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GRACIAS, SEÑOR, SOMOS TU SIEMBRA

Carta pastoral del Obispo de San Francisco, Sergio O. Buenanueva.

Orientaciones para el año 2015

A todos los fieles católicos de la Diócesis de San Francisco.

1. Estamos iniciando el camino cuaresmal. Jesús nos invita a entrar en lo secreto de nuestra habitación, cerrar la puerta, y allí ponernos en oración1. Es la condición para escuchar al Padre que ve en lo secreto. Su mirada ilumina la vida, abriéndola a los demás. Este es el camino que les propongo transitar en este año pastoral 2015. Según lo programado, es el tiempo para la evaluación de nuestro Plan de Pastoral. Culminará con la Asamblea diocesana del próximo 12 de octubre, que nos permitirá discernir el camino a seguir. Esta Carta ofrece algunas orientaciones para ello.

2. Dos parábolas nos inspiran: el sembrador y el trigo y la cizaña2. Nos hablan de un Dios que no se cansa de sembrar y rico en paciencia, y que es Señor de la historia: nada escapa a su Providencia sabia y amorosa. A la luz de estos textos, les propongo algunos senderos espirituales para transitar este año. Habrá también subsidios prácticos que nos ayuden en la evaluación. 1 Cf. Mt 6,5-6. Estas palabras son parte del evangelio que leemos el Miércoles

de Ceniza, al iniciar la Cuaresma 2 Cf. Mt 13, 1-9. 24-30

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I. Entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre

3. Nunca vamos a insistir demasiado sobre la oración. San Juan Pablo II decía que un cristiano que no reza está en situación de riesgo: debilitar su fe hasta perderla3. Pero, ¿qué es la oración? Dice Santa Teresita: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría”4. Es tratar a Dios de “Tú”. Escucharlo, exponerle la vida y dejar que brote la alabanza, la adoración, la súplica, el arrepentimiento e incluso el interrogante del que está en la prueba.

4. La oración tiene algunos requisitos básicos. Ante todo, la humildad de reconciliarnos con nuestro “humus”: la tierra de que estamos hechos. Orar es elevarse hacia Dios bajando al subsuelo de nuestra real condición humana. La oración requiere también silencio interior. Es ese “entrar en lo secreto y cerrar la puerta” de que habla Jesús: silenciar tantas voces que nos habitan, para poder escuchar la voz de Dios. Silencio interior que requiere, de ordinario, el silencio exterior.

5. Humildad y silencio para dejarnos mirar por Dios. Solo así voy comprendiendo quién soy y hacia dónde debo caminar. La mirada de Dios ilumina nuestra vida. Por eso, los grandes orantes han sido también grandes

3 Novo millenio ineunte 34 4 Santa Teresa del Niño Jesús, citada por el Catecismo de la Iglesia Católica IV

Parte

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enamorados de la vida y protagonistas que han transformado la historia, porque la han vivido desde Dios. Pensemos en María, en Moisés o en Brochero.

6. Otro requisito fundamental de la oración es la perseverancia. Jesús habló mucho de ella: orar siempre y sin desanimarnos; pedir, llamar, buscar5. La gran tentación de la oración es abandonarla, sobre todo cuando llega la noche oscura, desaparece el gusto sensible y nos hacemos más vulnerables al tentador. Pero es cuando más necesitamos perseverar, viviendo la oración como encuentro en la fe con Aquel que sabemos nos ama, aunque no sintamos nada.

7. Todo bautizado está llamado a orar. Con el bautismo y la confirmación, Dios regala el don de la oración. Don que tiene que dar lugar a un camino personal de oración en cada discípulo. La Iglesia no solo reza, valora y anima la oración de sus hijos. Ella es, ante todo, Iglesia orante. María, en oración con los apóstoles es el ícono que mejor expresa este misterio. Cada semana vivimos una intensa experiencia de oración en la Eucaristía dominical: verdadera escuela de humildad, de silencio, de escucha y de adoración. La Iglesia sabe enseñarnos a orar; tiene una riquísima tradición de oración y espiritualidad litúrgicas a las que hemos de acudir como el sediento a la fuente. Prometo volver sobre este punto tan fascinante como vital.

