todos suponemos que se pretende (un hombre “decidido”, “popular”, etc.), pero no es el componente que decide los apoyos políticos que el PEN necesita para construir su poder y mantener su red de apeo político. Es simplemente una más, y en la lista de prioridades no ocupa los primeros puestos, en lo absoluto.

Lamentablemente, tendré que hacer una brevísima digresión para poder fundamentar lo dicho:

Retengamos un momento nuestra atención sobre el fenómeno del clientelismos político en su más amplia dimensión2: esta práctica –que no sólo es corriente en el Justicialismo ni en nuestro país-, es habitual y un modo instalado de hacer política. La actual gestión, que obviamente continúa con las

1 Esta nominación pretende ser en el más amplio sentido de la palabra, para no comprometer una determinada sección de electores en sólo una dimensión (=la material) de su condición. Me explico: existe el preconcepto algo añejado y con varios puntos de fuga; acerca del cual [casi solamente] los sectores más populares suelen integrar privativamente el Justicialismo. Allende las diferencias de estilo de sus dirigentes, sabemos que las generalidades muchas veces no incluyen a todos los casos: así, no podemos establecer una relación directa entre peronismo = clases de menor ingreso y condición social. Dejando de lado este simplismo, sí no puedo obviar que me refiero a los más vulnerables a ser objeto de favores materiales, a causa de su condición. Aunque también mencionaré más adelante los favores simbólicos que pueden presentarse ó bien en el mismo grupo, ó bien en otros sectores más acomodados (que profesen los principios ideológicos, para dar sólo un ejemplo). Claro que éstos últimos también pueden ser destino de prácticas clientelares materiales -sea directas ó a través del acceso a puntos clave de la política que otorguen poder y prestigio; y, en un segundo tiempo, mayor acceso personal a recursos materiales que pueden ser obtenidos gracias al primer favor. Por otro lado, los sectores que forman la construcción del poder no deben ser sólo asociados a grupos de fidelidad antigua, ya que hay quienes se agrupan basados en una negociación -para una elección, por ejemplo. Luego podrán mantener asiduidad con el partido, ó bien no dar cuenta de lo compartido con anterioridad –para nuestro ejemplo podría constituir el tiempo de campaña. 2 Es necesario que aclare que lo que aquí entiendo por clientelismo no será solamente político. Simplemente, mi concepción está posicionada en todo el fenómeno clientelar que tiene un espectro mucho más amplio que el del Justicialismo (=no sucede sólo en ése partido), y MUCHO más amplio que el de la política (lugares tan dispares como una empresa privada ó una cátedra universitaria pueden presentar “compromisos” por favores dados). De este modo, lo veré como el más amplio ritual de dar [y así deber] favores, dinámica que existe en los más diversos planos de la vida humana. El espacio en donde este clientelismo se desarrolle sólo determinará el tipo de favores, como el tipo de devolución debida . De este modo, debemos tener en claro que el proveer favores [aquí serán “políticos”, aunque en realidad son dádivas materiales –que van desde mercadería para consumo directo hasta trabajo en puntos clave de la política]; y por ellos se pretende su devolución en clave de apoyo [nuevamente será “político”, pero debemos concebirla también en un amplio espectro que puede procurar un voto, ó bien el apoyo para una movilización política, cuanto acompañar al referente a una reunión con otros referentes del mismo partido ó un acto público por fuera del partido).

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usanzas que permiten -lo que por otro lado se conoce comúnmente como el aparato del partido. Estoy refiriéndome específicamente a toda la red de recursos (tanto materiales como simbólicos) que implica la total desagregación de los diferentes niveles de poder partidarios –ó funcionales a él-, diseminados por el país. Es dable que aclare que no pretendo –ni puedo-, reducir estas redes a simples canales de dádivas materiales, ya que eso sería una visión demasiado simplista de éste peronismo y de la política en general. Dejar de lado cantidad de bienes simbólicos –que no implican más que el comercio de capitales intangibles pero que son altamente determinantes como el caso de las lealtades, las identificaciones, la utilización de los símbolos que identifican a un sector político, entre otras; completa la visión que aquí subyacerá. Sumarísimamente, ésta es la dinámica que puede apreciarse en la política de las bases1 –señalada sobradamente como asiento del poder político del PEN. Las relaciones entre los actores son las veces personales, otras un poco más distantes; y otras incluso, absolutamente abruptas (tal vez producto de algún compromiso que se realiza entre conductores, lo que hace que “su gente” conforme parte del apoyo conjunto que acordaron), etc.

Claro que en éste nivel desagregado de la política no se excluye necesariamente la atención al estilo presidencial, ó las implicancias y particularidades que tenga el PEN y sus apoyos inmediatos en común [o no] con anteriores gestiones. ¡Pues claro que no! Pero en este espacio, las evaluaciones para actuar están más pendientes del beneficio de las lealtades, de los acuerdos entre dirigentes, de la cantidad de gente que pueda apoyar un acto –aunque más no sea local.

Tal vez el C.O. ingrese a la batería de valores que argumente la lealtad al PEN (en tanto que postura “simpática” por parte de éste)… pero, siendo sincera (y con la perturbación que me produce emitir un juicio que por directo, resulte cínico): En un espacio donde el poder corre tanto simbólica como materialmente ¿Alguien supone que el C.O. es parte fundamental en las decisiones que se toman en el interior de los sectores que constituyen la base del poder del PEN?... de hecho, éstos mismos sectores han mantenido lealtad a otros PEN del mismo partido –ó hasta de otros- en los últimos tiempos, ninguno de los cuales fue juzgado por su falta de corrección en el C.O…. ¿Me explico?

En otros términos: ¿Será que los medios “opositores” y quienes no acordamos con el manejo denostado que tiene el PEN hacia el C.O. somos los que nos ocupamos verdaderamente del tema? Es decir, las incorrecciones tal vez sólo son leídas por los analistas, por la oposición, por los especialistas en ceremonial… Es posible. Pero como reza la sabiduría popular (eso de “siempre todo puede estar peor”), sucede algo más grave aún: otro actor de los que asisten a esta actitud del PE son ¡Los sorprendidos Primeros Mandatarios extranjeros que han tratado con la Argentina!…

¿Será que –después de tanta crítica-, sólo unos pocos encuentran en éste manejo del C.O. un argumento más para oponerse a la actual gestión? ¿Será que

1 Dejo expresa constancia que al hablar de bases –si bien es un término más común al manejo del peronismo-, éste tipo de relaciones se han presentado en otros partidos políticos y no son necesariamente privativas del PJ. El hecho que cuantitativamente sean más comunes ó bien tengan alguna relación de suyo para con los códigos del Justicialismo, no implica que no puedan aparecer –ó hayan aparecido-, en otros partidos políticos.

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el PEN tiene esa actitud para las bases del poder y sólo la leen sus opositores? o bien ¿Será que el PEN las tiene para sus opositores y sectores críticos y ellos no se dieron cuenta? ¿Será que los sectores oficialistas no tienen la honestidad para criticar el mal proceder del PEN y prefieren soslayarlo a costa de no criticar[se] a [su] presidente?... En pocas palabras [y con el mismo temor de mi parte en ser tan contundente]: si reparamos cinco minutos en quienes muchas veces son objeto de prácticas clientelares, y pensamos si éstos evalúan a quién da el favor en términos de si es fulano ó mengano, es más ó menos de izquierda ó derecha, acuerda ó no con las normas del C.O. … ¿Podemos dar una respuesta afirmativa, convencidos que quienes reciben favores políticos distinguen un caso del otro, apremiados por la necesidad/mezquindad/oportunismo/ó cualquiera fuese el móvil?1 En términos [más que] brutales: Si alguien depende de algún favor ó lo desea de algún modo, ¿reparará en si quién se lo da –en última instancia- juega irrespetuosamente con el bastón de Mando Presidencial o deja injustificablemente esperando a la Reina de Holanda, en una distinguida gala del Teatro Colón? Quienes aceptan/pretenden/reparten favores ¿Están pensando en esto y en su remitente? Sólo me lo pregunto, pero no dudo que ustedes tienen una respuesta.

[Después de mi prolongada digresión] Volvamos a lo que nos ocupa específicamente: otra de las consecuencias de la falta de seriedad que enumera el señor Quintana, implica la poca viabilidad que trasmite un PE para cualquier tipo de asociación –por razones que van desde ideológicas hasta geopolíticas. Allende que las relaciones de un estado para con el exterior (sea con otros estados, grupos económicos, organismos internacionales, un particular, etc.), pueden ser del más diverso matiz; es decir, desde fluidas hasta manifiestamente hostiles. Pero sin llegar al extremo, no podemos descartar que es difícil de catalogar –y aún más para relacionarse-, a un PE que no actúa como tal. Es decir, no estoy refiriéndome a un presidente que mantiene cierta distancia con respecto a algunos actores políticos (¡lo que TAMPOCO implica ignorar el C.O!). el verdadero problema es cuando un PEN ¡ni siquiera lo hace como cualquier Primer Mandatario!. Claro que todo se agrava, cuando pensamos que nos ven a través de éste tipo de representante los foráneos que conocen los avatares y la complejidad de nuestra política doméstica y nuestro pasado próximo reciente…

Claro que se puede objetar –y muchos lo hacen, de hecho-, lo expuesto por el Señor Quintana y refrendado por mí, con el conocido argumento: la intención que subyace a la incorrección presidencial es la de mostrar un poder de ejecución tan grande, que no necesita ni siquiera de las formas que los demás PE implementan. Reforzado con la imagen que explícitamente menciona el Presidente cuando remarca que prefiere “quedarse en el país a trabajar” ó “gobernar para los argentinos” [lamento ser sarcástica con el PEN, pero huelga decir que su legalidad y legitimidad sólo alcanza a los residentes, imposible será gobernar para quien no lo sea. Así que me tomo el atrevimiento de precisar la expresión:] es decir, “los intereses de los argentinos”.

Esta última afirmación desfasa a los juicios que podemos hacer al interior del no cumplimiento del C.O., sino que hace una de las falacias [que se disfraza de actitud democrática] de suponer que una república de diferentes personas/grupos, si bien con iguales derechos, posee intereses no igualables. Esto es más simple de lo que parece: todos los habitantes de este país

1 Por cierto, esto NO IMPLICA juicio de valor alguno desde mi perspectiva –y no dudo que desde los lectores tampoco- a quienes son objeto de estas prácticas, por el simple hecho de la imposibilidad de reputar a una persona que se ve supeditada a aceptar cualquier favor a cambio de otro “favor” de su parte en condiciones extremas (incluso en el caso que alguien lo hiciese por arrojo/porque “no le importa”/porque es “más fácil vivir así”, no me detendré a juzgar ninguna de esas actitudes porque no soy quién tenga que hacerlo ni es el objeto de éstas líneas).

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tenemos diferentes concepciones, posturas, condiciones de bienestar, y demás. Nuestro sistema de gobierno –siempre y cuando nos mantengamos en el espacio de la ley-, lo reconoce y así legitima las diferencias. Esto es sinónimo de la imposibilidad (y la incorrección) de la unificación de los diferentes electores (sobre todo, bajo el concepto de “intereses”). En cualquier caso, si me pusiese menos pretenciosa, el “gobernar para los argentinos” tampoco es algo exacto en los términos más laxos que pueda otorgarle a esta aseveración: sobretodo si a través del Representante Máximo algunos de los que residimos en éste país terminamos dando una mala imagen en el exterior. Esto es similar a sostener que más allá de quién lo haya votado –descontando que nuestro régimen de gobierno implica que todos nos supeditemos a las decisiones de la mayoría, cuestión con la que no podría estar más de acuerdo-; nuestra Constitución no legitima –sino que claramente lo impide-, el desenvolvimiento deficiente de la representación del Primer Mandatario para todos los (…) que quieran habitar en el suelo argentino, parafraseando una de las sentencias de nuestro preciadísimo Preámbulo.

Probemos ahora con otro argumento: Si el mensaje supuestamente dirigido a los sectores populares, quienes son los que supuestamente consumen ingenuamente el mensaje de “la fortaleza” a través de las compadreadas del PEN; podríamos hacernos otra pregunta: ¿Éste es el primer PE que dice (remarco el “dice”) gobernar para los sectores populares? Es decir, otros Presidentes -que hasta incluso son vistos estereotipicamente como tan ó más populares que el actual-, ¿Han optado alguna vez por omitir el C.O. en pos de su condición de popular? Otros primeros mandatarios anteriores (sin hacer juicio de valor alguno acerca de sus decisiones) que han reformado los cursos de acción del país (del modo que fuese) ¿Han tenido como parte de su “corpus legitimatorio” algo que a aquéllos sectores no es de lectura inmediata como el uso del C.O.? Volviendo a algo que ya planteé con relación al actual PE, pero que no cotejé con otros anteriores: ¿Estaremos leyendo correctamente este mal uso de las formas? ¿Será lo que el Presidente llama “pueblo” el destinatario de este mensaje? ¿Estará [éste o cualquier] PE en condición de actuar por capricho desde su condición?… Temo angustiosamente que la respuesta es negativa.

Continuemos con el Señor Quintana. Así, en lo que hace a la posibilidad de colocarme –sin dejar de ser consciente de la cantidad de mis falencias en el área- en perspectiva de la Ciencia Política; no dudo en apoyar ciento por ciento la aseveración de Quintana: “el Protocolo es una ciencia política muy importante (…) sigue siendo esencial, porque su fin es favorecer las negociaciones entre los países (…). Si bien volveré luego sobre esto, me ha resultado siempre muy curioso aquél juicio ajeno que el ex embajador retoma al asegurar [que el C.O] “está muy lejos de ser algo frívolo”. Francamente, sin mas explicación que mi convencimiento, no logro comprender por qué las cuestiones de forma son tomadas como superficiales… Es tan craso el error de concebir que el modo de proceder –siendo sólo eso: un marco para la cuestión de fondo-, puede ser trivial1.

Me explico: cuando las cuestiones de forma (sea en este caso, el C.O.) son dables de ser juzgadas como insustanciales, será porque no se atienen correctamente a su función. Esta no es otra que la de contener con corrección las cuestiones de fondo en un espacio de usos y costumbres establecidos aceptados por la mayoría de sus participantes. Ni más, ni menos. Si se excede esta función subsidiaria a las cuestiones de fondo -sea porque éstas no existen, o porque se da más importancia a la pompa que a los fines del encuentro-; si podremos preguntarnos si lo fútil es un predicado de ese modo de ejercer el Protocolo Oficial. Pero no es lo mismo predicarlo del C.O. en su totalidad. Un pecador, no hace de su prójimo lo mismo.

1 De hecho, si en algún caso particular lo fuese, será simplemente por pecar de exceso…

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Pero dejemos sentado algo: las cuestiones de forma que auxilian a las de fondo, no son por esto menos importantes. Pueden tornarse incluso prescindibles –en alguna situación particular que lo amerite-, pero no por esto son soslayables bajo un juicio de valor fundado en gustos ó antojos particulares. Usaré otro ejemplo más ilustrativo, y al que asistimos diariamente: Incluso –y NO SÓLO en el espacio de un proceso judicial-, cuando la forma no se atiene y el procedimiento incurre en vicio, deberá ser descartado/reformado/replanteado/entre otros términos que logren sanear la anomalía primera.

El Señor Quintana continua afirmando: (…) este [el C.O.] es el secreto del progreso de países como Chile, que tanto menospreciábamos, y de Indonesia, país que debe su impresionante avance a su gran capacidad para negociar con las otras naciones”. Haremos aquí, algunas precisiones. Si bien ya hemos planteado la importancia de las cuestiones de forma, no por esto pecaremos por exceso. Nadie duda de los avances de éstos países, gracias a la valoración de las ventajas de atender el C.O. en sus negociaciones y en la construcción de su imagen exterior. Pero no dejemos al C.O. como el ingrediente básico –como si sólo tuviese una efectividad automática sin más que hace que las posiciones de un país se reposicionen por sí mismas. No. si bien he descontado la no prescindibilidad de las formas del C.O., la imagen exterior de un país –que claro que incluye el uso del protocolo-, no sólo será ponderada por su compostura en el trato, sino también por sus criterios políticos, su predisposición conciliatoria, su voluntad política en el asunto que se trate cuanto por otros, su política interna y diversos factores más. Todos ellos, factores importantes. Tanto, que muchas veces, descuidar uno, implica arrastrar al fracaso a otro1. Pero será particular decidir cuál [si lo hay] alguno con mayor peso y así con más preponderancia. Podría incluso poner en diferentes términos lo dicho, pero manteniendo la esencia de la postura. Así, diría que los aspectos citados cuentan a la hora de las relaciones de cualquier país con sus pares, excluyendo de esos aspectos al C.O.; simplemente porque DOY POR DESCONTADO su uso, obviamente.

Seguidamente, Quintana enumera algunos de los papelones a los que nos ha sometido –en tanto que nuestro representante-, el PE. En ese decurso, afirma: “(…) es algo lamentable y que le hace un enorme daño al país. Yo siento la obligación de decir esto en defensa de la carrera diplomática, del país y de mis colegas, que están siendo humillados como nunca lo habían sido antes”. Claro que acredito a este razonamiento, mas le hago un agregado: no solamente el Presidente pone en juego el conocimiento –y por ende el prestigio-, de quienes realizaron y realizan su profesión en la diplomacia. También pone en juego y desprestigia el modo de ejercer la actividad política de TODA la dirigencia argentina (repartiendo este perjuicio no sólo a su persona, sino anteriores Presidentes que se manejaron con corrección, a los potenciales asesores que pueden tener una correcta concepción del C.O., a los especialistas que la Argentina posee, a los habitantes, y hasta quienes pueden ser futuros dirigentes.

