casos de eutanasia en el mundo

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Brittany Maynard ha elegido valientemente el terminar con su vida el 1 de Noviembre de 2014. Sufre de glioblastoma –cáncer de cerebro terminal– y viajará a Oregón con su esposo y su madre para concluir su vida bajo la Ley de Muerte Digna del estado. A sus solo 29 años, Brittany se vio frente a una gran decisión: ¿Permitiría que su diagnóstico terminal acabara con ella o utilizaría el poco tiempo que le quedaba para vivir su vida de una forma dulce, con menos terapias y sin arrepentimientos? En los días que siguieron a la amplia cobertura de la decisión de Brittany (ya que solo cinco estados en los Estados Unidos ofrecen a los pacientes opciones de muerte digna), Brittany ha usado su pronóstico para abogar por el acceso a una muerte digna para todos a través de su fundación The Brittany Fund y la organización Compassion & Choices. Brittany decidió compartir la historia de su enfermedad, su vida y su derecho a elegir con Elite Daily: Durante los últimos dos años, he visto a doctores que me decían una y otra vez que los debilitantes dolores de cabeza y migrañas que tanto he sufrido eran simplemente ‘cefaleas de mujeres’ y que desaparecerían una vez que me quedara embarazada. Nunca me embaracé. A pesar de que mi esposo y yo estuvimos intentándolo. Tras varios meses de consejos médicos equivocados, finalmente me realicé un escáner CT. Los resultados cambiaron mi vida para siempre.

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Page 1: Casos de Eutanasia en El Mundo

Brittany Maynard ha elegido valientemente el terminar con su vida el 1

de Noviembre de 2014. Sufre de glioblastoma –cáncer de cerebro terminal– y

viajará a Oregón con su esposo y su madre para concluir su vida bajo la Ley de

Muerte Digna del estado.

A sus solo 29 años, Brittany se vio frente a una gran decisión: ¿Permitiría que su

diagnóstico terminal acabara con ella o utilizaría el poco tiempo que le quedaba

para vivir su vida de una forma dulce, con menos terapias y sin arrepentimientos?

En los días que siguieron a la amplia cobertura de la decisión de Brittany (ya que

solo cinco estados en los Estados Unidos ofrecen a los pacientes opciones de

muerte digna), Brittany ha usado su pronóstico para abogar por el acceso a

una muerte digna para todos a través de su fundación The Brittany Fund y la

organización Compassion & Choices.

Brittany decidió compartir la historia de su enfermedad, su vida y su derecho a

elegir con Elite Daily:

“Durante los últimos dos años, he visto a doctores que me decían una y otra

vez que los debilitantes dolores de cabeza y migrañas que tanto he sufrido

eran simplemente ‘cefaleas de mujeres’ y que desaparecerían una vez que me

quedara embarazada.

Nunca me embaracé. A pesar de que mi esposo y yo estuvimos intentándolo.

Tras varios meses de consejos médicos equivocados, finalmente me realicé un

escáner CT. Los resultados cambiaron mi vida para siempre.

Como muchos de ustedes sabrán, fui diagnosticada con cáncer de cerebro

terminal al día siguiente. Todo lo que siguió a ese fatídico día fue el comienzo de

una realidad completamente nueva.

Page 2: Casos de Eutanasia en El Mundo

A los nueve días de mi diagnóstico inicial, estuve en tres hospitales y me

sometí a una craneotomía parcial  para intentar remover el tumor y quitarle

presión a mi cráneo.

La craneotomía fue exitosa en aliviar algo de la presión y dolor. No obstante, 70

días después descubrimos que mi tumor había aumentado su tamaño,  lo que

indicaba un cambio en su clasificación.

Los doctores me dijeron que me quedaban seis meses de vida.

Tengo 29 años.

Cuando descubrí que tenía tan poco tiempo, mi primer pensamiento fue

acerca de todo lo que necesitaba decirle a mi familia y

amigos.  Inmediatamente quise decirles cuanto los amo.

Mi diagnóstico también reafirmó mi filosofía sobre cómo quiero vivir mi vida:

valorando a las personas, no a las cosas.

Viajar, ver el mundo.

Al terminar la universidad, fui lo suficientemente afortunada para lograr hacer un

voluntariado en un país en desarrollo. Los niños con los que trabajé habían

experimentado mucho sufrimiento, pero aún así seguían de pie. Resistiendo

profundamente.

