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1 García Prieto, E. (2016) Cartas que encausan, cartas que narran. Um estudio de caso dentro del Proyecto PostScriptum. V Encontro CITCEM. As Linhas e as Letras: Epistolografia e Memória da cultura escrita, Porto, November 2325. Con esta breve comunicación quiero adentrarme en un estudio de caso que trata de analizar un conjunto epistolar como base para la comprensión de un personaje concreto, su entorno social y las motivaciones que subyacieron en sus acciones particulares. A lo largo de los pasados cuatro años el grupo de investigación Post Scriptum ha hecho una recopilación sistemática de correspondencia privada en el ámbito ibérico durante los siglos XVI al XIX. El objetivo es la composición de dos corpora diacrónicos que permita el estudio del lenguaje cotidiano en la España y Portugal modernos. Para ello, se ha buscado documentación epistolar en fuentes judiciales de toda naturaleza. A día de hoy contamos con algo menos de 4000 autores y destinatarios que intercambiaron cartas familiares, amorosas, de amistad o negocios a lo largo de todo el territorio peninsular y sus posesiones ultramarinas. Sus palabras nos han permitido reconstruir breves retazos de sus experiencias vitales y, a la vez que avanzábamos en el conocimiento de las particularidades lingüísticas del portugués y el español, comprendíamos mejor las sociedades ibéricas de los siglos modernos. En este sentido, ¿por qué considero útil reseñar una trayectoria concreta dentro del amplio grupo de participantes del proyecto PS? ¿por qué poner la atención en un caballero de la elite jienense del siglo XVII? Don Pedro de Escobedo y Cabrera podría ser, simplemente, uno más de los 4000 autores y destinatarios que forman parte del universo PS, sin embargo, su caso consta de varias características que le hacen merecedor de este interés. En 1682 don Pedro fue procesado por los jueces de la Real Chancillería de Granada por un grave delito contra la integridad moral de una de las religiosas del convento de Santa Clara de Martos, villa situada en la actual provincia de Jaén. La resistencia violenta contra la autoridad acabó con la derivación del caso al Consejo de Castilla, órgano supremo de la justicia dentro de la Monarquía Hispánica. Por tanto, fue con la revisión de los procesos judiciales del Consejo como topé con el caso de don Pedro de Escobedo. Así empecé a familiarizarme con la historia de este hidalgo y caballero de hábito de la orden de Calatrava. El mal estado de conservación del proceso, así como la condición de caballero, me llevó a buscar más información sobre el mismo en la sección de Órdenes Militares custodiada por el Archivo Histórico Nacional. Allí observé la existencia de dos expedientes que concernían a don Pedro. Uno de ellos tenía una naturaleza jurisdiccional y trataba sobre los motivos que habían impedido al Consejo de Órdenes tramitar el caso del convento de Santa Clara. El otro versaba sobre otro delito imputado al caballero y relacionado con el matrimonio que había contraído con doña Isabel María de Ortega sin el consentimiento del padre de la muchacha. La naturaleza sexual de ambos delitos convertían el caso de don Pedro en algo digno de interés, pero a ello había que sumar el gran número de correspondencia que albergaban ambos procesos. En efecto, la consideración de la correspondencia como prueba judicial hace de este tipo de fuentes una mina inagotable para aquellos interesados en el estudio de la

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García  Prieto,  E.  (2016)  Cartas  que  encausan,  cartas  que  narran.  Um  estudio  de  caso  dentro  del  Proyecto  Post-­‐Scriptum.  V  Encontro  CITCEM.  As  Linhas  e  as  Letras:  Epistolografia  e  Memória  da  cultura  escrita,  Porto,  November  23-­‐25.  

Con esta breve comunicación quiero adentrarme en un estudio de caso que trata de analizar un conjunto epistolar como base para la comprensión de un personaje concreto, su entorno social y las motivaciones que subyacieron en sus acciones particulares. A lo largo de los pasados cuatro años el grupo de investigación Post Scriptum ha hecho una recopilación sistemática de correspondencia privada en el ámbito ibérico durante los siglos XVI al XIX. El objetivo es la composición de dos corpora diacrónicos que permita el estudio del lenguaje cotidiano en la España y Portugal modernos. Para ello, se ha buscado documentación epistolar en fuentes judiciales de toda naturaleza. A día de hoy contamos con algo menos de 4000 autores y destinatarios que intercambiaron cartas familiares, amorosas, de amistad o negocios a lo largo de todo el territorio peninsular y sus posesiones ultramarinas. Sus palabras nos han permitido reconstruir breves retazos de sus experiencias vitales y, a la vez que avanzábamos en el conocimiento de las particularidades lingüísticas del portugués y el español, comprendíamos mejor las sociedades ibéricas de los siglos modernos. En este sentido, ¿por qué considero útil reseñar una trayectoria concreta dentro del amplio grupo de participantes del proyecto PS? ¿por qué poner la atención en un caballero de la elite jienense del siglo XVII? Don Pedro de Escobedo y Cabrera podría ser, simplemente, uno más de los 4000 autores y destinatarios que forman parte del universo PS, sin embargo, su caso consta de varias características que le hacen merecedor de este interés.

