cambiar europa: confluencias políticas y sociales para una europa en crisis

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Los últimos cinco años de “gobierno de la Troika” han evidenciado la necesidad de una convergencia social y política de las fuerzas transformadoras de toda Europa. Frente a ésta ofensiva neoliberal, contra la hegemonía política del capital financiero, la mayoría social tenemos la necesidad, la urgencia, de reaccionar coordinada y decididamente. Reaccionar, en definitiva, como mayoría contra la política antisocial del capital. Reaccionar construyendo una gran alianza social y política para resistir y combatir al capital y sus representantes políticos. Reaccionar para construir una alternativa, para Cambiar Europa desde una confluencia política y social amplía, solidaria y plural. - See more at: http://www.europadelosciudadanos.net/2015/05/05/la-fec-lanza-el-libro-cambiar-europa-confluencias-politicas-y-sociales-para-una-europa-en-crisis/#sthash.bQgXhVgD.dpuf

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Cambiar EuropaConfluencias políticas y sociales en una Europa en Crisis

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Malabá no es una editorial, es el nombre de un pozo minero en activo y, desde ahora, también, el de un proyecto de investigación sobre el trabajo como relación, estructura y proceso que configura la realidad social.

Malabá es un proyecto cuyo objetivo es la constitución de un laboratorio donde ensayar las tácticas y estrategias de autodefensa de la clase obrera.

Malabá es una máquina de guerra contra la dominación social y salarial, contra la hegemonía del Capital y contra la ideología dominante.

Malabá es una apuesta por la investigación militante como herramienta de resistencia del movimiento obrero frente al capitalismo.

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Cambiar EuropaConfluencias políticas y sociales en una Europa en CrisisJaime Aja Valle (Coord.)

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Primera edición 2014, 1.000 ejemplaresTraducción de los textos: Antonio DomínguezRevisión y corrección de textos: María RomeroDiseño y maquetación: Francisco Gálvez

©Fundación Europa de los ciudadanoswww.fundacioneuropadelosciudadanos.euC/Olimpo, 35 28043 MadridTel: 91 722 75 00 Ext:212Fax: 91 721 98 08

©Malabá EdicionesUrbanización Los Alisos, 1813002 Ciudad Real (España)www.edicionesmalaba.com

© Atrapasueños distribución/librería/edició[email protected]://atrapasuenos.wordpress.com tlf: 653510310

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita del titular del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento infor-mático, y la distribución de ejemplares de ella me diante alquiler.

Impreso en España.

ISBN-13: 978-84-15674-43-6

D.L.:

Imprime:

Esta obra se halla bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento – NoComercial – CompartirIgual (by-nc-sa): No se permite un uso comercial de la obra original ni de las posibles obras derivadas, la distribución de las cuales se debe hacer con una licencia igual a la que regula la obra original.

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Índice

Vorwort 11José María González Suárez

IntroducciónConfluencias políticas y sociales para cambiar Europa 17

Jaime Aja ValleReflexiones estratégicas para cambiar EuropaPara que Europa no se hunda en una pesadilla 31

Alexis TsiprasElecciones europeas: Un momento crucial en la lucha contra la austeridad 39

Pierre Laurent Reflexiones estratégicas para cambiar Europa 43

Walter Baier, Elisabeth Gauthier, Haris Golemis Reflexiones críticas frente a una bifurcación histórica 53

André Tosel Elementos para una transformación socialista 67

Michael Brie ¿Qué es el Partido de la Izquierda Europea? 75

Maite Mola SanzMaastricht 20 años después: La crisis del euroCrisis de la economía española, 2014, 2015, medidas de avance 85

Anton Borja Álvarez El euro y la crisis en España 95

Ignacio Zubiri Oria

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La Unión Europea contra el Estado social: el conflicto permanente 123

Adoración Guamán Hernández Crisis de representación, crisis de la democraciaDe crisis de representación, crisis de la democracia y Unión Europea 157

Pedro Chaves Giraldo La UE divide (duramente) a Europa 177

Manuel Monereo PérezCrisis de representación, crisis de democracia: Una respuesta desde el sur 187

Carlos Portomeñe PérezPor una nueva Europa, democrática, social y solidaria 201

Javier Doz OrritCataluña dentro de una España y una Europa federales 211

Mireia Rovira Adalid Democracia o “gran coalición” 217

Marga Ferré Luparia Las luchas sociales y la política europeaCambiar las cosas: si queremos, podemos 223

Raúl García MartínLas luchas sociales juveniles en la Europa neoliberal. Muchos sur en el norte 237

Xabi Jiménez LópezDignificar la política y la democracia 245

Lorena Vicioso AdriàConfluencias políticas y sociales en una Europa en crisis 251

Unai Sordo CalvoUn proyecto para cambiar EuropaLa responsabilidad de Europa 259

Willy Meyer PleiteUn programa, un proyecto 271

Paloma López BermejoRecuperemos la Europa de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad 277

Ernest Urtasun Domenech

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La novena sinfonía y Europa 283Marina Albiol Guzmán

É a hora do pobo! 289Lidia Senra Rodríguez

La Europa que necesitamos 295Ángela Vallina de la Noval

Apuntes sobre la Defensa de una Unión Europea neoliberal 301

Javier Couso PermuyEl nuevo rapto de Europa: social y ciudadano 307

Tasio Oliver PalomoDemocracia o Troika 313

Nuria Lozano MontoyaMigración, trabajo y juventud: retos en Europa 319

Lara Hernández García

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VorwortJosé María González Suárez

La celebración del Seminario “Confluencias Políticas y Socia-les en una Europa en crisis”, organizado por la Fundación por la Europa de los Ciudadanos en Septiembre de 2013 en Bilbao, abordó con amplitud y profundidad el estado de cosas actual en el proyecto de la Unión Europea, inmerso en una crisis económica y política de consecuencias capitales para la ciudadanía europea. De las exposiciones y puesta en común de las seis mesas del se-minario quedó en claro, tanto para los ponentes de las mismas, como para la propia Fundación, la necesidad de recogerlas en una publicación para facilitar su difusión pública.

En la jornada inaugural, celebrada el viernes 6 de septiem-bre, se abordó el grave problema derivado de la deuda soberana que afecta particularmente a los llamados países periféricos de la Unión Europea, que responden al injurioso acrónimo inglés

“PIG’s”, problema que va asociado a la rápida degradación de las libertades y derechos democráticos y al descrédito de las institu-ciones políticas nacionales y europeas.

En la segunda jornada, la celebrada el sábado, 7 de septiem-bre, se programaron tres mesas redondas y un plenario de debate. En la primera de estas mesas se abordó la desestabilización de la moneda única europea, haciendo historia de los más de vein-te años transcurridos desde la firma del Tratado de Maastricht, bajo el predominio de la derecha neoliberal europea. Esa política al servicio de los capitales financieros está en la raíz de la gran

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José María González Suárez

depresión que asola a las sociedades de la UE, creando pobreza, paro laboral y una pérdida de los servicios públicos como nun-ca se había experimentado desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Las consecuencias de esa mortal inversión de la economía por encima de la política, han herido funestamente la confianza de amplias masas ciudadanas en el sistema de representación demo-crática. La experiencia cotidiana de unos gobiernos elegidos por sufragio universal, pero incapaces de hacer frente a las imposi-ciones de los organismos que representan al capital especulativo internacional, antes al contrario, mostrando sumisión ante los mandatos del FMI o del Foro Económico Mundial, desalientan a los ciudadanos en su confianza en las instituciones democráti-cas. La permanente tutela autoritaria de Bruselas para imponer el recetario antisocial del neoliberalismo han provocado una rápida desavenencia de la opinión pública hacia las instituciones de la Unión Europea, y han deteriorado la confianza en la representa-ción de los políticos electos a la hora de proteger los derechos de los ciudadanos frente a la involución anti democrática impuesta por los intereses financieros.

En la tercera mesa del día se estudiaron los movimientos so-ciales de resistencia ante la depauperación económica y la pérdi-da de los derechos sociales, destacando su carácter de respuesta espontánea e inestable. El desprestigio de la política y la des-confianza y vilipendio de la clase política, aventados por unos medios de comunicación muy activos en las labores de derribo del sistema democrático, conllevan estas respuestas puntuales y sin organización.

Al hilo de estas manifestaciones de resistencia y descontento, el encuentro con el que se cerró la jornada, en forma de debate abierto, ofreció un catálogo de posiciones sobre la naturaleza y consistencia de los movimientos sociales, con sus correspondien-tes opciones para la necesaria reconstrucción y puesta en pie de una sociedad civil bien organizada, capaz de sublevarse y repeler

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Vorwort

los proyectos totalitarios implícitos en la ideología del capital fi-nanciero dominante.

Por fin estamos en disposición de ofrecerles a los lectores, por una parte, los resultados de estos trabajos, con la legítima con-fianza en que puedan serles de utilidad a la hora de comprender cómo las decisiones de políticas aplicadas durante años por los distintos gobiernos europeos, con el objetivo común de servir so-lamente a las élites dominantes, han ido anulando o recortando derechos sociales y políticos conseguidos con esfuerzo, lucha y sacrificios.

Y por otra, con las comprometidas y clarificadores aportacio-nes que, desde una alternativa de una Europa diferente, funda-mentada en el avance de la socialización y democratización de las relaciones de producción y de una integración solidaria y social al servicio de la mayoría, ofrecen diferentes componentes de IU en la candidatura de la Izquierda Plural a las elecciones europeas de Mayo de 2014.

José María González SuárezPresidente de la Fundación por la Europa de los Ciudadanos

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Introducción

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Confluencias políticas y sociales para cambiar Europa

Confluencias políticas y sociales para cambiar Europa

Jaime Aja Valle

En 2009 afrontábamos las elecciones europeas como una en-crucijada entre continuar aplicando las políticas neoliberales que nos habían llevado a la “crisis” o comenzar a impulsar un nuevo modelo de desarrollo socialmente más justo. En el fondo, se tra-taba de decidir quién iba a pagar la crisis: el capital financiero o la mayoría social trabajadora.Merece la pena releer los documentos, analizar las propuestas y escuchar los debates de aquel momento electoral para iluminar el camino que hemos recorrido en este periodo.

Cinco años después, el panorama es desolador. Hoy, nos en-contramos con la extensión sin límite del desempleo y con la pre-cariedad instituida como norma general de las condiciones de trabajo. El desmantelamiento de los servicios públicos y la restric-ción del acceso a derechos sociales fundamentales a un número creciente de colectivos. Un deterioro constante de la democracia representativa y la soberanía de los pueblos frente a organismos cada vez más poderosos, más opacos y menos democráticos.

En estos cinco años (2009-2014), el capital financiero trans-nacional ha lanzado, con la complicidad de los poderes políticos y las instituciones europeas, un amplio programa de contra-re-formas con el que ha puesto en evidencia, de forma rotunda e indiscutible, su esencia antagónica con los intereses de la gran mayoría de la población. Ha conseguido, con el apoyo político de los gobiernos nacionales, cargar sobre las gentes trabajadoras los

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Jaime Aja Valle

efectos negativos de la crisis, “socializar las perdidas” y mantener sus beneficios económicos. El capital ha lanzado una gran ofen-siva contra los derechos sociales y políticos para realizar plena-mente el proyecto neoliberal, consiguiendo, incluso, enfrentar a los pueblos de Europa entre sí -apoyándose en la extrema derecha cuando y donde le ha sido necesario.

Estos últimos cinco años de “gobierno de la Troika” han evi-denciado la necesidad de una convergencia social y política de las fuerzas transformadoras de toda Europa. Frente a ésta ofensiva neoliberal, contra la hegemonía política del capital financiero, la mayoría tenemos la necesidad, la urgencia, de reaccionar coor-dinada y decididamente. Reaccionar, como trabajadores y tra-bajadoras, frente a las políticas anti-empleo que transforman las relaciones laborales en una subasta de esclavos. Reaccionar, como ciudadanas y ciudadanos que viven de su trabajo (autónomos, pe-queñas empresarias, cooperativistas, etc.), frente a los oligopolios que ahogan los proyectos de economía social. Reaccionar, como pensionistas y desempleadas, frente a la mutilación de la cobertu-ra social y su sustitución por la caridad privada o la beneficencia clerical. Reaccionar, como multitud endeudada y asfixiada por los bancos, frente a la usura y la estafa financiera. Reaccionar, en definitiva, como mayoría contra la política antisocial del capital. Reaccionar construyendo una gran alianza social y política para resistir y combatir al capital y sus representantes políticos. Reac-cionar para construir una alternativa, para Cambiar Europa desde una confluencia política y social amplía, solidaria y plural.

Ese es el objetivo último de este libro, explorar las confluencias políticas y sociales necesarias para Cambiar Europa. No se trata de un libro “electoral”, ni mucho menos “electoralista”, aunque se publica coincidiendo con el inicio de la campaña electoral de 2014. Impulsar alianzas sociales y políticas, de alcance europeo, con capacidad de incidencia real en la política europea, es una estrategia a largo plazo que ha de plantearse desde la coherencia de un análisis riguroso de las potencialidades y el respeto escru-puloso de las diferencias. El debate sobre el cambio político en Europa no debe, ni puede, agotarse en los procesos electorales,

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éstos son sólo una parte insustituible del transcurrir democrático, un jalón en el camino: “El diálogo y las alianzas políticas están en nuestro ADN, como parte integrante de la vía democrática hacia el socialismo en plena libertad y democrático”1.

**

La actual crisis mundial ha afectado con especial virulencia a la Unión Europea (UE). Walter Baier, Elisabeth Gauthier y Haris Golemis hablan de “un doble origen”; por un lado, “la crisis general del <capitalismo de los mercados financieros>”, y por otro, “su arquitectura institucional antidemocrática, el modelo extremadamen-te neoliberal que preside la integración europea desde el Tratado de Maastricht”2, que hunde sus raíces en los propios principios fun-dacionales de este proyecto de integración europeo.

En España la crisis ha puesto de manifiesto la extrema debi-lidad de nuestro tejido productivo. No sólo por la gran depen-dencia de la construcción, al fin y al cabo ésta no es más que una evidencia de la incapacidad general para generar empleo del mo-delo productivo dominante, sino por la carencia de una alterna-tiva productiva, de una estructura económica y laboral capaz de crear empleo de calidad y con derechos3. La debilidad del tejido productivo español está, sin duda, vinculada a nuestras múltiples servidumbres a la política económica comunitaria, lo cual, sin embargo, no nos puede hacer olvidar la responsabilidad directa de las élites políticas y económicas españolas en la construcción de este modelo productivo dependiente, subsidiario de la UE. La dependencia del modelo productivo de nuestro país de los dic-tados europeos está en el origen de la dificultad de recuperación de la economía española. Las políticas aplicadas durante la crisis por ambas Administraciones (PSOE-PP), lejos de corregir esta

1. Alexis Tsipras “Para que Europa no se hunda en una pesadilla”, en el presente libro.2. Walter Baier, Elisabeth Gauthier y Haris Golemis “Reflexiones estratégicas para cambiar Europa”, en el presente libro.3. Sobre la crisis europea y su interconexión con las causas endógenas de la crisis económica en España pueden verse: “Crisis de la economía española: 2014, 2015 Medidas de avance", de Antón Borja, y "El euro y la crisis en España”, de Ignacio Zubiri, ambos textos en el presente libro.

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situación de dependencia, de subalternidad, de nuestro modelo productivo, profundizan en nuestras debilidades estructurales. El consenso entre las formaciones políticas mayoritarias (PSOE-PP) en materia económica y sumisión al dictado de la Troika, expresado, de forma significativa, en el acuerdo para cambiar el Artículo 135 de la Constitución que delega la soberanía nacional en materia fiscal a instituciones no-democráticas, constata la in-capacidad del Régimen bipartidista para ofrecer una salida social a la crisis y garantizar, mínimamente, la autonomía del Estado frente al capital, de garantizar la democracia frente a los merca-dos.

En estos años de crisis hemos podido observar las sinergias y afinidades entre las instituciones políticas españolas y comu-nitarias. La prioridad de las Administraciones Zapatero/Rajoy ha sido cumplir las exigencias, ilegítimas, del capital financiero nacional e internacional. De esta manera; “la crisis económica y la gestión de la misma han despojado al proyecto (europeo) de sus ropajes tecnocráticos y despolitizados y han mostrado al emperador desnudo”4.

La proyección del bloque dominante europeo en el Estado español ha pivotado en torno al poder del capital financiero des-de los inicios del proceso de "integración". El poder financiero, dominante políticamente en España desde la guerra civil, ha sobrevivido a las diferentes “crisis” re-estructurando las institu-ciones del Estado en función de sus necesidades y prioridades. La profunda crisis orgánica de los últimos años del franquismo y primeros años de la “transición”, obligó a la oligarquía nacional a realizar complejas operaciones de negociación y establecer nue-vos equilibrios de poder. Las “concesiones” que efectuó el poder financiero durante la década de los setenta se debieron, en gran medida, a la presión social y sindical, a la lucha política por la conquista de derechos democráticos homologables con el entorno europeo, al contexto internacional y a la correlación de fuerzas internacional, que favorecía las posiciones de negociación de la clase trabajadora. Desde entonces, desde el inicio de la década 4. Pedro Chaves “De crisis de representación, crisis de la democracia y Unión Europea”, en este libro.

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de los ochenta, la clase dominante ha reconstruido su hegemo-nía sobre el control ideológico de una base social amplia a través de los medios de comunicación, la iglesia católica y los “parti-dos del sistema”. En este proyecto de recomposición del bloque dominante a escala nacional la UE ha sido un aliado clave. Sin embargo, el control del bloque de poder sobre la mayoría social trabajadora está dando señales de agotamiento. La tendencia an-tisocial, desde el inicio de la crisis, mostrada por el bloque de poder ha resquebrajado su imagen pública entre la mayoría social. La credibilidad del Régimen ha sido dañada irreparablemente y la inestable unidad interna entre capital-Estado-partidos del sistema se ve amenazada por una marea social democrática sin precedentes. Al mostrar su verdadera naturaleza de sumisión al capital, los actores políticos del Régimen, PSOE-PP y sus versio-nes "periféricas", se han convertido en un problema político para el propio Estado democrático. La revolución democrática crece y sus reivindicaciones se extienden a ámbitos cada vez más amplios de las relaciones sociales. La crisis del capital, también la están sufriendo las instituciones del Estado, con una enorme pérdida de legitimidad (debida, fundamentalmente, a la política de "re-cortes" impuesta), y las organizaciones políticas del sistema, con una creciente desafección popular (al visualizarse como “brazo político del capital" carcomido por la corrupción).

En Europa, durante ésta crisis, también han salido a la luz las profundas contradicciones del proyecto de integración europeo:

“La Unión Europea se ha construido a golpe de falacias, donde la pro-mesa de prosperidad sólo fue un potente cebo para la ciudadanía del sur de Europa, muy especialmente la española, la portuguesa o la griega, que salían de sus dictaduras con el ansia de entrar en lo que parecía el club de la democracia y del bienestar”, nos recuerda Adoración Guamán en su trabajo recogido en éste libro5. Ciertamente, los pueblos de los países del sur de Europa han pasado de ser pro-fundamente europeístas a ser fundamentalmente euroescépticos. En paralelo, ha regresado el pesimismo ancestral sobre el propio futuro nacional. Jerónimo de Sousa, desde el vecino Portugal,

5. “La Unión Europea contra el Estado social: el conflicto permanente”, en el presente libro.

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expresa esta doble lucha contra el fatalismo político en la necesi-dad de; “una política alternativa para devolver a los portugueses la certeza y la confianza de que Portugal tiene futuro y de que es posible otra Europa, de los trabajadores, de los pueblos, para su felicidad y dignidad ”6. Atrapados entre el pesimismo y el euroescepticismo, gran parte de la población del sur de Europa contempla las elec-ciones de 2014 como un punto de inflexión. Si la aritmética del euro-parlamento se altera hacía posiciones más sociales, más a la izquierda, en el sur se podrá recobrar cierta esperanza en Europa. Por el contrario, si la dinámica se mantiene como hasta el mo-mento, posiblemente, la animadversión hacía el proyecto político europeo crecerá significativamente.

“Encrucijada" decíamos al principio: O bien prospera una al-ternativa social y política para cambiar Europa, o bien crecerá el distanciamiento político y el rechazo social hacía Europa. El objetivo de cimentar la alternativa, en el plano nacional y en el plano europeo, necesita de una doble estrategia para construir lo que hemos denominado el bloque social alternativo: “De un lado, se trata de una estructura ofensiva a la vez social y culturalmente anclada en el seno de contrapoderes de izquierda y de la base de la so-ciedad. De otro lado, en el interior del campo dominante, las fisuras de hoy se convertirán en las fracturas de mañana. Una auténtica trans-formación solo se puede llegar a buen término sin buscar aliados para una coalición salidos del bloque dominante. De otro modo la transfor-mación estará bloqueada por la economía, una fuerte desestabilización social empujará a una parte importante de la población hacia el campo de la derecha y el fracaso político será ineluctable”7.

***

En España las próximas elecciones europeas se interpretarán a diferentes niveles y en función de los intereses políticos particu-lares. Para el gobierno del PP son un referéndum sobre su gestión al frente de las instituciones. Para el PSOE son el momento de

6. En el discurso de lanzamiento de la candidatura europea de la CDU. Ver: http://www.cdu.pt/parlamentoeuropeu20147. Michael Brie, "Elementos para una transformación socialista". En el presente libro.

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calcular su propia recuperación electoral y consolidación interna de liderazgos personales como sustitutos a futuro. Para nosotros y nosotras se trata de algo completamente distinto. Nos jugamos mucho más, nos jugamos, como clase trabajadora y como ciuda-danía, nuestra propia supervivencia, nuestro futuro inmediato y nuestra capacidad de superar la crisis sin perder la totalidad de nuestros derechos sociales por el camino.

La ya señalada crisis orgánica del bloque dominante se observa en la progresiva pérdida de apoyo electoral del bipartidismo. El bipartidismo no sólo se sustenta en una Ley electoral determina-da, es un sistema de partidos funcional al capitalismo, necesario para la mal llamada "estabilidad" institucional, esto es, para la estabilidad del capital. Pero el bipartidismo no es un "mal nacio-nal", sino que está extendido por, prácticamente, toda Europa y gran parte de los países del denominado capitalismo avanzado. El bipartidismo permite al capital dar una vía de escape política al malestar social en una representación simulada de las contradic-ciones existentes dentro del sistema. Funciona, ideológicamente, como placebo político al confrontar, aparentemente en igualdad, dos opciones con una trayectoria histórica e identidades supues-tamente opuestas, pero que terminan por confluir en la legiti-mación del sistema de dominación institucional. El bipartidismo representa políticamente la predominancia del capital financiero, de hecho, es su forma de representación más eficaz y acabada. La alternancia en las instituciones entre el PP y el PSOE sirve para dilucidar las contracciones internas del bloque de poder y como válvula de escape de la presión social producida por la contradic-ción creciente entre los intereses fundamentales del bloque de poder y la mayoría social. El bipartidismo, sin romper su com-promiso con los intereses oligárquicos, sirve para consolidar el control sobre la mayoría social trabajadora bajo una apariencia de falsa capacidad de elección democrática. El sistema permite la alternancia en la gestión institucional para minimizar la frus-tración existente entre quienes soportan los costes de la crisis al tiempo que desmoviliza políticamente al conjunto de la sociedad. La tendencia lógica al cambio de paradigma político, en momen-

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tos de crisis sistémica, es conjurada a través del simulacro bipar-tidista. Y todo esto, sin alterar sustancialmente el consenso en torno a los temas fundamentales de la política económica, el mo-delo de Estado o el modelo de integración europea, que ambas formaciones legitiman con sofisticadas operaciones de camuflaje ideológico y marketing electoral.

Sin embargo, la actual crisis ha aumentado la frustración so-cial, sobre todo en los países del sur de Europa, a niveles muy superiores al umbral soportable por las instituciones tradiciona-les. Esta frustración social comienza a articularse políticamente y las consecuencias de esta nueva "politización" son impredecibles para el sistema. El miedo del capital a un probable “estallido so-cial” le ha llevado a poner en riesgo las propias instituciones que aseguran el sistema. Utilizando las instituciones democráticas en la "guerra sucia" del austericidio contra la población civil de los diferentes estados, el capital, a través de la Troika, ha puesto en peligro las propias instituciones políticas creadas para afirmar su dominio. Esta sobreactuación del capital ha conllevado una crisis interna del bloque social dominante, al extremar las contradic-ciones entre el capital financiero hegemónico y el empresariado industrial medio, el pequeño empresario, el funcionariado o los y las pensionistas. Ésta crisis interna del bloque de poder debe ser aprovechada como una oportunidad para la ruptura democrática con el bipartidismo por parte de las fuerzas de la izquierda social y política.

En el sentido que acabamos de expresarnos, estas elecciones europeas son una oportunidad histórica para impulsar un cambio de la tendencia electoral dominante. El sistema electoral en las convocatorias europeas es más proporcional que en las elecciones estatales y el comportamiento electoral es más abierto, lo cual favorece la democracia. Pero no hay que subestimar la capaci-dad del PP y el PSOE para recomponerse en momentos deci-sivos para su supervivencia. El bipartidismo no se basa, como ya hemos apuntado, sólo en un sistema electoral determinado: Está en el epicentro de todos los mecanismos de la democracia representativa y es apoyado, de diferentes formas, por los medios

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de comunicación de masas y las técnicas de propaganda políti-ca contemporáneas. Las campañas electorales están estructura-das, de principio a fin, para polarizar el voto entre las supuestas dos “grandes opciones”. Se nos presentarán las elecciones como un plebiscito entre PP (gobierno) y PSOE (oposición). Rápida-mente se nos impondrá cultural, social y mediáticamente una distinción arbitraria y falsificada entre “izquierda” y “derecha”, que activa una polarización emocional desprovista de cualquier contenido real, en el fondo desprovista de cualquier contenido o referencia de clase, destinada a orientar el voto ciudadano des-de valores antropológicos, desde posicionamientos identitarios o auto-referenciales. Distintos instrumentos sirven para reproducir el bipartidismo, para reconducir el poder de la gente hacia las dos opciones que dan estabilidad al Régimen. Por tanto, sólo una gran iniciativa política y social puede profundizar la crisis del Régimen cuestionando y mermando su base electoral. Ahondar en el deterioro creciente del bipartidismo es luchar por impedir que se recupere de nuevo en una falsa confrontación electoral. Y eso es, precisamente, lo que ha intentado la Izquierda Plural, reuniendo a doce formaciones de la izquierda transformadora en torno a un amplio programa para cambiar Europa.

Pero, como decíamos, la confrontación electoral sólo es un paso más, porque el objetivo es construir un proyecto colectivo de mayorías. En palabras de Willy Meyer: “Tenemos que fortalecer nuestra propuesta política con la incorporación y participación de la gente. Debemos confiar en el poder de la gente. En el poder de la gente para, como decía Karl Marx, cambiar la historia. Tenemos que trans-formar ésta crisis de civilización en ruptura”8.

La situación actual necesita estrategias de acción colectiva, de recombinación de las luchas sociales; desde la lucha contra los recortes, a la construcción de una Alternativa Constituyente -tal como hemos visto en la multitudinaria manifestación del 22M. En el periodo actual de crisis económica, ha quedado clara la limitación que el capital impone a los derechos políticos, la falta

8. “La responsabilidad de Europa”, en el presente libro.

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Jaime Aja Valle

de poder real de las instituciones representativas y su sumisión a los mercados financieros y especulativos. Sufrimos una gran contra-reforma que pretende liquidar los derechos laborales y so-ciales encaminada decididamente al desarrollo pleno del proyec-to neoliberal. Esta contra-reforma pone en cuestión, incluso, las herramientas básicas de la clase trabajadora para la lucha por sus derechos; los sindicatos de clase, la negociación colectiva, el dere-cho a huelga o el propio derecho de manifestación. La crisis ha si-tuado, en primer término, la lucha contra los recortes de derechos sociales y laborales. La resistencia a los planes de ajuste impues-tos por la Troika sitúa la contradicción capital-trabajo en primer plano. En esta lucha, en las mareas ciudadanas y en las huelgas generales, se han incorporado a la praxis política una gran parte de la clase trabadora. Es el primer paso para adquirir conciencia de la situación de excepcionalidad histórica, para tejer redes de resistencia y solidaridad, para acumular fuerzas y enfrentarse, co-lectivamente, al sistema. Pero la lucha por una alternativa social, que garantice el empleo y amplíe los derechos sociales, está unida a la lucha por las libertades democráticas de las trabajadoras y los trabajadores. Mientras las estructuras políticas estén al servicio de la clase dominante, mientras la gran mayoría trabajadora del país esté excluida de la toma de decisiones, no será posible ningu-na salida social de la crisis. Por eso, en este momento, la izquierda ha de impulsar las luchas sociales y económicas, interconectarlas y trascenderlas, ofreciendo una visión del mapa general y un pro-yecto estratégico de transformación colectiva, capaz de realizar el conjunto de reivindicaciones populares.

La transformación social necesita un cambio radical en la for-ma actual de entender la política y la democracia. No se cambian las cosas con sólo cambiarles el nombre. Nos negamos a participar de procesos “regeneradores” del sistema, de “Pactos de Estado”, que pretenden continuar con el "espíritu político de la transición", el espíritu del Gatopardo; “cambiarlo todo para que todo siga igual ”. Es necesario, para construir una verdadera alternativa, que la ma-yoría social sea la protagonista absoluta de los procesos políticos. Por eso, en España, al igual que en América Latina, los proce-

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sos de cambio constitucional, los “procesos constituyentes”, están unidos a la extensión de las formas de democracia participativa. Como en todos los procesos revolucionarios que se han dado a lo largo de la historia, se crean nuevas estructuras de poder, desde la Comuna a los Soviets, estructuras de participación de la mayoría social, "en vez de decidir una vez cada tres o seis años qué miembros de la clase dominante han de representar al pueblo”9.

La fuerza social de la mayoría, el poder de la gente, promueve procesos políticos creativos, procesos políticos transformadores, de cambio, radicales en su compromiso con la realidad concreta. Por todo ello, necesitamos una alternativa política concreta y ra-dical de transformación: “Una política concreta y radical de transfor-mación es –según lo expresa Rosa Luxemburgo– una política que apunta principalmente a reforzar la capacidad de autodeterminación de los trabajadores, de los asalariados, de los ciudadanos y ciudada-nas a fin de promover sus procesos de aprendizaje, de comprometer-se socialmente y de operar así un cambio en ellos mismos"10. Se trata

“simplemente” de reconstruir la democracia, de dar el poder a la gente, pues “ la democracia implica un elevado concepto acerca del ser humano, de su valor presente y potencial ”11. Este es el reto que nos planteamos: la convergencia para crear un bloque social alterna-tivo, en España y en Europa, que se enfrente a la crisis y planteé un cambio político concreto y radical.

De nuevo, nos encontramos ante una encrucijada; seguir los dictados de la Troika o transformar Europa. Someternos o Cam-biar Europa para construir un futuro de desarrollo para sus pue-blos y de bienestar para su ciudadanía. Hoy, en 2014, afrontamos las elecciones europeas como una elección fundamental: Una elección entre la democracia o los mercados.

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Desde la Fundación por la Europa de los Ciudadanos (FEC), quisiéramos agradecer a Transform! Europe, y en especial a Wal-

9. Kalr Marx en La Guerra Civil en Francia.10. Michael Brie op. cit.11. Álvaro Cunhal en Un Partido con paredes de Cristal.

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Jaime Aja Valle

ter Baier, por la colaboración prestada a este libro, que recoge una selección de textos de su revista. También quisiéramos agradecer a Ezker Anitza, y en especial a Iñigo Martínez y Carmen Mar-tiarena, el apoyo para la realización de las jornadas "Confluencias políticas y sociales para una Europa en crisis", que se celebraron en Bilbao en septiembre de 2013; este libro es fruto del debate con-cretado en estas jornadas internacionales. Gracias también a la editorial Atrapasueños y a Joaquín Recio por el apoyo en la edi-ción y la difusión del libro. Y especialmente, gracias a la edito-rial Malabá y a Antonio Domínguez, María Romero y Francisco Gálvez por el gran trabajo realizado y sin el cual este libro no habría podido editarse.

Jaime Aja ValleDirector de la Fundación Europa de los Ciudadanos

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Reflexiones estratégicas para cambiar Europa

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Para que Europa no se hunda en una pesadilla1

Alexis Tsipras

Las bases de Europa hoy están amenazadas por una peligrosa bomba de relojería social y política. Una bomba de relojería que podemos y debemos desactivar. Como saben, yo no soy social-demócrata, pero soy plenamente consciente del significado de Bruno Kreisky y de la importancia de la socialdemocracia en la que él creía y que ayudó a construir con honestidad y abnegación a lo largo de toda su vida, yo sólo puedo mostrar respecto por su trabajo.

Si he comenzado por decir que no soy socialdemócrata no es, claro está, para erigir una barrera ideológica entre ustedes y yo. El diálogo y las alianzas políticas están en la base y el ADN de mi partido, Syriza, como parte integrante de la vía democrática hacia el socialismo en plena libertad y democrático. Estoy con-vencido de compartir con la mayor parte de ustedes los mismos valores o valores similares. Sin embargo, no puedo acallar mi sorpresa y decepción ante el giro político dado por la mayor parte de los partidos socialdemócratas europeos en los últimos años.

Seguramente ya lo saben, pero en Grecia recientemente hemos visto el surgimiento del terrible fenómeno nazi. El atroz asesina-

1. El presente artículo ha sido publicado en el número 13 de Transform!, revista euro-pea para el pensamiento alternativo y el dialogo político”, que está vinculada a la red del mismo nombre que agrupa a fundaciones y entidades culturales europeas de la izquierda alternativa. El artículo está basado en la intervención de Alexis Tsipras en Viena, el 20 de septiembre de 2013, en el “Foro Bruno Kreisky por un diálogo internacional”.

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Alexis Tsipras

to del cantante antifascista Pavlos Fyssas, en un barrio del Pireo, revela los objetivos y los métodos del nazismo griego.

En 1967, Bruno Kreisky fue uno de los líderes del movimiento de solidaridad europeo para restaurar la democracia en Grecia. Los demócratas griegos le estarán eternamente agradecidos así como a sus camaradas austriacos por haber manifestado su afecto al pueblo griego en aquellos tiempos difíciles.

Temo que el resurgimiento del nazismo esté ligado a las draco-nianas políticas de austeridad impuestas a Grecia por la troika de los especuladores y los sucesivos gobiernos griegos, en particular el de la coalición entre la formación conservadora Nueva Demo-cracia y el Pasok.

Hoy el Pasok se enfrenta a la insignificancia política porque no ha sabido percibir las consecuencias de la crisis y de la gestión neoliberal de la misma para un país como Grecia, que forma par-te de una unión monetaria cuya arquitectura es sacudida por un choque asimétrico2.

Cada uno de nosotros tiene una lección que aprender de la crisis pero especialmente los socialdemócratas. En los años 90, la mayor parte de los socialdemócratas europeos fueron rompien-do progresivamente con las políticas tendentes a regular el capi-talismo. Sin embargo hubo momentos tras la Segunda Guerra Mundial en los que los socialistas europeos más valientes e inspi-rados como Bruno Kreisky tomaron el camino de los valores, de los principios y políticas de la socialdemocracia. En un reciente artículo del Spiegel, el columnista del Financial Times, Wolfang Munchau, decía:

“El SPD terminó de abandonar el keynesianismo cuando el último keynesiano del partido, Oskar Lafontaine, lo abandonó en 1999 dejando vía libre a Gerhard Schröder quien continuó con sus reformas de la economía de la oferta. Hoy el SPD no es

2. Un choque asimétrico es aquel en el que se produce una modificación brutal de la de-manda o de la oferta afectando a un país o a un grupo de países. Desde la creación del euro, los choques asimétricos no pueden ser amortiguados por las políticas monetarias de los respectivos países.

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Para que Europa no se hunda en una pesadilla

más que otro partido conservador favorable a la economía de la oferta cuyas diferencias con la CDU se reducen a debates sobre la distribución pero no a cuestiones fundamentales. A esto se debe que el debate entre Merkel y Steinbrück haya estado cojo – un dúo como lo han ciertos editoriales”.

Comparto totalmente este punto de vista. Si los socialdemó-cratas hubiesen respetado la herencia de hombres de estado como Bruno Kreisky, Willy Brandt u Olof Palme, Europa no sería ac-tualmente el desierto neoliberal en el que se ha convertido.

Recordemos la crisis de 1929. Permitidme resumir en dos fra-ses lo que ocurrió entonces:

1. Lo que podríamos llamar “moneda común” de la época, el patrón oro como sistema de cambio fijo, explotó en pedazos y fue reducido a polvo.

2. Los gobiernos, negando defecto en cuanto a la concepción arquitectónica del sistema, pusieron el acento en la austeridad y la política de la salida de la crisis por medio de las exportaciones netas.

Los historiadores asocian estas políticas económicas al ascen-so del fascismo en Europa del Sur y al del nazismo en Europa central y del Norte. ¿Han notado similitudes con la actual situa-ción actual de Europa?

La zona euro se parece al patrón oro con un agravante: En lu-gar de tasas de cambio fijas entre monedas, tenemos una moneda única de la que es imposible escapar en un momento de crisis grave. Esta moneda común, está tan mal concebida que ha traído consigo dos cosas terribles. Dos cosas que hacen totalmente justa la analogía con el patrón oro.

Primero, ha provocado, a los largo de los primeros años de existencia, movimientos masivos de capitales provenientes de los excedentes de los países desarrollados de la zona euro hacia la periferia. Los países con excedentes para la inversión tienen in-dustrias oligopolísticas intensivas en capital que producen bienes

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Alexis Tsipras

de equipo o bienes de consumo que la periferia no puede producir o al menos no a un precio competitivo.

Por definición, una unión monetaria entre economías avan-zadas y una periferia menos avanzada y descapitalizada gene-rará excedentes comerciales. Pero estos excedentes comerciales crean inmediatamente en los países excedentarios montañas de beneficios que superan de lejos sus necesidades de inversión. El resultado es que las tasas de interés se hunden en los países exce-dentarios y por esta razón los banqueros del Norte se ven empu-jados a reorientar sus capitales hacia la periferia donde las tasas de interés son más elevadas. A esto se debe la gran afluencia de capitales hacia la periferia.

¿Y por qué esta afluencia de capital es un problema?

Porque el dinero que fluye a la periferia engendra burbujas. En Grecia, provocó una burbuja de deuda pública cuando el Esta-do tomo prestado en nombre de promotores cleptocráticos33 que después utilizaron el dinero para provocar todo tipo de burbujas indirectas. Después, de un golpe y por otro lado como era perfec-tamente previsible, Wall Street se hundió en 2008. Todo el capital que había inundado la periferia la abandonó enseguida. Y los que nunca se beneficiaron de alguna de las burbujas terminaron por deber todo el dinero.

Como Hoover a finales de los años 20 y 30, los gobiernos europeos conservadores y socialdemócratas han exigido que las deudas irrecuperables sean pagadas. ¿Pero cómo? Con nuevas deudas de los países excedentarios.

Así es como Grecia terminó por caer en la bancarrota, en mayo de 2010, aceptando el préstamo más importante de la historia de la humanidad, lo que ha acelerado la caída de la renta nacional.

La ausencia de socialdemócratas como Bruno Kreisky ha crea-do el espacio político para políticas anticrisis que han provocado

3. La cleptocracia (o kleptocracia) designa a un gobierno cuyos miembros buscan princi-palmente el enriquecimiento personal en detrimento de los gobernados. Es un gobierno de ladrones, con un Estado que explota y roba los recursos naturales en beneficio propio.

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Para que Europa no se hunda en una pesadilla

un nuevo e invisible muro económico entre los países exceden-tarios acreedores del Norte y los países deficitarios endeudados del Sur.

Hablo desde hace un rato y casi no he evocado el caso de Gre-cia. Permitidme decir algunas palabras sobre lo que está sufrien-do mi país desde un tiempo a esta parte. El de Grecia no es un caso particular. Grecia es quizá el eslabón más débil de la cadena de la zona euro. Pero si Grecia no existiese, la cadena de la zona euro tendría otro eslabón más débil. Para simplificar, Grecia ha sido el canario de la mina cuya muerte debía activar la alarma para advertir a los mineros –el resto de los socios europeos– de que hay un problema en la mina.

En lugar de esto, el canario está agonizando hasta casi morir de hambre. Ha sido tratado como el chivo expiatorio.

Incluso si Grecia hubiese conseguido adelgazar y ponerse en buena forma, modernizando su economía antes de 2008, hemos caído de bruces en una zona euro que no habría podido resistir el seísmo de 2008. En ese caso quizá no habríamos sido los pri-meros en caer pero habríamos caído de todas maneras. Si Irlanda, el país a la cabeza en todas las listas de “buenos” resultados ha caído, Grecia debía caer también. Como Portugal, Italia, España y quizá incluso Francia.

Con esto no quiero decir que Grecia no necesite reformas o no tenga puntos débiles, sería absurdo. Todo esto es cierto, pero no puede haber ninguna reforma si la economía se hunde.

Existe otra verdad de la que quizá no han oído hablar. Nuestra cleptocracia se ha aliado con las élites de Europa para propagar una serie de mentiras sobre Grecia. Cuando se trata de de las debilidades de nuestro país, estas mentiras trasladan la responsa-bilidad de los cleptócratas al pueblo griego que sigue trabajando duro y sufriendo las consecuencias de esta gestión de la crisis. Estas mentiras les ayudan a imponer terribles políticas a Grecia, terribles también para Austria y para el resto de Europa, pero

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Alexis Tsipras

excelentes para los banqueros en quiebra y pertinentes para los eurócratas.

Permitidme disipar algunos de estos mitos:

- Mito número uno: La mano de obra griega está sobreprotegi-da.

- Mito número dos: Los griegos son perezosos.

- Mito número tres: El mercado de trabajo griego es demasiado rígido. Pero ¿saben que desde 2001, cada año, un tercio de los trabajadores griegos han sido despedidos?

- Mito número cuatro: Los parados griegos reciben prestaciones por desempleo demasiado generosas.

- Mito número cinco: Entre 2000 y 2009, los salarios reales en Grecia han convergido hacia los salarios reales medios de la zona euro. En realidad, nunca alcanzaron ese nivel.

Podría continuar, pero no lo haré.

Si realmente quieren comprender por qué Grecia está aún en depresión, la respuesta es simple: Se encuentra en una zona euro que impone austeridad a Grecia y al resto de los países de la pe-riferia.

Sin embargo, ahora que estamos en la zona euro, el coste de sus desmantelamiento sería terrible para todos. Por lo tanto, in-cluso si pensamos que se trata de una unión monetaria terrible que divide a nuestros pueblos a través de una moneda única, de-bemos refundarla. Desgraciadamente, esta refundación no será fácil. Algunos tienen enormes intereses en que las cosas perma-nezcan como hasta ahora.

• Los banqueros en quiebra de Grecia y España, en total coope-ración con los banqueros en quiebra de Alemania y Francia, no quieren ningún cambio drástico.

• Los políticos actualmente en el poder, tampoco quieren cam-bios radicales.

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Para que Europa no se hunda en una pesadilla

• Los eurócratas rechazan expresamente admitir que han con-cebido malas instituciones.

Sin embargo, si los banqueros, los políticos actualmente en el poder y los eurócratas llegan a imponer su proyecto, Europa se desintegrará.

¿Se han preguntado qué va a pasar aquí en Viena, cuando la enfermedad se propague desde la periferia, como por otro lado terminará ocurriendo? Venid a Grecia y contemplad por vosotros mismos las tiendas cerradas, las fábricas vacías, los rostros atemo-rizados de los inmigrantes que vuelven a casa por la noche. No hay que llegar a eso.

Syriza ganará las próximas elecciones en Grecia y conseguirá un cambio político radical.

Un gobierno de izquierda en Grecia tenderá la mano a los so-cialdemócratas europeos, a los liberales de Europa con un espí-ritu más libre, a todos los europeos que no quieren una Europa oscura y de pesadilla.

Les pediremos unirse a nosotros en un proyecto común: la estabilización de la zona euro, primera etapa hacia una Europa abierta, democrática y solidaria. Para ello, debemos negociar de forma determinada con los principales mecanismos del neolibe-ralismo institucional en Frankfurt, en Berlín, en Bruselas, en París. Necesitaremos de vuestro apoyo no sólo para alcanzar un mejor resultado para Grecia, sino para forjar una mejor Europa, una Europa humana.

Un gobierno de Syriza no pedirá a los trabajadores que sufren en Alemania o en Austria financiación para empresas en contra de sus intereses. Un gobierno de Syriza pondrá sobre la mesa un plan Marshall europeo, que comprenda una unión bancaria adaptada, una deuda pública gestionada de manera centralizada por el BCE, un programa masivo de inversiones públicas.

Reclamamos por encima de todo una conferencia especial so-bre la deuda europea, en el conjunto de la periferia, análoga a

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Alexis Tsipras

la de Londres de 1953 sobre la deuda alamana de la época, que decidió suprimirse en gran parte, una moratoria sobre el pago de intereses y una cláusula de crecimiento.

Estas son las exigencias mínimas de un futuro gobierno de Syriza. Hoy es posible:

• Sin ninguna modificación del Tratado.

• Sin que los contribuyentes alemanes o austriacos estén obliga-dos a pagar por la periferia.

• Sin ninguna pérdida de soberanía de nuestros parlamentos.

Tengo la intención de mirar al trabajador alemán y austriaco a la cara y decirle: Nos han hecho aceptar de vosotros el présta-mos más importante de la historia. Pero esto no ha beneficiado en absoluto a nuestro pueblo. Era una estratagema cínica para transferir las pérdidas de los apuntes bancarios del Norte sobre nuestras espaldas.

No será fácil convencer a la señora Merkel, al señor Asmussen, al señor Draghi. Debemos estar preparados para asumir las con-secuencias de su resistencia.

Pero estoy preparado para asumir estas consecuencias.

La única alternativa es aceptar la lenta muerte de una nación y la lenta desintegración de la zona euro, que destruirá a la misma Unión Europea.

Para concluir, mi partido, Syriza, tiene la intención de promo-ver una agenda europea para salvar a la zona euro como medio de conceder a Grecia la oportunidad de respirar. No sé si el Par-tido Socialdemócrata Austriaco se unirá a nosotros en esta lucha por salvar a Europa de ella misma. Pero estoy convencido de que Bruno Kreisky habría querido unirse a mí.

Unámonos en toda Europa para lograr lo que se necesita.

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Elecciones europeas: Un momento crucial en la lucha contra la austeridad

Elecciones europeas: Un momento crucial en la lucha contra la austeridad1

Pierre Laurent

Nunca desde la creación de la Unión Europea una crisis ha te-nido tantas repercusiones para las poblaciones que la componen. Nunca un choque de intereses entre el mundo de las finanzas, la Comisión y los gobiernos de los veintiocho ha sido tan visible. Nunca antes habíamos asistido a una desintegración de las con-quistas sociales y democráticas tan radical como si la crisis fuese el “pretexto” para poner fin al pacto social de la postguerra. Hay un viento de revancha de clase que sopla sobre Atenas, Madrid, Lisboa, Dublín. Los pueblos sufren esta caza de las conquistas sociales.

El rechazo de la Unión Europea y de las políticas que encarna o inspira niveles nunca vistos en los distintos países de la Unión, incluso entre los tradicionalmente más “eurófilos”. ¿Cómo com-prender que este espacio de paz, de libertad y de justicia tanto tiempo afirmado y tanto tiempo reivindicado haya caído tan bajo? Sin embargo, en cada gran momento de la construcción europea se han utilizado los mismos argumentos. El Acta Única, la mo-neda única, el tratado de Maastricht, el Tratado Constitucional Europeo o el Tratado de Lisboa han sido “vendidos” como su-brayando los beneficios de las políticas de una UE que no tenían otro objetivo que el del pleno empleo y el aumento de la riqueza. 1. El presente artículo ha sido publicado en el número 13 de Transform!, revista europea para el pensamiento alternativo y el dialogo político, que está vinculada a la red del mismo nombre que agrupa a fundaciones y entidades culturales europeas de la izquierda alterna-tiva.

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Pierre Laurent

El balance es catastrófico, la princesa de Europa está desnuda. La Unión ya no puede ocultar el fracaso de su política.

Los gobiernos han dimitido ante sus responsabilidades. Acep-tan, aplican o avanzan las políticas de la Comisión. La elección en Francia de François Hollande habría podido ser, si se hubie-se creído en sus promesas de campaña electoral, una suerte para invertir la tendencia, para oponerse a la regla de oro y a la tute-la de las soberanías presupuestarias de los estados de la Unión. Nada de eso ha ocurrido. El presidente francés no ha movido ni elevado el tono para criticar o reorientar las decisiones de la Troika que quieren poner de rodillas a los pueblos griego, español y portugués. La decepción es inmensa en Francia pero también entre los progresistas europeos. “Francia es grande cuando toca lo universal”, escribía André Malraux. Francia como país fundador de la Unión Europea habría alzar la bandera de la revuelta contra una construcción europea que se aleja de sus fundamentos huma-nistas se resume en la sacralización del “todo mercado”.

Francia ha faltado a su cita con la historia. Ahora nos enfren-tamos al reto de trabajar juntos en el seno del Partido de la Iz-quierda Europea para reconstruir desde sus fundamentos como proyecto europeo que debe cambiar de punto de vista. Un proyec-to europeo que parte de las esperanzas y los deseos de los pueblos. Sí, la libertad de circulación es una conquista, pero ¿existe para todas y todos? Vemos cómo son tratados en los distintos países de acogida, las poblaciones gitanas sin embargo perfectamente europeas. Sí, el euro fue vendido sobre otras bases; con un BCE con otras misiones además de las que se le han encomendado habríamos podido ver en esta moneda común un progreso. Sí, los intercambios, la cooperación de igual a igual, la defensa de los servicios públicos, los avances sociales deberían ser el centro de las políticas europeas.

Todas estas bellas ideas sólo serán las propósitos de enmienda cuando llegue el momento de hacer promesas para los años veni-deros. Los socialistas europeos volverán a hablar de la necesidad de un mayor hincapié en “los social” y guardarán estas propuestas en el cajón una vez hayan pasado las elecciones. Elegirán otra vez

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Elecciones europeas: Un momento crucial en la lucha contra la austeridad

un enfrentamiento con la derecha, como ya lo hacen en muchos países europeos, antes que buscar un diálogo constructivo con el conjunto de las fuerzas de izquierda. La derecha europea encon-trará un chivo expiatorio en “Bruselas”, invocación muy práctica que les redime de sus propias responsabilidades en los países que dirigen. La extrema derecha que progresa en casi todos los países de la Unión explotará los miedos y las angustias como cada gran crisis de la Historia encontrando un responsable, un cabeza de turco a quien culpar de su supuesta responsabilidad de la situa-ción actual. Propondrá una salida del euro, después de la Unión, como si la vuelta a las fronteras fuera una solución.

La extrema derecha es la competencia exacerbada entre los pueblos, en cada país habrá una larga lista de retrocesos demo-cráticos y sociales. Las políticas austeritarias se practican también fuera de la zona euro ¿hay que recordarlo?

El Partido de la Izquierda Europea se enfrenta a un momento crucial de su historia porque la Unión Europea está en un mo-mento crucial de su construcción.

Si sus bases no son refundadas, si el dogma de la libre compe-tencia nunca falsado no es derribado, la Unión se corre el riesgo de una implosión. Mientras en cada uno de nuestros países de-bemos ser de las y los que critican severamente las orientaciones austeritarias, pero debemos ser también las y los que proponen soluciones alternativas. “Sois demasiado débiles para cambiar el curso de los acontecimientos” nos dicen a veces. Y cuando la cri-sis alcanza su paroxismo sabemos hasta qué punto es difícil hacer llegar propuestas valientes y sin embargo necesarias en materia de reparto de la riqueza, des saberes y de poderes. Las respuestas simplistas que coquetean con las opiniones públicas en el sentido de la fatalidad o del repliegue son mejor acogidas y sobre todo más compartidas por los grandes medios de comunicación.

No obstante veo signos alentadores. Los pueblos resisten y protestan vigorosamente ante estos ataques frontales. Constru-yen nuevas redes de solidaridad que parten de principios coopera-tivos como en Grecia o en España frente a la degradación de sus

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Pierre Laurent

estados. Recordemos también, no hace mucho tiempo, el apoyo de la Confederación Europea de Sindicatos a los tratados; Esto también ha cambiado. Recordemos la dificultades del diálogo entre movimientos sociales y ciudadanos, las organizaciones sin-dicales y las fuerzas políticas de transformación social. Esto tam-bién ha cambiado. La Contracumbre ha sido una demostración como el movimiento que se levanta por toda Europa contra el futuro mercado transatlántico con los Estados Unidos. Debemos intentar unir este “desorden de valentía” como lo hizo en su día la resistencia al nazismo en Europa. Debemos demostrar que puede, que debe haber otra cara de Europa distinta de la siniestra auste-ridad. Debemos continuar el diálogo con las fuerzas progresistas que aún no se han unido al PIE pero que están, también, en mo-vimiento contra las políticas de desagregación social.

Debemos utilizar la fecha de las elecciones europeas, momen-to de politización, para levantar una ola contra la austeridad y por la solidaridad entre los pueblos. Hay que construir progra-mas con propuestas audaces, forjando, a través de grandes ejes de transformación, los contornos de la Europa libre, democrática y solidaria que queremos. Sé que estos objetivos, apuntando a una refundación de Europa, pueden reunir en la campaña, sobre listas, y de una forma duradera todas las fuerzas que buscan hoy una salida de progreso a la crisis.

Si nuestro grupo en el Parlamento Europeo sale reforzado de las elecciones de mayo de 2014 soplará en cada país y en las insti-tuciones europeas un viento que hará primar el interés de los pue-blos antes que el de los mercaderes. Tengo confianza en la inteli-gencia colectiva de los pueblos de la Unión. No podemos permitir que se dejen embaucar por las soluciones sin retorno que propone la extrema derecha. Es necesario que encuentren el valor de la inmediata postguerra en la que la reconstrucción también estuvo acompañada de grandes conquistas sociales. Estamos en espera de una elección crucial. Sí, juntos podemos hacer una Europa de la paz, de la justicia, de la solidaridad, del progreso para las mu-jeres, de otra concepción del desarrollo humano y económico, de una verdadera consideración de los problemas ecológicos.

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Reflexiones estratégicas para cambiar Europa1

Walter Baier, Elisabeth Gauthier, Haris Golemis

Las elecciones europeas de mayo de 2014 nos enfrentan a la necesidad de formular precisamente lo que queremos para Eu-ropa. Euroescepticismo, impopularidad, rechazo creciente de la UE pueden conducir a conclusiones políticas muy diferentes. El simple rechazo de la UE, sin explicación verdaderas causas y al-ternativas, corre el riesgo de dejar el terreno libre a las derechas extremas que cabalgan sobre esta ola y que avanzan hoy en día viento en popa.

La crisis en la UE es particularmente profunda, ya que tiene un doble Origen: por un lado la crisis general del “capitalismo de los mercados financieros”, que estalló en 2007/2008, pero en el otro lado una de las causas es, además de su arquitectura insti-tucional antidemocrático, el modelo extremadamente neoliberal que preside la integración europea desde el Tratado de Maastri-cht.

Actuar contra la crisis y en defensa de los pueblos de Europa significa cambiar de lógica socio-económica, y esto en dos sen-tidos: en el nivel micro y macroeconómico y también a escala nacional y europea. Se trata de hacer retroceder a la lógica de la dominación del “capitalismo de los mercados financieros” en lo

1. El presente artículo ha sido publicado en el número 13 de Transform!, revista europea para el pensamiento alternativo y el dialogo político, que está vinculada a la red del mismo nombre que agrupa a fundaciones y entidades culturales europeas de la izquierda alterna-tiva.

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Walter Baier, Elisabeth Gauthier, Haris Golemis

que concierne el reparto de la riqueza, el estatus de los asalaria-dos, el del sector público y los sistemas de protección social. Y, al mismo tiempo, la UE debe ser reorientada para convertirse en un espacio de cooperación, de desarrollo social, ecológico y de-mocrático en la perspectiva de una transformación democrática y socialista de Europa y de sus estados nacionales.

En un estudio reciente, el economista modelizador e jefe de la Comisión Europea, Jan In’t Veld, mide los efectos de las políticas de austeridad organizadas de forma coordinada en la zona euro, de 2011 a 20132. Según estos cálculos, la austeridad presupues-taria habría hecho perder, en total (2011-2013), un 8 % del creci-miento del PIB de Grecia, 6,9 de Portugal, 5,4 de España, 4,9 de Italia, 4,8 de Francia, 4,5 de Irlanda, y un 2,6 de Alemania. Se trata de una confesión de calado que demuestra la urgencia de un cambio de lógica radical.

El análisis del estudio de la opinión pública3 muestra en toda Europa y en la mayor parte de los países de la UE4 una crisis de la representación en general que afecta sobre todo a la social-democracia. Esta crisis viene asociada a un aumento de la rabia colectiva y al empuje de la extrema derecha en algunos países. Un no desdeñable número de gobiernos han caído en el contexto de crisis y exigencias “austeritarias” impuestas por las instituciones europeas y el FMI al más puro estilo neocolonial.

La puesta en tela de juicio del modelo neoliberal de integra-ción europea necesita modificar las relaciones de fuerza en cada país y a nivel europeo. A ello se debe que los partidos a la izquier-da de la socialdemocracia y los verdes llamen a los pueblos de Europa a no abstenerse en las elecciones al parlamento europeo: Esto dejaría el campo libre a los conservadores y social-liberales para continuar sus desastrosas políticas. Al mismo tiempo, los

2. http://ec.europa.eu/economy_nance/publications/economic_paper/2013/pdf/ecp506_en.pdf3. Dominique Reynié en « L’opinion européenne 2013 », citado por Alain Frachon, Le Monde, 18/10/2013.4. Con la excepción de Alemania donde la opinión pública es globalmente más positiva en relación con los dirigentes y los modos de gobierno.

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Reflexiones estratégicas para cambiar Europa

electores deben expresar no solamente su disconformidad sim-bólica, sino también su apoyo a las fuerzas políticas que pueden cambiar radicalmente la UE por medio de la acción parlamenta-ria así como en las calles de Europa. La crisis de la hegemonía neoliberal abre nuevas posibilidades para trabajar en pos de una alianza de las diferentes fuerzas políticas, sociales y culturales unidas en el objetivo de común de reforzar Europa sobre la base de la solidad social y ecológica, de la democracia, del feminismo y de la paz. ¿Qué salidas para la crisis?

No es sorprendente que en este periodo de inestabilidad pro-puestas diferentes y controvertidas se abran camino. Una de ellas consiste en la salida del euro como medio para resolver, o al me-nos atenuar la crisis. No compartimos este punto de vista. La vuelta a la moneda nacional no es un sinónimo de cambio re las relaciones de fuerza existentes y de derrota ideológica y política del neoliberalismo. El Reino Unido es un buen ejemplo de país que tiene su propia moneda y que, con el pretexto de salir de la crisis, ha impuesto una austeridad muy estricta a su pueblo. La salida de un país de la zona euro no constituye en modo alguno un medio para salir de la crisis capitalista neoliberal y el estallido del euro tampoco representa en sí misma una evolución progre-sista de los acontecimientos aunque no se pueda excluir a causa de las contradicciones puestas en marcha en el seno de los grandes estados capitalistas europeos. El establecimiento de la UEM tal y como esta fue concebida a principios de los años noventa era un

“error” y esta es la razón por la que nos opusimos en su momento. Si el euro desaparece y si la UE se derrumba, la situación puede empeorar para las clases subalternas y los pueblos de Europa. Si este escenario se produce finalmente, los diferentes países harás devaluaciones competitivas de su moneda en una lucha por ganar al otro, que es exactamente lo que ocurre en la actualidad con las devaluaciones internas. El resultado final no será otro que la transformación de un conflicto de clase en un conflicto entre es-tados, terreno abonado para una derecha extrema y nacionalista.

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Walter Baier, Elisabeth Gauthier, Haris Golemis

Por ello creemos que una salida de la crisis necesita otra concep-ción económica y monetaria, un cambio en la relación de fuerzas sociales y políticas a nivel en los niveles nacional y europeo.

Las luchas sociales y políticas actuales apuntan a detener las medidas de austeridad con el fin de liberar a los pueblos, especial-mente a los del sur y del este de Europa, del imperio de la Troika y de los mercados financieros y a crear así las condiciones para un relanzamiento del desarrollo económico y social de la economía5. La política monetaria es ciertamente importante, pero los cam-bios que necesitamos superan con creces esta cuestión6. Como lo muestran diferentes y serios estudios, en las condiciones actuales una dislocación de la zona euro tendría, con toda seguridad, efec-tos devastadores mientras que la UE tiene los medios, si lo consi-derase oportuno, de hacer retroceder a los mercados financieros.

¿Qué hacer entonces? Para empezar y ante todo hay que dar una solución inmediata a la deuda insostenible de varios países. Es evidente que esto sólo es posible a nivel europeo. Esto exige invertir la lógica de la máquina europea. La prioridad no debe ser el rescate de los bancos para ser alejados de la ruina, sino la recu-peración económica y social. Los “planes de rescate” de la Troika no han resuelto el problema de la deuda7 y, como se puede com-probar en Grecia y en otros muchos lugares, al contrario, los han agravado. No nos dejemos engañar por una nuevo TINA (no hay alternativa). Alexis Tsipras hace propuestas concretas para salir de la catástrofe de la deuda, que a su vez necesitan un cambio radical de las políticas europeas. Una conferencia europea sobre la deuda griega, del resto de los PIIGS y, más generalmente, de todos los países de la Unión Europea podría tomar la decisión de suprimir una parte importante de las deudas que, en cualquier caso, no podrán ser pagadas y aceptar que el pago de la deuda pendiente esté ligado al acrecimiento anual y a otras cláusulas

5. Ver Pierre Khalfa : http://transform-network.net/fr/programs/euro-in-debate/ html6. Sobre este punto ver el artículo de Steffen Lehndorff en el número 13 de la revista Transform!7. Ver el artículo de Alexis Tsipras en este mismo libro.

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sociales con el fin de no avanzar más en el hundimiento de eco-nomías ya muy maltrechas.

Hacer del desarrollo económico y social la prioridad es relan-zar las políticas a favor de un nuevo tipo de desarrollo solidario y ecológico. Una reforma urgente del BCE permitiría financiar un plan de relanzamiento económico independiente de los mer-cados financieros. Por otro lado, una fiscalidad justa y eficaz será crucial para asegurar la mejora económica por la imposición de gravámenes al capital y a los activos financieros que aumentan más rápidamente que la deuda8. Un nuevo “plan Marshall” para Europa como el que ha diseñado la Confederación Sindical Ale-mana (DGB) contribuiría al mismo tiempo a poner rumbo a una

“reconstrucción productiva”, sobre todo en los países más afecta-dos por la crisis. Una política europea de reindustrialización se ha convertido en una necesidad para el conjunto del territorio de la Unión.

La modificación de las relaciones de producción es otro ele-mento crucial para una estrategia de salida de la crisis, sobre todo por la elaboración de un estatuto para los trabajadores asalariados que permitiría aumentar los sueldos y las cotizaciones sociales de los empleadores. Se trata de la ambición de una gran “demo-cracia económica” exigente a la vez que define la “finalidad” de la integración europea así como el estado de bienestar a escala nacional.

Con el “Manifiesto” de la contracumbre9 escrito con la co-laboración de un centenar de organizaciones (sindicatos, movi-mientos, redes…) en el marco de un proceso de trabajo de varios meses a través de toda Europa, hemos definido “¡nuestras rei-vindicaciones comunes y urgentes por una Europa democrática, social, ecológica y feminista!”. Esta base común servirá de ahora

8. Thomas Piketty en Le capital au XXIe siècle, París, 2013, propone un impuesto excep-cional, progresivo y mundial sobre el capital y el patrimonio.9. El «Manifiesto de los pueblos» presentado en Atenas el 7 de junio de 2013 está disponi-ble en varios idiomas en la web www.altersummit.eu. Ver también el artículo de Elisabeth Gauthier en el número 13 de la revista Transform!

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en adelante para articular las luchas todas y todos en el viejo con-tinente.¿Cómo democratizar la UE?

Las instituciones europeas se asientan sobre tratados que no solamente formalizan el cuadro constitucional sino que constitu-cionalizan elecciones políticas neoliberales. El ejecutivo, el BCE y el considerable poder de la Corte Europea de Justicia priman sobre la autoridad parlamentaria europea y nacional. Los resulta-dos de de los referéndums cuando son contrarios a estas opciones políticas concretas son simplemente ignorados.

El dispositivo europeo adolece de fuertes tensiones entre la integración económica y monetaria y la subsidiaria integración social que se apoya esencialmente sobre el nivel nacional. En el marco de la gestión de la crisis, las tensiones se han acrecentado entre el federalismo inacabado y un bilateralismo de circunstan-cias. Esto entraña la prevalencia del estado económicamente más poderoso que es Alemania en detrimento de las instituciones europeas como la Comisión y el Consejo. Está emergiendo una oligarquía transnacional (cuyas figuras más visibles son Monti, Draghi, Barroso, Merkel/Schäuble, Juncker, Rhen…). El des-mantelamiento del parlamentarismo que emplea un autoritaris-mo inherente a un régimen como este.

