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Cante de las minas Notas a pie de festival (La Unión 2004-2007)

Primera edición: Junio 2008

© Francisco Hidalgo Gómez© de esta edición, Ediciones Carena

Ediciones CarenaC/Alpens 808014 BarcelonaTel. 93 431 02 [email protected]

Diseño de la colección: Rafa ÚbedaFotografía: Miguel Ángel TaberneroMaquetación: Rafa ÚbedaImpresión:

Depósito legal:ISBN: 978-84-88944-23-8

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FLAMENCO

Cante de las minas Notas a pie de festival (La Unión 2004-2007)

francisco hidalgo gómez

Índice

Prólogo Francisco J. Paredes 9De la historia 15

El Festival se consolidaLa década de los 90El cartel del FestivalUn nuevo siglo, la conquista del futuro

Diferente 27Parte del paisaje humano 30Rumorología 35Carlos Saura 39¿Llegaremos a Cartagena? 45En medio de la nada 47No todo iba a ser negativo 49La alegría del reencuentro 51Letras para conquistar 53Un homenaje espontáneo 57La Biblioteca 61Luis de Córdoba, rigor y frescura 63

El reencuentroUna espléndida generación 67

Mayte MartínMiguel Poveda

María Juncal, la tradición que no cesa, garantía de futuro 77Un día de festival 79

El almuerzoAlgunas anécdotas y ocurrenciasTrasnoche

Prestigiar el premio 87Con decisión y firmezaUna esperanza cierta

Chano Lobato 93Recuerdos para paliar el silencio 97

RubichiChocolateVivos para siempre en nuestro recuerdoPaquera de JerezJuan ValderramaPencho Cros

Epílogo : Cuando el flamenco es memoria Paco Vargas 105

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Prólogo

Siempre es una satisfacción poder participar en la obra de un amigoal que aprecias, respetas y admiras. Y más aún, cuando estás conven-cido de su capacidad de trabajo, firmeza y conocimiento, valores quete llevan a creer sinceramente en el trabajo que realiza. He de confe-sar que creo fielmente en Paco Hidalgo, su calidad humana, su saberestar, su compañerismo y su sensibilidad para el arte y para la vida mehan hecho reflexionar una y mil veces sobre el privilegio que suponepara mí compartir su amistad.

Es por eso que este prólogo es doblemente motivo de alegría, puessi añadimos los vínculos casi fraternales que me unen al autor de estaobra, no podía ser menos motivo de gozo el poder recrearme en untrabajo dedicado a mi tierra, La Unión y a mi gran pasión, el arte fla-menco, más aún cuando se trata de recrear algo de lo cual he podidoser en su mayor parte testigo de primera mano.

Paco nos guía por sus vivencias y nos muestra ese mundo del festi-val unionense que no aparece en los libros y que permanece tras elpaso de los años en nuestros recuerdos nostálgicos. Su capacidad deobservación y su memoria fotográfica me han llevado a momentosrecientes que prácticamente han pasado desapercibidos para mí, yque hoy los recuerdo con un sabor diferente. Nos hace revivir esosinstantes que a veces pasarían como anecdóticos, pero a su vez sirvende guía para el futuro visitante, dibujando una ciudad acogedora ydando la mejor convicción de ello, la de su propia experiencia, mani-festando que aquí nadie es extraño, pues todos somos parte de unmismo legado: la familia del festival.

Este libro Cante de las Minas. Notas a pie de festival (2004-2007),ilustrado fotográficamente por Miguel Ángel Tabernero, me ha lleva-do a recordar momentos anteriores a los que nos narra el autor y que,

paralelamente al desarrollo de mi vida, forman parte de mi añoranza.Instantes únicos que, aunque vivos en mis recuerdos, casi había olvi-dado en cuanto a sabor y aroma y que aún perduran en mí desde lainfancia, esa Unión cantaora, esa ciudad flamenca y minera. Ajena alas modernidades del festival.

El pasaje que el maestro Hidalgo hace a la intrahistoria me hatransportado a La Unión de mi niñez, con esa agradable fragancia desus gentes, sus bares, tascas y centros de reunión de cante y trovo, esaciudad en la cual se podía percibir ese sentido del festival minerotodo el año. La Unión de mi niñez tenía el sabor de la pirita y elmanganeso envuelto con la rica fragancia de las flores de primavera,se percibía por todas partes ese sonido dolorido que emanaba de laguitarra del maestro Antonio Fernández, anunciando los ecos oscu-ros de nuestro cante… Y es que estamos tan cerca, pero tan lejos…Me lleva a recordar los medios días del anchurón donde constante-mente florecía la Minera de Pencho al calor de una mesa, regado conel siempre agradable sabor de un buen vino tinto, que a mí, por micorta edad, mi padre me lo sustituía por un refresco que sabía a glo-ria. Eleuterio, voz de cobre ‘fundío’ entonaba los ecos de la Tarantaque se desprendía de sus pulmones ‘tosientes’ aquejados de silicosis, ymi padre, el Niño Alfonso, cantaba por Cartageneras con una dulzu-ra exquisita. ¿Quién me puede a mí decir que La Unión de mis re-cuerdos no era flamenca, como he tenido la oportunidad de escucharen alguna ocasión?

La lectura de este libro me ha llevado a recordar esos Festivales demediados y últimos de los 70 cuando en las calurosas mañanas deagosto en la terraza del Bar Minero un niño de siete u ocho años sequedaba embelesado escuchando el cante por Soleá del viejo Cobi-tos… Cien años después de muerto/ y de bichitos comío/ letreros tendrámi cuerpo/ diciendo que te he querío; y al maestro de Montefrío Mano-lo Ávila (paisano del padre del autor de este libro) cuando entonabael eco inconfundible de la/su Murciana.

10 | CANTE DE LAS MINAS. NOTAS A PIE DE FESTIVAL (LA UNIÓN 2004-2007)

Su fuerza arrolladora y su pasión por el flamenco crearon tal im-pacto en mí que su recuerdo intenté honrar en el día de su homenajecon la siguiente letra en su honor, y que hoy forma parte del reperto-rio de su más destacado alumno, Juan Pinilla, Lámpara Minera 2007:Siempre lo llevo en mi recuerdo/ el eco de aquella Murciana/ siempre lollevo en mi recuerdo/ la que el Ávila cantaba/ en este pueblo minero/ de-cía, Araceli a ti te llamaban/ te llamaban en el barrio…Araceli.

El festival nunca hubiera sido el mismo sin las aportaciones decuantos entendidos o aficionados acudían a él de todos lugares de Es-paña, incluso de diferentes partes del mundo se acercaron a él atraí-dos por el embrujo trágico-romántico de nuestra historia, sin la im-plicación de todos aquellos que desde sus inicios se sintieron parte deél y han servido como ilustres embajadores de nuestros cantes, y Pacoes un claro ejemplo de ello. Atraídos por el encanto de su obra y desu trayectoria fue reclamado, aún sin conocerlo personalmente, porlos que formamos parte de la organización de este evento, y he deconfesar que no defraudó.

Gracias a su labor seria de investigación del flamenco en Catalu-ña, descubrimos una parte olvidada de algunos de los más destacadoscantaores de la tierra murciana, sirviendo de guía para posteriores in-vestigaciones sobre el tema. Unido a su carácter afable y conciliadorha servido de emisario del festival minero por toda España, sobretodo en Córdoba y Cataluña, haciendo de inmejorable guía y relacio-nes públicas.

Aún recuerdo una conversación que mantuvimos el día que nosconocimos y que él relata en un capítulo de este trabajo. Diferente,sí, es diferente el festival de La Unión, no tiene similitud con cual-quier otro, esto no le hace mejor ni peor, simplemente se ha formadodesde otra perspectiva, la que nos muestra el dolor, la pena, el orgu-llo. Si desde un principio la difusión y divulgación de la gran mayoríade concursos y festivales flamencos nacen por la propia afición a estearte de sus fundadores e impulsores, teniendo como finalidad el di-

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vertir al respetable pasando un rato agradable, o quizás por el arraigocultural transmitido de generación en generación, el Cante de las Mi-nas nace con la expresión de sufrimiento de un pueblo, dibujando enél el más fiel retrato de lo auténtico, su propia vida.

Si desde un principio los mineros se sintieron parte de ese concur-so, pues era el más ferviente reflejo de ellos mismos, y su desarrolloles supuso una nueva ilusión al sentirse actores principales del legadoque desde La Unión se mostraba al mundo, hoy poco queda de ello.El cierre de las minas, la modernidad, el avance de las nuevas tecno-logías hacia una vida mejor y más cómoda llena de lujos y abundan-cias, hacen de La Unión un pueblo prácticamente irreconociblecomo si nada de eso hubiera existido.

El Festival Internacional del Cante de las Minas aparece comoventana al exterior sirviendo como símbolo claro de modernidad,pero conmemorando a su vez la esencia pura del pasado. Si desdeaquí se ha llegado a emocionar con el grito desgarrador de una taran-ta, de una minera o de una cartagenera, también hemos sido recom-pensados por la rica diversidad cultural de todos y cada uno de quie-nes se sienten parte de este legado.

El cante llegó a La Unión en sus formas más primitivas para aquídesarrollarse a imagen y semejanza de un pueblo, de sus gentes. Elflamenco es universal y el cante de las minas es parte de ese universode pasión y sentimiento. Ésta es la herencia que nos ha llegado desdenuestros padres y que nosotros desde La Unión hemos pretendidosiempre mostrar con orgullo.

Pero qué mejor para conocer de primera mano nuestra historiamás reciente que adentrarnos en este trabajo, saborearlo desde laspropias vivencias del autor, sentirlo, disfrutarlo….

Amigo Paco, ¡qué lástima que no hayas sido testigo de todos ycada uno de los festivales unionenses, cuántos momentos hubieras re-cuperado para el bien de nuestra historia!, ¡cuánto me hubiera gusta-do compartir contigo y con todos aquellos que desde toda España se


sienten profundamente identificados con la familia del Festival, losmomentos, vividos y más aún los que yo por mi edad no he podidovivir!

Estoy convencido de que pocos como tú serían capaces de mos-trarnos todo el encanto de aquellos festivales de antaño. Deteniéndo-se de forma muy especial en esas Lámparas Mineras que alumbran enPosadas, tu pueblo, fruto del magisterio de tu amigo Luis de Córdo-ba, o esas de Mayte Martín y Miguel Poveda que dieron luz a toda laafición flamenca de tu querida Cataluña y que sirvieron como impul-soras de la renovación de nuestro querido festival.

Francisco J. ParedesLa Unión, 3 de Abril del 2008


De la historia

Afirman las crónicas que el origen del Festival del Cante de las Minashay que buscarlo en el monumental enfado que le provocó la igno-rancia del público a Juanito Valderrama durante una de sus actuacio-nes. Pero dejemos que sea Esteban Bernal, alcalde a las horas de LaUnión, fundador del Festival y su presidente hasta su décima edición,quien nos lo aclare:

“Transcurría el mes de agosto de 1961 cuando en un espectáculode Juanito Valderrama, este artista, conocedor de la grandeza denuestros cantes, intentó cantar una cartagenera y el público asistentelo rechazó, pidiéndole a cambio aquellas canciones de la época como“La Mamá” o “La primera comunión”. Esto disgustó tanto al artistaque dijo: “Parece mentira que aquí, en esta tierra tan rica en cantebueno, suceda esto”.

“A este espectáculo asistían mis buenos amigos e íntimos colabora-dores, Pedro Pedreño y Asensio Sáez, quienes me pusieron al tanto delo sucedido; y contando con mi afición al flamenco, decidimos iniciarun concurso de cante dentro de las fiestas patronales de octubre”.

El primer Festival del Cante de las Minas se celebró el 13 de octu-bre de 1961, cuyo máximo premio fue a parar a manos de AntonioPiñana, inscribiendo así su nombre en el cuadro de honor de los ga-nadores. El cantaor, gran conocedor y maestro de los cantes mineros,se convertiría a partir de entonces en el gran valedor de los mismos yen adalid incuestionable de su recuperación.

A propósito de esta velada escribió Orihuela Águila: “Desgracia-damente este Festival tuvo también su cruz, ésta fue el desconoci-miento absoluto por parte de casi todos los concursantes de lo que esel verdadero cante por mineras”.1

Y es que en la ciudad minera, el cante que había llenado en el pa-

sado sus calles, sus ventas, sus posadas y sus cafés cantantes, estaba ol-vidado; el cante de las minas es solo un nostálgico recuerdo en el co-razón de unos pocos conocedores que mantienen encendidas sus as-cuas, el pueblo le había dado definitivamente la espalda y en suscorazones le habían hecho hueco de aprecio a las músicas del gargan-teo, de los gorgoritos y el floriteo. Nadie daba un duro por aquelloscantes que solo gustaban a unos cuantos. La Unión de aquellos añosno comulgaba con las mineras, las tarantas, las cartageneras de susancestros, de los maestros del pasado.

La creación del concurso fue providencial para la recuperación delos mismos. Uníase también así La Unión al movimiento de recupe-ración, iniciado a mediados de la década anterior, del flamenco clási-co, liderando decididamente el propio de la zona.

El Festival de La Unión nació con unos objetivos claros: no solohabía que recuperar, sino engrandecer los cantes mineros, logrando altiempo que los valorasen como se merecían tanto las gentes de lazona como las del resto del mundo flamenco. Porque, no lo olvide-mos, además de contra el olvido generalizado en que se hallaban su-midos habría que batallar contra la escasa, cuando no nula, valora-ción en que los tenía la corriente gitanófila o, más bien, elmairenismo que ya empezaba a ejercer su imperio; imperio que se ex-tendería a lo largo de las décadas siguientes y mediatizaría férreamen-te los gustos y, sobre todo, las opiniones de los aficionados.

Desde sus mismos inicios, el festival basculó entre dos criterios deproyección y de significación artística, el de quienes creían que susobjetivos se cumplirían mejor sin rebasar el ámbito local y dándoleprotagonismo principal a los cantaores de la tierra y el de quienes,


1 Citado por Celdrán Sánchez, Francisco (Paco Ícaro) en Un Festival de cuarenta años: Crónica a vuela pluma del festival minero; Lámpara Minera, Revista Oficial del Festival Internacional del Cante de las Minas; La Unión, 2004.

por el contrario, defendían que había de ampliarse el ámbito e incen-tivar la presencia de cantaores de fuera que incorporaran los cantesmineros a su repertorio.

El caso es que los cantaores de fuera comenzarán a participar des-de el principio y que se produjo de manera natural un ajustado equi-librio entre premiados de fuera y locales en las primeras ediciones. Eltriunfador de la segunda edición fue el sevillano Enrique Orozco. Alaño siguiente, 1963, en el que su celebración se traslada al mes deagosto y se aumenta notablemente el importe de los premios, Cana-lejas de Puerto Real obtuvo el primer premio de mineras, Fosforito elde cartageneras y Fregenal el de tarantas.

Eleuterio Andreu conquista la gloria en el cuarto certamen. “Aldía siguiente –escribe Asensio Sáez– Eleuterio baja a la mina. 350metros de profundidad. Planta 7 del Cabezo Rajao. Convoca a loscompañeros para decirles sencillamente: “Vengo a cantar la coplapremiá a los que no pudieron oírme”.

También Asensio Sáez recoge en su imprescindible libro “Cróni-cas del Festival” la opinión de Enrique Azcoaga, “Para mí, el Festivaltiene dos bandos: el de los cantaores que se saben el cante de memo-ria, y el de los que “hacen el cante” como el minero Eleuterio An-dreu, que me ha causado una impresión extraordinaria de la que to-davía no estoy repuesto”.

En el quinto festival el gran Pencho Cros se alzó con el primerpremio. A partir de este momento se convierte en el arquetipo delcantaor minero. La minera –escribe Paco Ícaro–, cuando sale de laboca de este hombre-montaña, dice mucho más de esta tierra quetodo lo escrito hasta ahora. Pencho llega al alma, guste o no guste elcante. “Cuando Pencho canta/la luz desaparece/y sólo resplandece/elcarburo de su garganta”.2


1 Art. Cit.

En las ediciones de 1972, duodécima, y 1976, décimo sexta, vol-vería a alzarse con el triunfo convirtiéndose así en el único que haconquistado tres veces el máximo galardón del concurso.

Su incorporación a los entonces llamados Festivales de España y lacuantiosa dotación del máximo galardón, treinta mil pesetas, hacenaumentar la expectación en el sexto festival. El malagueño Antoniode Canillas se alza como vencedor.

Poco a poco, los objetivos marcados van cumpliéndose, cada vezse conocen y se hacen mejor los cantes mineros, aumenta el númerode participantes, al igual que el de aficionados que acuden a él, co-mienzan a asistir personalidades de otros ámbitos, Camilo José Celay el popularísimo presentador de televisión Jesús Álvarez en 1965. Elfestival, en definitiva, se ha consolidado y ha rebasado ampliamenteel ámbito local. Pero no se duerme en los laureles.

el festival se consolidaCon la llegada a la alcaldía y a la presidencia del Festival de AntonioSánchez Pérez, 1971, se inicia una nueva etapa. Los días de celebra-ción aumentan de tres a ocho, y se crean los concursos de letras de can-te, de carteles y de periodismo. El Festival va creciendo no sólo en lashoras y los días para el disfrute del cante sino también en contenidosabriéndose a otras manifestaciones artísticas y consolidando una de susseñas de identidad, el pregón, gracias a la participación de personalida-des como Tico Medina, Pedro Rodríguez o Luis María Ansón.

La década de los setenta, segunda del Festival, vive varios momen-tos estelares de su historia: Pencho Cros vuelve a ganar la LámparaMinera dos veces, la consagración del primero de sus más mediáticosy populares ganadores, Luis de Córdoba, el traslado a la que será susede definitiva de celebración, el Mercado Antiguo, obra ecléctica deCerdán y Beltrí, impresionante monumento modernista que será de-nominado desde entonces Catedral del Cante y dos mujeres protago-nizándolo en el mismo año, 1979, Carmen Conde, primera académi-


ca de la lengua, pronunciando el pregón y Encarnación Fernández,gitana unionense y primera mujer que conquista la Lámpara Minera.

En 1973, el maleno Luis Pérez Cardoso, Luis de Córdoba para elarte, triunfa rotundamente en su participación en el concurso y con-quista con todo merecimiento su primera Lámpara Minera. Al añosiguiente vuelve a participar obteniendo igual triunfo y, además, elprimer premio de cartageneras, tarantas y del resto de los cantes delevante. Se convierte, así, no sólo en triunfador indiscutible de esasdos ediciones sino también en popularísima figura de los festivalesflamencos del resto de España. Con él, el Festival alumbra su primeragran estrella. Él, por su parte, no dejará de estudiar, interpretar y po-pularizar los cantes mineros.

El triunfo de Encarnación lo fue también de la más importantesaga flamenca unionense, la de los Fernández: Antonio, el patriarca,guitarrista y padre del también guitarrista Rosendo y de la propia En-carnación, madre del continuador de la misma, guitarrista, AntonioMuñoz Fernández. Una familia en cuyo seno, en el tiempo de los ol-vidos, se conservaron los cantes mineros y a cuya casa, al decir dePaco Ícaro, acudía toda la afición local: Pencho Cros, el Niño Alfon-so, Caparrós, Eleuterio, los Piñana…, y en la que se oía cantar a to-das horas a Encarnación.3

En aquella casa aprendió a cantar Paco Solano “El Cuco”, quien,con solo diez años de edad, obtuvo el premio para cantaores locales.Se lo entregaron en una bolsa repleta de aquellas monedas de plata decien pesetas.

