caudillos y montoneras artiguistas frega

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  • 7/28/2019 Caudillos y Montoneras Artiguistas FREGA

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    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701304

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Sistema de Informacin Cientfica

    Ana FregaCaudillos y montoneras en la revolucin radical artiguista

    Andes, nm. 13, 2002, p. 0,

    Universidad Nacional de Salta

    Argentina

    Cmo citar? Fascculo completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Andes,

    ISSN (Versin impresa): 0327-1676

    [email protected]

    Universidad Nacional de Salta

    Argentina

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

    http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701304http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=12701304http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=127&numero=4939http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701304http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127http://www.redalyc.org/http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701304http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701304http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=127&numero=4939http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=12701304http://www.redalyc.org/
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    CAUDILLOS Y MONTONERASEN LA REVOLUCION RADICAL ARTIGUISTA

    Ana Frega1

    Introduccin

    La crisis del Estado colonial espaol implic en el Ro de la Plata la confrontacinde diversos grupos sociales en torno a proyectos de construccin estatal y favoreci elestallido de viejos conflictos sociales, vinculados a la apropiacin del suelo y recursosnaturales, los localismos, la esclavitud, la situacin de indios y castas, entre otros. Comoha estudiado Jos Carlos Chiaramonte, se formaron Estados provinciales (mayormenteconstituidos en torno a una ciudad y el territorio rural bajo su jurisdiccin), los quemantuvieron algunos vnculos (alianzas, ligas, confederaciones) que expresaban lapresencia de proyectos de construccin estatal supraprovinciales1.

    En los territorios al este del ro Uruguay el hecho de que las autoridades deMontevideo (nica ciudad que poda aspirar a ejercer la hegemona sobre las dems) semantuvieran fieles a Espaa permiti que los antiguos derechos de villas y pueblosmenores afloraran con ms fuerza. Mxime cuando la jurisdiccin de la Gobernacin de

    Montevideo abarcaba slo una parte del territorio de la Banda Oriental, dependiendo otrasregiones directamente de la Intendencia de Buenos Aires o de la Gobernacin de Misiones.La bandera de la soberana particular de los pueblos fue levantada all por Jos Artigas,quien por su origen familiar, posicin social y trayectoria personal, contaba con slidosvnculos entre los gauchos, los indios, los ocupantes sin ttulo y los terratenientes 2. Elproyecto artiguista contempl la unin de los pueblos de la Banda Oriental del Uruguaybajo una autoridad comn la constitucin de la Provincia Oriental- y postul en trminosgenerales el derecho de los pueblos a constituirse en provincias, sosteniendo que la unin,para ser firme y duradera, deba edificarse a partir del reconocimiento de las soberanasparticulares. Al interior de las provincias, a su vez, busc defender la posicin de los msinfelices3. Fundacin de una repblica en el Ro de la Plata basada en el respeto de lasoberana de los pueblos, la libertad civil y la igualdad: ese era el programa radical de larevolucin artiguista. Su concrecin implicaba llevar adelante la lucha no slo contra losespaoles (que hasta junio de 1814 controlaron Montevideo) y los portugueses (que en

    1 Profesora Agregada del Departamento de Historia del Uruguay, Facultad de Humanidades y Ciencias de laEducacin de la Universidad de la Repblica (Montevideo, Uruguay). Este artculo se enmarca en el proyectode investigacin que estoy desarrollando sobre Elites y sectores populares en la independencia del Uruguayy constituye un avance de la tesis para obtener el doctorado en Historia en la Universidad de Buenos Aires.Una primera versin fue presentada en la reunin de la Red de Estudios Rurales (Instituto de HistoriaArgentina y Americana Dr. E. Ravignani, Buenos Aires, 15 de noviembre de 2002). Agradezco alcomentarista Roberto Schmit y a los dems participantes las sugerencias y aportes realizados.

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    1811 y 1816 invadieron la Banda Oriental), sino contra la poltica unitaria y centralista del

    gobierno de las Provincias Unidas.

    El carcter rural del levantamiento en la Banda Oriental en 1811 ha sidoprofusamente abordado por la historiografa rioplatense contempornea, aunquereconociendo matices y diferencias terico-metodolgicas en sus enfoques4. Este artculo sepropone continuar la indagacin sobre las vinculaciones entre los viejos conflictos portierras y ganados y sus nuevas expresiones en el marco de la revolucin y la guerra deindependencia y se inscribe en la lnea interpretativa que considera al artiguismo impulsorde una revolucin democrtico radical que no logr consolidarse 5. En ese sentido, ms quecentrarse en la figura de Jos Artigas, el inters est en las relaciones sociales en susdistintos niveles contextuales y en la movilidad de las posturas y de las alianzas tanto en el

    mbito poltico como social. Ello permitir visualizar cmo el programa radical fueconstruido en el proceso de la lucha y no slo ni principalmente por creacin o imposicindel Caudillo6. En l se expresaban -de manera renovada por la coyuntura revolucionaria-ideas de igualacin y defensa de derechos pertenecientes a la experiencia y los conflictosdel perodo colonial. Esta relacin entre lo viejo y lo nuevo supuso en el caso de loscaudillos la combinacin de rasgos de su liderazgo carismtico (adhesiones personalesbasadas en intercambio desigual de bienes y servicios) con objetivos ideolgicos yprogramticos (la construccin de un nuevo Estado, una repblica sustentada en elprincipio de la soberana popular). Las montoneras, por su parte, en su diversidad social ytnica expresaban sus reclamos en trminos de tradicionales usos y costumbres (de los queno se excluye la obtencin del botn), mientras que su prctica se tornaba revolucionaria aldotar de contenido poltico la protesta social7.

    El abordaje se ha hecho a partir de casos concretos que muestran el trastocamientode la vida cotidiana por la revolucin y la guerra, y presentan algunas lneas de trabajo entorno al origen y accionar de los caudillos locales, la percepcin popular del sentido de larevolucin y la divisin de posiciones entre la gente propietaria y de algunaconsideracin y los rdenes bajos de la comunidad8. Es interesante observar que elcontenido social del enfrentamiento, manifiesto con claridad para los actores del proceso,fue ocultado en la construccin del relato histrico hasta por lo menos la segunda mitaddel siglo XX. Los actos radicales eran asimilados a expresiones de barbarie y en laconstruccin del hroe se procur deslindar su vinculacin con Jos Artigas 9. En estetrabajo, por el contrario, se intenta ubicar esas prcticas en un contexto de regeneracin

    poltica y social. Esto no supone considerar de modo homogneo el accionar de lasmontoneras sino, por el contrario, buscar en sus diferencias aquellas que mostraban unapeculiar incorporacin de los conceptos de derechos del hombre y soberana popular.

    El artculo enfoca una regin particular de la Banda Oriental (Santo DomingoSoriano, donde se inici la insurreccin en 1811) a fin de construir perfiles de losparticipantes en el proceso, dar cuenta de trayectorias personales y redes sociales yexaminar cmo el conflicto revolucionario modificaba y renovaba los lazos de pertenencia.La eleccin de Santo Domingo Soriano responde a varias razones:

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    - La regin se estructur a partir de un pueblo de indios (reduccin de chans y

    charras) establecido en Entre Ros y trasladado definitivamente a territorio de la BandaOriental (en la desembocadura del ro Negro en el ro Uruguay) a comienzos del sigloXVIII, antes de la fundacin de Montevideo. El cabildo de Santo Domingo Soriano ejerciuna poltica expansiva hacia el norte y sur del Ro Negro, interviniendo en la designacinde alcaldes y jueces comisionados hasta Paysand, aunque su jurisdiccin en 1816comprendi los territorios entre los ros Negro y Uruguay, al norte y este respectivamente,llegando hacia el sur hasta el ro San Salvador (de una y otra ribera, a estar a la disputaentre los curatos de Espinillo y Vboras) y al oeste hasta las puntas del Arroyo Grande10.Inclua tres centros poblados: Santo Domingo Soriano, Capilla Nueva de Mercedes yCapilla de Dolores del Espinillo o San Salvador.

    - Frontera con Portugal (no slo durante el dominio lusitano en Colonia delSacramento, sino por la escasa poblacin estable al norte del Ro Negro) y con los indiosinfieles, era punto de atraccin de una poblacin heterognea desde el punto de vistatnico y social. En su origen, tena una fuerte presencia indgena, que luego fuedisminuyendo por el sucesivo blanqueo de los pobladores y por el peso significativo delos forasteros (provenientes de otras regiones del Virreinato, Espaa y territorios dePortugal) en el crecimiento demogrfico11.

    - Era una regin donde se practicaba la ganadera (principalmente bovina, aunquetambin la cra de mulas, equinos y ovinos) en predios de diverso tamao y condicin legalde ocupacin, as como la agricultura (cereales y hortalizas, principalmente) en pequeasparcelas y contaba con buenas comunicaciones para el transporte de su produccin. En la

    costa del ro Uruguay, zona de los dos Arenales, haba establecimientos de salazn decarnes. Al estar bajo la dependencia de Buenos Aires en el perodo colonial, eran oriundoso vecinos de dicha ciudad importantes hacendados de la zona (Julin de Gregorio Espinosa,Pedro Manuel Garca, Francisco Albn, Miguel de Azcunaga, entre otros), protagonistasde varios pleitos con los pobladores del lugar12. La definicin autonomista de la ProvinciaOriental y los enfrentamientos con el Directorio, incluyeron a muchos de ellos entre losmalos europeos y peores americanos, siendo sus bienes confiscados y repartidos deacuerdo al Reglamento Provisorio para el fomento de la campaa de 1815.

    - All haba tenido su base de operaciones Artigas en su poca de contrabandista,estableciendo importantes vnculos tanto entre los personajes principales del lugar, como

    con aquellos con quienes comparta las faenas y luego reclut para el Cuerpo deBlandengues13.

    Las fuentes utilizadas incluyen correspondencia oficial, expedientes judiciales,censos, padrones y relevamientos de propietarios e intrusos en los campos, as comomemorias y autobiografas. Algunas se encuentran ditas, fundamentalmente en lamonumental coleccinArchivo Artigas y otras se han relevado en archivos de Montevideo,Mercedes y Buenos Aires. Cabe sealar que hasta el momento no se han ubicado sumariosmilitares, listas de revista ni padrones de poblacin correspondientes al perodo

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    revolucionario (tampoco se cuenta con registros parroquiales, interrumpidos entre 1811 y

    1819), lo que impide cuantificar la participacin en las montoneras.