La razón de que éstos últimos también están incluidos es simple: ya pueden ser [pre] juzgados exteriormente por permitir ó bien implícitamente acordar con las compadradas del Primer Mandatario. Vivimos en un sistema democrático y todos los electores refrendamos implícitamente una gestión (hayamos ó no votado por la propuesta). Caso contrario, nuestra legislación establece mecanismos de control al PEN… pero claro, tendrían que existir varias condiciones previas, como tomarnos el C.O. con la seriedad que requiere (claro que si así fuese, tendríamos un PE

1 No es necesario apelar a ejemplos foráneos para ver esta situación: pensemos que esto precisamente es lo que nos acontece a la hora de la incorrección presidencial. Un país que poco a poco –y con mucho dolor todavía-, logra recuperarse de la peor crisis de su historia, es sinónimo de que muchos aspectos están mejorando (caso contrario, la crisis se hubiese mantenido ó profundizado). Pero la omisión del C.O. por parte del PEN no contribuye en mucho a que esas variables que demuestran mejora se vean teñidas [ó desteñidas!] por la inasistencia a reuniones acordadas, los plantones oficiales y demás sucesos que los medios nos muestran. Vayamos hacia un ejemplo más gráfico aún: recordemos las negociaciones con los organismos internacionales y la moderación del ex ministro de Economía Roberto Lavagna. Teniendo esto en cuenta, tengamos en cuenta aquél mensaje que el PEN dirigió a los acreedores italianos. Se que no necesito explicarme más.

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producto de una sociedad que respeta las normas del C.O. y no actuaría como el actual); asimismo, deberíamos dar claras pruebas de un mayor nivel de cultura política y democrática1 -que hasta a veces nos ha hecho llegar a lo largo de nuestro pasado reciente a un máximo de tolerancia para evitar desestabilizar [una vez más] este país política y/o económicamente. Y no recordamos que el reclamo dentro de la ley es parte de nuestro ejercicio ciudadano; y que el contralor de los dirigentes corre por entero cargo nuestro. Esto no implica arbitrariedades ni ilegalidades de parte de los que elegimos en igual cantidad que no implica que renunciar al contralor de los que mandan por nuestra delegación. Tal vez si esto fuese acostumbrado, estas líneas no tendrían sentido de ser, y el ejercicio del C.O. estaría descontado en nuestro PEN…

En fin. Vuelvo a nuestro punto específico donde había terminado, antes de haber hecho tamaña rodeo: La diplomacia, como parte importantísima de la política, es asimismo un indicador de aquella, de la importancia y el respeto que se le tiene a los demás países y del grado de consideración que se tendrá para con el Otro a la hora de negociar. Alguien que opta deliberadamente por no cumplir -ni siquiera con las normas de procedimiento-, se colocará a sí mismo en posición dudosa (cuando no desventajosa) antes de iniciar cualquier conversación… como agravante, no hay posibilidad de encontrar una justificación lo suficientemente legítima para este comportamiento. En nuestro caso, nos conformamos con una lectura supuestamente político-comunicacional del mensaje: un PE decidido, que toma lo convenido por las astas y prima su voluntad por sobre lo demás. Esta lectura inmediatista -cuando no manifiestamente miope-, del proceder presidencial sólo tiene un beneficio nada favorable en relación a sus costos. Así, la relación será “efecto político de imagen frente a [algunos] argentinos vs. Mala/dudosa imagen en el resto del mundo”.

Por otro lado (y descontando que el embajador no desconoce lo que seguidamente plantearé), tenemos que llegar a uno de los lugares comunes más negativos de la diplomacia argentina. Me refiero concretamente a la designación de dignatarios bajo criterios políticos y no de excelencia profesional. Lamentablemente esto no es privativo de la actual gestión, ni de las anteriores inmediatas. Si se rastrea en la historia de las relaciones exteriores de nuestro país, ésta es una de las propiedades y las objeciones que perennemente se han presentado. En primera instancia, si optamos por mirar desde una perspectiva superficial -decidiendo no indagar más en la cuestión por ser un problema de larga data-, podríamos caer en un punto muerto: si fue y es algo común a diversas gestiones de gobierno, que en la actual suceda; no debería llamarnos la atención y podríamos mantener en suspenso este análisis bajo el argumento de ser un yerro atávico (lo que por supuesto no obsta que sea una herencia objetable y necesaria de cambiarse).

… podrán decirme que esos cargos son ocupados por cuadros políticos... pues bien: ¿Ese es un modo más de explicar que se ignore el C.O.? La respuesta es sí. En realidad, es la pregunta la que está viciada por el resultado que ya todos conocemos. Veamos: Que el encargado de la materia de C.O. sea un cuadro político –de éste modo carente de pericia diplomática-, no sólo lo hace muy funcional a [los caprichos de] quien lo designó en su cargo. También, evita la fricción

1 Si bien no quiero distanciarme demasiado del espacio del ejercicio del C.O., no puedo evitar relacionar nuestra situación como una totalidad –que incluye a nuestra historia, claro. Así, un pasado de debilidad institucional tan flagrante como el que este país tiene, muchas veces surte el peor de los efectos que puede tener para un presente que pretende ser cada día más democrático. De este modo, la carga del mal ejercicio de los valores básicos de un sistema democrático, debería tener un efecto diferente del que tiene. Así, en vez de paralizarnos cual ciudadanos temerosos del reclamo que dentro de la ley podemos y debemos ejercer con nuestros dirigentes para velar por el estado de nuestra sociedad-; solemos estar paralizados por la convicción de la falta de poder de cambio; ó bien por la certeza que, porque estuvimos peor (algo desgraciadamente verdadero) no debemos procurar que lo sufrido sea un incentivo a una mejora actual. No. Solamente estamos gratificados porque no estamos tan mal como antes. Esto es similar a agradecer que -de estar cubiertos de lodo-, pasamos a estar simplemente sucios; cuando en realidad se trata de estar limpios. En fin, un estilo muy telúrico que seguimos padeciendo y reproduciendo…

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que puede provocar el pedido de ejercicio de su función al modo que decida [=se le ocurra, estime] el PEN. Esto es similar a tener la certeza que el mantenimiento a distancia de los diplomáticos de formación evitará cualquier rispidez (que incluso pueda trascender a los medios) acerca de una interna al interior del núcleo directo del PEN. La pregunta bien formulada sería la misma que venimos haciendo: ¿Puede [incluso: ¿le conviene] al PE eludir los usos del C.O.? Claro que no. Su cargo lo implica y la envestidura que el pueblo hizo su dignidad temporal lo exige (y –creo-, que políticamente lo requiere).

Pero, no estoy de acuerdo con este proceder. Lo cierto es que creo firmemente que los

muchos de los “puntos muertos de la ciencia” varias veces son aparentes. Esto implica que aunque continuar con la indagación sólo pueda darnos un modesto –y hasta insignificante- dato, pretendo optar por un detalle más que prescindir de él por minúsculo. En éste caso lo hay, así que veamos qué podemos divisar en la gestión de gobierno que la pone en distinto lugar que las anteriores –con las que comparte aún, la designación de cuadros políticos en espacios para diplomáticos de carrera.

Lo particularísimo del actual gobierno es que si bien esas designaciones son reclutadas

desde el espacio de las lealtades políticas –y no desde la excelencia académica del diplomático-; existe un agravante: las anteriores gestiones -haciendo lo mismo-, no dejaban de atender las normas del C.O. (lo cual puede hacernos suponer que ó bien los PE, ó quienes los asesoraban políticamente al menos hacían caso a los modos de proceder en el espacio del Protocolo Oficial.

Esto es: la ciencia política del Protocolo –como la llama Quintana-, tenía un grado de entidad en la gestión de gobierno, y sólo era más claro desde la perspectiva de política doméstica saber si esos cargos estaban mal asignados. Desde el trato exterior, ni un medio extranjero, como tampoco un cuerpo diplomático foráneo podría tener una objeción para con el comportamiento de anteriores Presidentes. Lo que también significa que la incorrección de un mandatario como el actual no tenía que ser tolerada por quienes nada tienen que ver con su gestión de gobierno. Incluso (y esto no lo señalo para tomarlo como imitable en lo absoluto), cualquier actor externo, ante anteriores PEN que sí atendían al C.O. no podía reparar en si la diplomacia argentina era de jaez política ó académica; en tanto se condujese con propiedad. Hoy tenemos la particular característica que –esté o no el cuerpo sano-, es la cabeza la que no obedece, y de ella es surgen las palabras y modos incorrectos.

Donde mis argumentos se acaban, es en la afirmación del señor Quintana que excede los

límites no ya del C.O., o de los modos de hacer política, o las contingencias de una gestión. No. Las palabras me abandonan por causa de la falta de pudor de nuestros representantes externos. Me refiero al hecho que el embajador asegura acerca de los cuadros políticos en embajadas que no dominan siquiera un segundo idioma. No entraré en la disquisición acerca de los usos que a lo largo de los años han transformado al inglés en una suerte de nueva lingua franca1, y por eso debe

1 Debo hacer una aclaración a los fines de prevenir una ambigüedad por demás innecesaria. Sabemos que lo corriente en Diplomacia es la utilización del francés. Hoy por hoy, también es común el inglés como patrón de comunicación entre uno ó varios actor/es que posean una lengua/s distinta/s de éste. Mi intención del uso de la partícula lingua franca, no es la asociación del acostumbrado uso del francés con el surgimiento del pueblo galo. En este caso, utilizo aquella denominación con cierto desplazamiento semántico, y por eso puede generar desaciertos indeseados. Me explico: “franca” refiere en éste caso, a la lengua germana hablada por los franceses de la que deriva el neerlandés. Medio de comunicación con siglos de historia, de él se suele destacar el reemplazo que ofició en los ritos católicos luego de la Reforma luterana (las celebraciones se realizaban en latín antes del Cisma protestante). Esta sustitución es un dato nada menor por la función que toda lengua tiene en cuanto a la identificación con determinado pueblo [incluso, hasta la etnia]. Ella condensa gran parte de la cultura y la reproduce de un modo que le pertenece. En este caso histórico –de un origen romano único-, se dio lugar a la utilización del idioma regional (el que expresaría la idiosincrasia del pueblo que ejecutase el acto religioso)Utilizo el término analógicamente –por ellos el desplazamiento de significado-; para expresar la institución del inglés como idioma diferente de la lengua materna [para nosotros, el español]; y a su vez diferente de la lingua mater [en nuestro caso, el latín]. La

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ser dominada como requisito excluyente en puestos de esa calaña. Por cierto, la razón de mi elusión completa acerca de esta exigencia es simplemente la obviedad. Les haría perder mucho tiempo a los lectores si discutiese acerca de una evidencias que habla por sí mismas. Sólo mencionaré que –como agregado al manejo del inglés-, podremos pensar luego en el verdadero dominio de otra lengua. Me explico: además de la lengua materna, en nuestro caso el español; y la “nueva lingua franca” -de flujo constante y voluminoso- como es el inglés. En fin, lo único que puedo afirmar es que –además de confirmar algo que suponía-, me quedo enmudecida ante esto… -y con las mejillas ruborizadas.

Comparto en un todo, el criterio del Señor Quintana acerca de: “la amabilidad es un código de buenas maneras (…) se necesita cultura, inteligencia y afecto para entenderse con el prójimo de un modo conveniente. Las buenas formas son (…) son armas que el diplomático sabe utilizar en provecho de su país. (…) se utiliza la seducción en la conquista del otro, y la seducción es parte de la inteligencia humana”. No podría agregar nada a esto (que de cualquier modo recorto sólo para circunscribirlo al C.O.; aunque de plano comparto el lato sensu de la seducción como la expone el embajador: un modo al servicio de agradar a los sentidos del otro -sin carga allende a ésa.

Solamente, me atrevo a agregar una pequeña aclaración acerca de la concepción del Señor Quintana de los buenos modos como un don. Si bien lo son, no por esto descarto que la educación pueda explotar este costado en una persona y transformarla en alguien con una agradable amabilidad. Es muy común que el verla como un don sea la confunda un poco con lo que es la fusión de la amabilidad al carisma [charisma], cualidad ésta que sí se considera innata y difícilmente otorgada por la educación. Pero esta aclaración no objeta mi criterio: una persona puede no poseer ése carisma pero puede educar sus maneras y ser alguien francamente cordial y por esto muy agradable.

Es sobradamente ilustrativo el ejemplo del embajador acerca de los diplomáticos de la U.R.S.S.… siendo parte de una ideología y una cosmovisión que se distancia no sólo a concepciones de la función y el ejercicio de la política sino también aspiraciones a modificar estructuras más allá de un régimen, como es la sociedad misma. Esta aspiración, no implicó identificar su ideal comunista con los malos modos. Es muy simple: como todos sabemos, una cuestión no implica ni es necesaria para la otra. Tampoco posibilita ó produce la otra. En esencia, lo que es dable de destacarse, es no sólo la noción de la amabilidad como una forma, que simplemente enmarca una relación entre dos personas1. Sino también como una parte imprescindible del ritual de la comunicación. Incluso a veces, casi cercana al fondo. Con un ejemplo gráfico y bien simple, veamos: cuando los duelos eran moneda corriente en el reto entre dos hombres ¿Alguien puede ver en esta situación –que tiene por fin el asesinato del contendiente [ó la preservación de la propia vida] hostilidad en el trato o alguna mala manera? ¿No forma parte de ese honor [algo tan imposible de ser valuado con un precio para quienes lo pretenden] que está en reto el hecho de ser respetuoso del ritual todo, sin traicionar la cantidad de pasos acordados ni al tercero que dirige la situación?

particularidad se encuentra en que el inglés –de anglosajona lingua mater-, no es raíz ni lengua materna de muchos idiomas. Sin embargo, se transforma en una lengua vehicular (al igual que lo es una moneda de cambio corriente, a la que es más fácil reducir la diversidad de notas monetarias del mundo). A diferencia del esperanto –que unifica los vocablos a un único patrón lingüístico-, el inglés se hace corriente, asemejándose a lo que antes sucedía con el ritual religioso; el que durante siglos se realizó en latín -fuese ó no la lingua mater del pueblo. 1 Pero lo más interesante, es que no la determina. Esa misma relación puede ser de manifiesta tensión, ó bien negociación, ó bien desacuerdo. Pero, cualquier evolución de esa misma relación (lo que incluye el conflicto insalvable) no tiene por qué hacer ingreso a una mala manera de alguna de las partes.

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La mención del Señor Quintana acerca del cierre de embajadas –tal vez, como objeto de su [supuesta] carga al gasto público-, es un dato no menor que lamentablemente excede el espacio del C.O. Incluso, rebasa hacia los diferentes PE que han ocupado el Sillón de Rivadavia. La presencia de nuestro país en el exterior, cuanto la presencia de los mismos en estos lares, no entraña discusión en cuanto a su utilidad.

No puedo evitar (aunque no lo desee), el hecho de ingresar en la cuestión acerca de priorizar la asignación de gasto público a otros destinos que los diplomáticos. A mi modesto criterio, esa una tensión falaz –y a veces se presenta algo vacua. Me explico: aseverando que algunos gastos son más importantes (ó urgentes) que otros, no quiero decir que servicios públicos básicos como salud, seguridad, etc. son superfluos; esto sería cometer el mismo error que colocar a los gastos de las relaciones exteriores de nuestro país con el mundo como superfluos. Acerca de priorizar la asignación de gasto público a otros destinos que los diplomáticos. Veamos: no es necesario poseer gran perspicacia para tener la certeza que el gasto en bienes públicos –en nuestro país ampliada a causa de la profunda dificultad social que padecemos- es imprescindible. Pero, no por esto se deriva directa y necesariamente (=sin consecuencias dables de tener muy en cuenta) el recortar la presencia de las relaciones de un país con el mundo.

Para compararlo rápida y banalmente, podríamos decir que una familia –que asigna sus recursos a diferentes gastos-, debe recortar abruptamente alguno de ellos porque tiene apremios en otro espacio de sus erogaciones. Esto, es completamente correcto (muchos de nosotros hemos recortado gastos –eligiendo los más prescindibles de acuerdo a nuestro orden de prioridades particular; esto es: los más suntuarios. Pero si bien el ajuste puede realizarse en un único recorte, no necesariamente tiene que darse de este modo (existen múltiples modos: podríamos bajar el consumo en varias áreas, ó bien en algunas, etc.) No entraré en teorías acerca de la asignación de recursos, porque este burdo ejemplo lo utilizo para expresarme en lo que sigue:

Se utiliza el argumento de nuestros últimos años críticos como justificativos para destinar parte de las magras recaudaciones, a acrecentar el gasto en la cartera social. Esto es algo completamente cierto y legítimo (como podría ser una catástrofe ó una guerra); y de hecho, esa crisis social no ha sido todavía –ni lo será en muchos años-, superada. Mi objeción hace a los fundamentos del recorte de las embajadas en función de sus dos planos: el primero y más superficial, implica cuestiones de imagen del PEN en tanto contribuya a su imagen pretendidamente popular (aquí, entendida como no frívola). Así, sería parte de esa construcción el desatender el C.O. y los espacios en donde se ejerce. Pues bien, puedo agregar que será difícil legitimar esto si lo cotejamos con los altos gastos en movilizaciones populares, ó en compras Haute Couture de la Senadora (una tendencia criticada empedernidamente en las últimas décadas por los flamantes gobiernos, pero curiosamente repetida un tiempo después...). Y -por solapada que sea la situación, no debemos hacernos los desentendidos-, el financiamiento nada pequeño del tan tristemente famoso aparato político.

El segundo plano de la objeción –más profundo y por esto más peligroso-, que es el de [pretender] imponer en la opinión pública [la que sabemos, es muchas veces ingenua] reconocer cuestiones de forma –como el C.O.-, como gastos onerosos para el Estado. El punto de fuga se establece cuando pensamos que –desde una Embajada, hasta el C.O.-, son suntuarios en sí mismos. Siguiendo esta falacia, se decide ¡recortar en su totalidad (=una embajada)! Así, percibo que esta distorsionada impresión de la forma, responde más a la lógica de lo “políticamente

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correcto para la opinión pública” que a lo políticamente necesario -legitimado por la costumbre en diversos espacios y tiempos.