El Festival inicia la década de los ochenta ampliando su campo deactuación al dar cabida a la guitarra en el concurso, introduciendonuevos cambios estructurales, la organización recaería a partir de en-tonces en el concejal de cultura, apoyado por el coordinador del cer-


3 Art. Cit.

tamen y la comisión organizadora, potenciando aún más algunas desus secciones con nombres de indudable popularidad y repercusiónmediática e inicia sus presentaciones en otras ciudades para proyec-tarse más ampliamente, como la que haría en Madrid con ocasión desus bodas de plata o, dos años después, en los Reales Alcázares de Se-villa, año en que también se hermana con la ciudad de Linares y rin-de un homenaje a Andalucía.

Durante esta década homenajeará también al gran Antonio Mai-rena, en 1984, y a dos de sus más emblemáticos cantaores, en 1980 aEleuterio Andreu, y en 1988 a Pencho Cros.

Encarnación Fernández inicia la década ganando su segundaLámpara Minera y su hermano Rosendo inscribe su nombre, conBernardo Sandoval, en el palmarés del Bordón Minero, que celebrasu primera edición; dos años después logra uno de los tres accésitsque el jurado concede para dicho premio, que no se otorga. Los otrosdos fueron concedidos a Antonio Suárez (hijo) y María Aurelia Lara,única mujer que, por ahora, ha logrado alguna distinción en el con-curso de guitarra. Finalmente, en 1989, otro miembro de la familia,Antonio Muñoz Fernández, hijo de Encarnación, inscribe su nombreen el palmarés del Bordón Minero.

Cabe destacar la participación durante esta década en el concursode guitarra de tres muy jóvenes guitarristas, José Antonio Rodríguez,1981, Daniel Navarro “Niño de Pura”, 1984, Vicente Amigo, 1988,que se convertirían en primerísimas figuras y que con su participa-ción prestigiaron esa sección del concurso.

La participación de cantaores, básicamente, de Cataluña, nacidoso radicados en ella, en el concurso había venido siendo habitual ycon un alto nivel, no en vano muchos de ellos conquistaron primerospremios en alguna de sus distintas modalidades. Ahí, por ejemplo,los nombres de Ginesa Ortega y Carmen Ruiz. Pero no sería hasta1987 que la catalana Mayte Martín, conquistara con todo mereci-miento su máximo galardón: la Lámpara Minera. Ella, como en tan-


tas otras ocasiones, desbrozó definitivamente el camino para que suscompañeros siguieran la misma senda.

No obstante, dejemos constancia de que la afición flamenca deCataluña tenía también por suya una Lámpara Minera anterior por-que tenía a su ganador, Manuel Ávila, quien la había conquistado en1983, tras años de rendida, entregada y tozuda participación.

Yo mismo aplaudí entusiasmado su entrega, al igual que el año an-terior salí decepcionado, tras esperar hasta altas horas de la madruga-da el veredicto del Jurado y comprobar que no se la habían entrega-do; habían acordado sustituir el primer premio de mineras por tresaccésits para el propio Manuel Ávila, Curro Lucena y Juan Casillas.

la década de los 90El Festival encara la década de los noventa tan absolutamente conso-lidado y con tal tirón popular que ni el cierre de la minería y la crisiseconómica que padece el municipio lo ponen en peligro; al contra-rio, se renueva una vez más, profundiza en sus características particu-lares, se moderniza y se proyecta más allá de sus fronteras. La presen-cia internacional del certamen minero se incrementa en estos años, seviaja, por ejemplo, hasta Japón para promocionarlo.

Esta década, además, pasará a la historia por el deslumbrantetriunfo y consagración de Miguel Poveda, de una tercera generaciónde artistas de la familia Piñana, por la implicación de grandes artistascontemporáneos en el diseño de su cartel anunciador y por dar cabi-da, por fin, al baile en el concurso.

Miguel Poveda, en aquel 1993 de su triunfo, bien pudo hacer suyala afirmación juliocesariana de “vini, vidi, vinci”, porque lo suyo fuerealmente eso, llegar, ver y vencer. Llegó, aunque concienzudamentepreparado en meses de estudio en la Tertulia Flamenca de Badalona,con aún escasa trayectoria artística, siendo prácticamente un desco-nocido fuera de Cataluña, y sorprendió; sorprendió por sus conoci-mientos y juventud, con su modestia y bondad, con una imagen nue-


va, de lo que era, un joven de su tiempo y, sobre todo, con su voz,una voz suave, acariciante, dulcísima como la miel y, por supuesto,flamenca y llena de color.

Lo suyo fue verdaderamente un deslumbramiento en La Unión. Yfuera de ella, como si se hubiese descubierto el diamante más grandey singular jamás hallado, la noticia corrió como un reguero de pólvo-ra hacia los cuatro confines del mundo flamenco.

Ese mismo año, y porque la alegría y la satisfacción de la aficiónflamenca catalana fuesen aún más desbordantes, Rafael Cañizarestriunfó en el concurso de guitarra, llevándose con todo merecimientoel Bordón Minero a su casa en Sabadell.

No pudo ser al año siguiente un nuevo triunfo absoluto de un ar-tista catalán. No obstante, la joven bailaora de Cornellà de Llobregat,Mónica Fernández, sí inscribió su nombre en el palmarés de premia-dos al lograr el segundo premio de baile en el primer año en el que en-tró a formar parte del concurso. Javier Latorre, ya Premio Antonio albailaor más completo en el Concurso de Córdoba, ganó el Desplante.

En las ediciones siguientes los vencedores serían María José Fran-co e Israel Galván y, tras otras dos en que quedaría desierto, RafaelCampallo cerraría la década como triunfador.

En 1996, nuevamente el apellido Piñana vuelve a aparecer inscritoen el Cuadro de Honor de los premiados, en esta ocasión, en la sec-ción de guitarra. Carlos Piñana gana el Bordón Minero. Dos añosdespués, a los treinta y ocho de hacerlo el patriarca de la saga, CurroPiñana alza la Lámpara Minera como ganador.

El primero, este mismo año conquistaría en el XV Concurso Na-cional de Arte Flamenco de Córdoba, el del fin del milenio, el Pre-mio Ramón Montoya de guitarra de concierto.

Por mor de ambos hermanos, el apellido Piñana ha vuelto a estarde actualidad, a sonar y resonar en el mundo del flamenco. Amboshan venido desarrollando una fructífera carrera artística desde enton-ces, actuando juntos o separadamente. Ejemplo de lo primero es su


“Misa Flamenca”, editada en disco en 2007, viniendo a cubrir una fal-ta de tal tipo de grabaciones ya que hacía tiempo que no se hacía una.

La de los murcianos, por muchos conceptos extraordinaria, es unaobra transida de emoción y de sentimiento religioso, respetuosa conla tradición, pero muy actual, sensible y bella, a la altura de las que laprecedieron. La voz de Curro es plenamente solidaria con el temaque la motiva, y la música de Carlos, siempre personal y rica, se ade-cua perfectamente.

Con experiencia previa en concursos, como el de los Jóvenes Fla-mencos de la Diputación de Córdoba del que resultó vencedor, elcordobés Antonio Porcuna “el Veneno” será el ganador de la últimaLámpara Minera del siglo XX.

el cartel del festivalVisitar la colección de los carteles anunciadores del Festival suponetambién encontrarse con una muestra muy notable del arte contem-poráneo, fundamentalmente español, aunque también con presenciadel internacional.

El cartel anunciador del Festival, como símbolo plástico que loidentifica y lo publicita, ha gozado siempre de una calidad excelente.Tras los primeros carteles, realizados por artistas unionenses de re-nombre –Asensio Sáez, Paco Conesa, Hernández Cop, Esteban Ber-nal, Pedro Ginés Celdrán– a partir de la trigésimo segunda edición,apuesta por artistas plásticos de mayor reconocimiento internacional.

Edwin Bechtold, Ramón Gaya, Eduardo Chillida, Rafael Cano-gar, Antoni Tapies, Antonio Saura, José Niebla, Miquel Barceló, JoanMiró, Guillermo Pérez-Villalta, Ana Mercedes Hoyos… son algunosde los artistas cuya obra forma parte de la colección.

Su colaboración se debe, en principalísima parte, gracias a la laborde Antonio Niebla, Castillete de Oro del Festival, apasionado de LaUnión y asistente asiduo. Manuel Navarro, actual Coordinador delFestival, así se lo reconoce: “…pues nunca podremos agradecerle su-


ficientemente su excepcional papel mediador y su gran generosidad,para que los grandes artistas contemporáneos hayan confeccionadoaltruistamente, en cada una de las ediciones del Festival, el cartelanunciador”.4

un nuevo siglo, la conquista del futuroLa difusión del Festival alcanza cotas sin precedentes. Todo en LaUnión gira en torno a lo “minero”. El Festival es el estandarte, la avan-zadilla, la carta de presentación, que viaja a Estados Unidos, a Filipi-nas, por toda Europa, a Egipto, a Rusia… La internacionalidad delcertamen es incontestable. La presencia constante en los medios de di-fusión de todo el mundo así lo demuestra. La Unión y su Festival apa-recen en las horas de máxima audiencia en todas las televisiones.

La organización logra no sólo vencer resistencias y recelos, sinoencauzar de manera atinada y sobresaliente el enorme potencial crea-tivo, cultural y turístico que dimana de este magnífico evento. Laprogramación se alarga durante once días. Se multiplican los actosculturales, y la presencia de personalidades y de medios de comunica-ción. Crece el número de aficionados y de participantes. Nuevos cri-terios refuerzan las pruebas selectivas que desde mayo se realizan portoda España: Valladolid, Cornellà de Llobregat, Burriana, Albacete,Sagunto…

El Consistorio, presidido por José Manuel Sanes, conseguirá queel municipio recobre el orgullo –escribe Francisco Celdrán Sánchez–perdido tras el cierre de la minería en la década anterior y la consi-guiente crisis que ha ocupado todos los años noventa.

Sanes no se cansa de señalar: “El Festival es un viaje anual hacianuestro propio autodescubrimiento. El futuro de nuestro municipiodebe construirse desde el respeto, la reflexión, la investigación, el re-


4 Lámpara Minera, Revista Oficial del Festival Internacional del Cante de las Minas; La Unión, 2007.

conocimiento y el amor a nuestra identidad cultural de la que el Fes-tival es la postal más idónea que identifica a Murcia y a La Unión portodo el mundo”.

Por su parte María Martínez, Concejala de Presidencia y Respon-sable del Festival a partir de 2003, afirma que, “Año tras año, preten-demos algo que a muchos se les antoja imposible: subir un peldañomás. Hasta ahora, nuestro empeño se ve recompensado por el públi-co y refrendado por los medios de comunicación. Es preciso seguirpotenciando siempre los logros ya contrastados y ensayar nuevas al-ternativas acordes con este presente tan vertiginoso en cambios, sobretodo tecnológicos. Se trata, en definitiva, de maximizar todo este in-gente potencial creativo que crece constantemente dentro y en tornoa nuestro Festival”.

Declaración de principios que, por otra parte, han puesto en prác-tica todos los responsables del Festival a lo largo de su historia.

Las elecciones municipales de mayo de 2007 alumbran un nuevoequipo de gobierno presidido por Francisco M. Bernabé Pérez, queasume, a su vez, la presidencia del Festival y designa vicepresidente aJulio García Cegarra, Concejal de Educación, Cultura y Deportes.

El nuevo gobierno municipal, de cara a la celebración del cin-cuenta aniversario del Festival, dentro de tres años, ha tomado suspropias medidas de futuro: la creación de la Fundación del Cante delas Minas, entre el Ayuntamiento y la Comunidad Autónoma, de laEscuela de Arte Flamenco y del Museo del Cante de las Minas, “decarácter eminentemente sonoro, pero también con la importante car-telería del Festival, reportajes gráficos y recuerdos de todo tipo de lasgrandes figuras que han pasado por el mismo”.

Por último, desde la Fundación, se van a programar, con carácterpermanente a lo largo de todo el año, actuaciones, conferencias, se-minarios y un Congreso Mundial de Flamenco.

El tiempo, cuando el futuro que acaba de comenzar sea pasado,nos desvelará los resultados.


Diferente

Fco. J. Paredes afirma, y lo comparto totalmente, que “El Festival delCante de las Minas no es mejor ni peor que los otros festivales, es sen-cillamente diferente”. Y es cierto, es diferente y, por lo tanto, único,como lo son todos aquellos que desde su creación han buscado dotar-se de características particulares, de personalidad propia, no así los quenacieron siguiendo miméticamente un modelo preexistente y edicióntras edición repiten rutinariamente la misma fórmula de celebración.

Los primeros pueden enriquecerse, de hecho lo hacen, a cada edi-ción sorprenderte gratamente con sus novedades y apuestas, ya quesu estructura organizativa es flexible y maleable, lo que les permiteacoger nuevas propuestas estilísticas, estéticas o de cualquier otra ín-dole, renovándose así continuamente; en definitiva, evolucionar e iral compás de los tiempos.

Los segundos, por el contrario, al repetir, año tras año, la mismaestructura son absolutamente previsibles, rutinarios, monótonos, amenudo aburridos; están claramente anquilosados y adormecidos enel pasado. No citaré ejemplos. Que cada uno mire, analice, comparey saque sus propias conclusiones y se ponga sus propios ejemplos.

Personalmente, aunque también asista, cada vez con menor fre-cuencia, a algunos de los segundos, la afición definitivamente puedey la paciencia no se agota, prefiero aquellos que buscan la singulari-dad, no por buscarla simplemente, sino por tener una personalidaddiferenciada que los identifique y los haga atractivos a la afición, di-versificando así y enriqueciendo el abanico de posibilidades para queésta pueda disfrutar más ampliamente del Arte Flamenco, arte denuestras pasiones, en toda la riquísima gama de expresiones, de es-cuelas, estilos y representaciones.

El Festival del Cante de las Minas pertenece clarísimamente a este

grupo. Tiene personalidad, a un tiempo, semejante a otros y profun-damente diferente, con marcadas características y especificidades su-ficientes para ser singular.

Quienes lo han vivido a lo largo de su historia o durante periodosde tiempo generosos, quienes han estudiado o seguido su trayectoria,habrán podido constatar su constante evolución, su enriquecimientoen cuanto a contenidos y estructura, su readecuamiento al presentecon un clarísimo objetivo: superar el reto de la conquista del futuro.

Sus organizadores, todos y en cada una de sus etapas, han sabidover con claridad que las manifestaciones culturales, y el flamenco loes, no las generan los territorios sino las personas; que éstas son susagentes esencialísimos y que como éstas evolucionan, también lo ha-cen sus manifestaciones y realizaciones.

No existe ninguna cultura, ni la más primitiva, que sea estática.Toda cultura es dinámica, cambiante, está sometida continuamente auna enriquecedora evolución. Cualquier manifestación cultural, y re-pito que el flamenco lo es, está inmersa en una constante dialécticaentre conflictos y respuestas. Cada conflicto genera respuestas o in-tentos de solución que provocan nuevos conflictos o preguntas que, asu vez, generan nuevas respuestas o intentos de solución.

El Festival del Cante de las Minas es un buen ejemplo de ello. Yporque sus organizadores han sabido dar respuesta a las preguntas oconflictos que se planteaban en cada momento, su actual pujanza, suclara proyección al futuro.

Varias son las particularidades que lo singularizan y que podría-mos destacar. Señalaremos, no obstante y en opinión muy particular,tan solo dos, aunque sin olvidar lo que es basamento esencial y géne-sis del mismo, el Concurso.

En primer lugar, y destacado, que se ha convertido con el transcu-rrir del tiempo en emblemática seña de identidad de su ciudad aun-que, a fuer de sincero, una buena parte de su ciudadanía no se lohaya hecho aún totalmente suyo.


El nombre de La Unión es hoy mundialmente conocido por elFestival. La gran mayoría de quienes acuden a él desde los cuatropuntos cardinales5 casi nada, cuando no absolutamente nada, sabende su rico pasado minero, menos aún de la presencia más que bimile-naria de cartagineses y romanos, de los vestigios que dejaron, de losyacimientos arqueológicos que hay en sus pagos. Hoy La Unión es si-nónimo de los Cantes de las Minas, y a la inversa.

En segundo lugar, la calidad y calidez del público que ha logradofidelizar y, además, muy numeroso; un público generoso, que respetaa los artistas, los jalea y aplaude sin regateos. Que hay públicos deigual calidad en otros lugares y festivales, sin duda, pero pocos festi-vales logran llenos tan completos durante tantas noches seguidas, in-cluso en las noches de semifinales del concurso, menos atractivas enprincipio y mediáticas que las galas, la asistencia es numerosísima yen la final desbordante.

Las fases del concurso tienen, a su vez, su propio público. Cual-quier observador medianamente atento se percata de cómo en losdías inmediatamente anteriores o el mismo de la primera semifinalllegan los más constantes seguidores, aficionados que lo anteponen alas galas porque en él encuentran la razón mayor de ser del Festival.


5 En la edición de 2007 hemos podido atender a un matrimonio llegado desde Florida (USA)que tienen allí, al decir de ellos, una Peña Flamenca, deseosos de establecer contactos e intercambios.

Parte del paisaje humano

Los asistentes al Festival podemos dividirlos, básicamente, en dosgrupos bien diferenciados: los ocasionales o coyunturales y los habi-tuales o constantes; los primeros son aquellos que acuden a algunaque otra gala o fase del concurso porque los artistas que actúan sonde su gusto, tienen interés por un determinado concursante, por sim-ple curiosidad o por ocupar alguna de sus noches vacacionales. Parececlaro que los habituales tienen una verdadera afición flamenca y co-nocimientos y que los ocasionales acuden, sin duda, convocados porla gran repercusión mediática de que goza el Festival.

El segundo grupo está conformado, además de las personas direc-tamente relacionadas con su celebración, los aficionados de la ciudady de las poblaciones vecinas, por aquellos aficionados, tanto españo-les como del resto del mundo, que programan sus vacaciones en fun-ción de las fechas de su celebración para poder asistir a él año trasaño. Forman un grupo, muy numeroso y activo, claramente detecta-ble y reconocible porque, como dice José Manuel Gamboa, formanparte del paisaje humano del Festival. Son, opina Rafael Galindo,como una gran familia al haber establecido entre ellos estrechos vín-culos de relación y amistad.

Se saludan efusiva y cariñosamente, se intercambian las novedadesbiblio, video y fonográficas de sus respectivos lugares de origen, com-parten fluidamente charlas y anécdotas, discuten conociendo los gus-tos y puntos débiles, las pasiones y fobias del contrario, entregada ypertinazmente, aunque sin que nunca llegue la sangre al río, compar-ten mesa, copa y tapa antes, durante y después de cada acto.

No resulta extraño observar cómo alrededor de una mesa, ocupa-da al principio por dos o tres personas solamente, acaban concen-trándose más de una docena sin mediar gesto alguno de invitación a

unirse al grupo. No hace falta, los que van incorporándose saben quepueden hacerlo con total confianza. Tras compartir edición tras edi-ción, se conocen, son amigos. La conversación no se interrumpe enningún momento, al contrario, los recién llegados se unen a ella conabsoluta naturalidad y espontaneidad.

Rafael Galindo y Luis Montenegro, valencianos de La Línea y deAlcalá la Real, respectivamente, pertenecen claramente a este grupo.Ambos son bailaores, profesores de baile y miembros de la Casa deAndalucía-Asociación Cultural de Silla, entidad que han revificadovigorosamente, el segundo como presidente, el primero como delega-do de cultura.