    1. La ruptura revolucionaria

    Si durante el perodo colonial el Estado espaol no haba podido garantizar laseguridad de los habitantes, con la revolucin se haban debilitado an ms los mecanismosde control. La guerra contra los espaoles demandaba incrementar el reclutamiento dehombres, y los hombres en guerra exigan recompensas. Ese era el dilema de hierro quedeban afrontar los grupos dirigentes y contribuye a explicar las alianzas y realineaciones

    de fuerzas durante la revolucin.Desde fines del siglo XVIII se asista a un proceso de reclamo y afirmacin del

    derecho de propiedad por parte de los hacendados (la propia constitucin del Gremio deHacendados en 1792 es ejemplo de ello). Sus acciones se orientaban hacia el Estado, el quedeba garantizar sus posesiones frente a los malones indgenas, las gavillas de ladrones o laspartidas de corambreros; deba asegurar la disponibilidad de fuerza de trabajo y debaejercer los debidos controles sobre las partidas celadoras de la campaa. 14. En formaparalela, se impulsaba una transformacin del concepto de propiedad, despojado de lasservidumbres y limitaciones otorgadas por la costumbre15. Si bien no es el tema central deesta ponencia, vale la pena detenernos en las argumentaciones sostenidas en uno de lostantos juicios de desalojo promovidos en la regin a estudio. Los ocupantes precarios

    cuestionaban que se determinara su expulsin por solo la authoridad de Dueo, siendocomo [eran] vecinos y pobladores antiguos y cargados de obligaciones16. El propietario,Don Diego Ruiz, haba formalizado el remate de los campos en el paraje llamado rincn deEspinillo, entre el ro San Salvador y el Espinillo, tomndose razn de ello en Buenos Airesel 5 de setiembre de 1794. La estancia tena mil varas de frente y 4.150 de fondo; fue tasadaen 40 pesos y comprada en 42 por Ruiz. En diciembre de ese ao, cuando el alcalde deEspinillo concurri a dar posesin de los terrenos, los pobladores all instalados presentaronsu reclamo. Los ocupantes eran Juan de Castro (quien fue registrado por el Receptor deAlcabalas en 1796 como don, con una estanzuela con 50 lecheras, 16 yeguas mansas ycaballos de su servicio y 50 ovejas), Feliciana Arell, viuda de Francisco Britos, MaraIgnacia Britos, viuda de Francisco Snchez, Santiago Britos y Francisco Pereyra junto a

    Mara Britos, quienes con sus familias totalizaban 38 personas con sus montecitos deduraznos, cercos p.a sementeras y sus rodeitos de ganado, tal como inform el Juez delPartido ante las autoridades. Adverta tambin sobre el despoblamiento que se iba aexperimentar a causa delas denuncias y remates de tan crecidos terrenos, en personasque ni saben lo q.e compran ni tienen aciendas con q.e poblarlos17. Mientras que Ruizdefenda su derecho de propiedad amparado en el cumplimiento estricto de las normasfijadas por la Corona, los ocupantes apelaban a los derechos que emanaban de serviciosprestados para la defensa del lugar (si peligro de la vida de aquellos, se expendi laconquista, y jurisdiccion, parece moderado y aun de Just.a cederles aprobechamientos); asu antigua posesin y a que deba evitarse que el probecho de uno [fuera] dao de

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    muchos. Se avenan a comprar a Ruiz los terrenos correspondientes a sus poblaciones. Las

    autoridades fallaron en favor del propietario y los ocupantes pasaron a ser rebeldes,pasibles de ser remitidos presos a la capital en razn de sus inobediencias. La resistenciaal desalojo compulsivo se prolong durante cinco aos. Tirados sus ranchos y cercados,cortados algunos rboles que les servan de refugio, puestos sus trastos en carretas yllevados fuera de lmites de la propiedad, los ocupantes volvieron una y otra vez. En elmarco de la crisis revolucionaria la resistencia tomara otras formas18.

    La inseguridad en la campaa era otro motivo permanente de queja a las autoridadesen el perodo colonial. Los relatos de los jueces locales son bastante elocuentes acerca delos peligros que deban afrontar sus habitantes. Sin el resguardo de una tropa, laspoblaciones estaban indefensas. As ocurri en Santo Domingo Soriano cuando en 1800 los

    blandengues al mando de Jorge Pacheco fueron destinados ro Uruguay arriba para fundaruna poblacin, llevando lamas dela jente de toda esta frontera, unos de Pobladores, yotros de milicianos. La ocasin sirvi para que los blandengues desertadosy losindios infieles Charras y Minuanes, avisados por los christianos apostatas quehabitaban entre ellos, atacaran las estancias de la costa septentrional del ro Negro, robandocaballadas, matando a sus pobladores y quemando sus casas19. Sin una fuerza militar, y sinhombres adultos para integrar milicias, las poblaciones estaban sin proteccin.

    La insurreccin iniciada en 1811 agrav la situacin. El 24 de febrero en horas de lamisa mayor se hizo pblico en Capilla Nueva de Mercedes el bando del Virrey Elodeclarando la guerra a la Junta de Buenos Aires. Tres das ms tarde corri el rumor de queunos ladrones estaban en el arroyo Asencio, aprestndose para robar el pueblo. En realidad,

    se trataba de la partida que al da siguiente tom Mercedes dando inicio a la revolucin enla Banda Oriental. Los dos bandos cruzaron acusaciones de saqueo y robo, pero lo queinteresa en este caso es cmo se sumaba a ello un cambio de posicin social. Un ejemplosurge de las actuaciones entabladas por Doa Rafaela Maldonado, viuda de Don AnselmoCrespo (pulpero y administrador de correos en Mercedes) ante el gobierno espaol enMontevideo. Las declaraciones de los testigos denunciaban que el pueblo haba sidoentregado a saqueo e indicaban que la suegra, esposa y cuadas de quien qued a cargo dela poblacin, don Mariano Vega, haban sido vistas con alguna desencia mas quela quetenian anteriormente. Aunque el testigo ignoraba donde adquirieron la ropa y demasalhajas que les vio puestas saba que han sido siempre sostenidas por la piedad de losVecinos [...] con motivo asunotoria pobreza20. El robo se transformaba en herramienta de

    nivelacin, lo cual haca ms temibles los resultados del levantamiento. Corresponda a losjefes de las tropas poner los lmites, aunque esto, reconoca el oficial de blandengues JustoCorrea, no siempre se lograba21.

    Pese a que las fuentes disponibles hasta ahora no permiten cuantificar el quiebre quesignific el inicio de la revolucin, las declaraciones de testigos en los pleitos por bienesperdidos durante ese proceso brindan interesantes indicios. Examinemos otro ejemplo. Enmayo de 1821 Don Pedro de la Vega present una demanda contra Josef Montes de Oca enel juzgado de Capilla Nueva de Mercedes. De la Vega reclamaba dos carretas (una quehaba dejado en su casa y otra prestada a D. Juana Bayor), una carretilla sin estrenar,

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    aunque sin eje; dos masas labradas con sus rayos y camas correspondientes, 900 postes de

    corral dentro de su quinta, doce yuntas de bueyes y 20 caballos con su madrina. Acusaba aMontes de Oca de haberse apropiado de esos bienes despus que l haba emigrado porsalvar su vida22. La defensa de Montes de Oca argumentaba que los postes que aqueldeca haber perdido no eran tantos y que de la Vega no le haba pagado por haber levantadoel cerco. Respecto de las carretas en cuestin, un testigo declar que haban sido utilizadasen servicio del ejrcito (acarreo de lea a los cuarteles) y Montes de Oca indic que enocasin de la retirada gral. se la entreg el finado capitn D. Mariano Miranda Raya,

    para que salvase su familia, y quedo perdida, con otra del que declara en la ultima

    retirada que les obligaron haser estos vecindarios los Grales. y Comandantes al

    Centro de estas campaas, con motivo de la llegada de las tropas de Portugal23. De losdiez testigos que declararon, cuatro adems de Montes de Oca haban acompaado la

    retirada del ejrcito oriental a fines de 1811 y dos ms haban marchado como soldados24

    .El alcance y efectos de esa retirada en la zona pueden percibirse a travs de estas cifras.Cerca del 30% de las personas emigradas junto al ejrcito oriental empadronadas endiciembre de 1811 pertenecan las poblaciones y partidos de Vboras, Espinillo, CapillaNueva de Mercedes y Santo Domingo Soriano25. A su vez, respecto a la poblacinregistrada en los padrones de 1798 en esas cuatro localidades, el conjunto de los emigradosrepresentaba un 37%26. En lo que refiere a la cuestin de fondo, la afirmacin de Montes deOca sobre el destino de los bueyes daba cuenta de la redistribucin de bienes operada con larevolucin. Despus de recordar que en aquel t[iem]po recay el gobierno americanosobre todos los bienes de los espaoles europeos como es notorio, conclua que aunquedesconoca qu haba pasado con ellos, de todas maneras de la Vega los habra perdido,

    como todos perdieron y es publico

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    .

    La perspectiva de un propietario era diferente. En palabras del importantehacendado de la costa del Ro Negro y vecino de Buenos Aires, Julin de GregorioEspinosa, apoderndose de muchas de aquellas gentes un entusiasmo frenetico delalibertad, mas bien un espiritu de pillaje, empezaron a mirar como enemigos a todo

    Europeo, que podian desnudar28. Espinosa reclamaba ante el Triunvirato por losperjuicios sufridos en sus intereses tras el pasaje de las tropas orientales y familias queemigraron luego de la firma del armisticio con el gobierno de Montevideo en octubre de1811. Segn su testimonio, al frente de sus establecimientos en la Banda Oriental se hallabaun dependiente de origen espaol quien, a pesar de ser partidario de nuestro sistema, sevio en la necesidad de abandonar las posesiones junto a los siete esclavos que habianquedado. La demanda de Espinosa se fundaba en las bases mismas de la asociacinpoltica: Yo como Ciudadano he sacrificado unaporcion demi libertad para poseer en pazdelo demas, y contribuio a sostener las Cargas del Estado, s a condicion, queel Estado

    sea el protector de mi fortuna, y no exhija mas de mi, que aquello, a que estn obligados

    los demas miembros de la asociacion. En el marco de esa argumentacin de cuo liberal,conclua que asentar por unica base la conservacion de todos, y descuidar la del

    Individuo, sera lo mismo que introducir el desaliento en los demas y abrir a la Causapublica una brecha irreparable.

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    Como Ruiz en su momento, Espinosa apelaba a la proteccin de las autoridades en

    el goce de su derecho de propiedad y alertaba sobre los peligros de proclamar los derechosde todos en detrimento de los del individuo. En otras palabras, deba ampararse el derechode quienes ya eran propietarios, sin contemplar el de aquellos que an no lo eran. Eramotivo de gran preocupacin para la gente propietaria que en el escenario de guerra losms infelices impulsaran el reconocimiento de sus derechos o, simplemente, hallaran unaoportunidad para la apropiacin directa de los recursos de la campaa.

    Debilitado el poder estatal, deba lograrse el concurso de los jefes caudillos- de lamontonera, nicos capaces de contener los desbordes. La figura de Jos Artigas parecien un primer momento la ms adecuada para esos fines, siempre que se lo lograra separarde las ortigas y malos consejeros29. Slo el brazo fuerte del caudillo poda evitar a

    la Provincia una deplorable anarqua30

    . Se condicionaba el apoyo concedido alcumplimiento de esa tarea de control y se mantendra hasta tanto no se pudiera construir oconseguir mediante alianzas, un sistema defensivo que no dependiera del ejrcito artiguista.Tanto el gobierno de las Provincias Unidas como el Reino de Portugal en su momento,persiguieron la adhesin de la gente propietaria, proponiendo su participacin en ladefinicin de los temas que les preocupaban o bien presentndose como una fuerza depacificacin, pero ese tema escapa al objetivo de esta ponencia.

    El miedo a la anarqua y la consideracin de los patriotas como salteadores decaminos fueron explotados por las elites hispano-criollas en contra del artiguismo31. Elcampo era frtil. El discurso no refera a los ya tan tradicionales como temidos ataques delos indios infieles o ladrones, sino a las partidas artiguistas, calificadas con esos atributos.

