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" , Capitulo 4 zQue son los principios? Entre la etica general que trata de los aspectos eticos que son ,,\lidos para todos en todo momento y circunstancia, y las actua- ciones puntuales que neva a cabo cada persona en situaciones con- cretas, est;; esa zona intermedia de 10 que vienen Ilamandose las eticc15 apficadas 0 eticas especiales tales como la etica economica, la etica polItica, 1a etica sexual, etica de la educacion, etc. En esa zona intermedia se situa la etica de las profesiones en general y la etica de cada profesi6n en particular. La etica general reflexiona sobre 10 que es la etica y sobre 10 que exige 0 recomienda siempre yen toda circunstancia: ique debemos hacer? ic6mo es bueno que actuem05 en orden a llevar y promover una vida que merezca ser lIamada buena? La eticas aplicadas, entre elias las eticas profesio- nales, tratan de especificar los criterios a los que hay que atenerse o que pueden orientar un ambito pa rticular de las actividades humanas como es el en el caso que nos ocupa el del ejercicio de una profesi6n determinada 0 de las profesiones en general. Aunque la etica de las profesiones se mueve en el nivel inter- medio de las eticas especfiicas 0 "aplicadas", no puede prescindir del todo del nivel de la etica general, fundamental 0 basica , EI pro- , fesional se juega en el ejercicio de su profesi6 n no s610 su ser un buen 0 mal profesional, sino tambien su ser etico; no acaba de pader ser considerada persona eticamente aceptable quien en todos los ambitos actuase bien y cumpliese con sus deberes, menos en el ejercicio de sus responsabilidades profesionales, Por otra parte, las razones ultimas por las que una actuaci6n profesio- nal puede ser calificada como buena 0 mala, obligatoria, permiti- t':'IC'; DE L':"S PROFES!ONES

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Capitulo 4 zQue son los principios?

Entre la etica general que trata de los aspectos eticos que son ,,\lidos para todos en todo momento y circunstancia, y las actua­ciones puntuales que neva a cabo cada persona en situaciones con­

cretas, est;; esa zona intermedia de 10 que vienen Ilamandose las eticc15 apficadas 0 eticas especiales tales como la etica economica, la etica polItica, 1a etica sexual, etica de la educacion, etc. En esa

zona intermedia se situa la etica de las profesiones en general y la etica de cada profesi6n en particular. La etica general reflexiona

sobre 10 que es la etica y sobre 10 que exige 0 recomienda siempre yen toda circunstancia: ique debemos hacer? ic6mo es bueno que actuem05 en orden a llevar y promover una vida que merezca ser

lIamada buena? La eticas aplicadas, entre elias las eticas profesio­

nales, tratan de especificar los criterios a los que hay que atenerse o que pueden orientar un ambito particular de las actividades

humanas como es el en el caso que nos ocupa el del ejercicio de

una profesi6n determinada 0 de las profesiones en general. Aunque la etica de las profesiones se mueve en el nivel inter­

medio de las eticas especfiicas 0 "aplicadas", no puede prescindir del todo del nivel de la etica general, fundamental 0 basica , EI pro­

, fesional se juega en el ejercicio de su profesi6n no s610 su ser un buen 0 mal profesional, sino tambien su ser etico; no acaba de pader ser considerada persona eticamente aceptable quien en todos los ambitos actuase bien y cumpliese con sus deberes, menos en el ejercic io de sus responsabilidades profesionales, Por

otra parte, las razones ultimas por las que una actuaci6n profesio­nal puede ser calificada como buena 0 mala, obligatoria, permiti-

t':'IC'; DE L':"S PROFES!ONES

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ETL ......... ",NERAL Uk: LAS PROFESIONES

da 0 prohibida remiten a criterios que estan mas alia de 10 que es el ambito profesional y remiten a razones que indican que es

bueno 0 malo, obligatorio, permitido 0 prohibido en orden a Ile­

var una vida buena y digna. Por todo 10 cual la etica profesional

no puede desentenderse del to do del horizonte de la etica general.

Tampoco puede una etica profesional desentenderse radical­mente de las decisiones concretas que toman, pueden a deben

tamar los prafesianales en situaciones concretas, aunque un libra

de etica profesional no consiste en ofrecer 1001 recetas para los 1001 casas que se puedan presentar. Para que 10 que se afirma en etica pueda ser Ilevado a la practica en el ejercic io de la profesi6n

hay que tamar en consideraci6n todos los aspectos de la vida pro­

fesional que son relevantes para orientar las decisiones. Asi pues, la etica prafesianal, aunque se mueve en esa zona' intermedia de

las eticas especiales 0 " aplicadas", tiene que permanecer abierta tanto al nivel de la fundamentaci6n como al de la aplicaci6n de la etica a las situacianes concretas. La fundamentaci6n de las afir­

maciones eticas y 10 que acurre can la etica cuando se la lIeva a

la practica son las dos piedras de toque tanto de la etica pensada como de la moral vivida. Hay que permanecer abiertos a 10 que sucede con los principios cuando se los aplica.

En este libra no nos ocupamos de ninguna practica profesiona l en especial, sino de todas en general. Cada profesi6n tiene su pro­pia historia, tiene sus peculiaridades que la hace diferente de otras profesiones, varia tambien segun las culturas en las que se ha ida

ejerciendo. Hay aspectos importantes del ejercicio profesional que varian a 10 largo del tiempo al ritmo de los cambios tecnol6-gicos, sociales y cultura les. Los medicos, par ejemplo, tienen que curar 0 al menos tratar de aliviar los males de la hipertensi6n; pero

en la epoca de los betabloqueantes esta fuera de lugar el recurso

a las sangrias y sanguiJuelas de otros tiempos . Los arquitectos tie­nen que hacer casas que no se caigan; pero no tienen que emple­ar los mismos recursos en terrenos de frecuentes movimientos SIS­

micas que en otros en los que no se han registrado movimientos sfsmicos importantes desde hace varios siglos.

Cada profesi6n consiste -10 veiamos en el capitulo 2- en un conjunto de actividades a las que de forma asidua se dedica un

colectivo de personas especfficamente preparadas y facultadas

ETIC;" DE LAS ?ROFESIONES

~.

