cambio climático y efectos sobre fenómenos meteorológicos comunes en la pampa medanosa

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CAMBIO CLIMÁTICO Y EFECTOS SOBRE FENÓMENOS METEOROLÓGICOS COMUNES EN LA PAMPA MEDANOSA *Jorge Lapena 1. REFERENCIAS CONCEPTUALES Y GEOGRAFICAS DE LA ZONA DE ANALISIS El Noroeste Bonaerense, donde se sitúa la zona de Henderson, se enclava geográficamente en la subregión denominada “Pampa arenosa de invernada” (abarcando el oriente de la provincia de la Pampa y extremo Sur de las provincias de Córdoba y Santa Fe), o simplemente, “Pampa medanosa”, al occidente de la región pampeana. Su clima es de transición continental, es decir, no estrictamente mediterráneo ni tampoco de influencia oceánica, con cambios paulatinos que se han venido precipitando en las últimas tres décadas, y que interpelan a varios actores, dada la correlación de fenómenos meteorológicos inéditos por su naturaleza e impacto. La subregión pampeana en cuestión, se caracteriza por presentar un relieve llano, topográficamente interrumpido por médanos, producto de la sedimentación eólica proveniente del sector septentrional de la Patagonia extraandina; alternado con depresiones relativas, las cuales dan identidad a la condición arreica de la hidrografía. Estas cotas medanosas y áreas lacustres tienen así su vertiente en la intensidad y dirección de los vientos provenientes del Sudoeste, durante la prevalencia de los anticiclones australes, en especial el situado en el Océano Pacífico. Estos vientos emitidos desde el Noroeste Patagónico, que recorren una diagonal directa hacia el centro de la Provincia de La Pampa, actuando como agente erosivo (desprende extractos rocosos de sierras y mesetas, desprovistas de vegetación); tienen un efecto distinto al restar velocidad por aproximación de masas de aire más templadas, ya en la Pampa medanosa. Es así, que a partir del oriente pampeano, Sur de San Luís y Suroeste Córdoba, el viento tiene un rol diferente, sedimentando primero con 1

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Dr. Jorge Lapena. Universidad del Salvador

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Page 1: Cambio climático y efectos sobre fenómenos meteorológicos comunes en la Pampa medanosa

CAMBIO CLIMÁTICO Y EFECTOS SOBRE FENÓMENOS METEOROLÓGICOS COMUNES EN LA PAMPA MEDANOSA

*Jorge Lapena

1. REFERENCIAS CONCEPTUALES Y GEOGRAFICAS DE LA ZONA DE ANALISIS

El Noroeste Bonaerense, donde se sitúa la zona de Henderson, se enclava geográficamente en la subregión denominada “Pampa arenosa de invernada” (abarcando el oriente de la provincia de la Pampa y extremo Sur de las provincias de Córdoba y Santa Fe), o simplemente, “Pampa medanosa”, al occidente de la región pampeana. Su clima es de transición continental, es decir, no estrictamente mediterráneo ni tampoco de influencia oceánica, con cambios paulatinos que se han venido precipitando en las últimas tres décadas, y que interpelan a varios actores, dada la correlación de fenómenos meteorológicos inéditos por su naturaleza e impacto.

La subregión pampeana en cuestión, se caracteriza por presentar un relieve llano, topográficamente interrumpido por médanos, producto de la sedimentación eólica proveniente del sector septentrional de la Patagonia extraandina; alternado con depresiones relativas, las cuales dan identidad a la condición arreica de la hidrografía. Estas cotas medanosas y áreas lacustres tienen así su vertiente en la intensidad y dirección de los vientos provenientes del Sudoeste, durante la prevalencia de los anticiclones australes, en especial el situado en el Océano Pacífico.

Estos vientos emitidos desde el Noroeste Patagónico, que recorren una diagonal directa hacia el centro de la Provincia de La Pampa, actuando como agente erosivo (desprende extractos rocosos de sierras y mesetas, desprovistas de vegetación); tienen un efecto distinto al restar velocidad por aproximación de masas de aire más templadas, ya en la Pampa medanosa. Es así, que a partir del oriente pampeano, Sur de San Luís y Suroeste Córdoba, el viento tiene un rol diferente, sedimentando primero con areniscas más gruesas, cuyos vestigios se lucen en grandes médanos con poca fijación de vegetación, superiores a los 5 metros de altura. En cambio, ya en el Noroeste Bonaerense y extremo Sur de Santa Fe (hasta el límite natural del río Salado Bonaerense y bañados situados al Norte de sus nacientes), las areniscas que prosiguen el curso del viento, son más finas y forman médanos más bajos, con mayor susceptibilidad a la fijación de vegetación, máxime con técnicas de forestación, laboreo agropecuario y diagramación catastral que favorecieron ese desarrollo de la flora herbácea, dominado por pastizales.

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Figura Nro. 1: Disposición de parcelas rurales, médanos y lagunas en H. Yrigoyen, según dirección del viento.

Fuente de elaboración propia (2011).

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Figura Nro. 2: Tres paisajes bióticos dentro de la zona (lagunas, médanos y planicies productivas).

Fuente propia (2011).

Estos frentes fríos, secos y sedimentarios, que tienen un período menor superpuesto con el Frente polar (viento del sector sur, más frío, frecuente en invierno cuando la corriente fría de Malvinas gesta aire más frío en el anticiclón Atlántico, al alcanzar la Costa Atlántica Bonaerense) en el Noroeste son más comunes entre mayo y agosto inclusive, finalizando su influencia con la conocida tormenta de Santa Rosa (30 de agosto, generalmente). Se inicia así un período húmedo hasta el año próximo, con algún déficit intermitente entre diciembre y enero, propio del alza térmico, más que la carencia de lluvias. Esto también explica por qué el factor eólico influye en la sequedad de pastizales y la carencia de lluvias (durante 3 o 4 meses), repercutiendo en heladas negras, y escaso crecimiento herbáceo (subsisten principalmente las gramíneas duras), con consecuencias negativas materializadas en la falta de alimento para el ganado y en condiciones propicias para los incendios en banquinas y zonas descampadas (sin cortinas forestales o recubiertas por ejidos urbanos), donde el viento repercute recurrentemente propagando las llamas.

Ya en primavera, los vientos australes son menos frecuentes e intensos, y solo tienen relevancia cuando contrarrestan la baja presión, durante picos térmicos que provocan centros ciclones (áreas de atracción de masas frías), con mayor intensidad en verano, en especial en Enero.

Sin embargo, no todos los años son regularmente iguales. El calendario del clima, que históricamente exhibe patrones regulares, tiene un comportamiento distinto durante los años predominantemente húmedos o secos (ya inclusive, descriptos por el paleontólogo Florentino Ameghino en el siglo XIX), influenciados respectivamente por

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los ciclos de “El Niño” y “La Niña”. Así por ejemplo se ha visto reflejado en los años 2012 y 2013, alternados en zonas como Henderson, con picos asimétricos en sus precipitaciones; con más de 1.600 milímetros y menos de 600 milímetros respectivamente, sobre una media anual de 1.000 milímetros aproximadamente (considerando promedios de 20 años, después de 1990). No obstante, a la variación de umbrales pluviométricos, hay que adicionarle la desproporcionada distribución de los montos de precipitaciones en el año y su relación con los demás elementos del clima, como por ejemplo la temperatura, de cuya conjugación se resumen los efectos integrales del cambio de patrones climáticos.