Al ayudarles, aprendí mucho sobre la fuerza del espíritu humano.

Así que cuando los doctores me dijeron que mi cáncer era incurable, pero

que había opciones de tratamiento que prolongarían mi vida, exponiéndome

a dolor y sufrimiento, escogí un camino distinto. Elegí tiempo con mi esposo

y mi madre. Elegí viajar. Elegí aventuras.

Page 3: Casos de Eutanasia en El Mundo

Mi desafío más grande ha sido el aceptar que la muerte es parte de mi historia.

Que terminaré mi camino demasiado pronto. Y no es que ahora no tenga miedo,

pero he vivido un proceso intelectual y emocional tan grande en los últimos siete

meses que me ha traído mucha aceptación.

Aceptar que moriré se volvió notablemente más fácil una vez que tuve

acceso a una muerte digna.

No puedo expresarles el alivio que siento al saber que no tengo que soportar un

dolor ni sufrimiento prolongado.  Debido a que mi cuerpo es joven y sano, el fin de

mi vida iba a ser especialmente horrendo al avanzar mi cáncer de cerebro y entrar

en guerra con mi cuerpo.

No solo quiero salvarme de ese destino, sino que además amo demasiado a mi

familia como para hacerles vivir con la memoria de mi deterioración por el

resto de sus vidas.

Tomé una decisión. No es la decisión correcta para todos, pero sí creo –

profunda y honestamente– que cada enfermo terminal de los Estados

Unidos merece acceso a ella. Ellos merecen decidir por sí mismos.

La mayoría del tiempo ni siquiera pienso en tomar esas pastillas. Pero sé que

cuando llegué el día, tendré el coraje y la convicción para elegir lo que es correcto

para mi familia y lo haré. Moriré de forma tranquila, rodeada de las personas

que me son más cercanas.

Decidí hacer algo muy público en un momento en mi vida en el cual ansiaba pasar

tiempo de calidad con mi familia porque quiero que mi historia –y mi legado–

impulsen un cambio específico: quiero que la muerte digna sea accesible a

todos los estadounidenses con enfermedades terminales. No viviré para

alcanzar a ver este sueño hecho realidad, pero espero que todos ustedes

sean parte de esta batalla”

Page 4: Casos de Eutanasia en El Mundo

Uno de los más respetados directores de orquesta del Reino Unido, sir Edward Thomas Downes, y su esposa, Joan, se suicidaron en un centro de

eutanasia de Suiza, según informaron ayer sus hijos. Sus muertes conmovieron a Europa y reabrieron el debate acerca del suicidio asistido.

Downes, de 85 años, y su esposa Joan, de 74, "murieron en paz y en las circunstancias que ellos mismos eligieron, con la ayuda de la asociación Dignitas, en Zurich", informaron sus dos hijos, Caractacus y Boudicca, que acompañaron a sus padres en sus últimos momentos.

A Joan le habían diagnosticado cáncer terminal en septiembre del año pasado; su marido estaba casi ciego y en el último tiempo había experimentado una grave pérdida de la audición. "Decidieron terminar con sus vidas antes que seguir lidiando con graves problemas de salud", dijeron sus hijos.

Caractacus Downes contó que sus padres tomaron la decisión final de viajar a la clínica de suicidio asistido Dignitas el viernes pasado, cuando comprendieron que cada vez iba a ser más dificultoso para Joan realizar el viaje hasta ese centro suizo. "Querían morir juntos", dijo.

Además, comentó que la opción del suicidio asistido concordaba con la filosofía de vida de sus padres, que estuvieron casados durante 54 años, y que, aunque en un primer momento fue difícil de aceptarla, la familia no tuvo problemas en apoyarlos.

El director, que tenía el título de caballero del Imperio Británico, inició su carrera profesional en la Orquesta Filarmónica de la BBC (donde estuvo 40 años), fue miembro de la Royal Opera y condujo la primera interpretación de la Casa de la Opera de Sydney.

Su esposa, Joan, fue bailarina, coreógrafa, productora de televisión y durante los últimos años de su vida se había convertido en la asistente personal de su marido.