Ambos se inscriben desde hace varios años, incansables y siemprecon afán de aprendizaje y de perfeccionamiento, en uno o varios delos cursos de baile que se imparten en los días del Festival para des-pués aplicar lo aprendido en sus propias clases, y he de decir que muyacertadamente. Cuando sus alumnas y alumnos actúan en los actos,festivales o veladas artísticas que organizan las entidades andaluzas dela Comunidad Valenciana siempre destacan por su preparación, esté-tica, coreografías y dominio de la técnica.

Tal es su afán de perfeccionamiento, de aprendizaje y superaciónque Rafael se inscribió en un curso de manejo de bata de cola que enla Fundación Cristina Hereen impartiría Milagros Mengíbar. La per-sona que le atendió, incrédula, le preguntó si estaba seguro al tiempoque le ofrecía otras opciones. Él las rechazó e insistió en su propósito.No debió quedar ella muy segura y se lo comentó a Milagros que loaceptó como alumno.

El primer día del curso, al llegar Milagros a la Fundación se diri-gió directamente a él, no debió costarle demasiado identificarlo, di-ciéndole:

–Tú eres Rafa. Vamos, vente conmigo.El resto de alumnas no pudieron reprimir unas risitas nerviosas,

que la bailaora cortó tajante y enérgicamente.


–Sobran esas risitas. Para mí es todo un ejemplo de lo que ha deser cualquier persona que quiera dar clases de baile. Si un profesorquiere montar un baile con bata de cola, lo primero que ha de haceres aprender su manejo, y a eso es a lo que ha venido, como vosotras.Vamos a ello.

Ni que decir tiene que lo insólito de la situación se extendió comoun reguero de pólvora entre el alumnado del resto de cursos y que nofueron pocos los que se asomaron, más o menos disimuladamente,para observar cómo se las arreglaba con la bata de cola. Dicen quebien.


Rumorología

No conozco ningún concurso que esté a salvo de la rumorología, esedeporte que con tanta fruición practica la afición flamenca, también,en no pocas ocasiones, los propios concursantes y las personas de suentorno. Cuanto más importante el concurso, mayor su repercusiónmediática, más cuantiosas las dotaciones económicas de sus premios,más cantidad de rumores.

Que si los premios están otorgados de antemano. Que yo concur-sé porque la organización me lo pidió. Que yo sé quién ganará esteaño. Que si yo te acompaño tendrás premio seguro. Que si en el jura-do manda fulanito. Que si el jurado está comprando.

Pobres miembros del jurado siempre en medio del disparadero,siempre bajo sospecha y culpables de todos los males. No puedo olvi-dar lo que al respecto dejó dicho, una más de sus felices ocurrencias,el recordado Rafael Morales, “Niño Montes”: “Antes de comenzar elconcurso todos los participantes te tienen por amigo y te saludan ca-lurosamente. Acabado el concurso, los que no han ganado ya no tesaludan, te dan la espalda, dejas de ser amigo y el que gana jamás teenvía un jamón”.

No son pocas las ocasiones en que he sido jurado de concursos, detodo tipo, de flamenco, literarios, de pintura, gastronómicos…, ypuedo garantizar absolutamente la honradez de mis compañeros ycompañeras, en todas las ocasiones en el desarrollo de tal actividad,aceptada libremente pero ardua, ingrata muy a menudo y siemprecargada de una gran responsabilidad. Así mismo puedo garantizar, ylo hago, que cuando algún miembro de la organización ha estadopresente en las deliberaciones jamás ha intervenido en ellas, salvo queexpresamente se le haya pedido alguna clarificación o informaciónacerca de las bases o cualquier otro asunto relativo a su competencia.

Lo que es de Dios a Dios y lo que es del César, al César.El concurso de La Unión, lógicamente, no está libre de rumorolo-

gías. Yo mismo lo he comprobado en más de una ocasión, incluso an-tes de haber participado como jurado en él. Varios días antes de miprimera participación como tal, 2004, comíamos varios amigos enuna entidad cultural en la que el flamenco se programa con frecuen-cia y rigor, en la que se le promociona y difunde con pasión. Están,pues, muy al tanto del flamenco y de lo que pasa a su alrededor.

Cuando comenté que en unos días iría a dar una conferencia enLa Unión, la conversación giró a partir de entonces sobre su festival yconcurso. Y, claro está, surgió el tema de los concursantes y de lospremios. Y el rumor, ¡ay! se hizo presente.

Uno de los contertulios (obviaré por razones lógicas los nombres)afirmó categórico: “Yo ya sé quien ganará este año la Lámpara Minera”.Le miré sorprendido y le pedí que me dijera el nombre del ganador.

Se hizo el remolón, aunque seguía insistiendo en que lo sabía. Fi-nalmente, como solución de compromiso, le propuse que escribierael nombre del supuesto ganador en un papel y que se lo entregara aOscar6 para que lo abriera una vez conocido el fallo del jurado paracomprobar si era cierto lo que decía.

Aceptó, aunque algo extrañado por mi insistencia. Escrito el nom-bre y entregado al designado depositario, le dije que, además de dar laconferencia, formaría parte del jurado y que no conociendo yo aún losnombres de los clasificados, menos aún, claro está, sin haberlos oído,él no podía saber el nombre del vencedor, estar tan seguro de ello.

El resto de contertulios rieron de buena gana ante la cara de sor-presa con la que acogió la noticia y él mismo reconoció que eso cam-biaba las cosas. Pensé inmediatamente, y lo dije, que haciéndose eco


6 Oscar Barranco, que ese año asistiría por primera vez al Festival. Era su primera inmersión en el mun-do del flamenco, intensa, intensiva y descubridora, le convirtió en aficionado de manera irremisible.

de los rumores, flaco favor se hacía al concurso y que quien lo propa-gaba era una persona poco cabal.

Proclamado el ganador, comprobé con alegría que su nombre no erael escrito en el papel, aunque sí había concursado y podía haber ganado.


Carlos Saura

Manuel Navarro me confirmó que el homenajeado de ese año, 2005en La Unión sería el director cinematográfico Carlos Saura, al tiempoque me encargaba una conferencia sobre su obra y la relación delcine, en general, con el flamenco.

Ciertamente feliz por ello, con alegría y satisfacción me dijo:–Es la primera vez que un festival flamenco homenajea a un direc-

tor de cine.–Es posible –le contesté– que La Unión sea el primer festival que

homenajea a Carlos Saura, pero no es el primer festival que lo hace aun director. En 1992, nuestro festival7 ya rindió homenaje a uno, aFrancesc Rovira Beleta, director de las películas Los Tarantos, conCarmen Amaya, y El amor brujo. Siento decirtelo, pero la historia esla historia.

En cualquier caso me parece fantástico que lo homenajéis y, miraqué casualidad, ambos directores han contado para sus películas conun mismo bailaor, Antonio Gades.

Carlos Saura es, sin ningún género de dudas, pieza clave en la his-toria del cine español y, desde la década de los ochenta del siglo pasa-do, del cine flamenco, al que aporta una estética particularísima, unamanera personalísima de entenderlo. Lo hace, como pocos más, des-de el respeto, la afición y unos conocimientos muy notables.

El cineasta aragonés inicia su decidida vinculación cinematográficacon el musical y el flamenco en la década de los ochenta. Con Antonio

7 El de Arte Flamenco de Cataluña que desde 1985 se celebra anualmente en Cornellà de Llobregat. La conversación tuvo lugar en las horas previas a la fase de selección que se celebraría, por primeravez, en el Auditori de esa ciudad.

Gades, una tercera enriquecedora vinculación, realizará durante esa dé-cada tres películas. La primera de ellas, en 1981, es Bodas de sangre, quese erige a manera de acta notarial del ballet montado por Gades sobrela pieza homónima de García Lorca. No se trata de una representaciónformal sino de un ensayo general en el estudio de baile. Coprotagonizala cinta Cristina Hoyos e intervienen Juan Antonio Jiménez, Pilar Cár-denas, El Güito, José Mercé, Gómez de Jerez, Emilio de Diego…

La siguiente, 1983, es su particular versión de Carmen. CuandoAntonio, el director de una compañía de baile que está trabajandosobre la Carmen de Bizet, encuentra a la protagonista, de igual nom-bre, inicia con ella una relación enfermiza que reproduce el libreto dela ópera. La protagonista ideal fue interpretada por una espléndidaLaura del Sol. Intervinieron también Paco de Lucía, que compusoparte de la banda sonora, Cristina Hoyos, Juan Antonio Jiménez,Gómez de Jerez, Manolo Sevilla, La Bronce, el guitarrista AntonioSolera…, y Pepa Flores. En 1985, realiza su particular versión de Elamor brujo, con Antonio Gades, que participa en el guión, CristinaHoyos, Laura del Sol y Rocío Jurado, incluyendo actuaciones de LaPolaca, Enrique Ortega, Diego Pantoja y Gómez de Jerez.

Si bien las tres tuvieron una buena aceptación crítica y popular,fue la segunda la que más éxitos cosechó. En palabras del propio au-tor “fue una cosa de locura, nos sorprendió a todos. Ha sido una pe-lícula que ha dado la vuelta al mundo. Se sigue proyectando todavíaen muchos países, en televisiones del mundo entero. Nos sorpren-dió”. Y les sorprendió tal éxito porque siendo una película con unplanteamiento arriesgado, él mismo creía que iba a ser un desastre,no lo fue. Incluso en Estados Unidos, cuna del musical cinematográ-fico, sorprendió. Robert Wise, el director de “West Side Story” y pre-sidente entonces de la Academia Cinematográfica de Hollywood, loalabó, diciéndole: “Saura, he estado viendo esta película tuya y lo quemás me ha fascinado es que has inaugurado una nueva forma de ha-cer cine musical”. Y aún estaba por llegar su gran obra flamenca.


Esta trilogía de los ochenta también marca un antes y un despuésen la utilización de la luz y el color por parte del director, quien hadicho: “Antes mi educación iba más por los tonos pardos, negros yblancos; colores que simbolizan gran parte de la pintura española ydentro de ella a mi hermano Antonio. Pero ahora he incorporado lailuminación mediterránea con amarillos, verdes, azules; tonos queaportan una gran fuerza a la imagen”.

Ese nuevo concepto de iluminación cuajaría plenamente en susdos nuevas obras con la cómplice colaboración del director de foto-grafía italiano Vitorio Storaro. De 1992 es Sevillanas que le produjoJuan Lebrón. Para Saura fue “una película aparentemente pequeña,no muy comprometida, aparentemente muy sencilla”.

“Sin embargo, realmente, fue una revolución porque inauguró ungénero que me parece muy apasionante, una especie de híbrido entreel documental y, al mismo tiempo, algo más creativo. No se puededecir que sea un documental, pero los artistas que están se compro-metieron a hacer cosas concretas que habíamos pensando con Mano-lo Sanlúcar. Hacían piezas especialmente para nosotros, intentandoabrir el camino de las sevillanas. Manolo Sanlúcar y yo pensábamosque las sevillanas no eran solamente un baile al margen del flamenco,sino que podían tener una relación, si se quería buscar. Creo que loconseguimos, que demostramos que había unos caminos fantásticos,a pesar de la limitación de las sevillanas. Pero también esa limitacióna mí me gustaba mucho porque daba la posibilidad de creatividadenorme dentro de márgenes tan pautados”.

Y, además, le sirvió de banco de pruebas para realizar, tres añosdespués, su gran obra flamenca, su obra más redonda y rotunda, lamejor película flamenca de las últimas décadas y una de las mejoresde todos los tiempos, Flamenco.

Recurro nuevamente a Saura, que en relación a su anterior obra,Sevillanas, considera que “era más compleja, más comprometida,quizás más difícil. No lo sé, no para mí. Quizás lo difícil era hacer la


selección de quién estaba en la película y quién no podía estar. Y tra-bajé, en este caso, con el hermano de Manolo, con Isidro Muñoz,que fue mi mano derecha. Yo siempre digo lo mismo, yo de flamencosé lo que he podido ir cogiendo de las personas que han trabajadoconmigo. Siempre trato de buscar a alguien que sepa más que yo paraque me enseñe y para aprender un poco más. Tanto con Manolocomo con Isidro, he aprendido muchísimo. Y salió Flamenco… fuerealmente una maravilla poder tener en un estudio encerrados duran-te horas a gente tan increíble. Y ahí están”.

El elenco artístico es realmente espléndido. Ciertamente no estántodos los que son, pero sí son todos los que están. Recordemos: Pa-quera de Jerez, Vicente Soto, Maraíto Chico, Merche Esmeralda,Pepe de Lucía, Manolo Sanlúcar, Joaquín Cortés, Agujetas, MarioMaya, Paco Toronjo, Fernanda de Utrera, Enrique Morente, JoséMercé, Carmen Linares, Paco de Lucía, Manuela Carrasco, Juan Ma-nuel Cañizares, Chano Lobato, Matilde Coral, etc., etc. Todo un tes-timonio fílmico de una época del cante, del baile y de la guitarra.

La película muestra un estilo documental diferente, totalmentedespojado de elementos narrativos y contextualizaciones ambientales,optando por la yuxtaposición de actuaciones siguiendo una lógicaimplícita, sólo orientada por una introducción escueta: “el flamencoaparece a mediados del siglo XIX como una consecuencia del crucede pueblos, religiones y culturas que dan lugar a un nuevo tipo demúsica. Crótalos griegos, jarchas mozárabes, cantos gregorianos, ro-mances de Castilla, lamentos judíos, el son de la negritud y el acentodel pueblo gitano que viene de la lejana India para quedarse aquí, seentremezclan para formar la estructura musical de lo que hoy llama-mos flamenco y que se expresa mediante el cante, el baile y la guita-rra”, afirma.

El resultado es una cinta cargada de esteticismo, rodada en la anti-gua estación de trenes Plaza de Armas de Sevilla, minimalista en susdecorados, en contraste con la naturalidad de los artistas-intérpretes,


que en ocasiones se combinan como para una fiesta entre contralu-ces, pantallas reflectantes y suaves movimientos de cámara que cap-tan con una ligereza extraordinaria los movimientos, tanto individua-les como en grupo. Consciente de que la fuerza expresiva seencuentra en los artistas, Saura prescinde de todo recurso que no sealas figuras, dejando que traduzcan a su modo las esencias del flamen-co, sin interferencias discursivas ni textuales.

Su última obra, no estrictamente flamenca aunque con notablepresencia del flamenco, es Iberia, según el propio cineasta, “la mayoraportación española al repertorio universal del piano, y una de laspartituras más famosas de Albéniz”. En la línea de Sevillanas o Fla-menco, Saura sigue buceando en su idea del musical en estado puroextrayendo la esencia temática de la obra de Albéniz y creando unanueva pieza.

Homenaje confeso, Iberia es un film, en palabras de Carlos Saura,“musicalmente más abierto que Sevillanas y Flamenco. Hasta ahorasólo había trabajado con el flamenco porque es una música en conti-nua transformación. El resto del folclore español se ha quedado an-clado en lo museístico. Pese a ello, la cinta penetra en la senda de lafusión: clásico, jota, escuela bolera… además del obvio flamenco”.

Como en Flamenco o Sevillanas, el realizador parte de la ortodoxiapara mostrar su visión heterodoxa de la música, lo que queda patenteen esa escena en la que el flamenco se bate con el hip-hop.

Saura filma hasta diecisiete coreografías y números musicales dealgunos de los más prestigiosos artistas de nuestro país, Sara Baras,Aida Gómez, Antonio Canales, Manolo Sanlúcar, Rosa Torres Pardo,Chano Domínguez, Enrique y Estrella Morente; artistas que con suarte reinterpretan la obra del compositor.

“El maestro me pidió que le diese un poquito de mi alma y eso heintentado”, dice Aída Gómez, que ya protagonizara la Salomé sauria-na. También el guitarrista Manolo Sanlúcar da su visión: “El proyec-to no se puede explicar. Se hace una versión magistral de cada tema


por encima de convencionalismos. Aquí se juntan dos seres excepcio-nales, Saura y Albéniz”.

“Yo creo que el flamenco –declara Saura– es algo que nos ha sor-prendido a todos, en la medida de que es un camino que se abre ha-cia el futuro. No es una música o un baile o un cante que se quedaparalizado en el pasado. Eso podría ser peligroso, lo haría folklórico.Eso pasa con el folklore español que es maravilloso, pero está ancladoen el pasado y sólo se reaviva de vez en cuando. Pero el flamenco–por eso soy tan heterodoxo– funciona al revés, tiene esa posibilidadcomo el jazz de poder ser muy ortodoxo y también muy heterodo-xo… y más heterodoxo todavía. Y yo lucho mucho por poder abrircaminos arriesgados, un poco diferentes”.


¿Llegaremos a Cartagena?

La edición del 2006 la recordaré siempre como la del viaje intermina-ble, compartido con Óscar Barranco que previamente se había veni-do a Barcelona para hacer turismo cultural, y con el que había acor-dado que el viaje lo haríamos en tren.

Puestos a gestionarlo, nos encontramos con que solo había untren Barcelona-Cartagena con una duración de recorrido de más deocho horas. Lo desestimamos y optamos por hacerlo, por comodidady rapidez, en Euromed hasta Alicante y una vez allí alquilar un cocheo tomar otro tren hasta Cartagena.

Una vez acomodados, decidimos transformar el viaje en un fin ensí mismo y dedicarnos a disfrutar de los paisajes que se nos irían ofre-ciendo a nuestra visión a través de las ventanillas, de la lectura de laprensa o simplemente charlando de nuestras cosas.

Iniciada la marcha, la voz amable y neutra de una azafata nos dio labienvenida a bordo, citó la película y el documental que pasarían paranuestro entretenimiento, dijo que anunciaría con antelación suficien-te las estaciones en que pararía y nos rogó que bajáramos el volumende nuestros teléfonos móviles. Vano ruego. Inmediatamente sonóuno, con una musiquilla que ni seleccionada a propósito, y a todo vo-lumen. ¿La conversación? Se la pueden imaginar. La tópica y a voz engrito. “Sí, cariño, ya hemos salido. Que sí, que no te preocupes, que teiré llamando para decirte por dónde vamos, que sí que te echo de me-nos. Un besito”. Horror, pensé, menudo viaje informativo nos espera.

Sí, ya sé, hay personas discretas y educadas que hablan a sus apara-tos en voz muy bajita y que, si se ven obligadas a elevarla, abandonansu asiento y salen del vagón. Sin embargo, hay muchísima gente quedesprecia la intimidad propia y la ajena. Hablan, a grito pelado, sinimportarles un cuerno quién se pueda enterar de sus asuntos.

Esa primera, ya se lo imaginarán, no fue la única. Esa primerasimplemente abrió la veda, y no queriendo de ningún modo, hubi-mos de escuchar conversaciones de todo tipo, personales, de trabajo,de las que van cantando la hora en la que viven y el lugar donde es-tán. Incluso tuvimos ocasión de aprendernos, ya para toda la vida, lamelodía de “El Danubio azul” porque le sonó a toda castaña a unaseñora que no encontraba su dichoso aparatito en las profundidadesde su bolso del que hubo de sacar una increíble cantidad de objetoshasta dar con él.

Imposible así concentrarse en la lectura, mantener una conversa-ción continuada, disfrutar del paisaje. De estación en estación fuedisminuyendo el número de viajeros y de llamadas. Con una cabeza-dita que otra, con una ida que otra al vagón-cafetería llegamos a Ali-cante.

Allí desechamos alquilar el coche y acordamos proseguir el restodel viaje en tren. Compramos los billetes y, viendo en los paneles queel que habíamos de tomar salía con más de media hora de retraso, de-cidimos dar un paseo por las inmediaciones.

