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Carne y piedra
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Carne y piedra
Organiza
IED Madrid y PHotoEspaña
Comisariado
Carolina Parra, Nacho Ruiz y Pedro Medina
Presidencia Grupo IED
Francesco Morelli
Dirección IED Madrid
Riccardo Marzullo
Subdirección IED Madrid
José Piquero
Área Cultural IED Madrid
Pedro Medina y Elena Velasco
Comunicación IED Madrid
Marisa Santamaría y Juana Muñoz
Creatividad IED Madrid
Javier Maseda, Josina Llera, Thiago Esquivel, Michele Stoico
y Raquel García
Fotografías de sala
Marta Orozco
Montaje
FOD
Transporte
Ángel Meca
Artistas
Nobuyoshi Araki, Raúl Belinchón, Sergio Belinchón, Mira
Bernabeu, Joseph Beuys, Daniele Buetti, Cabello/Carceller,
Carles Congost, Juan delGado, Daniela Edburg, Alfredo Jaar,
Patrick Jolley/Reynold Reynolds, Aitor Ortiz, Thomas Ruff,
Montserrat Soto, Llorenç Ugas Dubreuil y Erwin Wurm
Todas las obras de esta exposición han sido cedidas por
Carolina Parra y Nacho Ruiz
© de las imágenes: sus autores
© del texto: Pedro Medina e Istituto Europeo di Design
ISBN: 978-84-691-4231-8
Gabinete de exposiciones del IED Madrid
Palacio de Altamira
12 de junio – 25 de julio de 2008
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AGRADECIMIENTOS
Alberto Anaut, Maiko Arrieta, Eduardo Balanza, Raúl Belinchón, Sergio Belinchón, Mira Bernabeu, Leyre Bozal, Claude
Bussac, Helena Cabello, Eduardo Caiza, Ana Carceller, Gemma de los Mártires, Juan delGado, EXIT Ediciones, Alberto
Fesser, Susana García, Sergio Mantilla, Sonia Navarro, Raúl Ortega, Aitor Ortiz, Ricardo Párraga, Joaquín Salvà, Llorenç
Ugas Dubreuil, Jaime Yaguana y, muy especialmente, a Carolina Parra y Nacho Ruiz
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11 Carne y piedra
18 Nobuyoshi Araki
20 Raúl Belinchón
22 Sergio Belinchón
24 Mira Bernabeu
26 Joseph Beuys
28 Daniele Buetti
30 Cabello/Carceller
32 Carles Congost
34 Juan delGado
36 Daniela Edburg
38 Alfredo Jaar
40 Patrick Jolley/Reynold Reynolds
42 Aitor Ortiz
44 Thomas Ruff
46 Montserrat Soto
48 Llorenç Ugas Dubreuil
50 Erwin Wurm
ÍNDICE
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Pensar y formar en el diseño es una labor que actualmen-
te implica una creciente complejidad de las dimensiones so-
ciales y profesionales que forman parte de todo proceso de
desarrollo.
El IED Madrid se presenta como un centro de investigación
integrado, un observatorio donde se piensa y proyecta el futu-
ro, donde las ideas cobran vida y se convierten en elemento de
conexión entre las disciplinas artísticas, científicas y sociales.
Esta premisa es la que determina la concepción del IED
Madrid como un gran laboratorio, apostando por una progra-
mación cultural que tiene como objetivo no solo al estudiante,
sino también a la ciudadanía. Es un espacio abierto al público
para difundir el mundo del diseño a través de sus exposicio-
nes, talleres, encuentros con profesionales, actividades lúdi-
cas y escénicas… Todo ello para establecer un diálogo entre el
centro de diseño y la ciudad de Madrid.
Con este objetivo, el IED Madrid celebra que el Palacio de
Altamira vuelva a ser sede de PHotoEspaña. Este año presen-
ta la exposición colectiva Carne y piedra, en la que artistas
de prestigio conviven con jóvenes promesas para construir un
discurso en el que convergen dos tipos de miradas, una aten-
ta a la arquitectura en sí misma y otra a las acciones que se
desarrollan en su interior, con el fin de aunar corporalidad y
memoria arquitectónica.
