capÍtulo quinto: la cura del alma - roberto … · en su ensayo el amor de dios y la desdicha...

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95 CAPÍTULO QUINTO: LA CURA DEL ALMA “DESGASTADA” “Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: ‘Vengan ustedes sólos a un lugar desierto, para descansar un poco’. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron sólos en la barca a un lugar desierto”. Evangelio de Marcos 1. La salida espiritual “En una época como la nuestra, en que la desdicha está suspendida sobre todos, el servicio a las almas no es eficaz si no las prepara realmente para la desdicha. Lo que no es poco.Simone Weil Simone Weil (1909-1943), filósofa francesa, fue una de las pensadoras más lúcidas del siglo pasado. Pensaba que una persona era completa si podía trabajar de manera manual e intelectual a la vez, y como no concebía no transformar en vida aquello que pensaba, dejó la enseñanza de la filosofía y entró a trabajar como obrera en la fábrica Renault. Trabajó también en la cosecha en los viñedos de Marsella. En esas experiencias, con su radical empatía, comparte el sufrimiento de los trabajadores agrícolas y metalúrgicos. Dirá luego, “allí recibí para siempre la marca de la esclavitud como la marca a hierro candente que los romanos ponían en la frente de sus esclavos más despreciados. Después me he considerado siempre como una esclava”. Durante la Semana Santa de 1938 vive una original y breve experiencia mística de diálogo con Cristo que fundará su teología. Weil hará del sufrimiento humano el núcleo de su propia teología. Ella ve en Cristo el signo auténtico de una religión: un Dios a imagen y semejanza de la condición humana. En su antropología religiosa el sufrimiento marca audazmente la superioridad del hombre sobre Dios, y cree que fue necesaria la encarnación para que esa superioridad no resultara escandalosa. Su acercamiento al catolicismo se da a través de la amistad con algunos sacerdotes, pero no llegará al bautismo; una vez más elige la vereda del desheredado: “permanezco al lado de todo aquello que no puede entrar en la Iglesia”. En su ensayo El amor de Dios y la desdicha describe con particular hondura su pensamiento. Estoy convencido de que esta desdicha weliana, esta marca de esclavitud, aporta una descripción del burn out como experiencia espiritual.

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CAPÍTULO QUINTO: LA CURA DEL ALMA “DESGASTADA”

“Los Apóstoles se reunieron con Jesús

y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

Él les dijo: ‘Vengan ustedes sólos a un lugar desierto, para descansar un poco’.

Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.

Entonces se fueron sólos en la barca a un lugar desierto”.

Evangelio de Marcos

1. La salida espiritual

“En una época como la nuestra,

en que la desdicha está suspendida sobre todos,

el servicio a las almas no es eficaz

si no las prepara realmente para la desdicha.

Lo que no es poco.”

Simone Weil

Simone Weil (1909-1943), filósofa francesa, fue una de las pensadoras más lúcidas del

siglo pasado. Pensaba que una persona era completa si podía trabajar de manera manual e

intelectual a la vez, y como no concebía no transformar en vida aquello que pensaba, dejó

la enseñanza de la filosofía y entró a trabajar como obrera en la fábrica Renault. Trabajó

también en la cosecha en los viñedos de Marsella. En esas experiencias, con su radical

empatía, comparte el sufrimiento de los trabajadores agrícolas y metalúrgicos. Dirá luego,

“allí recibí para siempre la marca de la esclavitud como la marca a hierro candente que

los romanos ponían en la frente de sus esclavos más despreciados. Después me he

considerado siempre como una esclava”.

Durante la Semana Santa de 1938 vive una original y breve experiencia mística de diálogo

con Cristo que fundará su teología. Weil hará del sufrimiento humano el núcleo de su

propia teología. Ella ve en Cristo el signo auténtico de una religión: un Dios a imagen y

semejanza de la condición humana. En su antropología religiosa el sufrimiento marca

audazmente la superioridad del hombre sobre Dios, y cree que fue necesaria la encarnación

para que esa superioridad no resultara escandalosa. Su acercamiento al catolicismo se da a

través de la amistad con algunos sacerdotes, pero no llegará al bautismo; una vez más elige

la vereda del desheredado: “permanezco al lado de todo aquello que no puede entrar en la

Iglesia”.

En su ensayo El amor de Dios y la desdicha describe con particular hondura su

pensamiento. Estoy convencido de que esta desdicha weliana, esta marca de esclavitud,

aporta una descripción del burn out como experiencia espiritual.

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Me explico. El burn out es una pérdida de la valorización de la persona junto con su tarea

que alcanza el vacío existencial, como ya hemos analizado. La pérdida de un sentido

relativo a lo inmediato, la persona y la tarea, van uninendo eslabones hacia dimensiones de

sentidos más transcendentales, hasta alcanzar aquello que llamamos el sentido último, que

fundamenta todo sentido particular. Se requiere un máximo valor como presupuesto de toda

valoración. Dice Frankl: “sólo desde un valor absoluto, desde una persona absolutamente

valiosa, desde Dios, adquieren las cosas un valor” (…) “en toda valoración tenemos

presente en modo tácito e inconsciente a la persona absolutamente valiosa, presuponemos

siempre el árbitro divino”1. Por lo tanto la pérdida de sentido en la persona y su tarea

refleja la pérdida inconsciente del valor absoluto; manifiesta, en última instancia, la

ausencia de la percepción de Dios en el alma. En las raíces del burn out, siguiendo este

razonamiento, habría una borrosa percepción de Dios.

