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La calidad ambiental en arquitectura 11 CAPÍTULO 1 LA CALIDAD AMBIENTAL EN ARQUITECTURA El objetivo de este primer capítulo es el de mostrar, estabilizar y definir un primer nivel de contenidos que nutra el proceso proyectual de arquitectura. Tratar de elaborar las bases conceptuales necesarias en torno a la problemática ambiental, a través de una perspectiva sociofísica que posibilite desarrollar una arquitectura comprometida con los nuevos paradigmas medioambientales emergentes, al mismo tiempo que con su vinculación a las ciencias sociales y a las teorías del mundo del arte. Por otra parte hay que manifestar que todo ello solo tendrá sentido si se observa y actúa simultáneamente a través de una dialogía arquitectónica, la plataforma desde la cual se podrán reformular estos primeros cimientos teóricos imprescindibles para cualquier tipo de actividad proyectual. Los arquitectos como proyectistas y responsables de la construcción, en las diferentes obras de arquitectura, y la sociedad en general como usuaria debemos ser conscientes de la importancia y trascendencia de nuestras actuaciones urbanístico-constructivas. El impacto en el medio natural y su modificación deben ser evaluados en los primeros estadios de la práctica proyectual arquitectónica. La importancia y la magnitud de la transformación del medio natural debe condicionar cualquier actuación urbanística y ser uno de los factores esenciales en cuanto a su determinación. Sólo actuando de una forma responsable ante los proyectos de arquitectura (implicando y evaluando todos y cada uno de los factores y actores relacionados), estaremos dando una respuesta arquitectónicamente válida y adecuada a aquella solicitud. Es decir, el proyecto se convierte, en manos del arquitecto, en una herramienta muy potente (y en algunos casos hasta peligrosa) al servicio de un doble cliente socio-físico, capaz de transformar diferentes escalas de entornos o contextos. Cualquier decisión construida o programada (planes urbanísticos, proyecto, normativa urbana) es responsabilidad del arquitecto (proyectista) que debe ser consciente de los cambios físicos y sociales que comportará y que a su vez repercutirá en otros ecosistemas (animales, vegetales, hídricos, atmosféricos, etc. ) de difícil evaluación y programación temporal. De manera que en primera instancia la difícil tarea de proyectar la arquitectura no es solamente estar dotado de conocimientos estéticos (artísticos) y científicos (constructivos), sino que es mucho más amplia: hay que estar capacitado y educado moralmente frente a las delicadas y complejas decisiones implicadas en el proyecto de arquitectura, capaces de transformar, modificar y en ocasiones degradar el planeta. Porque, ¿en qué consiste la labor del arquitecto sino es la de construir? (que no la de destruir). Como decía Heidegger, al habitar sólo podemos llegar desde el construir, que no es más que instalar lugares en un instituir y ensamblar de espacios. Para construir sabemos que es necesario diseñar nuevos límites espaciales que conformen espacios menos hostiles para el hábitat humano. Para ello nos ayudaremos de la técnica y la ciencia como soporte a sus solicitudes constructivas, y de las teorías estéticas y las vanguardias artísticas para dotar a la obra de contenido poético, necesario también para el habitar humano. © Los autores, 2004; © Edicions UPC, 2004

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La calidad ambiental en arquitectura 11

CAPÍTULO 1

LA CALIDAD AMBIENTAL EN ARQUITECTURA

El objetivo de este primer capítulo es el de mostrar, estabilizar y definir un primer nivel de contenidos que nutra el proceso proyectual de arquitectura. Tratar de elaborar las bases conceptuales necesarias en torno a la problemática ambiental, a través de una perspectiva sociofísica que posibilite desarrollar una arquitectura comprometida con los nuevos paradigmas medioambientales emergentes, al mismo tiempo que con su vinculación a las ciencias sociales y a las teorías del mundo del arte. Por otra parte hay que manifestar que todo ello solo tendrá sentido si se observa y actúa simultáneamente a través de una dialogía arquitectónica, la plataforma desde la cual se podrán reformular estos primeros cimientos teóricos imprescindibles para cualquier tipo de actividad proyectual.

Los arquitectos como proyectistas y responsables de la construcción, en las diferentes obras de arquitectura, y la sociedad en general como usuaria debemos ser conscientes de la importancia y trascendencia de nuestras actuaciones urbanístico-constructivas. El impacto en el medio natural y su modificación deben ser evaluados en los primeros estadios de la práctica proyectual arquitectónica. La importancia y la magnitud de la transformación del medio natural debe condicionar cualquier actuación urbanística y ser uno de los factores esenciales en cuanto a su determinación. Sólo actuando de una forma responsable ante los proyectos de arquitectura (implicando y evaluando todos y cada uno de los factores y actores relacionados), estaremos dando una respuesta arquitectónicamente válida y adecuada a aquella solicitud.