Al regresar observamos con incredulidad, aunque los paneles in-formativos continuaban anunciando su salida para diez minutos mástarde, que nuestro tren iniciaba ya su marcha. Compuestos y en tie-rra. Las lógicas protestas y reclamaciones. Si llega el tren antes, saleantes, nos dice el empleado de Renfe. Presenten la reclamación quequieran. Le cambiamos el billete para otro tren…

Paciencia, santa paciencia. Y tren para Murcia. Y allí a esperar otropara Cartagena. Y las horas pasan. ¿Llegaremos a nuestro destino?Toda una aventura. Finalmente llegamos aliviados a Cartagena. Eso sí,más tarde que el tren que no quisimos usar de Barcelona a Cartagena.

Al ir a buscar taxi para que nos llevara al hotel, Óscar dice: “Yahora que no sepa dónde está el hotel”. Bendita ocurrencia. El taxistano conocía el hotel. El hotel estaba enmedio de la nada.


En medio de la nada

Inscritos en el hotel, deshecho el equipaje a toda prisa y apenas distri-buido en armarios y cajones, tras una rápida ducha, necesaria y repa-radora, nos dirigimos a la recepción.

–¿Cómo podemos ir a La Unión?–¿Desde aquí? Sólo en coche, nos responde la recepcionista.–Llámenos entonces a un taxi, por favor.–Será complicado, hay pocos taxis, pero esperen, tengo un amigo

taxista, a ver si está de servicio.La sensación de que nos encontrábamos en medio de la nada se

nos agudizaba por momentos y un sentimiento de profunda impo-tencia comenzó a apoderarse de nosotros.

El amigo taxista de la recepcionista estaba ese día de descanso perollamaría a otro para que viniese a recogernos. Los minutos fueron pa-sando uno tras otro inexorablemente y nuestra intranquilidad crecíaal compás de la espera. Veinte minutos después llegó finalmente.

–Llévenos, por favor, a La Unión por el camino más corto.–Solo hay uno, y perdonen la tardanza pero es que vengo desde

Cartagena, y lo más rápido que he podido.Lo dicho, en medio de la nada.Por curarnos en salud, le preguntamos al taxista si esa noche esta-

ba de servicio y si era así, si nos podía dar su número de teléfono parallamarle tras finalizar la gala nocturna y que nos llevase de regreso alhotel.

Al llegar a La Unión, con su tarjeta en el bolsillo, pagada la carre-ra, apeados y con la Catedral del Cante a la vista, respiramos tranqui-los. Al fin estábamos en algún sitio, la vuelta a la nada habría de espe-rar por algunas horas. Ahora tocaba asistir, a disfrutar de ello, alPregón, que haría Milagros Menjíbar, a la actuación de los ganadores

del 2005, la cantaora jienense Gema Jiménez y el bailaor cordobésDaniel Navarro –el premio de guitarra había quedado desierto–, a lavelada trovera, y, sobre todo, saludar a los amigos.


No todo iba a ser negativo

A la mañana siguiente, tras una reparadora ducha, por despertarnos to-talmente, y un reconfortante desayuno, salimos dispuestos a explorar elterritorio y hacernos idea exacta de dónde estábamos, por ver si podía-mos comprar la prensa y si encontrábamos lugar en el que comer.

Recorridos unos dos kilómetros en dirección a unas edificaciones,hacia el lado contrario todo era campo, no hallamos ni quiosco deprensa, ni papelería o librería que la vendiera, todo eran fábricas, talle-res, almacenes y alguna que otra casa de vivienda.

Sí tuvimos suerte en el otro objetivo, en un cruce de carreteras en-contramos una venta abierta. Sin pensárnoslo ni un segundo siquiera,entramos decididamente, nos pedimos un cortado, yo también unacopa de anís, y consultamos las tablas de anuncio de tapas y comidas.Como la oferta nos pareció apetecible, decidimos que allí comería-mos al mediodía.

Respiramos aliviados. Ese día, al menos, estábamos salvados por-que, para que la alegría no fuera completa, la venta cerraba al día si-guiente por vacaciones.

De nuevo en el hotel, me dirigí a la recepción para recabar algunainformación más y solicitar las toallas de baño para la piscina. La se-ñora que estaba en recepción, trabajando en el ordenador, me dijoque no podía atenderme. Exploté, no la dejé acabar. ¡Qué desastre dehotel! Y que si esto y que si aquello.

La señora se levantó y llamó a otra persona. Apareció la recepcionistaque nos había atendido a nuestra llegada la tarde anterior que me dijoque la señora no trabajaba en el hotel, que era una periodista austríacaasistente al festival y que estaba enviando su crónica desde el ordenadorde recepción porque era el único del hotel con conexión a internet.

Las informaciones que quería no me las pudo dar pero sí las toa-

llas, aunque me dijo que el horario de uso de la piscina concluía enmedia hora y que no se abría de nuevo hasta las cinco de la tarde. Alpreguntarle la razón de tan extraño horario, me respondió que a lapiscina solo se podía acceder por el comedor y que en horario delmismo no se podía pasar por él en bañador. De película de Berlanga.

Cogí las toallas, di las gracias y ciertamente contrariado me dirigíhacia mi habitación, que es de justicia reconocer que era magnífica yque el patio-jardín, con fuente central, al que daba, muy agradable.En él me alcanzó la periodista.

–Perdona. ¿Puedo hablar contigo? Soy Susanne Zellinger, corres-ponsal de la revista ¡Anda!8 para hacer la crónica de esta edición delfestival. Me acompaña mi hija Sara como fotógrafa.

Sin pausa, me cuenta sus propias cuitas y sorpresas desde su llega-da, dos días antes, muy similares, por no decir exactamente iguales, alas nuestras. Por compensar la involuntaria y ridícula situación ante-rior en la recepción le pregunto si querían venirse a comer con noso-tros en la venta descubierta. Acepta encantada, me pide media horapara prepararse y quedamos en la recepción porque el bar del hotelno está abierto a esas horas del mediodía.

La comida, a base de platos populares y lo más propio de la región,transcurrió agradablemente, en amena conversación, contándonos quie-nes éramos y cuáles eran nuestros trabajos, cuáles nuestras aficiones. Enlos cafés, nos dijo que, al comprobar la inexistencia de transportes parair a La Unión, habían alquilado un coche para todos los días del festivaly que si queríamos podíamos ir y volver con ellas. Aceptamos encanta-dos, al tiempo que pensaba, aliviado, que no todo iba a ser negativo.

Desde ese momento, nos convertimos en inseparables, formandoequipo y generando una estrecha y cómplice amistad que, felizmente,perdura. Lo dicho, no todo iba a ser negativo.


8 Revista alemana de flamenco de publicación bimensual.

La alegría del reencuentro

Reencontrarte con los amigos es siempre una alegría. El abrazo debienvenida te da confianza, te infunde serenidad, te tranquiliza y teenvuelve con la calidez de la amistad. Ahí Manuel Navarro y sus dosAnas, tan cariñosas ambas, tan dicharachera, ocurrente y alegre la es-posa, tan tímida y callada la hija, siempre con sonrisa dulcísima.

–¿Qué tal el viaje? ¿Y el hotel?, pregunta Manolo, siempre tanatento y preocupado por hasta los más mínimos detalles, como lo espersonalmente y como buen y eficaz coordinador del Festival.

–El viaje bien, una pequeña odisea, y el hotel, en medio de la nada.–¿Cómo?, se sorprende Ana en su tono de voz más cantarino, ale-

gre y curioso.–Ya te contaré.Acaba de acercarse María Martínez, que nos da su más abierta

bienvenida, acompañada por su inseparable Vicente,–¿Cómo estás, pijo? ¿Bajarás este año a la mina?–Sí, si habéis instalado ascensor, le contesto.No conozco a otra persona que sienta mayor pasión por las minas

y sus cosas, que disfrute más enseñándolas, suministrándote todotipo de información y de detalles sobre ellas, su historia, su estado. Elaño anterior sí logró convencer a Óscar, a Manuel Curao, a MiguelÁngel Tabernero y a su compañera Mayte para que le siguiesen al in-terior de una.

Tras ver el estado en el que regresaron de la visita, se me apagó lamás mínima curiosidad que tuviese, si alguna tenía. Sí tengo interés,por el contrario, en ver su colección de carburos y en cómo los res-taura, aunque aún no ha sido posible, y no por culpa de él.

–¡Campeón!, me saluda como siempre Paco Paredes al tiempo quenos fundimos en un abrazo.

Con él, su padre, Niño Alfonso, siempre tan elegantemente dis-creto y en un segundo plano, cuando es parte viva de la historia delos cantes mineros, transmisor de los mismos en el tiempo aciago delos olvidos.

Con tantas prisas pasa Pepe Cros que casi no puedo saludarlo.“Luego nos vemos”, me dice a modo de saludo y se va presuroso. Enlos días del Festival va siempre así, ajetreado, con algo pendiente queatender, siempre con una bolsita de plástico en la mano cuyo interior,indefectiblemente, contiene un libro o un disco que ha de regalar aalguien o que le acaban de regalar.

Después, ya en los descansos de la velada y al finalizar la misma,tienes la oportunidad de saludar al resto de amigos: Paco Cayuela,Francisco Pedro Severo, Ginés y Juan Jorquera, y comentar las nove-dades habidas desde la última vez que nos vimos.

Desde ese primer día, y casi hasta el último, el gozoso reencuentrocon amigos, que allí viven o venidos de los cuatro puntos cardinales,será ya continuo: mis compadres, Paco y María, José Manuel Gam-boa, Génesis García, José Mayo, los fotógrafos Boris de Bonn y PacoSánchez, Adrián Beas, Antonio Niebla, Manuel Curao, Pedro Sanz,Manuel Martín, José Serrano, con su inseparable cámara de vídeosiempre a cuestas… La lista completa, afortunadamente, se haría in-terminable.

Y entre tanto y buen amigo al que saludar, echas en falta a aquelque ya no podrás, fatídicamente, volver a hacerlo. En este 2007, laausencia definitiva de Juan Cayuela, que tanto apostó por mí, se hizohondamente presente.


Letras para conquistar

Sentados en la terraza del Café Cantante,9 tomando una copa a la es-pera del inicio de la gala de esa noche, pasa por delante de nosotrosuna hermosa y lozana, como una primavera, mujer morena de andargarboso y sinuoso, pelo negro recogido en moño, ojos grandes conlargas pestañas, labios color carmín, vestido ajustado y con escote devértigo.

A Óscar, tan enamoradizo siempre, los ojos le hacen chirivitas y laboca se le queda lela. No es para menos, tan hermosa y llamativa es lamuchacha que pasa indiferente a las miradas admirativas. María yPaco, mis compadres, y yo no podemos menos que sonreírnos antesu cara, al tiempo que le despertamos de su alelamiento.

Y en volviendo a la realidad, le comento que el flamenco no essolo música, la del cante y de la guitarra, y las formas hermosas delbaile, también las letras son flamenco, y además parte principalísima,y que entre ellas las hay para expresar todos los sentimientos: la pa-sión y el desengaño, la tragedia y la alegría, el dolor de la ausencia y lafelicidad del encuentro, la desesperanza y la ilusión…, incluso las hayque pueden servir de guión para conquistar.

Así pues, le digo, imagínate que has salido con intención de ligar,con el propósito de conquistar a alguna chica y toma nota de algunasletras para situaciones varias.

9 Así se le denomina a la carpa instalada en el ensanche que la plaza del Mercado hace a la derecha de su parte superior.

Por si te topas con alguna realmente inaccesible:

Yo te quisiera a ti hablarpero tú estás como Cái,de murallas rodeá.

En el caso contrario, las accesibles:

A qué niegas el delirioque tienes por mi persona,tú te estás matando sola.

Para las desdeñosas:

He pasao fatigas doblespero va a llegar la horaen que mi gusto se logre.

Manifestar claramente un deseo, muy a menudo, ayuda:

Que por poderte besar,oye bien lo que te digo,¡me bebería la mar!

Para la que te promete la gloria y luego te la niega:

A qué miras tan directasi luego cuando m’acerco,tú te vas y te das la vuelta.


Tal vez, al escucharla, vuelva a darse la vuelta y te ofrezca nuevas es-peranzas. Si no es así, y sigues prendado, no te quedará más remedioque decirle:

Mira si soy tuyo¡qué caenita me habrás echaoque me tienes tú tan seguro!

No solo para conquistar, para expresar rendición y entrega tiene le-tras el flamenco, también para el desdén y los celos:

El puente tiene una puertaigual que tu corazón,que se queda siempre abierta.

Si triunfas, te hace caso, os compenetráis totalmente y crees que so-bran las palabras:

Mira qu’a gusto qu’estamos,yo te miro, tú me miras,que ni siquiera hablamos.

Al día siguiente, cuando ya no necesitas letras para conquistarla, paraexpresar tu deseo, aún puedes, no obstante, decir una última más:

Qué bonito el silencioqu’anoche estuve contigo,y ni s’enteró el viento.


Un homenaje espontáneo

Paco Paredes es una de las personas, de entre las que conozco, conmás amplios conocimientos de los cantes mineros, sus estilos, sus cre-adores y cultivadores, de su historia, además de tenerlos vastísimossobre el resto de cantes, del toque y del baile. Y no lo digo porque seaamigo entrañable y generoso, sino porque me lo ha demostrado so-bradamente con sus conferencias y escritos, en conversaciones amiga-bles y en el análisis de las actuaciones de los participantes en el con-curso, cuando hemos compartido tareas de jurado.

Hijo del cantaor Niño Alfonso, tuvo, pues, su primera y mejor es-cuela, para conocer esos cantes y enamorarse de ellos, en su propiacasa. Después, por afición, amor a su tierra e inquietud intelectualcontinuó ampliando conocimientos por todos los medios a su alcan-ce, al tiempo que comienza a dar conferencias y publicar sus prime-ros artículos sobre la materia. Finalmente, en un lógico proceso deevolución, emprende el camino de la investigación, de búsqueda in-cesante de noticias, datos y referencias sobre dichos cantes y sus intér-pretes, muy especialmente los de la Región y los más olvidados y me-nos conocidos.

Gentilmente me concede, lo que le agradezco sobremanera, quefue leyendo las referencias que daba en mi libro “Noticias del flamen-co en Barcelona. Como en pocos lugares” sobre cantaores murcianos,especialmente de Guerrita y de Fanegas, cuando se le ocurrió la ideade escribir un libro sobre ellos y el resto de artistas de su generación;artistas que son el eslabón “perdido” entre los creadores primitivos ylos artistas de la etapa de recuperación.

El libro se nuclea en torno a varias preguntas: “¿qué es lo que pasaentre los años comprendidos desde la década de los 20 hasta mitad delos 50?, ¿se había perdido para siempre toda la esencia cantaora de la

tierra?, ¿nuestros jóvenes intérpretes de la comarca habían dejado deinteresarse por los cantes que aprendieran de sus padres y abuelos? o,simplemente, ¿estos artistas se vieron relegados a la más oscura de lasminas, esa que te lleva al pozo del olvido?10

La única forma de dar respuesta a esas preguntas era ponerse ma-nos a la obra y acudir al rescate de la conocida como “GeneraciónPerdida”, estudiando y dando a conocer la trayectoria artística y apor-taciones de sus integrantes: Fanegas, El Rampa, El Mendo, Guerrita,El Niño de Levante, El Niño de La Unión, El Cano, Manuel Peralta,La Levantina, El Niño de Caravaca…

Dicho y hecho, a sumergirse en archivos, municipales, parroquia-les, de bibliotecas y de filmotecas; registros y hemerotecas, a leersecuando se había publicado sobre esos artistas y el tema, a realizar en-trevistas con las personas que habían vivido esa época, a pedir ayudae información a los amigos…, en una tarea ardua, desilusionante aveces por el resultado infructuoso, animador cuando se presentaba elhallazgo inesperado y feliz.

Una de esas veces fue cuando entró en contacto con ManuelaGonzález Domingo y Pilar Montserrat, hija y nieta de Guerrita, queviven en Barcelona, lo que me comunicó, alborozado, inmediata-mente porque, además, pusieron a su entera disposición el baúl en elque guardaban los carteles, fotografías, discos y recortes de prensa delartista, padre y abuelo.

Tras multitud de conversaciones telefónicas, pudo finalmenteconsultar todo ese archivo en mayo de 2007, con ocasión de acudircomo jurado de selección a la fase que se celebró, por tercer año con-secutivo, en Cornellà de Llobregat 5 de mayo de 2007; fase en la queconcursaron Antonio Luque “Niño Canito”, Niño de la Aurora,


10 Escrito con la colaboración de Pedro Fernández Riquelme y de titulo provisional “De la mina a la calle Aurora”, he leído, gracias a su gentileza, un primer redactado.

Agustín Arias “El Cacereño”, cante, Jesús Honorato, baile y en guita-rra de concierto, J. Antonio Santos “El Minero”. Quedaron clasifica-dos para las semifinales Jesús Honorato y Niño de la Aurora, éste lo-graría el premio al mejor cantaor joven finalmente.

Antes de iniciarse la fase de selección pude charlar con Manuela ysus dos hijos, Pilar y Ramón, expresándole mi admiración por su pa-dre y abuelo y agradeciéndoles su asistencia. Paco Paredes había teni-do la feliz iniciativa de invitarles. A la conversación se unió, poco des-pués, el amigo, tan fiel siempre a La Unión y a su festival, AntonioNiebla.

Realizado el sorteo entre los concursantes para establecer el ordende participación, el jurado preparado para realizar su labor y todo apunto para comenzar, Paco me sugiere que sea yo quien suba al esce-nario para darles la bienvenida e informar así a los asistentes de supresencia, lo que acepté con sumo gusto.

Su presencia y mis palabras de recuerdo para quien había sido unade las más populares figuras del cante en las décadas de los veinte ylos treinta del siglo pasado fueron acogidas con una fuerte ovación.De esta manera tan simple y sencilla, tan impensadamente, se le rin-dió un espontáneo, aunque justo, tan sincero y verdadero como insu-ficiente, homenaje a Manuel González López “Guerrita” el “as delcante”, como le proclamaron en los carteles de los espectáculos de suépoca.


La Biblioteca

Créanlo o no, pero La Biblioteca se nos ha hecho imprescindible paraun buen grupo de nosotros. Y es que en ella nos relajamos grande-mente tras las largas jornadas del Festival; en ella nos sacudimos elcansancio acumulado a lo largo del día y nos aliviamos del bochorno,sofocante a veces, de la noche-madrugada con la brisilla de la mar,tan a su vera.

Finalizada una de las semifinales del Concurso, Julio García Cega-rra, Concejal de Educación, Cultura y Deportes, que como cada no-che ha estado pendiente de cualquier necesidad que tuviéramos losmiembros del Jurado, nos dice a Merche Esmeralda, a José ManuelGamboa, a Susanne Zellinger, que nos acompaña, y a mí:

–El taxista os espera. Que os deje a vosotros en Cartagena y llevedespués a Merche a su hotel.

Acomodados en el taxi, saliendo ya de La Unión, Merche se inte-resa por el hotel en el que estamos hospedados los demás y dónde ha-bría de parar el taxi.

–Antes de irnos al hotel, nos quedaremos un rato en La Bibliote-ca, le contesta Gamboa.

Merche se vuelve y nos mira con cara de extrañeza. Están locos,debió pensar.

–Sí nosotros vamos cada noche y nos leemos uno o dos libros, le digo yo.Por salir del paso, supongo, ante tan intempestivo propósito, eran

ya las tres de la madrugada, dice, candorosa y gentilmente:–Está bien eso. A mí también me vendría bien culturizarme un

poquito más.–Además –afirma muy seriamente Gamboa–, se está tan fresquito

en ella…

–Claro con el aire acondicionado, que lo debe tener ¿no? Estábien eso de culturalizarse un poco más. Yo lo haría, pero es que estoytan cansada con las clases del cursillo de baile que imparto y la semi-final que no me veo con ánimos.

