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Capítulo III El discurso posmoderno

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Capítulo III

El discurso posmoderno

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Científicos y filósofos son poetas quese ignoran tales, que creen encontrar verdades

cuando en realidad las crean.Richard Rorty

Comencemos este capítulo haciendo referencia a algunasfuentes y antecedentes remotos de las ideas posmodernas(las fuentes directas e inmediatas serán abordadas en el si-guiente apartado). Un antecedente filosófico del pensamien-to posmoderno es el escepticismo helenístico que se originaen una época de desconcierto y cambio social en la Greciaclásica (siglo IV a. C.) emergente del derrumbe de las ciu-dades-Estado y de las novedades provenientes de las con-quistas de Alejandro Magno. Se trató de una conjunciónde crisis política y social y de la ampliación del conocimien-to y apertura de opiniones de toda índole. El paralelo connuestra época es obvio. Surgen con Pirrón de Elis y Timónde Flionte una serie de premisas filosóficas que luegosistematizaría Sexto Empírico: la relatividad del conocimien-to y la doctrina sobre la imposibilidad de establecer crite-rios universales, siempre válidos en toda época y lugar. Losescépticos establecieron una teoría filosófica sobre larelatividad gnoseológica (imposibilidad de conocer el ser ola calidad en sí de las cosas) y sus consecuencias sociopo-líticas (relativo a la abstinencia de emitir juicios, lo que lle-va a someterse a las leyes y usos de la sociedad respectiva,sin cuestionamientos). No es posible, entonces, discriminar

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entre lo verdadero y lo falso, Sexto Empírico aplicó elrelativismo, el probabilismo y la verosimilitud aproximadaa la esfera de la ética: la actitud recomendada ante la pro-blemática social es la abstención de juicio (epoché) para po-der alcanzar una inconmovible impasibilidad de espíritu(ataraxia) que es el fin ético perseguido por los escépticos.Su antecedente es la escuela sofística que ya había postula-do la relatividad del conocimiento en general y un segui-dor del cinismo escéptico fue Michel de Montaigne (1533-1592), quien estimó que el desorden es la causa de casi to-dos los males políticos, por lo que abogó por la conserva-ción del orden establecido como el mal menor.105

La incertidumbre doctrinaria (basada en la isostenia enla ética: todo argumento es tan válido como su contrario)y, su consecuencia, el conservadurismo, son característi-cas que comparten escépticos y posmodernos. El resulta-do es el “decisionismo irracional” y la casualidad erigidaen principio, ya que resulta tan razonable y lícito seguirtanto como rechazar un programa de normas o una ideo-logía. El riesgo, evidente, es que este relativismo permitejustificar cualquier decisión, por irracional que sea, ennombre de la falta de criterio para discernir entre buenoy malo, justo e injusto, lícito o ilícito, etc. La indiferenciapolítica y moral resulta, en lo cotidiano, en una actitudpragmática conservadora: cinismo posmoderno que esmixtura de regocijo (por no tener que asumir responsabi-lidades incómodas) y resignación (debido a la imposibili-dad de conocer toda verdad) y que resulta en la doctrina:el anything goes (todo vale), lo cual no es demasiado favo-rable para una convivencia social razonable.

Sin embargo, del mismo modo que de Montaigne se res-cata su prédica hacia la tolerancia en tiempos muy dogmá-ticos, del pensamiento posmoderno (o de su diagnóstico de105 Ver artículo del profesor Mansilla de la UNAM en la página web

http://www.hemerodigital.unam.mx/anvies.

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la época más reciente) podemos extraer su crítica desmiti-ficadora de los sistemas con inclinaciones omnímodas, el ata-que a los dogmas, en tiempos en que los medios masivos in-tentan (y muchas veces lo logran) seducir a los espectado-res a través de la duda sistemática. Sólo le falta (¡casi nada!)la fe necesaria para la praxis crítica contra la creencia deque el orden establecido no es el único que posee una di-mensión legitimada de vida social por su mero imperio.

El profesor Mansilla afirma que “el rechazo posmodernode los discursos estructurales de cambio social abrió el ca-mino para la privatización de la política, en tanto mera téc-nica de administración de capital”. Por ello es lícito afirmarque esta postura cultural impuso un estilo que si no fomen-tó el neoliberalismo al menos lo justificó, como consecuen-cia lógica. Pero opina que “si el neoliberalismo se ha idodesprestigiando como consecuencia de sus calamitosos re-sultados, la inflexión posmoderna está más vigente que nun-ca, como lo puede testimoniar el arte contemporáneo en susdiversas manifestaciones que hacen de la intensidad delacontecimiento su centro”. Por lo expuesto, “el vacío políti-co tiende a llenarse de entusiasmo reaccionario frente a ladecepción y al malestar que han provocado las promesasincumplidas de la globalización”. En efecto, cuando se pier-de el juicio crítico, las posibilidades de proyección y, por lotanto, la esperanza, surge una cierta tentación totalitaria.

Compartimos con Mansilla su esperanza en que el dis-curso de deslegitimación supere la parálisis, o que el si-lencio haya alcanzado sus límites y deje espacio para re-pensar lo político y permitir la recuperación de lo social.Sin embargo, para que esto ocurra se requerirá que la po-lítica consiga crédito y defina cuál es la sociedad desea-ble, condición indispensable para la reconstrucción quedebe seguir al ocaso neoliberal.

106 Mansilla, artículo citado.

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Si renunciar a la Ilustración equivale a retornar al medievo,según Bunge, ya no se podrá rescatar del naufragio la razóntal como la presentaba la modernidad clásica, sin embargose deberán recuperar algunos principios y actualizar otros:primacía del enfoque científico en el estudio del mundo y so-meter la tecnología al principio de sustentabilidad (desarro-llo sostenible), cultivo de un utilitarismo moral universal paradoblegar al dogmatismo, desprestigiar la praxis y el trabajopor sobre la especulación financiera, fomentar el progresis-mo y recuperar la confianza en el igualitarismo y la solidari-dad, combinar el individualismo con el utilitarismo social.106

La alternativa posmoderna nos presenta algunos costa-dos que es necesario destacar. En muchos aspectos la críticaal racionalismo y al estructuralismo, que constituye el núcleode las teorías posmoderna, es muy lúcida. No lo es la alter-nativa que plantea la deconstrucción del edificio conceptualy el desmoronamiento de las estructuras deja una atmósfe-ra desencantada y de una precariedad molesta. Así, la im-posibilidad de un discurso general que provoca el sujeto dis-traído y acrítico, el pensamiento débil y la pluralidad de éti-cas, el vagabundeo intelectual frente a la sospecha que ins-talaron sobre cualquier regla que pretende ser universal, nosdejan sin la posibilidad de obtener el más humilde de los con-sensos. Aunque lo lúdico, la diversidad despreocupada y loscompromisos ligth, no han impedido cierta praxis posmo-derna en defensa de causas humanitarias y justas. Pero pa-recería que estas actitudes positivas provienen más de lacompasión personal de los teóricos posmodernos que de lapraxis de sus tesis. En un mundo considerado pura parodia,al decir de Georges Bataille, donde la velocidad de la infor-mación produce un efecto de éxtasis que deja poco lugar ala reflexión, el campo se vuelve propicio para los totalita-rismos de cualquier signo. Nos propone un presente conti-nuo, simultáneo e instantaneo, a través de la imagen elec-trónica: la estética de la fragmentación resulta en una sen-

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sación esquizofrénica por la ruptura de la cadena signi-ficante. La búsqueda de sentido se pierde inexorablemente.

Si los acontecimientos son anomalías sin consecuencias,que no se guían por ninguna ley, y el hablante queda sepa-rado de los hechos por el orden simbólico, la norma no esmás que un promedio posfacto que surge de los hechos mis-mos que crean hábito, entonces todo es posible, en completaimpunidad. Todo ello sumado resulta en la imposibilidad deactuar sobre el mundo, y el desamparo se extiende al sujetoque afloja los lazos afectivos, se encierra en sí mismo, cuan-do la trascendencia se torna inmediatismo, porque ya nin-gún esfuerzo vale la pena, ni siquiera el de comprender.

Según el profesor Hugo Valenzuela, de la UniversidadAutónoma de Barcelona, el posmodernismo se inscribe enun nuevo romanticismo (que comparten autores posmo-dernos como Gadamer, Foucault, Derrida, Feyerabend conotros como Spengler, Sartre y Camus), el cual se caracte-riza por “el subjetivismo, el relativismo espistemológico,la predilección por el símbolo, el mito, la metáfora y la re-tórica, el pesimismo ante la posibilidad de progreso, la pro-sa es oscura y pomposa y tienden a hacer pasar el absur-do por profundidad, y el eclecticismo por erudición”.107

La hermenéutica, herramienta favorita del posmoder-nismo, se concibió como un método para desentrañar sig-nificados. No posee un corpus de reglas para su aplicación.Se ha convertido, con los seguidores de Heidegger, en unadoctrina idealista que afirma que los hechos sociales sonsímbolos que deben ser interpretados antes que descritos oexplicados objetivamente, según Mario Bunge, por lo que loque descansa en la experiencia y en las habilidades retó-ricas del intérprete: “el éxito de la antropología interpreta-tiva radicaría en que al ser un juego sin reglas, donde todaspueden jugar sin riesgos, ya que no hay respuesta más acer-107 H. Valenzuela García, artículo “Neoromanticismo posmoderno y adiós

a la razón”, en sitio www. filosofíacrítica.com.

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tada que otras”. La epistemología antifundacionalista pos-moderna afirma que el pensamiento moderno, como el em-pirismo y los procedimientos lógicos (inductivos o deduc-tivos) son mera ideología occidental. Se acusa a la razón,en particular a la ciencia y a la técnica, por el lamentableestado de cosas en que se encuentra el mundo.

Si su rendición a la desesperación que desemboca en ni-hilismo puede ser condenable, el acierto del pensamientoposmoderno es el de alertarnos sobre el fracaso de muchosvalores modernos que, en su afán de dominación y control,no han tenido en cuenta la complejidad del mundo (el im-pacto de las nuevas tecnologías, las mutaciones culturales,la voracidad de la maquinaria capitalista, la inmigración yla marginación, las asimetrías del poder, la fragmentaciónintelectual, la clonación y las drogas de diseño, etc.). Pero setrata de un radicalismo light, sin riesgos, ya que son críticasy se dirigen principalmente contra la ciencia y la técnica perono identifica a los auténticos responsables del estado de co-sas: en vez de enfrentar al mundo para actuar sobre él, su“pensamiento débil” huye hacia construcciones ideales, altiempo que su actitud nihilista no sólo demolió la empresacognitiva sino que se llevó con ella (tiró al bebé con el aguadel baño) el ethos moral y con él los principios igualitarios.Afirma Valenzuela que “el relativismo posmoderno queprofesa una tolerancia radical sufre, paradójicamente, defundamen-talismo ya que, de alguna manera, afirma quequien se le oponga será acusado de positivista e imperialis-ta”. Además, agrega que “el nihilismo, que no es fuente deprobidad moral, podría abrir puertas al fascismo: Nietzscheproveyó argumentos al nazismo, mismo ideología que abra-zó Heidegger con entusiasmo”.108 Esos dos pensadores,como ya ha sido reiterado (y cuyos aportes se analizaránen el apartado que continúa al presente), son pilares delpensamiento posmoderno.108 H. Valenzuela, artículo citado.