Downes "sentía que su cuerpo lo estaba abandonando. Su cerebro estaba extremadamente activo y se sentía frustrado por no poder hacer todo lo que creía que podía y su cuerpo no lo dejaba", explicó su hijo.

"VIDAS AL MÁXIMO"Caractacus añadió que la decisión de sus padres de concurrir al centro Dignitas fue mantenida en secreto por el núcleo familiar hasta que se completaron los

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requerimientos. Sólo después fue compartida con un puñado de amigos y familiares.

Agregó que sus padres murieron juntos, en calma, después de haber bebido "un pequeño vaso de un líquido claro; luego se acostaron en la cama y unos pocos minutos después ya estaban dormidos".

"Ambos vivieron sus vidas al máximo y se consideraban extremadamente afortunados de haber vivido vidas tan gratificantes, en lo personal y en lo profesional. Nuestros padres no tenían creencias religiosas y no habrá funeral", expresaron sus hijos.

El manager de Downes, Jonathan Groves, dijo sentirse conmovido por la noticia, pero opinó que la pareja había tomado una decisión "valiente".

Los suicidios de sir Edward Downes y su esposa son los más recientes de una serie de casos prominentes que han suscitado llamados para hacer un cambio legal en Gran Bretaña, donde son ilegales el suicidio asistido y la eutanasia.

Los únicos países que permiten este tipo de prácticas son Suiza, Holanda, Bélgica y el estado de Oregon, en Estados Unidos.

En Gran Bretaña, por colaborar en un suicidio se puede recibir una pena de 14 años de cárcel.

A pesar de las leyes, en los últimos años las cortes británicas se han negado a condenar a personas que ayudan a otras a viajar al extranjero para poner fin a sus vidas.

A principios de este año, por ejemplo, la policía no investigó las muertes de Peter y Penelope Duff, ambos enfermos terminales, que se convirtieron en la primera pareja británica que fueron ayudados a morir juntos en Suiza.

A pesar de que más de un centenar de británicos viajaron a la clínica Dignitas para suicidios asistidos, la Cámara de los Lores rechazó hace una semana un proyecto de ley destinado a proteger a los británicos que ayuden a un allegado en fase terminal a suicidarse en el extranjero en un centro especializado.

Page 6: Casos de Eutanasia en El Mundo

El primer ministro británico, Gordon Brown, también está en contra de cambiar esa ley.

Por este motivo, un vocero de la policía metropolitana de Londres dijo que, al tomar conocimiento de los decesos, se abrió una investigación. "Continuaremos investigando las circunstancias de las muertes. Todavía no hay detalles", apuntó

Page 7: Casos de Eutanasia en El Mundo

Creo que todos podemos estar de acuerdo en que el derecho a la vida es esencial

para la vida; también podríamos asegurar que este derecho es inquebrantable no

importa qué. Pero, como muchas cosas en la vida, no todo es o negro o blanco, y

el caso de Frances Inglis cae justo en ese área gris.

Frances era una madre y enfermera muy dedicada a sus hijos y comunidad que

una noche recibió una de las peores noticias que una madre puede recibir. Su hijo

menor, Thomas (22), había sufrido un accidente terrible que lo había dejado en

muy malas condiciones; el daño cerebral fue tal que Thomas nunca volvería a ser

el mismo, destinado a pasar el resto de su vida postrado en una cama

dependiendo completamente de máquinas y de otras personas para mantenerse

vivo. Muchos pensaban que Thomas estaría “ausente”, inconciente de su

condición, pero Frances aseguraba que su hijo estaba sufriendo seriamente, que

estaba atrapado y lleno de temor, y decidió inyectarle una dosis letal de heroína

para así liberarlo de esa pesadilla. Finalmente, Frances fue juzgada y condenada

a prisión por vida, con una pena mínima de 9 años (que después reducirían a 5

años), pues la corte  no diferencia entre un asesinato y una muerte piadosa. (para

conocer la historia completa seguir link al final de esta entrada).

Sí, Frances le dio muerte a su hijo… esto es algo que no se escucha todos los

días. Para que una madre mate a su hijo tiene que ser o muy loquita o muy

valiente, y creo que el segundo es el caso de ella. Es increíble el valor que tuvo,

para estar tan determinada a hacer lo que hizo. Ella seguramente opina  que no lo

mató, sino que solamente lo liberó, pues para ella su hijo había muerto desde el

momento del accidente, a partir del cual ya nunca tendría al Thomas que conocía.