Sin extenderme demasiado, no puedo evitar mencionar que esta lógica de la necesidad vs. Costo [de largo plazo] de una cuestión tiene otro punto de fuga. Utilizo otro ejemplo muy fácil de ser vislumbrado: ¿Nos atreveríamos a suponer que algún jurista pensase que las cuestiones de forma [el aspecto procesal de una demanda] son superfluas? ¿No es cierto que –de ser viciadas-, pueden derribar hasta la viabilidad del mismo proceso? De este modo, algo que constituye el pleito en su forma, devendría en alteraciones casi tan importantes como las de fondo –ya que se llega hasta la nulidad de una causa. Ó bien [y esto es lo grave]: las partes no acceden a justicia alguna.

Este ejemplo me servirá para comenzar a esbozar la siguiente zona gris (también muy vista en nuestra dirigencia). Muchas veces, otro tipo de gastos –como los que hacen a la seguridad personal de los Jefes de Estado y de muchos políticos en gestión (en su mayoría ministros); son más que tergiversados. A ver: vemos muchas veces que por justificaciones diversas1, muchos funcionarios se conducen a sus puestos de trabajo en medios públicos –que no aseguran la seguridad requerida del modo en que está legislado. Esto no está tan alejado de nuestro tema principal, ya que por ésta razón (=”ignorar el protocolo”) el actual PEN eludió su seguridad propia (no sólo el protocolo) y saludó a su gente ganándose el comentario en los medios y un corte en su frente –cual trofeo de guerra. No mencionaremos el problema que generó a los encargados de su seguridad, los que tienen una responsabilidad insoslayable; así que continuemos:

Esa idea de considerar la seguridad2 como dable de ser evitada sin costos, lamentablemente es un lugar muy común en muchos mandatarios (hoy por hoy, podremos sumar el soslayo del C.O. gracias a nuestro PEN). En primera instancia, me llama la atención que muchos de nuestros mandatarios formados en leyes, no hayan comprendido la primera premisa de nuestro régimen democrático y de lo que implica el estado moderno del que participamos. Esto es: ninguno de quienes han ocupado el Sillón de Rivadavia son personas que tengan más valor ó dignidad que el que posee cualquier ciudadano (ni siquiera un elector) en este país. Lo que sí poseen, es un mandato de máxima responsabilidad (legal y moral) como es el de ejercer algo tan importante como la decisión de El Soberano. Esto no implica a su persona ningún recorte en sus derechos, obligaciones y garantías. Las posee y ejerce como cualquier otro ciudadano. Lo que si poseen de especial, es un cargo al que libremente se han ofrecido y que deben honrar con los deberes de mandatario público. Esto es, cada vez que estén en ejercicio de su rol3, el PEN es la sumatoria misma de lo que el sistema electoral del país haya dispuesto para que accedan al Poder Supremo.

1 Que van desde promover un perfil de austeridad, la horizontalidad con respecto al pueblo, el desprecio de las permisiones, y el desnudar a la envestidura que poseen de toda connotación de cualquier tipo de privilegio. Por cierto, es más común ver esta disposición en el interior del país, ya que la seguridad personal en una visita externa es más imprescindible –a los ojos de los funcionarios-. Claro que no estoy negándola. Simplemente niego tajantemente que la seguridad de alguien que encarna la voluntad del pueblo valga menos en cualquier punto –siendo elocuente de más-, del… planeta. 2 Entiendo el concepto de seguridad –incluso de Seguridad Personal-, como abarcativo de múltiples dimensiones que van desde la certeza [ó no] del individuo de poseerla, la sensación [ó no] de su mantenimiento en un futuro inmediato, la conciencia [ó no] de las precauciones que deben tomarse de acuerdo al contexto en que se encuentre, etc. Con esto quiero decir, que es una incorrección definir la idea de Seguridad sólo en términos castrenses, ya que ésta dimensión –si bien importante, porque posibilita la concreción de aquellas otras en muchos casos-, no es la única que interviene. Una persona puede tener conductas más [ó menos] seguras, de acuerdo a su proceder personal. Ustedes ó yo, podemos velar –además de que lo hagan quienes ejercen las funciones de la seguridad pública-, por nuestra seguridad prestando atención a lo que ella precisa para ser tal. Es muy posible, que muchos de nosotros no poseamos el privilegio de una custodia –privada ó pública-, pero no por esto somos personas que actuaremos descuidadamente exponiendo nuestra persona a riesgos para la propia seguridad.3 Obviamente cuando así no sea, como cualquiera de los demás ciudadanos, los amparará el Art.19 de la Constitución Nacional, que dispone [“Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.]

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Dicho en otras palabras: la seguridad de los primeros mandatarios [el C.O. en nuestro caso], velan por el mandato del pueblo que personifican los ciudadanos que ejercen la función de PEN. Es la voluntad del pueblo lo que se está asegurando –ejercida por una persona. Es la relación de la Argentina con el mundo lo que se está ejerciendo de acuerdo a los usos del Ceremonial Oficial. Ni fulano ni perengano son tan importantes (quitando la ansiedad y avidez por figurar en los manuales de historia), sino que es el cargo –allende la persona-, que toma su dignidad de quienes le ceden el poder –los que delegan soberanamente su voluntad.

Y por cierto –si es el caso que alguien pudiese pensar en que implícitamente es un cargo en que se sacrifica la persona de un ciudadano en pos de la mayoría-, como cualquier ciudadano, el PEN ejerce todos los derechos que le otorga nuestra Constitución Nacional, gozando de la totalidad de derechos civiles y políticos. Sus deberes no excederán a sus derechos, y no podrá gozar de la prerrogativa de carecer de obligaciones. Aquí incluimos a su persona cuanto lo que su rol exhorta. Si alguno de ellos es violado, por su persona ó por terceros, no necesito aclarar que eso es...

… estar contra la… transgredir la… en fin, desobedecer a la Balanza ¿No? Algo que ni el mismísimo PEN puede hacer.

* * *

Pues bien. Siguiendo con lo que nos aúna, menciono un detalle no menor que nos servirá de puente con el extracto de la entrevista que seguiré analizando. Es importante recordar que la cuestión de los gestos de elusión del protocolo y ceremonial es parte de ése incompleto juicio de los analistas que lo caratulan de “populista”. Esto es refrendado también, por la procedencia de un partido como el Justicialismo, asociado atávicamente con este tipo de procedimiento). Pero es necesario dejar claro que las elusiones a la seguridad personal que requieren los primeros mandatarios -como los funcionarios que en sí mismo expresan la voluntad del pueblo en un régimen democrático- no ha sido privativo del PJ. Muchos funcionarios de signo diferente han realizado este tipo de acciones más mediáticas que racionales. Sin ir muy lejos, recordemos al gobierno de la Alianza en que su vicepresidente Álvarez viajaba en subte hacia el Congreso ó a Balcarce 50.

Seguidamente, mencionaré la muy importante referencia que hace el Embajador de primeros mandatarios de nuestro país, ya ésta tiene la particularidad de no seguir el patrón de signo político. Luego de destacar el respeto que el Presidente Arturo Frondizi tuvo por el C.O., como también los modos afables del Presidente Raúl Ricardo Alfonsín (de quien –me consta-, empleados de la Casa Rosada en varias gestiones destacan su afectuosidad); agrega la mención de un PE altamente cuestionado por la opinión pública en otros muchos aspectos: el Presidente Carlos Saúl Menem. Destacamos con esta alusión la prueba de objetividad del Embajador Quintana, y la demostración –que debe servirnos en nuestro tópico particular- acerca de que, el partido político (y lo que éste pueda implicar) no determina las actitudes que un PE debe tener en su manejo del C.O. (ó al menos, no debería…)

Por último, me distanciaré de un juicio que establece al final el Señor Quintana. Y lo haré solamente por precaución. Me refiero a que si bien a lo largo de estas líneas he tomado una perspectiva profundamente crítica acerca de la consideración del PE del C.O., no por esto creo atinado expedirme acerca de valoraciones personales del Primer Mandatario. Dejando manifiesto

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que no sólo sus modos me parecen objetables sino también muchos otros aspectos discursivos de la gestión –que acompañan a aquéllos; dudo que esto me permita estipular que las causales del estilo del PEN tienen por causas subyacentes el resentimiento y la envidia. Profundamente sorprendida por un juicio tan contundente del moderado embajador, prefiero quedarme solamente con la calificación de mala educación. Las razones son simples: aquellas palabras son muy fuertes en sí mismas, y prefiero no predicarlas de nadie –incluso de la actual gestión, en la que no acuerdo en la mayoría de sus formas al gestionar el poder, cuanto en varias de sus decisiones. Sólo por moderación.

Quedándome con el juicio del embajador Quintana, estimo que el desprecio del PE por el C.O. no sólo incluye una mala educación en el sentido más general del término (incluyendo cierta civilidad que no se aprende en la Universidad, sino en el seno familiar desde la más profunda infancia). Quintana sólo refiere a aquélla conectándola con el resentimiento y la envidia. Particularmente, entiendo que esto no es sólo una falta de educación, sino también una falta de perspicacia política en el más pragmático sentido de la palabra. El PE parece olvidar que el C.O. puede ejercerse no sólo a los fines de cuidar las formas, sino también a fines de lo que éste pueda permitir “capitalizar” a fines políticos posteriores. Pero creo que ya es tiempo de que pasemos al siguiente artículo.

…yo soy así .

“La sonrisa es el idioma universal de los hombres inteligentes”.Víctor Ruiz Iriarte

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Ahora me atendré solamente al artículo de la revista Noticias1. Creo que es necesario hacer algunas apreciaciones generales acerca del contenido del mismo. Si bien éste comienza con un título que augura el tratamiento de la diplomacia del PE, lo cierto es que recorre varios planos (a veces, varios papelones) de la gestión y acaba por ver al Primer Mandatario “desde el exterior” lo que no recorta de suyo sólo su ejercicio del C.O.2 Un ejemplo: encontramos en él cuestiones tan diversas como el recorte de las exportaciones cárnicas reciente -las que si bien implica a decisiones que la Argentina toma para con sus relaciones exteriores-, no implica necesariamente consecuencias inmediatas en el C.O., sino que hace al ejercicio de una política de gobierno y nada más.

Que estos dos espacios estén muchas veces interrelacionados no implicará que en estas líneas se los identifique. En esencia, si el PE decide tener un comportamiento poco serio para cumplir con sus compromisos contraídos, eso será una decisión política que puede [ó no] estar también implicada en el ejercicio del C.O. Para explicarme con un ejemplo apresurado y algo burdo, podríamos pensar en el caso del recorte de las exportaciones de carne. Si éste hubiese sido materia de una negociación entre el PEN y el resto de los importadores de nuestra carne, PERO sin cumplimiento correcto de los usos del C.O., podríamos ver más cercana a nuestro interés la medida –ya que desbordan perjuicios al espacio del Ceremonial Oficial. Si bien este ejemplo que menciono es muy débil, lo que pretendo dejar sentado es la importancia de no identificar –in natura-, el C.O con las decisiones de política externa. El primero es solamente nuestro objetivo. De este modo, muchas cuestiones tratadas en la fuente no las tomaré aquí, ya que continuaré recorriendo la dimensión trabajar en el espacio del Protocolo Oficial y su ejercicio por la actual gestión ejecutiva. Entre otros pasajes que ignoraré, está el apartado del ex funcionario Jorge Castro, ya que alude al análisis de la política exterior de la Argentina. Sólo dejaré constancia que en él se menciona [sic] “incidentes menores y ya crónicos, derivados de deslices protocolares, como el acaecido recientemente –uno más-, con la Reina de Holanda (el destacado es mío)”.

Comenzando con el recorrido, la nota deja en claro –con el episodio de la intromisión en los Manuales de Estilo cuando nominan “Falcklands” a las Islas Malvinas-, que el control en detrimento de la libertad de prensa no es sólo costumbre doméstica. Seguidamente, aparece un dato desfasado por completo del C.O. y que se presenta a horcajadas entre éste y el ejercicio de la política exterior. Estoy refiriendo al contraste del manejo protocolar del actual Presidente con los anteriores en ejercicio, incluso los encuadrados en el menemismo.

Se utiliza como contraejemplo del actual PEN a un funcionario a cargo en el pasado de sedes de representación externa, el cual asevera: “Tuvimos muchas relaciones carnales, pero en el fondo, ¿De qué nos sirvió? ¿Qué obtuvimos?”. Aquí es donde debemos hacer una pausa. Es necesario estrechar algunas cuestiones implicadas en éste juicio particular y en el modo en que la revista lo cita. Lo primero: las llamadas relaciones carnales no fueron más que un término [ilustrativamente soez, por cierto] para graficar el modo en que nuestro país mantenía sus intercambios fluidos con EUA (y con los demás actores que esta relación implique). El haber obtenido ó no algo con ellas es materia de discusión para los especialistas en Política Exterior y en Relaciones Internacionales

1 “Papelones Exteriores – Diplomacia K”, por Nicolás Cassese para Noticias, 29 de abril de 2006.2 Estimo que esto hará que el presente acápite pueda parecer algo más vago que el primero, ya que fue necesario hacer diversos recortes a causa de la mixtura de planos que existen en la prosa de la nota. Temo que aquéllos –si bien son extractos específicos de lo que nos compete-, se presenten como análisis fragmentarios. Este posible efecto no es más que producto de mi excesiva rigurosidad al centrarme en el ejercicio del PEN en el C.O. y no en variables que rozan otros aspectos relacionados (como son la política externa, las relaciones económicas internacionales, etc.). De cualquier modo, será precisado cada extracto a los fines de la comodidad del lector.

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en general. No implica necesariamente juicio alguno acerca del manejo del C.O. ni siquiera de la gestión que optó por tan “íntimo” relación. No siendo ése mi objeto en estas líneas, lo dejamos de lado.

Pero deslindemos aún lo siguiente: el estilo de relación exterior de la principal potencia mundial tampoco implica –viéndolo estrictamente desde la perspectiva del C.O.-, que el ceremonial haya sido ejercido ó que nuestros funcionarios hayan tenido maestría para relacionarse protocolarmente. Máxime, podremos inferir que se tuvieron preferencias hacia determinada nación –que no hacen a la corrección ceremonial, sino a la predilección por acordar objetivos que favorecen a ambas ó a la que posee mayor poder. Pongamos la cuestión en un ejemplo algo exagerado pero gráfico: si pensamos en los diversos modos de relación externa entre un pueblo y otro [más allá de la forma de gobernarse que hayan elegido]; podremos encontrar combines de los más diversos tipos: sometimiento, manifiesta hostilidad, convivencia pacífica, cooperación, etc. Ninguna de ellos implica incorrección protocolar necesaria, sino sólo relaciones exteriores que sólo pueden ser leídas en términos de los conceptos privativas de esta área de las RRII.

En el caso que cita el ex funcionario menemista, se confunde a las relaciones carnales [=un modo de ejercer un tipo de política exterior] con una suerte de “mayor amabilidad” que se traduciría en un correcto uso del C.O. Esto no sólo es una inferencia no atinente, sino que de hecho, solamente se está hablando –corriéndonos al espacio de las relaciones/negociaciones exteriores- hacia la preferencia deliberada a un actor y sus aliados. Como agravante, se produce una desatinencia aún más grave. Tal vez gravísima. Me refiero a colocar la desestimación del C.O. por el PE y su estilo confrontador como el negativo de las relaciones carnales.

El primer término de la tensión –el estilo del PE actual-, tiene claras embestidas para el C.O. en sí mismo; e incluso en un largo plazo, puede tener consecuencias de política externa (al no hacer fluidas las relaciones entre los demás mandatarios. El segundo término de la tensión, -las relaciones carnales- ya lo he señalado como una particularidad que hace al espacio de la política exterior. La combinación de ambos términos implica relacionar una característica que hace al mal ejercicio del C.O. –sólo juzgable en el espacio del Protocolo Oficial y en el largo plazo sus consecuencias en la política externa-; con un modo de ejercicio de la política exterior –sólo analizable en el espacio de ésta. Claro que luego los especialistas en política externa podrán analizar lo que se pretendía, lo que se obtuvo y el costo-beneficio -que se puede juzgar desde económica hasta ideológicamente. En otros términos: ignorar el C.O. y/ó practicarlo sin corrección no es el correlato de mantener relaciones casi de subordinación con una potencia extranjera. Por cierto, lo primero se debe ejercer sin excepción (Así se esté en guerra con una potencia externa, ó adecuando nuestra agenda a ella). Lo segundo –las relaciones sobre preferenciales-, serán ejercidas de acuerdo al criterio del PE en función y se las juzgará desde la opinión pública, desde los gobiernos posteriores, desde la academia ó bien desde la misma gestión que las ejerce –de acuerdo a sus réditos [ó no], del modo en que fuese.

Seguidamente, se cita el listado de enemigos internacionales y el hecho de PE que nunca ha viajado hacia en Antiguo Continente. Sólo considerando el espacio del C.O., podemos citar lo que se menciona como un “aislacionismo esmerado y [el PE] huye espantado ante las formalidades del buen trato que recomiendan los manuales de diplomacia”. Preferiría llamar a ese aislacionismo esmerado como una displicencia posada. Me expreso elocuentemente, ya que considero la elusión del protocolo oficial del PE no sólo como una falta de amabilidad para con sus pares, sino como el mal ejercicio de las formas que hacen a su rol. Me explico: estoy juzgando las conductas presidenciales como un directo incumplimiento de los usos que hacen a su envestidura; las que, si

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bien no son encomiables directamente (como en el caso de una malversación, por ejemplo) no por esto deben ser pasibles de descuido. Claro que ningún PE haría esto con fines de boicotear su poder, sino con algún fin predeterminado que lo favorezca justamente en la construcción de éste.

