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HORROR EN LA CASA ALBERTI PEDRO LIBERATO

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HORROR EN LACASA ALBERTI

PEDRO LIBERATO

Horror en la casa Alberti

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EDICIÓN E-BOOK

Horror en la casa AlbertiCopyright © 2014, Pedro Liberato

E-mail: [email protected]: @PedroLiberato

SAFE CREATIVE Identificador: 1412312864901

No está permitido reproducir total o parcialmente este libro, ni la trasmisión de ningunaforma o por cualquier medio mecánico, electrónico, fotocopia, impreso u otros métodos sin elprevio permiso del autor.

Horror en la casa Alberti

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AGRADECIMIENTOS

Al escritor César Gracía Muñoz que me ayudó incondicionalmente animándome a seguirescribiendo y publicando más historias.

Horror en la casa Alberti

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UNO

Cuando Mario vio de lejos a Felipe, su hermano menor, corrió por la avenida Erich Zannpara evitar que el niño entrara en ese lugar abandonado. La junta de vecinos de aquel barrio deXeter había clausurado esos terrenos y los padres de la localidad prohibieron a sus hijos entraren ese sitio. Se decía que quien irrumpía en el antiguo hogar de Lucio Alberti, no salía vivo deallí.

Esa tarde Felipe había aceptado el desafío de Julián, Michael y Samuel. Él no había hechocaso a las advertencias suplicantes de María que, asustada, trató de detener a su amigo, pero él lequería demostrar a los demás miembros de la pandilla que no era un líder cobarde, que tenía lasagallas suficientes para entrar en la casa maldita y volver con una prenda de Lucio como pruebade su valor.

Michael, el hijo del ebanista, le ayudó a trepar por la pared metálica que se había construidopara cercar la propiedad. Michael era un niño corpulento y con sobrepeso al igual que su padreque, sin su ayuda, Felipe no hubiera podido subir por aquella muralla. Felipe de trece años deedad y flacucho no era un gran peso para él.

El valiente muchacho descendió bruscamente al otro lado, quedando agazapado mientras serecuperaba de la excitación. Estaba emocionado y asustado a la vez por irrumpir en lapropiedad. Nunca había estado en el terreno de los Alberti. Allí estaba todo dañado yabandonado, pero no era tan tenebroso como él lo había imaginado por años. Caminó concautela por la destruida callejuela que en una época fue un camino asfaltado que permitía lallegada en vehículo a la casa Alberti, que unos metros más adelante, el muchacho lo habíaencontrado bloqueado por dos carros viejos y una camioneta hechos chatarra con las piezas yasientos esparcidos por todos lados. Felipe miró a su derecha, hacia lo que quedaba del jardín yvio a la distancia, entre los matorrales y desechos, un árbol añejo y oscuro que se alzabadesahuciado bajo el sol de aquel verano. Algo que le llamó la atención de ese árbol, fue el hechode ver a alguien balanceándose en un columpio montado en una de las ramas.

—¿Sería una broma de la pandilla? —se preguntó así mismo en medio de aquel caos.Aquella persona que vio a lo lejos se parecía a Antonio, quien no pudo salir de su casa

porque extrañamente había enfermado ese día. Felipe se imaginó a sus secuaces planeandoaquella jugarreta para darle un susto de muerte en el jardín de los Alberti.

—Y pensar que el alboroto que dirigió Julián contra mí liderazgo hacía unas horas me habíaparecido una vil traición. —pensó mientras sentía como se iluminaba ese conocimiento en sucabeza.

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No había entendido porqué su amigo quería tomar el control de la pandilla si él era el másarretao de todo el grupo, y para que no cupieran dudas lo demostraría entrando a la casaprohibida, pero ya el temerario líder del F.D.M.273 (Fuerte de Defensa de la Manzana 273)había comprendido que todo era parte de una treta, una broma veraniega que le habían preparadosus íntimos.

Felipe tomó ruta hacia el árbol donde Antonio se columpiaba, adentrándose en el jardínabandonado y estropeado por ramas secas y la mala hierba que había crecido en grandesdimensiones. Una lluvia de mimes se aplastó molestamente contra su cara y Felipe los despachóa manotazos. Varias de esas mosquitas se pegaron de sus labios y el jovenzuelo prácticamentelas escupió de su boca.

El terreno de los Alberti era grande, su jardín frontal era muy amplio al igual que el patio. Enmedio de esas grandes porciones de terreno estaba la casa de dos pisos desvencijada y corroída.Felipe, desde la posición en la que estaba, sólo podía ver la segunda planta de la residenciamientras se abría paso entre la hierba que le causaba una molesta comezón en cualquier parte depiel desnuda donde le rozaba la vegetación. En el camino se topaba con todo tipo decachivaches, basura y animales putrefactos que hacían del lugar un sitio lamentable.

El árbol estaba un poco más adelante. Felipe juraba que podía escuchar el sonido que hacíanlas cuerdas cuando raspaban la rama meciéndose el columpio. En su camino se podían apreciarvarios charcos de agua sucia entre la vegetación arruinada, criaderos de mosquitos yenfermedades que a Felipe le hicieron recordar la vez que a su primo Marino lo picó el mosquitodel dengue y murió a los pocos días. El muchacho, casi ensimismado en el recuerdo de su primofallecido, no se percató a tiempo del pozo de fango maloliente que había frente a él, y entró enese lodo negro y podrido. Lo lamentó, pero no se enojó mucho al ver como se ensució sucalzado favorito en aquel fango pestilente. Pronto se desquitaría con Antonio a lo grande.Imaginó la cara de espanto que iba a poner su amigo cuando se invirtieran los papeles y sea élquien lo sorprenda sentado en aquel columpio donde se podía ver meciéndose a unos cuantosmetros.

Felipe sonrió malicioso.

***

—¿Qué es lo que ustedes están inventado muchachos del carajo? —Les interrogó Mario amodo de regaño a los niños que, esperando el retorno de Felipe, se exaltaron con la repentinallegada del hermano mayor de su líder—. Ustedes saben que no pueden entrar ahí. ¿Para quédiablo entró mi hermanito allá adentro? —preguntó recuperando el aire que había perdido por lacarrera.

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—Tranquilo viejo —le dijo Julián, un carajito de trece años que había ideado la pequeña“rebelión” contra Felipe, y que ya se creía hombre porque le estaban saliendo pelos en las axilasprimero que a los demás niños de la pandilla—. Respira hondo que a tu hermano no le pasaránada. Verás, nosotros lo desafiamos a que entre en la casa prohibida para que demuestre quesigue siendo digno de ser el jefe del F.D.M.273, porque últimamente se está volviendo cobardetu hermanito.

Julián, extra limitándose, había sujetado a Mario por los hombros intentando hablarle contono conciliador. El hermano de Felipe se quedó mirándolo para ver hasta donde llegaba elconfianzudo.

—No tienes de qué preocuparte. ¿Te cuento algo entre nosotros dos? Los muchachos y yosabemos que Felipe es un pendejo que está escondido, haciendo tiempo detrás de esas planchasde metal, queriendo hacernos creer que está dentro de la casa embrujada. Lo más seguro es quenos traiga sus propios calzoncillos cagados del miedo que le dio, y nos quiera vender que son delesqueleto de Lucio Alberti.

Mario se liberó del niño como quien no quiere la cosa con su brazo izquierdo y con la manoderecha le dio un pescozón en el huevo del oído. Julián se tambaleó para atrás, tropezando conSamuel que estaba parado detrás de él escuchando la conversación, llevándose tremendo pisotóncuando Julián le mordió el tobillo con su bota.

—¿Por qué tú me das? —chilló el muchachito de mala gana, abriendo los brazos de formadesafiante. Mario, seis años mayor que él, lo miró con cara de Wolverine, amedrentando a Juliánque se acobardó al ver aquella expresión agria y se encogió allí mismo donde estaba asombradoy dolorido—. Cuando tú eras el jefe eras mucho más valiente que Felite y defendías el barrio delos idiotas de Loma Linda, Cuello Blanco y de todos los que venían de otros barrios a molestarpara acá.

—No me digas.—Mario, tú sí sabías hacer las cosas. Felipe es líder porque tú le heredaste la posición luego

de que todos dejaran la pandilla por la muerte del hermano de Michael, y nosotros tomamos laoportunidad de ser la nueva generación, pero tu hermano no es como tú, no te da ni por lostobillos. Él no puede seguir siendo el líder.

Mario vio los rostros de los muchachos tratando de ver en ellos algo de lo que él y susamigos tuvieron cuando tenían esa edad, pero no vio en ellos nada similar, no estaban hechospara ser pandilleros.

—Cuando nos fuimos no lo hicimos precisamente por la muerte de José —les dijo Mariomirando a Michael con el rostro más relajado—. Cuando tu hermano murió ya estábamosalbergando la idea de retirarnos y disolver la pandilla.

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Julián, Michael y María se acercaron atendiendo a lo que Mario decía mientras Samuel sesobaba el tobillo donde Julián lo había pisado.

—Entiendan que el F.D.M.273 fue una pandilla de niños que solamente acarreabaproblemas. Pasaron los años y ya no éramos tan niños que digamos. Estábamos creciendo, noscomenzaron a gustar las chicas y descubrimos cosas más importantes que jugar a los guerreros ydefensores del barrio. Pero antes de disolvernos por completo ocurrió algo terrible en medio deuna pelea, la muerte de José, mi mejor amigo.

Michael al escuchar aquello último sobre su hermano, tomó una pose solemne y orgullosa.Los demás muchachos se dieron cuenta, y Samuel y María le palmearon la espalda tambiénorgullosos. Julián arrugó la boca en una mueca.

—Así que, déjense de tonterías que no son niños pequeños. ¿Es que no ven que ya no existenotras pandillas de quién defender la Manzana 273? Ocupen su tiempo en cosas más importantes,estamos en otros tiempos. Dedíquense a las computadoras, los videojuegos o cosas como hacerlas tareas, por ejemplo—. Les dijo Mario mientras trepaba por la pared metálica para alcanzar elotro lado donde se encontraba su hermano menor.

—¡Pero el F.D.M.273 es una tradición, es una tribu que va de generación en generación, nopodemos terminarla así como así! —gritó Julián molesto, pero Mario ya había caído del otrolado y el niño no recibió ninguna respuesta de él.

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DOS

Felipe prácticamente comenzaba a arrastrarse por el suelo entre la maleza para que Antoniono fuera a descubrirlo. Se había arañado un par de veces en los brazos y unas hormigas habíanhecho un guiso con él dos metro más atrás. El clima del verano no hacía las cosas másplacenteras para el niño, pero las pocas ramas del árbol oscuro le dieron sombra cuando él seacercó. Felipe sintió escozor y picazón por todo el cuerpo, descubriendo una especie de alergia oreacción en su codo derecho. Creyó que después de todo no valía la pena sufrir todo aquellopara asustar a su amigo en respuesta de lo que tenían planeado hacerle a él.

Felipe le daba crédito a Antonio por la valentía que había demostrado al entrar en lapropiedad de los Alberti. No podía deducir como lo habían convencido para que tenga esaparticipación, pues Antonio nunca había demostrado ser tan valiente como para entrar allí solosin una buena motivación.

La casa Alberti era temida por los extraños sucesos que habían ocurrido en esos terrenosaños atrás. Se contaba que todos morían trágica y espantosamente a manos de algún familiar quese volvía loco, poseído por el espíritu de Lucio Alberti. Al principio sólo morían los miembrosde la familia, pero luego, cosas terribles le sucedían a todo aquel que llegara a esa casa, ya seafamiliar o no. Hacía mucho tiempo de esos acontecimientos. Felipe no había nacido todavía.

Con el pasar de los años, poco a poco la historia de esa familia se fue diluyendo de lamemoria colectiva del pueblo, luego de que clausuraron aquellos terrenos tiempo después de quela casa Alberti fuese abandonada.

Los muchachos habían escuchado las historias y las advertencias que existían sobre aquellugar. Las escucharon tantas veces, y cada vez que eran contadas se le añadían sucesos, teorías,rumores y especulaciones que coloreaban más de la cuenta los relatos, haciéndolos cada vezmenos creíbles y más fantásticos para los oídos de las nuevas generaciones.

Felipe era un niño que no fantaseaba mucho con esas historias terroríficas. No le daban tantomiedo como a los demás porque no creía todo lo que se decía en ellas. Se podría decir que, poraquella falta de credulidad y miedo, conoció a Antonio una vez que lo escuchó reírse de alguienque contaba la historia de la casa Alberti.

Antonio Guzmán era el hijo del chófer que recogía y regaba a los niños del colegioparroquial. Para ese entonces tenía diez años y se había mudado al barrio con su padre, tras lamuerte de su madre con quien vivía en otro sector, después que ella dejara al padre de Antonioporque él le era infiel.

Antonio era nuevo en el colegio y aquel día estaba en el patio a la hora del recreo,

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Antonio era nuevo en el colegio y aquel día estaba en el patio a la hora del recreo,

escuchando por primera vez la historia de los Alberti.Luis Miguel, el hijo de Rafa, dueño de la ferretería, era quien contaba la historia a los

nuevos estudiantes que mal formaron un círculo a su alrededor donde estaba sentado. Varios delos oyentes no habían podido disimular la inquietud que sintieron al escuchar aquellos sucesosporque vivían en las inmediaciones de esa casa maldita. Antonio se rió de la historia alencontrarla tan falsa y le dijo al hijo del ferretero, quien estaba incomodándose por su risa, queeso solamente eran cuentos inventados para asustar a los nuevos estudiantes y residentes delbarrio. Luis Miguel se había enfadado al escuchar eso y se levantó empujando a los niños queestaban apiñados a su lado, se detuvo frente al escéptico novato. La sonrisa burlona de Antoniose había esfumado tragando en seco al ver la corpulencia de Luis Miguel que le llevaba casi doscabezas de altura. Antonio, al ver las dimensiones de aquel Juggernaut, se arrepintió de haberlomolestado. Una manaza del grandulón le había dado un pescozón en la cabeza a Antonio y susojos se aguaron impotentes. Luis Miguel, enojado por la ofensa del novato, lo empujó tirándoloal suelo y le desafió a pelear. Antonio no se levantó del piso donde quedó sentado y aterrado conmiedo a una paliza. Miró como un rápido reflejo chocó contra el cuerpo de su agresorhaciéndole retroceder tambaleante.

—Te he advertido sobre abusar de los más pequeños. ¿Por qué no lo intentas con alguien detu tamaño? —le dijo el niño que había intervenido, deteniéndose como un gallito delante del hijodel ferretero. Luis Miguel era una cabeza más alto que el recién llegado—. ¡Yo tampoco creo enesa mierda de historias! ¿Qué piensas hacer ahora?

Luis Miguel se retiró despacio y mal humorado, haciendo ademanes para que los demásniños también se retiraran para contarles las historias en otro lugar. Caminó de espaldas hastaque hubo una distancia prudente entre él y su atacante que estaba desafiante al lado de Antonioque seguía en tierra. Antes de darse la vuelta y terminar de marcharse, miró al niño sentado en elsuelo con una mirada de cuchillo. Antonio estaba bajo amenaza.

—Sólo un nuevo como tú, que no sabe quién es Luis Miguel, se atrevería a burlarse de lahistoria Alberti cuando él la está contando —le dijo el niño a Antonio en modo de reprochemientras le tendía una mano para ayudarlo a parar.

—No sabía que él era tan grande y menos que se molestaría tanto por eso. Gracias, que si nofuera por ti ese tipo me hubiera dado una salsa de golpes —dijo con alivio, levantándoseayudado por su salvador—. Cuando le desafiaste a que lo intentara con alguien de su tamaño yvi que eras más pequeño y flaco que ese gigante, pensé que también te tiraría al suelo de untrompón.

El niño lo miró soltando su mano antes que terminara de incorporarse por completo, y esteflaqueó un poco sorprendido.

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—¿Con esa poca confianza en mí es que agradeces que no dejé que te partieran la cara?—No, no quiero decir que no haya creído que pudieras ganarle a ese idiota. Me refiero a qué

me preocupé de que tuvieras que pelear contra él aquí en el colegio, donde te castigarían por eso—dijo Antonio para salvar la situación.

—La verdad es que si Luis Miguel peleara conmigo, seguro me daba una salsa a mí muchoantes que yo a él. —confesó el niño hablando más consigo mismo que con Antonio, quien sehabía agachado a recoger un lapicero que se le había caído con el empujón.

—¿Y por qué te tuvo miedo, no sabía que podía contigo? —indagó Antonio sorprendido porla confesión de ese estudiante que le había salvado el día.

—No. Lo que pasa es que si ese animal se metiera conmigo, más adelante le iría muy mal.La pandilla me vengaría.

—¿Estás en una pandilla?—Sí, soy el jefe del F.D.M.273, y ahora tendrás que estar a mis servicios porque así estarás

bajo mi protección. Luis Miguel no olvidará la humillación que sufrió hoy por tu culpa. ¿Noviste cómo te miró? Estás bajo amenaza, niño.

A Antonio le pareció curioso que lo llamara niño, pues al parecer, ellos dos eran de unamisma edad, aunque luego reconoció que aquel debería de tener más mundo, ya que era líder deuna pandilla.