    Segn testimonios de hacendados recogidos por el naturalista francs Auguste de Saint-Hilaire, los soldados, muchas veces negros, mulatos o indios, nombrados a s mismosoficiales, entraban a las estancias, tomaban lo que les convena y los dueos tenan queaparentar satisfaccin32. No interesa aqu examinar la veracidad de estas impresiones,sino apreciar a travs de ellas el temor que entre la gente propietaria y de algunaconsideracin desat el artiguismo, visualizado como una amenaza al orden socialvigente. Se tema el desenfreno y la indisciplina toleradas en tropas que prcticamente noreciban paga; se tema un enfrentamiento sin concesiones, que an en la inferioridad defuerzas mantuviera guerrillas en espera de un cambio en la correlacin de fuerzas; se temaque al finalizar la guerra se cumplieran las medidas anunciadas de nivelacin social. Para lagente propietaria, la anarqua no era desorden a secas, implicaba socavar o

    contradecir el orden que propugnaban.

    2. Vecinos y montoneras

    En 1822 el Capitn Juan Ramos enfrent una reclamacin sobre la estancia queocupaba. Acusado de comandante de Guerrillas Revolucionarias amigas de lo ajeno,contest que en realidad haba sido un Jefe de Divisin nombrado por los Pueblos, comolo fue el Sr. D. Juan Jos Durn, Gobernador de la Provincia, el Sr. D. Manuel Durn,

    Juez de la misma Provincia, el Sr. D. Jos Artigas, General en Jefe de la misma. Yreplicaba: Este es acaso un delito?33. Ejrcito de vecinos en armas, su condicin de

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    tales los deba alejar de la caracterizacin de amigos de lo ajeno34. Adems, el hecho de

    que los comandantes fueran nombrados por los pueblos en el ejercicio de su soberana,legitimaba su accionar. Sin embargo, muchas contradicciones surgieron entre laconcepcin de este ejrcito nuevo (de ciudadanos al servicio de la repblica) y la viejaresistencia de los pobladores a brindarle recursos y, sobre todo, a integrarlo.

    Las urgencias de la revolucin reclamaban el mayor sacrificio. Corresponda a losalcaldes y comandantes lograr el apoyo de los vecinos. La tarea se tornaba ms difcil entanto la emigracin y la prolongacin de la guerra haban mermado los recursos. El textodel reclamo del flamante juez pedneo de San Salvador, Marcos Vlez35, al GobiernoEconmico de Canelones en mayo de 1813 sintetiza la perspectiva de los vecinos. Sequejaba de las Partidas q.e bien[en] del Ex.to aser las tropas, todos rebestidos de

    autoridad, atropellando los respetos dela just.a y de los buenos vesinos; encerrando todaslas crias, y apartando todos los Pocos Cavallos q. e an quedado y reclamaba que dejaranal vecindario respirar, cuydar de sus familias, y labrar sus tierras p.a q.e de este modoPodramos vivir en quietud y armonia en los susecivo.36.

    La visin del Comandante Militar, Basilio Cabral37, era diametralmente opuesta.Acusaba a los comisionados polticos estos mandones- de no rendir cuentas del destinode la corambre del ganado consumido, cuya venta deba destinarse a satisfacer lasnecesidades de la tropa, segn haba dispuesto Artigas. Adems, indicaba la necesidad denombrar reconocedores de cueros en los puertos para evitar la apropiacin indebida de losbienes de los emigrados europeos, dejando entrever que los abusos no provenan de latropa sino de los particulares. Aluda al poco amor que tienen [los vecinos] a su patria y aestos infelises Soldados, quienes les negaron hasta los caballos para traer el abasto a lospueblos y ante el rumor de una expedicin espaola procuraron ponerse en salvo y salvarsus intereses, dejando ala tropa como ovligada q.e sufra el rigor delos enemigos38.

    A este conflicto se sumaron viejas rivalidades localistas. El encargado de recogerganados para el sitio en el partido de Vboras protest porque si bien haba logrado reunir300 cabezas en ese generoso vecindario, el Partido de San Salvador en nada hacontribuido a pesar de ser all ms abundante.39. A su vez, los pueblos reclamaron unaparte de los ganados de los emigrados. El Cabildo de Soriano se dirigi a Artigas, Padrecomun de estos fieles orientales, solicitando que como la tropa consuma los ganadoscasi Moribundos de los vecinos (en vez de proveerse en las estancias indicadas para

    ello), se permitiera a los vecinos tomar el ganado de los emigrados40

    .

    La situacin recordaba los conflictos entre comandantes militares y autoridadesciviles durante la colonia. Los vecinos y jueces se quejaban de las arbitrariedades de laspartidas militares, y los comandantes del poco celo y patriotismo de aquellos, dejandoentrever su participacin en actividades ilcitas. Si bien con la revolucin la disposicin deganados se haba acrecentado con los bienes de los europeos; tambin eran mayores lascargas militares. Se trataba ahora de sostener el sitio a la ciudad de Montevideo y contenerla accin de los cuerpos de marinera que se desplazaban por el ro Uruguay y sus afluentes.Basilio Cabral deca contar con una fuerza de 500 hombres guardando las costas y pueblos

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    desde San Juan hasta Paysand, a los que haba que alimentar, vestir y darle los vicios

    (yerba y tabaco). En ms de una oportunidad se denunci la accin de los vecinos (movidospor la incertidumbre de la guerra o por los beneficios que prometa el comercio ingls, entreotras razones) y de los especuladores y testaferros (que se hacan cargo de las propiedadesextraas a fin de evitar la confiscacin) y, por otro lado, la accin de jefes militares quepasaban ganado a los territorios de Portugal o confiscaban bienes en su provecho. A ellose sumaba la accin de las partidas sueltas de desertores o bandidos, cuyos efectos sedenunciaban desde tiempos coloniales. La prolongacin del conflicto, agudizado por lasegunda invasin portuguesa a mediados de 1816, hizo ms escasos los recursos y oblig aacrecentar los controles. En una carta fechada en setiembre de 1818 (cuando losportugueses dominaban desde Montevideo a Colonia por el sur, y el litoral oeste hastaPurificacin), Artigas acusaba recibo de los oficiales remitidos por introductores de ganado

    afirmando que no les iban a quedar ganas de hacerlo en otra ocasin41

    . Oficiaba tambin alComandante D. Juan Ramos para que se arrimara a Colonia para impedir que las fuerzasportuguesas hicieran sus movimientos y aseguraba que la gente reunida iba a serabastecida con el beneficio de los cueros embargados42. En enero de 1819 la situacin seagrav. En una nota al teniente Isidro Alonso, Artigas se quejaba del fracaso de sus pedidospara que la divisin de D. Juan Ramos se acercase sobre Mercedes proteger la

    Desercion y conclua: V. procure reanimar spre. los Paysanos, y mas q.e sea con pocagente llamar la atencion delos enemigos por un lado por otro. Este sea todo su empeo

    en cumplim.to de mi deseo, ydelos intereses de la Patria.43. De esta manera se reconoca elfracaso de la formacin de ese ejrcito de ciudadanos. Las distintas disposiciones sobreorganizacin de milicias y reclutamiento haban manifestado la antigua resistencia de los

    vecinos a la militarizacin44

    .Se volva a la dispersin (o Montonera como llama la gente de el Pas), donde

    no se adbierte con quien tratar, ni aquen dirigirse45. Ante la escasez de recursos estamodalidad, parecida a la de las partidas sueltas o gavillas de bandidos, era la nicaforma de llamar la atencin que no de derrotar- al enemigo. En los momentos finalesde la lucha, Artigas plante un nuevo plan para llevar la guerra a territorio portugus,reconociendo: Ellos y nosotros consumimos. Los destrosos son consiguientes, quando

    procuramos privarnos mutuamente de recursos46. La extraccin de ganado, carretas,caballadas fue agotando las posibilidades de resistencia de los pobladores de la regin, ancuando participaran de los planteos de Unin y Libertad propuestos por la revolucin.

    Las fuerzas orientales durante esos diez aos de guerra fueron cambiando sucomposicin social. Como decamos ms arriba, al inicio de la insurreccin convocaron unespectro social amplio. Las diferencias en los objetivos de la revolucin, la diversificacinde frentes y la propia prolongacin de la lucha fueron variando la alineacin de fuerzas entorno al artiguismo. El nfasis puesto en la igualdad, traducido en lo poltico en laedificacin del Sistema de los Pueblos Libres que reconoca las autonomas provinciales;en lo econmico, en la habilitacin de todos los puertos, el libre trfico interprovincial y elproteccionismo; y en lo social, en el postulado de beneficiar a los ms infelices, marc eldistanciamiento de la gente propietaria y de alguna consideracin en ambas orillas delRo de la Plata.. La regin de Santo Domingo Soriano fue ocupada militarmente por los

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    portugueses en 1818, quienes desde el ao anterior controlaban Montevideo. En otras

    regiones, el ejrcito fue quedando reducido a los morenos y pardos, indios y criollospobres, a aquellos que no podan zafar o bien que encontraban all un espacio de esperanza.

    3. La justicia revolucionaria47

    El Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de su campaa yseguridad de sus hacendados -fechado el 10 de setiembre de 1815-, persegua la finalidadde fijar a la poblacin rural en las estancias, desarrollar la cra de ganado de rodeo yrestaurar la seguridad en la campaa. Presentaba, sin embargo, diferencias sustanciales con

    los planes espaoles de colonizacin de la frontera. Pona en distribucin las mejores tierrasal confiscar las de malos europeos y peores americanos; en contraste con la idea liberaldel derecho de propiedad sagrado e inviolable estableca la confiscacin lisa y llana delos terrenos y consagraba el derecho de acceder a la tierra a aquellos que hasta esemomento estaban privados del mismo. Asimismo, retomaba disposiciones coloniales sobreseguridad y control de quienes circulaban por la campaa48.

    El carcter provisorio del Reglamento expresaba el equilibrio de fuerzasalcanzado hasta ese momento y adverta que su aplicacin sera resultado de la presinejercida en cada lugar. Este tema ha sido analizado en forma exhaustiva por Sala,Rodrguez y de la Torre. Aqu nos interesa focalizar otro aspecto, la construccin-inacabada- de una identidad diferente a la postulada en la guerra de independencia

    (americanos contra europeos); una identidad de los explotados contra losmandones, que anunciaba una nocin de justicia de base diferente.

    La conocida nota de Encarnacin Bentez a Jos Artigas fechada el 2 de enero de1816, presentando sus descargos a las acusaciones del Cabildo de Montevideo y el Ministrode Hacienda de Colonia respecto a la negativa de desalojar la estancia de Francisco Albn,expresa con claridad esta nocin popular de justicia49:

    la entrega delas Estancas de Albn al Poder avente de estos, es abrir un nuevo

    margen otra revolucon peor que l primera. [...]

    El clamor general s: nosotros hemos defenddo las Patria y Las Hacendas del

    Campaa, hemos perdido q.to tenamos, hemos expuesto nuestras vdas por la

    estavldad, y permanenca delas cosas I s posble [...] q.e sean estos enemigosdeclarados del sstema los q.e ganan, despues de havernos echo la guerra, y

    tratarnos como enemgos; son ellos los q.e ganan, y nosotros los q.e perdemos,,

    V.E. pense lo q.e le testo; y vva enl intelgencia que en mi no o[ir] voces paraacallar estos Clamores. I que condesendencias tan absolutas nos acarrean la runa

    que preveh V.E. [...]

