caminos de luz artificial - xi
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(XI .maquinaria del buitre explicación para la familia.TRANSCRIPT
XI.
maquinaria del buitre. explicación
para la familia
la soledad me recorre la espalda
como una familia
numerosa
de ciempiés
A.Guzmán
Soñabas que yo y tú estábamos
follando.
Yo, soñaba igual.
Ensamblados en un abismo paralelo,
sin hablar,
(que por la noche el lenguaje
es una práctica obscena),
ofrecíamos, frenéticos, las manos,
que marchaban hasta la mañana
para cohibir la prisa
Pero
comenzaste a ahogarte,
viéndote abierta hacia la luz
Y manoseé a la redonda
y ya no estábamos
Vengados por la causa y el efecto
te viste recibir en el infierno
cortada en pedazos.
Violentamente hermosa
y yo,
diseccionado, por fin,
en el ansia dictatorial de haber arrojado
mis huesos
por la ventana
dejando,
únicamente,
el caos
como cosecha
La cama,
con estrépito,
olía a ella
Convencido cooperante del olor,
la droga,
que mueve a la gente
o la deja quieta
Cariñosa y ciega, te levantaste
para gozar de los vecinos,
incapaz
de hablar de heridas
El informe de la unidad de psiquiatría,
ulcera
Cuenta
que fue el amor expulsado
lo que me partió la cabeza
En cuanto al alma,
no quedó conocido que me la supusiera
Los hijos ilegítimos
no dejan de cantar
cómo habrían sido fabricados
Me diste una voz
y mis dos suelas
para un suelo inmenso que no estaba ahí
Y un ímpetu esbirro
infectado
de parecido con los hombres.
E igual número de dientes
Y una ley de gravedad
para no flotar completo
Y unas lágrimas rígidas, como colofón
¿Te das cuenta? Ya no hay nadie
a quien salvar
Y sí,
vendrá la muerte
pero no tendrá tus ojos
paseando
aliviados
bajo el antifaz
Te recordé en la vista
de otra ciudad
cualquiera
Recordé
la penumbra posible de tu cuello
En toda esta luz que me traspasa
recordé tu cuerpo,
foco principal
de esta infección completa
Recordé tu nombre,
que acentué en el acento
Recordé mi auténtico sudor
Recordé
la caridad cruel de la costumbre,
el sexo sin espacios,
la desilusión ramificada
del antes
y el después
Recordé
el grito que recorre a mujer y hombre
y su milagro
la barahúnda
de pequeños movimientos en el nervio
Recordé tu excelente tendencia
a perturbarme
entre las piernas
Recordé
magros impulsos
que desplazan
la firmeza desdichada de las patas
de la mesa
del salón
Recordé el aroma
de un pixín, seguramente calcinado
(justo después de decir que así y todo
no me quieres)
si no fuera
porque el horno
hace meses
que murió
Un profeta amerizó en el Báltico
y acorraló
entre las manos
tus dos pechos,
miss Kaliningrado del ochenta y nueve
Luego vinieron las máquinas
y dijeron:
si no paráis, allá vosotros
y, episódicos, decidisteis
que la satisfacción
bien valía
grietas
y piojos
Te atravesaste,
de nuevo,
y maceraste bichos en la sangre
Degollado,
el cordero de dios supura
su térmico viaje al porvenir del cosmos,
inyectando luz
Los sentidos,
huérfanos,
se nutren,
soborno de las horas azotadas
en la espalda,
que volverán,
con la hemorragia breve y mercader
del remordimiento
No importa.
Ahora, desmembrado, no.
Ahora, unigénito, no.
No importa.
Te maneja,
toscamente,
el caballo,
que con sobrepeso,
ya se llevó a tu hermana por delante
Ya sabes,
la vida es una tómbola
inclemente
de masacres
Fingí tus labios,
este martes cretino
en la bañera
Forcejeó
furiosa
la sangre
adquirida directa desde el vientre
de mi organismo
de serrín articulado
Pétreo, me asfixié,
recordando
el estrago voraz caído en tus pantalones
el círculo vicioso de carguen, apunten,
fuego
Me derramé,
liquidado en líquidos,
arrancadas a mordiscos las entrañas
esperándote
corpóreo como Argos
con la roña de tu nombre
en la garganta
Con diecinueve años te extinguiste
Disparaste al aire
que la muerte excitaba en tus oídos
Sentados a tu derecha,
los semejantes,
tragan vientos y mareas
inmiscuidos
en castidad y fobia,
en el recuerdo de la carantoña
bárbara
de sus mamás,
y ocultos detrás de sus mejores galas
Y en caliente, cohíben, anodinos
anos
penes
y vulvas
y su sangría áfona
Yo,
suturado sólido a tu ataúd,
ingiero
con el cálido equilibrio que otorga el pánico,
esta delirante tierra
con que chocó alguna vez
mi espalda
pasmada
bajo ti
Conozco tus nalgas
desde anoche
totalmente
Aglomero
entre las manos
kilómetros de esperanza
Eslabón de esta ventisca
ayuno
sin cesar
Desflorados
en las papilas gustativas
del rencor más mezquino
Miguel, César, Federico
poetas
que murieron cerca
de sus años pares
fueron rellenando el método
de las cavidades
del manojo ebrio de tierra
que a diario
aletean los pies
en que pesamos
con tu prójimo
y mi prójimo
de adictos
En ocasiones,
entre paja y ojo ajeno,
la vida
te coge de improviso
con el apremiante fervor de las primeras lecciones.