La operación que le hicieron para mantenerlo vivo no era nada común, e incluso

había sido prohibida hace algunos años; el doctor la propuso ya que estaba

llevando a cabo estudios acerca de la misma. En vez de dejarlo morir, la operación

lo mantuvo bajo condiciones que difícilmente se pueden llamar vida. Creo que

todos preferirían morir que “vivir” así…al menos sé que yo sí. Y era obvio que

tendría consecuencias… la ley juzgará a cualquiera que le quite la vida a otro, sin

importar la razón… pero ella estaba dispuesta a servir su condena, aunque fuese

cadena perpetua, con tal de tener esa tranquilidad y paz mental. Se podría

argumentar que fue un acto egoísta, que ella lo hizo a pesar de lo que opinaban

sus otros hijos o su ex-esposo, pero todos los que conocían a Thomas parecen

Page 8: Casos de Eutanasia en El Mundo

haber apoyado a Frances en su decisión, y es más fácil hablar de esto cuando no

es uno el que anda en esa posición. Realmente Frances no aparece como

ASESINA en mi cabeza, aparece como una MADRE que estaba sufriendo mucho

y tuvo mucha determinación y fuerza para terminar su sufrimiento y el de su hijo.

Di.s no lo quiera, si algo así me llegara a pasar a mí, actuaría similarmente a

Frances. Me alegra pensar que, aunque anda detrás de barras, Frances hoy

duerme más tranquila que teniendo a un hijo en un estado como el que andaba

Thomas. Quizá ni ella misma se lo podrá perdonar pero actuó solamente con

buenas intenciones y hasta cierto punto sacrificó su propia libertad por la de su

hijo (quien no tuvo oportunidad de decidir si quería se mantenido así). Realmente

espero que en el futuro haya mayor flexibilidad para casos como este, nos

beneficia a todos. Quizá es buena idea que todos dejemos por escrito qué nos

gustaría que se haga en caso nos pasara algo así,  después de todo los

accidentes no se planean y quizá podamos ahorrarle una condena a nuestras

madres o seres queridos

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"Deben acusarme. Si no lo hacen, se entenderá que no creen que se trate de un

crimen. No necesitan más pruebas, ¿o sí?". Con estas palabras, Jack Kevorkian o el "Doctor Muerte", desafió a las autoridades del estado

norteamericano de Michigan y firmó, sin saberlo ni esperarlo, su sentencia a 25 años de cárcel en el programa televisivo que transmitió un video con su último "suicidio asistido".

A seis meses de su condena por asesinato en segundo grado, ya no son sólo sus teorías sobre el "derecho a morir" las que causan controversia, sino los oscuros rasgos de su personalidad y su enfermiza pasión por la muerte, las que han llevado a cuestionar la imagen -que incluso se difunde en América Latina- de que, de alguna forma, Kevorkian podría ser un incomprendido y adelantado idealista.

Gira latinoamericana. En las últimas semanas, los planteamientos de Kevorkian a favor del suicidio asistido llegaron a varios periódicos latinoamericanos a través de uno de sus "embajadores ideológicos" de gira en la región. En efecto, el escritor y periodista inglés Derek Humphry llegó a Colombia para promover la eutanasia y apoyar la labor de la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente, la misma organización que realizó una intensa campaña en 1997 para lograr que la Corte Constitucional convirtiera a Colombia en el único país de América Latina que despenaliza la aplicación de la muerte "a pedido" por parte de un médico.

Estrategia. Con una actitud menos desafiante que la del "Doctor Muerte" en Estados Unidos, haciendo uso de un tono no confrontacional, un marcado relativismo jurídico y una voz suave, Humphry lanzó su campaña para presentar a Kevorkian como un "genio" incomprendido. El inglés concedió entrevistas a todos los medios interesados y ofreció una conferencia en la que alegó respetar a los que opinan "distinto de mí" y tener claro "que en este país hay un gran arraigo de los principios y de los líderes católicos, los cuales, por supuesto, se oponen a la eutanasia". Sin embargo, el inglés señaló que era posible "respetar y reconocer también" el "aporte" de Kevorkian "a un derecho tan importante como el derecho a morir dignamente".