Es decir, el proyecto se convierte, en manos del arquitecto, en una herramienta muy potente (y en algunos casos hasta peligrosa) al servicio de un doble cliente socio-físico, capaz de transformar diferentes escalas de entornos o contextos. Cualquier decisión construida o programada (planes urbanísticos, proyecto, normativa urbana) es responsabilidad del arquitecto (proyectista) que debe ser consciente de los cambios físicos y sociales que comportará y que a su vez repercutirá en otros ecosistemas (animales, vegetales, hídricos, atmosféricos, etc. ) de difícil evaluación y programación temporal. De manera que en primera instancia la difícil tarea de proyectar la arquitectura no es solamente estar dotado de conocimientos estéticos (artísticos) y científicos (constructivos), sino que es mucho más amplia: hay que estar capacitado y educado moralmente frente a las delicadas y complejas decisiones implicadas en el proyecto de arquitectura, capaces de transformar, modificar y en ocasiones degradar el planeta. Porque, ¿en qué consiste la labor del arquitecto sino es la de construir? (que no la de destruir).

Como decía Heidegger, al habitar sólo podemos llegar desde el construir, que no es más que instalar lugares en un instituir y ensamblar de espacios. Para construir sabemos que es necesario diseñar nuevos límites espaciales que conformen espacios menos hostiles para el hábitat humano. Para ello nos ayudaremos de la técnica y la ciencia como soporte a sus solicitudes constructivas, y de las teorías estéticas y las vanguardias artísticas para dotar a la obra de contenido poético, necesario también para el habitar humano.

© Los autores, 2004; © Edicions UPC, 2004

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Esta envolvente, pensada en sí misma, puede estar aparentemente completa y bien diseñada con los requisitos anteriores, aunque en un verdadero análisis profundo, y como hemos venido diciendo más arriba, faltarían unos prerrequisitos esenciales: su evaluación del impacto ambiental y social.

La valoración del entorno se debe efectuar desde el yo (mi obra) hacia el otro (el contexto) y viceversa, es decir desde el otro (el contexto) hacia el yo (mi obra). Recordemos aquí que la configuración del yo sólo tendrá sentido si existe otro, será precisamente el otro el que dotará de sentido y significado al yo. Por tanto, el otro, el medio ambiente (contexto físico y social, entorno, etc.), y el otro, el habitante (el ser humano que utilizará la obra construida), serán los que activarán el motivo de la existencia de mi obra y la previa creación de la misma por el arquitecto.

Pongamos un ejemplo para que se entienda mejor. Si construyéramos en un medio con ausencia de atmósfera, y por tanto sin vientos ni lluvias, no tendríamos la necesidad física de protegernos de esos factores climáticos, y si además no hubiese necesidad de aumentar o disminuir la temperatura de nuestro hábitat no necesitaríamos aislarnos del exterior. Excluyendo en el extremo la posibilidad de ser contemplados por otros seres (y esto fuese objeto de molestia), podríamos pensar en un espacio habitable sin límites físicos (sin paredes ni techos) donde nuestros enseres estarían ubicados siguiendo un orden espacial adaptado a cada una de nuestras funciones biológicas y psíquicas. Entonces es fácil deducir cómo la propia construcción se justifica y responde en gran medida a circunstancias ambientales. Cometido del arquitecto en primer lugar y del habitante en segundo, será hacer que esos “artefactos” artificiales construidos (edificios) sean lo más adaptados al ser humano y naturales posibles, tanto para el usuario hombre como para el depositario contexto (ciudad, campo, etc.).

Aunque parezca ciencia ficción lo mencionado más arriba, también es cierto que hoy hay ya algunos arquitectos vanguardistas (la mayoría conocidos internacionalmente) que están trabajando con varios de los conceptos descritos. Es decir, la necesidad o no de límites físicos entre el hábitat y la ciudad, la desmaterialización o transparencia de la arquitectura, etc. Nosotros, por el contrario, creemos firmemente que hay que seguir defendiendo una actitud atenta y respetuosa hacia el contexto y proponer el diseño de una arquitectura desde y para la sociedad con el medio ambiente como interlocutor.

El objetivo, pues, de nuestra responsabilidad como arquitectos es proporcionar calidad ambiental desde la arquitectura:

- Calidad en el interior de la nueva delimitación espacial hábitat, que permita la confortabilidad física y psíquica del usuario.

- Calidad en la nueva configuración del entorno próximo modificado, que facilite una nueva lectura de la arquitectura implantada.

- Calidad en la definición del nuevo contexto social, aumentado y por consiguiente transformado.

- Calidad en la minimización del impacto que se efectúa en los ecosistemas naturales alterados.

- Calidad en el equilibrio entre los sistemas de nueva creación y los existentes.

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1.1. La calidad arquitectónica, un fenómeno multidimensional

Las calidades enunciadas en el apartado anterior no son más que el compromiso responsable en forma de obra de arquitectura que los arquitectos tenemos para con la sociedad y el medio natural. Estos compromisos pasan por profundos estudios: geográficos, culturales, meteorológicos, históricos, sociales, económicos, constructivos (científicos), artísticos, etc., que el proyectista-arquitecto debe tener en cuenta en los primeros momentos de plantear la solución al problema de resolver una nueva arquitectura.