El movimiento para cambiar Europa se enfrenta a dos cuestio-nes. Redefinir la finalidad de la UE supone inventar una nueva lógica democrática para reavivar la soberanía popular, definir una nueva arquitectura institucional y discutir sobre sus fundamentos (unión de naciones, confederación de naciones, federalismo…). Frente a la urgencia actual, conviene buscar todos los resquicios, todas los mecanismos con el fin de modificar las relaciones de fuerza en lo inmediato.

Toda voluntad mayoritaria de cambio político en uno o va-rios países tendrá como consecuencia una confrontación a nivel europeo que será no solamente social y política sino también e inmediatamente institucional. Todo cambio significativo de las

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relaciones políticas de fuerzas en Europa tendrá consecuencias inmediatas sobre el funcionamiento de las instituciones existen-tes y su evolución. La proposición de nuevas bases para otra Eu-ropa podría ser lanzada por las fuerzas de cambio de uno o de varios países desde el momento en el que la modificación de la relación de fuerzas de uno o varios países permitirá crear estas

“asambleas”.

Una mayoría de izquierdas en el Parlamento Europeo podría modificar ostensiblemente el reparto de responsabilidades empu-jando aún más lejos las posibilidades de intervención parlamen-taria y de cooperación con la sociedad civil. La responsabilidad de la izquierda

El examen de las relaciones de fuerza necesita de un análisis crítico de la socialdemocracia europea. La media de los resulta-dos de las elecciones10 en el curso de las últimos decenios muestra un retroceso neto al margen de algunas excepciones de mayor o menor calado.

No se puede negar el hecho de que la actual relación de fuer-zas es adversa; las derechas populistas y extremas han consegui-do introducirse en el corazón de numerosas sociedades; hay una gran porosidad entre ellas y la derecha “clásica” así como una fragilidad creciente de ciertos sistemas políticos (por ejemplo, en Italia). Ciertos partidos de extrema derecha están además flan-queados de grupos extremistas que se reclaman pronazis. Todo ello confiere a las fuerzas sociales y políticas de izquierda una gran responsabilidad ya que sólo una alternativa a la austeridad podría desecar un terreno actualmente abonado para la extrema derecha.

Debemos articular de forma creíble protesta y alternativa, y esto a la vez a nivel europeo y nacional, con el objetivo de resistir

10. Gerassimos Moschonas : « Shooting horses in cold blood », 6 de Julio de 2012,http://www.policy-network.net/pno_detail.aspx?ID=4217&title= Shooting-horses-in-cold-blood

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Walter Baier, Elisabeth Gauthier, Haris Golemis

a una lógica nacionalista que ocultaría el contenido de clase de la confrontación. ¿Qué alianzas para modificar las relaciones de fuerza?

Forjando nuestra estrategia debemos tener en consideración la complejidad de la UE, compuesta de diferentes estados-nación. Esto significa que nuestro proyecto debe tener una estructura multidimensional. No puede haber atajos que permitan soslayar esta complejidad. La lucha contra la competencia fratricida de los pueblos de Europa y la cooperación no se pueden no puede concebirse solo a escala nacional. Ciertas políticas de la UE ofre-cen la posibilidad de llevar a cabo luchas comunes como, en su momento ocurrió con la directiva Bolkestein, o incluso hoy, con las negociaciones sobre el tratado transatlántico de libre comer-cio. A menudo numerosas luchas en diferentes sectores y países comparten su oposición a la misma lógica pero sigue siendo muy difícil coordinarlas o sincronizarlas. Incluso la lucha contra la austeridad –que golpea duramente a todos los países de la Unión– es difícil de organizar a nivel europeo. No obstantes es necesa-rio continuar haciendo esfuerzos para conseguir el objetivo de la unidad y la coordinación de las luchas a nivel europeo.

Existe una gran diversidad que caracteriza el paisaje europeo de las fuerzas que contestan a la austeridad de forma global, y en ciertos de sus aspectos y de sus consecuencias hay avances intere-santes desde el punto de vista de los movimientos sociales, redes de reflexión y lucha, movimientos tipo “15 M”, movimientos au-tónomos que intentan hacer frente a la crisis humanitaria (como los dispensarios sociales, las farmacias sociales, y los “solidarity for all” en Grecia, las cocinas populares en Portugal, etc.). La Confederación Europea de Sindicatos (CES), la mayor parte de los sindicatos que forman parte de la misma, rechazan el pacto presupuestario, oponiéndose por primera vez a un tratado euro-peo11. El “Manifiesto” de la contracumbre muestra claramente que la convergencia entre los sindicatos, los movimientos sociales y las fuerzas políticas es posible12. Se elaboran proyectos alterna-11. Ver la entrevista a Bernadette Ségol en el número 13 de la revista Transform!. 12. Una primera etapa de este trabajo la constituyó la « Joint social conference ». Desde hace

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tivos como por ejemplo el mencionado “plan Marshall” para el sur europeo del DGB alemán.

En el plano político, un buen ejemplo de las acciones y las propuestas europeas comunes lo representa el balance del grupo parlamentario GUE/NGL cuya acción se construye a menudo con la concurrencia de fuerzas sociales no parlamentarias. Este trabajo es interesante y merece ser presentado y discutido públi-camente antes de las futuras elecciones europeas. Desde su fun-dación en 2004, el Partido de la Izquierda Europea (PIE) se ha convertido progresivamente en una referencia política en la esce-na europea, adquiriendo la capacidad de intervenir como fuerza política europea uniendo en una reflexión y una práctica común a tradiciones de un origen geográfico y político muy diverso. El objetivo de cambiar la hegemonía a muchas de estas fuerzas.

Si la izquierda llegase a crear un momento de ruptura política en un país de la UE, sería decisivo para el avenir de la Unión que las fuerzas políticas del resto de los países y también a nivel europeo se inspirasen de este hipotético éxito, acrecentando su influencia en su propio país y construyendo un escudo de solida-ridad y protección para el país donde la izquierda ha conseguido llegar al poder. Diferentes iniciativas por la transformación euro-pea podrían ser tomadas en consideración en un futuro cercano, como es el caso de la llamada del Frente de Izquierdas en Francia a los “Estados Generales de la Refundación de la UE” dirigién-dose a todas las fuerzas políticas, sindicales, a los movimientos sociales, a las redes y a los cargos públicos que desean cambiar Europa. Así, Alexis Tsipras proyecta llamar a todos incluidos a los Verdes e incluso a los socialdemócratas –Al menos a los que no creen en la TINA– para llevar a cabo juntos un nuevo pro-yecto común progresista para la UE13. No es sino realizando este tipo de esfuerzos colectivos, de intensidad diferente según los países y los momentos pero avanzando en la misma dirección que podremos plantearnos modificar el “calendario” europeo.

dos años la contra-cumbre ha tomado el relevo. Ver en este mismo número el artículo de Elisabeth Gauthier en el número 13 de la revista Transform!13. Ver su intervención en el número 13 de la revista Transform!

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André Tosel

La mundialización es un fenómeno históricamente constitui-do, una etapa en el devenir del mundo capitalista. No se reduce a la simple conexión de los mercados nacionales. En el plano eco-nómico designa la creación de un verdadero mercado mundial des-segmentado, liberalizado, en los bienes, los servicios, los factores de producción del capital, los hombres, las ideas y los valores. Implica una pérdida de centralidad de los mercados na-cionales que dejan de ser unidades económicas representativas e, inversamente, se traduce por la construcción de un nuevo espacio donde las firmas transnacionales vuelven a dar forma a los merca-dos nacionales. La regulación mercantil es transversal e impone a los espacios geográficos el mismo sistema capitalista financie-rizado; pero esta identidad se da en una diferenciación territorial jerarquizada. Grandes Estados salidos de lo que se llamaba el Tercer Mundo, los BRICS –Brasil, Rusia, India, China, África del Sur desde abril de 20112– acceden a una situación de riqueza global, desigualmente distribuida. Las desigualdades entre paí-ses se profundizan en función de los diferenciales de crecimiento y de los potenciales demográficos. La equivalencia entre globali-zación y modo de producción capitalista exige explicación. 1. El presente artículo ha sido publicado en el número 13 de Transform!, revista europea para el pensamiento alternativo y el dialogo político, que está vinculada a la red del mismo nombre que agrupa a fundaciones y entidades culturales europeas de la izquierda alterna-tiva.2. Técnicamente Rusia e incluso China nunca formaron parte del Tercer Mundo puesto que pertenecían al llamado “Segundo Mundo”, es decir, el bloque socialista. N. del T.

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¿Qué es lo que se globaliza? ¿Qué trae la globalización? Dos respuestas son posibles. En efecto, tenemos primero la que se centra sobre el modo de producción capitalista con Marx y designa el modo de producción reconocido como específico históricamente, fundamentado en la extracción de la plusvalía y sobre la explo-tación del trabajo vivo por el trabajo abstracto, demandado por el capital. Esta aproximación fue y sigue siendo contestada por importantes sociólogos alemanes como Max Weber o Georg Si-mmel o por economistas neoliberales como Friedrich Hayek. En la aproximación de estos últimos, la explotación del trabajo, la desaparición de todo control del trabajo que sufren los trabajado-res son una condición de racionalidad y el capitalismo mundial es una figura no de razón sino de racionalidad instrumental absolu-tamente necesaria. Para Marx o sus discípulos, los poseedores de la economía mundo como Immanuel Wallerstein o Samir Amin, Giovanni Arrighi, esta racionalidad solo es parcial y superficial; esconde una irracionalidad de la que son prueba las crisis y las di-versas disfunciones que acompañan la globalización del sistema. Para los sociólogos y los neoliberales, estas crisis solo son estados normales de crisis; son funcionales en tanto que estructuran el dinamismo del sistema y le ayudan a evolucionar en el sentido de un crecimiento infinito del capital. En un primer caso, la globa-lización es la de un modo de producción específico caracterizado por una racionalidad provisional y finalmente condenada a la au-todestrucción si un relevo social no se manifiesta. En el segundo caso, la globalización es una forma acabada de un sistema funda-do sobre una economía racional indispensable.

En nuestro caso optamos por el primer enfoque y contamos con su fecundidad heurística para justificar, a falta de poder pe-netrar en una discusión profunda. Este es un presupuesto que re-conocemos como tal. Optamos por el enfoque de Marx revisado y corregido por los teóricos de la economía-mundo cuyo fundador fue Fernand Braudel quien no fue marxista. Nos situamos en la pro-blemática post-marxista de Wallerstein. Es el modo de produc-ción capitalista el que se globaliza con su imperativo categórico

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del aumento de la tasa de beneficio y su deriva financiera actual, el crecimiento infinito del dinero. Un poco de metodología: el cuadro de las relaciones estruc-turales del sistema-mundo

Con el objetivo de ganar claridad en la exposición, precisaré las reglas de la metodología: retomaré y actualizaré sumariamen-te el análisis operado en las cincuenta tesis que constituyen la introducción de mi estudio De la vuelta de los religioso (André Tosel, 2011). La dificultad teórica en el análisis crítico de la glo-balización consiste en tomar correctamente el concepto global evitando volver a barajarlo sobre el de internacional. Demasiados enfoques hacen de lo global un nivel que absorbe y confunde los otros niveles y reduce su complejo juego de escalas a una relación exterior entre dos elemento, sin afrontar la cuestión de la relación de niveles. Así, en lo que concierne el devenir de los Estados-nación es tendente a concluir a su desaparición tendencial a fa-vor de la noción de Imperio. Así, los teóricos Antonio Negri y Michael Hardt en un libro homónimo que se ha hecho famoso vuelven a esta noción precisando que se trata un Imperio-Mundo, único, capitalista y guerrero, que es a la vez la cima de una pirá-mide que corona los otros niveles y un contenedor de estos niveles que reduce. Esta visión ha tenido el mérito de presentar una rica visión de conjunto y liberar una perspectiva crítica suponiendo que este Imperio contenía y reprimía a la vez la posibilidad de su transformación revolucionaria produciendo una multitud lla-mada a dominar el capital. Esta perspectiva es de hecho y sin embargo utópica: idealiza en una suerte de nueva filosofía de la historia universal lo global como el objetivo del proceso histórico y hace de la multitud el equivalente del desarrollo necesario de las fuerzas productivas propia del marxismo. La dificultad con-siste en consiste en concebir correctamente el juego de escalas que hace que en el nivel local o nacional o internacional se den y realicen procesos transnacionales que toman la estructura de redes transfronterizas, quitan a los Estados su antiguo margen de maniobra y desposeen más o menos completamente a los pueblos

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de su soberanía económica, social y política. Se puede emplear como ejemplo de estos lugares “locales” las ciudades globales (una cuarentena en el mundo) que son decisivas en lo que con-cierne las transacciones comerciales, las operaciones financieras, las industrias de alto valor añadido, los circuitos comerciales, la producción de conocimientos, la vida cultural y, por supuesto, la dirección política efectiva que desborda las instituciones ad hoc. Como ejemplo de estas redes que pasan por las ciudades y las integran como nudos esenciales, se pueden citar las redes com-plejas de expresión digital que gravitan en torno de la Unión Eu-ropea que no es ni un Estado ni una federación, sino una entidad compuesta. Desprovista de legitimidad democrática, esta enti-dad condena a sufrir su ciega política destructiva a los Estados y sanciona la dominación de los Estados más fuertes, apoyando a las empresas y a los bancos más poderosos. Estas redes integran instituciones diversas elegidas o cooptadas, organizaciones de lo-bbying, agencias de calificación, bolsas, organismos financieros privados o semi-públicos (el Banco Central Europeo), cárteles que representan a empresas o grupos de presión, sistemas elec-trónicos de información y de gestión. Estas redes se alimentan de un ejército parasitario y generosamente remunerado de expertos más o menos competentes, depositarios de una autoridad ajena a todo control.

Aquí se realiza el juego de escalas donde lo global, complejo y reticulado, elabora sin cesar sus políticas y los impone a otros niveles. Estos últimos deben inscribir sus políticas en su propia textualidad. Así una fábrica, una empresas instalada en un terri-torio particular es gestionada como un peón. El conjunto de es-calas se presenta entonces como un juego de estrategia haciendo aparecer sus motivaciones económicas y financieras sobre todo porque obedece a la obligación absoluta de de obtener una tasa de beneficios de al menos el 15 %, so pena de desaparición de la fábrica en cuestión. Lo local o lo nacional o regional realizan lo global y este último está implicado en la inmanencia de los otros niveles. Quedaría por elaborar las categorías de estas acciones que implican a la vez sobre –y bajo– determinación, inversiones

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y desinversiones, localizaciones y deslocalizaciones o relocaliza-ciones.

Proponemos considerar el sistema-mundo contemporáneo desde cuatro puntos de vista que constituyen tanto momentos como prácticas estructuradas en transformación y en relaciones diversas (condicionantes, determinaciones, oposiciones) que ha-bría que analizar de manera precisa. Intentemos una aproxima-ción.

- El primer nivel es el de lo económico. Está constituido por redes que pretenden una gobernanza de la economía mundial en régimen de libre mercado y de competencia total. Tiene como unidades de redes las empresas, los bancos, organizaciones de consulting y de valorización diversa y obedece al imperativo de la acumulación infinita con el precio de desigualdades crecien-tes. Se diferencia en función de la relación de fuerzas. Produce una jerarquía en permanente refundación y obtiene la primacía política. La economía se ha convertido en política y la política tiende a resolverse en lo económico capitalista. Esta economía está profundamente transformada por la generalización de redes informáticas comunicacionales que son a la vez industrias con un elevado valor añadido, medios de recolección de datos sin prece-dentes y formas de control de la población en tiempo real.

- El segundo nivel está constituido por lo jurídico y lo político. Es el de las unidades territoriales que tienen la forma de Estados-nación y que sufren un inmenso proceso de desnacionalización. Este hecho primordial implica una transformación empírica de los pueblos y la desaparición del principio jurídico fundamen-tal, el de la soberanía popular en tanto que representada por la soberanía nacional. La democracia representativa, ya reducida a un principado oligárquico que desposee a los ciudadanos de todo poder efectivo, también está amenazada por la deconstrucción a favor de construcciones burocráticas y autoritarias inmunizadas ante toda vigilancia pública. Estos dos momentos se caracterizan por el despliegue inédito de una violencia objetiva considerable: reducción de los trabajadores y empleados al estado de objeto-

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objeto (se precisará), desigualdades y precariazación que transfor-man al salariado en precariado, formación de poblaciones basura, desindustrialización de los viejos Estados, desastres ecológicos y perspectiva de guerras ecológicas.

- El tercer momento es el de lo social, de la división social y de sus transformaciones. Aparecen novedades importantes. Por una parte, la clase burguesa dirigente tradicional ha desaparecido para dejar sitio a una casta transnacional que se quiere cosmopo-lita pero que interpreta el principio moderno de libre igualdad como imperativo del ejercicio exclusivo de una libertad absoluta y obedece ante todo a la búsqueda de “más placer” del dinero. Para ella, el Mundo es Comercio y Negocios. Esta casta debe contener las divisiones nacidas de la competencia, pero conduce siempre la guerra de clases contra el trabajo y se inmuniza invirtiendo en el Estado encargado ante todo de gestionar la fuerza de trabajo. Por otra parte, la clase obrera central de tipo fordista se reduce en beneficio de una multitud de capas sociales desfavorecidas, de una masa diversa de subalternos que resisten, obreros y emplea-dos, parados o no, inmigrantes, indígenas, etc. Sin embargo esta resistencia no llega por el momento a anular aún el precio de la derrota histórica infligida bajo los auspicios del neoliberalimso por el capital globalizado y financierizado al socialismo, al co-munismo e incluso al republicanismo social. Esta multitud está fragmentada por las diferenciaciones ligadas a las pertenencias identitarias.

- El cuarto momento es el de lo cultural, de lo ideológico-tecno-científico. Es donde se confrontan las ciencias, las artes, las téc-nicas, morales y filosóficas donde se elabore el diverso complejo y representaciones, de conocimientos y de reflexión, de concep-ciones del mundo y de las religiones. Está estructurada por gran-des aparatos ideológicos integrados en la vida cotidiana: escuela y universidad, medios de comunicación, instituciones culturales que penetran la concepción dominante neoliberal por otro lado en crisis abierta y que movilizan las tecnologías revolucionan-do nuestro modo de imaginar y de pensar. Filosóficamente es el momento en el que la globalización se reflexiona, se dice interro-

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gando los universalimos históricos en conflicto y los particula-rismos sociales y culturales. Esta confrontación se vuelve singu-larmente aguda por la emergencia de sociedades multiculturales que cuestionan la concepción occidental del mundo y sus valores: productivismo, consumismo, individualismo, versión imperial de los derechos del hombre, miedo a la naturaleza en nombre de la dominación del hombre. Es el nivel de coexistencia cotidiana y de la comunicación entre grupos y concepciones del mundo. La cuestión es la de la producción de un espacio público de discusión y de confrontación, de determinación de “comunes”.

Una violencia subjetiva se manifiesta sobre todo en el seno de estos dos momentos. Esta violencia concierne las relaciones en-tre etnias y pueblos, entre religiones y visiones del mundo, entre mayorías y minorías. Estas relaciones reenvían a la existencia de comunidades en los procesos de socialización concreta e indivi-dualización imaginaria donde se realiza la diferenciación etno-cultural. Están ligadas a fenómenos migratorios cuya amplitud real es limitada pero irreversible. La racialización del otro, el miedo al extranjero, impiden la producción de un universalismo concreto intercultural, y producen una ideología de guerra entre potencias manipulando estos antagonismos.

Estos cuatro momentos se dejan ver en su imbricación y en sus combinaciones en un proceso de urbanización salvaje del mundo. Lo global es lo global urbano. La ciudad global es el revelador de fenómenos. La estructuración discriminatoria, la producción de un espacio hegemónico bordeando las zonas de relegación y des-amparo, la organización de flujos que atraviesan desigualmente (transportes, informaciones, capitales, bienes) y hacen un con-centrado del Mundo del Capital Monstruo. La ciudad global es una de las monstruosidades más aberrantes de la globalización. Es aquí donde se opera el reparto en su visibilidad cruel entre los que el sistema hace vivir por encima de sus necesidades dándoles el poder relativo de ser causa de su existencia y los que el sistema deja morir desposeyéndolos de toda capacidad de ser causa rela-tiva de su existencia.

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Paremos aquí, es imposible ser exhaustivo y sería presuntuoso presentar una enciclopedia, resumen de saberes sobre la globali-zación capitalista. Elegiremos más bien aclarar algunos puntos tópicos. ¿Qué mundo hoy para mañana? ¿Qué escenarios?

Volvamos para acabar esta reflexión a las perspectivas de fu-turo que son pensables, a los escenarios posibles. Tomaremos prestado al historiador y teórico de sistemas mundo Immanuel Wallerstein (2004). Dejamos en suspenso la noción de transi-ción hegemónica. Una transición sistémica de este tipo, según Wallerstein, sigue a una fase de expansión material de la pro-ducción del comercio en la que la acumulación se opera mayori-tariamente a partir de la inversión en las cadenas de mercancías (capitales, bienes, servicios). Se produce en un segundo tiempo una fase de expansión financiera, de creación y de circulación de la masa monetaria. Se convierte en más rentable en caso de situar los capitales y de hacerlos fructificar mediante la especulación guardando el control de su liquidez. Los sistemas políticos están obligados a transformar el tipo de gobernabilidad. Es necesario transigir para formar el poder necesario, para obtener un amplio consenso e imponer la lógica financiera llamando a los capitales a neutralizar los conflictos sociales. Se trata de crear un nuevo ambiente competitivo más adecuado. Las potencias del centro del sistema entran en desequilibrio competitivo y sufren el peso del servicio de la deuda.

Se opera una redistribución de los excedentes en función de las relaciones de fuerza en las que la sumisión de los asalariados es una cuestión que implica desregulación y deslocalización per-manentes de la fuerza de trabajo. El esfuerzo secular para reducir el coste de la fuerza de trabajo llega a un punto de no retorno puesto que los espacios de deslocalización están agotados con la desregula-ción del sistema-mundo y el dominio de lo urbano. Las nuevas clases dirigentes ya no pueden como antes de los años 70, a ex-ternalizar tres tipos de costes: la gestión de los residuos tóxicos, la renovación de las materias primas y las construcción de infra-

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estructuras. El aumento de importancia de la cuestión ecológica ha hecho difícil deshacerse de los residuos en el dominio público por razones sanitarias. La cuestión ecológica ha hecho aparecer simultáneamente el problemas de la renovación de los recursos con la aparición de nuevas barreras que se agravan aún más con el crecimiento de la población mundial. Finalmente, si los estados siempre han asumido los gastos de las infraestructuras mientras que las empresas pagaban una pequeña parte del coste, hoy estos gastos aumentan y no pueden continuar pesando impunemente sobre los Estados. Aumentan con la extensión de la actividad económica mundial y los Estados deben aumentar la presión fis-cal sobre las empresas para poder asumir los costes.

Esta presión fiscal aumentó hasta los años 70 a causa del em-puje de los movimientos sociales que reivindicaron y obtuvieron garantías de base (educación, salud, jubilaciones) a veces inte-grándolas en el salario y defendiéndolas legítimamente como ele-mentos del salario. La deconstrucción del Welfare State fue la respuesta neoliberal a la bajada de las tasas de beneficio contra la cual reaccionó la ofensiva del capital. Este último es insacia-ble y ha podido mostrarse a cara descubierta como Monstruo. Pero este resultado no implica (¿Aún no?) la destrucción total de los servicios sociales. Hay que mantener un mínimo bajo pena de caos social alimentado por la pauperización explosiva de las clases subalternas. La respuesta del capital ha aumentado estos costes que debe soportar por la presión fiscal y no ha llegado a su destrucción completa, incluso en algunos países estos reque-rimientos de las clases subalternas son nuevos (China, Brasil, In-dia). La expansión del consumo, o más bien de la producción del consumo apoyada por un endeudamiento privado y público ya colosal, ha permitido diferir el peso de estos costes, pero en conjunto han aumentado y no pueden desaparecer. El paso a la fi-nanciarización delirante ha sido una respuesta nueva con sus burbu-jas especulativas fuera de lo normal. Los bancos han financiado préstamos privados que sabían insolventes y con dificultades han obligado a los Estados a reflotarlos so pena de un caos general, del big krach. Los Estados han tenido que recurrir al crédito para

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hacer frente a este conjunto de obligaciones y las redes financieras más fuertes han exigido políticas de austeridad que tienen como víctimas a las capas medias y desfavorecidas de la sociedad. Estas políticas juegan a la desintegración nacional de los Estados allí donde castiga el paro, la desindustrialización. Debilitan la inter-vención del estado-nación y agudizan las desigualdades entre Es-tados y redes. Una crisis estructural se desencadenó en 2008. El sistema conoce fluctuaciones cada vez más amplias que lo alejan cada vez más del estado de equilibrio dinámico. En respuesta las movili-zaciones sociales se multiplican y sobre todo se hacen capaces de efectos importantes creando una situación caótica. Los bloques de fuerza presentes no pueden tener una estructura mecánica que permita a las minorías dirigentes pedir como en un desfile de grupos consistentes. La confusión gana, cada bloque puede hacer valer aspectos diversos y seguir siendo incapaz de coordinarse organizando alianzas unificadas sobre objetivos claros y movili-zadores asegurando la transición hegemónica. Las revoluciones de tipo islámico de Medio-Oriente son un ejemplo de este caos en el que las grandes potencias tienen dificultades para identificar al bloque interior que hay que apoyar.

La crisis puede durar y agravarse de forma dramática a causa de este caos en el que los dos bloques deben actuar e identificar sus objetivos uniendo fuerzas que son consentidoras. Si el siste-ma se confronta hasta el límite en el que se dibuja la posibilidad de una bifurcación, cada campo se divide en el plano estratégi-co. Sigamos el análisis de Wallerstein. Wallerstein en una obra de síntesis, Comprender el mundo. Introducción al análisis de los sistemas-mundo (2006), concentra la bifurcación que se presenta a corto plazo en la elección entre lo que él llama el espíritu de Davos y el espíritu de Porto Alegre. Nos transporta a los célebres foros internacionales. El de Davos reúne desde años a la flor y nata de los PDG3 de las grandes firmas transnacionales, expertos privados, políticos de alto nivel e intelectuales oficiales conocidos. Este foro defiende la globalización capitalista y trata los proble-mas que esta afronta desde la perspectiva del “Todo Mercado”,

3. Presidente -Director General. N. del T.

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Reflexiones críticas frente a una bifurcación histórica

de la liberalización, de la financiarización de las economías y de las actividades, de la mercantilización ilimitada. El foro de Por-to Alegre en Brasil ha sido el primer foro altermundista de una larga lista oponiendo al neoliberalismo las contradicciones que estructuran el sistema-mundo. El espíritu de Porto Alegre in-tenta encontrar puntos de apoyo en estas contradicciones que las fluctuaciones brutales agravan en todas las esferas institucionales. No obstante, sería simplista creer que la bifurcación sea tan simple y oponga dos vías. De hecho, cada vía se divide si se hace la pre-gunta sobre qué orden remplazará este sistema sobre la base de un hecho cierto: En adelante la cuestión no volverá a ser si se relanza el crecimiento anterior como si nada hubiera pasado. La distancia de las fluctuaciones en relación con el estado de equili-brio es demasiado grande para que este estado –el del crecimiento infinito por compresión infinita de la fuerza de trabajo y de las materias primas– pueda existir hasta el infinito. Es difícilmente imaginable que el nivel de vida de los países más desarrollados y su modo de existencia puedan generalizarse sin caos, sin una vio-lencia indecible, sin barbarie insoportable en relación con todos los otros, sin que el modo de producción se convierta en modo de autodestrucción.

Tenemos dos campos cada cual con dos opciones, es decir, cuatro es-cenarios.

El campo de Davos reflexiona en torno a dos opciones que serán elegidas en función de las coyunturas.

- Los partidarios neoliberales duros del sistema-mundo disponen de enormes medios y pueden elegir continuar desarrollando un sistema muy represivo que debe liquidar la democracia y refor-zar las jerarquías. Necesitan adquirir una base popular que solo pueda ser movilizada por un suplemento de elementos identi-tarios tomados prestados de los nacionalismos, de los racismos que la política neoliberale quiere contradictoriamente someter al universalismo abstracto del homo oeconomicus. Políticamente, por esta fracción del bloque de Davos, la bifurcación es la de un po-pulismo neoliberal autoritario que tiene por objetivo aplastar a la

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oposición y superar de hecho el principio democrático por una suerte de feudalismo populista.

- A su lado, un segundo grupo elige mantener los privilegios inscritos en el sistema-mundo pero desarrollando un régimen me-ritocrático riguroso y exclusivo que emplee la democracia para cooptar en masa cuadros indispensables y serviles al sistema. Es necesario un gasto enorme, persuasión y retórica y un mínimo de fuerza bruta para dar un soplo de aire fresco a los dogmas. Hay que imi-tar y capturar el lenguaje de los movimientos antisistémicos –sa-lidos del trabajo y de las luchas de independencia– en el sentido de una relativa libertad de comportamientos, de un ecologismo

“verde manzana” y de una utopía multicultural. Todos los sujetos deben aspirar a mejorar su posición en el sistema meritocrático que se quiere seductor para ayudar a mantener un sistema des-igual y polarizado.

El campo de Porto Alegre no está más unificado y presenta una fractura paralela.

- Por un lado, tenemos al grupo de los que apuestan por un mun-do descentralizado que renunciaría al mito del crecimiento económico infinito, preconizando el racionamiento de los recursos a largo plazo, la mutación ecológica. Organizaría un reparto de la ri-queza para reducir las desigualdades monstruosas. Este grupo estima que el mundo no puede vivir según un modo de produc-ción y de consumo que permite a un porcentaje minoritario de la población y de los Estados llevar un nivel de vida que arruina las posibilidades de las mayorías. Este grupo cuenta con la inno-vación tecnológica y reevalúa los conocimientos múltiples que el racionalismo instrumental occidental, tan estimado por weber e incluso por Marx, ha desacreditado so pretexto de racionaliza-ción. El respeto de la diversidad de la humanidad pasada y futura, de sus creaciones culturales, es un recurso de cambio que pueden fructificar. La democracia-proceso de base es la forma política de la transición hegemónica. Sería un eco-socialismo o incluso un eco-comunismo, incluso un ecoanarquismo que continuaría un universalismo concreto respetuoso de las diferencias.

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Reflexiones críticas frente a una bifurcación histórica

- Por otro lado tenemos a un grupo que, más clásicamente ligado a los movimientos antisistema modernos, reactualiza la idea de una transformación desde arriba del Estado, de una puesta en marcha por los cuadros y los expertos capaces de pensar sistémicamente. La idea de un estado-mundo constituye el horizonte en un sistema siempre más coordinado e integrado, regido por un igualitarismo formal que no espera nada de las innovaciones imprevisibles. Este grupo considera como hipótesis pura la idea de un universalismo concreto, es decir, plural y hecho todavía de la nación en lugar de las luchas sobre fondo de un universalismo formal.

La batalla por la transición hegemónica se hace así en la con-fusión y el choque de cuatro frentes. Esto implica la oposición binaria de dos campos permitiendo contaminaciones recíprocas entre fracciones pero también impidiendo toda previsibilidad del resultado en cuanto al nuevo sistema. De todas maneras, todos los indicadores actuales están en rojo y buscan una bifurcación en la que la crisis ecológica irreversible radicalice la urgencia recor-dándonos la posibilidad o más bien el riesgo mayor de avanzar en la desmesura indefinida. Nos invitan a un control de la plasticidad humana según un régimen de finitud positiva, de producción de una socialidad que dejaría de ser asocial y absurda. Es a esto a lo que podemos llamar prudencia o sabiduría. A corto plazo, una victoria electoral importante seguida de una mejora real de la suerte de los que han sido reducidos al mínimo, de una protec-ción acrecentada de derechos económicos, culturales y políticos de todos, combinada con una lucha contra la erosión de la riqueza planetaria y un control riguroso de las finanzas sería un paso ade-lante. Permitiría entrever una contribución a la creación de otro sistema-mundo. Pensar la alternativa y comprometerse

El mérito del análisis del sistema-mundo es evidente; Nos per-mite ver, nos hace ver o muestra con su “estado de la cuestión” una multitud alargada de hombres y mujeres por todos lados. Se multiplica, en efecto, el número de hombres y mujeres que pueden participar en estos debates y elegir entre estas dos vías

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de la bifurcación que comienza. Hemos entrado en el registro del “o bien…. O bien”. O bien, sí a la hegemonía del Mercado y sus desastres humanos, a las relaciones antidemocráticas de fuerza abierta, a las guerras sociales y étnicas, a la carrera armamentís-tica y a la degradación de la tierra. O bien, no a todo esto y sí a una socialidad hecha de confianza compartida, sin explotación, sí a la resolución más democráticamente posible de los conflictos y las diferencias, a la cooperación, al restablecimiento de relaciones con la naturaleza que permitan que permitan la supervivencia de todos y una mayor posibilidad de bienestar.

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Elementos para una transformación socialista1

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Desde hace algunos años el concepto de transformación vuel-ve a funcionar viento en popa. Hace cerca de cien años Nicolai Bujarin utilizada este concepto para iniciar la transición al so-cialismo soviético/comunista. Medio siglo más tarde este mismo concepto fue reutilizado para describir la transición entre los di-ferentes periodos de desarrollo de la era capitalista, y por consi-guiente el concepto fue empleado para describir la transición de los regímenes autoritarios (por ejemplo en España, en Portugal, en América Latina y en Asia oriental) hacia democracias repre-sentativas. Después de 1989 se ha recurrido a este concepto para explicar las conmociones del socialismo de estado soviético y lo mismo ocurrió con la integración de la RDA en la República Federal.

Este concepto se utiliza ahora para arrojar luz sobre nuevas problemáticas. En 2012, el Foro Económico Mundial de Da-vos trató el tema de “The Great transformations: Shaping new models”. Igualmente, la transformación y la cuestión de la go-bernanza que se relaciona con este concepto están en el centro de la idea de transición hacia una sociedad sostenible. La crisis financiera y mundial que comenzó en 2007/2008 ha hecho emer-ger nuevas nociones con el fin de salir de la crisis mediante una

1. El presente artículo ha sido publicado en el número 13 de Transform!, revista europea para el pensamiento alternativo y el dialogo político, que está vinculada a la red del mismo nombre que agrupa a fundaciones y entidades culturales europeas de la izquierda alterna-tiva.

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transformación ecológica de nuestras sociedades. Estas concep-ciones han sido retomadas del partido verde europeo y alemán. El prestado concepto de “transformación” de un Green New Deal ha sido retomado por instituciones de primer rango. Se trata de la ecologización de la producción, de la reproducción, del consumo y de los modos de vida mediante el recurso a las instituciones fundamentales del capitalismo moderno.

Pero los conceptos de transformación también han sido inte-grados en las aproximaciones programáticas de los partidos de izquierda con vistas a superar el modelo capitalista. Así, el Par-tido de la Izquierda Europea no se ve solo como una alianza de partidos de izquierda que operan una transformación en profun-didad, sino que reivindica igualmente esta característica como parte de su naturaleza: “la Izquierda Europea es una crítica del capitalismo: es anticapitalista y busca transformar las sociedades más allá de las leyes del capitalismo”. En el “Manifiesto del Par-tido de la Izquierda Europea” de 2004, se puede leer lo siguiente:

“consideramos el rol y la misión del Partido de la Izquierda Eu-ropea en Europa como una contribución para formar una gran alianza social y política con vistas a un cambio político radical, desarrollando alternativas y proyectos concretos a fin de operar la transformación necesaria de las sociedades capitalistas actuales”.

La “transformación” no es todavía, para Die Linke, un con-cepto estratégico desarrollado. Le faltan fundamentos teóricos esenciales. El término “transformación” es todavía considerado más bien como un simple rechazo de la orientación socialdemó-crata ortodoxa o comunista en lo que respecta a la reforma o la revolución que como una aproximación independiente y eficaz. Según los trabajos del Instituto de Análisis Social de la funda-ción Rosa Luxemburgo habría cinco elementos constitutivos de una transformación socialista. Más allá de la reforma o la revolución – la lógica del capital y la lógica social

Desde hace dos siglos el movimiento socialista se caracterizó por la contradicción entre la aproximaciones reformistas y revo-

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Elementos para una transformación socialista

lucionarias. Más tarde se añadió la cuestión del rol del estado en la transformación social.

La emergencia y el desarrollo del capitalismo moderno se caracterizan por un doble proceso. Por un lado, según Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista, la burguesía se ha creado “un mundo a su imagen y semejanza”, un mundo donde todo es mercancía, donde “la explotación abierta, descarada, di-recta y seca” de los hombres y de la naturaleza ha sido elevada a principio dominante. La dominación del beneficio y de la lógica del capital impregna a la sociedad y la subordina. La destrucción de casi todos los bosques vírgenes, el pillaje de las fuentes de energía y minerales del planeta, la contaminación y el envenena-miento del medio ambiente son sus consecuencias directas.

Por otro lado, este modelo ha permitido una productividad sin precedentes. La razón no es la explosión desenfrenada de la explotación capitalista, ¡sino la resistencia que se le ha opuesto! La acción emprendedora solo es productiva a partir del momento en el que se produce enriquecimiento sobre la competencia sin explotar o sin destruir la mano de obra, la naturaleza así como las sociedades existentes y sus culturas. La productividad del em-prendimiento capitalista moderno solo se desarrolla a largo plazo, cuando los trabajadores se defienden y reclaman una parte de la riqueza de la sociedad, cuando las materias primas y la energía ya no están disponibles casi gratuitamente, cuando los sindicatos son lo suficientemente fuertes como para imponer la seguridad social, la participación y la ayuda social, cuando se garantiza un estado de derecho y obtienen por la fuerza los mínimos democráti-cos. Hay luchas y conflictos sociales en los que son puestos en va-lor la “lógica social”, la “lógica ecológica”, la “lógica democrática” y la “lógica” de una cultura libre, no dominada por los mercados y el utilitarismo capitalista. Según Polanyi, hay un “doble movi-miento”: “mientras que la organización del mercado se agranda en términos de bienes reales, esta se limita en términos de bienes ficticios” (fuerza del trabajo, naturaleza, dinero, etc.)

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Como dice Joachin Bischoff y Cristoph Lieber se trata en este “doble movimiento” de un “conflicto” entre los que defienden “la autorregulación de la sociedad” y los que buscan imponer “una sociedad de mercado autorregulada a través de la realización ra-dical del principio de laissez-faire”. Para Polanyi, el socialismo es el “descubrimiento de la sociedad” bajo el signo del “renacimien-to de la libertad”. Esto solo es posible por medio de una profunda transformación de la estructura de la propiedad. La democracia económica

Desde el comienzo del movimiento cooperativo del siglo XIX, la democracia económica está en el centro de los conceptos de transformación socialista. Que esta sea bajo la forma de asocia-ción de grandes cooperativas independientes, de comunas di-rigidas por consejos o bajo la forma de una planificación social general, siempre se trata de combinar la autodeterminación de los trabajadores con una asociación y una solidaridad extendida a toda la sociedad.

Las estrategias de transformación socioecologica deben ba-sarse sobre la redistribución del poder, de la propiedad y de los bienes del sector privado hacia el sector público, de arriba hacia abajo. Los elementos clave de tal estrategia son “la planificación mundial de los recursos y de las materias primas, la aceptación de límites cuantitativos, la democracia económica, la planificación participativa descentralizada, la comunalización, la desmundia-lizacion, diferentes formas de socialización y de propiedad; la expansión de los servicios públicos; una redistribución global de las políticas industriales y de las “transiciones justas”, una socia-lización de las funciones de investigación; la redistribución de la división social del trabajo entre géneros…; la transición hacia una economía de reproducción ecológica y socialista que transcienda el crecimiento”. La asociación del proceso de democratización de la economía y de la reorientación de las capacidades de inno-vación de las empresas democratizadas sería una de las tareas a realizar. Los tres efectos de tal política son una mejora inmediata de la situación de las personas más vulnerables de la sociedad, un

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cambio fundamental de las relaciones de fuerza y la emergencia de nuevas formas de socialización.Doble transformación y socialismo

Una transformación de la sociedad asociada a las aproximacio-nes de un New Deal verde y libertario marcadas por una radica-lización en la izquierda busca en primer lugar poner en práctica otra organización de las sociedades capitalistas y burguesas, más democráticas, abiertas a medidas favorables a la renovación del es-tado del bienestar, orientadas hacia una transformación ecológica de la sociedad, utilizando los medios pacíficos y la cooperación para resolver las cuestiones mundiales. Paralelamente sectores e instituciones que transciendan el capitalismo deberán desarro-llarse. Esto sería, según Dieter Klein, “la base fundamental del concepto de doble transformación para Europa”.

Esta transformación pretende por un lado la expansión del sector público en el seno de la sociedad actual. Se trata de la regulación democrática de la economía, de la cogestión a escala de las empresas y de los municipios, de un sector público de alto nivel, de un sistema de educación y de salud accesible a todas y a todos así como de un refuerzo de la seguridad social. En la época del capitalismo avanzado estos principios son a menudo propios de los fundamentos comunistas aún desconocidos en el sentido de que no se han puesto en práctica. En lugar de la fórmula gene-ral del capital M – A – M, una fórmula de asociación libre y soli-daria emergería: los individuos que, por su contribución solidaria al desarrollo de todos, se servirían ellos mismos (I – S – I), una sociedad “donde el libre desarrollo de cada uno [sería] la condi-ción del libre desarrollo de todos” (Marx/Engels).Implicaciones estratégicas

Una política concreta y radical de transformación es – según el pensamiento de Rosa Luxemburgo – una política que apunta principalmente a reforzar la capacidad de autodeterminación de los trabajadores, de los asalariados, de los ciudadanos y ciudada-nas a fin de promover sus procesos de aprendizaje, de comprome-

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terse socialmente y de operar así un cambio en ellos mismos. Sin embargo, el bloque dominante se opone a una transformación de este tipo. Controla de manera oligárquica los campos más im-portantes del metabolismo social en relación con la naturaleza (transportes, energía, agricultura), las industrias militares y de seguridad así como la industria de alta tecnología. Hoy, el capital financiero corresponde al modo de vida, al modo de producción imperial que se basa sobre la explotación de los países del sur y de la naturaleza. En el Unión Europea la dominación del capital financiero está asociada a la preponderancia del modelo expor-tador alemán.

La gran crisis del capitalismo financiero genera fisuras y frac-turas en el seno del bloque dominante. Desde este momento, conceptos alternativos pueden emerger y un nuevo espacio se ha abierto para las políticas de izquierda. Cambios moleculares pueden condensarse en acontecimientos en el seno de los cua-les orientaciones de mayor calado devienen posibles. Así puede surgir la posibilidad de una coalición constituida, por un lado, de una agrupación sociocultural que reúna a las clases medias e inferiores con, por otro lado, una formación política que presente las características de la izquierda. Es entonces cuando se hace posible la realización de procesos de transformación. Los esfuer-zos por devolver a la gestión pública el suministro de energía y la puesta en marcha de cooperativas lo ilustran claramente. En el marco de la revolución energética las aproximaciones centraliza-doras y monopolísticas bajo la égida de viejas empresas multina-cionales se enfrentan a proyectos de expansión de la democracia energética. El “cómo” del cambio obtenido para conseguir llevar a cabo este tipo de proyectos es en este caso aún más importante que el “qué”.

Los puntos de anclaje de una política de izquierdas en tiempos de crisis son complejos. Es cuestión de los “cambios en la vida y en la cohabitación de los hombres […], que mejoran siempre en primer lugar las condiciones de vida de los más vulnerables social y globalmente, y que, al mismo tiempo, empujan las fronteras para la autodeterminación del individuo y la reproducción de la

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sociedad/de la humanidad”. Las discriminaciones de género, es-pecialmente, deben ser corregidas. Estas relaciones de fuerza do-minantes provocan la parcelación de las diferentes clases y capas modestas de la sociedad. Estas constituyen, por así decirlo, las condiciones de dominación. En palabras de Mario Candeias: “el acoplamiento de intereses particulares así como la creación de sus propias organizaciones y redes son necesarias para poder cons-tituir a partir de ahí asociaciones con otros grupos y facciones de clase y, así, a través de la confrontación, no solamente en-contrar sino también producir la vida en común”. La “multitud” no permite por sí sola que los diferentes fragmentos del mosaico de la izquierda se unan cuando estos necesitan reorganizarse de nuevo.

Solo una doble estrategia asegurara el éxito. De un lado, se trata de una estructura ofensiva a la vez social y culturalmente anclada en el seno de contrapoderes de izquierda y de la base de la sociedad. De otro lado, en el interior del campo dominante, las fisuras de hoy se convertirán en las fracturas de mañana. Una auténtica transformación solo se puede llegar a buen término sin buscar aliados para una coalición salidos del bloque dominante. De otro modo la transformación estará bloqueada por la econo-mía, una fuerte desestabilización social empujará a una parte im-portante de la población hacia el campo de la derecha y el fracaso político será ineluctable.

El concepto de transformación, con los elementos ya desarro-llados, podría estar en situación de promover el proceso de cons-trucción de una izquierda a la altura de la crisis del capitalismo financiero y de civilización actual. Progresamos aprendiendo con el objetivo de un derrocamiento de los modos de vida y de pro-ducción, de las relaciones de fuerza y de propiedad, para avanzar hacia una sociedad socialista y solidaria, en la que la explotación del hombre y de la naturaleza ya no existan. El cambio de nues-tros propios sistemas de pensamiento es parte integrante de este proceso.

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¿Qué es el Partido de la Izquierda Europea?Maite Mola Sanz

El Partido de la Izquierda Europea (PIE), es un partido que reúne 33 partidos (26 miembros y 7 observadores) de toda Europa, no sólo de la Unión Europea, entre los que se incluyen partidos muy grandes en tamaño y partidos más humildes, más peque-ños, de países del este, del sur y del norte de Europa. Somos una fuerza política que está intentando abrir expectativas en Europa contra la austeridad, el apoyo de la soberanía de los pueblos, el apoyo de la democracia participativa y de la paz. Y lo hacemos con alternativas claras, concretas y reales.

Una de nuestras principales características es que trabajamos por consenso, lo cual no es fácil. Somos una organización com-plicada, por la naturaleza diversa de los partidos que la componen y por la dinámica de trabajo consensuada, pero también hemos demostrado, con nuestra fuerza y continuo crecimiento durante estos 10 años de vida, que desde la izquierda somos capaces de construir espacios unitarios, desmontando las argumentaciones malintencionadas de que la izquierda no puede trabajar unida.

El PIE está formado por organizaciones políticas como la Iz-quierda alemana, Die Linke, Syriza de Grecia, el Partido Comu-nista Francés, Izquierda Unida, el Partido Comunista de España, EUiA, que junto a compañeros de Bulgaria, Rumanía, Finlandia Dinamarca… trabajamos juntos para refundar esta Europa de los mercados y construir la Europa de los ciudadanos. Lo ha-cemos elaborando y consensuando alternativas, y con vocación

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de abrirnos, desde el máximo respeto a su autonomía, a movi-mientos sociales y sindicatos europeos. Y también nos plantea-mos conquistar gobiernos y ocupar el máximo espacio político en las instituciones para cambiar el sistema capitalista. Todo esto sin perder la perspectiva de que sin la lucha y sin la movilización nada de esto será posible. Es verdad que no estamos todos, pero seguiremos caminando buscando más compañeros en la cons-trucción de espacios comunes y luchas conjuntas.

El Partido de la Izquierda Europea está a unos pocos meses de la celebración de su IV Congreso que tuvo lugar en Madrid en diciembre de 2013, con apenas 10 años de existencia.

De ese congreso salimos con un documento político claro, donde señalábamos que Europa atraviesa una profunda crisis con el poder en manos de los mercados financieros, cuya consecuen-cia está plasmada en las políticas de austeridad y los retrocesos democráticos que hacen peligrar la idea misma de una “unión” europea. También señalamos que los actuales tratados europeos, desde Maastricht a Lisboa, basados en los principios de competi-tividad, competencia, desregulación y liberalización, así como el papel del Banco Central Europeo y el euro, están exclusivamente al servicio de los mercados financieros y no permiten ni permiti-rán el progreso social en Europa.

En el Congreso señalamos que la crisis financiera fue y es el pretexto para llegar más lejos en el ultra-liberalismo, para impo-ner planes salvajes de austeridad y retrocesos sociales y democrá-ticos. País tras país, asistimos al aterrizaje de la “Troika”, -Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea- que con la complicidad de nuestros gobiernos, bajan nuestros salarios, y pensiones, destruyen la negociación colectiva, acaban con los servicios públicos. El resultado es el incremento del desempleo y la precariedad en una Europa llena de jóvenes en paro y de mujeres pobres.

También hablamos del proyecto del gran mercado transatlán-tico Unión Europea, Estados Unidos y Canadá, creado por y para las empresas multinacionales, que constituye una nueva amenaza

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¿Qué es el Partido de la Izquierda Europea

para el trabajo, la negociación colectiva, la salud, el medio am-biente y la democracia en nuestro continente.

En el Congreso también planteamos la necesidad de refundar Europa, porque creemos que no se puede permitir que Europa se hunda y pensamos que tampoco sería ninguna solución dejar que se rompa volviendo a la guerra entre naciones y pueblos y a los repliegues nacionalistas y xenófobos. Por ello, propusimos la vía de la refundación de Europa sobre nuevas bases, siendo nuestro objetivo abrir una esperanza; una nueva ambición de cooperacio-nes y solidaridades a nivel europeo al servicio de nuestros pueblos y los pueblos del mundo.

Por otra parte, presentamos una Plataforma Programática con seis ejes, por una Europa refundada sobre bases democráticas, so-lidarias, sociales, ecológicas y pacíficas, resultado de una elabora-ción colectiva y basada en propuestas de movimientos sociales y sindicatos. En ella expresamos los grandes ejes de transformación, así como medidas concretas para mejorar de forma inmediata las vidas de la ciudadanía europea.

Resistir a la austeridad y situar el desarrollo social en el centro de las políticas europeas, recuperar el poder sobre las finanzas y restaurar la democracia, ampliar los derechos de todos y to-das como propuesta dirigida a todos/as los/as trabajadores/as de Europa, a toda la ciudadanía de izquierda, a sindicalistas y mili-tantes de movimientos sociales que en Europa luchamos contra la austeridad, y por la democracia y la paz, con la idea de sumar nuestras fuerzas. Elaboramos una plataforma dirigida a las elec-ciones europeas de mayo de 2014, que supondrán un momento crucial para el futuro de los pueblos. Esta es nuestra esperanza: la de una nueva Europa que se oponga tanto a los defensores de la Europa liberal, como a la extrema derecha que rechaza la idea de solidaridad entre los pueblos.La Unión Europea en pleno colapso.

Casi seis meses después del Congreso, vemos como nada ha cambiado, y si lo ha hecho ha sido para peor. Y que la característi-

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ca más significativa de la situación actual en la Unión Europea es el colapso y deterioro imparables del modelo construido a partir del Tratado de Maastricht que está arrastrando a los protagonis-tas del mismo -las fuerzas conservadoras, las fuerzas socialdemó-cratas y los liberales- y a toda la sociedad europea al abismo

Hay seis ejemplos que dan testimonio de ello.

En primer lugar la aprobación en la Comisión de Empleo del Parlamento Europeo el día 13 de febrero del Informe Cercas so-bre las consecuencias nefastas de la aplicación de las normas de la Troika en los países rescatados.

En segundo lugar el cambio de actitud de la CES (Confe-deración Europea de Sindicatos), admitiendo su error al dar el sí crítico a Maastricht en 1992 como origen de las dificultades actuales para el empleo, las condiciones laborales y la propia cri-sis financiera y económica y proponiendo en este momento un cambio de rumbo en la construcción europea de forma que con una inversión del 2% del PIB comunitario (una especie de Plan Marshall) se cree empleo.

En tercer lugar las dificultades crecientes para mantener unas posturas socialdemócratas cuando se gobierna dentro de la Unión Europea, como demuestran entre otros los casos de Francia, Ita-lia, o Grecia, incluso la propia Alemania con su Gran Coalición.

En cuarto lugar la lentitud, la torpeza e ineficacia en adoptar soluciones de ámbito europeo frente a la crisis por parte de las instituciones europeas, Consejo, Comisión, BCE.

En quinto lugar la mala actuación de la UE, que adquiere carácter de ejemplo negativo, ante Ucrania, sin poder salir del guion tanto neo imperialista europeo como de la estrategia de bloques, heredado de la Guerra Fría.

En sexto lugar el proceso de mayor dependencia respecto al imperialismo norteamericano a través del propuesto Tratado Transatlántico que nos subordina aún más a una dinámica ajena, agresiva y expoliadora.

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Por esa razón no es de extrañar que más y más personas en Europa se pregunten qué alternativas hay. Es verdad que esas preguntas tienen muchas y dispares respuestas, pero hay una que se va afianzando y que va al núcleo del problema: el propio mo-delo económico e institucional.

No es casual que en el país que más ha sufrido la crisis y la política de austeridad con recortes y sufrimiento masivo, Grecia, la formación política perteneciente al Partido de la Izquierda Eu-ropea, Syriza, con Alexis Tsipras a la cabeza, se convierta en la opción preferida por la ciudadanía griega, atemorizada de tanto fundamentalismo criminal.

Tampoco es de extrañar que en otro país que sufre esta situa-ción intensamente, Italia, con la nefasta herencia de Berlusconi y una socialdemocracia que se avergüenza incluso de ser social-demócrata, como la del Partido Demócrata, veamos sucederse presidentes del gobierno, uno tras otro, sin pasar por las urnas.

Como señalaba antes, en el Congreso de la Izquierda Europea en Madrid se asentó el objetivo de Refundar Europa cambiando radicalmente el sistema, poniendo el modelo económico al ser-vicio de la gente y no de los beneficios usureros capitalistas, con otro modelo institucional, aumentando la democracia y partici-pación tanto a nivel europeo como en el interior de cada país, dando una fuerte lucha por la igualdad y cobertura universal de los derechos humanos.

La igualdad entre hombres y mujeres plasmada en estos meses en el apoyo firme a la batalla que damos en España contra la ley que nos prohíbe a las mujeres decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad, ley que nos retrotrae a la época de la dic-tadura franquista, es para el PIE una batalla que no es sólo de solidaridad, sino por la dignidad humana.

Uno de los objetivos del Partido de la Izquierda Europea es la lucha por la paz, que en este momento es central. Estamos trabajando muy a fondo una conferencia del Mediterráneo, con las fuerzas de izquierda del otro lado del mar, entre las cuales

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deben estar los compañeros del Polisario, los compañeros de Pa-lestina, de Túnez, Egipto, … todos los pueblos del Mediterráneo del norte y del sur que estamos sufriendo conflictos económicos y belicistas causados por el capitalismo y el imperialismo.

Cien años después, analizando las raíces históricas de la Unión Europea creada tras la Segunda Guerra Mundial, los europeos estábamos decididos a evitar que semejantes matanzas y destruc-ción pudieran volver a repetirse. Ese proyecto europeo diseñado para el servicio de la paz y el progreso social, se ha transformado en una pesadilla y cuando la paz aparece como más necesaria que nunca, los líderes europeos toman el camino del atlantismo y de las intervenciones militares.

La Unión Europea se alinea con la OTAN y no persigue la búsqueda de la paz en la esfera internacional, sino que desempe-ña un papel protagonista entre las fuerzas imperialistas. Bajo la tutela de la OTAN, la UE ha estado presente en los conflictos in-ternacionales más graves y apoyando las pretensiones imperialis-tas de sus aliados, la política colonialista de Israel hacia Palestina, ignorando el papel del gobierno francés en Mali o la República Centroafricana, apoyando a oscuros rebeldes sirios, sosteniendo a Marruecos frente al Polisario y sus legítimas demandas. Afga-nistán, Libia, Irak,…todas las malditas guerras con el trasfondo económico del petróleo y de la apropiación de las riquezas por parte del imperialismo. ¡Cuánta razón tenía Engels!

En este escenario, desde el Partido de la izquierda europea he-mos salido del Congreso con una apuesta firme por la PAZ, con mayúsculas, para lo que es necesario al menos que se cumplan cuatro cosas:

- La disolución de la OTAN y la eliminación inmediata de las bases militares extranjeras en territorio de la Unión Europea.

- El establecimiento de nuevas relaciones económicas y comer-ciales entre las distintas regiones a escala mundial, construyendo la seguridad a partir del codesarrollo.

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¿Qué es el Partido de la Izquierda Europea

- La defensa de los valores de la solidaridad, la justicia y la igualdad.

- Abolición de los acuerdos de Schengen y Friontex, auténticas herramientas de destrucción de seres humanos.

Creemos que no se trata de decir “No a la guerra”, sino de luchar todos los días y en todas las instancias para que la paz sea una realidad, para que la paz deje de ser manipulada como un ele-mento de chantaje emocional y sentimental con que se pretenden justificar las guerras. Sin paz, sin una paz auténtica, justa y respe-tuosa, no habrá derechos humanos. Y sin derechos humanos no hay democracia, como decía Karl Liebnecht “sólo una paz basada en la solidaridad internacional de la clase obrera y sobre la libertad de todos los pueblos puede ser una paz duradera”.

Y ya para terminar, y en este este marco general en el que se ha movido mi reflexión, es importante tener también en cuenta que cuando nos dicen que no hay alternativas nos mienten, pues no sólo hay alternativas teóricas, sino que tenemos el ejemplo de otra construcción regional, la de muchos pueblos de América Latina y del Caribe, Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, y tenemos la fuerza que nos está dando la gente en las calles y en las urnas. Y, sobre todo, tenemos la razón que nos llevará al socialismo.

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Maastricht 20 años después: La crisis del euro

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Crisis de la economía española, 2014, 2015, medidas de avance

Anton Borja Álvarez

Se ha hablado mucho durante estos años, y vamos a seguir hablando, de la crisis, y me gustaría hacer hincapié en cosas que no se dicen y que considero fundamentales, sobre todo, bajo un enfoque sistémico. Esta crisis económica española tiene básica-mente cuatro pilares, cuatro caras, y me gustaría explicarlas su-cintamente y qué medidas deberían adoptarse a corto y medio plazo. La pregunta sería ¿qué se puede hacer?, ¿en qué sentido?, ¿hacia dónde?

La primera crisis española que nos asola es la crisis del tejido productivo, no es sólo la crisis de la construcción, sino del tejido productivo español que va mal, en el sentido de la pérdida de peso económico que tiene, tanto en empleo, como en riqueza.

El PB está estancado en los últimos años, desde 2007. En 2013 se ha hablado mucho de que las exportaciones españolas están mejorando algo, pero es un espejismo, ya que solamente ha sucedido durante tres meses y, además, se parte de un peso global de exportaciones menor que en otros países europeos. Por otra parte, hay que tener en cuenta que esas exportaciones, a veces están alimentadas con importaciones. El tejido productivo espa-ñol tiene un carácter de nivel tecnológico bajo. Más del 65% de la producción española, según los criterios de la OCDE, tiene un nivel tecnológico bajo y medio bajo, un 3% tiene nivel tecnológi-co alto, el otro 27-30% un nivel tecnológico medio-alto.

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Esto significa que las exportaciones españolas, aquellas que son de componente tecnológico alto, llevan consigo importacio-nes, componentes importados de tecnología alta, con lo cual es-tamos basados en importación de productos de bajo y medio-bajo contenido tecnológico. A nivel económico global esto significa que estamos exportando basándonos en bajar salarios, por eso, las últimas noticias de la coyuntura económica se refieren a la devaluación interna, es decir, a la bajada de salarios. Se exporta un poco más, pero eso no significa que se esté avanzando en as-pectos fundamentales, sino que se está retrocediendo en el tema de mejorar el nivel tecnológico y el nivel de gama de nuestros productos en general, dado que la dedicación de recursos a la I+D+i y al desarrollo de patentes no alcanza el valor de la media de la Unión Europea.

Dentro del tema del tejido productivo, observemos los aspec-tos centrales siguientes :

En primer lugar, el sector primario. Se trata de un sector del que se suele hablar poco, pero que resulta muy importante, y es que el sector primario española ha ido perdiendo peso también, lo cual supone una cuestión fundamental, por aquello de la crisis alimentaria que está rondando a Europa. El sector primario es-pañol tiene un peso económico menor de un 3% del PIB.

El sector manufacturero, la industria tradicional, donde no entra ni la energía, ni los nuevos productos de informática etc., es de bajo y medio-bajo contenido tecnológico, y eso lleva casi inevi-tablemente a competir vía precios, es decir, estamos condenados a seguir bajando salarios para poder vender y para poder exportar.

El tema de gama es algo más que tecnología, incluye la apa-rición de nuevos mercados, el marketing, y otra serie de factores. Es importante en la medida en que las exportaciones españolas tienen una ratio de elasticidad-precio de 1,3 frente a Alemania, que tiene 0,2, lo que significa que, si aumenta un poco el precio (está ligado a salarios), automáticamente la variación de venta y cantidades de exportaciones es muy grande. Por poner un ejem-plo, el sector metalúrgico (con gran peso económico) es un sector

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básicamente de bajo contenido tecnológico, entonces a nada que subas un poco el precio del acero automáticamente las exporta-ciones se reducen, porque tienes que competir con el acero ruso, chino, etc. Esa lógica de nivel tecnológico y de gama hace que te condenen a exportar, siempre y cuando bajes salarios.

En cambio, el sector de bienes de equipo se trata de un sector importante, incluyendo actividades de alto y medio-alto conte-nido tecnológico, incluido en el CNAC de maquinaria. En este sector, sus exportaciones incluyen componentes de alto contenido tecnológico, con lo cual se mantiene la dependencia tecnológica respecto a otros países.

Por poner un ejemplo muy típico, en el País Vasco, que hay gran producción de máquina herramienta, el 75% de ella se produce en el País Vasco. Una parte de la maquinaria vendida (tornos, fresadoras, etc.), llevan control numérico, la parte más noble técnicamente hablando, componente que se compra, muy frecuentemente a SIEMENS de Alemania o a FANUK de Japón. Es decir, producimos y exportamos máquina herramienta, pero solamente una parte de esa máquina herramienta es la que tiene más contenido tecnológico, porque no tenemos base suficiente. Si eso pasa en un sector tan relevante como la máquina herra-mienta a nivel internacional, nos podemos hacer una idea de lo que puede pasar con sectores ya tradicionales como pueden ser la siderometalúrgica, alimentación, papel, etc.

En cuanto a recursos en I+D+i y patentes, los elementos que colaboran a debilitar más el tejido productivo de avance indus-trial están en el hecho de que se gasta en I+D+i menos que la media europea. Y en cuanto a patentes tenemos unos datos de patentes por millón de habitantes, mucho menos que la media europea, con lo cual, estos datos, refuerzan la debilidad tecnoló-gica e industrial, que considero importante señalar.

En cuanto a costes salariales y beneficios en innovación y pro-ductividad, los costes salariales, como es conocido, han bajado en los últimos años y, en cambio, los beneficios han subido. Datos

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económicos del 11% del PIB (cerca de 110.000 M de euros) en 2009, a 14% del PIB (cerca de 140.000 M de euros) en 2012.

¿Cómo suben los beneficios empresariales si muchas empre-sas españolas soportan la crisis de mala manera? Una parte de la explicación está en que muchas de las empresas pertenecientes al IBEX son multinacionales españolas y tienen capacidad de gestión y capacidad de vender fuera del territorio español, reali-zando fusiones de empresas, incrementando las inversiones en el exterior, etc. Es bastante paradójico que se siga planteando a la población la devaluación salarial, bajada de salarios, etc., cuan-do los beneficios empresariales siguen subiendo y, además, no se invierte en I+D, no hay capacidad para aumentar la inversión productiva. Las empresas españolas invierten fuera, en China o en otros países, y el pensamiento neoliberal plantea que tiene que llegar inversión extranjera para reforzar el tejido productivo es-pañol. Lo que estamos observando es que la inversión extranjera es pequeña y se centra en fondos de inversión, y en actividades relacionadas con la gestión de negocios inmobiliarios y otras ac-tividades que no suponen un reforzamiento tecnológico ni pro-ductivo del tejido industrial.

En relación al área laboral, el trabajo español va cada vez peor, aumenta más el trabajo descualificado, y esto se debe a que el tipo de exigencias de cualificación en las industrias de bajo nivel tecnológico es baja, y crece el empleo descualificado. Lo que está relacionado con el hecho de que las empresas predominantes son de bajo y medio-bajo nivel tecnológico, por lo que no hace falta tener mucha gente de alta cualificación. No es casualidad que decenas de miles de ciudadanos se vayan a otros países, y un alto porcentaje tenga estudios superiores. Emigran con la intención de volver, pero se observa que en los últimos ocho años, un sector importante no vuelve, porque no hay capacidad de acogida para ese tipo de gente, por lo cual eso produce una descapitalización incluso en los segmentos y sectores productivos de titulados su-periores, no digamos ya de otros sectores del trabajo manual.