El timbre que indicaba el final de la hora de recreo sonó con fuerza por todo el patio coninsistencia y desesperación, como para que ningún estudiante lo dejara de escuchar y corrieracada quien a su aula de clases. Los dos niños estaban en el extremo más alejado del patio,empezaron a caminar hacia el edificio de tres plantas que era el colegio.

—Está bien, me uno a tu grupo. —dijo Antonio caminando detrás del líder de la pandilla.A Antonio no le gustaban las pandillas porque una vez escuchó a su difunta madre decir que

los pandilleros eran todos unos delincuentes. Pero era mejor ser pandillero que un muerto amanos del grandulón de Luis Miguel.

—No es así de fácil —le respondió el de la pandilla sin volverse a mirarle—: Primero tienesque pasar por tres pruebas antes de ser uno de los nuestros.

—¿Y cuáles son esas tres pruebas? —quiso saber Antonio con verdadera curiosidad.—¿Estás en el aula 6-A verdad? Muy bien. Tu primera prueba, la de confianza, que no es

más que una simple tarea, será entregarle esta carta a Susana Pilar que se sienta a tu lado en lafila de la izquierda ¿O me equivoco? Qué bueno que no es así, a veces tengo mala memoria yme desubico. Dile que es de parte de un amigo. Ella sabrá lo que significa. Te recomiendo queno la abras si es que sabes lo que te conviene, niño.

Antonio agarró la carta que estaba bien dobladita, preguntándose cómo es qué aquel tipo

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Antonio agarró la carta que estaba bien dobladita, preguntándose cómo es qué aquel tipo

sabía con tanta exactitud donde se sentaba él. Cayó en cuenta que quizás no fuera una meracasualidad que pasara por allí cuando estaba siendo abusado por el imbécil de Luis Miguel.

—La segunda prueba, la del compromiso, consiste en que tienes que hacer mis tareas por unasemana comenzando este viernes. ¿Estás de acuerdo Antonio? No pongas esa cara que no esmucho trabajo en realidad. Mi maestra casi no deja tareas.

El nuevo quiso protestar, pero recordó la mirada de muerte que lo había condenado hacíaunos minutos. Era mejor hacer la tarea de otro por una semana que ser hombre muerto para todala vida. Antonio no se sorprendió de que supiera su nombre. Ya no creía en las coincidencias.

Llegaron a la puerta del curso del pandillero, era el 6-B. Se detuvo un momento para decirlealgo a Antonio que andaba con el brazo medio levantado con la carta en la mano, como para queni se arrugara en lo más mínimo. Él lo agarró por la muñeca y despacio, le llevó la mano hastadonde la camisa del uniforme tenía un bolsillo, haciéndole guardar el papel sin soltarle nunca lamuñeca hasta que la carta estuviera dentro.

—Para la última prueba, la de valor, tendrás que ir esta tarde a casa de Julián, el hijo deldueño del ventorrillo, y decirle que te entregue un huevo podrido de parte mía. Mañana te diréen qué lo vamos a usar.

—¿Un huevo podrido? —Preguntó Antonio extrañado—. ¿Cómo te llamas para decirle aJulián que voy de parte tuya buscando ese huevo?

El otro lo miró con desaprobación porque él era el tipo más popular y temido del colegioparroquial y Antonio no lo conocía.

—Me llamo Felipe Salander —respondió orgulloso, dándole la espalda a Antonio para entraral aula 6-B como si él fuera dueño del mundo.

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TRES

Felipe se movía con sigilo como una serpiente a punto de caer sobre su víctima. Antonio sellevaría una enorme sorpresa. La sentía jugosa en la boca, la saboreaba. Un último arbusto loseparaba del incauto muchacho que se mecía en el columpio bajo el árbol oscuro. Miró la ramagruesa y baja del árbol y vio las texturas porosas de la corteza y los huecos profundos quehabían hecho los pájaros en aquella vieja y oscurecida madera. Aunque era muy vieja, Felipesupo que esa enorme rama soportaría a Antonio columpiarse hasta el fin de los días y nunca serompería.

El arbusto que tenía enfrente no le permitía ver a su colega meciéndose, sólo la parte dondelas dos tiras de cuerda estaban amarradas de la rama. Esperó un momento a que las cuerdas, queya se habían alejado, volvieran hacia él, y cuando llegó el momento indicado, saltó a la carreracomo si su vida dependiera de ello. Lleno de adrenalina y malicia, Felipe fue a darle un susto demuerte a su amigo pero nadie estaba en el columpio que se mecía al viento.

Quería sorprender a su compañero pero el que se llevó la sorpresa terminó siendo él mismo.Se sintió frustrado y enojado, ya no le hacía gracia aquello, su asalto había fracasado. No loentendía y miraba a su alrededor desesperado, buscando lugares donde Antonio pudieraesconderse luego que descubriera su presencia, porque seguro había sido descubierto con todo yel cuidado que había tenido para acercarse a su amigo. Eso lo explicaba todo.

Felipe rodeó el árbol buscando con la mirada entre los setos mientras sorteaba las gruesasraíces que nervosas brotaban del suelo. Descubrió un sendero borroso y medio oculto entre losarbustos que descendía levemente por la pequeña colina. Más abajo se veía una puertadesvencijada que trataba de sujetarse de lo que quedaba de una pared de ladrillos. Pensó queAntonio pudo haberse escurrido hasta ese lugar, pero no era posible que hubiera cruzado esadistancia tan rápido. Antonio tenía fama ganada de ser muy lento a la hora de correr. Sucompañero siempre era quien se quedaba atrás y llegaba último que los demás cuando, por algúnmotivo, había que escapar a la carrera de algún lugar.

Felipe le dio mente. La verdad no encontró ninguna explicación a la repentina desapariciónde Antonio, quien hacía unos momentos se columpiaba bajo la sombra de aquel árbol viejo yennegrecido.

***

Mario había subido al techo de una de las chatarras que bloqueaban el camino a la gran casa

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Mario había subido al techo de una de las chatarras que bloqueaban el camino a la gran casa

destartalada que se veía al frente. Buscó a Felipe con la vista pero no lo pudo encontrar. Maldijopara sí mismo, y lamentó no haber comprado para su hermanito, ese celular que estaba debaratillo en la tienda de Janis.

Observó la ruina que le rodeaba y recordó unas fotografías tomadas por su abuelo hacíamuchos años donde, Víctor Salander, el mejor fotógrafo que tuvo la crónica social en toda lahistoria de Xeter, retrató esos jardines en sus tiempos de gloria.

En las fotografías el camino estaba bien asfaltado con sus hileras de flores amarillas a cadauno de sus lados por donde llegaban los carros, las mariposas que pululaban alegremente sobrelas diferentes clases de rosas que adornaban el jardín. Una hermosa fuente en forma de mujerque cargaba un cuenco en sus hombros por donde derramaba un incesante chorro de agua, másatrás del chorro, un gran y frondoso árbol oscuro que coronaba una pequeña loma aterciopeladade grama verde que brillaba humedecida por los aspersores bajo el sol ardiente de aquel alegreverano. Recordó fotos de la casa en pleno esplendor y cómo los carros lujosos estabanparqueados frente a ella, algunos en la inmensa marquesina que estaba ubicada al lado derechode aquella elegante edificación de dos pisos que fue la casa Alberti. Recordó las fotografías delos cientos de globos de todos los colores que decoraban el lugar, la gran cantidad de comida queestaba dispuesta en las mesas instaladas en el patio, de la gente bailando la música tropical quetanto le gustaba a Don César Alberti. Esas fotografías fueron el primer trabajo que había hechoel abuelo de Mario para la familia Alberti. Ese día fue la celebración del cumpleaños númerodieciocho de Lucio y Malena, y fue la última fiesta que se celebró después de la desgracia queocurrió en aquel lugar.

Repentinamente los alegres colores, de las fotografías que recordaba Mario de aquella época,perdieron viveza en sus recuerdos y todo quedó opaco. La majestuosa casa volvió a ser unaruina y los jardines desaparecieron dando paso a la tristeza y el abandono en que se habíaconvertido todo.

¿Felipe? —se preguntó Mario por acto reflejo al ver a la distancia el movimiento de alguiencorrer entre la maleza, hacia la pequeña loma donde reinaba el árbol oscuro—. ¡Mira muchachodel diablo! —le gritó Mario, exasperado.

Bajó del techo del carro arruinado y corrió adentrándose en el viejo jardín sorteando lasdemás chatarras que estaban regadas por todas partes. A su paso desechaba animales muertosque estaban en estado de descomposición, atravesó arbustos y hierba mala, paredes de mimesque tragó y escupió frente al charco de agua podrida que había a los pies de la mujer de miradamarmórea y vacía, con un cuenco de cemento sobre sus hombros.

Entre muchas incomodidades y picaduras de mosquitos, y quién sabe qué otros insectos,llegó hasta la pequeña loma donde estaba sembrado el viejo árbol. Felipe no estaba en ese lugar.

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Mario se encontró frente a un pútrido columpio de madera donde parecía que alguien sehabía sentado recientemente. Sobre el asiento destartalado ondeaba una melena de telaraña rotaque trepaba despreocupada por una de las cuerdas amarradas a la gruesa rama del árbol.

Aprovechó la altura del terreno para mirar a la distancia, pero no veía a nadie allí, solamentela vieja casa de los Alberti que lo miraba con esas ventanas parecidas a ojos entristecidos. Juntólas dos manos alrededor de la boca y gritó el nombre de su pequeño hermano esperando unarespuesta de él. La brisa cálida de aquel verano sólo le devolvió la respuesta del silencio.

Mario volvió a ver, por unos segundos, la figura de su hermano escabullirse por una puertadestartalada en una pared de ladrillo a medio derrumbar, donde moría el viejo sendero quebajaba por la colina. Le gritó a Felipe pero ya había atravesado el chueco cuadrado en la pared.Resopló perdiendo la paciencia y comenzó a bajar por el accidentado sendero para buscar a suhermano, pensando en las patadas que le daría en el culo cuando lo alcanzara.

Atravesó la arruinada puerta que terminó de caer a tierra cuando se agarró de ella para cruzary Mario casi resbaló por un hueco profundo que había en el suelo. Lo rodeó y siguió caminandosin ponerle más atención porque su celular había sonado, pero antes de terminar la totalidad delsonido del timbre, la llamada se cayó. Pudo leer en la pantalla que la llamada perdida era de sumadre. En ese momento el teléfono se apagó con un ruido electrónico. Se extrañó porque habíacargado el celular en la mañana y nunca lo había escuchado sonar así al apagarse el aparato. Nopuso más caso a ese asunto cuando escuchó una débil voz en la tranquilidad del ambiente.Aceleró el paso para dar alcance a su hermano que estaba más adelante. Iba a llamarlo a vocespara que lo escuchara y fuera a donde él estaba, pero algo en su mente le disuadió de eseimpulso porque era mejor no hacer mucho ruido en aquel lugar. Siempre escuchó a los viejosdecir que algo maligno dormía allí y era mejor no despertarlo. A Mario le entró escalofríos.

Siguió caminando y notó que no se escuchaban los sonidos propios de la naturaleza queprevalecían en los sitios deshabitados. No se oían sapos, grillos o pájaros en las matas. Lo únicoque podía escuchar eran sus propias pisadas que crujían sobre las hojas muertas que alfombrabanel piso del patio lateral donde se encontraba bajo las sombras de unos árboles con una lona viejay desteñida que colgaba de ellos, rota a merced del viento.

En medio de esos árboles y el patio, un poco más allá de la lona, había un claro donde sepodía ver perfectamente el cielo y los rayos del sol que caían sin interrupciones a tierra. En elsuelo había una piscina arruinada y solitaria. Llegó a aquel hueco repugnante que antes era uncentro de disfrute y alegría cuando la familia se reunía a darse un chapuzón en las tardes deverano. Ahora sólo era un criadero de mosquitos y renacuajos que crecían desagradables en unagua verde llena de hojas podridas. Empezó a alejarse de la piscina y vio a su izquierda, por lasventanas de la parte baja de la casa, el abandono que reinaba dentro de ese edificio. Una figura

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ventanas de la parte baja de la casa, el abandono que reinaba dentro de ese edificio. Una figura

cruzó la estancia corroída que Mario estaba mirando. No fue a su hermano a quien había vistopasar entre los escombros. Aquel muchacho era Antonio.

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CUATRO

Al siguiente día de Antonio conocer a Felipe, el aspirante a pandillero por conveniencia,esperaba en el patio del colegio la llegada de su objetivo en la hora de recreo. Mientras esoocurría, trataba de armarse de todo el valor que podía reunir dentro de su cuerpo flacucho. Apoca distancia, Felipe y los demás miembros de la pequeña pandilla, le observaban recostadosen una pared pintada con la imagen de la cara de Jesucristo. El niño nervioso trató de relajar lamano donde tenía el encargo que le había conseguido Julián el día anterior. Alternaba lasmiradas en intervalos que cambiaban de la pandilla, apostada en la pared, a la puerta del baño devarones que estaba al otro lado, cerca de la cancha de básquetbol.

Los muchachos de la cuadrilla miraban con escepticismo al niño del huevo, dudaban que elnovato se atreviera a cumplir con la prueba que tenía que llevar a cabo si quería ser parte de lamanada. Solamente Felipe lo miraba con cierta confianza en que podía hacerlo.

Antonio vio cuando Felipe le sonrió y le hizo una señal cómplice con la mirada. El nerviosoaspirante dirigió la vista al otro lado, a donde le señaló Felipe sonriente. Vio cómo tres niñossalieron del baño y caminaban jugando entre ellos hacia la cancha. Volteó la vista donde elgrupo para ver que lo observaban impacientes, presionándolo como por telepatía para queejecutase la acción que tenía que llevar a cabo en esos momentos.

Respiró hondo y se llenó de coraje para echar a andar tras el trío de muchachos que habíaestado esperando a que salieran del baño.

Caminó indeciso, esperando que pasara un milagro que le impidiera realizar, en esemomento, aquello que tenía que hacer. Se detuvo detrás del más alto de los tres que estaba deespalda a él con el frente mirando hacia la cancha. Un compañero le había pasado una pelota aese estudiante para que hiciera un lanzamiento. Antonio se volteó para mirar hacia atrás dondeestaba la manada que no se habían movido ni un paso de la pared, y vio como Jesucristo lomiraba con pena desde aquel muro. Se volvió, y al hacerlo tropezó con aquel muchacho grandeque ahora estaba frente a él sujetando la bola de básquet a la altura de su barriga.

—Mira por donde andas, estúpido. ¿Qué buscas aquí? Los nuevos no pueden jugar en lacancha. ¿Acaso no lo sabes? —le dijo con desprecio Luis Miguel, quien abarcaba toda la visiónde Antonio con su tamaño.

El muchacho miró nuevamente a la pandilla a modo de auxilio, pero nadie se movió de susitio. Julián, a quien no le caía bien Antonio, bajó la cabeza decepcionado al ver el titubeo delnovato.

No había signos de que ninguno de ellos lo ayudarían.

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Luis Miguel lo empujó con una mano que lo hizo retroceder dos pasos y Antonio casi se cae.—¿No lo sabías o quieres que alguien te lo enseñe? Tú como que andas buscando problemas

—le dijo el grandulón con un acento de amenaza en sus palabras.Los estudiantes más cercanos a ellos que jugaban en la cancha y el patio, percibieron que

pronto se armaría un jaleo y prestaron atención a lo que podría pasar entre aquellos dosmuchachos. Antonio, que no encontró que hacer en aquella situación, improvisó una ideamirando la pelota que Luis Miguel tenía en las manos.

—No. ¿Cómo va a ser hermano? Lo que pasa es que quería decirte que tus compañeros tepasaron la pelota sucia de mierda.

Luis Miguel incrédulo, bajó la vista a la pelota para ver si era cierto que estaba cagada.—Esta pelota no está sucia de mierda —dijo inseguro mientras la hacía girar en sus manos

verificándola.Antonio aprovechó que Luis Miguel tenía la cabeza gacha y le estrelló el huevo podrido que

tenía todo ese tiempo oculto detrás. El huevo se regó en la frente de Luis Miguel salpicándole lacamisa del colegio con aquella inmundicia.

—Tienes razón, estúpido. No era la pelota, es la cabeza tuya la que está sucia de mierda.¡Imbécil! —le dijo Antonio a un Luis Miguel sorprendido que miraba a todo el mundo con unosojos de plato y una desagradable y hedionda masa podrida que le resbalaba por la cara.

Antonio, que no se creía que lo había hecho, se dio a la huida. La sorpresa de Luis Migueldio paso a una rabia inmensa y persiguió al niño entre los demás estudiantes que habían visto laescena y se burlaban de él. Antonio no tenía la destreza ni la coordinación para correreficientemente y su perseguidor le dio alcance con facilidad. Lo agarró por el cuello de lacamisa obligándole a detenerse, jalándolo hacia él. Luis Miguel le dio con el puño entre lascostillas y Antonio se dobló por el dolor. Otro puñetazo le dobló la espalda haciéndolo caer conuna rodilla en el piso, pero Antonio no había perdió el equilibro del todo por una mano quehabía sembrado en el suelo, decidido a no rodar por el golpe. Luis Miguel, rabioso, le dio unapatada en la cara que lo hizo caer de espaldas mirando al cielo.