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Antecedentes Modernos

No existen hechos, sólo interpretacionesFriedrich Nietzsche

Las ideas posmodernas encuentran antecedentes inmedia-tos en algunos de los desarrollos de pensadores denomi-nados modernos que infringieron alguna fractura en lamodernidad. Son los casos de Hegel, Marx, Nietzsche,Wittgenstein, Heidegger, entre los más citados.

Hegel (1770-1831) - “el estado de inocencia es el estadoanimal.Edén es un jardín zoológico, es elestado de irresponsabilidad”

En el historicismo hegeliano los asuntos humanos nopueden ser cabalmente comprendidos en su pleno signifi-cado a menos que se los ubique en el contexto del impul-so general y progresivo de la historia que avanza haciasu meta final. La historia, en este sentido, no es una seriede acontecimientos contingentes y discontinuos sino quesegún su dialéctica tiene una estructura, en la que una for-ma se transforma en otra debido a que se revelan las con-tradicciones de las formas anteriores. Lo verdadero en es-tas formas históricas es su sentido de realizar alguna ca-pacidad humana o satisfacer alguna necesidad humana.

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La dialéctica hegeliana registra el desarrollo interno de lassucesivas formas de vida, por lo que constituye el paso dela representación a la razón. Pero esta razón hegeliana tie-ne en cuenta las restricciones históricas, es decir que nose trata de una razón de abstracción universalista, comopregonan los modernos (Kant). Ésta es una de las carac-terísticas de Hegel que rescatará el pensamiento posmo-derno, en cuanto ruptura con el universalismo y los im-perativos categóricos kantianos, ya que representan unprimero y decisivo quiebre en el pensamiento moderno.Los escritos del joven Marx se apoyarán en este filósoforomántico alemán, en la concepción hegeliana de que elmundo de valores, creencias, representaciones forman el“espíritu del pueblo”. Esa sociabilidad, o suerte de con-senso comunitario (precomprensión cultural de la existen-cia, diría un posmoderno) es la que permitirá el surgimien-to del contrato ciudadano.

Marx (1818-1883) - “las tradiciones oprimen como unapesadilla el cerebro de los vivos”

El posmodernismo sospecha que cualquier fundamen-to objetivo de nuestra existencia es una ficción arbitraria,mientras Marx, en tanto pensador clásico, destaca que elfundamento de nuestro ser es la forma compartida que de-nomina “ser genérico” (aunque es refractario a toda ideaque emita un “tribunal superior”, como el deber, la moral,las sanciones religiosas, la Idea Absoluta). Ese concepto fluc-túa ambiguamente entre descripción y prescripción, hechoy valor, definiciones de cómo somos y cómo deberíamos ser.El hombre es un animal sociable, por naturaleza, depen-diente de los otros para su propia supervivencia. Como pen-sador historicista, Marx intenta rescatar las institucioneshumanas de la falsa eternidad con la cual el pensamiento

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metafísico (Kant) las ha dotado, ya que lo que ha sido crea-do históricamente siempre puede ser históricamente modi-ficado. Manifiesta que es necesario despojarse de toda ve-neración supersticiosa del pasado. De esta crítica al univer-salismo (a la validez de fundamentos más allá del tiempoy el espacio) abrevan los posmodernos, quienes también pre-sentan similares contradicciones: Marx sostiene que existeuna esencia humana y que la sociedad justa sería aquellaen la cual a esta naturaleza se le permitiese realizarse,y “hay, además, verdades eternas, tales como la libertad,la justicia, etc.”;109 los posmodernos también deben apoyar-se en un límite cuando defienden la diversidad, pluralidadque otorga valor similar a distintas culturas siempre querespeten un mínimo de derechos humanos.

El pensamiento marxista, al igual que el posmoderno,se enfrenta a la razón instrumental que pontifica que losindividuos justifican su existencia si viven en función deuna meta más elevada, sea el estado político, sea la felici-dad universal (según el utilitarismo dominante en el sigloXIX), ya que considera que la argumentación sobre me-dios en vista de fines es la forma de la racionalidad sobrela que se basa la sociedad capitalista, donde las energíasde la mayoría se tornan instrumento para beneficio de laminoría (la individualidad es forzada a convertirse en sim-ple herramienta de supervivencia).

Marx considera a la noción de igualdad de derechoscomo una herencia de la época burguesa, como un refle-jo espiritual del intercambio de mercancías iguales en abs-tracto, lo que reprime la particularidad de hombres ymujeres, sus dotes diferenciales únicas. En efecto, desmin-tiendo generalizaciones de sus críticos, efectúa una defensadel individuo en tanto ente social: ”hay que evitar, sobretodo, el volver a fijar la sociedad como abstracción, enfren-109 K. Marx & F. Engels, The communist manifesto, Verso, London, 1998.

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tada al individuo. (...) La vida individual del hombre y suvida genérica no son cosas distintas”. Critica el pregona-do individualismo liberal, que dio nacimiento a un ordensocial que en la práctica reduce a hombres y mujeres a uni-dades intercambiables. El hombre en el capitalismo es un“valor de cambio” (donde el trabajo del individuo es con-siderado mercancía y dos unidades son reducidas a unaigualdad abstracta entre ellas, ignorando sus aspectosespecíficamente sensibles y la diferencia es dominada porla identidad del valor de cambio), y Marx intenta liberarsu “valor de uso” para desmercantilizar la personalidadhumana: “sólo cuando el hombre real, individual, reab-sorba en sí mismo al ciudadano abstracto y, como hom-bre individual, exista a nivel especie en su vida empírica(...) sólo entonces se habrá cumplido la emancipación hu-mana”.110 El posmodernismo rescata estas ideas.

La ética de Marx puede considerarse estética, como enel posmodernismo. En tanto la estética es aquella formade práctica humana que no requiere justificación de uso,de utilidad, sino que se procura sus propios objetivos yfundamentos podemos considerar, siguiendo a Eagleton,111

que para Marx el socialismo sería el movimiento prácticode hacer surgir un estado de cosas en el cual se maximicenlas posibilidades de igualdad real para el mayor númerode individuos.

Nietzsche (1844-1900) - “¿no oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios?”

Según el más poeta de los filósofos, el hombre se en-cuentra en un estado de ensoñación que le permite creer

110 K. Marx, Oeuvres, La Pléiade-Gallimard, Paris, 1982.111 Terry Eagleton, Marx y la libertad, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1997.

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que existe una realidad detrás de las apariencias: “Para míla apariencia es lo que existe y produce su efecto y se fingey burla de sí misma hasta tal punto que presiento que nadamás existe fuera de la apariencia”.112 Así, sólo el loco (porirracional) estaría despierto, en tanto nuestra superviven-cia depende del hábito de preferir el compromiso a la in-certidumbre, el error o la ficción a la duda, aferrados a lafe que nos otorga la ansiada estabilidad, no sea que el es-cepticismo nos desborde. A estas ideas no puede dejar deadherir el pensamiento posmoderno. De hecho Derrida esun profundo estudioso de Nietzsche, sobre quien ha escri-to memorables páginas. Pero la inspiración nietzscheana notermina allí, sino que aporta a las nuevas ideas fundamen-tos respecto de la lingüística, de la pluralidad y diversidad,de la fragmentación y la discontinuidad, su sentido estéti-co de la existencia y, aun, del desencanto nihilista.

La imagen de la muerte de Dios se refiere a la pérdidade todos los referentes (los posmodernos hablarían de caídade todos los metarrelatos): si Dios vive, todo guarda sen-tido, pero si ha muerto, todo está permitido y nada se pue-de comprender. La identificación que hace de la verdadcon metáforas, metonimias y relaciones con adornos poé-ticos y retóricos (“las verdades son ilusiones que se hanolvidado que lo son”), se relaciona también con la pocaconfianza que le merece el lenguaje. En efecto, este filóso-fo-filólogo es extremadamente desconfiado sobre la eficien-cia del lenguaje (escepticismo que heredan los posmoder-nos) y afirma que el lenguaje es incapaz de expresar laverdad objetiva sobre la realidad externa: el lenguaje y lalógica sólo pueden lidiar con un mundo ficticio en el quetodo permanece estático.

El filósofo alemán, al explorar su propia ambivalencia,culmina por afirmar que existen muchas personas en un112 Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, El Ateneo, Buenos Aires, 2001.

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mismo individuo. Quizá los múltiples malestares físicosque sufría le daban la sensación de estar dividido por den-tro. Lo que sí es seguro es que le complacía la idea de quetodos somos fragmentos de lo que alguna vez fue una úni-ca y enorme criatura. La multiplicidad de voces a las quehacía referencia, que se hacían presentes en sus textos yque algunas veces se contradecían entre sí, llevó a Derridaa hablar de “los Nietzsches”. Sus referencias a Wagner (aquien denominó artista moderno por excelencia y en quienadmiraba su capacidad de mostrar la diversidad reunidaen los individuos) como artista de lo “histérico”, que seponía de manifiesto en óperas con individuos con gran ca-pacidad de trasformarse a sí mismos en cualquier momen-to, que tan fácilmente se expresan con discursos contra-puestos con idéntica convicción.

Del mismo modo, su preferencia por lo dionisíaco so-bre lo apolíneo (que simboliza la tendencia al orden) poneen evidencia su predisposición a la simultaneidad, latransfiguración y toda suerte de simulaciones, que tan pre-sentes están en el arte. Dioniso representa la abundanciade energía creativa que fomenta el deseo de destruir, cam-biar, devenir: “pues yo tengo que ser lucha y devenir yfinalidad y contradicción de las finalidades: ¡ay, quien adi-vina mi voluntad, ése adivina sin duda también por quécaminos torcidos tengo que caminar yo!”.113 Sin embargo,por su consecuencia con relación a la diversidad, aseveraque la tendencia dionisíaca y la apolínea “caminan juntas,lado a lado... incitándose la una a la otra a partos cada vezmás poderosos”.

Desde su estilo de expresión (más bien en forma de pá-rrafos breves y aforismos) hasta el fondo de su discurso,Nietzsche otorga privilegios a la discontinuidad. De estemodo, al escribir sus subjetivos comentarios históricos le113 F. Nietzsche, “Así habló Zaratustra”, en Obras Inmortales, EDAF,

Madrid, 1974.

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fue posible aislar contradicciones y momentos disyuntivos,en lugar de concentrarse en personalidades y hechos pro-ducidos en períodos claramente determinados, como ha-cen los historiadores.