'.',

lout SON LOS PRINCIPIOS? 91

para lIevarlas a cabo en orden a proporcionar determinado tipo de bienes y servicios. Eso puede estar mas claro en unas profesiones

que en otras, en unas culturas que en otras, en unas fases de la his­toria que en otras ... En que consiste ser un buen profesional y cua­

les son los criterios par los que se juzga acerca de que actuacio­nes profesionales son buenas y cuales son inaceptables es algo que tienen que debatir y plantearse ante todo los mismos profe­sionales -aunque no 5610 elias. Sin embargo las profesiones tienen algunos rasgos en comun que son los que aqui nos van a ocupar.

No nos movemos, pues, en el nivel de los casas puntuales sean tip icos a irrepetibles, ni tampoco en el nivel de las grandes abs­tracciones universalistas, sino en el nivel intermedio de los princi­

pios de la etica profesional. Desde ahi habra que preguntarse

tanto par la fundamentaci6n de los principios como par la aplica­

bilidad de los mismos, tanto de la unidad resultante de la articu­laci6n jerarquizada de los diferentes principios como de la multi­plicidad de contextos y facetas que hay que tamar en considera­ci6n a la hora de lIevarios a la practica.

EI deontologismo plantea los temas eticos en terminos de nor­mas y deberes; el teleologismo comunitarista los plantea en ter­minos de bienes a fines. iPor que planteamos la etica general de las profesiones en terminos de principios? Contamos, par de pron­to, can el precedente, lIeno de exito, de la bioetica que ha sido construida en torno a los cuatro principios que tambien nosotros

vamos a considerar: el principia de beneficencia, el principia de autonomla, el principia de justicia y el principio de no maleficen­cia. La bioetica ha hecho un camino fecundo de la mana de estos cuatro principios. No faltan voces crfticas; las tomaremos en con ­

sideraci6n al hacer nuestra propia propuesta ace rca de nuestro

modo de entender esos principias y las formas de relacionarlos. En la era de la ciencia, tras varias decadas de positivismo, con

frecuencia se pretende justificar las actuaciones profesionales ape­

lando a los hechos. Pero los hechos par si solos no proporcionan

criter ios de actuaci6n. Los datos, el conocimiento de las situacio­nes, circunstancias y concatenaciones causales pueden hacernos

conocer exhaustivamente las cosas, incluso las posibilidades. Para

orientar las acciones y decisiones necesitamos situar esos hechos y esas posibilidades en relaci6n can algun principio valorativo que

iTICA DE LAS P"OFi::SIOt-:'ES

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92 ETICA GENERAL DE LAS PROFESIONES

nos diga que unas acciones, metas 0 resu ltados son mejores que

otras, que es preferible promover y cu idar la sa lud que dejar que

las enfermedades sigan su curso, por 10 que, por ejemplo, habra que discrim inar dadas las circunstancias entre unas sustancias que

son toxicas, es decir, peligrosas para la sa Iud, y otras son inocuas, etc. Esto es 10 que proporcionan los principios valorativos.

Si hablamos de etica profesional es porque -se supone- hay actuaciones profesionales buenas y malas; unas son eticamente

recomendables y otras reprobables, no solo desde el punto de vista tecnico 0 de la eficacia, sino tambien desde el punto de vista etico.

iQue tiene que hacer una persona que quiere actuar eticamente en el ejercicio de su profesi6n? Ciertamente muchas cosas; pero mas

alia de las mil concreciones, buscamos criterios que nos permitan discriminar entre actuaciones aceptables y otras que no 10 son iDe don de salen 0 a donde apuntan esos criter ios? De unos criterios superiores 0 principios que permiten orientarnos acerca de 10 que,

en terminos eticos, es deseable 0 aceptable y 10 que no 10 es. Los principios eticos son aquellos imperativos de tipo general

que nos orientan acerca de que hay de bueno y realizable en unas

acciones y de malo y evitab le en otras . Para R. M.HARE (19 75,6155) un princ ipia moral es un imperativo universal que prescribe deter·

minado tipo de acciones en r2zon de determinadas caracterfsticas

descriptivas que, siempre que se den y en igualdad de circunstan­cias (caeteris paribus), obligan a actuar obedeciendo a ese princi­pio . Cabe matizar esta caracterizaci6n. Los imperativQs, aun siendo

universales, tienden a prescribir actuaciones; los principios morales

no prescriben actuaciones concretas de forma directa e inmediata,

mas bien apuntan a los temas y metas que no hay que perder de vista a la hora de actuar y sobre to do a la hora de formular cua­

lesquiera normas 0 prescripciones morales. Los principios se distinguen de las normas por ser aquellos mas

genericos que estas. Los principios ponen ante los ojos los grandes temas y valores del vivir y del actuar; las normas aplican los princi­pios a situaciones mas 0 menos concretas, mas 0 menos genericas.

No siempre queda clara la distincion. Las normas suelen hacer refe­rencia a algun tipo de circunstancia, aunque sea en terminos gene·

ricos. Pero tambien los principios se hacen inteligibles cuando

adquieren concreci6n normativa y hacen refe rencia a las situacio-

ETIeA DE LnS PROFESIONES

, ,

ON LC NCIP

nes en las que se invocan y se aplican. En terminos generales un principia enuncia un valor 0 meta valiasa (0 un contravalor 0 un

resultado que merece evitado); las normas en cambio, intentando realizar el principio bajo el que se subsumen, dicen como debe aplicarse un principio en determinadas situaciones.

Ta nto las normas como los principios son, en terminos 16gicos, igualmente universales aun cuando el ambito de aplicaci6n de los principios sea mas amplio y general que las normas especfficas que caen bajo dicho principio. "Todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos" es un principio universal 0 una expresi6n de valor que implica un principia orientador de fa accion

en tE~ rminas universales; "Todo testigo de Jehovah adulto que rechaza una transfusion debe ser respetado" es una norma a prin ·

cipio igualmente universal, aunque su ambito de aplicacion sea

mas restringido. "Todo ser humano" y "todo profesional" 0 "todo juez" son todos ellos conceptos universales, pero el primero es mas general que los otros dos y ademas los incluye, el segundo es mas general que el tercero y menos que el primero, puesto que todo juez es un profesional, pero no todo proiesional es juez, etc.

