carta de aristeo a su hijo

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Carta de Aristeo a su Hijo Enviado por Gaston el 22/04/2013 a las 1:52 Sobre el Magisterio Hermetico Hijo mío: Después de haberte transmitido el conocimiento de todas las cosas, y de haberte enseñado como debes vivir y regular tu conducta de acuerdo con las máximas de una filosofía excelente, después de haberte instruido sobre todo lo que atañe al orden y al conocimiento de la monarquía del universo, sólo me resta por darte las llaves de la naturaleza, conservadas por mí con gran esmero. De entre todas estas llaves la que abre el lugar cerrado ocupa sin dificultad el más alto rango; es la fuente misma de todas las cosas y no cabe duda de que Dios le ha dado una propiedad del todo divina. Para quien está en posesión de esta llave las riquezas se tornan despreciables, ningún tesoro se le puede comparar. ¿De qué sirven las riquezas a aquellos que están sujetos a las desgracias que infligen las enfermedades humanas? ¿Qué valen los tesoros cuando se es derribado por la muerte? No hay riquezas que sean conservadas cuando la muerte nos atrapa ; pero, si poseo la llave alejaré tanto como sea posible mi deceso y, además, estaré seguro de haber adquirido un gran secreto que espanta toda suerte de

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Page 1: Carta de Aristeo a Su Hijo

Carta de Aristeo a su HijoEnviado por Gaston el 22/04/2013 a las 1:52

Sobre el Magisterio Hermetico

Hijo mío:

Después de haberte transmitido el conocimiento de todas las cosas, y de haberte enseñado como de-bes vivir y regular tu conducta de acuerdo con las máximas de una filosofía excelente, después de haberte instruido sobre todo lo que atañe al orden y al conocimiento de la monarquía del universo, sólo me resta por darte las llaves de la naturaleza, conservadas por mí con gran esmero.

De entre todas estas llaves la que abre el lugar cerrado ocupa sin dificultad el más alto rango; es la fuente misma de todas las cosas y no cabe duda de que Dios le ha dado una propiedad del todo divi-na. Para quien está en posesión de esta llave las riquezas se tornan despreciables, ningún tesoro se le puede comparar. ¿De qué sirven las riquezas a aquellos que están sujetos a las desgracias que infli-gen las enfermedades humanas? ¿Qué valen los tesoros cuando se es derribado por la muerte? No hay riquezas que sean conservadas cuando la muerte nos atrapa ; pero, si poseo la llave alejaré tanto como sea posible mi deceso y, además, estaré seguro de haber adquirido un gran secreto que espan-ta toda suerte de padecimientos. Las riquezas están en mi mano, no me faltan los tesoros, huye la languidez; la muerte tarda cuando tengo la llave de oro.

Ahora, hijo mío, te la voy a ceder como herencia, mas te conjuro por el nombre de Dios y por su Santo Trono para que la guardes encerrada en el cofre de tu corazón y sometida al sello del silen-cio. Si te sirves de ella te colmará de bienes, y cuando seas viejo o empieces a ver declinar tu cuerpo ella te aliviará, te renovará, te curará. Pues sucede que, por una virtud que le es propia, remedia to-das las enfermedades, ennoblece los metales y hace felices a sus poseedores. Nuestros padres nos pidieron bajo juramento aprender a conocerla y no dejar de utilizarla para hacer el bien al indigen-te, al huérfano y al necesitado, haciendo de este comportamiento nuestra marca y nuestro genuino carácter.

Page 2: Carta de Aristeo a Su Hijo

Todas las cosas que están bajo el cielo, divididas en especies diferentes, tienen como origen un mis-mo principio, y este es el aire del que todo fluye. El alimento de cada cosa muestra cual es su ori-gen, puesto que lo que sostiene la vida es también lo que sostiene el ser. El pez emplea el agua, el niño mama de su madre, por su vida conocemos el principio de estas cosas. La vida de las cosas es el aire, éste es pues el principio de las cosas. Además, el aire corrompe el cuerpo de todas las cosas.