Riccardo MarzulloDirector del IED Madrid
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Carne y piedra
A principios del siglo XVII John Donne escribió Una anatomía
del mundo, donde hablaba de los dos núcleos fundamentales
del ser europeo: el universo y la ciudad, visión que permitió
a Stephen Toulmin pensar su cosmópolis años después. La
ciudad organiza lo social, marca esa distancia de la naturaleza,
determinando el espacio de la ley y del mundo supuestamente
protegido. Sin duda, ésta es el lugar privilegiado donde obser-
var o representar los símbolos de poder, la síntesis de la cultura
del momento y la forma en la que se definen las relaciones hu-
manas. Es esa Lebensform básica para el estudio de la época,
como observó Georg Simmel, donde podemos observar los
nerviosos flujos diarios o donde construir la tendencia hacia
una ciudad ideal.
No obstante, una mirada más oblicua y participativa des-
cubre otra forma de construir la historia, prestando atención
al vínculo entre diversos microcosmos, para comprobar cómo
es dentro de esta interpretación donde aparecen otras posi-
bilidades y la configuración de universos personales capaces
de generar nuevas formas. Este camino fue el que recorrió Ri-
chard Sennett en Carne y piedra, obra que inspira el título y la
concepción de esta exposición. En este libro Sennett describe
las relaciones dentro de la civilización occidental, observando
cómo la experiencia corporal de las personas se convierte en
un factor determinante para entender la fisonomía de la ciudad.
Sennett parte de la analogía ateniense entre cuerpo y edificio
para reflexionar sobre los espacios donde el cuerpo encuentra
acomodo y donde la aparición de colectivos o nuevas nece-
sidades humanas conforman otras tipologías arquitectónicas
unidas al sentido de lo urbano y de lo que entendemos por
espacio público. Ejemplos de ello pueden ser el ghetto de Ve-
necia, donde el agrupamiento judío origina otras edificaciones
en un conjunto urbano tan definido como el de la población
véneta; así como la atención que presta Sennett a los espacios
íntimos de la vida, siendo determinante dónde y cuándo se co-
mía, se aseaban o hacían el amor. Esto nos hace entender que
para reconstruir un sentido en la historia, los fragmentos cuen-
tan más que el plan dirigista de cualquier gobernante, sien-
do la ciudad un cuerpo concebido para otros cuerpos, donde
corporalidad y memoria se interrelacionan construyendo una
identidad social.
Dentro del vasto campo que estudia la creación de la ciu-
dad, como forma arquitectónica y social, con frecuencia tam-
bién se ha soñado ésta desde el pensamiento utópico o como
lugar enfermo sobre el que hay que actuar como un cirujano
que extirpa el problema. El punto de partida de esta exposición
no ha sido éste, ni tampoco la inmersión en temas tan actuales
como la inquietante globalización que homogeneiza las formas
culturales, donde los lugares específicos pierden presencia
frente a los no-lugares –tal y como lo entiende Marc Augé–, es-
pacios públicos de tránsito en los que la tradición se difumina
y desaparece cualquier emoción, perdidos en unas directrices
comunes que dirigen el comportamiento en unos ámbitos que
comunican los espacios de vida, pero que no son vida.
La atención a esta historia caracterizada por su multiplicidad
y abstracción parte de un “tono” construido a través de una
mirada fragmentaria, consciente de que “la vida ya no habita
en el todo” –como diagnosticó Nietzsche–, lo que se traduce
en un “trastorno de la perspectiva”: una condición que permite
ver más allá de la simple apariencia y de un único centro que
dé sentido y plenitud. Asumir el fragmento y la imposibilidad
de grandes narraciones que guíen nuestra vida, provoca que
no busquemos unidades y sí que reconstruyamos una historia
dejando, como el Angelus Novus, atrás las ruinas del pasado,
aunque sin falsas ilusiones de progreso, pensando el futuro en
la medida en que se detiene estáticamente en la infinita deso-
lación de la historia.