Con la idea de posada, quiero mentar la certeza que confirma el PE con cada acto acerca de la identificación del ejercicio de las formas de su envestidura como reflejo de su actitud de liderazgo político. Hay pose, porque la forma se elude con claras demostraciones de fines comunicacionales y como modo de suplir/complementar/instrumentar acciones directas que presentan su actitud como sui generis –que genéricamente se entiende por carisma-1. Pero:

¡Atención! Con la existencia de pose, no quiero mentar sólo el histrionismo. Si así fuese, podríamos suponer que el PE sólo se hace el compadrito “para las cámaras” a los fines de que su pueblo vea su supuesta valentía. No. Esto también es sesgar ingenuamente su incorrección. Me explico: el PE no solamente es incorrecto en las situaciones que puedan tomar los medios, sino que es displicente también en un almuerzo con empresarios francos “menemistas”… Por cierto, esto no fue vox populi en el comentario periodístico ó en las imágenes de los medios. Sobre todo si lo cotejamos con la repercusión de los tristes jugueteos del Bastón de Mando Presidencial cual tambor mayor de banda musical -sin charretera dorada en este caso-; o el apósito protector en la frente –que parece ser una herida de guerra corriente, cuando un argentino que trabaja para su pueblo asume el Poder Ejecutivo…

En fin.

Pero mejor volvamos a nuestro quehacer. Luego de la mención de las actitudes del PE para con sus pares externos, Nicolás Cassese aborda ejemplos del modo en que el PE pareció no sólo ignorar el C.O., sino alterarlo intencionadamente para que tenga los efectos contrarios para el que fue establecido. Sobre los episodios no puedo realizar juicio alguno: simplemente, hablan por si mismos. Sobre las respuestas de nuestro PE tampoco: también se expresan a la perfección. Aunque creemos que hay algo para destacar antes de desarrollar más la cuestión. La nota sentencia: “el de Kirchner es un gobierno con malos modales”. Esto, que parece una amonestación predicada de lo que se observa, contiene algo más allá de lo que inmediatamente podemos ver. La cuestión de la forma del mensaje que se emite al eludir los usos y costumbres establecidos, puede tener varios destinos: la ser cumplida ó bien la de la omisión. Y aquí tenemos el problema.

Veamos: es difícil diferenciar la omisión de las formas (que tendría desde ya consecuencias negativas); y la suma entre la omisión y la actitud agresiva de la práctica de los deberes de cualquier funcionario público -como el caso que narra el cronista del aviso abrupto a dignatarios externos que ni siquiera nuestro PE pensaba recibirlos. En conclusión, eludir el C.O. no es sólo soslayarlo, sino también tener un plus de agresividad en las decisiones tomadas. En pocas palabras, tener malos modales es peor que no tener modales. Este es un claro caso en donde la forma del mensaje es el mensaje, y la elusión del C.O. no se distingue de la manifiesta acometividad.

Opto por mencionar ahora un pasaje incalificable (que por flagrante, confieso que no estoy segura si pertenece ó no al espacio del C.O., pero lo que si puedo certificar es la imposibilidad de padecer la sensación de vergüenza ajena). Me refiero concretamente a este pasaje de la crónica: “Hoy los funcionarios practican el escapismo [sic] en las reuniones internacionales: “Andamos ocultándonos

1 No creo, (y sin extenderme demás en esta cuestión porque no es el objeto de estas líneas) que las pequeñas acciones solapadas criticadas como censura, estén alejadas de lo que el PE quiere que se lea de su gestión. Pluralismo periodístico, es una característica imposible de controlar para quien está obsesionado por construir una imagen diferenciada a la de los anteriores PEN sostenidas [posadas] en actuaciones públicas.

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en los pasillos porque cualquier negociador europeo, al vernos, nos critica por las medidas que tomó el gobierno”, confiesa con vergüenza un integrante del equipo que negocia la apertura de mercados en el mundo para los productos argentinos”. No emitiré juicio acerca de esto, simplemente porque quienes leen sólo perderían tiempo leyendo cualquier predicado de una actitud que habla por sí misma. Seguidamente, el autor se pregunta si hay una lógica deliberada del PE para esta posición con el mundo. Sin atreverme a emitir un juicio perenne creo de buena fe que es la expuesta por Cassese: el PE comunica su voluntad política a través de gestos que aparentan liderazgo mas devienen en incorrección. En lo que respecta a la segunda pregunta que se hace el autor de la nota (“¿son apenas la conducta espontánea de un hombre prepotente y poco informado sobre cómo funciona la diplomacia?”), no daré lugar. Las razones son simples: creo que la tesis de una conducta espontánea de prepotencia –incluso si fuese cierta-, no es un lujo del que un Primer Mandatario pueda gozar. A clara vista, el Presidente tiene su actitud como costumbre –en consecuencia lo tildamos de “estilo”.

La segunda razón que me lleva a desestimar la pregunta de Cacéese es también simple: ¡el PE no puede –menos aún a tres años de gestión-, estar “poco informado” (¡!) acerca del C.O.! De hecho, el ignorar una materia no implica que no se la ejerza (para eso existe atávicamente la función de los Consejeros, los Ministros, etc.). En un caso concreto, si un PE no es especialista en economía ¿deberíamos cerrar el ministerio e ignorar la materia…? Por supuesto que no, ya que esa es precisamente la función de quienes asesoran al presidente en C.O

Más adelante podemos ver que el autor expresa con precisión la distinción que se debe establecer entre una cuestión -las RRII y/o la Política Exterior-, y la otra -el Ceremonial y Protocolo Oficial-. Si bien el pasaje no se dedica específicamente a esta diferenciación, por analogía nos permite deslindar malezas que pueden llevarnos a ser presa de juicios reduccionistas. Cito textual y destaco con negrita y/ó con agregado de subrayado lo que estimo nos ayudará: “los errores existen, incluso en el pautado mundo de las RRII, pero tal avalancha de desprolijidades y plantones del gobierno de Kirchner señalan una falta de atención preocupante. El mundo de la diplomacia se construye con acciones, pero también con gestos, y atenciones que permiten mantener diálogos fructíferos entre mandatarios que muchas veces no comparten idiosincrasia ni estilos políticos”. Este párrafo es muy que importante: si bien las RRII implican diversos flujos de intercambio de un país para con el exterior, éstas no son gestadas ni ejecutadas a través de procedimientos estancos burocráticos uniformes e impersonales en todo el mundo. Podremos preguntarnos por qué es así. Pues bien, la respuesta es simple: la perduración de los usos y costumbres atávicos que se remontan a las más diversas formas de organizar el poder siempre han mantenido reuniones de sus jefes –se llamen “caciques” ó “presidentes”. También, se podrá objetar este mecanismo de vigencia. Pero creo que en éste caso, el atavismo y la inercia de los usos harán que no sea muy viable una modificación de estilo.

En fin, continuemos aclarando este tópico con certeras palabras del ex canciller Bielsa: “la Argentina –solía decir Bielsa-, tiene conflictos que son inevitables, como con Gran Bretaña, y otros que son inexplicables. Estos últimos son los que no nos podemos permitir”. Es difícil predicar algo más de lo dicho. Sólo podré remarcar lo aseverado, diciendo que éstos son nuestros problemas: evitables, innecesarios, incomprensibles… Tendremos que ver –todos nosotros, en tanto que opinión pública-; si son éstos verdaderos, o bien sólo son modos de distraer a la oposición dándole argumentos, mientras no nos preocupamos por otro tipo de cuestiones que pueden no ser sintomáticas. Pero esto lo retomaremos más adelante.

Es necesario recortar algo importantísimo [y peligrosísimo] que se menciona como un justificativo para las acciones de la gestión presidencial actual. Textualmente: “está obsesionado con la

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prensa local, pero no lee la que se publica en el extranjero y nadie le cuenta lo que ocurre frontera afuera (…) define la política exterior con (…) la reacción de las encuestas”.

A ver. Deslindemos dos planos: el primero tiene que ver con una [cuasi] deformación partidaria, como es la atención obsesiva a sondeos (sabemos que éstos no son el exacto reflejo del estado de la opinión pública, pero son el único instrumento que provee al peronismo una idea interior de su modo de concebir las redes de poder que sustentan a un candidato). No creo que el PE esté fuera de esa interpretación. El segundo plano –el más dañino para la nación a largo plazo-, es la prerrogativa que el PE se arroga siendo tuerto con la opinión pública, mirando sólo la doméstica y no la exterior. Esto podrá ser fructífero para su propia carrera política (lo que en términos de los destinos de nuestro país es el corto plazo y nada más. Y digo “fructífero” porque la permanencia de su figura en el poder es decidida por los electores nacionales (allende cualquier relativización que podemos hacer en campaña bajo el tilde de aparato, clientelismo, alianza, etc.). Pero la Argentina no es equiparable al período de ejercicio de uno de sus mandatarios y el mayor alejamiento –desde la ignorancia del C.O. hasta los mensajes imprudentes con que se dirige el Presidente hacia el exterior-, no hará nada bueno por ella. Claro, que sin dar cuenta de nuestra historia reciente, la que ha estado signada por la crisis más profunda de la historia, un default, renegociaciones, acefalías, etc.

En un momento histórico en donde los flujos son cada día más frecuentes y diversificados, con cualquier país -más allá de los compromisos que la Argentina tiene, como el Mercosur y demás acuerdos-, a los que nuestro PE, no honra como debería en muchas de sus actitudes… No predicaré nada acerca de los episodios del ex canciller Bielsa y sus problemas para acercarse al PE por causa del cinturón de seguridad de “ultra-leales” [como eufemísticamente se llama a los obsecuentes]. Antes que nada, estimo necesario recordar que este “muro”/ “filtro” de funcionarios no es instrumentado por éstos y ya, sino que es consentido/dispuesto/exhortado por el PE. La decisión de no referir directamente a él se funda en tener por fuente a [sólo] uno de sus actores parciales –Bielsa. Asimismo, porque estas cuestiones alrededor del centro de dominio del PE están muy saturadas de peleas de poder internas; que pueden ser: ganarse la confianza del Primer Mandatario, ó bien procurarse mayor acceso a bienes clientelares que posibilitarán una más sólida y abarcativa construcción del propio poder; hasta… aprender el oficio para un futuro, ¿por qué no?.

Mas allende todas estas especulaciones, y sabiendo que estas líneas se centran en el particular ejercicio del C.O. por parte del PEN, temo que un comentario de uno de sus ex actores puede ser un juicio muy parcializado. Así es como prefiero la precaución de analizar con datos que sean más confiables para ser utilizados.

En lo que se plantea como los antecedentes del díscolo Primer Mandatario, encuentro el episodio con los empresarios franceses menemistas [sic (¡!)], los que nuestro PE supuso como portadores de una profunda devoción al Presidente Menem. Simplemente, veo imposible controlar mi ironía para con el ingenuo juicio del actual PEN, que parece suponer que los grupos empresarios simpatizan –allende sus intereses-, con un político. Desde ya, esto puede ser completamente cierto (siendo electores con intereses, pueden –y lo hacen de hecho- apoyar la victoria de un mandatario). Pero hay otras posibilidades –que a vista ingenua-, pueden parecernos algo mezquinas.

Simplemente, no lo son: las posiciones de los empresarios exceden la que el PE sostiene, y aún podría él mismo valerse de alguna para hacer que esos mismos empresarios sean tan funcionales a él como los creyó hacia Menem. Claro, para que esto acontezca, tal vez sería

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necesario no ejercer el poder desde una perspectiva tan posada (=discurso para ser mediatizado), sino ejercer el poder para la gestión. Para la buena gestión.

Veamos: el empresariado puede apoyar a quien es/fue más funcional a sus intereses –pero esto no es más que una valoración utilitaria ¡y muchas veces no es ideológico-moral! Cuando mucho, el PEN podría haberlos juzgado por neoliberales, pero menemistas es tomar al laurel por la Gloria... y de hecho, con esto que afirmo que el Principal Representante argentino tendría más argumentos para denostarlos… en fin). En otras palabras: los empresarios suelen asegurar sus intereses por medio de la política –y apoyarán a quién lo garantice-, no tomando ideales finales que puedan estar en conflicto con aquellos. Me explico: para ellos priman los intereses por sobre la política –la que se erige como un medio. Si una empresa está en condiciones óptimas de exportar (o necesita importar alguno de sus insumos) es posible que opte por una economía más abierta. Pero, si una industria requiere el ser subsidiada para producir o pretende la protección para poder colocar en le mercado interno sus mercancías, puede ser que ese empresario no sea tan amigo de [en términos del PEN] “menemistas”.

Por cierto, ¿será que forma parte de toda la concepción de la realidad del PEN –junto con el orgullo por no haber viajado nunca a Europa hasta que se erigió Presidente-, la cuestión de tampoco comerciar con el exterior?… Es notable: ¿será que pretende cubrir toda la diversificación de la estructura productiva? ¿Sabrá que eso es imposible en el corto plazo como también puede no ser la decisión de mayor beneficio? Pero no sigamos con esto, ya que estas líneas no se proponen elaborar la leyenda de “Néstor, el terrible”.

Por otro lado, es también muy curioso el mecanismo de generalización del Presidente que nos presenta Cassese… me refiero al hecho que no se deja asesorar acerca del modo que debe tratar con Lagos –y todo el pueblo chileno-, ya que la pericia para su trato con el país vecino la obtiene de su condición de hijo de madre chilena… Así pues, la madre de nuestro PEN ha aportado la condensación de una idiosincrasia; lo que podríamos llamar el resumen de toda una nación, a través del tiempo y las regiones… como una golondrina, que hace verano. Llamativo es el parecido que supone entre el Presidente Lagos y su propia madre por su nacionalidad cuanto por su rol político… me disculpo por mi ironía, pero continuar con el decurso de esta falaz afirmación presidencial, me haría suponer que su rol político fue efectivamente el mismo (¡!) y el mando no fue trasmitido por el pueblo en elecciones libres, sino por la sangre. Si la madre chilena del PE le enseña cómo manejarse con Lagos ¿Será que tuvo un rol similar en la política chilena?... tal vez estamos ante la Casa de los Kirchner, y recién reparamos en ello. En fin, por corrección –y por el pudor que me genera saber que los lectores lo reclaman con buen tino-, vuelvo de la poca calidad de mi ironía, y continúo con lo que nos interesa… Aunque esta cuestión del reinado, los reyes o el rey, sería mejor que la retengamos para más adelante.

En esta dudosa exquisitez del anecdotario, recordemos el caso de la confianzuda funcionaria Elsa Nelly. La que besaba efusivamente al emisario de segundo orden que Berlusconi dejó a cargo de la relación con la gestión actual. Nuestro agente diplomático –sin importar su orden de importancia-, parece caracterizarse por el apego físico efusivo a través de sus besos. Estimo que tendrá por fin ejercer ese costado latino que tenemos por estos lares; ó bien… para demostrar su vulgaridad. Tanto da.

Podemos en ésta exposición de ejemplos mencionar la compulsión a las compras de la primera dama que -al igual de los criticados nuevos ricos menemistas o el tildado dondiegos matrimonio De la Rua-; tiene sus preferencias. Para ser más precisa, hoy es Praga (antes que la Miami de los Yoma o al estilo de potentado de campo aliancistas). No olvidar debemos, los casos

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de las visitas como la de Vietnam, Portugal, Sudáfrica, la anti-cumbre financiada por el Estado argentino mientras Bush arribaba a Mar del Palta –en donde el anfitrión es quien contrata a los que pondrán en juego la calidad de su hospitalidad misma… me estaba olvidando el caso de las presiones a las que es sometido Zapatero por parte de los empresarios españoles instalados en el país –a causa de las hostiles relaciones de nuestro Presidente con ellos… y van. ¿Alguien se pregunta por el cenit de gravedad? Pues, hasta hoy, en una escalada de conflictividad sin descompresión por el conflicto con las pasteras, Uruguay manifiesta que quiere separarse de [nuestro ya azotado por diferentes cuestiones] Mercosur… 1

¿Quién da más?

* * *

Considero que –a esta altura de las líneas-, no se concibe el estilo combativo y personalista de Kirchner como un episodio temporal, una cuestión de mal humor, ó bien algo que irá mejorando con el tiempo. No. Éstas líneas están siendo escritas a escasos días del pasado 25, día que en mayo se conmemora el primer gobierno patrio. Obviamente, el momento dio al PE otra ocasión para atreverse. Por cierto, en nuestra clase próxima posterior del curso, se nos actualizó con las últimas “novedades”. Si lo pensáramos desde otra perspectiva (contando con enormes ganas para tomar la realidad no ya como drama sino como tragicomedia), el Presidente no deja de mostrarnos enorme cantidad de ejemplos altamente pedagógicos para nuestra instrucción; específicamente, nos da gran cantidad de… contraejemplos.

Veamos el que en ése entonces era el último. En el artículo comentado en clase, el periódico Página 122 mencionaba que por primera vez; repito: POR PRIMERA VEZ, el PE recibió a los embajadores y representantes diplomáticos acreditados en el país, algo que no había realizado los últimos años (en el original “salteado”). Como uno puede acabar por domarse con los años, tal vez nuestro Presidente haya optado por empezar –ya un poco tarde, por cierto- a cumplir con las costumbres de conmemoración estructuradas por el Protocolo Oficial. Claro que me estoy refiriendo al Saludo correspondiente en el Salón Blanco, donde los representantes extranjeros –incluido el Nuncio Apostólico-, los gobernadores, intendentes, gabinete nacional y el Presidente Raúl Alfonsín, respectivamente; reciben el saludo del PEN, la primera dama y el canciller. Claro, no olvidemos que cambiar nos cuesta un poco, y el anterior genio puede traicionar a cualquier persona. De este modo, la obligación y deferencia de la puntualidad presidencial no estuvo presente y –junto a sus dos acompañantes- hicieron esperar cuarenta minutos a sus convidados.

Por un lado, no dudo que una concepción grosera del espectro de obligaciones en el

ejercicio del PEN puede llegar a percibir las ceremonias tradicionales como aburridas ó innecesarias [y catalogarlas de “superfluas” en términos de gasto, de “pérdida de tiempo” ante el apremio de trabajar para la gente, etc. para justificar su elusión]. Por otro lado, éste tipo de compromisos protocolares que hacen al rol de un PE, efectivamente restan tiempo. El problema es que –como espectadora de los modos del Presidente-, temo que es un lapso restado… a la política. Ó bien a “hacer política”. Ó a “construir poder”. Todos sinónimos.

