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Cartón filósofo

Por : Naranjo

Por: Naranjo

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Septiembre 2016 Una revista de artículos punzocortantes

EditorialEste, nuestro primer número, está formado por verdaderas proezas de la mente y de la memoria. En un esfuerzo por ofrecer un panorama claro del mundo del acero y los instrumentos punzocortantes, hemos creado un producto editorial que pretende rebasar las meras expectativas de un tiempo humano: quiere trascender y ser recordado como el corte profundo del acero en la piel.

Hemos trabajado en una colección de textos que promete ser un inventario futuro para los números próximos. El arte del cuchillo, las espadas, los cuchilleros y los afiladores. Todo confluye en esta primera prueba que sólo estará completa hasta pasar por sus ojos querido lector: es usted el objetivo de todos nuestros esfuerzos

Esperamos que así como nosotros disfrutamos de su hechura, disfrute usted de sus textos y su diseño. Todo está planeado para herir la mente y quedarse ahí colgado, como una profunda cicatriz de posibilidades.

Disfrute su lectura y haga esta publicación suya.

Los Editores.

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Una revista de artículos punzocortantes Septiembre 2016

EL arte del cuchilloJulio Villamar

El arte del cuchillo es un sistema que forma parte de una de las doce categorías del arte del kali: la cuarta, denominada baraw-baraw. En tiempos antiguos, el trabajo más avanzado era reservado exclusivamente a aquellos que habían demostrado su destreza en el uso del palo. Los antiguos maestros se dieron cuenta entonces, que los principios de movimiento con los palos pueden ser aplicados a los cuchillos.

Debido a estas consideraciones tendremos que recortar los movimientos al extrapolar las técnicas al cuchillo: la habilidad y el conocimiento en el manejo del cuchillo pue-den llegar a ser la diferencia entre la vida y la muerte. Siendo realistas, incluso siendo un experto en el manejo del cuchillo en un entrenamiento real, la posibilidad de salir sin ningún rasguño es de cero. Para comprobar esto sólo hay que hacer un pequeño ejercicio: coger dos rotuladores como si fueran cuchillos y hacer un combate; hay que procurar hacerlo en pantalón corto y una vez fi nalizado se descubrirán las marcas en el cuerpo. Existen básicamente dos formas de empuñar un cuchillo (con la hoja hacia arriba y con la hoja hacia abajo). Las posibilidades de movimiento son infi nitas: hay tres tipos de ataque que pueden efectuarse sobre el patrón de movimiento (cortar, clavar, golpear).

. “LA MENTE ES COMO UN PARACAIDAS SOLO FUNCIONA CUANDO ESTA ABIERTO “

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Septiembre 2016 Una revista de artículos punzocortantes

Tipos de filoAlberto Urín

Los cuchillos y navajas tienen distinto tipos de filos.Como siempre, lo primero que te debes preguntar es el uso que le vas a dar. La finalidad de los filos es conseguir un ángulo de corte que correponde a unafuncionalidad que le queramos dar al cuchillo o navaja.

Los distintos tipos de filos pueden cambiar notable-mente la forma de cortar del cuchillo o navaja.

Los tipos de filos más comunes son estos:Filos rectos: Son los más simples y más extendidos de los distintos fi los de cuchillos. Tie-nen la típica forma en V. Incrementan notablemente la superficie de trabajo y permiten cortes limpios. Los fi los rec-tos de más 30º o más son ángulos para machetes y ha-chas, para cortes por impacto, y los de menos de 30º permiten mayor manejo para trabajos más finos.

Filos convexos: Este tipo de fi los tiene un gran número de seguidores, pero también lo tiene de

detractores.Es un perfil muy robusto, permite un borde muy fuerte a la vez que aporta un alto grado de nitidez.En un borde convexo el bisel de cada lado de la hojaes redondeado a medida que se es-trecha para formar el borde. Es el

perfilmás apropiado para machetear,pero requiere cierto grado de habilidad para afi larlo.Son extremadamente durables.Filo scandi: También es un filo muy popular gracias a su facilidad de afi lado. El filo baja recto aproximadamentedesde la mitad de la hoja y no desde el lomo como sucede en los filos rectos. El resultado es un borde muy afi lado que ofrece un gran control en elcorte. Perfecto para tareas de talla de madera, notiene ningún bisel secundario, de ahí su facili-

dad de afilado, solo hay que apoyar la hoja en la piedra y seguir el ángulo del filo.