La ética de Nietzsche aparece fundada en la voluntady, más precisamente, en el poder de la voluntad, o en lavoluntad de poder como voluntad pura, que en definiti-va sólo se quiere a sí misma y, por ende, no quiere nada:es nihilista. El nihilismo, y el fenómeno de decadencia quedomina Occidente, sería el sello de toda la cultura judeo-cristiana, y en particular de sus valores supremos: la reli-gión, la metafísica (desde Platón) y la moral (hasta la crí-tica kantiana y la dialéctica hegeliana). La moral es obradel poder. Poderoso lo fue originalmente el guerrero y elaristócrata, que forjan una tabla de valores nobles y esta-blecen el sentido de “jerarquía”. El poder del débil, del ple-beyo, ha de ejercerse a la inversa: ha de invertir los valo-res nobles por la voluntad nihilizante que hay en él. Lavoluntad nihilista está movida por el resentimiento y el de-seo de venganza. Pero Nietzsche cree representar profé-ticamente otra cara del nihilismo: la obra del hombre su-perior, que habrá de venir y que Nietzsche prefiguraba enZaratustra, en Dioniso y en sí mismo, será la creación denuevos valores. La transmutación de los valores decaden-tes de la cultura nihilista por un retorno a las fuerzas pri-marias de la vida y de la tierra, que habrá de ser eterno,constituir un “eterno retorno”.

Pero además, al rastrear la genealogía de la moral yevaluar la psicología del castigo, Nietzsche hace un apor-te invalorable para el desarrollo del análisis de los siste-mas disciplinarios realizado por uno de los pilares del pen-samiento posmoderno, Michel Foucault.114

114 M. Foucault, Surveiller et punir: Naissance de la Prison, Gallimard,Paris, 1993.

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Wittgenstein (1889-1951) - “toda la filosofía escrítica del lenguaje”

Su principal aporte a las ideas posmodernas son susdisquisiciones acerca del lenguaje. Afirma que el lenguajehechiza nuestra inteligencia, y pone de manifiesto las difi-cultades que enfrenta el entendimiento por las limitacionesde la lengua: “el hombre posee la capacidad de construirlenguajes en los cuales todo sentido puede ser expresadosin tener una idea de cómo y qué significa cada palabra; lomismo que uno habla sin saber cómo se han producido lossonidos singulares...”.115

La filosofía de Wittgenstein gira alrededor de la relaciónlenguaje-mundo. En su Tratatus Logicus-Philosophicus el len-guaje es la totalidad de las proposiciones y la proposiciónes la representación de un estado de cosas que comparte larelación estructural, por lo que existe un isomorfismo entrelenguaje y mundo. De este modo, el lenguaje figura los he-chos que describe. La filosofía se convierte, entonces, en unaactividad cuya tarea es medir el área del lenguaje signi-ficante y clarificar la lógica del pensamiento, lo que requie-re poder eliminar las expresiones confusas y sin sentido. Elúltimo Wittgenstein, en sus Investigaciones Filosóficas, aban-dona la búsqueda del lenguaje perfectamente significativoy se dedica al estudio de los juegos del lenguaje que con-servan un halo de indeterminación. Por ello concluye quesi el lenguaje no expresa la esencia del objeto y la lógica noes algo que se oculte detrás del lenguaje debemos conten-tarnos con cierto margen de incertidumbre.

Heidegger (1889-1976) - “nuestra existencia no tienemás fundamento que ella misma”

115 Ludwig Wittgenstein, Tratatus Logico-Philosophicus, AlianzaEditorial, Buenos Aires, 1988.

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Gianni Vattimo encuentra en el joven Heidegger de-sarrollos de ideas que originó Nietzsche:

lo que caracteriza el fin de la historia en la época posmodernaes la circunstancia de que en la práctica historiográfica y ensu autoconciencia metodológica la idea de una historia comoproceso unitario se disuelve y en la existencia concreta seinstauran condiciones efectivas (…) que le dan una especiede inamovilidad realmente no histórica. Nietzsche y Hei-degger, y junto con ellos todo ese pensamiento que remite alos temas de la ontología hermenéutica116 son considerados(aun más allá de sus propias intenciones) como los pensa-dores que echaron bases para construir una imagen de laexistencia en estas nuevas condiciones de no historicidad o,mejor aun, de posthistoricidad.117

Heidegger se remite a los fundamentos griegos de latradición occidental cuando analiza la problemática dellenguaje, prefiriendo el concepto de logos (metáfora) acualquier otra interpretación lingüística: no existe la posi-bilidad de tener un pensamiento sin prejuicios (es decirque no lleven la impronta previa de su propia cultura, desu época). Concibe al lenguaje como algo histórico y fini-to que condiciona el acceso del individuo al mundo, lo queniega la autonomía del sujeto en tanto ser pensante. Porello, un enunciado válido es aquel que guarda correspon-dencia entre una proposición y una preinterpretación ori-ginaria (cultural, histórica) del hecho. Si el lenguaje ya noes uno, sino múltiple, entonces no existe un solo mundo.El reemplazo que hace Occidente del ratio (la razón) porel original logos, identifica la diferencia existente entre dis-curso científico (único y universalista) y lenguaje figurati-vo, estético (múltiple e histórico). Así, Heidegger encon-116 Hermenéutica, en su sentido primero, es ciencia de la interpretación

de textos sagrados.117 G. Vattimo, 2000, op. cit.

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traba que, por ejemplo, la teoría científica sobre la con-servación de la energía no hacía más que interpretar, yservir, a una época: el concepto de la naturaleza como unámbito con disponibilidad ilimitada guardaba complicidadcon (es funcional a) la concepción burguesa y administra-tiva que comenzaba a establecerse en la época.118

Luego de la primera Guerra Mundial la fe de la ilus-tración en la ciencia y en el progreso da paso a un ciertorelativismo corrosivo. En Ser y Tiempo expone que si sepiensan con detenimiento los conceptos de particularidadhistórica y de verdad científica el aparente conflicto se des-vanece. Heidegger es de la opinión que las particulari-dades individuales no deben ser dejadas de lado para per-mitir el acceso a la verdad, ya que ellas constituyen el ori-gen de todo nuestro conocimiento.

Habermas evoca cuatro variables que son las quehabrían de poner en jaque a la modernidad: la razón si-tuada en sus circunstancias históricas (Hegel); el pri-mado de la práctica, la vida, por sobre la teoría, o lo obje-tivo (Marx); el surgimiento de un pensamiento posme-tafísico (Nietzsche); y un giro lingüístico (Wittgenstein,Heidegger).119

118 Posteriormente, el crítico literario posmarxista Frederic Jameson diráque el posmodernismo le “sirve” al neoliberalismo.

119 El autor ha intercalado, entre las cuatro variables que cita Habermas,los filósofos de la modernidad que considera representan mejor aesas cuatro características.

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Influencias—Teoría del caos—

Qué necesidad tenemos del restosi este trozo ya es significativo

Gilles Deleuze

La ciencia clásica supone la capacidad de predecir con cer-teza y precisión la situación de su objeto de investigación,en el pasado y en el futuro, con sólo conocer la definiciónde uno de sus estados y la ley que rige su evolución. Estaestrategia científica se apoya sobre el principio modernode razón suficiente, lo que supone la pertinencia del parcausa-efecto y la independencia del objeto respecto dequien lo observa.

Dos principios cuestionan ese paradigma científico:

• la noción de “inestabilidad” que se encuentra en la basede los comportamientos caóticos ha permitido descu-brir que las supuestas descripciones precisas no garan-tizan la certeza de la predicción de la situación futuradel objeto observado científicamente;

• la noción de “suceso” puso en cuestión la separaciónsujeto/objeto en el ámbito de la física cuántica. Amboscuestionamientos, que se suman a la Teoría de la Rela-tividad (primera revolución científica del siglo XX), lle-varían a que la ciencia deba asumir la complejidad y lahistoria como propiedades intrínsecas a su objeto deestudio.

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El racionalismo cartesiano, el mecanicismo y el ordennewtonianos de la modernidad quedarían relegados a unaaplicación muy acotada, ya que el método científico tra-dicional aísla fragmentos de la realidad para analizarlosen sus más mínimos detalles. A partir de ahí se recons-truye la realidad global yuxtaponiendo los fragmentosanalizados, tal como si se tratara de un sistema dondeexiste una conexión continua, lineal, homogénea y nece-saria (como es el mecanismo del motor de un auto). Se-gún los científicos del caos esto es aplicable en muy po-cos casos, cuando los sistemas son lineales (la mayoría delos sistemas serían complejos —o caóticos—, como lo esla naturaleza).

Conviene aclarar, a esta altura del discurso, que exis-ten dos versiones en el análisis de los sistemas complejos(o caóticos): la del ruso Ilya Prigogine (1917- ), PremioNóbel de Química 1977, quien lidera la teoría que defien-de el caos como una ausencia de orden de la cual puedenextraerse muchas conclusiones y conocimientos;120 la otracorriente, defendida por el matemático polaco BenoîtMandelbrot (1924- ) interpreta el caos como una comple-ja configuración dentro de la cual el orden está implícita-mente codificado. Volveremos sobre estos dos pensadoresdel caos unos párrafos más adelante.

La imagen que más ha contribuido a difundir la Teo-ría del Caos está en el nacimiento de esta disciplina:el “efecto mariposa” (dependencia sensible de las condi-ciones iniciales, es su denominación técnica), que ha si-do expuesto por el matemático y meteorólogo EdwardLorenz, explica cómo una pequeña perturbación delestado inicial de un sistema puede traducirse, en un bre-ve lapso, en un cambio importante en el estado final del

120 Ilya Prigogine, Le fin de certitudes: temps, chaos et les lois de lanature, Odile Jacob, Paris, 1996.

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mismo.121 Lorenz que, en 1961, utilizaba un programa decomputadora para calcular mediante una serie de ecua-ciones las condiciones climáticas probables, descubrió queal redondear los datos iniciales muy levemente (en la cuar-ta cifra luego de la coma) los datos finales eran radicalmen-te diferentes (debido a los rizos retroalimentadores y reite-raciones del sistema caótico —complejo— de la atmósfe-ra, que se pusieron de manifiesto gracias a las itera-ciones,o reiteraciones de un cálculo simple).122 Por ello es que elclima no puede preverse con cierta certeza más allá de las48 horas (al menos por el momento). El caos puede defi-nirse como una interconexión subyacente que se mani-fiesta en acontecimientos aparentemente aleatorios; perotambién significa imprevisibilidad del estado final de unsistema complejo.

A partir del descubrimiento de Lorenz, se rescata elvalor profético de un científico francés de comienzos delsiglo XX, Henri Poincaré (1854-1912), quien corrige las pre-dicciones de Newton sobre la atracción gravitatoria de loscuerpos celestes. El cálculo newtoniano es eficiente si serefiere a dos cuerpos, pero Poincaré demuestra que si seanaliza la interactividad de tres cuerpos (como la Tierra,el Sol y la Luna), los cálculos tienen serias deficiencias. Elfísico francés concluye que “una causa muy pequeña senos escapa, y ella determina un efecto considerable queno podemos prever”.

La obra de Lorenz estimuló nuevas investigaciones so-bre la cuestión y dio lugar finalmente a la creación deun nuevo campo en la ciencia matemática. La teoría delcaos, en la medida que considera que existen procesos121 “si agita hoy, con su aleteo, el aire de Pekín, una mariposa puede

modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene”(James Gleick, Caos, Seix Barral, Barcelona, 1998).

