carta de simón bolívar poco antes de morir

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Simón Bolívar 25 de septiembre de 1830 Carta a al Señor Vergará – Ministro del Interior Mi querido amigo: Al fin recibí ayer una carta de Ud. del 14 de septiembre, por la cual veo que usted ha juzgado necesario disculparse de su silencio, lo que a la verdad no merecía ni hacerse mención de ello. Yo conozco a Ud. y también conozco la situación que lo rodea para juzgar mal en tan críticas circunstancias de carácter tan excelente. Ud. me dice que dejará luego el Ministerio porque tiene que atender a su familia, y luego me exige Ud. que yo marche a Bogotá a consumar una usurpación que la Gaceta Extraordinaria ha puesto a manifiesto sin disfrazar ni en una coma, la naturaleza del hecho. No, mi amigo: yo no puedo ir, ni estoy obligado a ello, porque a nadie se le debe forzar a obrar en contra de su conciencia y las leyes. Tampoco he contribuido en la menor cosa a esta reacción, ni he comprometido a nadie a que la hiciera. Si yo recogiese el fruto de esta insurrección, me haría cargo de toda su responsabilidad. Créame Ud. nunca he visto con buen ojo la insurrecciones. Bogotá no es mi teatro, ni los militares granadinos me sostienen; mucho menos los facciosos asesinos y traidores que ocupan puestos militares y rodean las autoridades. Los comisionados me dijeron que todo marchaba a las mil maravillas, pero desgraciadamente los que vienen de allá y lo que se sabe aquí, hace presumir a todo el mundo que Uds. marchan con más rapidez a su ruina que los legitimados. Me alegan precisamente esta causa para que yo vaya a parar los golpes que se temen; mas para esto es necesario que yo fuese el amigo Mosquera, que me dejase engañar por las 70 cartas. Por fortuna, a mí no me han escrito ni la quinta parte; y algunas he visto de Castillo y de Restrepo, que muestran matemáticamente el mal estado de las cosas, y lo que es peor, que yo no he sabido gobernar, porque he sido muy parcial, injusto, vengativo, mal financista y cuantos nombres hay en el diccionario de las tachas: lo que me ha inducido a pensar que el señor Castillo sería el mejor Presidente del mundo, pues él posee

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---Hugo Chávez, diciembre de 2010: Recomiendo este libro, son tres tomos éste es el tercero, Felipe Larrazábal “Simón Bolívar” este libro tiene la virtud de que fue hecho muy poco escrito después de la muerte de Bolívar, por este gran venezolano que murió ahogado en un naufragio (1873) y en ese barco se fueron miles de cartas inéditas de Bolívar. Él recopiló y recopiló no se cuantas cartas y escribió y entrevistó a mucha gente que vio que convivió con Bolívar y escribió estos tomos, creo que fue un hijo suyo quien después recogió estos papeles papeles. Cipriano Castro fue el primero que editó el libro, lo desaparecieron y ahora nosotros porque dice muchas cosas, al igual que el “Diario de Bucaramanga”. Esto libro lo prohibieron muchos años o como los “Diarios de Manuela”, eso estaba desaparecido, ahí está la verdad o buena parte de la verdad histórica, no la que a nosotros nos contaron. Esta es una carta escrita, 25 de septiembre de 1830, en Cartagena, dirigida a, como él dice, “mi querido General Rafael Urdaneta” y a [José María] Vergara que había sido ministro de él también. Entonces él escribe a Vergara y a Urdaneta y le dice casi lo mismo a los dos. Le está diciendo no vuelvo, esta es una de las dudas que yo tengo aquí bien profundas a cerca de las causas de la muerte de Bolívar, porque esto ocurre a penas dos meses de su muerte y en estas letras muy difícilmente se intuyen un hombre enfermo, grave, un tuberculoso dos meses antes de morir dice cualquier médico ya no puede ni respirar casi ni caminar y si un amigo ve a otro que está tuberculoso que no podía ni caminar como le va a pedir que vuelva, y a él le piden que vuelva, llama a la reflexión y a la duda. Una cosas es comprobar que el esqueleto heroico que está allí es el de Bolívar como es casi seguro ya, y otra cosas es las causas de su muerte. Eso también lo estamos investigando, pero no estamos seguro si lleguemos a conclusiones finales después de tanto tiempo seria muy extraño. Por aquí más adelante dice que se siente mal de salud pero no es como que le motivo central que él aduce. Él tenia varias años con enfermedades, dolencias, imagínense el trajín que cargaba. Termina con esto todavía: “Hay más aún: los tiranos de mi país me lo han quitado, y yo estoy proscrito; así, yo no tengo patria a quien hacer el sacrificio.” Así murió Bolívar. Yo le leí esto a Fidel por teléfono y la respuesta de Fidel después de unos segundos de silencio , me respondió algo de lo que me voy a valer para terminar ésta reunión de inicio de este curso de alta política, bolivariana, socialista, revolucionaria, Fidel Castro me dijo: “Chávez ni tu ni yo moriremos así, nosotros venceremos” --Chávez, 8 de diciembre 2012: “Mis enemigos me quitaron la Patria…” dijo, hoy Gracias a Dios, Padre Bolívar, cuán distinta es la situación(...). Hoy sí tenemos Patria y es la tuya Bolívar