—¿Entonces eres un loco eh? Vamos a ver qué tan loco eres cuando te mate a golpes. —ledijo el iracundo muchacho a Antonio, posado sobre él mientras el huevo podrido le resbalabapor toda la cara y caía goteante, manchando el uniforme escolar de Antonio que se debatía en elpavimento.

Antonio en el suelo, se veía más pequeño de lo que ya lo era, y Luis Miguel, se veía tanenorme como era en realidad. El grandulón se agachó levantando el puño para golpearlo cuandodos brazos delgados lo sujetaron impidiendo que asestara ese golpe. Antonio vio cuando unnuevo par de brazos abrazaron a Luis Miguel por el cuello desde atrás y una lluvia de patadas y

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nuevo par de brazos abrazaron a Luis Miguel por el cuello desde atrás y una lluvia de patadas y

puños impactaban contra el musculoso cuerpo de su enemigo. La pandilla había llegado en surescate.

Aquella vez Antonio se sintió aliviado al ver al grupo interferir por él. La cara le dolía por lapatada que Luis Miguel le había pegado, pero ese daño no le impidió emocionarse por la riñaque ocurría a su alrededor.

El fornido muchacho se había zafado dándole un codazo en la mandíbula a Julián cuandoeste lo sujetaba por detrás y al soltarlo su agresor, lo tiró al suelo de un puñetazo en la cara. Otralluvia de trompadas cayó incesante sobre el recién liberado, pero se las apañó fácilmente pararepeler a golpes el ataque de Felipe. Luis Miguel era demasiado fuerte para él y Felipe terminócayendo al suelo, fulminado por un golpe en el estómago. Samuel se lanzó contra el hijo delferretero, pero ese Hulk adolescente lo abatió enseguida.

Antonio se preocupó al ver el camino que estaba tomando la pelea cuando vio a Michael, elmás fuerte del grupo, derribar a su oponente abalanzándose sobre él, pero Luis Miguel se lo sacóde encima usando el mismo impulso del atacante. Michael era corpulento, pero no lo suficientepara medir fuerzas con Luis Miguel que los estaba diezmando a todos.

Felipe y Julián volvieron a entrar en la pelea, sujetando, golpeando y mordiendo comopodían a Luis Miguel que no lograría superarlos por más tiempo. No podía luchar contra todos ala vez.

Jiménez, el profesor de educación física, y el viejo Ruiz que impartía lengua española,llegaron corriendo al patio y agarraron a Felipe, Luis Miguel, Julián, Samuel y Michael enmedio de la pelea. Los separaron. Jiménez los acarreó a todos a la dirección para que recibieransus respectivos castigos por pelear en el colegio. Julián, sangrando por la nariz, miró de malagana a Antonio por ver como se zafaba porque los profesores no lo habían visto pelear, ya que élno movió un dedo para ayudar a la pandilla en el pleito. Trató de delatarlo con el profesorJiménez pero Felipe lo mandó a callar.

El profesor Ruiz regañó a Humberto, a Roberto y a Orlando por alentar en la pelea en vez deevitarla, ya que ellos eran estudiantes de promoción y deberían de poner orden entre los máspequeños.

Antonio había aprovechado el jaleo para escabullirse y librarse del castigo, ya que él habíainiciado aquel problema.

Se quedó escondido en un rincón del patio hasta que terminó el recreo. Tomó rumbo al aulade clases tratando de caminar rápido y no llamar la atención de los demás estudiantes porque noquería ser delatado. Antes de entrar en el salón se detuvo en seco. Algo le removió la concienciay pensó que, si era lo suficientemente estúpido para romper un huevo en la cabeza a aquellamole, también podía ser lo bastante estúpido para apoyar a los nuevos camaradas que lo

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mole, también podía ser lo bastante estúpido para apoyar a los nuevos camaradas que lo

defendieron de la paliza. No lo pensó más y fue camino hacia la oficina de la directora delcolegio donde los demás estaban siendo reprendidos.

Antonio llegó a la oficina de la directora Eva y vio como ella despedazaba a los muchachoscon su peculiar forma de impartir castigos. La directora Eva era famosa por ser una mujerterrible. Ellos estaban derrotados ante su presencia.

—¿Qué quieres tú? —preguntó la directora impaciente al percatarse de la presencia delintruso que había llegado sin invitación a su oficina.

—Vine a entregarme —dijo Antonio—. Yo también estaba en el lío. Fui yo quien le rompióel huevo a Luis Miguel en la cabeza.

Luis Miguel empapado, lo miró de mala gana y le hizo una mueca de desprecio.La directora Eva se quedó mirando a Antonio fijamente por unos segundos tratando de

descifrar a ese niño mientras Felipe miraba satisfecho a sus compañeros de pandilla. En esemomento Antonio les había caído muy bien y desde entonces siempre fueron amigos.

La directora volvió la cabeza para ver a Felipe con un signo de interrogación en la mirada.—Sí, directora Eva. Él es uno de los nuestros.

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CINCO

Yolanda había despertado alterada de un terrible sueño. Se encontraba acostada en la cama yno sabía si estaba sudorosa porque el sol del verano le daba desde la ventana abierta o por lapesadilla de la que acababa de despertar. Con mal presentimiento, llamó al teléfono de su hijo,pero la comunicación se cortó apenas timbrar del otro lado de la línea. Insistió varias veces máspero el número parecía desconectado. Recordó con temor aquel horrible sueño donde uno de susdos muchachos era perseguido por algo maligno en una casa abandonada, mientras que el otro sehabía perdido en la oscuridad.

Marcó el número de su marido que trabajaba en La Voz de Xeter, el periódico local, parapreguntarle si él sabía dónde andaban sus hijos. El sonido de la vibración del móvil se sintió aun metro de ella, él había dejado su celular sobre la mesita de noche. Llamó a su extensión en laoficina, pero no estaba en la redacción y le dejó el mensaje para que llamara cuando regresara asu puesto.

Se levantó de la cama y fue a la cocina dónde agarró un vaso de aluminio. Abrió la nevera ylo llenó de agua. Tomó la mitad del contenido y fue al baño donde tomó un pote verde queestaba en el botiquín, sacó dos calmantes y los bebió con la mitad del agua que quedaba en elvaso.

Yolanda había tenido esa fea sensación anteriormente, luego de un angustioso sueño un añoy medio antes, donde Felipe se perdía en una casa abandonada. Esa vez era de madrugada y selevantó preocupada a ver como estaba durmiendo su niño. Al llegar a la habitación de losmuchachos encontró la cama de Felipe vacía, Mario dormía profundo en su cama. La mujer ledio un ataque de pánico y despertó a su hijo y a su marido, ambos se levantaron asustados alescuchar la histeria de la mujer. Buscaron al niño por todos los rincones y al no encontrarlo en lacasa, lo buscaron en la calle. Mario subió a su bicicleta para recorrer las vías cercanas y suspadres subieron al carro para buscar al niño en dirección contraria a la que fue Mario. Su hijonunca había desaparecido y menos de esa manera.

Anduvieron la mitad del barrio en busca de Felipe. El padre estaba preocupado y la madrehistérica de la desesperación. Tomaron la avenida Dexter Ward metiéndose en rojo desde la calleJervas Dudley. Tres esquinas más adelante encontraron al niño de pie, mirando fijamente unasplanchas metálicas. Estaba allí parado, absorto al mundo y la voz de sus padres que lo llamaronvarias veces. Bajaron del carro y su madre abrazó al niño llorando por la preocupación y elnerviosismo que aquello le había causado. Yolanda estaba contenta de encontrarlo sano y salvo.Felipe no se percataba de nada, estaba como una estatua, sonámbulo con los ojos abiertos como

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Felipe no se percataba de nada, estaba como una estatua, sonámbulo con los ojos abiertos como

queriendo mirar a través de las planchas de metal. Los padres del niño no entendían lo quesucedía, no sabían porque Felipe no quería moverse de ese sitio cuando intentaron llevárselo deallí. Entonces se dieron cuenta de dónde estaban. La casa de los Alberti estaba del otro lado deesa barrera reclamando a su hijo.

Yolanda no pudo esperar más la llamada de su marido, se puso unos jeans, una camisetalimpia de Pink Floyd de Mario y los deportivos que ella usaba para caminar por las mañanas. Lamadre sabía dónde estaban sus hijos y ese saber le hizo sentir un miedo terrible que le apretó elcorazón.

Hacía unos días atrás, ella y su esposo habían recibido unas visitas de unos personajes de lomás extraños. Una tarde se les había acercado el primero, un hombre joven que estaba muyinteresado en la historia publicada por ella en Xeter Oculta. El joven dijo ser de una editorialinternacional, la cual se interesaba en ese tipo de historias para publicarlas en una revistarelacionada al tema de lo paranormal. Yolanda le contó todo lo que quiso saber aquel hombre sintomarlo muy en serio. Aunque se expresaba muy educado y cordial, algo le decía que con eseindividuo había algo extraño. Otro personaje muy pintoresco, no tan educado como el anterior,se apareció delante de su puerta un par de noches después, indagando sobre la experiencia de suhijo y todo lo referente a la casa de los Alberti.

El celular de Yolanda emitió una tonada al mismo tiempo que tembló en el bolsillo de suspantalones. Sacó el aparato sin aminorar sus pasos y contestó la llamada.

—¿Dónde estás? —dijo ella al borde de la desesperación.—Estoy en el periódico. ¿Qué pasa? —contestó Francis al escuchar la tensión en su voz.—Tuve otra pesadilla como la que tuve la vez que encontramos a Felipe frente a la casa de

los Alberti. Llamé al teléfono de Mario para saber si andaba con él pero no me contesta. Mesiento angustiada, tengo muy mal presentimiento.

—No te preocupes. ¿Dónde estás ahora?—Camino a la casa de los Alberti, algo me dice que los muchachos están allí. Tienes que

venir Francis, no podemos dejar que esa maldita casa les haga algo malo a nuestros hijos.—No vayas para allá tú sola, no sabemos si de verdad están allí. Espérame en el apartamento

que yo iré por ellos ahora mismo. Y no te preocupes, todo irá bien.Francis cortó la comunicación pero Yolanda no regresó a su hogar, siguió por la calle

Herbert West, ya tenía en frente las planchas de metal llenas de publicidad que clausuraban lapropiedad de los Alberti.

Cruzó la avenida Erich Zann sin ningún tipo de precaución. Un chófer de guagua pública levoceó un improperio cuando tuvo que esquivar a la mujer para no atropellarla.

Ya del otro lado de la avenida, Yolanda recorrió la acera buscando un lugar en la estructura

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Ya del otro lado de la avenida, Yolanda recorrió la acera buscando un lugar en la estructura

que le permitiera o facilitara la entrada a la propiedad porque no podía treparla. No pudoencontrar una vía de acceso y su desesperación creció más. Varios metros más adelante vio a losamigos de Felipe deambular por la zona y estos, al ver a la madre de su líder, emprendieron lahuida disimuladamente. Entonces fue cuando la madre confirmó sus sospechas, sus hijos estabanen la casa maldita. Llamó nuevamente al celular de Mario pero sólo le habló la estática.Desesperada, Yolanda comenzó a llorar recostada de la barrera metálica. Pensó en llamar aPrice, uno de aquellos extraños individuos que los habían visitado hacía unas noches, peropronto descartó la idea porque Francis le había dicho que no tratara con ese hombre.

La madre desesperada esperó a su esposo rezando para que nada malo les pasara a sus hijosen aquel lugar tan peligrosos.

***

Felipe caminaba por un lugar oscuro y cavernoso, se había lastimado una pierna y sentía losardores de varios raspones distribuidos por todo el cuerpo, le dolía la cabeza y estaba muyasustado. Aquel sitio le daba mucho miedo.

Felipe, al descubrir que Antonio ya no estaba meciéndose en el columpio, había bajado porel sendero que descendía desde la pequeña colina donde estaba el árbol oscuro y cruzó la viejapuerta en la pared de ladrillo. No vio el hueco que había en el piso y resbaló por el hasta caer enlo que parecía una cueva donde ahora se encontraba lastimado.

Más adelante, en la oscuridad del lugar, vio que una parte de la cueva estaba iluminada porun débil resplandor y caminó cojeando hacia allí entre charcos de agua que se formaban en elsuelo, apoyándose en las paredes irregulares de aquel negro y húmedo agujero.

A lo lejos escuchó sonar el timbre de un teléfono que repiqueteó a poca distancia. El sonidoviajó por donde él había caído, y Felipe trató de volver sobre sus pasos para pedir ayuda.Tropezó con una piedra, y por el poco equilibrio a causa de la cojera, perdió la estabilidad ycayó al suelo sobre un charco de agua.

—¡Estoy aquí abajo! —gritó a quien quiera que fuese que estuviera allá arriba, pero a causadel miedo, el dolor de la caída o la desesperación, la voz no le salió tan potente como hubiesequerido.

Cuando logró calmar su miedo se levantó con dolores y pidió auxilio repetidamente, pero alparecer la persona que estaba por ese lugar ya se había ido.

Asustado, se esforzó en no volver a pisar mal en ningún sitio avanzando por la cueva.Mientras se acercaba a la luz, sus ojos fueron distinguiendo poco a poco el lugar donde seencontraba. Comenzaba a distinguir la rugosidad de las paredes de la cueva, las piedras, el aguaque se posaba en el suelo.

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Llegó a un lugar donde la cueva dejaba de ser cueva y se convertía en un túnel construidorústicamente. Felipe avanzó por un piso llano agarrándose de las paredes mal empañetadas decemento. Llegó al final del túnel y a su derecha una escalera deforme subían a una puertacerrada que estaba en lo alto. En la puerta había un hueco que permitía que entrara la claridadpálida que se reflejaba en la pared del túnel. Subió los escalones con dificultad por el dolor quesufría en la pierna derecha. En lo alto de la escalera se detuvo un momento a descansar un poco.Estudió la puerta y miró por el hueco para encontrarse con alguien observándolo del otro lado,de pie en medio de una habitación contigua.

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SEIS

—Estos carajitos tienen que estar locos para meterse en este sitio —pensó Mario mientrasperseguía a Antonio por la casa, gritándole y aconsejándole que dejara de correr por ese lugartan peligroso. El niño no le hacía caso y seguía a la carrera, dando saltos entre los escombrosmientras soltaba carcajadas de locura.

Mario lo perdió de vista al doblar una esquina entre los retorcidos pasillos de aquella casaperversa, y por primera vez desde que entró en aquel lugar, fue consciente de las verdaderasdimensiones del caos y la corrosión que había a su alrededor. En esa parte de la casa se podíaver todo casi perfecto por la iluminación del sol de la tarde que entraba por los ventanales de lahabitación, a excepción de ciertas estancias que estaban sumergidas en la oscuridad porque el solno llegaba a esas partes. Las paredes estaban sucias y descascaradas, la pintura seca caía porpedazos mezclándose con la basura que rodaba por el piso. Las habitaciones estaban decoradaspor muebles destrozados, llenos de polvo y telarañas. Vio a unas cuantas ratas grandes y gordascorrer asustadas por los pasillos manchados de podredumbre. Aunque muchas ventanas estabanrotas o sólo existían los marcos en la pared y dejaban pasar la brisa caliente del verano, la casase sentía fría y el aire estaba muy denso, respirar se hacía un poco difícil. Mario olió el hedorparecido al de la carne podrida que impregnaba el lugar causándole asco. Sintió una presenciaque estaba junto con él en ese sitio, vigilando, aunque en esos momentos se encontrabatotalmente solo. Algo maligno lo observaba desde los rincones oscuros de aquella estancia.Sentía como si la casa lo odiara y no quisiera que él estuviese allí.

Salió de esa habitación en la dirección que pensó Antonio había tomado, caminando concuidado para no pisar toda la porquería que estaba regada en el piso. Escuchó algo como si fuerauna voz ininteligible que había llegado a sus oídos con la brisa y pensó que era un efecto delviento causado por aquellos pasillos de pesadilla.

Salió a otra parte de la casa, distinta a la que había estado anteriormente, pero igual dearruinada y mucho menos iluminada por el sol. Entre la poca claridad divisó en el centro de lahabitación una gran mesa oscura de comedor rodeada de sillas destartaladas y colocadas al azar.Más allá de la mesa podía ver una puerta que casi se confundía con las sombras que bañaban lapared. Mario caminó para atravesar el comedor y dirigirse a esa salida pero, cuando se acercó ala mesa, se espantó y dio un salto por la sorpresa y el susto cuando vio que varias de esas sillasestaban ocupadas por unos cuerpos retorcidos, sentados como si estuvieran dispuestos a cenar.Había cuatro cadáveres resecos, vestidos con ropas podridas que en algún tiempo fueron ropasfinas y elegantes. Se podía leer sin dificultad las muecas del horror en sus rostros momificados.

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finas y elegantes. Se podía leer sin dificultad las muecas del horror en sus rostros momificados.

Sopló el viento y esta vez Mario pudo entender claramente el susurró que le llegó como sialguien le susurrara al oído. “Todos ustedes morirán”. Mario se dio a la carrera y salió muerto demiedo de aquel lugar. Maldijo a Felipe y a Antonio y juró que los mataría a ambos cuando losencontrara.