En el ensayo citado Simone Weil escribe: “La desdicha hace que Dios esté ausente durante

un tiempo, más ausente que un muerto, más ausente que la luz en una oscura mazmorra.

Una especie de horror inunda toda el alma y durante esta ausencia no hay nada que

amar”2.

Se trata de una extraordinaria definición mística del vacío “existencial doliente” que hemos

mencionado en el capítulo anterior.

La autora francesa, además, indica cómo proceder para que el alma no muera en la

mazmorra de la ausencia del sentido último, en ese lugar donde nada posee relieve y

dignidad para merecer ser apreciado y amado. Weil plantea que el desdichado, aún sin

fuerzas voluntarias, debe seguir orientado al amor. Sigamos su razonamiento:

Y lo más terrible es que si, en estas tinieblas en las que no hay nada que amar, el alma deja

de amar, la ausencia de Dios se hace definitiva. Es preciso que el alma continúe amando

en e1 vacío o que, al menos, desee amar, aunque sea con una parte infinitesimal de sí

misma. Entonces Dios vendrá un día a mostrársele y a revelarle la belleza del mundo,

como ocurrió en el caso de Job. Pero si el alma deja de amar, cae en algo muy semejante

al infierno3.

“Es preciso que el alma continúe amando.”

Este texto de Weil deja enseñanzas excepcionales para acompañar espiritualmente a las

personas quemadas y nos aleja de un peligro que puede observarse en quienes acogen la

Logoterapia con superficialidad. El peligro de querer llenar el vacío con la fuerza de la

propia voluntad. La Trascendencia, Dios, externo al vacío del hombre, tiene la voluntad de

llenarlo. Queda como responsabilidad humana amar aunque sólo sea desde un enclenque

deseo y esperar que Dios se le muestre un día. En ese sentido Weil piensa que el Cristo

crucificado es ejemplo de quien se encuentra ante un infinito vacío y está a la espera que lo

1 FRANKL, V., Hombre doliente, op. cit., p. 281. 2 WEIL, S., A la espera de Dios, Editorial Trotta, Valladolid, 1993, p. 77. 3 Ibid.

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llene quien corresponde: el Padre. Lejos de Él las falsas ilusiones y las mentiras que actúan

como escapatorias y enmascaran el dramatismo que comporta el vacío.

Encontrar y comprender estos textos fue una de las más grandes experiencias intelectuales

que hice en mi vida. Tenía ya más de una década trabajando como médico psiquiatra y

empezaba a sufrir los primeros síntomas de mi burn out. Por lo tanto estas palabras fueron

iluminadoras en un período dominado por la sobrecarga de trabajo y conflictos relacionales

que me desgastaban. Agradezco que este texto haya “caído” en mis manos en ese momento

oportuno y lo ofrezco para ayudar a otros en la espera, orientada justamente hacia el

sentido, evitando el voluntarismo y comprendiendo que el amor llega a la totalidad aunque

se viva sólo como un atisbo de deseo.

2. El secreto del padre Vilson

Tuve ocasión de compartir unos días con el padre Vilson, brasilero, un cura da libertação

comprometido con las Comunidades eclesiales de base. En los años sesenta, bajo las

miradas sospechosas de autoridades civiles y eclesiales acompañó la ocupación de las

tierras altas, los morros de Florianópolis por parte de los trabajadores rurales sin tierras.

Nacieron así las favelas, asentamientos precarios que rodean la ciudad turística. Mi amigo

Vilson trabajó durante largos años en la urbanización y organización social de los

asentamientos con sus escuelas, centros de salud, capillas y organizaciones barriales.

Actualmente sigue viviendo y trabajando en las favelas de Florianópolis supervisando

alrededor de 60 obras de promoción humana, proyectos y actividades varias: casas para

acoger niños y niñas víctimas de abusos, varios programas educativos para adolescentes

violentos sacados de los carteles de la droga, centros de salud, escuelas, etc… El padre

Vilson es también párroco del lugar y asiste con disponibilidad a las necesidades

espirituales de la gente; además fue encargado por el obispo para el cuidado del bienestar

físico y espiritual de los sacerdotes de la diócesis.

Quienes trabajan con él lo describen como un “tractor”, uno que tiene su fe en el corazón y

en la mente, pero sobre todo en sus manos y en sus pies siempre en camino. Comprendido

lo que hay que hacer, el padre Vilson no duda ni especula, hace.

Compartimos esos días en la pequeña pero acogedora casa de la favela, unos 40 metros

cuadrados en total, repartidos en dos pisos para poder adaptarse a la geografía del morro. El

padre. Vilson no dudó en darme su cama para mi estadía y siendo un buen gourmet,

preparaba él mismo la comida para mí y otro huésped que gozaba su hospitalidad en

aquella ocasión, un sacerdote italiano. La puerta siempre abierta daba a un corredor de la

favela y constantemente pasaba gente a verlo, personas del lugar y también personalidades

del mundo académico, empresarial y político, interesadas en su trabajo. Él siente que su

misión es vivir a la letra la página evangélica del juicio universal de Mateo 24, 31ss.: “tuve

hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, etcétera”.