Sin embargo, esta manera de ver no olvida la seducción por
el lugar, sino que más bien atiende al registro del hábitat desde
la óptica analítica de un sociólogo que no estudia personas,
sino las consecuencias de su paso, de su forma de transformar
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lo que nos rodea. Son paisajes contemporáneos donde no im-
porta la veracidad de la representación, sino su capacidad de
signo para vislumbrar el devenir de los tiempos, sin renunciar
a una realidad que no es ajena a cierta fantasía espectral. Lo
que cuenta es gozar el viaje sentimental en la memoria de un
espacio que, tras su mirada, podría ser un lugar significativa-
mente diferente, capaz de advertir un cambio en la forma de
habitar y percibir el mundo. Es el relato de una experiencia,
de un tiempo que es vivido descubriendo qué queda y qué no
volverá a ser igual, qué nos pertenece y qué es el eco de un
tiempo perdido.
Quizás lo que quede no sea más que un profundo extraña-
miento ante un panorama que solamente presenta vestigios de
un pasado donde se buscaba seguridad, pero solamente para
constatar que ésta ya no es posible. Conviven por ello perpleji-
dad y emoción, distanciamiento y entusiasmo, contrastes que
quizás solo el viaje puede producir, gracias al encuentro con
otros universos en un mundo en el que cada vez se reduce
más la sorpresa, aunque siga existiendo un “otro”. Aparece en-
tonces una belleza extraordinaria dominada por una condición
tan natural como a veces desoladora: la intemperie, porque
vivimos in tempore, vivimos en el tiempo. El gesto artístico ha
sido muchas veces el esfuerzo para superar esta intemperie,
a la vez que constataba la imposibilidad de poder satisfacer
completamente este deseo.
Teniendo en cuenta estas perspectivas, la arquitectura des-
nuda y la vida interior dentro de ésta dialogan dentro de un
corte interpretativo que recrea múltiples tipos de relaciones en-
tre cuerpo y edificio, entendiendo éste al margen de su funcio-
nalidad, como un objeto de contemplación, y también como el
lugar donde las personas se relacionan y desencadenan accio-
nes. La arquitectura se exhibe así en su crudeza y belleza frente
a otra arquitectura que destaca por la vitalidad que alberga, si
bien es en estos interiores donde la arquitectura parece des-
aparecer y lo único que queda es el rastro de una actividad.
De esta manera, las obras de Carne y piedra, como si de un
“rodeo” benjaminiano se tratara, muestran diferentes distan-
cias y formas de acercamiento a lo arquitectónico –ese espa-
cio “acotado” más allá de lo puramente constructivo–, como
muestra la obra de Raúl Belinchón, donde la arquitectura se
exhibe en sí misma, descubriendo una fascinación en la que
se invierte el punto de vista tradicional, en contraste con las
geometrías desoladas que Aitor Ortiz desnuda en una urbe
carente de personas, o esos espacios silentes de Llorenç
Ugas Dubreuil, que desde una mirada conmovedoramente
aséptica plantea un espacio allende lo evidente. Todo ello nos
remite a pensar algo más allá de nuestro recorrido cotidiano
que, distraído, no aprecia la arquitectura en sus elementos
constructivos, ni tampoco establece una reflexión sobre los
espacios de actuación o las cuestiones habitativas. Éste es
un proceso que se encuentra detrás de otro tipo de piezas,
como esa reflexión entre lo público y lo privado a partir de las
obras creadas por Sergio Belinchón y, especialmente, ante
esa ventana de Montserrat Soto que, más que comunicar,
marca la distancia entre un adentro y un afuera, que nos invi-
ta a seguir descubriendo otras posibilidades dentro de cada
obra.