Pasó corriendo frente a una puerta amplia, donde unos pocos escalones daban acceso a unaestancia que había a un nivel más bajo, y fugazmente vio a Antonio dentro de esa habitación. Sedetuvo de golpe y casi se cae al resbalar con una arenilla regada en el piso. Retrocedió unospasos y entró al lugar, bajando con cuidado aquellos inseguros escalones. Vio a alguien lucharcontra Antonio, pero la poca claridad que quedaba en la habitación no le permitía identificar conquien estaba luchando.

—¡Suéltame coño! ¿Te volviste loco? —escuchó Mario al desconocido gritarle a Antonio enmedio del forcejeo. Él conocía esa voz muy bien, era la voz de su hermano.

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SIETE

Cuando Teodoro Guzmán había regresado con los medicamentos de la farmacia, Antonio noestaba en el apartamento. Pensó en lo increíble que era su hijo que, con altas fiebres, habíasalido a la calle a jugar en esas condiciones.

El chico había cambiado mucho tras la muerte de su madre, la falta que le hacía su mamá leafectaba bastante y a veces hacía cosas sin sentido, como aquella de salir a jugar a la calleestando tan enfermo. Una vez casi le hace perder su trabajo en el colegio parroquial cuandoAntonio le explotó un huevo en la cabeza a uno de los estudiantes, que luego ocasionó una peleaentre otros alumnos. Su hijo también le había hecho pasar apuros con algunos vecinos ydesconocidos por otras travesuras que había hecho con sus amigos por todo el barrio.

Él niño había amanecido extrañamente enfermo. En la noche había tenido desvaríos y hablóen sueños. Por lo poco que Teo pudo entender entre balbuceos, sus sueños estaban relacionadoscon la residencia de los Alberti.

Teodoro se paró en la entrada de su domicilio en el edificio residencial Jack Kolby y desdeallí les preguntó por su hijo a sus vecinos que jugaban póquer en el parqueo mientras unapequeña niña jugaba correteando con su perro. Fernando, César y Diego levantaron sus miradasde la mesa de juego y se miraron indecisos, preguntándose entre ellos si alguno vio a Antoniosalir. Ninguno había visto al infante en todo el día.

Teo volvió a entrar y agarró el teléfono adherido en la columna del desayunador, marcó a lacasa de uno de los mejores amigos de su hijo. El aparato sonó muchas veces sin conseguir quealguien lo levantara del otro lado, nadie estaba en la casa donde vivía Felipe.

A él no le había agradado nada que su hijo soñara con la casa de los Alberti. Su propio padre,quien por un tiempo trabajó para ellos, le había contado historias sobre esa nefasta familia ysobre cosas pavorosas que ocurrieron allí. El mismo Teo había tenido pesadillas en esa épocacuando su padre le había contado aquellas historias.

Ramón Guzmán, papá de Teodoro, una vez le contó que César Alberti había llegó de NuevaYork huyendo de una guerra entre mafiosos de la que había salido muy mal parado. Él habíasido un gángster poderoso y se estableció con sus hijos en la ciudad de Xeter a finales de 1956.Su esposa Aída había muerto en un atentado dirigido a César en New York, lo que ocasionóaquella guerra de la que los Alberti tuvieron que escapar.

César tenía una buena fortuna que había ganado deshonestamente en los Estados Unidos conla que compró ese gran terreno en la avenida Erich Zann donde mandó a construir el magníficocaserón.

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El gángster tenía, fruto de su unión con Aída, una pareja de gemelos de doce años: Malena yLucio.

Malena era una niña preciosa tanto en lo físico como en lo espiritual. Era muy alegre,delgada de tez blanca, boca grande, sonriente y vivaces ojos oscuros. Tenía el pelo negro ylustroso que le caía por la espalda como una cascada. Todos la querían por su candidez,inteligencia, nobleza y amabilidad. Le gustaba el baile, el canto y tenía debilidad por losanimales. Esa niña era la luz de los ojos de Don César Alberti.

Lucio era el retrato masculino de su hermana, pero a diferencia de ella, él era callado,huraño, aburrido, desaplicado y antipático. Siempre celoso de su hermana por ser a quien elegíala gente, y sobre todo, celoso de que ella fuera la favorita de su padre, quien siempre estabaorgulloso de su niña y le consentía a cada momento mientras que a él lo relegaba a un segundoplano. Lucio crecía con rencor hacia su hermana Malena, y ese rencor crecía más rápido de loque estaba creciendo el muchacho que lo llevaba dentro de su corazón.

En 1962, los gemelos cumplieron la mayoría de edad y la casa Alberti bulló de alegría. DonAlberti lo había festejado a lo grande como cada año lo hacía cuando sus hijos cumplían años.No reparaba en gastos e invitaba a las familias más ricas e influyentes de la localidad y otraspersonas que viajaban desde otras ciudades a Xeter para compartir con César la felicidad queacarreaba la festividad del aniversario del nacimiento de sus hijos.

En la noche la fiesta seguía muy animada, cuando por encima de la música, se escuchó elgrito de terror de Marta, la sirvienta que se encargaba de servir a los gemelos. Todos corrieron aver qué había sucedido que la sirvienta había gritado de esa manera. Al llegar allí el horrorsorprendió a los presentes cuando vieron a Malena muerta, tendida en el piso con un cuchillo decocina clavado en el estómago y la sangre manchando el piso de cerámica blanca. Lucio estaba asu lado, sorprendido con las manos manchadas de sangre.

—Fue un accidente —dijo el muchacho con un hilillo de voz a causa del shock.Lucio había asesinado a su hermana.Aquella fue la primera de las tragedias que acontecieron en esa casa donde la mala fortuna o

lo maligno había hecho su hogar. Varios años después de la muerte de Malena, Don César murióde forma sospechosa. Con el tiempo, varios familiares que habían ocupado la propiedad despuésde la muerte de César, también murieron de forma extraña y violenta.

Los habitantes del vecindario contaban que sonidos extraños se escuchaban en la residencia.Algunos vecinos decían que los Alberti habían asesinado a Lucio por lo que él le había hecho asu hermana, y que su espíritu de asesino había regresado del más allá para vengarse de la familiay era el causante de todas aquellas desgracias.

Los empleados dejaban de trabajar en la casa y los familiares que habían podido irse se

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Los empleados dejaban de trabajar en la casa y los familiares que habían podido irse se

marcharon de ese lugar poseído.Teo recogió las llaves de la mesa y salió del apartamento, subió a la guagua del colegio con

la que regaba a los estudiantes pequeños y salió a buscar a Antonio por las calles de la barriada.Entendía por lo que estaba pasando el muchacho tras la muerte de su madre, pero ya era horaque tuviera una clara charla con su hijo.

Encendió el vehículo y lo puso en marcha. Miró por el retrovisor y vio como se alejaba delos vecinos que jugaban cartas sentados en el parqueo.

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OCHO

Felipe había visto con sorpresa a Antonio por el agujero que tenía la puerta al tope de lasescaleras por las que había subido desde la cueva. Antonio también lo estaba mirando, lo habíavisto primero que Felipe a él. El muchacho maltrecho abrió la puerta contento por ver a sucompañero y atravesó cojeando el umbral, entrando en aquella estancia desolada y sucia dondeAntonio estaba de pie justo al frente.

—Contento de verte, tonto. Me la jugaron bien —dijo Felipe con una gran sonrisa en la cara—. Ya me estaba dando miedo estar aquí solo. Entré de la peor forma cayéndome por un malditoboquete en el suelo que...

Se interrumpió a sí mismo al darse cuenta que su amigo no se había movido de su sitio nihabía expresado el más leve movimiento ni reacción al encontrarse con él. Felipe lo miró allí depie donde estaba en medio de la estancia y entendió que algo malo estaba pasando con sucompañero, entonces se dio cuenta del abandono, el caos y el pestilente hedor que había enaquel lugar. Miró a la cara al muchacho que estaba parado frente a él en aquella habitacióncaótica y fue como si en vez de ver a Antonio lo que viera fuera una copia odiosa de su amigo.Felipe dejó de sonreír inmediatamente.

Antonio se movió por vez primera desde que Felipe lo encontrara y salvó la distancia quehabía entre los dos con lo que a Felipe le pareció dos escasas zancadas. Su amigo lo agarró porel cuello y lo chocó contra la puerta del agujero que crujió en su espalda. Lo único que vioFelipe a continuación fueron los ojos llenos de odio de Antonio. No entendía qué le pasaba a suamigo pero su maltrato lo indignó y forcejeó con él para quitárselo de encima. Antonio demostróuna fuerza física que Felipe nunca había sentido en el muchacho, y no pudo soltarse del brazoque lo atiesaba con una mano apretándole el cuello. Una ola de rabia y desesperación atacó aFelipe y se agitó fuertemente para liberarse de Antonio sin obtener buenos resultados.

—¡Suéltame coño! ¿Te volviste loco? —le dijo mientras luchaba por liberarse pero elagresor no dijo ni una sola palabra y Felipe pudo sentir el mal olor a vómito que Antoniodespedía.

—¿Qué pasa aquí? ¿Ustedes están drogados o qué? —preguntó Mario que había entrado enla habitación y agarrado a cada uno de los muchachos por la nuca para separarlos.

Felipe se sorprendió aliviado por la llegada de su hermano y dejó de luchar. Antonioaprovechó el momento y le dio un golpe a Mario en la boca del estómago con el puño cerradoque le sacó el aire. Mario no quería golpear al muchacho en realidad, pero de rabia y por actoreflejo, le dio una patada en el pecho que hizo que Antonio cayera de espalda al piso. Mario

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reflejo, le dio una patada en el pecho que hizo que Antonio cayera de espalda al piso. Mariorápidamente se prestó a hacer un gesto de disculpas al muchacho cuando lo vio caerruidosamente sobre la mugre, pues no era su intención maltratarlo tanto, pero Antonio se levantóveloz al tocar el piso asqueroso y encaró al recién llegado. Su cara reflejaba burla con una bocaque dejaba caer baba mientras hacía una mueca que pretendía ser una sonrisa.

—¿Qué le pasa a este? —preguntó Mario sorprendido.—No lo sé, lo encontré así y trató de ahorcarme —respondió mientras se acercaba a su

hermano mayor.—¿Y qué te pasó a ti que estás cojeando? —lo interrogó al ver la forma lastimera con que

Felipe se desplazaba entre la mugre.—Me caí por un hoyo en el suelo por estar corriendo detrás de este imbécil. —explicó Felipe

sin dejar de mirar a Antonino que seguía babeando con cara de anormal.—No sé qué es lo que está pasando con ustedes dos —dijo Mario regañándolos —pero sea lo

que sea lo vamos a resolver afuera. Este no es lugar adecuado para estar, aquí hay gente muerta.Mario se dispuso a salir de la habitación mientras Felipe se sorprendía por aquella noticia.

Quiso saber a qué se refería su hermano con eso de que había gente muerta en aquel sitio.Apenas Felipe comenzó a decir algo cuando Mario sintió el impacto de algo chocar contra el

suelo. Antes de salir de la habitación, el hermano mayor se volteó para ver que había sido eseruido y vio a Antonio arrastrar a Felipe por el suelo asqueroso, tirando de él por un brazo comosi fuera un muñeco de trapo.

Felipe soltó un grito de dolor que enfureció a su hermano. Mario se lanzó contra Antonio yeste retrocedió de un salto imposible para cualquier ser humano y se posó pegándose en el techo,mirando para abajo con unos ojos de odio.

—¡De aquí nadie saldrá vivo! —exclamó Antonio con otra voz que no era la de él, una vozgruesa y sobrenatural que salió de su boca babeante mientras se arrastraba a cuatro patas comouna araña gigante por las paredes y el techo.

—Parece que es cierto. El espíritu de Lucio Alberti puede poseer a la gente en este sitio.Ahora a poseído a Antonio —dijo Felipe y aterrorizado se levantó de la suciedad del piso, pasócorriendo al lado de Mario con toda la velocidad que le permitió el dolor de la pierna herida, sinver el horror que había adquirido la cara de su hermano al ver a Antonio en esa condición.

Antonio se lanzó sobre Mario y los dos rodaron por el piso. Mario terminó abajo y sintió elgoteo asqueroso de la saliva de Antonio sobre su cara cuando lo agarraba por el cuello tratandode ahorcarlo. Mario forcejeó y le propinó uno, dos, tres puñetazos en las costillas al endiabladomuchacho y Antonio cedió soltando un gemido de dolor. Mario aprovechó y se quitó de encimaa Antonio empujándolo, se levantó rápido y le dio una patada de lleno en la cara. Antonio rodópor el golpe revolcándose en la oscura suciedad de aquella pequeña habitación y miró a Mario

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por el golpe revolcándose en la oscura suciedad de aquella pequeña habitación y miró a Mario

con rabia. Descargó un nuevo ataque contra él pero Mario lo esperó con un puñetazo en plenorostro que hizo que el pequeño demonio retrocediera.

—¿Quién demonios eres que has poseído a Antonio? —le preguntó Mario —¿Eres LucioAlberti que ha vuelto del infierno?

Miró a Mario con sus ojos rojos como si aquel nombre le debiera significar algo. Entoncesfue cuando la certeza de un conocimiento que había olvidado iluminó su cara desencajada.

—Alberti —dijo para sí mismo con una voz trémula en su garganta.El poseído le dedicó a Mario lo que pudo haber sido una sonrisa y subió de un salto a una

pared cercana y de allí, con un movimiento ágil, escaló hasta el techo para atacar nuevamentedesde arriba. Saltó otra vez sobre su oponente para golpearlo, pero Mario fue rápido y loesquivó en el último momento. Mario aprovechó la ocasión agarrando a Antonio por un brazo,tirando de él con fuerza, dando una vuelta que lo arrastró hasta que tomó suficiente impulso paraluego soltarlo. Antonio se estrelló contra una pared dándose un golpe tremendo en la cabeza.Mario lo vio caer estrepitosamente al suelo y corrió para salir de la habitación, dejando atrás aese engendro del demonio.

El poseso se levantó como en cámara lenta mientras un chorro de sangre le bajaba por la caray sus ojos se ponían en blanco. Su cuerpo delgado comenzó a convulsionar y expulsar susfluidos corporales. Las extremidades se alargaron estirando al máximo la piel, tomando unaforma anormal. Vomitó sangre mientras en su espalda le sobresalía un bulto que nacía y le hacíaarquear el cuerpo hacia delante y abajo. Sus ojos se volvieron brillantes en la oscuridad comodos esferas de metal al rojo vivo. Miró sus manos con aquellos nuevos ojos y una nueva formade ver las cosas y contempló cómo sus dedos se extendían y crecían sus uñas dolorosamente,transformándose en garras. Lanzó un alarido de furia que salió potente de una boca llena dedientes afilados y encías ensangrentadas que se escuchó por toda la casa.

Aquel ser había dejado de ser Antonio totalmente y salió disparado tras de Mario a unavelocidad increíble.

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NUEVE

El comercio que bullía los demás días de la semana en la avenida Erich Zann estabadormido, era domingo y las tiendas y negocios de la transitada avenida estaban cerrados. Elúnico local que permanecía abierto los domingos era la cafetería de Odalis, donde él seencontraba esperando a que los niños frente a la cerca, dejaran de jugar para entrar en lapropiedad abandonada. Hacía años que esperaba en las sombras y con ansias ese día, el día quedetendría para siempre el mal que existía en aquella casa.

Los niños se retiraron al otro lado de la calle mal disimulando algo y luego salieron a lacarrera. Los otros dos que habían entrado, uno pequeño y otro más grande, nunca llegaron a salirluego de la huida de los que habían quedado fuera.

Él se levantó de la silla donde estaba sentado apretando un bolso viejo contra su pecho y sushuesos cansados protestaron. No es que hubiese pasado tanto tiempo en aquella incómoda silla,es que en su vejez ya era una sombra del hombre que había sido, un anciano acabado, golpeadopor una vida pesarosa. Lo único que lo mantenía en pie era la responsabilidad de acabar contodo aquello de una vez por todas.

Antes salir de la cafetería vio a una mujer que examinaba la construcción que cercaba lapropiedad Alberti. Él retrocedió sentándose nuevamente en la silla, observando como la mujer sederrumbaba contra una de las planchas metálicas y se echó a llorar.

El anciano trató de descifrar el porqué de su sufrimiento. Tal vez aquella mujer era la madredel niño que había saltado sobre la pared de metal o tal vez del segundo muchacho que más atráspenetró dentro de los terrenos Alberti. Sea como fuera aquello no le pintaba bien, algo muy maloestaba pasando y él tenía que hacer algo para que no ocurriera otra desgracia.

Salió de la cafetería con pasos decididos llevando su bolso entre la escasa clientela que habíaen el lugar. Una señora que tenía muchos años trabajando en el local se quedó mirando al viejodesgastado que había salido a la calle atesorando aquel bolso. Se notaba que en una época fue unhombre esbelto, pero el pasar de los años había hecho grandes mellas en su cuerpo. Su cara leera conocida, una cara que tenía mucho tiempo sin volver a ver. Quizás ese viejo de ropaslamentables era algún conocido de su juventud. La señora se esforzó por recordar dónde habíavisto aquel rostro y de repente esa misma cara, pero muchos años más joven, le llegó a lamemoria. Se llevó las manos a la boca totalmente sorprendida y el miedo se apoderó de supecho.