En 1682 don Pedro fue procesado por los jueces de la Real Chancillería de Granada por un grave delito contra la integridad moral de una de las religiosas del convento de Santa Clara de Martos, villa situada en la actual provincia de Jaén. La resistencia violenta contra la autoridad acabó con la derivación del caso al Consejo de Castilla, órgano supremo de la justicia dentro de la Monarquía Hispánica. Por tanto, fue con la revisión de los procesos judiciales del Consejo como topé con el caso de don Pedro de Escobedo. Así empecé a familiarizarme con la historia de este hidalgo y caballero de hábito de la orden de Calatrava. El mal estado de conservación del proceso, así como la condición de caballero, me llevó a buscar más información sobre el mismo en la sección de Órdenes Militares custodiada por el Archivo Histórico Nacional. Allí observé la existencia de dos expedientes que concernían a don Pedro. Uno de ellos tenía una naturaleza jurisdiccional y trataba sobre los motivos que habían impedido al Consejo de Órdenes tramitar el caso del convento de Santa Clara. El otro versaba sobre otro delito imputado al caballero y relacionado con el matrimonio que había contraído con doña Isabel María de Ortega sin el consentimiento del padre de la muchacha. La naturaleza sexual de ambos delitos convertían el caso de don Pedro en algo digno de interés, pero a ello había que sumar el gran número de correspondencia que albergaban ambos procesos. En efecto, la consideración de la correspondencia como prueba judicial hace de este tipo de fuentes una mina inagotable para aquellos interesados en el estudio de la

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correspondencia privada. En este sentido, el proyecto Post Scriptum ha seguido la senda de otros investigadores que se han valido de estos fondos para la constitución de corpus epistolares. Por ello, no es de extrañar que, a la hora de juzgar las acciones de don Pedro, la correspondencia tuviese un importante papel junto a las declaraciones de testigos.

En el caso de la deshonra a la religiosa del convento marteño, que respondía al nombre de doña Quiteria González y Mora, el propio cenobio aportó las cartas de amor que ésta había dirigido a don Pedro a lo largo de más de una década y donde desgranaba su pasión por el caballero y su deseo de pasar más tiempo con él. Se pueden establecer tres grupos dentro de ese particular sub- corpus: aquellas que escribió en los momentos iniciáticos de la relación y antes de profesar como religiosa, las misivas que le dirigió desde el convento cuando don Pedro se hallaba en América y, por último, las cartas escritas en prisión y que, no sólo tienen a don Pedro como destinatario, sino también a su madre y a uno de los cómplices del caballero.

Si en este caso era don Pedro el destinatario de las cartas amorosas, en el proceso conservado en la sección de Órdenes militares, se adjuntó la correspondencia que él mantuvo con la muchacha que desposó sin consentimiento paterno. Estas cartas recogen las finezas amorosas del caballero hacia doña Isabel María de Ortega y muestran las gestiones que trató de llevar a cabo para lograr evadir los obstáculos que la familia de la muchacha ponía a la relación.

Si estos dos sub- corpus ya son interesantes de por sí, y ofrecen muchas posibilidades de análisis, hay un elemento adicional que ha convertido este caso concreto en un proyecto con una gran proyección para el estudio del personaje. Una vez que se inician las pesquisas contra don Pedro, y tras una respuesta violenta por parte del mismo, el caballero huyó de la villa de Martos y, por lo que no consta, no pudo ser prendido para la ejecución de la sentencia. Con este motivo, los jueces pesquisidores llevaron a cabo una inspección de la vivienda de don Pedro y se incautaron de diversos objetos y documentos. Entre ellos, los jueces recopilaron un importante número de cartas dirigidas a don Pedro por distintos destinatarios y las anejaron al proceso judicial. Aunque algunas de ellas están en muy mal estado, otras nos ofrecen un completo panorama de la red de contactos con la que contó don Pedro en los años en que se enfrentó a las causas judiciales. Formada por una treintena de autores, esta red estuvo formada por familiares y conocidos de don Pedro en dos ámbitos geográficos fundamentales: la provincia de Guatemala en América y las provincias de Sevilla y Jaén en Andalucía. Este hecho ya nos da mucha información sobre el personaje y sus posibilidades vitales y frente a las acusaciones a las que se enfrentaba. Pero sobre todo, estas cartas nos permiten reconstruir una biografía que va más allá de los hechos penales. Si sólo contásemos con la correspondencia que fue aportada como prueba, tendríamos una visión unidimensional del personaje de don Pedro, pero nos faltarían otros elementos fundamentales de su biografía. En este sentido, el hecho de contar con esas cartas incautadas nos permite añadir piezas a su experiencia vital y comprender de manera más global al personaje.