Una tercera cuestión a considerar en este contexto de análisis, obedece a las variaciones que los patrones regulares, tanto como los propios de ciclos secos o húmedos (dentro de su particularidad), pueden llegar a gestar, a partir de las incidencias del cambio climático global. Este último, que deriva del aumento térmico global producto de la “interglaciación”1, más el “efecto invernadero”2, provoca cambios más extremos en zonas sin influencia oceánica, siendo por lo tanto, más alcanzada la Pampa medanosa que otras áreas de la región pampeana. Una réplica de ese estado de situación se puede verificar en las zonas más alejadas del Océano en países como EE.UU., aunque allí la condición continental de su geografía es mayor, y por consiguiente, los fenómenos que se tratan de abordar en este trabajo, son de mayor magnitud.

En tal sentido, la geodinámica de los estados atmosféricos no es la misma respecto a las décadas precedentes a 1990, y correlativamente, los fenómenos meteorológicos suelen ocurrir en días o épocas del año atípicas, ser más intensos o desarrollarse con otras aristas no contempladas históricamente. Esto implica repensar la planificación urbana y rural de cada zona, y rediseñar estados de alertas tempranos ante escenarios meteorológicos distintos en su manifestación, intensidad y época de ocurrencia.

2. PATRONES DE CIRCULACION ATMOSFERICA GLOBAL Y REGIONAL

Para comprender los cambios atmosféricos recientes y que interpelan la readaptación a ellos, a escala local o regional, sobre todo, se debe rememorar cuáles son los patrones climáticos y las oscilaciones meteorológicas previsibles en ese contexto. De ahí en más, habrá que ampliar el análisis (cuestión que se hará en el siguiente apartado), añadiendo

1 Conocido también como período “postglaciar”, es un intervalo climático en el que se produce un calentamiento natural y global del clima, y que generalmente separa dos periodos glaciares o glaciaciones.A lo largo del Cuaternario se han sucedido alternativamente periodos glaciares e interglaciares en intervalos que duran entre 40 000 y 100 000 años, aproximadamente; en los periodos glaciares las masas de hielo avanzan creando grandes casquetes que ocupan una gran parte de los continentes, al menos en el Hemisferio Norte, mientras que en los interglaciares se daría un clima similar al actual. De hecho, el periodo Holoceno o postglaciar es uno más de los periodos interglaciares del Cuaternario, recibiendo la denominación deinterglaciar Flandriense.2 El efecto invernadero tiene relación con el anterior concepto, y puede conceptualizarse como el fenómeno por el cual determinados gases, que son componentes de la atmósfera terrestre, especialmente en la troposfera, retienen parte de la energía que la superficie planetaria emite por haber sido calentada por la radiación solar. Afecta a todos los cuerpos planetarios rocosos dotados de atmósfera. Este fenómeno evita que la energía recibida constantemente vuelva inmediatamente al espacio, produciendo a escala planetaria un efecto similar al observado en un invernadero.

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las variaciones de cada elemento y fenómeno meteorológico, en el contexto de los cambios mundiales, del denominado “Calentamiento global”.

En primer lugar, respondiendo a la lógica térmica, el sol calienta la tierra con distinta intensidad, según la estación del año (relacionado a la traslación y que según la latitud, define la “heliofanía teórica”), el momento del día (relacionado a la rotación, y que hace intensa o nula la citada heliofanía teórica) y en menor medida, la nubosidad presente (que define la heliofanía relativa, es decir, horas de luz recibidas en forma directa), y al mismo tiempo, el planeta entra en calor por radiación, configurando un ciclo permanente y solo modificado cada ciclos paleoclimáticos de 100.000 años, es decir, alternancia de glaciaciones e interglaciaciones.

Figura Nro. 3: Patrones normales de circulación atmosférica global hasta 1990.

Fuente: Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (1997).

Actualmente, la tierra está en esta segunda fase, que significa calentamiento natural con corrimiento gradual de los límites templados hacia zonas frías, y de límites cálidos hacia zonas templadas, siendo más perceptibles en áreas continentales, alejadas de las costas, o sin influencia oceánica por obstáculos orográficos (cadenas montañosas a más de 3.000 metros, por ejemplo). Esta variación fue gradual y llevó al menos 1.000 años, contra menos de 200 que hoy anticipan precipitadamente un cambio, en particular en el hemisferio norte, donde existe mayor liberalización de combustibles fósiles (por actividades industriales y la evolución automotriz, principalmente; causales del aumento de dióxido de carbono y de la contrairradiación, que determina el “Efecto invernadero”), agravados por su condición de continentalidad (mayor amplitud térmica que por ejemplo, Sudamérica, con veranos e inviernos más moderados por la influencia oceánica). Magnificada en la escala de tiempo, film como “El Día después de mañana”, o documentales de revisión crítica contemporánea, como “La verdad incómoda”, ambos puestos en la pantalla grande hace 10 años, interpelan de lleno a los principales actores internacionales al desoír la advertencia de la comunidad científica en

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el Protocolo de Kyoto, en Japón (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, iniciado en 1997 y definido en 2005)3.

Figura Nro. 4: Evolución del calentamiento global desde el siglo XIX hasta la actualidad.

Fuente: NASA GISS (2010).

3  El protocolo de Kioto, tiene como propósito consensuar políticas de corto y mediano plazo para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero, ya que éstos son los principales causales del calentamiento global. Ellos son dióxido de carbono (CO2), gasmetano (CH4) y óxido nitroso (N2O), además de tres gases industriales fluorados: Hidrofluorocarbonos (HFC), Perfluorocarbonos(PFC) y Hexafluoruro de azufre (SF6), en un porcentaje aproximado de al menos un 5 %, dentro del periodo que va desde el año 2008 al 2012, en comparación a las emisiones al año 1990. Por ejemplo, si las emisiones de estos gases en el año 1990 alcanzaban el 100 %, el protocolo pretendía que para el año 2012 se deberían haberse reducido al menos el 95 %, hecho que no ocurrió (solo al 36 % y en muchos países, no se pudo reportar datos fieles o no se expusieron los mismos).

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Figura Nro. 5: Mayor incremento térmico en el Hemisferio Norte (clima continental).

Fuente: Observatorio de La Tierra de la NASA (2010)4

Los patrones atmosféricos globales infieren que el aire calentado tiende a elevarse, y ser reemplazado por aire más frío. Por ende, el aire debería seguir un recorrido que va desde los polos al paralelo del Ecuador; y así, una marcada preeminencia del viento Norte en el hemisferio Norte y viento Sur en el hemisferio Sur. Correlativamente, la circulación atmosférica tendrá una franja de viento suave y presión relativamente baja, llamadas “Calmas Ecuatoriales”. Así, el aire se calienta y asciende; enfriándose. La posterior fase será entonces, la formación de vapor de agua, condensando y a la vez, formando nubes de tormenta. De esta forma, las mismas liberarán calor, elevándose hasta más de 5.000 metros, e forma de rulos o copos, gestándose se chaparrones y tormentas. Esta área se la conoce como “Zona de Convergencia Intertropical”, donde el aire comienza a desplazarse en altura hacia latitudes más altas, en dirección a los polos, enfriándose gradualmente. Simultáneamente, el aire más frío viene en superficie, de los polos hacia el paralelo del Ecuador, pero por su temperatura es más pesado y desplaza al frente cálido. No obstante, estos límites de contacto ya no se producen a la misma latitud, siendo más amplia la invasión de la atmósfera cálida, hasta el extremo de hoy definir que una ciudad como Buenos Aires o zona Norte del Conurbano tiene más cualidades de clima subtropical que templado. Y esto se replica hasta en las migraciones o alteraciones en la fisiología animal, como por ejemplo, encontrar invasión de cotorras desde 2009 en la zona de Bolivar, Henderson, 9 de Julio y Carlos Casares; o expansión de serpientes venenosas en distintas zonas de la región pampeana.