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Simón Bolívar

25 de septiembre de 1830

Carta a al Señor Vergará – Ministro del Interior

Mi querido amigo:

Al fin recibí ayer una carta de Ud. del 14 de septiembre, por la cual veo que usted ha juzgado necesario disculparse de su silencio, lo que a la verdad no merecía ni hacerse mención de ello. Yo conozco a Ud. y también conozco la situación que lo rodea para juzgar mal en tan críticas circunstancias de carácter tan excelente.

Ud. me dice que dejará luego el Ministerio porque tiene que atender a su familia, y luego me exige Ud. que yo marche a Bogotá a consumar una usurpación que la Gaceta Extraordinaria ha puesto a manifiesto sin disfrazar ni en una coma, la naturaleza del hecho. No, mi amigo: yo no puedo ir, ni estoy obligado a ello, porque a nadie se le debe forzar a obrar en contra de su conciencia y las leyes. Tampoco he contribuido en la menor cosa a esta reacción, ni he comprometido a nadie a que la hiciera. Si yo recogiese el fruto de esta insurrección, me haría cargo de toda su responsabilidad. Créame Ud. nunca he visto con buen ojo la insurrecciones.

Bogotá no es mi teatro, ni los militares granadinos me sostienen; mucho menos los facciosos asesinos y traidores que ocupan puestos militares y rodean las autoridades. Los comisionados me dijeron que todo marchaba a las mil maravillas, pero desgraciadamente los que vienen de allá y lo que se sabe aquí, hace presumir a todo el mundo que Uds. marchan con más rapidez a su ruina que los legitimados. Me alegan precisamente esta causa para que yo vaya a parar los golpes que se temen; mas para esto es necesario que yo fuese el amigo Mosquera, que me dejase engañar por las 70 cartas. Por fortuna, a mí no me han escrito ni la quinta parte; y algunas he visto de Castillo y de Restrepo, que muestran matemáticamente el mal estado de las cosas, y lo que es peor, que yo no he sabido gobernar, porque he sido muy parcial, injusto, vengativo, mal financista y cuantos nombres hay en el diccionario de las tachas: lo que me ha inducido a pensar que el señor Castillo sería el mejor Presidente del mundo, pues él posee

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todas las cualidades que a mí me faltan. ¡Qué lástima es que no hubiera mostrado todas sus habilidades desde que entró a gobernar! Todo lo reserva para después de muerta la difunta.

Aun cuando no hubiera nada de lo que llevo dicho, no puedo menos de confesar a Ud. que aborrezco mortalmente el mando, porque mis servicios no han sido felices: porque mi natural es contrario a la vida sedentaria: porque carezco de conocimiento: porque estoy cansado y porque estoy enfermo. No puedo, mi amigo: no puedo volver a mandar más, y crea Ud. que cuando he resistido hasta ahora a los ataques de los amigos de Cartagena, seré en adelante incontrastable.