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Es evidente que la condición de don Pedro como caballero de las órdenes militares, supone un elemento sobre el que partir. Además, el propio proceso desgaja algunos hechos que nos permiten buscar nuevas piezas de información y comprender por qué don Pedro actuó como lo hizo. Hay un elemento que no podemos pasar desapercibido y es que no nos encontramos ante un personaje ordinario, sino que nos estamos sumergiendo en la vida de un hidalgo que formó parte de la élite local de Martos, con todo lo que ello supone. Don Pedro de Escobedo y Cabrera era hijo de don Diego de Escobedo Enríquez, alcalde mayor honorífico de la villa de Martos y de doña Luisa Matea de Cabrera y Godoy. Formaba parte de un linaje consagrado al servicio de las armas desde tiempos de Fernando el Católico y don Pedro, al igual que muchos de sus antepasados, fue dirigido hacia esa vía para construir su vida profesional. En la década de 1670 se dirigió a la provincia de Guatemala donde su tío Fernando Francisco de Escobedo, como capitán general y presidente de la Audiencia de aquella estaba diseñando y llevando adelante los planes de la Monarquía para asegurar la protección de esas tierras de los ataques piráticos. Ejerció como maestre de campo del tercio de las provincias de San Salvador y San Miguel, para más adelante ocupar cargos como corregidor y alcalde mayor en los partidos de Totonicapán y Quetzaltenango. Por tanto, lo que observamos es la carrera exitosa de un miembro de la hidalguía que, contando con una red familiar relativamente poderosa, enfrentó los hitos vitales de una manera muy particular. Hay dos posibilidades de análisis que me gustaría abordar en los pocos minutos que me restan y que, están íntimamente conectados.

Por un lado, qué nos ofrece esa correspondencia incautada a la hora de entender cómo manejó don Pedro sus relaciones familiares y de amistad; y, por otro lado, la biografía sentimental que se deriva de la correspondencia amorosa del personaje y su íntima relación con su biografía penal.

Dentro del numeroso grupo de cartas incautadas contamos con muestras epistolares de muy diversa naturaleza que retratan los diversos grados de relación de don Pedro con sus corresponsales. Ese importante número de epístolas nos permite dibujar la red de relaciones familiares, profesionales y de amistad con que contó el caballero en los momentos previos a su proceso judicial (las cartas se mueven en un intervalo que incluye los años de 1679 a 1682, aproximadamente) y, por supuesto, nos permite discernir qué participantes fueron esenciales en su vida. Aunque solo hay una carta escrita por su tío Fernando Francisco de Escobedo, este personaje tiene una importancia capital a la hora de entender muchas de las conexiones profesionales de don Pedro que aparecen reflejadas en el corpus. En cierto sentido, la red de don Pedro es deudora, en muchos sentidos, de la de su tío. Y aquí podemos añadir un hecho que, en el caso de que no contáramos con la correspondencia, podría resultar anecdótico. Al hacer el registro de la vivienda de don Pedro se hizo un inventario de bienes que reflejaba las ricas posesiones de este caballero y, entre ellas, atesoraba un retrato de su tío, lo que viene a corroborar el gran deudo que mantenían ambos parientes. Así, y volviendo de nuevo a las cartas, don Pedro aparece como persona cercana a don Fernando Francisco y, a su vuelta a la Península, como intermediario de los intereses de su tío en la corte del rey.

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Hay que señalar que en el momento de su vuelta, don Fernando había sido sometido a una visita para fiscalizar sus acciones en la provincia de Guatemala y don Pedro actuó como defensor de su labor desde la corte de Madrid. Además, tanto la correspondencia familiar como la de aquellos personajes vinculados por lazos de dependencia a don Pedro le van a ver como un puntal fundamental dentro del linaje y las cartas son muestra de un deseo por lograr la merced del caballero.