4 El mapa exhibe la anomalía promedio de la temperatura media en 10 años (2000-2009) respecto a la media 1951-1980. Los mayores aumentos de temperatura se presentan en el Ártico y la Península Antártica.

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Para contextualizar más patrones atmosféricos globales al caso de la región, habrá que remitirse al límite de los 30 º de Latitud, cuyo corrimiento térmico ha exhibido cambios importantes en zonas como Río Cuarto y Villa María, situadas entre los 33 y 34º, y donde alcanzan a su vez la histórica influencia de los vientos del Sudoeste, prevalentes hasta su área. Por esta razón, desde 2008 se acontecen tantos fenómenos ligados a vendavales o tornados (se analizará la diferencia en los próximos apartados) en la zona en cuestión; al confrontar masas tan diferentes e intensas; y por otro lado, quedando en el límite austral de tormentas subtropicales de gran alcance, como la denominada “Gran tormenta” que afectó en varios días de noviembre de 2012 al Norte de la Región Pampeana. Además de viviendas e instalaciones destruidas, y cientos de árboles caídos, las grandes precipitaciones inesperadamente en pocas horas dieron un impulso sin precedentes al río Cuarto y otros cursos menores, provocando desmoronamientos de barrancas y desestabilización de puentes, como se pudo observar en la Ruta Nacional 35 (camino a Vicuña Mackena).

El caso particular de Río Cuarto, ha cobrado sumo estado público, pero no es el único, aunque sí para preocupar dada la alta densidad demográfica de su centro urbano (casi 200.000 habitantes). Allí, según el Servicio Meteorológico Nacional, el clima define al verano como caluroso, con noches templadas y el invierno con días templados a frescos y noches muy frías, estableciéndose una característica medio de zona templada subhúmeda, con transición continental, con algunos patrones semejantes a la Pampa medanosa que tiene sus límites naturales en Vicuña Mackena, 90 kilómetros más al Sur. Los cambios de esta importante ciudad cordobesa no solo están emparentados con el incremento de las temperaturas, también con el frío, y que terminan disimulándose estadísticamente si se atomiza el análisis a la media anual. Por ejemplo, hay registros de nevadas en julio de 2000 y 2007; y por otro lado, olas de calor con incendios en zonas rurales y vientos cargados de arena en la primavera de 2013, cuando estos episodios eran más comunes en verano. Así también, en los últimos 5 años, temperaturas extremas incrementaron a una amplitud superior a la registrada por el Servicio Meteorológico Nacional hasta 2009, con -10,6 °C y + 45,3 °C.

Figura Nro. 6: Media anual de indicadores meteorológicos de Río Cuarto.

Mes Ene Feb Mar Abr MayJun

Jul Ago Sep Oct Nov Dic Anual

Temperatura diaria máxima

(°C)29 28 26 22 19 15 15 18 19 24 26 28 22

Temperatura diaria mínima

(°C)17 17 14 11 8 4 4 5 7 11 14 16 10

Precipitación total (mm)

140.1

88.3 118.651.0

24.3 9.4 19.312.5

48.071.4

132.4 131.5 846.8

Fuente: Servicio Meteorológico Nacional (2009).

La deducción parcial, por muchos teóricos del clima es la de un calentamiento global, tal como se explica en los dos párrafos precedentes, pero ahora bien, si un grado

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aumenta en el paralelo del Ecuador, la gradiente térmica puede multiplicarse hasta 12 grados en zonas polares, y con ello, el descongelamiento de mayores proporciones del Artico y la Antártica. Ese impacto ya se está dando y no solo resta más hielo por descogelamiento glaciar, sino que también lo hace más pronto. Antes, a finales del verano, el Norte de la Antártida se caracterizaba por el desprendimiento del hielo y ya hacia fines de marzo, las corrientes australes del Pacífico y Atlántico, comenzaban a portar su influencia fría. En el Atlántico, desde la Corriente del Cabo de Hornos y su prolongación con la Corrientes de Malvinas, que hacia el otoño ya permitía configurar un asentado Anticiclón en la costa bonaerense, emitiendo frío polar desde zonas como Mar del Plata hasta Formosa, inclusive, ya que a su paso, no se interponía ningún obstáculo orográfico. Pero, la pregunta es qué sucede si en mayor proporción y un mes antes se producen los descongelamientos polares, y a su vez, en zonas del Norte de la región pampeana (límite con Pampa medanosa), o incluso en el Noreste argentino están coexistiendo densas masas de aire cálido estables. La respuesta se correlaciona con tornados en Formosa, vendavales en varias ciudades de Córdoba y tormentas de transición subtropical, que en verano no llegan a precipitar en superficie, como aconteció el último 8 y 9 de enero en el Noroeste Bonaerense.

En teoría, cada vez que la distancia es mayor al paralelo del Ecuador, cerca de los 30° de latitud Sur y norte, las regiones son invadidas por los grandes anticiclones subtropicales semipermanentes, porque el aire es secado por la compresión de los  movimientos descendentes. Esto influye terminalmente en la ausencia de precipitaciones, y esto explica por qué existen grandes desiertos a esas latitudes, como por ejemplo en San Juan y en parte del Sur de EE.UU. En los polos se da un caso inverso; el aire frío, y por ende, más pesado se dirige hacia los polos; y en superficie hacia el paralelo del Ecuador; siendo la fuerza de Coriolis (deriva de la dirección que es influida por la rotación terrestre) lo desvía al Noreste en hemisferio Norte y al sureste en hemisferio Sur. Es así, que la mayoría de los vientos tienen una dirección diagonal durante su estacionalidad de prevalencia (El Pampero, de Sudoeste a Noreste; La Sudestada, de Sudeste a Noroeste; los Vientos norte de la prolongación de Alisios, de Noreste a Sudoeste; entre otros), salvo cambios térmicos muy grandes y repentinos, como los gestados por el paso de la Corriente de Malvinas en el Mar Argentino y la fuerte emisión de frío polar del anticiclón, a la altura de Mar del Plata (razón que explica por qué tiene una de las temperaturas más baja en invierno en la provincia de Buenos Aires, aún más que Carmen de Patagones) y en dirección Norte.