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Una revista de artículos punzocortantes Septiembre 2016

FotorreportajeEl primer corte es el más profundo

Desde hace milenios las espadas y sus formas i Muchas culturas incluso se funden con la forma Islam con la cimitarra, al cristianismo con la espatana. Ofrecemos un compendio de imágenes que Agosto, 2015 s el más profundo 7 portaje intempestivas han maravillado a la humanidad. a de una espada y es así como identificamos alada del cruzado o a la cultura ja-ponesa con la kae nos maravillará.

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Septiembre 2016 Una revista de artículos punzocortantes

FotorreportajeEl primer corte es el más profundo

Desde hace milenios las espadas y sus formas i Muchas culturas incluso se funden con la forma Islam con la cimitarra, al cristianismo con la espatana. Ofrecemos un compendio de imágenes que Agosto, 2015 s el más profundo 7 portaje intempestivas han maravillado a la humanidad. a de una espada y es así como identificamos alada del cruzado o a la cultura ja-ponesa con la kae nos maravillará.

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Una revista de artículos punzocortantes Septiembre 2016

Juan MurañaJorge Luís Borges

Durante años he repetido que me he criado en Palermo. Se trata, ahora lo sé, de un mero alarde literario; el hecho es que me crié del otro lado de una larga verja de lanzas, en una casa con jardín y con la biblioteca de mi padre y de mis abuelos. Palermo del cuchillo y de la guitarra andaba (me aseguran) por las esquinas; en 1930, consagré un estudio a Carriego, nuestro vecino cantor y exaltador de los arrabales. El azar me enfrentó, poco después, con Emilio Trápani. Yo iba a Morón; Trápani, que estaba junto a la ventanilla, me llamó por mi nombre. Tardé en reconocerlo; habían pasado tantos años desde que compartimos el mismo banco en una escuela de la calle Thames. Roberto Godel lo recordará. Nunca nos tuvimos afecto. El tiempo nos había distanciado y también la recíproca indiferencia. Me había ense-ñado, ahora me acuerdo, los rudimentos del lunfardo de entonces. Entablamos una de esas conversaciones triviales que se empeñan en la busca de hechos inútiles y que nos revelan el deceso de un condiscípulo que ya no es más que un nombre.

De golpe Trápani me dijo: —Me prestaron tu libro sobre Carriego. Ahí hablás todo el tiempo de malevos; decime, Borges, vos, ¿qué podés saber de malevos? Me miró con una suerte de santo horror. —Me he documentado —le contesté. No me dejó seguir y me dijo: —Documentado es la palabra. A mí los documentos no me hacen falta; yo conozco a esa gente.

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Septiembre 2016 Una revista de artículos punzocortantes

Al cabo de un silencio agregó, como si me confiara un secreto: —Soy sobrino de Juan Muraña. De los cuchilleros que hubo en Palermo hacia el noventa y tantos, el más men-tado era Muraña. Trápani continuó: —Florentina, mi tía, era su mujer. La historia puede interesarte. Algunos énfasis de tipo retórico y algunas frases largas me hicieron sospechar que no era la primera vez que la refería. “—A mi madre siempre le disgustó que su hermana uniera su vida a la de Juan Mura-ña, que para ella era un desalmado: y para Tía Florentina un hombre de acción. Sobre

la suerte de mi tío corrieron muchos cuentos. No faltó quien dijera que una noche, que estaba en copas, se cayó del pescante de su carro al doblar la esquina de Coronel y que las piedras le rompieron el cráneo. También se dijo que la ley lo buscaba y que

se fugó al Uruguay. Mi madre, que nunca lo sufrió a su cuñado, no me explicó la cosa. Yo era muy chico y no guardo memoria de él. Por el tiempo del Centenario, vivíamos

en el pasaje Russell, en una casa larga y angosta. La puerta del fondo, que siempre estaba cerrada con llave, daba a San Salvador. En la pieza del altillo vivía mi tía, ya entrada en años y algo rara. Flaca y huesuda, era, o me parecía, muy alta y gastaba