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En cuanto al endeudamiento de la economía española, la deu-da privada española es de 2,7 millones de euros y la pública ha sido de 960.000 millones de euros. El problema no es falta de liquidez, que es el enfoque más o menos convencional, es decir, no es que no haya dinero, en el sentido global, sino que no hay solvencia. Aunque para pagar esas deudas se haga un esfuerzo monumental de bajar salarios y llevar a cabo otras medidas de ajuste económico, es imposible que se pague. Y de eso son cons-cientes las élites europeas, no es algo desconocido.

La crisis de la construcción, que supuso la burbuja inmobilia-ria; el problema de los impagos de las hipotecas; la crisis bancaria, (con ayudas que se estiman, al menos, en ayudas a la banca, de 88.000 millones de euros). Sareb, que parece una sociedad ligada a los bancos, y que en el fondo es una inmobiliaria (“banco malo”), el FROB, mecanismo de ayuda a los bancos, y a las cajas…

La banca española, globalmente, tiene un problema de fondo, como es la posesión de activos (de pisos, suelos, etc.), valoradas con precios del 2006, que hoy en día van a valer como media un 30% menos de lo que están en los activos bancarios.

El gobierno español ya ha obligado a los bancos a tener pro-visiones para equilibrar cuando se ponga el valor en la actua-lidad de esos pisos y ese suelo, ya que muchos bancos estarían quebrados hoy en día si no se hubiera realizado esta ingeniería financiera. Es decir, si el Banco de España, cuando gobernaba Miguel Ángel Fernández Ordóñez, no le hubiera atrasado dos o tres años en poner a precios actuales a los activos que poseían, lo cual refleja parte de la política y del peso que tiene la banca española en el gobierno, tanto en la época de Zapatero como en la época de Rajoy etc. La deuda de los bancos españoles, con otras entidades financieras extranjeras los (bancos alemanes, france-ses y otros) es también muy cuantiosa, alcanzándose la cifra de 571.000 M de euros en 2.012. Las entidades financieras en 2012 poseían activos inmobiliarios por valor superior a 307.000 M de euros, y dada la morosidad existente y la posible depreciación de

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los activos inmobiliarios, tuvieron que provisionar con 139.000 M de euros para garantizar la estabilidad financiera.

El endeudamiento de empresas no financieras alcanzaba la ci-fra de 1,21 billones de euros en 2012. Gran parte de las deudas corresponden al sector construcción/inmobiliario

El endeudamiento familiar para 2012 alcanza la cifra de 848.000 M de euros, de los cuales más del 70% corresponde a préstamos para vivienda. La deuda familiar va reduciéndose len-tamente, y está suponiendo un freno al consumo durante varios años.

En definitiva, la deuda privada, por tanto, alcanza 2,7 millo-nes de euros en el año 2012.

La deuda pública ha alcanzado la cifra de 960.000 millones de euros. La deuda pública está muy ligada a la deuda privada (ayudas a los bancos, etc). Dentro de la deuda pública el problema no sólo es la cantidad enorme, 960.000 millones de euros, que además se cree que para finales de 2014 habrá llegado al billón de euros ya, siendo imparable su crecimiento a pesar de los esfuerzos que dicen que se hace (recortes del gasto público, etc.). El tema de la deuda global está en el aspecto de la deuda vencida, es decir, el gobierno español cada año tiene deuda que se compró en el año 2002-2003, por ejemplo, a cinco, diez y quince años vista, y llega el 2012 y tiene que devolver 45.000 millones o 50.000 millones de euros que no tiene, optando entonces por refinanciarse y pedir otro crédito para pagar la deuda, el cual será también a otros cinco, diez o quince años, con lo que se va acumulando esa deuda vencida que estaba estipulada en 50.000 millones de euros

En el año 2010 Natixis, que es un banco francés con un po-tente servicio de estudios, hizo una valoración de la deuda pú-blica española y estipulaba que, en el año 2010, la deuda vencida española para el 2012 iba a ser de 45.000 millones de euros. Lle-ga el año 2012 y es de 57.000 millones de euros, ¿cómo es que ha aumentado en 12.000 millones en dos años? Lógicamente la deuda vencida distanciada del 2012, en el 2010 era teniendo en

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cuenta los datos hasta 2010, pero como posteriormente había ha-bido nuevos refinanciamientos, parte de esos refinanciamientos han recaído en el 2012.

Es decir, la deuda vencida no es fija, sino que depende de cómo se refinancie cada año, y en la medida en que hay más refinancia-miento aparecen, por tanto, mayores intereses. Es decir, lo que se llama la parte de evolución del principal y la evolución de los intereses se va acumulando, no es casualidad que en el presupues-to del Estado de 2013 el gobierno plantea un pago de intereses de la deuda de 37.000 M de euros, aunque finalmente ha sido de 31.000 M de euros.

La “burbuja” de la deuda es preocupante. De hecho no se pue-de pagar la deuda pública ni la deuda privada, y esto lo saben las élites europeas. Lo que pasa es que Alemania y otros países acree-dores, aunque saben que no se va a poder pagar, harán una quita. Los griegos ya van por la tercera quita. El asunto de fondo está en que están planteando que esa quita sea lo más tarde posible, en la medida en que puedan esos bancos alemanes, franceses y demás… obtener el máximo dinero a través de los tipos de interés.

Como se piensa reducir el gasto público, no va a haber cam-bios del tema fiscal, no va a haber tampoco más ingresos, con lo cual se influye en el estancamiento de la actividad económica del futuro, de ahí que se pueda afirmar que la crisis económica es-pañola va a durar otros cuatro o cinco años por lo menos, a pesar que nos cuenten casi todos los meses, que ya hay brotes verdes o algún signo positivo, pero la realidad es que el entrecruzamien-to y reforzamiento entre la deuda pública, la deuda privada y la crisis productiva debilitan cada vez más la dinámica económica española.

La acumulación de deuda privada y deuda pública nos da una deuda total de 3,6 millones de euros en 2013. Todo ello conlleva una crisis de crecimiento potencial, y un ahondamiento de la sol-vencia de la economía española.

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A estas crisis señaladas, hay que añadir también la actividad institucional desde el gobierno de Zapatero y el gobierno de Ra-joy, que profundizan la crisis .

Se están planteando varios escenarios de la situación española en el próximo futuro. Por parte del gobierno, tanto el de Zapate-ro en su última etapa, como del actual, una aceptación del ajuste real, lo que llega de Bruselas ( y de la Troika) va a misa, cueste lo que cueste a la población, pero no solamente es que cueste sufri-miento y daño social, sino que además profundiza los problemas. No se puede admitir una lógica ni siquiera de economía familiar en la que se planté sufrir un año o dos y luego salir adelante, me-reciendo la pena aguantar. Es que esta situación conlleva a seguir sufriendo y ralentizando el problema durante años y años, preci-pitándonos hacia un empobrecimiento y periferización creciente de la economía española.

Luego, encontramos variantes de ese ajuste, por un lado está la posición del ajuste duro, y por otro, Hollande y otros sectores que tienen que ver con las ayudas y eurobonos, etc. Es una variante del ajuste, pero no es un cambio sustantivo.

Evidentemente Merkel se opone radicalmente a esto, pero el problema es más que Merkel, es Alemania, ya que las opiniones de los distintos partidos políticos alemanes, incluso los verdes, son bastantes contrarios a ayudar a la economía española. Sigue dominando la idea aquella de que se trata de una economía en la que no se han hecho los deberes como ellos.

Habría otras dos vertientes que son, la salida del euro, cada vez más extendida y bastante más complicado de lo que parece, y luego, una medida que sería la famosa federalización europea. los países ricos del Norte invirtiendo en el Sur, pero eso no va a ocurrir, no sólo por la voluntad de los gobernantes, sino porque la propia dinámica y lógica europea no lo aprueba, es un mercado neoliberal que no busca ayudar a los países y Estados pobres.

Frente a esto se podría plantear desde las instancias econó-micas y políticas iniciar un modelo económico de desarrollo en-

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dógeno y sostenible, que tenga una dimensión productiva, una dimensión social, una dimensión medioambiental y una dimen-sión política, es decir, cambios del modelo productivo, cambio de modelo social, medioambiental y cambio de estructuras políticas. Debemos ir hacia otro modelo; en el sector agrario, potenciar la agricultura sostenible, políticas agrarias que definan el cese de importaciones, reorganización del territorio. La FAO señala que en un país “normal” el 50% de lo que consumen debe ser de su propio territorio, es decir, suprimir importaciones absurdas como traer espárragos desde Perú, etc.

Hay que potenciar y desarrollar evidentemente otro tipo de políticas. Quiero decir que las bases productivas están ahí, en el sector industrial y en el sector servicios. Señalaría tres ejes, por una parte, que crezcan los sectores de medio-alto y alto contenido tecnológico, y servicios adyacentes; crecer y potenciar industrias no intensivas de energía, potenciar industrias no contaminantes, hay un estudio de la fundación IDEAS en la cual se planteaba en el año 2010 como para el 2020 se podían crear en sectores tradicionales 145.000 empleos y en sectores nuevos unos 217.000 empleos. Es una aportación modesta, pero son interesantes las hipótesis manejadas y las metodologías utilizadas. Se deberían potenciar sectores del tipo máquina herramienta, formación, y de las TICS (tecnologías de información y comunicación).

También hay que revisar el modelo de desarrollo empresarial. Tiene que haber empresas de muchos tipos, desde una estructura política distinta se debe favorecer empresas de titularidad pública, empresas referenciales del sector público, que organizan e impul-san a otros tipos de empresas a que se orienten hacia ese modelo de sostenibilidad: no se entiende, por ejemplo, que no exista una empresa pública de energías renovables. No tenemos por qué de-jar el mercado de las energías renovables exclusivamente a em-presas privadas, a IBERDROLA, u otras. Eso significa otro tipo de política.

Tiene que haber empresas cooperativas, pero cooperativas de verdad. Tiene que haber PYMES y tiene que haber empresas de

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actividad social, evidentemente existen multinacionales y están ahí, pero ha de haber regulación y coordinación, de modo que el Estado y las Administraciones orienten, con incentivos, etc., la actividad hacia un modelo endógeno y sostenible, con un peso dirigente de la propiedad pública. Y eso es posible en el marco de la Unión Europea. Es evidente que a la Unión Europea no le gustan las empresas públicas, pero existen y hay que recordar, por ejemplo, el caso francés, hasta hace cuatro años que la privatiza-ron, EDF, que es una gran empresa francesa de electricidad y era pública. En realidad el tema de la empresa industrial pública es uno de los elementos clave para salir de esta crisis.

Intervención pública (política industrial) mediante normativas e inversiones públicas industriales, e impulsar centros tecnológi-cos, ya que no hay centros de vigilancia tecnológica e inteligencia económica, resulta fundamental.

Hay que cambiar también el sistema financiero, evidentemen-te, potenciación del ICO. No vale el mito de que no hay dinero, el Banco Europeo Industrial maneja 40.000 millones de euros anuales para impulsar, en determinadas condiciones, actividades productivas e industriales.

Un modelo de desarrollo sostenible tiene que compaginar me-didas diversas y sinergias, de modo que las actuaciones coordina-das potencien efectos suma. Si se actúa erráticamente va a servir de poco, la clave está en actuar en estos cinco años de crisis que nos quedan, como poco, conjuntando esfuerzos para ir frenando la dinámica neoliberal imperante.

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El euro y la crisis en España

El euro y la crisis en EspañaIgnacio Zubiri Oria

1. Introducción

La creación real del euro se produjo el 31 de Diciembre del año 1998, cuando España, al igual que los demás países que forma-ron inicialmente la zona euro, fijó un tipo de cambio irreversible entre la peseta y el euro. Se abrió entonces un periodo transitorio que terminó en el 2002 cuando se puso en circulación el euro como moneda física y única de los países que la habían adoptado. Desde el principio se sabía que la zona euro tenía problemas de diseño, pero se minimizó la probabilidad de que se materializa-ran estos problemas. Por el contrario, se presentó el euro como un gran avance para todos los países que lo adoptaban porque, en teoría, garantizaba una mayor estabilidad cambiaria, una in-flación menor, unos tipos de interés estables y reducía los costes de transacción. Esto debía producir una moneda más fuerte que limitara la inflación, favoreciera la integración de los mercados financieros y estimulara el crecimiento económico.

La realidad ha sido muy distinta. En el año 2008 se ha pro-ducido una crisis global de intensidad desconocida desde la crisis de 1929, que ha puesto de manifiesto todos los problemas en el diseño del euro y los ha llevado al extremo. Algunos países han visto agudizada su crisis por pertenecer a la zona euro e incluso la propia existencia de la moneda común ha sido cuestionada se-riamente. España está entre los países perjudicados por la política

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monetaria que ha impuesto el Banco Central Europeo (BCE) que ha dejado como única opción de política económica un ajuste presupuestario esencialmente vía gasto que, en última instancia, está largando la crisis.

Lo que voy a hacer es este trabajo es revisar los problemas en el diseño del euro, si pertenecer al euro ha sido, o no, beneficioso para España y, dado que la salida del euro es inviable, qué refor-mas debe realizar España para reestablecer el crecimiento econó-mico. De forma más precisa, en la sección 1 recordaré cuáles son los problemas de diseño de la zona euro. A continuación analiza-ré si para España ha sido beneficioso entrar en el euro (sección 2). En tercer lugar me ocupare de cómo ha sido la crisis en la zona euro, qué medidas ha tomado la UE y cuáles debería haber toma-do (sección 3). La sección 4 se ocupa de lo que ha hecho España y de lo que debería hacer en el futuro. El trabajo concluye con una recopilación de conclusiones (sección 5). 2. El diseño de la zona euro

La creación del euro en 1999 fue acogida por muchos países con gran entusiasmo. Se iba a crear una moneda fuerte que ade-más de eliminar riesgos (tipo de cambio) y costes de cambio (de moneda) daría estabilidad a los precios e integraría los mercados financieros. Los países más pobres veían la oportunidad de tener una moneda más fuerte equiparable al marco alemán. Y por ello estuvieron dispuestos a pagar el precio de renunciar a su política monetaria (que pasó a ser competencia del BCE) y de su política cambiaria (el tipo de cambio entra cada moneda nacional y el euro quedó fijado de forma irreversible en 1999). Los países más ricos, salvo Alemania y Francia, mostraron menos entusiasmo y algunos se quedaron al margen1. La forma en la que el Reino Unido ha podido afrontar una crisis muy similar en todo a la de España2, demuestra lo acertado de esta decisión.

1. Suecia, Reino Unido y Dinamarca. 2. La crisis del Reino Unido ha tenido muchas características en común con la de España. Entre ellas, una burbuja inmobiliaria, una crisis bancaria y unos niveles iniciales de caída del PIB y de déficit público similares a los de España.

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El euro y la crisis en España

Un elemento importante de la cesión de la política monetaria fue el establecimiento de los objetivos que debía seguir el BCE en el diseño de la política monetaria y el establecimiento de las res-tricciones en el tipo de operaciones que podía realizar. En cuanto a los objetivo se acordó que el BCE debía garantizar la estabili-dad de precios. Esto está en amplio contraste con, por ejemplo, los objetivos asignados en Estados Unidos a la Reserva Federal (el banco central de los EE.UU), cuya ley constitutiva establece que debe buscar, además de la estabilidad de precios, el máxi-mo empleo y la moderación de los tipos de interés. Básicamente, por tanto, la Reserva Federal tiene los objetivos de estabilidad de precios y crecimiento económico mientras que el Banco Central Europeo sólo debe buscar la estabilidad de precios. Esta dife-rencia de objetivos subyace al comportamiento diferente que han tenido en esta crisis los bancos centrales de la zona euro (que ha estimulado la austeridad) y de los EEUU (que ha estimulado la expansión).

La razón por la que el objetivo esencial del BCE es la esta-bilidad de precios tiene que ver, probablemente, con las exigen-cias de Alemania para aceptar ser parte de una moneda común. Alemania sufrió una hiperinflación entre 1920 y 1925 que dejó una profunda huella en el país. Por ello el Bundesbank (Ban-co Central de Alemania) tenía como objetivo único controlar la inflación. Dado que, basada en ese principio, el marco alemán fue una moneda extremadamente sólida durante toda la segunda mitad del siglo XX, Alemania no estaba dispuesta a renunciar a que esa fuera la única guía de la política monetaria. Y los demás países, que en buena medida querían tener una moneda como era el marco, aceptaron este objetivo.

El BCE no sólo está restringido en sus objetivos, sino tam-bién en los instrumentos que puede utilizar. Esencialmente por la desconfianza y falta de solidaridad entre países que hay en la Unión Europea, al BCE se le prohibió explícitamente comprar en los mercados primarios deuda pública3 de los países de la zona 3. Esta es la Deuda emitida directamente por los países. Los mercados secundarios son aquellos en los que quienes compraron esta deuda la revenden.

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euro. La idea era evitar que algún país tuviera la tentación de emitir deuda en exceso confiando en que, si había problemas, el BCE la acabaría comprando. Esta restricción ha sido esencial para profundizar y alargar la crisis en algunos países que, como España, han tenido problemas colocar su duda en los mercados financieros.

En realidad los problemas del euro y de algunos de los países que lo han adoptado se derivan de algo que se sabía desde el prin-cipio. Europa no es una zona monetaria óptima y el diseño del euro no incorpora los mecanismos adecuados para corregirlo. Un área monetaria óptima es aquella en la que tener una moneda úni-ca maximiza el bienestar. Para que esto sea así tiene que ocurrir que haya mecanismos para corregir los shocks asimétricos. Esto es cuando una zona A (región de un país o país de una unión) tiene, por ejemplo, una crisis que no afecta al resto o que le afecta más que el resto, debe haber mecanismos que compensen a esa zona por no poder utilizar la política monetaria para resolver su problema4. Cuando se trata una región dentro de un país hay dos mecanismos que corrigen los shocks asimétricos:

a. La movilidad de las personas, que ante una crisis se trasla-dan de las regiones pobres a las ricas.

b. Las trasferencias de renta hacia las regiones pobres. Estas transferencias se realizan bien directamente (a través de los meca-nismos igualatorios de recursos entre regiones) o indirectamente (a través de los mecanismos igualatorios de renta entre personas). En el primer caso el gobierno central realiza trasferencias a las regiones que tienen una caída de renta mayor. En el segundo, hay esquemas nacionales de desempleo o de mantenimiento de rentas que hacen que los residentes en la región más afectada por la crisis reciban más recursos.

En la Unión Europea no existe nada de esto y el resultado es que las regiones más afectadas por una crisis se encuentran que tienen que afrontar la crisis con una política monetaria que, lejos 4. Las zonas en recesión necesitarán políticas monetarias más expansivas, tipos de interés más bajos y depreciaciones de la moneda. Las zonas en expansión necesitarán lo contrario.

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de paliarla, la agrava. Este problema es especialmente importan-te en la UE, porque es bien sabido que la asimetría de shocks entre los países de la Unión Europea ha sido y será notable5.

La pregunta es, evidentemente, por qué no se diseñó un es-quema que compensara los shocks asimétricos. Ciertamente mu-chos los propusieron6 pero al final las diferentes propuestas ni siquiera se llegaron a discutir, porque cualquier esquema conlleva transferir renta de las regiones ricas a las pobres. Y ciertamente la solidaridad entre los países de la UE es, como poco, limitada. Simplemente, es claro, los alemanes están dispuestos a transferir renta a otros alemanes pobres. Pero también lo es que no están dispuestos a transferir demasiada renta a los españoles o griegos pobres. El problema es que en la Unión Europea no hay ningún sentimiento extendido de pertenencia a algo común. Para la ma-yoría, la UE sigue siendo una unión para el beneficio económico individual y la crisis ha acentuado esta visión individualista de la Unión Europea.

En un contexto de shocks asimétricos frecuentes, sin mecanis-mos compensatorios, existe el riesgo de que un país se endeude en exceso esperando que los demás no le dejen ir a la quiebra, porque esa quiebra perjudicaría al resto7. Incluso sin llegar a la quiebra el endeudamiento excesivo por parte de un país puede afectar al tipo de interés y la estabilidad de los mercados financieros.

Para evitar esto los países de la UE optaron por firmar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) y prohibir al BCE comprar deuda de los países en los mercados primarios. El Pacto de Esta-bilidad y Crecimiento limita el déficit que los países pueden tener (3% del PIB) y el endeudamiento (60% del PIB). La prohibición de comprar deuda es una forma de eliminar expectativas de resca-

5. La asimetría de shocks entra las regiones de un país es mucho menor porque sus econo-mías están mucho más integradas (movilidad de personas, bienes y capital) que las de los países de la UE. 6. Una de las propuestas fue, por ejemplo, establecer un seguro europeo de paro. Esta pro-puesta ha reaparecido durante la crisis del 2008. 7. La quiebra pondría en riesgo la credibilidad del euro y trasladaría sus efectos a los resi-dentes en otros pases que compraron deuda del país quebrado. Entre otras cosas esto podría poner en riesgo el sistema financiero global.

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te (a coste cero). El Pacto de Estabilidad y Crecimiento, ha tenido una efectividad muy limitada y por ello ha sido reforzado durante la crisis con acuerdos8 que tratan de limitar el déficit estructural9, obligar a reducir la deuda a quienes sobrepasen el 60%10, preve-nir los déficits excesivos anuales y corregir los desequilibrios ma-croeconómicos. También se ha reforzado la capacidad de control y sanción de la Comisión Europea.

Todas estas medidas no hacen más que reforzar la idea de que el equilibrio presupuestario es la vía al crecimiento. Y eviden-temente esto no es cierto. Sería como decir que lo mejor para una persona es no endeudarse nunca. España, por ejemplo, ha tendido déficit en 32 de los últimos 35 años. ¿Debemos creer que si no hubiera tenido esos déficits hoy día sería un vergel de creci-miento y prosperidad? La respuesta es que, evidentemente, no. El déficit es un instrumento esencial de política económica que en determinados contextos sirve para estimular la economía y para mantener las prestaciones sociales en épocas de crisis. Mantener que el equilibrio es la única alternativa aceptable tiene, por tanto, más de ideológico que de económico. 3. El saldo de España por pertenecer a la zona euro

El Cuadro 1 recoge algunos datos para analizar los efectos en la economía española de la entrada en el euro. Si nos fijamos en el crecimiento del PIB podemos sentir la tentación de pensar que la entrada en el euro efectivamente supuso una aceleración del crecimiento de la economía porque, si bien España ya crecía por encima de la eurozona antes del euro, tras el euro la diferen-cia se acrecentó. De esta forma España pasó de crecer al 2,6% a hacerlo al 3,7%. Casi un punto más del PIB. En la eurozona el

8. La mayoría de ellos están recogidos en el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Go-bernanza en la Unión Económica y Monetaria, firmado en el 2012. 9. El déficit estructural es el déficit presupuestario anual corregido por loes efectos de los estabilizadores automáticos. Esto es, por la parte de los aumentos (reducción) de gastos y de la reducción (aumento) de ingresos que se debe a la coyuntura. El déficit estructural se limita al 0,5% del PIB (si la deuda está por encima del 60% del PIB) o la 1% del PUB (si está por debajo). 10. El compromiso es que el exceso de endeudamiento (sobre el 60%) se reduzca a una tasa anual media del 5%.

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El euro y la crisis en España

impulso fue de apenas 0,2, básicamente lo mismo que fuera de la eurozona.

Estas cifras pueden hacernos pensar que la entrada en el euro fue un gran beneficio para España. En realidad, sin embargo, si miramos a la cifras de PIB per cápita las cosas comienzan a pa-recer diferentes. Ciertamente la producción subió (y con ella el empleo) pero la renta per cápita no. Esto es, la entrada en la zona euro no afecto al crecimiento de la renta per cápita española. De hecho tampoco al promedio de los demás países aunque Alema-nia sí experimentó una aceleración.

Que crezca el PIB pero no la renta per cápita es simplemente el reflejo de que el PIB creció porque aumentó la población. Parte de aumento se debió sin duda a una inmigración atraída por un

1992-19981 1999-2007 2008-13Crecimiento del PIBEspaña 2,6 3,7 -1,0Alemania 1,6 1,7 0,7Eurozona2 2,0 2,2 -0,3No Eurozona3 3,1 2,8 0,0Crecimiento del PIB per cápitaEspaña 2,4 2,3 -1,4Alemania 1,2 1,6 0,8Eurozona2 1,7 1,7 -0,6No Eurozona3 2,7 2,4 -0,6InflaciónEspaña 1,8 3,1 2,2Alemania 1,1 1,6 1,7Eurozona2 1,3 2,1 2,0No Eurozona3 1,6 1,7 2,3

CUADRO 1: Efectos para España de la Entrada en el Euro

1. Para la inflación 1997-98. 2. Sólo los Estados que adoptaron el euro en 1999 3. Reino Unido, Suecia y Dinamarca Fuentes: Eurostat y AMECO

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empleo que crecía de forma notable. El euro, sin duda, favoreció la creación de este empleo, pero ciertamente no en una forma beneficiosa porque estimuló una demanda excesiva y favoreció la burbuja inmobiliaria. El mecanismo es simple. El euro redujo el tipo de interés real en España y favoreció el endeudamiento pri-vado y público. Parte de este endeudamiento alimentó la burbuja inmobiliaria. Evidentemente, tanto los bancos nacionales como extranjeros colaboraron a este exceso de endeudamiento y a la burbuja. Los bancos nacionales porque concedieron créditos sin exigir la solvencia necesaria del prestatario. Los bancos extranje-ros porque, por medio de los mercados interbancarios, prestaron a los bancos nacionales los recursos que éstos necesitaban para financiar el endeudamiento de los hogares y las empresas. Fuera del euro las cosas hubieran sido distintas. La peseta se hubie-ra depreciado, los tipos de interés hubieran sido más altos y los bancos extranjeros no habrían prestado con tanta facilidad a los bancos españoles.

El Cuadro 1 también pone de manifiesto que la entrada del euro supuso una aceleración de la inflación en España mayor que en otros países de la Unión Europea. En España la inflación anual subió 1,3 puntos (llegando hasta el 3,1%) mientras que en resto de la eurozona el aumento fue de 0,8 puntos. Fuera de la eurozona no hubo cambios significativos. Por tanto, entrar en el euro aumentó el diferencial de inflación de España con otros paí-ses lo que, sin duda deterioró su posición competitiva y estimuló el endeudamiento.

En suma, la entrada en la zona euro no supuso una mayor riqueza. Sólo creó más empleo para una población creciente (que en parte fue atraída por las oportunidades mayores de empleo). Sin embargo el mayor empleo se hizo a expensas de un endeu-damiento creciente de los hogares y una burbuja inmobiliaria estimulada por unos tipos de interés estables en un contexto de inflación alta (en relación a otros países). En el camino también se deterioró la competitividad española por el aumento de la in-flación diferencial. Fuera del euro, probablemente, muchos de los efectos negativos (endeudamiento excesivo, inflación elevada) no

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se hubieran producido. En un sentido básico, la génesis de la cri-sis de España está en la facilidad de acceso al crédito y la pérdida de competitividad derivadas del euro.3. La Actuación de la Unión Europea durante la crisis

Revisaré a continuación lo que han hecho la Comisión y el Banco Central Europeo para luchar contra la crisis y lo que de-berían haber hecho.

3.1. Las medidas adoptadas

La crisis actual comenzó como una crisis financiera que se derivó de una burbuja inmobiliaria exportada por los EEUU al resto del mundo11. En esta primera fase la UE y el BCE se centró en sanear el sistema financiero de los países facilitando crédito barato y accesible y, en su caso, ayudas. Esta política convenía a todos los países. El problema fue que en algunos países la crisis financiera produjo un déficit público notable y surgieron proble-mas para que estos países accedieran a los mercados financieros para poder vender su deuda. De esta forma la crisis financiera se transformó, especialmente a partir del año 2008, en una crisis de la deuda soberana (para algunos países). Esta crisis de la deuda soberana dividió a los países en dos bloques con intereses contra-puestos. En un lado estaban los países con déficits elevados y en algunos casos, con problemas de acceso a los mercados financie-ros. En el otro, los países sin déficits sustanciales o sin problemas de financiación.

En el lado de los países con problemas de deuda estaban Por-tugal, Grecia, Italia y España. Francia, se ha ido aproximando cada vez más a la situación e intereses de estos países. Irlanda ha tenido que incluso ser intervenida, pero su problema es diferente. El problema de Irlanda es que su sistema bancario colapsó total-mente a pesar de que había superado todos los test de stress y que las auditorías previas a la quiebra alababan la solidez del sistema. Esto se tradujo en que en un solo año hubiera que inyectar al

11. La vía fundamental de exportación fueron los denominados paquetes estructurados en los que se incluían inversiones en hipotecas basura de alta rentabilidad.

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sistema financiero recursos equivalentes al 30% de su PIB. No se trata, por tanto, de un problema comparable al de España, Portu-gal o Grecia. Por eso, cuando a veces se dice que la recuperación de Irlanda es la prueba de que la receta europea de austeridad funciona, no se está diciendo algo que sea cierto. Simplemente, el problema de Irlanda era distinto al de otros países y requería soluciones diferentes. Por ello, no sirve de ejemplo.

El resultado de que la crisis de deuda soberana se haya cen-trado en los países del sur ha dado lugar a dos bloques de países que necesitaban políticas monetarias distintas. Un primer bloque (formado por Grecia, Portugal, España, Italia y Francia) abogaba por políticas monetarias y fiscales expansivas y porque el Banco Central Europeo comprara deuda soberana de los países con pro-blemas. Un segundo bloque (liderado por Alemania, Holanda, Austria, Finlandia y Luxemburgo) quería lo contrario. Políticas monetarias y fiscales contractivas junto con la prohibición de que el BCE comprara deuda soberana. Este grupo se oponía a lo que querían los países del sur, fundamentalmente para salvaguardar sus intereses (menos inflación, no subidas del tipo de interés, etc.), pero también para evitar redistribuciones entre países (que sus ciudadanos pagaran vía más inflación, tipos de interés más altos o apreciación del euro los problemas de los ciudadanos del sur). Simplemente, un alemán puede estar dispuesto a dar dinero para otro alemán, pero puede estarlo en mucha menor medida (o no estarlo en absoluto) a darlo a un español o a un griego.

En la elección entre políticas expansivas y regresivas la UE, y por extensión el BCE, optó inicialmente por la contracción (aus-teridad presupuestaria) y la no intervención en los mercados de deuda. Es más, se hizo creer a los ciudadanos que esta era la única vía para lograr la recuperación económica. En realidad nada más lejos de la realidad. La opción por la austeridad no era ni la única ni la mejor opción para los países con problemas. Era, eso sí, la que más interesaba a Alemania. Las políticas adoptadas por la Reserva Federal de los EEUU que han dado lugar a un creci-miento mucho mayor que el de la UE y a una salida más rápida de la crisis, prueban que sí había más opciones.

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En realidad la respuesta a la crisis por parte de la Unión Euro-pea ha puesto de manifiesto todos los problemas del sistema euro. Por un lado la ausencia de mecanismos de respuesta automáticos para los shocks asimétricos. Por otro, una ausencia de solidaridad entre países que ha dado lugar a decisiones que han acentuado y alargado la crisis. Tercero, la preponderancia de los negocios sobre las personas. La Comisión se ha preocupado de los bancos y se ha olvidado de las persona y su prioridad han sido medidas para garantizar el dinero de los acreedores de la deuda soberana de los países del Sur, esencialmente los bancos Alemanes.

Las medidas que se adoptaron inicialmente durante la crisis por la Comisión y el BCE fueron:

1. Austeridad presupuestaria. La Comisión ha exigido auste-ridad presupuestaria a los países con problemas de acceso a los mercados financieros a cambio de darles ayudas (en forma de préstamos). En el camino ha negado que la reducción de gastos tuviera efectos contractivos. Sin embargo, esto no es cierto. E incluso una institución como el Fondo Monetario Internacional, tan poco dudosa de ser favorable a la intervención pública, ha afirmado que se ha infra estimado el impacto negativo de reducir el gasto. Según la nueva visión del FMI cada unidad de reducción del gasto contraía la economía en 1,7 euros12. Si esto es cierto, el impacto de la austeridad ha sido, simplemente, reducir aún más el PIB de los países con problemas y alargar la crisis.

2. El BCE ha dado liquidez al sistema bancario privado pres-tándoles a tipos muy bajos con colaterales de dudosa calidad. No ha puesto condiciones como, por ejemplo, transmitir parte de la liquidez a la economía real y, por ello, los bancos se han limitado a tomar prestado del BCE al 0,5% y lo prestado a los gobiernos al 5% o más. El negocio para los bancos ha sido redondo. Para los ciudadanos, no tanto. Ciertamente esto ha permitido al BCE facilitar la compra de deuda soberana de los países con problemas. Pero levantando la prohibición de comprar deuda en los merca-12. Esto significa, simplemente, que el multiplicador del gasto público es 1,5. Véase In-ternational Monetary Fund (2012b) World Economic Outlook October 2012. Box 1.1, página 41.

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dos primarios o anunciando (como ha hecho luego) que se com-praría en los mercados secundarios se hubiera logrado los mismo con menos coste para los ciudadanos (y menos beneficios para los bancos).

3. Argumentando que su objetivo era contener la inflación, el BCE incluso subió los tipos varias veces en el año 2011, respon-diendo supuestas tensiones inflacionistas. Esto, nuevamente, ser-vía a los interese de Alemania y supuso penalizar la recuperación que estaban experimentando algunos países.

Ante el fracaso evidente de sus medidas, la Comisión y el BCE han cambiado de política en los últimos años. Por un lado, aun-que formalmente siguen alabando los beneficios de la austeridad, en la práctica la han relajado. Por ejemplo, España se comprome-tió inicialmente a cumplir en el año 2013 el requisito de que el déficit fuera inferior al 3%. La Comisión ha ido relajando progre-sivamente este requisito y actualmente el compromiso de España está en el año 2016.

Por otro lado, el BCE por fin hizo en julio del 2012 lo que tenía que haber hecho antes. Se comprometió a, si era necesa-rio, comprar en los mercados secundarios deuda de los países con problemas. Esto es equivalente a decir a los inversores, “comprar la deuda de los países sin miedo porque si hay problemas, yo os la recompro”. El efecto inmediato fue una caída de la prima de riesgo de España y de los demás países con problemas de deuda soberana. Como muestra la Figura 1 en el caso de España la prima cayó desde los 631 puntos hasta los 30513. Dado lo evi-dente de que esta caída de la prima se debió al anuncio del BCE sorprende que el gobierno diga que es el resultado de su política económica.

13. La prima de riesgo es lo que se paga por encima de lo que paga un país sin riesgo (de no devolución) como es Alemana. Es, por tanto el tipo de interés (multiplicado por 100) de lo que España tiene que pagar por encima de Alemania por tomar prestado. Por ejem-plo con una prima de 631 puntos lo que España paga es el 6,31% más el tipo pagado por Alemania.

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El euro y la crisis en España

La brillante gestión del PP ha sido incumplir dos veces el com-promiso de déficit con Europa14, hacer una reforma laboral que solo ha servido para crear un millón más de parados y un sanea-miento del sistema financiero que no ha conseguido que llegue el dinero al sector privado. Afortunadamente, la evolución de la prima de riesgo no ha tenido nada que ver con estas políticas porque, de ser así, en vez de bajar habría subido.

3.2. Las medidas que se deberían haber adoptado

Es evidente que la Comisión y el BCE han actuado mal y tar-de, en buena medida porque hacerlo de otra forma hubiera favo-recido a los países del sur y perjudicado a los del norte. Grecia es la prueba evidente del error. Si se hubiera actuado antes y con menos austeridad no estaría donde está. Si hubiera podido seguir tomando prestado a tipos razonables y en condiciones razonables, no habría sufrido la pérdida de renta y empleo tan brutal que soporta15.

En realidad la Comisión y el BCE tenían diversos cursos de acción que de haberse adoptado habrían hecho que la crisis fuera

14. El objetivo de déficit se ha tenido que retrasar dos veces.15. El PIB real de Gracia ha caído en un 25% entre el 2008 y el 2013.

Figura 1: Evolución de la Prima de Riesgo

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más corta y menos intensa, no sólo en los países con mayores pro-blemas, sino en el conjunto de la Unión Europea. Las medidas que podría y debería haber tomado incluyen las siguientes:

a. Ligar la concesión de liquidez al sistema bancario a que transformaran parte de lo obtenido en créditos al sector privado.

b1. Emitir Eurobonos16 o garantizar la deuda de los países en crisis a cambio de políticas de sostenibilidad creíbles y razonables. Esto hubiera evitado que la prima de riesgo de los países con pro-blemas se disparara y que se vieran obligados a reducir los gastos y/o aumentara los impuestos para hacer frente al coste adicional de la deuda. Tampoco se habría expulsado de los mercados nin-gún país y no hubieran sido necesarias intervenciones.

b2. Garantía ilimitada de comprar en los mercados secunda-rios de deuda de los países (antes de julios del 2012). Una medida más débil, pero con efectos beneficiosos similares a la anterior.

c. No limitar las ayudas a planes de austeridad drásticos por-que esto ha acentuado la crisis en los países con problemas.

d. Inyectar dinero al sistema. El BCE debería haber realizado una política expansiva que estimulara la demanda interna. Esta inyección se podría haber hecho como en los EEUU y Japón, simplemente mediante la compra por parte del Banco Central Europeo de determinados activos financieros (quantitave easing). Incluso se podría haber cambiado la norma que prohíbe adquirir deuda de los países con problemas y con ello que la expansión monetaria se hubiera podido realizar aliviando los problemas de los países con dificultades en la deuda soberana.

En el medio plazo casi todos los países saldrían ganando con estas medidas porque una economía fuerte beneficia a todos. A los pobres porque crecen más. A los ricos porque tendrán mer-cados más amplios en los pobres. Sin embargo, en el corto pla-zo (que es el horizonte habitual de decisión política) no todos ganarían. Las medida a-d conllevan inflación, tipos de interés

16. Esto es deuda garantizada solidariamente por los países de la eurozona

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El euro y la crisis en España

más altos y una depreciación del euro. Para un ciudadano alemán significaría, por ejemplo, que tendría que pagar precios más altos por los bienes, intereses de la deuda mayores y debilidad de su moneda. No es extraño que Alemania no aceptara esto a cam-bio de unas hipotéticas ganancias futuras de vivir en una Unión Europea más próspera. Sólo lo habría hecho si hubiera tenido un sentimiento de solidaridad con los demás países de la UE que, evidentemente, no tiene.

En suma, la Unión Europea no ha hecho lo necesario porque lo necesario no hacía que todos estuvieran mejor (no era Pareto Superior a lo hecho) y no hay suficiente solidaridad en la UE para que los países que perdían en corto plazo aceptaran esas pérdidas para ayudar a los países con más problemas.4. España en la crisis

En lo que sigue analizaré el por qué la crisis ha sido más agu-da en España, qué medias se han tomado y cuáles se deberían tomar.

4.1. Causas y Efectos de la Crisis

Hay varias razones que explican por qué la crisis en España ha sido (y es) más severa que en otros países. Las más importantes son:

a) Ausencia de un Modelo Real de Desarrollo. El crecimiento Español del periodo 2000-07 se basó en una burbuja inmobi-liaria. En realidad, salvo por este periodo, España ha mostrado una incapacidad histórica muy limitada para crear empleos, entre otras cosas por la ineficiencia del sector público, de las empresas privadas y de los mercados. En España, por ejemplo, nunca se ha respetado la meritocracia y muchos grandes empresarios han sido más expertos en tratar con el sector público que en crear empresas eficientes.

b) Errores Previos a la Crisis. Antes de la crisis hubo serios errores como, por ejemplo, una mala supervisión del Banco de España (a algunas cajas de ahorro, al menos). También parecía

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dominar la creencia de que la expansión sería para siempre, lo que llevó a bajar los impuestos, a gastos clientelistas y a dar más recursos (más de un punto anual del PIB), a las CC.AA. (en la reforma del año 2009).

c) Errores Durante la Crisis. Entre ellos negar la crisis, ignorar los problemas del sector financiero, la ausencia de un plan rea-lista y sensato de consolidación y una reforma laboral de dudosa efectividad. Esta negación retrasó la adopción de las medidas ne-cesarias (como el saneamiento del sector financiero) para salir de la crisis.

d) Incapacidad de la Unión Europea. La UE no ha tomado las medidas necesarias para que España y otros países que están en una situación parecida pudieran superar la crisis de forma más rápida y con un coste menor en renta y empleo. De esta forma, durante la mayor parte de la crisis la Unión Europea dio priori-dad a la austeridad y se negó a dar ninguna garantía sobre la deu-da de los países periféricos17. Aunque este comportamiento se ha presentado como una cuestión técnica, probablemente la razón por la que se ha seguido este camino es que era el más beneficioso para los intereses de muchos países fuertes de la UE, con Alema-nia a la cabeza. En todo caso, aunque tarde, la Unión Europea ha realizado cambios significativos en su política. Así, ha relajado el criterio de austeridad (dando más tiempo para alcanzar el objeti-vo de un déficit máximo del 3%) y se ha comprometido a la com-pra de deuda en los mercados secundario. Para España esto se ha traducido, por ejemplo, en una reducción sustancial de la prima de riesgo que en poco más de un año bajó 400 puntos básicos.

Los resultados de la crisis en España y en otros países se resu-men en el Cuadro 2. Tal y como muestra este Cuadro al principio de la crisis, entre 2007 y 2009, el PIB en España cayó el 2,9%, por debajo del promedio de la UE (-4,8%) y de la caída que ex-perimentaron la mayoría de los países. Alemania, por ejemplo, perdió un 4% del PIB, Francia un 3,2% e Italia un 6%.

17. Por ejemplo, no ha garantizado la deuda de estos países, ni ha emitido eurobonos

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El euro y la crisis en España

Hay un hecho diferencial importante en este periodo es la caída – más bien el colapso- de la recaudación. En España los ingresos cayeron seis puntos del PIB en dos años. En la Unión Europea, sin embargo, la caída promedio fue sólo medio punto. De hecho ningún país se acercó ni remotamente a la caída de recaudación de España. Como ya se ha señalado antes, la bajada de los ingresos fue el resultado de varios factores: primero, las rebajas fiscales de los años 2007 y 2008. Segundo, la caída de la actividad económica, especialmente de la actividad inmobiliaria. Tercero, el mal diseño del sistema fiscal (con deducciones gene-rosas y amplias vías elusión). Cuarto, la mala gestión del sistema fiscal (fraude).

Los efectos de esta caída de ingresos son evidentes una vez se constata que si España hubiera tenido una caída de ingresos similar al promedio de la UE, el déficit en el año 2009 hubiera sido el 5,7% del PIB en vez del 11,2% que fue. Y, con elevada probabilidad, la crisis de la deuda soberana no habría afectado demasiado a España.

En el gasto se produjo también un aumento notable de 7,1 pun-tos del PIB. Aunque este aumento fue 1,6 puntos mayor que el promedio de la UE, quedó por dejado del de países como Dina-marca, Finlandia o el Reino Unido. La política fiscal expansiva, el gasto adicional de las CC.AA., los estabilizadores automáticos del gasto y la propia caída del PIB son algunos de los factores que explican este aumento del gasto (en porcentaje del PIB).

El déficit resultante, que llegó al 11,2% del PIB, puso a Es-paña en el centro de la crisis de la deuda soberana y su prima de riesgo comenzó a aumentar en un proceso que duró desde el 2010 al 2012 y en el que pasó de menos de 100 puntos básicos, a 631. No ha sido hasta que en Julio del 2012 el Banco Central Europeo se comprometió a comprar, si necesario, deuda sobera-na en los mercados secundarios cuando la prima de riesgo de la Deuda española ha empezado a bajar llegando a los 230 puntos en el 2013.

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∆2009-2007∆2012-2009

∆2012-20072012

PIBIngresos

Gastos

PIBIngresos

Gastos

PIBIngresos

Gastos

IngresosG

astos

EU

28-4,1

-0,55,5

3,31,3

-1,7-0,8

0,83,8

45,449,3

Euro Á

rea-4,0

-0,45,2

2,91,4

-1,2-1,1

1,04,0

46,350,0

Bélgica-1,8

0,05,5

4,02,8

1,22,2

2,86,7

50,954,9

Dinam

arca-6,5

-0,37,3

2,30,0

1,3-4,2

-0,38,6

55,359,4

Alem

ania-4,0

1,44,7

8,0-0,3

-3,64,0

1,11,1

44,844,6

Irlanda-8,6

-2,211,6

1,30,0

-6,3-7,3

-2,25,3

34,542,0

Grecia

-3,3-2,4

6,5-18,4

6,40,8

-21,74,0

7,344,7

54,8

España

-2,9-6,0

7,1-1,7

2,0-1,8

-4,6-4,0

5,337,1

44,5

Francia-3,2

-0,74,2

3,72,6

-0,20,5

1,94,0

51,856,6

Italia-6,7

0,54,3

-0,31,2

-1,3-7,0

1,73,0

47,750,6

Luxemburgo

-6,33,9

8,34,8

-1,7-1,6

-1,52,2

6,742,1

43,0

Holanda

-1,90,4

6,11,2

0,6-1,0

-0,71,0

5,146,4

50,4

Austria

-2,40,9

4,05,5

0,6-0,9

3,11,5

3,149,1

51,7

Portugal-2,9

-1,55,4

-2,61,4

-2,3-5,5

-0,13,1

41,047,5

Finlandia-8,2

0,78,7

5,31,0

0,5-2,9

1,79,2

54,456,6

Suecia-5,6

-0,53,9

10,5-2,5

-2,84,9

-3,01,1

51,552,1

R. U

nido-6,0

-0,97,5

2,92,1

-2,8-3,1

1,24,7

41,647,9

EE.U

U.-3,1

7,14,0

Japón-6,5

6,1-0,4

CUADRO 2: La Crisis Económica y Fiscal en la Unión Europea

* Excluyendo 3,5 puntos del gasto en saneamiento de las instituciones financieras Fuente: Datos de EUROSTAT

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El euro y la crisis en España

Los problemas de la prima de riesgo, unidos de la crisis no resuelta previamente del sector financiero, ha supuesto que Es-paña haya estado en el grupo de países con más problemas en el periodo 2009-2012. Como muestra el Cuadro 1, el PIB ha caído 4,6 puntos frente a un promedio de 0,8 en la UE. A pesar de los aumentos de tipos, la recaudación ha seguido cayendo y, por los intereses y el paro crecientes, el gasto ha aumentado.

En todo caso, a pesar de los aumentos del gasto, la realidad es que en el año 2012 España gastaba 5 puntos menos que el pro-medio de la UE y menos que casi cualquier otro país de la UE15. Solo Luxemburgo gastaba menos y Alemania aproximadamente lo mismo. Italia gastaba 6 puntos más del PIB que España, Gre-cia 10 y Portugal 3. A la vista de estos datos se podrá decir que España gasta mal, pero no que gasta mucho (al menos según los estándares de la UE). Lo que, por el contrario es evidente, es que España ingresa poco porque los ingresos están 8,3 puntos por debajo del promedio de la Unión Europea y dentro de la UE15 sólo Irlanda obtiene menos. Hasta Grecia ingresa 7,6 puntos del PIB más que España.

4.2. Medidas adoptadas por España

España, siguiendo las condiciones aprobadas por la CE ha comenzado un proceso de consolidación que le ha llevado a re-ducir los gastos y subir los ingresos. Como muestra el Cuadro 2, el 70% de la consolidación se ha hecho reduciendo el gasto y el 20% aumentando los ingresos. Es importante señalar que esta reducción del gasto se ha hecho en un contexto en el que tanto los estabilizadores automáticos del gasto (desempleo, ayudas a la pobreza, etc.) como el coste de la deuda y el gasto en pensiones están aumentados. Que a pesar de ello el gasto se haya reducido pone de manifiesto la magnitud de los recortes que se están rea-lizando en partidas como, los salarios públicos, la educación, la sanidad, las prestaciones por desempleo, etc. Y estos recortes se producen además en un país que, como ya se ha señalado gasta poco en comparación con otros de la Unión Europea.

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El resultado de estas consolidaciones ha sido, no sólo una re-ducción del Estado del Bienestar, sino que al reducir la demanda agregada ha profundizado y alargado la crisis. En un sentido bá-sico la política de austeridad de España ha reducido la eficiencia y la equidad de la actuación pública.

Una implicación importante de cara al futuro es que España, como otros países, ha incorporado el equilibrio presupuestario a su sistema legal. En efecto, los acuerdos dentro de la Unión Europea para reforzar los límites al déficit implicaban estos lí-mites (a los que se denomina el freno el endeudamiento) debían tener rango de Ley e, idealmente, incorporarse a la Constitu-ción de los países. España fue muy rápida en aprobar los límites y a diferencia de la mayoría de los países optó por darle rango constitucional18. Lo que parecía imposible- cambiar la Constitu-ción- se hizo posible en unos pocos meses y el llamado freno a la deuda se materializó mediante una reforma del artículo 135 de la Constitución. Las provisiones de este artículo constitucional se materializan en Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera que se aprobó en el año 2012. Esta ley va incluso más lejos de lo que exige la normativa europea en cuestión de limitación del déficit más estricto que el pactado en la UE y añade un límite al crecimiento del gasto. De forma más precisa, Ley establece que:

A. Límite el déficit. Ninguna Administración Pública puede tener Déficit Estructural. El Estado y las CCAA pueden llegar

18. De momento cinco países lo han incorporado a la Constitución (España, Alemania, Hungría, Eslovenia y Eslovaquia) y diez lo han dejado en ley ordinaria.

2007 2008 2009 2010 2011 2012 ∆12/09Gastos 39,2 41,5 46,3 46,3 45,2 43,4* -2,9Ingresos 41,1 37 35,1 36,6 35,7 36,4 1,3Déficit -1,9 4,5 11,2 9,7 9,5 7,0* -4,2

CUADRO 3: Ingresos y Gastos Públicos en España 2007-12 /en % del PIB)

* Sin ayudas al sector bancario. Fuente: Eurostat

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115

El euro y la crisis en España

al 0,4% del PIB cuando realicen cambios estructurales. Pueden también tener déficit estructural en circunstancias excepcionales.

B. Límite al aumento del gasto. No podrá exceder el creci-miento del PIB potencial nominal (igual al real más un máximo de 2 puntos de inflación). Los superávits deben dedicarse a la amortización de Deuda.

C. El límite de endeudamiento será el 60% del PIB.

La Ley establece además, que en el 2020 deben cumplirse los límites A y C. Además:

a. El aumento de los empleos no financieros tiene que ser me-nor que tasa de crecimiento real del PIB.

b. Si la Economía crece y crea empleo a al menos el 2%, la ra-tio de deuda se reducirá anualmente, como mínimo, en 2 puntos del PIB

El primer problema de esta Ley es que es imposible de cumplir. Simplemente España no va poder tener bajar su endeudamiento al 60% del PIB en el años 2020 ni, probablemente, en el 2030. El segundo problema es que no está claro por qué si los supuestos problemas son el déficit y la deuda y ya se establecen criterios para limitar ambas, estas medidas se suplementan con límites adicio-nales al gasto. Salvo que el objetivo final real sea precisamente ese, limitar el gasto.

En todo caso la Ley de Estabilidad es una Ley que se basa en el dudoso principio económico de que el déficit siempre es malo y por la que el gobierno auto limita su capacidad de actuación tanto en las crisis, como en las épocas de bonanza (todo el superávit debe ir a amortizar deuda). Según las estimaciones del Banco de España si esta Ley hubiera estado vigente durante la crisis, el déficit máximo permitido hubiera sido el 2,2% del PIB (en el año 2010)19. Esto, sin duda, hubiera llevado a España al colapso. La nueva Ley (si se aplicaría estrictamente) también impediría que

19. Recuérdese que los déficits han sido 4,5% (2008), 11,1% (2009), 9,6% (2010), 9,6% (2011) y 10,1% (2012).

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los aumentos de recaudación de los buenos tiempos se dediquen a por ejemplo mejorar las infraestructuras.

Tomando todo en cuenta no es aventurado afirmar que la nue-va Ley de Estabilidad no es más que una regla de escasa justifica-ción económica que servirá simplemente para limitar el aumento del gasto. Y lo mismo puede decirse, obviamente, de las reglas de limitación del déficit y la deuda aprobadas por la Unión Europea. Lo que es peor, estas reglas no impedirán nuevas crisis como las actuales por dos razones: primero, porque esta crisis tiene una causa financiera, no de déficit público; segundo, porque en una crisis profunda nadie (empezando por Alemania) va a reducir drásticamente el gasto como exigen los nuevos acuerdos, porque todo el mundo sabe que esto no es económicamente razonable ni políticamente viable.

En todo caso, hay que señalar que, a veces hay una preocupa-ción excesiva por los niveles de deuda. Ciertamente es necesario controlar el nivel de endeudamiento. Pero que al menos hasta ahora en España la deuda nunca se ha devuelto. Simplemente en las épocas buenas la deuda se mantenía o se aumentaba un poco y el crecimiento del PIB hacía que la deuda (en porcentaje del PIB) disminuyera. Esto está ilustrado en las Figuras 2A y 2B. La Figura 2A refleja la evolución de la deuda pública en valores ab-solutos (millardos de euros) y permite comprobar que en España

FIGURA 2A: Deuda Pública de las AA.PP. (millardos)Fuente: Banco de España.

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El euro y la crisis en España

la deuda no se ha repagado casi nunca, al menos en la historia reciente. Así, por ejemplo, entre 1990 y 2013 la deuda aumentó casi todos los años en valores absolutos. Simplemente cada año se debía más. Las únicas excepciones son el año 2006, cuando la deuda permaneció estable, y el año 2007 cuando se redujo mar-ginalmente (un 2,3%).

La Figura 2B, por su parte, representa la evolución de la deuda como porcentaje del PIB. Como muestra esta Figura, entre 1996 y el 2007 la deuda (en porcentaje del PIB) bajó más de treinta puntos y se redujo casi a la mitad. En ese mismo periodo, sin embargo, la deuda en valor absoluto (euros) aumentó casi un 20%. El descenso de la deuda se debió, por tanto, no a que hubiera nin-gún tipo de superávit, sino a que la emisión de deuda nueva fue baja en comparación al crecimiento del PIB. Es decir que la ratio deuda/PIB bajó no porque se devolviera nada de lo que se había tomado prestado, sino porque el PIB creció y se dejaron de tomar prestadas cantidades elevadas.

El hecho de que la Deuda (en porcentaje del PIB) pueda dis-minuir de forma rápida simplemente con el crecimiento econó-mico, hace especialmente absurdo el requisito establecido en la Ley de Estabilidad de que cualquier superávit debe dedicarse a reducir el endeudamiento.

FIGURA 2B: Deuda Pública de las AA.PP. (en % del PIB)Fuente: Banco de España.

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4.3. Lo que el gobierno planea hacer

El gobierno tiene que cumplir el compromiso de que el dé-ficit tiene que ser inferior al 3% del PIB en el año 2016. En el Plan de Estabilidad Presupuestaria que ha enviado a Bruselas ha establecido la senda de gastos e ingresos que quiere seguir. El Cuadro 4 recoge estos objetivos del gobierno. Tal y como muestra este Cuadro, el plan del gobierno para restablecer el equilibrio presupuestario es simple. Quiere reducir los gastos y mantener los ingresos. Para lograr el déficit debe reducir el gasto en 3,7 puntos del PIB, equivalentes a casi un 9% del gasto. Este plan de cumplirse conllevaría una reducción drástica del gasto y obligaría a reducir unas prestaciones sociales que, entre 2007 y 2012, ya se han reducido considerablemente. En realidad, lo que necesita España no es reducir más un gasto que, como ya se ha señala-do, no sólo es uno de los más bajos de la Unión Europea, sino que además ya ha sido reducido considerablemente en el pasa-do. Lo que España necesita es recuperar, al menos parcialmente, las prestaciones sociales perdidas y además reconstruir y ampliar unas infraestructuras que, por la crisis, se han deteriorado consi-derablemente en los últimos años.

3.4. Las medidas que se deberán adoptar

España necesita una reforma profunda de su Sector Público que permita reducir el déficit, mantener el Estado del Bienestar y dotar al país de las infraestructuras necesarias. Algunas de las medidas necesarias serían las siguientes:

2012 2013 2014 2015 2016 ∆15/12 ∆15/09Gastos 43,4 43,3 42,3 41,2 39,7 -3,7 -6,6Ingresos 36,4 37,0 36,8 37,1 37,1 0,7 2,0Déficit (PE) 7,0 6,3 5,5 4,1 2,7 -4,3 -8,5Déficit (CE) 6,5 5,8 4,2 2,8

CUADRO 4: El Plan de Estabilidad de España 2012-2016 (en % del PIB)

Fuente: Actualización del Plan de Estabilidad de España 2013-2016

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El euro y la crisis en España

1. Es necesario consolidar, aunque a ritmos quizás algo más suaves que los previstos por la Unión Europea. La reducción del déficit es inevitable. Desde el comienzo de la crisis España lleva acumulando déficits que, globalmente, superan el 60% del PIB. Esto se ha traducido en una acumulación de Deuda que no pue-de continuar indefinidamente. Nadie razonable puede, por tanto, discutir que se debe reducir el déficit. Sn embargo, a pesar de que a España le han aplazado ya varias veces el cumplimiento del objetivo de déficit (menos del 3% del PIB), salvo que se produzca una recuperación significativa en los próximos años, es probable que no pueda alcanzarlo en el año 2016 como está previsto sin sacrificios sustanciales en el lado del gasto. Por ello, si la situa-ción económica lo requiere, se debe dar una cierta flexibilidad en el año 2016 como objetivo para cumplir el objetivo de déficit. Simplemente, retrasarlo, si fuera necesario, uno o dos años más no añade una cantidad de deuda sustancial a lo ya emitido (que en incluso según la senda prevista de déficit superará el 100% del PIB) y puede suponer un respiro sustancial para la actividad pública.

2. La consolidación debe apoyarse más en los ingresos que en el gasto. En España ya se han realizado recortes sustanciales del gasto. Y es, de hecho, uno de los países que menos gasta de la Unión Europea. Si se continúa recortando el gasto se corre el riesgo de ir hacia una sociedad dual con una clase muy empo-brecida. En realidad, lo que debe hacer España es recuperar al menos parte de las prestaciones sociales perdidas y mantener y ampliar unas infraestructuras que se están deteriorando de forma preocupante.

Más aún, como es bien sabido, los multiplicadores (positivos) del gasto son mayores que los multiplicadores (negativos) de los impuestos. Por tanto, desde un punto de vista del crecimiento económico siempre es mejor subir impuestos que bajar gastos.

3. Reforma fiscal. España es un país en el que los ingresos públicos en general y fiscales en particular están entre los más bajos de la Unión Europea. La debilidad del sistema fiscal se ha

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puesto, además, de manifiesto durante la crisis porque la recau-dación ha colapsado. En buena medida esto se debe, no tanto a que los tipos sean bajos sino a que el sistema fiscal está trabajo de bonificaciones, contiene numerosas vías de elusión y, debido a la mala gestión, tiene un fraude considerable. Debe, por tanto, hacerse una reforma fiscal que se centre en estas tres vías (elimi-nar bonificaciones, cerrar vías de elusión, reducir fraude) y cree un sistema fiscal moderno que aporte los recursos necesarios para reducir el déficit, consolidar el Estado del Bienestar y permitir la creación de infraestructuras.

4. Reforma real de las Administraciones Públicas (AA.PP.). La reforma que se está realizando de las AAPP20es más cosmé-tica que efectiva y se queda muy lejos de lo que España necesi-ta. Se debe realizar una reforma sustancial que se apoye en dos principios:

4.1. En el gasto se deben depurar los claramente ineficientes, los innecesarios y los que no afecten a los servicios esenciales del Estado.

4.2. Se debe reforzar la transparencia, eficiencia y exigencia de responsabilidades dentro del Sector Público. Para ellos se deben tomar medidas como: Medidas anti clientelismo, Transparencia máxima (incluso vía web), Competencia real en la Adjudicación de contratos públicos, Generalización de los análisis económicos, Incentivos a la Gestión Eficiente, Control de Resultados, Re-fuerzo del Control del Tribunal de Cuentas , Limitaciones al uso Excesivo de Recursos Públicos y Cambios Legales en la lucha contra la Corrupción Pública.

5. Eliminación de la regla de déficit o, en su defecto, aplicarla de forma flexible. España ha incorporado a su normativa el lla-mado freno a la deuda. Yendo más lejos que la mayoría le ha dado rango constitucional. Esta regla de déficit es una autolimitación a la actuación pública de dudosa justificación económica. De mo-mento no se aplica, pero cuando se haga será perjudicial para la 20. Incluso se ha creado una Comisión a tal efecto, la denominada CORA, que ha elabo-rado un plan de reforma

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El euro y la crisis en España

economía española en general y para el mantenimiento del Esta-do del bienestar en particular21. Evidentemente, por las reglas de la Unión Europea, no es posible eliminar esta regla en el corto ni, probablemente, el medio plazo aunque se debería intentar quitar-la en el largo plazo. En el ínterin se deberán tomar medidas para que la aplicación sea flexible y, en la medida de lo posible vacíe de contenido el acuerdo sobre el freno de la deuda.

6. Se debe promover una reforma en la Unión Europea que permita un funcionamiento más efectivo de la eurozona y que los países puedan desarrollar una política fiscal autónoma. Entre estas medidas estarían, incorporar el objetivo de pleno empleo al BCE, acelerar la unión Bancaria, introducir mecanismos de corrección de los shocks asimétricos, permitir al BCE intervenir en para garantizar la deuda del Estado miembro que lo necesite (sujeto a condiciones), avanzar en la cooperación fiscal dentro de la UE y en el compromiso de la lucha contra los paraísos fiscales. 5. Conclusión

En este trabajo se ha recordado que, como todo el mundo sa-bía, la zona euro está mal diseñada porque no tiene mecanismos de corrección de los shocks asimétricos. Estos mecanismos no se han establecidos simplemente porque conllevarían unas transfe-rencia de recursos entre países que los países más ricos no están dispuestos a aceptar. Una implicación de la falta de solidaridad entre países es un diseño del BCE que evita cualquier redistribu-ción. El BCE europeo no puede, por ejemplo, tiene mecanismos limitados, para ayudar a los países con problemas y además, repli-cando el modelo que tenía Alemania con el marco, debe dar prio-ridad absoluta a la estabilidad de precios frente al crecimiento.

La entrada de España en la zona euro no le ha supuesto ganan-cias especiales y, además, sentó las bases de la crisis especial que está tenido España, porque favoreció el endeudamiento privado y la burbuja inmobiliaria.

21. Por ejemplo, el acuerdo de tener que dedicar los superávits a amortizar deuda o incluso el de establecer una senda de reducción de la deuda para converger al 60% son especial-mente perjudiciales.

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La actuación de la Comisión Europea y el BCE en la crisis la han largado y profundizado porque siguiendo los intereses de los países más ricos han obligado a reducir el gasto a países en crisis y no han protegido la deuda que emitían. Ante el fracaso evidente de estas medidas, la UE ha flexibilizado sus medidas. Ha alarga-do los plazos para lograr los objetivos de déficit y ha dado ciertas garantías sobre la deuda de los países con problemas. El resultado ha sido beneficioso para la Unión Europea.

En España la crisis se ha visto agravada por varias causas. En-tre ellas unas medidas cuestionables antes de la crisis (expansio-nes del gasto y reducciones de impuestos clientelistas), una nega-ción absurda de que había crisis (que ha retrasado la adopción de medidas), una supervisión muy pobre del Banco de España (que ha permitido que el sistema de cajas financiero colapse bajo sus ojos) y la ausencia de un modelo económico real de desarrollo (en buena medida el crecimiento previo a la crisis se basó en una burbuja inmobiliaria).

España debe reducir el déficit inevitablemente pero, si fuera necesario, debe hacerlo a un ritmo algo menor que el pactado con la Unión Europea. Esta reducción del déficit debe hacerse vía aumento de ingresos más que vía reducción del gasto. Para ello es necesaria una reforma fiscal que elimine bonificaciones, cierre vías de elusión y reduzca el fraude. Es necesaria también una reforma de la administración que se base en la eficiencia y en la transparencia. Se debe eliminar la regla de freno al endeuda-miento o, en su defecto, aplicarla de forma flexible. Finalmente, hay que promover una reforma de la Unión Europea que per-mitan un funcionamiento más efectivo de la eurozona y que los países puedan desarrollar una política fiscal autónoma.

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La Unión Europea contra el Estado social: el conflicto permanente

Adoración Guamán Hernández

1. Introducción

La crisis económica que afecta a nuestro país y las políticas de austeridad auspiciadas por la troika (Comisión Europea, Ban-co Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) y entu-siastamente seguidas por el Gobierno del Partido Popular están provocando una fractura social cada vez más evidente, situándo-nos en un escenario de creciente injusticia y la desigualdad. La degradación de la vida cotidiana, la extensión imparable de la precariedad y la pobreza, el aumento de la represión y la toleran-cia del poder con los abusos cometidos por los más privilegiados del país son las señas de identidad compartidas por amplias capas populares, que comienzan a percibir con claridad los focos de los problemas.