Prosiguiendo con la lógica atmosférica global, cabe remarcar que los vientos, al descender latitudinalmente, se calientan, se hacen más livianos y ascienden, volviendo a la zona polar en altura; y ya. sobre los casquetes polares, se enfrían y descienden. Se calcula entonces, que en los 60º de Latitud, hacia los Polos predominan nuevamente los vientos del sector Este, con una presión leve, provocando grandes ciclones sub polares (están más cálidos que la temperatura ambiente normal, que es fría; cómo también se da en caso inverso con los anticiclones semipermanentes en áreas subtropicales), que originan temporales intensos y fuertes nevadas. Por ello, en los Polos vuelve a subir la presión, a medida que se enfría esa masa que inmigró de las latitudes donde antes era cálida. Enfriada, se convierte en una zona más ventosa, gestándose los llamados “ciclones migratorios”, que son aquellos que tienen apariciones en algunas épocas del año en determinadas zonas, y están siempre en movimiento. Por ejemplo, en la Pampa medanosa provienen vientos de mayo a agosto del sector Sudoeste (fríos y secos), que se originan en el Anticiclón Pacífico, el cual prosigue la corriente fría de Perú o

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Humboldt (dirección Sur-Norte); estando en septiembre a la altura del Norte de Neuquén y Sur de Mendoza, donde la cordillera alcanza y supera los 3.000 metros y se convierte en obstáculo, variando su gradiente. Ya entre octubre y noviembre, se encuentra a la altura de Cuyo, y es donde opera el viento Zonda hasta abril por lo menos; y ya para fines de mayo, el retorno del Anticiclón vuelve a instaurar la prevalencia de los vientos diagonales que antes se citaron.

En estas latitudes intermedias, y que comprometen al Noroeste Bonaerense, el aire caliente tiende a ponerse debajo del aire frío, incrementando rápidamente el contraste térmico y la inestabilidad. Esto implica que lo esperado en meses de transición térmica (otoño y primavera), es que se enfrenten masas de aire muy distintas; formándose frentes y fenómenos asociados, desde lluvias torrenciales, tormentas eléctricas, ráfagas de viento y en casos extremos, tornados. No obstante, vientos australes derivados del descongelamiento anticipado de la masa glaciar antártica; y por otro lado, el corrimiento térmico (de isotermas) hacia latitudes templadas que se asemejan cada vez más a ambientes subtropicales, sintetizan dos grandes cambios (trasladados al ideario popular como “el tiempo está cada vez más loco… hoy calor, mañana frío… días fríos en verano, o cálidos en invierno”), al interponerse una u otra influencia en contextos estacionarios con patrones históricos diferentes, y que traen como correlato, sucesión de fenómenos en épocas inesperadas, o fenómenos esperados, pero más intensos.

Figura Nro. 7: Zonificación de los frentes de aire y vientos predominantes.

Fuente: Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación (2012).

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Por último, cabe aclarar que estos patrones globales y regionales en el clima, tienen otras aristas en años con influencia de ciclos secos o húmedos, tras la ocurrencia de “La niña” y “El niño”, respectivamente; y un contexto aún más complejo si se lo analiza en el presente, a partir de variaciones derivadas del calentamiento global.

3. CAMBIOS Y PERMANENCIAS EN LOS PATRONES DE LOS FENOMENOS METEOROLOGICOS POSIBLES EN LA ZONA

Las tormentas eléctricas, los granizos y los tornados son los tres fenómenos meteorológicos posibles en la zona, de mayor relevancia por sus consecuencias negativas. Si sus efectos son destructivos en construcciones se los califica como “desastres naturales”, mientras que si la destrucción es total en un área, e involucra la pérdida de vidas humanas, se lo considera “catástrofe natural”, al igual que las consecuencias derivadas de una actividad volcánica o sísmica; o hasta una inundación repentina y de gran magnitud. De hecho, en años recientes, los fenómenos meteorológicos han encontrado desprevenido ya no solo al común de los ciudadanos, sino también a los responsables de zonas donde se deduce o transmiten los alertas tempranos, para atenuar o evitar que el desastre natural exceda sus consecuencias, cobrándose víctimas, o pérdidas materiales muy grandes.

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Figura Nro. 8: Mapa de principales riesgos de desastres naturales o ambientales a nivel país.

Fuente: Secretaría de Medio Ambiente de la Nación, publicado en Diario Clarín (2007).

Además de los principales fenómenos mencionados en el párrafo precedente, cabe incluir fenómenos de menor relevancia, como las fuertes ráfagas de viento; los fenómenos de riesgo indirecto, como las heladas y nieblas; los fenómenos atípicos o azonales, como las grandes nevadas; y los nuevos fenómenos, como los vendavales huracanados.

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En torno a los cambios climáticos, el Noroeste ha registrado más tornados en los últimos 20 años que en todo el siglo XX, o granizadas de gran porte (con el tamaño de una naranja, visto en algunos granizos), y tormentas eléctricas más frecuentes, con descargas eléctricas que no van de la mano de las precipitaciones, como comúnmente se espera. En ese lapso, la zona de Henderson por ejemplo, estuvo expuesta a los tres tornados más grandes de su historia (1993, 1996 y 2000), y a la vez, a más de 20 tormentas eléctricas que duplicaron la media, y record en el tamaño de granizos reportados en 1999 y siendo superado ese registro en 2008.

Por su magnitud y mortandad, los tornados son popularmente más temidos, pero éstos lejos están de ser idénticos a los de EE.UU. y otras regiones continentales del Hemisferio Norte, donde la gran amplitud térmica entre estaciones del año, promueven cambios muy bruscos de masas de aire, térmicamente muy distintas. No obstante, con el correr de los años, especialmente después del período transicional del calentamiento global de la década del noventa, el número e intensidad de tornados ha aumentado. El Centro Nacional de Predicción de Tormentas, reportó que entre 1950 y 1997 se produjeron 13.808 tornados, es decir, casi lo mismo que en los últimos 15 años (11.236 tornados); mientras que en Argentina no existe definidamente un servicio que registre definidamente, exceptuando los hechos focalizados y que se confunden con vendavales huracanados o ráfagas de viento. Sí en cambio, se ha logrado deducir una triplicación de reportes de tornados y la evidencia que éstos se están dando cada vez más a menudo fuera de zonas semiáridas, teniendo un corrimiento hacia el occidente la región pampeana, especialmente en meses secos o de gran amplitud térmica, donde grandes centros de baja presión se forman en discordancia con la proximidad o direccionalidad de masas de aire más frío, susceptibles de contrarrestar la condición atmosférica reinante a partir del ascenso térmico.

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Figura Nro. 9: Factores atmosféricos y perfil donde se exhibe formación de tornado.

Fuente: Geociencia, apartado “Naturalmente ciencia” (2012).

Por lo general, los tornados presentan un mismo itinerario, siempre yendo hacia el Oriente, por la mayor estabilidad de presión, sustentada ésta por la proximidad marítima. Es decir, que en forma correlativa a la dirección de los vientos, los tornados prosiguen camino, desde el occidente o sudoeste de la Pampa arenosa hacia los confines de la subregión, siendo más leves ya sobre su paso por el límite natural río Salado bonaerense. No en cambio desde el sector Sur, porque la masa fría compensadora o que desplaza a la más cálida, proviene del Frente polar (originado desde el Anticiclón Atlántico), en pleno invierno; y en la citada época del año, no reina una temperatura cálida. Por ende, siempre se debe estar más pendiente de lo que suceda en el Océano Pacífico (Anticiclón Pacífico), respecto al Atlántico, a la altura de la Costa Bonaerense.

Asimismo, las tormentas eléctricas y con fuertes vientos, acompañadas de 15 a 20 minutos de grandes aportes pluviométricos, que conjugan un ámbito de sumo riesgo de vida para automovilistas inclusive, ya no tienen una temporalidad coincidente con el histórico calendario tan descripto por las comunidades Salesianas. En 2011 y 2013, la denominada “Tormenta de Santa Rosa”, no solo no llegó en fecha, sino que nunca ocurrió; al igual que las heladas, cuya ocurrencia no tiene correlatos significativos en cuanto al riesgo, como los tres principales fenómenos abordados.