pocas palabras. Le tenía miedo al aire, no salía nunca, no quería que entráramos en su cuarto y más de una vez la pesqué robando y escondiendo comida. En el barrio

decían que la muerte, o la desaparición, de Muraña la había trastornado La recuerdo siempre de negro. Había dado en el hábito de hablar sola. La casa era de propiedad de un tal señor Luchessi, patrón de una barbería en Barracas. Mi madre, que era costu-rera de cargazón, andaba en la mala. Sin que yo las entendiera del todo, oía palabras

sigilosas: ofi cial de justicia, lanzamiento, desalojo por falta de pago. Mi madre estaba de lo más afl igida; mi tía repetía obstinadamente: Juan no va a consentir que el grin-go nos eche. Recordaba el caso —que sabíamos de memoria— de un surero insolente que se había permitido poner en duda el coraje de su marido. Este, en cuanto lo supo,

se costeó a la otra punta de la ciudad, lo buscó, lo arregló de una puñalada y lo tiró al Riachuelo. No sé si la historia es verdad; lo que importa ahora es el hecho de que

haya sido referida y creída. Yo me veía durmiendo en los huecos de la calle Serrano o pidiendo limosna o con una canasta de duraznos. Me tentaba lo último, que me libra-

ría de ir a la escuela.

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El afilador, oficio que se resiste al tiempoRafael Romero

A sus casi 51 años, para Rafael Zamu-dio “rodar” por calles de las colonias

Centro, Guerrero y Buenavista a bordo de su bicicleta para dar fi lo a utensilios y herramientas, sigue siendo el trabajo

“más dignifi cante” que pudo haber teni-do. Con su trabajo por cuenta propia, afi

lando cuchillos, tijeras o herramientas varias da vida a un ofi cio que va en des-uso y obtiene el ingreso con el que busca mejorar sus condiciones de vida. “Estudie hasta quinto de primaria, pero no me fui

de vago como mis amigos, preferí trabajar. Fui albañil, cargador, hasta de jardinero le hice, pero des-pués conocí a un amigo de la Merced que me enseñó a darle fi lo a los cuchillos, tijeras, palas y ma-

chetes”, recuerda en entrevista para Notimex. Con su bicicleta y a la mano silbato con el que desplie-ga las inconfundibles notas, desde hace 20 años recorre calles y mercados para afi lar herramientas utilizadas en el hogar y negocios, principalmente de cocina. Inicia su labor a las 09:00 de la mañana y termina entre las 17:00 y 18:00 horas. Orgulloso, comenta que ha llegado a afi lar hasta ocho cu-chillos al día y por cada uno cobra entre 15 y 20 pesos, según el tamaño. “Lo que más se afi la es el

cuchillo, también las tijeras en los mercados, pero los cuchillos es lo que más afi - lo”. En su labor no hay un contrato de por medio que le garantice un ingreso fijo, ni acceso a las prestaciones sociales

que sí recibe un trabajador asalariado. Su ofi cio, que al igual que otros como el de organillero, zapa-tero, mecanógrafo o relojero, se ha visto afectado con la llegada de la modernidad y la globalización, está a punto de extinguirse de no ser por personas que, como él, mantienen la “tradición” a pesar de los cambios. Su bicicleta está provista de una estructura plegable sobre la que eleva la llanta trasera para poder pedalear sin desplazarse. Así, hace girar su rueda y rotar la piedra de esmeril con la que desgasta una orilla de los objetos metálicos que cada vez “son de menos calidad”. Ya no son como

antes que eran de verdadero acero -afi rma Don Rafa-, ahora son más delgados, como de papel y si se “amellan” es más fácil tirarlos que volverlos a afi lar. “Por eso casi no hay trabajo, más que con las señoras que tienen sus buenos utensilios, o en los mercados”. El próximo miércoles, para él será un día normal, de recorrer calles haciendo sonar el silbato que identifi ca sus servicios; mientras mi-

llones de trabajadores, tanto en el país como en diferentes partes del mundo, conmemorarán el Día del Trabajo con marchas y actos para reivindicar derechos. “Pues está bien que celebren marchando,

pero para mí es como cualquier otro día, sigo trabajando. Sólo cuando estoy mal, o cuando ya no pueda, ya no saldré. La mejor forma de celebrar el día es trabajando”, considera desde “su trinchera”.

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