122 Con mayor precisión, iteración es, en matemáticas, la utilizaciónreiterada de la salida de una función como entrada en la siguiente.

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aleatorios, adopta la postura de rechazar la linealidad dela causalidad, pero en la medida en que ciertos otros pro-cesos no son caóticos sino ordenados, acepta que existanvínculos causa-efecto. Los vínculos causales que más em-pleará serán los circuitos de retroalimentación positiva, esdecir, aquellos donde se verifica una ampliación de las des-viaciones. Desde el punto de vista cuantitativo, la teoríadel caos privilegia en su estudio la opción que indica quepequeñas variaciones pueden producir grandes resultados.Pero si un fenómeno no puede predecirse es porque:

• la realidad es puro azar y no hay leyes que permitanordenar el pensamiento;

• la realidad está totalmente gobernada por leyescausales, y si no podemos predecir los acontecimientoses porque aún no las hemos descubierto;

• si existen desórdenes e inestabilidades, estos son mo-mentáneos y todo retorna luego a su cauce determinista.

Esta última es la explicación a la que se adhieren los teó-ricos posmodernos: los sistemas son predecibles, pero sin quemedie una explicación, comienzan a desordenarse (perío-do donde son imposibles las predicciones) pudiendo luegoretornar a una nueva estabilidad. Por ello, a partir de la dé-cada del 70 se comienza a investigar por qué el orden pue-de llevar al caos y el caos al orden y, eventualmente, pue-dan crearse modelos para determinar si dentro del mismocaos hay también un orden subyacente: los ingenieros co-menzaron a investigar la razón del comportamiento a ve-ces errático de los osciladores; los fisiólogos, por qué en elritmo cardíaco se filtraban arritmias; los ecólogos examina-ron la forma aparentemente aleatoria en que cambiaban laspoblaciones en la naturaleza; los químicos se interesaron enla razón de las inesperadas fluctuaciones en las reacciones;

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los economistas intentaron alguna nueva explicación sobrelas variaciones imprevistas de los precios.

En fin, la ciencia comienza a interesarse en lo queantes definía como casos de excepción, bifurcaciones, loinexplicable (el movimiento de las nubes, el torrente de losríos, algunas ondas cerebrales erráticas, los atascamientosen el tránsito, las epidemias, el porqué de las volutas dehumo, etc.).

Son los matemáticos (Cantor, Mandelbrot, Koch), queadvierten en una serie ordenada algunos elementos quese dividen, se parten en porciones iguales, de modo quese forman estructuras geométricas donde cada parte es unaréplica del todo, lo que Mandelbrot denominó fractal.123

Y luego de una serie de operaciones de “doblaje”, el siste-ma adquiere cierto tipo de estabilidad, dato que permiti-ría establecer una cierta regularidad en el caos. El pasajedel orden al caos, y del caos al orden (biogénesis, el mis-terio de la vida, nacimiento de vida a partir de un caosinicial de moléculas) queda abierto al haber sido destapa-da la caja de Pandora.

De la teoría de un universo determinista se pasa a latesis de un universo menos ordenado y, quizá, incompren-sible: Prigogine124 manifestará que en la realidad se mez-cla orden y desorden (y que del caos surgen nuevas es-tructuras “disipativas”), y propone finalmente una teoríainterpretativa del universo donde los ciclos se intercalanentre orden y caos. Así, un sistema avanza en el caos hasta123 Fractal es una figura plana o espacial, compuesta de infinitos

elementos que tiene la propiedad de que su aspecto y distribuciónestadística no cambian cualquiera sea la escala con que se observe(Real Academia Española), o, es un conjunto que tienen recursividadinfinita, propiedades de autosemejanza independientemente de laescala, y que es descrito por un algoritmo simple (y de carácterrecursivo), que no puede ser representado por la geometría clásica(euclideana).

124 I. Prigogine, op. cit.

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un punto de “bifurcación” (a partir de un elemento lla-mado “atractor”,125 que puede formar un “vórtice”)126

donde continúa caotizándose para luego retornar al esta-do de equilibrio original o bien empieza a autoorganizarsehasta constituir una nueva estructura, denominada estruc-tura “disipativa” o “dispersiva” (debido a que consumemayor cantidad de energía que la organización anteriora la que reemplazó). El universo funciona, según Prigogine,de modo tal que del caos pueden nacer nuevas estructu-ras y es, paradójicamente, el estado de no-equilibrio el pun-to de partida que permite pasar del caos a la estructura.

El archipiélago del caos parece formar parte de la ma-teria y, aunque se puedan detectar unas constantes bási-cas, cuando se pasa de un nivel a otro en la organizaciónde la materia el comportamiento caótico cambia, por lo queno aplican los análisis de un nivel a otro. De este modo apa-rece una nueva realidad, infinita “hacia adentro”, que nose aviene a ser analizada por los recursos clásicos de la cien-cia. Realidad fractal que está presente en todos los sistemascomplejos (la física tradicional sólo funcionaría en los sis-temas lineales). Ahora bien, la propia naturaleza es un sis-tema complejo, la mayoría de cuyas partes constitutivas(como los organismos vivos) son sistemas complejos. Por suparte, las creaciones del hombre (culturales, por oposicióna naturales) son construidas como sistemas lineales (cerra-125 Atractor es una singularidad en un espacio de acción hacia el cual

convergen las trayectorias de una dinámica dada (por ejemplo, elatractor –puntual– de un péndulo es su punto más bajo de oscilación);hay atractores puntuales, cíclicos y caóticos o extraños; el atractorde algunos sistemas complejos (caóticos) coincide con su estado deautoorganización; el atractor de algunos sistemas orientados a unameta, es la meta misma.

126 Vórtice es un atractor extraño; cuando el agua hierve, el líquido delfondo asciende y el de arriba baja, en una una competición caótica,formándose vórtices que se enlazan entre sí, lo que amplifica el sistema,retroalimentándose a sí mismo.

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dos en sí mismos y donde funciona el principio causa-efec-to), aunque utilicen elementos naturales que, casi por defi-nición, son complejos. En el corto plazo las respuestas dela tecnología moderna pueden parecer eficientes (y muyprobablemente lo sean, mayoritariamente) pero con el trans-curso del tiempo (cuando las iteraciones hagan su trabajo)no será posible predecir sus efectos.

La Teoría del Caos surge como una herramienta paraver pautas donde antes sólo se observaba azar, por lo quepodemos suponer que un misterioso orden subyace detrásdel aparente caos, tan pronto el sistema sea analizado comocomplejo y no como lineal. Pero también nos enfrenta a laimposibilidad de control total de la naturaleza, que está enla base del desarrollo moderno. Esto nos estaría recomen-dando aceptar la impredecibilidad del caos en lugar de re-sistirnos inútilmente a las incertidumbres de la vida.

Cuando un automóvil (sistema lineal) se descompone,se cambia la pieza dañada y vuelve a funcionar como ori-ginalmente. En cambio, en los sistemas complejos, comoes el organismo humano o la sociedad, el problema debeplantearse siempre a partir del sistema como totalidad,nunca a partir de “una parte defectuosa”. Por ello la pers-pectiva mecanicista es considerada, desde el punto de vistade los científicos del caos,127 como una visión reduccionistaque trata a la naturaleza (y al ser humano, por lo tanto)como objetos manipulables, tomando a los sistemas comolineales cuando la mayor parte de ellos son complejos. Sinembargo, esta perspectiva está en la base de los grandesdesarrollos científicos y tecnológicos, por lo que no pode-mos evitar la duda de si estos avances, que no se basansobre una aproximación sistémica (u holística, como quie-re Fritjof Capra)128 no nos están llevando a un callejón sin127 O de la dinámica no-lineal o teoría de sistemas dinámicos, como

muchos físicos prefieren nombrar a la teoría del caos.128 F. Capra, The web of life , Anchor Books, Nueva York, 1996.

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salida y se llegue al momento en que la tecnología nadapueda hacer para arreglar los desequilibrios que ella mis-ma ha creado. La unidad caótica (compleja) está llena departicularismos, tanto activos como interactivos, que sonmodificados por retroalimentaciones (no lineales, a su vez)que pueden producir sistemas autoorganizados, semejan-zas fractales y sistemas con desórdenes impredecibles.

El hecho de saber que la naturaleza no se presentacomo un conjunto de elementos aislados y que el ser hu-mano es un aspecto esencial de ese sistema de organi-zación, si aceptamos que el observador es parte de lo queobserva,129 debería llevarnos a la reflexión de si convienecontinuar con el paradigma de lucha heroica e individual(estamos acostumbrados a enfrentarnos a los problemascon estrategias de conquista o negociación, que en el me-diano plazo no parecen ofrecer respuestas satisfactorias)o debería ser reemplazada por otro paradigma de coope-ración y desarrollo conjunto (sistémico, de largo aliento).Pero para este cambio se requiere reanalizar previamentelas relaciones parte-todo, individuo-sociedad, local-global,nacional-internacional, etc.

129 No podemos meter el todo en el bolsillo, ya que el bolsillo forma partedel todo.

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Fin de los metarrelatosy auge de la pluralidad

El sujeto no es portador del a priori kantiano,sino el heredero de un lenguaje histórico y finito

que hace posible y condiciona su accesoa sí mismo y al mundo

Gianni Vattimo

Jean-François Lyotard (1924-1998) caracterizó a la posmo-dernidad como aquella época (la nuestra) en que desapa-recen los meta-rrelatos: “lo posmoderno sería aquello quealega lo impresentable en lo moderno y en la presentaciónmisma; aquello que se niega a la consolación de las for-mas bellas, al consenso de un gusto que permitiría expe-rimentar en común la nostalgia de lo imposible; aquelloque indaga por presentaciones nuevas, no para gozar deellas sino para hacer sentir mejor que hay algo que es im-presentable”.130 Los metarrelatos pueden identificarsecomo aquellos grandes proyectos universalistas tendien-tes a la emancipación del hombre, a través de la coordi-nación de conocimiento y acción dirigida a ese objetivosuperior. Los pensadores que se adhieren a esta línea re-chazan tajantemente que se trate de una evolución, a ma-nera de estertor final, de la modernidad, ni de que sea unaescuela que simplemente continúa a la moderna. Consi-deran, por el contrario, que constituye un enfoque com-pletamente distinto, que impone una actitud espiritualcompletamente diferente.

130 Jean-François Lyotard, La posmodernidad, Gedisa, Barcelona, 1996.

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Durante la modernidad, que aparece tempranamenteen el Romanticismo, si bien variaron los contenidos de lasideas filosóficas, se mantuvo constante una idea totaliza-dora, universalista. La ilustración confió en que gracias aldesarrollo del conocimiento (ciencia) el hombre sería final-mente dueño de sí mismo.