Pero además de esta interesante faceta, hay cartas que nos desvelan algo más sobre la vida de don Pedro, su intimidad y carácter. Es lo que hallamos en las cartas que le escribió su primo, don Juan Francisco Moreno y Aboz y que nos dan muchas pistas sobre la vivencia guatemalteca de don Pedro. Además de discurrir sobre el entorno social que compartió el caballero en América, nos permiten vislumbrar aspectos que tienen más que ver con la azarosa vida amorosa de don Pedro. Y en este punto, podemos volver a conectar con los otros sub corpus que ya hemos señalado.

Lo interesante de la esa biografía sentimental son los puntos coincidentes en las diversas relaciones amorosas de don Pedro. Por lo que podemos colegir de los dos pleitos analizados y de los distintos corpus anejados a ellos, esa biografía implicó a tres mujeres distintas: doña Quiteria González, doña Isabel María de Ortega y una mujer a la que conoció durante su estancia en América y que respondía, muy probablemente, al nombre de María. Los datos que hemos podido consignar hasta el momento sitúan a doña Quiteria como la primera de las conquistas amorosas de don Pedro. Siendo doña Quiteria una muchacha doncella- creemos que contaba unos catorce años de edad- fue galanteada por el caballero quien la convenció para abandonar el hogar paterno. Después, y previo a su viaje a Indias, don Pedro la estableció en el convento marteño de Santa Clara donde algunas de sus parientes femeninas contaban con cargos de responsabilidad. Los largos años de ausencia de don Pedro supusieron que doña Quiteria pasara del estado de novicia a monja profesa y la muchacha, a la vez que expresaba sus apasionados sentimientos amorosos a don Pedro, le pedía que con su patronazgo económico le permitiese prosperar dentro de la comunidad religiosa de Santa Clara. En este periodo americano don Pedro inició una nueva relación amorosa de la que tenemos datos fragmentarios gracias a la correspondencia entre el caballero y su primo. Esa mujer, que como hemos señalado, respondía al nombre de María quedó embarazada a resultas de los tratos amorosos con don Pedro. El niño nacido de esta unión fue llamado Diego, como su abuelo paterno, y quedó al cargo del primo de don Pedro. En una de las cartas de aquel, se dan ciertas noticias interesantes sobre el destino de la madre. Encerrada en un beaterio, parece ser que se negaba a reanudar la vida conyugal con su esposo, para gran escándalo de las autoridades civiles y eclesiásticas, y clamaba por divorciarse de él. Por lo que entendemos, la negociación de ese enlace habría partido de don Pedro de Escobedo como medio para restaurar el honor de la dama

Una vez instalado de nuevo en Martos, don Pedro protagonizó los hechos escandalosos que llevaron a su enjuiciamiento. Renovó sus tratos con doña Quiteria sobrepasando los límites que el decoro y el respeto hacia la clausura femenina requerían. De hecho, fue el

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propio convento, a través de sus monjas profesas, quienes elevaron un memorial al rey para denunciar los hechos. Por ello sabemos cómo don Pedro traspasaba cada noche los muros del convento para encontrarse con Quiteria y, en compañía de dos hombres más y sus respectivas amantes (también monjas del convento) salían por las calles de Martos a pasear y disfrutaban de saraos en las habitaciones de don Pedro. De estos tratos resultó el embarazo de doña Quiteria quien dio a luz un niño dentro de los muros del convento. A la par que se desarrollaban estos eventos, don Pedro no dudó en seducir a otras mujeres. Por una de las declaraciones de testigos del proceso judicial sabemos que don Pedro trató de lograr tratos carnales con otra de las religiosas, contando además, con el concurso de su amante doña Quiteria. Ésta también tendría un cierto papel de mediadora en la relación con doña Isabel María de Ortega que guarda, sobre todo en sus fases previas, ciertas similitudes con el caso de doña Quiteria. Doncella joven, de unos 17 años de edad, y separada de sus padres por motivos de salud, fue cortejada por don Pedro de manera persistente durante varios meses. Persistiendo en sus amores con ella, el caballero trató de alejarla de la influencia familiar depositándola en un convento y, finalmente, se decidió a contraer matrimonio con ella. Este hecho no sólo debió de causar preocupación al padre de doña Isabel, y promotor de la causa judicial contra don Pedro, sino que causó alarma en el entorno de don Pedro. Así, contamos con una carta dirigida a una pariente de don Pedro dentro del corpus incautado en que se relatan las maniobras disuasorias para tratar de que doña Isabel renunciase a la idea del matrimonio y optase por la profesión religiosa.