5 Cf. Lc 11,9-13

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II. Hemos recibido el Espíritu para reconocer los dones de Dios

8. El camino de evaluación pastoral que les propongo es una forma de oración: el discernimiento espiritual, personal y comunitario. ¿En qué consiste? Cada día experimentamos muchos movimientos interiores, apegos malsanos y prejuicios, sentimientos y estados de ánimo contradictorios y confusos. Cuando tenemos que tomar una decisión importante, esa multitud de voces puede volverse un griterío que nos confunda y nos lleve a una decisión errada. Lo que siento ¿viene de Dios? ¿Es una llamada suya, un sentimiento mío o una tentación?

9. No olvidemos que no solo somos frágiles, sino también pecadores. El peso del egoísmo nos vuelve ciegos a las exigencias del bien. Hay además estructuras de pecado que nos influyen creando una mentalidad extraña al Evangelio. Vivimos en una sociedad que se seculariza cada vez más. No es extraño que confundamos el querer de Dios con nuestro modo de ver, que nos engañemos o nos mintamos a nosotros mismos. Tampoco que las comunidades cristianas vivan una suerte de “secularización interna” que insensibiliza ante la presencia de Dios, o una “mundanidad espiritual”, severamente señalada por el papa Francisco6.

10. El discernimiento es un don del Espíritu que nos permite distinguir lo que proviene de Dios, comprendiendo cada vez más su designio sobre nosotros. Nos ayuda a

6 Cf. Evangelii gaudium 93-97. En este capítulo el papa habla de varias

tentaciones a las que está sometido el cristiano de hoy. Sería bueno repasarlo

en nuestro discernimiento: cf. Evangelii gaudium 76-109

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reconocer Su voluntad y a cumplirla en nuestra vida. El Señor lo ha prometido: “el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”7. Se trata entonces de dejar obrar al Espíritu, de hacernos disponibles a su inspiración. Es el mismo Espíritu el que abre la mente y eleva el corazón para que sintamos el consuelo que viene de Dios.

11. Se abre para nuestra Iglesia diocesana entonces un tiempo de intensa oración, invocando que el Espíritu descienda sobre nosotros. Como en el Cenáculo, perseveremos en la oración con María, suplicando el Don del Espíritu para contemplar las maravillas que Dios ha hecho entre nosotros.

III. Gracias, Señor: somos tu siembra

12. El camino eclesial que expresa el Plan de Pastoral es fruto de la siembra de Dios en el campo de nuestra Iglesia. Al revisar cómo hemos aplicado el Plan en estos años, miremos la vida de nuestra diócesis en toda su amplitud, para reconocer allí los frutos de la siembra divina, como también aquellos aspectos que todavía resisten la buena semilla del Evangelio. Se trata de contemplar el paso del Señor, su pascua de muerte y resurrección, que hace fecunda nuestra vida.

13. Aquí me permito hacer una sola advertencia: no miremos 7 Jn 14,26

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a nuestra Iglesia desde la vereda de enfrente. Pidamos el don de sabiduría y la mansedumbre para ver la realidad “con los ojos de Dios”. También la cizaña. María encarna la actitud justa. Ella mira con los ojos de Dios y repasa en su corazón la obra salvadora, transformándola en oración, en canto y alabanza: “Mi alma canta la grandeza del Señor. Ha hecho obras grandes entre nosotros. Su Nombre es santo”.

14. ¿Qué pedir en este discernimiento? Yo lo expreso así: “Señor, somos tu siembra. Has sido generoso al esparcir tu semilla: ¿Qué frutos de esa siembra nos mueven a la acción de gracias? Es cierto, también crece la cizaña, pero Tú tienes los hilos de la historia en tus manos: ¿Qué aspectos de nuestra vida nos desafían a ser pacientes como Tú? Nos has llamado a colaborar con tu siembra: ¿Dónde nos estás llamando a sembrar?”.