Si bien el período libre de heladas es cada vez mayor, y se deduciría como un cambio positivo, al menos para actividades como agricultura, horticultura, apicultura y ganadería; las mismas no guardan la misma regularidad que ataño. De acuerdo a datos

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primarios de FECIC-PROSA, hasta 1988, el período libre de heladas era alterado muy poco por heladas fuera de época (apenas 3 al año); en cambio desde 2002, se registran hasta 18 heladas fuera de época, actualmente llamadas “heladas tardías”. Una de las 3 que acontecía fuera de estación era la llamada “Helada de San Martín” (15 de noviembre), aunque por ejemplo en años como el 2007, ese fenómeno se extendió por 72 horas, en las franjas nocturnas y al amanecer, afectando letalmente al maíz. Así también se extienden hacia diciembre, que de ser un año seco (como lo fueron los años 2011 y 2013), la helada es negra (porque ocurre sin suficiente humedad ambiente o de rocío) y el vegetal es más afectado, respecto a las heladas blancas (con al menos el 50 % de humedad). Al secarse la cobertura vegetal más sensible, por su taxonomía reticular, las altas temperaturas de verano propician el ámbito propicio para ser un foco de riesgo de incendio.

Este efecto indirecto de las heladas fuera de época, se suma a la ocurrencia típica de heladas entre mayo y agosto, que al existir déficit de precipitaciones, también es un recurrente escenario de riesgo. Ya en cambio, entre septiembre y octubre, las últimas heladas son blancas, dado el inicio de un período de dos meses de precipitaciones de moderadas (entre 120 y 240 milímetros) a abundantes (más de 240 milímetros).

Al igual que las heladas, si bien no es un fenómeno directo, las nieblas (que a diferencia de neblina, implica visibilidad inferior a los 1.000 metros, y en ocasiones, de apenas 5 metros, resultando peligrosas para quienes circulan en automóviles, por ejemplo), revisten notoriedad. En el Noroeste son frecuentes en años húmedos, como el 2012 (con 18 días de alerta contra una media de 5 días al año en los últimos 20 años, según el Servicio Meteorológico Nacional), donde se conjuga la humedad ambiente con el calor de inversión térmica (al amanecer o atardecer), que provoca evaporación y suspensión permanente de las retículas de agua. Esto impide la visibilidad, máxime entre 1,50 y los 4 metros (altura donde no desciende ni asciende por techo de inversión térmico), siendo por ello, que se aconseja viajar con las luces bajas, principalmente de noche. Así, este período alcanza desde el atardecer hasta el amanecer siguiente, a veces hasta las 9 horas en invierno, siendo poco comunes en verano o meses cálidos.

En tanto, los granizos revisten una peligrosidad relativa al tamaño, más que a la época o tiempo, pero los mismos precipitan cada vez más fuera de sus meses o estaciones típicas, como lo era hasta 1988 las primaveras. Al existir cambios de orden térmico y de las precipitaciones, sobre todo, las condensaciones y demás condiciones de nubosidad preliminares del ciclo hidrológico se alteran. En lugares impensados o fechas insólitas, como ocurrió en la localidad de Metán (provincia de Salta), a las 17,40 horas del día 30 de diciembre de 2013, la caída de granizos tomó por desprevenidos a muchos habitantes , y 5 días antes, la temperatura más alta del país y su mayor registro térmico, con 44.7º . En tanto, en el Noroeste Bonaerense, tres veranos antes se registraron granizos, pero en fechas que solo se anunciaba tormentas, sin advertirse una condensación de masa de aire frío repentina, del sector austral Atlántico.

También atípicamente, en julio de 2009, el clima exhibió otra arista particular. Una gran nevada recubrió por más de 24 horas toda la geografía de la zona de Henderson, con una altura y densidad nival equivalente a la de cualquier día invernal de San Carlos de Bariloche. El fenómeno fue sustentado por tres días lluviosos y húmedos, coincidiendo con un descenso térmico de 2 grados bajo cero. Este último indicador no sería anormal para la época y geografía pampeana considerada, pero sí el primero

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(llovió en tres días lo mismo que en los tres meses más secos), habida cuenta que los inviernos son secos (a diferencia del Oriente Bonaerense, e incluso Capital Federal, que es más factible cualquier nevada, al menos una vez cada 10 años).

Atípico, pero también inéditos por su génesis y cenit, los vendavales huracanados, como los que azotaron las ciudades de Chivilcoy y Junín el 2 de diciembre de 2013, con vientos de 140 kilómetros por hora, condicen con los ocurridos en 2008 en las zonas de Río Cuarto y Villa María, y 4 años después en el Gran Buenos Aires, con 15 muertos como saldo. Se trató en todos los casos de voladuras de techos, derrumbe de viejos edificios de una o dos plantas, caída de árboles y cables de electricidad cortados, aunque nunca se trató de tornados concretamente, ni mucho menos de huracanes (a pesar de que por su velocidad, los vientos tenían similar proporción).

De acuerdo a reportes periodísticos, de los 23 temporales similares desde 2008, a pesar de algunos no cobrar tanta trascendencia en la prensa (por acontecer generalmente en zonas menos pobladas y ser así menor consecuencia material y en los saldos humanos), 17 se circunscribieron en la Pampa arenosa, o sus áreas de transición intra-regional (Junín y Chivilcoy al oriente; y Río Cuarto y Villa María al Norte, por ejemplo). Esto obedeció y es factible de suceder dada la alteración de las fechas de ocurrencia de los picos de alta temperatura o baja presión atmosférica, que traen como correlato la atracción de fuertes masas de aire más frío, ya no al principio de la primavera o el otoño, que debiera darse los cambios de frentes dominantes. Por ejemplo, en Chivilcoy, se precipitaron condiciones propias a las de una tormenta de Santa Rosa, pero tres meses después, con un aire más ligero o liviano (al ser más cálida la jornada), más susceptible al desplazamiento por invasión de un frente frío ya no proveniente del arco Sur-Suroeste, sino del arco Sur-Sureste. Es decir, la masa desplazada fue más ligera (al ser más cálida que la de fines de agosto o septiembre), pero a su vez, con diferente eje, con un frente anárquico al estar sobreexpuesta del Norte- Noreste por un lado, y Sur-Sureste por el otro.

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Figura Nro. 10: Características más mediterráneas en la Pampa medanosa, influyeron en olas de calor inéditas.

Fuente: NOAA – SIG deducción propia (22-28/12/13).

4. UN FENOMENO ESCASAMENTE ESTUDIADO Y CON DESENCADENANTE EOLICO

Más allá de las discusiones conceptuales, la conjugación de características parciales de tornados o vientos huracanados en el Noroeste Bonaerense, y que se materializan en fuertes temporales, como el que recientemente azotó Chivilcoy, contemplan tres cuestiones de significatividad. La primera de ellas es que los tornados, por su intensidad y homogéneo recorrido de líneas de isobaras concordantes a un patrón, no se internan dentro de centros urbanos (prevale en ellos las olas de calor urbano, con valores térmicos más elevados que implican cotas de presión atmosférica heterogéneas a la zona rural), afectando apenas las periferias suburbanas, y sí en cambio no guardan reparo con las áreas más descampadas, topándose con arboledas, silos y demás instalaciones agropecuarias. Por consiguiente, los riesgos de ese violento fenómeno se centran más geográficamente en la zona rural, donde habita menos de la décima parte de la población del común de los territorios interiores de la provincia; pero no en cambio con los vendavales huracanados que no exceptúan al campo de la ciudad. Otro ejemplo del mismo, aunque confusamente definido en la faz periodística, es el temporal que entre el 5 y 6 de enero de 2010 tuvo como desenlace en Pehuajó a más de una centena

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de árboles caídos, 32 instalaciones dañadas y 24 viviendas sin techo, y algunas de ellas, con más consecuencias.