Las consecuencias de esta ajetreada vida sentimental fueron, en primera instancia, dos hijos ilegítimos y un matrimonio no deseado por las familias de ambos cónyuges. En segunda instancia, llevaron a don Pedro a enfrentar causas penales que, agravadas por su resistencia violenta y su consiguiente huida, fueron despachadas por el tribunal con la pena máxima.

Una vez que hemos relatado los pormenores de este particular periplo queda reflexionar sobre estos hechos tratando de comprender el porqué de los mismos. Y lo cierto es que, a veces, la tarea no es sencilla. En parte se debe a las fuentes que hemos utilizado para reconstruir esa vivencia: una correspondencia amorosa que, al estar sometida a unas convenciones epistolares concretas nos dificulta la exhumación del verdadero sentir de sus autores. Por otro lado, también hay que entender las convenciones sociales que marcaban el devenir de un hombre como don Pedro en la España del Antiguo Régimen y que pueden explicar, en parte, algunos de sus comportamientos.

La manera en que don Pedro afrontó su vida amorosa no es insólita en el mundo ibérico durante el periodo moderno. Las relaciones extraconyugales fueron bastante habituales, tal y como reflejan los registros judiciales que tanto hemos trabajado. De hecho, el gran confidente epistolar de don Pedro, su primo Juan Francisco, había dejado en la Península a una muchacha deshonrada y embarazada de su hijo, y perdió en Guatemala a una hija ilegítima a causa de una enfermedad epidémica. Pero sobre todo, creo que la experiencia de don Pedro es coherente con lo que se ha estudiado para los miembros jóvenes de las elites nobiliarias hispánicas. No fue tampoco infrecuente que miembros

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de importantes linajes nobiliarios tuviesen que enfrentarse a los tribunales de justicia por delitos derivados del uso de la violencia, así como por escándalos de tipo sexual y amoroso. La respuesta tibia ante esos desafíos al orden establecido pudo coadyuvar a su persistencia en el tiempo. Y sobre todo, puede explicar por qué don Pedro se comportó de la manera en que lo hizo. Consciente de que contaba con los resortes sociales necesarios para escapar a ciertas consecuencias de sus acciones, mostró un cierto desprecio a la cortesía social, la honra femenina y, en última instancia, a la justicia. Sin embargo, el traspaso de los límites fue tan evidente que la respuesta del consejo había de ser muy contundente: la pena de muerte por decapitación, por tanto, no parece excesiva ante las penas del reo. Si enfrentamos estas cuestiones desde los paradigmas de los estudios de género, las preguntas siguen surgiendo. Y así, no podemos dejar de ver un abuso de posición en la manera en que don Pedro trató a las mujeres con las que mantuvo una relación sentimental y a las que podemos ver, en ciertos aspectos, como víctimas del caballero. En este sentido, el hecho de contar con la correspondencia amorosa de doña Quiteria nos remite a analizar su caso de manera más pormenorizada. Sus palabras parecen convencernos del apasionado amor que sentía hacia don Pedro, quien, por otro lado, acabó por convertirse en el distribuidor del sustento económico propio y el de su familia. De esa manera la relación de dependencia entre ellos no era meramente amorosa, sino que tenía un componente económico. Y quizá, es la conjunción de estos dos factores la que explica que doña Quiteria accediese a actuar como mediadora en otras seducciones del caballero y asistiese gustosa al matrimonio de su amante con otra mujer.

El rastro epistolar relacionado con don Pedro de Escobedo nos permite, por tanto, completar una biografía que, de no ser por esos documentos, se hubiese quedado en el mero recuento de sus méritos militares o de sus problemas con la justicia. Sin embargo, a la vez que esta correspondencia nos ofrece una riqueza de datos muy atractiva, también introduce cuestiones que nos llevan a la creación de una biografía más completa pero con muchos elementos conjeturados. Aspectos como la convención epistolar, la auto-representación del autor a través de palabras escogidas, el miedo a que no hubiese una total privacidad en ese tipo de comunicaciones e, incluso, la carencia de un nivel escriturario adecuado para la expresión de todos los sentimientos del autor, dificultan el análisis de este tipo de documentos y, sobre todo, nos sitúan en un plano más especulativo que real. No obstante, es un interesante punto de partida para tratar de comprender mejor las mentalidades de una sociedad que, a día de hoy, sigue sorprendiéndonos.