El viejo caminó por la calle bajo el sol del verano y un carro gris se parqueó delante de lamujer que sollozaba. Un hombre robusto y con gafas se desmontó del vehículo e interactuó con

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mujer que sollozaba. Un hombre robusto y con gafas se desmontó del vehículo e interactuó con

la mujer. El viejo se esforzó por escuchar las explicaciones que ella le daba al recién llegado yseñaló por dónde habían corrido los niños en su escape, también le habló sobre los otros queestaban dentro. Al parecer los dos muchachos eran sus hijos y ese hombre su marido.

El esposo la consoló por un momento y luego le entregó las llaves del carro, le hizo lapromesa de que todo saldría bien. El viejo se dio cuenta de que la mujer le creyó a su marido porla resignación que vio en su cara. Él también quería creer que todo saldría bien pero estabaseguro que las cosas no serían exactamente así. Por lo menos no para todos.

El hombre con gafas trepó por la pared metálica y cuando estuvo arriba, antes de bajar alotro lado, se despidió de la mujer indicándole que estaba de acuerdo, que buscara a SolomonPrice por si acaso, pero que él no se fiaba de ese tipo.

Ella subió al vehículo y arrancó a realizar lo que el marido le había pedido.Después de que el hombre con gafas había saltado dentro del terreno de los Alberti, el viejo

se alejó un poco de aquella zona buscando un lugar por donde pudiera penetrar el la propiedad.Lanzó el bolso por encima de la cerca y trepó con mucha dificultad. Ya del otro lado, mirando elpaisaje melancólico y abandonado del lugar, le llegó una profunda tristeza embargando sucorazón mientras cruzaba frente a un viejo árbol oscuro camino a la casa.

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DIEZ

Felipe se esforzó en correr lo más rápido que el miedo le permitió, pero su pierna lastimadaterminó disminuyendo su carrera. Pensó que Mario venía corriendo detrás de él cuando huyódespavorido, y al ver que su hermano no venía, se lamentó por ese error. No comprendía quéhabía pasado con Antonio ni cómo podía realizar aquellas cosas.

—Tal vez eran ciertas las historias terroríficas que se cuentan sobre este lugar —pensó envoz alta buscando una explicación a todo aquello y se asustó al escuchar el sonido de su propiavoz.

Nunca había visto esa expresión en la cara de su amigo, tampoco esa fuerza. Felipe recordóhorrorizado como Antonio, o aquella cosa que se hacía pasar por Antonio, se movía por lasparedes como una malévola araña humana. Era como en aquellas películas de exorcismos. No lopodía creer.

Perdido en las sombras en la casa maldita, miró como la claridad del día había desaparecidocasi por completo. Los tímidos rayos del sol se extinguían rápidamente, el atardecer habíallegado y pronto se quedaría solo en la oscuridad. Sintió aumentar su miedo y un escalofríointenso le recorrió el cuerpo.

Entró en el comedor de la casa. Una enorme mesa dominaba esa habitación. Felipe se acercóy vio los cadáveres momificados que estaban sentados en la sillas. Se asustó e intentó salircorriendo de aquel lugar cuando chocó con una figura dura y oscura. Desde el suelo sucio ypegajoso, Felipe miró aquella sombra negra sobre él. Un hombre acercó una mano huesudacomo la mano de la muerte y fue como si el brazo se extendiera por la oscuridad hasta Felipequien se asustó y gritó por el pánico.

—No voy a hacerte daño —le dijo el hombre con voz grave —¿Qué haces en este lugar?Este no es un sitio donde deberías de estar.

Felipe muy asustado, tomó la mano de aquel extraño. Miraba tanto al desconocido como alos cadáveres momificados que estaban sentados en el comedor.

—¿Son cadáveres? —preguntó el muchacho horrorizado, esperando que la respuesta a supregunta sea negativa y aquello sólo fuera producto de su imaginación.

—Sí —asintió el viejo —y es hora de que te marches de aquí.—¿Pero y Mario, mi hermano? Él quedó atrás con Antonio… pero Antonio ya no es él

mismo… trepa por las paredes y…Felipe trató de explicarse ante aquel desconocido, pero el viejo le interrumpió con el gesto

frío de una mano. Felipe se fijó en el bolso extraño que tenía en el otro brazo y la forma en que

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frío de una mano. Felipe se fijó en el bolso extraño que tenía en el otro brazo y la forma en que

lo llevaba contra el pecho.El viejo se percató de que Felipe veía su bolso e instintivamente lo apretó más contra si

mismo.—Vete de aquí ahora que puedes, muchacho. Puede que yo logre hacer algo por tu hermano,

pero por lo que me has intentado decir sobre Antonio, para él ya es tarde. Él está poseído poruna entidad que no debería existir en este mundo.

El viejo le indicó con la mano libre a Felipe por donde tenía que salir. Se acercó al comedordonde estaban los cuatro cadáveres resecos, postrados como olvidados reyes de historiasantiguas. Los miró fijamente y sintió una honda pena en su corazón.

Se desembarazó del bolso colocándolo sobre el comedor y sacó de su interior un libroantiguo. Abrió el volumen sobre la mesa y Felipe, que no se había marchado todavía, sintió unaextraña sensación cuando aquellas hojas fueron abiertas y fue como si repentinamente lahabitación hubiera quedado más oscura.

El viejo buscó dentro del libro y levantó varias páginas sueltas para aprovechar la poca luz.Organizó algunas de aquellas hojas que eran de distintos tamaños que las páginas originales dellibro y las colocó una al lado de la otra sobre el comedor. El viejo carraspeó aclarándose lagarganta y recitó un pasaje en una lengua extraña que Felipe nunca había escuchado en su vida.Mientras recitaba en aquel lenguaje extraño, rociaba un polvo verde que brillaba en la oscuridad.

Felipe no le veía el rostro porque el hombre de negro le daba la espalda y su miedo prefirióque mejor fuera de esa manera, sintió que no le gustaría verlo. La voz del viejo sonaba profunda,de ultratumba por su garganta desgastada por los años.

Cuando aquel cántico cesó, los cadáveres chillaron espantosamente mientras sus resecoscuerpos tremolaban sobre las sillas. Felipe paralizado por el miedo y el viejo que estaba de piefrente a la gran mesa de madera negra, oyeron aquella cacofonía de terror y observaron como laspieles agrietadas de los muertos se fueron convirtiendo en polvo, desmoronándose sobre susasientos como si fueran de ceniza.

—¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó el muchacho al anciano que había apoyado ambasmanos sobre la superficie empolvada de la mesa y a quién sólo se le veían los hombros sobre uncuerpo cubierto de aquellas ropas viejas y la mata de pelo blanco que coronaba una cabezagacha por el cansancio.

El hombre se volvió para ver al muchacho con una mirada de desaprobación porque él seguíaallí y no se había marchado como le indicó. Felipe vio su rostro acabado y comprendió querecitar aquellas palabras le había costado mucha energía al hombre desconocido.

—Acabo de destruir los cadáveres con los que se recargaba la maldad que se adueñó de estacasa todos estos años. —le contestó el anciano con una voz cansada y resignada —Pero todavía

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casa todos estos años. —le contestó el anciano con una voz cansada y resignada —Pero todavía

me falta lo más difícil, acabar con el ser maligno que se alimentaba de estos cuerpos.En eso se escuchó un grito de furia y desesperación que reverberó por todas las estancias de

aquella devastada casa. Felipe sintió que le saltaba el corazón fuera del pecho.—Ya sabe que estoy aquí —dijo el viejo con una voz cansada y un brillo extraño en los ojos

que se distinguía bien en la poca claridad de la habitación. —es tiempo del enfrentamiento final.El hombre guardó dentro del libro las hojas sueltas que había acomodado sobre la mesa y lo

recogió abrazándolo sobre su pecho como lo llevaba anteriormente.—Y tú, muchacho imprudente, es tiempo de que te largues de aquí. Lo que se acerca es

peligroso, estoy casi al límite de mis fuerzas y no podré defenderte de lo que viene.Salió de la habitación con pasos cansados y Felipe se quedó mirándolo marcharse agotado,

dejándolo allí, solo en la creciente oscuridad. Le entró más miedo del que ya tenía cuandoescuchó los pasos del viejo alejarse y entendió que él estaba corriendo un peligro inmenso.

***

Francis había entrado en la casa forzando la puerta principal y vio la catástrofe en que sehabía convertido aquella magnífica antesala. Anduvo por un salón donde una amplia escalera seesforzaba por seguir elegante y digna hasta el segundo piso. Debajo de los escalones había unapuerta que daba a una amplia sala destrozada como todo el resto de la casa. Frente a él había unpasillo angosto que daba a otra habitación. Entró en el pasillo y escuchó algo moverse frente a élen la poca claridad del lugar. Reconoció a Mario que venía corriendo a toda velocidad, y Francisno pudo creer lo que estaba persiguiendo a su hijo. Era algo imposible que corría por lasparedes.

—¡Corre papá! —gritó Mario aterrorizado.Su padre salió del pasillo y volteó para ver como su hijo salía de la angostura y aquella cosa

extraña saltaba sobre él alcanzándolo y haciéndole caer al suelo.Mario Salander vio desde el piso como su progenitor le arrancaba de encima a Antonio que

estaba sobre él, golpeándolo. En el rostro de su padre se reflejó el asco que sintió al tocar la pielbabosa del demonio.

—Levántate rápido —le indicó a su hijo mientras lo ayudó a levantarse sosteniéndolo por unbrazo—. ¿Se puede saber qué demonios hacen ustedes dos aquí? ¿Dónde está Felipe?

—No estoy muy seguro dónde esté Felipe, papá —dijo Mario asistido por su padre—. Perocreo que Antonio está poseído por el espíritu maligno de Lucio Alberti. Al parecer las historiassobre esta casa maldita son ciertas.

—Arrbertii…Sí —la voz grotesca arrastró las palabras como si intentase corroborar lo queMario le había dicho a su padre.

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—Y lo admite el muy miserable.—Aguarda un momento. Espero que esto no sea una especie de juego entre ustedes porque si

es así, Mario… —le manifestó Francis a su hijo mayor y luego se dirigió a Antonio—. Lomismo irá para ti, muchacho. Ya hablaré con Teo de esto más tarde.

—Créeme papá, esto no es un juego —le habló Mario preocupado—. ¿Acaso no ves cómoestá Antonio? No somos expertos en maquillajes ni efectos especiales como Richard Taylor. Nisiquiera Chris Barnes pudiera emular una voz así.

Francis no entendía quienes eran esas personas que su hijo había mencionado pero miró aAntonio y entendió lo que Mario le decía. Algo verdaderamente sobrenatural actuaba sobre esemuchacho. Encaró a Antonio que los miraba a ambos a la expectativa, babeando y haciendosonidos extraños y guturales. El periodista se acercó para sacarle información al supuestoposeído.

—¿Quién eres y qué quieres de nosotros? —preguntó pero el muchacho no le respondió.—¿Eres Lucio Alberti quién está poseyendo el cuerpo de Antonio? —preguntó nuevamente

y Francis se sintió estúpido luego de hacer esa pregunta. Aquella cosa que, a duras penas separecía al mejor amigo de su hijo menor, no era el tipo de entrevistado al que él estabaacostumbrado.

—Sólo a mí se me ocurre intentar hablar con un niño supuestamente poseído —pensó elperiodista—. No importa amigo, no queremos ningún problema contigo. Seas Lucio Alberti ono, recogeré a mis hijos y nos iremos de tu casa dejándote en paz.

—¡Muerte! —respondió el espíritu en el cuerpo del niño saltando varios metros hasta caerfrente a la puerta de la estancia, bloqueando la salida para que ellos dos no pudieran salir. TantoFrancis como Mario se sorprendieron por el aterrador sonido de la voz que bramó desde elinterior de su pequeña garganta. Si anteriormente Francis Salander no estaba verdaderamenteseguro de que allí había una posesión demoníaca, ahora sí lo estaba de que Antonio había sidotomado por alguna entidad maligna.

—¿Ves lo que comenté? —dijo Mario a su progenitor que miraba asombrado al poseso quetenían delante de ellos—. Ahora sólo falta que te vomite encima como en El Exorcista.

—No creo que estemos para bromas aquí —le indicó Francis a su hijo que estaba muynervioso que había dicho eso por mecanismo defensa. Se volteó para dirigirse a Antonio una vezmás.

—¿De verdad eres Lucio Alberti?—¡Alberti…! —repitió las palabras de Francis como una voz chillona, diferente a la que

había usado antes, pero igual de odiosa e iracunda.Padre e hijo se convencieron, no sólo de que Antonio estuviera poseso, sino también que él

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Padre e hijo se convencieron, no sólo de que Antonio estuviera poseso, sino también que él

estaba poseído por el espíritu de Lucio Alberti. El miedo creció más dentro de ellos.—¿Y qué es lo que quieres con Antonio? —Le cuestionó Francis armándose de valor—.

¿Por qué estás en el cuerpo del niño?—¡Conquistar!—¿Qué tienen que ver Antonio y mis hijos con eso? ¿Qué es lo que quieres conquistar?—¡Todos sucumbirán! –dijo el demonio saltando sobre Francis para agredirlo, lo derribó a

tierra —¡De aquí ninguno sale vivo!El poseído sacudió a Francis con un desquicie brutal mientras Mario trataba de quitárselo de

encima. El periodista se protegió de los desenfrenados golpes como pudo. El monstruo derepente interrumpió el ataque y lanzó un chillido quejumbroso con furia y horror. Francis que,sangraba en el suelo, jamás había escuchado un alarido tan espantoso en toda su existencia. Lacriatura dejó de atacar al hombre y salió corriendo a toda velocidad derribando a Mario que seencontraba en su camino.

—¿Qué demonios ha sido todo eso? —preguntó Mario tirado en el suelo.—No lo sé con seguridad, pero me alegro que se haya marchado. —le respondió su padre

con la cara amoratada por los golpes.

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ONCE

El ejecutor Solomon Price había llegado a la propiedad de los Alberti luego de que YolandaSalander lo fuera a buscar al hotel donde se hospedaba. Cruzó la suciedad con firmeza ydecisión, inmutable ante la corrosión del lugar. Él era otro hombre que hacía tiempo esperabaese día. El día que se enfrentaría nuevamente con las fuerzas del mal.

Solomon había sido enviado a la ciudad de Xeter unos días antes por el Bureau Internacionalde Asuntos Sobrenaturales y Paranormales (BIASP) con la finalidad de observar la progresivaactividad paranormal que se manifestaba en los suburbios de aquella pequeña urbe.

—Los informes del departamento de inteligencia del Bureau al parecer no estabanequivocados —pensó el ejecutor Price—. Comienzo a sentir con más fuerza la malignidad quevicia el aire en este sector.

Otra lucha contra las fuerzas del mal estaba a punto de iniciar y el ejecutor Price estabacontento con ello. Enfrentar a los moradores del Mundo Tenebroso era lo único que disfrutabade la vida. Él había nacido y entrenado para ese tipo de trabajo, un trabajo que sólo él y elBIASP eran capaces de realizar.

Solomon encontró la puerta principal destartalada y abierta de par en par. Pasó por el umbraly contempló los escombros a lo que se había reducido lo que antaño fue el majestuoso hogar dela nefasta familia. Entró al lugar y pudo sentir la presencia de algo malvado manifestándose allí.

Escuchó susurros y se acercó sigilosamente a dónde provenían esas voces que habíaadvertido. Se tropezó con dos personas que merodeaban torpemente entre el desastre,reconociendo a uno de ellos.

—Reporta periodista —le dijo el ejecutor Price con esa característica forma de pedir lascosas que tienen los ejecutores. El más joven se sobresaltó asustado al escuchar la voz queresonó en la habitación.

Francis se sorprendió al ver aquel individuo vestido de negro y gris, los colores típicos de lasropas que usan los miembros del BIASP. Francis, aunque había visto a Solomon Priceanteriormente, no terminaba de asombrarse del aspecto del ejecutor que hacía unas noches leshabía visitado. Solomon Price medía casi dos metros de estatura, de piel pálida y cabellerarevuelta, negra y tupida. Sus ojos eran oscuros como dos pozos sin fondo y su mirada grosera yávida por verlo todo.

—¿Y ahora quién es este, Louis El Vampiro?—Tranquilo Mario —le increpó su padre—. Él es Solomon Price, un ejecutor del BIASP.—¡Informa Salander! Tu esposa me envió diciendo que tenías algo para mí —le volvió a

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—¡Informa Salander! Tu esposa me envió diciendo que tenías algo para mí —le volvió a

pedir el ejecutor impaciente, haciendo caso omiso al comentario de Mario, quien lo mirabasorprendido y a la vez receloso.

—¿Porqué mamá lo envió? ¿Qué es un ejecutor y qué rayos es el BIASP?—Ahora no hijo. ¡Tranquilízate! —Francis se acercó indeciso al ejecutor Price porque no

sabía que tanto le permitiría acercarse—. Al Parecer el espíritu maligno de Lucio Alberti haposeído a Antonio, el mejor amigo de mi hijo. Estábamos defendiéndonos de él cuandorepentinamente pegó un grito horroroso y salió corriendo por esa puerta. Dígame que algo así nopuede ser posible. Dígame que el cuerpo del niño no pudo ser tomado por el espíritu de LucioAlberti.