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    El asunto s q.e V.E. me diga s la devolucon dels campos usurpados por los

    Albnes, s desu voluntad, no: Y s el cabildo de Montevdeo procede de acuerdocon V.E. n. 50.

    La revolucin era pensada como un tiempo primigenio, generador, quealumbrara el nuevo contrato. Con ese propsito haban realizado los grandes sacrificiosy por ello esperaban una recompensa reparadora. Conocan las luchas de poder en laProvincia Oriental y buscaban forzar una definicin de Jos Artigas en favor de su causa.Apelaban al caudillo como protector, pero amenazaban con una revolucin peor que la

    primera. Si hasta ese momento se haba contenido la protesta, era en la esperanza de queterminada la guerra (no se conoca an la trama de la invasin portuguesa) se continuaracon la redistribucin de los bienes de los enemigos. En el planteo de Bentez pueden

    reconocerse argumentos como los de los intrusos de Ruiz, quienes defendan su derecho enrazn de haber logrado poner esos territorios bajo jurisdiccin de la Corona y porque nodeba sostenerse el provecho de uno y causar el dao a muchos. La rebelda seamparaba en los antiguos derechos y la costumbre, y se defenda con las armas51. Tambinse perciben las acusaciones formuladas dos aos antes por Basilio Cabral, que en realidad,reiteraban argumentos muy antiguos de inculpaciones mutuas entre las autoridades civiles ymilitares. Lo que resulta ms novedoso, sin duda, es el desafo a la autoridad del caudillo sino se satisfaca esta demanda. Lejos de ejercer un control indiscutible (o manipulacin,como una visin elitista poda aseverar), la autoridad de Artigas sobre las tropas orientaleso sobre estas en particular- estaba condicionada al cumplimiento de los compromisoscontrados en la lucha.

    Las diversas memorias y autobiografas coinciden en presentar a Benitez como unpardo muy grueso, analfabeto, cuya figura impona miedo52. Las referenciascorresponden a los aos 1815 a 1818, siendo conjeturas lo que podemos aportar sobre laactuacin anterior de este personaje53.Muri en un enfrentamiento con los portugueses enColonia, en mayo de 1818. En el informe que envi el militar a cargo seal que luego desu muerte el pueblo se ilumin durante tres das y todos corran con placer ver elCadaver de aquel monstruo54. Los testimonios provenientes del Ministro de Hacienda deColonia y sus dependientes y del Cabildo de Montevideo coinciden en sealar laferocidad de Bentez y sus hombres, la apropiacin en su provecho de los bienesconfiscados y la suplantacin de los funcionarios encargados de la percepcin de lostributos en la regin55. En la nota del 2 de enero, Bentez justificaba la faena de una tropa de

    doscientos animales para alimentar el pueblo en que viva y dar con q.e bestir y dar deptar ms soldados. A su vez, desafiaba a sus acusadores a repetir sus dichos en presenciasuya y de Artigas y replicaba que lo que buscaban en realidad era sacarlo del medio paracontinuar con su trfico ilegal y desobediencia a los bandos artiguistas56. Antes de concluirla nota reclamaba para s y su familia la estancia o puesto de Maciel, as como laautorizacin para poblarla con ganados de la Cuchilla Grande.

    Ahora bien, cuntos formaban su partida? Las cifras varan de 12 hombres (JosArtigas) a 240 (Jos Encarnacin de Zs). Seguramente el nmero creca en proporcin altemor que generaban sus acciones. Contaba con secretarios, probablemente Don Joaqun

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    Fuentes en 1815 (mencionado por Zs) y un fraile, quien muri junto a Bentez a manos de

    los portugueses vestido con traje secular, pistolas y espada. Segn Lecor, ese frailehaba sido enviado por Monterroso para dirigir la conducta de Encarnacin y empleabalos sagrados medios de su Ministerio entre la gente de la campaa para los dainosfines deste Barbaro 57.Un tema pendiente es el estudio en profundidad del papel de lasideas religiosas y milenaristas -aqu especialmente de los franciscanos- en la movilizacinpopular y en la orientacin de la revolucin radical.

    Una sucinta relacin de la confiscacin y reparto de la estancia de Francisco deAlbn y las reclamaciones a que dio lugar hasta los primeros aos de la dominacinportuguesa permite aproximarnos a la caracterizacin de este caudillo y sus seguidores, lanocin popular de justicia y los alcances de la revolucin radical.

    Don Francisco de Albn, europeo de origen, con intereses en Buenos Aires junto asu hermano Don Melchor de Albn, se haba avecindado en Colonia. Posea campos en lacosta del ro San Salvador, arroyo Corralito, guila y Maciel58. Adems de hacendado fuemilitar, alcanzando el grado de Teniente Coronel y Comandante del Regimiento de MiliciasProvinciales de Caballera de la Jurisdiccin de Colonia del Sacramento. Su relacin conlas autoridades de Santo Domingo Soriano present fricciones. En 1785, por ejemplo, sequej al intendente de Buenos Aires de la total desobediencia y menosprecio con quehaba sido tratado por el Cabildo. En su opinin, las actitudes de los cabildantes obedecana que haran cualquier cosa por sacudirse de una autoridad que impide las faenas decueros, y el comercio furtibo en que estn mui versados todos sus avitantes inclusos

    (precisamente) los individuos del Cavildo59. Adems de un asunto de fueros entre

    autoridades civiles y militares, debe tenerse en cuenta que los pobladores deban proveer deganado y caballos a las partidas celadoras y que, por otro lado, Albn como poseedortierras, tambin aspiraba a explotar el ganado alzado. Por sus servicios, el gobierno leconcedi en 1793 una finca en Colonia del Sacramento, ubicada frente a la plaza y que, conlas mejoras realizadas, fue tasada en 5.464 pesos y 2 reales60.

    Albn declar que hacia julio de 1814 se le present Andrs Vlez, vecino de lasVboras, proponindole realizar faenas en sus campos a cambio de darle el valor corrientede los cueros, pues deba cumplir un contrato que haba celebrado con unos ingleses.Acept la propuesta ya que con toda aquella campaa alborotada no le era posiblemanejar su estancia. En febrero de 1815, los Orientales [...] se hicieron cargo de la casa

    de la Colonia y de las estancias, dejando spre en estas al dho. Velez para que lasgovernase61. La informacin sobre quines se encargaron de la administracin de laestancia es confusa en este testimonio dado en 1819. Por un lado indica que siguieron bajola administracin de Vlez hasta que el comandante militar de Colonia, Juan AntonioLavalleja, descubri que estaba vendiendo cueros furtivamente y por otro, que fueobligado a otorgar un documento a favor de Agustn Gonzlez, segn l teniente de lapartida de Encarnacin, cuando ste estubo y para tirarle al blanco por quanto tenian elbanquillo pronto para el efecto; y que por un Ingles que se empe prometiendo q.e hara

    dejacin de sus bienes el que depone se libert de morir62.

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    En noviembre de 1815 el juez comisionado de San Salvador, Marcos Vlez, recibi

    una orden terminante del Cabildo Gobernador de Montevideo para que hiciera cesar en todala jurisdiccin (y especialmente en las estancias de Albn, Antoln Reyna y Miguel deAzcunaga) toda tropa, que no fuere hecha por los respectivos dueos delas haciendas,decomisando los cueros que se hallaren faenados,y entregandolos sus verdaderos

    dueos, sin permitir quela gente de encarnacion ni otra alguna de propria autoridad

    proceda poner tropas, como se observa haberlo V. tolerado hastaaqui63. Diez das mstarde, ordenaba al juez comisionado que entregara al portador de la nota, Agustn Gonzlez,las estancias de Albn por disposicin de sus hijos64.

    A fines de ese mes, el juez comisionado escribi al Cabildo Gobernador informandoque no haba dado cumplimiento al oficio anterior pues en la misma fecha se haba

    presentado don Joaqun Fuentes con uno del Ministro Interino de Hacienda de Coloniadisponiendo que se le diera posesin de la estancia. Justificaba la demora en que el poderde Gonzlez no contaba con la autorizacin de don Francisco Manuel de Albn, hijo deldueo, y a que en breve llegara a San Salvador el Ministro de Hacienda de Colonia, quienpodra decidir sobre el asunto65. La respuesta del Cabildo Gobernador fue terminante:bajo la mayor responsabilidad deba entregar inmediatamente las estancias al encargadoAgustn Gonzlez66.

    A comienzos de noviembre, Jos Artigas haba sido informado sobre los destrososde Encarnacion67. En su respuesta al Cabildo de Montevideo indicaba que le parecaextrao que con los 12 hombres que tena, Benitez pudiera formar cinco partidas y realizartantos estragos. Estaba convencido que los abusos tambin eran responsabilidad de los

    paisanos y vecinos preocupados exclusivamente de Su Subsistencia personal y que lasolucin era poner en prctica las medidas adoptadas (el Reglamento Provisorio para elfomento de la campaa) y darle al alcalde provincial la partida de 16 a 18 hombres quehaba solicitado68.

    Con fecha 20 de noviembre el Ministro de Hacienda de Colonia, Toms FranciscoGuerra se haba dirigido al Cabildo Gobernador informando que el capataz que habapuesto en las estancias de Miguel de Azcunaga haba abandonado el establecimiento antelas amenazas de Francisco Encarnacin Bentez. Dudaba de emprender la visita de lospueblos para recoger la recaudacin sin una escolta suficiente, por temor a ser atacado pordicho caudillo. En su opinin, nada Asegurara mas la tranquilidad de estos destinos q.e la

    sus pencion de Cargos en semejantes Paisanos, q.e

    solo Su fin es aser despreciables losorientales por sus echos Criminosos69. La respuesta del Cabildo fue que ya se habaescrito a Artigas sobre el particular.

    En enero de 1816, tanto Bentez como Marcos Vlez se dirigieron a Artigas. Lacarta del alcalde, fechada el 3-1-1816, informaba que haba comisionado a D. PedroFuentes (hermano de uno de los ocupantes de 1821) para hacer efectiva la entrega de laestancia a Gonzlez. Ello no pudo hacerse pues varios vecinos le dijeron que estabanpoblados por orden de Artigas. Fuentes aseguraba, adems, que por conversaciones que

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    haba odo presenta males mayores y que la vox comun era que la devolucin de las

    estancias a sus consabidos dueos no era con anuencia ni conocimiento de Artigas70.

    El fallo de Jos Artigas fue terminante: Albn y sus hijos eran enemigos delsistema, por lo que se entenda mas justo acceder al clamor de los Infelicesvecinos, ordenando que dichas estancias entraran en el orden de las demsagraciables71.