Entre ellos, la Unión Europea ocupa un lugar preferente. Como señala el Eurobarómetro, las cifras de confianza en esta organización supranacional son considerablemente más bajas en el Estado español que en el conjunto de los Estados miembros (la confianza de los españoles en el Parlamento Europeo es de un 23%, frente al 39% global, respecto del Banco Central Europeo los porcentajes son 19% frente a 34%). En términos globales, sólo un 31% de la ciudadanía europea confía en la Unión como orga-nización política capaz de resolver sus problemas1.

1. Public opinion in the European Union. Standard Eurobarometer 80. Autumn 2013, http://

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Como no podía ser de otra manera, la actual situación ha he-cho caer el velo de la comodidad y de la indiferencia, evidenciando las falacias sobre las que se ha construido la Unión Europea y, en particular, reavivando el debate acerca de sus conocidos déficits que los esfuerzos de maquillaje político durante décadas no han conseguido disimular. El déficit democrático y el déficit social, compañeros de la construcción comunitaria desde sus orígenes, se encuentran ahora en el ojo de mira de una ciudadanía que, tras más de cincuenta años de integración, todavía considera de ma-nera mayoritaria que su voz no cuenta en esta unión de mercados (el 66% de la población de la UE comparte esta opinión).

A lo largo de las siguientes páginas vamos a centrarnos en el segundo de los déficits citados, el social, con el objetivo de anali-zar la conflictiva relación entre la construcción de la Unión Euro-pea y los modelos sociales de los Estados miembros, mantenien-do la tesis de que desde sus orígenes, el proyecto de integración económica que derivó en la actual UE ha sido un elemento de corrosión y destrucción de las bases constitucionales y del desa-rrollo normativo e implementación del Estado social en el plano nacional.

Para desarrollar esta tesis estableceremos dos puntos de partida. El primero, la aceptación de que los tres rasgos fundamentales de la mayoría de modelos sociales de los Estados miembros de la UE son los siguientes: un sistema de protección social de carácter ge-neral; un mercado de trabajo regulado sobre el reconocimiento de la desigualdad y la protección de los derechos de los trabajadores y una presencia sindical significativa en la determinación de los salarios y las condiciones de trabajo (Maestro, 2006). El segundo, el reconocimiento de que el rápido crecimiento económico que ha acompañado a la integración comunitaria durante buena parte de su historia se ha ido construyendo sobre las bases de un pre-vio y continuado desarrollo económico y social conseguido en el plano nacional por Estados enmarcados en el constitucionalismo social de posguerra, con dinámicas intervencionistas y plantea-ec.europa.eu/public_opinion/archives/eb/eb80/eb80_first_en.pdf y http://ec.europa.eu/spain/pdf/ eb80_es_es_nat.pdf (informe detallado para España)

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mientos redistributivos. Así, el innegable crecimiento económico y el desarrollo social del conjunto de los Estados Miembros (en particular de la Europa de los 152), no se produjo por obra de la integración económica per se, sino por la constitucionalización en el plano nacional del Estado social, fundamentado en el pacto Capital-trabajo y en la acción estatal redistributiva y equilibrado-ra (De Cabo, 2009: 17-18).

Partiendo de estas ideas, el análisis planteado va a realizarse a partir de la dialéctica entre las bases del Estado social o consti-tucionalismo del Estado social y el desarrollo de la construcción de la Unión Europea. 2. “Lo social” y “lo económico” en la creación de las Comuni-dades Europeas

El Tratado CEE de 1957, para alcanzar los fines en él previstos (desarrollo armonioso de las actividades económicas, expansión continua y equilibrada, estabilidad creciente, elevación acelerada del nivel de vida…) tenía por objetivo finalista la creación, en-tre otros objetivos, de un mercado común (artículo 2 del TCEE). Para ello, el artículo 3 del TCEE afirmaba como necesarias, en-tre otras actuaciones de la Comunidad, tanto la supresión entre los Estados miembros de los obstáculos a la libre circulación de personas, servicios y capitales como el establecimiento de un ré-gimen que garantice que la competencia no será falseada en el mercado interior. Ambos preceptos fueron la base del llamado

“derecho constitucional económico de la Unión Europea”, confor-mado por las libertades de circulación económicas y el derecho de la competencia.

Junto con esta finalidad, la Comunidad Económica Europea se planteó la integración en otros planos, como el social, tan sólo en la medida en que lo exigiera la creación del mencionado mer-

2. Las primeras Comunidades Europeas se fundaron por 6 Estados miembros, cifra que aumentó con distintas ampliaciones hasta la llamada “Europa de los 15”, que se mantuvo estable entre 1995 y 2004. Es este año se produjo la primera gran ampliación hacia los paí-ses del este, pasando de 15 a 25 Estados miembros. En la actualidad tras la ampliación de 2013 con la entrada de Croacia, la UE está conformada por 28 Estados, 17 de los mismos pertenecen a la zona euro.

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cado supranacional, quedando la competencia en lo relativo a la política social y laboral en el ámbito de los Estados miembros.

El TCEE realizó por tanto un reparto competencial según el cual “lo social” radicaba en la esfera decisional de los Esta-dos miembros mientras “lo económico” se trasladaba al ámbito supranacional, estableciéndose como pilares fundamentales del proceso de integración las libertades de circulación y el derecho de la competencia. La explicación de esta diferenciación entre “lo social” y “lo económico” es pluricausal, por un lado la separación dejaba claro que los gobiernos eran reticentes a abandonar sus competencias en el terreno de lo social, directamente ligado a los elementos fundamentales de la vida de los Estados Miem-bros; por otro, hay autores que sostienen que tal separación de competencias es una plasmación de la teoría ordoliberal alemana (Joergues, 2007).

Esta formulación de partida de la integración comunitaria se alejaba de los parámetros incluidos en el constitucionalismo so-cial de posguerra. En este sentido, cabe recordar que el elemento definitorio de este constitucionalismo social ha sido la institucio-nalización del conflicto capital-trabajo y su integración en el fun-cionamiento del Estado (De Cabo, 2006). Con el advenimiento del Estado social ambas cuestiones, trabajo y libertades econó-micas (concretadas en la libertad de empresa), se vincularon al constitucionalizarse el conflicto capital-trabajo y los resultados del pacto social: el reconocimiento de la libertad de empresa y la normativización de sus limitaciones, la regulación del fenómeno del trabajo asalariado, los derechos colectivos para la defensa de los intereses de los trabajadores y la integración en la Constitu-ción del resto de los derechos sociales, de sus garantías y de la intervención estatal basada en la redistribución, con mayor o me-nor intensidad3. En otras palabras, en el Estado social la relación

3. Se constitucionalizaba de esta manera una “vinculación del conjunto del sistema econó-mico a imperativos de solidaridad, imponiendo el momento distributivo como uno de los determinantes en el funcionamiento del sistema”. Las normas fundamentales de Francia, Italia, Alemania o España son un ejemplo de esta opción, remitiendo a la legislación ordi-naria el establecimiento del marco jurídico básico de la economía. Así, las Constituciones contienen unos principios básicos del orden económico, garantizando las libertades de los

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entre derechos sociales y mercado se plasmaba en una relación de oposición, ya que los primeros servían como palanca de legi-timidad para justificar la intervención del Estado para corregir, condicionar y delimitar los ámbitos de actuación y los efectos del mercado (Maestro, 2008. a).

Separándose de este esquema fundamental en el plano esta-tal, la creación de las Comunidades europeas descansó en una distribución competencial funcional a los objetivos marcados por el Tratado4, cuyo fin fundamental era la consecución de la inte-gración económica. Para ello se aceptó mantener la política social en el plano estatal y confinada por tanto a la colaboración inter-gubernamental promovida por la Comisión, con la salvedad de cuestiones como la igualdad retributiva entre sexos o la seguridad social que se entendían directamente vinculadas con la creación del mercado común. De esta manera se separaban las cuestiones pertenecientes a la esfera social que se entendían ligadas de ma-nera indisoluble a la esfera nacional, limitando la esfera de actua-ción de las Comunidades básicamente al plano económico.

Así, ninguno de los Tratados fundacionales de las Comunida-des Europeas contenía una referencia que pudiera equipararse a las cláusulas constitucionales estatales que enmarcan la plasma-ción del Estado social, ni tan siquiera una cláusula precisa relati-va a la política social que permitiera la conformación de un orde-namiento social comunitario no derivado de la construcción del mercado interior. Siendo esto cierto, no puede pasarse por alto que el Tratado de París, fundador de la desaparecida Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA) establecía, con un

“grado de liberalismo menos dogmático que el Tratado de Roma”, una suerte de “cláusula de protección de las disposiciones sociales nacionales” (Jeammaud, 2008: 119)5. sujetos que actúan en el mercado pero imponiendo a la vez imponen límites a las mismas, que se ven encuadradas por los ordenamientos nacionales y las exigencias de la solidaridad (Maestro, 2000: 125-126).4. Sobre la distribución competencial vid. en extenso Miranda, (2009).5. Artículo 68.1 Sin perjuicio de las disposiciones siguientes, la aplicación del presente Tratado no afectará, por lo que respecta a las industrias del carbón y del acero, a las mo-dalidades de fijación de los salarios y de las prestaciones sociales en vigor en los diferentes Estados Miembros

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Con esta previsión se reconocía y preservaba la plena “sobe-ranía social” nacional que sólo se limitaba, en sentido protector, por las medidas antidumping establecidas en los apartados 2 y 3 del mismo artículo6. En ellos se legitimaba la acción de la Co-munidad en materia social para evitar que fueran llevadas a cabo por los Estados miembros prácticas competitivas basadas en el descenso de los salarios o del nivel de vida. De esta manera, la CECA se responsabilizaba de la amortiguación de las repercu-siones sociales que la integración de las industrias del carbón y del acero pudiera suponer.

El posterior Tratado de Roma, instituyendo la Comunidad Económica Europea (CEE) volvió a reconocer la competencia de los Estados Miembros en las cuestiones sociales, pero no inclu-yó ninguna previsión autolimitadora semejante a la del Tratado CECA. La misma no se consideraba necesaria bajo el argumento de que la naturaleza sectorial de la integración económica no po-día crear situaciones de desestabilización de las políticas nacio-nales, pues los Estados Miembros continuaban teniendo las com-petencias en materia social (Giubonni, 2003: 27). La integración del mercado no debía por tanto ser causa de inquietud, más bien todo lo contrario: se confiaba plenamente en su capacidad para producir el progreso social. Así, en el art. 117 del Tratado de Roma, hoy parcialmente recogido en el apartado 3 del art. 151 TFUE, se afirmaba la relación directa entre la consecución del mercado común y la mejora de las condiciones de vida y de tra-

6. Artículo 68.2. Cuando la Alta Autoridad reconociere que los precios anormalmente ba-jos practicados por una o varias empresas resultan de salarios fijados por estas empresas a un nivel anormalmente bajo, habida cuenta del nivel de salarios practicados en la misma región, dirigirá a dichas empresas, previo dictamen del Comité Consultivo, las recomendaciones necesarias. Si los salarios anormalmente bajos resultan de decisiones gubernamentales, la Alta Autoridad procederá a celebrar consultas con el Gobierno interesado al que, a falta de acuerdo, podrá, previo dictamen del Comité Consultivo, dirigir una recomendación.3. Cuando la Alta Autoridad reconociere que una reducción de los salarios entraña un descenso del nivel de vida de la mano de obra y es al mismo tiempo utilizada como medio de ajuste económico permanente de las empresas o de competencia entre las empresas, di-rigirá a la empresa o al Gobierno interesado, previo dictamen del Comité Consultivo, una recomendación con objeto de asegurar, a cargo de las empresas, beneficios a la mano de obra que compensen esta reducción (el apartado continua con una serie de excepciones a esta previsión de intervención).

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bajo, considerando que la armonización de los sistemas sociales derivaría de la integración del mercado7.

Bajo esta premisa, la construcción de un fuerte mercado su-praestatal integraba las economías de los Estados Miembros de-jando la “soberanía social nacional” aparentemente intacta. Se efectuó así el llamado decoupling, elevando al ámbito supranacio-nal únicamente las cuestiones necesarias para la efectiva realiza-ción de las libertades de circulación económicas, entre la que se incluía la de los trabajadores, y el mantenimiento de la competen-cia en el mercado interior.

Fue precisamente esta vía subsidiaria, derivada de la necesidad de evitar que las diferencias en cuanto a condiciones laborales de los distintos Estados Miembros entorpecieran la creación de economías de escala y el desarrollo de la libre competencia, la que permitió el paulatino proceso de aproximación de las diver-sas legislaciones sociales internas. Así, las normas sociales co-munitarias tuvieron un fundamento eminentemente económico, cumpliendo una función complementaria, opuesta a la de los de-rechos sociales en el plano constitucional interno, no se perseguía por tanto la consecución de la igualdad real entre individuos o los grupos en los que se integran sino la libre circulación de los fac-tores económicos (Maestro, 2001: 128). Posteriormente, como veremos en el apartado siguiente, la política social de la Unión Europea, fue ampliando su presencia en los Tratados.

De manera paralela a la construcción de una política social con objetivos económicos, se ha venido produciendo una destrucción de lo social, la llamada “integración social negativa”8, derivada

7. Deakin, 1996: 70. Señalaba el autor que este artículo sólo recogió las teorías del infor-me de la OIT de manera parcial, ignorando que las condiciones para que la integración económica y la liberalización del comercio derivaran en una mejora de condiciones de vida y de trabajo, eran estrictas: las competencias sociales permanecían en el ámbito estatal y los Estados Miembros debían mantener o mejoraban los estándares socio-laborales sin utilizarlos como factor de competitividad (como por ejemplo hicieran aquellas previsiones de la CECA).8. Hay distintas definiciones de los términos integración directa e integración negativa. La primera, también llamada integración positiva haría referencia o bien a la intervención en pos de la cohesión social, o bien sencillamente a la intervención normativa de las Institucio-nes de la UE en desarrollo del capítulo de Política Social del TFUE; el término integración

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de la imposibilidad de mantener la reserva de un ámbito social estatal en paralelo a la evolución de la integración del merca-do. Con la progresiva ampliación de los ámbitos de integración económica y el aumento de su intensidad las tensiones entre las manifestaciones sociales en el ámbito estatal y la consecución de los objetivos económicos de la integración comunitaria no tarda-ron en aparecer. Así, la ampliación de los ámbitos de aplicación de las libertades de circulación y de las disposiciones que regulan la competencia empresarial provocó el sucesivo cuestionamiento de los ordenamientos sociales y las políticas públicas nacionales9. Por esta vía, el principio de atribución competencial que informa el derecho comunitario se diluía, permitiendo la extensión de la acción de la Comunidad hacia esferas ajenas a sus competencias cuando se trata de cuestiones concernientes al establecimiento del mercado interior.

La imposible convivencia entre disposiciones sociales estata-les y construcción del mercado se ampliaba al plantearse la crea-ción de una unión económica y monetaria a partir del Tratado de Maastricht y de los criterios de convergencia establecidos, en particular, el criterio relativo a los límites del déficit público tiene evidentemente una importancia fundamental para la realización de las políticas sociales en el ámbito estatal. La UEM tuvo desde el principio una estructura asimétrica, la unión económica fue la pata fuerte del binomio, mientras la económica se mantenía como parte débil dada la reticencia originaria de los Estados miembros a abandonar su competencia para realizar y aplicar sus políticas

negativa se ha utilizado como referencia a la integración económica lato sensu o bien para abarcar la homogenización de las condiciones sociales realizada por la vía de considerar las mismas como obstáculos a las libertades de circulación económica y a la libre competencia. En el presente texto se ha optado por los términos de integración directa para significar el desarrollo del capítulo de Política social de los Tratados y el de integración negativa para abarcar todo el proceso de homogenización de las normas sociales estatales por la base derivado de la integración económica.9. Aun reconociendo las competencias estatales en materia social, el Tribunal de Justicia ha sido rotundo al manifestar que “el margen de apreciación de que disponen los Estados miembros en materia de política social no puede justificar que se vulneren los derechos que confieren a los particulares las disposiciones del Tratado que reconocen sus libertades fundamentales” Se trata de una afirmación reiterada. La muestra más reciente es la STJCE de 11 de enero de 2007, ITC, C-208/05, apartado 40.

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económicas (López Escudero, 2012). Con vistas al impulso de este segundo pilar de la UEM, y ante la insuficiencia de las previ-siones del TUE, se adoptó el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 17 de junio de 1997, desarrollado posteriormente, tanto en el derecho originario como en el derivado10. En sede de TFUE, son los artículos 121 y 126 los que actualmente provén de base legal al Pacto de Estabilidad y Crecimiento, desde la óptica preventiva y correctiva11. En cuanto al derecho derivado, el Pacto de 1997 ha sido reformado en dos ocasiones, en el 2005 y en el 2011, con el llamado “sixt (six) pack”, compuesto por cinco Reglamentos y una Directiva, con el que se ha reforzado la supervisión del cumplimiento de las previsiones del Pacto. Este sistema de su-pervisión, establecido en el art. 121 del TFUE, se ha ampliado a otras variables relacionadas con el crecimiento, la competiti-vidad y especialmente el empleo. Así, como veremos, los Esta-dos miembros reciben informes y recomendaciones relativos a la evaluación de los programas nacionales de reforma, de amplio alcance, e informes derivados de la supervisión del cumplimiento de los programas de estabilidad y convergencia, de ámbito PEC (Carrera, 2012)12.10. Este Pacto se configuró en 1997 con tres instrumentos, la Resolución del Consejo sobre el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997 (Resolución del Consejo (97/C 236/01) de 17 de junio de 1997); el Reglamento núm. 1466/97, relativo al reforzamiento de la super-visión de las situaciones presupuestarias y a la supervisión y coordinación de las políticas económicas y Reglamento núm. 1467/97, relativo a la aceleración del procedimiento de déficit excesivo, ambos de 7 de julio de 1997. 11. El artículo 121 TFUE establece que Los Estados miembros considerarán sus políticas económicas como una cuestión de interés común y las coordinarán en el seno del Consejo; su artículo dos recoge la competencia del Consejo Europeo para aprobar las orientaciones generales para las políticas económicas de los Estados miembros. En el art. 126 del TFUE se establece que la obligación de los Estados miembros de evitar déficits públicos excesivos y las vías para la corrección de estas situaciones. El Protocolo (n° 12) sobre el procedimiento aplicable en caso de déficit excesivo establece los valores de referencia para el control del déficit que se mencionan en el apartado 2 del artículo 126 TFUE que son, un 3 % en lo referente a la proporción entre el déficit público previsto o real y el producto interior bruto a precios de mercado, un 60 % en lo referente a la proporción entre la deuda pública y el producto interior bruto a precios de mercado.12. Con respecto al Estado español pueden citarse dos textos con este tipo de recomenda-ciones, por un lado, la Recomendación del Consejo encaminada a poner fin a la situación de déficit público excesivo de España, de 29 de mayo de 2013 (COM(2013) 383; por otro, la Recomendación del Consejo relativa al Programa Nacional de Reformas de 2013 de España y por la que se emite un dictamen del Consejo sobre el Programa de Estabilidad de España para 2012-2016 ( COM(2013) 359), del mismo día.

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Es precisamente en materia de empleo donde se ha demostra-do una particular intensidad en la influencia de estas recomen-daciones en las reformas estructurales adoptadas por los Estados miembros, y en particular por Grecia o España, en los últimos años de la crisis económica (Salcedo, 2013).3. Una política social con objetivos económicos o la lenta construcción de la política social de la Unión Europea

Como se ha comentado, la evolución de la integración social positiva ha sido lenta, con numerosos cuestionamientos políticos, y relegada a un segundo plano, en particular en épocas de crisis económica13.

3.1 La evolución histórica de la política social de la Unión Europea

El más temprano desarrollo de la política social comunitaria, entre el nacimiento del Tratado de Roma y su primera reforma, con el Acta Única Europea en 1986, puede ser dividido en tres fases: una primera, hasta 1974, marcada por las desavenencias institucionales y por el consenso generalizado de no actuación en política social; una segunda etapa, de toma de conciencia de la necesidad de articular una política social comunitaria que finali-zó con una considerable actividad en la materia de dos institucio-nes, el Tribunal de Justicia y la Comisión Europea; por último, a esta fase de desarrollo le siguió un tercer periodo, marcado por la crisis económica y por la ralentización de los avances en materia social.

El verdadero desarrollo de la política social comunitaria co-menzó en la segunda de las fases mencionadas, con el Programa de acción social de 21 de enero de 197414. Los objetivos del pro-grama fueron ambiciosos, incluyendo dos cuestiones fundamen-13. Desde al año 2008, el proceso de diálogo social europeo, recogido en el artículo 155 del TFUE, no se ha plasmado en ninguna Directiva en materia de política social, siendo la adopción de la Directiva 2010/18/UE del Consejo, de 8 de marzo de 2010, por la que se aplica el Acuerdo marco revisado sobre el permiso parental, celebrado por BUSINES-SEUROPE, la UEAPME, el CEEP y la CES, una revisión del acuerdo anterior.14. Resolución del Consejo de 21 de enero de 1974, relativa a un programa de acción social, publicada en el DOCE C 13, de 12 de febrero de 1974.

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tales. La primera dirigida a la armonización de determinadas cuestiones sociales que se consideraron de particular importancia para la consecución de la integración del mercado, las cuestiones relativas a la reestructuración empresarial y las relacionadas con la igualdad entre sexos. La segunda línea de trabajo se orientó a fomentar el diálogo social a escala comunitaria, promoción que se ha continuado hasta la actualidad.

A partir de este momento, las distintas reformas del TCEE fueron introduciendo nuevas bases para el desarrollo de la po-lítica social. La primera reforma del derecho originario, el Acta Única Europea de 1986, insertó en el preámbulo del Tratado CE la mención del Convenio Europeo de Derechos Humanos y de la Carta Social Europea, lo cual supuso un importante avance en relación con el reconocimiento de los derechos sociales en el ámbito europeo. Sin embargo, este progreso no se vio reflejado en un desarrollo de la materia social en el articulado. Esto provocó una fuerte crítica doctrinal elevándose la afirmación de que “los logros sociales se siguieron asentando sobre la máxima de que lo social sirve a lo económico”. Aun a pesar de esta parca incidencia, el AUE fue la puerta de entrada al papel de los actores sociales en el ámbito comunitario, evidenciando un cambio de actitud del derecho comunitario respecto a la creación de un espacio para la autonomía colectiva a nivel europeo.

Más allá del AUE, el protagonismo en cuanto a lo que dere-chos sociales se refiere lo acapara la Carta Comunitaria de dere-chos sociales fundamentales, adoptada en el Consejo Europeo de Estrasburgo de 9 de diciembre de 1989, firmada por los Jefes de Estado y de Gobierno de once Estados Miembros, sin contar con la aprobación del Reino Unido. Este “instrumento atípico de colaboración europea de carácter paracomunitario o metacomu-nitario” (Monereo, 1993: 853-854.) ha sido objeto de cuantiosas críticas, tanto por su contenido, como por su naturaleza. El texto recoge un conjunto de derechos, menor que el plasmado en la Carta Social Europea, confiando el desarrollo de los mismos a los Estados Miembros y a los actores sociales, así como a la Co-misión para las iniciativas que queden dentro de sus competen-

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cias previstas por los Tratados. De hecho el Programa de Acción de la Comisión para la aplicación de la Carta15 fue elaborado de manera paralela y aprobado en 1989, y se podría haber desarro-llado incluso sin la existencia de la Carta. Por añadidura, el texto fue adoptado como un acuerdo político sin capacidad para crear obligaciones en el ámbito comunitario, de hecho aunque la Car-ta aparece mencionada en el Acuerdo de Política Social (APS) anexado al Tratado de Maastricht (TUE), no fue hasta la reuni-ficación de la política social vía Tratado de Ámsterdam cuando se incluyó la referencia a la Carta comunitaria, así como a la Carta Social Europea (en adelante CSE) en sede de Tratado,

En 1992, y anexo al Tratado de Maastricht se firmó el “Acuerdo relativo a la política social celebrado entre los Estados miembros de la Comunidad Europea a excepción del Reino Unido de Gran Breta-ña e Irlanda del Norte”, que imposibilitaba cualquier intento de elaborar políticas sociales entre los doce estados miembros, po-niendo de relieve la falta de prioridad de la política social frente a la económica. Con su ubicación paralela al TCE, el Acuerdo no modificó las disposiciones del Tratado en materia social, que conservaron su vigencia e incluso se ampliaron en algunos as-pectos, produciéndose una “doble política social”, la primera a doce y la segunda a once, que no se reunificó hasta la siguiente reforma. En el APS se plasmó el contenido básico del capítu-lo de política social actualmente vigente y se desarrolló el papel de los actores sociales en el proceso normativo comunitario. Por otro lado, y en el estricto ámbito de los derechos fundamentales, de la reforma de Maastricht cabe destacar tanto la inclusión del Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH) en sede de Tratado, como la exclusión de la mención a la CSE que sería de nuevo incorporada con la reforma efectuada mediante el Tratado de Ámsterdam.

Fue este tercera reforma del derecho originario, realizada en 1996, la que consiguió insertar el APS en el seno del Tratado de la Comunidad Europea, superando así, al menos normati-

15. Doc. COM (91) 568, 29 de noviembre de 1989.

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vamente, la “Europa de dos velocidades” en materia social. El APS entró íntegramente en el TCE, incluyéndose igualmente dos importantes referencias en materia de derechos sociales fun-damentales: la Carta Social Europea y a la Carta comunitaria de los derechos sociales fundamentales de los trabajadores de 1989. Ambas se constituyeron como principios de interpretación en el art. 136 TCE (heredero del antiguo art. 117 TCEE y actual 151 del TFUE), que se configuró como el pórtico del capítulo de política social.

La nueva regulación, que ha permanecido hasta la actualidad con mínimas adiciones, mantuvo el objetivo de la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores, así como la tradicional afirmación de que la equiparación por la vía del pro-greso de estas condiciones derivará del propio funcionamiento del mercado común. No obstante, con el Tratado de Ámsterdam se alcanzó una considerable ampliación de los objetivos del capí-tulo de política social. Así, se plantea como finalidad el fomento del empleo, la mejora de las condiciones de vida y de trabajo, una protección social adecuada, el diálogo social, el desarrollo de los recursos humanos para conseguir un nivel de empleo elevado y duradero y la lucha contra las exclusiones. Con estos objetivos, tanto la CE como los Estados miembros se comprometían a em-prender acciones que tuvieran en cuenta dos principios: por un lado la diversidad de las prácticas nacionales, en particular en el ámbito de las relaciones contractuales, y por otro la necesidad de mantener la competitividad de la economía de la Comunidad. Por añadidura, tras la reforma de Ámsterdam, los artículos 138 y 139 TCE (actuales 154 y 155 TFUE) acogían lo dispuesto por el APS en cuanto a la intervención de los agentes sociales en el proceso normativo y en cuanto a su capacidad para negociar y adoptar convenios colectivos de manera autónoma. Por añadidu-ra, con esta reforma de los Tratados se introdujo un nuevo título en el TCE relativo a la política de empleo, a la que se dedica el epígrafe siguiente.

La posterior reforma del Derecho Originario, realizada por el Tratado de Niza del año 2000 no contuvo modificaciones de

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importancia excesivamente significativa en términos de política social aun cuando supuso un paso importante adelante respeto de la regulación de los derechos fundamentales en la UE. No ha-bían sido pocas las propuestas anteriores respecto de la necesidad de articular una regulación comunitaria en materia de derechos fundamentales en general, y de derechos sociales en particular16, pero no fue hasta el Consejo Europeo de Tampere cuando se adoptó la decisión de la convocatoria de una Convención para abordar la redacción de un texto que sería proclamado en Niza el 7 de diciembre de 2000 como Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (en adelante CDFUE), adoptado como un acuerdo con valor político. Posteriormente, el fallido “Tratado por el que se establece una constitución para Europa” la incluyó en su Título II, dada la no ratificación de este Tratado17 la Carta tuvo que esperar a la siguiente reforma para ser introducida en los Tratados fundacionales. Durante la redacción del Tratado de Lisboa, la declaración de derechos fue enmendada y se le otorgó valor de derecho originario (art. 6.1 del TUE18) por lo que en diciembre de 2009, con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, la Carta adquirió el mismo carácter jurídico vinculante que los Tratados.

La inclusión de los derechos sociales en la Carta fue un tema muy debatido. La “…acuciante necesidad de la plasmación de dere-16. Entre ellas puede destacarse la propuesta de Constitución Europea, presentada el 14 de febrero de 1984 por Spinelli, que incorporaba la referencia a la Carta Social Europea; la Declaración del Parlamento de 12 de abril de 1989 denominada “Declaración de derechos fundamentales y de libertades fundamentales” que incluía los derechos sociales, texto que no tuvo ningún efecto; o la propuesta de texto constitucional redactado por la Comisión institucional del Parlamento (informe Herman) que también comprendía un largo título dedicado a los derechos humanos en el que se incluían los derechos sociales.17. El proyecto de Tratado fue sometido a un proceso de ratificación en los 25 Estados miembros durante los años 2004 y 2005, convocándose en alguno de ellos un referéndum para su aprobación. En el Estado español el resultado del referéndum fue positivo; en cam-bio, tanto en Francia como en Holanda ganó la opción negativa, por lo que finalmente la UE decidió renunciar al texto en el Consejo Europeo de junio de 2007. 18. Art. 6.1. TUE “(…) las disposiciones de la Carta no ampliarán en modo alguno las competencias de la Unión tal como se definen en los Tratados. Los derechos, libertades y principios enunciados en la Carta se interpretarán con arreglo a las disposiciones generales del título VII de la Carta por las que se rige su interpretación y aplicación y teniendo de-bidamente en cuenta las explicaciones a que se hace referencia en la Carta, que indican las fuentes de dichas disposiciones.

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chos fundamentales en el ámbito social”, había sido puesta de ma-nifiesto en el contenido del informe Simitis19, elaborado como documento de trabajo previo a la Carta, que plasmó a su vez la voluntad de mostrar los Derechos de forma indivisible. En reali-dad se adoptó una postura intermedia, frente a los que se negaban a la inclusión de un elenco de derechos de carácter socio-laboral, se consiguió la inclusión de los mismos, siguiendo el principio de indivisibilidad, pero utilizando fórmulas cautas a efectos de lograr el consenso. Por añadidura, dos factores que acompañan a la configuración jurídica de la Carta y su inclusión en el Tra-tado contribuyen a delimitar la aplicación expansiva de la carta: las cláusulas horizontales (arts. 51 y 52)20 y las Explicaciones del Praesidium sobre la Carta 21 19. En este informe se evaluó la situación de los derechos sociales en el ordenamiento jurídico comunitario, afirmándose que “(e)l actual sistema de referencias es confuso y contraproducente. Mientras que, por ejemplo, en el Tratado de la UE se cita dos veces el Convenio para la protección de los derechos humanos, en el Tratado CE no hay ni una sola mención. En cambio, tanto la Carta Social Europea como la Carta comunitaria de los derechos sociales fundamentales son citadas en cada uno de estos documentos, pero su mención explícita en el preámbulo del Tratado de la UE no es seguida por una referencia igualmente clara en el artículo 6, donde sólo se cita el Convenio para la protección de los derechos humanos. En el caso del artículo 136 del Tratado CE ocurre lo contrario, pues cita la Carta social europea y la Carta comunitaria pero no el Convenio para la protección de los derechos humanos, a pesar de la importancia que determinados derechos fundamen-tales como la libertad de asociación, el respeto de la vida privada y familiar, o la libertad de expresión tienen sobre las relaciones laborales. Por otra parte, si bien las referencias gene-rales sugieren que los derechos fundamentales se sitúan en el mismo nivel con independen-cia del documento en el que se encuentren definidos, las principales fuentes de derechos sociales fundamentales, esto es, la Carta social europea y la Carta comunitaria, sólo son consideradas como una base para las políticas comunitarias; el resultado que se desprende es, inevitablemente, la sensación de un planteamiento selectivo de los derechos fundamen-tales, lo que implica su importancia igualmente selectiva”, (Simitis, 1999: 9).20. La Carta se autolimita en sus artículos 51 a 54, estableciendo fuertes diques de conten-ción a su aplicación y desarrollo, que son reforzados por la redacción del art. 6.1 del TUE y por la Declaración relativa a la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, incluida entre las Declaraciones anejas al Acta Final de la Conferencia Intergubernamen-tal que ha adoptado el Tratado de Lisboa. La redacción del art. 51 confina el posible desa-rrollo de los derechos en el plano comunitario vinculándolo a las competencias de la Unión. El art. 52 de la Carta se dedica a los límites de los derechos reconocidos y principios reco-nocidos en la misma, que podrán ser introducidos normativamente cuando sean necesarios y respondan efectivamente a objetivos de interés general reconocidos por la Unión o a la necesidad de protección de los derechos y libertades de los demás, por añadidura, el artícu-lo dispone que los derechos que constituyen disposiciones de los Tratados se ejercerán en las condiciones y dentro de los límites determinados por éstos. Por su parte, el art. 53 establece que ninguna de las disposiciones de la Carta podrá interpretarse como limitativa o lesiva de los derechos humanos y libertades fundamentales reconocidos en ella. 21. El art. 52.7 de la Carta hace referencia a unas explicaciones, expresión que se repite

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La última reforma, realizada por el Tratado de Lisboa de 13 de diciembre de 2007, que entró en vigor el 1 de diciembre de 2009, ha incorporado además de la inclusión de la Carta de Niza una reforma de mayor calado en el ámbito de la Política Social.

3.2 La política social tras el Tratado de Lisboa

Es importante señalar que, con el Tratado de Lisboa, y en el plano general, ha desaparecido de la terminología la referencia a las tres comunidades, hablándose ya únicamente de la Unión Europea, de esta manera, los Tratados fundacionales se han reor-ganizado en dos, el Tratado de la Unión Europea y el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. En el art. 3.3 del primero se fijan sus actuales objetivos: “La Unión establecerá un merca-do interior. Obrará en pro del desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado y en la estabili-dad de los precios, en una economía social de mercado altamente competitiva, tendente al pleno empleo y al progreso social, y en un nivel elevado de protección y mejora de la calidad del medio ambiente. Asimismo, promoverá el progreso científico y técnico”. Por su parte, el art. 9 del TFUE establece como directriz general que debe tenerse en cuenta en el desarrollo de estos objetivos las exigencias derivadas de la promoción de un nivel de empleo ele-vado, la garantía de una protección social adecuada, con la lucha contra la exclusión social y con un nivel elevado de educación, formación y protección de la salud humana.

En el plano relativo a la Política Social, el artículo 4.2.b) del TFUE procedía a incluir la política social, en los límites del pro-pio Tratado, dentro de las competencias compartidas de la Unión. La misma se regula en los arts. 151 y ss. (sin variaciones relevan-en el art. 6.1 in fine del TUE. Estas Explicaciones sobre la Carta de los Derechos Funda-mentales (2007/C 303/02), publicadas en el DOUE de 14 de diciembre de 2007 carecen de valor jurídico propio. Tal y como se constata en su preámbulo, “las (presentes) explicaciones fueron elaboradas inicialmente bajo la responsabilidad del Praesidium de la Convención que redactó la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Han sido actua-lizadas bajo la responsabilidad del Praesidium de la Convención Europea, a la vista de las adaptaciones de la redacción del texto de la Carta realizadas por la Convención (en parti-cular, los artículos 51 y 52) y de la evolución del Derecho de la Unión. Si bien no tienen por sí mismas valor jurídico, constituyen un valioso instrumento de interpretación con objeto de aclarar las disposiciones de la Carta”.

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tes respecto de los arts. 136 y ss. TCE excepto por la inclusión del art. 152 respecto de los interlocutores sociales y los cambios en el procedimiento legislativo previsto en el actual art. 153). Para la consecución de los objetivos del artículo 151, la Unión apoyará y completará la acción de los Estados miembros en los ámbitos enumerados en su art. 153.122. Los límites, establecidos en el mis-mo artículo son de dos tipos. Por un lado, lo dispuesto no puede afectar a la facultad reconocida a los Estados miembros de definir los principios fundamentales de su sistema de seguridad social, ni deberán afectar de modo sensible al equilibrio financiero de éste y tampoco puede impedir a los Estados miembros mantener o introducir medidas de protección más estrictas compatibles con los Tratados; por otro, ninguna de las disposiciones del art. 153 del TFUE se aplicarán a las remuneraciones, al derecho de aso-ciación y sindicación, al derecho de huelga ni al derecho de cierre patronal.

El resultado de la acción de la Unión Europea en materia social se ha extendido a un amplio número de materias, entre las cuales podemos destacar las siguientes: el principio de igualdad de trato y no discriminación23; los derechos de información, representa-

22. a) la mejora, en concreto, del entorno de trabajo, para proteger la salud y la seguridad de los trabajadores; b) las condiciones de trabajo; c) la seguridad social y la protección social de los trabajadores; d) la protección de los trabajadores en caso de rescisión del contrato laboral; e) la información y la consulta a los trabajadores; la representación y la defensa colectiva de los intereses de los trabajadores y de los empresarios, incluida la cogestión, sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado 5; g) las condiciones de empleo de los nacionales de terceros países que residan legalmente en el territorio de la Unión; h) la integración de las personas excluidas del mercado laboral, sin perjuicio del artículo 66; i) la igualdad entre hombres y mujeres por lo que respecta a las oportunidades en el merca-do laboral y al trato en el trabajo; j) la lucha contra la exclusión social; k) la modernización de los sistemas de protección social, sin perjuicio de la letra c).23. Directiva 2006/54, relativa a la aplicación del principio de igualdad de oportunidades e igualdad de trato entre hombres y mujeres en asuntos de empleo y ocupación (refunde Di-rectivas anteriores: Directivas 75/117; 76/207; 86/378; 97/80): Directiva 2000/43, relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato entre las personas independientemente de su origen racial o étnico; Directiva 2000/78, sobre la igualdad de trato en el empleo y la ocupación; Directivas 79/7 relativa a la aplicación progresiva del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres en materia de seguridad social y 86/613 relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres que ejerzan una actividad autónoma, incluidas las actividades agrícolas, así como sobre la protección de la maternidad.

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ción y participación24; un amplio número de normas relativas a la seguridad y salud laborales y a la coordinación de los sistemas de seguridad social para facilitar el movimiento transnacional de trabajadores; las directivas relativas a la restructuración empresa-rial25; la directiva 96/71 sobre desplazamiento de trabajadores en el marco de una prestación transnacional de servicios; las direc-tivas sobre tiempo de trabajo26. Por último deben destacarse los acuerdos marco, celebrados con motivo del diálogo interprofe-sional sobre: permiso parental, trabajo a tiempo parcial, trabajo de duración determinada, igualdad de trato de los trabajadores cedidos por empresas de trabajo temporal27.

Es necesario remarcar que esta actuación de las competencias en materia social se ha visto complementada por la actuación de la Comisión a través de otros instrumentos que sin poder nor-mativo han influido particularmente en la política socio-laboral de los Estados Miembros. Uno de los ejemplos más relevantes es el Libro Verde “Modernizar el Derecho Laboral para afrontar los retos del siglo XXI” (COM(2006)708, de 22 de noviembre) 24. Directiva 91/533, relativa a la obligación de que el empresario informe al trabajador de las condiciones aplicables al contrato o a la relación laboral; Directiva 94/45, sobre la constitución de un comité de empresa europeo o de un procedimiento de información y consulta a los trabajadores en las empresas y grupos de empresas de dimensión comunitaria; Directiva 2001/86, por la que se completa el Estatuto de la Sociedad Anónima Europea en lo que respecta a la implicación de los trabajadores; Directiva 2002/14, por la que se establece un marco general relativo a la información y a la consulta de los trabajadores en la Comunidad Europea25. Directiva 80/987 sobre protección de los trabajadores en caso de insolvencia empresa-rial; Directiva 98/59 sobre la aproximación de legislaciones en materia de despidos colecti-vos; Directiva 2001/23, sobre la aproximación de legislaciones relativas al mantenimiento de los derechos de los trabajadores en casos de traspasos de empresas.26. Directiva 2003/88, que regula ciertos aspectos de la ordenación del tiempo de trabajo; Directiva 2002/15 sobre el tiempo del trabajo de personas que realizan actividades móviles de transporte por carretera; Directiva 2000/79 sobre el tiempo de trabajo del personal de vuelo de aviación civil. Respecto del trabajo marítimo, vid. la Directiva 2013/38/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 12 de agosto de 2013, por la que se modifica la Di-rectiva 2009/16/CE sobre el control de los buques por el Estado rector del puerto.27. Directiva 2010/18 por la que se aplica el Acuerdo marco revisado sobre el permiso parental, celebrado por BUSINESSEUROPE, la UEAPME, el CEEP y la CES, y se deroga la Directiva 96/34/CE; Directiva 97/81, relativa al Acuerdo marco sobre el trabajo a tiempo parcial concluido por la UNICE, el CEEP y la CES; Directiva 99/70 del Consejo, de 28 de junio de 1999, relativa al Acuerdo marco sobre el trabajo de duración determinada de la CES, la UNICE y el CEEP; Directiva 2008/104, relativa al trabajo a través de em-presas de trabajo temporal.

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o la Comunicación de la Comisión titulada “Hacia los princi-pios comunes de la flexiguridad: más y mejor empleo mediante la flexibilidad y la seguridad” (COM(2007) 359, de 27 de junio). Ambos textos lanzaron el debate sobre la necesidad de reformar los mercados laborales para hacerlos más “flexibles”, rebajando la estabilidad en el empleo y en las condiciones de trabajo para cen-trarla en la seguridad en el mercado de trabajo y en las transicio-nes en el empleo. La influencia de estos textos en las posteriores reformas laborales realizadas en los Estados miembros es clara, como puede verse en las reformas españolas realizadas a través de las leyes 35/2010 de 17 de septiembre y 3/2012 de 6 de junio.4. La destrucción de lo social o la “integración negativa”: las normas sociales y laborales como obstáculo para la realiza-ción del mercado interior

Como hemos señalado, desde el inicio de la construcción de la Unión Europea la interacción entre las normas sociales estatales y la construcción del mercado interior ha sido una constante. En particular, desde mediados de los años ochenta, la consideración de determinadas normas estatales de carácter social como obstá-culos para la realización de los dos pilares de la integración econó-mica (las libertades de circulación y el derecho de la competencia) ha sido manifestada con frecuencia creciente por las autoridades de la Unión. Ante la ausencia de una articulación normativa ex-presa entre ambas cuestiones, el encargado de mediar en el con-flicto ha sido el Tribunal de Justicia, cuya jurisprudencia ha sido una vía para la imposición a los Estados miembros de la obliga-ción de modificar determinadas disposiciones sociales estatales para adaptarlas a las exigencias de la integración económica.

4.1 La “constitución económica de la UE”

Antes de entrar en el contenido del conflicto es necesario ana-lizar el binomio que compone el “derecho constitucional econó-mico de la UE”28. La creación de un mercado integrado exigía el establecimiento, en el marco de un espacio económico que une a

28. Para un desarrollo de este concepto vid. Maestro, 2008. b.

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varios Estados, de las condiciones básicas inherentes a un sistema de mercado (libertad e igualdad) de modo tal que se haga posi-ble el desenvolvimiento de relaciones económicas de intercambio, análogas a las que se producen en el interior de un mercado na-cional. Para ello fue necesaria una intervención en dos planos: el primero en el sentido liberalizador del tráfico económico en el mercado (estableciendo las cuatro libertades y prohibiendo las discriminaciones por razón de origen, nacionalidad o domicilio); el segundo, organizando un régimen de competencia no falseado por la actuación de los Estados ni por las prácticas restrictivas de los propios particulares, régimen que tendrá un primer desarro-llo normativo en el mismo TCEE. La integración supranacional naciente quedó basada en estos dos pilares fundamentales que, junto con la unión económica y monetaria y la política comercial común, constituyen la base del derecho constitucional económi-co de la Comunidad Europea (Baquero, 2002).

El reconocimiento y la regulación de las libertades económicas han supuesto (supuesto) la consagración en el plano supranacio-nal de la libertad de empresa y del principio de unidad de merca-do29. El artículo 26 del TFUE establece que “el mercado interior implicará un espacio sin fronteras interiores, en el que la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales estará garantizada de acuerdo con las disposiciones de los Tratados”. A partir de esta disposición, que ya no se encuentra en el artículo 3 del Tratado, se regulan las libertades económicas. Entre ellas, únicamente la de trabajadores (arts. 45 y ss TFUE) tiene como objetivo directo las relaciones de trabajo asalariado30.

29. Sobre este tema en extenso vid. Goerlich, Guamán, (2011).30. Esta libertad se encuentra desarrollada en el Reglamento 492/2011 de 5 de abril. La misma comprende el derecho a responder a ofertas efectivas de trabajo, a desplazarse libre-mente por los Estados miembros a tal efecto y a residir en uno de los Estados para desem-peñar un empleo, así como a permanecer en él después de haberlo desempeñado, con las posibles limitaciones justificadas por razones de orden público, seguridad y salud públicas. Su realización implica la supresión de cualquier discriminación por razón de nacionalidad entre los trabajadores de los Estados miembros, con respecto al empleo, retribución y de-más condiciones de trabajo. Además, es fundamental la consecución de una coordinación en materia de seguridad social, para lo cual el art. 48 TCE prevé el establecimiento de mecanismos en este sentido, desarrollados en el Reglamento 883/2004 y en el Reglamento 987/2009, de coordinación de los sistemas de Seguridad Social.

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La libertad de circulación de mercancías (arts. 28 y 29 del TFUE) fue el primer pilar de la construcción comunitaria; la li-bertad de establecimiento, regulada en los arts. 49-55 del TFUE, supone la integración económica y jurídica de una empresa en el Estado receptor, teniendo como objetivo principal asegurar el disfrute del trato nacional en el Estado miembro de acogida; la libre prestación de servicios, regulada en los artículos 56 a 62 del TFUE reconocen el derecho de ofrecer los servicios, a partir de un establecimiento, sea éste principal o secundario, implantado en la UE, en el territorio de otro Estado miembro31.

Las normas de la competencia han tenido tradicionalmente asignada como misión la regulación del funcionamiento del mer-cado mediante una doble operación: asegurar la libertad de ac-ción de los agentes económicos, evitando las concentraciones que puedan restringir la misma y los abusos de posición dominante; y evitar las intervenciones no indispensables del Estado que pue-dan restringir la mencionada libertad. El antiguo TCEE recogía el objetivo de conseguir una competencia no falseada, indican-do a su vez que, para alcanzar los fines establecidos, los Estados Miembros y la Comunidad mantendrían el respeto al principio de una economía de mercado abierta y de libre competencia32.

31. El art. 57 del TFUE aborda de manera parca la definición de “servicio”, afirmando que tendrán esta consideración “las prestaciones realizadas normalmente a cambio de una remuneración, en la medida en que no se rijan por las disposiciones relativas a la libre cir-culación de mercancías, capitales y personas”32. En la versión actual del TFUE ya no se contempla esta referencia a la competencia, sólo en el Preámbulo se establece que “la eliminación de los obstáculos existentes exige una ac-ción concertada para garantizar un desarrollo económico estable, un intercambio comercial equilibrado y una competencia leal”. En cambio, en el vigente Protocolo número 27 sobre Mercado interior y Competencia se afirma que el mercado interior, tal como se define en el artículo 3 del Tratado de la Unión Europea, incluye un sistema que garantiza que no se falsea la competencia, conviniendo las Altas Partes Contratantes en que la Unión tomará, en caso necesario, medidas en el marco de las disposiciones de los Tratados, incluido el artículo 352 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. Si la eliminación de la protección de la competencia no falseada entre los objetivos de la UE podría haber indicado una voluntad de redimensionar la misma con respecto a otras políticas de la Unión, como la social, la inclusión del Protocolo ha dejado claro que la defensa de la competencia sigue siendo uno de los pilares básicos de la construcción del mercado interior. El Protocolo se incorpora como anexo al Tratado de la Unión Europea y al Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. DOUE de 30 de marzo de 2010.

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En el actual TFUE, las normas de la competencia comuni-tarias se recogen en los arts. 101 a 109, integrando dos subsis-temas33. Más allá de su regulación en los Tratados, acompañada de un cuerpo importante de derecho derivado y jurisprudencia, es importante destacar que el Considerando 37 del Reglamento 1/200334 sitúa el respeto a los derechos y principios recogidos en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea como frontera de la aplicación de los arts. 81 y 82 TCE. Hasta el mo-mento el Considerando 37 no ha sido utilizado por el TJ como parámetro de decisión en la relación entre los convenios colecti-vos y el Derecho de la competencia.

La extensión y el desarrollo de ambos pilares del mercado in-terior han ido afectando a diversas disposiciones estatales de ca-rácter social, demostrando que el decoupling planteado en el inicio de la integración económica no era sostenible. Ante la falta de una norma de articulación entre este derecho constitucional eco-nómico de la UE y las normas de desarrollo del Estado social en los EM, ha sido el TJ el encargado de mediar en los abundantes conflictos producidos.

4.2 La interacción entre la integración económica y las dispo-siciones sociales estatales

En ausencia de una articulación normativa expresa entre las cuestiones sociales y las normas que disciplinan el mercado inte-rior, los límites de la interacción los ha fijado el TJCE. En esta operación, el Tribunal ha afirmado como punto de partida que, aun reconociendo las competencias estatales en materia laboral y los límites derivados del antiguo art. 137.5 del TCE (el actual 153. 5 TFUE), “el margen de apreciación de que disponen los Estados miembros en materia de política social no puede justi-

33. El primero de ellos (art. 101 a 106) contiene las normas dirigidas a las empresas, con la interdicción de las concertaciones o situaciones de dominio que puedan obstaculizar esta libertad; el segundo (arts. 107 a 109), es aplicable a las ayudas otorgadas por los Estados miembros, la cuales serán incompatibles con el mercado interior, en la medida en que afec-ten a los intercambios comerciales entre Estados miembros cuando que falseen o amenacen falsear la competencia, favoreciendo a determinadas empresas o producciones.34. Reglamento (CE) Nº 1/2003 del Consejo de 16 de diciembre de 2002, relativo a la aplicación de las normas sobre competencia previstas en los artículos 81 y 82 del Tratado.

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ficar que se vulneren los derechos que confieren a los particu-lares las disposiciones del Tratado que reconocen sus libertades fundamentales”35.

Con esta base, el Tribunal se ha ocupado de mediar entre la realización de los valores sociales y económicos, presentes en un conflicto que, nacido en el seno de la libre circulación de mercan-cías, se ha extendido hacia el conjunto de las libertades y de las normas de la competencia. A través de su competencia prejudicial, y teniendo en cuenta la centralidad de las libertades económicas en el edificio de la Unión Europea, la tendencia del Tribunal ha sido la de ampliar el ámbito de aplicación de las normas de libre circulación y competencia, incluyendo dentro de dicho ámbito a las disposiciones laborales estatales.

A lo largo de numerosas sentencias, el Tribunal ha examina-do la compatibilidad con el derecho de la competencia de la UE instituciones estatales como servicios de empleo públicos36, re-gímenes de protección social37 e, incluso, convenios colectivos38. En su jurisprudencia, el TJUE ha mantenido un doble posicio-namiento, diferenciando entre las normas que regulan servicios públicos y las propiamente laborales (los convenios colectivos). En primer lugar, y aunque las normas sobre competencia tienen como sujeto originario las empresas, el TJUE ha ampliado este concepto, sustituyéndolo por el más funcional y lábil de “activi-dad económica”. Con ello ha conseguido extender el ámbito de aplicación de los arts. 101 y ss. del TFUE a zonas habitualmente exentas de esta consideración, como los servicios públicos de em-pleo o diversas entidades encargadas de la protección social. En

35. STJCE de 11 de enero de 2007, ITC, C-208/05, apartado 40. Realiza esta afirmación el Tribunal aun a pesar del mencionado art. 137.5 del TCE que limita el campo de actuación de la Comunidad en materia social, excluyendo del mismo “las remuneraciones, al derecho de asociación y sindicación, al derecho de huelga ni al derecho de cierre patronal”.36. SSTJCE de 23 abril de 1991, Höfner, C-41/90; de 11 de diciembre de 1997, Job Centre II, C-55/96.37. Vid. entre otras las SSTJCE Poucet et Pistre, asuntos acumulados C-159/91 y C-160/91; 16 de noviembre de 1995, Federation Francaise des Societes d ’Assurance, C-244/94; de 22 de enero de 2002, INAIL, C-218/00.38. SSTJCE de 21 de septiembre de 1999, Albany, C-67/96, Brentjen’s, C-115/97 a C-117/97, Drijvende Bokken, C-219/97; de 21 de septiembre de 2000, Van der Woude, C-222/98.

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particular, respecto de los servicios públicos de empleo estatales, el Tribunal ha afirmado que las actividades de colocación son ac-tividades económicas y que las instituciones públicas que ofrecen estos servicios deben ser consideradas como empresas, siéndoles por tanto de aplicación las normas antimonopolio y en particu-lar la prohibición del abuso de posición dominante del art. 102 TCE. En el ámbito de la protección social, el Tribunal ha cons-truido una limitada excepción social que abarca a las entidades que participan en la gestión del servicio público de la Seguridad Social, siempre y cuando las mismas desempeñen una función de carácter exclusivamente social y ejerzan una actividad que se base en el principio de solidaridad nacional y carece de toda finalidad lucrativa. La aplicación estricta de estas condiciones le ha llevado a considerar como entidades sometidas a las normas de la com-petencia a sistemas de pensiones complementarios y facultativos aun cuando no tuvieran ánimo de lucro y estuvieran dirigidos a mejorar la situación de los trabajadores dado el carácter mínimo del régimen estatal básico.

En paralelo, respecto de los convenios colectivos, el Tribu-nal ha construido una suerte de inmunidad básica, afirmada por primera vez en Albany, Brentjen’s y Drijvende Bokken (SSTJCE 21 septiembre 1999),donde se resolvían diferentes litigios entre diversas empresas y los fondos de pensiones sectoriales a los cua-les estaban afiliadas de manera obligatoria en virtud de sendos convenios colectivos. En estos casos el Tribunal, basándose en la necesidad de realizar una lectura conjunta y coherente de la nor-mativa comunitaria, afirmó que un convenio colectivo no puede calificarse como un acuerdo entre empresas, en razón a su natura-leza y su objeto, sin efectuar mayores precisiones. Posteriormen-te, en el asunto Van der Woude (STJCE 12 septiembre 2000) el TJCE precisó que por convenio colectivo debe entenderse lo que las partes consideren en función de su propia legislación y pro-cedimientos, despejando la duda respecto de la primera cuestión. Sin embargo, respecto del objeto o contenido del convenio, que se ha demostrado como la cuestión más compleja de delimitar en el plano normativo interno, la jurisprudencia del Tribunal parte

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de la idea de que no cabe su fiscalización desde la perspectiva de la competencia mientras se muevan en el terreno que les es propio. El resultado de esta jurisprudencia es de facto la sujeción al derecho de la competencia de los convenios colectivos que no cumplan los requisitos derivados del doble test de inmunidad, naturaleza y contenido, quedando el segundo elemento derivado al análisis casuístico en sede jurisdiccional (Guamán, 2009).

De manera paralela, el Tribunal ha efectuado la misma ope-ración respecto de las libertades de circulación económicas (mer-cancías, establecimiento de empresas y en particular prestación de servicios) (Goerlich, Guamán, 2011). Así, son numerosos los asuntos en los que el TJUE ha valorado la posible coexistencia con el desarrollo de estas libertades de normas laborales estata-les (reguladoras del tiempo de trabajo39 o de determinadas pro-fesiones40), de determinadas prestaciones de sistemas nacionales de seguridad social41, de disposiciones estatales respecto de los servicios de colocación de mano de obra42, etc. De las libertades de circulación señaladas, la que más conflictos ha provocado ha sido la libertad para prestar servicios, que permite que las em-presas desplacen a trabajadores de un Estado a otro con carácter temporal. Evidentemente, la proliferación del fenómeno de des-plazamiento trasnacional de trabajadores no presentaría grandes problemas en un mercado de trabajo integrado sujeto a normas comunes en materia laboral y de seguridad social. Como ya he-mos visto, en la Unión Europea existe un mercado integrado de 39. SSTJCE de 23 de noviembre de 1989, Torfaen, C-145/88; de 28 de febrero de 1991, Conforama C-312/89; de 16 de diciembre de 1992, Reading Borough Council, C-304/90; de 16 de diciembre de 1992, Council of the City of Stoke-on-Trent y Norwich City Council, C-169/91 y de 16 de diciembre de 1992, Rochalde Borough Council, 306/88; de 2 de junio de 1994, Tankstation`t, asuntos acumulados C-140/92 y C-402/92; STJCE de 2 de junio de 1994, Punto Casa y PPV, asuntos acumulados C-9/93 y C-258/93.40. SSTJCE de 5 de junio de 1997, Syndesmos, C-398/95 y de 15 de junio de 2006, Comisión de las Comunidades Europeas contra República Francesa, C-255/04.41. Sobre esta cuestión existen numerosos pronunciamientos, la referencia de partida son las SSTJCE de 28 de abril de 1998, Decker, C-120/95 y de 28 de abril de 1998, Kohll, C-158/96. Para un resumen de la jurisprudencia del TJCE respecto de la interacción entre la regulación de los sistemas de seguridad social y las libertades de circulación (servicios) vid. la reciente sentencia de 5 de marzo de 2009, Kattner, C-350/07.42. STJCE de 18 de enero de 1979, Van Wesemael, asuntos acumulados 110 y 111/78; de 17 de diciembre de 1984, Webb, 279/80; de 11 de enero de 2007, ITC, C-208/05.

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bienes, servicios y capitales pero la regulación de las condiciones de trabajo sigue siendo fundamentalmente nacional, lo que im-plica la coexistencia de sistemas jurídicos distintos y, por tanto, de niveles de protección laboral y social distintos.

Pese a la existencia de una norma específicamente creada para regular esta situación, la Directiva 96/71/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 16 de diciembre de 1996, sobre el desplazamiento de trabajadores efectuado en el marco de una prestación de servicios, los conflictos ante el TJUE se han su-cedido. La conjugación de la liberalización de la circulación de los servicios y la existencia de niveles de protección socio-laboral diversos, ha multiplicado las situaciones de dumping social43 como estrategia de expansión industrial, evidenciándose la voluntad de las empresas de utilizar las diferencias de costes derivadas de la existencia de distintos ordenamientos laborales como factor de competencia. La práctica del dumping social favorece la actuación de una competencia normativa entre de los Estados miembros, que colocan la regulación del factor trabajo como elemento de competitividad para atraer la inversión extranjera o aumentar las exportaciones. Esta situación acaba colocando a las empresas si-tuadas en Estados miembros con estándares sociales más bajos en una posición competitiva superior, lo que evidentemente conduce a una carrera hacia los niveles mínimos de condiciones laborales y protección social.

Entre la jurisprudencia relativa a las libertades de circulación deben destacarse una serie de asuntos resueltos por el TJ entre 2007 y 2009, cuya importancia reside en ser fruto de la primera colisión entre derechos sociales fundamentales derivados de la libertad sindical (negociación colectiva y huelga) y la libre circu-lación de trabajadores. Por un lado, con el asunto Viking el TJCE examinó la relación entre la libertad de establecimiento y las ac-ciones sindicales, en concreto las medidas de conflicto colectivo adoptadas por los sindicatos, que restrinjan en alguna manera el

43. Sobre el concepto de Dumping Social vid. Guamán, (2012).

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ejercicio de esta libertad empresarial44. En aplicación del art. 43 del Tratado de la Comunidad Europea (actual art. 49 TFUE) el Tribunal consideró que estas restricciones provocadas por los sin-dicatos sólo se deben entender justificadas en el caso de superar el triple test de proporcionalidad, empleado habitualmente por el TJ para solucionar los conflictos entre las normas laborales estatales y las libertades de circulación comunitarias. El Tribunal reconoció, por primera vez que el derecho de huelga es un de-recho fundamental que forma parte integrante de los principios generales del Derecho de la Unión Europea. Sin embargo, hecho este reconocimiento, el Tribunal afirmó que el ejercicio de este derecho fundamental no puede suponer la imposición de restric-ciones a la libertad de establecimiento, a no ser que dicho ejerci-cio superen el test de proporcionalidad y justificación antedicho.

44. STJCE de 11 de diciembre de 2007, C-438/05. El conflicto que dio lugar a este pronun-ciamiento se suscitó entre el Sindicato de Marinos Finlandés (FSU) y la empresa Viking Line de la misma nacionalidad, propietaria del Rosella, buque abanderado en Finlandia y destinado al transporte de pasajeros entre Helsinki y Tallin (Estonia). Las relaciones laborales entre la tripulación del buque, predominantemente finlandesa, y la empresa se encontraban reguladas por un convenio colectivo firmado entre esta última y el FSU, se-gún la normativa finlandesa. La empresa decidió reabanderar el buque en Estonia, dado que sufriendo pérdidas por la competencia directa de los barcos estonios, con condiciones salariales menores y el cambio de pabellón le permitiría una mejor situación competitiva. El sindicato finlandés mostró su desacuerdo a lo largo del periodo de consultas abierto por la empresa y procedió a notificar los hechos a la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF), de la cual es miembro, solicitándole que aplicara su política relativa a los pabellones de conveniencia. Según esta línea de actuación, seguida por el sindicato desde 1948 con el objetivo de evitar el dumping social ligado a los cambios de pabellón de los buques, las condiciones de trabajo y los salarios de la tripulación deben negociarse por el sindicato del país donde se ubica el propietario del barco. Procediendo de manera acorde a esta política, la ITF comunicó a sus federaciones los hechos, recordando que según la línea de acción sindical ninguna de las federaciones a excepción del FSU podría negociar con Viking un convenio colectivo aplicable al Rosella. La empresa demandó a la ITF ante la Commercial Court de Londres, ciudad donde la ITF tiene su sede, solicitando que se orde-nara a la ITF retirar la interdicción de negociar dirigida a sus federaciones y se prohibiera a la federación sueca obstaculizar la libertad de establecimiento que pretendía la empresa. La respuesta afirmativa de la Corte, que ordenó a los sindicatos el desistimiento de un posible inicio de acción colectiva y la publicación de una circular comunicando la cuestión a las distintas federaciones, fue objeto de un recurso de apelación, en el curso de cuya resolución se elevaron las cuestiones prejudiciales que dieron lugar a la sentencia. Sobre este asunto vid. Guamán (2007) y Goerlich, Guamán, (2011).

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Por otro lado, con los asuntos Laval45, Rüffert46, Comisión con-tra Luxemburgo47 (asuntos conocidos como “saga Laval”), el TJ ha asentado la idea de que la negociación colectiva, como vehículo de regulación de las condiciones de trabajo ,puede obstaculizar la libertad fundamental para prestar servicios, si no se adoptan los acuerdos según unas pautas estrictas marcadas en la Directiva 96/7148.

Acompañando a esta jurisprudencia, y ya a finales de los años 90, se produjo una primera reacción normativa frente al fenóme-no descrito, con el Reglamento 2679/1998 de 7 de diciembre, so-bre funcionamiento del mercado interior, en relación con la libre circulación de mercancías. Esta norma incluyó la primera dispo-sición normativa (la conocida como “Clausula Monti) orientada a mediar entre estas dos lógicas contrapuestas, afirmando que el respeto a los derechos fundamentales, incluido el derecho o la libertad de huelga, es el límite de las obligaciones impuestas a los Estados por la vía de las libertades económicas fundamen-tales. La alusión a los derechos fundamentales como frontera de la construcción del mercado interior se encuentra de nuevo en la Directiva de Servicios de 2006. En la misma se establecen los siguientes límites relacionados con las cuestiones sociales: las normas sociales comunitarias; el Derecho laboral estatal; la le-gislación nacional en materia de seguridad social y el ejercicio de los derechos fundamentales, con especial mención a la acción sindical.

45. STJCE de 18 de diciembre de 2007, Laval, C-341/05.46. STJCE de 3 de abril de 2008, Rüffert, C-346/06. 47. STJCE de 19 de junio de 2008, Comisión contra Luxemburgo, C-319/06.48. Aun cuando existen diferencias entre los hechos que han dado lugar a los pronuncia-mientos Laval, Rüffert y Comisión contra Luxemburgo, sobre todo en los últimos, es posible encontrar un denominador común a los tres asuntos. En todos ellos, el conflicto se ha producido bien como reacción o bien como prevención de maniobras empresariales que, ha-ciendo uso de las libertades de circulación reconocidas por el TCE, permitían aprovechar las diferencias existentes entre los estándares laborales estatales para conseguir un mayor beneficio económico, optando por aplicar a sus trabajadores la normativa que prevé una protección social menor. Ello hace que en los tres exista una doble repercusión negativa, viéndose afectados tanto los derechos individuales y colectivos de los trabajadores naciona-les y extranjeros como la situación de competencia económica en el mercado de referencia. Sobre estos asuntos vid. Guamán (2007, 2009 y 2011) y Goerlich y Guamán (2011).