El padre Vilson está cerca de los 60 y si bien su cuerpo fatigado pertenece claramente al de

alguien que en su vida pasó muchas noches sin dormir, sus ojos, su sonrisa y su palabra

demuestran el entusiasmo del joven que está comenzando la vida.

Obviamente, una persona así suscitó mi “curiosidad científica”. ¿Por qué no había perdido

su entusiasmo inicial? ¿Por qué no había señales de burn out o al menos de pre-burn out?

¿Cuál era su secreto? Le conté del proyecto de este libro y le pedí su colaboración. Le

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solicité que me dijera espontáneamente, en breves palabras, tres razones por las cuales

trabaja tanto y no se cansa.

Inmediatamente me aclaró que se trata de una razón mística, es decir misteriosa y

espiritual; y por lo tanto difícil de traducir en palabras; pero acogiendo el pedido esbozó las

principales razones por las que cree mantenerse lejos del agotamiento y las resumió en tres

frases.

Me dijo: “primero vivo un día a la vez; segundo, a la mañana, durante la oración, me pongo

de acuerdo con Jesús para que todas las dificultades y sufrimientos que viviré en el día sean

una oportunidad para una relación directa con Él. Es decir, los obstáculos me recordarán, en

el sentido más pleno del término (recordar significa volver al corazón), su experiencia de

cruz y abandono. Por último, tengo una organización descentralizada, tengo muchos y

variados colaboradores que se fueron formando en la tarea común. Confío en las personas

que ejercen el liderazgo en las distintas áreas de acción”. Esto último lo pude comprobar en

el momento en que hablábamos. El padre Vilson recibió varias llamadas a su celular. Todas

con pedidos referidos a sus múltiples proyectos y obras. Sus respuestas fueron breves; sólo

indicó la persona que estaba a cargo del área en cuestión y su número de celular. Cuando

cortaba no parecía quedar con preocupación alguna por la tarea delegada, sino que seguía

viviendo libremente bien lo que estaba haciendo antes de la llamada, en aquella mañana,

respondiendo a mis preguntas.

El secreto del P. Vilson:

Vivir un día a la vez.

A la mañana acordarse con Jesús crucificado para descubrirlo en los

obstáculos que aparecerán en el día.

Descentralizar.

3. Mensajes de un sobreviviente de los campos de concentración para sobreponerse al

burn out

“Lo esencial de la vida es la fidelidad a lo que uno cree,

su destino, que se revela en esos momentos decisivos,

esos cruces de caminos que son difíciles de soportar,

pero nos abren a las grandes opciones.

Unidos en la entrega a los demás

y en el deseo absoluto de un mundo más humano, resistamos.

Esto bastará para esperar lo que la vida nos depare.”

La resistencia ERNESTO SABATO

En el capítulo dos de este libro presentamos la Logoterapia y a la persona de su creador,

Viktor Frankl. Hicimos referencia también a su libro autobiográfico: El hombre en busca de

sentido. El relato de su cautiverio en los campos de concentración nazi tiene el valor común

a toda autobiografía, el de ser un testimonio. Si además,el escritor posee una valía moral

probada, como Frankl, el testimonio se vuelve incontestable. Por todo esto, recordará el

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lector que afirmé que este libro tiene profundas analogías con el clásico universal de san

Agustín, Las confesiones.

Viktor Frankl advierte en el prólogo que no pretende relatar las monstruosidades cometidas

en los campos de concentración, porque existían ya en ese momento muchos trabajos al

respecto. Su intención es más bien describir “la lista interminable de los menudos

tormentos diarios”. O dicho con otras palabras: el día a día del prisionero medio. Deja de

lado también las canalladas y los actos heroicos para hablar del hombre común enfrentado a

semejante prueba de supervivencia.

Hay algo universal en el sufrimiento que hace que quienes lo padecen se encuentren en una

comunicación profunda más allá de las variadas causas de los padecimientos, físicos,

morales o espirituales. Es por ello que el libro de Frankl llevó consuelo a lo largo de los

años para innumerables personas sufrientes. Y en muchos provocó un cambio de actitud:

dejaron de sentirse victimas para convertirse en promotores de los derechos humanos a

través del relato de la experiencia. En el archivo de la casa de Frankl en Viena decenas de

miles de cartas dirigidas al profesor atestiguan la gratitud de estas personas. Evitando hacer

comparaciones, que frente a la realidad atroz de los campos de exterminio nazi no tienen

lugar, me pregunté si las observaciones de Frankl y sus investigaciones sobre el prisionero

común podrían ser útiles a las personas desgastadas por el burn out. No pude menos que

responder afirmativamente. Las palabras de Frankl envían un mensaje de esperanza y un

método terapéutico. Son un puente entre los atormentados prisioneros del lager y los

quemados de este siglo. Sus palabras son un bálsamos para estas modernas quemaduras.