Una segunda consideración obedece al recorrido que lleva el frente eólico, con más de 120 kilómetros por hora. El tornado abarca, además de zonas más descampadas, una franja de hasta 200 metros (con gran poder destructivo); en cambio los vendavales huracanados un frente más amplio, a veces de hasta 40 kilómetros, golpeando intermitentemente tras ascender y descender altimétricamente unos 20 metros, dada la presencia de obstáculos naturales muy densos (cortinas forestales, por ejemplo), o artificiales de grandes dimensiones, que interrumpen la horizontalidad del aire. Esto explica por qué las chapas, tendidos eléctricos y silos son parte de las instalaciones más propensas a las consecuencias de este tipo de viento, y a su vez, un arma muy letal para los seres humanos.

La tercera cuestión es la temporal. Los vendavales son fenómenos que se extienden hasta unos 20 minutos, al igual que cuando azotan las grandes tormentas eléctricas de la Pampa medanosa, con lluvias repentinas y en abundancia. Estas últimas acontecen por lo general en otoño o primavera, en cambio los primeros son más típicos de meses cálidos (verano principalmente), pero con temperaturas que superan la media y se suscitan en menos de dos horas, provocando que se evaporen en la altura los estratos que intentan condensar y otros que intentan precipitar. Por esta razón, las altas temperaturas frustran las precipitaciones que en enero suelen darse (y pronósticos que no se efectivizan), en forma de chubasco, provocando una estela eólica ascendente y cálida, que amplía el espectro geográfico de baja presión en altura, requiriendo así esa zona una masa de aire fría para compensar la baja presión, la falta de brisas y el incremento de la sensación térmica en las personas. De precipitarse un movimiento en el eje de fuerzas eólicas del sector austral, la masa de aire más fría rápidamente busca por naturaleza el norte geográfico de la llanura Chacopampeana. El tiempo en que esa masa tarda en ingresar y elevar la masa cálida en cada zona recorrida, es de apenas 10 a 20 minutos, pero dada a la preexistencia de aire cálido en altura y a la gradiente descendente de un aire no tan frío que ingresa (distinto si fuera primavera u otoño, que la masa fría es mayor, y es por lo tanto, más factible el tornado por la convergencia contrapuesta de masas más definidas), se produce una especie de fuertes vientos que avanzan en formas cóncavas o convexas, según el caso, y no siempre en un sentido totalmente horizontal como las ráfagas comunes en agosto (mes de los vientos en el Noroeste Bonaerense).

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Figura Nro. 11: Vendaval en una localidad del Sur de Santa Fe.

Fuente: Diario La democracia (2013).

5. HERRAMIENTAS E INDICADORES PARA DETECCION DE FENOMENOS

El análisis del viento, ya sea su dirección, velocidad, humedad y otros indicadores derivados de éste, representan patrones útiles para saber qué está sucediendo o va suceder en cuestión de minutos y horas, y con menor probabilidad, hasta las próximas dos jornadas. No obstante, como la fuerza eólica es originada por la diferencia de las presiones atmosféricas sobre la tierra, es necesario disponer y saber interpretar un barómetro (instrumento meteorológico), o deducir indirectamente a partir de los cambios térmicos y de la humedad ambiente.

Las isobaras representan líneas imaginarias de igual presión atmosférica, tanto como las isotermas representan las de temperatura. En meteorología, los indicadores vertidos con mediciones no siempre concuerdan con la media o el patrón regular, a veces puede diferir, y de hecho, el calentamiento global (o cambio climático mundial) cada vez lo hace más.

Cabe recordar que los vientos van de los centros de alta presión (o áreas de mayor densidad) a las de baja presión (o áreas de menor densidad). Es la denominada fuerza de presión. Este movimiento del aire es mayor, cuanto mayor es la diferencia de presión por unidad de distancia. De esa forma, cada uno puede darse cuenta porque las isobaras están más juntas.

En la zona de baja presión las isobaras están más juntas; implicando un alto gradiente bárico, y que por consiguiente, será donde el viento soplará con mayor intensidad. Pero, al igual que las regiones del clima o del estado del tiempo, no es un mapa homogéneo

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de norte a sur, ni es estático en el tiempo, ni igual el mismo día calendario, en años diferentes. El planeta gira sobre su eje, y el viento recorre una dirección norte – sur, a medida que se hace el movimiento terrestre. Así, el viento no describe sobre la esfera terrestre un camino recto, sino que lo hará según el giro de la tierra. Lo orienta, en una fuerza de rotación conocida como “Coriolis”, hacia la derecha en el hemisferio norte, y hacia la izquierda en el hemisferio sur.

Al mismo tiempo, los movimientos del viento, de cualquier intensidad; contribuyen al transporte del calor y de otras condiciones de la atmósfera. La denominación de los vientos depende de la dirección de donde provienen y sus cualidades en menor medida. Así, un “Viento del Norte” es aquel que sopla de norte a sur y un “viento del oeste” es aquel que sopla de Oeste a Este. Cuando los vientos soplan con mayor frecuencia desde una dirección que desde otra, este recibe el nombre de “viento prevalente”, o como en Argentina se suele decir, vientos locales o regionales. Por ello, cada región o zona del país está sujeta a cierta geodinámica eólica, pero esta a su vez, si cambian los estados térmicos de sus centros de emisión (anticiclones), o atracción (ciclones), estará expuesta a cambios eólicos.

Conocer entonces cuáles son las condiciones del tiempo en las regiones, de donde provienen o se atraen vientos que alcanzan la zona, es tener previsto qué sucederá en las próximas 24 a 48 horas de cada lugar; mientras que lo que sucederá en las próximas 2 horas, por lo general obedece a las condiciones propias que ya tiene un lugar o su área cercana, no más allá de los 100 kilómetros. Por ejemplo, en el Noroeste Bonaerense, de nada será útil saber cómo está el tiempo la zona desembocadura del río de La Plata, que sí puede anticipar una Sudestada en La Plata, Capital Federal o Gran Buenos Aires; pero sí en cambio, qué está sucediendo en el Sudoeste de la provincia de La Pampa, ya que desde allí se encuentra el viento prevalente y los frentes que pueden conformar tormentas, tornados u otros fenómenos. Pero esto es también relativo, sino se lo contextualiza en la época del año, porque sería concordante entre mayo y agosto, y en menor medida en enero y febrero, por ejemplo, que sí adquiere relevancia lo que sucede en el Noreste de la Pampa medanosa.

Sin embargo, y recurrentemente habrá que anteponer la injerencia que cada vez más tienen los cambios climáticos, porque existen observaciones en áreas de emisión o atracción de vientos, según la época típica (en los meses más cálidos los de baja presión, y viceversa en los meses más fríos), es decir, respondiendo a patrones históricos o popularmente conocidos. Por ejemplo, la población rural sabía antes cuándo una variación eólica, con puesta inversa del viento Norte, traía buenos augurios, es decir, lluvia en meses de desarrollo de cultivos de primavera y verano, como el maíz, actualmente damnificado por lluvias que cambian de calendario.