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Las reacciones frente a la solución de los casos Viking, Laval, Rüffert y Comisión contra Luxemburgo y ante la parquedad nor-mativa no se hicieron esperara y se produjeron tanto desde los actores sociales como entre las instituciones europeas y, muy se-ñaladamente, en el Parlamento49. En este escenario, y pese a que parecía la ocasión evidente para introducir una suerte de cláusula social o norma de articulación entre disposiciones sociales y rea-lización del mercado, el Tratado de Lisboa evitó un tratamiento directo de la cuestión, el cual habría permitido atravesar la en-crucijada en un sentido o en otro. En lugar de acometer esta vía, la reforma introdujo determinadas modificaciones de incidencia indirecta: el art. 152 del TFUE, que incluye el reconocimiento y la promoción del papel de los interlocutores sociales en el ámbito de la UE, y el art. 28 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, donde se reconoce el derecho a la negociación colectiva y a la huelga. No obstante, a falta de una rectificación expresa de la línea jurisprudencial antes comentada, o bien por el Tribunal de Justicia o bien por la introducción de una cláusula de salvaguarda de los convenios colectivos en sede de Tratado, pare-ce probable que la negociación colectiva continúe subordinada a la realización de las libertades económicas de circulación.

El resultado demuestra que las libertades de circulación y el derecho de la competencia están produciendo un importante im-pacto en los ordenamientos estatales, subordinando la interven-ción social a las exigencias del mercado, unas exigencias que la acción directa por medio de la realización de las competencias sociales de la UE no alcanza a moderar o articular. 5. Conclusiones

Desde los inicios de la construcción de las Comunidades eu-ropeas, la realización del mercado interior y de posterior unión económica y monetaria ha ido necesitando de una progresiva adaptación de los modelos sociales estatales. El objetivo de la 49. Informe sobre los retos para los convenios colectivos en la Unión Europea [2008/2085(INI)] —Comisión de Empleo y Asuntos Sociales. Ponente: Jan Andersson (A6-0370/2008). Documento disponible en http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+REPORT+A6-2008- 0370+0+DOC+XML+V0//ES

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equiparación por la vía del progreso, gracias a la integración de las economías nacionales no se ha conseguido. Ni la política so-cial europea ha alcanzado un grado de desarrollo que permita hablar de un modelo laboral o de seguridad social con rasgos comunes en la Unión Europea, ni el reconocimiento de derechos sociales fundamentales ha bastado para colocarlos en un nivel de protección y efectividad similar al dispensado por las consti-tuciones estatales, ni la política de empleo ha conseguido, fun-damentalmente en los últimos años, plantear soluciones para los Estados miembros cuyos mercados de trabajo han sido los más afectados por la crisis económica. Al contrario, el recorrido efec-tuado demuestra que las contradicciones entre las disposiciones estatales en materia de política social y las exigencias impuestas por la integración económica y monetaria se han resuelto invaria-blemente con una continua adaptación de los sistemas de welfare estatales, en el sentido de atenuar la protección estatal de los de-rechos y el bienestar.

Desde la Unión Europea, el discurso de la necesaria reforma estructural de los modelos de bienestar estatales se ha centrado a lo largo de los últimos años en la atenuación de la protección social pública, actuando en dos líneas fundamentales: la exigen-cia de una flexibilización de los mercados de trabajo (en concreto mediante la rebaja de la tutela de la estabilidad en el empleo) y la reducción de gastos en protección social, en particular de los sis-temas de seguridad social (a través de la reducción de la cuantía de las pensiones de jubilación, el aumento de la edad de la misma o la promoción de la protección privada de esta contingencia)50, (Maestro, 201). Uno de los ejemplos más claros de la influencia de este discurso en los modelos sociales estatales se encuentra en la justificación del conjunto de las reformas realizadas en el Es-tado español desde el año 2011, y en particular en las efectuadas en materia laboral y de la seguridad social. Una gran mayoría de

50. En este sentido vid., por ejemplo, el Libro Verde “Modernizar el Derecho Laboral para afrontar los retos del siglo XXI” o el Libro Blanco 2012: Ayuda para unas pensiones adecuadas, seguras y sostenibles.

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estas reformas afirman situarse en la línea de lo exigido por la Unión Europea51.

Según se desprende de lo descrito en las páginas anteriores, el desarrollo del proceso de integración europea ha provocado una continuada erosión del constitucionalismo social en el plano estatal, hasta el punto de poder afirmarse que la evolución de la Unión Europea ha devenido incompatible con el mantenimiento del Estado social en el ámbito nacional. En palabras del profesor De Cabo, “si el Estado social es en un primer momento genéti-camente decisivo en la integración de Europa, a medida que ésta se consolida, se convierte en un factor destructor del mismo”, un desmantelamiento efectivamente impulsado, como demuestra la realidad española, por las políticas gubernamentales en el estric-to ámbito estatal. Ambas se orientan a la subordinación de los derechos sociales al mercado (De Cabo, 2009).

Llegados al extremo actual, es necesario reconocer y sostener que la Unión Europea se ha construido a golpe de falacias y que

51. En líneas generales, el Plan Nacional de Reformas 2013 afirma en su preámbulo que su redacción da cumplimiento a los compromisos de España en el marco del Semestre Eu-ropeo y que las reformas propuestas sientan las bases para el cumplimiento de los objetivos de la Estrategia Europa 2020. (Documento disponible en http://ec.europa.eu/europe2020/pdf/nd/nrp2013_spain_es.pdf). La referencia al “compromiso de España con la UE” o al cumplimiento de las recomendaciones derivadas de la Comisión Europea aparece como justificación de las reformas estructurales acometidas en el plano nacional, por ejemplo, en las siguientes normas de reforma: la exposición de motivos de la Reforma del artículo 135 de la Constitución Española, de 27 de septiembre de 2011 (BOE núm. 233 de 27 de septiembre); la exposición de motivos de la Ley 3/2012, de 6 de julio, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral; la Exposición de motivos de la Ley 11/2013, de 26 de julio, de medidas de apoyo al emprendedor y de estímulo del crecimiento y de la creación de empleo; exposición de motivos del Real Decreto-ley 5/2013, de 15 de marzo, de me-didas para favorecer la continuidad de la vida laboral de los trabajadores de mayor edad y promover el envejecimiento activo; o la Ley 23/2013, de 23 de diciembre, reguladora del Factor de Sostenibilidad y del Índice de Revalorización del Sistema de Pensiones de la Seguridad Social (BOE de 26 de diciembre de 2013). En particular en este último texto se indica que “Esta norma es coherente con las diversas recomendaciones contenidas en diversos instrumentos y documentos de las instituciones de la Unión Europea, como el «Libro Blanco 2012: Ayuda para unas pensiones adecuadas, seguras y sostenibles», com-pletado con otros documentos como el «Informe de envejecimiento 2012» o «Adecuación de las Pensiones en la UE 2010-2050», todos ellos enmarcados dentro de la Estrategia Europa 2020, que constituye el referente para la coordinación de las políticas económicas de los Estados miembros y el ámbito desde el que se impulsa una política de orientación y coordinación de esfuerzos para afrontar el reto del envejecimiento y su impacto sobre los sistemas de protección social.

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la promesa de prosperidad sólo fue un potente cebo para la ciuda-danía del sur de Europa, muy especialmente la española, la por-tuguesa o la griega, que salían de sus dictaduras con el ansia de entrar en lo que parecía el club de la democracia y del bienestar. No obstante, como hemos visto, pronto se demostró que aquel

“club” no era garantía ni de la democracia ni de la prosperidad, sino una trampa para inhibir la primera y arrumbar la segunda. La recuperación o la construcción de nuevas formas de igualdad52, de justicia social y de solidaridad entre las personas y los pue-blos requieren por tanto un planteamiento profundo de nuestra la pertenencia a esta Unión Europea contraria a los derechos de las mayorías sociales que la componen.

52. Sobre este tema vid. Noguera (2014).

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Crisis de representación, crisis de la democracia

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De crisis de representación, crisis de la democracia y Unión Europea1

Pedro Chaves Giraldo

En estos tiempos de incertidumbre conviene recordar algo muy importante: que la realidad no se agota en lo existente, si la realidad se agotara en lo existente nuestra resistencia y capacidad para rebelarnos y oponernos sería un poco innecesaria. Pero lo existente va mucho más allá de esa visión pragmática, chata, mi-nimalista de lo que la existencia es. La realidad no son solamente los poderes facticos dominando nuestro pensamiento, o un senti-do común mayoritario que a veces parece el resultado de un pro-ceso de adormilamiento generalizado. También somos nosotros y nosotras intentando construir un mundo alternativo y diferente.

Decía Ítalo Calvino que hay dos maneras de estar en el in-fierno. La primera nos habla de asumir que se está en el infierno, resignarse a esa situación, acomodarse, adaptarse. La segunda toma conciencia del espacio en el que estamos, pero opta por abrir espacios nuevos y diferentes para invitar a otros y a otras a explotar el infierno desde dentro. Ni que decir tiene que esta segunda perspectiva parece mucho más interesante.

En relación con los temas europeos conviene comenzar por situar con claridad su significado y su ubicación en el debate polí-1. He reelaborado este texto sobre la base de la intervención oral realizada en el Seminario organizado por la FEC, así es que el texto conserva una cierta oralidad que me parece pro-pio conservar. No obstante, he intentado mejorar el texto para hacerlo más legible y acom-pañarlo de algunas notas que aclaren cosas o que den cuenta de las referencias mencionadas durante la intervención. Para el último epígrafe de este texto he utilizado el artículo que publiqué para Espacio Público en noviembre de 2013.

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tico y politológico. En este punto comparto la perspectiva de Ul-rich Beck2 de considerar que si en el mundo globalizado la lógica dentro-fuera tiene cada vez menos relevancia, en relación con los temas europeos esta distinción es completamente errónea. Los temas europeos no son temas externos, no son temas de política internacional, en absoluto. Las elecciones generales italianas del año 20133 dieron cuenta de un fenómeno que se va a repetir, a mi juicio, en las próximas elecciones generales también en España: sobre el trasfondo de una importantísima crisis institucional y política, la europeización del debate nacional. Con la aparición en la agenda electoral de issues claramente europeos: el euro y la conveniencia de su mantenimiento; el pacto presupuestario; el apoyo o rechazo a la UE como elementos de identidad partidaria etc.

Frente a la evidencia de que las elecciones europeas eran, hasta ahora, un trasunto menor de los debates nacionales, en adelante, como por otra parte viene siendo común en la Europa central y oriental, Europa comienza a convertirse en un cleavage significa-tivo en la política nacional. Y no por ello deja de tener relevancia la conciencia electoral de que pueden ser aprovechadas, las elec-ciones europeas, para suministrar premios y castigos con escasas repercusiones prácticas para los electores.

Las próximas elecciones europeas no deberían ser para no-sotros y nosotras un tránsito para las elecciones generales y las próximas elecciones autonómicas, sino una oportunidad para discutir de cosas sustantivas, importantísimas, que conciernen a nuestra cotidianidad y que pueden y deben ser debatidas en el seno de dicho contexto.

Dicho esto, y considerando el tema de la crisis de la repre-sentación y la crisis de la democracia, que es la que nos convoca, hay un primer diagnóstico que compartir y que me gustaría for-mular en términos de pregunta: ¿hay algo de nuevo en la crisis 2. Beck, Ulrich (2011), Crónicas desde el mundo de la política interior global. Paidós, Ma-drid3. Dehousse, Renaud (2013), L’Europe aux urnes. Les enseignaments des élections italiennes de 2013. Notre Europe, Policy paper 92.

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de la representación y la crisis de la democracia? ¿O se trata de la agudización de viejas dinámicas presentes en los sistemas re-presentativos desde, prácticamente, sus inicios? Me gustaría de-fender la hipótesis de que estamos ante una nueva situación. En el contexto de la globalización, la crisis de la democracia es una crisis paradigmática4, esto es una crisis que pone de manifiesto la emergencia de un nuevo modelo social, un nuevo modelo eco-nómico, un nuevo modelo político y un nuevo contrato social de matriz claramente neoliberal.

Esto no sólo es una vuelta de tuerca más en las condiciones de explotación tradicional, que ya conocemos, del capitalismo triun-fante. Asistimos a la consolidación de una situación novedosa y singular en términos políticos: la crisis de la democracia y de la representación en el contexto de sociedades globales y de siste-mas políticos e institucionales y de actores colectivos construidos para dar respuesta a procesos significativos dentro del Estado-Nación.

Me gustaría llamar la atención sobre dos cuestiones que tienen, en mi opinión, la máxima importancia: la primera es la preemi-nencia de los valores del mercado en todas las actividades públicas, incluida la política, es decir, el indicador de la condición saluda-ble de las actividades públicas, incluida la política, es la economía. Y esta capacidad del mercado para hacer gravitar alrededor de su eje todas las actividades públicas relevantes, esta colonización por el mercado del espacio público es una novedad histórica.

La democracia contemporánea ha vivido históricamente una tensión entre dos gramáticas, que eran contradictorias y que fue-ron cosidas por la actividad del movimiento obrero, de los parti-dos de izquierda y de la propia dinámica expansiva de la ideología liberal: la gramática liberal y la gramática democrática. La pri-

4. Aunque el concepto de paradigma y crisis paradigmática viene del debate metodológico propuesto por T. Kuhn sobre la evolución de la ciencia, Boaventura de Sousa Santos lo ha propuesto con mucho éxito, a mi juicio, para dar cuenta del cambio cualitativo que la globa-lización incorpora. Ver en particular: El milenio huérfano, Editorial Trotta, Madrid-Bogotá (2005). Aconsejo en especial el capítulo 6 de este libro: “Los procesos de globalización” páginas: 235-350.

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mera ponía el acento en la protección del individuo frente a los poderes del Estado, pero también frente a las desigualdades ge-neradas en la sociedad civil. La segunda enfatizaba los derechos políticos y la condición inclusiva de los sistemas políticos. Pero la aportación más relevante de la gramática democrática, fue la de poner de manifiesto las potencialidades transformadoras de la democracia. El sufragio universal fue el gran cambio cualitativo de los sistemas políticos desde finales del siglo XIX y el factor institucional que convirtió los sistemas representativos en una oportunidad para la mejora social y el cambio sistémico. Des-de entonces la democracia representativa quedó trabada por la necesidad de encontrar respuestas a tres exigencias concurrentes y que no podía obviar: la mejora de las condiciones de vida para las mayorías; asegurar grados aceptables de cohesión social y la garantía de derechos individuales.5

El gran contrato social del siglo XX se construye, precisamente, sobre estos presupuestos. Y la crisis económica pone de manifies-to la irreproducibilidad de ese pacto. Esto significa que si durante el período de afirmación y consolidación del proyecto neoliberal, pudo pensarse y mantenerse, precariamente, el contrato social, la crisis ha mostrado la imposibilidad de su mantenimiento, ni siquiera con un deterioro mayor de sus condiciones de reproduc-ción. Las políticas de gestión de la crisis han revertido en apenas un par de años, décadas de derechos en el ámbito laboral o social. Lo que la crisis fractura es la tendencia histórica que hizo creíble, precisamente, ese gran acuerdo de convivencia y, con ello, el pre-dominio estructural de los procesos de inclusión sobre los proce-sos de exclusión.6 El efecto acumulado de estos decenios de des-regulación, privatización y crisis del régimen general de valores propio de nuestra modernidad ha sido el principal responsable de

5. Greppi, Andrea (2006), Concepciones de la democracia en el pensamiento político contempo-ráneo. Ed. Trotta. Madrid. Pág.:156. En relación a las razones que explican el fin de los estados del bienestar y sus consecuen-cias, véase De Sousa Santos, Boaventura (2005), “Desigualdad, exclusión y globalización: hacia la construcción multicultural de la igualdad y la diferencia” en El milenio huérfano, ensayos para una nueva cultura política . Editorial Trotta/Ilsa, Madrid. Págs. 201-202.Véase también en este sentido Judt, Tony (2010), Algo va mal. Editorial Taurus, Madrid. Especialmente el capítulo 2.

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esa no reproducibilidad del pacto social de postguerra. Las causas son de índole tanto económica, vinculadas a una crisis propia del sistema capitalista, como política o institucional/de legitimidad, relacionada con el proceso de globalización.

En primer lugar, desde una perspectiva económica, las bases de autorreproducción del capitalismo en su versión neoliberal y financiera han hecho insostenible cualquier Estado social, en condiciones de asegurar sustento material para el pacto social y para esa perspectiva histórica de inclusión creciente en la que creíamos vivir. Por primera vez en la historia de Occidente, sin la intervención de una guerra o de una catástrofe natural, los hi-jos vivirán, con toda probabilidad, peor que sus padres. Esto es, sus condiciones materiales de existencia, evaluadas en términos de renta y de bienes, serán menores en términos generales. Aun cuando en la explicación de la crisis cuenten mucho la codicia y la avaricia sin límites de los que más tienen, lo sustancial remite a los cambios económicos en el capitalismo tardío.

En cuanto a la perspectiva política e institucional, como se-ñala Wendy Brown,7 el neoliberalismo ha lanzado, en los dos últimos decenios, un asalto frontal contra los fundamentos de la democracia liberal. Si la globalización había problematizado las instituciones liberales, al vaciarlas de su sustancia reguladora y representativa, la situación actual implica una vuelta de tuerca que prioriza sobre los principios de constitucionalidad, igualdad ante la ley, libertades políticas y civiles, autonomía política y uni-versalismo los criterios de mercado, las relaciones coste/beneficio, los principios de eficacia y la rentabilidad. El Estado deja de ser la encarnación de la soberanía popular para convertirse en una are-na propicia para la gestión de negocios y el reparto de prebendas a partir de la legitimidad, cada vez más problematizada, de esa misma institución.

Pues bien la gobernanza neoliberal, pensando en esta idea de que estamos ante un paradigma que abre un nuevo escenario polí-

7 Brown, Wendy (2009), “Nous sommes tous démocrates” en Démocratie, dans quel état? (VV.AA). Paris, La Fabrique, editions. Pags. 59-76.

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tico y social, es que reduce esta tensión históricamente soportada por la democracia y por el Estado entre los valores democráticos y las necesidades del capital. Y reduce esta tensión sobre la base de sobrevalorar las necesidades del capital y minimizar los valores democráticos y sus exigencias.

Me gustaría destacar dos cosas, llegados a este punto: una es un nuevo criterio de legitimidad para los Estados, es decir, los Estados ya no se legitiman como hasta hace unos años en fun-ción de resultados sociales o de estándares de bienestar, en sen-tido amplio. La nueva legitimidad de los Estados tiene que ver con el crecimiento y la salud macroeconómica de la economía. Es relevante que este indicador ha disociado la economía y las consecuencias de la misma, de manera que cuestiones como el déficit público, la inflación, el equilibrio presupuestario etc… se consideran en sí mismas como autosuficientes, al margen de los costes de su mantenimiento o consecución. Y esto se ha converti-do en sentido común mayoritario entre la población. La retórica de las políticas de austeridad se justifica en estos presupuestos: algo tienen que hacer, ¿no?, y a través del algo tienen que hacer y esto es lo que hay que hacer para crear inversiones etc., etc. se justifica esta nueva legitimidad de los Estados, basada en indicadores ma-croeconómicos favorables.

La segunda cuestión en la que me parece que hemos andado bastante tiempo despistados y despistadas, se refiere a la creen-cia de que el neoliberalismo quería acabar con el Estado. Y es claro que no, el neoliberalismo va a utilizar y ha utilizado el Es-tado como un actor imprescindible en este proceso de cambio de paradigma. Es decir, el neoliberalismo no pretende y no va a pretender minimizar el Estado sin más. Antes bien, el Estado es un excelente instrumento para formatear las conciencias, para ayudar a generar una nueva moral y un nuevo sentido común que haga factible, viable, asumible, este nuevo paradigma neoliberal.

El Estado ofrece la oportunidad de una legitimación democrá-tica que el mercado no puede construir. Alrededor del mercado se sigue articulando el imaginario de una sociedad que comparte

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un proyecto, un modo de vida, una cultura etc…y este valor sigue siendo imprescindible para, por ejemplo, hacer digeribles las po-líticas de austeridad y de recortes del Estado social.

Y esta idea de que el Estado no va a desaparecer en la lógica neoliberal tiene que producir consecuencias en nuestra capacidad para hacer propuestas de cambio. Invito a leer, sobre este asunto, el libro La gobernanza del siglo XXI.8 El libro defiende la tesis de que hay que intentar compaginar dos lógicas de poder que están presentes en nuestro escenario estratégico internacional y ambas son imprescindibles para los presentes y próximos desafíos de la humanidad. Una es la lógica de las democracias liberales, la lógi-ca de la representación política etc., y la otra es el modelo merito-crático chino, el de una aristocracia funcionarial no elegida, que se selecciona sobre la base de su competencia y su capacidad. Ob-servemos el giro copernicano en la reflexión sobre la democracia: si el liberalismo enunciaba la gramática liberal de los derechos civiles y la vertiente democrática la que se refería a los derechos políticos y los derechos sociales, la novedosa propuesta nos invita a reconsiderar una nueva tensión sobre la base de la gramática de la representación y la gramática meritocrática. Para los autores del libro: “La transferencia de poder, la participación y la división de la toma de decisiones son los elementos clave de la gobernanza inteligente capaces de reconciliar la democracia informada con la meritocracia responsable”.9 El libro defiende la despolitización de la democracia y un modelo de gobernanza que sustraiga las decisiones más significativas de la “cultura política populista y los intereses particulares a corto plazo”10.

Esta aproximación sólo es pensable si lo que se mantiene es la naturalidad de la situación existente y la idea de la política entendida como simple gestión de lo existente. Una versión solo ligeramente más sofisticada del There is not alternative de Mar-garet Tatcher.

8. Berggruen, N. y Gardels, N. (2012), Gobernanza inteligente para el siglo XXI. Una vía intermedia entre occidente y oriente. Taurus, Madrid.9. Ibídem, páginas 46 y 47.10. Ibídem, página 47.

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Ahora bien, si el punto de partida es aceptar lo existente y gestionarlo, entonces la representación política debe ponerse al servicio de las decisiones ineludibles. Esto es, hay que evitar que la democracia sea un obstáculo, un inconveniente o un problema para hacer lo necesario. Y para hacer aquello que no merece ni comentarios ni mucho menos objeciones ¿qué necesitamos?, un sistema de selección de las élites que nos asegure que tenemos los y las más competentes, los mejores formados, etc. Solo una representación y una democracia no conflictual son pensables en el contexto de la globalización neoliberal.

Desde este punto de vista, la crisis de la representación po-dría ser pensada como una de las caras de un poliedro complejo, formaría parte de un conjunto de elementos que normalmente enunciamos como: crisis de la política.

La confluencia de estos dos momentos: el fin del contrato so-cial de postguerra y su irreproducibilidad y el asalto del neolibe-ralismo a la democracia, marca una frontera que nos anuncia la emergencia de un nuevo contractualismo de matriz claramente neoliberal y confrontado con el contrato social que dio origen al Estado del bienestar.

Este nuevo “contractualismo” se sitúa en absoluta confronta-ción con el contrato social que dio origen al Estado del bienestar, ya que se caracteriza por la manifiesta posición central del mer-cado como articulador social. Supone de este modo la subordi-nación consecuente de la política a las exigencias de un mercado globalizado; la minimización de los sujetos políticos tradicionales como representantes y como interlocutores; y un nuevo papel de las instituciones, por un lado como impulsoras de este nuevo mo-delo de “contrato social”, por otro lado, como gestoras al servicio de la disminución de los costes de oportunidad de las empresas.

Este nuevo contractualismo neoliberal se caracteriza por que su lógica de autorreproducción, es decir, la forma y el modo en que el pacto se mantiene en el tiempo, están amparados en la idea de que vivimos una situación excepcional; en cambios legislativos que des-constitucionalizan el Estado de derecho y en la precarie-

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dad de los derechos que formarían parte de esta nueva situación. La excepcionalidad nos remite a los momentos ulteriores a los atentados contra las Torres Gemelas y las legislaciones de excep-ción que los gobiernos aprobaron amparándose en la situación de shock en la que se encontraban las sociedades. La precariedad del nuevo contrato nos dice que los derechos reconocidos en las nuevas condiciones son alterables, modificables o prescindibles en función de las circunstancias.

Respecto a la des-constitucionalización del Estado destacaría a Luigi Ferrajoli que se refiere a la emergencia de poderes desre-gulados y salvajes, consecuencia del proceso de des-constitucio-nalización de nuestros Estados de derecho. En todos los casos se pone en cuestión o se niegan otras tantas separaciones entre esfe-ras o niveles de poder: entre Estado y pueblo, entre esfera pública y privada, entre fuerzas políticas e instituciones públicas, entre poderes mediáticos y libertad de la cultura y de la información.11

La corrupción sería un fenómeno muy interesante a estudiar porque formaría parte, no solamente de una consecuencia inde-seable del funcionamiento de la economía, sino un nuevo modo de entender el papel del Estado.

Para terminar, en relación con la crisis de la representación po-lítica una cosa más, una imprescindible observación en términos de clase: lo que está ocurriendo desde hace casi tres décadas ya es una transferencia de poder brutal de las clases dominadas hacia las clases dominantes. El incremento de poder de las clases domi-nantes en términos políticos en los últimos años es espectacular. La desigualdad económica no es solamente, o no tiene solo como consecuencia, un deterioro de las condiciones de vida en nuestras sociedades, es también un indicador de la incapacidad de generar proyectos compartidos y un fracaso de la política.

Si en los sistemas democráticos siempre ha existido una crisis de representación, había sectores infrarrepresentados y había sec-tores sobrerrepresentados, esta sobrerrepresentación de las clases 11. Ferrajoli, Luigi (2011), Poderes salvajes. La crisis del estado constitucional. Editorial Trotta, Madrid

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dominantes se ha multiplicado de manera estratosférica en los últimos años, con consecuencias en términos de fracturas socia-les y de convivencia.

Por primera vez los fenómenos de segregación urbana, des-igualdad social insultante y fractura civil, que nos parecían ajenos e impropios, nos asaltan en nuestras urbes y en las periferias de las mismas.

Hay dos consecuencias significativas para la acción política relacionadas con esta crisis de la representación. Una primera es que han cambiado los presupuestos sociales de la representación. Es decir, la globalización y sus consecuencias en todos los órde-nes han alterado profundamente la capacidad de representación de determinados sujetos sociales, y ha producido una fragmen-tación muy importante del espacio público. Parte de las capaci-dades de representación que tenían los partidos de izquierda y las organizaciones sindicales estaba fundamentado en culturas cívicas densas y en espacios públicos relativamente homogéneos que eran el resultado de los Estados del bienestar. Ambas cosas son hoy fenómenos en descomposición.

En segundo lugar, se ha quebrado o ha cambiado la relación del representante y el representado, de manera que hoy la pregunta más significativa en relación con este tema es a quién representan los que dicen que nos representan. Quiero señalar esto para poner de manifiesto las bases objetivas, sistémicas, de la desconfianza hacia la política.

Bien, una conclusión importante es, llegados a este punto, que la crisis de la representación y sus impactos, si bien son asimé-tricos, son generales. Esto es, ninguna tradición ni experiencia escapa a esta maldición ni a sus efectos devastadores. Quien se crea a salvo yerra el diagnóstico. Hay quien se obstina en seguir viéndose como los seres incontaminados por razones genéticas desconocidas en un mundo devastado por los zombis.

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¿Y la Unión Europea, qué?

Bien, y la Unión Europea ¿qué?, es decir, ¿algo de todo esto que hemos mencionado y que transciende nuestras fronteras está relacionado con la Unión Europea? Mi hipótesis es que la actual Unión Europea amplifica y multiplica los efectos devastadores para la democracia en nuestras sociedades.

Algunos problemas trascienden la dimensión de los aspectos puramente institucionales. Por ejemplo, cómo construir una de-mocracia transnacional. Ante la evidencia de que no es ni podrá ser una simple extensión o copia de las democracias ancladas en los Estados Nación. Una democracia transnacional no puede ser solamente la traslación, en un espacio supranacional, de las lógi-cas institucionales, sociales, simbólicas, etc., con las que hemos construido las democracias en los Estados Nación. Ahora bien, una democracia de estas características deberá conservar algunos atributos básicos que la expliquen como democracia.

Es evidente que este problema puede y debe ser planteado en su condición de desafío y, aún más, si lo insertamos en la proble-mática antes vista de la crisis de la democracia y de la represen-tación política.

En lo que hace a las cosas que afectan desde la Unión Europea a la lógica democrática y a la lógica de la representación habría que decir, en primer lugar, que la Unión Europea actual está do-tada de una estructura institucional pensada conscientemente desde sus orígenes para excluir a la ciudadanía de las decisiones más importantes. La despolitización de la UE fue considerada desde el comienzo una necesidad del proyecto de integración.

Y la actual estructura institucional multiplica esas consecuen-cias de ocultamiento, ausencia de deliberación, insuficiencia de un espacio público, actores no europeos etc. Con el argumento de la complejidad y de la despolitización se creó un supuesto de legitimación basado en los resultados del proceso de integración. Mientras la Unión Europea ofreciera la expectativa de un juego de suma uno, podían darse por buenas las decisiones tomadas

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sobre la base de un entramado institucional opaco, solo indirec-tamente representativo y, fundamentalmente, irresponsable en términos políticos. A esa aceptación pasiva de la ciudadanía se le llamó consenso permisivo ¿Qué es lo que ha ocurrido? La crisis económica ha puesto de manifiesto la fragilidad de ese consenso permisivo y la aparición de una importante crisis de legitimidad del proceso mismo de integración. El tradicional déficit demo-crático de la UE se ha hecho tan visible como permanente.

Por otra parte, la estructura política e institucional de la Unión Europea, además, amplifica el déficit democrático tam-bién dentro de los Estados miembro, es decir, no solamente el funcionamiento institucional no es democrático, sino que ade-más minimiza y deteriora los fundamentos democráticos de las instituciones representativas al interior de los Estados.

El factor sistémico más importante para entender esto tiene que ver con la preeminencia de los objetivos económicos en el proceso de integración desde la firma misma del Tratado de Roma en 1957.Coda final sobre la UE

No podrá decirse que la palabra crisis es ajena a la Unión Europea. Prácticamente desde su constitución los avatares de la construcción europea han ido vinculados a situaciones de estan-camiento y/o de incertidumbre en el proceso de integración. Has-ta ahora era norma considerar que esas situaciones se saldaban con algún progreso en el proceso de transferencia de soberanía nacional y de reforzamiento de las instituciones comunitarias. En una suerte de teleología del proceso de integración que ha mostrado toda su insustancialidad en estos momentos. El futuro de la UE no es, necesariamente, un modelo de estado federal al que caminamos inexorablemente de la fría, pero firme, mano del mercado único.

Por primera vez la idea de crisis sobrevuela Bruselas proyec-tando una sombra amenazante sobre el futuro de Europa. No es que nadie haya propuesto o proyectado un futuro sin la Unión

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Europea, pero hay dudas más que razonables sobre lo que queda-rá del famoso modelo europeo tras la gestión de esta crisis eco-nómica.

La crisis y la gestión de la misma han puesto de relieve hasta qué punto el mantra neoliberal estaba interiorizado en la cabe-za y en los corazones de las principales familias políticas en los Estados nacionales. Resumiendo, tanto las tradiciones socialde-mócrata como democratacristiana, ambas abanderadas de este proceso de integración, se han señalado, también, como defenso-ras –con mayores o menores dosis de pasión- de la ortodoxia ma-croeconómica vinculada al pensamiento económico dominante y de las recetas de devaluación interna, estabilidad presupuestaria, privatizaciones y auxilio sin límites al sistema financiero que han caracterizado la salida a la crisis, por doquier.

En lo que nos concierne, el resultado es una pérdida llamativa de derechos sociales y de retroceso de las políticas públicas en toda Europa. La intensidad mayor en la destrucción se la llevan los países del Sur de Europa, precisamente esos a los que los años de prosperidad sobrevenida solo les habían llegado para construir un Estado del medio-estar. Pero la dinámica general va en la misma dirección: desmantelar los Estados del bienestar. Recien-temente en Holanda, en un giro político-conceptual digno de ser reseñado, se ha llamado a transformar el “Estado social en un Estado participativo” (sic).

Aún en 2010, el Grupo de reflexión sobre el futuro de Europa, presidido por Felipe González, destacaba, el hecho de vivir “un punto crítico de nuestra historia”, y llamaba a utilizar la cri-sis como una oportunidad y a resolver dos desafíos relacionados:

“garantizar la continuidad de nuestro modelo social y económico, y desarrollar los medios de apoyar y defender dicho modelo”. Di-fícilmente, podría seguir defendiéndose eso mismo hoy. Pero este giro en los objetivos de la UE manifiesta un problema con varias perspectivas problemáticas: en primer lugar, está por ver si esta modificación de los objetivos originales de la UE, toda vez que la gestión de la crisis se ha llevado o se va a llevar por delante lo que

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queda de los Estados del bienestar, mantiene el vínculo de las dos grandes familias políticas en relación con el proyecto europeo. En segundo lugar, obliga a una de las tradiciones, al menos, a reformular sus objetivos a corto y medio plazo. En tercer lugar, quiebra una seña de identidad sobre la que se había, hasta ahora, construido una identidad que singularizaba Europa frente a la globalización anglosajona y con ello, una de las razones de legiti-mación del proceso tecnocrático y despolitizado de integración.

En ausencia de legitimidad de origen –vinculada a procesos democráticos de decisión- la Unión Europea se había legitima-do sobre la base de los efectos prácticos de sus políticas. En la medida en que parecía que el resultado de las mismas era tanto una mejora del bienestar general como un incremento del valor añadido específicamente europeo: un Estado social que ofrecía perspectivas de integración, seguridad y bienestar creciente a la mayoría. Sin esa perspectiva de integración y bienestar la UE ha comenzado a ser percibida como parte de los problemas y no como parte de las soluciones. En consecuencia su gestión ha ad-quirido naturaleza política y su popularidad ha caído a niveles desconocidos desde que se tiene noticia en los eurobarómetros (1974).

Pero la última cosa, en relación con esto, y no menor, es que también las tradiciones alternativas se ven interrogadas sobre sus propuestas. En este espacio nunca hubo unanimidad ni acuerdo respecto a qué pensar de la UE y, ocupado el espacio del repliegue nacional e identitario por las fuerzas de extrema derecha, queda por ver qué harán las organizaciones situadas tradicionalmente a la izquierda de la socialdemocracia.

Es importante, a mi juicio, esta articulación de crisis económi-ca, crisis inducida del modelo social europeo y pérdida de legiti-midad del proyecto de integración mismo.

Algunos de los problemas que hoy se consideran más destaca-bles no son nuevos, de hecho, pero su notoriedad se ha acrecenta-do en este nuevo escenario.

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Podríamos destacar, en primer lugar, el fin de la relación virtuosa entre Europa y la Unión Europea como si ambas co-sas fueran la misma cosa, en una confusión entre civilización (si la hubiere) y proyecto político. Las dudas que hoy conmueven las instituciones europeas han mostrado que hay más Europas dentro y fuera de la misma UE. Destacar su naturaleza terrenal, acerca el proceso de integración a lo que realmente es: un diseño político y económico fruto de diversas y diferentes correlaciones de fuerza. Construido sin un propósito previo pero si mediante un método que hacía de la despolitización y de las servidumbres tecnocráticas el motivo mismo de su existencia.

La lógica del proceso de integración ha funcionado mientras fue posible mantener la ficción de que la Unión Europea se en-cargaba de cosas técnicas y la política seguía residiendo –con sus grandezas y miserias- en el espacio estatal-nacional. La crisis ha puesto especialmente de manifiesto la naturaleza mágica de esa creencia: la UE es un proyecto político de los pies a la cabeza. Un proyecto con una elevadísima capacidad decisional pero con un severísimo y crónico déficit democrático.

Y un proyecto que desde sus orígenes cuenta con una asimetría estructural que condiciona su presente y su futuro: la querencia (la centralidad) por la construcción del mercado único, ha habi-litado a las instituciones europeas para llevar a cabo una tarea minuciosa de voladura controlada de los Estados del bienestar. Efectivamente, los Estados, fieles intérpretes en este caso, de las necesidades del mercado, han sido habilitados para desmontar pieza a pieza todas aquellas limitaciones que impedirían la cons-trucción del mercado único, convertido en el gran objetivo de este proceso de integración. La mayoría de estos obstáculos se re-ferían a las políticas sociales y de control público de la economía. Podría haber ocurrido que se hubieran transferido a la UE las ca-pacidades para reconstruir, en el espacio europeo, las condiciones de regulación pública del mercado desmontadas en los Estados-Nación, pero no fue el caso. Así la Comisión y el Tribunal de Justicia se convirtieron en los motores del desmantelamiento de las políticas públicas de control del mercado, sacrificadas en el

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altar del mercado único. Pero los ajustes necesarios para paliar –o intentarlo- los efectos de ese desmontaje sistemático de los Esta-dos sociales quedaron en manos exclusivamente de los gobiernos. No se transfirieron capacidades de regulación en política social, ni se legisló para asegurar umbrales homologables de protección social o indicadores exigibles de gasto social, por ejemplo.

Maastricht (1992) fue la consolidación de ese proceso históri-co y la evidencia, también, de que por primera vez, las opiniones públicas europeas, hasta entonces entusiastas del proceso de in-tegración, se mostraban, por primera vez, confundidas. El apoyo a la UE cayó por primera vez más de diez puntos y, hasta ahora, no se han vuelto a recuperar los niveles de aceptación previos a Maastricht, de hecho se han deteriorado significativamente.

Pues bien, esa asimetría fundacional determina el funciona-miento mismo de las instituciones y sus capacidades, más allá o más acá de la voluntad de algún actor relevante en particular. Además, las instituciones y los Estados han sido protagonistas de ese diseño y convencidos defensores de sus consecuencias. Por alguna razón, se instaló el convencimiento generalizado de que la construcción del mercado único traería aparejado la instauración de un orden político democrático con todas las de la ley.

Pero ese proceso impulsor agotó sus energías y su crédito. Las fuerzas que hicieron posible mantener el encantamiento: el inter-gubernamentalismo (o la legitimidad de los Estados); la propues-ta federal (o un futuro político para este proyecto) y el mercado único (o una propuesta de prosperidad incremental), han agotado ya todas sus capacidades de embelesamiento. La gestión de la crisis ha revelado con contundencia tanto la disposición ideoló-gica de la mayoría de los gobiernos a servir dócilmente a la glo-balización financiera y sus servidumbres, como la exquisita fun-cionalidad del proceso de integración en su actual configuración para esos fines.

En este punto, la actual arquitectura institucional de la UE ha revelado sus severas limitaciones democráticas y sus servicios

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prestados a la despolitización de decisiones sustancialmente po-líticas.

El Frankenstein institucional que forman la Comisión euro-pea, el Consejo Europeo, el Parlamento Europeo y el Tribunal de Justicia, han favorecido un marco decisional donde la partici-pación ciudadana y la capacidad de control misma de lo que estas instituciones deciden, están excluidas. Y debemos decir, que no necesariamente por voluntad de los actores, sino porque ambas

–participación y control- se hacen imposibles en este modelo.

El modelo es ilegible políticamente para la mayoría de la socie-dad europea y no existen condiciones para que instancias ajenas a las mismas instituciones puedan ejercer su capacidad de control y exigencia de responsabilidad. Esto permite que las instituciones de la UE –especialmente la Comisión- puedan decir que ellos no saben nada de las políticas de austeridad y que los gobiernos culpen sistemáticamente a la Comisión y sus exigencias de las mismas. En este contexto un aumento, sin más, de los poderes del Parlamento Europeo podría paliar parcialmente el problema, pero no resuelve la condición no democrática de este diseño ins-titucional.

Debemos reconocer que aquí aparece un problema vinculado al tipo de respuesta que se dé a la pregunta de ¿qué queremos hacer con la Unión Europea?, si la respuesta es: marcharse a toda prisa, el entramado institucional y sus complejidades serán solo preocupación de académicos y curiosos. Si la respuesta es, esto no nos vale pero el proceso de integración, de alguna manera, es una perspectiva que apoyamos, entonces tenemos que encontrar res-puestas a la cuestión de cómo construir una democracia suprana-cional. Es decir, este entramado institucional, ahora existente, re-produce y amplifica el déficit democrático de manera permanente y, por tanto, no nos sirve, pero tenemos que construir un diseño democrático supranacional del que, hasta ahora, no tenemos mo-delo. Este diseño debería dar respuestas a cuestiones como par-ticipación ciudadana en el espacio europeo; construcción de un espacio público europeo; ¿es necesaria alguna identidad europea

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Pedro Chaves Giraldo

para hacer posibles lógicas de participación y empoderamiento?; ¿qué papel deben jugar los parlamentos nacionales en este diseño?, ¿cuánta transferencia de soberanía es soportable sin que se pierda la condición democrática de las decisiones?

Un aspecto más –y no menor- tiene que ver con la dimensión exterior de la UE. Hay razones relacionadas con la pérdida de peso y de dinamismo económico de esta zona en relación con otras zonas más pujantes del planeta. Pero además de esa dimen-sión económica, está la proyección exterior de la Unión Europea, su condición, presumida, de defensora de un nuevo paradigma en las relaciones internacionales. Hay que decir que la historia de la UE se compadece mal con esa voluntad de proponerse como una baluarte de los derechos humanos en un mundo hostil y hobbe-siano, pero es que ni siquiera puede decirse que ni lo uno ni lo otro sean predicables de la Unión Europea, como tal. Lo cierto es que la política exterior de la Unión Europea ha sido siempre un asunto más propio de los discursos que de las prácticas. Éstas han quedado en manos de los Estados que han buscado compli-cidades en la Unión Europea, que no siempre han encontrado, piénsese en la intervención francesa en Malí o la no producida intervención militar directa en Siria.

En fin, los desafíos, las preguntas que a día de hoy son per-tinentes en relación con la UE tienen un calado sistémico. No son asuntos de matiz o de detalle, no es mejorar una u otra polí-tica. La crisis económica y la gestión de la misma han despojado al proyecto de sus ropajes tecnocráticos y despolitizados y han mostrado al emperador desnudo. La cuestión ha dejado de ser empujar para hacer posible “más Europa”. En realidad, habría que decir que esa formulación fue, en general, una manera de justificar el proceso de integración realmente existente sin querer hacerse más preguntas sobre el mismo.

Lo pertinente e imprescindible hoy es responder a la pregunta de: ¿necesitamos esta Unión Europea? Y ninguna de las dos res-puestas posibles nos conduce, necesariamente, a una sola alterna-tiva. Tanto el sí, como el no, pueden sugerir propuestas que, en

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De crisis de representación, crisis de la democracia y Unión Europea

un caso, serán pensadas como reformas mayores o menores, y en el otro, como la necesidad de pensar en profundidad para refun-dar el proyecto europeo.

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La UE divide (duramente) a EuropaManuel Monereo Pérez

Para conocer un poco el estado de mi espíritu después de la primera ronda de intervenciones, voy a empezar con una cita lin-dísima que he encontrado de una carta de Carlos Marx a Ruge que dice: “la situación desesperada de la época me llena de espe-ranza”. Yo creo que vivimos una situación desesperada que nos llama crecientemente a la esperanza. Tengo una compleja rela-ción con la palabra y con el término utopía, que he usado mu-cho también; vengo de una tradición que lo que ha pretendido es llegar a ser realista revolucionario, partiendo de que la realidad hay que conocerla para transformarla, pero a partir de las contra-dicciones de la propia realidad.

Hace unos días leí una interesante entrevista, de Pietro Bar-cellona, donde hablaba de la especificidad de lo que él llamaba la persona europea, si tenía especificidad o no, y él encontraba, (claro, él es un teórico de mucho nivel, quizá en lo abstracto) que en Europa hay una especifica relación del hombre y la mujer europea histórica, que en eso éramos muy diferentes, por ejemplo del paradigma japonés o el paradigma norteamericano.

Yo voy a intentar hacer una intervención desde la esperanza desesperada, pero desde una cierta perspectiva histórica, porque creo que las crisis tienen eso, los acontecimientos son tan duros, tan tangibles y tan inmediatos que corremos el peligro de repetir como nuevo cosas que son más viejas que la TROIKA o como

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luego diré, de repetir categoría zombi, que como los muertos vi-vientes, andan por ahí dando vueltas.

Empiezo por la historia. En el año 1944 salieron dos grandes libros, que creo que han marcado, uno más que otro, la historia del siglo XX. Uno fue El camino de servidumbre de Friedrich Ha-yek, el otro fue mucho menos conocido (para mí de vital impor-tancia trabajar sobre él) La gran transformación de Karl Polanyi. Surgieron los dos el mismo año, de dos personas de la misma cultura, es decir, de la cultura del viejo imperio austro húngaro y toda su enorme grandeza.

En el célebre libro de Toulmin-Janik sobre La Viena de Witt-genstein, podemos ver esa enorme grandeza del circulo de Viena, del psicoanálisis, de los grandes autores como Kafka, del viejo marxismo de la socialdemocracia austriaca y de la Viena roja, que fue seguramente, a mí me lo parece, el punto más alto de la iz-quierda europea en toda su historia. También su digna derrota por la reacción encabezada por el canciller Dolfus en el año 1934 (es más, sin esta derrota nunca se podrá entender, por ejemplo, la radicalización del PSOE y de Largo Caballero).

En esos dos libros hay dos maneras de analizar la realidad de aquella crisis, la que comienza en la Europa del año 14 y que termina en 1945, lo que se ha llamado modernamente la Guerra de los treinta años, que tiene tras de sí la primera gran crisis del capitalismo y de la primera globalización o intento de globaliza-ción del capitalismo.

Hayek tenía un gran problema, sabía que la crisis de legitimi-dad del capitalismo era muy grande y que, como él decía, existía la tendencia a un nuevo intervencionismo del Estado en la “sana” naturalidad del mercado, y eso le daba un enorme temor, porque él decía siempre que eso sería el origen del totalitarismo. Desde ese punto de vista, a Hayek, lo que le daba más miedo es que, a su vez, esta crisis de legitimidad del capitalismo se daba con un ascenso potente y clamoroso de las fuerzas populares de la iz-quierda. Su enemigo no era el comunismo solo, sino la socialde-mocracia, en este caso británica, y él decía que el gran problema

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es que la democracia política caería y que habría que construir mecanismos para impedir que la democracia contaminara la eco-nomía y el mercado, que siempre sería negativo, porque el merca-do es el orden natural.

Esa pretensión, antes se ha hablado del ordo liberalismo y ha-blaba Pedro Chávez con mucho acierto de que el neoliberalismo no es el contra-Estado, el neoliberalismo es un modo de interve-nir el Estado en la economía precisamente a favor del poder eco-nómico. El neoliberalismo es seguramente el Estado más direc-tamente interventor que ha habido nunca. Nada hay, por cierto, más intervencionista que la construcción europea, diría que hasta de ingeniería social a lo Popper (de grandes magnitudes, que no se le hubiese ocurrido al GOSPLAN soviético), se trata funda-mentalmente de un modo de intervención a favor del mercado, es decir, de los poderes “espontáneos” que surgen en este caso del mercado oligopólico.

Lo que recomendaba Hayek era limitar el poder de la demo-cracia en favor de un federalismo europeo. Se diseña esto ya en los años 30 como se recoge en el libro, ese que recomiendo de Perry Anderson que se llama el Nuevo viejo mundo; es un libro fundamental para entender Europa y algo más. Él enseña como en los años 40 y ya a finales de los 30, se diseña una estrategia de construcción europea basada en este federalismo económico. Peter Gowan también lo dijo en una conferencia que dio en Ma-drid hace unos años, puso el acento en que el trasfondo último de la construcción europea es limitar el poder de la política y de la democracia. Monti, el empleado de Goldman Sachs, que ha sido durante años el primer ministro italiano, lo cuenta en sus memorias.

La idea clave era cómo conseguir que el proceso de integración europea deviniese en un Estado mínimo y un Estado mínimo es una democracia limitada, es decir, que lo que ella decide es cada vez menos y una democracia oligárquica, en el sentido siguiente: una democracia que rompe la representación entre los gobernan-tes y los gobernados, entre la clase política y la gente. Por eso

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cuando se habla de Europa hay que hacer un gran esfuerzo por tener también un poco de perspectiva de la propia historia de la evolución europea.

De ahí surge el neoliberalismo y quiero señalar aquí la im-portancia de la otra lectura que hace Polanyi, que a mí me da muchos instrumentos para comprender esta la realidad. Da otra interpretación, curiosamente, como buen discípulo de la escue-la austriaca, valora mucho el mercado, pero él diferencia mucho éste del “mercado autorregulado”, es decir, de la pretensión del mercado de gobernar a la sociedad, a las personas y al Estado. Él decía que eso sería incompatible con cualquier sociedad y que generaría resistencias en la misma. El movimiento obrero es una resistencia al mercado autorregulado y al liberalismo económico, y que el fascismo era la respuesta de la sociedad a la intervención ante un capitalismo salvaje que pretendía regular toda la sociedad. Se produce lo que podíamos llamar, en términos de David Har-vey, una gigantesca acumulación por desposesión que estamos viviendo en esta crisis. Lo recogeré al final para no perdernos.

Estamos hablando de crisis, efectivamente, pero la crisis no solo es una catástrofe social, es una utilización del conflicto. La crisis no es parálisis, la crisis mueve, transforma, articula. Eso ya lo vivimos en los años 70, muchos pensábamos que la crisis podría llevarnos al socialismo, mientras la Comisión Trilateral ya estaba emitiendo su informe sobre la “ingobernabilidad de las democracias”. Hoy sabemos que este informe es el inicio de la contraofensiva del capital que hemos llamado neoliberalismo.

La crisis es una agudización del conflicto de clases, de la lucha por el poder, nos guste o no nos guste, esa es la realidad. Se suele dar la fecha de marzo del 2010 como la del giro que da el go-bierno; yo voy a dar otra fecha, esta viene además contada en dos libros, uno de Ernesto Ekaizer y otro de Mariano Guindal.

El día 5 de Agosto de 2011, Zapatero recibió una carta que no se conoció entonces, el pueblo español no pudo conocerla. Ese día se entregaron dos cartas, una Berlusconi y otra para Zapatero. Esas dos cartas las escribieron a cuatro manos, Trichet, conoci-

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do militante del socialismo francés, y también MAFO, como se llama en Madrid a Fernández Ordóñez, otro conocido militante socialista.

Los dos militantes socialistas unidos por la banca, en este caso “pública”, le escriben una carta a su correligionario Zapatero. La carta a Berlusconi la escribía Trichet con otro economista que no era socialista, pero que tenía una gran “ventaja”, era también de Goldman Sachs: Mario Draghi. La de Berlusconi la conocemos, la conocemos porque él la filtró a la prensa; y la carta a Zapatero la conocemos hoy por lo que cuenta el Ekaizer y lo que cuenta Guindal.

¿Qué cuenta la carta?, lo que viene a decir es muy simple: o haces lo que ellos llaman reformas, perdón, contrarreformas es-tructurales, o dejamos que la prima de riesgo continúe subiendo con lo que se generaría una enorme crisis de la deuda y de la economía española. Le ofrecen ayuda si pone en marcha todo un conjunto de reformas, que son las que se han realizado en todo este proceso. Eso surge de un conciliábulo singular, el presidente del Banco Central Europeo y el presidente del Banco de España, entre los dos, le dicen a Zapatero lo que tiene que hacer.

Desde el punto de vista político, el hecho puede ser muy gran-de, es un chantaje, un chantaje mafioso, de los que hacía Corleo-ne a los adversarios. El problema era mucho más radical desde el punto de vista de lo que estamos discutiendo de Europa y de la representación democrática. Es la declaración de un Estado de excepción, es decir, un Estado de excepción no es solo el que te impongan por las armas, eso ya no se hace. El Estado de ex-cepción es que los que tienen el poder impongan sus directrices a la soberanía popular sí o sí, es decir, se suspende el derecho y mandan los poderes de hecho.

Es el gobierno de los poderes fácticos, es un Estado de excep-ción desde el punto de vista democrático. Yo no sé lo que hubiese hecho, yo no sé lo que pensaría Benito Pérez Galdós de lo de Zapatero, qué calificación política le daría. Lo que quiero decir es que ese señor, ocultando al pueblo español la existencia de esa

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carta decide algo parecido a lo que hizo Adolfo Suarez cuando dimite. Ante la presión de los poderes fácticos, de los poderes económicos, de ese gigantesco Frankenstein que es la Unión Eu-ropea, no le queda otro remedio que cambiar de política, seguir el dictado de los que realmente mandan.

Una vieja definición, ¿quién es el soberano real de la Unión Europea? los poderes económicos, lo dicen ellos, ¿verdad?, el mercado.

Pero fijaros bien, esto ya lo dijo el presidente del Bundesbank en los años 90, siempre he tratado de entender a los alemanes en estas cosas, y lo decía Timerman, hemos conseguido con la Europa de Maastricht que los mercados impongan su poder a los Estados y que todo el mundo tenga que vivir bajo la presión de los mercados. Esa es la otra cara de la prima de riesgo, la prima de riesgo no es que dure, que sea más caro o más barato, que tiene su enorme importancia, es que nos hace dependientes permanente-mente de los mercados.

¿Pero qué tipo de construcción europea es la que hay y qué tipo de mundo estamos construyendo? Esta yo creo que es la pregunta radical.

No voy a irme mucho más lejos. Se ha hablado, es evidente, que hay al menos tres cosas que explican bien Maastricht, y que hoy además las conocemos, porque se ha escrito historia, cono-cemos lo que pasaba en esos días, y sabemos cómo se ha hecho el euro. En el último libro de Loretta Napoleoni que se llama Democracia en venta, dicho sea de paso, excelente libro y excelente título, ella lo cuenta a la perfección: el gran problema no fue solo la caída del Este, no fue solo, que tiene una enorme importancia, es la ampliación al Este, porque Europa se hace más heterogénea, llega heterogénea con la Europa del Sur, pero ya con la Europa del Este es enormemente heterogénea política, étnica, cultural-mente, desde cualquier punto de vista. En el meollo de todo eso estaba la reunificación alemana.

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Yo ya tengo que decir, como pasa cada vez que hablo de Israel, que yo no soy antisemita. Pues lo mismo, yo ya lo primero que tengo que decir para hablar de Alemania es, no, yo no soy anti germano, porque rápidamente te dicen “no, es que tú eres anti germano”. Mi cultura tiene que ver más con Alemania que con ningún otro país, por muchas razones, no solo por ser marxista. Por cierto, recomiendo el libro de Rafael Poch que ha dirigido él, se llama La quinta Alemania, que debería ser un libro funda-mental para sacarnos de muchas dudas que tenemos y que ahora hablaremos.

Alemania no quería el euro, Alemania no estaba con el euro, no era su mejor opción, nunca lo fue, fue una idea básicamente del presidente francés Mitterrand y de Francia para amarrar a Alemania, ante el miedo del surgimiento de nuevo de la “cuestión alemana” en esta Europa que quería unirse, y para eso considera-ron que era importantísimo atarla con la moneda europea.

¿Qué es lo que hay detrás de esa historia? Alemania dijo: “si me vais a controlar, la moneda será mía”. Eso se llama el “poder estructural” de Alemania, que es un viejo término de la relacio-nes internacionales, que significa poder para fijar unas reglas del juego que siempre la benefician.

Ahora bien, donde está el meollo de la cuestión de Alemania, que yo creo que merece la pena al menos discutirlo sin sacar a Adolfo Hitler ni de más historias, es muy simple, es que tienen Estado. Hay una alianza de clase entre los grupos de poder eco-nómico y una parte sustancial del movimiento obrero organizado en torno a una estrategia económica competitiva que podemos definir como neomercantilista. Si escucháramos lo que opinan algunos dirigentes de IU parecería que el Estado no existe o está en vías de desaparición. Esto no es verdad, como pone de mani-fiesto Dani Rodrik en Las paradojas de la globalización, y porque algunos tenemos las experiencias de América Latina.

El problema de fondo es muy simple. La Alemania reunificada (su coste fue en torno a dos billones de euros) define una estrate-gia de Estado-Nación para competir con el resto de los Estados

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de la Unión Europea. El problema es que no es posible un pro-ceso cooperativo de integración cuando el Estado hegemónico diseña una estrategia competitiva frente a otros Estados que por definición, implica que siempre habrá ganadores y perdedores.

Su estrategia se ha basado fundamentalmente en bajar los salarios directos e indirectos de los trabajadores alemanes. Por eso, cuando hablan de que no hemos hecho los deberes, están diciendo “es que nosotros reprimimos a nuestras clases obreras, les quitamos peso a los sindicatos para poder ser competitivos en la economía mundial y usar Europa como plataforma para la ex-pansión internacional del Estado alemán y de sus empresas”. Eso es lo nuevo que aparece ahí, eso es incompatible con cualquier proceso de integración supra nacional.

En Europa, se han producido tres hechos fundamentales. Pri-mero, desde Maastricht hasta acá, se ha constitucionalizado el neoliberalismo, eso ha cambiado la naturaleza de la propia in-tegración europea. Segundo, ha liquidado el Estado social y sus fundamentos. En tercer lugar, a mi juicio, el cambio más radical, ha acelerado la división en dos de Europa. El euro ha profundi-zado la división de Europa en dos bloques, entre un centro y una periferia. Y el problema es muy simple, es ¿qué modelo produc-tivo nos toca en la Europa alemana que viene? y ¿qué tecnología? ¿Qué empresas? ¿Qué cualidad y cantidad de trabajo? ¿Vamos a tener derechos sociales? ¿Vamos a tener derechos sindicales? ¿Va a haber empleo de calidad? ¿Va a haber pleno empleo alguna vez? ¿Qué nos toca en esa Europa que se está gestando en la crisis?

Y luego el tema de la democracia. Compañeros, no voy a ci-taros a ningún autor así más rojo que uno mismo, pero un po-quito de un conocido economista griego Varoufakis, que pone de manifiesto que mucha de las citas que se repiten hoy macha-conamente tienen sus antecedentes en destacados representantes del nazismo y del fascismo europeo. La noción de confederación Europea incluso de una federación, no es en sí misma incom-patible con lo que los nazis tenían en la mente; la lección que se desprende de ello no es que la Unión Europea sea totalitaria

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por su naturaleza, sino que puede serlo por los efectos sociales y políticos que produce. Por lo tanto el actual déficit que crece, en cada vuelta de la tuerca que impone la Troika, es un mal presa-gio para los demócratas europeos. En resumen, una multitud de males puede ocultarse bajo el velo ideológico de una integración europea hecha de arriba abajo, especialmente cuando se lleva a cabo por medio de una recesión asimétrica y feroz.

Qué quiero decir con esto, que no es solo esto, y ahí termino con Polanyi. Yo creo que es posible que todo siga igual sin cam-biar fundamentalmente; yo creo que hay ideas zombi, categorías zombi: Europa social, modelo social europeo…; hablar de ellas hoy no cambia nada en este Estado de excepción permanente que vivimos; eso son categorías zombi que hemos de dejar de lado y no seguir empleándolas, porque tenemos que ir cambiando de lenguaje, y todavía en los papeles hablamos de Europa social, madre mía, ¿qué será eso?

El problema de fondo no está ahí, el problema es que tenemos que conectar tres cosas muy importantes, en eso está en juego lo que Emanuel Todd llamaba euro fascismo, de cómo las condicio-nes que está imponiendo Europa, es decir, el mecanismo único entre poder económico, clase política y poderes mediáticos. El mecanismo único de esta oligarquía maciza que nos gobierna, de esta enorme oligarquía que nos gobierna, es euro fascismo. Están creando las condiciones en muchos países para el fascismo, sobre todo, en los países del Sur.

Los gobiernos, todos los gobiernos que tenemos, conspiran contra sus ciudadanos, no son capaces de decirles la verdad, es decir, que les van a expropiar de sus derechos políticos, sus dere-chos sociales, todos sus derechos de ciudadanía.

Unos dirán, como los nacionalistas catalanes, que ellos quie-ren ser un Estado libre en la Unión Europea, un nuevo Estado libre en la Unión Europea. Están en su derecho a pensar así, pero esta Europa es el problema y no la solución, al revés de lo que se ha venido diciendo tantos años.

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Hay tres temas en esta situación.

Una, es qué parte está asignando y asignará la Unión Euro-pea a su periferia, y específicamente a España. Dos, qué mode-lo productivo va a salir de ahí o qué contra-modelo productivo se puede hacer de ahí. Y, en tercer lugar, ligarlo con el proceso constituyente, lo estamos viviendo y no es por casualidad, es que esta Europa es un elemento central de la crisis de los regímenes políticos de los países del Sur. Se está produciendo también una enorme fractura política y democrática en la propia Unión Euro-pea. No es extraño que la Federación Europea de Sindicatos no haya convocado todavía una huelga general por Europa, y no es porque no quieran, es que no pueden hacerlo.

Sin un fuerte poder ciudadano y republicano nunca podremos transformar este mundo, seguramente. Como empecé al prin-cipio termino, la situación desesperada de la época me lleva a la esperanza.

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Crisis de representación, crisis de democracia: Una respuesta desde el sur

Carlos Portomeñe Pérez

Introducción

Es evidente que vivimos tiempos de emergencia social y de excepcionalidad democrática. Y frente a aquellos que interesa-damente intentan presentar la crisis como un proceso económico coyuntural, hay que afirmar que asistimos a una crisis sistémica de una magnitudes y consecuencias imprevisibles, no sólo para la vieja Europa, sino para la propia Humanidad en su conjunto.

El capital busca el pleno dominio sobre los seres humanos y la apropiación de las riquezas y recursos del planeta. Y en esa búsqueda, ni siquiera la democracia formal está a salvo. La res-puesta del gran capital a la crisis ha sido un salto al vacío a través del sometimiento de gobiernos y parlamentos a decisiones que se toman en otras esferas de poder por una minoría anónima que escapa al más mínimo control democrático; esto es, la soberanía popular puesta al servicio de la dictadura de los denominados

“mercados”.

Se han quebrado los espacios democráticos abiertos en Europa tras la II Guerra Mundial, comenzando por el desmantelamien-to de las conquistas sociales y políticas del movimiento obrero obtenidas a lo largo del siglo XX. La caída del campo socialista allanó el camino al capitalismo hasta el punto de que sus teóricos llegaron a hablar del famoso “fin de la historia” que vaticinaba el paraíso capitalista en la Tierra. La frase que mejor resume lo

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sucedido desde entonces es aquella que se utilizaba en los prime-ros años de la extinta URSS: “Todo lo que nos contaron sobre el comunismo era mentira, pero todo lo que nos contaron sobre el capitalismo era verdad”. Por eso ya hablábamos en los años noventa del predominio político y cultural del neoliberalismo y su tendencia a configurarse como “pensamiento único”. Hablába-mos de una gran derrota de la izquierda, de la penetración de sus principios y fundamentos en sectores significativos de ésta y en el interior de las clases subalternas.

Es esa derrota cultural y política la que abre las puertas al pro-ceso de globalización neoliberal, cuya materialización normativa en Europa es el Tratado de Maastricht, un remedo del llamado Consenso de Washington. Y así es, grosso modo, como se im-pone la Europa de los mercaderes frente a la Europa Social que defendía la izquierda transformadora. De este modo llegamos a la fase actual de la lucha de clases, donde ni siquiera el marco democrático nacido del famoso “consenso” de la Transición a la democracia en España está garantizado, y donde cada vez se hace más patente que la salida de la crisis debe ser anticapitalista y democrática o será neoliberal y oligárquica.

Asistimos, además, a una preocupante situación de rearme mundial y de aumento de las agresiones y las amenazas militares para controlar los recursos naturales y energéticos del Planeta. Es muy importante destacar, llegado este punto, que existe una relación directa entre la crisis estructural del sistema capitalista y el número creciente de conflictos armados, y que el imperialismo nunca actúa en defensa de los derechos humanos sino que, bien al contrario, el sometimiento, la muerte y la miseria forman par-te de su propia naturaleza, actuando la OTAN como su brazo armado.

Y todo lo expuesto anteriormente guarda relación directa con la crisis del modelo democrático-representativo heredado de la Transición y del actual modelo de construcción europea. El so-metimiento de las instituciones democráticas a la dictadura del capital y la pérdida de soberanía popular han desembocado en

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Crisis de representación, crisis de democracia: Una respuesta desde el sur

una palpable crisis de la democracia representativa, que puede sintetizarse simbólicamente en el cántico del 15-M que inundaba las calles y plazas de todo el país, perfectamente ampliable al es-pacio europeo y a sus instituciones: “No nos representan”.Transición y democracia en España

El problema es de fondo, estructural. La crisis democrática y de representación no responde a unos hechos coyunturales, a vicios del sistema democrático representativo, sino que está en su propia raíz. Estamos ante un entramado económico, político e institucional perfectamente diseñado para poner la democracia formal al servicio de la oligarquía financiera, y el bipartidismo constituye uno de los instrumentos principales para legitimar su dominio, o para garantizar la gobernabilidad, si utilizamos su terminología.

Desde el final de la II Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría, España se convierte en un país intervenido por los EEUU y sometido a sus intereses en política exterior. El “modélico” y

“ejemplar” proceso de Transición democrática triunfante en Es-paña es un proceso tutelado y dirigido desde el otro lado del At-lántico, perfectamente planificado para cumplir unos objetivos políticos primordiales: garantizar la sucesión del dictador Fran-cisco Franco en la figura de Juan Carlos I; establecer un sistema democrático basado en un bipartidismo que neutralice los extre-mos políticos y que permita la entrada del país en las estructuras económicas y militares de carácter supranacional; y todo ello a través de un proceso no traumático que asegure la pervivencia de las élites franquistas, fundamentalmente.