Una gitana,
peatón del carril-bici,
apagadiza
y como guardando el secreto
amenaza a su niña,
que se trague la merienda entera,
o va a venir
por ella
la mismísima
Lady Di
Te descorazono
con estas simples agujas de tejer,
que son vocablos
Ejecuto
un borbotón de tierra parturienta
hasta inundarme
Heredo
una minucia de aire
que posterga
la reencarnación mal decidida
Prometo
incómodas liturgias sin pan blanco
que las hostias
ya nos las dará el futuro
Viajo
entre el océano y tú,
a bienvenirte
Te escribo esto,
para no saltar por la ventana
Mientras en la ciudad,
la luz,
insípida,
toca fondo,
desmedido y en pie gasto la vida
sin tu almohada ahíta
que me sacó del agua
y me sacó del fuego
próximo al delirio y la ceguera
porque,
enfermo de alfabeto,
amago tu nombre
y estampo
mis rameras vértebras
en él
Pasa otro día
(inútil sofoco de la energía estática)
con
ímpetu
glotón
y
olor
a
cloaca
A
mano
armada
y
sediento
de par en par
de
tu
organismo
(grave mamífera que cicatrizó en su jaula)
estrangulo
mi
voz
hasta
el
suicidio
Creía
que sabía perseguirte
que te tendría aquí,
balsámica,
cuando arrancara la tormenta
que te estabas preparando,
en serio,
para perdonarme
que vendrías
a aletargar
esta inferioridad lasciva
y aguardentosa
que no eras tú, tu guerra misma.
Alguien,
feroz,
debería habérmelo dicho:
el que no ve,
no sabe lo que ve el que ve
Oigo a la noche
desgañitarse,
recién llegados sus pasos
a la hora de pecar
Germinante
y monótono,
trato de silenciarme gota a gota
con
vasos
tajantes
de ginebra,
idólatra absoluto del estado
horizontal
Y tomo mis pastillas
de freno
que,
inexorables,
me cornean las córneas
Y repto, noche,
con el respaldo recíproco del hombre
y la bestia
para,
pírrico,
auxiliar
la
catástrofe
de tus vírgenes
Mientras los truenos
apabullan
el paisaje,
ninguneándonos,
y la lluvia,
aburrida de exterior,
friega el parqué,
mientras
tu madre,
digna,
agita la ropa que se empapó
y la mía
acarrea su mojadura
de paz y grasa
libado
de arriba abajo
y con la cólera estomacal
definida
bisílaba
como hambre
yo,
mendicante
te desfloro
sin miramientos
Zumba,
incontable,
la luz de la farola
Grita y grita
hasta el amanecer:
peste de sol con que vendrá
la insensatez,
el ridículo
y los depredadores de papel moneda,
rugosos,
a numerar nuestra culpa
del uno al once
Pasarán,
serviles,
prefiriéndote a ti
y tu escueto escote
yendo sonrientes
a cortarnos,
posiblemente,
la luz
y el agua
porque apostamos al caballo
que tendrá
que morir
en la carrera
El vendedor del mes
de enero
tiene secretos,
pero no
a quién contárselos.
A veces,
el remedio
es la propia enfermedad.
Los bancos del parque están llenos,
mortificados
de pus
por ancianos y yonquis.
Eso sí, cada uno en su esquina.
Aislados
en su sepulcro gandul
de aburrimiento
deseando
unos
la llegada
de una santa inquisición
que ponga orden
y envidiando
los otros
la colección
de oro
de los dientes
de morder
Rosalía vende helado
de higos
al borde de la panamericana,
a bombo y platillo.
Coca cola
patrocina todo.
Es la víspera del terremoto.