    Como ha planteado Kossok, el papel de los grupos radicalizados no se mide tantopor el grado en que logran imponer sus objetivos (planteados muchas veces como retorno auna igualdad primigenia, el reconocimiento de derechos consuetudinarios, o la aspiracin aun mundo ms justo), sino en cuanto contribuyen a impulsar a las fuerzas dirigentesms progresistas de la revolucin en la liquidacin del antiguo rgimen72. El contarcon el apoyo de Artigas restableca el sentido de la lucha y alimentaba expectativas para elfuturo. La pregunta a resolver refiere a cmo se fueron formando dichos grupos. Lostraslados de poblacin a una y otra ribera del ro Uruguay ante las invasiones portuguesasde 1811 y 1816 o el hecho de que muchas familias siguieran al ejrcito en sus marchascontribuyeron a la formacin de una conciencia de comunidad definida en funcin de lasposturas adoptadas en torno a la revolucin y la guerra73. A los lazos familiares o deamistad (y tambin de dependencia personal en algunos casos) se sumaba la experienciacomn de la lucha. Memorias de viajeros coinciden en sealar los elementos deidentificacin. Brackenridge, por ejemplo, anot: Unas palabras sencillas como libertad,

    patria, tiranos, etc. a que cada uno da su sentido, sirven de vnculo ostensible de su

    misin74. Saint-Hilaire, por su parte, indicaba que el tiempo en que los insurgentes

    haban gobernado se conoca como el tiempo de la Patria75. Estas palabras sencillasrepetidas en bandos, proclamas, discursos y divisas expresaban sintticamente los objetivosde la revolucin y servan de elemento cohesionador76. Participaban de la creencia de quepoco poda cambiar su posicin social luego de la revolucin, habida cuenta de lassolidaridades de los grupos dirigentes (fueran americanos o europeos). En palabras deManuel Caraza, alcalde de San Salvador en 1816, entrados en el gose de nuestralibertad regresaron los maturrangos y lograron la proteccin de los jueces: Pues noinora V.E. q.e es el Caratel tal delos maturrangos q.e tienen monita Para engaar al

    Paisano, q.e es fraguil77. Ese desengao frente a las nuevas autoridades contribuy adefinir identidades y reforz el carcter local de la lucha. Los enfrentamientos con elgobierno de las Provincias Unidas, con el gobierno de Montevideo y con los portugueses,

    podan llevar a sentir que fuera mejor vivir sin Roque y sin Rey78.

    Un desafo no resuelto por la investigacin es aproximarnos a quines participabande esta experiencia de lucha, de esta manera plebeya de plantear y llevar adelante losobjetivos de la revolucin. Sin contar con listas de revista, la relacin de los intrusos encampos de Francisco Albn confeccionada en diciembre de 1821, puede ilustrarnos acercade las caractersticas de sus seguidores (o por lo menos, de los beneficiarios de su accin atres aos de la derrota).

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    Cuadro 1. Relacin de los intrusos en los campos de Don Francisco de Albn (entre el arroyo Maciel y el

    ro San Salvador), con sus establecimientos, familias, sementeras, haciendas y aos de posesin,diciembre 1821

    Nombre del intruso Calidad del es-tablecimiento

    Familia Cultivos Vacunos aos deposesin

    D. Luis Fuentes buena crecida huerta 150 5Jose Antonio Serna () inferior s/d s/d s/d 5Tres individuos pobladoscon permiso de Fuentes

    inferior crecida s/d s/d 5

    Martin Modernel regular crecida trigo 22 4Catalina Otarola, viuda regular crecida s/d s/d 5Juana Barrasa, viuda inferior crecida s/d s/d 4

    Nota: Las indicaciones correspondientes a calidad del establecimiento y familia figuran en el documentooriginal, sin indicar los criterios para atribuir los calificativos.

    Fuente: AGN-AGA, Caja 558, Carp. 4. Oficio elevado por el alcalde interino de San Salvador, Don JoaqunCabo al Gobernador Intendente, Juan Jos Durn, fechado el 27-12-1821, 4 fojas.

    El expediente de desalojo iniciado por Francisco Albn en 1821 permite completarlos nombres: D. Matias Martinez, D. Pedro Otarola; Toms el Cordobz, D. MartinGadea, y Jos Vega con rancho de cuero y corral 79. Al cotejarlos con la lista de estanciasregistradas para el pago de alcabala en 1796 surge la permanencia de los apellidos. All

    figura un Pedro Otarola con 450 vacunos, 45 yeguas mansas y 15 caballos de su servicio.En el interior de su establecimiento, a su vez, se agregan Francisco y Ricardo Otarola con400 vacunos cada uno80. En el padrn de Espinillo de 1780 figuran Pedro Fuentes y LuisFuentes como hijos de Don Pedro Fuentes, viudo, con tres esclavos y una esclava. Adems,el apellido Barrasa figura entre los indios y mestizos casados81. Jos Antonio Serna en 1817apareca como vecino de Vboras interviniendo en la eleccin de Alcalde de laHermandad82. Como puede apreciarse en el cuadro, las ocho personas declaran haberocupado los campos entre 1816 y 1817, lo cual permitira deducir que ellos o sus familiaresintegraron las partidas de Encarnacin. Con familia crecida, establecimientos regulares oinferiores, slo dos de los ocho intrusos registrados indican poseer una cantidad mnima devacunos y sementeras. Dado que entre otros objetivos se buscaba controlar este tipo depoblaciones, la inexistencia de informacin puede significar que no posean ni hacienda nisementeras. Cabe la pregunta, entonces, acerca de cules eran sus medios de subsistencia.Su empleo como peones en otros establecimientos combinado con la apropiacin de ganadoalzado parece una alternativa posible. De todas maneras, no seran criminales, aunquepara los terratenientes integraran la polilla de la campaa.

    Otro relevamiento de intrusos en campos de Julin de Gregorio Espinosa muestracaractersticas similares. Resulta interesante destacar que en su respuesta, el juezcomisionado puso en pie de igualdad a los vecinos que se hallan poblados con quien seintitulava dueo, pues no conoca la existencia de ttulo alguno sobre esa estancia83.

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    Ambos relevamientos daban cuenta de la diversidad tnica y social de la base

    popular del artiguismo. Si bien, como se deca ms arriba, nada nos permite asociar a estosocupantes sin ttulo con las tropas orientales, la distribucin de tierras apuntaba a consolidarlos apoyos a la revolucin. La mayora tena escasos medios de subsistencia, algunos erande ascendencia mestiza o indgena y unos pocos figuraban con el ttulo de don (cuyo usose haba extendido a fines de la colonia). La participacin en el ejrcito (o, en trminos msamplios, el apoyo al artiguismo) planteaba a los rdenes bajos de la comunidad varioscaminos para mejorar su posicin ante los embates de las renovadas elites hispanocriollas ysu concepcin del derecho de propiedad. Uno de ellos era la apropiacin directa (que elartiguismo debi tolerar en ms de una ocasin); otro, la afirmacin del derechoconsuetudinario de los pobladores de buena fe (el cual mantena jerarquas y diferenciasentre oficiales y soldados, por ejemplo) y un tercero, apenas esbozado, la postulacin de la

    igualdad.

    4. A modo de conclusin: la montonera y la revolucin radical

    Hallar la voz de los soldados orientales, de aquellos que pusieron elPecho lasBalas y dardos dels enemigos como deca Bentez, resulta una tarea muy difcil. En estetrabajo hemos procurado seguir una lnea, la de aquellos que hicieron suyo el planteoradical de la revolucin y en su accionar aunque derrotado en 1820- forzaron la definicinde posiciones. No se trataba de un grupo homogneo, pero su trayectoria puede seguirse enlos momentos ms duros de la guerra. La migracin de 1811-1812, el reinicio de la luchacontra espaoles y porteos; el reclamo de recompensas en el breve perodo de paz en la

    Provincia y, finalmente, la lucha contra los portugueses. Sus mtodos, an con las quitasque pueda establecerse a la versin de sus oponentes, eran extremistas en el sentido deutilizar el terror y desafiar las disposiciones de las autoridades. En su prctica seguramentecontribuyeron a destruir los cada vez ms menguados recursos de la provincia y es posibleque tuvieran entre sus filas algunos bandidos y desertores, como indicaba el Ministro deHacienda de Colonia. Pero su accionar expres de modo peculiar el derecho a lainsurreccin. Como ha escrito Pierre Vilar, las clases populares experimentan siemprealguna satisfaccin en el empleo de la violencia cuando pueden criticar a las autoridades otomar ventaja sobre las minoras dominantes85. La desconfianza frente a los mandones senutra de una larga experiencia de exclusiones y resistencias. Si en la sociedad colonialrecurran al paternalismo del monarca o a la defensa de sus derechos basndose en latradicin y la costumbre, la situacin revolucionaria abri el camino para una expresindiferente de cmo deban ser las relaciones entre los humanos. Nicols Herrera, en 1815,denunciaba los efectos perniciosos de las doctrinas pestilentes de los Filosofos, q.e

    consagrando quimeras baxo los grandes nombres de Libertad, e Igualdad han inundado en

    sangre la tierra86. Es cierto que los bandos, discursos y proclamas incorporaron en sulenguaje los planteos de derechos del hombre y soberana de los pueblos, pero estoscobraron fuerza en tanto interpretaban la experiencia popular. La revolucin brind elescenario para el encuentro, el reconocimiento de una condicin comn y la bsqueda decaminos colectivos. En el artculo se ha dejado deliberadamente a Jos Artigas en unsegundo plano. Con ello se procuraba recuperar las voces de los dirigentes intermedios,mostrar que Artigas no dispona del acatamiento acrtico de sus seguidores y, sobre todo,

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    que el programa radical de la revolucin fue construido en el proceso de la lucha. El

    vocablo orientales representaba una comunin de intereses en torno a los objetivos de larevolucin antes que una identidad territorial, que por otra parte no estaba definida.

    A lo largo del trabajo hemos hecho referencia a varios jefes militares de la regin.Unos eran hijos de antiguos hacendados de la zona como D. Pedro Fuentes o D. JuanRamos, otros eran simples pobladores como Basilio Cabral y otros, agregados o peonesconchabados o gauchos, como Francisco Encarnacin Bentez. Poco es lo que conocemostodava acerca de estos jefes-caudillos y su relacin con la montonera. Menos an lo quehemos podido avanzar sobre las caractersticas de las tropas y milicias locales. Sinembargo, es posible sostener que el radicalismo (ya como entusiasmo frentico por lalibertad o espritu de pillaje segn la fuente que se consulte) estuvo asociado a los

    sectores menos privilegiados. Adems, es posible aseverar que los caudillos de extraccinsocial ms baja sufrieron mucho ms duramente el castigo en la derrota. La mayor parte deellos tuvo un compromiso tan relevante con la causa radical que impeda su reinsercinbajo el dominio lusitano y no contaban tampoco con un tejido social o familiar que pudieraampararlos87. La trayectoria posterior de los dirigentes moderados y/o de aquellos quepertenecan a familias de antiguo arraigo o posicin social ms acomodada parece habersido diferente. Algunos encontraron espacio en el ejrcito portugus, como D. PedroRamos, otros fueron nombrados jueces comisionados o bien se retiraron a sus posesiones enespera de un nuevo levantamiento.

    A pesar de la derrota, los mecanismos de resistencia no desaparecieron. Losrelevamientos de intrusos analizados dan cuenta de los lmites de la dominacin. Tanto

    Albn como Espinosa debieron aguardar mucho tiempo para recuperar sus tierras. En elcaso del primero, el expediente judicial incluye sucesivas rdenes de desalojo incumplidasy muestra los titubeos de la autoridad ante el temor de desatar nuevos enfrentamientos.Los petitorios y escritos presentados por los intrusos recurren a las argumentacionescoloniales (donaciones, antigua posesin, terrenos realengos) y se aprecia, como hansealado Sala, Rodrguez y de la Torre, el progresivo ocultamiento del origen artiguista dela tierra. Ello no era contradictorio con sostener la legitimidad de luchar por ella. En elperodo colonial, a fin garantizar una seguridad que el Estado espaol no brindaba,hacendados y peones se armaban para defenderse del ataque de indios infieles o gavillas demalhechores. Con la revolucin artiguista, los paisanos se armaron, no solamente paraindependizarse de los espaoles, afirmar su soberana frente a las fuerzas del Directorio, o

    detener la invasin portuguesa, sino que resistieron las disposiciones que amenazaban conimpedir su acceso a las tierras y ganados de emigrados malos europeos y peoresamericanos. Este viejo conflicto volver a estallar en la nueva guerra de independencia.Profundizar el estudio de la derrota de los procesos radicales y cunto de esa experiencia seexpres en la construccin de los nuevos estados, es una tarea que queda pendiente parafuturos trabajos.