15. Otros textos bíblicos que nos pueden inspirar en este camino los encontramos en el Apocalipsis: las siete cartas a las Iglesias (Ap 1,4-3,22). Allí, es Jesús resucitado el que habla a la Iglesia, como esposo enamorado, invitando a recuperar el “amor primero”. Son palabras exigentes, sin medias tintas. Pero tocan el corazón, porque las pronuncia Aquel que nos amó hasta el fin, y que solo tiene para nosotros designios de paz. Vamos a meditar estas palabras en la propuesta de Novena diocesana que, como cada año, nos ofrecen algunos sacerdotes.

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IV. Evangelizadores con Espíritu

16. Dejémonos entonces alcanzar por este fuego divino. Ojalá que este año sea un renovado Pentecostés que nos permita experimentar el gozo del Espíritu en nuestra vida diocesana. ¿Qué somos sin el Espíritu de Dios? Alguno recordará aquellas sabias palabras del patriarca Atenágoras: “Sin el Espíritu Santo, Dios es lejano, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es una letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un poder, la misión una propaganda, el culto un arcaísmo y la actuación moral una conducta de esclavos. En cambio, en Él: el cosmos se encuentra ennoblecido y movilizado para la generación del reino, Cristo resucitado se hace presente, el Evangelio se vuelve potencia y vida, la Iglesia realiza la comunión trinitaria, la autoridad se transforma en un servicio liberador, la acción humana es deificada”.

17. Le pido al Señor que, a lo largo de este año pastoral, podamos redescubrir y experimentar con mayor profundidad la presencia y acción del Espíritu Santo en nuestra vida diocesana. Él es el alma de la Iglesia, animador de la evangelización, fuego que purifica, agua que refresca y unción que fortalece y consuela. Él es el Maestro interior que nos guía al encuentro con Cristo, nos recuerda sus palabras, da testimonio en nuestros corazones de la verdad del Evangelio e inspira nuestro testimonio valiente y humilde a la vez. Él sumerge a la Iglesia en el misterio de la Pascua de Cristo cuando nos reunimos para la divina liturgia.

18. El papa Francisco nos ha invitado a ser “evangelizadores

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con Espíritu” para anunciar a todos la belleza del amor de Dios manifestado en Jesucristo, sobre todo a los más lejanos8. Esto vale para todos, pero de manera particular quisiera involucrar en este testimonio a los consagrados de nuestra diócesis. Este año coincide también con el Año de la Vida Consagrada que es una invitación a redescubrir la riqueza del Espíritu en los carismas de cada familia religiosa que enriquecen la vida de la Iglesia. También las familias siéntanse especialmente llamadas a experimentar de nuevo la fuerza del Espíritu que nos hace crecer en el amor, porque derrama la caridad de Cristo en nuestros corazones9. El actual camino sinodal de la Iglesia nos ayude a vivir más intensamente nuestra vocación de testigos del amor de Dios, presente de manera especial en la Iglesia doméstica.

19. El año 2015 es también muy importante para nuestra democracia republicana. Una vez más seremos llamados a ejercer el deber-derecho del voto. La superación de la pobreza, un mayor arraigo de la cultura del diálogo y del encuentro, la consolidación del estado de derecho, la supremacía de la ley y un saneamiento de nuestras instituciones son deudas pendientes que tenemos como argentinos. Recemos por nuestra patria, pero también preguntémonos lealmente que nos toca a cada uno en la tarea nunca terminada de edificar el orden más justo posible.

8 Cf. Evangelii gaudium, cap. VII 9 Cf. Rom 5,5

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20. Jesús le dijo a Nicodemo que el Espíritu es como el viento: sopla donde quiere. Dejémonos pues llevar por el soplo del Espíritu. Que Él nos guíe por los caminos de la Providencia. María acompaña nuestro camino.

Con mi bendición,

+ Sergio O. Buenanueva

Obispo de San Francisco