Al joven Hegel, en el Seminario de Tubinga, le preocu-paba la fragmentación que presentaba la vida moderna,en particular la separación del hombre con Dios y con lanaturaleza, del individuo con la sociedad. Consideraba ala Grecia clásica como modelo de identificación de loshombres con su sociedad, con la naturaleza y donde losDioses estaban presentes en lo cotidiano: el filósofo Schiller(que fue su compañero y cercano amigo en el seminario,así como también lo fue el poeta Hölderlin) denominó “uni-dad de vida” al ideal griego. Hegel encontró en la moda-lidad religiosa del cristianismo de su época la causa pro-funda de esta fragmentación, en la cual se educaba a loshombres como ciudadanos del Cielo, lo que los hacía in-diferentes a la suerte de su propia sociedad terrenal; indi-vidualismo que había fracturado a la comunidad alema-na. Ese mismo individualismo “fracturado” es el que ce-lebra hoy el posmodernismo.

Emmanuel Kant (1724-1804) establece en su ética prác-tica una serie de “imperativos categóricos”, mandamien-tos éticos que concibe como absolutos y universales, porejemplo: “obra sólo de acuerdo con la máxima por la cualpuedas al mismo tiempo querer que se convierta en leyuniversal”, u “obra de tal modo que uses la humanidadtanto en tu propia persona como en la persona de cual-quier otro, siempre a la vez como un fin, nunca simple-mente como un medio”. Los pensadores posmodernos nie-gan la existencia de categorías universales y verdades ca-tegóricas que tengan valor en cualquier tiempo y lugar,ya que lo verdadero es aquello que coincide con la inter-

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pretación de los hechos, que será distinto, según la cultu-ra dominante, en ese tiempo y lugar. Como los individuosno pueden sustraerse a su mundo histórico. Lyotard ma-nifiesta que “medidos por sus propios criterios, la mayorparte de los relatos se revelan fábulas”. En el apartado“Giro lingüístico” se ampliarán estos conceptos.

Para los marxistas, el gran proyecto liberador de la hu-manidad es la revolución del proletariado; en el meta-rrelato del capitalismo, la riqueza (emergente de la pro-ducción y el consumo) proveerá la felicidad de todos; ennuestra era tecnoctrónica, la solución universal se halla enla maximización de la información. El posmodernismo vie-ne a declarar la muerte de la ilusión de la totalidad, de laintegralidad del hombre soñada por Hegel y de los man-datos universales del idealismo metafísico kantiano, al ad-herirse a lo diverso, lo fractal. Los pensamientos filosófi-cos comprensivos y sistemáticos de los modernos son des-deñados, por imposibles o falsos, frente a una realidadfragmentada, discontinua, incluso caótica. Las reiteradasexperiencias de fragmentación siempre se vivieron dramá-ticamente, como algo a corregir. En los tiempos modernos,el objetivo siempre fue el logro de la unidad y de la uni-versalidad. En la posmodernidad se acepta como realidady oportunidad.

El nuevo metarrelato posmoderno ha quedado a car-go de los mass media ; como dice Beatriz Sarlo: “las indus-trias informativas son hoy las creadoras de los grandes re-latos que la posmodernidad pareció desalojar. En realidad,lejos de quebrarse, los relatos persisten, aunque carezcande la dimensión ética de los relatos modernos. Que las na-rraciones posmodernas entusiasmen menos a quienes fue-ron marcados por el discurso de la modernidad no es unaprueba de que nociones como la globalización sean másdébiles que la de imperialismo”. En efecto, la industria dela comunicación encontró en la globalización un drama

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tan universal y tan interesante como los viejos argumen-tos de la modernidad. Incluso la diversidad y la celebra-ción del multiculturalismo posee dimensión de promesautópica. Se trata del relativismo cultural que afirma el lu-gar de la diferencia (diversidad de la que tratará el siguien-te subcapítulo) no sólo como espacio a ser respetado de-mocráticamente sino como expresión de lo mejor que pue-den ofrecer las sociedades posmodernas: “es relativamenteoptimista frente a la fragmentación de lo social y descu-bre el principio de la autonomía y de la resistencia en eldespliegue de las diferencias culturales, incluso de aque-llas que están sostenidas por la desigualdad simbólica”.131

Por otro lado, al haberse intensificado al extremo la ca-pacidad humana de disponer técnicamente de la naturale-za (biotecnología, genética, etc.), se está perdiendo el senti-do de lo nuevo. Cuando la sociedad de consumo alientauna renovación continua de los bienes de uso, fomentadapor la necesidad de asegurar la supervivencia del sistema,se diluye el sentido perturbador de la novedad; la novedadse vuelve banal. El progreso en las sociedades opulentas seconvierte en rutinario, habiéndose vaciado de sentido lamisma noción de progreso. Pero, además, probablementeexista ya un freno a la tecnociencia, y si no, lo existirá tanpronto se produzca la ampliación de la Teoría del caos.

En la visión cristiana, la historia era el relato de la sal-vación; al secularizarse en la modernidad se convierte endiscurso del progreso, cuyo valor final es el de crear y man-tener las condiciones en que siempre sea posible un nuevoprogreso. Se llegaría así a lo que lleva a un estado de in-movilidad, de “disolución de la historia”, dirá Vattimo. Porotro lado, si no hay una historia integral, portadora de laesencia humana, lo que existe es una diversidad de histo-rias, relatos condicionados por la reglas de un género lite-rario. Si, además, se le agrega el contenido ideológico con131 Beatriz Sarlo 2002.

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que carga la “historia oficial” (“historia de vencedores”,según Walter Benjamin), resulta ser una de las últimas ilu-siones metafísicas el que, bajo la diversidad de imágenesde la historia y de sus múltiples ritmos temporales, existaun tiempo unitario. La unificación de costumbres, modas,el pensamiento y la cultura única de Occidente, sumadosal dominio técnico de las comunicaciones en tanto perfec-cionamiento de los instrumentos para reunir y transmitirinformación, nos ilusionan con la posibilidad de realizaruna historia universal. Salvo porque el cúmulo de estos co-nocimientos está dominado por las potencias capaces dereunir y transmitir las informaciones, capaces de crear unavez más una “historia de vencedores”.

Los pensadores posmodernos, quizá a partir del diag-nóstico de Adorno (quien al describir a la “falsa sociedad”y su fascinación, condenó ese “todo” a lo no verdadero),132

afirman la pluralidad pero no como un mal. Esto implicauna suerte de reorientación emotiva, ya que no se sientecomo una pérdida el abandono de la totalidad sino, másbien, como una liberación. Se trata de aceptar la diversi-dad, con todas sus consecuencias, para operar a partir delo plural y no contra ello (tal como lo recomienda, parala ciencia, la Teoría del caos). Por ello se afirma que lasdiversas culturas y formas de vida, que suelen mezclarseen una misma sociedad, son igualmente legítimas y res-petables. Esto último (en este mundo unipolar y de pen-samiento único, donde no pocos consideran que el triun-fo absoluto —por default— del neoliberalismo constituyela cima de la humanidad, donde el país hegemónico sa-taniza lo diferente) constituye sin dudas un valor moraly de decisivo contenido político. Pero no se trata de la

132 Theodor W. Adorno (1903-1969), pensador posmarxista de la Escuelade Fráncfort que se adelanta al pensamiento posmoderno, particu-larmente con sus obras La Dialéctica de la Ilustración (1947) yDialéctica Negativa (1966).

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simple tolerancia (que constituye una relación de poder,ya que sólo quien está por encima es capaz de tolerar),133

del pluralismo convencional, y así Lyotard defiende “laidea de una humanidad receptiva de las metas hetero-géneas implicadas en los diferentes tipos de discurso, cono-cidos y desconocidos, que pueda perseguir esas metas tanlejos como sea posible”. Además, “la legitimidad consisti-ría en reconocer la multiplicidad e intraducibilidad de losjuegos del lenguaje mutuamente ensamblados, su autono-mía, su especificidad, sin reducir los unos a los otros”.134

El posmodernismo no cree en fundamentos primeros oúltimos (aun en la ciencia) sino en que las relaciones se ba-san en otras relaciones, para retrotraerse o conducir a dife-rentes relaciones. De este modo, las cadenas de significantesremiten a otras cadenas y no a un significado original: ob-servamos observaciones y describimos descripciones (delmismo modo que la microfísica, al querer descubrir lo ele-mental, no sabe si no encontrará un nuevo complejo).

Existe una notoria predisposición de las ideas pos-modernas hacia el feminismo. Lyotard y Derrida han ex-puesto una severa crítica hacia la univocidad del omnipre-sente discurso “falocéntrico”. La defensa de lo femenino,en el marco de la descripción plural de las sociedadesposmodernas, ejemplifica el giro lingüístico. Derrida yLyotard adoptan una actitud crítica respecto de las dife-rentes versiones del feminismo, en particular a aquel quebusca la equiparación de la mujer con el hombre. Al res-pecto, esa búsqueda de asimilar la mujer al hombre asícomo el feminismo de la pura alteridad en busca de la otraesencia, no es más que la expresión de la forma típicamen-te masculina de pensar lo esencial (como ya ha sido di-cho, Lipovetsky ejemplifica debidamente este cambio de

133 Michael Walter, On toleration, Yale University Press, N.Y., 1997.134 F. Lyotard, La condition posmoderne, Minuit, Paris, 1989.

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orientación). Ambos filósofos franceses abogan por un fe-minismo trasgresor que rompa todas las reglas convencio-nales, de modo que lo femenino, como identidad plural,abra el tránsito a otras posibilidades, válidas tanto parael hombre como para la mujer.

La defensa de lo diverso en las ideas posmodernas habuscado apoyo en la idea de la pluralidad individual deNietzsche. El ideal de “vida en plural”, expresa “la alegríade albergar en sí mismo no sólo un alma inmortal sino mu-chas almas inmortales” y el elogio del “alma como sujeto-multiplicidad”. En el posmodernismo la pluralidad del in-dividuo se convierte en programa de vida: la “decons-trucción” del sujeto que proclama Derrida tiende a unatransformación esencial del individuo, donde se imponeaceptar esa pluralidad encubierta, culposa y reprimida por-que se considera una falta de integridad, de rigor. Siguien-do a Lacan se podría interpretar que detrás de esa resis-tencia a la pluralidad del sujeto está el miedo del Yo narci-sista que desea controlar todo en su afán de dominación.

En un modelo filosófico que establece que existe unapluralidad fáctica sólo tienen capacidad de acción quie-nes acepten de manera abierta su propia multiplicidad yla aprovechen para la comprensión del mundo “tal cuales”, tan plural como el sujeto. Se trata de acceder a la fa-cultad de percibir distintos sistemas de sentido y multipli-cidad de realidades, lo que requiere una personalidad losuficientemente flexible y transversal para pasar de unarealidad a la otra sin solución de continuidad.

Este nuevo sujeto, individual y múltiple, pone en ries-go el discurso y los hábitos de la dominación, característi-cas que finalmente se vuelven contra el mismo sujeto. Setrata de no intentar controlar. Como diría Adorno (quiensufrió la persecución nazi), defensor de lo heterogéneo,el dominio ejercido sobre la naturaleza externa termina

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convirtiéndose en represión de la naturaleza interna. Setrata de perder el miedo de ser diferente, sin juzgar ni con-denar con la arrogancia de lo absoluto, aceptando con con-vicción (no simplemente por tolerancia) la posibilidad dela diversidad de puntos de vista.