Una verdadera terapia espiritual.

Y si bien sigo invitando al lector a acceder a toda lo obra a la que me refiero, propondré

algunas perlas de sabiduría desde el cofre de la vivencia del prisionero número 119.104.

Cada pasaje será seguido por un principio aplicable a la prevención del burn out que,

espero, quedará anclado en nuestra memoria gracias a la fuerza del testimonio de Frankl.

Los textos fueron elegidos en función de su utilidad terapéutica para el burn out. Guardo la

esperanza de que el lector, estimulado por estas breves pinceladas, se disponga a leer todo

el relato. Vamos a los textos.

En los primeros días en el campo Frankl estudia las reacciones iniciales. Entre ellas se

encuentra con una especial curiosidad:

“Estábamos ansiosos por saber lo que sucedería a continuación y qué consecuencias nos

traería, por ejemplo, estar de pie a la intemperie, en el frío de finales de otoño,

completamente desnudos y todavía mojados por el agua de la ducha. A los pocos días

nuestra curiosidad se tornó en sorpresa, ¡la sorpresa de ver que no nos habíamos

resfriado!

A los recién llegados nos estaban reservadas todavía muchas sorpresas de este tipo. Los

médicos que había en nuestro grupo fuimos los primeros en aprender que los libros de

texto mienten.

En alguna parte se ha dicho que si no se duerme un determinado número de horas, el

hombre no puede vivir. ¡Mentira! Yo había vivido convencido de que existían unas cuantas

cosas que sencillamente no podía hacer: no podía dormir sin esto o no podía vivir sin

aquello. La primera noche en Auschwitz dormimos en literas de tres pisos. En cada litera

(que medía aproximadamente 2 x 2,5 m) dormían nueve hombres, directamente sobre los

tablones. Para cada nueve había dos mantas. Claro está que sólo podíamos tendernos de

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costado, apretujados y amontonados los unos contra los otros, lo que tenía ciertas ventajas

a causa del frío que penetraba hasta los huesos. Aunque estaba prohibido subir los zapatos

a las literas, algunos los utilizaban como almohadas a pesar de estar cubiertos de lodo. Si

no, la cabeza de uno tenía que descansar en el pliegue de un brazo casi dislocado. Y aún

así, el sueño venía y traía olvido y alivio al dolor durante unas pocas horas.

Me gustaría mencionar algunas sorpresas más acerca de lo que éramos capaces de

soportar: no podíamos limpiarnos los dientes y, sin embargo y a pesar de la fuerte

carencia vitamínica, nuestras encías estaban más saludables que antes. Teníamos que

llevar la misma camisa durante medio año, hasta que perdía la apariencia de tal. Pasaban

muchos días seguidos sin lavarnos ni siquiera parcialmente, porque se helaban las

cañerías de agua y, sin embargo, las llagas y heridas de las manos sucias por el trabajo de

la tierra no supuraban (es decir, a menos que se congelaran). O, por ejemplo, aquel que

tenía el sueño ligero y al que molestaba el más mínimo ruido en la habitación contigua, se

acostaba ahora apretujado junto a un camarada que roncaba ruidosamente a pocas

pulgadas de su oído y, sin embargo, dormía profundamente a pesar del ruido. Si alguien

nos preguntara sobre la verdad de la afirmación de Dostoievski que asegura

terminantemente que el hombre es un ser que puede ser utilizado para cualquier cosa,

contestaríamos: ‘Cierto, para cualquier cosa, pero no nos preguntéis cómo’”4.

“Cuando se sienta desbordado por la angustia y los hechos estresantes, tome

distancia de lo que le ocurre y obsérvese desde lo alto viendo cómo los

soporta. Descubra de cuánto pude ser capaz. Se encontrará con muchas

sorpresas.”

“Lo desesperado de la situación, la amenaza de la muerte que día tras día, hora tras hora,

minuto tras minuto se cernía sobre nosotros, la proximidad de la muerte de otros, la

mayoría, hacía que casi todos, aunque fuera por breve tiempo, abrigasen el pensamiento

de suicidarse. Fruto de las convicciones personales que más tarde mencionaré, la primera

noche que pasé en el campo me hice a mí mismo la promesa de que no ‘me lanzaría contra

la alambrada’. Esta era la frase que se utilizaba en el campo para describir el método de

suicidio más popular: tocar la cerca de alambre electrificada”5.

“Pacte consigo mismo o con personas cercanas que no se rendirá pase lo que

pase. Escríbalo, recuerde su pacto con algún objeto o carta escrita, dele

solemnidad a su compromiso.”

“Ante una situación anormal, la reacción anormal constituye una conducta normal. Aún

nosotros, los psiquiatras, esperamos que los recursos de un hombre ante una situación

anormal, como la de estar internado en un asilo, sean anormales en proporción a su grado

de normalidad. La reacción de un hombre tras su internamiento en un campo de

4 FRANKL, V., El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona, 1991, pp. 43-44. 5 Ibid., pp. 44-45.

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concentración representa igualmente un estado de ánimo anormal, pero juzgada

objetivamente es normal y, como más tarde demostraré, una reacción típica dadas las

circunstancias”6.