Si observamos ahora los interiores de diversas arquitectu-
ras, la idea de reconstrucción de un pasado cobra forma con
facilidad, remitiéndonos a todo tipo de experiencias. Así, en
Nude Descending the Staircase Alfredo Jaar no solo rinde ho-
menaje a Duchamp, sino que reproduce y hace desvanecer la
escalera de un hostal de Cadaqués, una evocación no solo a
Duchamp, que se alojó aquí, sino también a Dalí. La historia
del arte se hace imagen a partir de la casualidad y cada interior
alberga un relato, como sucede con las series de Thomas Ruff,
quien se sirve de la fotografía para plasmar cuidadosamente la
escenografía que conforman las viviendas de su entorno fami-
liar, lo que activa inevitablemente procesos de reconocimiento
propios y de un pasado que quedó atrás. Y si de retratos de fa-
milia hablamos, nadie como Mira Bernabeu para tratar el am-
Carne y piedra Carne y piedra
biente cotidiano con una mirada que crea campos de reflexión
y conflicto, determinando en la obra aquí expuesta un espacio
doméstico marcado por la ironía y una privacidad en imposible
construcción. Observamos, pues, una serie de obras que van
estableciendo puentes entre una de las categorías fuertes en
el arte contemporáneo, el lugar, y otra que –como afirmó Jean
Clair en la Bienal de Venecia de 1995– es la gran obsesión
que ha recorrido el arte contemporáneo: la identidad y, por
supuesto, su “otro”. Sin duda, Cabello/Carceller son unas de
las grandes representantes españolas de esta corriente en la
actualidad, pudiendo observar cómo los cuerpos se mueven
en espacios que implican roles tradicionales o la desaparición
de los mismos, en este caso discotecas después de la no-
che, es decir, fuera del uso y tiempo que pudiéramos suponer,
una descontextualización que permite el desencadenamiento
de un mirada crítica sobre aquello que en cada espacio se
decide.
Pero el panorama de las identidades contemporáneas pue-
de estar dotado de suficientes razones sin renunciar a recursos
como la ironía, como ya hemos visto en Mira Bernabeu, pero
que también es evidente en artistas como Carles Congost, que
todo torna kitsch y arquitectura de un reciente pasado que pa-
rece abrirse a un nuevo “Callejón del Gato”, donde la realidad
de la actual cultura pop se muestra deformada, sin llegar a
los rasgos grotescos de Valle-Inclán, pero valiéndose de una
aproximación lateral a la realidad, igual que ocurre con las
piezas de Daniela Edburg, quien en la serie Dulce destrucción
retrata mujeres jóvenes y hermosas muertas por culpa de sus
obsesiones, dentro de una placentera escena donde la muer-
te se mueve entre los límites de lo absurdo y lo dramático,
una situación que quizás nos anuncie con humor otro alegre
apocalipsis. Es precisamente el aire de destrucción el domi-
nante en las obras de Patrick Jolley y Reynold Reynolds, baste
recordar el satírico Last News de este último (junto a Christo-
ph Draeger), solo que en Burn más que despertar la hilaridad
del público, logran un fascinante extrañamiento gracias a la
inquietante escena de una familia que continúa realizando sus
quehaceres domésticos en una casa en llamas. Y es que el
interior del hogar finalmente queda desvelado como un lugar
no de seguridades, sino como un espacio que alberga la más
siniestra realidad, tal y como nos muestra crudamente la serie
The Wounded Image de Juan delGado.
Ésta es una fascinación que nos ha depositado, a través de
un transitar pausado, en el terreno de la corporalidad, cuya
herida muestra Daniele Buetti en sus escarificaciones, aunque
con una pieza más abstracta e íntima que esas otras obras
que lo harán famoso posteriormente, donde las escarificacio-
nes son la vía para criticar el mundo de la moda y la publicidad.
Pero, sin duda, Nobuyoshi Araki es quien aparece tras una lar-
ga carrera como uno de los más destacados observadores de
los misterios de la corporalidad, siendo capaz de mostrar la
increíble belleza del cuerpo humano, especialmente el femeni-
no, mientras lo confronta con los numerosos tabúes sociales
en torno al sexo y la muerte, hasta el punto de replantearnos
sus límites y hacer que nos cuestionemos palabras tan ro-
tundas como amor, intimidad o perversión. Es el terreno de
la provocación, algo que tiene lugar con frecuencia cuando
utilizamos el cuerpo como medio expresivo, una estrategia de
la que Erwin Wurm es un maestro, haciendo de la trasgresión
de la norma un modus operandi que tiene en el retrato esper-
péntico uno de sus momentos más significativos hasta llegar
a piezas como The Artist Begging for Mercy, donde la mueca
se ha transformado en divertida irreverencia. Pero si hablamos
del cuerpo como medium, es evidente que se hace necesa-
ria la referencia a Joseph Beuys, puesto que ejemplifica en su
persona varias de las corrientes aquí tratadas, aunque en este
caso nos encontramos ante un Beuys visible pero no evidente
que parece remitirnos a un principio tan elemental como el de
la comida, aunque sabiendo –como si el Elias Canetti de Masa
y poder hablase– que es en este acto donde se explicita quién
come, quién es invitado y quién es comido dentro del espec-
táculo del mundo.