Dentro de tres días me voy hacia Santa Marta, por hacer ejercicio, por salir del fastidio en que estoy, y por mejorar de temperamento. Yo estoy aquí renegado; contra toda mi voluntad, pues he deseado irme a los infiernos para salir de Colombia; pero el señor Juan de Francisco, a la cabeza de otros importunos, me ha tiranizado, haciéndome quedar donde no puedo ni quiero vivir.

Ud. me dirá que todo esto está en oposición con mi proclama y oficio al Gobierno. Responderé, que Santamaría me hizo ver que Uds. se iban a dividir en mil partidos, y se arruinaba completamente la patria, si redondamente yo respondía que no aceptaba: ofrecí, pues, disimular, hablando vagamente de servir como ciudadano y como soldado. Sin embargo, no dejé de manifestar al General Urdaneta que yo no iba a Bogotá, ni aceptaba el mando: lo mismo he dicho a los amigos. Por consiguiente, yo no he engañado a nadie, sino a los enemigos, para que no acabasen con ustedes de repente y de nuevo.

Dígale Ud. al General Urdaneta, que no he recibido carta suya en este correo, y que ésta le puede servir para informarse de mis ideas. Deseo que se reconcilie el Ministro americano con el General, para que no falte esta ceremonia a su instalación. Sobre esto le escribe Wilson a Moore, rogándoselo encarecidamente de mi parte; a lo menos para que haga su representación pública.

Ya Ud. sabrá la insurrección de Riohacha, contra la cual se han tomado todas las medidas indispensables, y venceremos sin duda. El resto del departamento está muy bien, aunque Santa Marta no se ha pronunciado aún. El General Montilla ha partido hoy para aquella ciudad a dirigir la operación militar. Él está quemado con todo lo que se hace en Bogotá, y me ha dicho hoy a tiempo de irse, que está resuelto a dejar el mando y separarse de los negocios públicos. Aquí se habla muy mal de la composición de los cuerpos de nueva

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creación; dicen que los oficiales son traidores y asesinos; que Joaquín París es un imbécil que se deja corromper y es completamente perjudicial. Yo veo que en la capital no hay otro, y así, no sé qué hará el General Urdaneta. En un palabra, se quejan de todo y esta es una de las razones porque yo no quiero darle gusto a tanto pícaro.

Si las cosas continúan como aquí se dice, me parece que yo, lejos de servir, me voy del país. Para lograr esto no tengo inconveniente ninguno, pues no acepto encargo público. Yo compadezco al General Urdaneta, a Ud. y a todos mis amigos que se ven comprometidos sin esperanzas de salir bien, pues nunca debieron Uds. contar conmigo para nada, después que había salido del mando y que había visto tantos desengaños. A nadie le consta más que a Ud. mi repugnancia a servir y la buena fe con que insté por mi separación. Desde aquel momento he tenido mil motivos para aprobar mi resolución: por consiguiente sería un absurdo de mi parte volver a comprometerme. Añadiré a Ud. una palabra más para aclarar esta cuestión: todas mis razones se fundan en una: no espero salud para la patria. Este sentimiento, o más bien esta convicción íntima, ahoga mis deseos y me arrastra a la más cruel desesperación. Yo creo todo perdido para siempre; la patria y mis amigos sumergidos en un piélago de calamidades. Si no hubiera más que un sacrificio que hacer y que este fuera el de mi vida, o el de mi felicidad, o el de mi honor….créame Ud., no titubeara. Pero estoy convencido que este sacrificio sería inútil, porque nada puede un hombre contra un mundo entero; y porque soy incapaz de hacer la felicidad de mi país, me deniego a mandarlo. Hay más aún: los tiranos de mi país me lo han quitado, y yo estoy proscrito; así, yo no tengo patria a quien hacer el sacrificio.

Perdóneme Ud., mi querido amigo, la molestia que le doy en esta declaración; la he debido al General Urdaneta y a Ud.: por eso no me he detenido en hacerla, pues un desengaño vale más que mil ilusiones.

Póngame Ud. a los pies de su señora y mande Ud. a quien lo ama de corazón.

SIMÓN BOLÍVAR