—¿El espíritu de Lucio Alberti? —Reflexionó el ejecutor—. Si algo aprendí lidiando conestos asuntos todos estos años es que en este mundo todo puede ser posible. Lo investigaré peronecesitaré que se vayan de aquí.

Mario notó el acento extranjero que coloreaba las palabras de Solomon Price y quisopreguntarle de dónde venía pero el ejecutor se encaminó en la dirección que Francis le habíaindicado sin mirar a la pareja que dejó atrás. Antes de salir se detuvo y sin volverse les dijo.

—¿Algo más que quieras informar sobre lo sucedido hoy? Periodista.—No, eso ha sido todo lo que ha pasado entre nosotros y ese espanto.—Sí hay algo más —dijo Mario a su padre—. Felipe está aquí en algún lugar. Yo había

entrado en busca de él cuando…—Yo lo encontraré —les dijo el ejecutor Price interrumpiendo a Mario, esta vez mirando a

ambos—. Quiero que por su propia seguridad ustedes dos salgan de aquí cuanto antes.—¡No! —dijo Francis tajante—. Es mi hijo el que está perdido en esta casa. Yo también lo

buscaré. Tú puedes hacer lo que viniste a hacer con tus espíritus.—Yo también voy papá —le dijo Mario a su padre, desafiando a Solomon Price.—No, tú saldrás de aquí y cuidarás a mamá mientras yo regreso con tu hermano. Ella está

sola y desesperada allá fuera. Tienes que calmarla y decirle que todo va bien. ¿Entendiste?—No señor —respondió Mario rechazando el nuevo rol que su padre había decidido que le

tocaba desempeñar—. No me iré a ningún lado sin Felipe. Se supone que yo debería cuidar deél. Además ¿Cómo sabes que no me encontraré con ese demonio camino a la salida?

Francis sopesó lo que su hijo le había dicho y en silencio lo consintió.—Está bien, pero no me causes problemas.—Le aconsejaría que saliera usted con su hijo a cuidar a su esposa, no es prudente que estén

aquí. Pero si van a insistir en quedarse, la verdad es que no me importa mucho, solamente lesrecomiendo que no interfieran en mis asuntos.

—No me importan sus asuntos ni los del BIASP Price, sólo me interesa encontrar a mi hijo

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—No me importan sus asuntos ni los del BIASP Price, sólo me interesa encontrar a mi hijo

y sacarlo de aquí. Ustedes y sus misterios pueden hacer lo que quieran.El ejecutor Solomon Price salió de la estancia sin dejar que Francis terminara su perorata.

Los dejó atrás en las inhóspitas instalaciones de aquel hogar caótico.

***

El BIASP es una organización secreta destinada a estudiar y combatir las manifestacionesparanormales y sobrenaturales malignas que han tratado y logrado causar daño a la humanidadpor cientos de años. El nacimiento exacto de esa orden es desconocida, pero algunos eruditosdentro de la misma organización señalan que se remonta a finales del siglo XVIII. Otros cuentanque la organización es mucho más vieja todavía.

El Cuartel General, como se le llamó desde sus inicios, se encuentra ubicado en París,Francia. En la actualidad el BIASP cuenta con diferentes oficinas por todo el mundo, esparcidasy ocultas en las capitales más significativas del planeta.

Uno de los muchos investigadores del BIASP que tenían como trabajo investigar losdistintos sitios de Internet que trataran sobre sucesos donde las manifestaciones sobrenaturalesintervenían en la vida de la gente común, había encontrado una web que denunciaba varios casossobrenaturales y misteriosos en la ciudad caribeña de Xeter.

A Pierre, el investigador, le había llamado la atención aquel lugar. No porque alguien se lohubiese recomendado para vacacionar o algo por el estilo. Ese nombre le sonaba de algo que enesos momentos no precisaba en su memoria y decidió estudiar aquel sitio de Internet.

“Xeter Oculta” se llamaba el sitio de Internet de corte misterioso. Entre los sucesos queencontró publicado, leyó sobre las cosas misteriosas que ocurrían en una propiedad a la quellamaban “La Casa Alberti”. Al leer aquel nombre, Pierre recordó de donde conocía la ciudad deXeter.

Hacía muchos años atrás Lucio Alberti, quien en su infancia había vivido en esa localidad,fue una de las personas más buscadas por el BIASP. Según fuentes y reportes de la oficina deinteligencia, Lucio Alberti llegó a poseer un objeto muy poderoso que podría desequilibrar labalanza de los planos existenciales que existen entre nuestro mundo y los otros mundos a todo lolargo y ancho del universo interdimensional. Pasaron años tratando de atrapar a Alberti peronunca lo consiguieron. Mucho tiempo después, bajo situaciones extrañas, Lucio Alberti murióen un accidente en alta mar y tanto su cadáver como el objeto de poder que el BIASP queríaposeer nunca fueron encontrados, aunque hasta la fecha se seguía tras su búsqueda.

Pierre llevó la información al supervisor de investigación Howard Blackwood para surevisión y determinar si la página web, al hablar sobre los Alberti, pudiera ser de gran interéspara el BIASP. El supervisor estudió el caso y lo llevó con el Director Supremo Lovestone

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para el BIASP. El supervisor estudió el caso y lo llevó con el Director Supremo Lovestonequien, después de leer el expediente, determinó que el BIASP debería mandar a alguien a Xetera investigar personalmente esos sucesos.

Philips Bloch, supervisor del departamento de inteligencia del Bureau, envió a David Marco,uno de sus agentes, a infiltrarse entre los habitantes de Xeter con el fin de recabar informaciónsuficiente y verídica sobre las manifestaciones sobrenaturales que supuestamente se estabanmanifestando entre sus ciudadanos.

Los rumores eran ciertos, cosas extrañas estaban sucediendo en aquella localidad. El BIASPse prestó a intervenir enviando a uno de sus mejores ejecutores.

Cuando Solomon arribó a Xeter días después, había sido recibido por el agente deinteligencia que el BIASP había enviado anteriormente. El trabajo del agente Marco, quien sehabía convertido en el enlace de la ciudad del Bureau, consistió en gestionar la logística de lamisión, actualización y evaluación de la información que Xeter Oculta había publicado paradeterminar cómo el ejecutor podría proceder de la mejor manera en aquella labor encomendada.

David Marco encontró sin dificultad la casa de los Alberti e indagó sobre Yolanda Salander,la redactora de Xeter Oculta, entre las gentes del lugar. Investigó por varios días hasta que unatarde almorzando en La Cafetería de Odalis encontró a una mesera que le dijo cómo encontrar ala autora de dicha página web. También le contó que ella había escrito esos artículos luego quefuera despedida del periódico local donde trabajó por varios años porque había tenido problemasde nervios desde que su hijo había sido poseído por algo maligno que reside en la casa de losAlberti.

—Pero eso de la posesión es lo que dice ella —dijo la mesera de la cafetería—. Lo que yocreo es que su hijo es sonámbulo y caminando dormido vino a parar frente a la casa Alberti. Nosé cómo es que en pleno 2005 hay gente que cree en esas cosas. Darle tanto caco a esa fantasíaes lo que a ella la volvió media lunática. Algunas personas no deberían ver películas de terror.

El agente Marco le agradeció con una buena propina a la mesera por el servicio prestado,salió a la calle y vio las planchas de metal clausurando el terreno de los Alberti. Esa mismanoche le hizo una visita a la familia Salander.

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DOCE

Felipe luchaba contra sus miedos siguiendo dolorosamente, a causa de su herida, al viejo enla oscuridad de aquella casa maldita. Aquel extraño señor se movía, iluminando con un pequeñofoco el camino, entre la suciedad como si supiera exactamente dónde se dirigía. Felipe noconfiaba en él pero prefería su compañía a estar solo en esas habitaciones de terror.

—Espera un momento muchacho —le dijo el viejo haciendo un ademán brusco con la manolevantada—. Necesito que te quedes quieto y no hagas ningún ruido.

El niño se detuvo expectante y miró al el viejo ponerse tenso en una peculiar posición comosi intentara escuchar algo.

—Creo que viene para acá. Deberías de irte niño, esta podría ser tu última oportunidad desalir de aquí con vida. No estás preparado para lo que se avecina y yo ya tengo bastante pesosobre mi conciencia para también cargar con la culpa de tu muerte.

Felipe se asustó mucho más de lo que ya lo había estado anteriormente y se arrepintió paratoda la vida el aceptar aquel desafío de la pandilla. Ya no quería ser el más arretao, ya no queríaser el líder, le dejaría el puesto a Julián si así él lo quería. Deseó estar con sus compañeros enesos momentos y nunca haber entrado en la casa.

—¡Corre muchacho! ¡Date prisa! —le gritó el viejo y el muchachito se quedó petrificado alver aquella figura horrorosa y demoníaca acercarse a ellos arrastrándose por las paredes.

Felipe no se pudo mover, sólo ver como el demonio saltaba como un perro rabioso sobre elanciano que se defendió a puras penas. El pequeño foco cayó al suelo. El viejo sacó rápidamenteuna especie de polvo verdoso de entre sus ropas y lo lanzó sobre la criatura que había caídosobre él. El polvo brilló fosforescente al contacto con el poseído que gritó espeluznante de dolor.Aquel polvo verde causó quemaduras sobre la piel babosa del demonio que se revolvía sobre elsuelo sucio, maldiciendo y aullando de furia y dolor. Entre horrorosos gritos y chillidos elposeso atacó al anciano y lo estrelló contra una pared cayendo muy golpeado.

—¡Muerte! —dijo la criatura mientras se acercaba despacio al viejo que yacía tendido en elsuelo.

—¡No Antonio, déjalo en paz! —le gritó Felipe a Antonio y se sorprendió de que hubieratenido el valor para hacer eso.

Antonio Guzmán, su amigo con quien antes aprovechaba las fuertes lluvias para manotearmangos en el mercado cuando los vendedores, mejor permitían que aquellos dos pilluelos semarcharan cada uno con una fruta en las manos, antes que salir a mojarse a corretearlos pormedio barrio, lo miró con total odio.

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—¡Todos los hombres morirán! —dijo el maligno sin dejar de avanzar despacio, saboreandosu momento de triunfo.

El viejo seguía en el suelo tratando de ponerse en pie pero le faltaban las fuerzas, estabaexhausto por el esfuerzo que había hecho para liberar los cuerpos que estaban petrificados en elcomedor.

—¡Sólo tú morirás esta noche Merodeador del Mundo Tenebroso! —exclamó una vozatronadora que Felipe no pudo identificar su procedencia.

Repentinamente una figura alta e imponente apareció de un salto por donde mismo habíallegado Antonio hacía unos momentos, dándole una patada al poseso que cayó a tierra.

—Soy el ejecutor Solomon Price del Bureau Internacional de Asuntos Sobrenaturales yParanormales. Fui enviado aquí para regresarte a tu mundo de oscuridad. Así que recuerda bienmi nombre cuando estés allí y dile a tus amigos que un día llegaré hasta allá a patearles eltrasero a ellos también.

El ejecutor Price sacó una pequeña botella de cristal de un bolso que traía pegado a suchaqueta y de su cintura, un siniestro cuchillo de caza Joker CL 42 modificado por él mismo.Rompió la boquilla de la botella contra una pared y bañó la hoja afilada con el líquido que habíaen su interior. El cuchillo brilló verde, parecido al polvillo que el anciano había lanzado contrael demonio. Agitó un par de pequeños y alargados cilindros que resplandecieron en la oscuridad.El ejecutor los dejó rodar por el suelo para que iluminaran el lugar.

El cuerpo horrible del niño poseído se levantó de la suciedad y arremetió contra el nuevopersonaje que se hacía llamar así mismo Solomon Price, entrando en escena atacándolo. Lelanzó un zarpazo al ejecutor que lo esquivó en el último momento. Solomon tiró una estocadacon su cuchillo resplandeciente, pero el ser también la sorteó. El engendro velozmente realizó unsegundo ataque que su enemigo no pudo evadir y le desgarró el brazo izquierdo. El ejecutorPrice no se quejó aunque sintió mucho dolor y contraatacó dejando a su vez una herida en elbrazo izquierdo del esperpento. La criatura sí chilló al sentir el contacto de la hoja afilada yempapada de la sustancia verdosa que al parecer le hacía mucho daño. Solomon Price atacó otravez y le dio una puñalada en el estómago, enterrando la totalidad del afilado. El demonio cayóde rodillas.

—Me saludas a tus hermanos en el infierno, merodeador —dijo el ejecutor levantando elenorme cuchillo sobre la cabeza de la criatura para terminar el trabajo.

—¡No, espera! —Gritó Felipe mientras se colgó del brazo firme del ejecutor—. No lopuedes matar, él es mi amigo Antonio.

Las lágrimas resbalaron por sus mejillas al ver como su mejor camarada había sido abatidopor aquel hombre. Sabía que de alguna forma Antonio estaba perdido, que ahora se había

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por aquel hombre. Sabía que de alguna forma Antonio estaba perdido, que ahora se había

transformado en un ser maligno, distinto a como era antes, pero que igual lo quería porque élseguía siendo su amigo. No podía permitir que ese desconocido le produjera más daño.

Solomon Price se sacudió al niño de un manotazo y Felipe cayó de culo en el suelo.—Estúpido niño. Ese Merodeador de la oscuridad ya no es tu amigo. Su espíritu murió

cuando ese parásito tomó control total de su cuerpo. Ahora retírate y no intervengas en mispropósitos.

—¿Qué le haces a mi hijo? ¡Desgraciado! —le reclamó con furia Francis a Solomon—.Cuando vuelvas a tocar a mi hijo te voy a partir la cara y no me importa que seas un ejecutor dequién sabe qué mierda. Estoy cansado de ustedes y que se aparezcan en mi casa sin serinvitados.

Solomon Price lo golpeó en la boca del estómago haciéndolo caer con una rodilla al suelo.Francis se quedó tratando de recuperar el aire. En ese preciso momento el ejecutor Price gritó dedolor y se llevó una mano a la pierna. El monstruo había aprovechado la interrupción de Felipey su padre, lesionando de un zarpazo a Solomon en un muslo, seguido se dio a la carrerahuyendo entre la oscuridad y los escombros. Price intentó reaccionar a tiempo pero la criatura yahabía escapado.

—Miren lo que han hecho. Estúpidos —le espetó el ejecutor con rabia a los presentes—. Porsu culpa el merodeador ha escapado. Les advertí sobre no interferir en los asuntos del BIASP.

El ejecutor Price agarró a Francis por el cuello y lo amenazó poniéndole la punta de su granJocker CL 42 en la cara haciéndole un pequeño corte en la mejilla. El periodista trató de zafarsepero no tenía el fervor suficiente para forcejear con Solomon, el ejecutor tenía la fuerza de untoro.

—La próxima vez que te metas en mi camino morirás.Francis perdió la rabia ante el filo de Price y le indicó a Mario que se detuviera y no atacara

al ejecutor con un garrote que su hijo ya tenía en las manos.—Deberían de hacerle caso al ejecutor del BIASP. Su pequeño amigo ya no existe. A sido

consumido por la entidad que se apoderó de su cuerpo, un Merodeador del Mundo Tenebrosonada menos —indicó el anciano levantándose del suelo donde había quedado luego del golpeque le propinó el demonio.

—¡Tú! —dijo el ejecutor Solomon Price y apuntó enérgicamente con su cuchillo modificadoal anciano—. Todo esto es por tu culpa, desgraciado.

Francis había agarrado a sus hijos y los puso detrás suyo para protegerlos de aquellos dosextraños hombres que lucían fantasmales bajo la mortecina luz.

—¿Y quién es éste ahora? ¡Vaya fiesta de frikis! —resopló Mario ayudando a su hermanoque seguía cojeando por la herida en la pierna.

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—Este estúpido fue el necio que abrió el portal al Mundo Tenebroso para traer a eseMerodeador a nuestra realidad —respondió Solomo Price—. ¿Qué haces aquí? ¿Volviste a casapara abrir otro portal dimensional? Eres un necio loco.

Tomó otro tubo que sacudió hasta que el cilindro se encendió del todo y lo arrojó a los piesdel anciano.

—Papá ¿Quién es el viejo y porqué este tipo dice que va a abrir otro portal dimensional? —preguntó Mario confuso a su padre quien tampoco sabía muy bien que estaba pasando.

Francis miró bien al hombre en la poca luz, y aunque ya estaba muy viejo y consumido,pudo reconocer de quien se trataba. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y sintió como susrodillas se aflojaron. No lo podía creer.

—Él, hijo mío, es Lucio Alberti.

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TRECE

Todo el mundo lo daba por muerto, pero al parecer el hijo de Don César Alberti seguía vivoy estaba allí bajo las miradas escrupulosas de Solomon Price y los Salander.

—Todos en la ciudad supimos de tu muerte —dijo Francis a Lucio.—Y casi estuve muerto —le respondió el viejo—. Pero me salvé gracias a un milagro.—¿Y ahora regresas a Xeter a seguir con tu antigua tarea? —preguntó el ejecutor.—Nunca fue mi intención hacer algún mal. Eso fue un error y estoy aquí para corregirlo —

se defendió Lucio.—Utilizaste El Libro Prohibido de las Dimensiones para traer esa criatura a nuestro mundo.