¿Pensador o psicópata? Pero la verdadera historia de Kevorkian, poco conocida para la mayoría del público, incluso en Estados Unidos, revela un sujeto radicalmente diferente al del "profeta adelantado" que ha venido difundiendo la macabra propaganada de Humphry. En efecto, desde su años de estudiante,

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Kevorkian era visto por sus compañeros como un sujeto por lo menos "inquietante", incluso respecto de la plenitud de sus facultades mentales. No por casualidad consiguió el apelativo de "Doctor Muerte" apenas graduado, y no en los últimos años, como la mayoría piensa.

Extrañas aficiones. Fanático relator de las masacres de sus antepasados armenios a manos de los turcos en la Primera Guerra Mundial y defensor del holocausto nazi porque "jamás podrán volver a hacerse los experimentos con humanos" de los campos de la muerte, Kevorkian se convirtió en el centro de atención de compañeros y jefes más por sus extrañas aficiones que por sus innovaciones médicas, desde que era residente de patología en un hospital de Detroit durante la década del cincuenta. Natural de Pontiac, Michigan, el novato Kevorkian hacía rondas especiales en busca de pacientes moribundos para mantenerles los párpados abiertos con cinta adhesiva y fotografiar sus córneas con el fin de observar si los vasos sanguíneos cambiaban de aspecto en el momento de la muerte, todo ello obviamente sin importarle la dignidad del moribundo.

Sin límites. Convencido de que ningún experimento era demasiado descabellado, a principios de los sesenta ya ensayaba transfusiones de sangre de cadáveres a personas vivas, buscaba permisos para experimentar con reos condenados a muerte por considerar "un privilegio único hacer pruebas con un ser humano que va a morir" y trataba de ampliar tales experimentaciones a cualquier persona que estuviera "frente a una muerte inminente e inevitable". Su obsesión por la muerte también comenzó a ser evidente en su pasatiempo: la pintura. Imágenes de asesinatos y personas decapitadas eran su tema constante e incluso llegó a usar su propia sangre como tinta para manchar el marco de su cuadro titulado "Genocidio".

Problemas. Su trastornada personalidad le causó despidos sucesivos que terminaron cuando logró abrir su propia clínica de diagnósticos, la misma que debió cerrar al poco tiempo porque los médicos se negaban a remitirle pacientes. Ante las constantes negativas para mezclar sus experimentos con la patología, decidió inventar su propia especialidad: la "obitiatría", es decir la manipulación de la muerte. A partir de 1982, cuando se jubiló, Kevorkian decidió dedicarse a su carrera de "obitiatra" proponiendo planes -uno de los cuales fue recogido en una publicación alemana- para experimentar con seres humanos desahuciados, incluyendo la posibilidad de remover un órgano vital o administrar algún fármaco letal a los "pacientes" que sobrevivieran a las pruebas.

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¿Asistente o asesino? En 1987, cuando no era más que un fracasado médico jubilado, Kevorkian inició formalmente su macabro oficio de asistente de suicidios con un aviso publicitario en el que se presentaba como "médico asesor de enfermos desahuciados que deseen morir con dignidad" y saltó a la fama gracias a que los medios masivos cubrieron ampliamente la invención del Mercitron, un aparato creado en su propia cocina que se convirtió en la primera máquina del mundo para suicidarse. Desde ese momento Janet Adkins, Marjorie Wantz, Karen Shofftall, Margaret Garrish, Thomas Youk y otras decenas de personas, pasaron a ser nombres conocidos en la creciente lista de "pacientes" que buscaban terminar los padecimientos de sus males en plena crisis emocional, víctimas de la obsesión mortal de Kevorkian, que se preocupó más por verlos morir que por verificar si estaban realmente enfermos.

Verdugo. El doctor L.J. Dragovic, médico forense del condado de Oakland, fue quien condujo la investigación sobre las autopsias. Desde que terminó su trabajo se niega a considerar como "suicidio facilitado por un médico", alguno de los casos en los que intervino Kevorkian inyectando drogas letales o proporcionando monóxido de carbono. Lo que ha visto le basta y en su opinión, Kevorkian "no es más que un verdugo múltiple".