1 Al momento de confección de éstas líneas –finales del mes de mayo-, la situación transitaba por estos causes. Deseo para un futuro inmediato, que esto cambie radicalmente.2 “Embajadores”, El País, Página 12, 26 de mayo de 2006.

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¿Esto implicaría afirmar de mi parte que es improcedente hacerlo? ¡Pues no! ¡No pretendo que -por oponerme a las incorrecciones-, pague el caro precio que los lectores estimen en éstas modestas líneas una concepción ingenua [y hasta romántica] de la política de mi parte! Si bien, el poder es el insumo básico del que se nutre una gestión –y por esto, es menester el trabajar en construirlo-, no puedo evitar levantar la mano y pronunciar: ¡Objeción!

“¡Objeción!”, porque el PE crea en la opinión pública un flagrante desprecio a formas que hacen a su rol; porque al soslayar el C.O. refrenda el prejuicio acerca del cual éste no es más que la inútil y frívola reunión entre dignatarios; porque si nuestro PEN se maneja con incorrección, está faltando al mandato que el sistema le encomienda, y acabe por quedar devaluado por su culpa. “¡Objeción!”, porque el PEN necesita tiempo para construir poder, pero en un solo sentido: recordemos que nuestro Presidente supone que el poder se construye en la negociación doméstica, y que los apoyos externos no son tan fundamentales… “¡objeción!” porque el C.O. es ignorado, pero la política –ó bien los eventos protocolares que posean importancia política y mediática-, son cumplidos como si fueran pautados por normas protocolares (¡gran ironía!).

No precisamos remontarnos muy lejos para confirmar esto: volvamos al Tedeum del 25 de mayo último: Lo que para muchos analistas fue el “aparateo de la plaza” no tuvo que sufrir las esperas de los embajadores: a las 12, el Presidente, la primera dama y quienes habían sido saludados rápidamente, caminaban hacia la Catedral a dar oídos al Cardenal Bergoglio… Así estamos, frente a un PEN que es impuntual y puntual en tiempo record. Claro, no dudo que existe una “pequeña gran” diferencia entre quienes padecieron y quienes no.

A causa de esta actitud, no puedo evitar pensar en ese antiguo proverbio luso-brasileño que dice: “Frade que não chega à hora, perde a ração1. Manifiestamente, al PE no le interesa “perder la razón” con los embajadores (al omitir por años la ceremonia, cuanto por llegar retrasado esta vez. Me atrevo a pensar que la demora es una cuestión menor en su escala de valoración, seguramente). Lo que también confirmamos, es que efectivamente está muy interesado en no “perder la razón” con la opinión pública (tanto la presente en la plaza, como la que asistía por los medios a su caminata a la Catedral porteña).

Para terminar con esta compilación de sucesos de nuestro PE, debo hacer una última mención: he utilizado como disparador el material aportado por el curso. Y lo dicho, es producto del cruce de aquél material periodístico con análisis propios. Éstos últimos, corren por mi entera cuenta sin pretensión alguna de ser vinculantes para quienes leen. Desde ya, los hechos tratados los he tomado de las publicaciones mencionadas, para luego descomponerlos y comentarlos. Por cierto, se encuentran a entera disposición de quienes leen estas líneas; y la información que trasmiten corre por entera cuenta de sus fuentes.

iii)“¿Populista?” o

Cuando una apariencia convence por miopía .

“Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto”. Antonio Porchia

1 Según trascripción al español “Fraile que no llega a hora, pierde la razón” (traducción propia).

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Ahora nos incumbe un ingrediente –muy en boga- en muchos de quienes analizan el estilo de la gestión del actual Presidente. Es notorio –y atemorizante-, la cantidad de reflexiones- cuasi idénticas, algunas- que expresan ingenuamente este estilo. De esto, lo preocupante; es que casi sean una papeleta que acredita la poca lectura que no aporta nada a su formación. Y aún menos a quienes están esperando de sus análisis algo que les clarifique el panorama y haga que –quienes están [supuestamente] formados-, ayuden a ver con más profundidad la realidad.

No hay gremio inmaculado. He escuchado periodistas, historiadores, sociólogos, politólogos, locutores que trabajan de [pretende ser] analistas, columnistas en programas de opinión y demás multiplicidad de notas en la prensa gráfica. Todos ellos fundamentan toda ó gran parte de su fundamentación crítica, en el estilo populista del gobierno K. Esta falta de profundidad analítica está basada en un preconcepto tan disperso, tan amplio, tan diferentemente abordado y sentenciado en los más diversos tiempos y espacios del globo.

Para poder acreditar esto, veamos que nos dice la teoría. Si bien luego volveremos hacia las interacciones con el C.O. primero debemos aclarar este concepto en el espacio epistemológico que le corresponde. Les advierto, que estamos ingresando en uno de los espacios más fangosos de la Ciencia Social, y ninguna de sus espacios especiales puede unificar esta diversidad. Para apreciar la cantidad de posturas acerca del tema, tomaré el compilado que han realizado Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone (comp.) en su libro “Populismo y neopopulismo en América Latina. El problema de la Cenicienta”1. Mi interés no es dar una exposición acabada acerca de lo que los especialistas en populismo postulan –esto llevaría no sólo muchas hojas, sino tambien mucho tiempo y esfuerzo-; sino mostrar la diversidad de posturas y modos de concebir un fenómeno tan complejo como el populismo –que implica dimensiones sociales, políticas, culturales, ideológicas, etc.

Veamos: los análisis que conocemos acerca del populismo presentan inexactitud terminológica. Esta polisemia es comprobada en comentarios periodísticos (tal vez, los análisis que con más frecuencia escuchamos en los medios) interpretan el populismo como lo contrario del neoliberalismo, con un gran énfasis en un liderazgo demagógico, clientelista que niega los valores de la democracia representativa. El hecho de la proveniencia de profesionales dedicados a la información no es un dato menor, y nos servirá más adelante para ver las trampas en que podemos caer al ver esta cuestión. En el caso de la comunidad académica, los juicios son aún más caóticos. El problema se presenta en dos planos: los orígenes del término populista2, proviene de dos referencias históricas (los movimientos rurales radicales en el EUA del siglo XIX3 y los

1 Editado en Buenos Aires, Editorial Eudeba, en 1998.2 Usaré como referencia de análisis el trabajo de Moira Mackinon y Mario Alberto Petrone (comp.), “Populismo Y Neopopulismo en América Latina. El problema de la Cenicienta”, Buenos Aires, Eudeba, 1998; por ser el que más fielmente presenta la polisemia del término populista y compila los diferentes estilos. Es necesario aclarar, que ésta compilación sintética y muy sólida de las diferentes conceptualizaciones, posee algo que objeto. Me refiero específicamente al hecho de no incorporar –desde un enfoque perteneciente a la teoría económica-, diversos análisis que han realizado vezados economistas ortodoxos como heterodoxos. Si bien puede considerarse estos análisis excesivamente formales, no es problema alguno colocarlos en prosa coloquial accesible a cualquier cientista social. No es algo que nos resulte fundamental en éste ensayo, así que no será problema para nosotros... Mas esto no obsta que, como considero completo el compilado desde un aspecto y por ende lo pondero, no deje de manifestar lo que considero su debilidad mayor. solo lo dejo constado a los fines de no deslizar sólo una valoración positiva acerca de él, sino la apreciación completa que amerita el texto por mi parte. Por otro lado, y como aclaración del material bibliográfico, los diversos trabajos de los diferentes autores que citaré, se encuentran desarrollados en este artículo. Por su sola calidad, y por este último comentario metodológico, recomiendo su consulta.3 En los EE.UU., ante el industrialismo y al urbanismo típico del siglo XIX. En este caso, se buscaron leyes e instituciones para proteger sus intereses. (la defensa de la propiedad privada). Y la connotación negativa del término “populista” refiere a la tensión entre el “pueblo”y los políticos profesionales.

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movimientos socialistas -aún utópicos- en la Rusia decimonónica1). Para seguir un criterio de orden que facilite la perspectiva de tantos casos diferentes a lo largo de la historia, podemos enumerar –desde ya- con muchas conclusiones teóricas.

Para plantearlo sumariamente, tenemos que dividir el populismo en cuatro modos ejes: el primero, reúne a quienes lo ven como proceso de modernización. Gino Germani, sostenía que un país convive con elementos antiguos y modernos. Estos últimos, anhelados por los primeros se movilizan; por las vías institucionales vigentes. En América Latina en 1930, se excedieron esos canales, mientras Perón apelaba a sectores tradicionales incapaces de manejarse autónomamente –lo que lo favoreció como líder carismático. Para Di Tella, la insatisfacción de las demandas al liberalismo del siglo XIX, provoca que las masas sigan su propia guía y erijan un líder. El populismo puede existir si tenemos: a) ellite de niveles medios anti status quo; b) masa movilizada; c) ideología y empatía emocional para la comunicación entre el líder y su pueblo. En Stein, el populismo es un resabio de nuestra herencia ibérica. El organicismo y la jerarquía, deviene de sistemas coloniales semi-feudales, que posibilitaron coaliciones multiclasistas. Las que se lograron por concesiones materiales y simbólicas -que también disiparon las presiones revolucionarias.

Por otro lado, tenemos a quienes ven una vinculación histórico-estructural con la crisis del modelo agro-exportador: Cardoso y Faletto ven la industrialización como un acercamiento de grupos; en los que si bien había fuerzas contradictorias, preponderaba el empresariado. El estado era sólo un agente económico de desarrollo interno y dependencia externa. Para Ianni, si existe superación de la estructura social estamental y la siguiente evolución contradictoria, junto con una sociedad dependiente en lo externo e interno; tendremos populismo en dos niveles posibles: en que las elites y la clase media que manipulan a las masas; ó bien el caso de las masas movilizadas solas (de carácter más revolucionario). En el caso de Murmis y Portantiero, se hace hincapié en la base nacionalista (y no clasista) de los grupos de trabajadores marginales y los industriales. Para Torre, el populismo es la expresión del período de crisis de la oligarquía y el liberalismo. La democratización de 1930, estuvo sometida a intereses diferentes. Para Touraine, debemos encontrar: a) actores sociales no sólo entendidos socio-económicamente; b) el sistema político como espacio de fusión entre Estado y aquéllos; c) Estado que aglutine lo múltiple, pero dividido por conflictos políticos. Siendo el populismo la identificación del movimiento con el Estado, aquél versa entre incluirse al segundo o formar partidos para ser representado.

Tenemos también, quienes creen que la situación es coyuntural; como James. Para él, se produce un momento necesario donde se recurre al populismo, como re-articulador del sistema político para equilibrarlo, incluyendo las masas. En último lugar, los que sostienen interpretaciones discursivo-ideológicas para diversos grupos. Así se los aglutina en un único bloque (neutralizando sus antagonismos). Pero, debe ser opositor al dominante. La consecuencia teórica es la continuidad entre populismo y socialismo: para Laclau, hacia 1930 predominaba la hegemonía liberal del desarrollo, el europeísmo y positivismo. Cuando esto se desgasta, el populismo adviene. A diferencia, para Ipola y Portantiero, existe una ruptura entre populismo y socialismo: el primero es más organicista y el segundo se funda en una concepción plural de la hegemonía.

1 Para Rusia –en idéntica coyuntura industrialista decimonónica, aunque un poco menos desarrollada que en Europa central- los movimientos conocidos como narodniki, sostenían que no se debía utilizar fórmulas de libros para los reclamos del pueblo. También sostenían que Rusia podía “saltear” la etapa capitalista y pasar desde su estructura campesina hacia el socialismo. Al contrario que la metodología de los movimientos de EE.UU., despreciaban una organización liberal y apelaban al terrorismo para viabilizar sus reclamos. Despreciaban una organización liberal y se organizaron con propiedad comunitaria. El sentido negativo del término “populista” alude a la tensión entre “pueblo” e “intelectuales”.

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En fin. Si hasta aquí les ha parecido mucho, les puedo asegurar que he recortado muchas posturas teóricas2. El punto es que –si bien las ciencias sociales acostumbran presentar varias perspectivas sobre un mismo concepto, el caso del populismo es algo más álgido. Todas las perspectivas toman las características determinantes desde distintas perspectivas, y por cierto, casi cada autor tiene una versión distinta del fenómeno. Si bien la fuente que he utilizado, los agrupa en cuatro conjuntos; también podemos establecer ciertas particularidades por etapas: así encontramos similitudes en quienes forjaron la primera versión del populismo (Vargas, Perón, Cárdenas, etc. aunque encontraremos problemas al momento de incorporar casos tempranos como el de Irigoyen). También podremos agrupar en lo que se ha denominado el neo-populismo, como es el caso de Fujimori y Menem, quienes han accedido al poder con un discurso profundamente popular, pero viraron hacia políticas ortodoxas… En fin.

Pero coloquemos esto en términos del interés que nos aúna, el Protocolo y Ceremonial Oficial de PEN. Claro que cualquiera podría objetar que esto no procede, ya que el C.O. –si bien es nuestro objetivo-, no es una cuestión tan relevante en términos histórico-económicos ó sociales, para definir toda una gestión de gobierno. Creo que esta objeción es certera y de hecho, la comparto. Estoy utilizándola adrede justamente por las mismas razones: pretendo demostrar la debilidad del argumento que sostiene que nuestro PE no da cuenta del C.O. por su estilo “populista”, con el fin de que su pueblo tome con afinidad esa actitud2. Pero ya veremos que existe una profunda diferencia entre la oposición a una hegemonía determinada, algo que este tipo de líderes utilizaba recurrentemente en su retórica; sea ésta interna –“la oligarquía”, por ejemplo-, ó externa –“el imperialismo”, para tomar uno al azar). Esto no se equipara –ni se expresa “simbólicamente”- con el hecho de no asistir a un almuerzo con empresarios francos ó no apersonarse a una cena de gala con un miembro de la Monarquía holandesa.

Si pretendiese, a los fines de darle sustento al no considerar aquél argumento tan común en los medios3 y espacios de supuesta formación académica; tendría que comenzar a trabajar con la

2 Como el caso Adelman, -que deberíamos ubicar en el segundo grupo-, que sostiene que el surgimiento del peronismo, provocó un cambio de dinámica, pero no llevó una crisis hegemónica (ni contaba con ella antes de su surgimiento). Esto determinó una industrialización sin que lo promoviera un sector de la sociedad, sino la coyuntura mundial. Ó el caso de Dornbush –el que no aparece en la grilla de los autores que he tomado sino que es un agregado de mi parte-, que sostiene que el populismo tiene una connotación importante desde lo monetario, en donde encontramos –como la más saliente e ilustrativa política económica-, las de carácter de expandir la oferta [y las acomodaticias, en el paroxismo de los casos]. Demás está aclarar que esta teoría cuenta con una formalización matemática y gráfica que refrenda esta dinámica.2 Existe incluso una debilidad incluida en este razonamiento cuando lo colocamos en perspectiva de otros gobiernos tildados de populistas: si pensamos en las apelaciones histriónicas al pueblo por parte del líder, en donde los espacios públicos –como la Plaza de Mayo en el caso de Perón-, eran el sitio [y el sitial] designado para quienes ejercían el apoyo del líder (“el pueblo”). Claro que esto se completaba con la posición del líder que guía desde la perspectiva de un estrado. Pero en ningún momento encontramos apelaciones por parte del líder, a tomar una postura compadrada con otros presidentes. Incluso, “el pueblo” nunca las reclamó. El hecho que ahora pueda verlas en el PE y tomarlas con simpatía, no compensa el daño que esto genera en la imagen externa del país (no ya del PEN), ni las pérdidas políticas –en términos de predisposición a las negociaciones-, que implican esta actitudes. Pero no me extiendo en esta afirmación, porque la retomaré más adelante para fundamentarla.3 De hecho, en nuestro caso particular, no tenemos que remontarnos ni desplazarnos muy lejos para encontrar profesionales que se conforman con juicios superficiales: hemos presenciado esta controversia en nuestro propio curso de Protocolo Oficial. Casi a modo de oposición antagónica (entre quienes vemos la incorrección del PE y quienes la ven, pero se conforman con el tilde de populista para explicarla), la discusión pareció cancelarse con la solución relajada de caratular las incorrecciones como populistas, y con eso terminar cualquier tipo de análisis. En ese momento me llamó poderosamente la atención la generalización excesiva [casi cliché] del populismo en una suerte de condensación de características de lo visto en la gestión del Presidente Perón, estableciendo –implícitamente-, que el peronismo de corte más popular (a diferencia del peronismo supuestamente “sui generis” menemista), tiene la arenga como condición sine qua non en su retórica. Esto puede ser cierto en muchos casos; no lo niego y lo considero. Pero los cientistas políticos deberían saber que varios casos, si no son cruzados con otras variables que también se presentan en cada uno de ellos, no son tan simples de generalizar… válidamente. Al formar parte del mismo gremio, sentí que en dicha conclusión se vulneró la capacidad de análisis de la Ciencia Política a través de algunos de sus universitarios. Esta lamentable situación vulnera a la Politología en sí; cuanto a quienes la estudiamos y no concordamos con lo que parecería ser “la versión oficial de los cientistas políticos”. Si así es, estimo que este ensayo en general me ha colocado por fuera de la “oficialidad”. Y enhorabuena.

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teoría que hasta ahora poseemos y ver si el PEN cumple [ó no] con alguna de sus condiciones1. De este modo, los lectores serían participados de la discusión de fondo que implica mi aseveración, cuanto podrían consultar las fuentes a las que referiré y sacar sus propias conclusiones.