El trabajo interdisciplinario, que es una realidad en otras muchas materias, debe ser también en el campo del proyecto de arquitectura una práctica habitual. La psicología del espacio, las ciencias del medioambiente, la antropología del espacio, la geografía humana o física, la historia y las ingenierías aplicadas a la construcción e infraestructuras, son algunas de las disciplinas también implicadas de una forma u otra en los procesos de diseño. El arquitecto como responsable tendrá que ser precisamente el que las evalúe y utilice (en colaboración), en el momento y proporción precisos, de forma que el resultado sea un todo armónico que conforme la obra de arquitectura o urbanismo.

La interdisciplinariedad dirigida y coordinada por el arquitecto en los procesos de diseño y construcción de la obra deberá ser un garante para que el resultado final minimice su impacto negativo en el medio y, por el contrario, contribuya a aumentar sus valores positivos en esa nueva huella cultural que supone el ser agregada a un contexto preexistente.

Desde la universidad debemos profundizar, si cabe aún más, en estos procesos multidisciplinares para mostrar su capacidad enriquecedora al proyecto desde sus primeros momentos de elaboración. La complejidad de los elementos de estudio y la trascendencia en la toma de decisiones recomendará una dedicación muy prolongada y una cautela extrema con la presentación de las conclusiones. Es necesario tomar entonces conciencia de la importancia de los proyectos de arquitectura, que tanto por su elevado coste económico como de impacto ambiental (social y físico) merecen unos estudios muchísimo más detallados y dotados de medios de los que esta modesta introducción a tan compleja problemática puede aspirar.

A nivel internacional ya tenemos constancia de que se ha tomado conciencia de la importancia de la arquitectura en la sociedad y el medioambiente, diversas comisiones de la Unión Europea han sido sensibles a esta cuestión y algunos de los conceptos básicos aque tiene en cuenta este ensayo sobre la calidad ambiental de la arquitectura fueron ya enunciados el 12 de febrero del 2001 en la resolución del Consejo de la Unión Europea sobre la calidad arquitectónica en el entorno urbano y rural.

En un intento de aproximación a esta importante tarea didáctica, sería oportuno volver a destacar algunas de las significativas sentencias de dicha resolución, en la que se afirma que:

“la arquitectura es un elemento fundamental de la historia, de la cultura y del entorno de nuestros países, constituye una de las formas de expresión artística fundamentales en la vida cotidiana de los ciudadanos y representa el patrimonio del mañana;

la calidad arquitectónica es un elemento constitutivo del entorno, tanto urbano como rural;

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en las políticas regionales y de cohesión comunitarias deben tomarse en cuenta la dimensión cultural y la calidad del tratamiento físico de los espacios;

la arquitectura supone una presentación intelectual, cultural y artística profesional. El servicio arquitectónico es, por consiguiente, un servicio, tanto cultural como económico.”

La resolución alienta a los estados miembros a que:

“intensifiquen sus esfuerzos en pro de un mejor conocimiento de la arquitectura y del diseño urbanístico y de su fomento, así como a favor de una mayor sensibilización y formación de los promotores y de los ciudadanos respecto de la cultura arquitectónica urbana y paisajística;

tengan en cuenta, en las decisiones y acciones que lo requieran, el carácter específico del servicio arquitectónico.”

No quisiéramos concluir esta referencia sin mencionar también el recuerdo explícito que el Consejo hace de la Directiva Europea 85/384/CEE:

“la creación arquitectónica, la calidad de las construcciones, su inserción armoniosa en el entorno, el respeto de los paisajes naturales y urbanos, así como del patrimonio colectivo y privado, revisten un interés público”.

Queda claro, pues, el énfasis en considerar a la arquitectura como conformadora cultural de espacios; cometido el cual debe ser considerado como de interés público. La sociedad, que tiene que ser consciente de esta importancia, es corresponsable también en su solicitud de calidad arquitectónica para una configuración medioambiental coherente.

Las universidades y en especial sus profesores estarán a su vez comprometidos en la misión de proporcionar las vías de aprendizaje necesarias para que esto sea posible. Siendo, de no hacerlo así, corresponsables indirectos de algunos de los desastres urbanos que venimos sufriendo. Aunque bien es cierto (en descarga del cuerpo docente) que en la mayoría de los procesos urbano-especulativos hay fuerzas políticas y económicas muy potentes que inclinan la balanza hacia determinadas soluciones no precisamente arquitectónicas ni equilibradas con el medio, en las que nada o poco puede hacer el arquitecto, y mucho menos el profesor educador de aquel arquitecto.

La misión, pues, del profesor de proyectos arquitectónicos será enfatizar los aspectos preexistentes ambientales y culturales antes y/o durante el desarrollo del proyecto. Insistir en su importancia y dotar al alumno de una capacidad crítica adecuada que priorice aspectos de calidad ambiental desde una doble vertiente socio-física, para posibilitar un buen proyecto de arquitectura que devenga en una adecuada obra en el futuro.

La piedra angular en este proceso será el tener conciencia, el darse cuenta, de que la profesión de arquitecto es primordialmente un servicio público y no únicamente un acto artístico. Es decir, nos tenemos que dar cuenta de la enorme importancia que para la colectividad (sociedad) implica cualquiera de nuestras decisiones individuales. En este aspecto hay que concienciar al alumno, estudiante de arquitectura, y a los profesionales mismos, para que evalúen desde todos los parámetros a su alcance cualquier decisión de proyecto antes de ser ejecutada. La incidencia de lo individual frente a lo colectivo en pocos casos es tan importante.