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Se pretende, en definitiva, desentrañar realidades que an-
tes pasaban desapercibidas, desencadenando procesos de
valorización de nuestro entorno que nos permitan hallar, por
encima de parámetros convencionales, nuevas miradas que
nos inciten a plantear dudas sobre una forma de habitar que,
para lograr equilibrio, genera desorden. Estas fotografías des-
cubren, por tanto, una inquietante fascinación que ya no está
constituida solamente por paisajes o edificios, sino por el fluir
cotidiano, sus costumbres, sus usos y sus abusos, que exis-
ten en estos fragmentos de realidad. Se abre así el camino de
un horizonte infinito e incierto que consiente la visión de en-
foques inauditos, vislumbrando un momento fuera de la tem-
poralidad y una mirada compuesta sobre todo de silencios
y desvelamientos. Esto quizás nos permita reconocer que el
límite también puede ser posibilidad, una vez que se contem-
plan las formas puras de la arquitectura frente al hecho de ser
habitadas por los distintos espectros de corporalidad que el
ser humano oculta tras el edificio, descubriendo tras éste la
huella del terror o la ironía de un mundo que sigue fascinándo-
se cuando se asoma al paisaje de su fragilidad.
Pedro Medina
Carne y piedra
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NOBuyOShI ARAkIBondage
Polaroid. 11 x 9 cm
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RAúl BElINChóNPalacio de las artes. Sala 2
Cibachrome. 125 x 180 cm
2006
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SERGIO BElINChóNS.T. (de la serie ‘Ciudades efímeras’)
Fotografía color. 100 x 140 cm
2001
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MIRA BERNABEulos milagros del cuerpo. Trance XI (de la serie ‘Mise en Scéne III’)
Fotografía color. 125 x 180 cm
2000
26 27
JOSEPh BEuySS.T.
Fotografía b/n. 40 x 26 cm
28 29
DANIElE BuETTIlooking for love (Pin Wall)
Collage fotográfico. 52 x 72 cm
1997
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CABEllO/CARCEllERAlguna parte nº 5
Fotografía color. 125 x 190 cm
2000-2002
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CARlES CONGOSTTeen Metal 3
Fotografía color encapsulada en metacrilato. 125 x 125 cm
2001
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JuAN DElGADOuntitled # 7 (de la serie ‘The Wounded Image’)
Fotografía color sobre aluminio. 100 x 100 cm
2002
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DANIElA EDBuRGMuerte por oreos
Fotografía color. 100 x 130 cm
2006
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AlFREDO JAARNude Descending the Staircase
Cibachrome. 68 x 137 cm
2004
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PATRICk JOllEy/REyNOlD REyNOlDSBurn
Vídeo. 10’ 31”
2002
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AITOR ORTIzDestructuras 065
Fotografía digital/aluminio. 125 x 50 cm
2000
44 45
ThOMAS RuFFInterieur 2D
Fotografía color. 60 x 40 cm
1982
46 47
MONTSERRAT SOTOS.T. (Ventana madera 3)
Fotografía color. 125 x 152 cm
2001
48 49
llORENç uGAS DuBREuIlMuseo I
Fotografía color sobre dibond. 145 x 145 cm
2006
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ERWIN WuRMThe Artist Begging for Mercy
Fotografía color. 80 x 65 cm
2002
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IED MadridPalacio de AltamiraFlor Alta 828004 Madrid
iedmadrid.com