Deberías de morir por eso.—Sí, pero traje ese monstruo por error como ya lo he mencionado. Yo, cegado por el dolor

por mi perdida quería traer a Malena devuelta a la vida —confesó a causa del fervor y la presiónque el ejecutor Price ejercía sobre él. Lucio estaba muy cansado.

—¿A tu hermana a quien mataste? —Preguntó Francis.—Eso también fue un accidente. Dejen de fastidiarme, necesito terminar con lo que inicié

mal y ahora tengo que reparar.—¿Mataste a tu propia hermana? Eres un asesino —lo acusó Solomon y lo agarró por el

cuello.—Fue en defensa propia. Ustedes no saben nada de lo que dicen. Malena era mi hermana y

la quería, pero nadie más que yo conocía la verdadera naturaleza de ella. Todos creen que mihermana era todo corazón pero no era así. Bajo su fachada de niña adorable se escondía unmonstruo.

—Y por eso la asesinaste el día que cumplieron años —puntualizó Francis soltándolo de lasmanos de Price que accedió a soltarlo de mala gana.

—No. Ella me quería matar a mí y yo traté de detenerla pero salió mal y ella pagó con suvida. Todo fue muy desafortunado.

—¡Mientes! —le dijo Francis—. ¿Porqué iba ella a querer hacer eso?—Porqué creía que yo era débil y quería vengarse por no compartir su visión de las cosas,

por no apoyarla con sus planes y maquinaciones. Desde pequeña deliraba con ser una mentecriminal y líder supremo de una familia poderosa en el bajo mundo de la mafia como mi padre lofue en el pasado. Anhelaba ser una precuela de Griselda Blanco, una reina del mundo delnarcotráfico y el asesinato, y quería que yo la ayudara. Yo no deseaba ser un criminal como mipadre y eso era algo que Malena odiaba de mí. Como no estuve de su parte el día que le

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padre y eso era algo que Malena odiaba de mí. Como no estuve de su parte el día que le

comentó a nuestro padre sus delirantes planes, me quiso hacer la vida imposible. Ella era mihermana gemela y me quiso matar. A pesar de todo igual la quería.

—No me interesan tus explicaciones Lucio Alberti. Has desatado un terrible mal en estaciudad y lo pagarás caro —lo sentenció el ejecutor Price.

—No me vengas con ese discurso hipócrita y santurrón que les enseñan en el BIASP a lospobres diablos y títeres como tú. Sí, te conozco Price, a ti y a los codiciosos demagogosdirigentes del Bureau que intentaron asesinarme durante años.

Lucio Alberti se había enfurecido y estaba dispuesto a ir contra el ejecutor que esperaba aque el viejo lo hiciera, quería destrozarlo. Francis se colocó en medio de ambos para aplacar losánimos. Él tenía mucho que preguntar y Lucio Alberti mucho que responder antes de queSolomon Price usara su cuchillo otra vez.

—¿Qué sucedió exactamente la noche que la asesinaste? —le interrogó Salander, elperiodista.

—Cuando mi hermana y yo cumplimos la mayoría de edad hace cincuenta años, ella leexpresó a nuestro padre que quería iniciar una vida dentro del mundo de la mafia y necesitabaque él la ayudara a entrar a ese mundo por medio de sus contactos. Mi padre al escuchar supropuesta no la tomó en serio, más bien se burló de ella. Malena le dijo que no dudara, que ellapodía devolverle la gloria que la familia había perdido. Eso a él no le gustó mucho y le dijo aMalena que la familia Alberti no necesitaba la gloria de antaño porque la familia ya se habíaretirado de ese mundo cuando nuestra madre murió. Él no iba a consentir que sus hijos aspirarana convertirse en miembro de ninguna mafia o grupo criminal de cualquier índole.

—¿La muerte de la señora Alberti afectó tanto a tu padre cómo para qué él abandonaratotalmente sus actividades delictivas? —preguntó Francis.

—Sí. Más de lo que cualquiera podría imaginar —le respondió y continuó—. Variosmiembros de la familia no estuvieron de acuerdo con retirar a los Alberti de la contienda.Aunque le debían lealtad a mi padre, no consintieron la retirada. Vito Bellini, el sottocapo de mipadre, aprovechó el disgusto y la inconformidad de los miembros de la familia y se alzó autoproclamándose el nuevo Don, quedándose con lo que quedaba del imperio Alberti. En otrostiempos alzarse contra tu Don equivalía a una sentencia a morir de la peor manera que ustedespuedan imaginar.

—¿Y tu padre se quedó de brazos cruzados ante la iniciativa de su sottocapo? —indagóFrancis.

—Como dije. Luego de la muerte de mi madre, en medio de un atentado que tenía comoobjetivo a mi padre, Don Alberti no quiso saber más de esos asuntos y decidió retirarse de lacontienda y ceder la ciudad de NY a sus enemigos. Ya no le importaba nada. Mi madre era lo

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contienda y ceder la ciudad de NY a sus enemigos. Ya no le importaba nada. Mi madre era lo

que más amaba en el mundo.—¿Y fue cuando decidieron venir a vivir a Xeter? —Francis estaba ganando una buena

historia para el periódico.—Sí. Mi padre de alguna manera aprovechó que la familia Alberti se había convertido en la

Familia Bellini sacándonos momentáneamente a nosotros de la mira de los asesinos yescapamos de los Estados Unidos.

—¿Entonces Malena se había molestado contigo porque no la apoyaste delante de tu padre?¿Porqué se molestó tanto? —le preguntó Mario tratando de entender la situación.

—Porque prometí que cuando llegara el día de hablar con nuestro padre yo la ayudaría aconvencerlo pero cuando el día llegó no la ayudé. Más bien me reí de ella también.

—La traicionaste —acusó Price.—No la traicioné —dijo Lucio Alberti molesto.—Pero le prometiste que la apoyarías. ¡Infeliz! —le provocó. El ejecutor buscaba cualquier

pretexto para acabar con el viejo.—Le dije que la apoyaría para que me dejara en paz. Yo dudaba que le contara a nuestro

padre aquella locura. Yo no quería ser parte de ninguna familia mafiosa. Sólo quería ser unapersona normal, tener una esposa e hijos. Pero Malena quería ser como era mi padre en elpasado, y que yo sea igual que ella.

—¿Entonces cuándo trató de matarte? —quiso saber Francis.—Al final de la fiesta de nuestro cumpleaños como ya les conté. Estaba en la cocina tratando

de encontrar un descorchador para una botella de vino que había tomado de la reserva especialde mi padre. Malena se acercó a mí hecha una fiera y borracha, agrediéndome e insultándome.Yo trataba de calmarla explicándole por qué no la había apoyado como le había prometido, peroella no entraba en razones, estaba muy ebria y enojada. Mandé a llamar a mi padre con lasirvienta que estaba recogiendo en la cocina. Entonces Malena tomó un cuchillo y me amenazóalegando que por mi culpa mi padre se había burlado de ella y había perdido la oportunidad decumplir su propósito en la vida. Pero que no me necesitaba a mí y a nuestro padre. Me dijo quenos mataría a ambos si intentábamos ponernos en su camino. Yo traté de quitarle el cuchillo delas manos porque estaba muy ebria y no quería que fuera a cometer una locura. En el forcejeocaímos al suelo y fue cuando accidentalmente se clavó el cuchillo. Así fue como Malena perdióla vida en mis manos, fue un accidente. El resto se lo inventó la gente de esta cuidad y como yono estuve aquí luego para defenderme. La verdad se corrompe tanto con la mentira como con elsilencio, dijo con sabiduría Cicerón.

Los presentes pudieron percibir, bajo la poca luz que iluminaba la habitación, como sedibujaba la profunda tristeza que sentía Lucio Alberti en su cara al recordar la tragedia que

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dibujaba la profunda tristeza que sentía Lucio Alberti en su cara al recordar la tragedia que

destruyó su vida para siempre.—¿Y qué pasó luego?—Mi padre me culpó por la muerte de Malena y me mandó lejos, no me quería ver, ni quiso

volver a saber más de mí. Deambulé varias ciudades dondequiera que tuviera parientes; Roma,Pamplona, Santo Domingo. Nunca me quedaba mucho tiempo en un mismo lugar, misfamiliares no me querían en sus casas luego de un tiempo. Me volví un hombre solitario,problemático e insufrible. Mi alma estaba vacía y destrozada. Con los años terminé como unvagabundo. Si tan sólo pudieran sentir una pequeña parte de lo que sentí por la muerte de mihermana, quizás consiguieran comprender lo que yo sentía en aquellos días donde intentabamitigar mi sufrimiento perdiéndome en los excesos del alcohol o cualquier otra sustancia que meayudara a olvidar aunque sea por unos momentos.

—¿De dónde sacaste el Libro de las dimensiones y los conocimientos para usarlo? —leinterrumpió Solomon de mala gana.

—Una noche hablando con un noruego que había conocido en un bar en Santo Domingo, mecontó que existía un libro mágico que tenía el poder de devolver a las personas a la vida. Élsabía quién tenía ese libro, y me dijo que si yo lo ayudaba a conseguirlo me iba a permitir usarlopara volver a traer a Malena a la vida si así yo lo quería. Yo no creía en la existencia delNecronomicón o en ningún otro de esos libros prohibidos. Para mí eso era algo imposible peroél sí creía. Tenía esa gran convicción de que ese libro era real, que al final me convenció deayudarlo a conseguirlo. En esa época yo no sabía lo que hacía, estaba consumido por las drogasy el alcohol y era fácil influenciarme y manipularme para cualquier cosa.

El ejecutor Price y los Salander en ningún momento dejaban de poner atención a la historiade Lucio, quien tenía la mirada perdida en lo más lejano de sus recuerdos. Su cara reflejabaangustia y dolor.

—El libro era propiedad de un millonario de esos excéntricos que suelen haber tras lasparedes de las lujosas mansiones. Knut tenía todo planeado desde hacía un tiempo. Penetramosen la casa gracias a sus habilidades y la registramos hasta encontrar donde tenía el libro en unasala llena de objetos extraños y antiguos llena de pinturas, armaduras, armas y toda clase decosas. Allí estaba el libro con una impresionante cubierta de cuero que más adelante supe queera piel humana.

—¿Piel humana? —se sorprendió Felipe.—Un buen ejemplar de lo macabro que pueden ser ese tipo de libros —comentó Price a

nadie en particular.Sacó un pequeño móvil, y marcó la tecla de remarcar para comunicarse con alguien mientras

se alejaba unos pasos de los demás para hablar con intimidad. Antes de que le contestaran, sonó

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se alejaba unos pasos de los demás para hablar con intimidad. Antes de que le contestaran, sonó

la estática y el teléfono murió con un extraño sonido. Price soltó una maldición. El portal alMundo tenebroso estaba obrando.

—¿Cuéntanos qué sucedió después de que tú y tu compañero encontraron el libro? —le pidióFrancis al viejo agotado que se sostenía en pie ayudado por una pared.

La luz mortecina de los cilindros luminosos le daba a Lucio un aspecto de cadáver.—Knut fue quien lo encontró —reanudó la historia—. Estaba guardado dentro de una

especie de caja de vidrio que estaba fijada a una mesa de metal muy pesada. Esa caja vidriosatenía una cerradura electrónica que se habría con una clave en dígitos. Lógicamente no sabíamosla combinación, así que la buscamos por toda la habitación pero no encontramos nada.Pensamos que lo más probable es que estuviera guardada en la recámara donde dormía el dueñode la propiedad. Decidimos subir al segundo piso donde estaban las habitaciones y buscamoscon sigilo, amparados por la oscuridad del lugar hasta que encontramos la habitación quehabíamos estado buscando. En ella estaba el señor de la casa acostado en su enorme cama bajosábanas blancas de seda, desconociendo que nosotros estábamos allí. Tratamos de registrar lahabitación sin hacer el menor ruido, no queríamos despertarlo. El plan era entrar y salir con ellibro limpiamente, o por lo menos en eso Knut y yo habíamos quedado. Ignorábamos que elmillonario estaba acompañado, cuando nos dimos cuenta ya era demasiado tarde. El sonido delinodoro nos alertó, la puerta del baño se abrió y un jovencito, no mayor que el más grande de tushijos, salió desnudo del pequeño cuarto. Al vernos en medio de la habitación el joven quedótotalmente sorprendido, nosotros también nos sorprendimos pero reaccionamos rápido. Knut fuea por él y el muchacho asustado dio la voz de alarma. El viejo millonario se despertóconfundido, saltó de la comodidad de su cama desnudo. En ese momento supe que cosas habíansucedido en esa cama y me dio asco.

—¿Quiénes son ustedes y qué quieren? —preguntó el viejo exaltado.—Queremos el libro que está encerrado en la caja de vidrio —le respondió Knut. Yo no

decía nada porque estaba muy asustado.—¿A qué libro se refiere usted?—Al libro que está en la habitación de abajo. ¡No se quiera hacer el listo conmigo, viejo

degenerado! —le gritó Knut enojado y sacó un revólver que llevaba oculto.—Yo no sabía que él portaba un arma. En nuestros planes no contemplamos que portaríamos

un revólver, pero al parecer Knut lo había ocultado de mí a propósito.—No lastimes a Rafael —rogó el millonario—. Te daré la combinación si no lo lastimas.—Todo sucedió muy rápido –contó Lucio recordando lo que había pasado esa noche–. No sé

en qué momento sucedió, pero cuando vine a reaccionar, el viejo millonario apuntaba a Knutcon una pistola que apareció como por arte de magia.

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—No te atreverás a dispararme, si lo haces nunca sabrás donde está la combinación de lacaja de vidrio.

Knut se escudó con el muchacho poniéndolo delante de él para protegerse y le apuntó a lacabeza con el revólver. Yo no sabía qué hacer, tenía miedo de que el viejo me disparara a mí queestaba desprotegido.

—No estoy para juegos —le gritó Knut amenazando al amante del ricachón que no dejaba deapuntarlos con una mano temblorosa. A Knut no le temblaba la mano—. Denos la combinacióno le volaré la cabeza.

—Él no es más importante para mí, sí lo quiero, pero no como para entregarte el libro. Losiento mi querido Rafael, pero si mueres él no tendrá con qué amenazarme más —el jovencomenzó a llorar como un niño y Knut se enfureció mucho—. Mátalo y seré yo quien te mate ati—. Lo desafió el viejo.

Algo crujió en una de las habitaciones y todos se sobresaltaron. Felipe y Mario estabanasustados. Solomon Price echó una ojeada a su alrededor para ver si podía detectar lo que habíacausado aquel ruido, pero no pudo ver ni escuchar más nada en aquella negrura. Lucio Albertitragó saliva, al ver que no sucedía nada continuó con su relato.

—Escuché una explosión ensordecedora acompañada de un fogonazo que salió del cañón delrevólver de Knut, iluminando toda la habitación por un segundo, y vi como el viejo millonariocayó desnudo con un disparo en el pecho sobre la cama.

—Tú me dirás dónde está esa combinación o morirás esta noche al igual que tu amante.—Yo no sé donde está la combinación de la caja que quieres abrir. Realmente no sé la

combinación ni tengo llaves de nada de lo que hay aquí —gimoteó el joven desnudo —El nuncame enseñó donde las guardaba y a mí esas cosas no me interesaron. Me pagaba por venir a estarcon él y para mí eso era suficiente.

—Entonces no te necesitaré después de todo.Knut mató al muchacho también. Le dio un tiro en la cabeza y yo quedé alucinado, estaba

tan drogado que todo me pareció onírico.Knut me dijo que ya no necesitamos la combinación de la caja porque ya había disparado y

no había que tener cuidado por llamar la atención, abriría la caja a tiros.Bajamos a la habitación extraña y llegamos a donde estaba el libro. Mi compañero apuntó al

cristal y disparó. La caja no se rompió lo suficiente para sacar el libro y Knut disparónuevamente su revolver hasta que el cristal cedió por completo.

—Lo conseguimos —le dije a Knut emocionado y delirante—. Knut sacó el libro de entrelos escombros de cristal cuando de repente se escuchó un estruendo y su cabeza explotó regandosesos por todos lados. Me volví para ver hacia atrás y vi al viejo millonario apuntándome con su

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sesos por todos lados. Me volví para ver hacia atrás y vi al viejo millonario apuntándome con su

pistola y su mirada reflejaba la furia de un animal rabioso, la sangre se le veía negra resbalarsobre su piel pálida hasta el suelo. Parecía que no se iría al infierno sin presentar batalla. Yoestaba desarmado y no tenía cómo defenderme. Pensé que ya había llegado la hora de mimuerte, la hora en que me uniría de nuevo con Malena pero no en la forma que había planeado.Vi el arma de Knut tirada en el suelo, a poca distancia de su cuerpo. Estaba cerca de mí. Tal vezsi era lo suficientemente rápido la podía tomar y hace frente al hombre que me apuntaba. Yotenía ventaja porque era joven y no estaba herido como él. Para ganar tiempo le supliqué que nome matara, que no era mi culpa porque Knut me había obligado, yo no estaba armado y sólo mequería ir a casa. Pero él me miraba con odio mientras me apuntaba y apretaba el gatillo paramatarme. Yo estaba preparado para tomar el arma que estaba en el piso. Por la forma comomovió la pistola, pensé que él había adivinado lo que yo trataba de hacer y fue cuando supe queno podía hacer nada para evitar que me mataran. Me aterroricé. Entonces, en ese momentocuando llegaba mi fin, los ojos del hombre que me apuntaba con su arma se pusieron en blanco yse desplomó muerto en el suelo. No pude creerlo. Por primera vez en mi vida la suerte mesonreía. Aproveché la oportunidad de tomar el libro y salir corriendo de la mansión.