La Corona

Es preciso recordar que la principal estructura institucional del sistema, la Corona, además de impuesta y anacrónica, es ya en esencia contradictoria con la democracia. El Rey, considera-do por la Constitución “símbolo de la unidad y permanencia del Estado”, fue impuesto por el dictador y, como es sabido, juró los Principios fundamentales del Movimiento franquista, pero nun-

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ca llegó a jurar la Constitución que da cobertura legal a la propia monarquía parlamentaria. Su coronación fue un proceso dirigido por el gobierno de los EEUU, lo cual ha garantizado siempre la subordinación de la monarquía a los intereses norteamerica-nos. Asimismo, se niega la posibilidad de elección de la Jefatura del Estado mediante sufragio y se contempla la inviolabilidad del monarca, que no está sujeto a responsabilidades. La pervivencia de la Corona expresa en la práctica, además, el poder de las oli-garquías financieras y empresariales: 1.400 familias dominan el 80% del PIB, muchas de ellas provenientes de las mismas élites económicas del régimen anterior.

Bipartidismo

Es fundamental analizar el fenómeno del bipartidismo para entender la actual crisis de representación.

El bipartidismo no constituye una perversión ni un accidente dentro del sistema de partidos. El bipartidismo es un objetivo planificado desde el primer momento para garantizar la alternan-cia en el gobierno, el proceso de acumulación y el sometimiento del Ejecutivo a los mandatos de los organismos supranaciona-les que garantizan la supremacía económica de los EEUU. El bipartidismo comienza, fundamentalmente, con la creación cal-culada de la estructura organizativa de los partidos del sistema, principalmente el PSOE y el PP (antes AP) que van a marcar la historia reciente del país desde 1982. No es un proceso original y particular del modelo español, sino que la tutela y el diseño de los procesos de transición política es una práctica habitual del imperialismo que tiene plena vigencia. El caso paradigmático de entonces, de interés por su cercanía geográfica, es la aparición en la escena política portuguesa del Partido Socialista Portugués tras la Revolución de los Claveles, a pesar de carecer de un refe-rente histórico previo.

El pluralismo político que consagra el artículo primero de la Constitución como uno de “los valores superiores del ordena-miento jurídico” es contrarrestado con un sistema electoral “a la carta” que da cobertura al bipartidismo. La ley electoral ha ga-

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Crisis de representación, crisis de democracia: Una respuesta desde el sur

rantizado desde las primeras elecciones una sobrerrepresentación parlamentaria a los dos partidos más votados, que han oscilado entre el 80,86% de los escaños obtenidos conjuntamente en 1977 y el 92,29% en 2008.

En 1981, cuatro años después de las primeras elecciones gene-rales, Manuel Fraga manifestaba que “España necesita un siste-ma bipartidista polarizado hacia el centro”, y que “en los países que han sido capaces de establecer un sistema así ha triunfado la democracia” (El País, 18 diciembre 1981). En 1983, el mis-mo presidente del PP señalaba que las elecciones municipales de aquel año constituían un nuevo paso decisivo en la política espa-ñola, con un poder político definitivamente conformado por dos grandes fuerzas políticas, “las dos orientadas hacia el centro so-ciológico” (El País, 6 abril de 1983). Ya en 1985, las minorías par-lamentarias denunciarían que el creciente “consenso entre Felipe González y Manuel Fraga evidencia los peligros del bipartidismo” (El País, 18 octubre de 1985). Y al respecto, el vicepresidente Alfonso Guerra sentenciaba: “Si las minorías están tan mal que fomentan el bipartidismo, ése es su problema”.

El bipartidismo es la fuente de legitimación de las políticas que machacan a la clase trabajadora desde hace décadas. Los acuerdos de PP y PSOE se visibilizan con más claridad en las instituciones europeas, donde ambos partidos han votado a favor conjuntamente todas aquellas políticas que después han aplicado durante décadas en el ámbito estatal, autonómico, provincial y local: la desrregulación del llamado “mercado laboral”, las priva-tizaciones, la externalización de servicios públicos, el rescate a la banca, y un largo etcétera. Y, por supuesto, han coincidido en la aprobación y ratificación de todos los Tratados de la UE y las di-rectivas más lesivas para los trabajadores/as, desde el Tratado de Maastricht al Pacto de Austeridad Fiscal (2012), pasando por el Tratado Constitucional Europeo (2004), la Directiva de servicios (2006), o el Tratado de Lisboa (2007), entre otros muchos.

PP y PSOE siempre han apelado al patriotismo (en realidad patrioterismo) y a la defensa de los intereses de España en los

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ámbitos internacionales, para justificar los acuerdos conjuntos en política europea que, al contrario, han perjudicado gravemente su soberanía, y han actuado de agentes legitimadores de esas po-líticas con el objetivo de ser asumidas por la ciudadanía. El bipar-tidismo, aquí y en el resto de países europeos, funciona como la maquinilla de afeitar: el primer partido afeita, el segundo parti-do apura. El desgaste de uno conlleva el crecimiento del otro, y cuando este proceso no es suficiente para aprobar las políticas antisociales sin conflicto, la burguesía instaura los gobiernos de

“salvación nacional”.

Por citar algunos ejemplos recientes del sur de Europa:

En Grecia, el PASOK ganó con mayoría absoluta las eleccio-nes generales de octubre de 2009 bajo la promesa de frenar los planes de ajuste que ya avanzaba Nueva Democracia. Ambos su-maron el 77,4% de los votos (el 86,7% de los escaños). El gobierno socialista aprueba las medidas antisociales que había prometido combatir, y como consecuencia el Ejecutivo del primer ministro Papandreu cae dos años después, en 2011. Se configura entonces el gobierno de concertación entre PASOK, ND y LAOS con la finalidad de aplicar las políticas de ajuste y los recortes sociales impuestos por la Troika. En mayo de 2012 se celebran nuevos comicios, dando comienzo a la quiebra del bipartidismo griego, con un porcentaje conjunto de los dos principales partidos que disminuyó hasta el 42%, porcentaje que se repitió en los comicios extraordinarios de junio.

En Portugal, el Partido Socialista Portugués repetía victoria electoral en septiembre de 2009 tras la celebración de unas elec-ciones legislativas marcadas por la abstención. Aunque perdía la mayoría absoluta de 2005, fue capaz de derrotar nuevamente al PSD con la promesa de frenar a la derecha y garantizar las políticas sociales en el país. PS y PSD sumaron conjuntamente el 65,67% de votos (el 77,4% de escaños). En 2011, el primer ministro José Sócrates perdería la votación sobre un nuevo plan de recortes so-ciales -el cuarto Programa de Estabilidad y Crecimiento (PEC IV)- solicitando entonces el rescate de la Troika y convocando

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elecciones. El 6 de junio de 2011, el PSD gana las elecciones en Portugal y el nuevo primer ministro, Passos Coelho, asegura que su país no será un lastre para la UE. El centroderecha obtiene el 38% de los votos y sus habituales aliados del CDS logran el 11,7% de apoyos. Los socialistas, con el 28%, sufren una severa derrota y José Sócrates dimite como líder del PS.

El 11 de julio de 2013, el presidente portugués, Anibal Cavaco Silva, llama a los tres principales partidos del país, incluido el so-cialista, a formar un Ejecutivo de “salvación nacional” apelando a la situación de “emergencia nacional”, y reclamando a las tres principales fuerzas políticas un acuerdo de gobierno para cumplir el programa de rescate y convocar elecciones anticipadas cuando concluya ese programa, en junio de 2014.

El bipartidismo es el bastón del sistema. Pero si surge la voz discrepante que amenaza la estabilidad del sistema y se enfrenta a las decisiones de las oligarquías financieras, entonces éstas temen el peligro de contagio. Cuando Syriza prometió abolir el pacto de austeridad, economistas y políticos de toda Europa alertaron del peligro. La edición alemana del Financial Times publicó un día antes de las elecciones griegas un editorial bilingüe (en grie-go y alemán) alertando a los helenos del peligro que supondría una victoria electoral de Syriza, y el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, calificó las elecciones de referéndum sobre la pertenencia de Grecia a la UE. “Si Grecia quiere quedarse en el euro, entonces tienen que aceptar las condiciones. De lo con-trario no es posible. Ningún candidato responsable puede ocultar eso a los electores”.

Parlamento

El bipartidismo y sus cómplices políticos son los responsables directos del distanciamiento entre el Parlamento y la ciudadanía. Un distanciamiento perfectamente cuantificable atendiendo a algunas de las votaciones más importantes realizadas en el Con-greso de los Diputados en los últimos tiempos:

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- En marzo de 2011 la intervención militar en Libia es apro-bada por 336 votos a favor, tres en contra (1 IU, 2 BNG) y una abstención (por error). Las encuestas más favorables al gobierno mantenían una oposición radical al conflicto del 28% de la ciu-dadanía; iniciada la intervención, la oposición al conflicto tenía más apoyos que la posición en contra. Dos meses después de esta votación en el Congreso nace el 15-M.

- Las propuestas de reforma de la ley hipotecaria y la “dación en pago” fueron derrotadas por los partidos mayoritarios en varias ocasiones desde que IU trasladase al Congreso de los Diputados por vez primera las propuestas de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) en febrero de 2010, en el marco de la comisión de vivienda. Como consecuencia de dichas votaciones, la PAH declararía a PSOE y PP enemigos de los cientos de miles de ciudadanos afectados por las ejecuciones hipotecarias.

- Pese a las protestas sociales, en septiembre de 2011 el Con-greso aprobó la reforma del artículo 135 de la Constitución por 316 votos a favor y 5 en contra, con el desplante del resto de la cámara que abandonó el hemiciclo. El 15-M realizó protestas en los alrededores del Congreso mientras se realizaba la votación y convocó protestas multitudinarias en todo el Estado.

- El 21 de junio de 2012, el grupo parlamentario Izquierda Plural votó en contra del Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria (TECG), más conocido como Pacto Fiscal Europeo, que fue ratificado en el Pleno del Congreso con la suma de votos del PP y PSOE. La ratificación del Pacto -una exigencia del Banco Central Euro-peo- salió adelante con los 310 votos a favor de PP, CiU, UPyD, PNV, UPN y FAC, frente al rechazo de los 19 diputados de la Iz-quierda Plural (IU-ICV-CHA), Amaiur, ERC, BNG, Compro-mís-Equo, NC y Geroa Bai. El PSOE critica de cara a la opinión pública las medidas de austeridad mientras vota favorablemente todas las legislaciones para aplicarlas.

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Constitución

Los partidos del Régimen nos han falseado la democracia y han desnaturalizado su norma suprema: la Constitución. Duran-te años, los autodenominados “constitucionalistas” se han pre-sentando como los auténticos guardianes de una carta magna in-tocable, irreformable y monolítica mientras se han encargado de convertir su contenido en papel mojado, especialmente la parte social que han incumplido de manera sistemática. Con noctur-nidad y alevosía, PP y PSOE reformaron la Constitución por la vía rápida en el año 2011 para establecer la prioridad del pago de la deuda y los intereses frente al gasto social. La contrarreforma del artículo 135 de la Constitución entregaba de este modo la soberanía nacional a la Troika y a los mercados financieros.

Como venimos señalando desde hace tiempo, las fuerzas del Régimen han comenzado de facto un período constituyente para convertir en papel mojado una Constitución que les ha queda-do grande, mientras a la ciudadanía le ha quedado pequeña. Es preciso destacar que más de 20 millones de personas en este país, más del 60% de la ciudadanía que está en edad de votar, o dicho de otro modo, ninguno de los menores de 53 años tuvieron voz, opinión o voto sobre la actual Constitución de 1978.

Mecanismos de democracia directa

Con respecto al referéndum, la legislación española establece dicha posibilidad de consulta pero con carácter no vinculante. Es importante señalar que en los dos únicos procesos de referéndum celebrados desde la entrada en vigor de la Constitución se con-sultó a la ciudadanía sobre temas de carácter internacional: sobre la permanencia de España en la OTAN (1986) y sobre el Tratado Constitucional Europeo (2005). Con respecto al referéndum so-bre la entrada en la estructura atlántica, la aliancista AP (el actual PP) pidió la abstención, posiblemente para no lastrar el voto del

“sí” al coincidir con la posición del PSOE. El PSOE, tradicional-mente opuesto a la entrada de España en la OTAN, arrastró una deuda histórica de 11 millones trescientos mil euros como conse-cuencia de los gastos originados por el referéndum, deuda que fue

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condonada por la banca en 2006 cuando dicho partido estaba en el gobierno, tras una negociación de dos años entre el PSOE y las entidades bancarias. El informe del Tribunal de Cuentas mostró claras dudas sobre el proceso de liquidación de la deuda.

Respecto al referéndum sobre la Constitución para Europa, la campaña fue absolutamente dirigida y manipulada para un apoyo mayoritario al “sí”, hasta el punto de que los defensores del “no” sólo pudieron tener acceso a los medios de comunicación públi-cos en aquellas circunscripciones provinciales donde su organiza-ción política había obtenido escaños en las elecciones generales del año anterior. Cabe recordar que las organizaciones que re-chazaban el Tratado sólo contaban con 18 diputados en aquel momento, con lo cual la campaña se centró casi exclusivamente en el voto positivo, postura que promovía la propia publicidad institucional. La participación fue tan sólo del 42%, la más baja en la historia de los procesos electorales y consultivos desde las primeras elecciones celebradas en 1977.

En cuanto a otro mecanismo como la Iniciativa Legislativa Popular (ILP), no ha pasado de ser una figura decorativa ningu-neada por los partidos del Régimen. De hecho, la mayoría aplas-tante de las ILP que fueron capaces de recoger el mínimo esti-pulado de 500.000 firmas no pasaron de la Mesa del Congreso. Resulta paradigmático el caso de la ILP sobre la Ley de 35 horas y el reparto del trabajo impulsada por IU en los años noventa. Eran necesarias 500.000 firmas y se validaron 750.000, pese a lo cual no pasó siquiera el primer trámite parlamentario para su discusión plenaria.Crisis estructural y rebelión democrática

Nos encontramos, por tanto, ante una crisis de carácter estruc-tural, no coyuntural, que conlleva una crisis de la superestructura política e institucional heredera del post-franquismo y un fin de ciclo del capitalismo español resultante de la Transición.

Simultáneamente, se produce una crisis profunda del proceso de construcción de la Unión Europea y del espacio económico

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surgido del Tratado de Maastricht, que a través de las políticas de ajustes agrava cada vez más el sufrimiento y la pérdida de so-beranía de los pueblos que la componen, y para cuyo desarrollo es fundamental la carencia de todo gobierno político o de garantías de control democrático de la ciudadanía. No resulta extraño que según Eurostat, la confianza de los españoles en las instituciones europeas haya pasado del 65% al 20%.

En conclusión, la salida a la crisis estructural requiere una transformación estructural que contemple un cambio profundo del modelo democrático-representativo heredado de la Transi-ción. Es sumamente urgente recuperar la Democracia.

Para una salida social a la crisis es necesario impulsar la crea-ción de un Bloque social y político de carácter alternativo que avance hacia un proceso constituyente profundo, que incorpore un cambio de Régimen en torno a una alternativa anticapitalista, federal y republicana.

Y en el ámbito europeo, es necesario articular una alternativa a la Europa de los mercaderes ampliando la influencia y la unidad de los trabajadores y trabajadoras a través de mecanismos de in-tervención social. Entendiendo, por descontado, que la lucha es internacionalista, para lo cual se hace indispensable seguir poten-ciando la coordinación y colaboración de las fuerzas alternativas al sistema en Europa, especialmente de los países del sur, desde Portugal a Grecia.

En el actual contexto de crisis, las elecciones europeas de 2014 cobran una especial relevancia porque abren la posibilidad real de abrir una gran brecha en el bipartidismo; porque un gran resul-tado sería un mensaje conciso y claro a la Troika de reprobación de sus políticas y convertiría el proceso de rebelión democrática en imparable; y porque, además, se visualizaría la alternativa y la posibilidad una salida social a la crisis.

En este sentido, señalar que la esperanza, la radicalidad y el internacionalismo fueron la clave del éxito en las pasadas elec-ciones autonómicas gallegas de Alternativa Galega de Esquerdas

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(AGE). Cuando durante la campaña transmitíamos a la población que ante una situación de emergencia se requieren soluciones de emergencia, hablábamos de la unidad en torno a un programa, de arrinconar las diferencias para encontrar el acuerdo -posible en base al discurso de clase- y llamábamos a la radicalidad democrá-tica. Pero la campaña, en pleno ecuador, tuvo un claro punto de inflexión con la celebración del mitin internacional de A Coruña, con la participación de Syriza, Front de gauche, Anova, IU y EU. El llamamiento a crear la “Syriza gallega” jugó un efecto socio-lógico muy importante, porque es muy probable que buena parte de la sociedad gallega y del electorado de AGE desconociesen los pormenores de Syriza y su programa, pero esta organización encarnaba la solidaridad con un pueblo griego que sufría los mis-mo problemas, los mismos abusos y tenía las mismas necesidades y anhelos que el pueblo gallego. Era también la visualización de Syriza como símbolo de la oposición a las políticas de recorte, por percibirse como la primera organización política que metía el miedo en el cuerpo a los gobiernos europeos de todo signo. La llamada a la Syriza gallega fue un mensaje alentador y entendido por toda la izquierda social. Hoy ese efecto sociológico y psico-lógico lo protagoniza AGE, cuyo éxito estuvo, por tanto, en el mensaje radical, la unidad en torno a un programa y la capacidad de devolver la esperanza y la ilusión de conquistar una salida so-cial a la crisis.

La izquierda transformadora, alternativa o revolucionaria tiene una enorme responsabilidad, tanto si gobierna como si no: es la última esperanza para mejorar las dramáticas situaciones generadas, y si defrauda las expectativas puede dejar el camino expedito al populismo de derechas o al fascismo. El fascismo es el Estado de excepción dentro de un capitalismo que permite una democracia más o menos formal cuando ésta garantiza su pro-ceso de acumulación; cuando la democracia es un obstáculo, el capitalismo declara ese Estado de excepción, que en la actual fase ha sido proclamado por los “mercados”, pero ya existen brotes de fascismo clásico por toda Europa.

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Durante siglos, cuando se hablaba de Europa y sus colonias de ultramar se distinguía entre el viejo y el nuevo mundo, res-pectivamente, desde una concepción absolutamente etnocéntri-ca. Hoy, esa diferencia conceptual se ha materializado, porque en América Latina surge y se construye el nuevo mundo, una paradoja colectiva del pensamiento revolucionario del “hombre nuevo”, en contraste con una Europa languidecida.

Somos el puente cultural y geográfico entre este viejo y ese nuevo mundo. Seamos capaces de conectar y mezclar la marea revolucionaria de América Latina con la ejemplar e histórica tra-dición revolucionaria de esta Europa que puede, y debe, recupe-rar su papel en el mundo.

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Javier Doz Orrit

Como sindicalista he reivindicado siempre la autonomía del sindicato, pero nunca he dejado de considerar que para cambiar la sociedad la primacía la tiene la política, una política que tiene que estar influenciada por la sociedad, ser permeable a las aspiracio-nes de la sociedad que se expresan a través de las organizaciones sindicales y sociales de cualquier tipo. Pero los factores determi-nantes están en el campo de la política. Y en la crisis española y en la crisis europea que vivimos esto me parece doblemente claro.

Voy a empezar con dos conclusiones, dos ideas fuerza. La pri-mera de ellas es que en la crisis económica y política que vive Europa, sus instituciones, y bastantes Estados europeos, sobre todo en el sur, la democracia es un factor clave. No lo fue, a mi juicio, con la intensidad de lo que lo va a ser ahora o de lo que lo tendría que ser ahora, en la otra crisis comparable –la de los años 30 del siglo pasado-, y lo es en un doble sentido.

En primer lugar, porque la imposición de las políticas de aus-teridad, contrarreformas, recortes sociales y laborales que esta-mos viviendo, sería imposible sin actos directamente antidemo-cráticos que se han producido en los últimos tres años. Y también, porque pienso que una ciudadanía española y europea informada, con libertad y con capacidad de intervención, sería capaz, si hu-biera cauces democráticos, si hubiera un cambio democrático que

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otorgara una real capacidad de decisión a la ciudadanía, de deste-rrar las políticas y el modelo neoliberal.

La segunda idea es que Izquierda Unida está en condicio-nes muy buenas en los próximos años, y empezando ahora en la próxima cita electoral de las europeas, de ser capaz de formular esa otra Europa que necesitamos. IU tiene un espacio claro de ampliación de su influencia política, teniendo en cuenta el des-gaste del PP y del PSOE, que se traducirá en buenos resultados electorales a poco bien que lo haga.

Pero creo que hay que ir más allá, sin dejar de renunciar a nuestros principios políticos básicos. Hay que ser capaces de for-mular una propuesta programática coherente que para la mayoría de la ciudadanía, no sólo para los sectores de electores potencia-les, los electores que van a venir de la izquierda. Porque hoy en día se puede convencer con análisis y propuestas a un conjunto más amplio de gentes que coinciden en decir que esta Europa es insostenible. Lo es, de hecho, para una mayoría de los ciuda-danos españoles. Tener una propuesta coherente no quiere decir tener una propuesta realizable mañana mismo. No, entre otras cosas porque los poderes económicos y políticos hegemónicos en Europa no lo permitirían fácilmente. Pero sí se tiene la oportuni-dad de formularla, convencer, recibir apoyos políticos y sociales, disputar la hegemonía en suma, en España y en Europa. Uno de los aspectos clave será, sin duda, la capacidad de comunicación política, cosa siempre complicada.

Hay dos fechas destacables en la crisis, siempre con antece-dentes. A nivel mundial, en su origen en los EEUU, fue la de septiembre de 2008, cuando quebró Lehman Brothers, siendo sus principales actores privados, los especuladores, aunque per-mitidos y favorecidos por el poder político. En Europa, los días 9 y 10 de mayo de 2010. Fue en una reunión del ECOFIN, pre-sidida por Elena Salgado, cuando los ministros de economía y finanzas de la Unión Europea, dieron un giro de 180 grados, a las políticas desarrolladas hasta entonces. Se enfrentaron a la crisis de la deuda soberana griega, que tenía una dimensión acotada,

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con medidas políticas que la agrandaron, la extendieron a través del contagio a otros países europeos, provocaron una segunda recesión, y acabaron convirtiéndola en una crisis política europea, una crisis política, y este es un matiz importante, que tiene mu-cho que ver con la democracia.

A partir de esta fecha, las políticas neokeynesianas que, con matices, el G20 impulsó a nivel mundial, desde noviembre de 2008, para salir de la crisis y salvar al sistema financiero mundial, y que con más o menos intensidad han seguido manteniendo EEUU, Japón y los países emergentes, se entierran para imponer a toda la UE algo radicalmente distinto, los principios de la eco-nomía política alemana más conservadora.

Hay un concepto que resume esta opción de economía política: el ordoliberalismo alemán, corriente de pensamiento económico que en los años treinta del siglo pasado competía dentro del libe-ralismo con la del austriaco Hayek. Su rasgo distintivo es que la economía tiene que regirse siempre por los siguientes principios: controlar la inflación, no tener déficit público y ahorrar. El ordoli-beralismo tenía, en aquella época, un matiz de preocupación social que lo diferenciaba de los postulados de Hayek. Lo malo es que en la concepción alemana moderna, la de los rectores del Bundes-bank, el ordoliberalismo ha diluido por completo la preocupación social –sobre todo en su aplicación a europeos no alemanes- al trufarlo con elementos de la economía de la oferta y la economía neoclásica. De los principios que configuran el neoliberalismo alemán moderno han salido, a través de la correa de transmisión de las instituciones europeas, las medidas que llevamos sufriendo desde hace tres años y que han producido no solo las devastadoras consecuencias económicas, sociales y laborales que conocemos

–no me voy a extender en ellas- sino que, además, han sido un fracaso absoluto en términos económicos. Los países que salie-ron débilmente de la recesión, en 2010/2011, han vuelto a ella. Cuando ahora parece que puede ser que no nos hundamos más, los De Guindos y compañía se atreven a cantar victoria, sin decir que en todo caso se ha debido a que se han relajado los objetivos de déficit y en que se ha relajado un poco el rigor de la austeri-

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dad. Difícilmente se puede se puede dar, y no lo decimos sólo desde la izquierda, lo dicen otros economistas de otros campos ideológicos, una combinación tan fuerte de fracaso económico e injusticia social.

Las consecuencias económicas y sociales, para la inmensa ma-yoría de la población, de la imposición de la economía política alemana conservadora están en nuestras mentes. Sólo subrayaré una: en España, como en Grecia o Portugal, ha vuelto a apare-cer la desnutrición infantil, en Madrid, Andalucía o Barcelona. ¡Cómo es posible que en un país con todavía 24.000 o 23.000 euros de renta per cápita se dé esto! Porque decíamos que en Ar-gentina, un país que producía tantos alimentos, era un escándalo cuando la crisis del 2001, que hubiera desnutrición infantil. Pero Argentina tenía entonces menos de la mitad de la renta per cá-pita que tiene hoy en España. ¿Cómo habría que calificar lo que sucede hoy en España, fruto de la enorme desigualdad en la dis-tribución de las cargas de la crisis? Esto es intelectual, política y moralmente intolerable.

El gran objetivo de las políticas de austeridad era la reducción en un plazo muy breve de tiempo de los déficits públicos; y para compensar supuestamente sus efectos y ganar competitividad, deflactar los salarios y los costes laborales. Así mejorarían las ex-portaciones y se compensaría la caída de la demanda interna. El problema entre otros es que aplicadas estas medidas simultánea-mente, aún en diferente grado, en todos los países europeos –y la UE concentra el comercio en las fronteras de su mercado único- se neutralizan en buena medida. Y la caída de la actividad y el empleo hacen que tampoco se alcance el gran objetivo de reducir los déficits públicos y las tasas de deuda pública. Y se entra en un círculo vicioso regresivo.

Las consecuencias políticas de estas medidas y del modo de adoptarlas son muy graves: la ruptura de los lazos de solidari-dad entre los Estados, sin los cuales ningún proyecto político compartido puede sostenerse. No se trata de lo que los gobiernos digan o simulen. Hablo del sentir de los pueblos. Hablo de los

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estereotipos muy negativos con los que la prensa alemana dibuja a los griegos. Y viceversa. Hablo de la caída brutal de la confian-za en la UE y sus instituciones que indican las encuestas en casi todos los países.

En la gestión de la crisis de las deudas, hay que decirlo con toda claridad, ha habido un país claramente beneficiado: Ale-mania. Lo ha reconocido su propio ministro de finanzas, Wol-fgang Schäuble, cuando un político socialdemócrata le pinchaba en la campaña electoral para que dijera qué nuevos compromisos financieros tendría que asumir Alemania con Grecia. Afirmó Schäulbe que Alemania se había ahorrado 46.000 millones de euros por la bajada de los tipos de interés de su abultada deuda, desde 2010. Vicenç Navarro calcula que han sido 80.000 millo-nes. Los cálculos no son nada fáciles porque hay que manejar mu-chos datos y muchas fechas. Pero una rebaja de dos puntos de los tipos alemanes de sus bonos a diez años de una deuda que suma 2,6 billones de euros, en cálculo rápido, teniendo en cuenta el stock de deuda alemana, podría llegar a sumar 180.000 millones de euros. Sea cual sea la cifra real esto es una parte del beneficio que ha obtenido Alemania mientras mantenía a muchos países de la UE, al euro y a la propia Unión Europea al borde del abismo, sin dejar que cayeran en él porque entonces también Alemania se hundiría con todos. Porque el libre funcionamiento de los mer-cados y la no actuación del Banco Central Europeo, como otros bancos centrales (la FED y los de Japón e Inglaterra), hacían que, en situaciones de máxima inestabilidad en los mercados de la deuda, los tipos de interés subían en los países del Sur de Europa

–los españoles alcanzaron el 7,5%- y bajaban en Alemania hasta casi el 1%, por no hablar de su deuda a corto plazo que llegó a te-ner tipos de interés nominales negativos. Y si esta es la situación en el campo de las finanzas públicas, también se puede hablar de los sistemas financieros privados. En 2012, la fuga de capitales en España ha llegado a ser de nada menos que 250.000 millones de euros, y sólo al final de año se redujo a 200.000 millones. Y buena parte de este dinero, y del procedente de Portugal, Grecia y otros países, ha ido a parar a bancos alemanes (también a los

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suizos, holandeses, austríacos y luxemburgurses), contribuyendo a resolver por el momento la mala situación de la banca mediana y pequeña alemana. Por lo tanto, se puede afirmar sin ningún género de dudas que la gestión de la crisis desde 2010, cuya res-ponsabilidad máxima corresponde al gobierno de Alemania, ha beneficiado mucho a Alemania, a sus arcas públicas y a su banca privada.

No sostengo, en absoluto, una postura “anti-alemana”. Re-cientemente fui invitado a un seminario en Varsovia, organizado por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, la Fundación Adenauer y la patronal polaca, y ante un grupo de empresarios, políticos e intelectuales, mayoritariamente alemanes y polacos y neoliberales, utilicé citas contra las políticas de austeridad y con-trarreformas estructurales tomadas sólo de autores alemanes. Y no sólo de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB), que ha propuesto una alternativa para salir de la crisis basada en un fuerte plan de inversiones que invierta cada año un 2 % del PIB de la UE a través de un Fondo de inversiones europeo, que se marque como objetivos servir de palanca a las economías más afectadas por la recesión y cambiar el modelo productivo euro-peo hacia una economía verde. También encontré argumentos en los economistas alemanes que combaten el ordoliberalismo y en el filósofo Jürgen Habermas que en un reciente artículo se atrevía a decir, en referencia al modo de gestionar la crisis europea por parte del gobierno alemán, que su ceguera y egoísmo iban a ha-cer fracasar por tercera vez en cien años un intento de Alemania de dirigir Europa; y los otros dos a los que se refería eran, nada menos, que las dos guerras mundiales del Siglo XX. Siempre se encuentran pensadores críticos en el país de Marx y Engels.

Otro factor de deterioro político, desde 2010, es el democrá-tico, el de los procedimientos de toma de decisiones que afectan a las condiciones de vida de decenas de millones de europeos. El Tratado de Lisboa, con todas sus limitaciones, había introducido más competencias para el Parlamento Europeo. Pero la gestión de la crisis ha sido un puro tránsito por las zonas de sombra de-mocráticas, una sucesión de decisiones ni debatidas ni aprobadas

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por el Parlamento Europeo o los parlamentos nacionales. A no ser estos últimos, y no siempre, para ratificar, sin enmienda posi-ble y con una pistola en la nuca, las imposiciones de la troika. Las decisiones importantes se adoptan sólo por el Consejo Europeo

–organismo intergubernamental-, mientras que la Comisión, que antaño ejercía su capacidad de iniciativa “más europea”, ahora reduce sus funciones a las de simple gestor ejecutivo de las deci-siones del Consejo. A partir de mayo de 2010, para imponer las políticas de austeridad con medidas en campos como los salarios, las pensiones o la protección social en los que la UE no tiene competencias, el Consejo y la Comisión han creado un sistema de normas -unas coercitivas, otras casi coercitivas- y unos instru-mentos para imponer condiciones políticas a los países rescatados

–los memorandos de entendimiento, los MOU por sus siglas en inglés- que prescinden de cualquier formulismo democrático. El esquema es simple: para darte la financiación que necesitas tienes que realizar toda esta larga lista de recortes en campos que son de tu competencia, pero si no lo haces no te doy el dinero y entras como país en suspensión de pagos. El rescate del sistema banca-rio español también tuvo su correspondiente MOU sobre el que nuestro Parlamento apenas pudo decir nada.

La lista de instrumentos para la mala gobernanza europea es larga: six pack, two pack, Pacto por el euro plus, Semestre Euro-peo, Planes Nacionales de Reforma y Recomendaciones especí-ficas por país, etc., y finalmente el fiscal compact, es decir el nuevo Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de la UEM. Increíblemente se votó por gran mayoría, sin apenas discusión, en el Congreso de los Diputados, y más increíblemente aún por la Asamblea Nacional de Francia. El nuevo Tratado significa ante todo la cesión de la soberanía nacional en materia de política presupuestaria, no a instituciones democráticas europeas, sino a funcionarios de la Comisión que sin dar cuenta a ningún órgano de control democrático pueden tumbar presupuestos nacionales y ordenar a los gobiernos que vuelvan a hacerlos, todo ello sin mediación de debate, control o voto ni del parlamento europeo ni del parlamento del Estado afectado.

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Lo mismo podemos decir de la troika y de su modo de elaborar los mandatos que impone a los países con fuerza de ley. Es otro ejemplo máximo del deterioro democrático que está sufriendo la Unión Europea. Ni siquiera se conoce en qué reuniones, con qué debates, cuáles fueron sus actas, ni nada sobre el proceso mediante el cual tres instituciones que no tienen control demo-crático –el BCE, la Comisión y el FMI- adoptaron sus criterios, que luego se supone pusieron en común e impusieron sin más a Estados soberanos. No cabe sino pensar que altos funcionarios de los tres organismos compartiendo una ideología común, el credo neoliberal, confeccionaron los MOU según sus prescripciones. Y no son debatibles ni recurribles ni enmendables, ni siquiera se pueden someter a una consulta democrática, sino que se lo pre-gunten a Papandreu.

Esta situación es intolerable, no se puede aceptar que se adop-ten decisiones vitales para la gran mayoría de los trabajadores y de la ciudadanía al margen de los controles democráticos más elementales. La cuestión de la democracia se vuelve así vital en la construcción europea.

Termino con unas breves, y forzosamente esquemáticas, re-ferencias a un programa político para Europa. El movimiento sindical europeo ha formulado la propuesta de Nuevo Contrato Social Europeo, a partir de la constatación de que el contrato social de la posguerra mundial, el que permitió la edificación de los Estado de bienestar europeos y de la propia Unión Europea, está quebrado. Es necesario uno nuevo que implique: el gobierno democrático de la economía; políticas económicas para volver a lograr el pleno empleo; la reconstrucción o el reforzamiento de los sistemas de derechos sociales y laborales, definidores del Mo-delo social europeo; la armonización fiscal en la UE y el estable-cimiento de una política fiscal común en la zona euro; etc. Una fiscalidad europea armonizada y progresiva que evite el dumping fiscal, luche con eficacia contra el fraude y los paraísos fiscales y proporcione a los Estados miembros los recursos suficientes para sostener políticas sociales avanzadas. Una fiscalidad común re-

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distributiva de la riqueza es un pilar fundamental de cualquier programa de izquierdas europeo.

Además de esto, desde CCOO y otros sindicatos europeos estamos luchando porque desde la Confederación Europea de Sindicatos se formule la propuesta de la necesaria “refundación política de Europa”. Porque ya no bastan los retoques. Porque si queremos más Europa necesitamos que su gobierno sea demo-crático, porque el gobierno de la economía, máxime con una mo-neda común, requiere cambios en profundidad de las funciones del Banco Central Europeo, un Tesoro común europeo, deuda europea común, eurobonos etc. Y todo esto requiere una refor-mulación completa de los tratados y no unos pocos retoques o un poco de unión bancaria.

Una democratización profunda del sistema político debería llevar a nuevas competencias del Parlamento Europeo y a la arti-culación de sus mecanismos de control con los de los parlamentos nacionales: así se eliminarían las zonas de sombra democráticas a las que he hecho referencia antes. Otro segundo elemento de democratización debe de ser el reforzamiento de los canales de participación de la ciudadanía, más allá de la actual capacidad de la iniciativa legislativa popular que, por otra parte, hay que agili-zar. Es necesario que se convoque una Convención constituyente, en la que no solo participen los parlamentarios europeos y los nacionales, sino que también establezca un canal de participación de la sociedad europea, de sus organizaciones sindicales, sociales y de todo tipo.

Para alcanzar esto hay que establecer una política de alianzas, una política de alianzas europeas en la que participe el sindica-lismo. La izquierda europea tiene que confluir con las organiza-ciones sindicales y sociales, a partir de las plataformas existentes y de su ampliación. Hay que crear una corriente europea que sea capaz de desarrollar esta alternativa en torno a tres ejes básicos: refundación política europea, nuevo contrato social, o como se quiera formular, y gobierno democrático. La democracia es el pegamento que debe volver a cohesionar un nuevo proyecto eu-ropeo.

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Mireia Rovira Adalid

Antes de abordar la situación política en Cataluña y en el con-texto en que se celebraron las jornadas organizadas por la FEC, Ezker Anitza y el Partido de la Izquierda Europea, era necesario hacer una mención a Siria, para condenar y oponernos ante lo que parecía iba a ser una inminente intervención militar lidera-da por Estados Unidos junto a sus aliados de la OTAN, bajo el pretexto de uso de armas químicas por parte del gobierno de Al Assad. Sirva para poner en duda ese pretexto las declaraciones de Carla da Ponte, ex fiscal del Tribunal de la Haya de Naciones Unidas y desde el año pasado, 2012, Comisaria designada por naciones Unidas para los crímenes en Siria, diciendo que son los propios rebeldes los que declararon estar utilizando gas contra su población.

Los mismos Estados Unidos que aseguraron en su momento que en Irak había armas de destrucción masiva para así poder bombardearlos, son los que pretenden llevar la libertad y el pro-greso al pueblo Sirio.

Es necesario insistir en que la violencia no puede ser un me-canismo de resolución de conflictos. La violencia no genera más que violencia. Parece ser que los 100.000 muertos por armas convencionales que se había cobrado el conflicto sirio en los dos últimos años no eran suficientes para conmover a la comunidad internacional. Por lo tanto, es necesario decir NO a la guerra ni en Siria, ni en ningún lugar.

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Mireia Rovira Adalid

Y entrando ya en el tema del debate, para explicar la situación que vivimos hoy en Cataluña, con el repunte del soberanismo, es necesario hacerlo ligado a la crisis. Es decir, este rebufo sobera-nista en Cataluña no hubiera existido si no nos encontráramos en Cataluña, -como en el resto de España-, en la situación de crisis económica, política y social en la que estamos inmersos. Porque efectivamente, en Cataluña vivimos y sufrimos las consecuencias de la crisis en la misma mesura que en el resto de Comunida-des Autónomas. Y es en este escenario, cuando la demoscopia empezaba a señalar un voto de castigo al partido en el gobierno, CiU, por su política de recortes calcada a la de la derecha del PP, cuando CiU empieza a ondear la bandera del soberanismo en Cataluña como cortina de humo a la situación de sufrimiento de los catalanes y catalanas.

A medida que se acercaban las elecciones autonómicas del 25 de noviembre de 2012, lógicamente como todos los gobiernos que han aplicado políticas neoliberales y de recortes, que no hacen más que provocar el sufrimiento de la población, CiU bajaba en intención de voto. En ese momento Mas adopta la estrategia de supervivencia de enrollarse la bandera y usarla para tapar el sufri-miento, los recortes, el desmantelamiento del Estado de bienestar, la sanidad y la educación, bajo el manto nacionalista, asimilando además el derecho de autodeterminación a la independencia.

Esta estrategia, al ser cortoplacista, le sirvió para ganar las elecciones de nuevo, pero se está desmontando poco a poco. Por-que Convergencia i Unió han estado 26 años en el gobierno de la Generalitat, y por lo tanto han tenido muchos años para tomar el camino a la independencia, si realmente lo hubieran querido tomar. No son independentistas, CiU son una federación de par-tidos, y Unió Democràtica de Catalunya, nunca han sido ni serán independentistas. Como tampoco lo son la gran mayoría de con-vergentes. CiU históricamente ha sido el partido de la burguesía catalana, y ésta no está por experimentos como la independencia. Signos de ese desmoronamiento son las diferentes declaraciones del propio Presidente Mas anunciando que si la consulta no se celebra el 9 de Noviembre, la fecha se convertirá en unas eleccio-

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nes plebiscitarias. Si yo fuera independentista, que no lo soy, me sentiría engañada y defraudada.

Quien está sacando rédito del desmoronamiento de esta es-trategia cortoplacista es ERC, partido que sí ha sido siempre in-dependentista, y sobre el que CiU está apoyando toda su obra de gobierno, llegando a votar conjuntamente los presupuestos más antisociales que ha tenido Cataluña para el 2013.

Y como parte de esta estrategia existe una lluvia fina mediática, apoyadas por los grupos empresariales de comunicación como el Godó, junto a los medios públicos, donde día sí, día también, bombardean a la población catalana con noticias sobre el proceso soberanista catalán: la Vanguardia, el Avui, Ara, Catalunya Ra-dio, TV3, RAC1, etc.

Esta lluvia fina ha ido calando en la opinión pública, y así lle-gamos al momento actual en el que, según las encuestas del Cen-tre d’Estudis d’Opinió, -el CIS catalán-, existe en Cataluña un 75% de la población que plantean un cambio respecto al modelo de Estado. De este 75% un 40% son directamente independentis-tas y un 35% hablan de un cambio que supere el modelo actual de las autonomías, el 25% restante son los que quieren mantener el statu quo o centralizar más. Lo que sí es cierto es que existe una gran mayoría que pide un cambio en Cataluña, un cambio res-pecto al modelo de Estado, y a cómo Cataluña debe relacionarse con el resto del Estado.

Pero desde EUiA, frente a los que proponen la independencia de Cataluña como la solución a todos los problemas, decimos que una Cataluña independiente dentro del modelo de la Unión Europea actual que tenemos sería cambiarlo todo para que nada cambiara. Porque la verdadera independencia es la independen-cia de la TROIKA no la independencia del gobierno de España.

Porque en una Cataluña independiente dentro de la Unión Europea tal y como la conocemos, la sociedad catalana segui-ríamos teniendo, los mismos problemas que tenemos de deuda, se seguirían aplicando los mismos recortes, o ¿nos creemos que

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la aplicación de la modificación de artículo 135 de la Constitu-ción, por el cual el primer gasto al que tienen que hacer frente un presupuesto nacional es al pago de la deuda y sus intereses para con la banca, en Cataluña no se aplicaría? ¿O creemos realmente que, con la correlación de fuerzas actual en Cataluña, el eventual gobierno independiente catalán le plantaría cara a la Troika para decirle que no paga la deuda que tenemos? No, la independencia de Cataluña sería cambiarlo todo para que nada cambiara.

Por lo tanto, una Cataluña libre sí, pero una Cataluña libre del yugo del austericidio. En Cataluña hoy estamos sufriendo los mismos problemas que está sufriendo la población en el resto del Estado español, porque durante los 26 años de gobierno de Con-vergencia y Unió han aplicado las mismas políticas neoliberales que han aplicado tanto los gobiernos del PP, como los gobiernos del PSOE en el resto del Estado. Y estas políticas nos han llevado a los mismos niveles de sufrimiento, paro, desnutrición infantil, corrupción, pobreza, desmantelamiento de los servicios públicos como educación, sanidad, a los desahucios, a la desindustrializa-ción, y todo eso también lo padecemos en Cataluña, no somos diferentes en eso.

Después de los seis años que llevamos de crisis ha quedado claro tanto para los catalanes y catalanas, como para los ciudada-nos del resto del Estado, que las políticas que nos han llevado a este atolladero no son las políticas que nos van a sacar de él.

Por lo tanto, es cierto, y desde Esquerra Unida también lo se-ñalamos, que ha llegado el momento de levantar la bandera de la alternativa global, pero no sólo en Cataluña, ni tan siquiera solo en el resto del Estado, del Estado español, sino en toda Europa, empezando por los países del sur, porque somos los que más es-tamos padeciendo el azote de estas políticas.

Y esta alternativa pasa por romper con la TROIKA, por in-dependizarse, pero de la TROIKA, para acabar con estas políti-cas de austericidio y con estos recortes. La clase trabajadora y la mayoría social debemos romper con la TROIKA, emanciparnos y empoderarnos para plantarle cara a estas políticas de la austeri-

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dad, trazando una hoja de ruta que sin duda pasa por abordar el tema de la deuda.

Es necesaria una auditoría para señalar toda aquella parte de la deuda que ha sido contraída de manera ilícita, de manera con-traria al interés que se supone que debe defender el Estado, que es el interés general, el interés de sus ciudadanos, y no pagarla. Declararnos insumisos frente al artículo 135 de la Constitución, que consagra que lo primero que tiene que hacer frente un Estado es pagar los intereses de la deuda.

Y esta alternativa pasa por dar la palabra al pueblo. Un pueblo donde desde la tradición de la que yo vengo, la comunista, el papel de la clase trabajadora tiene que ser un papel medular, ha de ser protagonista principal de este cambio junto, por supuesto, con otros nuevos actores que han ido apareciendo. Y aquí aparece la demanda del derecho a decidir.

Desde Esquerra Unida i Alternativa estamos a favor del de-recho a decidir, pero el derecho a decidirlo todo, no solo decidir qué tipo de relación tiene que tener Cataluña con el resto del Estado, o qué encaje tiene que tener Cataluña en el modelo es-tatal, sino que lo que queremos es decidirlo todo. Y eso significa decidir qué modelo económico queremos. Decidirlo todo signifi-ca decidir sobre el modelo social que vamos a tener en Cataluña, sobre qué priorizamos, si el pago de la deuda o la inversión en servicios públicos.

Pero en concreto, si hablamos sobre qué modelo de Estado o qué relación debe tener Cataluña con España, pues desde Esque-rra Unida lo tenemos claro. En Esquerra Unida apostamos, como hemos apostado siempre, junto con nuestra fuerza hermana en el resto del Estado, Izquierda Unida, por una República Federal. Por tanto queremos una Cataluña dentro de una España federal republicana y dentro de una Europa también federal libre e inde-pendiente de los dictados de la TROIKA.

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Democracia o “gran coalición”Marga Ferré Luparia

Vivimos tiempos difíciles, tiempos de excepción, tiempos de ruptura, pero ¿ruptura con qué?

El 22 de marzo hubo en Madrid una inmensa manifestación que apoyaba las Marchas de la Dignidad, cuya masiva asistencia (más de un millón de personas) sorprendió a propios y extraños. Nadie esperaba una movilización tan masiva y la pregunta se hizo obligada: ¿por qué sale tanta gente a la calle precisamente ahora? Y una de mis respuestas es: porque algo se ha roto. Creo que hoy son millones los que van siendo cada vez más conscientes de que no volverán “aquellos maravillosos años”, se ha roto el país que conocíamos, se ha roto el camino que nos habían trazado para llegar a vivir mejor.

No volverán “aquellos maravillosos años”. Y no deben volver; fueron los tiempos de la burbuja inmobiliaria, del crédito fácil, del pelotazo, del “España es el país donde es más fácil hacerse rico”, del “la mejor política industrial es la que no existe”. Esos tiempos nos han llevado a esta crisis. Construyeron un gigante con pies de barro, corrupto, que se nos ha caído encima. Se ha roto su idea de país, porque un lugar donde hay más de seis millo-nes de parados, 12 millones de pobres no es un proyecto de país. Es un proyecto de desastre.

Hoy el poder se está reconfigurando porque han cambiado las relaciones económicas que lo sostenían. Hoy en España ya no

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Marga Ferré Luparia

funciona ni la democracia formal. Hoy el capitalismo ya no te compra 8 horas de vida, sino que impone una explotación verti-cal, persona a persona, de la totalidad de tu vida, trabajes o no, con derechos por renta accesibles solo a los que los puedan pagar. Acumulan capital desposeyéndonos de todo y por eso las únicas propuestas válidas para enfrentarlo son las que se piensan desde el punto de vista de la explotación.

Las reglas del juego han cambiado: hoy no manda la política, ni lo pactado en el 78; por eso es un fin de ciclo y por eso es el tiempo de una propuesta diferente. Una propuesta que tiene que partir del reconocimiento de que teníamos razón, aunque sea con el dolor de constatar que nunca hemos perdidos más derechos por minuto.Pacto de Estado

Ellos, “los indignos, que son los que en el mundo mandan” tienen la suya: una Grosse Koalition, la gran coalición entre la derecha y la “socialdemocracia”, el Pacto de Estado, versión ins-titucional del “para que nada cambie”.

La ironía es que nosotros no solo es que no queremos, es que además, no podemos pactar: porque el enorme trasvase de rentas del trabajo a rentas del capital es lo que imposibilita ese pacto. No son pocos los que desde las atalayas mediáticas apelan a “un gran pacto de Estado” como panacea para salir de la crisis y cuya cimentación requiere resucitar “el espíritu de consenso de la tran-sición”, de “aquellos maravillosos años”. Pero fue precisamente ese consenso el que permitió las privatizaciones y desregulacio-nes que hoy hacen imposible embridar la bestia desbocada de los mercados.

En parte me recuerdan al relato que han hecho sobre Mandela. Para enterrar en el olvido a los millones que lucharon, reducen la grandeza de un hombre a un partido de rugby. Así hacen el relato de la transición española, mitificando al monarca y corriendo un tupidísimo velo sobre las miles de luchas que lo hicieron posible. Por eso necesitamos nuestros propios relatos, para que no nos

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Democracia o “gran coalición”

roben la historia y, lo que es aún más importante, para que no usen esos falsos mitos para legitimar históricamente el cinismo infinito con que nos explotan.

Por eso, porque las relaciones de poder han cambiado, tenemos que definir el poder no desde el punto de vista de la representa-ción, tenemos que cambiar esas categorías. No podemos esperar que esta crisis sea pasajera y volver a la vieja “representación” de los pactos interclasistas, articulados en torno a la paz social a cambio de que los trabajadores controlemos la norma laboral y tengamos servicios. Lo que se ha roto es ese pacto entre clases, lo que quieren construir es un pacto entre ellos.

La consecuencia política de esa realidad es que para construir un país diferente y una Europa diferente, la socialdemocracia ni está, ni se la espera. Por eso las opciones alternativas desprenden cada vez más racionalidad cuando se las compara con el camino hacia la nada al que nos están conduciendo.

La base de ese Pacto es hacernos creer que la economía se ocupa de la riqueza y la política del poder, pero no es verdad. Esa es la gran mentira, la gran estafa. En los últimos años la políti-ca ha decidido imponer reformas laborales, recortes, pobreza a mayor gloria de la banca española y para “sanear” a los bancos de su propia especulación. Por eso decimos hoy que no puede ser ilegal desobedecer leyes injustas y volvemos a reivindicar a Gandhi cuando decía: “Cuando alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad, ninguna tiranía puede dominarle”.¿Qué hacer?

Nos están robando el país sin contar con nosotros, pero po-demos cambiar la situación, generar una propuesta de país y de Europa que acompañe la consolidación del poder popular. En otros lugares del mundo se ha hecho (Venezuela, Bolivia ) y aquí también en el pasado, en una II República que hay que volver a recordar aunque sepamos que nos costó una terrible Guerra Civil y 40 años de oscurantismo. Podemos hacer que la realidad

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cambie, pero en esta vieja y sorda Europa los gobiernos europeos parecen más consejos de administración de los mercaderes, a cu-yos altares parece ser que tenemos que sacrificarlo todo.

¿Qué hacer? Construir. Porque no basta con estar en contra, hay que construir a favor de cosas, con propuestas hechas a través de procesos (proceso, que palabra más hermosa) desde abajo, de abajo arriba y a los lados.

Porque frente al dogmatismo, al pensamiento estático neoli-beral, nosotros anteponemos el carácter de movimiento de la rea-lidad. Somos de Heráclito, no de Parménides. No aceptamos el orden natural de las cosas, porque no está escrito que no se pueda cambiar, que no hay alternativa, que hay que aceptar el neolibe-ralismo porque es inevitable. No está escrito que siempre haya clases sociales, que la explotación sea natural, que esté escrito en piedra. Y si lo está, podemos romper las piedras.

Por eso creo que el debate es una herramienta muy poderosa para generar una movilización que, en torno a un programa polí-tico, avance en la construcción del proceso constituyente del que hablamos.

Como decíamos en Izquierda Unida, queremos transformar la movilización en organización, la rebeldía en alternativa y la alternativa en poder.

Sabiendo que para la izquierda nunca habrá justicia suficiente, nunca habrá solidaridad suficiente, estoy convencida de que va-mos a cambiar este país y, al hacerlo, pondremos nuestra alícuota parte del cambio en Europa.

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Las luchas sociales y la política europea

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Cambiar las cosas: si queremos, podemosRaúl García Martín

Antes de empezar a desarrollar los contenidos que quiero com-partir con vosotros y vosotras, me gustaría plantearos los blo-ques temáticos en los que he estructurado dichos contenidos, de acuerdo al título de este artículo: “las luchas sociales y la política europea” y que serían los siguientes:

Propuesta de contenidos:

1. Luchas y cambio social

2. Escenario europeo hoy

3. Qué cambio queremos

4. ¿Es posible?

5. ¿Por qué no lo conseguimos?

6. ¿Qué hacer? Balance y perspectivas

7. Conclusiones

1. Luchas y cambio social

Luchas sociales las ha habido siempre en la Historia. Inclu-so en el Paleolítico yo creo que ya había quien se queriéndose aprovechar, para quedarse más cerca de la lumbre, le pegaba un garrotazo al prójimo que se resistiera.

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Raúl García Martín

Pero, al menos desde que tenemos constancia escrita histórica, ha habido luchas sociales que, básicamente, vienen a ser dos gru-pos de ciudadanos y ciudadanas, de personas, hombres y mujeres, que viven juntos en un mismo espacio y que luchan por diferentes causas: unos por cambiar la realidad y otros por mantenerla.

Aunque hay muy diferentes contextos y formas de lucha, hay algunos elementos comunes a todas las luchas sociales a lo largo de la historia y en los diferentes contextos geográficos y cultura-les.

Por ejemplo, como os decía, siempre hay partes enfrentadas, quienes quieren cambiar las cosas, lograr mayor justicia social, y quienes prefieren que todo se quede como está. Lucha de clases, podríamos llamarlo si hablamos desde el marxismo, o con otros conceptos si lo hacemos desde enfoques diferentes.

Otro elemento es que siempre hay componentes de militan-cia, de voluntariedad. Es decir, los que quieren y las que quieren cambiar la realidad no tienen el aparato del poder, no tienen los medios de comunicación, no viven de eso y dan su tiempo, dan su libertad y, a veces, dan su vida por cambiar la situación. La militancia creo que es clave para entender las luchas sociales.

Otro elemento común a todas es que siempre es David contra Goliat. Siempre es mucho más poderoso el que mantiene la situa-ción que quienes luchamos contra ella.

Y otro factor a tener en cuenta en este primer repaso son los re-sultados de dichas luchas sociales: a veces se gana, a veces se pier-de, a veces se gana un poquito y se pierde mucho, y a veces hay un momento, digamos, de euforia, en que triunfa la revolución.

Bien, creo que es muy importante tener en cuenta todos estos elementos de caracterización de las luchas sociales para pasar a los siguientes capítulos que os propongo.

Y, sobre todo, porque creo que uno de los problemas que tene-mos es caer en análisis incompletos: o puramente éticos; nosotros, la izquierda, hacemos análisis muy éticos, muy de justicia social,

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Cambiar las cosas: si queremos, podemos

muy de “llevamos la razón” y, por su parte, la derecha pretende explicaciones pseudotécnicas de la realidad: “escuchen, esto es lo único que se puede hacer, lo dicen todos los expertos” o bien los análisis meteorológicos, “¡coño, ha habido otra crisis!”, ¡vaya por Dios, se ve que este año toca crisis!. Yo creo que los análisis tienen que ser un poco más rigurosos y multifactoriales.

Bueno, en cuanto a las luchas que os comentaba, por ejemplo, Espartaco, la primera revuelta que se conoce documentada de los esclavos contra el imperio romano; los antifascistas y republica-nos españoles liberando París en la Segunda Guerra Mundial; por ejemplo, Mayo del 68 en Francia, EEUU; el Movimiento de los trabajadores sin tierra de Brasil; la gran movilización que hubo contra la OTAN en España en los años 85 y 86, de don-de surgió, entre otras cosas, Izquierda Unida y en donde mu-cho empezamos a militar; las manifestaciones estudiantiles del 87, que consiguieron tumbar al entonces ministro de educación, Maravall, y hacer que el bachillerato fuera gratuito, que entonces se pagaban tasas también en bachillerato. Yo, personalmente, le tengo especial cariño a la insumisión, porque fue donde más me impliqué, ahí tuve algunas diferencias con la policía y me lleva-ron detenido en varias ocasiones; el “No a la guerra” de 2003.

Y el gran fenómeno que ha ocurrido a partir del 2011 y que nos tiene a todos y a todas canalizando nuevamente todas las luchas sociales después del periodo del año 90, que parecía que esto ha-bía desaparecido, la primavera árabe.

Las mareas, la blanca, la marea verde, la impresionante y emo-cionante marcha negra de los mineros y de las mineras, en Ma-drid el 2012.

Todas estas luchas están relacionadas con las medidas de las que se hablaba anteriormente, no se imponen sólo porque haya algunos que sean muy inescrupulosos, muy malvados, que tam-bién, es porque ese trasvase de dinero que se da de los hipoteca-dos, de las hipotecadas, de los latifundistas brasileños, o de cual-quier otro grupo de cualquier otra élite oligárquica de cualquier

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país. Para mantener esa situación, necesitan que nuestras luchas no triunfen.2. El escenario europeo hoy

Le preguntaban a Gabriel García Márquez cómo era eso del realismo mágico, como era capaz de hacer novelas de ficción tan verídicas, tan creíbles; y cuentan que él decía: pero miren ustedes si es muy fácil, y más en Colombia, yo abro la ventana, miro atentamente y luego cuento lo que hay.

Si aplicamos esa aproximación al diagnóstico actual en el es-cenario europeo, yo creo que si abrimos la ventana, por ejemplo, de la realidad social, lo que tenemos son millones de personas que no tienen para comer, que no tienen casa, que tienen unos salarios que ya no les permiten compaginar la vida con nada, que son perseguidos por las fuerzas de seguridad o son encarcelados (hoy tenemos en el Estado español y en Europa una población carcelaria creciente), que no tienen ningún derecho práctica-mente y van teniendo cada vez menos. Desde esa misma ventana social podemos ver que hay desnutrición infantil diagnosticada ya clínicamente en España y así podríamos seguir con múltiples problemas gravísimos de la realidad social europea hoy que se podrían resumir en desesperanza.

La realidad económica es el caos; nos intentan distraer con la prima de riesgo, que si baja, que si sube; con el IBEX, la ba-lanza de pagos exterior y con otras soplapolleces más que Marx solucionó hace tiempo: la economía es qué se produce, cómo se produce y cómo se reparte, y ahora mismo la economía europea va toda en la misma línea: especulación, explotación y expolio de las personas por los mercados y las oligarquías financieras y de grandes corporaciones empresariales (que, a fin de cuentas, son los mismos).

En cuanto a la realidad política, nos encontramos con que el dogmatismo neoliberal consiste, como decía Costa Gavras en el discurso final de su película El Capital, en la siguiente aplaudida proclama en medio de un Consejo de Administración cualquiera:

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“seguiremos robando a los pobres para dárselo a los ricos”. Pues ese dogmatismo, impera en todas las instituciones políticas euro-peas, excepto en el Parlamento, que hay cierto debate, pero que debido a quienes mandan, también impera ese dogmatismo.

En ese triunfo del neoliberalismo tenemos que aplicarnos la autocrítica desde la izquierda y darnos cuenta de cómo es posible que el neoliberalismo haya sufrido un fracaso teórico y econó-mico que no se ha traducido en derrota política, y tiene que ver también con nosotros y con nosotras, tiene que ver con fragmen-tación, falta de objetivos, de estrategia y tácticas claras para una lucha dura como es la que estamos viviendo. 3. Qué cambio queremos

Bueno, yo creo que antes de pensar qué cambio queremos, te-nemos que saber quiénes somos nosotros y nosotras, qué sujeto sociopolítico conformamos. Somos la mayoría, de acuerdo. So-mos los que no tienen cuenta en Suiza, como apuntaba acertada-mente el vídeo de Izquierda Unida de campaña. Somos el 99% o somos los de abajo como dice muchas veces Alberto Garzón y otros compañeros y compañeras. Vale, muy bien, pero más allá de eso, que no dejaría de ser también la clásica dicotomía de lucha de clases, hoy en día la sociedad es muy compleja.

Miguel Romero, el Moro, decía el otro día en el último núme-ro de Vientos Sur que aún siendo mayoría sigue habiendo diferen-cias, por ejemplo, entre los que son consumidores, pero cada vez más jodidos y menos consumidores, y los que ya han traspasado el umbral de la pobreza, y no tienen ni para comer. En Málaga hay todos los días 2.500 personas esperando a recibir un boca-dillo, digo Málaga y seguro que igual en Bilbao y cualquier otro sitio y, además, no sé si os habéis leído el libro de Antonio Negri y Michael Hardt, Declaración (o Manifiesto), pero hablan de unas categorías que creo que son muy interesantes: el endeudado, el mediatizado, el seguritizado y el representado.

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El endeudado y endeudada, agobiado, con pesadillas por la noche, toda su vida es trabajar para pagar la deuda, la hipoteca, el crédito de consumo, etc., y no puede pensar en otra cosa.

El mediatizado, todo el día atontado mirando alguna pantalla, la tele, el iPod, y el Smartphone, y la de Dios es Cristo, mucha información, pero sobre todo, la atención pillada ahí, como las gallinas cuando haces una raya en el suelo.

El seguritizado, todo lleno de cámaras de seguridad y todos alegrándonos porque, ¡joder, conforme están las cosas esto se va a llenar de chorizos y más vale que haya cámaras de seguridad!, y todo en esa línea.

Y por último, el representado, cada cuatro años votan, no vo-tan, y olvídate, porque no hay ninguna manera de conseguir nada de esa gente.

En ese contexto, la sociedad se ha convertido en una gran cárcel, en la que nosotros mismos nos vigilamos y en una gran fábrica en la que nos auto explotamos. Y el trasvase de capital y la explotación no están visibles y por tanto las luchas serán dife-rentes a cuando se concentraban en las fábricas u otros lugares de trabajo.

¡Es que nos auto explotamos nosotros… no se nos vaya a pasar el día cuatro sin pagar la hipoteca y que nos metan los 36 euros de demora! Y, entonces, ¿qué ocurre? Pues, que tenemos una so-ciedad llena de conejos que estamos discutiendo sobre galgos y podencos en vez de preguntarnos si estamos a rólex o a setas.

Es muy importante que entendamos esa diversidad de quiénes somos, antes de pasar al qué queremos. Es mucho más lo que nos une a los de abajo, pero creo que también es importante que entendamos la obligación, por eso hablaba de diversidad, de dejar atrás la compra de los paquetes ideológicos completos.

Vamos a ver: yo soy marxista, vengo de una organización co-munista, empecé a militar en la JCR, a mí me emociona cantar la Internacional y ver las banderas rojas al viento, pero no tengo que

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exigir que a todos y todas mis compañeros y compañeras de las luchas de hoy les guste lo mismo, ni tenga los mismos héroes, ni tenga las mismas liturgias, ni tenga los mismos referentes sobre todas las cosas opinables que existen en sociedad y en política.

Bueno, esto se ha superado muy bien en las asambleas del 15M, en el último número de la revista francesa Savoir, agir, allí una entrevista de Pepe Moreno Pestaña, donde habla de cómo son las asambleas del 15M, en las que se han encontrado viejos militantes de toda la vida, algunos habían abandonado la lucha, otros siguen en activo, con gente que por primera vez iba a una reunión, pedía la palabra y hablaba de cosas sociales, y creo que ahí se ha resuelto muy bien este tema.

Bueno, si sabemos quiénes somos, vamos ya al qué queremos. Cuando hablamos de qué queremos solemos hablar del Progra-ma. Bueno, yo no me voy a entretener en el programa más que medio minuto. El programa creo que está claro, hay un montón de personas que lo hemos hecho común, desde nosotros mismos como Izquierda Unida al 15M, pasando por ATTAC o las pro-pias mareas, más o menos está claro en siete u ocho puntos: la auditoría ciudadana para saber realmente quién debe ese dinero a quién, el rechazo de la deuda injusta, la garantía de los servicios públicos, unos derechos laborales, un cambio de modelo de pro-ducción hacia la sostenibilidad ecológica y una libertad real; no la de Esperanza Aguirre para que se fume en el Euro Vegas, sino una para vivir bien.

Ése sería, a grandes trazos, el programa que está más o menos consensuado, pero yo creo que debemos detenernos en el prepro-grama: queremos ser felices y dejar que el resto de la gente sea feliz. Tenemos, creo, que recuperar valores como justicia social, solidaridad humana, internacionalismo, pacifismo, poner eso por encima de todo y el programa irá saliendo.

En un debate en televisión me decía uno del PP “vosotros es-táis siempre en los mundos de Peter Pan”, y le dije: “ya, pero prefiero eso a vivir en Mad Max, que es hacia donde nos lleváis vosotros.”

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4. ¿Es posible?

Si sabemos quiénes somos y qué queremos, nos preguntamos ahora ¿es posible? Yo diría que es necesario. Los resultados de la lucha son inciertos, los de la rendición seguros y es que nos van a joder cada vez más porque esta gente no tiene límite ninguno.