Puede ayudar a comprender 10 que son los principios ver el papel que desempenan en la acc i6n. ONORA O'NEill (1989) entien­de los principios como maximas mediante las cuales el agente organiza numerosas intenciones espedficas. Pone un ejemplo:

quiero recibir bien a un amigo, Ie preparo una taza de te, caliento la tetera, Ie ofrezco azGcar .. . Lo que guia y da sentido a todas esas intenciones espedficas subordinadas es el principio subyacente de querer recibir bien a un amigo. Si fuese otro, no haria los actos que

hago, haria otros, 0 los haria de otra manera. Si tuviese el principio contrario (recibirle mal) harIa otras casas; si tuviese el mismo prin·

cipio en otra cu ltura haria tambien otros actos; el mismo principio subyacente tendria que expresarse a traves de un conjunto diferen­te de intenciones espedficas. Puede suceder que las intenciones espedficas que ponen en practica un principio subyacente de modo apropiado en un contexto, pudieran realizar otro principia

di ferente en otro contexto . Un principia como "no enganar" en contexta moderno poclrfa

traducirse por no firmar cheques sin fondos, no ser espia 0 no manipular la opinion publica. En otros contextos esas acciones no

existen y resultan incomprensibles. En esos otros contextos no

t.:::Cr. DE LAS PROfESICNES

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,4 tTICA U~t>I£RAl. DE LAS PR.OF'ESIONES

er ilanar podria traducirse, por ejemplo, por no lIevar armas ocul­tas 0 no vestirse de mendigo el que es rey. La acci6n se hace inte­

ligible en el contexto de unas practicas y de unas instituciones. Esos contextos t ienen su propia historia sin la que las diferentes intenciones del agente son ininteligibles. AI adoptar maximas de

un tipo moral apropiado no adoptamos un conjunto de normas morales, sino mas bien ciertas directrices para la vida: para lIevar

un determinado tipo de vida 0 ser determinado tipo de profesio­

nal 0 de persona. Los principios marcan orientaciones para las normas mas que prescribir normativamente ellos mismos; entre otras razones porque, tal como los entendemos, sue len hacer abs­

tracci6n de las situaciones 'en las que tienen que ser Ilevados a la practica. La moralidad consiste, segun O. O'Neill, en tener los principios subyacentes apropiados mas bien que en conformar las propias acciones con criterios especfficos.

iQuien es un buen profesional? Aquel que hace buenas actua­ciones profesionales. Y lque es una buena actuaci6n profesional? o ique es una mala practica profesional? Evidentemente la res­puesta concreta a estas preguntas se diversifica en las diferentes profesiones, en las diferentes epocas dentro incluso de la misma profesi6n, en las diferentes culturas y circunstancias en que se desarrollan las actuaciones profesionales . Los principios de la etica profesional formulan los grandes capitulos y los principales

criterios por los que se guia fundamentalmente la practica profe­sional que quiere ser etica. Naturalmente esto tiene perfiles mas concretos cuando se habla de una profesion concreta, pero hay puntas de convergencia y semejanza entre las diferentes eticas profesionales y de ellos es de los que nos toca hablar.

Tada profesi6n consiste, 10 vefamos mas arriba, en un conjun. to de actuaciones que se proponen realizar un determinado tipo de bienes 0 servicios. EI primer criterio para juzgar las actuacio­

nes profesionales sera si se logra y c6mo se logra realizar esos bie­

nes y proporcionar esos servicios (principia de beneficencia). Como toda actuaci6n profesional tiene como destinatario a otras

personas, tratar a las personas como tales personas, respetando su dignidad, autonomia y derechos puede ser el segundo gran crite­

rio 0 principio para juzgar las actuaciones profesionales, como por 10 demas todas las relaciones sociales (principia de autono­mfa). Las actuaciones profesionales se lIevan a cabo en un ambi-

Ene,\ DE LA.S PROF"ESIONES

•.

NCIP:

to social con demandas multiples que hay que jerarquizar y recur-

50S mas 0 menos limitados que hay que administrar con criterios

de justicia (principio de justicia). Y cuando todo ello no fuese posi­ble lIevario a cabo en positivo, habra que empezar por no hacer dano, no perjudicar a nadie que pueda quedar implicado 0 afec­tado par una actuaci6n profesional (principia de no maleficencia).

I. EL PRECEDENTE DE LA BIOETICA

Ya desde los primeros pasos de la bioetica en los Estados Unidos se abre un debate sabre principios y contextos (GUSTAFSON, 1965).

A finales de los anos 70 comienza sus trabajos la Comisi6n Nacio­nal para la protecci6n de 105 sujetos humanos de experimentaci6n biomedica y conductual (en adelante "Comisi6n Nacional ... ';' Tras

un primer ana de trabajos preliminares celebra dicha Camisi6n la

Conferencia de Belmont a la que se incoporan algunos expertos. Fue alii donde se puso en marcha la formulaci6n de los principios de la bioetica que pronto Ilego a convertirse en canon, cuya invo­

caci6n adquiere en ocasiones las propiedades magicas de un "man­

tra" de la bioetica, de la etica medica y par extensi6n del resto de

las profesiones. AI principia no fue asi. Albert Jansen en su cr6nica del naci­

miento y consolidaci6n de la bioetica en los Estados Unidos de America nos cuenta que fue Karen Lebacqz la que introdujo el

tema de los principios de una forma alga mas tentativa y plural que aquella en la que luego vinieron a quedar "can6nicamente"

establecidos y a ser repetidamente invocados. En un primer

momenta los cuatro principios de la bioetica fueron tres . A.JONSEN (1998, 103) los introduce asi: "Tres principios basicos que estan

entre 105 que se aceptan generalmente en nuestra tradici6n cultu­ral: los principios de respeto a las personas, de beneficencia y jus­

ticia". (traducci6n y cursivas mias: AH.). EI principia de benefi­

cencia hace referencia en primer terminG a! sujeto individual al

que se supone que beneficia la investigaci6n, pero tambien a atros

beneficiarios individuales y grupales presentes y futuros; el princi­

pio de autonomia se refiere sabre todo al respeto a la autodeter­

minaci6n de las personas; el principia de justicia se refiere tanto a

la justicia distributiva como a la compensatoria; par ultimo, el

Ene..; DE :"'AS P?OFZSIOI:£S

95

~O \

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principio de no maleficencia trata de evitar 0 al menos minimizar

el dano que se causa a los sujetos individua les de la investigaci6n

aSI como a otros individuos y grupos. En ese mismo contexto

naci6 el p lanteamiento que termin6 siendo, en cierto modo, el

mayor oponente te6rico del principialismo: la reivindicaci6n de la

casuistica renovada UONSEN y TOULMIN (1984); ver JONSEN, SIEGLER, WINSDALE, Y OTROS, 1986).