En llegando a Cartagena, el taxista se dirige hacia el centro de laciudad y en dirección hacia el Paseo Marítimo.

–Al llegar a aquella rotonda pare, que nosotros nos apeamos ahímismo, La Biblioteca está justo al otro lado. Merche, ahí la tienes.

El taxista luce una discreta sonrisa irónica en su rostro. Merchemira con indisimulada curiosidad, la ve y estalla en risa franca yabierta.

–Con qué biblioteca ¿eh? Ahí también me gustaría culturizarme a mí.Nuestra “biblioteca” es un bar de copas que luce en su fachada tal

nombre, en cuyo interior suena la música a todo volumen pero conuna amplia terraza exterior que se asoma al puerto de Cartagena y encuyas butacas y sillones de mimbre con mullidos cojines nos relaja-mos noche sí, noche también, “leyéndonos” algún que otro “libro”.


Luis de Córdoba, rigor y frescura

Siento admiración profunda por mi paisano Luis de Córdoba desdesiempre. Y en ello, créanme, no me influye ni el paisanaje ni la amis-tad. Le admiro por sus cualidades cantaoras y por cómo ha desarro-llado su carrera, por su manera de ser, talante humano y artístico, porsu enamoramiento del flamenco, de vivirlo y disfrutarlo, por su capa-cidad de estudio y rigor analítico.

Que Luis es un caso atípico, cuanto menos poco frecuente, en elmundo del flamenco es algo cierto. No sólo es, ante todo, cantaorsino también estudioso y analista de lo flamenco y de las formas deexpresarse en flamenco. Ahí están sus escritos y conferencias, al tiem-po que mecenas y alentador de tales estudios. Su patrocinio del Pre-mio de Ensayo González Climent lo certifica.

Luis es un hombre que tiene un alto concepto –ha escrito AgustínGómez– de la dignidad artística; de algo tan desacostumbrado comoel trabajo bien hecho, y más, si es como le corresponde como cantaory artista, la obra bien hecha. Este alto concepto de la propia estima-ción de ser flamenco le anima en un permanente estado de vigilia,con ligeros baches de ánimo, a veces profundos baches, porque elhombre no es una máquina.

“Cerca de treinta y seis años ya dedicado al cante… A una personaque se dedica a cantar flamenco le pasan muchas cosas además decantar. Para bien o para mal, no todo es cante aunque sea lo más im-portante. Quiero decir que cuando uno no puede dedicar el cien porcien de su energía –que sería lo ideal– al cante, porque tiene queatender otros compromisos u obligaciones, otras inquietudes o nece-sidades, el cantaor se resiente. Y a mí me parece que lo mejor enton-

ces es parar, o cuanto menos, frenar un poco”.Desde que decidió ser Flamenco y comenzó a vivirlo como inmer-

so en un torbellino de sensaciones placenteras, Luis ha conseguidocon esfuerzo, autodisciplina y constancia una calidad técnica ejem-plar que añadir a su voz tan fresca y melosa de tesitura amplísima, ala par que muy flexible y moldeable para administrar, siempre sinabusos ni barroquismos, su buen gusto. En su amabilidad expresivano se concede un ápice gratuito a la galería.

Ya en aquel lejano año de 1973, cuando conquistara su primeraLámpara Minera, pudo constatarse que en su cante aparece hegemó-nico el concepto melódico, mientras que gana técnicamente el otroconcepto de la mesura, sin golpes de efecto o de énfasis. Sus cantestienen siempre un denominador de agilidad, fluidez y versatilidad;frescura en una palabra. Y personalidad, su propia caligrafía cantaora.

Digámoslo de una vez, el de Posadas es un cantaor de equilibrio.En su modo expresivo particular armoniza muy felizmente el ángel yla donosura melódica con la síntesis expresiva y el sentido del ritmo.

Revísese su ya amplia y rica discografía para comprobarlo; al ha-cerlo constataremos también que es un cantaor enciclopédico, queconoce muy ampliamente los más diversos estilos de los cantes. Pue-de resultar manido o socorrido afirmar tales extremos pero es que sonciertas ambas cosas.

Algún día se recopilará su amplio repertorio artístico de Málaga,Granada y Levante. También de soleares o de cantes de ida y vuelta.Y de los cantes cordobeses, no sólo de los etiquetados de manera máso menos rigurosa como estilos cordobeses; también de otros cantesafines a la manera cordobesa de cantar, que también ha trabajado conoriginalidad en ese campo.

Y pese a ser clásico hasta los tuétanos, no ha desdeñado la explora-ción de nuevas posibilidades expresivas en un camino arriesgado. Ahíestá su, por ahora, último disco “Que ni pintao”, toda una bocanadade aire fresco y de buen gusto. Una obra muy pensada, equilibrada y


muy imaginativa, gustosamente flamenca.Pero dejemos, por fin, que sea él mismo quien nos diga, en un

hermosa declaración de principios, qué es para él el flamenco:“Siempre he tenido el flamenco como un don divino; como algo

que se nos ha dado tanto a profesionales como a aficionados para dis-frutarlo; para usarlo –si es que se quiere entender así–, pero respetuo-samente siempre. El flamenco estaba ahí cuando llegamos cuantoshoy lo cultivamos y disfrutamos. Tanto unos como otros debemosentender que se trata de algo extraordinariamente valioso: un arteque nos ha sido confiado, del que hemos de cuidar y si es posible en-riquecer con lo mejor de nosotros. Así, al menos, es como yo lo heentendido siempre”.

el reencuentroTras años de no pisar el escenario de la Catedral del Cante, lo volvió ahacer el domingo 6 de agosto de 2006, acompañado a la guitarra porManuel Silveria y compartiendo gala con Carmen Linares y MiguelPoveda.

En las horas previas se respiraba expectación en el ambiente, losaficionados intuían que podía ser aquella una gran noche de cante, laafición de La Unión esperaba ilusionada el reencuentro con Luis deCórdoba, él andaba algo nervioso, inquieto, por el recibimiento que leharían y lo recibieron con un cálido aplauso nada más salir a escena.

Finalizado su primer cante, casi sin apenas esbozar su tan caracte-rístico saltito de remate, la ovación fue de gala. Al acabar el segundoya sí hizo airosamente su saltito. Fue verlo y comentarle a mi compa-ñero Óscar Barranco:

–Ahora ya está totalmente tranquilo, a gusto. El resto de su actua-ción será magnífica.

Y así fue. Una actuación rica, hermosamente flamenca, fecundaen arte y conocimientos, con grandiosidad de expresión lírica y seriaen todo su contenido y tratamiento, con un excelente tono de buen


gusto y distinción. Escuchándole recordé, para hacerlo mío, lo queManuel Ríos Ruiz había dicho de él, “Canta con más gusto que uncaramelo”.

Finalizada la gala, alrededor de una mesa con tapas, vargas11 y cer-vezas, entre firma y firma de autógrafos o toma de fotografías, Óscarle dijo el comentario que le había hecho.

–¡Qué bien me conoces!, me dijo sonriente y feliz por el éxito delreencuentro.

Y porque muchas personas saben de nuestra amistad, con granfrecuencia, me preguntan por él, que si actúa o no actúa, que si haceo deja de hacer. Siempre les respondo que continúa activamente in-quieto, que continúa estudiando, tratando de descubrir algo que nosepa, porque es consciente de que solo con una formación concienzu-da y seria se puede abordar una obra artística.

Y no solo estudia y canta, también escribe, y muy talentosamente.Ahí están de muestra sus artículos, sus conferencias y las letras que es-cribe para sí mismo, tan gustosas como lo es su cante.

Y además, les digo también, ese amplísimo bagaje cultural, musi-cal y cantaor lo demuestra año sí, año también, invitado por AgustínGómez, en la cordobesa Cátedra de Flamenco con alguna conferen-cia, con algún recital en el que ofrece todos los estilos, todas las ver-siones de un mismo cante. Los de este 2007, me cuentan los amigos,están resultando espectaculares, enciclopédicos, desveladores, magní-ficos. Que sea por muchos años, brindo yo.


11 Los cordobeses llamamos así al tinto de verano.

Una espléndida generación

En la década de los noventa del pasado siglo comencé a clasificar a losartistas flamencos de Cataluña en distintas generaciones, no tanto enbase a su edad, aunque también, cuanto por compartir entre ellosuna serie de características y similitudes tanto artísticas y estéticascomo conceptuales de la expresión flamenca12.

Finalmente, y por no complicar demasiado la cosa, acordé encua-drarlos en tres grandes grupos: Generación de la Emigración, la Ac-tual y la de los Novísimos. En la primera incluí a todos aquellos artis-tas nacidos en Andalucía y que llegaron a Cataluña siendo niños oadolescentes y que en ella se formaron y maduraron como artistas,tanto del cante como de la guitarra y el baile; artistas que encontra-ron en las peñas flamencas el mejor escenario para expresar su arte,aunque también actuaran en festivales, tablaos y participaran en con-cursos. La mayoría fueron siempre semiprofesionales, aunque loshubo que se profesionalizaron totalmente, alcanzaron popularidad,renombre y grabaron discos.

Algunos, entre otros muchos, nombres: Jiménez Rejano, J. Mi-guel Cerro, Carmen Ruiz, Manuel López, Ricardo Peñuela, DiegoGarrido, Blas Maqueda, Juan Alfaro, J. José de Rute, Antonio Peña,José Ferrón, Nene de Graná, Matilde “La Galleguita”…, cante; Rafa-el Cañizares; Remolino, padre e hijo, Miguelín de Badajoz, ManuelCastilla, Romero de Badajoz, Juan Real…, guitarristas; Pili la Jereza-na, La Muñeca, Candela… bailaoras.

12 Flamencos, libro-catálogo de la exposición de igual título celebrada del 20 de junio al 14 de septiembre de 1997 en el Palau de la Virreina, Barcelona, organizada por el Institut de Cultura del Ajuntament de Barcelona con motivo del Grec 97.

Incluí también en esta generación a artistas consagrados que poralguna razón se habían establecido, estable o transitoriamente, aun-que con años de estancia, en Cataluña. Así los maestros del baile Joséde la Vega, Flora Albaicín y Rosita Segovia, el guitarrista Rafael No-gales o los cantaores Manuel Ávila y José Beltrán “Niño de Vélez”.

En la segunda incluí a los artistas, nacidos o no en Cataluña, que enesa década eclosionaron definitivamente como tales y con personalidadsingular, aunque algunos de ellos ya habían dado con anterioridad so-bradas muestras de sus cualidades artísticas. Alguno de ellos baquetea-do en los escenarios de las peñas, todos respetuosos con la tradición, ybebiendo de ella, al tiempo que la renuevan y enriquecen día a día,abiertos a otras músicas y a la experimentación: Juan Manuel Cañiza-res, Duquende, Ginesa Ortega, Mayte Martín y Miguel Poveda.

Y junto a ellos los guitarristas, magníficos de acompañamiento,aunque alguno de ellos grabó después guitarra de concierto, JuliánNavarro “El Califa”, Pedro Sierra, Chicuelo y J. Ramón Caro.

En cuanto a la de Novísimos afirmaba entonces que “es una gene-ración de reciente añada que aún se está formando, que estudia, ensa-ya, prueba y experimenta, y que para saber sus verdaderos resultadostendremos que esperar todavía a que pasen algunas páginas de los al-manaques. El tiempo que todo lo aclara nos dirá si son ciertos y per-sonales, con estéticas y sonidos propios. Vienen ya, no obstante, ofre-ciéndonos pruebas suficientes de sus cualidades y conocimientos, desu calidad y de sus inquietudes, que nos permiten mirar esperanzada-mente hacia el futuro”.

Incluí en esta generación a todos aquellos que entonces eran meno-res de veinticinco años. Cante: Montse Cortés, Miguel de la Toleá,Manuel Calderón, Yolanda, Salaíto, Joaquín Gómez “el Duende”…Guitarra: Romerito, Abel de la Francisca, Jordi Vázquez… Baile: Mó-nica Fernández, Ignacio Sánchez, Rosana Romero, Toni Moñiz, RafaelMartos, Susana Escoda, Sara Barrero, Miguel Toleo, David Romero…

Desde que estableciera estas tres generaciones, el panorama fla-


menco en Cataluña ha variado grandemente y para mejor. Si bien ladenominación de la primera, con los artistas incluidos en ella, siguesiendo válida, la segunda necesita una nueva denominación, tal vezGeneración de los 90, así como insertar en ella a artistas de la genera-ción siguiente que, como los entonces incluidos, se han consolidadoy demostrado sobradamente su valía y personalidad.

En lógica consecuencia, de la tercera, aunque el nombre me conti-núa pareciendo válido, habría que sacar esos nombres y los de aque-llos que se quedaron por el camino e incorporar a ella las nuevas hor-nadas de artistas que vienen apareciendo con fuerza y que continúandando esperanzas ciertas de futuro.

mayte martínLa conocí jovencísima, apenas adolescente, allá por las postrimerías dela década de los setenta del siglo pasado, y me encandiló desde el primermomento. Desde entonces nos une una estrecha amistad y mi encandi-lamiento continúa intacto, o más exactamente dicho, acrecentado.

Ya por entonces cantaba muy donosamente boleros y flamencomuy cabalmente, con conocimientos y ese gusto que le es tan propio,tan flamenco. Lo demostraba cada noche que acudía a las veladas fla-menca sabatinas de la Peña Fosforito de la que yo era socio y, después,fui presidente. Antonio Millán, con el asentimiento del resto de losconcurrentes, siempre le solicitaba que le cantara coplas por bulerías, yella le complacía, nos complacía, cantando aquello de “Se llamabaCarmen…” , “las dalias y las camelias…”

El guitarrista oficial de la peña era entonces Remolino, padre, quellegaba diligente a media tarde, siempre impoluto, los botines lustra-dísimos, atento y cortés para con todo el mundo, para darle clases aun numeroso grupo de chavales, entre los que se encontraban PedroSierra, Chicuelo, Juan Antonio Ruiz y Manuel Castilla.

Acompañada por él cantó la mayoría de las veces, pero si JuliánNavarro “El Califa” se dejaba caer por allí, antes o después de tocar


en la Peña Menese, lo prefería y él no se hacía de rogar. PrecisamenteJulián fue quien la acompañó cuando ganó la Lámpara Minera y eldon Antonio Chacón en Córdoba.

También por entonces conoció a La Calí, bailaora y madrina de lapeña, que después cambiaría su nombre artístico por el de Pili la Je-rezana, que en los años noventa se fue a hacer las alemanias y allá sequedó. Con ella se inició como cantaora para el baile, faceta en laque también ha demostrado ampliamente su valía. Posteriormentefue a la bailaora Candela a la que acompañó durante más tiempo ymás recientemente ha formado pareja magnífica con Belén Maya,como lo demostraron sobradamente en el propio escenario del festi-val, 2005.

Pronto se nos hizo imprescindible para el resto de actividades fla-mencas de la peña y se la incluyó en cuantos festivales se organiza-ban, muy especialmente para los que se organizaron bajo la convoca-toria de “La Mujer y el Flamenco”; en ellos compartió cartel con,entre otras, Carmen Linares, Paquera de Jerez, María Vargas, RosarioLópez, Juana la del Revuelo, Encarnación Sallago, Tina Pavón, Gine-sa Ortega, Carmen Ruiz…También se la incluyó en varias edicionesdel Festival de Arte Flamenco de Cataluña. Así, por ejemplo, en laséptima edición, año 1990, dedicada en homenaje al director cine-matográfico Rovira Beleta.

La Gala de Clausura de dicha edición se la denominó “Premiadosen Córdoba” y para actuar en ella se convocó a quien había ganadotodos los primeros premios en su primer concurso, Antonio Fernán-dez “Fosforito”, y a quienes habían sido premiados en la edición,duodécima, del año anterior: Vicente Amigo, Javier Latorre, ManuelSilveria y la propia Mayte, que estuvo acompañada a la guitarra porJulián Navarro “El Califa”.

De tan nítidos los recuerdos, parecieran que son de ayer y, sin em-bargo, en 2005 nuestra cantaora celebró sus primeros “Mis 30 añosde Amor al Arte” con un espléndido concierto en el Palau de la Mú-


sica Catalana. Son, pues, cientos de anécdotas, vivencias y actuacio-nes que con ella he compartido.

Es cierto que con tan solo diez años obtiene el primer premio enun concurso flamenco para no profesionales. También lo es que par-ticipó triunfalmente en el de La Unión (1987), igualmente en el deCórdoba en su segunda participación (1989), ya que en la primera(1983) solo logró clasificarse para el premio Niña de los Peines quefinalmente no conquistó.

No obstante, Mayte no ha sido cantaora de concurso. Tan soloparticipó en otro más, en el que la Peña Antonio Mairena de L’Hos-pitalet de Llobregat organizó a partir de 1984. En esa ocasión (1986)obtuvo un accésit como cuarta clasificada, y como consideraba, aligual que un buen número de los asistentes, que había cantado paraobtener un puesto más destacado, en el mismo vestíbulo del teatro,encorajinada, hizo pedazos el diploma acreditativo al tiempo que measeguraba que si participaba en otro concurso lo haría para ganarlo.Lo hizo y logró la Lámpara Minera.

En 1989 se celebró en Begur el primer, y único, Seminario Inter-nacional Carmen Amaya, precisamente en la casa que le perteneció yen la que murió. A él acudieron como profesores invitados ManoloSanlúcar, Enrique Morente, Matilde Coral, Rafael el Negro y el granSabicas. A él acudió también Mayte Martín.

La última noche, acabando ya su actuación los músicos paquista-níes invitados para ello, se unió espontáneamente a los mismos, gui-tarra en mano, Manolo Sanlúcar para tocar por tangos, y tras él Enri-que y Matilde. Los aplausos fueron encendidos, no era para menos yaque se había producido un momento realmente mágico, el milagroflamenco que todo aficionado espera que se haga presente.

Acabada la actuación, un grupo de impenitentes nos refugiamos enel interior de la masía por evitar el relente de la noche y por continuarcon la fiesta. Allí, Sabicas y su hermano Diego, Enrique Morente y Ma-nolo Sanlúcar, que se retiraron pronto porque iniciaban viaje de regreso


a hora temprana, la fotógrafa Colita, cuyo primer encargo profesionalse lo hizo Carmen Amaya, el escultor Francesc Polop, Ana Márquez,bailaora y profesora, Julián Navarro “El Califa”, Mayte y yo mismo.

En un momento determinado, Sabicas se dirige a ella:–Así que usted, tan joven, es cantaora.–Sí, soy cantaora.–¿Le importaría hacernos unos cantecitos por soleá? Por saber

como canta y sobre todo porque hace años que no escucho ese cante.Mayte mira a Julián, que prestamente saca la guitarra, la afina y

comienza a tocar. Mayte canta. Sabicas entrecierra los ojos y escuchaatentamente. Los demás mirábamos embelesados y alternadamente ala cantaora y al gran y mítico maestro de la guitarra, cuya compañía,tan sencillamente, nos regalaba.

–Muchas gracias por su cante –le dice al finalizar el mismo–. Hasido un verdadero regalo. Me ha recordado usted mucho a la Niña delos Peines.

Mayte quiso regalarlo más y cantó por siguiriyas y bulerías. Sabi-cas a cada momento se le veía disfrutar más. Tan a gusto estaba que lepidió permiso para acompañarla él mismo. Julián le cedió la guitarra.El maestro comenzó a tocar malagueñas y Mayte cantó las de Cha-cón y Trini.

Nuevamente, y por segunda vez esa noche, se produjo el milagroflamenco siempre esperado. El tiempo se congeló, como si no pasara.Su hermano Diego nos devolvió a la realidad del mismo al recordar-nos que el descanso también era necesario y que al día siguiente habí-an de volver a Barcelona.