En el esquema teórico de Germani, podríamos atender a unas pocas notas de la realidad para ver que:

Efectivamente tenemos pervivencia de elementos tradicionales y modernos; cuanto que contamos con un grupo social que puja por ingresar al sistema. Pero si pensamos que las masas disponibles de Germani implicaban trabajadores que bregaban por beneficios sociales y el ingreso a la participación política, encontraremos la primera diferencia: hoy el reclamo de beneficios no está en primer lugar desde el electorado –no porque esté descontado, sino porque los apremios se encuentran en el trabajo mismo. El ingreso al mercado de trabajo es la constante. Como agravante, debemos tener en cuenta que este reclamo no es privativo del movimiento piquetero; diversos sectores de la sociedad claman por acceder a un puesto –y que luego resulte estable-, de trabajo. Según el autor, esas masas que Perón manipuló, hoy no podemos verlas en igual sentido. Por cierto, hoy se llaman excluidos, marginados, y hasta piqueteros –tomados en sentido amplio-, y en sus reclamos está la inclusión al sistema –desde en la estructura de distribución del ingreso, hasta en el infeliz y acostumbrado reparto de poder a través de dádivas materiales.

Pero, la dinámica que al interior de este grupo se genera, sus facciones políticas, como el intento de presentarse electoralmente (ya completamente habilitados, según la Justicia Electoral en calidad de ciudadanos); son las características que hacen que el esquema de Germani se nos escape de las manos cual granos de arena. Por otro lado, la posición ambigua del PEN para con ellos, no refleja el erigirse en líder de esos excluidos…: si bien no optó por la represión de sus reclamos (a pesar de la ilegalidad de su metodología), no por ello ha posibilitado el ingreso al sistema de trabajo inmediatamente (siendo éste, un reclamo que no depende sólo de la voluntad política del Poder Ejecutivo. Se me puede achacar el particular caso de D´Elía –manifiestamente oficialista-, como el contra-argumento a lo que afirmo. Lamentablemente, a esta refutación no le da lugar la realidad -ya que es parte del estado en tanto que funcionario público-, siendo sólo su facción la que fue incluida a un sistema que no sólo es social, político o económico, sino partidario.

Lamentablemente, Germani no podrá conformar a los politólogos de los que he hablado. Pasemos al caso de un discípulo de aquél, el sociólogo Torcuato Di Tella: así, tendríamos que encontrar una masa descontenta con políticas liberales pasadas; condición con la que contamos a medias2 (incluso, aunque sabemos que no son sólo las masas las desconformes con aquellas). Por

Solamente comento lo que considero no atinente en aquél argumento de algunos politólogos que presenciamos en nuestra primera clase: Utilizando el ejemplo ut supra -por comodidad-, no es posible soslayar las diferencias históricas, políticas y sociales que signan una gestión de otra. Por otro lado, es un hecho que asemejar los tiempos y espacios no nos dice tanto acerca del estilo protocolar del PE. Pero esto no obsta que dejamos de lado –cuando se pretende cancelar la pregunta [¿ó el pensamiento mismo?]- bajo el término de populista, no sólo estilos diferentes, sino un modo de construir poder distinto a antaño. Veamos: en octubre de 1945, por supuesto contábamos con una coyuntura histórica diferente, pero también “el pueblo” lo era: la irrupción de las clases trabajadoras, producto de su movilización (sea ésta por causa de un líder que los manipula ó espontánea; ó bien ambas); no se asemeja a lo que hoy concebimos como aparato. Este dispositivo garantiza que las prácticas clientelares -en que gran parte de la construcción del poder actual se funda-, aseguren a un político “un pueblo” para “apoyarle” . ¿Será que tenemos que agregar una nueva categoría a la que establece Mackinon y Petrone para un nuevo populismo? 1 Dejo estrictamente constado que en lo tocante me referiré sólo a algunas de las características que resultan a simple vista diferentes del modelo teórico. Un estudio más exhaustivo llevaría un lugar y discusión aparte, que no es el objeto de estas líneas. Solo desarrollo este ejercicio a los fines de sustentar mi interés principal –el comprobar la corrección [ó no] de colocar al estilo K de soslayar el C.O., como producto de su condición de populista.2 No soslayo que esta búsqueda es improcedente si olvidamos que el liberalismo del que habla el autor es el decimonónico; no el neoliberalismo que resurge en los ´80s. Sabiendo que esto es una discusión teórica a parte (de hecho, existen quienes no ven en el actual neoliberalismo más que el revival del liberalismo clásico; como es el caso del anticapitalista James Petras), no ingresaré en

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otro lado, precisamos una ellite que “ofrece” un líder para que las guíe: lo cierto es que no poseemos una ellite (en sentido clásico) que haya llevado a Kirchner al poder. Sólo –sin estar segura de la corrección teórica de verlo así- podríamos ver al aparato duhaldista que la reemplaza -y apoya/arroja al PEN al poder... Es posible, pero el fin de la campaña de 2003 no sólo era “contener” a las masas para que no se desborden, sino el de mantener la suma del poder público en manos del Justicialismo no menemista. No olvidemos –aunque esto se relacione sólo en parte con lo que afirmo, la gran dispersión –a veces, sólo facciosa-; que mostraron las elecciones 2003.

Dentro de sus elementos, carecemos de dos. En el caso de la “ellite de nivel medio anti status quo”; podríamos pensar que el mismo duhaldismo apoyó al actual PEN a todo precio para que no retorne el menemismo al Sillón de Rivadavia, lo cual es plausible. Pero –y esto es una característica particular del peronismo- el aparato político del Presidente Duhalde no representa sectores solamente medios (de modo inmediato, podríamos pensar en los sectores más empobrecidos)1. El segundo faltante –la comunicación entre líder y seguidores-, es tal vez más difícil de encontrar: nuestro PE es un dirigente carente de carisma propio. Su sustento de poder –no se da en una plaza enardecida que acude espontáneamente a escuchar las arengas de su líder… ya que gran parte de ella recurre allí arancelada. Es dable comentar, que la falta de espontaneísmo en la vida política, cuanto el sustento clientelar de muchas relaciones que se aparecen como participación política; no es un fenómeno privativo del actual PE, sino que es una constante desde hace décadas.

Di Tella tampoco nos sirve. En el caso de Stein, sería difícil sostener que el gobierno actual posea una impronta organicista (que se refuerza con la jerarquía), ya que el manejo del poder es profundamente personalista. En el caso de la impronta subordinada –Stein la asocia al catolicismo ibérico- vemos que está ausente en el PE, ya que si es personalista, las jerarquías se limitan [ó se diluyen] en tanto que el poder no sea ejercido por él mismo2. El caso de Kirchner no refrenda tampoco la idea de la alianza multiclasista: su gobierno no está enmarcado en el pluralismo, sino en la fagocitación de los actores en el “kirchnerismo”; con una oposición débil y atomizada. Incluso, también es diversa –desde Patricia Walsh a Mauricio Macri- y no establecen alianza alguna entre sí (salvo quienes tienen perfil similar, como el caso del PRO). Esto acontece aún menos con el gobierno.

En lo que hace a los cambios estructurales, no presenta el PE un gobierno que provoque las condiciones para una reforma estructural. Por ejemplo, después de las confrontaciones con el IMF, el PE procuró instalarse en la opinión pública con énfasis en su voluntad política y buen administrador3… Aunque por cierto, aquí dudo si su estilo fue 100% histriónico; ya que muy a pesar de sus ímpetus para con acreedores externos y la demonización del FMI; la negociación

ella. Pero dejo constado que estamos saltando un concepto que se desfasa por si sólo. En cualquier caso, esto no complica nuestra situación, ya que el esquema de Di Tella será errático en otro de sus costados, así que les adelanto que deberemos descartarlo de cualquier modo.1 Es preciso que haga una aclaración: en este caso, al hablar de aparato (un concepto que infelizmente debe ser visto en este caso como si fuese un legado que los miembros “de la Casa PJ” -que se va legando de gestión en gestión, cual dinastía-); no debemos pensarlo solamente en el comercio de planes y estrategias clientelares entre las poblaciones más enmagrecidas. Pensemos también en la acción clientelar que se establece entre los diferentes dirigentes -y quienes obtienen ingresos de quien tenga probabilidades de obtener el poder-, en la dinámica de un período previo a elecciones. Pensemos en el acomodamiento de fuerzas no sólo ideológicas -sino también oportunistas-, con el fin de mantener desde un puesto de trabajo público hasta una porción de poder público… todos esos escenarios son dables de ser vistos en clave clientelar (=dar y devolver favores).2 No por esto, confundamos que el establecimiento de una estructura jerárquica implique necesariamente la inexistencia de delegación de funciones, ni la concentración del poder: simplemente el orden establecido se divide en una serie de estamentos determinados por los criterios que se haya elegido. 3 Recuerdo las declaraciones de la representante de la Izquierda Unida, Patricia Walsh, quien aseveró a un periodista político al que acostumbro tolerar en las cenas de domingo -de dudosa capacidad analítica, que antes solía ser apologista y ahora es opositor al PE-; que la actitud de PEN era de “derecha” (cuando aquél la consulta por el saldo de la deuda), deslizando que el perfil contestatario –supuestamente asociado a “la izquierda”-, era algo menos que una muestra para los medios.

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corrió por parte de un funcionario en las antípodas de su estilo. Quien finalmente negocia la deuda -el Dr. Lavagna-, fue uno de los encargados de la cartera de Economía, más moderados y con menor preponderancia personal que hemos tenido en los últimos tiempos...

Dejamos a Stein, tampoco tuvimos suerte. Pasemos a quienes toman al populismo como un tipo de dependencia: si pensamos –anacrónicamente-, en lo que sostenían Cardoso y Faletto con respecto a los períodos de la industrialización, tendremos problemas al buscar la alianza desarrollista entre fuerzas contradictorias (sería difícil encontrar visos desarrollistas1 hoy en día –en una coyuntura post década –no ya del ´90- sino del ´80, con el advenimiento del neoconservadurismo en el globo). Ver hoy al estado como un agente económico de desarrollo interno tampoco es posible –ya que los autores pensaban en la no-dependencia de importaciones cuanto en el desarrollo de una industria manufacturera viable y nacional. Hoy en día, la mayor ventaja que ha encontrado el mercado interno (en casos particulares y que deberíamos especificar) es gracias a la competitividad, lo que es indicador de otra concepción de economía –mucho más orientada a los flujos sin protecciones. Por otro lado, la dependencia externa es posible de ver en diversos aspectos, pero hallaríamos un problema de orden metodológico y hasta epistemológico: me refiero al hecho de utilizar una teoría que –por la improcedencia anacrónica-, no nos dará información privativa de la actual gestión, ya la dependencia externa la podemos observar en otros gobiernos de diferente perfil al actual… ¿Podríamos encontrarla en el gobierno del Presidente Menem? Claro que sí, -aunque sea en otro sentido. Por esto estimo que la estructura teórica de Cardosso y Faletto no sólo no nos otorgará herramientas para nuestro propósito, sino que tampoco nos dará elementos determinantes para nuestra coyuntura actual.

En el caso de Ianni, no tendremos mejor suerte por causas similares a las de Cardoso y Faletto… veamos: el autor estaba pensando en una sociedad que había superado los estamentos coloniales –algo que para nuestro case no es ni siquiera aproximativo-, y que se encontraba ante los albores del comienzo de la disociación entre trabajadores y medios de producción. Este esquema, desde ya, no nos sirve para nuestro caso. Por otro lado, el autor ve dos tipos de populismo: aquél guiado por las ellite burguesas y la clase media que manipulan la conciencia de las clases más bajas (en nuestro caso, tendríamos problemas para colocar al kirchnerismo en el espacio y rol de “la clase media” (ni me atrevo a mencionar el caso de la ellite, pro cuestiones obvias). Y desde ya, no encontraríamos la alianza entre estos [ya muy diferentes a antaño] clases. En el caso del segundo populismo (el de las masas mismas, de corte más revolucionario con tendencia a la lucha de clases) no es siquiera analizable ahora.

Dejemos a Ianni y pasemos a Murmis y Portantiero. Desde ya, el panorama no mejora. Si bien los autores señalan que los agrupamientos del populismo clásico fueron en derredor de movimientos nacionales y no de clase, las sucesivas conformaciones de poder que hemos visto en el peronismo tampoco provocan definirlo secamente como nacional. Tal vez apresuradamente, podemos pensar en la gestión de Menem como no precisamente nacional. Pero no olvidemos que el mapa sindical de fines de los ´30¸ mostraba aquéllos grupos que tomaron diversas decisiones para con la gestión de Perón en el Ministerio de Trabajo -cuanto para cuando éste tuviera la Presidencia de la Nación. Y por cierto, no todos ellos con identificaciones nacionales. Claro que después quedaron inmersos en el movimiento, pero no dejemos de ver al PJ como una conformación en perspectiva de años anteriores, y continuamente redimensionado en décadas posteriores hasta hoy)2.

1 En el sentido que los autores mentaban.2 Ya sólo polemizando con el autor, tendría que atender el dato diferencial y fundamental: el PJ no es un partido político en términos convencionales, sino un movimiento. Esto hace dificultoso dar notas constantes (y un perfil estereotipado) a quienes se incluyeron en su bandera, ya que hemos visto ejemplos varios, en que sus huestes incorporan miembros de distintas extracciones sociales y ejes ideológicos. De este modo, el peronismo se presenta casi como una reproducción de la sociedad, con varios de los

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Puede ser que Torre tenga algo más para nosotros. Veamos: al concebir al populismo como una crisis del dominio oligárquico y el liberalismo (ver nota #1 página 28, de este escrito); la democracia que sustituya a aquélla1, no parece exactamente la misma a la que estamos asistiendo. ¿Será correcto ver la gestión de fin del siglo XX de este modo?... todos sabemos que el autor estaba pensando en la irrupción del populismo clásico al poder, así que no puedo negar el estar forzando la cuestión con el afán de fundamentar al PE actual como un populista... ¿Será que mis esperanzas fueron excesivas? Por cierto, con esta pregunta no me refiero al autor –su teoría es legítima para analizar los casos de los populismos de la primera mitad del siglo XX; así que tendré que pensar que la incorrección viene por parte de quienes pretenden que lo que se nos presenta sea similar a esas épocas ya muy atávicas... en fin. Mejor es no adelantarme, porque todavía tengo esperanzas en otras teorías. Sigamos.

Siguiendo con Touraine, efectivamente podremos encontrar la idea de la identificación estatal al movimiento que sustenta al “populista” (para ponerlo en términos simples: el estado = al pueblo [en la retórica del PE: argentinos = pueblo])… Pero, siendo una característica común a casi todos los gobiernos; y por ende, poco significativa para nuestra tarea, dejémosle de lado y sigamos por un camino que nos aporte algo para aquélla. Así, debemos encontrar movimientos sociales que pujen para ser representados (ya que el estado no lo hace todavía). Esto incluirá el agruparse –del modo que fuese-, para poder acceder al espacio de asignación de bienes materiales y simbólicos (derechos, identidades, roles esperados, etc.) que realiza el estado. Lo que es igual a decir –muy esquemáticamente-, que esos grupos deberán lograr un tipo de representación política que les permita ingresar al sistema de demandas del estado.

Por otro lado, encontramos que esos grupos viven en condiciones socioeconómicas de pauperización. Este jaez, nos haría pensar en lo que comúnmente se llama excluidos del sistema. Veamos: La exclusión socioeconómica (=condición de NBI ó por debajo de la LP) hace a los individuos bregar por lo que más les apremia de esa condición indeseable. Esto sería lo mismo a aspirar al ingreso al sistema [=económico] a través del trabajo genuino –ó bien, aunque nos pese, con planes de asistencia... Así me pregunto: ¿El ingreso al sistema político sigue idéntica lógica apremiante que el ingreso al sistema [económico-social] mismo? ¿Es dable equipararlos? ¿O bien uno –el económico social-, se torna más urgente que el que es necesario –el político- que permitirá reclamar?

Si el ingreso al sistema económico-social es más apremiante2, y el modo en que se acostumbra reclamarlo hoy por hoy es la acción directa, ¿Estos grupos, están forjando un espacio de participación política por las vías constituidas, ó bien están participando de facto, por los fines inmediatos (participación en la distribución de la renta, mercado de trabajo, régimen clientelar de asistencia, ó lo que fuese)? Luego de responder a esto, ¿podemos suponer en nuestro caso –como lo hace Touraine-, que tenemos un grupo que brega por una representación gubernamental?3

matices de aquélla, pero a su interior. Esto es un capítulo aparte para la Ciencia Social, así que no incursionaré en un tópico que merece tratamiento aparte –y no contribuye en demasía a la postura que asumo en estas líneas.1 Tampoco debemos olvidar que tendríamos problemas al encontrar una dominación oligárquica próxima… los nombrados “´90s” no nos aportan tal esquema: el del auge de políticas de apertura y privatización, el achicamiento del estado y el estatus de un tipo de cambio bajo no implican una dominación oligárquica… demás está aclarar que estaríamos más cerca del segundo componente que considera el autor: el liberalismo (= “no nacional”, “excluyente de las masas”, etc.)2 Desde ya, quienes estén desempleados no tendrán la estructura sindical para expedirse. Pero esto no es una apología de muchas metodologías directas claramente ilegales. El reclamo laboral en una sociedad democrática como la que habitamos no implica de suyo el corrimiento de la misma ley que sustenta al régimen. Esto es: la Constitución Nacional nos otorga nuestro sistema de gobierno y su modo de ejercicio; pero también exhorta a los individuos a atenerse a los códigos de fondo. Ambos procedimientos deben estar enmarcados en la ley.3 Como ya lo mencionamos, resto de este espacio el caso de Luis D´Elía, ya que su calaña oficialista lo transforma hoy en un miembro más del gobierno.