El hijo menor,
La Cami,
sinónimo de su cuerpo,
rasca el glamour
agónico
de sus tacones
en la carretera
que va a Palamós.
Sus clientes son los mismos
del banco Sabadell.
Quizá
alguno
financie
el anémico grosor
de la cercana caja
de sardinas
donde sus venas, por fin, descansarán
fartuques
El otoño
descompuso los estribos
Sangra su cuerpo,
copiosamente,
sin noche de bodas
Los tejidos,
muermos de humillante catolicismo
necesariamente
mueren
de placer
Arrollando
se entrega
a la hazaña natural
de otro
combate
La ropa interior
descansa
como dios
por todos sitios
Cegados
por
los detalles,
en los suburbios
primitivos
de las matrices
tú y yo
difuntos
nos espiábamos
a tutiplén
Con supremo esfuerzo
llegaron hasta ti
las azafatas.
Habías alterado bien pronto
su caniche
monocromía.
Yo recolectaba vodka
que tú,
en perfecto polaco,
pedías
no sé bien por qué
para los dos,
que no nos conocíamos de nada.
Majestuosa,
engulliste tus ocho,
tirón a tirón
con la prisa propia de la muerte
y aunque en minoría,
decidiste
que el cinturón estorbaba
la dilatación
del arte.
Te pusiste en pie,
pese a la lucecita
para pasmar
con tu baile
a los pasajeros traseros
del vuelo ciento catorce
de Ryanair
Cuando llegaron
a comedirte,
tenías la blusa en la mano
y un amigo
imaginario
que bailaba contra ti
No lo hacíais mal del todo.
Abortado
el striptease,
te volvieron a tu asiento
y brindamos
(imagino)
por la pólvora
que se gastó
Y seguiste bebiendo,
(ahora los míos)
migrándome
con el híbrido placer
de escuchar
un idioma
del que no entendía una palabra
La luz,
rumor perpetuo,
sucumbe en la persiana
Metido
con saña
en la casa,
cepillo las encías
hasta
crearles
la sangre
Te echaron
de los anuncios
esas sanguijuelas
porque osaste hacerte vieja
Ningún ángel custodio
se encaprichó
de ti
Te distrajiste
del rumbo vano del rebaño,
esa generación monocigótica de maniquíes
que corren
con sus máquinas de correr
que cagan
con sus máquinas de cagar
Buceas,
escasa,
por los retretes
colectando implosiones en el centro
de tu cuerpo
como uso tópico
para completar
las llagas
que aún le faltan
a tu olvido
Se levantan juntos
y acogedores
para enhebrar,
aparte,
su mesiánico alimento
hacinados
en un amor mastodonte
La angustia se inquieta
sobre mi cadáver,
que en el pasado
jodió
tanto
con el tuyo
Con el objetivo perverso
del espantapájaros,
te llamo
y ladro,
más bien de garganta
Deberías saber que,
a veces,
hasta sin hambre
puedo morder
Mientras los niños salen
uniformados
del colegio
con la idea de cristo
amputándoles la cabeza,
al sol
con vasos de vino peleón
entre las zarpas,
intento
difuminar
el hacha que te clavé por la espalda:
otra cosa
que mi madre
ya no encontrará
en el desván
A veces, sube el ansia
y se le abrocha
al paladar
y piensa
en la hermosa corteza
de tus hijos
A veces,
ignorando el puño riguroso
de su dios,
detona
el indefenso lujo de la carne
balando
cantos de sirena
apagadizos
A veces,
el cardenal Varela,
se despierta con el miembro erecto,
porque
la máquina de parar rayos
se autodesconectó
Días más tarde,
descubre
el demonio
tu boca
con el delicado relámpago
de sus dedos
firmes
y el cansancio
común
de los espermatozoides inofensivos
Se disuelve
tu cejo fruncido
en la aberración calórica del cuerpo,
sistema solar
que arrulla
la bajamar de tu entrepierna
Los vaqueros sordos
estudian
tus pisadas
si pica
con gusto,
poco tendrá de sarna
Cuando el rocío,
rígido,
se abate,
y no recuerdas
en qué habitación reptil
te basculaste anoche,
ves erguirse
al ángel
que se hundió
y rondar tu casa sedentaria
Huésped
posible
de la incógnita,
tras las cortinas
cierras mano sobre la botella,
(desayuno de emergencia)
porque
vendiste tu pan
a la última caja
de ahorros
Ve tu torso juvenil
Ve tu gaznate
Y ve la horca
Pasa de largo,
a lactar
en otra concubina
no vaya a ser
que resulte
el cuervo
mucho más negro que las alas