“La situación de desgaste y burn out es una situación anormal. No se

sorprenda entonces de tener reacciones anormales. Basta no creer que ellas

sean su verdadera identidad y no tome decisiones definitivas desde esta

‘anormalidad’.”

“Cuando los prisioneros sentían inquietudes religiosas, éstas eran las más sinceras que

cabe imaginar y, muy a menudo, el recién llegado quedaba sorprendido y admirado por la

profundidad y la fuerza de las creencias religiosas. A este respecto lo más impresionante

eran las oraciones o los servicios religiosos improvisados en el rincón de un barracón o en

la oscuridad del camión de ganado en que nos llevaban de vuelta al campo desde el lejano

lugar de trabajo, cansados, hambrientos y helados bajo nuestras ropas harapientas”7.

“La religiosidad sincera se descubre en los momentos de sufrimiento. Si usted

era una persona religiosa antes de padecer el burn out, aproveche para

comprobar cuán auténticas eran sus oraciones o si se trataban únicamente de

monólogos. En el abismo del dolor se pide auxilio y muchas veces se hace por

primera vez la experiencia de Dios como el único interlocutor que habita la

desnuda existencia de nuestra interioridad.”

“Durante horas redactaba discursos mentalmente. En un momento dado, empecé a

reconstruir el manuscrito que había perdido en la cámara de desinfección de Auschwitz y,

en taquigrafía, garabateé las palabras clave en trozos de papel diminutos”8.

“Mantenga siempre su diálogo interior. Ocúpese en cuanto pueda y como

pueda de cosas que para usted tienen sentido.”

“A pesar del primitivismo físico y mental imperantes a la fuerza, en la vida del campo de

concentración aún era posible desarrollar una profunda vida espiritual. No cabe duda que

las personas sensibles acostumbradas a una vida intelectual rica sufrieron muchísimo (su

constitución era a menudo endeble), pero el daño causado a su ser íntimo fue menor: eran

capaces de aislarse del terrible entorno retrotrayéndose a una vida de riqueza interior y

libertad espiritual. Sólo de esta forma puede uno explicarse la paradoja aparente de que

6 Ibid., pp. 46-47. 7 Ibid., p. 62. 8 Ibid., p. 63.

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algunos prisioneros, a menudo los menos fornidos, parecían soportar mejor la vida del

campo que los de naturaleza más robusta”9.

“No se preocupe por su condición endeble desde el punto de vista físico; la

fortaleza se encuentra en su ser espiritual”.

Y en las madrugadas… “Mientras marchábamos a trompicones durante kilómetros,

resbalando en el hielo y apoyándonos continuamente el uno en el otro, no dijimos palabra,

pero ambos lo sabíamos: cada uno pensaba en su mujer. De vez en cuando yo levantaba la

vista al cielo y veía diluirse las estrellas al primer albor rosáceo de la mañana que

comenzaba a mostrarse tras una oscura franja de nubes. Pero mi mente se aferraba a la

imagen de mi mujer, a quien vislumbraba con extraña precisión. La oía contestarme, la

veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. Real o no, su mirada era más luminosa

que el sol del amanecer. Un pensamiento me petrificó: por primera vez en mi vida

comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la

sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y

más alta a que puede aspirar el hombre. Fue entonces cuando aprehendí el significado del

mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan

comunicar: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor. Comprendí cómo

el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad –aunque

sea sólo momentáneamente– si contempla al ser querido. Cuando el hombre se encuentra

en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción

positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente –

con dignidad– ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la

imagen del ser querido. Por primera vez en mi vida podía comprender el significado de las

palabras: ‘Los ángeles se abandonan en la contemplación perpetua de la gloria infinita’10.

(….)

“A medida que la vida interior de los prisioneros se hacía más intensa, sentíamos también

la belleza del arte y la naturaleza como nunca hasta entonces. Bajo su influencia

llegábamos a olvidarnos de nuestras terribles circunstancias”11.

“Ejercite su imaginación en la contemplación de la belleza, de la sabiduría, de

las personas amadas, la naturaleza, el arte. Distánciese del mundo estresante

que lo rodea con el poder contemplativo del espíritu. Dedique a este ejercicio

unos 20 minutos de cada día.”

“Delante de mí tropezó y se desplomó un hombre, cayendo sobre él los que le seguían. El

guarda se precipitó hacia ellos y a todos alcanzó con su látigo. Este hecho distrajo mi

mente de sus pensamientos unos pocos minutos, pero pronto mi alma encontró de nuevo el

camino para regresar a su otro mundo y, olvidándome de la existencia del prisionero,

9 Ibid., p. 64. 10 Ibid., p. 65. 11 Ibid., p. 67.

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continué la conversación con mi amada: yo le hacía preguntas y ella contestaba; a su vez

ella me interrogaba y yo respondía”12.