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Giro lingüísticoy estética de lo fractal

La existencia misma y el mundosólo se justifican de un modo permanente

como un fenómeno estéticoNietzsche

Nuestra época hace la apología de la comunicación, en-tendiendo que la generalización de la comunicación ase-gurará por su sola virtud el buen funcionamiento de lacomunidad de la transmisión de conocimiento. Pero Jean-François Lyotard nos advierte en Le différend, publicadoen 1983, que esta actitud mítica impide comprender queexiste un verdadero conflicto. Ocurre que en cualquiercuestión, o conflicto de la vida real (jurídico, económico,político e incluso, íntimo) suele imponerse el propio len-guaje de una de las partes como lengua pretendidamentecomún, lo que impide al otro formular su argumentación,su verdadero problema, su reivindicación. La idea mismade un lenguaje común en el cual la gente de buena fe po-dría entenderse es una ficción contradictoria y peligrosa,según Lyotard.135 Por otra parte, “decir cualquier cosasiempre implica callar otra”, ya que todo discurso seríauna mentira por omisión o una mentira por denegación,lo que es peor. Aunque la verdad puede estar contenidaen el discurso, Lyotard afirma que se encuentra escondi-da en lo que denomina “figura”, presencia latente (querequiere una “atención flotante”, diría Freud) que da sen-

135 J-F. Lyotard, Le différend, Minuit, Paris, 1984.

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tido y justifica al discurso. Esta concepción es particular-mente pertinente para distinguir una “falsa concepción delarte, como bonito discurso, bien ordenado y maquillado,de la obra verdadera” que toma su valor de la potenciade la figura perturbadora.

Por su parte, el filósofo lingüista Jacques Derrida (1930-),un emergente del espíritu del 68 francés, manifiesta queel lenguaje cotidiano no es neutral, ya que implica hipó-tesis y prejuicios culturales que traducen una tradición.Por otra parte, debido a que no hay identidades fijas sinoque el lenguaje traduce representaciones de la realidad (elmapa no es el territorio) a través del filtro cultural, resul-ta que también tiene uno, o más, significados retóricos. Deeste modo el lenguaje termina siendo una trampa que di-fícilmente pueda expresar lo “verdadero”. El significadose relaciona con el contexto, y no existe ningún marco queofrezca prueba de un significado definitivo. Por ello estásiempre presente la posibilidad de la falsificación.

El significado no es el referente (la cosa en sí) sino quese trata de una definición convencional (generalmenteaceptada) del objeto en cuestión. Para realmente enten-der a qué se refiere un determinado discurso se requiere,entonces, conocer su cuadro cultural: “lo que considera-mos como el mundo real está determinado por la lenguaen que se expresa”.136 Pero no sólo es una cuestión cultu-ral lo que hace las diferencias de interpretaciones de la rea-lidad, sino que también el sentido se modifica de acuerdoa la sucesión discursiva, por lo que aun dentro de una mis-ma cultura los distintos contextos discursivos otorgan sig-nificados diferentes. Derrida avanza aún más: incluso aun-que una palabra se considere en aislamiento, su sentidodepende de la relación paradigmática que mantiene conlos otros significantes del lenguaje.136 Dardo Scavino, Pensar sin certezas, Paidós, Buenos Aires, 2000.

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Cuando el sentido de un significante deja de ser con-siderado como el referente de la cosa misma, pierde la pre-ponderancia que tiene la palabra hablada por sobre la for-ma escrita. En efecto, en nuestra tradición la palabrahablada (debido a que su expresión posibilita mostrar fí-sicamente de lo que se habla: “eso es una mesa”) puedemantener una relación directa entre significado y signi-ficante, permite que el interlocutor interprete sin media-ción lo que se dice ya que la palabra resulta inseparablede la indicación. Lo que se critica es que en el idioma ha-blado existe un espejismo de referencialidad directa, deunivocidad. Creemos que existe una correspondencia sinintermediación entre las palabras y las cosas, por lo que“el discurso es idéntico al mundo”, tal como si el mapafuese el territorio. Esta creencia se denomina logocentrismo(en metafísica de la representación) y es objeto de una delas más decisivas críticas del posmodernismo. Se conclu-ye, pues, que el lenguaje no puede reflejar las cosas talcomo son o como se las percibe sin preconceptos ni pre-juicios (es decir, previo a toda influencia cultural o a todolenguaje), sin tener en cuenta la relación directa que la per-sona (emisor) mantiene con ellas.

Como la ciencia y la filosofía, así como la mayoría delas disciplinas del conocimiento, dependen del lenguaje,Derrida advierte sobre lo difuso de estas disciplinas: la sig-nificación no corresponde necesariamente con el referente,ya que el discurso literal forma parte de lo figurado. No exis-tirían diferencias sustanciales entre el supuesto discurso uní-voco de la filosofía y el discurso equívoco de la literatura.

Derrida considera que la filosofía ha cometido el errorde volverse logocéntrica, confundiendo significante ysignificado e interpretando a la realidad de un modo re-duccionista; cuyo origen lo ubica en la lógica identitariade Aristóteles y que logra su cúspide en Hegel: “lo que esreal es racional, y lo que es racional es real”. Este pensador

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francés intenta poner al descubierto las paradojas y con-tradicciones del logocentrismo, a través de su método de“deconstrucción”: frente a lo oral del lenguaje (fonocen-trismo) reivindicará la escritura, donde no hay un signifi-cado unívoco ni una verdad exclusiva, sino una plurali-dad de significados. Utiliza el neologismo différance, al queasigna el doble sentido de diferenciarse y de diferir (po-nerse al día en el tiempo), como forma de escapar a la con-ceptualización (o traducción de las diferencias, pluralidadde significados, de los conceptos).

Conviene citar que Derrida, en su inclinación lingüís-tica, se apoya no sólo en su maestro Heidegger, quien con-sideraba que la palabra precede a las cosas, que las crea,137

sino también en aquel Nietzsche que era de la opinión deque las palabras supuestamente literales son figuras poé-ticas esclerosadas (“las verdades no son más que metáfo-ras olvidadas”).138 De allí la sentencia nietzscheana sobreque no existen hechos, sólo interpretaciones, y toda inter-pretación interpreta otra interpretación.

Por su parte, Michel Foucault (1926-1984), reafirmaque no existe ningún primero absoluto sino que “cada sig-no es en sí mismo no la cosa que se ofrece a la interpreta-ción sino la interpretación de otros signos”. Por lo dicho,así como Borges crea una civilización donde la filosofíaes una rama de la literatura fantástica,139 los pensadoresque nos ocupan afirman que se puede abordar un escritofilosófico del mismo modo que se interpreta un textoliterario. En efecto, Nietzsche describe que a través de lasdistintas formas de percepción, de las metáforas, de las137 Heidegger manifiesta que “logos”, de donde proviene etimoló-

gicamente “lógica”, significa reunir una multiplicidad, por lo que laidentidad del referente se obtiene con la recolección de fragmentosdispersos.

138 Scavino, op. cit.139 Jorge Luis Borges, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, Ficciones (1944) en

Obras Completas, tomo I, EMECE Editores, Buenos Aires, 1994.

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imágenes fantásticas, producimos “realidades” por mediosficcionales: la realidad sería entonces una multiplicidad deconstrucciones sobre fundamentos inestables, algo estéti-co en virtud de su forma de producción y de su “etéreocarácter vacilante”, diría Nietzsche.

Gianni Vattimo (1935- ) define al mundo cultural querepresenta el lenguaje como el “espíritu de un tiempo”,donde se cultiva y favorece la afirmación de los interesesdel grupo de pertenencia de quien se expresa, intereses quelleva consigo de modo inconsciente. La verdad, que segúnlas ideas predominantes desde la Ilustración, expresa unacorrespondencia entre enunciado y estado de cosas; se tra-ta, entonces, de un cierto consenso que manifiesta una co-munidad en un tiempo dado, con su propio vocabulario,gramática y tradición. Como el pensamiento filosófico haperdido su aura de rigor, Vattimo habla de “pensamien-to débil” (pensiero debole), que ejemplifica la crisis de la ra-zón iluminista al haberse perdido la ilusión de la perfectacorrespondencia entre discurso y realidad objetiva. La ver-dad deviene en verosimilitud pero, además, el hombre noposeería autonomía de pensamiento, tan condicionado estápor los hábitos y costumbres culturales que impregnan elinstrumento del discurrir, la palabra (lenguaje que es his-tórico ya que está situado en el espacio y en el tiempo):un enunciado es verdadero cuando resulta consistentecon una interpretación consensuada culturalmente, inter-pretación establecida en la comunidad de origen.

¿Cómo, entonces, afirmamos que podemos acceder alas experiencias remotas de la historia, en tanto los pre-conceptos de nuestra cultura teñirían toda comprensiónde otra época o de otra comunidad? Perdemos la posibili-dad de la episteme (conocimiento científico) y sólo nosquedaría la doxa (opinión prejuiciosa). Esto es lo que losfilósofos posmodernos definen como caída de la ilusiónmetafísica.

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La concepción de la realidad del pensamiento posmo-derno está basada sobre un paradigma estético. Si se con-sidera que nuestro conocimiento no es simplementereproductor sino creativo, lo que hereda del estructu-ralismo (Louis Althusser, Jacques Lacan, Pierre Bourdieu)al afirmar que la verdad es algo que se construye en lu-gar de ser algo que se encuentra. Ya Kant aseguraba quenuestro conocimiento no se refiere a cosas en sí sino a fe-nómenos que se constituyen en virtud de capacidades es-téticas (formas de intuición de espacio y tiempo). YNietzsche, refiriéndose al impulso hacia la formación demetáforas (imágenes, proyecciones), había manifestadoque “damos origen a cascadas de la realidad, por lo quetodo lo que se encuentra más allá de los meros estímulos ner-viosos es un producto del arte humano”. Para Nietzscheuna realidad no es más que una multiplicidad de cons-trucciones sobre fundamentos inestables, un hecho estéti-co tanto por su modo de producción, los medios que seutilizan, así como por su etéreo y oscilante carácter. Asi-mismo, la idea de constitución artística de nuestra reali-dad ha estado presente en el pensamiento de los teóricosde la realidad y epistemólogos reflexivos de nuestro siglo.