Lo que trae la vida como un don puede también interrumpir la vida. La madera, el hierro, las pie-dras, son disueltos por el fuego, y por él todas las cosas vuelven a su estado primero. Aquí está la causa de la generación, que también los es por diferentes métodos de la corrupción. y si sucede que ciertas criaturas sufren, sea por efecto del tiempo, sea por un caso fortuito, el aire viene ciertamente en su auxilio para curarlas de su imperfección y de su enfermedad.

La tierra, el árbol, la hierva, languidecen a veces por exceso de calor, el rocío del aire repara en to-dos ellos este defecto. Así ninguna criatura puede ser restablecida salvo por algo que esté en su pro-pia naturaleza. Y sucede que el aire es el principio fundamental de todas estas cosas, por lo que pue-de concluirse que es la única medicina universal. Sabemos que en él mismo se encuentra la si-miente, la vida, la muerte, la enfermedad, el remedio por excelencia. En él ha encerrado la natu-raleza todos sus tesoros, y los ha comprimido como en un depósito propio y particular. No obstan-te, tener la llave de oro es saber liberar esta cámara estanca para extraer el aire del aire. Pero si se ignora como atrapar ese aire, entonces es imposible adquirir aquello que cura las enfermedades particulares y generales, llamando a los metales a la vida. Si deseas expulsar todas las enfermedades es necesario que busques el remedio dentro de la fuente común.

La naturaleza produce al semejante sacándolo del semejante y reúne especie con especie. Aprende pues, hijo mío, a capturar el aire, aprende a conservar la llave de oro de la naturaleza. Todas las criaturas pueden atrapar perfectamente el aire si conocen la llave de la naturaleza, sólo si conocen esta llave. El saber extraer el aire del arcano celeste es verdaderamente un secreto que supera la capacidad del espíritu humano, un gran secreto que contiene la virtud que la naturaleza ha atri-buido a todas las cosas. Pues las especies se prenden por medio de sus especies semejantes. A un pez se le coge con un pez; a un pájaro con otro pájaro, y al aire se lo atrapa con otro aire que lo seduce.

La nieve y el hielo son un aire que el frío ha congelado, la naturaleza los ha dado una disposición que los permite poder capturar el aire. Coloca una de estas dos cosas en un vaso cerrado. Hazte con el aire que se congela alrededor, recogiendo lo que se destila en forma de humedad cálida en un va-so pequeño y profundo, cerrado, grueso, fuerte y limpio, de manera que puedas hacer cuánto te plazca, bien los rayos del sol, bien los de la luna. Cuando el vaso esté lleno cierra bien su boca para que esta chispa celeste, que está ahí concentrada, no se disipe en el aire. Llena tantos va-sos como quieras de este líquido, atiende a continuación a lo que debes hacer y guarda silencio.

Construye un pequeño horno, adáptale un vaso lleno hasta la mitad de aquel aire capturado. Séllalo. Dispón seguidamente el fuego de manera que suba sólo la porción más ligera del humo, sin violen-cia, como hace en la naturaleza en el centro de la tierra, donde el fuego calienta sin cesar produ-ciendo una circulación continua de los vapores del aire. Que este fuego sea moderado, húmedo, sua-ve, parecido al de un pájaro incubando sus huevos. Una vez conseguida esta disposición debes con-tinuar de manera que el fruto aéreo cueza sin consumirse, agitándolo durante largo tiempo, hasta que quede enteramente cocido en el fondo del vaso. Añade nuevo aire a este aire, no en gran canti-dad, sino en la proporción que haga falta. Haz de manera que se licúen ligeramente, que se pudra, que se ennegrezca, que se coagule, y que una vez fijado,enrojezca. Después toma la parte pura se-parada de la parte impura por medio del fuego y de un artificio divino. Toma al fin la parte pura de un aire crudo, a la que unirás de nuevo la parte pura endurecida. Haz de manera que se disuelvan, que se unan, que se ennegrezcan ligeramente, que se tornen blancos, que se endurezcan y que, por último, se enrojezcan.

Page 3: Carta de Aristeo a Su Hijo

Aquí termina la obra. Has hecho el elixir que produce todas las maravillas que has visto. Tie-nes la llave de oro, el oro potable, la medicina de todas las cosas, un tesoro inagotable. Así sea.