Prisa por matar. La tesis de Dragovic se refuerza en las primeras conclusiones del psicólogo Kalman Kaplan, director del Centro de Investigación sobre el Suicidio de Chicago, que actualmente desarrolla un estudio sobre los suicidios asistidos de Kevorkian. Con 47 casos ya revisados, afirma que "hay muy pocas pruebas de que Kevorkian haya consultado con el médico o el psiquiatra de las víctimas", lo que explicaría la rapidez con la que Kevorkian asistía a sus "pacientes" -pues concertaba los suicidios en uno o dos días después de la primera cita- y evidenciaría una vez más la tanática obsesión del Doctor Muerte.

¿El fin? En tres ocasiones Kevorkian salió airoso de los liberales tribunales estadounidenses presentándose como un visionario humanista que sólo cumplía los deseos de personas sufrientes. Sin embargo, sus argumentos no convencieron al jurado de Oakland, Michigan, que lo condenó a una pena de entre 10 y 25 años por el asesinato en segundo grado de Thomas Youk, un enfermo del mal de Lou Gherig, que fue transmitido en el programa 60 Minutes de la CBS. Aunque intentó presentar el video como la justificación absoluta de sus postulados, perdió la apuesta que planteó a la justicia y sólo podrá obtener libertad condicional en el año 2007.

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Encerrado. Ahora con 71 años de edad, Kevorkian pasa los días en una prisión de mediana seguridad en Kincheloe, Michigan, ha empezado a pagar 28 mil dólares de su cuenta personal como reparación civil y destina 364 dólares de su pensión mensual al condado para cubrir los gastos de su encarcelamiento. Mientras su abogado Mayer Morganroth insiste en apelar la sentencia y el juez de Oakland rechaza la posibilidad de un segundo juicio, se reduce el número de los que insisten en verlo como mártir del "derecho a morir" y son más los convencidos de que Kevorkian es un mero asesino en la línea de Mengele que finalmente recibió su sanción

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Desde hace más de 30 años, Gustavo Quintana se dedica a ayudar a morir a pacientes terminales.El 11 de noviembre del año pasado, el doctor Gustavo Quintana llegó a la casa de uno de sus pacientes, en el sur de Bogotá, para practicar la eutanasia número 100 de su carrera. Eran las 9 de la noche. Como siempre, en su maletín no llevaba fonendoscopio ni tensiómetro, sino seis dosis de cloruro de potasio, una de las sustancias usadas en las ejecuciones con inyección letal, en Estados Unidos.Su paciente estaba listo para irse de este mundo. Se trataba de Jhon Quintero Muñoz, un joven de 33 años al que, años atrás, le había sido diagnosticada una enfermedad terminal: esclerosis lateral amiotrófica (que degenera los músculos).El joven lloró en la despedida de su familia, que lo cuidó durante cinco años en los que solamente movía los párpados (así se comunicaba). Luego, su mejor amigo -quien interpretaba los mensajes de Jhon- alzó la voz: "Doctor, él dice que lo haga ya, que está listo". En la bolsa de suero que lo alimentaba, Quintana inyectó el cloruro de potasio. Cinco minutos después, Jhon murió.Así son los días de trabajo de este polémico médico que, en lugar de salvar vidas, se dedica a inducir la muerte en pacientes terminales. "Yo no juego a ser Dios, soy simplemente un instrumento, un desafortunado instrumento", cuenta Quintana.Es médico de la Universidad Nacional, tiene 65 años, nació en Tuluá (Valle) y tuvo un consultorio particular por 30 años, pero lo cerró cuando descubrió y se dedicó a practicar la eutanasia.Para algunos, es un sicario (así lo llamó un estudiante en una conferencia en la Nacional). Para otros, como el médico Jorge Merchán-Price, de la Universidad Javeriana, es un médico que viola el juramento hipocrático. Y para los familiares de personas como Jhon Quintero, "es un ángel que permite parar una vida angustiante de manera rápida y sin dolor".Quintana habla despacio, con tranquilidad, como si las 102 eutanasias que ha practicado no lo atormentaran: "Yo duermo tranquilo, porque sé cuál es la misión que cumplo en la vida de muchas personas que sufren y que no tienen ninguna oportunidad de vivir", dice. Desde la sala de su casa, donde vive con su mamá y un hermano con discapacidad mental, habla este hombre, calvo, robusto, buzo profesional y amante de la medicina cuántica, los caballos y las carreras de carros. "Por lo que hago me dicen el 'doctor muerte', y no me ofende. Ojalá me llamaran el doctor de la muerte digna".A la eutanasia llegó -cuenta- luego de sufrir un accidente automovilístico que le comprometió la médula espinal. "Yo le dije a mis colegas: 'si voy a quedar cuadripléjico, no me hagan nada, déjenme morir' ".Aunque fue solo una contusión, este episodio lo marcó. Se dedicó a visitar enfermos terminales a los que, luego, empezó a practicarles la eutanasia, por unos dos millones y medio de pesos, en promedio.Con una sonrisa, acepta que entre 1981 y 1997 practicó de manera ilegal 40 de ellas. "Yo sé que me había podido meter a la cárcel, pero lo invito a que pase