En este sentido, al encuadre tradicional de los pronósticos, sobre las regiones colindantes y concordantes a los sucesos meteorológicos posteriores (más dinámicos, según si condice con una época del año correlativa para definir la relación), al igual que los indicadores meteorológicos locales (más estáticos), hay que adicionar factores no contemplados, como por ejemplo, la superposición de frentes o masas de aire, atípicamente emparentadas.

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6. CARENCIA DE ALERTA TEMPRANO, GENERALIZACIONES REGIONALES Y NECESIDAD DE CONTEXTUALIZAR METEOROLOGICAMENTE LOS CAMBIOS CLIMATICOS

La República Argentina es uno de los pocos países en el mundo en ser considerado heterogéneo en varias cualidades geográficas. El clima es un ejemplo, y correlativamente la flora y fauna. También inclusive las grandes regiones tienen en su interior diferencias muy marcadas, en particular la región pampeana. Así por ejemplo, el occidente pampeano (Pampa medanosa y Sudoeste pampeano o de transición esteparia) tiene inviernos secos, y está con vientos prevalentes del Sudoeste (fríos y secos), mientras que el oriente (desde la Subcuenca del río Salado bonaerense hasta la zona del Delta del Paraná) está en esa misma estación con mayor humedad ambiente, y expuesto a Sudestadas, a diferencia del primer caso, que está expuesta a otros fenómenos, como por ejemplo “La tormenta de Santa Rosa”; al igual que en otras estaciones del año.

Esta breve referencia descriptiva y con ejemplos socialmente asumidos, ha tenido variantes en las tres últimas décadas, como por ejemplo, tornados en la Pampa medanosa (eran más comunes en el occidente de esa subregión o en el oriente de Cuyo) y trombas en el Río de La Plata (son más comunes en el mar). Por ello, reviste la convocatoria de analistas a actualizar los patrones, en función de las variantes de circulación atmosférica en el reciente contexto del calentamiento global, y asimismo, exceptuar un segundo estudio para los años donde actúa la influencia de ciclos secos o húmedos.

De esta forma, los pronósticos de hasta 48 horas, podrían garantizar un escenario de previsibilidad a quienes realicen una actividad dependiente del estado meteorológico, como por ejemplo, para emprender un viaje en auto, movilizar equipos agrícolas, diagramar un mapa de vuelo, protegerse de un fenómeno evitando estar a la intemperie o imponer un alerta temprano a las poblaciones alcanzadas, desde cerrar ventanas de vidrio y las persianas de ésta; hasta suspender el desarrollo de un evento popular al aire libre. No obstante, existen varios inconvenientes que van en detrimento con la previsión ciudadana o para con los gobiernos locales, a través del alerta temprana que deben dar desde los órganos de Defensa Civil. Entre los más recurrentes, se pueden citar:

Generalizaciones de pronósticos a nivel región o provincia, sin discriminar especificidades de zonas interiores (como se observa en varios noticieros, donde toman ciudades de referencia incluyendo una lógica de distancias proporcionales y no de particularidades geográficas, como suele por ejemplo tomarse a Olavarría para describir el interior mediterráneo bonaerense, a pesar de diferir parcialmente su clima con el Noroeste provincial).

Analogías. según indicadores meteorológicos que no representan la integridad del universo de análisis (se observa análisis térmicos y de humedad, con pronósticos de precipitaciones, pero se omite analizar los centros ciclónicos y anticiclónicos de influencia, y el comportamiento de los vientos de regiones colindantes al lugar analizado; recayendo la evaluación en la estática meteorológica que se cita posteriormente).

Análisis de estados meteorológicos estáticos, que si bien se ha revertido en gran parte con la interpretación de imágenes satelitales, subsisten problemas en zonas

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interiores carentes de imágenes a escala o precedidas de un protocolo adaptado a la región (se observa interpretaciones del tiempo en función de las condiciones meteorológicas del lugar y no de la marcha atmosférica inter-regional).

Proyecciones de la marcha atmosférica, sin contemplar estadios o cambios en el itinerario de las 24 horas, donde existen condiciones locales que contrarrestan la evolución anunciada (como se observa en la figura al pie, la cual anunciaba lluvia al Noroeste Bonaerense, y la temperatura reinante evaporó la condensación de los estratos nubosos).

Interpretación de escenarios meteorológicos, desde patrones tradicionales, desarrollando consecuentemente deducciones sin premisas o indicadores inéditos o no contemplados (al no registrarse o correlacionarse, y deducirse imitando protocolos clásicos).

Figura Nro. 12: Uno de los últimos pronósticos que fue inexacto en el Noroeste Bonaerense.

Fuente: Alarmet geoclima, disponible en aplicativos meteorológicos de uso civil (2014).

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7. INDICADORES O INDICIOS PARA EL ALERTA TEMPRANO

En principio, cualquier alerta temprano deberá ser asumido como la antesala al fenómeno meteorológico que puede llegar a provocar por su impacto, un desastre o catástrofe natural o ambiental, poniéndose en riesgo la integridad física o la vida misma de las personas, y también las construcciones y producciones locales. Actuar durante o después de la ocurrencia de un fenómeno letal, no es alerta temprana, y por lo tanto, no configura una acción preventiva por parte de un órgano o más del Area de Defensa Civil. A su vez, este alerta, implica organizarse para actuar el organismo mitigante, pero también para dar aviso a toda la población por múltiples formas antes de las 2 horas, siendo las más eficaces: comunicación por emisoras radiales; cinco toques de sirena cada 5 minutos; alto parlante; banderas con color rojo y logo en una segunda, referenciando tipo de fenómeno; y dispositivo policial en rutas, caminos y accesos anticipando a los automovilistas o transportistas. Simultáneamente, dentro de Defensa Civil existe un plan de llamada y un dispositivo interno para las siguientes etapas: concientización y puesta en conocimiento de planes de alerta temprana (exhibir qué hacer ante los escenarios más factibles, siendo en el Noroeste Bonaerense: tornados, vendavales, tormenta eléctrica, granizos y para los automovilistas, lluvias torrenciales y niebla), alerta (hasta la llegada del fenómeno); desarrollo (minutos u horas de impacto); y desenlace (donde se debe dar prioridades de atención, y organizarse para detectar cuáles son las áreas o personas más afectadas).

Contextualizado conceptualmente, qué es “alerta temprana”, habrá que remitirse a un paso previo y crucial: ¿Cómo detectar la probabilidad de un fenómeno de magnitud y que atenta contra determinada zona? Para ello, existen varios indicadores, e inclusive, indicios poco tenidos en cuenta, como ser:

Indicadores atmosféricos de macro escala: Observando la evolución de las imágenes satelitales en las 24 horas previas, ya sea por una fuente calificada en Internet (además del Servicio Meteorológico Nacional), o aportadas por medios audiovisuales confiables. Habrá que deducir dirección, velocidad e intensidad, y correlacionarlos con el próximo indicador.