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Aunque pocos, hay que reconocer que sí ha habido en la historia arquitectos comprometidos a tal efecto. Arquitectos que han defendido un uso social de la arquitectura y un papel de inalterable servicio público del arquitecto. La “humanización de la arquitectura” sería, en homenaje al arquitecto finlandés Alvar Aalto, una vez más la sentencia que mejor englobaría este pensamiento.

1.2. El medio ambiente sociofísico

En la importante cuestión de la calidad ambiental en arquitectura debemos definir en primer término lo que podemos entender conceptualmente por ambiente, medio ambiente o ambiental:

Ambiente haría referencia al entorno que nos rodea. Entorno en el que encontramos factores de tipo espacial, climático y social, condicionantes que envuelven al individuo y que por consiguiente afectan a su capacidad de comprensión (influencia mental), su confortabilidad (influencia fisiológica), su estabilidad psicológica y su capacidad de relación social con otros individuos. De lo que fácilmente se deduce que una mala o buena calidad en ese ambiente (en el diseño y la construcción del ambiente) puede producir grandes beneficios o graves trastornos en el propio individuo. Pero vayamos por partes:

Como describen en un estupendo trabajo Serra y Coch, “el proceso de la percepción es muy importante en la relación del hombre con el entorno. En esta percepción intervendrán tres niveles: el nivel físico, el nivel fisiológico y el nivel psicológico, que se corresponderán respectivamente con el estímulo-sensación, el transporte de la misma y finalmente la interpretación”. El conocimiento de este complejo proceso perceptivo es fundamental para el propio diseño arquitectónico ya que es precisamente a través de éste por el que nosotros podemos entender el mundo que nos rodea. Hay en este sentido abundantes estudios que analizan los diferentes fenómenos que intervienen en la emisión de estímulos y como éstos son interpretados por el ser humano.

Los fenómenos térmicos, lumínicos y acústicos son, a buen seguro, los más y mejor analizados, se conoce a través de la física clásica su funcionamiento y por ello son más fácilmente controlables. En este punto es importante señalar que la forma como se controlan puede ser un arma de doble filo, es decir que no podemos darnos por satisfechos controlando un determinado fenómeno que provoca disconfort, sino que será fundamental diseñar desde la arquitectura esos controles. Y decimos diseñar porque la propia geometría del volumen edificado, su orientación y la elección de los materiales y procesos constructivos que se emplearán, son determinantes en un buen o mal control de aquellos fenómenos. En este punto hay que desmitificar los procesos hipertecnológicos que proponen la utilización solamente de medios hig-tech para controlar esos fenómenos. Hay que decir que el empleo de alta tecnología como único recurso va en contra de las leyes de un adecuado diseño que pretende enfocar la problemática desde una perspectiva humanístico-ambiental, con el agravante añadido del encarecimiento desproporcionado de la obra y una más que dudosa sostenibilidad, ecológicamente hablando, de la utilización de esos medios (ejemplos: las células fotoeléctricas para controlar membranas de control lumínico, el uso abusivo de sistemas de calefacción-refrigeración que consuman energías no naturales, etc.).

Mucho más difíciles de estudiar y demostrar su influencia y efectos sobre el individuo son los fenómenos de índole cultural y/o social derivados de una u otra respuesta arquitectónica. Es decir, que ahora, en un proceso inverso, deberíamos saber en primer lugar cómo estos

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factores pueden ser modificados por una determinada obra arquitectónica y analizar cómo revierten en una influencia positiva o negativa sobre el individuo. Aquí entraríamos en un terreno mucho más complejo, que ha sido objeto de varios estudios por parte del profesor Josep Muntañola y que recientemente ha sido definido por el prestigioso filósofo Paul Ricœur; nos referimos a los procesos de prefiguración, configuración y refiguración en la arquitectura (entendida ampliamente como diseño y construcción).

La prefiguración, que se gestiona en la mente del arquitecto, recurre a la memoria como archivo de recursos proyectuales, una memoria enriquecida por una adecuada comprensión de la realidad cultural y social. La configuración, por su parte, intervendrá en la generación del proyecto y la obra en cuestión, con la mediación de la técnica y la ciencia teórica. Finalmente, con la refiguración se establecerá una nueva lectura de la obra y se evaluará su impacto contextual, retroactivando una nueva configuración, de manera que cerraremos el ciclo de arquitecto-obra-contexto.

De este complejo proceso anterior en el que intervienen múltiples actores podemos deducir que para que, el proceso tenga sentido y la obra realizada esté dotada de significado cultural, social y estético (poético), debe estar generada simultáneamente por una prefiguración y una refiguración; es decir, los mecanismos de memoria y de evaluación de impacto ambiental, social y cultural deben ser activados a loa vez y en primera instancia en la configuración del propio proyecto arquitectónico. Sólo de esta manera el resultado tendrá garantías de contener los atributos necesarios que garantizarán que una obra sea sostenible cultural y naturalmente hablando.