No sé si habéis visto la serie británica Utopía, pero bueno, os la recomiendo si alguien la puede pillar por ahí. Bien, es posible ese cambio que queremos socialmente, sí, sí, ya se ha hecho otras ve-ces en la historia, muy parcialmente y con todas las reservas que queráis, se acercó en cierta forma en la socialdemocracia escan-dinava en algún momento y, con todas las reservas que queráis también, se acercó en el triunfo de varias de nuestras revoluciones más queridas, (antes de ser corrompidas, traicionadas o atacadas hasta su colapso) por lo tanto, es posible.

¿Es posible el cambio profundo y radical económicamente? No solamente es posible, es la única alternativa al precipicio. A pesar de los expertos y tertulianos financiados por el Corte Inglés, el BBVA y otras prestigiosas instituciones sociológicas, la economía no es una ciencia exacta. Como decía el fallecido José Luis Sam-pedro, hay dos tipos de economistas, los que se dedican a hacer más ricos a los ricos, y los que tratan de hacer menos pobres a los pobres.

Y como decía Pierre Bourdieu, todos estos muchachos y ex-pertos que nos dicen lo que hay que hacer en una empresa, que nos dicen lo que hay que hacer en un país, saben que jamás ni ellos ni sus seres queridos van a sufrir las consecuencias de lo que propugnan para el resto. Cuando uno llega a una fábrica y dice

“para que esta fábrica reflote hay que despedir a 5.000 criaturas”, saben que ni ellos, ni sus familiares, ni amigos van a estar entre esos 5.000 nuevos parados.

Por lo tanto, el cambio económicamente es posible y necesa-rio, y además, tenemos los instrumentos, tenemos absolutamente maravillosos libros de Alberto Garzón, de Juan Torres, de Vicenç Navarro, Miren Etxezarreta, de un montón de gente que está di-

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Cambiar las cosas: si queremos, podemos

ciendo que hay que ir por otro lado en la organización de nuestra economía.

¿Es posible políticamente? Sí. La historia y también la actua-lidad hoy, por ejemplo, con los compañeros y compañeras de La-tinoamérica demuestra que es posible política y socialmente, eso sí, el cambio a mejor no va a venir solo, eso Gramsci ya lo sabía cuando escribía desde la cárcel. Hoy, la amenaza del resurgi-miento fascista es otra posible salida a la crisis que no deberíamos obviar ni olvidar. Sí es posible, fue posible entonces.5. ¿Por qué no lo conseguimos?

Como en todo, hay múltiples factores. Quien piense que hay una única causa y efecto se equivoca en cualquier plano de la vida, mucho más en lo social.

Vamos a ver, un factor que está claro es que el enemigo es fuer-te y sin escrúpulos, otro, es que el capitalismo se ha extendido a todas las facetas de la vida, todas, lo tenemos metido hasta en la cama.

Monedero decía el otro día en la Universidad de verano de Izquierda Anticapitalista que es muy jodido echar atrás 200 años de esta supuesta democracia representativa y 400, casi 500, de capitalismo. También es un tema que pesa. Y también hablaba de que la izquierda ha estado esclerotizada y burocratizada, sobre todo desde el inicio de la gran ofensiva de la que ahora estamos comiéndonos el marrón, que fue a finales de los 70 y los 80.6. ¿Qué hacer?

Bueno, paso al último capítulo. Qué hacer. Repito lo del prin-cipio: no hay recetas, pero sí algunas ideas. Hay ideas y podemos aprender del pasado cosas positivas, cosas negativas. Creo que hay, como en todo en la vida, grandes objetivos, y pequeños pasos para lograrlos.

Yo reflexiono sobre tres grandes objetivos: (1) Construir un mundo nuevo, completamente nuevo, lo que algunas organiza-

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ciones y personas estamos llamando proceso constituyente, (2) Derribar este capitalismo salvaje del todo, es decir, desaparecerlo, no apuntalarlo, retocarlo, reformarlo; ‘es que vamos a poner la tasa Tobin y vamos a…’ está muy bien, y vamos a acorralar a los paraísos fiscales, etc. No, es que hay que echarlos abajo, lo que algunos llaman el proceso destituyente, (y 3) el tercer objetivo que tenemos por delante es diseñar la estrategia y la táctica para lograr eso.

Pero creo además que, junto a esos objetivos, hay una gran urgencia, en Europa y en el Estado español y es para ya, para an-tes de ayer: la solidaridad social en lo concreto y en lo cotidiano: vivienda, comida, educación, salud y ocio, deben de estar absolu-tamente en nuestras prioridades.

La PAH está atacando uno de los problemas, los desahucios. Desgraciadamente, el problema de la comida lo están resolviendo solo instituciones religiosas, otro tipo de caridades o el fascismo en Grecia; creo que ahí debemos de entrar desde la izquierda. Ahora mismo se ha puesto en marcha, y ahí participa Izquierda Unida, la Red de Solidaridad Popular y espero que tire para ade-lante, pero yo creo que la otra gran urgencia es preparar unidad de acción entre los partidos y sindicatos, la sociedad civil y los movimientos que están también organizados y dando caña. Por-que es que somos los mismos, nos vemos en las manifestaciones y somos los mismos, y muchas veces padres, hermanos, novias, tíos, sobrinos. Yo en las manifestaciones y los piquetes me encuentro a la gente que no veía desde hacía mucho. Es verdad, porque la vida te lleva para acá y allá; el trabajo, la familia…Algunas posibles tareas

Desde el punto de vista de lo práctico, los partidos tenemos que creernos de verdad, digo creernos porque aunque aparezca en los créditos como sociólogo, que lo soy, y activista social, que lo fui más intensamente más joven y ahora también, además soy miembro de la Presidencia Federal de Izquierda Unida y por tan-to, bueno, estoy organizado en un partido.

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Cambiar las cosas: si queremos, podemos

Creo que tenemos que creernos de verdad lo de los frentes y los bloques sociales, que no son invitar a colectivos, que está muy bien también, para escuchar unidireccionalmente; no, es otra historia, que tampoco son la sopa de siglas; no, es otra historia. Creo que tenemos que renunciar a la exclusividad de la pureza, ni nosotros somos los únicos, Izquierda Unida, que defendemos a la clase trabajadora, a la clase obrera, ni UPyD es la única que defiende a España, ni el PP… bueno, el PP sí, el PP defiende a los que defiende y lo tiene muy claro.

Luego creo que tenemos que avanzar los partidos en demo-cracia interna, una apertura real; mecanismos sin miedo de que la disensión tenga voz, de que esa voz llegue a todos los sitios, de articular también procesos para que la cooptación a puestos sea por listas abiertas, sea de manera participada lo más posible, pueda haber primarias, todo este tipo de iniciativas.

“Ya pero es que las primarias luego a quien ponga a PRISA va a ser a nuestro candidato…”, bueno, vamos a tener un debate un poco más tranquilo y analítico si fuera posible, no sólo acudiendo a tópicos o frases de corta-pega. Y también la rendición de cuen-tas, la revocación de los cargos, la limitación de los mandatos. Además, tenemos que compartir recursos, yo me acuerdo cuando la Insumisión lo importante que era que Izquierda Unida nos dejara un local, utilizar sus teléfonos, la fotocopiadora, etc., etc.

Algunos y algunas hablan de generosidad. De generosidad os contaré un papelito que vi una vez en Nicaragua en la entrada de una oficina de una ONG, y estaba así escrito a mano, un pa-pel y firma, simplemente, como ‘mujer aborigen de Papúa Nueva Guinea’, pero el cartelito estaba allí en Managua y decía: “Si has venido a ayudarme, puedes darte la vuelta y volver a tu casa; pero si entiendes la lucha por mi supervivencia como la lucha por tu propia supervivencia, entonces puedes quedarte, y quizás podamos trabajar juntos”.

No se trata de ser generosos, se trata de trabajar juntos y por último, tenemos que convertir nuestros partidos en una militan-cia amable y agradable, cuántos de nosotros y de nosotras, no

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habéis dicho alguna vez ‘ joder hay un tío o una tía en mi facultad o en mi trabajo o mi novio, que yo creo que… pero es que como me lo lleve a una reunión… a la segunda no vuelve’; porque eso es curioso, es decir, muchos llevamos ya 25 años militando ahí y en fin es ya una liturgia que entendemos, pero dices ¡hostias!, o las peleas internas, o las escisiones, o este tipo de historias.

Supongo que tendremos que trabajarnos también ese tema. Por parte de los movimientos, yo a los movimientos no les voy a decir que es lo que creo que tienen qué hacer, porque creo que lo están haciendo mejor que nosotros, al menos en el debate y la propuesta de cambio.

Pero creo que hay dos cosas, una, el compromiso en todos los campos de lucha, en todos, también cuando sea posible en el ins-titucional y el electoral, sin ser prioridad, sin ser urgente, sin ser necesario y obligatorio, pero planteárselo.

Y dos, no caer en el injusto todos son iguales, no es lo mismo Alberto Garzón que Sánchez Pujalte, no es lo mismo Lorena Vicioso que Alicia Sánchez Camacho, no son lo mismo.

Bueno, dos grandes retos más y con esto acabo. Dos grandes retos que creo absolutamente claves: uno, ampliar la base social. Tenemos que llegar a los pueblos, al ámbito rural, a los barrios, a las personas mayores, no quedarnos sólo en la gente a la que más o menos tenemos acceso, a un cierto debate o las redes sociales, hay vida inteligente más allá de facebook y de twitter y del 15M también, aunque no lo parezca.

Creo que la base social se amplía quitando la careta a quienes son los culpables, yo hablo con gente y digo ‘¿no os gustaría vivir en un país donde en lugar de a los 67 ó a los 70 te pudieses jubilar a los 60 con una buena pensión, con sanidad gratuita, univer-sal y que además te incluyera por ejemplo los dientes, que ahora mismo no están incluidos o las gafas…?’ y te dicen, ‘Tú estás gilipollas, eso es imposible’ ¿por qué? No es imposible, económi-camente no es imposible, socialmente no es imposible, entonces hay que quitarle la careta a la gente.

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Cambiar las cosas: si queremos, podemos

Estuve en Lisboa este año en el 39 aniversario de la Revo-lución de los claveles y me he traído un libro maravilloso (a ver si alguien se anima a traducirlo o a hacerlo en España), que se llama Esto es un asalto y, entre otras cosas, señala a las familias portuguesas que llevan robando y expoliando el país desde hace más de cien años y les ponen nombres y caras, y quién se casó con quién, y cómo crearon el banco tal, creo que es un ejercicio pedagógico clave, sacar los colores a los responsables de la crisis-estafa. Ponerles cara.

CCOO hizo una campaña hace tiempo una campaña en ban-ca maravillosa, no se firmaban los convenios, y en las sucursales se ponían las caras de los ejecutivos y lo que cobraban, fulanito de copas cobra tres millones de euros al año y dice que no puede subirnos el IPC.

Y también lo último, la última propuesta, tenemos que prepa-rarnos ante la respuesta del sistema. Prepararnos porque las hos-tias que está repartiendo la policía como panes, son sólo, digamos, las muñequitas de Famosa de cuando el sistema realmente se vea en peligro, y creo que es un debate que hay que ponerse a ello.7. Cierre

Bueno, acabo con dos citas, en una entrevista a Daniel Ben-said, poco antes de morir le decían bueno y entonces ¿con todo el poder que tienen los malos y cómo estamos de vigilados, de perseguidos y tal, entonces, las pequeñas luchas son inútiles? Y decía: “no, no, al contrario, respeto completamente toda forma de resistencia, ellas son la base para la fermentación de la utopía.”

Y la otra cita, bueno, es de una gran intelectual andaluza, ma-lagueña, María Zambrano, echa en mitad de la guerra, en el Ma-drid de guerra, en la alianza intelectual antifascista, que hablaba sobre algo que, aunque hayan pasado 80 años, puede también acomodarse. No sabemos exactamente lo que queremos, no tene-mos el mosaico entero de lo que queremos, como decía Monedero también, pero se va haciendo tesela a tesela, y María Zambrano decía hace 80 años: pensamientos nunca pensados, pero presentidos,

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y de tan evidente necesidad que al ser enunciados quedan exactamente ajustados al hueco de esperanza y necesidad que los aguardaban. Vida y pensamiento marchan así, reclamándose mutuamente, en una unión presidida por la necesidad, diosa de la revolución.

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Las luchas sociales juveniles en la Europa neoliberal. Muchos sur en el norte

Xabi Jiménez López

La composición y estructura del sistema productivo de la Unión Europea y sus Estados limítrofes y asociaciones dibujan un esquema reparto de tareas entre los distintos países.

Los exportadores de mercancías, y también de capitales a los que llamamos centro económico o “norte”, que buscarían ga-rantizar ante todo la devolución de la deuda contraída con sus entidades financieras, así como conservar un mercado europeo compuesto de países importadores netos dependiente de su pro-ducción, los países de la periferia, también llamados del “sur”, entre los que se encuentra España, que ocupa en la división del trabajo dentro del bloque capitalista de la UE y su entorno.

Sin embargo el esquema general no puede hacernos perder la perspectiva de que, no existe solo esa polarización, sino que las consecuencias de la crisis y la gestión neoliberal que la generó y que hoy nos lleva al abismo han creado también múltiples “sur” en los países del “norte”. Dicho de otro modo, hay importantes sectores de la población en los países del centro económico que están sufriendo en sobremanera las consecuencias de esta crisis injusta, principalmente las mujeres y el conjunto de la juventud trabajadora y estudiante.

Las luchas concretas que se han ido desarrollando a lo largo y ancho del continente tienen multitud de denominadores comu-nes que es necesario analizar para llegar a la conclusión de que

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Xabi Jiménez López

la juventud francesa y española, griega, alemana o británica se baten en las calles de Europa por un mismo fin: la defensa de los derechos conquistados a lo largo de siglos de lucha de las clases populares, y la defensa del derecho a construir de manera autó-noma su presente y su futuro.

Uno de los principales exponentes de las luchas sociales lleva-das adelante por la juventud europea ha sido en el movimiento estudiantil y las universidades. Desde que los estados firmaran e hicieran suya la Estrategia de Lisboa y el llamado popularmente Proceso de Bolonia, y la Estrategia Universidad 2015, la lucha a lo largo y ancho de Europa se ha cristalizado en importantes movilizaciones que, pese a sus dispares éxitos, han dejado claro que nos encontrábamos ante un proceso orquestado de manera conjunta por parte de la Troika y los intereses empresariales.

Así, tanto en la Ley de Autonomía de las universidades (Ley Pecresse) francesa, como en los distintos informes, decretos y nor-mativa que se ha ido introduciendo en España con Bolonia y la EU 2015, Reino Unido o Grecia, entre otros países, dejan paten-te que los elementos en común son los siguientes:

Por un lado, una supuesta autonomía de la Universidad que la aboca a la asfixia por la falta de inyección de recursos públicos. El paradigma quizás es el tijeretazo impuesto por Cameron en el Reino Unido, que pasó a reducir en más de 2800 millones de libras la financiación universitaria.

Esto ha provocado que, como se recoge en el informe Bricall1 en su capitulo V, se recurra para financiar las universidades a una subida excepcional e injusta de las tasas universitarias, y sobre todo, a la entrada sistemática en los ámbitos de decisión de las empresas privadas que gestionan, ahora sí, las universidades. De esta manera, llegan las subidas de hasta un 38% de las tasas en España, la retirada de becas, la subida hasta en 9.000 libras anua-les en Reino Unido o la introducción por parte de algunas uni-

1. Conferencia de Rectores de las Universidades españolas (CRUE) Informe Universidad 2000, Josep M. Bricall. Barcelona, España, marzo de 2000. http://www.oei.es/oeivirt/bricall.htm

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versidades francesas de un tasazo denominado “costes asociados” que pueden llegar a encarecer la matrícula hasta a 2.000 euros al año, según la Comisión Europea.

La perdida de la democracia interna en la elección de los con-sejos rectores, la perdida de peso del alumnado, la eliminación de los espacios de participación social, consejos científicos y la entrada masiva de los cuerpos de (in)seguridad del Estado, sin necesidad de pedir un permiso especifico, son algunas de las ca-racterísticas de las reformas a los que el conjunto de la juventud estudiante europea se ha enfrentado en el último periodo.

Sin embargo, no ha sido la educación el único apartado en el que la Troika ha actuado. Otra parte importante de las agre-siones a la juventud ha venido precisamente en lo relativo a la precarización del empleo y de las condiciones de trabajo. Por lo general, se trata de la creación de contratos de empleo que bajo una supuesta “especificidad para jóvenes” plantean la explotación laboral como regla general.

Un caso evidente fue el Contrato de Primer Empleo que en 2006 las movilizaciones sociales tumbaron en Francia, que plan-teaba que las personas menores de 26 años pudieran, en las em-presas de más de 20 trabajadoras y trabajadores, ser despedidas sin justificación alguna.

Otro ejemplo ilustrativo son los denominados minijobs en Ale-mania. Empleos de menos de 15 horas semanales por unos 450 euros que afectan a 7,4 millones de trabajadoras y trabajadores, especialmente jóvenes. Sin embargo, se trata de una fórmula contractual cada vez más utilizada, ya que según datos recien-tes, unos 800.000 pensionistas alemanes completan su pensión con un minijob, de los cuales 120.000 son además mayores de 75 años.

Finalmente, cabría citar las ultimas iniciativas de la CEO es-pañola, que pretenden un modelo de contrato que afecte a los menores de 30 años, sin prestación por desempleo, sin indemni-

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zación por despido y sin cotizaciones sociales a cargo de la em-presa, propuesto por J. de la Cavada.

Una iniciativa que cualquier persona en su sano juicio consi-deraría una broma de mal gusto de no ser porque pocos meses después, José Ángel Crego, presidente del Círculo Empresarial Leonés, sugirió durante una tertulia en La 8 de la Televisión de Castilla y León que deben ser los trabajadores despedidos los que paguen una indemnización al empresario de “45 días por cada año que la empresa le ha estado pagando un sueldo y le ha dado trabajo”

Por lo tanto, podemos decir que la juventud europea en sus distintos países, tanto de la periferia como del centro económico, están sufriendo un plan orquestado también en el marco de la Estrategia de Lisboa, para acabar con el empleo digno y con dere-chos, y condenar, hasta la jubilación -si es que un día la podemos alcanzar, como hemos visto en el ejemplo alemán- a la más abso-luta de las precariedades. Todo en nombre de los beneficios y una competitividad que nos quiere poner a los pies de los caballos de las grandes empresas multinacionales.

Finalmente, podemos hablar de una criminalización creciente de los movimientos juveniles, en concreto, y de las personas en riesgo de exclusión social o en situación de exclusión social en su conjunto.

Esta lamentable política la estrenó Nicolas Sarkozy cuando era Ministro del Interior en el gobierno Chirac, cuando el 27 de Octubre de 2005 la policía francesa asesinó a dos menores franceses de origen magrebí en la banlieu parisina. Desde aquella misma noche las protestas se sucedieron en muchos barrios de la periferia de las ciudades francesas: Marsella, Lyon, Paris…no solamente por la muerte de los dos jóvenes, sino como expresión espontánea de la desesperación a la que las políticas de exclu-sión del gobierno francés y el racismo institucional desafiante del propio Sarkozy han avocado a miles de jóvenes de los barrios populares.

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Hoy, podemos afirmar que la doctrina de criminalización se mantiene: el socialista Hollande ha avalado la política de expul-sión de personas de minoría étnica gitana, pilotada por el actual primer ministro, Emmanuel Valls, contrariando incluso el prin-cipio de la libre circulación de personas establecido por los trata-dos de la Unión Europea.

Por otro lado, Grecia ha sido otro de los escenarios de la crimi-nalización de los movimientos juveniles alternativos y de protesta. Nadie ha podido olvidar el asesinato en 2008, también a manos de la policía griega del joven Alexandros Grigorapoulos durante unas movilizaciones en las que las y los estudiantes universitarios y el profesorado participante en las movilizaciones, demandaban que la educación se mantenga bajo tutela estatal y medidas en defensa del Estado de bienestar, oponiéndose a las reformas edu-cativas que estimaban afectarían o privatizarían la Universidad pública.

Las protestas como en el caso de la banlieu superaron exclusi-vamente la denuncia del asesinato, y se impregnaron de las reivin-dicaciones que el propio Alexandros estaba realizando. Fueron el estallido de rabia de una juventud cuya situación estaba tocando fondo tras un largo periodo de incubación. Algo que según nu-merosas y numerosos politólogos terminó de raíz con el consenso constitucional griego.

Finalmente, y no por ello menos relevante, tendríamos que citar las revueltas que en 2012 azotaron también los principales suburbios de Estocolmo, tras la muerte a disparos de un poli-cía de un enfermo mental en situación de exclusión social. Las protestas, parecidas a las de la banlieu francesa dejaban al des-cubierto las más cruda realidad de la epopeya socialdemócrata europea. Suecia, la que había sido ejemplo de integración social y de fortaleza en su Estado de bienestar dejaba entrever barrios con entre un 20 y un 40% de desempleo. Desescolarización. Racismo institucional.

Una foto fija que nos debe hacer reflexionar y entender que en el centro económico también hay periferias. Unas periferias

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que deben erigirse como los grandes aliados de la izquierda en el conjunto de Europa. Unas periferias en las que el conjunto de las fuerzas de izquierda, los movimientos sociales, el movimien-to estudiantil, el sindicalismo…hacen un diagnostico común de las agresiones que la juventud trabajadora y estudiante, la clase obrera y sectores populares están sufriendo a lo largo y ancho de la UE y su zona de influencia.

Así ha quedado patente en las movilizaciones de la Huelga del 14-M. Así quedó evidenciado en las movilizaciones del 1-J bajo el lema “Fuck the troika”.

Sin embargo, el conjunto de la izquierda está encontrando problemas para trabajar en esos espacios para poner en marcha ese trabajo común.

Los foros sociales han sido hasta ahora un espacio de varie-dad y pluralidad ideológica, que han facilitado el intercambio de experiencias y han generado movilizaciones en el espacio con-creto donde se ha celebrado el encuentro. Sin embargo, en esos espacios nunca hemos sabido de la validez de los interlocutores o su representatividad, han corrido el riesgo de institucionalizarse demasiado con la presencia de la socialdemocracia y han tenido problemas para trasladar una agenda común de movilizaciones e iniciativas a los espacios locales de trabajo y convergencia.

Las contra-cumbres han sido espacios de lucha contra algo concreto (La OTAN, el FMI, etc…) y en esas jornadas de lucha han sido espacios no solo de reivindicación, sino también de en-cuentro y debate. Sin embargo, nunca han sido capaces de cuajar nada duradero en el tiempo con nuevas citas.

El sindicalismo europeo, y en concreto la CES, por su parte, es un espacio más estable, institucional y quizás con una capaci-dad mayor de movilización de trabajadoras y trabajadores, pero sin embargo la gran diversidad ideológica que agrupa en su seno y las distintas culturas sindicales han creado situaciones paradó-jicas en las que en un mismo día mientras en un país se combate

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en una huelga general, en otro sencillamente se pide una reunión con el primer ministro para hablar de asuntos laborales.

Por lo tanto, y a modo de conclusión es necesario trabajar en el fortalecimiento de las redes transnacionales que agrupan tanto a las organizaciones políticas de izquierda como a los movimientos sociales. Frente a una agresión del capital que está coordinada y directamente pilotada por organismos que agrupan a los grandes intereses económicos como la Troika, la European Round Table of Industrialist u otros, es absolutamente necesario buscar espacios de coordinación de luchas y propuestas.

Debemos pasar a la ofensiva fijando sin mas dilación cómo acotar las reivindicaciones, qué espacios queremos construir, qué instrumentos tenemos y sobre todo, tras fijar una agenda común establecer los mecanismos y compromisos necesarios para llevar-lo a cabo.

En ese sentido, podemos decir que las Elecciones Europeas son el espacio perfecto para ese trabajo. Se trata de unos comicios en los que las diferencias entre los grandes partidos del sistema son menores y en los que la confrontación ideológica asume un mayor papel. Por todo ello, tenemos que aprovechar la ocasión de buscar las fórmulas para la creación de una gran convergencia en los distintos Estados que nos permita pasar a la ofensiva y liderar procesos de cambio, desde la generosidad, desde la voluntad de la inclusión, pero sin renunciar al verdadero carácter transformador y anticapitalista que nos caracteriza.

Un proyecto, en definitiva que entronque a los Estados del sur, recordando y buscando la complicidad de las y los oprimidos del norte. Porque, hay muchos sur en el norte.

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Dignificar la política y la democraciaLorena Vicioso Adrià

Las políticas que nos esta dictando la troika tiene consecuen-cias y todos/as lo podemos percibir en nuestra vida diaria. Cada día todos padecemos el paro, padecemos la precariedad laboral, padecemos la pobreza, la desindustrialización, la falta de políti-cas públicas, el fraude fiscal, la falta de vivienda y lo que es peor los desahucios, etc. y vemos como se limita el acceso a los servi-cios públicos como la sanidad o la educación.

Y es que estas políticas europeas están establecidas al margen de la democracia europea, es decir, al margen del Parlamento europeo, se toman estas decisiones sin pensar en la vida diaria de los ciudadanos.

La Comisión europea realiza informes sobre impactos, impac-tos que se basan en el nivel de endeudamiento del país, evolución de los precios de la vivienda, competencias al exterior, pero no se basan ni en pobreza ciudadana, ni se basan en datos sociales.

Y a partir de esos informes llevan a cabo políticas como las reformas laborales que provocan la precariedad laboral, la reduc-ción del sueldo a los funcionarios o la reforma de pensiones.

Las consecuencias de las políticas de austeridad impuesta por la Troika son un drama humano. Los diferentes informes y esta-dísticas oficiales ponen de manifiesto un empeoramiento de las condiciones de vida. La pobreza es cada vez más extensa en Cata-luña. El empobrecimiento se generaliza y afecta especialmente a

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Lorena Vicioso Adrià

los niños y adolescentes de más de 16 años, con una tasa de riesgo a la pobreza que crece de forma ininterrumpida desde el inicio de la crisis de un 18,9% en 2007 al 26,4% en 2011. O también nos lo muestra el aumento vertiginoso de la población que sufre privaciones materiales severas del 1,6% en 2008 al 5,8% en 2011. O el número de hogares con muy bajos ingresos que pasa de un 6,4% en 2010 a 8,8% en 2011. El número de niños y adolescentes en hogares sin empleo se ha incrementado del 5,8% en 2008 al 16,6%. En el año 2012 la población parada que ya no recibe nin-gún subsidio asciende a 542.000 personas. Según el Informe del Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo) 50.000 niños tienen privaciones alimentarias y 750 sufren desnutrición y pobreza.

La Encuesta de Condiciones de Vida de 2011 destaca que la pobreza energética se consolida, el 12,7% de las familias catala-nas no pueden mantener el hogar a temperatura con adecuada.

Las medidas de austeridad impuestas por la Troika y aplicadas por nuestros gobiernos refuerzan esta tendencia, y las previsiones apuntan a que, si no se corrigen las políticas actuales, en Catalun-ya en el 2025 la tasa de pobreza podría elevarse hasta el 34,5% .

PP recorta y asfixia financieramente al sistema público, y por otro lado CiU aprovecha para cambiar el modelo público a pri-vado, utilizando la crisis como excusa para justificar el recorte de servicios públicos y de derechos a la ciudadanía, con el objetivo de crear un sistema dual en que quien tenga dinero tendrá unos servicios dignos y el resto vivirán del asistencialismo y la caridad. Los derechos más elementales pasan a ser objeto de negocio.

Y la Ley de Dependencia es un ejemplo clarísimo de cómo las personas más vulnerables están financiando la crisis. Es decir, una persona que hoy en día requiera de un ingreso residencial sólo podrá acceder pagando una plaza privada, con un coste me-dio entorno a los 2.500 € mensuales. Mientras tanto, han cerrado indefinidamente la única de las residencias públicas.

En políticas de salud, tenemos re-pagos de recetas médicas, privatización y /o mercantilización de hospitales o servicios pú-

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Dignificar la política y la democracia

blicos de atención médico, menos personal , menos plantas y quirófanos abiertos lo que lleva a aumento de las listas de espera quirúrgicas y para pruebas diagnósticas mientras se incrementa presencia de servicios privados en los hospitales públicos. Los recortes son de carácter clasistas porque no afecta por igual re-cortar servicios públicos en barrios donde viven gente mayor y trabajadores, donde la gente no puede permitirse desplazarse a otro municipio por cuestiones económicas o de movilidad para recibir atención de urgencias .

Por lo que respecta a la creación de empleo hoy en Catalunya tenemos menos trabajadores, más precarios, peor pagados , más temporales y con menos seguridad, desde la entrada en vigor de la Reforma Laboral. El Gobierno catalán, de Convergencia i Unió , continúan llenándose la boca de los beneficios de la re-forma laboral a que dio soporte. Y de políticas activas de empleo las cifras los retratan, en Catalunya tenemos 135.000 ocupados menos, casi todas las nuevas personas ocupadas lo son a tiempo parcial, existen los mismos puestos de trabajo pero repartidos en-tre gente que tiene menores salarios y lo que es peor, crecen las horas extras y las horas extras no pagadas.

Hoy tenemos 350.000 personas menores de 35 años paradas y 85.000 mayores de 55 años y los programa de Empleabilidad, gestionado por el Servicio de Ocupación de Cataluña (SOC) acumula una reducción de su gasto del 46,4%.

La inversión en educación por alumno se ha reducido en un 27%, con lo que se han eliminado una amplia mayoría de becas a las guarderías; ayudas de apoyo económico a los ayuntamientos para las plazas de guardería municipales; aumento de las ratios por clase y se ha reducido el personal docente, haciendo que los niños con dificultades de aprendizaje o con algún tipo de disca-pacidad no tenga el soporte adecuado y por tanto no tenga una escolarización adecuada .

Y por lo que respecta a la educación superior subida de tasas universitarias en más de un 66 % y también aportaciones a las matrículas de grados (ciclos formativos), haciendo que muchos

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jóvenes no puedan continuar su educación, sino que deben buscar un trabajo para apoyar la familia.

Desde el inicio de la crisis ha Cataluña han presentado 96.927 procesos de ejecución hipotecaria, el 19,3% del total del Estado, de los cuales 22.971 han acabado en la calle sin soluciones mien-tras existen 80.000 pisos nuevos vacíos.

Esto demuestra que el sistema económico y político actual que imposibilita la manera de cambiar las situación de esta sociedad, pero nosotros no nos resignamos El sistema se ha de cambiar, porque ha quedado superado, porque ya no satisface las necesida-des que la sociedad necesita.

Después de observar varios informes del Centro de Investiga-ción Sociológica extraigo dos conclusiones: una es que la política es un problema más, como es el paro o la corrupción. La política como se está ejerciendo hoy en día no resuelve los problemas de índole económico, tal y como explican los encuestados; y dos, y esa es la más positiva, y es que la gente empieza a estar cansada de las políticas tradicionales y piensa que es más necesario que nun-ca dar posibilidades a opciones que nunca han podido demostrar lo que son capaces de hacer.

Por lo tanto, ante esta catástrofe humana y social es necesario dar respuesta a las necesidades más básicas, priorizando la urgen-cia de aquellas medidas de rescate social imprescindibles en este momento y el cambio de modelo económico y político

Porque es de recibo volver a dignificar la política y la democra-cia, porque la democracia no tiene que ser un método de control social, sino que tiene que ser un método de participación social. Porque la participación social y el empoderamiento de la socie-dad debe que ser el eje central de nuestra lucha.

Y cuál debe ser nuestro papel ahora, pues no es ni nada más ni nada menos que seguir haciendo lo que siempre hemos hecho, analizar la realidad y avanzar para dar respuesta a estas injusti-cias. Pero en este momento no estamos solos, tenemos que dar

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Dignificar la política y la democracia

respuesta conjuntamente con los movimientos sociales nuevos y tradicionales que hay en la calle y de los que formamos parte.

Primero reforma fiscal y creación de nuevos impuestos que todo el mundo aporte en función de su renta y poder invertir en políticas publicas necesaria priorizando la urgencia de aquellas medidas de rescate social imprescindibles en este momento.

Y demostrando que es posible ejercer la política de otra ma-nera y en los ayuntamientos gobernados por las izquierdas, las partidas sociales del 2012 al 2014 han experimentado un incre-mento del 80%, y en muchos casos se han duplicado , mientras las aportaciones autonómicas han disminuido o se han eliminado Ejemplos como El Prat de Llobregat, donde el incremento del presupuesto de servicios sociales ha sido de un 81% desde 2010. Incrementando en un 100% las becas comedor y las ayudas a la infancia y destinando 70.000 euros en becas a libros de texto. O en Montornès del Vallès las ayudas de urgencia social han pasa-do de 25.000 euros en 2011 a 174.000 en 2014. Mientras se han iniciado procesos de remunicipalización del servicio de abasteci-miento de agua (Montornès) y acuerdos para dotar de fondos para hacer frente a los impagos de recibos. O la creación de oficinas de intermediación hipotecaria y de alquiler social, promoviendo acuerdos con entidades financieras por el fondo de vivienda social y sanciones a las mismas por viviendas vacías y así recuperar la función social que debe garantizar la vivienda.

Y por otro lado, es más necesario que nunca luchar contra este sistema y revertir aspectos individualistas que han ahondado en nuestra sociedad. Lo colectivo parece que ha dejada de tener im-portancia, y es una de las cosas que tendremos, que otra vez vol-ver a exigir a la gente.

El espacio amplio que le dé la vuelta este sistema ha de tener cuatro características: tiene que tener un carácter de suma; el se-gundo, tiene que ser un espacio claramente anti liberal o anti re-cortes; tiene que tener vocación de mayoría; y esta mayoría tiene que darle la vuelta a los Parlamentos. Si es mayoría social en la calle, lo será también en las instituciones.

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Unai Sordo Calvo

Dos aspectos previos que no por evidentes conviene olvidar. El primero la importancia de la movilización social en el ámbito europeo, relacionada con la importancia de articular propuestas y alternativas al modelo de construcción político y económico vi-gente. Movilización y propuesta que no debieran ser un sumato-rio de movilizaciones estatales o nacionales sino tener una lógica compartida en clave europea.

El segundo, es que no estamos en un terreno del internaciona-lismo sino que hablamos de una cuestión de necesidad imperiosa. La gestación de los desequilibrios económicos que estallan en la crisis tiene una dimensión supranacional. El reflujo del estallido de la crisis se sitúa en una dialéctica neo-nacional. Acreedores y deudores. Este esquema es de todo menos inocuo.Algunas cuestiones de contexto

En el periodo de gestación de la crisis, mientras los países cen-trales de Europa han basado su crecimiento en la exportación de bienes y servicios, gracias a ganancias de competitividad logradas a través de la contención de costes salariales y mejoras en la pro-ductividad, los países de la periferia han basado su crecimiento en la demanda interna y el endeudamiento privado.

Se ha producido una disminución generalizada de la partici-pación salarial en la zona euro sobre PIB desde el año 91 y hasta

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el estallido de la crisis. También en EEUU o Japón. Todo ello ha sido compatible con ligeras tasas de crecimiento económico.

El estallido de la crisis en 2007/08 rompe el flujo del capital acumulado y ahorro que desde los países excedentarios dopaba el consumo y el crecimiento de los países con déficits corrientes.

Es en esta dinámica donde se está produciendo una auténtica recomposición de los recursos, una vez que aquel modelo tiene serios problemas de reposición. Ahí se inserta otra derivada y es un riesgo de fragmentación de Europa en el que se esté decidien-do la liga en la que cada país vaya a jugar en el futuro.

Aunque a estas alturas sea obvio decirlo gran parte del proble-ma que tenemos no es exclusivamente económico sino de insu-ficiencia político-institucional. Europa como un espacio mone-tario y de intercambio de bienes y servicios incapaz de articular una política económica integral que por ejemplo acometa polí-ticas expansivas allí donde hay más márgenes o haya servido de resguardo a los problemas de solvencia de las deudas soberanas. En cambio, se han aprovechado estas situaciones para debilitar el modelo social europeo y promover una política de devaluación interna en los países endeudados, en aras a salvaguardar los inte-reses de los acreedores.

Se puede decir que ahora mismo el proyecto europeo, es perci-bido por una buena parte de la población como un proyecto que incide negativamente en su vida. En realidad lo que ocurre es que en lugar de actuar mediante instituciones que representan proce-sos de deliberación democrática, asistimos a políticas marcadas por la hegemonía de los acreedores, públicos y privados.

Aquí cobra toda su dimensión, la insuficiente construcción institucional. Muestra el desacoplamiento entre el sistema eco-nómico imperante y el sistema político democrático. No sólo no se construye el espacio democrático europeo. Esta insuficiencia hace que las instituciones conocidas donde la ciudadanía mejor o peor, residenciaba su mandato democrático aparecen como inúti-les y por tanto deslegitimadas.

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Con las instituciones, los agentes representativos. Partidos, parlamentos, sindicatos, etc. Hay un interés político (liberalismo anarcoide) y populismos varios interesados en que eso sea así.

No avanzar en la institucionalización democrática generará una Europa a dos velocidades con tendencia a diferenciarse cada vez más. La construcción de un espacio democrático institucio-nalizado (parlamentos, fuerzas políticas, sociales, constitucio-nalización europea, política fiscal, presupuestaria etc.) pueden remar en la dirección de una mayor cohesión, también en función de la correlación de fuerzas y de las hegemonías políticas que se conformen.

En este contexto el movimiento sindical tiene que articular un espacio de respuesta en clave de propuesta y en clave de movili-zación. Hay dos limitaciones evidentes.

a- Al igual que en el marco general, hay una apuesta por des-membrar los espacios clásicos de intervención sindical (en Es-paña y Euskadi la negociación colectiva y el marco de diálogo social). Estos elementos no existen en el ámbito europeo con una fuerza vinculante real.

b- La propia CES sigue siendo algo mucho más parecido a una coordinadora de sindicatos que a una auténtica Confedera-ción Sindical. Hay diferentes posiciones sindicales sobre el papel de la CES, la caracterización de la crisis y por tanto la respuesta a la misa, la ejecutividad de la CES, etcl

Con todo algunas cosas se han avanzado en los últimos tiem-pos. Yo quiero hacer referencia a dos. Una parte importante del sindicalismo europeo estamos avanzando en integrar una pro-puesta coherente y alternativa al modo de enfrentar la crisis desde la troika (Comisión y BCE junto a FMI). En este aspecto es muy relevante que no reproduzcamos el esquema deudores/acreedores, sindicatos del sur/sindicatos del norte.

El sindicalismo español o el italiano, el portugués, con sus co-sas el francés, parte del griego, parece lógico que podamos conve-nir algunas cosas. Pero es muy relevante que la gran organización

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alemana, la DGB, comparta buena parte del análisis sobre como enfrenta la situación. Lo han explicitado en un documento en el que hablan de una especie de “Plan Mashall para Europa”. Un plan de inversión de en torno al 2% del PIB europeo en sectores sostenibles. Financiado con una especie de “bonos New Deal” nutridas de un ITF. En Alemania proponen aportar un recargo sobre patrimonios.

Igualmente hacen una crítica de las políticas de austeridad y abogan por medidas paliativas de las crisis de las deudas de los estados periféricos.

Se podrá argumentar que esto no es más que un documento, pero en mi opinión que la gran organización alemana se salga de la lógica del acreedor no es un tema menor. Todos sabemos que cuando se habla de financiación, la posición relativa que ocupa cada uno suele determinar en buena parte su posición, a veces por encima de lo que se supone que ideológicamente debiera de-fenderse.

Es importante que este sindicalismo comparta la necesidad de plantear ahora una política más expansiva en el centro, que lleve a políticas salariales como las que vienen dándose en Alemania en los últimos años. No olvidemos que cualquier planteamiento inflacionista o que perjudique su capacidad exportadora en Ale-mania es casi un anatema.

Por otro lado quiero destacar también la importancia que tuvo el 14-N en esta dinámica. Hito en la movilización sindical eu-ropea. Impensable no hace mucho y en la que CCOO jugó un papel relevante.

En otro orden de cosas, hay otra variante de la movilización que no quiero dejar pasar. La necesidad de articular espacios de encuentro sindical y social de base amplía y vinculando las condi-ciones superpuestas de trabajadores con la de ciudadanos, consu-midores, usuarios o activistas sociales, como la Cumbre Social.

¿Tiene esto algo que ver con Europa? Se podrá decir que no aunque ahí está Alter Summit como experiencia inicial. Pero lo

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digo más por otra cosa. Creo que la gravedad de la situación de crisis es enorme. Por concretar más, la utilización como coartada de la crisis para desfigurar el modelo europeo es de mucha tras-cendencia. Nosotros hicimos una reflexión en la siguiente clave:

La crisis entre otras muchas cuestiones está produciendo una redimensión económica sobre la que hay una disputa enorme.

“La guerra de clases que existe y que estamos ganando los ricos” según palabras de Warren Buffett. Esto se concreta en la famosa devaluación interna. Esta devaluación tiene varias vertientes y agudiza varias contradicciones.

-La devaluación salarial en el ámbito de la economía producti-va que atañe directamente a los sindicatos y que tiene que ver con lo dicho antes. Para nosotros es la más propia, la más trascenden-te pero no la única.

-Devaluación social a través de un debilitamiento del modelo redistributivo cuestionando las políticas fiscales progresivas y la reasignación de recursos a través del gasto público. También nos afecta directamente como sindicatos (a fin de cuentas el mode-lo social se construye de los impuestos, algunos generados en la empresa y a través de salario diferido, pensiones) pero tiene un componente ciudadano muy acusado.

-Devaluación mercantil. Palabro. Donde usuarios, clientes, pe-queños inversores o endeudados pagarían buena parte del pato frente a accionistas, gestores o propietarios.

De aquí se derivan otros conflictos, otras contradicciones a la clásica capital/trabajo. Quizás algunos no directa competen-cia sindical pero si de incumbencia como organizaciones socio-políticas.

Yo creo que compartir este tipo de acción social es importante. Para reconstruir sujetos colectivos, el valor de la consciencia a la hora de consumir, invertir, reivindicar el servicio público como concreción necesaria del derecho de ciudadanía.

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No olvidemos que la crisis golpeó sociedades cada vez más desvertebradas, desorganizadas, donde la exigencia legítima de derechos se desliga de los procedimientos políticos y de partici-pación necesarios para lograrlos.

Ahí se cava buena parte del foso en el que estamos y sobre esto hay que reflexionar huyendo de viejos esquemas. Y de forma paralela somos la izquierda los más interesados en reforzar el rol de ciudadanía europea. De vínculo a un proyecto de Europa pro-gresista, pero de Europa.

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Un proyecto para cambiar Europa

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La responsabilidad de EuropaWilly Meyer Pleite

Vivimos tiempos de inseguridad jurídica para la ciudadanía e impunidad legislativa para el poder. El derecho internacional, en estos momentos, es una referencia inexistente en el discurso público. La infracción permanente de las normas internacionales de convivencia pacífica entre Estados hace que el derecho inter-nacional carezca de eficacia y, por consiguiente, se vacíe de con-tenido.

La reciente contra-reforma de la justicia universal perpetra-da por el Gobierno de España es un síntoma de la devaluación democrática de los poderes públicos y ejemplo de la deslealtad institucional del Partido Popular. La vulneración de los tratados internacionales suscritos por el Estado español, consecuencia in-evitable de esta contra-reforma, sitúa a la actual Administración en la alegalidad internacional. Una ideologización sistemática de las instituciones judiciales, así como la transformación de las instancias judiciales en aparatos de control político, cuestionan la legitimidad del poder legislativo y promueven la desconfianza ciudadana hacia las instituciones democráticas. La unilateralidad de las decisiones gubernamentales del Estado español convier-te la política exterior del actual Gobierno en una acumulación de errores diplomáticos con consecuencias impredecibles a corto y medio plazo. Pero el problema de la responsabilidad política en materia de derecho internacional es más amplio y excede el marco de los Estados nación. Es una responsabilidad, también, europea.

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La dinámica de imposición arbitraria de determinadas medi-das irregulares, por la vía de la presión económica y militar, es frecuente en la política internacional de ciertos países. Su expre-sión más destacada es, sin duda, Estados Unidos de américa (EE.UU), país que continua actuando de forma éticamente contro-vertida, e incluso de forma objetivamente contraria al derecho internacional, en numerosos lugares del planeta. Las y los ciuda-danos de todo el mundo observan con incredulidad, incertidum-bre y desconfianza la posibilidad de una intervención militar de EE.UU en Siria, en Ucrania, o en cualquier otra región del pla-neta, en función de intereses económicos o geo-estratégicos ocul-tos e inconfesables. Ante esta situación, la ciudadanía europea siente como las instituciones de la Unión Europea (UE) dudan o incluso enmudecen frente a los acontecimientos. Se acumulan los golpes de Estado, el más reciente en Egipto, ante los que la UE permanece indiferente o murmura excusas diplomáticas insoste-nibles. La política exterior de la UE parece incapaz de afrontar los retos internacionales que conlleva la responsabilidad de repre-sentar al significativo conjunto de Estados que la conforman.

Desde la izquierda europea entendemos que, en un “mundo multipolar”, la UE debería liderar, decidida y coordinadamente, la defensa de la legalidad internacional desde su posición como sujeto internacional clave en el escenario de la globalización. Para quienes, desde la izquierda social y política, defendemos una le-galidad internacional que se fundamente en el diálogo político y la legitimidad democrática, la UE debe transformarse en un actor que trabaje, desde la cooperación internacional y el respe-to de la soberanía nacional, con los gobiernos democráticos para garantizar los derechos fundamentales, los Derechos Humanos, en cualquier lugar del mundo. La UE debe ser responsable y co-herente con los principios generales de su esencia democrática fundacional.

En este sentido, desde el Grupo Parlamentario de la Izquier-da Unitaria Europea (GUE/NGL), hemos defendido numerosas iniciativas dentro de las diferentes instituciones de la UE. Re-cientemente, en la Comisión interparlamentaria que se celebró en

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Vilnius (Lituania), donde participaron diputados y diputadas del Congreso y miembros del Senado de los 28 Estados miembros, más una representación del Parlamento Europeo y la Alta Re-presentante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Segu-ridad, la señora Catherine Ashton, y con la presencia del Secre-tario General de la Alianza Atlántica, Anders Fogh Rasmussen, manifestamos nuestra decidida oposición y rotunda condena de cualquier tipo de intervención militar en Siria sin mandato ex-preso del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas(ONU). Hacemos extensible esta posición de rechazo a cualquier inter-vención en un escenario de conflicto sin el consentimiento expre-so del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El punto de partida, por tanto, para cualquier intervención militar en si-tuaciones de emergencia humanitaria, debe ser, a nuestro juicio, la Asamblea General de las Naciones Unidas.

La Carta de las Naciones Unidas, y la propia función de la ONU, ha sido cuestionada ya en dos ocasiones por la intromisión mi-litar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Primero en 1999, con la intervención en Yugoslavia bajo el nom-bre clave de Operación Fuerza Aliada, cuando se bombardeó por parte de la OTAN -y sin el mandato del Consejo de Seguridad-, supuestos objetivos militares, entre ellos, “por error”, la embajada de la República Popular China; segundo, en 2003, en la invasión de Irak, sobre la base de mentiras y contra la voluntad de nume-rosos países, entre otros, Rusia, Francia, Alemania o China. En el caso de una tercera operación militar al margen de la ONU po-dríamos encontrarnos con la desacreditación pública y definitiva de esta organización. Es de suponer que, de ocurrir algo similar a lo descrito, ya nadie atendería a unas reglas del juego internacional que interesaba mantener, después de la experiencia de la Primera y Segunda Guerra Mundial, como una forma racional de coexis-tencia pacífica recogida como proyecto en la propia redacción de la Carta de Naciones Unidas.

Por lo tanto, en el caso sirio y, potencialmente ucraniano, estamos ante un hecho delicado y de una gravedad, política y humanitaria, difícil de cuantificar. Hay que responder, como

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respondemos nosotros y nosotras, la izquierda social y políti-ca, con la movilización ciudadana. Tenemos que fortalecer las movilizaciones unitarias que reclaman justicia, paz y legalidad internacional. En el conjunto de los países de Europa se han pro-ducido ya concentraciones ciudadanas rodeando las embajadas de los EE.UU. Nunca la sombra de una intervención militar de la OTAN ha tenido una reacción contraria más potente. Incluso el estado Vaticano, con el nuevo Papa a la cabeza, ésta desplegando acciones diplomáticas sin precedentes contra la política bélica de intervención en Siria.

Siria es un ejemplo paradigmático de la imposibilidad de la resolución militar y unilateral de los conflictos, pero no el único. Es una obligación política, moral y de civilización que nosotros y nosotras, la izquierda europea, convirtamos el “no a la gue-rra”, la negación de cualquier tipo de acción militar ilegal, en una prioridad en la agenda política europea. Si hay algún pueblo en el mundo especialmente interesado en que se cumpla la Car-ta de las Naciones Unidas es el europeo. Nuestra propia historia, como europeos y europeas, nos recuerda, porque aquí, en Eu-ropa, es donde se desarrollaron las operaciones militares de los dos conflictos más sanguinarios y dramáticos del siglo XX, las consecuencias irreversibles de la guerra. Por nuestra experiencia y memoria, la ciudadanía europea tiene la legitimidad histórica para alzar la voz exigiendo que se cumpla la Carta de las Naciones Unidas y que nadie use la fuerza sin el mandato expreso del Con-sejo de Seguridad de la ONU. El grito de los y las ciudadanas de Europa contra la guerra debe oírse en todo el mundo. El rechazo europeo a la guerra debe recordar al resto de países las secuelas imborrables que aun hoy, en el año del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial y casi setenta años después del final de la Segunda Guerra Mundial, sufrimos como continente.

***

La segunda idea fuerza que, lógicamente, guía la política de la izquierda europea en esta materia es que, las armas de des-trucción masiva; nucleares, bacteriológicas y químicas han de

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prohibirse, primero, y destruirse después. No existen armas bue-nas o malas en función de quien las posea. Todas las armas de destrucción masiva, las tenga Rusia, EE.UU, China, Francia o Reino Unido, todas, son una amenaza real para la humanidad y, por tanto, nosotros, históricamente, en todos nuestros programas políticos, desde la fundación de Izquierda Unida, hemos plan-teado la necesidad de encaminarnos a una convención interna-cional que prohíba categóricamente la posesión de armas nuclea-res, bacteriológicas y químicas. Es el momento preciso, dado el escenario actual, de lanzar esta idea con mucha fuerza en todos los foros, en todas las instituciones y en todas las calles de Euro-pa. Debemos trabajar social y políticamente para conquistar un horizonte de posibilidad donde las armas de destrucción masiva dejen de resultar una amenaza para la supervivencia del conjunto de la humanidad.

Es cierto que desde las instituciones internacionales se ha avanzado, aunque tímida e insuficientemente, en esta dirección. En la Convención sobre Armas Químicas de París, auspiciada por la ONU en 1993, se consiguió elaborar un tratado para prohibir expresamente el uso y la fabricación de armas químicas. Firma-ron el convenio 188 países de los 195 reconocidos por la ONU y prácticamente todos han ratificado el Convenio. Dos excepciones son actualmente preocupantes por igual: Siria e Israel. El arsenal químico de Israel y Siria genera incertidumbre e inseguridad en los países de su entorno, una zona, ya de por sí, altamente inesta-ble, que no puede permitirse motivos reales para la desconfianza mutua. Tampoco Egipto ha firmado el Tratado lo cual, dada la convulsa situación por la que atraviesa el país, añade elementos de riesgo al mapa.

La fecha límite que el Tratado establecía para la destrucción del arsenal químico era el año 2012. Ha pasado el 2012 y EEUU solamente ha destruido, aproximadamente, el 40% del total de sus armas químicas. Una curiosa paradoja, ya que EEUU pre-tende presentarse ante la opinión pública internacional como el paladín de la lucha contra las armas de destrucción masiva. No resulta, sin embargo, del todo sorprendente. Si hacemos memoria,

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recordaremos fácilmente que EEUU es el único país del mundo que ha lanzado dos bombas nucleares sobre ciudades habitadas y ante un enemigo, Japón, militarmente vencido. EEUU es el único, no hay otra experiencia en el mundo, país que ha usado la fuerza devastadora de las armas nucleares contra la población ci-vil. ¿Ésta biografía no debería deslegitimarle internacionalmente como interlocutor en asuntos de paz y desarme?

El “caso de EEUU” y sus acciones militares ilegales o contra-rias a la Convención de Ginebra daría para un análisis más deta-llado que excede los límites de este texto. Solo recordemos, rápi-damente, un par de ejemplos. En la “guerra de Vietnam” EEUU lanzó setenta y seis millones de litros de “agente naranja” sobre éste pequeño país causando casi medio millón de muertos y más de medio millón de malformaciones en los niños nacidos poste-riormente. Pero no es necesario remontarse tanto en el tiempo para encontrar flagrantes violaciones de los tratados internacio-nales. En 2004 EEUU, en la operación militar de asedio y asalto a la ciudad de Faluya, en Irak, utilizó “fosforo blanco” arrasando la población por completo e impidiendo, incluso, la huida de la ciudad a sus habitantes. Éste uso de armas químicas por parte de EEUU es un hecho denunciado y verificado que cuestiona el interés real y el compromiso internacional de EEUU en la elimi-nación de las armas de destrucción masiva y, por extensión, las motivaciones objetivas que impulsaron la invasión de Irak. Sobre esta cuestión es interesante recordar la intervención, en febrero de 2003, del entonces Secretario de Estado de EEUU ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Colin Powell realizó una exposición de motivos para la intervención militar apoyán-dose en unas pizarras en las cuales presentaba supuestas pruebas de que Saddam Husein tenía armas de destrucción masiva, quí-micas y bacteriológicas, que suponían una amenaza real para la seguridad mundial. La representación teatral del Secretario de Estado norteamericano, enseñando supuestas fotografías realiza-das por satélite, transcripciones de conversaciones interceptadas entre agentes secretos, militares y “traficantes de armas africa-nos”, habían sido manipuladas, no correspondían con la realidad

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o eran completamente falsas. EEUU fábrico pruebas falsas para justificar la invasión de Irak y las presento en la ONU como evi-dencias incontestables.

Ahora nos enfrentamos con una situación similar en el caso de Siria. EEUU y el Secretario General de la OTAN insisten en que el régimen sirio puede poseer armas de destrucción masiva, esencialmente armas químicas ilegales. Por el contrario, según una investigación periodística de la cadena británica BBC, es po-sible que Arabia Saudita pudiera haber proporcionado armamen-to químico a los denominados “rebeldes” sirios. La hipótesis, que cobra fuerza por los hechos, de la conexión del príncipe Bandar bin Sultan, que es el jefe de los servicios de inteligencia de Arabia Saudí, en el suministro de armas ilegales a los “rebeldes”, no se investiga por la especial relación que ciertos países mantienen con Arabia Saudita como “país aliado”. Arabia Saudita, ejemplo de democracia para EEUU y Francia, es una monarquía par-ticularmente opaca donde la dinastía Saud gobierna el país, al margen de las urnas y de cualquier tipología homologable de pro-ceso democrático, desde su fundación como Estado en 1932. Un país que sostiene un sistema patriarcal extremo de dominación legal sobre las mujeres y homofobia institucional, financiación de grupos yihadistas armados, que actuaron en Libia y actúan actualmente en Siria, un sistema sin garantías judiciales y cuyo respeto por los derechos humanos es cuestionable en todos los aspectos. Sin embargo, la investigación está paralizada. Nosotros y nosotras, la izquierda europea, reclamamos una investigación internacional imparcial que determine efectivamente quién está suministrando, y a quién, armas químicas. Pretendemos que la justicia internacional actúe y ponga a disposición judicial a los responsables de suministrar armas ilegales. No sentimos nin-guna simpatía por el régimen de Al Assad, pero dudamos que, dentro de los esquemas estratégicos del mismo, mientras se está imponiendo militarmente a la rebelión, recurra a la utilización de armas químicas que posibilitarían una excusa a EEUU para exigir la intervención militar internacional. Por tanto, parece poco probable que el uso de armas químicas en Siria provenga del

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ejército regular sirio y nos inclinamos a pensar que hay agentes extranjeros actuando ilegalmente en territorio sirio.

Ante ésta situación de emergencia humanitaria en Siria la UE naufraga, una vez más, y demuestra la impotencia de la reacción política europea. La UE queda fuera del escenario global y se re-tira a la tranquilidad de sus fronteras aparentemente seguras. La UE, una vez más, decepciona a las y los luchadores europeos por la paz. La UE, de nuevo, siembra euroescepticismo en el concier-to internacional de naciones. En el espacio político europeo con el que nosotros soñamos y por el cual trabajamos, si se diera el hipotético caso de que tuviéramos la fuerza suficiente para gober-nar la UE, en estos momentos, la voz principal contra la guerra y a favor de la Carta de las Naciones Unidas, sería la UE. Y aquel Estado miembro que rompiera el principio de la Carta de Naciones Unidas sería automáticamente expulsado o no podría formar par-te de la UE. Pero lo que hemos vivido los diputados y diputadas de la izquierda europea que hemos asistido a esta Conferencia Interparlamentaria en Vilnius es todo lo contrario. Es cierto que la Alta Representante en su intervención reconoció, diplomática-mente, que la UE en estos “asuntos” no tiene una política común

-lo cual es evidente, viendo como Francia se ofrece decididamente a una acción militar conjunta con Turquía. La gravedad de esta afirmación es subrayable. Si la UE no tiene una posición común a nivel internacional ante situaciones de éste tipo, ante los desafíos internacionales a la paz, la legalidad y la estabilidad, es muy difí-cil participar en el escenario mundial actual de forma coordinada e imposible actuar de forma conjunta.

Nuestra falta de credibilidad como UE en materia de política exterior y seguridad resulta evidente. El Secretario General de la OTAN, Rasmussen, lo sabe y lo hizo notar al intervenir en la Conferencia Interparlamentaria afirmando que, él ya tenía claro que la autoría del uso de las armas químicas en Siria era obra del gobierno de Al Assad y, por tanto, había que dar una respuesta enérgica -y tutorizada por la OTAN a través de su socio turco. Esta posibilidad abre la puerta a la participación de Francia y complica de forma sustancial la posición de la UE. ¿Una vez más

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la OTAN actuará al margen de la UE y al margen de la ONU? Todo parece indicar que así será.

***

Lo peor que se puede hacer desde la izquierda que nosotros re-presentamos es ser ingenuos. La responsabilidad y las causas de la actual situación es el consenso que se fraguó en los años noventa entre la socialdemocracia y la derecha europea para promocionar la ideología neoliberal disfrazada de modernización de los para-digmas políticos europeos clásicos. Se publicito una imagen de Europa donde coexistían, sin contradicción aparente, la creación de empleo, la cohesión social y territorial y el “modelo social eu-ropeo” con la desregularización del mercado y la economía. Así lo reflejo el tratado de Maastricht y así lo han ido verificando las múltiples reformas de la arquitectura de la UE. Este es el núcleo político central que hay que combatir. El consenso en políticas neoliberales entre el Partido Socialista Europeo y el Parido Po-pular Europeo que condenan a la supresión paulatina del Estado social y a la subalternidad política internacional de la UE a los mandatos de constructos ajenos a la voluntad democrática de los y las ciudadanas europeas.

La izquierda política, social y sindical europea está exploran-do esa vía de combate. Por primera vez en su historia, y hay que celebrarlo, la Confederación Europea de Sindicatos (CES) se ha opuesto al último tratado de estabilidad presentado por las ins-tituciones económicas de la UE. Un paso importante que marca un nuevo rumbo del sindicalismo mayoritario en Europa. Una nueva etapa se abre, un cambio de ciclo político se visualiza ya en toda Europa. Las políticas neoliberales y neoimperialistas que ha representado el consenso entre socialdemócratas y conservadores están agotadas y no son referentes electorales válidos para cada vez un número mayor de ciudadanos y ciudadanas europeas. La ciudadanía europea observa las instituciones de la UE con una desconfianza creciente, producto de la irresponsabilidad política de sus representantes. El consenso entre conservadores y social-demócratas en torno a la política de la UE se resiente, las marcas

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electorales de ambos se desgastan y asistimos a procesos de im-plosión, como en Grecia, o de fusión, como en Alemania. Las referencias políticas, dentro de Europa, están cambiando.

La traducción de lo anterior en el marco de los Estados nación de la UE es fundamental realizarla con precaución y adaptándola a cada contexto particular. La política común que defendemos para la UE se construirá en función de la correlación de fuerzas de los diferentes parlamentos y cámaras nacionales y su proyec-ción europea. La batalla política, por tanto, se libra, primero en el territorio de cada Estado miembro. Es una confrontación entre dos modelos antagónicos de entender la gobernanza democrática, local y global, estatal y europea. Para los partidos del “consen-so de Maastricht”, se trata de minimizar los efectos electorales de la actual crisis de gobernanza. Para nosotros y nosotras, de agudizar las contradicciones en las que incurren estos partidos al defender una gestión que está enviando a Europa hacia el colapso institucional y la quiebra de la propia UE.

Para esta larga travesía, desde cada municipio hasta el Parla-mento europeo, es fundamental tener una organización potente, de masas, con influencia y capacidad de movilización social. Una organización preparada para vertebrar un bloque social y político alternativo. Una organización que sostenga una movilización so-cial y electoral, política e institucional, de oposición a las políticas de la TROIKA. Una organización inclusiva, propositiva y di-námica. Una organización adaptativa que reaccione y proponga. Una organización fuerte y cohesionada en la diversidad.

En estos tiempos donde los poderes públicos se malversan y son utilizados contra la ciudadanía que los sostiene. En estos tiempos de guerra total, de violación de los derechos fundamen-tales, de destrucción de los principios democráticos, tenemos que consolidar nuestras posiciones, que fortalecer nuestra propuesta política con la incorporación y participación de la gente. Debe-mos confiar en el poder de la gente. En el poder de la gente para, como decía Karl Marx, cambiar la historia. Tenemos que trans-formar ésta crisis de civilización en ruptura. En ruptura con la

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La responsabilidad de Europa

inercia de un sistema que se demuestra cruel, sanguinario e inefi-caz. Hay que romper definitivamente con la inercia institucional y recuperar el control ciudadano sobre la UE. Hay que rescatar a la democracia para construir un futuro seguro, justo y en paz.

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Un programa, un proyectoPaloma López Bermejo

El próximo 25 de mayo son las elecciones al Parlamento Eu-ropeo, no son unas elecciones cualquiera, ya que van a tener tres características distintivas del proceso anterior, como son: un con-texto determinado por la actual crisis; la desafección ciudadana hacia las instituciones políticas y sus representantes y la elección del Presidente de la Comisión por el Parlamento Europeo.

Nos encontramos en un contexto definido por una crisis sis-témica, que se ha agravado desde 2009 como resultado de las políticas adoptadas en detrimento de las personas, algunas de cuyas consecuencias son:

El desempleo que alcanza el 12% para la zona euro, y en Es-paña se sitúa en un alarmante 26 %, y sin embargo, salvo en los discursos, ha dejado de considerarse –junto con la pobreza- el problema político más grave al que hay que dar solución, como bien dice Owen Jones “el desempleo se ha despolitizado”1.

El empobrecimiento sostenido de la ciudadanía en su conjunto. No solo han aumentado significativamente las personas que se encuentran bajo el umbral de la pobreza -cada vez son más los hogares que carecen de ingresos y las personas en situación de pobreza que se encuentran trabajando-, sino que también “han crecido los segmentos sociales que han sufrido la pérdida de sus

1. Jones, O. (2012): Chavs: La demonización de la clase obrera. Capitán Swing, Madrid.

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Paloma López Bermejo

recursos”2, entre otras causas, por la presión a la baja que se ha producido en los salarios y en la participación salarial en la renta, con el objetivo de mantener o incrementar, como en el caso de España, los beneficios empresariales.

La eliminación y privatización de los servicios públicos, que contribuye al deterioro del sistema de protección social.

Una legislación destinada a debilitar el poder y la capacidad de negociación de los sindicatos3, donde el trabajo se contempla como un elemento de producción, dejando de ser un espacio ge-nerador de derechos. Así mismo, se han desarrollado enormes transformaciones productivas en las economías nacionales que, como en el caso de España, ha significado un proceso de desin-dustrialización que ha ido acompañado en paralelo de la frag-mentación y segmentación de las relaciones laborales, a través de la subcontratación, la precariedad y el traspaso del trabajo asa-lariado a la fórmula de “emprendedores”. Todos estos elementos llevan implícito el incremento de las desigualdades.

La desafección ciudadana ante las instituciones políticas tiene mucho que ver con la manera en la que se está gestionando la cri-sis. Las políticas de austeridad impuestas en Europa, entre otros, a través de la denominada Gobernanza Económica Europea han atendido al reforzamiento del proyecto neoliberal apoyado por países con gobiernos de intereses, que no son precisamente los intereses de las personas. Las directrices económicas han sido adoptadas por instituciones alejadas del control democrático y de la participación de la ciudadanía. La Troika ha establecido sus criterios en lo que venimos llamando desde IU un “golpe de Esta-do silencioso” y todo esto ha contribuido al deterioro de la calidad de la democracia y a socavar los consensos básicos sobre los que se ha construido el proyecto europeo, con el debilitamiento del proyecto de integración, en resumen, terminar con el denomina-

2. Francisco J. Lorenzo Gilsanz y Victor Renes Ayala. “Pobreza y fractura social: Lo que la crisis revela, lo que esconde la pobreza” 3. “Uno de los rasgos de las sociedades más igualitarias son movimientos sindicales más fuertes”. Wilkinson, R

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Un programa, un proyecto

do modelo social europeo a través de un entramado complejo con tecnócratas para ejecutarlo.