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En fin, estimo que Touraine también se nos esfumó. Espero que en el caso que sigue tengamos más suerte. Ahora me referiré a quienes no ven el populismo en un momento histórico específico, sino que se lo explican por variables coyunturales: el caso de James. Él sostiene que existe un momento específico –allende tiempo y espacio-, en donde se recurre al populismo como re- articulador del sistema político para equilibrarlo con la inclusión de las masas. Creo que en primera instancia, podemos encontrar algunos puntos de coincidencia con nuestro caso: las acciones y la retórica del PE pueden ser una apelación a un método que logre contener –y hasta incluir-, reclamos sociales necesarios de ser canalizados. Pero esto, es sólo apariencia. Sí. Así que otra vez, me veo obligada a hacer una digresión que lo explique:

Pero pensándolo más detenidamente, la actitud que toma el gobierno con los movimientos piqueteros y de desocupados, es algo ambivalente: si bien podrá cooptarlos con plantes y arancelar su ocupación en alguna plaza de aniversario; ¿cuando opta por “dejarlos hacer”, los está incorporando? Comparemos apresuradamente: Cuando Perón “escuchaba la más maravillosa música” estaba explícitamente incorporándolos en su discurso, pero ¿El PE lo hace… del todo? ¿Será que sólo habla del pueblo sin especificación? En primera instancia es correcta la apelación, ya el presidente que debe gobernar para todos. Pero esos todos, sabemos que la realidad política no funciona con un pueblo en bloque que apoya a un PE (ni tendría por qué serlo, ya que el pluralismo es la base de un sistema democrático al que debemos defender). También sabemos que los apoyos efectivos no son sólo guiados por intereses altruistas –sin lugar a interés alguno… en fin, la política está cruzada reticularmente con una multiplicidad de lógicas –sanctas y no tanto. Lo cierto es que es políticamente correcto no decirlo, pero creo que es correctamente hipócrita negarlo.

Teniendo en cuenta el sometimiento de los sectores excluidos por su condición de tales; deberemos corroborar si finalmente pertenecen [ó no] al pueblo kirchnerista. Esto los transforma en los más vulnerables a la cooptación clientelar con la maula que fuese. Si tomamos como parámetro dos suertes de “referéndum de facto” (las elecciones de 2005 cuanto la plaza de mayo de 2006); sabremos que gran cantidad de estos grupos más vulnerables –que en varios casos coinciden con quienes son activos miembros de grupos de desocupados (genérica y algo llanamente llamados piqueteros). Lo cierto es que éstos –si bien son tolerados cuando cometen acciones no legitimadas por la Carta Magna-, no son el sustento manifiesto (=mencionado explícitamente) por el PE…

Pero el conocido aparato –si bien no tiene por objetivo el “ir por ellos”-, no discriminará a la hora de cooptar apoyos. Veamos: El sistema democrático –en boca de Churchill el menos malo de los sistemas que conocemos-, está basado en última instancia en criterios cuantitativos (esto es: con cantidades de votos se ganan elecciones, y con cantidades de participantes se llenan plazas; que serán reproducidas por los medios, por los analistas, referentes regionales, internas al interior del partido para tomar posición, etc.). Así que, todo sector que “sume” será bienvenido en una elección ó en una plaza1.

1 De este razonamiento debemos descontar dos grupos al interior de la protesta social. El primero, será el oficialismo –D´Elía-, justamente por su condición: ya que está descontado que apoyará a su referente nacional. El segundo, es el caso de los grupos –cada vez más- opositores a la gestión del PE. En su versión más gráfica, tendríamos al dirigente social Raúl Castells. Éstos dos grupos (con raíces en similar grupo de protesta, pero opuestos en la actualidad), debo quitarlos de este espacio de cooptación del movimiento piquetero por ser unos obviamente apoyos –los oficialistas-, y otros no cooptables (lo que no implica que no acepten

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Con esto quiero señalar, eso que ya he nominado como ambivalente del PEN: el dejar hacer a los movimientos de protesta directa (que generan todo tipo de apreciaciones: en su mayoría descontento, incluso en sectores de trabajadores de bajo ingreso1). Mientras les acepta los mecanismos de apoyo legitimatorio en los momentos en que lo requiere. Pero no son nombrados explícitamente por el PE dentro de sus apoyos, sino que son ignorados/ salteados/ no son objeto de cuenta por su discurso (y hacerlo lo llevaría a una ilegalidad flagrante, antipática para los diversos grupos que se les oponen a aquellos). Kirchner nunca escuchará la más maravillosa música proveniente de este sector, sino que solamente estarán presentes y no serán reprimidos cuando actúen –pero esto no es sinónimo de tolerancia por parte del PE.

Me explico: la prueba existe en la indeterminación invocativa [”argentinos”], que aparenta ser 100% democrática, pero que no tiene pruritos al momento de cooptar sectores que no hacen al juego democrático legal. Estos grupos, también están excluidos del sistema político, y la voluntad de incorporación a ellos –si no es la manipulación eventual cuando ésta es sobradamente necesaria-, es casi nula. Esto implica, que el populismos en tanto que re-articulador de la sociedad para incluir a las masas que quedaron afuera, no es el caso de nuestro PE.

Así, James no nos ayudó para nuestro particularísimo PEN. Esperanza deposito ahora, en Laclau. Este, sin alejarse mucho del primero, sostiene que el populismo como un principio articulatorio de interpelaciones que logra neutralizar diversos antagonismos entre quienes no forman parte de la clase dominante. Encontramos un primer problema: hoy en día no es tan simple asociar la hegemonía a una clase social (en el sentido clásico) determinada.

Pero si dejase de lado esta cuestión por cinco minutos, podría decir que el kirchnerismo logró viabilizar discursiva y políticamente reclamos que la sociedad -con mayor preponderancia en algunos grupos- está realizando desde hace años: como el viraje de una economía ortodoxa articulada a Washington sin más, una política externa no atada a un país, la presión del por salir del default y que el problema de la deuda vaya encauzándose, el reclamo por los DDHH, etc.). Pero esto tendría que hablarnos de un gobierno con grandes cantidades de apoyos (allende la que queda sujeta por el aparato), cuestión que no es tan manifiesta. De hecho, muchos grupos han compartido esos reclamos someramente mencionados no forman parte de los apoyos al PE… Me explico: el modo de oponerse a “viejas cuentas pendientes” y la perspectiva desde donde se parte para esa oposición, no ha provocado adhesiones en quienes han sido atávicos defensores de alguna de aquellas causas2... en pocas palabras, el PE no ha logrado neutralizar antagonismos (no

dádivas de otro tipo/grupo, sino porque su discurso es averso a la gestión Kirchner). 1 Con esto me refiero a que no son sólo los sectores medios-altos los que se oponen a sus métodos (asociados aquellos a la ilegalidad, ó bien a prejuiciosos de clase). Como tampoco generan solidaridad [de clase, si se quiere] a muchos trabajadores asalariados de ingresos magros. Así, su esquema de identidades externas es complejo, porque su acción directa, su asociación con las prácticas de la política, cuanto su método no legal (desde un corte de ruta hasta acciones vandálicas) no son legitimados por fuera de su organización.2 Puede ser fácil encontrar la refutación de lo que digo en el argumento de la oposición de “centro derecha” que hoy constituye Ricardo López Murphy y Mauricio Macri. Por supuesto, el primero no concuerda con el estilo K por una cuestión ideológica (no sólo partidaria -sino del orden en que conciben la realidad-), junto a sus estilos y perspectivas diferentes; entre muchas más razones que ahora no es momento que nos detengamos a discutir. El segundo, es colocado por el gobierno y muchos sectores de la opinión pública como funcional al modelo menemista por sus intereses empresarios... Pero no me estoy refiriendo a ellos:Me refiero a otros actores que durante años han compartido la oposición política que hoy expresa el PE (aunque no han compartido su pasado político juvenil por cierto), y muchos de los temas que hoy el PE pone sobre el tapete. Tomo un ejemplo claro: el de los DDHH. Y me referiré al tipo de lucha que establece el Dr. Kirchner acerca de este importante tópico -no a los DDHH en sí mismos. La lógica de esta gestión para tomar el tema es la de una profunda convicción -y pretensión- de

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ya de la “clase dominante” que es difícil encontrar en los términos de Laclau; sino en lo que podría [inventar, por cierto] como una suerte de estilo dominante de algunos sectores de la opinión pública)…

Vayamos a Ipola y Portantiero a ver si corremos mejor suerte. Ellos ven la ruptura entre el socialismo1 y el populismo (el primero más organicista2 y el segundo con hegemonía más plural). En nuestro caso, tendremos problemas si queremos concebir la gestión actual como populista en clave de mayor pluralismo que en el socialismo. Si bien comparar el [supuesto] populismo de los autores como más pluralista que el socialismo del siglo XX, no es una gran ventaja (un estado [sólo] menos totalitario como el que presentaron gran parte de los socialismos no es una gran tranquilidad, por cierto…); no queda definida la cuestión por esto. Me explico: si bien podríamos trabajar hasta lograr conceptuar –dentro del esquema de los autores- “cómo”/”qué cantidad” de pluralismo tiene el mentado populismo; y luego podríamos ponerlo en términos de nuestro actual PEN, esto no nos serviría a nuestros objetivos. ¿Por qué? Pues porque si el caso del actual Presidente fuese el ejemplo perfecto acerca de este marco teórico… ¡No nos diría nada acerca de que un gobierno de esas características no debe atenerse al C.O.!

condensar en su persona la cruzada por los DDHH. Si bien no es algo para denostarle, antes por el contrario, es necesario tratarlo en todas las dimensiones que se requiera –ya que nos permitirá construir una Argentina menos lacerada. Pero los modos si son objetables. El flagrante error del PE, es el poner en una misma bolsa diferentes gestiones que sucedieron al PRN olvidándose que en democracia, la lucha por los DDHH ya había comenzado. Incluso, durante el mismo PRN [y no me refiero sólo a la acción de Madres y Abuelas de plaza de Mayo, ó Amnesty, ó los ejemplos que -estereotipadamente a veces- se suele citar]. El mismo Dr. Alfonsin firmó muchos habeas corpus bajo recurrentes amenazas de muerte. Con su presidencia, la CoNaDeP trabajó –también con amenazas- a sus integrantes y familiares directos. Esos tiempos, no eran los mismos que los de hoy. La tensión política entre las FFAA y el gobierno de entonces era flagrante (incluso hasta el gobierno del Dr. Menem continuó la rispidez, y en 1990 sufrimos otro episodio). En fin, trabajar en el área de DDHH no era cuestión simple… Pero hete aquí, que el PEN actual mantiene esta situación bajo la siguiente lógica: -cual operación matemática, cancelando negativos con positivos que conducen a 0- Kirchner ve que lo hecho, se canceló con las “Leyes del Perdón” -Obediencia Debida y Punto Final… Es sobradamente obvio que la gestión de entonces no hubiese dado curso a aquellas leyes, si no hubiese sido bajo la presión política: no lo afirmo por justificarla, sino que el mismo gobierno de entonces (que había tomado esta bandera en su plataforma y en su gestión) no hubiese querido boicotearse su propia palabra y acción… El problema era tal vez, que no hacerlo, seguramente hubiese hecho más difícil una democracia que todavía temblaba, y la continuidad de este mismo gobierno… Resultado de la ecuación: la gestión de Alfonsín quedó en 0 -y tal vez debiendo algunos puntos más según Néstor Kirchner.¿Para qué cito este caso? Porque aquí vemos claramente el punto del que partimos: la oposición no es solamente el caso de quienes se colocan en la derecha (desde los citados ut supra, cuanto sectores de extracción castrense, que obviamente no le apoyan); sino que también sectores como el progresismo radical y el actual ARI (que recluta alguno de aquellos, y otros sectores del progresismo nacional), como gran cantidad de miembros de la izquierda no apoyan las políticas del PE. Lo que quiero destacar aquí es lo que está en interdicción de esta gestión: concretamente, me refiero a la forma, no al fondo. Esto suma –pos supuesto- mayor cantidad de miembros en la oposición –de los más diversos matices.1 Tengamos en cuenta que la idea de socialismo implica muchas versiones. Desde los primeros socialistas utópicos (no anticapitalistas); pasando por quienes fueron los moderados (utilizaban el sistema democrático para ir accediendo al poder). Los hubo “socialdemócratas”, que –más, menos- procuraban una mayor justicia para el pueblo –por esto socialistas-, pero inmersos en un estado democrático. Tampoco faltaron los de ultra derecha (nazismo), que concebían la noción de pueblo de un modo en particular –lo que implica la eliminación de quienes no lo conformaran. Los hubo más de izquierda, más de centro. Pero entre toda esta maraña de posibilidades, debemos quedarnos con una suerte de aproximación general (no ya definición) que lo concibe como el ideario que pretende ampliar la justicia (política, económica, jurídica) a todos los espacios de la sociedad –sin hacer caso de condición. Como verán, podríamos remontarnos hasta la Revolución Francesa ¡O llegar a lugares más alejados y dispersos aún!. Para no entrar en tamaña tarea, me detengo en el punto en que el socialismo –diferente al comunismo-, se plantea una redistribución más justa de la riqueza, la legislación, los beneficios sociales; y es averso a privilegios de cualquier tipo (Se que si me extiendo de más ustedes podrán preguntarse ¿Pero el liberalismo no tiene un punto de contacto con esto? ¿ó bien el cristianismo democrático? ¿No es éste el caso de la mayoría de los gobiernos –al menos en su discurso?; y demás cuestiones –todas legítimas. Por esto, prefiero retirarme de una discusión -que para los fines de estas líneas es bizantina. 2 El organicismo, puede ser asociado a la concepción del primer positivismo decimonónico –que creía que la sociedad era un organismo similar al de un ser vivo que mantiene un orden determinado para su funcionamiento. Pero en éste caso, estamos más cercanos a lo que se conoce como corporativismo. Éste ha sido claro en la coyuntura de los fascismos, en donde los individuos no quedaban librados a la protección del gobierno, sino que estaban agrupados por funciones, mediante las cuales se relacionaban con la vida del estado y participaban así de ella. De este modo, estaban subordinados a la vida del estado-nación que es soberano y unitario. La idea subyacente es el orden en sentido hegeliano: los hombres se realizan dentro de la libertad del estado, muchos más que en su capacidad de individuos.

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* * * * *

En fin…

Si bien sólo lo he mencionado hasta aquí en pié de página, la incertidumbre que provoca no ver la gestión de nuestro presidente como populista, me hace obligarme a cotejarlo. Luego de los llamados populismos clásicos, asistimos a un fenómeno muy particular llamado neopopulismo. Las características que posibilitaron esta teorización, provienen de un nuevo modo de hacer política. ¿Sus exponentes? Pues varios, entre ellos: Collor de Melo en Brasil, Menem en Argentina, Fujimori en Perú.

Estos, si bien con apelaciones profundamente populares durante su campaña (recordemos la emulación de Facundo Quiroga que identificaba a Menem), su gestión de gobierno viró hacia el neoliberalismo como solución a las coyunturas hiperinflacionarias en las que asumieron. Aquél se presentaba como inevitable. Por otro lado –coincidiendo con el actual PE-, su estilo decisorio era profundamente personalista. Incluso, algunos de ellos asumieron sin una estructura partidaria que los contenga y sí lo hicieron con organizaciones electorales –más no partidos en sentido clásico, como Fujimori y Collor de Melo. Resumidamente, sus gestiones tuvieron una pauta re-privatizadora con flexibilización laboral –lo que debilitó la acción sindical y el ejercicio de la ciudadanía en los sectores asalariados. Todo esto, legitimado bajo las bondades de la acción del capital internacional para el ingreso al estatus de los países centrales.

Claro, que si se vio que existen problemas para definir el fenómeno del populismo, lo mismo acontece con e neopopulismo (al que sólo se le agrega el prefijo). Pero sin por esto detenerme, veré si alguna de las teorizaciones nos da una pista… tal vez aquí se encuentran las razones de los analistas que tildan a nuestro PE de populista y sólo han omitido el prefijo neo. Lamento objetar, que el hecho de olvidar –si fuese ese el caso- un prefijo, hace que la interpretación correcta implique pensar en el populismo [sin más]… lo cual ya vimos que es un camino no muy prolífico… pero no pretendo ponerme tan detallista: si sólo podemos encontrar algo de utilidad, va a ser un adelanto. A ver:

En el caso de Zermeño, se sostiene que el neopopulismo es emergente de la propagación de la pobreza –que genera una individuación anómica. Esta dinámica acaba por generar una sociedad atomizada, la que queda inerme frente a un candidato (luego el estado) que la manipula. En nuestro caso, podremos encontrar fácilmente la pauperización… pero las causas de la atomización social no son sólo producto de la pobreza (un pasado político convulsionado, la debilidad democrática -que acarrea erosiones a la solidaridad social-, la baja cultura política –entre otros-, también son causas de atomización).

Pero dejando de lado esto, y tomando a la pobreza como una suerte de disparador, podríamos suponer que la condición de una sociedad golpeada por una crisis tremenda la hace quedar vulnerable ante un candidato algo mesiánico. Esta tesis es plausible para los casos mencionados (Menem, Fujimori y Collor de Melo); pero lo cierto es que el perfil impetuoso de Kirchner no era tan conocido a nivel nacional… recordemos que en plena elección, básicamente era el “protegido” del duhaldismo contra el menemismo y la oposición dispersa. Tal vez quienes estaban más empapados de su gestión provincial podían conocer su impulsivo estilo. Pero los argumentos que la opinión pública manejaba [los que a ella se le brindaba] eran el superávit provincial y su capacidad administrativa a causa de eso. Claro que tardamos muy poco en soportar sus modos, una vez flamante PE: el jugueteo con el Bastón de Mando Presidencial,

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inauguró la saga de papelones… En esencia, en términos de Zermeño, la idea de crisis, de atomización y todo su esquema es aplicable a las coyunturas de comienzos de los años noventa, mas no es aplicable al tipo de crisis aunque estos años produjeron luego. Como en el caso anterior –y en los antepuestos, por extensión-, ninguna de estas variables nos da cuentas del no ejercicio del C.O.