Si durante siglos toda la teoría de la estética y la poética se ha encargado de dotar al arquitecto de los contenidos necesarios para que la arquitectura sea considerada una obra de arte, todavía queda camino por recorrer en la importante labor de la interdisciplinariedad en la evaluación medioambiental como garante de la aportación del fondo de datos necesario para complementar el proceso de diseño. Las ciencias sociales tienen mucho que decir en este terreno y la conexión con la arquitectura pasa a ser una necesidad que debe ser valorada y dirigida por el arquitecto proyectista de manera única y específica en cada situación.

Atención especial debemos dedicar a las escalas de evaluación; nos estamos refiriendo a la escala local y a la escala global (las subescalas intermedias posibles las obviamos para evitar complejidad). El término local debe implicar una consideración cercana a los factores intervinientes: local en referencia a una cultura específica que tiene reflejo en la obra y el pensamiento arquitectónico que hay detrás, local en cuanto a una influencia próxima y directa hacia personas y lugares.

En correspondiente oposición a lo local nos encontraríamos con lo global; una dimensión del pensamiento universal que actúa bajo nuevos parámetros conceptuales que deberían tratar de enfrentar pacíficamente, y para un enriquecimiento mutuo, a todas las realidades locales. Una dimensión aglutinadora de culturas que obtenga resultados positivos de esta adición y que valore y respete cada especificidad. De ser así la arquitectura también se vería enriquecida por aspectos relacionados con la sostenibilidad del planeta y de este modo cada impacto parcial o local repercutiría sobre la totalidad del globo terrestre entendido éste como un único organismo vivo.

Si hasta ahora hemos analizado de manera conceptual qué factores físicos del planeta intervienen en la configuración arquitectónica, deberíamos ahora profundizar en algunos conceptos relacionados directamente con el hombre y su postura mental en el propio papel hegemónico que desempeña en la Tierra.

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Como casi siempre sucede en estas cuestiones, cada disciplina estudia y progresa por su cuenta sin contar a veces con los avances de las otras. La arquitectura siempre se ha vinculado más hacia cuestiones artísticas (y disciplinas asociadas) y técnico constructivas, pero parece que desde mediados del siglo XX, gracias a algunos arquitectos y teóricos de la arquitectura, se han intentado establecer relaciones entre las ciencias sociales y naturales y el proyecto arquitectónico. En este cometido nos deberemos sumergir en este nuevo milenio en pos de una arquitectura sostenible.

Deberíamos ir por partes en esta importante cuestión, y definir en sus diferentes vertientes qué se ha querido decir con “humanización de la arquitectura”. La sentencia trata de posicionar al arquitecto frente a una tendencia (desde los procesos racionalistas y funcionalistas de finales del primer tercio del siglo XX) arquitectónica que maneja conceptos, caracteres y componentes ajenos en muchos casos a las necesidades y las configuraciones de origen orgánico, natural o antropológico. El enunciado predispone a todos a tomar conciencia ante una realidad deshumanizada, una realidad desprovista de aquellos atributos humanamente necesarios que garanticen un desarrollo social y medioambiental sostenible. Alguna parte de esta responsabilidad recae en el carácter que debe tener la construcción de obras arquitectónicas.

El aludido Aalto, uno de los principales arquitectos del llamado movimiento moderno del pasado siglo XX, supo responder a esta problemática y responsabilidad. Además, fue también él quien valoró en su grado máximo a la naturaleza como generadora de la creatividad más sublime, siendo un temprano ecologista, que tanto a través de su palabra y escritos como de sus obras supo dejar bien claras estas ideas y enunciar y demostrar los equívocos de aquellos que han pensado en la arquitectura únicamente como una estandarización más o menos tecnificada de la obligada funcionalidad exigible a cualquier obra de arquitectura. El exquisito respeto por el medio natural y las atentas cuestiones que atienden a la dimensión humana componen los condicionantes principales en la configuración de una rica arquitectura dotada además, y precisamente por ello, de una altísima capacidad poética y formal, paradigma del movimiento moderno, y una nueva manera de entender esta arquitectura de relaciones que puede mirar optimista al siglo XXI.

Debiéramos analizar ahora una de las cuestiones principales en esta sentencia: la humanización y algunas posturas novedosas como la transhumanización.

El filosofo e investigador Jos de Mul ha realizado desde Rotterdam numerosos estudios sobre el transhumanismo y sus consecuencias. Los transhumanistas, como el propio de Mul define, creen que pueden perfeccionarse social, física y mentalmente mediante el uso de la razón, la ciencia y la tecnología, además del respeto por los derechos del individuo y la confianza en el poder del ingenio humano. Los tanshumanistas comparten con los humanistas la creencia en que la humanidad es parte de la naturaleza y, al igual que todas las criaturas vivas, está sujeta a las fuerzas naturales. Pero mientras los humanistas se manifiestan partidarios de un control sobre las tecnologías, biotecnologías e ingenierías genéticas, los transhumanistas las apoyan.

Una postura similar podría estar aconteciendo en la arquitectura. Una gran parte de la crítica mundial, respaldada por muchas de las grandes estrellas actuales, se encuentra inmersa en una transarquitectura, donde la sociedad de la información definida por Castells marca de forma decisiva los nuevos rumbos de la práctica arquitectónica de este inicio de tercer milenio. Conceptos como los de arquitectura líquida, arquitectura borrosa, mutación, prótesisy todo tipo de términos provenientes de disciplinas científicas son usados para embaucar a la opinión pública, que acaba siendo presa de una red de términos ininteligibles e inaplicables a conceptos tan claros como el construir, habitar o pensar el espacio humano.