Welsch en su artículo titulado “Topoi de la Modernidad”señala que

nuestra concepción de la realidad, nuestra filosofía prime-ra se ha vuelto, en un sentido elemental, estética (…) Antes,en la Antigüedad, (las afirmaciones sobre la realidad) se de-rivaban del ser; luego, en la Edad Moderna, lo hicieron apartir del lenguaje. Actualmente, en la Posmodernidad, asis-timos al tránsito hacia un paradigma estético. En el marcodel pensamiento moderno se suponía que lo estético era unasegunda realidad suplementaria, representativa de la reali-dad original. El posmodernismo reafirma que las realida-des primarias están constituidas estéticamente.140

140 W. Welsch, op. cit.

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La índole estética de la realidad tiene como consecuen-cia la aparición de una multiplicidad de realidades diferen-tes, que no pueden reducirse las unas a las otras ni poseenun denominador común, de modo que se debe admitir lainconmensurabilidad de las realidades. Ya no se puede ha-blar de una integración de realidades en un contexto ar-mónico. No se trata de un rompecabezas sino de un con-glomerado abierto de diferentes realidades, que pueden tan-to complementarse como oponerse o superponerse. La di-ficultad de concepción de esta realidad puede asimilarse aldifícil tránsito de una constelación de sentido a otra, ya queno sólo se desplazan las concepciones y experiencias indi-viduales sino que se modifican los fundamentos en su to-talidad, lo que requiere no dejar de lado ninguna perspec-tiva, como lo recomienda la Teoría del caos.

De hecho, como ha señalado Habermas, el vanguar-dismo estético es el que desestabilizó a la modernidad: cin-co grandes escuelas artísticas (simbolismo, expresionismo,surrealismo, futurismo y constructivismo) denunciaron,combatieron y pronosticaron la decadencia de las ideasmodernas.

La irrupción del racionalismo cartesiano y el triunfodel mecanicismo newtoniano en la civilización occidentalprovocaron un sensible vuelco en la mentalidad moder-na, afectando al arte. En efecto, éste queda limitado a cier-tos moldes estéticos que no pueden obviar consideracio-nes mecanicistas y tecnológicas. Surge una mentalidadcreativa formalista y racionalista cuya máxima expresiónes el diseño y la arquitectura Bauhaus, de la Alemania dela primera posguerra, que permea a todas las artes plásti-cas. Geometría estética de orden estático, hiperracional,cuyas máximas expresiones entregaron Mondrian, PaulKlee y Kandinsky. Las concepciones estéticas que ponende manifiesto los edificios Seagram y Chrysler de NuevaYork han sido superadas en sus esquemas geométricos

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“deshumanizados” por creaciones que expresarían mejoral hombre y su naturaleza, siempre caótica: ya no se tra-ta de mostrar lo que debería ser, lo deseable en cuanto aorden y racionalidad unívocos, si no lo que es, caótico yplural en toda su diversidad contradictoria. Al mismotiempo, nuestra época tiene su propia geometría, geome-tría fractal que reemplazaría a la euclidiana. Esta nuevageometría permitiría descubrir orden donde antes sólo ha-bía caos, encontrar razones para lo casual, determinar loarbitrario: geometría de la naturaleza que contendría lasleyes y principios de una nueva estética natural.

Como fuera comentado en otro apartado de este mis-mo capítulo, el contenido de esta geometría son los objetosfractales, cuya característica principal es la autosemejanza,por lo que cada una de sus partes en diferentes escalas demagnitud es semejante al conjunto total. Así el objeto se re-pite o reproduce (autorreproduce) en cualquier escala quesea observado. Se trataría de la encarnación matemáticaactual del principio hermético de la analogía (“como es arri-ba es abajo, como es abajo es arriba”). Pero, además, losfractales tienen dimensión fraccionaria, lo que indica queestán a medio camino entre la línea y la superficie, entre lasuperficie y el volumen y, quizá, entre el volumen y el tiem-po. ¿Será que el azar ha dejado lugar a la necesidad?

Lo cierto es que todo esto ha dado nacimiento a unanueva comprensión estética, así como que los nuevos en-foques de carácter filosófico se acercan, casi demasiado,a las viejas concepciones esotéricas tradicionales. No se-ría raro ver resurgir, en boca de posmodernos, el genio deGiordano Bruno y Pico Della Mirándola, mezclados conPitágoras y Platón, y servido con especias provenientes delas antiguas fuentes esotéricas de Oriente.

Richard Rorty (1931- ) se refiere a una cultura este-tizada, en la cual se reconoce que detrás de las paredespintadas no nos espera una auténtica pared sino que hay

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siempre otras paredes pintadas.141 Las cadenas de signifi-cantes remiten permanentemente a otras cadenas designificantes y no a un significado original. No existe unfundamento primero o último, sino que todas las relacio-nes se fundamentan en otras relaciones, y desde allí vuel-ven a esa conexión o se conducen a otras realidades.

El proceso actual de trasformación de la elaboraciónde ideas, el paso del pensamiento moderno al pensamientoposmoderno, no sería simplemente un cambio de paradig-ma basado en el escepticismo respecto de la validez uni-versal del discurso racional y científico, sino que afecta elfundamento mismo del discurrir. Al haber sido afectadoel sistema de creencias en el que se desarrolla la raciona-lidad occidental sin reemplazarlo por otro, se provoca unaprofunda crisis de orientación. Cuando la naturaleza semuestra rebelde al afán fáustico del saber omnipotentede los modernos y luego de la elaboración de la Teoríadel caos (por lo que el orden resulta ser un caso especialdel desorden), la contingencia se convierte en un elemen-to esencial de nuestra actual visión del mundo. Hasta lateoría matemática del caos los sistemas caóticos de los quese ocupaban los científicos se comportaban de un modoregular, previsible.

Sin embargo, se demuestra que estos sistemas no soncalculables de antemano, pues mínimos cambios en lascondiciones iniciales provocan efectos varias veces amplia-dos de resultados imprevisibles. Esta realidad que exhibeun rostro oscuro, o al menos paradójico, es más aborda-ble desde un pensamiento estético. Porque “no sólo la ra-zón occidental abre sin cesar nuevos abismos de ignoran-cia, sino que también su hija dilecta, la verdad supuesta-mente intemporal, resulta ser hija del tiempo, nuestro pen-samiento sufre una transformación en sus mismos princi-141 Richard Rorty, Contingencia, ironía y solidaridad, Paidós, Barcelona,

1989.

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pios”.142 Cuando los juegos del lenguaje y los modelos se des-moronan se abre un abismo insuperable, conflicto funda-mental donde la heterogeneidad, el no modelo, es el modelo.

La experiencia posmoderna de la verdad, que Vattimoidentifica con la posmetafísica heideggeriana, es una

experiencia estética y retórica (…) que nada tiene que ver conla reducción de la verdad a emociones y sentimientos subje-tivos, sino que más bien debe reconocerse el vínculo de la ver-dad con el monumento,143 la sustancialidad de la transmi-sión histórica, (para concluir que) desde el punto de vista es-tético la experiencia de la verdad significa también aceptarque ésta tiene que ver con algo más que con el simple sentidocomún, sino con un sentido más intenso, sólo del cual puedederivar un discurso que no se limite a duplicar lo existentesino que conserve también la posibilidad de poderlo criticar.144

Como ya ha sido señalado, el posmodernismo, en loque a arte se refiere, presenta una constelación de estilosy tonos en todo el campo cultural, dando lugar al pasti-che, al vacío, mezclando niveles, estilos y, en su sentidode agotamiento, muestra gusto por la copia y la repeticióny es autorreferencial en cuanto a su rechazo de la historiay de la idea de vanguardia. El posmodernismo es un artede la erosión; su amalgama de estilos ha penetrado deci-didamente la arquitectura, la novelística, la pintura, lapoesía, la planificación urbana, el teatro, la música, losmedios masivos de comunicación. En artes plásticas des-tacan los nombres del serigrafista Robert Rauschenberg yel último Andy Warhol; en arquitectura cabe señalar aRobert Venturi así como a los autores del edificio AT&T

142 H. R. Fischer, El Final de los grandes proyectos, Gedisa, Barcelona,1997.

143 “Monumento”, en tanto hecho fúnebre destinado al recuerdo de algoo alguien a través del tiempo, “no la copia de una vida plena, sino lafórmula del recuerdo destinado a desafiar al tiempo”, según Heidegger.

144 G. Vattimo, 2000, op. cit.

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de N.Y. Philip Johnson y John Burgee; en música a DavidByrne; el novelista inglés D. M. Thomas (The White Hotel)y el americano Tom Wolfe; en cine, entre otros, es impo-sible dejar de citar a Almodóvar y a Tarantino, dos expo-nentes de la cinematografía de la “lógica del simulacro”posmoderna, aunque muy diferentes entre sí, compartenla estilística de imitar, de reconstruir simulacros (que losmismos directores se encargan de hacer bien evidentes)sobre otros autores de cine o de la literatura.

La obra posmoderna hace hincapié en la arbitrariedad,se vuelve fractal, segmentaria, se yuxtapone y se interrum-pe a sí misma para recombinarse, y todo ello sin ilusio-nes. Donde antes hubo pasión, o ambigüedad, ahora haycolapso del sentimiento. La belleza, privada de su podercrítico en la era del embalaje atractivo, se ha reducido aun elemento decorativo de la realidad. El crítico ToddGitlin opina que el modernismo hizo pedazos la unidad yel posmodernismo ha gozado con los jirones, mezclándo-lo y asociándolo, de modo intencional.145

Esta mezcla, casi aleatoria, de estilos literarios, musica-les y plásticos surge de una estética emergente del derrum-be de la ideología del estilo del auge modernista, que nopudo mantener la hegemonía de su criterio. El agotamien-to de las vanguardias es compensado por la incorporacióncreciente de la tecnología en el arte, el que también, no pu-diendo anticipar el futuro, desempolva estilos del pasado ylos renueva, exagerándolos y siguiendo una cierta tenden-cia kitsch, mezclándolos, quitándoles el alma, quizá. Y sinculpas, ya que el propio artista ha resignado su propio es-tilo personal, cuando la heterogeneidad es la norma y lafragmentación un estilo en sí mismo. Una estética fractal,en definitiva, autorreferencial y complaciente.145 T. Gitlin, artículo “La vida en el mundo posmoderno”, en la revista

electrónica mexicana Facetas, N.°90, año 1990, en sitio web http://www.mty.itesm.mx.

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Malestar en la filosofíadel siglo XXI

Observamos observacionesy describimos descripciones

Niklas Luhmann

Existen en la actualidad dos tendencias filosóficas que seocupan de lo político y lo social. Por un lado tenemos alos comunitaristas, representados por Charles Taylor,Alasdair MacIntyre y Michael Walzer, y, por el otro, a losuniversalistas (o liberals) cuyos principales representantesson Jürgen Habermas, John Rawls y Ronald Dworkin. Enambos casos se trata de pensadores ocupados en anclarlos derechos a determinadas sociedades que articulenespecíficamente las diversas expectativas y capacidades delos individuos. A este tema global se ha agregado, a tra-vés del pensamiento posmoderno, la cuestión del multicul-turalismo, que implica la búsqueda de criterios a adoptarpara asegurar la convivencia entre culturas y etnias dife-rentes, que en algunos casos se rigen por valores contra-puestos. El punto en esta cuestión es como preservar laigualdad y las mismas oportunidades a individuos perte-necientes a pueblos y culturas diferentes.

La discusión se extiende al punto de definir si una so-ciedad liberal debe respetar de igual manera a aquellos gru-pos étnicos que no reconocen los derechos de los demás.Algunos pensadores, en general provenientes de la corrienteuniversalista, sostienen que el proceso de globalización ha

[203]

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ido modificando la forma de vivir y de pensar; tanto es asíque no sólo se están creando estándares de consumo co-munes, sino también sociales y culturales.