Indicadores atmosféricos del lugar o zona: Observando los datos meteorológicos del lugar, pero siempre que estén a la intemperie y se analicen correlacionadamente. De nada será útil detenerse en observar la temperatura, si por ejemplo se omite la humedad ambiente. Lo primordial, será observar si existen picos extremos en los valores, o si hay variaciones en menos de lo estipulado, como ser, si la temperatura baja 10 grados en menos de una hora y empieza a aumentar lentamente el porcentaje de temperatura, será indicio de una fuerte tormenta, que será más confirmada si además existiera la posibilidad de correlacionar con los “Indicadores atmosféricos de macro escala.”

Indicadores de altura: Tan clásico como mirar el cielo en varias direcciones, es parte de una apreciación muy simple, pero que demanda comprender distintos factores y no atarse a pre conceptos o patrones atmosféricos de antaño, que no siempre condicen con la situación presente. Lo fundamental es observar qué densidad, color y movimiento tienen las nubes, y si a éstas, le confronta un frente nuboso en sentido opuesto, y cuáles son sus cualidades. Principalmente, el color grisáceo oscuro y la formación densa, en cúmulos nimbos, será un indicio de lluvia, pero si existe una coexistencia con otro frente, habrá tormenta eléctrica, que a su vez, esta última se podrá dar sin precipitar antes, de existir

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alta temperatura, superior a 35º para el Noroeste Bonaerense (como también aconteció en Villa Gesell en este verano). Secundariamente, los refucilos también exhiben un indicio importante, pero solo si se conoce la dirección del viento y el cambio en la presión atmosférica.

Indicadores en la flora: Observando las copas de los árboles (si se mueven inclinándose desde un sector particular), las hojas de hortalizas (que recobran vitalidad o por lo contrario, decaen), entre otros.

Indicadores en la fauna: Observando la llegada o partida de una especie en masa (aves principalmente, que son una de las primeras en percibir cambios térmicos y en migrar), el canto o sonido de algunos animales (los sapos antes de la lluvia en demasía), la aparición de insectos, entre otros. También el comportamiento de los caballos y varios animales domésticos, que buscan protección, y si no la encuentran, sus acciones son muy atípicas.

Indicadores derivados de los servicios de comunicación o electricidad: La caída de señal de celulares, la interrupción del servicio de Internet y los altibajos en la tensión del suministro eléctrico son los más directos para percibir un cambio atmosférico, debiéndose correlacionar dónde están las fuentes de distribución para deducir tipo e intensidad de fenómeno, pero más nada, distancia y tiempo en que podrá ocurrir éste.

Transversal a cada uno de estos indicadores (y que resulta fundamental conocer acabadamente), en toda la extensión de la Pampa medanosa, el viento sintetiza parte de cada uno de ellos. Conocer la dirección, velocidad y humedad del viento, y a partir de estos indicadores primarios, los cambios repentinos e intermitencias de su marcha atmosférica, puede anticipar lo que sucederá minutos u horas después. Por ellos, es crucial observar satelitalmente que sucede con los centros ciclónicos y anticiclones de injerencia regional y estacional; y también cómo se comportan los vientos en cada una de las zonas o localidades intermedias, hasta llegar al lugar en cuestión. De hecho, no por nada, al Noroeste Bonaerense, también se lo conoce como “La región de los vientos”, y desde hace más de 100 años, tanto las divisiones políticas-administrativas y catastros rurales obedecieron a una posición contrapuesta a la acción eólica (haciendo diagonal, en una disposición SW-NE, tal como se observa en el siguiente mapa), depositaria de sedimentos; donde se requirió forestar para contrarrestar su influencia negativa. Habrá que entonces repreguntarse: ¿ Hasta qué punto existen catavientos, molinos de vientos, rosas de vientos automatizadas u otros instrumentos que georreferencien en una amplia zona y establezcan deducciones compatibles a los requerimientos del “Alerta temprano”?

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Figura Nro. 13: Escala de Beaufort para asociar con la naturaleza y describir su alcance.

Fuente: Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y SMN (2001).

Figura Nro. 14: Cartas catastrales de áreas colindantes de Pehuajó, T.Lauquen y Daireaux en 1930.

Fuente de elaboración propia (2011).

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8. REFLEXIONES FINALES

Cada vez más, fenómenos meteorológicos inesperados por su naturaleza en la región o por su intensidad, e inclusive, por la época del año que ocurren, suelen impactar hasta en zonas de países teóricamente más dotados de instrumentos, personal capacitado y ciencia al servicio de la prevención. Por lo general, los cambios derivados del calentamiento global ya se están plasmando en desastres y catástrofes inéditas, pero a su vez, en países como Argentina, preexisten desafíos que se conjugan con ese presente global. A la diversidad climática de inmensas regiones argentinas y la intermitencia de ciclos húmedos y secos en algunas de ellas (especialmente la región pampeana), subyace la carencia de lugares geográficamente dotados de instrumental y herramientas de detección temprana de fenómenos, como así también personal calificado para esas tareas y organigramas funcionales de “alerta temprana”. El Noroeste Bonaerense ha sido un claro ejemplo en estas tres últimas décadas, actuándose preventivamente sólo por alerta externa, con considerables márgenes de error, que también a veces implica omisiones, y por ende, consecuencias meteorológicas, donde se opera entonces a partir del problema y no antes (para evitar o atenuar).

En este contexto, los aportes de este trabajo preliminar de diagnóstico, pretende exhibir las vías más directas para comprender cómo debe analizarse integralmente los indicadores meteorológicos, y qué significado tiene su evaluación cotidiana. Conocer así los indicios más probables para que acontezca un fenómeno, es prevenir un desenlace fatal o evitar poner en riesgo la integridad física de una persona, o inclusive, salvaguardar un preciado capital, como lo puede ser un automóvil particular o una vivienda.

En conclusión, expuestos varios ejemplos y resignificando la importancia de la prevención, no se puede dejar de lado el estudio cotidiano de la meteorología, y el conocimiento acabado de las particularidades del lugar y su región climática.

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* Jorge Lapena es Profesor, Licenciado y Doctor en Geografía, con orientación en el área física y ambiental, y con especialización en Geografía rural y regional. Es además profesor en Historia, con especialización en el período de configuración socio-productiva del Noroeste Bonaerense; de la cual se diplomó en periodismo rural, ejerciendo tareas específicas del Suplemento Campo en el Diario “La Nación”. Es docente del Área de Geografía Física Argentina en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (con sede en Tandil), además de tres instituciones de formación pre universitaria. Desarrolla actividades de investigación dentro del Centro de Investigaciones Geográficas de esa casa de altos estudios, además de la Universidad del Salvador (en su sede central de Ciudad Autónoma de Buenos Aires), donde presentó en 2013 su teoría de la concordancia intra-regional.

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c. Fuentes de divulgación recientes:

Clarín: “Mapa de riesgos de la República Argentina”, en función de informe de SMAN (2012). El País: «Tres muertos y cortes de luz en Argentina por la ola de calor más larga en cien años», El País, 27/12/13. La Nación: «La segunda ola de calor más larga desde 1906», La Nación, 27/12/13.La Nación: «Rige una alerta roja por la ola de calor en Buenos Aires», La Nación, 24/12/13.Infobae: «Advierten que la ola de calor es "la más extensa" registrada hasta el momento»,  30/12/13.

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Infobae: “Las tormentas más fuertes del planeta son argentinas”, 12/01/14. Infobae: “Las peores inundaciones de la historia argentina”, 1/4/2013. La democracia: “Tempestades azotan al Sur santafesino”, 3/12/2013.

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