carta de motivos

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Carta de motivos Pienso que el ser humano tiene muchas formas de divertirse. Por ventura mía, le debo haber adquirido la habilidad que más ha influido en mi vida, la lectura, a mi madre. Cuando iba a la primaria, como por suerte de un automatismo inherente, terminaba con el libro de lecturas la misma semana en que me lo obsequiaban y aún recuerdo con cariño a Paco el chato, protagonista del primero de esa serie de libros. Una vez que mi carácter fue forjándose en la adolescencia, comencé a obtener placer lúdico con la lectura en forma regular. Ahora que soy adulto, combino el mismo placer alternando entre mis obligaciones escolares. Personalmente concibo a la lectura como un medio de escape sobre lo tedioso que llega a ser la rutina del día a día, un medio de liberación sobre la carga que supone, en ocasiones, estudiar múltiples temas pues el ritmo del plan académico así lo exige para el caso específico de la licenciatura que curso, Médico Cirujano. Ahora me viene a la mente “Cartas a un joven médico” de Arnoldo Krause, egresado de la UNAM. Intuyo que la causa ha sido la dualidad médico-escritor que supone la identidad de este autor y el propósito que buscó con ese título, orientar a un joven con la aspiración de convertirse en médico. En cierta medida, existe dentro de mí, una llama como la que incita a pensar en esa misma dualidad. Si bien, no puedo decir que las letras sean mi principal pasión, al menos hasta el momento, sí que las concibo como uno de los medios que más elevan mi espíritu, que consiguen erizarme la piel, arrancarme una carcajada cuando llego a identificarme con el contexto particular de alguno de los personajes de alguna de las novelas que han pasado por mis manos, por cierto, mi género preferido, y, finalmente, un medio que utilizo a menudo para sustraerme de una realidad menos

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Carta de Motivos

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Page 1: Carta de Motivos

Carta de motivos

Pienso que el ser humano tiene muchas formas de divertirse. Por ventura mía, le debo haber adquirido la habilidad que más ha influido en mi vida, la lectura, a mi madre.

Cuando iba a la primaria, como por suerte de un automatismo inherente, terminaba con el libro de lecturas la misma semana en que me lo obsequiaban y aún recuerdo con cariño a Paco el chato, protagonista del primero de esa serie de libros. Una vez que mi carácter fue forjándose en la adolescencia, comencé a obtener placer lúdico con la lectura en forma regular. Ahora que soy adulto, combino el mismo placer alternando entre mis obligaciones escolares. Personalmente concibo a la lectura como un medio de escape sobre lo tedioso que llega a ser la rutina del día a día, un medio de liberación sobre la carga que supone, en ocasiones, estudiar múltiples temas pues el ritmo del plan académico así lo exige para el caso específico de la licenciatura que curso, Médico Cirujano. Ahora me viene a la mente “Cartas a un joven médico” de Arnoldo Krause, egresado de la UNAM. Intuyo que la causa ha sido la dualidad médico-escritor que supone la identidad de este autor y el propósito que buscó con ese título, orientar a un joven con la aspiración de convertirse en médico. En cierta medida, existe dentro de mí, una llama como la que incita a pensar en esa misma dualidad. Si bien, no puedo decir que las letras sean mi principal pasión, al menos hasta el momento, sí que las concibo como uno de los medios que más elevan mi espíritu, que consiguen erizarme la piel, arrancarme una carcajada cuando llego a identificarme con el contexto particular de alguno de los personajes de alguna de las novelas que han pasado por mis manos, por cierto, mi género preferido, y, finalmente, un medio que utilizo a menudo para sustraerme de una realidad menos divertida que la que puedo, deliberadamente, construir con el pensamiento.

Tras dar por casualidad con la convocatoria del curso, vislumbré apareciendo en mi mente la palabra “oportunidad”, letra por letra. Una oportunidad por conocer a otros estudiantes con las mismas inquietudes, dualidades como a la que hago referencia, intención por orientar a otras personas sobre lo enriquecedor del ejercicio de la lectura regular y escapar a lo rutinario de una realidad menos divertida que la que nos brindan los libros.