El regreso al hotel fue lento, pausado, por saborear un poco más loque acabábamos de vivir, en silencio, por no ahuyentar el recuerdo,tan dulce.

Talento, sensibilidad y un profundo conocimiento del flamencodefinen a Mayte, que posee una hermosa voz con el don de transmi-tir y conmover. Cantaora larga, ortodoxa y creativa, ha repetido en


distintas ocasiones que el flamenco es su origen, no su yugo. Y porello mismo también ha grabado boleros con Tete Montoliu, en “Freeboleros”, y baladas, en “Tiempo de amar”, y en ambas grabaciones hadejado su sello elegante y conmovedor.

miguel povedaDesde su histórico triunfo en La Unión, Miguel Poveda ha ido, cualtenaz hormiguita, almacenando conocimientos, ampliando registros,depurando cantes y estilos hasta convertirse en una auténtica primerafigura del cante, situado ya, por derecho propio, por tesón y afán desuperación, en primera línea en el escalafón de los flamencos.

Aplaudido por el público de todo el mundo y encumbrado por lossectores más ortodoxos del cante, sin perder la raíz y conservando suautenticidad, Miguel no ha desdeñado el reto de abrirse y experimen-tar con otras músicas de poner en pie, con acierto, proyectos innova-dores en clara prueba de la mentalidad abierta e investigadora que seha forjado. Y todo, sin distingos de géneros ni nada que se le parezca,lo canta bien.

Ha experimentado con el fado y el tango, ha adaptado al canteversos de poetas catalanes, se ha codeado con artistas de otras disci-plinas, ha hecho cine absolutamente distante de los parámetros delconsiderado de flamenco y, por supuesto, también ha colaborado conotros grandes del género como Enrique Morente o Eva Yerbabuena.

Yo mismo colaboré con él y Chicuelo seleccionando los poemas,diseñando la estructura y redactando los textos divulgativos para lostres recitales que ambos dieron en la italiana Universidad de Boloniacomo el título genérico de “Los poetas del 27 y el flamenco”.

–Necesito –ha dicho– aprender y enriquecerme, y absorber todolo que me gusta. El flamenco es un arte universal y yo he asumidoesto sin ningún prejuicio.

Miguel viene incorporando un público nuevo al flamenco, unaveintena de jóvenes con escasa vinculación con ese arte hasta ahora


están creando una peña con su nombre en Mataró, al tiempo que seha ganado el respeto de los aficionados más puristas. Su base es cier-tamente clásica, aunque hablar de clasicismo en Poveda siempre es re-lativo. Porque nunca canta igual, e introduce novedades en todo loque hace.

Yo creo que mi base es clásica. Que yo haya tenido aperturas de-muestra que algo está cambiando. En La Unión yo hago flamencomás clásico, pero me alegra saber que ese público entiende mi liber-tad. La sociedad cambia, las personas cambian y, como todas las ar-tes, la música también cambia. Hemos crecido y evolucionado enmuchos aspectos.

Su último espectáculo, “Sin frontera”, habla de esa mixtura de ide-as, de su propia historia y evolución, de su decisión de irse al Sur a vi-vir más de cerca su apasionada relación con el flamenco. Jerez, centrode gravedad indiscutible del arte, fue el destino escogido para perfec-cionar su arte. Y allí encontró precisamente la tolerancia y la aperturahacia otras formas de concebirlo.

Jerez es una ciudad donde el flamenco es más conservador, dondeparece que no todo el mundo puede entrar. Pero esa frontera a mí nome la han puesto nunca. Me acogieron muy bien y allí he aprendidomucho de grandes artistas. Y yo quería hacerles un homenaje portodo lo que me han enseñado.

Dos cualidades más que adornan su personalidad, la humildad alreconocer que siempre se puede aprender más y ser agradecido conquien te enseña.

Si el año 1993 fue el de su descubrimiento para toda la afición fla-menca al conquistar la Lámpara Minera y varios premios más, el de2007 ha sido el de su consagración definitiva tanto por haberle otor-gado el Ministerio de Cultura el Premio Nacional de Música “por sucalidad y versatilidad y por el interés que ha generado en otros ámbi-tos de la creación musical”, cuanto por sus memorables actuacionespor toda la geografía flamenca con sus últimas propuestas escénicas:


“Tierra de calma”, el ya citado “Sin frontera” y el estrenado en la Bie-nal Málaga en Flamenco, “Por los caminos que van”, sobre poesía deMuñoz Rojas.

Quede constancia, porque es de justicia y porque nos congratula-mos de ello, que también este año la gran Manuela Carrasco, quetantas noches inolvidables de baile nos ha regalado, ha sido PremioNacional de Danza en el apartado de interpretación.


Maria Juncal, la tradición que no cesa, garantía de futuro

Los primeros comentarios, elogiosos, que me hicieron de ella desper-taron mi interés por verla bailar, pero no se presentaba la ocasión. Fi-nalmente pudo ser en abril de 2006 durante las V Jornadas Flamencasde Castellón en las que ambos participamos, yo como conferenciante,ella impartiendo una “master class”.

Llegaba avalada por una trayectoria artística densa y llena de éxitos;su participación en las compañías de El Güito y Manolete, sus actua-ciones en el National Theatre of New York, en Boston, Chicago, Kan-sas, Minesota…, el espectáculo “Campanas Flamencas” con MilagrosMenjibar y La Tati, su primer espectáculo “La Gitana Blanca”, presen-tado en Alemania, su participación protagonista en “Musa gitana” diri-gida por el guitarrista cordobés Paco Peña que se presentó por toda Eu-ropa y China, su espectáculo “Azabache y Miel”, estrenado en el Teatrode la Danza de México…, además del Premio Nacional Antonio Ga-des del Concurso de Córdoba 2004 y el Primer Premio del Certamende Coreografía de Danza Española y Flamenco del Teatro Albéniz deMadrid. Posteriormente, agosto de 2006, ganaría el Trofeo Desplanteen XLVI Festival Internacional de Cante de las Minas de La Unión.

Conocerla fue un auténtico placer por lo sencilla, cercana y cordialque es, verla impartir la clase y bailar una auténtica delicia, una confir-mación fehaciente del porqué de una carrera artística tan variada, den-sa y rica a pesar de su juventud.

Natural de Las Palmas de Gran Canaria, pertenece a una de las sa-gas flamencas más importante de toda la historia del flamenco que se

retrotrae a la segunda mitad del siglo XIX, la de los Borrull; saga ini-ciada por el guitarrista castellonense Miguel Borrull Castelló que seinstala a comienzos del XX en Barcelona donde, con su hijo Miguel,también guitarrista, y sus hijas, bailaoras, Concha, Julia e Isabel, abreel mítico Café Cantante Villa Rosa –“La Catedral del Cante”, procla-maba la prensa de la época–, y continuada por su nieta Mercedes Bo-rrull “La Gitana Blanca” y su biznieta Trini Borrull, recientemente de-saparecida.

Lo primero que te sorprende de ella es su madurez escénica, altiempo que su técnica depuradísima, la perfección y profundidad desus movimientos, su impresionante fuerza vibrante, su virtuosismo; ytodo ello aderezado de hondo sabor flamenco.

María Juncal ha logrado ese equilibrio tan difícil de alcanzar entrela técnica más contemporánea, con estilo definido y elegante, con laexpresión más clásica del baile flamenco, entre lo tradicional con ex-presiones plásticas inéditas, de creación personal. En ella se conjuganarmoniosamente el ímpetu e inquietud de la juventud con la madu-rez de la experiencia, de la sabiduría. Su baile es siempre expresiónequilibrada de clasicismo y de modernidad, de fuerza y de gracia, detécnica y arte; baile, en suma, personal y hermosamente flamenco.

María Juncal, la última, por ahora, representante de la saga Bo-rrull, es una bailaora en plena sazón, una garantía de futuro.


Un día de festival

Si quieres asistir a todos los actos que el festival te ofrece al día, y sequiere porque para eso se asiste a él, la jornada puede resultar densa yagotadora, salvo que desde el primer día te organices bien los hora-rios y establezcas una equilibrada secuencia entre la asistencia a actos,la fiesta y el descanso.

Personalmente, desde el primer año, me he creado la mía propiaprocurando hacerla coincidir al máximo posible con las de los amigosmás próximos por intercambiar informaciones, por contrastar opi-niones, por enriquecerme con sus conocimientos y, sobre todo, pordisfrutar de su amistad.

Las mañanas las dedico, además de a reponer fuerzas con un sus-tancioso desayuno, a la lectura de la prensa, a la redacción de algúnartículo o de notas para algún trabajo posterior, a recorrer librerías ala búsqueda de alguna novedad editorial de interés, principalmentede flamenco, tradiciones, costumbres y temas locales, visitas a exposi-ciones, o simplemente a pasear y, cuando comienzan, a los cursos debaile y guitarra, no como alumno, por supuesto, sino como mero ob-servador y por saludar a las profesoras, a los profesores y a aquellosalumnos y aquellas alumnas a quienes conozco.

Después del almuerzo, en el que siempre pido la comida más típi-ca y representativa de la cocina popular de la tierra, una siestecita porrecobrar fuerzas que me permitan vivir el resto de la jornada conenergía y viveza.

Tras ella, directo a la Sala de Usos Múltiples del Museo Mineropara asistir a los actos del día de la Agenda Cultural. Entre acto yacto, si hay pausa, o finalizados todos ellos, la inexcusable visita alBar Corinto para tapear michirones, boquerones en vinagre, tortillade patatas o de guisantes, ésta siempre gustosísima. Y de allí a la Plaza

del Mercado a la espera del comienzo de la gala del día o de la fase delconcurso. Y en finalizando, si no se celebra en la misma plaza, despla-zamiento diligente, por ocupar el sitio más cómodo, al lugar de cele-bración del Trasnoche Flamenco.

Luego ya no hay prisa, llega el momento del relajamiento y paraello, nada mejor que una copa en vaso largo, si no se ha de conducir,en amena charla con los amigos comentando las incidencias del día,las novedades y noticias, en el mismo lugar del Trasnoche Flamenco oen alguna de las terrazas al olor de la mar en el puerto de Cartagena.

el almuerzoCuando viajo, por las razones que sean, al lugar que llego procurosiempre probar los platos más propios de la cocina del lugar. La co-mida tal vez sea uno de los elementos más reveladores de la identidadde los pueblos, muestran en buena medida la forma de vivir de la co-munidad, sus costumbres y la utilización de los recursos naturales dela zona. En el caso de las tierras murcianas los productos de su ricahuerta, del mar y derivados del cerdo especialmente.

La cocina, casera y de mercado podríamos decir, es, sin duda, unade las muestras más vitales de la cultura popular, de lo heredado denuestros mayores, de ahí que convenga estudiarlas no solo desde elestricto punto gastronómico, sino también como fenómeno sociocul-tural en relación con el marco social y cultural en el que se produce.

Por todo ello mi interés por las comidas más populares. Junto alimprescindible y gustosísimo caldero, el más modesto pero muy deli-cioso arroz ciego ha venido a ocupar un primerísimo lugar de prefe-rencia entre quienes habitualmente formamos grupo a la hora de co-mer. Y a la hora de los cafés yo, particularmente, un asiático.

La comida, además de intensificar las relaciones habituales, sirvenlas mismas para el encuentro, la conversación distendida y el inter-cambio de opiniones y anécdotas.


algunas anécdotas y ocurrenciasEl grupo base de comensales lo componemos mis compadres, PacoVargas y Mariluz Sánchez, J. Manuel Gamboa, Óscar Barranco, alque se añaden, siempre que asisten al festival, Faustino Nuñez, Ma-nolo Bohórquez y su esposa, Manuel Curao, Adrián Beas…

A una de esas comidas aceptaron acudir Merche Esmeralda y Cris-tina Cruces. Mi compadre y yo buscamos el restaurante en el que al-morzaríamos y les hicimos saber su ubicación y la hora en que había-mos quedado con suficiente antelación para que pudieran desplazarseholgadamente desde La Manga, donde tenían su hotel.

Yo, por mi parte, sabiendo la gran admiración que sienten por lagran bailaora, aunque sin decirles que vendría por darles una sorpre-sa, telefoneé a Rafa Galindo y Luis Montenegro para que tambiénacudiesen a la comida.

Llegada la hora, todos llegamos puntuales a la cita, menos ellasdos. Nos acomodamos alrededor de la mesa y nos pedimos unas cer-vezas y unos aperitivos para hacer tiempo. Rafa y Luis quisieron saberquiénes faltaban, aunque sin obtener una respuesta clara. Pasada me-dia hora, intranquilos por si habían tenido algún percance o contra-tiempo, las telefoneamos. Se habían pasado la salida a Cartagena yhabían llegado hasta casi a Murcia. Ya estaban de regreso, llegarían encinco minutos.

En viéndolas llegar, se lo indiqué a Rafa y a Luis que, al ver que setrataba de Merche, se transformaron en puro nerviosismo, que au-mentó cuando los saludó con dos besos. Rafa echó manos inmediata-mente al teléfono móvil.

–Ni se te ocurra –le dije–, ya tendrás tiempo después de telefone-ar a tu gente y decirle que has comido con ella.

Sorprendido porque le hubiese adivinado su intención, me hizocaso, aunque no muy a gusto. Eso sí, una foto para el recuerdo sí quehizo. Tras esa comida ambos se convirtieron en sus pajes más diligen-tes. No perdieron ocasión de acompañarla y de hablar con ella.


La comida discurrió placentera y amenamente superado el sustode unas almejas al vapor que estaban en mal estado. A la hora de pa-gar comprobamos que las habían incluido en la cuenta. Pagamos sinprotestar pero con el firmísimo propósito de no volver nunca más.

A Manolo Bohórquez si le sentó mal una comida (fue duranteunas jornadas flamencas en Ávila, en las que cada año participa).Con la seriedad que le caracteriza, y una leve sonrisa traviesa, nos locontó en una sobremesa.

–Me llevaron como siempre a comer. Y como siempre me pedí esesabrosísimo y generoso chuletón que se gastan por allí. En la cena noresistí la tentación y me volví a pedir otro.

Al día siguiente al preguntarle cómo estaba, si había dormido bieny descansado, le respondió a su interlocutor.

–No muy bien. He pasado una noche fatal. Me sentó mal el chuletón.–Claro si es que dos chuletones al día son demasiado.–No si no fueron ninguno de esos dos chuletones, el que me sen-

tó mal, fue el tercero.–¿Qué tercero?–El que soñé que me estaba comiendo.Nuestras francas risas por su ocurrencia fueron apagándose al tiem-

po que nos servían los cafés. Yo, como ya he dicho, me había pedidoun asiático, que pido me lo hagan con anís. Kioko, que ese día forma-ba parte del grupo, se interesó por saber qué era. Habiéndole explica-do cómo se hacía, le pregunté si quería saber el origen del mismo.

Como su respuesta fue afirmativa, ni corto ni perezoso y con sunacionalidad como excusa, le expliqué que en el siglo XIX un barcojaponés hubo de fondear en el puerto de Cartagena para reparar unaavería. Tras varios días de atraque, la tripulación agotó las existenciasde té que disponían y como no encontraron en ninguna tienda com-praron café, que les resultó demasiado fuerte y amargo para su gusto.Para mejorar el sabor comenzaron añadiéndole sake, además del per-tinente azúcar, y como aún seguían encontrándolo fuerte y amargo,


acabaron incorporándole leche condensada, logrando al fin algo a sugusto.

Ese combinado, por curiosidad mayormente y por cortesía haciala tripulación que les había invitado, lo probaron algunos de los tra-bajadores que habían reparado la avería, encontrándolo sabroso yplacentero.

Una vez partido el barco, esos trabajadores continuaron haciéndo-selo, pero cuando se les acabó el sake que les habían dejado lo sustitu-yeron por ron. La bebida no tardó en popularizarse en Cartagena, altiempo que su degustación se extendía por toda la región.

Kioko me miraba un tanto incrédula, con un mirar de si me esta-rá tomando el pelo. Mi compadre, muy serio, le dijo que la historiaera cierta. Mi comadre, por apuntillar, le dijo que yo era un gran ex-perto en las costumbres populares. Y como los demás aguantaronmuy eficazmente sus ganas de reir, Kioko acabó aceptando la historiacomo verdadera.

Ya a la noche, sentados en el Café Cantante, el entoldado instala-do en la Plaza del Mercado, que ese año, 2007, regentaba la familiaMuñoz Fernández, le dije que la historia no era cierta, aunque pudie-ra haberlo sido, que se me había ocurrido en ese momento. Por esce-nificar que me perdonaba la broma, pidió dos asiáticos, uno para ellay otro para mí.

Antes habíamos tenido ocasión de vivir otra anécdota con Mario-la Membrive que había acudido, por primera vez, al festival acompa-ñando a su tío José y a su hermana Pilar, editor y directora de Edicio-nes Carena que, a su vez, asistían para la presentación de laespléndida biografía que José M. Gamboa había hecho de Sernita porellos editada.

Mariola, además de dominar el piano, de tener una bonita voz yde andar enfrascada en aprender a cantar flamenco, lo que cada díahace mejor y con mayor gusto, es vegetariana. Y como lo que había-mos pedido para tapear eran todo productos cárnicos, menos un pla-


to de michirones, le solicitó una ensalada al camarero.–No tenemos lechuga, le dijo.–Bueno, pues tomate, pimientos, cebolla. Lo que tenga de verdu-

ras y que se pueda servir como ensalada.Al rato vuelve el camarero con su plato de ensalada. Mariola la

mira verdaderamente sorprendida, con el tenedor en la mano y sinsaber qué hacer. La “ensalada” tan solo tenía algo de atún, algo de ce-bolla y tomate que, en lugar de estar cortados a rodajas o a trozos, es-taba triturado formando una base semilíquida para los otros dos in-gredientes. Resignada, acabó mojando sopas de pan.

No le pregunté pero seguro que esa noche se acostó con hambre.En todo caso, la escasa consistencia de su comida no le impidió dis-frutar plenamente de la gala de esa noche protagonizada, en la prime-ra mitad, por Julián Estrada, acompañado a la guitarra por ManuelSilveria, y en la segunda parte por una, como siempre, bizarra, fla-menquísima y deslumbrante Sara Baras.

A la salida, tanto ella como su hermana Pilar y su tío José no para-ban de expresar su admiración por los artistas, muy especialmenteJosé que nunca antes había asistido a un espectáculo flamenco tanmagnífico y de tan alto nivel. Los tres se conjuraron para volver alaño siguiente y durante más días porque, además, el trato que le ha-bía dispensado la organización desde su llegada había sido sumamen-te amable.

trasnocheDe todas las secciones que componen la programación del festival,los Trasnoche es, sin duda, la más relajada y distendida, aunque seanprogramados con todo rigor, la selección de artistas participantes seahecha con esmero y la calidad de los mismos ciertamente alta.

Y es que tras una jornada densa e intensa, el cuerpo, y la mente, tereclama distendimiento, relajación, y a ello contribuye grandementeel espacio en el que se programan y el ambiente que le rodea, más


anárquico, bullicioso y jaranero que el de los otros espacios ya que esal aire libre, con gente paseando y hablando en las proximidades y, pordisponer de barra de bar en él, camareros entre las mesas sirviendo,aficionaos solicitando copas y tapas, e incluso personal que las está to-mando, que no se sentó por la actuación y que su interés por ella esabsolutamente nulo. Y así es difícil prestarles la atención debida aquienes actúan, al menos por respeto, salvo que te esfuerces en ello.