Sin embargo, como dice el profesor italiano RemoBodei, el hecho de que un japonés beba Coca-Cola no haceque se vuelva más norteamericano de lo que se vuelve ja-ponés un norteamericano por comer “sushi”.146 Más aún,deben tenerse en cuenta las fuerzas de fragmentación, deaislamiento centrífugo, que se han ido creando como re-chazo a la globalización y a su tendencia de unificacióncultural: del mismo modo que aumenta la tasa de inte-gración entre algunos continentes y pueblos, también seincrementa el esfuerzo de algunas etnias y países porzafarse del pensamiento único que impone el procesoglobalizador. Surgen, de este modo, resentimientos haciala potencia hegemónica, sobre la base de fanatismos reli-giosos o de orgullos étnicos que también rechazan el mo-delo individualista y consumista del neoliberalismo. Sinduda estas tendencias, que a veces asumen la agresión,pueden estar alimentadas por sentimientos de inferioridad,por miedos a la pérdida de personalidad y de soberanía,lo que lleva a reforzar su propia identidad que se consi-dera amenazada o despreciada.

Los criterios del universalismo, modernos por antono-masia, se basan en presupuestos metafísicos que el posmo-dernismo ha relativizado, por decir lo menos. El desencan-to escéptico respecto de la posibilidad de existencia de fun-damentos universales que definen y guíen a la humani-dad ha dado lugar al énfasis moderno respecto de la plu-ralidad, del respeto de la diversidad y la autonomía de lasdistintas culturas. Baudrillard caracteriza la tendenciahomogeneizadora que estigmatiza lo diferente como anó-malo y no remisible a la unidad, y los define como “simu-lacros” creados por la sociedad de consumo y los medios146 Remo Bodei, La filosofía del siglo XX, Alianza Editorial, Madrid, 2001.

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masivos de comunicación. Como ya fuera dicho, los pos-modernos desconfían de la razón universal que impusola modernidad, sospechando de ella como voluntad depoder encubierta.

En la actualidad, luego de la caída del Muro de Ber-lín, los liberals son prácticamente los únicos que se enfren-tan con fuerza a la filosofía posmoderna. En efecto, la de-fensa de la modernidad ha quedado en manos de Rawlsy de Habermas. La alternativa al recurso de la fuerza parala solución de conflictos, así como a la práctica de exte-nuantes negociaciones en las que gana el más poderoso,está representada por el doble método moderno contem-poráneo: la “acción comunicativa” de Habermas y la “teo-ría de la justicia” de Rawls, que en las sociedades demo-cráticas presentan soluciones sociales en un esquema ca-racterizado por la pluralidad de poderes y la diversidadde valores en competencia. La crítica posmoderna al tán-dem Habermas-Rawls se centra en que muchas veces ladistancia entre las partes contendientes son insalvables,por lo que “quien convence no vence o quien vence no con-vence”, lo que da lugar a la manipulación o la violencia.

Jean-François Lyotard critica los resultados de la bús-queda de concensos que propone la “acción comunicativa”e intenta mostrar los límites culturales e históricos de la“teoría de la justicia”. Este pensador posmoderno se defi-ne realista al proponer, por el contrario, el encuentro entredisensos, el intento de lograr arreglos en la discrepancia yla diferencia, aunque sin tener demasiadas ilusiones. Labase de esta crítica es que las tesis de Habermas y Rawlsconducen al error, porque se apoyan en reglas que son, su-puestamente, válidas en lo universal y para todos los posi-bles juegos lingüísticos; es decir, son ahistóricas. ParaLyotard, la perspectiva emancipadora que proponen losmodernos es ilusoria. Tenga o no razón este filósofo fran-cés, a lo que se asiste en la actualidad es a la propensión a

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asumir casi exclusivamente compromisos blandos, es decirrevocables, que finalmente no comprometen en absoluto.Este tipo de compromisos han sido descritos por el pensa-dor liberal norteamericano Nozick (que se ubica a la dere-cha de Rawls) como non-binding commitments, lo que debi-lita el sentido de responsabilidad y hunde sus raíces en elfrágil suelo de la pérdida de valores, a lo que se ha hechoamplia referencia en los capítulos iniciales de este libro.

La ética de la responsabilidad, que fue una guía efi-ciente para individuos comunes, gobernantes, formadoresde opinión y sociedad en general, desde la descripción deMax Weber, ha quedado diluida por la variabilidad de lasvaloraciones del hombre posmoderno. Las preferenciasindividuales y la identidad personal no presentan anclasen opciones pasadas, o tradicionales. Esto manifestaríauna suerte de “infidelidad hacia sí mismo”, junto a unamayor libertad individual que acompaña un progresivoaislamiento social, como lo define Nozick. En efecto, elhombre estaría a la vez más libre y más solo, y se aísla dela dimensión pública para parapetarse en la esfera priva-da. Bodei ubica en el ablandamiento de los lazos familia-res, de la comunidad vecinal, del grupo o de la clase so-cial, ese aislamiento del individuo.

El profesor de Harvard Hilary Putnam (Chicago, 1926- )nos aclara sobre la utilidad de la filosofía basándose en elconcepto moderno proveniente del Renacimiento: “la fi-losofía tiene el importante papel de fundamentar nuestrascreencias”. Y esto es posible por la capacidad de adecua-ción de nuestro conocimiento a la realidad, de una corres-pondencia unívoca entre el pensamiento y el mundo, loque el posmodernismo ha puesto en duda. En todo caso,lo que no puede contestarse es que necesitamos, al menos,ciertas hipótesis para conducirnos en el mundo aunque,como dice Wittgenstein, no exista un solo lenguaje comoafirmaba el empirismo sino una multitud, cada uno con

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su propio conjunto de reglas de funcionamiento y aplica-ción. Sin embargo, cuesta aceptar que no existan jerarquíasentre esa multiplicidad de lenguajes. Putnam sostiene quela función de la filosofía no consiste en dar con la respuestaa la pregunta de qué es lo que realmente existe o inventarun método que le brinde a los que están seguros de susconvicciones el fundamento de su seguridad, sino un in-tento de proporcionar imágenes del hombre en el mundo,significativas, importantes aunque discutibles, salvando lasintuiciones del sentido común y preservando nuestro sen-tido del misterio. No se trataría de ofrecer soluciones sinode desarrollar la sensibilidad en tanto capacidad paraapreciar la dificultad y profundidad de los problemas quenos planteamos, lo que significa ser hombre. Esta tarea lacomparte la filosofía con otras disciplinas, como la moraly el arte. Así, Putnam coincide con Wittgenstein en el sen-tido de que la filosofía no debe proporcionar explicacio-nes sino interpretaciones, sin traicionar el sentido común.Manifiesta que las teorías científicas o morales al ser hu-manas son falibles, pero no quiere decir que sean arbitra-rias, por ello rechaza el relativismo de Rorty y de losposmodernos, en general. La decepción, el malestar quese instala en la filosofía del siglo XXI, tendría que ver conesperar, desde el pensamiento clásico moderno, lo que lafilosofía no debe ni puede ofrecer: soluciones. Lo que noquiere decir que pueda haber progreso en esa disciplina,como en cualquier otra: “la habilidad que uno tenga paraprogresar en filosofía depende sobre todo de la continuadisposición para examinar los fundamentos de las propiasconvicciones filosóficas”.147

No son pocos los intelectuales que reclaman al pensa-miento posmoderno falta de sensibilidad social y de crite-rio político, por lo que lo condenan a una simple transición147 H. Putnam, Realism with a human face, Harvard University Press,

Cambridge, 1992.

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antes del resurgimiento moderno, al menos en lo político yespiritual. Según el escritor argentino Abelardo Castillo “laposmodernidad es, en el mismo sentido de Lyotard, un re-lato (un relatito), una fábula que no es otra cosa que unaideología aunque sin la grandeza de los relatos históricosde las emancipaciones sociales y, en el fondo, nada más queuna expresión de grupos de poder”. Continúa Castillo pre-guntándose “¿qué es lo que nos están diciendo en suma?:dejemos las cosas como están, así están bien, tenemos el po-der, tenemos nuestro auto y nuestra televisión, entramos eninternet, ya nos peleamos bastante los unos a los otros paraconseguir un lugar en la fiesta del milenio ¿Pero… y los po-bres del mundo?”. El intelectual argentino concluye que “lanueva época de la humanidad, a la que algunos insistenen llamarle la posmodernidad, no es la informática y susefectos, no es la globalización del mercado sino el conjuntode catástrofes (no sólo la ecológica) que amenazan ¡a to-dos! con poner fin a la humanidad”.

No debemos terminar este capítulo sin hacer una refe-rencia breve a la Teoría de la Justicia de John Rawls (deu-dor de la sociedad abierta de Popper) y la crítica posmo-derna. En la Teoría de la Justicia, el individuo y la socie-dad afinan sus estrategias asignatorias de mercado en unmarco contractual clásico. Para conciliar lo privado y losocial, hallar un punto de equilibrio en la estructura so-cial y su sistema distributivo, proporciona pautas compe-titivas que son aplicables a la economía de mercado. Setrata de un punto abstracto de referencia, sobre la basede una constitución política ideal y de un sistema de mer-cado perfecto, al que una sociedad se acerca aplicando elprincipio de fairness (equidad, imparcialidad). Nozick (dis-cípulo intelectual de Hayek), por su parte, es pesimista res-pecto de la justicia distributiva de Rawls y aboga por unEstado mínimo, hobbesiano, donde el comando social que-

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daría a cargo del equilibrio natural del mercado. TantoRawls como Nozick son considerados neocontractualistasy modernos.

Por su parte, Rorty, posmoderno y neopragmático, pre-gona que una verdadera cultura liberal debe olvidar suprincipismo transhistórico (Hayek, Popper) y tomar comomodelo a la civilización noratlántica contemporánea, el“nuevo patriotismo moral que apunta a una nueva y me-jor civilización global”, y cuya ispiración le viene de los“filósofos edificantes” Wittgenstein y Heidegger. Apoyán-dose en Derrida, Lyotard y Gadamer, Rorty afirma “queel nuevo pragmatismo debe deconstruir, de una vez portodas, a todas las grandes estructuras públicas de domi-nación”, y ofrece fundar las bases diagonales de un “nuevoorden posnacional” de donde desaparecería la estructu-ra, supuestamente, opresiva del Estado-Nación. Esto apor-ta sustento ideológico a las políticas de desnacionalizacióny a las megaprivatizaciones, que con tanta eficacia hemosaplicado en la gran mayoría de países de América Lati-na. Al entregar al poder privado los ejes decisivos del po-der, al licuar el Estado en los juegos sinonímicos del neo-liberalismo, al aceptar explícitamente la universalidad delpragmatismo tecnocrático posmoderno, con su olímpicodesinterés por lo político y administrativo-público, se pre-para el campo propicio para la nueva “racionalidad” dela aldea global.

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