Desde los anos 90 se esta volviendo a debatir el tern a de los

principios y c6mo hay que entenderlos, cual es su alcance y valor

y que jerarqula cabe establecer entre ellos en orden a justificar

determinadas recomendaciones morales en lugar de otras, etc . Hay

quienes quieren acabar con elias y hay quienes quieren asentarlos

definitivamente. La cuarta edici6n del "catecismo" de estes prin­

cipios (BEAUCHAMP y CHILDRESS, 1999; l' ed., 1979; la traducci6n

espanola que citamos se ha hecho sobre la cuarta edici6n de

1994) se reafirma en ellos aunque con algunos re toques en el modo

de interpretarlos y moderando mucho las pretensiones acerca del

alcance cognitivo que cabe atribuirles (ver CHILDRESS, 1994). No

deja de ser revelador que esta cuarta edici6n de este libro ci;;sico de la bioetica "made in USA" ("too Western, too American, too white, too middle-class" segun DUBOSE, HAMEL, O'CON ,~EL 1994, 3)

haya podido ser presentado en una recension como el ocaso del principialismo (EMANUEL, 1995).

No podemos entrar aqui con detenimiento en este debate sobre el principialismo. Tampoco podemos dejar de tenerlo en

cuenta a la hora de exponer los principios de la etica profesional.

Sin referirnos explicitamente a ese debate iremos fijando nuestra

postura. Con muchos de sus detractores y la mayoria de sus defen­

sores entendemos que los principios (estos cuatro en concreto,

pero tambien cualquier otro que se pudiera formular 0 anadir) no

pueden ser establecidos con fuerza y contenido normativo al mar­

gen 0 por encima de los contextos y decisiones de los agentes

morales. Los agentes morales, en nuestro caso los profesionales,

no se limitan a aplicar conocimientos extraidos no se sa be de

donde ni por quien. La etica profesional, tanto en sus formulacio­

nes como en su ejercicio, se aproxirna mas a una practica reflexi·

va que a la aplicacion de una teoria (HAVE, 1994, 104). Sabiendo

esto, sin tamar los principios como veredicto definitivo e inde-

Ene;.. DE LAS ?ROfES! ONES

,

<.101"'" SON L ...... ,INCIl ~"'.... 97

pendiente, ellos nos ofrecen un punto de partida y nos hacen fijar

la atencion en cons iderac iones basicas que hay que tener en

cuenta a la hora de formarse un juic io en las decisiones 0 casos

problematicos.

La falta de fundamentacion de los principios, aSI como la

ausencia de un modo raciona! de establecer un orden jerarquico

entre el los en casos de conflicto, abre un amplfsimo margen de

discrecionalidad para hacer prevalecer unos sobre otros ... Esta situaci6n hunde sus ralces en !a falta de una teorfa etica unitaria.

Hay que decir que el principia de beneficencia responde mas bien

a un planteamiento teleol6g ico, que inicialmente refleja los plan­

teamientos consecuencialistas del utilitarismo pero que tambien

cabe articular en los terminos aristotelicos a neoaristotelicos de

las eticas de bienes. En cambio el principio de autonomia es cla­

ramente deontol6gico, de inspiracion kantiana, aunque el modo

de aplicarlo esta mas proximo al liberalismo de Locke 0 de Mill

que a la etica de Kant.

EI conflicto entre la beneficencia y la autonomla se resuelve

siempre a favor de la autonomia, pues el bien impuesto heterono­mamente no alcanza el nive! propiamen te moral. En terminos de

las eticas deontologicas mas recientes la optatividad de las mora­

lidades sustantivas propias de las diferentes tradiciones han de

ceder ante la unica etica universal mente vinculante para todos.

Cualquier bien ha de quedar difuminado )' devaluado ante el bien absoluto de la buena voluntad y del fin en si. Pero como los deba­

tes de la bioetica no se quedan en el terre no de la fundamentacion

formalista y universalista, las incoherencias inaceptables a las que

puede dar lugar esta forma de plantear la jerarqula entre autono­

mia y beneficencia tratan de subsanarse introduciendo el princi­

pia de no maleficencia como prioritario incluso por encima del

mismo principio de autonomia. Es claro que entre esos tres prin­

cipios dificilmente pueden resolverse los temas de justicia distri­

butiva cuanda los recursos son escasos y las alegaciones se multi ­

plican . Par esa se introduce el principia de justicia, pero no acaba

de verse que sea principio que colisiona con los otros dos.

No es la unica posibilidad. Nosotros nos proponemos ofrecer

aqui una sistematizacion de los principios desde la teorla etica de

matriz aristotelica -buscando ampliarla con las perspectivas que

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98 E'I'ICA GENERAL DE U .. S PROFESIONES

las eticas modern as de matriz kantiana han aportado- y tratando

de atisbar 10 que esa etica tiene que poder cambiar cuando se

pasa de la comunidad politica como la polis griega a unas socie­dades pluralistas modern as en las que los valores compartidos son problematicos.

Junto a esas cuestiones basicas se plantean tambien otras cues­

tiones de no menor importancia: Los cuatro principios de la bioe­tica ison todos los que estan y estan todos los que son? Pensamos que los que estan, son; aunque, para 10 que nosotros pretendemos el principia de no maleficencia puede ser tornado como la inevi­

table sombra que acompana al principio de benevolencia, pero luego tambien a cualquier otro. Cabe incluir otros, sin necesidad

de recurrir a principios derivados de estos ni a reglas subordinadas. No consideramos que cada principio sea una unidad cerrada en SI

misma ("indivisum in se et divisum a quolibet alio" - dedan los

escolasticos) que deje claro que queda incluido y que excluido en cada principio, sin posibles conexiones ni coincidencias. Cabria, par ejemplo anadir el principio de responsabilidad, el de compe­tencia, los principios de lealtad y celo en el ejercicio de la profe­si6n, especialmente cuando se esta representando al cl iente y sus intereses ante terceros; el principio de fidelidad en el doble senti­do de mantener las promesas y cumplir los contratos y tambien de eludir la actuaci6n profesional representando a clientes con inte­

reses contrapuestos a incompatibles; par ultimo cabria destacar el principio de confidencialidad que obliga a guardar los secretos que uno conoce en raz6n del ejercicio profesional ya respetar la intimidad de las personas implicadas (ver CHILDRESS, 1994, 755).