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unos días con un paciente terminal, para que me diga si no haría algo por ellos, si pudiera", expresa en su defensa este médico, padre de cuatro hijas y casado y separado en cuatro oportunidades.Además, según Quintana, la ley lo faculta para practicar la eutanasia. De hecho, Colombia es el único país de Iberoamérica donde está despenalizada esta práctica.Quizá por eso el escritor estadounidense Richard N. Cote, autor del libro Gentle Death, sobre la eutanasia, le dedica un extenso capítulo a Quintana, a quien considera pionero de la muerte digna en América Latina.Paradójicamente, ahora, después de 31 años de practicar eutanasias, dice que si llegara a quedar cuadripléjico, no quisiera que le practicaran la eutanasia de inmediato: "Me mantendría dos años más vivo, para escribir un libro sobre la muerte digna, pero yo sí elegiría el día de mi muerte".

'La vida es un derecho, no es un deber'

Después de practicar 102 eutanasias, ¿qué siente?

La eutanasia no es una labor grata. Cómo quisiera dar vida, pero es inevitable: todos en uno u otro momento hemos de morir. Lo que no comparto es que esa muerte sea indigna.

¿La eutanasia es un suicidio asistido?

Así le dicen, pero debería llamarse culminación voluntaria. Cuando hay un suicidio, estás terminando con una posibilidad de vida digna; una persona que decide su eutanasia no la tiene.

¿No teme ir a prisión?

No. Mientras haga las cosas como las manda la Corte (Constitucional), no tengo riesgo legal.

¿Usted decide quién vive y quién no?

Es la voluntad del paciente, no la mía. Yo le hago la eutanasia a un enfermo que pierde su dignidad y a quien su dolor lo obliga a entender que es mejor morir que vivir mal.

¿Y cómo sabe usted si eso es lo mejor para él?

No es un tema médico, yo no me pongo a comprobar su enfermedad. El tema es humano, conmueve mi espíritu.

Pero tiene detractores...

Sí, algunos médicos que creen que yo no soy honesto al practicar la eutanasia, porque dicen que estamos para dar vida y no para quitarla.

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¿Y acaso no es así?

Los médicos debemos entender que no hay que encarnizarse con la idea de mantener vivo a un paciente, la vida tiene un final. Y ojalá sea el mejor y digno.

¿Pero sí es un derecho?

La vida es un derecho, no un deber. Y yo puedo considerar cuándo dejo de ejercerlo. Eso es dignidad.

Hay un grave vacío legalCorte despenalizó, pero el Congreso no ha reguladoLa Corte Constitucional, en su sentencia C-239 de 1997, dictaminó que el homicidio eutanástico o por piedad, sin el consentimiento expreso del individuo, sigue siendo ilegal. Pero practicar la eutanasia con consentimiento no se considera un delito, siempre y cuando la practique un médico. El sujeto debe contar con la capacidad intelectual de decisión; se debe tener información fiable de que su enfermedad es terminal, y el consentimiento no puede ser producto de una depresión. La corte le pidió al Congreso, hace 15 años, que de manera inmediata regulara la eutanasia, algo que no se ha realizado (se han presentado tres proyectos que han sido archivados). La Corte también dijo que todas las eutanasias que se practiquen antes de la regulación deberán ser investigadas por la Fiscalía. Algo que, en los casos de Quintana, nunca se ha hecho.Los países que la permiten

Sudáfrica, Alemania Federal, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Holanda, India, Israel, Italia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Suecia, Suiza y Zimbabue