De todos los espacios en que se han programado los Trasnochedurante los últimos cuatro años, en opinión muy personal, solo enuno no se han dado condiciones tan negativas, la Terraza al aire libredel Restaurante la Focaccia, en el que pudimos disfrutar con tranqui-lidad de entre otras, las actuaciones de Ezequiel Benítez, acompaña-do a la guitarra por Manuel de María, del maestro mataronense de laflauta flamenca Domingo Patricio con su grupo, que me cupo el pla-cer de presentar, y Daniel Casares, auténtico portento de la guitarrade concierto y Bordón Minero 1997.

Y es que en ese local hay control a la entrada, dispone de sala am-plia para quienes solo quieren tomar una copa, los camareros no sir-ven durante la actuación y la terraza es interior, aislada pues, en granmedida, de los ruidos exteriores. Eso sí, la rana que tiene en un dimi-nuto estanque croa cuando menos te lo esperas, poco y quién sabe sipor unirse a los oles de los aficionados.

En esas noches, como en tantas otras y otros lugares, los aficiona-dos se reúnen allí a aguardar que suceda algo extraordinario. Cadanoche se acercan allí los aficionados más empedernidos llegados a LaUnión de las cuatro esquinas del mundo flamenco. Y esperan a queocurra un milagro que estremece a quienes son testigos.

El milagro, llámese como se llame –genio, ángel, pellizco,arte…–, puede ocurrir, o no. Es imposible atrapar el duende por lacola. No hay guión previo ni momento concertado, por eso se ha deestar muy atento por si se quiere hacer presente, para recibir y gozarcon su calofrío, con su descarga de emoción. Y si se hace presente y


preguntas qué sucedió, nadie sabe describirlo. Algo así como cuandodos cables se unen y salta el chispazo. Y aún no sabiendo describirlo,cualquier aficionado espera siempre que se haga presente.

Asistes una noche a un festival, a un recital o a cualquier reuniónflamenca y no pasa nada. Acudes la noche siguiente y se produce lasorpresa; sorpresa que has podido barruntar antes si has estado atentoa toda una constelación de signos: las miradas, los movimientos, ungesto…

Y es que el duende o el ángel o el pellizco, cuando se hace presen-te, es un portentoso milagro porque el flamenco, en sí mismo, es unauténtico milagro; milagro que alumbró el pueblo para asombro delos dioses y disfrute de las gentes. Aún así, el milagro puede suceder ono. Nadie lo sabe.

Pero al final de la noche, cuando te retiras y te alejas calle adelan-te, sabes que volverás a la próxima cita flamenca. ¿Cómo resistir laamenaza de que suceda el milagro justo la noche que no acudes?.


Prestigiar el premio

Está meridianamente claro, al menos para mí, que cuando el juradode un concurso otorga un premio lo hace en base a la interpretaciónque el concursante ha hecho del cante, del toque o del baile objeto deconcurso, de su conocimiento y dominio del mismo, pero tambiéncon la ilusión de que ese premio le sirva como estimulo para su pro-gresión, para avanzar en su carrera artística y consolidarse como artis-ta singular y diferente, personal.

Pero una cosa es la esperanza del jurado y otra la actitud de los ar-tistas. Los hay que saben aprovechar la oportunidad, la resonanciamediática y el prestigio inherente al premio para proyectarse artística-mente. Otros no lo saben hacer, o no pueden o se conforman con lologrado y continúan como antes del premio, sin más ambiciones, sinmayores inquietudes, que todo puede ser, defraudando así las espe-ranzas que el jurado puso en él.

Son aquellos artistas, muy principalmente del cante y en mayornúmero del deseable, desgraciadamente, que se acomodan como pro-fesionales concurseros, que se conforman con los concursos comoúnica vía para hacerse un hueco y ser conocidos por la afición y lospromotores flamencos. Vía válida, aceptable y justificable en el iniciode la aventura de abrirse camino, no así cuando se recurre continua yreiteradamente a ella, cuando se conforman con ganar de vez encuando algún concurso, hacer varios recitales en peñas, actuar en al-gún festival como consecuencia de ese triunfo y, después, vuelta aconcursar, quedando atrapados en una espiral sin salida.

Más graves son los casos de concursantes que conquistan premiosen alguno de los más prestigiosos y relevantes concursos que no hansabido aprovechar el trampolín de lanzamiento que ello significaba.En algunos concursos, incluso se le han grabado discos o se les han

paseado en actuaciones por la geografía flamenca por la organizacióndel concurso como ganadores y el resultado ha sido el mismo, noaprovechar esa promoción, esa magnífica rampa de lanzamiento, yvolver sobre sus pasos para quedarse igual que al principio.

Aún así, porque los imponderables que pueden presentarse en lavida de una persona son muchos y sus circunstancias personales des-conocidas, el jurado continúa sin perder totalmente la confianza y es-peranza en él depositadas y espera un cambio de actitud. Más aún, enun principio, le reconoce como mérito que concurra a un nuevo con-curso para cumplir con el compromiso contraído al haberse inscritoantes de ganar el premio.

Pero cuando comprueba que reincide una y otra vez ya lo da porcaso perdido, se despreocupa absolutamente, lo olvida, no le presta lamás mínima atención, al tiempo que se conduele de la ocasión perdi-da aunque, eso sí, sin perder la esperanza de atinar en una nueva oca-sión que se le presente.

con decisión y firmezaExisten, por fortuna, los casos contrarios. Así, por ejemplo, el cantaorpontanés Julián Estrada, tras la gala de entrega de premios del XVConcurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, 1998, en el quefue galardonado con los premios Dolores la Parrala y Cayetano Mu-riel, por mayoría y unanimidad respectivamente, me prometió:

–Paco, los concursos se han acabado para mí. Hoy cierro una eta-pa y comienzo otra. Conquistados estos dos premios, lo que he dehacer es aprovecharme de ellos y afianzar mi carrera artística. Eso eslo que voy a hacer. Te prometo que no vuelvo a participar en ningúnotro concurso y demostrar que puedo tener una carrera artística almargen de ellos. Palabra.

Prometido y cumplido. Y ahí está, con una carrera consolidada,ocupando primeros puestos de cartel por toda la geografía flamenca,con una producción discográfica de interés, enriqueciendo su reper-


torio y expresión, permanentemente inquieto, nada acomodaticio,siempre vigilante para que su voz no se le suba a la cabeza.

El maestro de la crítica, y en tantos otros ámbitos, Agustín Gómezha escrito de él que “su equilibrio expresivo entre los aspectos meló-dicos y rítmicos son sus prendas de incuestionable valía. Prima en sucalidad artística el respeto a las formas, su empuje vitalista y la bri-llantez.”13

Sobradamente lo ha demostrado en sus actuaciones en el propioFestival de La Unión, 2004 y 2007, acogidas con cariño y admira-ción manifiesta por el público. Su total entrega, unida a unas faculta-des portentosas, que gracias a su metódico y sacrificado trabajo diarioaprende a manejar con soltura, logran que sus actuaciones sean éxitocontinuo. Su conexión con el público es siempre extraordinaria. Ju-lián lo gana todo ante el público.

Contribuye a ello también la muy feliz comunión que establececon su guitarrista, y amigo, Manuel Silveria; guitarrista vibrante, conun absoluto dominio técnico del toque, de gran fuerza, de enormesonoridad, brillantísimo, de sonido personal y reconocible.

Comparto plenamente lo que Josema Polo afirma, y el público lorefrenda con sus calurosos aplausos: “Juntos, Julián Estrada y ManuelSilveria son capaces de desarrollar en escena uno de los directos másimpresionantes con los que puede disfrutarse en la actualidad. Lacompenetración entre ambos es milimétrica, pareja de ensueño parael mejor espectáculo, fruto de un trabajo intenso curtido en el ensayoy en la experiencia de los años”.14


13 Los Concursos de Córdoba (1956-2006) (Análisis y comentarios), Ediciones de La Posada, 2006.14 Julián Estrada. Entre la experiencia y el tiempo, en Lámpara Minera. Revista oficial del Festival In-

ternacional del Cante de las Minas, La Unión, 2007.

una esperanza ciertaTengo por cierto que todos los artistas que conquistaron la LámparaMinera, en mayor o menor medida, más dilatadamente o solo tem-poralmente, se vieron beneficiados con el premio. Así mismo tengopor cierto y por seguro que el número de los que prestigiaron, a suvez, el premio es mucho menor.

Cada aficionado, qué duda cabe, tendrá su propia relación, yotambién la tengo y a tenor de la repercusión mediática, de su conti-nuada progresión artística y de su consolidación como artistas singu-lares, creo, sinceramente, que los tres que más han prestigiado el tro-feo son Luis de Córdoba, Mayte Martín y Miguel Poveda.

Los tres son actualmente primerísimas figuras, los tres supieronaprovechar el premio para desarrollar posteriormente una fructíferacarrera artística, tanto a nivel español como internacional, los tres,por fin, han llevado a gala en todo momento ser Lámpara Minera; loque no es poco o, dicho de otra forma, lo es todo.

Porque, y lo repito, no basta con proclamarse brillante y justo ga-nador de un trofeo, cualquier trofeo, sino que es necesario demostrarposteriormente, actuación tras actuación, que es justo merecedor delmismo.

De los últimos cuatro galardonados, Raul Montesinos, Gema Jimé-nez, Miguel de Tena y Juan Pinilla, aunque tenga alguna que otra intui-ción, aún nos falta perspectiva para afirmar algo con una cierta seguri-dad. En todo caso ni a Gema ni a de Tena, salvo en la Gala de inicio delFestival del año siguiente de su triunfo, no he tenido la oportunidad devolver a escucharles y a Raúl Montesinos solo una vez, en el acto de en-trega de premios del Concurso Internacional de Letras Flamencas, di-ciembre de 2007, que anualmente convoca la Asociación de Hijos deAlmáchar de Barakaldo, en el que actuó como artista invitado.

A Juan Pinilla sí he tenido oportunidades de escucharlo más vecesy me da a mí que será un muy digno portador de la Lámpara Minera,y no lo pronostico voluntaristamente esperanzado, aunque sí, ni por


amistad y aprecio personal, sino en base a lo observado y constatadoen sus actuaciones, especialmente en dos de sus recitales a los que hetenido la suerte de asistir, con una semana de diferencia, en Santan-der y Córdoba.

El primero se celebró el 15 de noviembre del 2007 en el patio delParlamento de Cantabria con motivo de la recepción que por el XXVaniversario de su constitución se le ofreció al Centro Andaluz de San-tander y como prólogo de la final del X Concurso de Cante Flamen-co que dicho centro celebra anualmente.

El segundo, enmarcado en el Circuito de Peñas de Andalucía y or-ganizado por la Merengue de Córdoba, tuvo lugar el jueves 22 de no-viembre en el salón de actos de la Facultad de Ciencias del Trabajo.En esta Facultad está radicada la Cátedra de Flamencología que taneficientemente, con gran entrega y magníficos resultados, dirigeAgustín Gómez.

En ambos recitales estuvo acompañado a la guitarra, magnífica-mente, por Luis Mariano. En ambos recitales, coincidí con dos gran-des aficionados y críticos, Juan Pérez Cubillo y Paco del Cid. Este úl-timo hizo en el segundo recital la semblanza, muy acertadamente, delcantaor y del guitarrista. Pepe Carmona, presidente de la FederaciónCordobesa de Peñas Flamencas, me alertó de la celebración del recitaly me acompañó a él. He de decir que Pepe me sorprende cada díacon algún nuevo conocimiento, con una faceta artística que no le co-nocía. Es un pozo insondable de sorpresas y saberes.

Uno de los aficionados me expresaba momentos antes de comen-zar el primero de los recitales sus dudas sobre la voz del cantaor, de siera o no era flamenca. Ya saben, una de esas cuestiones que preocu-pan más a algunos aficionados que el propio cante. Le aconsejé queno se preocupara tanto de ello y sí de cómo hacía los cantes ya que,en mi opinión, tiene la voz justa y adecuada para hacer los que élhace. Finalizado el recital me hizo saber que le había convencido,pese a la muy irregular megafonía que tuvo en contra, que su voz era


la adecuada y que, además, le había sorprendido muy gratamente suseguridad y saber estar en el escenario.

Juan es una persona preparada y culta, que sabe hablarle entendi-blemente al público al explicar los cantes que va a hacer o porqué lospoetas cuyos poemas canta, Miguel Hernández, Blas Otero…, sonsus preferidos, algo, desgraciadamente, poco frecuente entre los artis-tas flamencos de nuestras pasiones y desazones.

Dejó dicho, muy expresamente, en ambos recitales que estaba obli-gado, y porque era de su gusto y ser Lámpara Minera, a hacer cantesde las minas y que, además de la minera, haría otros menos cantadoshabitualmente, murciana, levantica y fandangos mineros, demostran-do así, y contundentemente, que es justo merecedor de cuantos pre-mios ha ganado en La Unión en sus varias participaciones.

Cantinas, alboreá, serranas, tangos granaínos y extremeños, mala-gueñas… fueron algunos de los cantes que ofreció en los dos recitalescon gusto, estilo y sabiduría de ejecución, pero en el recital de Cór-doba se granjeó la más entregada admiración al ofrecer, en sí mismoun recital, una variadísima gama de fandangos y variantes verdialeras,de Granada, de la costa, jaberas, verdiales y fandangos de Lucena…,así hasta doce estilos diferentes, lo que demostró sobradamente susamplios conocimientos, su gusto y conocimiento por los estilos me-nos habituales, más en desuso, y su inquietud por la investigación.

Lo dicho, aunque tardó en alzar la Lámpara Minera en triunfo,me da a mí que será, si sigue por ese sendero, un muy digno portadorde la misma. Tiempo al tiempo.


Chano Lobato

El homenajeado, muy justamente en el 2007, Chano Lobato, nacióen la calle Botica del barrio de Santa María de Cádiz en 1927, eseaño mágico en el que a iniciativa de Ignacio Sánchez Mejías, torerotemerario, talentoso autor teatral, amante del flamenco, compañerode la gran Encarnación López “La Argentinita”, se reunieron en elAteneo de Sevilla la mayor parte de los poetas de la que ha pasado ala historia como Generación del 27. Andan, pues, ambos, cantaor ygeneración, por el ochenta aniversario.

De Chano hay para escribir un libro, o mejor dos. El primero so-bre su trayectoria vital y artística; el segundo sobre su saladísima gra-cia, sobre sus ocurrencias y anécdotas, tan sabrosas siempre. Chano estodo el arte posible y la antítesis de la solemnidad. Toda su vida hallevado por el mundo el nombre de su ciudad, su humor y su cante,eso que él llama “las cosas de Cái”, talento natural para el cante y elcuento, el mismo que fascinó a gentes como Lorca, Alberti, SánchezMejías y La Argentinita y que se hizo célebre en los años treinta gra-cias a la simbiosis que fraguaron los del 27 entre alta cultura y artepopular que fue la Edad de Plata, término que inventó el crítico yprofesor de literatura José Carlos Mainer.

Precisamente “Las calles de Cádiz” fue el título que dio La Argen-tinita a una de las estampas folklóricas que estrenó en 1932. Habíaviajado antes a la ciudad trimilenaria acompañada por los poetas cita-dos, además de por Edgar Neville, quien posteriormente dirigiría lamagnífica película “Duende y misterio del flamenco”, para buscar alos mejores artistas de la tierra e incorporarlos a su elenco.

Antes aún había participado en actos artísticos literarios, como lavelada lírico-poética-coreográfica-musical en la que Rafael Albertipronuncia una conferencia sobre la canción, que ilustra acompañada

al piano por Federico García Lorca.15

La unión de lo popular y lo culto; tradición y vanguardia. El mismoFederico o Gerardo Diego reivindicaban el acercamiento a la músicapopular y a otras propuestas nuevas como las que encarnaban Stravins-ki, Béla Bartók o Ravel. Si además recordamos la amistad del granadi-no con el compositor Manuel de Falla, con Adolfo Salazar o, en Cuba,con Antonio Quevedo y su mujer María Luisa Muñoz; en las cancio-nes lorquianas de Gustavo Pittaluga; en los compositores ErnestoHalffter y Roberto Gerhard, implicado también como el compositor yel poeta en el Concurso de Cante Jondo del 22, podemos concluir enla existencia de un 27 musical, que goza de cada vez mayor fortuna.

No fue, pues, mala fecha la que el destino le escogió a Chano paranacer. Una semana justa antes del nacimiento de la Generación del 27.

Juan Ramírez Sarabia, “Chano Lobato”, o “El Tío Chano”, consus gloriosos ochenta años a la espalda, es el último representante deesa escuela gaditana que tan bien ha sabido pasear por la rosa de losvientos y que probablemente morirá con él. Y aunque ya canta me-nos que antes porque anda quebrantado de salud, no hay sombra denostalgia en él. Sólo humor, bonhomía y agradecimiento.

Como el que expresó, una vez más con su repajolera gracias a rau-dales, en el acto institucional en su homenaje en el unionense MuseoMinero,16 levantando la pasión y la entrega, el aplauso calurosísimode los allí congregados para sumarse al homenaje.

Después, en un aparte, antes de salir al escenario para actuar en lagala de su propio homenaje, en la que también actuaron Esperanza Fer-nández, El Pele, Capullo de Jerez, y el bailaor Manuel Liñán, me dijo:


15 En 1931 realiza la grabación del disco “Colección de canciones populares españolas”, cantadas con acompañamiento de castañuelas, con la colaboración al piano de su recopilador, Federico García Lorca.El piano lo conserva su hermana y seguidora aventajadísima de su escuela, con personalidad propia,Pilar López en un ángulo del salón de su casa camberilera.

–¡Qué bien me han tratado, sobrino, no me lo esperaba! Así que,ya lo has visto, no tuve más remedio que hablar. Parecía yo Castelaren embustero.

Los maestros de esa familia gaditana de grandes cantaores, tan lle-nos de gracia y tan dotados para el cuento, fueron Ignacio Ezpeleta yPericón de Cádiz, y esa herencia de doble filo la compartió Chanodurante años con ese otro anárquico genial que fue Beni de Cádiz.

Tan sabios para el cante como para la vena cómica narrativa, nin-guno de ellos fue tomado demasiado en serio. El propio Chano hadeclarado:

–Cádiz nunca ha valido para venderse. Hemos sido cobardes, oigual un poco bohemios.

Con toda su fantasía y su gracia para quitarse importancia, Chanotiene un repertorio tan largo como una enciclopedia y prepara cada ac-tuación como un primerizo, con la misma ilusión y pese a su veteranía,a sus muchas tablas, a su infinidad de actuaciones y kilómetros recorri-dos, aún se pone nervioso, o mejor, como él dice, se pone “estartao”.

Luego, ya sobre el escenario, deja salir su forma de comunicar, queparece improvisada pero es la síntesis de muchos años de tablas. Can-tando se entrega siempre a fondo y satisface al aficionado más exigen-te. Los tangos los hace cante grande, sus rumbas son, según EnriqueMorente, las mejores de la historia, por alegrías crea bellezas, por tan-guillos va sobrado de compás, sus pinceladas por siguiriyas o por so-leá saben a gloria y sus bulerías son inagotables: para bailar, por cu-plé, por Cádiz, por Jerez, arrastradas, frenéticas, metiendo tangoscomo el “Volver” de Carlos Gardel…

Cuando menos te lo esperas se levanta de la silla, se arrecoge losfaldos de la chaqueta y a bailar, un plante, un paseíllo, un desplante,


16 El 5 de diciembre, la AIE, que preside Luis Cobos, le distinguió en presencia, entre otros, de María Dolores Pradera y Alberto Cortés.

un quiebro y un irse con la chaqueta recogida por una mano, la otraen alto en gesto de despedida. Y el público de pie aplaudiéndole,aplaudiéndole. ¡Ole, viva Chano!.