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Esta confusión, esbozada brevísimamente, provoca también una desatención por los verdaderos mecanismos de interrelación social y medioambiental, que son compensados con una nueva definición en estos campos: aparece el hombre biónico, mutante o clónico, en una naturaleza nueva, una naturaleza digital enmarcada en un espacio virtual donde ya no es necesaria la presencia física. La condición humana se reduce a mapas web de actividades cuyo principal protagonista es el PC, con más megas y mejor resolución de tarjeta gráfica o la optimización de servidores y líneas ADSL de alto rendimiento. Internet toma el mando, pero en lugar de servir de complemento y propulsión de paradigmas clásicos de conocimiento se extiende como un virus contaminando, haciendo mutar (transformar), todos aquellos campos del conocimiento que puede invadir. También sucede así en la epistemología arquitectónica, que progresivamente va siendo desprovista de sus invariantes más sólidas (como el papel del ser humano y el medio ambiente en la configuración arquitectónica) para convertirse progresivamente en moneda de cambio al mejor postor, atendiendo al capital y a unos intereses políticamente globalizantes, incompatibles por definición con una visión humanista de la misma.

Como decía Pos, el humanismo no es otra cosa que la confianza depositada en los poderes intelectuales (las personas) necesarios para llevar la vida a su nivel más alto, inspirados por la asociación con las personas del presente y del futuro.

Hay que insistir aquí también en la importancia de la relación presente-futuro como la clave que debe articular la conciencia necesaria para tomar las decisiones adecuadas en materia urbanística y arquitectónica, sin pensar en un rendimiento electoralista inmediato y sí en un legado culturalmente rico, que sea valorado por las generaciones venideras.

La sostenibilidad propone el compromiso inter o transgeneracional, probablemente desde una visión de gerencia ambiental; es decir controlar y hacer eficientes los procesos de desarrollo para mantener los modelos actuales. Mejor tecnología, mejor administración, mayor producción para heredar las mismas posibilidades. Pero cada vez más se regresa al problema básico: el entorno es una construcción sociocultural, nuestras actitudes, nuestra concepción del entorno, están íntimamente ligadas a nuestras creencias, nuestras costumbres; en otras palabras, a nuestra conciencia individual y colectiva de la realidad.

Para terminar esta breve exposición de ideas básicas para el desarrollo de una postura proyectual medioambiental coherente, debemos enfatizar la importancia de adquirir una visión holística e integral del proceso de diseño: dispuestos al diálogo, donde el entorno físico y el contexto cultural se relacionen simultáneamente en la arquitectura y se haga factible estar en una mejor posición para hablar de una sostenibilidad real.

1.3. El ambiente cultural

Tener una conciencia clara y los conocimientos precisos sobre el ambiente cultural es una de las primeras labores que debe abordar el arquitecto, pero vayamos primero a definir lo que entendemos por ambiente cultural: entendemos la atribución de toda una serie de valores contenidos en los procesos de índole cultural y que son directamente asimilables por el medio ambiente. Es decir, aceptar que nuestro medio ambiente puede y debe ser visto e interpretado desde el prisma culturalista que reactive sus significados a diferentes escalas sociales.

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Será fundamental, en esta visión global de la problemática, el abordaje de la cuestión desde una perspectiva hermenéutica que permita profundizar en la revisión e interpretación de textos históricos sobre el tema, para descubrir las capacidades que hoy tiene el medio ambiente como dinamizador de una nueva sociedad que está generando a su vez, y en parte gracias e esta componente ambientalista, una nueva cultura de las relaciones entre los humanos y sobre todo entre los humanos y su medio natural.

El medio natural forma parte indisociable de las culturas locales de cada comunidad y, dentro de una visión global, es garante físico y mental de la vida humana en la Tierra. Precisamente por esta razón la aproximación a este medio natural debe contar con el apoyo y la perspectiva adecuadas para posibilitar dotar de medios necesarios a los investigadores en su importante proceso de investigación hermenéutica.

Mediante la investigación hermenéutica debemos descifrar las relaciones y las componentes culturales propias de cada medio. Componentes que se deben convertir en las herramientas necesarias que permitan el buen desarrollo del proyecto de arquitectura. De no ser así, se está despreciando un enorme potencial redescriptivo e interpretativo que no lleva si no un empobrecimiento del proyecto, banalizando en muchos caso el resultado final.

El medio ambiente nunca podemos limitarnos a considerarlo sólo marco físico y natural; es sobre todo el contexto cultural el que da significado y trascendencia a cualquier arquitectura. A partir de asimilar y conocer lo propio es posible intentar construir nuevas formas culturales.

Uno de los ejemplos paradigmáticos en esta apropiación y reinterpretación cultural hermenéutica canalizada o sintetizada a través de la obra de la arquitectura sería el arquitecto catalán Enric Miralles.