(…)

“Mi mente se aferraba aún a la imagen de mi mujer. Un pensamiento me asaltó: ni

siquiera sabía si ella vivía aún. Sólo sabía una cosa, algo que para entonces ya había

aprendido bien: que el amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su

significado más profundo en su propio espíritu, en su yo íntimo. Que esté o no presente, y

aun siquiera que continúe viviendo deja de algún modo de ser importante. No sabía si mi

mujer estaba viva, ni tenía medio de averiguarlo (durante todo el tiempo de reclusión no

hubo contacto postal alguno con el exterior), pero para entonces ya había dejado de

importarme, no necesitaba saberlo, nada podía alterar la fuerza de mi amor, de mis

pensamientos o de la imagen de mi amada. Si entonces hubiera sabido que mi mujer estaba

muerta, creo que hubiera seguido entregándome –insensible a tal hecho– a la

contemplación de su imagen y que mi conversación mental con ella hubiera sido

igualmente real y gratificante: ‘Ponme como sello sobre tu corazón... pues fuerte es el

amor como la muerte’ (Cantar de los Cantares 8, 6)13”.

“La persona que ama domina el mundo. Dispóngase a ofrecer servicios de

amor concreto a los usuarios para los que trabaja y a sus colegas. Esta actitud,

más que cansarlo, lo elevará por sobre el sistema laboral burocrático y

oprimente.”

“En otra ocasión estábamos cavando una trinchera. Amanecía en nuestro derredor, un

amanecer gris. Gris era el cielo y gris la nieve a la pálida luz del alba; grises los harapos

que mal cubrían los cuerpos de los prisioneros y grises sus rostros. Mientras trabajaba,

hablaba quedamente a mi esposa , quizás, estuviera debatiéndome por encontrar la razón

de mis sufrimientos, de mi lenta agonía. En una última y violenta protesta contra lo

inexorable de mi muerte inminente, sentí como si mi espíritu traspasara la melancolía que

nos envolvía, me sentí trascender aquel mundo desesperado, insensato, y desde alguna

parte escuché un victorioso ‘sí’ como contestación a mi pregunta sobre la existencia de

una intencionalidad última”14.

“Diga ‘sí’ a la vida a pesar de todo y espere atentamente, que en algún

momento la vida, Dios, las circunstancias o su propia voz interior le

devolverán un ‘sí’ victorioso”.

“El humor es otra de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia. Es bien

sabido que, en la existencia humana, el humor puede proporcionar el distanciamiento

necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque no sea más que por unos

12 Ibid., pp. 65-66. 13 Ibid., p. 66. 14 Ibid., p. 68.

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segundos. Yo mismo entrené a un amigo mío que trabajaba a mi lado en la obra para que

desarrollara su sentido del humor. Le sugería que debíamos hacernos la solemne promesa

de que cada día inventaríamos una historia divertida sobre algún incidente que pudiera

suceder al día siguiente de nuestra liberación”15.

“El sentido del humor es un arma de sobrevivencia. No es un don gratuito del

cielo, hay que entrenarse. Invente una historia divertida sobre su trabajo cada

día.”

“Los prisioneros más ‘prominentes’, los ‘capos’, los cocineros, los intendentes, los policías

del campo no se sentían, por lo general, degradados en modo alguno, como se

consideraban la mayoría de los prisioneros, sino que al contrario se consideraban

¡promovidos! Algunos incluso alimentaban pequeños delirios de grandeza. La reacción

mental de la mayoría, envidiosa y quejosa, hacia esta minoría favorecida se ponía de

manifiesto de muchas maneras, a veces en forma de chistes”16.

“Al ‘delirio de grandeza’ de algún jefe respondamos con humor. Evitemos la

envidia y la queja improductiva.”

“Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de

barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les

quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al

hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la

elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias– para decidir su propio

camino”17.

“Seguramente, aun en ese ambiente de trabajo malsano en el que nos

encontramos hay alguien que se juega por los otros. El desafío es descubrirlo y

aliarse.”

“Una vida activa sirve a la intencionalidad de dar al hombre una oportunidad para

comprender sus méritos en la labor creativa, mientras que una vida pasiva de simple goce

le ofrece la oportunidad de obtener la plenitud experimentando la belleza, el arte o la

naturaleza. Pero también es positiva la vida que está casi vacía tanto de creación como de

gozo y que admite una sola posibilidad de conducta; a saber, la actitud del hombre hacia

su existencia, una existencia restringida por fuerzas que le son ajenas. A este hombre le

están prohibidas tanto la vida creativa como la existencia de goce, pero no sólo son

significativos la creatividad y el goce; todos los aspectos de la vida son igualmente

significativos, de modo que el sufrimiento tiene que serlo también. El sufrimiento es un

15 Ibid., pp. 70-71. 16 Ibid., p. 88. 17 Ibid., p. 90.

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aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el destino o la

muerte. Sin todos ellos la vida no es completa”18.

(…)

“El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, la

forma en que carga con su cruz, le da muchas oportunidades –incluso bajo las

circunstancias más difíciles– para añadir a su vida un sentido más profundo. Puede

conservar su valor, su dignidad, su generosidad. O bien, en la dura lucha por la

supervivencia, puede olvidar su dignidad humana y ser poco más que un animal, tal como

nos ha recordado la psicología del prisionero en un campo de concentración. Aquí reside

la oportunidad que el hombre tiene de aprovechar o de dejar pasar las ocasiones de

alcanzar los méritos que una situación difícil puede proporcionarle. Y lo que decide si es

merecedor de sus sufrimientos o no lo es”19.