En el caso de Alberti, veremos que se centra en la cultura política latinoamericana en clave de amigo-enemigo. Esto refiere a líderes carismáticos que no legitiman la oposición y que expresan los verdaderos intereses de la nación dentro de un manejo movimentista que es la lógica del poder político. Esta idea, que puede tener cierto aire a lo que muchos conciben como privativo de estos lares –el caudillismo como modo de ejercer la política del que el personalismo político no es más que una cara más moderna. Ya pasando a nuestro caso, es muy claro ver en nuestro PE la idea de negación del diferente: los menemistas, los mafiosos (en boca de la Primera Dama en campaña), las FFAA, el FMI, Bush, los acreedores europeos (inconformistas demás y casi sin derecho a serlo), los dos demonios, las Leyes del Perdón, entre otros. Todos, son los enemigos.

La verdad es que la lógica es muy schmittiana, ya que el PE no plantea el disenso con estos sectores, sino que se arroga el rol de defensor [único] de los DDHH –que implica la anulación de otras defensas. También se erige como el popular, honesto y buen administrador –que nada se parece a la vieja política del menemismo y el duhaldismo. Es el primer [no ya trabajador, como Perón] sino que es el pingüino más argentino –que nada debe ni necesita de agentes externos, ni de Bush [que para él, parece ser igual a ser descortés con el mismo. Ya que serlo, implicaría sumisión hacia éste]. Las FFAA, tampoco son problema (aunque el modo en que lo manifiesta es más propenso a que éstas se radicalicen, que a se subordinen a su poder…). Así, este perfil presidencial -completamente conducente con la no legitimación de la oposición-, de retórica movimentista, se erige en defensor de la nación.

Pero volvemos a un lugar por el que ya transitamos: el perfil del Presidente se condice con lo que expresa el autor; adpero no existe puente que implique el no ejercicio del C.O. Esto involucra que allende la retórica más ó menos característica que elige el líder profese, no por esto tenemos que hacer alguna aseveración en el modo de conducirse… en fin, creo que sobre este argumento ya estuve haciendo hincapié, y temo cansar a quienes leen.

Para el caso de Lazarte, las fallas de los partidos como articuladores naturales, hace que sin la contención partidaria necesaria, surjan los líderes carismáticos. En similar tono, pero con particularidades propias; Kenneth Roberts cree que el detonante son las formas de representación en crisis. Seré breve: el sistema de partidos es deficiente desde hace tiempo –no ya por las interrupciones de gobiernos constitucionales, sino también en democracia-. Ahora, en un estado casi de partido único [al menos, de facto] con la oposición atomizada en derredor, no necesito aclarar que la contención partidaria es objetable. Si por esto me guiase, y explicase que el modo de Kirchner es producto de esto, no sólo erraría por las mismas causas que en el caso anterior (no podría establecer el puente teórico-práctico con el estilo de ser del PEN); sino que ingresaría en una encerrona inmediata cuando “fuese por” el segundo requisito del autor y viese que el Presidente carece de carisma. Y… sanseacabó.

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K [ ing say to us ]:

“A quien va a creer usted: ¿A mi, o a sus propios ojos?”Groucho Marx.

Estimo que el anterior apartado debe haber dejado cierto sabor amargo en lo que hace a comprender el manejo de tan particular PE. Si bien la categoría que se acostumbra escuchar en los superficiales análisis mediáticos, vimos que no nos sirve más que para conformarnos con un juicio; no por esto debemos quedarnos con ella. Claro, por otro lado, la perplejidad aparece al procurar encontrar esa idea, ese análisis que nos ayude –o al menos, nos conforme. Esta incógnita

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–que es el comprender la relación del PE con las maneras en general, y con el C.O. en particular, no deja de generar incertidumbre. Ó mucha.

Pero retomando con lo hecho, debo comentar que, en esencia, las líneas anteriores han sido escritas con la pretensión de quitar ese velo que cancela el pensamiento al tildar a Kirchner de populista. Esto impera que elijamos otra categoría, ó bien que simplemente comencemos a pensar la cuestión desde otra perspectiva que nos lleve por caminos más atinentes, que puedan hacer del PEN alguien más comprensible en su modo de proceder… y con esto me refiero a encontrarle –estemos ó no de acuerdo-, una lógica propia, regular y consistente, que le caracterice. Que nos hayamos frustrado con el argumento fallido del populismo, no implica que claudiquemos a la lucha por analizarle. Incluso, tampoco involucra que pensemos en grandes categorías enrevesadas y complejas para poder hacer aquello. No. muchas veces, las soluciones son más cercanas y más simples de lo que suponemos. De hecho, en este acápite me atendré a emitir un juicio diferente del acostumbrado y ya tratado in extenso en el apartado anterior, pero no por esto apelaré a grandes complejidades analíticas. Tampoco me extenderé mucho. Estimo que los datos están a nuestro alcance, y hablan por sí mismos.

Por cierto, en algunos casos, debemos esperar que la realidad acontezca simplemente, para que ella también se presente (me refiero a que los hechos mismos –en su decurso-, se enseñen, se muestren y así se manifiesten en su laya). Por esto, no requeriremos más que un mero conocimiento intuitivo de algunas características, y no más complejidad que la de no caer en los velos que nuestro mismos análisis colocan en nuestros ojos.

Dejando de lado que el estilo K es claramente autoritario –no sólo en el espacio del C.O.-, (éste no es más que el cliché de la frivolidad que el PEN no pretende ni puede quitarse de la cabeza). Parte de este perfil se exhibe en los controles periodísticos, la hermeticidad al interior del Gabinete, el modo de calificar grandes instituciones por algunos de sus miembros, entre otros lugares comunes de su proceder. No está lejos de este estilo –aunque ya casi en el paroxismo-, el no dejarse asesorar por la formación técnica de un Canciller (como el mismo Bielsa afirmaba en la nota del periodista Caseese). De hecho ¡ni siquiera el monarca más absoluto toma este camino!... los Consejos y las Cortes no han sido instituidos para otro fin que no sea ése: el aconsejar al máximo poder acerca de las cuestiones que fueron delegados en éstos por ser los [supuestamente] más aptos…

Lo cierto es que existe en esa forma tan particular, algo que a mi juicio es dudoso… me refiero a cierta percepción [tal vez apresurada de mi parte, obsesa incluso]; de un manejo de la situación en el famoso estilo. Me explico poniendo un ejemplo: hemos asistido a todo el proceso de las diversas y sucesivas negociaciones con Organismos de Crédito externo a causa de nuestro default. El PE, en numerosas ocasiones no escatimó diatribas contra el yugo del FMI. Esto ha incluido, asociar actores para con aquellos -en términos de consonancia de intereses-, suponer mala fe en cada una de las acciones, etc.; lo cual no implica que estuviese equivocado en todos los casos… simplemente, si sumamos el estilo, con el contenido del discurso persistentemente situado en juicios de similar contenido ¡llega a empañar reclamos que son perfectamente legítimos y hasta certeros en su planteo!

Pero, paralelamente el verdadero negociador –el moderado Dr. Lavagna-, era el que se reunía con los agentes directos a concretar acuerdos… De hecho, éste gobierno –tildado “de izquierda”-, es señalado por sectores de la izquierda como claramente [sic] “de derecha”; según palabras de la dirigente Patricia Walsh ante el periodismo que la consultó por este asunto. No estimo que aquí se den esas atávicas diferencias de sesgo entre miembros de la política (el ejemplo

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más clásico: la izquierda ortodoxa tildando de burgueses a los reformistas). No. Verdaderamente, creo que este es un dato para no perder –incluso en los términos de nuestra tarea-; ya que nos está mostrando un PE que se desgarra en cierta retórica, pero que la conducción efectiva de los hechos corre por un sendero no tan similar a sus afirmaciones. No me queda otra salida que afirmar tales declaraciones como… ¿histriónicas?

En fin. Prometí ser breve y ya temo estar incumpliendo la promesa. Así que sólo pasaré a la instancia menos simpática de estas líneas. Al contrario que lo políticamente correcto, me tendré que mover hacia el espacio opuesto. Lo curioso, es que por primera vez en estas líneas, tendré que cambiar la persona gramatical en que traté este tópico. No me colocaré en una primera persona que exhorte –cual orador en púlpito-, lo que deberían hacer… los demás. Existe un punto [a veces creo que es justo al comienzo] en donde eso es muy fácil, demasiado fácil.

Tendré que virar mi discurso hacia un lugar poco agradable también para mí: no objetaré reflexiones ajenas ni procederes de primeros mandatarios. Objetaré a la sociedad toda de la que formo parte. Esto implicará que deba explayarme en la primera persona del plural, no ya por el acostumbrado estilo académico, sino porque comenzaré a hablar de ustedes, los otros, ó bien nosotros. Ya no podré conservar cierta asepsia de la que goza el expositor al explayarse en un aspecto críticamente (simplemente, porque esto implica que su visión lo aleja de lo que esté fiscalizando). Ahora tendré que incluir en la crítica mis propios procederes… como ciudadana. Pero, para no violentar mi prometida exposición sintética, lo diré en pocas palabras:

El sistema democrático mucho nos ha costado a los residentes en este país. Todos y cada uno de nosotros sabe que nuestra historia –no sólo la reciente-, implica ése esfuerzo. Esta democracia –la que tenemos- requiere de una mayor perfección. Ésta no vendrá de los grandes teóricos, de ingeniosas utopías, del capital saneado, ó de los habilísimos PE que podamos elegir. No es sólo cuestión de conducción, ni de una idea que todavía no se le ocurrió a ninguno de nosotros. La democracia no precisa de un Mesías todavía por nacer. El ser democráticos no es solamente una nómina para colocarnos en un punto de la grilla de espacios ideológicos que podemos refrendar. Es también un ejercicio que no se reduce a las urnas.

El goce de nuestros derechos, trae como correlato obligaciones y garantías para hacerlos concretos. No sólo se deben garantizar nuestros derechos y garantías como ciudadanos, sino que debe estar descontado el ejercicio de nuestras obligaciones por el hecho de serlo. Esto es: ¿Podemos exigir sin dar? Ó lo que es lo mismo: ¿Podemos exigir sin exigirnos? Si el PE infringiese la ley, esto sería materia de pena indiscutible, aunque sepamos que todavía nos sabe utópico. Pero si fuese el caso –como lo es-, que los usos y costumbres fuesen vulnerados: ¿Por no ser punibles, hasta no deberían ser más acatables, aún? ¿Ya no estilamos el valor de cumplir lo que no es obligatorio, justamente por esta misma razón? Me explico con otro ejemplo: la honorabilidad de confiar en la mera palabra de una persona –la que no la obliga ante otro tercero que no sea su propia conciencia- ¿pasó de moda?... ¿Será que la entereza de un hombre ó una mujer son susceptibles de ser más “de izquierda” ó más “de derecha”?

¿Será que estamos pidiendo sin dar? ¿Estamos pidiendo sin pedirnos?

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Estas últimas líneas pretenden poner en jaque todas las anteriores. Aquéllas versaban sobre los malos procederes del PE y los miopes análisis que parecen justificarlo. Éstas, pretenden colocar en el tapete que el manifestarse en contra sólo es parte de nuestro ejercicio ciudadano del derecho al disenso. El ejercicio completo hace al contralor del ejercicio incorrecto de los deberes de un Primer Mandatario para con el Soberano. Hasta tanto no salgamos de los artículos periodísticos, de los ensayos como éste, de los análisis que escuchamos, del santiguarse cual daño moral, con vergüenza ante la conducta ajena; no estaremos ejerciendo nuestros derechos completamente y MENOS aún nuestra obligación de una democracia digan de sus integrantes. Tal vez, nuestro PE -que forma parte de esta mismísima sociedad-, es igual a nosotros… No en cuanto al Ceremonial Oficial, sino en el distorsionado ejercicio democrático que posee, sea en idéntico ó en distinto sentido del nuestro. Por esta causa, ó por la otra, temo tanto él como nosotros no salimos del purgatorio de los democráticos ciudadanos. Y la providencia no la cumplimos, sino en parte.

Corromper un cargo no es sólo malversar fondos públicos, como los controles no deben ejercerse sólo en los casos de vulneraciones graves a nuestra Constitución Nacional. Tampoco, ésta debe invocarse sólo cuando se confiscan ahorros: de hecho, para que nuestro bolsillo esté a salvo, la Carta misma debe estar cuidada. Suena a verdad de Perogrullo, pero siempre es más saludable prevenir que curar. Ó bien preguntarse por las causas que desgarrarse ante las consecuencias…

Concretamente, no sigamos pensando la República neciamente como si el paso cuarenta es más importante que el doscientos en una carrera de mil metros. De hecho es el primero, el que más cuenta. Nosotros en términos de C.O., con sólo quejarnos y sin ejercer nuestro derecho, todavía no lo dimos.

100% estilo K i…tsch. El sabio habla de las ideas, el inteligente de los hechos, el vulgar de lo que come∗.

Proverbio mongol.

¿K de “Kafka”, tal vez uno de los más grandes escritores del siglo XX? ¿K de “King1”, ó de “Knight2”?… no, no. Tampoco: faltaría compostura para simularlo… ¿Será “K”, sigla de la Creo que no debemos tomar este adagio como algo muy lejano a nosotros: ¿Podría agregar algo así como “y nuestro vicepresidente, de fútbol”…? (No creo estar difamando flagrantemente sus acciones recientes con la Reina de Holanda...) 1 King: del inglés [sustantivo masculino] rey.2 Knight: del inglés [sustantivo masculino] caballero.

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Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box ([email protected])

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temeraria organización “K.A.O.S”, aquélla antológica serie protagonizada por un curioso Agente número 86? En este caso, el estilo se condice mucho más que en los anteriores, pero era una sátira, el nuestro es… real. En fin. Mejor dejo este camino de suposiciones y parto de la impresión que particularmente me provoca esa K.

Nuestro PE tiene su personalidad. Lo cierto es que ésta es muy particular. Por ende, el ejercicio del Primer Mando nacional queda teñido de esta singularidad. Claro que existen singularidades y singularidades –no todas agradables ni presentables. Seré contundente: el nombrado estilo K, me sabe Kitsch 1. La incorrección protocolar no sólo puede expresarse secamente: esto es, los hábitos de eludir las formas pueden ser de diversa clase. En éste, la elusión del C.O. viene acompañada no ya de la total elusión de comunicación mediática, ó de la flagrante descortesía masiva, ó de la libre utilización de las normas del Protocolo Oficial. No.

En nuestro caso, la incorrección protocolar se combina con la selección de la presencia en determinados programas (sobre todo aquellos que trabajan con el humor inmediato y con la satirización política). También se acompaña de todos los eventos que hemos narrado ut supra. Todo con el fin de plantear la cercanía al pueblo y una postura descontracturada en quienes le rodean como consecuencia de no atenerse a las formas. Ya que éstas –entiéndase: el C.O.-, a la vista torcida del PE, implica “alejarse del pueblo” y no “manejarse con corrección que requiere su rol”. Las razones últimas del equívoco no las conocemos; aunque esto no es lo que importa, sino la falta de ejercicio del mismo.

Vimos sobradamente que el PEN actual es un caso muy aislado en la historia del Protocolo Público –no sólo nacional, sino también global-; y que quienes apelan a justificaciones que hacen a la supuesta “ideología” presidencial nada tienen que ver para que proceda como lo hace. Por esto, sólo me quedo con una certeza…:

…el estilo K proviene del Kitsch. Y Kitsch, comienza con K (¡!).

iv)

Lo cortés no quita… “Los espíritus vulgares no tienen destino”.

Platón.

…lo valiente. Lo cortés no quita lo valiente. LO CORTÉS, ¡PUES NO QUITA LO VALIENTE! Eso es aquello tan simple que esperaba decir desde la primera línea de estas páginas. Algo que sobradas veces escuchamos de la sabiduría popular, siendo que el adjetivo (“popular”) no hace al sustantivo (“sabiduría”) menos importante. No son necesarias grandes

1 Utilizaré una definición breve, y sólo aproximativa de este término que ha adquirido preponderancia en el siglo XIX. Como muchos otros casos, en las Bellas Artes decimonónicas ha sufrido diferentes redimensiones, valoraciones, y modos de emerger. De cualquier modo, sólo entenderemos por “Kitsch” al pretendido buen gusto, que acaba por ser manifiestamente vulgar: discordante combinación de colores, excesivo ornato, mixtura entre estilos que aparece forzada, etc. Si tuviésemos que plasmar el sentido del kitsch que aquí tomaré; podríamos ilustrarlo en una imagen, diría que es aquella percepción que nos resulta ruidosa a primera vista, ó bien en la que encontramos una discordancia intrínseca en lo que percibimos, y que impide el goce completo del mismo. En otras ocasiones, el kitsch se presenta como la conjunción de estilos diferentes no concordantes, acabando por eliminar toda posibilidad de combinación.

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Page 42: Ceremonial Oficial (Ensayo)  Mª C.Gigli Box Curso Ucalp

Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box ([email protected])

Universidad Católica de La PlataAño 2006.

teorías, fastuosas reglas ceremoniales ó reiteradas advertencias acerca del correcto proceder las que nos van a dar el criterio que guía el sentido de la corrección.

Por cierto, aquellas técnicas –sean propias por aprendizaje ó recomendadas por un asesor-, tampoco nos proveerán de algo que no es su tarea: me refiero a conferir sentido común a las personas. Un tipo de sentido que -según dicen por ahí-, no es el más común de los sentidos… así que ya es tiempo que empecemos a procurarlo para ejercerlo. Y exigirlo después, claro.

María Celeste Gigli BoxLic. Ciencia Política y Relaciones

Internacionales.

Mayo de 2006.

Este escrito ha encontrado su inspiración en el curso de “Protocolo y Ceremonial Público” dictado en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de La Plata.

ES PRECISO ACLARAR QUE LA ELECCIÓN DE LOS TEMAS, LA SELECCIÓN DE MATERIAL Y LOS JUICIOS VERTIDOS EN ESTAS LÍNEAS CORREN POR

ENTERA CUENTA DE LA AUTORA, SIN TENER CARÁCTER VINCULANTE ALGUNO PARA CON LOS PARTICIPANTES DEL CURSADO, NI EL DOCENTE A CARGO, COMO TAMPOCO A LA CASA DE ALTOS ESTUDIOS EN DONDE SE

DICTA EL MISMO.

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