Recuerdos para paliar el silencio

Siempre es triste la noticia de una muerte, más si es artista que hasconocido y admirado, aún más si acontece coincidiendo con la cele-bración del Festival. Te desasosiega la alegría con la que lo estás vi-viendo, te turba la felicidad que sientes.

Desgraciadamente así ha sido en la última edición17, cuando de so-petón nos llegó la noticia del fallecimiento de Diego Rubichi. En añosanteriores, Antonio Núñez “Chocolate” aunque previamente al Festi-val, Juan Valderrama, La Paquera y Enrique Orozco, estrechamentevinculados con el festival, los dos primeros homenajeados en sendasediciones por su trayectoria artística, el tercero vencedor de la segundaedición, 1962, del concurso, el primero, además, origen del mismo.

Tan solo nos quedan ya los recuerdos, sus discos y sus películas, lasfotografías que captaron un gesto, una expresión, una sonrisa o undesgarro en alguna de sus actuaciones de gloria para paliar el silenciode sus ausencias ya para siempre eternas.

Quizás, en llegando agosto, se asomen a los balcones del cielo paraechar una miradita sobre nosotros y consolar la nostalgia que debensentir por no poder vivir y disfrutar nuevamente los días y las nochesdel Festival. Yo así lo creo.

rubichiEn la madrugada del día 3 de agosto, cuando aún no se habían apa-gado los ecos de la Gala Inaugural de la cuadragésimo séptima edi-

17 XLVII, año 2007.

ción, fallecía en el hospital Puerta del Mar de Cádiz Diego de losSantos, más conocido por su apodo familiar de Rubichi a la edad de58 años.

Había nacido en Jerez de la Frontera en 1949. Pertenecía a una fa-milia ensolerada de cante. Hijo del cantaor aficionado Mingo Rubi-chi, hermano de Agujetas el Viejo y El Chalao. Diego Rubichi semantuvo siempre en la línea de fidelidad al cante de sus mayores, sincaer en las irregularidades, a veces frecuentes, de su primo ManuelAgujetas.

Fue cantaor serio, más que artista, siempre coherente y rigurosocon su propio compromiso personal de culto al cante de los suyos,que mereció un reconocimiento de su arte mucho más importantedel que generalmente se le concedía, incluso en Francia, donde teníapublicados dos discos, fue más reconocido que aquí. Para el recuerdonos queda su manera seria de cantar, con profundidad y concentra-ción inigualables.

chocolateEstaba anunciado para actuar en la gala del 7 de agosto junto conNano de Jerez, El Torta, Capullo de Jerez y Diego Carrasco. No pudoser ya que falleció el 19 de julio. En su lugar actuó Fernando de laMorena, ni este, ni el resto de artistas tuvieron un recuerdo para él.

Antonio Núñez, Chocolate, tiene un puesto de honor, por dere-cho propio, en la historia flamenca de la segunda mitad del siglo XX.Aunque nacido en Jerez de la Frontera, 1931, vivió desde muy niñoen Sevilla, dedicándose, desde los nueve años, a cantar en fiestas yreuniones en los locales de la Alameda de Hércules y en las ventas delas afueras, alternando con Juanito Mojama, El Gloria, La Moreno,Tomás Pavón, La Niña de los Peines, Vallejo, Caracol…

Su trayectoria artística, no obstante, estuvo marcada por su partici-pación en los festivales flamencos, desde que estos tomaran esplendoren los últimos años cincuenta, con esporádicas actuaciones en tablaos y


elencos flamencos, además de numerosos recitales en peñas flamencas.Son muchas las ocasiones en que, por fortuna, pude escucharle,

en distintas latitudes y en ambientes variados, en teatros y recintos alaire libre, y en casi todas ellas redescubría a un cantaor inconforme,un ser sacudido por su propia naturaleza, un artista, y es una intui-ción, que pensaba que aún le quedaba dentro picón para encendercon el rescoldo de su sangre.

Que su cante no era exacto, medido hasta el milímetro, y qué másda, es cierto, era el cante de un hombre entregado a su arte; cantepersonal, distinto, distinguible siempre, no en vano se ha naturaliza-do el calificativo de “chocolatero” para quienes han intentado seguirsu estela.

Ahora ya, ¡ay!, nos queda solo el recuerdo de esas noches, tantas,en las que su voz, siempre expresiva, inquietante, difícil de sacar delcuerpo, nos lastimaba, nos estremecía angustiosamente hasta casi de-jarnos sin respiración, temblando de emoción.

vivos para siempre en nuestro recuerdoEl año 2004, acabó resultando fatídico para el Arte Flamenco; hubi-mos de lamentar, desgraciadamente, la desaparición de algunas gran-des y emblemáticas figuras del cante: Juan Valderrama, Paquera deJerez, Enrique Orozco, Santiago Donday…. También nos dejaronpersonalidades de otras facetas del flamenco, como el entrañable Joa-quín Rojas o el inolvidable Rafael Morales, nuestro Niño Montes, yanunca más “en vivo y en directo”, como él acostumbraba a saludar.

Los tres primeros cantaores tuvieron una estrecha relación con elFestival de Cante de las Minas, los dos primeros recibieron sendoshomenajes del mismo, el tercero, allá por el lejano 1962, fue premia-do en el mismo, como refrendo a su sabiduría en los cantes de Levan-te, que tan bien conocía y hacía. El primero, además, contribuyó de-cisivamente a encender la chispa en la creación del mismo.

Los dos cantaores eran ejemplos destacados de toda una época del


cante y de una manera de entenderlo, de decirlo dulce y melodiosa-mente, con largueza y profundidad de conocimientos. Ella, colosalsiempre, es representante de la escuela jerezana, poderío, desgarro yentrega absoluta en todas sus actuaciones, arrebato constante y siem-pre arrebatadora. Los tres admirables y admirados.

La noticia de la muerte de Enrique Orozco, a los 92 años, casi notuvo repercusión en la prensa diaria, tan sólo alguna esquina de algúndiario se hacía eco de la misma. Y es que hasta en la muerte la vidapuede ser cruel. Vivió sus últimos años sumido en el silencio de laenfermedad y el olvido. Su última actuación pública de relieve fueallá por 1986 en la Bienal de Sevilla, donde demostró por enésimavez su largueza y frescura interpretativa en tarantas, malagueñas, gra-naínas, cartageneras o fandangos, como lo haría también por la geo-grafía flamenca encuadrado en el espectáculo “Los últimos de la fies-ta”, que recaló en Cornellà de Llobregat y en el que le descubrió unanueva hornada de aficionados flamencos.

Enrique era uno, si no el último, de los representantes de toda unageneración de artistas flamencos, la que inicia sus andaduras con laÓpera flamenca, sobrevive tras la incivil guerra del 36, en ventas, col-maos, fiestas privadas y tablaos, y se reivindica como artista de valíadurante la etapa neoclásica. En el recuerdo, su voz para un cante desiempre.

paquera de jerezFrancisca Méndez Garrido, Paquera de Jerez, nos dejaba con 69 años ycon ella se nos iba la cantaora festera por antonomasia. “Desde El Glo-ria no se dio una voz festera de tamaña magnitud, ni tan sugestiva”, hasentenciado Manuel Ríos Ruiz. Aunque sólo fuese por sus bulerías ysus fandangos tiene ganada la inmortalidad por los siglos de los siglos.

La reina del compás ha dejado un hueco difícil, probablementeimposible, de llenar. Su voz de bronce ha enmudecido. Ya no será po-sible nunca más su figura vitalista sobre el escenario, apoyada su


mano sobre el respaldo de una silla mientras animaba a su “Parrillita”–desde 1969 Manuel Fernández Molina fue su acompañante más ha-bitual por los más diversos escenarios de dentro y fuera de España–,ni nunca más podremos disfrutar del trato de una persona entrañabley felizmente imprevisible.

En una ocasión, comienzos de los ochenta del siglo pasado, acudíal aeropuerto de El Prat a recoger al amigo Calixto Sánchez que veníaa actuar en el Festival de Barcelona. Con él llegó Paquera. “Yo necesi-to comer algo antes de actuar”, me dijo Calixto. Era una de esas ho-ras inciertas de media tarde en las que tan sólo en bares de tapeo sepodía comer algo. Los llevé a “La Cabaña del Parque”, bar de mi con-fianza, en Cornellà de Llobregat. Adela, la propietaria, se ofreció ahacerle a Calixto un buen filete con patatas. “Paquera, ¿tú qué quie-res?” “No, yo nada. No tengo hambre”. Calixto se ausentó un mo-mento. El filete con sus patatas apareció sobre la mesa. Paquera lomiró golosa. A Calixto le hubieron de preparar otro. Al primero lehizo los honores Paquera. “¡Ay, no sé cómo cantaré yo hoy. Estoy lle-nísima”. Esa noche, en la plaza del Pueblo Español de Montjuic, lajerezana estuvo una vez más arrebatadora.

juan valderramaJilguero, ruiseñor, gorrión…, con todos esos nombres se ha calificadoa Juan Valderrama Blanca. Personalmente me quedo con el últimoporque, pese a su magnitud artística, el de Torre del Campo fue siem-pre una persona sencilla, entrañable, modesta, poco dada a divismos,siéndolo, sin duda, por su valía y trayectoria. “Antonio, ¿qué canto yoesta noche?”, le preguntó a Fosforito en el transcurso de la recepciónque el entonces alcalde de Cornellà de Llobregat, José Montilla, leofrecía con motivo del homenaje que el Festival de Arte Flamenco deCatalunya le tributaba ese año en esa ciudad. “Pues qué vas a cantar,lo tuyo, lo de siempre, lo que tú haces mejor que nadie”, le respondióAntonio. Y así lo hizo, con enorme éxito, esa noche. Pero también,


“como sé que aquí en la sala hay aficionados cabales, les voy a cantara ustedes por siguiriyas”. Y por soleá. Y un sector del público le pidió“El emigrante”. Y Juan se lo ofreció.

El artista al que todos conocíamos por su cariñoso diminutivo fuegrande. Nunca se dio por vencido. A todos los que le ninguneaban, alos que le negaban el pan y la sal, una vez y otra vez les recordaba ydemostraba en cada una de sus actuaciones sus enciclopédicos cono-cimientos del cante, su exquisito gusto para decirlos, incluso con unhilillo de voz como en sus últimos años, su grandeza, para disfrute dequienes le admiraban, que no eran pocos, desde Joan Manuel Serrathasta Mayte Martín, que siempre ha reconocido que los primerosdiscos que escuchó fueron los suyos y que en su último reconoce ex-presamente su magisterio dedicándole la Vidalita.

Juan Valderrama, a lo largo de su longeva vida, pasó por todo: éxi-tos, aclamaciones y reconocimientos, como el que en agosto del 2000le tributó el Festival del Cante de las Minas de La Unión, y tambiénpor olvidos y desprecios, que acabó venciendo con una eterna sonrisa.Amaba el flamenco y antepuso siempre ese amor ante las dificultades ycontratiempos. Supo también, cualidad que suele adornar a los gran-des, reconocer el talento en otros. Apadrinó artísticamente, por ejem-plo, a Carmen Linares y presentó a Camarón en “Fantasía Flamenca”,uno de los muchos espectáculos que puso en pie como empresario.

En la memoria de los aficionados permanecerán indelebles su sa-biduría, entrega y un gusto fuera de lo común. También, claro, susempiterna sonrisa y su imagen tocada siempre con su legendariosombrero de ala ancha.

pencho crosRedactando aún este libro me llega la noticia, luctuosa e indeseada dela muerte de Pencho Cros, que nos llena de tristeza. Con su desapari-ción, La Unión se queda huérfana de uno de sus más emblemáticoshijos y el Cante de las Minas pierde a uno de sus más importantes in-


térpretes, cultores y difusores. El nombre de Pencho Cros era sinóni-mo, lo será para siempre, de Cante Minerolevantino.

Fulgencio Cros Aguirre, en los documentos oficiales, había nacidoen La Unión en 1925, andaba, pues, por los ochenta y dos años devida. Llevaba varios años sin presencia pública por enfermedad, peroaún así la noticia de su muerte fue tan inesperada como dolorosa.

Empezó en el cante muy joven, al tiempo que trabajaba en las mi-nas; trabajo que dejó cuando comenzaron a llegarle los premios. Fueel único cantaor que alzó tres veces en triunfo la Lámpara Minera,(1965, 1972 y 1976), lo que conllevó que la organización del Con-curso del Cante de las Minas introdujera en las bases la prohibiciónde que cualquier cantaor volviese a concurrir al premio después dehaberlo ganado una vez.

Siempre a vueltas con los duendes y las penas, porque sabía que elbuen cante duele, hiere y lastima, Pencho Cros fue uno de los pocoscantaores de la Región que supo impregnarle la pena al cante de ma-nera definitiva. Si su cante era de valor extraordinario no fue por lahazaña única de conquistar tres lámparas, sino porque su forma dedecirlo estaba transida de sentimiento, de tragedia, de verdad.

Aportó personalidad propia y singular a algunos de los cantes, es-pecialmente a la minera, quedando, ya, como modelo y referenciapara cuantos vinieron después. En otros se mantuvo al estricto mode-lo original. En cualquier caso, todo lo hizo grande y hermoso, con unsentimiento flamenco que nadie le discutía, que todos le reconocía-mos y que sobresalía gracias a su cálida y profunda voz. Su cante,siempre, te atraía, te atrapaba, te dolía.

Ganó fama sobre todo en la zona, y entre la afición, del cante delas minas, fuera de ella no se prodigó, ni falta que le hizo para ganar-se sobradamente fama de excepcional intérprete de los estilos de esecante, de maestro de ellos, de nombre capital.

Fue cantaor generoso de su arte, que estaba siempre dispuesto aregalar, “contentándose solamente con la fe de ser escuchado”. No vi-


vió del cante –aunque también–, vivió para el cante, el cante de sutierra. Seguro que ahora, allí arriba, continuarán haciéndolo.


Epílogo: Cuando el flamenco es memoria

En esta penúltima entrega de Paco Hidalgo –conocedor y analista dela actualidad flamenca, de la que no pierde puntada– encontramos lamemoria viva –la que recuerda los últimos años del Festival Interna-cional del Cante de las Minas– de un testigo en primera fila, contadaen primera persona a modo de urgente crónica, que recoge parte desu historia, pero sobre todo de la intrahistoria, esa que casi nuncaaparece en los papeles, aunque muchas veces merecería quedar plas-mada para el conocimiento de los demás; porque el flamenco, siendoimprescindibles, no es sólo datos y análisis concienzudo, sino esen-cialmente humano: hecho de vivencias y de tiempo.

Su lectura, siempre amena pues la narración nunca es inhóspita,nos conduce de manera suave hacia el conocimiento riguroso, a la re-flexión y al dato fiable; pero ante todo, nos adentra en el mundo delas personas, sean éstas conocidas o no entre la gran familia flamenca.

Casi sin darnos cuenta, el narrador nos lleva de la mano a la bi-blioteca de la ternura, de la amistad, de la admiración y de la pasión.Hábilmente, haciéndonos cómplices de una parte de su vida, queotros hemos compartido en esos momentos de los que al final siem-pre queda la palabra y el recuerdo de quienes nunca serán olvidados.

El Festival Internacional del Cante de las Minas, entre otros mu-chos méritos, tiene uno principal: el haber construido un hermoso ysólido edificio llamado Cantes de las Minas donde apenas si había ci-mientos, pues cuando nació este importantísimo e imprescindiblecertamen flamenco, La Unión era un desierto flamenco, quizá con al-gún refrescante oasis, pero un desierto al fin, que se extendía confor-me avanzaba la sequía económica. Hoy, gracias al mucho conoci-

miento de los que organizan el evento, es un vergel flamenco adondeacuden gozosos los aficionados de todo el mundo.

El Festival nació –como acertadamente apunta el autor– como re-acción al reproche que hiciera Juanito Valderrama a los aficionadosde La Unión por desconocer los cantes de su tierra. Y ante este estadode cosas, un grupo de hombres, encabezados por Esteban Bernal, a lasazón Alcalde de La Unión, se empeñaron en crear un festival quereivindicara y potenciara el conocimiento de los cantes que ellos con-sideraban como propios. Y junto a él hay que señalar otros nombresque se nos antojan imprescindibles para entender la historia del Festi-val: Asensio Sáez, eterno cronista del mismo y el más fiable testigo,hasta su muerte, de su historia; Antonio Piñana, por su obsesivo em-peño en la recuperación y revalorización de los cantes mineros de LaUnión y Cartagena, y Pencho Cros, por imprimir una estética propiaa dichos cantes creando escuela que llega hasta nuestros días.

Tras algunos años de indefinición y un claro descenso del nivel ar-tístico y de calidad en la fase de concurso, con el triunfo de MayteMartín se inicia una nueva etapa que comienza una política de deci-dido apoyo a la juventud a la par que una renovación de sus estructu-ras y conceptos estéticos que pronto comenzaron a dar sus frutos, detal modo que hoy el Festival Internacional del Cante de las Minas esuna cita obligada entre los grandes eventos flamencos que son y es-tán: sus grandes espectáculos, con las mejores figuras del momentotanto de cante, baile o guitarra; su apertura a las nuevas tendenciasdel flamenco, su proyección internacional, sus nuevos conceptos or-ganizativos, su evidente apuesta por dar a conocer nuevos valores,etc. son los mejores y más firmes avales de los que dispone hoy paraasegurar un futuro esplendente. No todos los certámenes de éstas ca-racterísticas disponen de una carta de presentación que vaya firmadapor nombres como la citada Mayte Martín, Luís de Córdoba, Vicen-te Amigo, Javier Latorre, Miguel Poveda, Paco Javier Jimeno, DanielCasares, Rocío Segura, Antonio Soto, Manuel Cuevas, Fuensanta “La


Moneta”, María Juncal, Javier Conde, Miguel de Tena o Juan Pinilla,por citar, a modo de ejemplo no limitativo, sólo algunos de los quehan pasado triunfando por el concurso de La Unión y que hoy sonprofesionales reconocidos dentro y fuera de nuestras fronteras.

El esplendor flamenco de La Unión siempre corrió paralelo a suesplendor económico. Siempre, pero desde el nacimiento de estegran evento casi todo en La Unión gira en torno a su Festival Nacio-nal del Cante de las Minas –que así se llamó hasta hace pocos años–.Por eso, quizá, Manolo Navarro, coordinador del Festival, me dijo enuna ocasión, mientras tomábamos café: “La única mina que queda enLa Unión es su Festival”.

Tan acertada me parece la frase que semeja una declaración deprincipios, con la que estoy totalmente de acuerdo. Hacia ese objeti-vo debieran encaminarse todos los esfuerzos: a mantener abierta esamina inagotable de arte flamenco que se llama hoy Festival Interna-cional del Cante de las Minas.

Y a eso contribuye este libro, “CANTE DE LAS MINAS. Notas apie de festival (2004-2007)”, pues resume, en un acogedor ejercicio li-terario, momentos de gloria y de alegría; pero también de honda tris-teza por los que ya no están y de infinito cariño para los que siguen.

Después de leerlo, serán muchos más los que se interesen por co-nocer La Unión y recorrer sus noches, mientras gozan del placer deun arte insospechado y misterioso, mágico y eterno, hedonista y trá-gico. Es el arte flamenco, que en el Festival Internacional del Cantede las Minas se ofrece al visitante en la dosis adecuada para cada cora-zón capaz de emocionarse.

Paco Vargas


cante de las minas - galeon.comgaleon.com/zoovi/minas.pdf · guitarra del maestro antonio ... voz...

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