Mediante sus obras Miralles ha sabido transmitir al espectador o usuario aquellos componentes culturales presentes en el contexto (en un amplio sentido de la palabra) en el que se inscribe la obra. El proceso de creación e invención ha utilizado de una forma extraordinaria la doble

Fotos 1, 2 Vistas del parque Diagonal Mar en Barcelona (2002)

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memoria: la memoria redescriptiva de aquellos componentes históricos presentes en la cultura del sitio, y la memoria imaginativa que se nutre de una capacidad creativa innata del individuo (educada también con el enorme conocimiento del arquitecto).

En el parque Diagonal Mar de Barcelona, Miralles activa unos mecanismos de reconfiguración del propio lugar para hacer brotar una nueva capacidad redescriptiva del mismo, que catalizados en la artisticidad propia del arquitecto consiguen plasmarse en una obra pluridimensional con referencias culturales al entorno físico y social. En la obra conviven, por ejemplo, el trencadiscatalán de principios del XX y la tecnología en acero del tercer milenio, que lo sostiene. El símbolo se activa a partir del objeto.

1.4. El deterioro del ambiente natural

La sociedad contemporánea ha incrementado su bienestar y calidad de vida en general, entre otras cosas gracias a los avances en el conocimiento científico y su aplicación a la tecnología cada vez más innovadora. Sin embargo, esta gran especialización y acumulación de logros aparentemente extraordinarios para la humanidad vistos aisladamente, como la producción de energía muy barata al alcance de más población, vehículos para transportar más y mejor a personas y mercancías, edificios a gran escala capaces de albergar una multitud de funciones, etc., resultan menos convincentes cuando se ponen en contexto.

El grave deterioro que sufre el entorno natural y que se ha hecho especialmente evidente en las últimas décadas del siglo XX (agujero en la capa de ozono, calentamiento global, contaminación atmosférica, etc.) nos ha obligado a reflexionar con mayor cuidado sobre el efecto real de nuestras acciones. Es indispensable visualizar todas las actividades que desarrolla el ser humano desde un punto de vista general (global) y específico (local) simultáneamente, y aún más importante entender las relaciones y la interdependencia que existen entre hombre y naturaleza.

El entorno construido, que los arquitectos y urbanistas contribuimos de manera importante a diseñar, planear, edificar y mantener, ya no puede dejar de vincularse al impacto que genera sobre el medio, sea natural o cultural. En años recientes se han generado una serie de herramientas y normativas para evaluar el impacto ambiental que producen los edificios, en algunos casos antes de ser construidos, en otros a partir de la experiencia que su uso y presencia genera. Se pueden mencionar entre otros:

- Evaluación de impacto ambiental: enfocada a evaluar los efectos que un determinado proyecto puede generar sobre el entorno donde se propone, para valorar la conveniencia o no de su construcción o de las medidas preventivas que puede adoptar.

Foto 3 Vista del parque Diagonal Mar en Barcelona (2002)

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- Análisis integral del ciclo de vida de los edificios: metodología de diseño que pretende evaluar todo el proceso de desarrollo para cualquier edificio, desde su prefiguración, hasta cómo se desmantelará y qué pasará con los materiales, sin olvidar su construcción y uso.

- Evaluación postocupacional de edificios: enfocada sobre todo a la opinión de los usuarios sobre el funcionamiento, aspecto, habitabilidad del espacio. Se está incorporando cada vez más al seguimiento de los efectos sobre el ambiente natural.

En Europa se han generado recientemente varios métodos que ayudan en la evaluación y establecimiento de procesos de diseño medioambientales, entre otros:

- Building Research Establishment Environmental Assessment Method (BREEAM) (Inglaterra): http://www.ecde.co.uk/breeam/breeam_index.html.

- Building Environmental Assessment Tool (BEAT 2000) (Escandinavia). - Procedimiento para la Alta Calidad Medioambiental - ACM (Francia):

http://www.ademe.fr.

El método de alta calidad medioambiental, propuesto por varias entidades francesas (asociaciones profesionales, ministerios oficiales, instituciones políticas), es un interesantísimo ejemplo de la importancia que tiene el abordar el medio ambiente desde la arquitectura y la construcción con una vocación holista, que trate de abarcar la compleja red de interrelaciones que implica. El ACM fue adoptado a partir de 1996 y su aplicación en el proceso de diseño puede reducir sensiblemente el consumo de energía y las emisiones de CO2, al ser aplicable tanto en obra nueva como en rehabilitación. Establece tres objetivos generales:

- Crear un entorno sano y confortable en el interior para los usuarios. - Controlar el impacto físico sobre el contexto exterior del edificio. - Conservar los recursos naturales, optimizando su uso.