Los principios no son independientes de la tearia moral desde la que son formulados y desde la que se reffexiona sabre ellos. Tampoco son independientes de la praxis moral en la que son invocados y puestos en practica, 0 si se prefiere "aplicados"

mediante la inevitable interpretaci6n prudencial que los especifi­

ca, sopesa en relaci6n con otros principios (CHILDRESS, 1994, 83).

Por eso no siempre que se invocan esos principios se esta apelan­

do a 10 mismo, ni se esta considerando que tienen el mismo alcan­

ce, la misma prevalencia a la hora de entrar en confficto con otros principios, el mismo papel orientador de las decisiones y configu­rador de las conductas.

E'I'ICA DE LAS PROFESIONES

.;

.,.

Nuestra exposici6n sobre los principios no tiene caracter defi­nitivo en ningun sentido. La que sobre elias y desde elias digamos

y las elaboraciones que hagamos sobre los planteamientos acerca de las relaciones que tienen entre 51 tienen, necesariamente, que

quedar inacabados, son provisionales, estan pendientes de posi­bles, convenientes 0 preceptivas consideraciones adicionales que

modifiquen las que aqui -tentativamente, con caracter revisable y cuestionable- vamos a presentar. Aun as), con toda esta precarie­

dad, veremos que los principios ofrecen claves de inteligibilidad que pueden ser completadas, revisadas y matizadas, pero que aportan elementos de los que no es posible prescindir a la hora de formarse un juicio moral sobre las actuaciones profesionales.

II. iC6MO SE JUSTIFtCAN lOS PRtNClPIOS?

Escribe A.MACINTYRE (1990) que para nosotros hoy un principio es una afirmaci6n 0 una norma que sirve de premisa en las argu­

mentaciones. Para Arist6teles 0 santo Tomas un principio era eso, pero adem as y simultaneamente era aquello de 10 que habla el principio. Ellos unian 10 que nuestro lenguaje contemporaneo divide. Hoy ningun principio es primero en cuanto tal; 5610 es pri­mero desde una determinada perspectiva que se adopte. EI carac­ter primario (la primacia) de los principios es relativo a los con­textos sociales y a las metas individuales. Los principios supremos

del obrar humano no son otra cosa mas que la traducci6n norma­

tiva de las metas ultimas del vivir humano,

Los primeros principios 5610 tienen sitio en un universo carac­

terizado en terminos de determinados fines fijos e inalterables. Propiamente hoy ningun principio es primero en cuanto tal, s610 es primero desde una determinada perspectiva que se adopte. EI

caracter primario 0 la primada de unos principios sabre atras depende de los contextos sociales y de las metas que se marquen los individuos y los grupos. En la vida practica es el telos el que proporciana e) principio, el primer principia de l razonamiento

practico. La justificaci6n de los principios remite a los fines ins­critos en el dinamismo de los deseos humanos. En que medida eSQS fines formulan metas irrenunciables del vivir humane 0 en

que medida incorporan adem as elementos teleol6gicos de la cui-

tTIc;.. DE L':'.S ?::>.OF::Slml::S

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Bien entendido que sensu stricto ni descendemos deductiva­mente como si se tratase de un silogismo que partiendo de premi­sas sacase conclusiones necesarias y ciertas, ni ascendemos induc­tivamente de los cas os a las leyes norm as y principios. Los princi­

pios para poder ser aplicados han de ser especificados, interpreta­dos y sopesados a la vista de las situaciones y de los casos a los que se los pretende aplicar; por eso mas que prescribir 0 prohibir acciones concretas, orientan aeerea de algo valioso que debe ser

tomado en consideracion. Solo desde la mediacion permanente entre los principios y las situaciones en las que tenemos que actuar se hacen operativQS los principios y se iJuminan las situa­ciones. liLa estructura de la etica aplicada -escribe A.CORTINA

(1993, 174)- no es deductiva ni inductiva, sino que goza de la cir­cularidad propia de una hermem2utica crftica .. . " .

IV. CASOS Y CAsuisTICA

La etica se propone orientar, justificar 0 cuestionar las actua­ciones y decisiones humanas. Esto 10 hace al menos en tres nive­

les de mayor 0 menor concrecion, de menor 0 mayor generalidad:

a) En el nivel mas general la etica se ocupa de reflexionar acer­

ca de los elementos constitutivos de la vida moral, esos que estan presentes y son vinculantes en toda Deasi6n 0 circuns­tancia. Este nivel puede recibir el nombre de Mca general; aquellos autores y enfoques que ponen en el centro de dicha reflexion la pregunta por la justificacion ultima de los juicios eticos la Ilaman tambien etica fundamental.

b) En el otro extremo esta la reflex ion etica que acompana y busea iluminar y orientar el proceso de toma de decisiones

en casas concretos y que en ocasiones ha recibido el nom­bre de casufstica .

c) En el media estan las Ilamadas eticas aplicadas 0 eticas espe­ciales: etica de las profesiones, etica de la empresa, etica sexual, etica economica, etica polltica, etica de la educa­

cion . . . La legitimidad de estas eticas especiales 0 aplicadas se deriva de que sirven para orientar, justificar 0 cuestionar las actuaciones y decisiones de los agentes morales en estos

ambitos, en los que no basta can las exigencias, plantea-

ETICA DE LAS PROFESIONES

.. ..

, , ,.

mientos y recomendaciones del nivel general, ni es suficien­

te dejarlo todo en manos de las decisiones puntuales y las generalizaciones experienciales propias de la casufstica.

Cada vez que actuamos hacemos un acto completamente sin­gular en un momenta dado y en circunstancias determinadas. Pero

ese acto y esas circunstancias los nombramos con palabras y los

juzgamos con criterios que igualmente valen para nombrar y juz­

gar otros aetas y circunstancias semejantes que, tal vez, nosotros u

otros hem os 0 han vivido. Actuamos en contextos significativos, en

un marco institucional, tal vez desempenando determinado rol,

dentro de una tradici6n cultural. Aunque las actuaciones son siem­

pre concretas y las situaciones son puntuales, no empieza la vida

moral, no empieza el conocimiento moral con cada situaci6n y con cada actuacion . Unas veces no haremos justicia a 10 que la

situacion tiene de nuevo e irrepetible y otras no acabaremos de

comprenderla e iluminarla convenientemente por no captar 10 que

desde otras situaciones similares es posible entender y enjuiciar.