    Citas y Notas

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    1 Chiaramonte, J.C., Ciudades, provincias, Estados: Orgenes de la Nacin Argentina, 1800-1846, Ariel, Buenos Aires1997.2

    Jos Artigas haba nacido en 1764 en una familia de hacendados, miembros de la milicia y cabildantes. A tempranedad abandon la casa paterna para dedicarse al trfico de cueros en la frontera, al mando de una banda de hombressueltos. Comenz su carrera militar en 1797 cuando se acogi al indulto y se incorpor al recin creado Cuerpo deBlandengues de la Frontera de Montevideo. En poco tiempo obtuvo el grado de capitn. Cuando el virrey Elo declarla guerra a la Junta desert de su plaza de Colonia para dirigirse a Buenos Aires, lo cual hizo recorriendo puntos clavesde la Banda Oriental, Entre Ros y Santa Fe. En palabras de un espaolista, Artigas era el dolo de la campaa(Comisin Nacional Archivo Artigas,Archivo Artigas en adelante AA-, Tomo IV, Impresores A. Monteverde y CaS.A., Montevideo, 1953, Pp. 369-375, Nota de Jos Mara de Salazar al Secretario de Estado y del Despacho Universade Marina, Montevideo, 19-11-1811.)3 Con esa expresin se aluda a los negros y zambos libres, los indios y los criollos pobres, grupos sociales que debanser ms privilegiados en los repartos a realizarse de acuerdo al Reglamento provisorio de la Provincia Oriental parel fomento de su campaa y seguridad de sus hacendados aprobado el 10 de setiembre de 1815. (AA, Impresores AMonteverde y Ca. S.A., Montevideo, 1987, Tomo XXI, Pp.93-98.)4 Pivel Devoto, Juan E., en Races coloniales de la revolucin oriental de 1811 (Monteverde, Montevideo, 1952)

    estudi los orgenes del autonomismo oriental caracterizando la campaa por la diversidad de jurisdicciones, el papel dla estancia como elemento nuclear en el orden social y el conflicto de lmites con los portugueses. Barrn, JosPedro y Nahum, Benjamn, enBases econmicas de la Revolucin Artiguista (E.B.O., Montevideo, 1964) plantearon eestudio de la poltica agraria (ganadera y agricultura) del artiguismo en relacin con las polticas y las prcticavirreinales para el arreglo de la campos, distinguiendo las zonas de ms temprano poblamiento (sur del Ro Negro)de aquellas cuya ocupacin estaba en disputa con indios y portugueses a inicios del siglo XIX (norte del Ro Negrohasta la lnea del Tratado de San Ildefonso). Beraza, Agustn, en La economa en la Banda Oriental, 1811-182(E.B.O., Montevideo, 1964) brind un panorama general de los efectos de la revolucin y la guerra en la economa de laprovincia. La investigacin desarrollada por el equipo integrado por Sala, Luca; Rodrguez, Julio y de la Torre, Nelsonse centr en carcter democrtico radical de la revolucin en la Banda Oriental, publicando cinco volmenes

    Evolucin econmica de laBanda Oriental (EPU, Montevideo, 1967); Estructura econmico-social de la Coloni(igual editorial, ciudad y ao),La revolucin agraria artiguista (EPU, Montevideo, 1969);Despus de Artigas, 18201836(EPU, Montevideo, 1972) y, con la participacin de Rosa Alonso, La oligarqua oriental en la Cisplatina, (EPU

    Montevideo, 1970). En la Argentina, el tema ha sido objeto de diversos abordajes. Entre ellos, Halperin Donghi, TulioRevolucin y guerra. Formacin de una elite dirigente en la argentina criolla (2. ed., Siglo XXI, Buenos Aires, 1979)Azcuy Ameghino, Eduardo, Historia de Artigas y la independencia argentina (E.B.O., Montevideo, 1993); SalvatoreRicardo, The Breakdown of Social Discipline in the Banda Oriental and the Littoral, 1790-1820 (en Szuchman, M. yBrown, J., editores,Revolution and Restoration: The Rearrangement of Power in Argentina, 1776-1880, University oNebraska Press, Lincoln, 1994, Pp.74-102) y Mayo, Carlos, Estructura agraria, revolucin de independencia ycaudillismo en el Ro de la Plata, 1750-1820, algunas reflexiones preliminares (enAnuario del IEHS, N12, UNCPBATandil, 1997, Pp.69-77).5 Vase Kossok, Manfred,La revolucin en la historia de Amrica Latina. Estudios comparativos (Editorial de CienciaSociales, La Habana, 1989) y Sala, Luca, Democracia durante las guerras por la independencia en Hispanoamricaen Frega, Ana e Islas, Ariadna, Nuevas miradas en torno al artiguismo, Dpto. de Publicaciones de la FHCEMontevideo, 2001, Pp.87-123.6 Este enfoque ya fue planteado en la obra citada de los historiadores Luca Sala, Julio Rodrguez y Nelson de la TorreTambin debe mencionarse un breve artculo de Barrn, Jos Pedro, Artigas: del culto a la traicin (Brecha

    Montevideo, 20-6-1986, Pg.11), donde refiere a Artigas como conductor y conducido.7 Los estudios de Hobsbawm, Eric,Rebeldes primitivos (Ariel, Barcelona, 1968) yBandidos (Crtica, Barcelona, 1976)de Rud, George,El rostro de la multitud. Estudios sobre revolucin, ideologa y protesta popular(Centro FranciscToms y Valiente UNED Alzira-Valencia/Fundacin Instituto de Historia Social, Valencia, 2001); de Thompson, E. P.Tradicin, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial ( Crtica, Barcelona1979) y Costumbres en comn (Crtica Mondadori, Barcelona, 1995); de Vilar, Pierre, Hidalgos, amotinados yguerrilleros. Pueblo y poderes en la historia de Espaa (Crtica, Barcelona, 1982) y Kossok, Manfred (o.cit.) sobre ebandidismo social y los movimientos radicalizados en contextos revolucionarios, aportan un marco terico general aeste trabajo.8 Las expresiones corresponden al Comodoro William Bowles, comandante de la estacin naval britnica en el Ro de lPlata: the people of property and any consideration y lower orders of the community. (Bowles a Crocker, a borddel Amphion, a la salida de Buenos Aires, 21-11-1816.) En Graham, G. S. y Humphreys, R. A., ed., The Navy andSouth America, 1807-1823. Correspondence of the Commanders-in-Chief on the South American Station, The Nav

    Records Society, Londres, 1962, Pp.170-174.9 Isidoro de Mara, autor de la primera biografa de Artigas publicada en Gualeguaych en 1860, se refera a locaudillejos como Gay, Blas Basualdo y Encarnacin Bentez, quienes destinados lejos de Artigas a la persecucin de

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    de Castellanos, Aurora,Bibliografa de Artigas, Impresora Uruguaya S.A., Montevideo, 1953, Tomo I, Pg. 63.) BauzFrancisco, en la segunda edicin deHistoria de la dominacin espaola en el Uruguay publicada entre 1895 y 1897, s

    refera a ellos como antiguos perseguidos por la justicia o desertores de los cuerpos militares, que se creanagraviados por la sociedad a quien culpaban de haberles torturado con sujeciones y castigos. En su opinin, algunotenan una visin oscurecida del patriotismo pero otros aprovechaban el desorden para desarrollar sus instintos d

    ferocidad. (Biblioteca Artigas, Montevideo, 1965, tomo V, Pp.248-251.) Acevedo, Eduardo, enJos Artigas. Su obracvica. Alegato histrico aparecido entre 1908 y 1910, descargaba las responsabilidades de los supuestos desmanes en emedio ambiente abominable y en las masas incultas de la poca. (Montevideo, 1950, Tomo I, Pg.425.)10 AA, Tomo XXI, o.cit., Pp.270-271. (Oficio de Jos Artigas al Cabildo de Santo Domingo Soriano, Purificacin, 7-21816.)11 Vase Gelman, Jorge, Campesinos y estancieros. Una regin del Ro de la Plata a fines de la poca colonial. BuenoAires, Los libros del Riel, 1998, captulos 8 y 9. A ttulo de ejemplo puede mencionarse que del total de matrimonioscelebrados en Santo Domingo Soriano entre 1795 y 1810, slo el 18,4% de los maridos era originario de la villa y sujurisdiccin frente al 40% que provena de otras partes del virreinato (repartidos entre los de Misiones y Paraguay, dBuenos Aires, las provincias interiores o el territorio de Entre Ros), 14,3 % de espaoles peninsulares y 8,3 % denativos de los territorios de Portugal. La proporcin en las mujeres se inverta: el 59,5 % eran originarias del lugar

    frente al 16,7 % proveniente de otras partes del virreinato (mayoritariamente en este caso de Buenos Aires), el 2,4 % dnativas de los territorios de Portugal y ninguna espaola peninsular. (Centro de Estudios Genealgicos y Familiares dela Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ltimos Das, Libro 1 de Matrimonios de la Iglesia Parroquial de SantoDomingo Soriano, microfilm.)12 Referencias a los pleitos se hallan en las obras de Pivel, de Sala, Rodrguez, de la Torre y de Gelman ya citadasAsimismo, fragmentos de la controversia entre Espinosa y el Cabildo de Santo Domingo Soriano fueron publicados enPivel, Juan E., director, Coleccin de documentos para la historia econmica y financiera de la Repblica Oriental deUruguay, Tomo I, Tierras, 1734-1810, Ministerio de Hacienda, Montevideo, 1964, Pp. 429-461.13 Vase Santos Prez, Manuel, Los hijos sorianenses de Artigas, Megaprint, Mercedes, 2002. Asimismo, lparticipacin de Artigas en las corambres surge de informes de los comisionados de la campaa, por ejemplo, einforme de Agustn de la Roza, Paso del Queguay, 13-4-1794. (AA, Tomo IV, o.ciy., Pp. 477-483.) Como es sabidoJos Artigas se acogi a comienzos de 1797 al indulto otorgado a aquellos que pasaran a servir en el Cuerpo deBlandengues, siendo encargado de reclutar hombres para dicho cuerpo. El 16 de agosto de ese ao, el comandante de

    Colonia daba cuenta del reo Juan Palacios, remitido por la justicia de Santo Domingo Soriano cuando se haba separadode Artigas para ir a buscar sus caballos. (AA, Tomo II, Impresores A. Monteverde y Ca., Montevideo, 1951, Pg. 25.)14 Es elocuente la representacin de los Vecinos Hacendados criadores de Ganados en esta Jurisdiccin elevada aCabildo de Montevideo el 28-5-1795. En ella reclamaban por la cantidad de vagos que infestan estas campaasrealizando faenas clandestinas, robando las estancias y contagiando con la libertad de su vida relaxada quasi toda lademas gente de Campo depocas ningunas obligaciones , con lo que no se hallan peonadas para las Estancias ngente que los Recoja [a los granos] en tiempo dela Siega. Tambin se quejaban contra las Partidas celadoras de laCampaa por no devolver a sus dueos los bienes requisados y porque en su pasaje por las estancias, con pretexto de