“El sufrimiento no es negativo en sí mismo. Negativo es el sufrimiento que

no encuentra su porqué. Dar sentido al sufrimiento intentando comprender su

mensaje, su enseñanza, su posibilidad de convertirse en oferta.”

(para los prisioneros) “era imposible prever cuándo y cómo terminaría aquella existencia,

caso de tener fin. El vocablo latino finis tiene dos significados: final y meta a alcanzar. El

hombre que no podía ver el fin de su ‘existencia provisional’, tampoco podía aspirar a una

meta última en la vida. Cesaba de vivir para el futuro en contraste con el hombre normal.

Por consiguiente cambiaba toda la estructura de su vida íntima”20.

“Póngase metas que puedan alcanzar ’el final‘, es decir que sean realizables.

Mire al futuro desde la acción presente.”

“En otro contexto hemos hablado ya de la tendencia a mirar al pasado como una forma de

contribuir a apaciguar el presente y todos sus horrores haciéndolo menos real. Pero

despojar al presente de su realidad entrañaba ciertos riesgos. Resultaba fácil

desentenderse de las posibilidades de hacer algo positivo en el campo y esas oportunidades

existían de verdad”21.

“Concéntrese en el momento presente y en él tome conciencia de lo que

puede hacer y en la medida de lo posible, hágalo. Siempre es posible realizar

algo positivo en cualquier lugar, en cualquier momento.”

“Los que conocen la estrecha relación que existe entre el estado de ánimo de una persona

–su valor y sus esperanzas, o la falta de ambos– y la capacidad de su cuerpo para

18 Ibid., pp. 91-92. 19 Ibid., p. 92. 20 Ibid., p. 95. 21 Ibid., p. 96.

106

conservarse inmune, saben también que si repentinamente pierde la esperanza y el valor,

ello puede ocasionarle la muerte. La causa última de la muerte de mi amigo fue que la

esperada liberación no se produjo y esto le desilusionó totalmente; de pronto, su cuerpo

perdió resistencia contra la infección tifoidea latente. Su fe en el futuro y su voluntad de

vivir se paralizaron y su cuerpo fue presa de la enfermedad, de suerte que sus sueños se

hicieron finalmente realidad”22.

“No se ponga metas que sólo dependen de eventos externos. No se exija que

todo cambie en una fecha precisa. El futuro no nos pertenece y la desilusión

puede ser devastadora.”

“La unicidad y la resolución que diferencian a cada individuo y confieren un significado a

su existencia tienen su incidencia en la actividad creativa, al igual que la tienen en el

amor. Cuando se acepta la imposibilidad de reemplazar a una persona, se da paso para

que se manifieste en toda su magnitud la responsabilidad que el hombre asume ante su

existencia. El hombre que se hace consciente de su responsabilidad ante el ser humano que

le espera con todo su afecto o ante una obra inconclusa no podrá nunca tirar su vida por

la borda. Conoce el ‘porqué’ de su existencia y podrá soportar casi cualquier ‘cómo’”23.

“Usted es insustituible ante quienes lo aman y ante el desarrollo de su vida.

Basta esta constatación para comprender su gran valor; no lo dude.”

“Un día, poco después de nuestra liberación, yo paseaba por la campiña florida, camino

del pueblo más próximo. Las alondras se elevaban hasta el cielo y yo podía oír sus gozosos

cantos; no había nada más que la tierra y el cielo y el júbilo de las alondras, y la libertad

del espacio. Me detuve, miré en derredor, después al cielo, y finalmente caí de rodillas. En

aquel momento yo sabía muy poco de mí o del mundo, sólo tenía en la cabeza una frase,

siempre la misma: ‘Desde mi estrecha prisión llamé a mi Señor y él me contestó desde el

espacio en libertad’.

No recuerdo cuánto tiempo permanecí allí, de rodillas, repitiendo una y otra vez mi

jaculatoria. Pero yo sé que aquel día, en aquel momento, mi vida empezó otra vez. Fui

avanzando, paso a paso, hasta volverme de nuevo un ser humano”24.

“Sea agradecido. Registre todo aquello de positivo que recibió de la gente, del

mundo, de Dios y no se olvide de agradecer.”

“En una ocasión paseaba yo con un amigo camino del campo de concentración, cuando de

pronto llegamos a un sembrado de espigas verdes. Automáticamente yo las evité, pero él

me agarró del brazo y me arrastró hacia el sembrado. Yo balbucí algo referente a no

22 Ibid., p. 100. 23 Ibid., pp. 103-104. 24 Ibid., p. 113.

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tronchar las tiernas espigas. Se enfadó mucho conmigo, me lanzó una mirada airada y me

gritó: "¡No me digas! ¿No nos han quitado bastante ellos a nosotros? Mi mujer y mi hijo

han muerto en la cámara de gas –por no mencionar las demás cosas– ¿y tú me vas a

prohibir que tronche unas pocas espigas de trigo?"

Sólo muy lentamente se podía devolver a aquellos hombres a la verdad lisa y llana de que

nadie tenía derecho a obrar mal, ni aun cuando a él le hubieran hecho daño”25.