EI conocimiento moral aplicado se mueve pues en diferentes

niveles que pueden y deben combinarse para decir y justificar que es bueno hacer y que debemos evitar. Esto supone a) conocer las situaciones concretas con sus circunstancias; b) percibir tambien

las posibilldades que entranan esas situaciones y los diferentes cur-50S de accion que en el ias se abren; para poder calibrar el signifi­cado de 10 que esta en juego en esas situaciones y en esos diferen­tes cursos de accion se requiere c) disponer de una tipologia que nos abra los ojos para percibir 10 que esa situacion tiene de pareci ­do y de diferente can otras situaciones comparables yean otros cursos de acdon ya conocidos, sea porque nosotros mismos los

hem os vivido y experimentado, 0 porque pertenecen al acervo camlin de una cu ltura, con sus historias, refranes, etc. La riqueza de

elementos, perspectivas y facetas que hay que tener en cuenta es muy importante, pero no basta. Hace falta ademas d) capacidad de juicio para ver bajo que tipologras es adecuado subsumir esa situa­

cion y esos diferentes cursos de accion, e) a que principio5 hay que apelar ... y f) como se pueden plantear y tal vez resolver los posi­

bles conflictos entre principios, como puede justificarse un orden

jerarquico entre ellos y si ese orden es estable 0 cambiante, depen­

diendo de las circunstancias UONSEN y TOULMIN 1984).

ETICA DE LAS PROFESIO~ES

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106 ETICA GENERAL DE LAS PROFESIONES

EI conocimienta moral "aplicada" na cansiste pues en una sim­

ple aplicaci6n deductiva de un unico principio ni en una jerarqui­

zaci6n rigida de principios. Tampoco es suficiente con una mera

descripci6n de situaciones, circunstancias, acciones y posibles

consecuencias. En el conocimiento moral se combinan insepara­

blemente las descripciones de hechos y la captaci6n de pasibili­

dades de actuacion can las valoracianes normativas. Todo eso con­

tribuye al conocimiento moral, sin par eso confundir ni poner en

un mismo plano unas casas y otras. Como hemos dicho mas arri­

ba las situaciones iluminan, confirman 0 cuestionan la aplicabili­

dad de los principios. Los principios morales, cuando tienen pre­

tensiones de aplicabilidad, tienen siempre un contenido que lIeva

la impronta de las situaciones para las que ha sido invocados; los

principios para ser practicos y tenidos en cuenta deben adaptarse a las situaciones; las situaciones y decisiones para a ser entendidas

y vividas en 10 que esta en juego en elias des de el punto de vista

moral, deben ser descritas y narradas en terminos que las presen ­

tan en el horizonte teleol6gico al que apuntan los principios . 5610

desde la mediacion permanente entre los principios que podemos

invoear y las situaciones en las que tenemos que actuar se ilumi­

nan las decisiones concretas que podemos 0 debemos tamar.

Abordar los temas de la etica aplicada en general y de la etica de

las profesiones en particular desde el tratamiento y discusion de

casos concretos es un buen antidoto frente a los debates pura­mente en terminos te6ricos y universales que hacen abstracci6n de

situaciones, circunstancias y consecuencias reales. Pero e! afan de

pretender resolver las cuestiones 5610 mediante el estudio analfti­

eo de casos y mas casos, sin un planteamiento teorico minima­

mente coherente y sin apelar a principios que proporcionen orien­

tacion, lIeva tambitn a callejones sin salida (VIELVA 2000) .

Los casas, especial mente cuando se trata de casos reales,

nunca se reducen a ser un mero ejemplo de 10 que establecen los

principios; siempre concurren en elias facetas que no quedan sufi­

cientemente atendidas en la formulacion generica de uno a mas

principios. La puesta en practica de un principia nunca a casi

nunca es mera aplicacion a un casa individual de un principio a

norma universal. Los ejemplos estereotipados de las discusiones

descontextualizadas -"casufstica-ficci6n"- pueden hacer creer 10

ETIC;" DE LAS PROFESIONES

"oUJ:: SON LOS PRINCIPIOS? 707

contra rio. No conviene, sin embargo, ignorar la compleja realidad

de las situaciones concretas y cambiantes en las que hay que actuar.

Par eso es importante contrastar los planteamientos eticos que se

vayan haciendo en terminos generales con casas reales en con­

textos reales. No lIegue a ocurrir aquello que advierte Wittgenstein cuando afirma que la causa principal de las enfermedades filoso fi­

cas en general (y de la filosoHa moral aplicada muy en particular,

aiiadiriamos nosotras) es la dieta unilateral: se alimenta el propio

pensamiento de una sola clase de ejemplos. (Investigaciones Fifo­

soficas, parrafo 593).

EI planteamiento etico que estamos ofreciendo alienta ciertas

reservas frente al universalismo formalista 0 procedimental de las

eticas deontol6gicas; eso no significa que pretendamos pasarnos al otro extrema de un "nominalismo" para el que cada situaci6n es

absolutamente Crnica e irrepetible. Buscamos una alternativa mati­zada y diferenciada entre el deductivismo racionalista y el abuso de

la casuistica. Cada vez que actuamos hacemos un acto completa­mente Singular en un momento dado y en circunstancias determ i­

nadas. Pero ese acto y esas circunstancias los nombramos con pala­

bras que igualmente valen para nombrar otras actos y circunstancias

semejantes que nosotros tal vez ya hemos vivido 0 que otros han vivido a pueden Ilegar a vivir. Actuamos en cantextos y drcunstan­

cias significativas, tal vez en un determinado marco instituciona l en

el que desempenamos determinado rol, insertos en una tradici6n

cultural can la que nos identificamos 0 con la que estamos en una relaci6n distanciada 0 conflictiva. EI juicio etico que mereeen dos

acciones semejantes en circunstancias semejantes tiene que ser el

mismo, salvo que existan y puedan senalarse diferencias significati­

vas entre una acdon y otra, entre unas circunstancias y otras; los

meras predicados de lugar y tiempo y el cambia de un sujeto por

otro no son aceptables como criterios de discriminaci6n entre el jui­

cio etica de una accion y el de otra semejante, caeteris paribus. No

es aceptable eticamente tratar casos igua les de farma desigual; pero

tampoca es admisible juzgar de forma identi ca si tuaciones yactua­

ciones que presentan diferencias significativas desde el punto de

vista moral. S6Jo un atento examen de una variedad de casas per­

mite establecer cuales son los parecidos y diferencias entre ellos que

merecen una ponderacion etica semejante ° diferente.