Seguí el plan que tenía planeado con Knut cuando tuviéramos el libro en nuestro poder. Micompañero conocía a la gente correcta, contactos que me ayudaron a conseguir lo quenecesitaba. Viajé oculto en un barco mercante hasta Noruega donde había una anciana que sabíael arte de la brujería y la necromancia. Ella me mostró cómo utilizar y recitar los cánticos paratraer el espíritu de Malena que se encontraba en el más allá, pero en realidad eso era imposible.Yo no lo sabía para ese entonces y lo terminé descubriendo de la peor manera.

—¿Fue cuándo por equivocación dejaste pasar al Merodeador por el portal al MundoTenebroso? Eres un imbécil por dejarte engañar por esa bruja —le reclamó Solomon Price—.Deberías de decirme dónde encontrarla para, luego que acabe contigo, ir a ajustar cuentas conella.

—¿Qué es un Merodeador? —preguntó Mario a su padre y Felipe agradeció esa preguntaporque él mismo quería saber y no se atrevía a preguntar.

—No lo sé con certeza —respondió el periodista.—Un Merodeador del Mundo Tenebroso es un ser maligno e incorpóreo, cuya existencia es

encontrar brechas o puertas dimensionales para llegar a mundos como el nuestro e invadirlos. —intervino el ejecutor—. Son una especie de avanzada o reconocimiento que envían pararecolectar información del mundo que desean invadir. Cuando logran poseer a alguien, como enel caso de Antonio, pueden mantener abierta una puerta dimensional para que sus compañerospueden entrar y salir a voluntad entre los mundos.

—¿Y por qué a poseído a Antonio? —quiso saber Felipe quien estaba de suerte, pues el

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—¿Y por qué a poseído a Antonio? —quiso saber Felipe quien estaba de suerte, pues el

ejecutor Price no era hombre de responder preguntas y dar razones.—Una vez que un Merodeador logra cruzar una puerta dimensional, como la que el necio

aquí abrió con El Libro de las Dimensiones por estupidez, este requiere utilizar un cuerpohumano para poder sobrevivir en nuestra dimensión. También necesita mantener abierto unamínima parte del portal por donde vino para que otros seres de su mundo puedan venir alnuestro. Para eso necesita alimentarse de la energía de otros cuerpos que va poseyendo yvinculando cada vez que el pellejo donde esté residiendo ya no pueda sostenerlo más. Así lograposeer un cuerpo tras otro para mantener sus fuerzas y esa parte del portal.

Con esa explicación del ejecutor Price, Felipe entendió el fin de los cadáveres secos queestaban sentados en el comedor y porqué Lucio Alberti hizo aquel ritual.

—No tengo tiempo para estas explicaciones —Dijo el viejo demacrado—. Tengo que seguircon mi misión y sellar por completo el portal antes que ese monstruo se fortalezca y seademasiado tarde.

El ejecutor agarró a Lucio por el cuello, pero el viejo sacó un puñal oscuro de entre sus ropasy casi le corta la cara al enviado del BIASP que salió de la trayectoria del afilado a tiempo.Golpeó a Lucio en la muñeca haciendo que soltara el arma y cayera al suelo. El viejo le pegó unpuñetazo en la cara pero el ejecutor le devolvió el golpe lanzándolo a tierra donde Lucio cayó deespaldas.

Solomon Price se lanzó sobre Lucio Alberti para terminar de acabar con él pero Francis losujetó para que no le hiciera más daño al viejo. El periodista sabía que no podría contra elejecutor pero tenía que intentar pararlo. Price se sacudió al hombre de arriba e intentó tirarlo alsuelo. Los dos cayeron forcejeando, arrastrándose por la cerámica arruinada de la casa. Mario seunió a la lucha destrozando una silla en la espalda de Solomon y este se desplomó sobre Francisque estaba tirado en el piso. El periodista se sacó de encima al ejecutor con algo de esfuerzo, ytanto él como su hijo le entraron a golpes aprovechando la oportunidad. Price los repelió aambos sacando el aire a Mario con una patada en el abdomen, y con un codazo en el rostro, sacóde combate a Francis a quién sus lentes salieron volando de la cara y cayeron en la inmundiciadel lugar. El ejecutor Price se levantó de inmediato, estaba listo para el segundo asalto.

—Creo que estamos en problemas —anunció Lucio muy preocupado, interfiriendo en mediode los combatientes al ver a Felipe petrificado unos metros más allá de la pelea que sostenían supadre y hermano contra el ejecutor.

Todos miraron a Felipe y la expresión de terror pintada en la cara del muchacho. Francisagarró sus gafas que estaban en el piso y las puso en su lugar, estudió la expresión de su hijo yentendió lo que estaba pasado. Todos voltearon al mismo tiempo para mirar al lugar dondeFelipe estaba mirado tan asustado y entonces fue cuando lo vieron venir, pero ya era muy tarde.

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CATORCE

Francis cayó al suelo en una posición en la que pudo proteger a su hijo más pequeño quehabía caído junto con él. Felipe moría de miedo mientras veía luchar a Solomon Price contra lacriatura que hacía poco era Antonio, su mejor amigo. No podía aceptar lo que estaba ocurriendo.Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que todo fuera una pesadilla.

El ejecutor Price saltó sobre el merodeador fallando la estocada que había lanzado paramatar a su enemigo. La criatura lo embistió salvajemente haciéndole perder el equilibrio y losdos rodaron por el piso. Antonio poseído, aprovechó la ocasión y mordió a Solomon en elhombro derecho con sus dientes de piraña. El ejecutor soltó un grito de dolor y golpeó variasveces las costillas del merodeador pero este no lo soltó. El monstruo mordisqueó el hombro delhombre y la sangre que salió de la herida manchando el piso. Un grito agudo salió de la gargantade la criatura y el ejecutor sintió como se estremecía de dolor sobre él. Solomon Price no perdiótiempo y se la sacó de encima con ayuda de sus piernas. El merodeador se retorcía de dolor entreespasmos y horrorosos chillidos. Una sustancia verde luminosa cubría varias partes del cuerpode la criatura. Solomon no entendió lo que pasaba hasta que vio a Lucio Alberti en un rincón dela habitación con las manos sucias de aquella sustancia luminosa, ojeando el librofrenéticamente.

—Yo también tengo mis trucos, ejecutor Price —le dijo al ejecutor y volvió a zambullir lacara en el texto. Luego el viejo Alberti inició unos cánticos que había encontrado en una de laspáginas arcanas, y aquellos cánticos afectaban y causaban más dolor a la criatura.

Price se levantó sangrando mucho y a duras penas corrió hasta donde el merodeador pararematarlo en medio de su sufrimiento. Levantó en alto su cuchillo y apuntó a la criatura.

—Ahora sí ha llegado tu hora. Te veré en el infierno.La hoja brilló sobrenatural en la oscuridad y se enterró en el estómago del merodeador.

Felipe trató de detener a Solomon para que no matara a su amigo, pero su padre lo detuvo. Ya nohabía nada más por hacer. La criatura lanzó un chillido lastimero que laceró los tímpanos delejecutor, quien retiró el cuchillo de su vientre y lo volvió a enterrar en el pecho del monstruo. Lasangre surgió a borbotones por la boca del merodeador y sus gritos fueron ahogados por ellíquido rojo que empapó la mueca de maldad que era su cara. La criatura estaba muerta.

—¡Lucio! —se acercó Francis al viejo al verlo precipitarse al suelo. Estaba casi desmayado.—¿El merodeador está muerto?—Sí, Solomon acabó el trabajo.—Bien. Entonces ya podré descansar en paz. Lamento mucho todo lo que ha ocurrido por mi

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—Bien. Entonces ya podré descansar en paz. Lamento mucho todo lo que ha ocurrido por mi

culpa…—¿Lucio? No te mueras ahora que todo ha terminado. !Despierta Lucio! —Francis trató de

reanimarlo pero Lucio Alberti agotado, no volvió a abrir los ojos, sólo dejó escapar un últimosuspiro y murió.

—Déjalo ya Salander, el estúpido está muerto —le dijo el ejecutor a Francis que trataba dereanimar el cadáver de Lucio.

—¿Qué haremos ahora con todo lo que ha pasado?—No sé lo que harás tú pero te diré que esto irá a parar a la bóveda de seguridad del Bureau,

donde nadie lo volverá a usar para traer a otra de esas criaturas del Mundo Tenebroso —le dijoel ejecutor al periodista mientras recogía el grueso volumen del suelo—. Este libro es demasiadopeligroso para que no esté a buen recaudo.

—¿Pero qué le diremos a Teo sobre Antonio y a la gente sobre lo que ha sucedido aquí?—Nadie le dirá nada a nadie —respondió el ejecutor —porque los muertos no hablan. No es

algo personal, sólo no puedo dejar cabos sueltos ni testigos de lo que pasó aquí. Te advertí queno intervinieran en mis asuntos. Debiste irte con tu hijo cuando te di la oportunidad.

Francis sintió como se desgarró algo en su estómago y vio el puñal de Lucio clavado hasta elmango en su barriga. Miró el rostro inexpresivo de Solomon y lo agarró por la chaqueta tratandode defenderse.

—Eres un desgraciado maldito.—Pero no estaré muerto como tú y tus hijos, periodista. A diferencia de ti, mañana veré un

nuevo amanecer lejos de este asqueroso lugar.Mario y Felipe, al ver a su padre herido, se lanzaron entre gritos y alaridos contra el ejecutor.

Solomon se desembarazó de Francis que cayó muerto al suelo y se defendió sin dificultad de loshermanos. El puñal de Lucio Alberti que él había recogido del suelo para matar a Francis probómás sangre.

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QUINCE

El Aeropuerto Internacional de Xeter todavía estaba abarrotado de turistas que venían aconocer las famosas playas de Oceánicas, y los criollos que llegaban a esas horas de la nochepara aprovechar las vacaciones de verano y volver a su tierra natal a visitar a sus familiaresqueridos. Sin importarle mucho el ajetreo de la gente, él descansaba apático, sentado en una delas cómodas pero viejas butacas de la sala de espera mientras miraba la última emisión delnoticiario en la pantalla de TV fijada a la pared.

La presentadora de noticias informaba al país la lamentable historia sobre cuatro personasque fueron encontradas muertas por la policía en un hecho ocurrido en una casa abandonada dela Avenida Erich Zann. Según fuentes oficiales, el departamento de policía de Xeter (DPX) creéque un hombre de avanzada edad, cuyo cadáver no se a podido identificar, asesinó con uncuchillo al periodista Francis Salander y a dos jóvenes que se presume sean sus hijos. Laopinión de los expertos del DPX fue que, luego de perpetrado el crimen, el asesino se quitó lavida.

En otra noticia, fue encontrado otro cadáver en una habitación del Hotel Thalarión. Esta vezfue el cuerpo de una mujer todavía no identificada, muerta por una puñalada en el estómago. Lahabitación estaba registrada a nombre de Clinton Eastwood a quien la policía a iniciado subúsqueda como principal sospechoso del crimen.

Las cosas no podían haber quedado mejor, pensó mientras observaba a David Marco caminara su encuentro entre el río de gente y equipajes que fluían cansados y presurosos por las distintasestancias de la terminal. Pensó en lo joven que era el agente y recordó su propia juventud en losdías que se preparaba para ser un ejecutor del BIASP.

—¿Están bien tus heridas señor Eastwood o mejor digo señor Price? —Preguntó el jovenagente.

—Hiciste un buen trabajo conmigo Marco —le dijo Solomon tocándose la herida delhombro donde la criatura lo había mordido—. Podré aguantar sin problemas hasta llegar a laenfermería del BIASP.

David Marco se sintió complacido con el comentario de su compañero quien es una personamuy exigente y poca expresiva. Admiró el ingenio del ejecutor por preparar una escena delcrimen para la policía local. Usar el cuchillo de Lucio Alberti para asesinar a los testigos y no elsuyo propio había sido una buena jugada.

La voz nasal de una mujer sonó por las bocinas colocadas en las paredes de la sala de espera,indicando que el último vuelo a Francia estaba listo para ser abordado. Los enviados del Bureau

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indicando que el último vuelo a Francia estaba listo para ser abordado. Los enviados del Bureau

se prestaron a tomar ese avión. Solomon Price se levantó con cuidado de la butaca a causa desus heridas. Marco vio el dolor que se reflejaba en el rostro del ejecutor.

—¿Quieres que te ayude con el equipaje? —le preguntó el agente preocupado.—No. Yo puedo desempeñarme bien por mí mismo —le respondió cortante.Marco se arrepintió de haber hecho la pregunta. Al ejecutor Price no le gustaba que se

compadecieran de él. Price había luchado en muchas batallas y esas heridas que habíaconseguido en esta ocasión no eran nada comparadas con las que le habían infringido en elpasado. Marco se quedó de pie mirándolo cojear por un breve momento mientras pasaba entre lagente que ignoraba quién era aquella leyenda en la lucha contra los merodeadores del MundoTenebroso que siempre estaban al acecho. Solomon Price lo miró con reproche y Marcoapresuró el paso para darle alcance. Ya a su lado, el agente le preguntó a su compañero cómosabía que la policía encontraría tan rápido los cadáveres si ese terreno tenía tiempo abandonado.El ejecutor Price miró a Marco y sólo se limitó a sonreír maliciosamente y nunca le contestó lapregunta.

***

El teléfono celular sonó en uno de los bolsillos del supervisor Blackwood. Rápidamentetomó la llamada y escuchó una voz excitada desde el otro lado de la diminuta bocina del aparato.Cuando terminaron de informar, su boca dibujó una gran sonrisa en su cara. Eran buenasnoticias.

—Señor, el ejecutor Price acaba de llegar de Xeter y se encuentra en estos momento en laenfermería —Le informó Blackwood al Director Lovestone quien también se encontraba encompañía del supervisor Bloch—. A pasado algo maravilloso. Ya tenemos el Libro de lasDimensiones en nuestro poder.

—Esto es algo que no me esperaba, es verdaderamente sorpresivo. Háganlo mandar a buscarcuando termine con el doctor, quiero saber cómo nuestro querido ejecutor nos consiguió eselibro —respondió El Director Supremo del Bureau Internacional de Asuntos Sobrenaturales yParanormales—. Iniciaremos una reunión de inmediato. Avisen que no quiero que nadie nosmoleste.

—Como usted ordene señor —Asintió Bloch y se retiró despidiendo a algunos miembrosque se habían comenzado a amontonar en las puertas del despacho del director luego deescuchar el rumor de que Price había regresado más que triunfante de su misión.

Blackwood usó su celular para ordenar que mandaran a Solomon al despacho de Lovestonelo más rápido posible.

Minutos después, el ejecutor Solomon Price entró a la espaciosa y poca iluminada oficina.

Horror en la casa Alberti

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Minutos después, el ejecutor Solomon Price entró a la espaciosa y poca iluminada oficina.Al fondo pudo ver una pequeña lámpara sobre un escritorio antiguo de madera oscura que seencontraba frente a un ventanal por donde se colaba la luz de la luna que flotaba sobre el mantode aquella oscura noche. Hacía varios días que Solomon no estaba en el cuartel general, lasinstalaciones del Hotel Thalarión en Xeter eran estupendas, pero prefería la familiaridad delBIASP que lo hacía sentir en casa.

—Imagino que trae el libro con usted —quiso saber el director Lovestone—. ¿Lo hamostrado a alguien más?

—No, no lo he mostrado a nadie Señor —respondió el ejecutor desempacando el bulto decuero que colocó sobre el escritorio oscuro del despacho, delante del director y los dossupervisores.

—¿Quedó algún testigo que pueda comprometernos de alguna manera?—Nunca dejo testigos Señor. Tal como le gusta a usted.—¡Bien hecho ejecutor Price! —dijo con júbilo el director Lovestone—. Como siempre su

trabajo a llenado todas nuestras expectativas. Nunca deja de sorprenderme su talento.Reconozco que traer este libro no estaba en la ecuación cuando decidimos mandarlo a Xeter.¡Bendita nuestra suerte gracias a usted! Nos ha proporcionado lo que tanto necesitábamos paraponer en marcha nuestro más grande plan y cumplir nuestro propósito en este mundo. Unservicio único que sólo nosotros, esta antigua organización, le puede brindar a la humanidad.¡Caballeros! Es hora de culminar los preparativos e iniciar la operación: Salto en la Oscuridad.

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SOBRE EL AUTOR

Pedro Liberato nació el 14 de junio de 1977 en Santo Domingo Este, Rep. Dominicana.Por un tiempo estudió cinematografía en la UASD terminando sus estudios en los talleres deproducción de TV en el INFOTEP, donde se graduó como Fotógrafo para TV.

En la actualidad trabaja como camarógrafo para varios medios de comunicación yescribe novelas y relatos como: Horror en la casa Alberti, Tras las Puertas de Metal, Creo enmí y no siempre, Hacha Negra o La Sombra del Asesino y La chaqueta negra.