    Real Servicio, tomaban caballadas y faenaban reses para su manutencin sin pagar por ellas. (AA, Tomo II, o.cit., Pp4-8.)15 Para un anlisis ms amplio de la cuestin vase Fradkin, Ral, Entre la ley y la prctica: la costumbre en lacampaa bonaerense de la primera mitad del siglo XIX, en Anuario IEHS, N 12, UNCPBA, Tandil, 1997, Pp. 141156.16 Archivo General de la Nacin (en adelante AGN), Fondo Escribana de Gobierno y Hacienda (en adelante EGH)

    Expedientes Encuadernados, Buenos Aires, Libro 5767, Expte. N 82. Vase tambin Sala, L., Rodrguez, J. y de lTorre, N.,Evolucin econmica... o.cit., Pp. 61-62 y 97-98.17 Declaracin efectuada por el Juez del Partido, Ignacio Echeverra el 22-3-1795, quien agregaba que estaban pobladosdesde haca unos cuarenta aos. (AGN-EGH, Expte. citado, f.35-35v.) El Cuaderno del Receptor de Alcabala sencuentra en AGN-Buenos Aires, Sala XIII, Contadura. Colonia. 1762-1799, Libro 3 y ha sido analizado eprofundidad por Jorge Gelman en la obra ya citada. Es interesante constatar que el registro, levantado en 1796 ubica aD. Diego Ruiz en una estanzuela con 200 vacunos, 12 caballos de su servicio y 150 ovejas, sin mencionar la presenciade los intrusos. En la Lista de la Compaa de Caballera de 1780 correspondiente a San Salvador abajo, pago deEspinillo, levantada por el capitn D. Lorenzo Daz figura un Santiago Britos como soldado con chuza y en el padrndel partido levantado en diciembre de 1780 por el juez comisionado D. Fernando Vlez, figura un Santiago Brite, viudoentre los indios y mestizos casados, as como Polonia Sandoval, viuda, de quien segn de Castro descendan todos lospeticionantes. Tambin aparece Marta Dumaso registrada como hija en la categora pardos casados y que luegocontraera matrimonio con Santiago Britos. Ambos documentos se hallan en el Archivo Gral. de la Nacin, Bueno

    Aires, y agradezco a Alfonso G. Arias que me haya facilitado una copia.18 Francisco Pereyra y Mara Britos formaron parte del grupo de familias que abandon el territorio junto a las tropaorientales luego de la firma del armisticio de octubre de 1811 entre los gobiernos de Buenos Aires y Montevideo. Iban

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    Britos y Mara Pintos con dos hijas en una carreta. A continuacin, sin vehculo propio, figuran los padres de BalentnSimn Brito y Feliciana Ariy, Arell o Charuma. (Arias, Alfonso, Soriano en el Exodo. Historia y genealoga

    Mercedes, 1986, Pp. 23-24.)19 AGN-Buenos Aires, Sala IX, Leg. 4-5-6. (Jos Lucas de Castroman, juez del partido de las Flores y Arroyo Malo yde toda la costa de la parte oriental del Ro Negro, jurisdiccin de Santo Domingo Soriano al Sr. Virrey D. Gabriel deAvils fechado el 30-3-1801.)20 AA, Tomo IV, o.cit., Pp.272-281. (Declaraciones de Don Ildefonso Champagne y Don Lorenzo Nicols Urraza dadasen Montevideo el 15 y 24 de marzo de 1814 en el expediente seguido por Don Jos Maldonado con Rafaela Maldonadode Crespo. Tambin se acus a D. Mariano Vega de haberse llevado unas cucharas y tenedores de plata de la casa deCrespo.)21 Ibdem, p.255-266. (Nota fechada en Mercedes el 10-3-1811.)22 AGN-Archivos Judiciales en adelante AA.JJ.-, Juzgado Dptal. de Soriano, Caja 6, Don Pedro de la Vega contrDon Jos Montesdeoca. Entrega de bienes. Ao 1821. La demanda, presentada a travs de un apoderado, se justificabaen el bando de Lecor que convocaba a q.e todo vecino extraviado con los trastornos de la pasada revolucin, y q.e haabandonado sus propiedades por salvar su vida, ocurra otra vez ocuparla.23 D. Mariano Raya figura en el padrn de familias que acompaaron la retirada del ejrcito viajando sin familia, con

    tres carruajes. Josef Montes de Oca figura con su esposa, Mara Villalba, tres hijos menores, dos mujeres en un carruaje(AA, Tomo VI, Impresores A. Monteverde y Ca., Montevideo, 1965, Pp. 98-154, Padrn de las Familias emigradas dla Vanda Oriental, q.e siguen el Exto. del m.do del S.or Coron.l d.n Jos Artigas, sin compreenderse a los depend.tede ellas emplead.s actualm.te en el Servicio delas Armas.) Segn informacin proporcionada por Alfonso AriasMontes de Oca era de ascendencia indgena (en asientos parroquiales aparece con distintos orgenes: indio, cordobs, deTucumn, de Mendoza), radicado en las puntas del Coquimbo.24 Bonifacio Bayor, hijo de Juana Bayor (en realidad, Juana Tello) declar que se lo llevaron de Soldado par laSierra del Mataojo. Si bien declar tener entre 20 a 22 aos en el momento del pleito (1821) haba nacido en 1797 polo que tena 14 aos cuando fue enrolado. Ysidro Alonso, por su parte, manifest que como soldado que era camincon su comandante D. Juan Angel Rodriguez p.a la villa nueva en el Hervidero. (AGN-AA.JJ., Juzgado Dptal. dSoriano, Caja N 6, Expte. citado.)25 La cifra se obtuvo cotejando el total de personas empadronadas (4.426, corregidos los errores de suma dedocumento) con las que Arias, A., (o.cit.) identifica como provenientes de esos lugares. Se trata de 194 registro

    (familias o personas solas) en 883, y se incluye en el total de individuos los 41 esclavos repartidos entre 13 registros.26 Si bien el clculo no representa que el 37% de la poblacin de esos pueblos y partidos se haya retirado(desconocemos la cantidad de poblacin hacia 1811), es indicativo para dar una idea del vaciamiento que se produjoy las dificultades que debieron afrontar los pobladores. Las cifras de 1798 fueron tomadas de Gelman, J., o.cit., Pg246, Cuadro 8.1.27 Deja entrever, tambin, la existencia de acuerdos de los espaoles europeos con gente del lugar para que leprotegieran los bienes durante su ausencia. En este caso, se menciona al pulpero Bernardo Maza.28 AA, Tomo VII, Impresores A. Monteverde y Ca, Montevideo, 1966, Pp. 136-142. (Julin de Gregorio Espinosa aSuperior Gobierno, Buenos Aires, 12-2-1812.) Sobre las posesiones de Julin de Gregorio Espinosa, nieto de DomingBelgrano Prez, pueden consultarse los trabajos ya citados del equipo dirigido por Luca Sala y los de Jorge GelmanUna sucinta biografa se encuentra en Silva Cazet, Elisa, Contribuciones documentales. Correspondencia del GralFructuoso Rivera con Julin de Gregorio Espinosa, Advertencia, en Revista Histrica, Tomo XXX, N 88-90, MuseoHistrico Nacional, Montevideo, agosto 1960, Pp. 418-433.29 De esta manera se expresaba el vicepresidente del Gobierno Econmico oriental con sede en Canelones en 1813 en

    nota dirigida a Dmaso A. Larraaga, quien estaba negociando un entendimiento con el gobierno de Buenos Aires(Vase Frega, Ana, Los pueblos y la construccin del Estado en el crisol de la Revolucin, en Cuadernos del ClaehAo 19, N 69, Montevideo, 1994/1, Pp. 49-63.)30 Con este argumento solicitaba el Cabildo de Montevideo a Artigas que desistiera de su renuncia a la proteccin dela Provincia, luego de la pulseada en torno a quin iba a gobernar despus del ingreso de las tropas orientales enMontevideo. (AA, Tomo XXI, o.cit., Pp. 27-28, Oficio fechado el 15-6-1815.)31 La expresin ms acabada fue el folleto titulado El Protector nominal de los Pueblos Libres, clasificado por eAmigo del Orden (seudnimo de Feliciano Sanz de Cavia) publicado por el gobierno de Buenos Aires en 1818donde se agregaban calificativos como Nuevo Atila, aplicados a Artigas.32 Saint-Hilaire, Auguste de, Voyage a Rio-Grande do Sul (Brsil), H. Heluison, Libraire-diteur, Orlans, 1887Pg.161. (Anotacin correspondiente a Estancia dos Bragados, 17-10-1820.) Traduccin A.F.33 Citado en Lockhart, Washington,La vida cotidiana en la Colonia. 1. Los pueblos, Arca, Montevideo, 1967, Pp. 111115. El expediente fue iniciado ante el alcalde de Capilla Nueva de Mercedes por Manuel Mansilla en abril de 1822

    Sobrino de Ramos, reclamaba que este se haba apoderado de un campo de su propiedad durante la revolucin. Lestancia en cuestin haba sido donacin del Rey en obsequio a servicios prestados contra los brbaros que invadanel departamento de Soriano segn declar D. Juan Ramos en 1832. (AGN, Fondo Archivo General Administrativo

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    Colonia, 23-4-1814.)46 AGN, Fondo Administracin de Justicia, Caja 16, Carp. 8. (Copia remitida por el Cabildo de Maldonado al alcalde de

    San Carlos, de un oficio de Artigas fechado el 17-11-1819.)47 Resulta interesante el marco conceptual presentado en Furet, Franois y Ozouf, Mona, Diccionario de la RevolucinFrancesa, Alianza Editorial, Madrid, 1989.48 El texto completo del Reglamento se encuentra en AA, Tomo XXI, o.cit., Pp. 93-98.49 Sala, Rodrguez y de la Torre han analizado este pleito en las obras citadas. Asimismo, con Ariadna Islas realizamosuna primera aproximacin al tema enLa base social del artiguismo. Conflictos entre comandantes militares y poderelocales en Soriano y Maldonado, Papeles de Trabajo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la EducacinMontevideo, noviembre 1997. Tambin Capillas de Castellanos, Aurora, Historia del Consulado de Comercio de