Es fundamental recalcar que una arquitectura de excelente calidad ambiental no se logra automáticamente mediante la aplicación de recetas, o de cumplir con un listado de buenas intenciones, nada más alejado de la realidad. La arquitectura es un complejo juego entre arte y ciencia, entre lo físico y tangible, que se puede medir o controlar, y lo intangible, donde sensaciones, costumbres, ritos, percepciones del usuario... son variables o relativas, sin olvidar la propia cultura, preparación y sensibilidad del diseñador. Con esto siempre en mente es posible revisar la siguiente tabla perteneciente al ACM, que resume de manera muy precisa los objetivos y exigencias mínimas que el arquitecto debe intentar analizar para posteriormente sintetizar en un proyecto medioambientalmente sensible:

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Tabla 1 Listado de los objetivos del procedimiento de Alta Calidad Ambiental (ACM) Fuente: Dominique Gauzin-Muller, Arquitectura ecológica. 29 ejemplos europeos

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1.5. La dimensión humana del ambiente

La dimensión humana del ambiente hace referencia a todos aquellos condicionantes del proyecto que tienen como protagonista al usuario (hombre). Condicionantes que no deben ser entendidos como elementos restrictivos o coercitivos, sino todo lo contrario, atributos positivos que elevarán el valor de la obra de arquitectura y que harán posible su justificación ante la sociedad depositaria de la misma.

Esta atención hacia las características antropológicas del espacio habitable y de la configuración simbólica del mismo, comprende simultaneamente aspectos de confortabilidad física (orgánico-individual) y de confortabilidad psicológica (mental-social). La escala humana como configuradora del proyecto arquitectónico integra una serie de variables técnica, materiales, formales, estética y conceptuales como medios para obtener ese ambiente apropiado a las necesidades humanas y a la vez respetuoso del entorno natural.

En la confortabilidad psíquica intervienen factores menos fáciles de controlar y evaluar, y se juega con una característica que la hace todavía más variable: la especificidad de cada individuo, a pesar de lo cual podemos aventurarnos a citar algunos como: proporciones físicas (alto, ancho, largo) de los espacios, relación uso-proporción espacial, los colores y el espacio en función del uso de los mismos, la relación exterior-interior (ventanas, puertas, porches, etc.) proporciones e impacto emocional, tipos de materiales a emplear según usos de las estancias, etc.

La confortabilidad física, a su vez, se subdivide en: acústica, térmica, lumínica y especialmente la supresión de barreras arquitectónicas para discapacitados. En su mayoría son factores con una larguísima tradición experimental y cuyos resultados permiten, hoy en día, responder con soluciones óptimas a cada problemática concreta.

La supresión de barreras arquitectónicas es un tema más reciente y aunque hay ya una directiva estatal y autonómica a tal efecto, es todavía un campo que debe desarrollarse más profundamente ya que se da en él un doble factor de incidencia, por un lado la aplicación de la normativa en el diseño de la nueva edificación, y por otra parte la reconversión o adaptación de edificios antiguos a las nuevas directivas. Precisamente este es un tema que ejemplifica de forma muy clara la relación causa-efecto en la práctica profesional; es decir, si construimos obras de arquitectura con barreras infranqueables para los discapacitados, éstos no podrán usar dicha arquitectura, luego la justificación social de la misma queda deslegitimada, lo que influye de manera retroactiva en el propio diseño de la obra, que por consiguiente está mal resuelta. Así, sólo será justificable aquel objeto diseñado (proyectado por el arquitecto) que cumpla con su función de bien útil y necesario para la sociedad; de no ser así no tiene ninguna justificación de ser.

Las barreras arquitectónicas pueden definirse como todas aquellas trabas, impedimentos u obstáculos físicos que limitan la libertad de movimiento en especial de los minusválidos, pero bien visto afecta a un grupo mayor de población que incluye a los niños, los ancianos o los padres con hijos pequeños.

Las barreras arquitectónicas no sólo deben eliminarse para evitar incomodidad o imposibilidad física de acceso, circulación y uso de un espacio determinado; se debe intentar comprender en primera instancia el impacto psicológico que tienen para las personas que, por su edad o su minusvalía, se ven impedidas de hacer un uso cotidiano y normal de los edificios y calles de su entorno.

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La normatividad establecida para garantizar la accesibilidad mediante la supresión de barreras arquitectónicas se remonta a la década de los 70, cuando esta problemática comenzó a tomarse en cuenta de manera más sistemática. Sin embargo, las normas generalmente establecen sólo los mínimos que se deben cumplir, cuando en realidad la dimensión humana, la percepción y confortabilidad psicológica de un ambiente son difíciles de establecer. De allí la importancia de que el arquitecto haga un esfuerzo adicional por colocarse en la piel del otro, de intentar sensibilizarse no sólo con regulaciones mínimas, sino con experiencias reales para producir el mejor ambiente posible. Se pueden mencionar cuatro áreas básicas en las que habría que pensar:

- Supresión de barreras urbanísticas. - Supresión de barreras en la vivienda. - Supresión de barreras en los edificios públicos. - Supresión de barreras al transporte.

Probablemente valdría la pena que los diseñadores intentáramos circular por la ciudad y los edificios públicos por ejemplo en silla de ruedas durante un par de días, como parte de una mejor educación medioambiental, tan necesaria hoy día. Colocarse en el lugar del otro, para intentar, mediante el proyecto, anticipar los efectos sobre quien usará cotidianamente el espacio que diseñamos es un ejercicio indispensable para intentar humanizar la arquitectura.

Fotos 4 y 5 El acceso a la vivienda o edificios públicos se resuelve muchas veces sin considerar las condiciones que requieren ciertos usuarios y que afecta a un gran grupo de la población. La vía publica debe poder ser utilizada con comodidad por todos, incluidos los servicios (como ejemplo el teléfono público)

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