ST!C'!. DE LAS ?? O?ESIC!IES

~03

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En la vida moral y en la reflexi6n etica hay un doble pro ceder:

unas veces tenemos convicciones y principios y no sabemos c6mo aplicarlos 0 si hemos de aplicar estos antes que aquellos; otras veces tenemos 5ituaciones suficientemente definidas en su

complejidad y no sabemos si debemos i luminarlas con estas 0 aquellas convicciones 0 principios. Hay quien parte de los princi­pios y trata de iluminar desde ellos las situaciones; y hay quien parte de las situaciones y trata de averiguar c6mo responder a elias. Las dos perspectivas son insustituibles y complementarias.

Nunca sabemos to do ni acerca de los hechos ni acerca de los principios como para estar en condiciones de iluminar plenamen­te todo el campo relevante que entra en juego a la hora de orien­tarnos eticamente en una situaci6n y poder elegir entre los dife­rentes cursos de acci6n que en ella se abren junto con 105 prinei.

pios desde los que se juzgan esos cursos de acci6n. En caso de que alguna vez 10 lograsemos se verfa, tal vez, que la escala por la que se asciende desde las situaciones y las posibilidades de acci6n hacia los principios por los que se juzgan, y la escala por la que se desciende (se aplican) esos princ ipios a las situaciones concretas es una y la misma escala.

En condiciones ideales de informaci6n exhaustiva y transpa­

rencia plena acerca de 10 que esta en juego en una situaci6n y en

una forma de actuar, la escala de la investigacion que busca una

soluci6n correcta a un problema practico y la escala de la justifi ­cacion 0 de la aplicacion que ve la susodicha situacion y actua­ci6n como mera aplicaci6n de unos principios, serra una y la

misma escala. Pero, como al gallego del chiste, la inmensa mayo­rfa de las veces, cuando estamos a mitad de la escalera, no sa be­mas 5i subimos 0 bajamos. Sin embargo, no es 10 mismo subir que

bajar; como ya citamas mas arriba "105 razonamientos que parten

de los principios difieren de los que conducen a los principios" (Aristoteles). EI senti do exacto de 10 que dicen los pr inc ipios se sabe cuando se aplican; un principio no aplicado es vado; de la misma manera que las actuaciones, deseos, situaciones y contex­

tos sin principios son ciegas.

Dedamos que cada profesi6n es ejercida con vistas a la con­secucion de fines que forman parte del telos de la vida buena y contribuyen a configurarla. Por otra parte cada etica profesional

ET!CA DE LAS PROFESIONES

JON L [NC. ....

genera en su propio ambito formas de tipificar las situaciones, los temas, los conflictos y el modo de abordarlos y resolverlos que facilitan el trabajo de sopesar 10 que esta en juego en la toma de decisiones acerca de los diferentes cursos de acci6n que esas

situaciones ofrecen 0 presentan. En ocasiones aparecera.n casas

ineditos que presenten elementos novedosos que hasta ese momento no se conodan 0 -mas probablemente- no se habfan Ilegado a valorar como ahora se hace; pero cualquier novedad sera percibida sobre un trasfondo de elementos conocidos, nom­brados y tipificados. AI final, cad a profesi6n tendra de nuevo que plantearse 0 dejarse plantear la cuestion acerca de su mejor 0 peor contribucion no s610 a los fines espedficos propios de su activi­dad, sino a la vida humana en su conjunto y por cierto no en abs­tracto y de forma intemporal, sino en las condiciones historicas,

materiales y sociales en las que se desarrolla la correspondiente

actividad profesional en las nuevas condiciones. Un excesivo afan de equiparar los planteamientos eticos con

los planteamientos teoricos - ademas de a idealizarlos- Ileva a pensar la relacion entre los principios generales, las normas parti­culares y los casos singulares en terminos te6ricos, como si los principios fuesen axiomas de los que las norm as particulares y los

juicios morales singulares se dedujesen como teoremas. La etica

deja de ser deductiva tan pronto como se hace practica.

JONSEN y TOULMIN en The Abuse of Casuistry (1984) dicen que la relaci6n entre los principios y los juicios singulares es una relaci6n practica. Los princip ios y norm as morales son maximas que ilumi­

nan los casos particulares en terminos de casos paradigmaticos. En cambio los planteamientos teoricos idealizan las situaciones, son intemporales y establecen correlaciones en terminos necesarios.

Las afirmaciones practicas son siempre concretas, temporales y conjeturales . De ahf que estos autores aboguen por una rehabilita ­ci6n de la casufstica por estimar que solo desde la consideracion de los casos concretos es posible desplegar un razonamiento practico; mientras que comenzar par los principios favorece la ficci6n de

creer que discutiendo acerca de principios universales podran que­dar resueltos los casos particulares. Toulmin ha aludido repetidas veces a su experiencia en la National Comission ... de que era

mucho mas faeil ponerse de acuerdo sobre las recomendaciones

ETICA DE LAS ?ROFESIOKE$

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t1'!~~ ,,~NERAL .. n: • .... AS PkUtJ:.::.!ONES

FIGURA 1: ESTRUCTURA DEL ARGUMENTD TE6RICO

GONSEN y TOULMIN, 1984, 34)

EI punto de partida universal...

Premisa mayor universal que se supone conocida

Premisa menor particular especffica del caso presente

r Conclusi6n que se sigue necesariamente para el caso presente

... incluye la conclusion final particular

FIGURA 2: ESTRUCTURA DEL ARGUMENTD PRACTICO

GONSEN Y TOULMIN, 1984, 35)

los resultados de la experiencia ...