    Montevideo, 1815-1816 (Tomo II, Montevideo, 1964) y Lockhart, Washington, Soriano hace 150 aos. Principaleacontecimientos ocurridos en 1816 (enRevista Histrica de Soriano, N 13, Instituto de Investigaciones Histricas dSoriano, Mercedes, julio 1966, Pp. 2-8 y 17-23.) han trabajado la defensa que Encarnacin Bentez hizo de la ocupacide la referida estancia en su nota a Jos Artigas fechada el 2 de enero de 1816.50 AGN-AGA, Libro 602, Ao 1816, Fs. 22-25. (El Comisionado de San Salvador, Francisco Encarnacion Benites, aExmo. Sor. General D.n Jos Artigas, San Salvador, 2-1-1816.) Texto y firma estn en la misma letra, pero debi se

    escrita por un secretario ya que el caudillo era analfabeto.51 Se entiende aqu la costumbre en el sentido de Thompson, E. P., Costumbres en comn, o.cit.52 Vase Escritos histricos del Coronel Ramn de Cceres, quien conoci a Bentez en Paysand hacia 1817(Montevideo, 1959, p.77, apartado de la Revista Histrica del Museo Histrico Nacional, tomo XXIX); MemoriAutobiogrfica de Jos Encarnacin de Zs. Apuntes curiosos para mis hijos (en Revista Histrica, Tomo XVIIMuseo Histrico Nacional, Montevideo, 1951, Pp. 121-173), quien lo conoci cuando al recoger los impuestos de lascasas de trato entr en colisin con la jurisdiccin del caudillo, refiriendo que ste le haba perdonado la vida por sertocayo.53 Hemos encontrado diversas personas de nombre Francisco Benitez o Benites en las listas de milicias y padrn deEspinillo (1780) e incluso entre las familias que fueron llevadas por Jorge Pacheco para fundar Beln, pero no tenemoselementos para aventurar que en algn caso sea la misma persona. Tenemos mayores elementos para suponer que setrate de Francisco el blandengue, quien a mediados de 1814 comandaba una partida que enfrentaba a espaoles yporteos en la regin de Soriano. Derrotados los espaoles, se luchaba ahora contra las fuerzas directoriales. En

    setiembre de 1814 el subteniente Antonio Saubidet daba cuenta a Miguel E. Soler, Gobernador de la Provincia Orientalque una partida de unos 150 hombres al mando de Francisco el blandengue haba atacado su cuartel en MercedesDurante la accion informaba- han saqueado y robado enel Pueblo todo lo q.e han podido, matando algun.svecinos, entre ellos l Alcalde D.n Cayetano Correa [de Sa], cortandole antes la mano derecha. (AA, Tomo XVIIImpresores A. Monteverde y Ca. S.A., Montevideo, 1980, Pg. 34. Oficio fechado en Estanco de Gomensoro, ArroyoSan Salvador, 25-9-1814.) El 22 de noviembre, el capitn Vicente Lima informaba que Francisco el blandengue habavanzado sobre San Salvador. (Ibdem, Pp. 132-133.) Es posible pensar que se trate de Francisco Encarnacin Bentezentre otras razones, por las referencias al inters de los comandantes en enero de 1815 de contar con las fuerzas declebre Encarnacin, quien se titulaba gefe de siete pueblos. De ser tan clebre deban quedar registros de suacciones, por lo que podra ser la misma persona que al ao siguiente incorpor su segundo nombre, abandonando eapelativo de blandengue al ser considerado comandante de tropas y preboste de la campaa. (Ibdem, Pp. 335-338La campaa de Guayabos, Manuscrito redactado por Melchor Pacheco y Obes en presencia de documentos originaley de las declaraciones de los principales jefes de esta Campaa.)54 AA, Tomo XXXII, Iconoprint, Montevideo, 2000, Pp. 235-237. (Oficio de Sebastin Pinto de Arajo Correa a Carlos

    Federico Lecor fechado el 3-6-1818.) Indicaba adems, que Colonia se hallaba prcticamente deshabitada y que ecabildo establecido all slo obedeca al inters de Artigas en dar todos los Pueblos un caracter q.e combenia su

    proyectos de formar un estado independiente, proponiendo su sustitucin por un alcalde ordinario y juececomisionados en los partidos de la campaa.55 Adems del testimonio de Jos Encarnacin de Zs puede consultarse la carta enviada por Don Toms FranciscoGuerra, Ministro de Hacienda de Colonia al Gobierno Intendencia de la Provincia Oriental fechada el 20-11-1815. Enella daba cuenta de la violencia a que fue sometido el administrador de los campos de Miguel de Azcunaga por partede Bentez y que estaba sin animos de emprender [su] Comision sin una Escolta Capas de aserle respectar lasautoridades ese Sor si en algo las ofendiese en mi transe. (AA, Tomo XXVII, Impresores A. Monteverde y CaS.A., Montevideo, 1993, o.cit., Pp. 72-73).56 Mencionaba, por ejemplo, que con su sola presencia se dispersaban las partidas de changadores que mataban vacas ynovillos para extraerles el sebo, q.e como este no tene marca se bende obscuras quien lo compra.57 AA, Tomo XXXIII, o.cit., Pp. 245-247. (Carlos Federico Lecor. Cuartel Gral. de Montevideo. Orden del da, 14-6

    1818.) Traduccin A.F.58 La informacin se toma de la ratificacin de su calidad de dueo propietario reconocida por el gobierno lusitanoen Montevideo en 1820. (AGN-EGH, Caja 124 Ao 1821, Expte. 56.) Su establecimiento no figura ms que como

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    Partido de Espinillo. Se conoce, sin embargo, que tiene agregados desde la dcada del setenta por lo menos, a estar porlas declaraciones de Don Andrs Guerrero quien indica en 1802 que haba llegado al partido unos treinta aos atrs y se

    haba colocado en las estancias de Francisco de Albn. (AGN-Buenos Aires, Sala IX, Justicia, 31-7-8, Expte.1239Autos seguidos entre los curas de los partidos del Espinillo y las Vboras sobre los lmites de los respectivos curatos.)59 AGN-Buenos Aires, Sala IX, Leg. 4-5-6. La nota de Francisco de Albn est fechada en Santo Domingo Soriano, 241-1785.60 Padron de las fincas de esta Plaza delos Individuos que las poseen, tiempo q. e haze q.e las ocupan, de los titulos ecuya [razn] las han posehido y procedido su reparaciones y recomposiciones. De acuerdo a las tasaciones, la casa dAlbn es la segunda ms valiosa. Slo la supera la de Mateo Visillach, tasada en $11.018. Agradezco a Alfonso Arias elhaberme facilitado una copia de este documento.61 AGN-EGH, Caja 117, Expte. 6, Gobierno Intendencia de Montevideo, Ao de 1818. Expediente promovido por DFrancisco Albn contra D. Ventura Cogoy sobre invalidacin de un contrato.62 Ibdem, Fs. 58v-60. Respuestas de Albn al interrogatorio efectuado en Montevideo el 3-7-1819.63 AA, Tomo XXVI, Impresores A. Monteverde y Ca. S.A., Montevideo, 1992, Pg. 37. (Oficio fechado eMontevideo el 4-11-1815.)64 Ibdem, Pg. 47. No parece que Agustn Gonzlez fuera teniente de las partidas de Encarnacin como sostuvo en

    1819 Francisco de Albn. De serlo, no se explicara que hubiera sido el portador de la nota del Cabildo montevideano ymenos que se opusiera a la ocupacin de dichas estancias. Parece ms prxima la idea de que fuera un especulador (alestilo de Andrs Vlez en 1814) o un testaferro.65 Ibdem, Pp. 56-57. El oficio est fechado el 27-11-1815. Vlez agregaba que haba sido insultado por Gonzlez ysolicitaba una partida para que con el respeto de las armas contuviese los excesos.66 Ibdem, Pp. 68-69. El oficio est fechado el 9-12-1815.67 Sala, Rodrguez y de la Torre trascriben fragmentos del borrador y del original (donde se haban tachado los trminosms injuriosos) de la carta. El Cabildo informaba que Encarnacin, al frente de un tropel de hombres q.e perseguidos

    p.r desertor.es p.r vagos o p.r sus crimen.s asolaba la campaa y distribua ganados y tierras a su arbitrio. Lindicaba a Artigas que haba dispuesto dirigir una partida de cincuenta hombres armados para prenderlo, peromeditando con atencin haba preferido suspender tal resolucin y elevarla a su consideracin. Esperaba que Artigase dignara proveer lo que estimara conveniente y eficaz p.a sofocar de una vez la altivez voraz de este vesubio, antesque convierta en cenizas el precioso bellocino de ntra. cara Provincia. (Sala, L., Rodrguez, J. y de la Torre, N., La

    revolucin...o.cit., Pp. 144-146.)68 AA, Tomo XXI, o.cit., Pg.140. (Oficio de Jos Artigas al Cabildo Gobernador fechado el 12-11-1815.)69 AA, Tomo XXVII, o.cit., Pp. 72-73. Se refera tambin a que Bentez no apreciaba a los empleados nombrados por elCabildo de Montevideo y que quisas sea tanta la autoridad infundida en el sor Encarnacion q.e de repente le de poecharse sobre los intereses de aquellos puntos y despues de echados por ay Sera inpocible recobrarlos. Ya el 6 dagosto de ese ao haba escrito al Cabildo sealando que le era imposible cumplir las rdenes que se le daban desde laVboras hasta Mercedes por no querer reconocer las Autoridades. (Ibdem, Pp. 67-68.)70 AGN-AGA, Libro 202, F.26. (Oficio de Marcos Velez a Jos Artigas, San Salvador, 3-1-1816.)71 AA, Tomo XXI, o.cit., Pg. 193. (Oficio de Jos Artigas al Cabildo Gobernador de Montevideo fechado ePurificacin el 3-2-1816.)72. Kossok, M., o.cit., Pg.41. En una comunicacin al Cabildo de Montevideo, Artigas adverta: los Paysanodesmayan al ver la frialdad de los Magistrados. Instando a dicho cuerpo al cumplimiento de sus providenciasindicaba que se retiraran, pues Pocos y buenos Somos bastantes para defender nro Suelo del primero q. e intentinvadirnos. (AA, Tomo XXI, o.cit., Pp. 138-139, Oficio fechado el 12-11-1815.)73 Si bien Vilar se estaba refiriendo al concepto de nacionalidad, indicaba que esas nociones de adentro y afuera, denosotros y ellos pueden ser observadas a diversas escalas de un territorio y una sociedad. (Vilar, PierreReflexiones sobre los fundamentos de las estructuras nacionales, en Hidalgos, amotinados...o.cit., Pp. 279-306, Pp284-285.)74 Brackenridge, E. M.,La independencia argentina. Viaje a Amrica del Sur hecho por orden del gobierno americanoen los aos 1817 y 1818 en la fragata Congress , Editorial Amrica Unida, Buenos Aires, 1927, Tomo I, Pg. 216Para el autor, en realidad, se trata de su predisposicin hacia una vida nmade no restringida.75 Saint-Hilaire, Auguste de, o.cit., Pg. 160. Traduccin A.F.76 Vase Rud, George, o.cit., Pg. 253.77 Manuel Caraza al Cabildo Gobernador de Montevideo, San Salvador, 23-7-1816. (AA, Tomo XXVI, o.cit, Pp. 217218.) Se trataba de la fuga del administrador de la estafeta de correos, contrario a nuestro sistema; luego de lpacificacin de la Provincia haban regresado su padre y hermanos. El alcalde propona que se le embargaran bienes po50 pesos (valor de los sellos) ms lo que el Cabildo entendiera que corresponda por las ordenanzas. Refera que ante un

    episodio similar en Santo Domingo Soriano, el administrador de correos Jos Antonio Esperati haba dispuesto eembargo de una criada de la esposa del antiguo administrador fugado a Buenos Aires. Ella escribi al marido y a vueltade correo aparecieron sellos y papeles.

  • 7/28/2019 Caudillos y Montoneras Artiguistas FREGA

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    Caudillos andMontoneras in the Radical Revolution of theArtiguismo

    Abstract

    This article studies the links between the old conflicts about land and cattle tennancy and theinew expressions in the context of the revolution and the independence war. It can be classedamong the historiographical school of tought that considers Artiguismo (the revolutionarymovement leaded by Jose Artigas) as the booster of a democratic and radical revolution that did noconsolidate. The approach has been made following specific cases in a particular area of