“Sea coherente con sus principios éticos. Cuando se vive en un mundo poco

ético, nuestra integridad nos sostiene y asegura.”

4. Notas conclusivas

Seguramente las palabras fuertes de Frankl, llegadas tras superar el abismo del odio y la

deshumanización que las provocaron, quedarán repicando en el corazón y en la mente de

quien está por concluir nuestro libro. Es mi deseo. Este estudio no pretendió ser únicamente

una ayuda para superar el desgaste profesional, sino que según su subtítulo, trató de

presentar una alternativa de vida en la plenitud del sentido y de la libertad, conforme con el

camino de la Logoterapia.

El lector que tuvo la paciencia de acompañarnos hasta el final ha comprendido la amplitud

de la problemática del desgaste profesional y posee algunas herramientas para hacerle

frente en su propio trabajo. Hemos comprobado cómo la investigación de la psicología

cognitiva y la psicología laboral ofrece recursos validos de los cuales intentamos brindar

sus aplicaciones más concretas.

Nuestra preocupación por el burn out y el deseo de ayudar a quien lo padece nos llevó

también a entender sus dimensiones culturales y ambientales. La crítica al consumismo, a la

competitividad, al carrerismo y a la sobreexigencia de la productividad nos llevaron a

comprender aquello que está en juego en la sociedad postmoderna: la deshumanización del

hombre y de sus relaciones a través de innumerables mecanismos perversos de alienación.

La formación para un liderazgo responsable y con habilidades para construir relaciones de

comunión se demostró también un factor necesario y determinante en la prevención del

burn out.

La Logoterapia y especialmente el ejemplo de la persona de Viktor Frankl son valiosos

recursos que intentamos presentar. Espero que en estas páginas el lector haya encontrado

una síntesis completa y satisfactoria de esta teoría de la psicología existencial que nos lleva

a poner en juego nuestra libertad y responsabilidad para descubrir el sentido de vida. Invito

a no intelectualizar estos principios. Debemos recordar que no es posible comprender algo

sin su actuarlo en simultánea.

Frankl observaba que “buena parte de los prisioneros del campo de concentración

creyeron que en esas circunstancias el destino les liberaba de la tarea de la

autorrealización, aunque en realidad allí se les ofrecía una oportunidad y un desafío. Cada

uno podía convertir esa tremenda experiencia en una victoria, transformar su vida en un

triunfo interior, o bien desdeñando el reto, limitarse a vegetar, tal y como hicieron la

25 Ibid., p. 114.

108

mayoría de los prisioneros”26. Análogamente, el burn out hace que nos sintamos muertos,

vegetantes, fatal y definitivamente quemados por el estrés vivido. Rescatemos entonces el

desafío y la oportunidad que este sufrimiento nos ofrece.

Recientemente me encontré, en un país vecino, con un grupo de unos setenta profesionales

que trabajaban con personas toxicodependientes, en distintos niveles y disciplinas. Eran

especialmente sensibles al tema del burn out y se sentían solos en el afrontar su propio

cansancio y las numerosas desilusiones que ese duro trabajo comporta. Las instituciones en

las ejercían su servicio no ofrecían los recursos necesarios para preservar la salud de estos

trabajadores. Yo debía, en ese momento, transmitir los frutos de las investigaciones

psicológicas para contrarrestar los efectos del desaliento. Pero en ese aquí y ahora, sus

miradas profundas me sugirieron hacer un llamado a custodiar el tesoro de la propia

vocación de servicio visto como el centro más genuino del propio existir, más allá del

desencanto. Presenté la vida como una misión y no como una carrera. Terminada mi

conferencia, me sentía avergonzado pues me parecía que había hecho una prédica

superflua, no estábamos en el servicio dominical y yo no era un pastor o sacerdote. Habría

tenido que ofrecer un tema científico como se esperaba por mi calidad de médico y

“experto extranjero”. Pero mientras recogía mis papeles, muchos vinieron a saludarme y a

devolver con gratitud aquello que mis palabras habían provocado en sus corazones. Y a

partir de mi sugerencia, el deseo de recomenzar la lucha cotidiana. Esas palabras calurosas

me aliviaron de mis cansancios y de mis auto exigencias sobredimensionadas y me

demostraron una vez más el axioma de la bondad: los buenos son siempre buenos. Estén

delante de un toxicodependiente como de un “experto extranjero desubicado”. Son

necesarios, me dije, para mí y para el mundo.

Contribuir a que los buenos no se cansen es el objetivo de estas páginas. El riesgo del burn

out, posible obstáculo en su misión, no los dispensa de su insustituible labor en el mundo.

Que los buenos no se cansen apela a su fortaleza para que, antes o después, alcancen el

fruto de sus trabajos y vivencien la satisfacción interior merecida.

Que los hombres “que bajan de Jerusalén a Jericó” encuentren en las peripecias de su

azaroso viaje, samaritanos que posean vendas, aceite y vino para curar, consolar y salvar.

Y como la red de la intercomunicación sostiene nuestro trabajo común, espero vuestras

experiencias, inquietudes, sugerencias, críticas y comentarios.

BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL

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