I~ Generalizaciones basadas en precedentes similares

J Situaci6n actual de hecho Conclusi6n provisional ("particularidades del caso") >- sobre el caso actual

("presumiblemente")

t En ausencia de circunstancias excepcionales ("excepciones")

... sirven para guiar la accion futura

ETICA DE LAS PROFES!ON~S

~QUE SON LOS PRINCIPIOS? 111

que habia que haeer en cad a caso planteado que sabre las justifi­caciones y planteamientos te6ricos can los que pretendia cad a cual ofrecer una fundamentaci6n teorica de dichas recomendaciones.

La obligaci6n del profesional es encontrar soluci6n a los pro­blemas particulares del cliente que tiene delante, afrontando la particularidad que encierra su caso. Las actuaciones profesiona­les tienen siempre que ver can casos concretes y aplican proce­dimientos concretos. 'La teoria puede idealizar per ser muy selec­tiva y prestar atencion 5610 a circunstancias y casos sacados de la realidad, pero que dejan a un lado, par abstracci6n, los ele­mentos que no encajan en el modelo idealizado. En la vida pro­fesional, el abogado a el medico se ocupan de casas reales con­cretas, no de situaciones abstractas idealizadas. Tienen que haber­selas con hechos inmediatos en situaciones particulares y con

individuos singulares. Las ideas generales se hacen presentes y se sustentan en los problemas de esos individuos y de esas situa­ciones.

Pretender que la etica se atenga s610 a planteamientos rigida­mente universalistas hechos en terminos apodfcticos es alejarse de

10 que la etica tiene y debe tener de saber practico que se propa­ne orientar reflexivamente la praxis humana. Como bien senalan

Jonsen y Toulmin en su libro, las ideas y teorias generales 5610 se estudian en etica par 10 que puedan ayudar a iluminar los casas practicos. Para la teorfa los tiempos y lugares no cuentan, pues son equivalentes. Los principios y leyes de la ciencia son intemporales (todos los casas, en cualquier parte, siempre). Los argumentos te6-ricos son pruebas en cadena, los argumentos practicos son meto­dos para resolver problemas. En los argumentos te6ricos la con­catenaci6n 16gica de las proposiciones hace que la verdad de las premisas y la 16gica deductiva garantice la verdad de la conclu­sion. En los asuntos practicos un argumento es una red de consi­

deraciones presentadas para solucionar un dilema y or ientar una

prudente via de actuaci6n. Las metas practicas de las profesiones son siempre temporales, estan centradas en casos especfficos y en

ocasiones particulares. Merece tener esto en cuenta y sacar las

consecuencias tanto en la reflexi6n como en la ensenanza de la etica.

E"!!G. DE LAS PRO:::SION:O:S ~O 4

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lJ6 r:TICA GEN;:;RAl.. DE LA:; PROFESIOcl:::S

En el contexto de la etica medica el principia de autonomia es

de aplicaci6n e invocacion relativamente reciente. Es significativo que, segun escribe D. GRACIA (1989, 163), se farmule explicita­mente para el ambito prafesianal medico en una sentencia judicial dada par el juez Cardozo en los Estadas Unidas en 1911: "Cada ser humana de edad adulta y sana juicia tiene el derecha de deter­

minar 10 que debe hacerse can su prapia cuerpo; y un cirujano que realiza una intervencion sin el consentimiento de su paciente

comete una agresion de cuyas consecuencias es responsable".

La aplicaci6n de este principia a la etica medica ha supuesta un chaque entre la cultura tradicianal de la prafesi6n (etica inter­na) y la cultura palitica que difunden par daquier las saciedades liberales, primero en el mercada y en la esfera palitica, luego en tadas las relacianes saciales. La intraduccion de principias aje­nos a la etica interna de la profesi6n medica -dice HAVE (1994)­conlleva inevitablemente una mayor distancia en la relaci6n entre medicos y enfermos.

En bioetica se invoca el principio de autonomfa can significa.

dos afines pero no siempre coincidentes. Unas veces se ape/a,

sabre todo entre teologos, al caracter sagrado de la persona indi­vidual, otras a 10 que la persona individual tiene de fuente de cre­atividad que no puede ser coartada (fiI6sofos), otras a la centrali­dad del individuo en el ethos delliberalismo democratico UONSEN,

1998,337). Quedo dicho mas arriba que el principia de beneficencia suele

ser expuesta mas bien en terminos claramente subordinados al principia de autonomia. En cierta manera la sustitucion de la etica medica par la bioetica es la cr6nica de un desplazamiento del poder en las relaciones entre los profesionales de la medicina y los usuarios de esos mismos servicios profesionales. Se ha ido pasan·

do del poder profesional can sus apelaciones a la legitimidad basada en el saber y poder hacer, proporcionar los bienes que se supone que constituyen la razon de ser de esa profesi6n, al poder social de los individuos a ciudadanas aut6namos can los dere­chos que les reconoce la cultura liberal. Los "mediadares de sen­tido" de esta transformacion que ha Ilevada a una preeminencia de la moral social del liberalismo politico han sida, de hecha, los profesionales de la bioetica. Afirmar esto no significa proponer

ETICA DE LAS PROFESIONE S

;;:r.. PRINCIPIa DE AUTONOMtA 737

que se vuelva a la moral interna del profesionalismo, sino intentar desideologizar un poco el tema y tratar de ver que formulas de interaccion, cooperativa y conflictiva, cabe plantear entre la moral interna de un grupo profesional, centrada en el principia de bene­ficencia, y la moral extern a de los ciudadanos y potenciales usua­rios de los servicios profesionales que alegan ante todo su derecho a ser respetados y tratados como personas dotadas de dignidad, conciencia (criterios), libertad (pueden acceder a negarse a 10 que se les propane) y derechos. La vida moral en general y la moral profesional en particular no consiste solo en hacer casas buenas;

cosas bien hechas, en hacer bien las casas y asi hacer el bien, sino en hacerlo desde la interior implicacion can el bien en si, can el fin en si que es la propia persona y la persona de cualquier otro.

LECTURAS COMPLEMENTARIAS

BEAUCHAMP, T.L.y CHILDRESS; J.F. (1999), Principios de etica biomedica, Masson, Barcelona, 113· 134.

ErxE8ERRIA, X. (2002), Temas bisicos de etica, Desclee De Brouwer; S.A., Bilbao,85-107.

GRACIA, D. (1989), Fundamentos de bioetica, Eudema, Madrid, 121 ·198.

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