Así, según los últimos sondeos realizados, las próximas elec-ciones al Parlamento europeo se caracterizaran por una baja par-ticipación -en España en los comicios del 2009 fue del 45%- . La mayor abstención en el 20094 se dio, entre otros, en los sectores de la población más joven y las personas con mayores dificultades económicas, pero en esta ocasión parece que la desconfianza en la Unión Europea, incidirá más en la abstención y esta se incremen-ta entre los países y segmentos sociales más europeístas.

Todo lo anterior son algunos de los aspectos –sin duda hay mu-chos más- que determinan una parte del programa electoral de Izquierda Unida, un programa dirigido a ofrecer una alternativa

-en este caso me referiré especialmente al área económica- realis-ta, realizable, factible y eficiente, con propuestas cuantificables y evaluables por la ciudadanía.

Una autentica política de izquierdas debe hacer pivotar su pro-grama en la creación real de empleo, pero no de cualquier em-pleo, sino empleo de calidad, con un salario digno, basado en la igualdad de oportunidades y de trato, que sea fuente de derechos. Apostamos por la reducción del tiempo de trabajo y de la edad de jubilación. Fortalecer la negociación colectiva y la participación de los trabajadores y trabajadoras en las decisiones empresariales. Apoyar el papel de los sindicatos europeos y de la Confederación Europea de Sindicatos, trabajando conjuntamente para la apli-cación de la estrategia sobre la “Dimensión Social de la Unión Europea”. Apostar por un cambio de modelo productivo que pasa por poner en marcha un proceso de reindustrialización que debe orbitar sobre dos elementos centrales: el tipo de industria y que se base en sectores sostenibles. Así mismo, los programas de inver-sión y desarrollo deben ser los motores fundamentales del cambio. Potenciar la industria europea de electrónica y de telecomunica-ciones. Apoyar a la economía social. Incrementar los elementos de protección social y los servicios públicos. Esta es una muestra

4. Eurobarómetro especial 320. Encuesta postelectoral 2009

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Paloma López Bermejo

del programa que contiene otros elementos y desarrolla los aquí planteados.

Para llevar a cabo este programa se requiere:

Una financiación suficiente que pasa por incrementar el pre-supuesto de la Unión Europea -próximo al 1% del PIB europeo- totalmente limitado.

Una fiscalidad que termine con el fraude, la competencia fiscal entre países miembros de la UE y la existencia de los paraísos fiscales.

La creación de un impuesto sobre Transacciones financieras y el establecimiento de una fiscalidad verde, entre otros.

Se precisa realizar una auditoría de la deuda pública, que esta-blezca criterios para una reestructuración de la misma, que libere del lastre de los intereses al Estado.

Por último, el Tratado de Lisboa determina que el “Parlamen-to Europeo ejercerá conjuntamente con el Consejo la función le-gislativa y la función presupuestaria. Ejercerá funciones de con-trol político y consultivas, en las condiciones establecidas en los Tratados. Elegirá al Presidente de la Comisión”5.

Aunque el Presidente no nombra a los miembros de la Comi-sión y, por tanto, no puede ejecutar un auténtico programa de gobierno, su orientación política puede tener un gran impacto en las políticas de competencias exclusivas de la Unión Europea.

Y es aquí donde toma una especial importancia el proyecto a incorporar, es decir, qué Europa queremos, y aunque es un cam-bio a largo plazo hay que empezar a actuar sobre los aspectos que determinan un freno a su implantación, y el primero debe ser cambiar la correlación de fuerzas en el Parlamento Europeo, pero también en los parlamentos de los Estados miembro que a su vez determinan la composición del Consejo Europeo.

5. Tratado de Lisboa. “Titulo III Disposiciones sobre las Instituciones”. Artículo 9 A 1.

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Un programa, un proyecto

Si, como parece por las encuestas, los liberales caen de forma significativa y la derecha y los socialdemócratas pierden escaños

–iniciando el fin del bipartidismo- es el momento de abrir un camino real de cambio, oportunidad que no debemos y que no podemos perder.

Queremos desalojar del poder a las políticas neoliberales. Construir un Bloque Social y Político para enfrentar esas políti-cas y articular respuestas, potenciando la confluencia con diver-sos agentes, los trabajadores y trabajadoras, sus organizaciones representativas y la ciudadanía activa, consumidores y usuarios, movilizados frente a un poder público ajeno a los intereses de las personas, estableciendo instrumentos para la participación efectiva.

Hemos de impedir el desarrollo de las políticas impuestas por la Troika, tenemos que poner los cimientos para reducir las asi-metrías entre los países del norte y del sur incrementando la soli-daridad interregional. Impulsando cambios, entre otros, el papel del Banco Central Europeo transformándolo en una verdadera Reserva Federal Europea con posibilidad de devaluar la moneda y bajo un control exhaustivo del Parlamento.

En resumen, queremos construir una Europa social, la Europa de los pueblos y orillar a un capitalismo financiero, especulativo y depredador.

Tenemos programa y tenemos proyecto.

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Recuperemos la Europa de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad

Ernest Urtasun Domenech

Europa vive un momento histórico marcado por el incremento de las desigualdades económicas, la pobreza y un desempleo que ha alcanzado unos niveles inimaginables. Un momento marcado por la inestabilidad financiera, por la creciente distancia entre la política institucional y las necesidades sociales, por un producti-vismo insostenible, así como por el evidente retroceso de la so-beranía popular. Europa es víctima hoy de un capitalismo global que desmantela derechos y precariza la vida de la gente.

Dentro de este marco europeo, Cataluña vive hoy una triple crisis: la económica, que está destruyendo las conquistas del Es-tado de Bienestar; la política, por la negativa del PP a reconocer el derecho del pueblo catalán a decidir su futuro como nación; y la de legitimidad democrática, cuando el sistema se ve afectado por numerosos casos de corrupción que alejan a la gente de la po-lítica o la llevan a la desconfianza. Todas estas cuestiones impul-san a amplios sectores de la sociedad a plantear la necesidad de un auténtico proceso constituyente en el que esta crisis encuentre solución. Es este marco se celebrarán las elecciones europeas en Europa, en España y en Cataluña.

La UE es el espacio económico políticamente integrado más grande del mundo y donde se realiza el 50% de todo el gasto social. La desaparición de este espacio sería una tragedia para la ciudadanía europea y tendría consecuencias globales: liquidaría el único entramado político e institucional capaz de hacer frente

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Ernest Urtasun Domenech

al capitalismo salvaje. Un capitalismo ecológicamente y social-mente depredador, generador de inestabilidad financiera, e in-compatible con la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Los gobiernos europeos y la Unión Europea han afrontado la crisis con el objetivo único de garantizar la estabilidad y las ganancias de los mercados a costa de degradar y recortar en dere-chos. El mal diseño “constitucional” de la UE, el pésimo diseño monetario de la zona euro y las políticas procíclicas de austeridad y consolidación fiscal, han puesto en peligro la idea misma de Europa.

Las élites europeas amenazan la conquista más grande del an-tifascismo europeo tras la derrota del nazismo: el Estado Social y Democrático de Derecho y el acceso del conjunto de la población a unas condiciones de vida dignas. Son las conquistas de las clases trabajadoras y sus estructuras de organización, particularmente los sindicatos, hoy, la diana principal de la ofensiva neoliberal, a través de los recortes y las contrarreformas laborales.

El dirigente de la izquierda italiana, Nichi Vendola, describe Europa como la herencia de dos procesos históricos: la herencia racionalista laica de la Ilustración y las conquistas del Movimien-to Obrero. Cuando se ponen en cuestión estos fundamentos, en-tonces Europa ya no es posible.

Las elecciones europeas del próximo mes de mayo ofrecen una oportunidad para tratar de recuperar, con toda la fuerza posible, la idea del proyecto europeo como motor de derechos y libertades; como espacio de control público de la economía, particularmen-te la financiera, y de control democrático de los mercados -los mercados laborales, crediticios e inmobiliarios - y como proyecto común de toda la ciudadanía que queremos y luchamos por una Europa de la fraternidad.

Estos comicios serán un proceso electoral clave para empezar a construir un consenso social alternativo que conlleve un cambio radical de agenda política. Serán unas elecciones trascendentales, que nos han de permitir empezar a romper con las políticas neo-

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Recuperemos la Europa de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad

liberales en Europa, construyendo una alianza con peso suficien-te para rechazar todo aquello que ha caracterizado a las peores etapas de nuestra historia como europeos. Una alianza que sea capaz de canalizar la movilización ciudadana y donde las clases trabajadoras vean un instrumento útil para recuperar derechos y libertades. Una alianza que nos permita empezar a construir una nueva mayoría en el Parlamento Europeo para forzar un cambio de rumbo en Bruselas. Una alianza que debe trascender y supe-rar las líneas divisorias clásicas de las familias tradicionales de las izquierdas europeas. Una alianza valiente para hacer frente al incremento del fascismo, el populismo y la homofobia en muchos estados europeos, no asumiendo sus demandas, sino oponiendo nuestros valores de izquierdas a su peligrosa demagogia. Una alianza que sea capaz de transformar las aspiraciones de revuelta de buena parte de la ciudadanía en votos para otra Europa.

Esta nueva etapa que queremos abrir debe empezar en primer lugar por un tratamiento diferente de las políticas económicas para hacer frente a la crisis. Hay una nueva mayoría para una gestión alternativa de la deuda del sur de Europa, por una política fiscal favorable a las clases populares, por una nueva estrategia de política monetaria, por un nuevo diseño de la zona euro que rompa con la Europa de los deudores y los acreedores, por una democratización de la toma de decisiones en Bruselas. Necesita-mos construir la Europa de las futuras generaciones, condenadas ahora a un horizonte de precariedad, y combatir la creciente fe-minización de la crisis y la Europa frontera que cierra con cientos de muertos sus fronteras. Queremos una Europa también abierta al mundo que luche contra las desigualdades en el Sur situando nuevos paradigmas de cooperación internacional horizontales que superen la lógica de donantes y receptores.

Necesitamos, asimismo, recuperar con toda la fuerza la agen-da ambiental para luchar sin tregua contra el cambio climático. Las políticas de la UE han significado en los últimos años un avance incuestionable en materia de defensa del medioambiente para países como el nuestro, y un liderazgo indiscutible contra el cambio climático. La crisis parece también haber puesto en

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Ernest Urtasun Domenech

peligro ambas cosas, y trabajaremos para que vuelvan a estar en el corazón de las políticas comunitarias.

Reclamamos también la Europa de los pueblos, que permita la participación democrática en el proyecto común europeo, respe-tando el derecho inalienable de los pueblos a decidir democráti-camente su futuro. La voz de Cataluña hoy en Bruselas debe ser una voz firme a favor de su derecho a decidir como nación. Un derecho inseparable también de un futuro lejos de la desigualdad social y la precariedad. Es por eso que nos comprometemos a llevar al Parlamento Europeo la defensa del derecho a decidir del pueblo de Cataluña, es decir, la necesidad imperiosa de que se pueda celebrar un referéndum o consulta.

Tenemos el convencimiento de que es necesario detener la de-gradación del proyecto europeo y abrir una nueva etapa reconsti-tuyente en Europa. El Tratado de Lisboa ha quedado liquidado por la crisis, urge construir un marco jurídico que recupere lo mejor del constitucionalismo republicano y social en Europa, po-niendo la acción de los poderes públicos al servicio de la ciuda-danía, y no de los mercados, y garantizando un mayor control democrático del proceso de integración. El momento requiere de un nuevo pacto constitucional democratizador en el marco de la Unión Europea. Europa será democrática o no será, y salvar el proyecto europeo hoy significa recuperar la plena soberanía de su ciudadanía.

Para hacerlo posible, los y las militantes de ICV queremos contribuir desde Cataluña a crear una nueva alianza de las fuer-zas de izquierdas y ecosocialistas en Europa. Con nuestros socios y aliados europeos de ICV- EUIA, los grupos Verdes -ALE y la Izquierda Unitaria Europea, y particularmente con nuestros alia-dos del sur como la Syriza de Alexis Tipas, forjaremos un fren-te antiausteridad que revierta las políticas de ajuste de la troika y combata con fuerza el populismo de derechas y la xenofobia. Construiremos nuevas políticas para afrontar de manera justa la crisis depresiva que viven nuestros países, y por supuesto, el aho-

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Recuperemos la Europa de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad

gamiento de una deuda injustamente contraída y, sencillamente irretornable.

Esta urgente alianza europea que queremos impulsar debe producirse en primer lugar en la configuración de la candidatura en Cataluña y en el conjunto del Estado. Trabajar con todas las izquierdas para una amplia alianza aquí para un cambio de rum-bo en Europa. Esta es también, ahora mismo, la mejor contribu-ción que podemos hacer al necesario cambio político radical que necesitan Cataluña y España.

ICV, y antes el PSUC, no dejamos de jugar nunca un papel destacado en la lucha por un proyecto europeo democrático. Nuestra tarea parlamentaria de los últimos años así lo avala. A nosotros nos toca, en las duras circunstancias actuales, seguir siendo la voz catalana que más consecuentemente trabaja para enderezar el malogrado proyecto europeo inspirándonos en el legado de las conquistas sociales y democráticas que un día lo hicieron esperanzador.

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La novena sinfonía y EuropaMarina Albiol Guzmán

Una herramienta se diseña con la finalidad de alcanzar un pro-ducto y, por lo tanto, no es adecuada para obtener unos resultados diametralmente opuestos a los que pretendía su creador. Las ar-mas de fuego se fabrican para matar y los hospitales para tratar las enfermedades.

La Unión Europea es, ni más ni menos que el instrumento, la herramienta creada por las grandes empresas y el capital finan-ciero, para reforzar su papel en el mercado mundial, al tiempo que generaban un mercado interno lo más favorable posible a sus intereses.

Hace tiempo que el Estado nacional se quedo pequeño frente a las fuerzas productivas generadas bajo el capitalismo. La Unión Europea expresa esa necesidad, que tiene el capital en su repro-ducción y acumulación, de saltar por encima de esas limitacio-nes, en un proceso de concentración del capital en pocas manos y de utilización de los recursos por encima de las fronteras de los Estados nacionales. Así, utilizando la genial expresión de Karl Marx, “el capitalismo se ha sobrevivido a sí mismo”. Pero, claro, para no traicionarse a sí mismo, el capital sólo podía producir un monstruo como la Unión Europea.

Los intereses de clase están por encima de cualquier otra con-sideración, en esa carrera loca por acumular beneficios a costa de limitar derechos laborales y sociales. Una alianza de las clases

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Marina Albiol Guzmán

dominantes de todos los países de Europa, contra la clase tra-bajadora de toda Europa, eso es la Unión Europea. Se crean las instituciones actuales con un contenido de clase: “Hoy, el poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de Administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa”1.

En definitiva, lo que nos asfixia no es Europa, no son los pue-blos que componen nuestro continente. Las políticas de la Troika no representan los intereses de la clase obrera alemana, francesa o italiana, sino lo intereses de sus respectivas burguesías, en todos los países de Europa los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Hablando con propiedad, no deberíamos lanzar ninguna acusación contra Europa, sino contra la Unión Europea, contra

“la Europa del capital”.

Y cualquier política, institución o moneda que surja de este sistema estará a su servicio, porque ha sido diseñado para ello, para defender los intereses de los capitalistas europeos, frente a sus competidores en el mercado mundial y frente a la clase obrera europea. Todas sus políticas son instrumentos de explotación de la clase trabajadora; desde el Banco Central Europeo, hasta el sistema monetario o la política aduanera y de fronteras… ¡Todo ello tiene carácter de clase, defendiendo los intereses materiales de los poderosos!

Por eso, lo debemos decir sin tapujos: La Unión Europea no es reformable. Es un instrumento fabricado para cumplir su función instrumental. Intentar poner la UE al servicio de la clase tra-bajadora sería como intentar lavarse los dientes con un martillo. Seamos consecuentes, y analicemos los pilares fundamentales.El Banco Central Europeo

Si algo puede resultar significativo es el poder del capital fi-nanciero. El papel del Banco Central Europeo está pensado, fun-damentalmente, como eje de apoyo a la banca privada, no a los pueblos de Europa.

1. ”Manifiesto del Partido Comunista” Marx y Engels

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La novena sinfonía y Europa

El sector financiero canibaliza al sector público utilizando como herramienta al Banco Central Europeo. Los Estados no pueden recurrir al BCE para corregir sus eventuales déficits, pero sí lo hace la banca privada de manera ilimitada, lo que supone un sobrecoste brutal para las arcas públicas. En el caso del Estado español, en el período 2000-2013, las Administraciones Públicas han pagado 141 mil millones de euros más de gastos financieros que los que hubieran pagado financiándose directamente desde el BCE. En concreto, desde 2008 el sobrecoste supera los 100 mil millones de euros.

En 2013 hemos pagado de más, una cifra similar a la que el Estado ha dedicado a prestaciones por desempleo (29 mil millo-nes de euros). Esto supone un descomunal trasvase de riqueza desde el ámbito público al sector financiero que, con esta práctica propia de un vampiro, deteriora dramáticamente la solvencia de los Estados.

Sin este expolio, las entidades bancarias que presumen de no tener ayudas públicas, perderían enormes cantidades de dinero y muchas quebrarían.

IU acaba de explicar públicamente la necesidad de nacionali-zar las compañías eléctricas. Es una gran idea, que debe plantear-se en Europa y tiene una lógica: todos los servicios básicos deben ser públicos a escala europea, eso sí permitiría otra Europa. Y si algo hay, son motivos para controlar democráticamente el Ban-co europeo, como primer paso para hacer público todo el sector financiero.Un proceso constituyente europeo

Por supuesto que en el ámbito europeo hemos conquistado derechos democráticos y libertades, pero desde el Tratado de Maastricht, pasando por el acuerdo de Lisboa, la obsesión es la reducción de los derechos laborales y la mayor libertad de explo-tación para las empresas.

Cuando, precisamente, el objetivo debiera ser el estableci-miento de unos derechos básicos comunes en toda Europa, como

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Marina Albiol Guzmán

el salario mínimo, la reducción de la jornada laboral a 35 horas, los servicios públicos gratuitos universales y de calidad, la jubila-ción a los 60 años…

Ese debe ser el programa de la izquierda europea y, por su-puesto, para conseguirlo hay que cambiar toda la estructura po-lítica actual, pues la capacidad para llevar la política debe residir en el Parlamento y no en los órganos que no han sido elegidos por nadie. El actual papel de la Troika, su intervención directa en Grecia, Italia y el Estado español, son una muestra clara de cómo las clases dominantes ni siquiera guardan las formas para ocultar su descarada manipulación de las políticas de la Unión Europea.

Además, la dependencia de EEUU en política exterior, con la pertenencia a la OTAN, el papel desastroso en el pasado en Yugoeslavia y hoy en Ucrania, expresan muy a las claras el abis-mo que separa a la Unión Europea de lo que tendría que ser una Europa de los Pueblos.

Por ello, los trabajadores y trabajadoras de toda Europa, no sólo tenemos que luchar por acabar con los instrumentos que nos oprimen, con las políticas que emanan de la Troika, con las insti-tuciones antidemocráticas o con el sistema financiero, sino que, y sobre todo, hemos de combatir el sistema económico que sustenta la Unión Europea.

El proyecto capitalista de construcción europea nos ha llevado a una atolladero, el futuro nos exige una tarea que no podemos eludir, la de construir una Europa fundamentada en la solidaridad entre los pueblos, en la justicia social y los derechos democráticos, en la que la riqueza creada por nuestras manos esté al servicio de la inmensa mayoría y no de una minoría de saqueadores. Nuestro proyecto alternativo no puede ser otro que el de la transformación socialista de la sociedad.

Este proceso constituyente europeo por el que debemos abo-gar, tiene una relación dialéctica de sinergia con los procesos constituyentes necesarios en los países que componen Europa y, en nuestro caso, con la necesidad de superar el régimen del 78.

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La novena sinfonía y Europa

Y unas nuevas instituciones europeas, plenamente democráticas, sólo pueden serlo sobre la base de unas nuevas relaciones de pro-piedad a escala europea. Rodeadas de grandes oligopolios priva-dos, de una monstruosa banca privada, no podrán prosperar.

Podremos ocupar los edificios oficiales, pero de lo que aporta la Unión Europea, en una Europa de los pueblos, lo único ofi-cial que puede sobrevivir es el himno (a diferencia del proceso constituyente del Estado español, que no podrá salvar el “himno nacional”).

Y tras ese proceso constituyente que construya una federación socialista, podremos cantar, entonces sí, a Europa la oda de Schi-ller: “Y todos los hombres serán hermanos bajo tus alas bienhechoras”2.

2. Verso de la letra de Schiller utilizada por L.V. Beethoven para la coral de la Novena Sinfonía

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É a hora do pobo!1

Lidia Senra Rodríguez

Creo que el gran reto al que nos enfrentamos la ciudadanía de la Unión Europea en las elecciones de mayo es, en palabras de un compañero mío de luchas en el ámbito europeo, “ocupar y reapropiarnos de la Unión Europea hoy confiscada”. Comparto plenamente que la Unión Europea está confiscada por las gran-des empresas y que sus instituciones se encuentran ocupadas por opciones políticas al servicio de estos intereses. Además, sufren de un enorme déficit democrático. El parlamento, rebajado en sus funciones, solo cuenta con capacidad para codecidir y no tie-ne posibilidad de elegir a la Comisión Europea. Esta Comisión, por tanto, carece de legitimidad democrática. Y el Banco Central Europeo (BCE), decisivo a la hora de dictar las políticas econó-micas comunitarias, fuera de todo control ciudadano.

En la década de los ochenta, la Mesa Redonda de Industriales europeos2 (integrada por grandes empresas como Siemens, Vol-vo, Philips, Fiat, Nestlé, Unilever ) desarrolló una intensa labor para convertir su recetario neoliberal en las políticas de la Unión Europea. Así lo reflejan el Acta Única firmada en febrero de 1986 y los acuerdos de aplicación posteriores, como por ejemplo el Tra-tado de Maastricht. Son los intereses de estas empresas los que impusieron el mercado único, la unión monetaria, los proyectos de infraestructuras, la flexibilización laboral, la desregulación, la

1. La expresión corresponde, en castellano, a: “¡Es la hora del pueblo!”.2. Documental Los negocios de Bruselas.

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Lidia Senra Rodríguez

reducción de los servicios públicos, las medidas de austeridad, etc. En su día, el nacionalismo de izquierdas de Galiza, del que for-mo parte, combatió duramente este Tratado de Maastricht.

En la década siguiente, los noventa, a la sombra de la globali-zación y de la conclusión de la ronda de Uruguay con el acuerdo de constituir la Organización Mundial del Comercio (OMC), el comisario europeo de Comercio Sir Leon Brittan (1993/1999)3 organiza una cena con cuarenta responsables de las más grandes compañías de servicios de Europa �es decir, bancos, empresas de seguros, empresas de telecomunicaciones, de distribución de servicios, de transportes o de turismo. El objetivo de la misma, asumir sus ideas de cara a la Conferencia de la OMC en Seattle en 1999, justo donde se lanzaría la Ronda del Milenio y en la que se abordaría la liberalización de los servicios. Las mencionadas empresas se constituyeron entonces en un nuevo grupo de pre-sión, el Foro Europeo de Servicios. Quedó en evidencia, una vez más, cómo los intereses de este sector avanzaban en las decisiones que iban construyendo la Unión Europea.

La globalización, y su proceso de desregulación para favorecer los intereses de las grandes corporaciones europeas y estadouni-denses ha impactado brutalmente en la sociedad. Especialmente en el campesinado, tanto en Europa como a nivel mundial, cuya agricultura ha sido destruida (en Europa, concretamente, cada tres minutos desaparece una finca campesina). Pero, al mismo tiempo, también ha propiciado la organización del movimiento campesino a nivel mundial, a través de la Vía Campesina. Además, se han forjado grandes alianzas con otras organizaciones, unas articuladas en el ámbito planetario, como la Marcha Mundial de las Mujeres, y otras en ámbitos menores. Éstas, por ejemplo, entienden que la alimentación no puede estar en manos de las grandes corporaciones, sino que, como elemento fundamental para la vida tiene que estar protegida por los gobiernos, la pro-ducción en manos del campesinado y basada en la agroecología. Las movilizaciones protagonizadas por estas alianzas a propó-

3. Documental Los negocios de Bruselas.

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É a hora do pobo

sito de las conferencias de la OMC en Seattle, Cancún o Hong Kong han supuesto un importante avance frente a los acuerdos multilaterales de libre comercio. Conectados con estas protes-tas, no han sido menos importantes otros espacios de confluencia entre movimientos sociales que han contribuido a poner en co-mún análisis, ideas, alternativas y luchas para frenar los impactos de las políticas neoliberales, especialmente cuando hablamos de los foros sociales mundiales, nacidos en Porto Alegre en 2001, y todo un universo de foros regionales y temáticos que se han ido extendiendo por el planeta.

Ya en plena crisis financiera, en octubre de 2008, el presidente de la Comisión Europea, Durão Barroso, constituyó el Grupo Independiente de Alto Nivel para la Supervisión Financiera4. Su presunto cometido; la elaboración de propuestas para regular el mercado financiero y así alcanzar la salida de la crisis. Este gru-po lo formaban ocho hombres, que de independientes no tenían nada: tres estaban ligados a bancos de Estados Unidos, involu-crados en el origen de la crisis, uno vinculado a grupos de estu-dios de Estados Unidos con tendencias de derechas, otros eran tres conocidos partidarios de la desregulación y otro ofrecía inte-ligencia financiera a grandes entidades bancarias. Sus reuniones se saldaron, una vez más, a favor del gran capital, con la sociali-zación de pérdidas a través del gran flujo de dinero público a los bancos.

Los acuerdos de las clases dominantes, plasmadas en las de-nominadas políticas de austeridad y de ajuste, han provocado un empobrecimiento generalizado de la población y la pérdida de derechos sociales y laborales. El sufrimiento es mayor para la ciudadanía y para las clases populares de los pueblos del Sur de Europa. La deuda y las políticas de recortes impuestas por la Troika y asumidas por los obedientes gobiernos neoliberales los aplastan. Nos aplastan. Cada día conocemos datos que ponen de manifiesto la magnitud de esta tragedia en el Estado español: una de cada tres niñas y niños está afectada por la pobreza; el

4. Documental Los negocios de Bruselas.

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Lidia Senra Rodríguez

hambre ha dejado de ser un mal recuerdo; cada vez más personas carecen de vivienda pese a tratarse de un derecho reconocido en la, para otras cuestiones tan manoseada, Constitución; millones de personas sin empleo y una juventud que vuelve a emigrar -en mi país, Galiza, se cuentan por miles en los últimos años-; pre-carización laboral; trabajo campesino poco o nada remunerado; desarticulación y privatización de servicios públicos básicos para la ciudadanía y para la vida en los pueblos rurales...

Pero cuando las clases dominantes no consiguen avanzar todo lo que quieren con sus oscuros acuerdos multilaterales, reabren el proceso mediante la bilateralidad. Ahora mismo, los que mandan, negocian un acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea. Una vez más y sin debate público, con total opacidad, la Comisión Europea prepara un tratado que supondrá todavía más sufrimiento para la ciudadanía.

Estoy plenamente convencida de que es posible otra Europa, en la que se antepongan los derechos de las personas a la especu-lación y los intereses de capital. El reto es importante y el poder de los que tienen a Europa confiscada es enorme. Pero nosotras y nosotros, mujeres y hombres de la izquierda rupturista, tenemos la obligación de utilizar todo el espacio que obtengamos en el próximo Parlamento europeo para romper con esta Europa de los mercaderes. Debemos convertir la cámara comunitaria en caja de resonancia de las luchas de los diferentes pueblos por conquistar un futuro hoy negado por los partidos del sistema que ocupan los órganos de gobierno de la Unión Europea. Y también nuestros gobiernos, porque normalmente son los mismos que nos dicen que la culpa es de Europa los que toman las decisiones europeas en los Consejos de Ministros y en las Cumbres de jefes de Estado y de Gobierno.

Tenemos una gran responsabilidad entre manos. Se trata de forjar esa gran alianza de toda la izquierda que quiera romper con esta situación, que quiere una nueva Unión Europea con ins-tituciones democráticas, transparentes, sometidas al escrutinio ciudadano. Es urgente fortalecer estas dinámicas para poner fin

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É a hora do pobo

a las políticas que están arruinando a las clases populares y, en el caso concreto de Galiza, nuestros sectores económicos básicos, por ejemplo, la pesca, la agricultura, el naval y la industria. Que-remos una Unión Europea que apruebe, entre otras, políticas que tengan en cuenta la soberanía alimentaria, el medioambiente, el techo del petróleo y los límites del planeta.

Como candidata en estas elecciones por la coalición Alternativa Galega de Esquerda en Europa -formada por Anova-Irmandade Nacionalista, Esquerda Unida y Espazo Ecosocialista Galego-, asumo la responsabilidad de colocar a Galiza en esa alianza para fortalecer las luchas por nuevas políticas europeas basadas en la solidaridad entre todos los pueblos, por nuevas políticas que nos permitan vivir dignamente de nuestro trabajo y que mantengan operativos los sectores básicos de nuestra economía. Igualmente, y de salir elegida, continuaré luchando desde este un nuevo espa-cio por el reconocimiento internacional de mi pueblo como sujeto político y por nuestro derecho a decidir nuestro futuro. Estoy convencida de que solo con una Alianza de la Izquierda ruptu-rista lo más amplia posible podremos iniciar el cambio de rumbo de 180 grados que precisa la Unión Europea. Respondiendo a los intereses de la inmensa mayoría de la sociedad, es decir, de las clases populares, construiremos la convivencia en igualdad de los pueblos que la conforman.

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La Europa que necesitamosÁngela Vallina de la Noval

Como dice el candidato del Grupo Parlamentario de la Iz-quierda Unitaria Europea (GUE), Alexis Tsipras, de los resul-tados de estas elecciones dependerá el modelo de la Unión que se consolide. Europa, la ciudadanía europea, está en una encru-cijada: lo sepamos o no, nos jugamos el futuro de la UE, su ser o no ser como un espacio de bienestar, equidad, justicia social y solidaridad. El proyecto de la Unión Europea fue, por décadas, la apuesta política mundial más estimulante, porque conjugaba desarrollo, sostenibilidad y el anhelo de generar un bloque eco-nómico y político cuyo más importante rasgo pasaba por crear un espacio en el que el respeto a los derechos humanos, entendidos más allá que en una simple enumeración, permeaba todo el sis-tema.

El sueño de Europa prometía la convergencia de sus miembros y la meta era igualar las condiciones de vida de su ciudadanía a la de los Estados más desarrollados, con más servicios y prestacio-nes, más derechos y protección social. Durante un tiempo, pare-ció imparable y los fondos europeos mejoraron comunicaciones e infraestructuras; y la legislación emanada de Bruselas aparecía como un acervo normativo de más seguridad para proteger dere-chos ciudadanos, laborales y medioambientales.

IU lleva desde Maastricht (1992) alertando del viraje hacia un modelo donde el mercado se impone a las personas y los recursos se malversan inyectándolos a un sistema financiero que desahucia

“En mayo no votaremos por un partido u otro, votaremos por nuestras vidas”.

Alexis Tsipras

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Ángela Vallina de la Noval

a millones de familias, mientras recibe ayudas públicas directas o indirectas.

Que la Unión Europea vaya hacia un modelo depredador no es inevitable ni fruto de la globalización, excusa que, como de un mal inapelable, esgrimen los grandes partidos del bipartidismo español y europeo. PSOE y PP, socialdemócratas y liberal-con-servadores en Bruselas, se han turnado en la dirección y Gobier-no de los órganos ejecutivos de la Unión Europea. Ellos son los responsables.

Quienes ahora, ante la proximidad de las elecciones europeas claman por una Europa social, fueron quienes la convirtieron en la de los mercados. Su meta es un continente unido para más beneficio a las grandes fortunas y conglomerados económico-financieros. Hay mil ejemplos, pero bastan dos: los socialistas es-pañoles apoyarán para presidir la UE al socialdemócrata alemán Martin Schulz, que aplaude las políticas de Rajoy; el candidato del PP es el conservador Jean-Claude Juncker férreo defensor de las políticas de austericidio.

PP y PSOE, derecha y pseudoizquierda, son caras de una misma moneda: aquélla en la que las personas, su bienestar y derechos, se ponen al servicio de los intereses económicos. Am-bas fuerzas se han mostrado en tales asuntos en una sospechosa sintonía, como en la reforma de la Constitución Española, con el cambio del artículo 135 que somete al pago de la deuda cual-quier otra necesidad. ¿Hay diferencias entre la socialdemocracia y las derechas? Solo de matiz, no en su concepción utilitaria de la ciudadanía y en su sumisión al capitalismo salvaje e insostenible. Son imágenes reflejadas en un laberinto de espejos donde es difí-cil saber quién es quién.

Los partidos mayoritarios se presentan a las elecciones en una gran obra teatral. Hecha la representación, obtenidos los votos, traicionan su discurso y a sus votantes en cuanto tocan poder. Se apoyan en unas empresas de comunicación acríticas y benignas en sus contradicciones y, hasta que fue insostenible, ciegos a sus

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La Europa que necesitamos

tropelías, porque hoy no son un contrapoder, están al servicio del poder, de ahí su comportamiento.

Nada es casual, el poder en la sombra fue tomando posición para conformar grandes grupos mediáticos con los que inven-tar una realidad a la medida de sus intereses. Un aparato pro-pagandístico, adoctrinador y coercitivo encargado de adormecer conciencias para desactivar la reacción social ante unas medidas dirigidas a proteger a quienes más tienen, articulando el cambio de modelo económico, social y político.

Ese es el contexto que, de creer al bipartidismo, responde a una ley universal imposible de parar, donde ni sus políticas ni las leyes que han promovido tuvieron nada que ver. Mienten. Para IU, este contexto es solo coyuntura y consecuencia de decisiones de unos partidos felones, entregados a ese poder en la sombra, auténtico promotor de la involución europea. La pérdida de de-rechos sociales, laborales, económicos y medioambientales, por citar algunos, en España y otros países del sur es una primera etapa en el proceso de constitución de un nuevo régimen aus-piciado por el capitalismo en su forma más grosera. Niegan la realidad con la opinión publicada, que aplasta en sus mentiras la auténtica opinión pública, ajena a los articulistas enaltecidos en medios de comunicación de masas, voces del aparato de desinfor-mación social.

PSOE y PP y sus correligionarios de la UE han alejado Euro-pa de la ciudadanía, convirtiendo las elecciones al Parlamento en una cita que despierta escaso interés entre los votantes. Tampoco es casualidad. Cuanto menos se perciba la importancia real de las instituciones europeas, sus efectos prácticos, más fácil les resulta el proceso de involución que luego se articula país a país, auto-nomía a autonomía, ayuntamiento a ayuntamiento. Es Europa, dicen, quien lo exige, un poder difuso y omnipotente frente al que nada puede hacerse. Una Europa que lo es gracias a nuestros votos pero que promueve y ampara nuestro empobrecimiento y liquidación. Es el rapto de Europa, cada vez menos democrática, social y ciudadana.

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Ángela Vallina de la Noval

Conquistar los espacios europeos es crucial para preservar lo que queda del Estado del bienestar, para parar el golpe de Estado legal, pero ilegítimo, que se está produciendo en Irlanda, España, Grecia o Portugal y que ya se adivina en Francia o Alemania. La izquierda real, la de IU y el Grupo de la Izquierda Unitaria (GUE) -del que formamos parte-, es la única fuerza que puede detener el asalto a las instituciones europeas, con un proyecto sólido para convertirlas en lo que siempre debieron ser: expresión de la voluntad popular y baluarte de la defensa de los intereses de la mayoría frente al abuso de los poderosos.

La Troika, formada por la Comisión Europea -verdadero go-bierno de Europa-, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional (FMI), es el auténtico poder que gobierna Euro-pa. No se presenta a elecciones ni rinde cuentas, gracias a unos partidos que renunciaron, allí y en cada uno de los países que conforman la Unión Europea, a ejercer sus responsabilidades y prerrogativas legales para garantizar el respeto a los derechos e intereses de la ciudadanía. No extraña. En España hablamos de la puerta giratoria de la política y la empresa para referirnos al escandaloso paso de políticos a los consejos de administración de los grandes grupos económicos y que funciona en ambos senti-dos. En Europa, es igual, porque así trabaja el poder en la som-bra: compran a quienes llegan a las instituciones haciendo de los grandes partidos peones a su servicio.

IU, la izquierda, debe ser capaz de mostrar a la gente que es en Europa donde se toman las decisiones que luego se aplican en España y resto de Estados: la reforma laboral; la supeditación de los intereses de la ciudadanía al pago de una deuda, incluida la ilegítima, generada por los grupos financieros; la pérdida de derechos que creíamos consolidados; el relajo y supresión de las regulaciones de protección del medio ambiente… forman parte de las decisiones que se toman en Bruselas. El Gobierno se deja imponer el Memorándum de Entendimiento y, con la excusa de Europa, aplica un programa nacional de reformas que provoca una quiebra social -6 millones de parados, 12 millones de po-bres de los que 3 millones son niños y niñas. Retiran derechos,

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La Europa que necesitamos

libertades y democracia, y todo para pagar una deuda privada e ilegítima en parte, que han hecho nuestra y que cada día es mayor, acercándose a nuestro PIB anual. Mientras tanto, ciudadanía y Administraciones Públicas exangües.

La dimensión y la calidad de los servicios públicos, de nuestro sector servicios, la financiación de la investigación y el conoci-miento; la continuidad de sectores productivos, como la mine-ría, el sector naval o el siderúrgico; el futuro de la agroganadería europea, del sector pesquero; la viabilidad de los proyectos de generación de energía de forma sostenible y hasta los conectores de los teléfonos móviles dependen de decisiones que se toman en Bruselas. Nuestra vida depende de allí, por eso votar es hacerlo por nuestra propia vida.

El programa que IU pretende poner en marcha en Europa aborda todas estas cuestiones y muchas más desde una perspecti-va en la que solo los intereses de la mayoría tienen cabida. Frente a los candidatos de la derecha y la izquierda que solo dicen serlo en las citas electorales, serviles al poder en la sombra, el GUE presentará como candidato a la Comisión Europea a Alexis Tsi-pras, de Syriza, quien se ha demostrado como una voz capaz de decir NO a unos recortes pensados para que quien nos ha llevado a la crisis siga enriqueciéndose a costa del sufrimiento de todos.

Nuestro programa y objetivos son los de la gente. Queremos prestar nuestra voz a los que no la tienen, para conformar un es-pacio solidario, equitativo, justo, en el que el desarrollo humano prime por encima de la estadística de la renta per cápita. Frente a los que defienden, simplemente, el rapto de Europa y el some-timiento de la ciudadanía, ésa es la Europa que queremos. Ésa es la Europa que necesitamos.

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Apuntes sobre la Defensa de una Unión Europea neoliberal

Javier Couso Permuy

Desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, el Consejo Europeo de Defensa sólo se ha reunido una vez, pero esta cita, celebrada en diciembre de 2013, nos da muchos datos sobre la política de Defensa europea.

Como muchos de los asuntos que rodean a la Unión Euro-pea, la Defensa es una cuestión invisible, a pesar de que afecta profundamente a nuestras vidas, a las cuentas públicas y al lugar que ocupamos, como periferia, en una Unión que camina bajo la batuta militar estadounidense.

No es baladí, ni casual, que esta reunión fuera precedida por un encuentro con el Secretario General de la OTAN, que se ocu-pó de dejar claro que los compromisos asumidos por la UE y sus socios deben ser compatibles con esa organización. Forma eufemística de recordar en sugerencia imperativa, que la defensa de Europa se debe a la doctrina Atlántica, es decir, que es una pieza más en el despliegue militar estadounidense global y está subordinada a él.

Cualquiera que analice los asuntos tratados y los pocos o casi inexistentes acuerdos derivados de esta reunión, convendrá en asumir que el axioma tantas veces repetido se cumple hoy en día: Europa es un gigante económico, un enano político y un gusano militar.

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Javier Couso Permuy

Y bien nos lo han recordado de nuevo los ministros de De-fensa que, en vez de desarrollar, al menos, unas líneas a futuro para el diseño de una Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) soberana e independiente, no dejaron de plasmar la su-misión, disfrazada de “colaboración”, con los socios estratégicos globales trasatlánticos en el marco de la OTAN. Algo que hoy en día trae consigo unas preocupantes consecuencias decididas a espaldas de la ciudadanía, independientemente del partido que haya gobernado en España, pues lo hace sometido al dogal del vínculo atlántico.

Ni PSOE primero, ni PP después explicaron claramente, ni por supuesto sometieron a consulta de los españoles, el alcance de los recientes compromisos adquiridos por las bases militares de Rota y Morón como piezas preeminentes en la revisada doctrina estadounidense para Europa.

Estados Unidos, en su nueva orientación estratégica, mueve su despliegue central hacia Asía-Pacífico-Índico con la intención de contener a China y a la India, dejando un destacado papel a Es-paña en el control táctico de Europa para la compresión de Rusia y la vigilancia del Sahel.

Estamos hablando del llamado Escudo “Antimisiles” con base en Rota, vendido a la crédula opinión pública como un sistema de armas cuyo objetivo es proteger Europa de los ataques de misi-les balísticos iraníes. Algo que desmienten todos los servicios de información, incluidos los de la OTAN, que afirman categórica-mente que Irán no posee, ni se prevé que se dote en las próximas décadas de armamento capaz de alcanzar suelo europeo.

Ninguna excusa propagandística es válida en este proyecto misilístico, pues a pesar de las reiteradas peticiones de Rusia para entrar a formar parte del escudo y beneficiarse de sus ventajas o de la solicitud de garantías y aclaraciones que dejen claro que el objetivo no es ella misma, ni EEUU ni la OTAN han contestado. Lo que demuestra que nos encontramos ante un sistema de armas destinado a romper el equilibrio militar entre Estados Unidos y Rusia. Situación que coloca a Europa, y por ende a España, en el

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Apuntes sobre la Defensa de una Unión Europea neoliberal

epicentro de una pretendida nueva Guerra Fría que existe sólo en la mente de algunos extremistas.

Estamos inmersos en una carrera de armamentos agravada por el posible abandono ruso de los tratados START de desarme. Es ni más ni menos que una escalada en la tensión nuclear que em-pezó con la reorientación de los misiles rusos, que apuntan ya a Rota, y que culminará con el despliegue en Kaliningrado de los misiles tácticos Iskander-M, que pueden portar cabeza nuclear, en el momento en que la OTAN instale los AEGIS terrestres en Polonia y en la República Checa.

En el caso de Morón, como sede de la Fuerza de Tarea de Respuesta de Crisis de Marines Aire-Tierra con Propósito Es-pecial (SP-MAGTF), se amplía su importancia y el número de efectivos para la proyección sobre África y asciende al tercer lugar en el organigrama del despliegue global logístico estadounidense como ancla de la ruta central Atlántica.

Otro de los aspectos importantes que se trataron en este Con-sejo fue la industria de armamento europea, asunto no exento de divergencias entre algunos países, pero en el que podemos apre-ciar en toda su crudeza el alma ferozmente neoliberal de los que dirigen una Unión puesta al servicio de su ideología.

A pesar de que el artículo 346 del Tratado de Funcionamiento de la UE garantizaba la soberanía de los Estados en las cuestio-nes estratégicas que afectaban a la Seguridad y a la Defensa, la Comisión Europea se encargó, en la Comunicación Interpretati-va del artículo 296, de limitarla y condicionarla.

¿El objetivo? El jugoso pastel de la industria armamentística y la desaparición total de las posibles trabas y corsés estatales que caracterizan al mercado europeo. Para darse cuenta del tamaño del botín solo hay que fijarse en un Estado medio como España con un volumen de negocio de más de 4000 millones de euros al año, que la coloca como la séptima exportadora de armas del mundo.

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Javier Couso Permuy

A pesar de no haber conseguido todos sus propósitos, la Comi-sión avanza en la total liberalización europea del sector, enmas-carando sus propósitos en las existentes asimetrías y debilidades propias de un “gusano” que, en lugar de ser una entidad autóno-ma que actúe de forma unitaria, es un adlater en la estrategia de la potencia global.

Está claro que, también en lo militar, esta dirección europea no contribuye a un escenario libre de amenazas sino que las pro-mueve a través de unos absurdos planes militares que solo sirven a los imperativos estratégicos estadounidenses.

Tampoco en la cuestión de la salud de nuestros ejércitos están los tecnócratas para tirar cohetes, por lo menos en España, pues la burbuja armamentista, creada entre otros por el actual minis-tro de Defensa cuando era Secretario de Estado, de los Progra-mas Especiales de Armamento, ha abocado al ejército español a una parálisis operativa por culpa de una deuda impagable de más de 30.000 millones de euros en material inapropiado, obsoleto o hibernado.

Lo preocupante de este Consejo Europeo de Defensa es la comprobación de que, como en otros asuntos, la arquitectura de defensa europea trabaja bajo la batuta de dos actores perfecta-mente definidos: por un lado unos Estados Unidos para los que los europeos somos una parte subalterna en su despliegue estraté-gico para contener a Rusia, y por otro lado, las empresas privadas de armamento que buscan la desregulación del sector en el espa-cio económico europeo para quitarse de una vez los pocos corsés que les imponen aún los gobiernos nacionales.

En esta Unión Europea de centro y periferia no podemos per-der de vista el papel inédito de una Alemania que empieza a rom-per el tabú del uso de su ejército. A los despliegues en Afganistán y Malí se unen las declaraciones de su ministra de Defensa sobre la participación más activa en operaciones militares en el exterior o el discurso que el Presidente Federal, Joachim Gauck, realizó en la jornada de apertura de la 50ª Conferencia de Seguridad de Múnich en enero de este año.

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Apuntes sobre la Defensa de una Unión Europea neoliberal

La sintonía plena en estas declaraciones nos muestra que ya se ha puesto en marcha la maquinaria propagandística para que Alemania empiece a utilizar su músculo militar de manera activa. No son sólo las lecciones del pasado las que asustan al hablar de militarismo alemán, pues en el presente, al poderío económico que condiciona a los 28 y que maneja a su antojo el Banco Cen-tral Europeo se va a unir, cada vez con más fuerza, la proyección militar.

No podemos perder de vista que nos encontramos en un mo-mento de creciente tensión militar tras el golpe de estado en Ucra-nia, promovido por Estados Unidos y que contó con la pasividad de la Unión Europea, y la entrada de Crimea en la Federación Rusa, hechos que entroncan peligrosamente con las justificacio-nes para promover la iniciativa del escudo “antimisiles” y la am-pliación de la OTAN en el espacio de seguridad de Rusia.

La debilidad de la Unión Europea en cuanto al aprovisiona-miento energético y las conversaciones con Rusia para el abara-tamiento del gas que se suministra a Europa no están muy lejos de esta estrategia de la tensión que nos enfrenta a un vecino para, en el marco del Pacto Transatlántico de Comercio en Inversiones (TTIP), depender aún más de Estados Unidos sustituyendo el gas ruso por el gas de esquisto estadounidense.

Nuestra propuesta para una Europa que promoviendo la paz no descuide su defensa pasa por el abandono de una organiza-ción militar como la OTAN, cuya retórica de seguridad común esconde la utilización de Europa como cabeza de puente de los intereses estadounidenses en la defensa de su supremacía global.

Necesitamos una Unión Europea que apueste por la buena vecindad y solucione sus problemas energéticos en el marco de la cooperación y de los acuerdos comerciales de mutuo entendi-miento, a la vez que pone en marcha un plan estratégico europeo de energías renovables.

No podemos dejar nuestra Defensa en manos de los consorcios privados de armamento que promueven la guerra para hacer ne-

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Javier Couso Permuy

gocios. Eso no significa que debamos dejar de pensar en la disua-sión, pues debemos tener capacidades militares a nivel europeo. Eso sí, siempre con una orientación hacia el propósito defensivo y no con una vocación expedicionaria de intervención.

Por eso, hay que tener en consideración la necesidad de man-tener regulada y controlada la industria europea de armamento para que el material militar y los productos y tecnologías de doble uso no se empleen en contra de los Derechos Humanos, como señala el Código de Conducta de la Unión Europea en materia de exportación de armas.

Si la actual deriva económica nos lleva al subdesarrollo y a la exclusión social, los mismos principios neoliberales y globa-lizadores en el marco de la Defensa Europea nos llevan a la de-pendencia, a la no soberanía, a la tensión militar, a la deuda y al enriquecimiento de los que solo tienen por Patria su dinero.

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El nuevo rapto de Europa: social y ciudadanoTasio Oliver Palomo

La eterna inflexión de las conciencias se ha roto en Europa. El continente de la lucha por la emancipación y la justicia sociales ha quebrado su esencia, y ahora desperdiga en migajas, por miles de rincones, barrios y ciudades, ese pasado maltrecho. La Europa sinónimo y encarnación de las ansias de bienestar de la mayoría social, hoy suena mal, huele peor, y es un triste remedo de lo que pretendía ser hace apenas medio siglo.

La deriva antisocial de unas instituciones desvividas por curar las heridas del gran capital financiero; de unos políticos aleja-dos de la ciudadanía, en cenáculos escasamente democráticos; la sombra buitrera de los lobbies que sobrevuelan Bruselas, hacen que el flujo entero de nuestra calidad democrática, en primer mo-mento, y de vida, al fin, estén pervertidos.

En ese contexto, el 22 de Marzo de 2014, las llamadas ‘mar-chas por la dignidad’ se unificaron en Madrid consiguiendo que España (entre 1 y 1,5 millones de españoles se dieron cita en las calles de la capital) clamase al unísono por otras políticas que no roben la dignidad a las personas y que no nos maltraten lenta y calladamente a través de unas medidas de recorte que, tras el anónimo y falso sesgo de las cifras, siegan a diario la vida de mi-llones de europeos y europeas.

En cambio nadie ha presenciado ningún cortejo financiero, de banqueros peticionarios, que desde Barcelona, Londres o Berlín,

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Tasio Oliver Palomo

peregrinase en 2008 hasta Bruselas para que la Unión Europea les salvase las cuentas y les tapase las vergüenzas. No hizo falta.

Las Marchas del Capital no se han dado porque esas deci-siones no necesitan ni de mayorías sociales, ni del consenso y aprobación de la ciudadanía, ni de elecciones o refrendo alguno: se toman de facto, como fácticos son los poderes que inducen a, y consiguen que, líneas enteras de actuación política paneuropea sean iniciadas, reforzadas o cortadas de raíz.

Los lobbies ya hacen la debida presión, el soterrado trabajo, evidenciando nítidamente la connivencia hilada entre determi-nado flujo de capital y una mayoría nada desdeñable de poder político en Bruselas (o Madrid), mero siervo al cabo de intereses económicos que se remiten a la acumulación de riqueza de una minoría social en todo el continente, y a la estratificación entre economías de acreedores y deudores como falla insalvable entre Estados.

En este contexto de hartazgo y rebeldía, este 22 de marzo, jun-to con la Dignidad, también se reivindicó el Día Mundial del Agua. En esta ocasión con el lema ‘Energía y agua’, a cuyo acceso debe optar la ciudadanía como derecho básico, debido a la ten-dencia a privatizarla o mercantilizar aún más su servicio y líneas enteras de su tratamiento.

En esta ocasión es gracias a ciudadanos y organizaciones so-ciales por toda Europa que estamos más cerca de conseguir la garantía de, al menos, uno de esos derechos, el agua, tras lograr, mediante la acción popular, ciudadana, que los servicios de abas-tecimiento y saneamiento de agua ‘saltaran’ de una Directiva de Concesiones que va encaminada a facilitar las privatizaciones en toda Europa.

¿Cómo? Organizados para una Iniciativa Ciudadana Europea, la Right2Water, auspiciada por sindicatos, redes ciudadanas y sociales, plataformas de operadores públicos, y otros actores so-ciales, se ha logrado lo que no ha conseguido ningún partido político hasta el momento: que la Comisión Europea se pronun-

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El nuevo rapto de Europa: social y ciudadano

cie sobre “la importancia del derecho humano al agua y al sanea-miento como un bien público y un valor fundamental”, recalcan-do además que “el agua no es una mercancía”.

La Iniciativa Ciudadana Europea permite que, a partir de la firma de un millón de ciudadanos europeos, la ciudadanía participe directamente en el desarrollo de políticas de la Unión Europea. Hoy en día es absolutamente posible hacer extensivo a amplios espacios de trabajo y reivindicación social estas reivindi-caciones: con carácter paneuropeo y de forma inmediata (tenien-do en cuenta la existencia de certificados digitales y las enormes posibilidades que alcanzan las nuevas tecnologías), la agenda po-lítica europea puede decidirse (al menos parcialmente) desde una plataforma de empoderamiento ciudadano.

Pongo estos dos ejemplos, las marchas de la dignidad y las Iniciativas Ciudadanas Europeas que han sido exitosas hasta la fecha, como muestras de la articulación de un ‘poder ciudadano efectivo’ en la configuración de los nuevos flujos políticos de la Unión, que no ha estado fomentado, de manera decidida, por ningún partido político; opino que la izquierda debe fomentar, mimar, utilizar y reivindicar como un motor más del cambio la configuración de este nuevo poder ciudadano europeo.

Hoy, la ciudadanía europea, desafecta de la vieja política y del antisocial y asimétrico modelo de integración europeo, está bus-cando nuevas fórmulas que consigan armar una renovada forma de practicar una respuesta social, ante el colapso del sistema par-tidista instaurado en la Unión y los modos de uso y organización social y económicos heredados del siglo XX (y aún XIX).

La nueva conciencia ciudadana

La nueva conciencia ciudadana en la política es una emergen-cia; en este renacer de la gente como sujeto de cambio, perdido después de años de machacona conversión en meros usuarios o clientes, los partidos políticos de la izquierda europea, que rei-vindicamos la representación del pueblo, debemos aprender a re-

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tro-alimentar nuestras formas de estar, de hacer y de ser “sujetos políticos” en la sociedad europea del siglo XXI.

Un hacer y un estar que implica no sólo observar, escuchar y transmitir, sino la voluntad firme de dejarnos participar, de transformarnos en herramientas de nueva democracia, que sirvan de forma verdaderamente útil a la mayoría social europea (inde-pendientemente de su situación económica y social); porque es un 90% de europeos el que coincide en la defensa de determinados preceptos que van encaminados, fundamentalmente, a conseguir paliar tres déficit de la actual configuración europea, tres caren-cias que sufrimos a la postre:

Un modelo socioeconómico cada vez más ajeno a la justicia so-cial y a la sostenibilidad (heredadas de la última socialdemocracia europea, pero que hoy es una amarga quimera recuperar y cuyo desmantelamiento ya comenzó con Maastricht).

• Un modelo de configuración política excepcionalmente asi-métrico y poco democrático, que influye en las vida de millones de europeos, pero sobre el que los millones de europeos/as esca-samente podemos incidir.

• Una indefinición absoluta de nuestro papel en el contexto y escena internacionales.

• La realidad es que la definición del modelo europeo, por la propia configuración administrativa e institucional de la Unión Europea, pero también por la evidenciada connivencia de intere-ses entre grandes corporaciones económicas y algunos partidos/Estado, queda lejos de la ‘gente’ y, mucho menos, de concernir acuerdo para mejorar su día a día.

La desconexión abisal entre los intereses de la real politik que define el camino europeo, y el clamor de la mayoría social, que quiere transgredir esa senda, hoy es una falla insalvable. El pue-blo sabe, y grita, sobre todo en el sur, contra la encerrona sin solución de la moderación del déficit; contra la pantomima de la competitividad empresarial; contra esas instituciones y sus mo-dos.

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El nuevo rapto de Europa: social y ciudadano

Está, pues, abonado el terreno de la desafección para que el fantasma de un renovado euro-nazismo campe a sus anchas… El peligro es el discurso antieuropeísta trascendido de la derecha más radical, cuyo lenguaje directo a la víscera, está más cerca de tensionar el mainstream de la Unión que la narración de un cambio en Europa por motivos de clase…

¿Y la respuesta? La tenemos las izquierdas; en forma de uni-dad, de asunción de nuevos roles, ejemplificado en la puesta en marcha de nuevos procesos, que generen liderazgos diferentes. Una respuesta social, mayoritaria y efectiva, paneuropea y que trascienda el actual modelo del marco europeo; y esa debe ser nuestra apuesta, el nuevo rapto de Europa, abriendo esta Europa a la gente.Abrir Europa y armar un nuevo rapto de Europa: el de la iz-quierda

La realidad de aquella Europa de esperanza, hoy ha devenido en dolor, siendo más sangrante que nunca esa dolencia. Diga-mos basta; abramos Europa, definámosla de nuevo; marquemos el paso del nuevo escenario. Digamos, ahora, más Europa, pero distinta, diferente, casi opuesta… Mejor.

Abrir Europa a los ciudadanos es, hoy, esencial, si queremos salvar y fomentar, desde una concepción radicalmente distinta al del actual modelo, el renacer de un europeísmo integrador y social, sostenible y humanista.

Utilizar las herramientas que ya tenemos sobre la mesa para cambiar la agenda del debate político europeo, es una prioridad; habilitar otras puertas de entrada que transformen políticamen-te la cultura dominante y que potencien el cambio necesario de modelo, es parte del camino; y trabajar por la configuración de un frente paneuropeo, amplio, de la izquierda social y política, que abogue por más Europa, pero recuperando su esencia social y redefiniendo el pacto social que auspicie su crecimiento, es el paso que debemos marcar.

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Tasio Oliver Palomo

En ese escenario, las posiciones políticas de la izquierda diver-gen, y hasta el solo efluvio de recuperar determinadas dinámicas socialdemócratas parece revolucionario, suficiente, algo… Pero no lo es; el reto gira en torno a dibujar un nuevo horizonte, por completo, el nuevo escenario de una Europa renovada; nuevas normas, nuevas instituciones, nuevos actores. No hay más.

Pero este nuevo relato que tenemos que tensar entre todos/as, no dará sus frutos, ni movilizará a una mayoría social paneuro-pea, si no articula un triple discurso, al menos: 1) Obvio, la recu-peración necesaria de políticas que incidan en la redistribución de la riqueza y la intervención económica por el bien de la mayoría, y el medio 2) Una apuesta clara por la redistribución del poder, la recuperación de derechos ciudadanos y la creación de espacios de democracia participativa 3) Una asunción de máximos sobre la corporeidad democrática de la Unión: proceso constituyente o al menos conclusión del “consenso de la transacción”.

Ante la inconexa muerte de las instituciones europeas, mani-jeras de causas e intereses, algunos, debiéramos ser todos, deci-mos más Europa, pero una Europa radicalmente social, profun-damente democrática y esencialmente participada y solidaria.

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Democracia o TroikaNuria Lozano Montoya

La crisis de valores de la Unión Europea está en el núcleo del austericidio en toda Europa , en esta línea con voluntad política de profundizar aún más con herramientas tan antisociales como el Tratado Trasatlántico de Libre Comercio, que pone las leyes de los Estados al mismo nivel que los intereses de las multinacio-nales, y reconoce a éstas su condición de sujeto internacional en el mismo plano jurídico que los Estados, subordinando, por lo tanto, los derechos de la ciudadanía a las ganancias de las grandes corporaciones.

Y, sin embargo, otra Europa es posible, y no podemos abando-nar la lucha para contribuir a hacerla realidad.

Como decía el lema del IV Congreso del Partido de la Iz-quierda Europea (PIE), es necesario defender una Europa del trabajo, basada en la cultura del esfuerzo y los valores del trabajo como factor de cohesión social, con unas condiciones laborales (salarios, jornada, contratos…) y sociales comunes en toda Eu-ropa, con especial atención al sistema público de pensiones, que aseguren el trabajo digno y la no competencia a la baja entre los trabajadores de los Estados miembros.

Y que tampoco obliguen a la juventud de los países que más sufren estos recortes a emigrar a otros Estados para encontrar más precariedad y explotación, porque su proyecto vital está en quiebra antes incluso de iniciarse, una juventud harta de que

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Nuria Lozano Montoya

instancias no democráticas dicten al Gobierno de turno que la jubilación deba ser a los 67 años, harta de no poderse emanci-par aunque los Bancos acumulen pisos vacíos, o de que la Troika ordene sucesivas reformas laborales que incrementen aún más la precariedad.

Porque de lo que se trata es de aplicar toda la normativa comu-nitaria , y no exclusivamente la de orientación mercantil, con el establecimiento de un SMI, en cumplimiento de la Carta Social Europea, en lugar de vulnerar derechos fundamentales como es el derecho de huelga en el caso Laval, tal y como se ha encargado de declarar bien recientemente el Comité Europeo de Derechos Humanos del Consejo de Europa, en una auténtica victoria para los trabajadores y las trabajadoras de todo el continente.

En cambio la UE ha socializado las pérdidas derivadas de la crisis financiera y nos ha pasado la factura a la ciudadanía. Mien-tras que los bancos son rescatados, se sacrifica a las personas, y todo ello en nombre de una Unión Europea construida sobre un modelo económico y monetario al servicio de las finanzas y los intereses de los grandes grupos de poder económicos, con unos tratados comunitarios al servicio de los mercados.

Una Europa que no es posible sin un sistema fiscal y tributario común a toda la UE, unificando los tipos de IVA y generalizando impuestos sobre el capital en los diversos países, para fortalecer la estructura de ingresos de los Estados y garantizar el necesario giro social de las políticas comunitarias.

Una Europa Social con una economía europea al servicio de las personas; una Europa de los derechos sociales, de los bienes y servicios públicos, que ponga los recursos a favor de políticas sociales, anteponiendo las necesidades de la ciudadanía y la clase trabajadora a los grandes intereses económicos.

Una Europa en democracia, no debemos, no pagamos: por una auditoría de la deuda y por un cambio en el BCE que evite la especulación de los mercados.

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Hay que redefinir el papel del BCE, empezando por su pro-cedimiento de designación - situado al margen de cualquier me-canismo de participación democrática - , y continuando con una acción al servicio de los gobiernos comunitarios, encaminada a facilitar liquidez a los Estados, mediante la emisión de eurobonos y el crédito directo a los mismos, en lugar de como herramienta especulativa del capital privado internacional...

Una Europa que no utilice la deuda pública para condenar a amplios sectores de la población a una pérdida salvaje de dere-chos, como resultado del desmantelamiento y privatización de unos servicios públicos que, ante la falta de igualdad en todas las facetas de la vida, supone en muchos casos la diferencia entre estar en situación de exclusión social o mantener unos mínimos vitales imprescindibles: vivienda, sanidad, educación, ingresos tras la pérdida del trabajo.

De ahí la importancia de esta cuestión: de la definición de los objetivos presupuestarios de unos Estados, orientados a la devo-lución de la deuda, depende la calidad de vida de millones de per-sonas en toda Europa, que se han visto abocadas a la miseria por la voracidad de unos bancos a los que se deben devolver intereses muy superiores a los que soportan, y que la Troika ha utilizado como palanca de presión para chantajear e imponer una política de austeridad sin alternativas, un genocidio económico y social carente de toda legitimidad democrática .

Una situación ante la que es lícito plantearse, dado el carácter inmoral de la deuda, tanto desde una perspectiva ética como po-lítica, la necesidad de llevar a cabo:

La derogación del pacto de estabilidad presupuestaria y las actuales reglas de gobernanza económica, y en correlativo la de-rogación de la reforma del art. 135 de la Constitución Española, suprimiendo el principio de déficit cero.

Una auditoría de la deuda pública, acompañada de una cance-lación de la deuda ilegítima.

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Reestructuración de la deuda, con una propuesta de reduc-ción, vinculándolo a una moratoria asociada con una cláusula de crecimiento, similar a la utilizada con Alemania después de la II Guerra Mundial.

Un ideal europeo alejado del actual modelo comunitario, basa-do en un cuerpo normativo que conduce a la decadencia social, la recesión y la destrucción de la democracia con instituciones anti-democráticas y alejadas de las exigencias de las personas, como el FMI, el BCE y la Comisión Europea, que confiscan la soberanía a la ciudadanía y sus representantes electos en beneficio de orga-nismos tecnocráticos.

Este ideal que reclamamos y necesitamos, en cambio, respon-de a Una Europa democrática, resultado de un proceso consti-tuyente europeo que establezca unas nuevas bases políticas de la Unión, con instituciones elegidas democráticamente al servicio de la ciudadanía. Una Europa que defienda y amplíe derechos y libertades, que garantice los derechos de las mujeres, una Europa de acogida que se enfrente al racismo, la xenofobia y la homofobia, y que combata el discurso y las propuestas de la extrema derecha.

Y, como muy bien dice el PIE en el documento político de su recientísimo IV Congreso, es necesario un nuevo proyecto europeo basado en el interés de los pueblos y el respeto de su soberanía, que pueda dar un nuevo significado a la construcción europea. Un proyecto que requiere rupturas, en plural, que sólo son posibles con la condición de cambiar la actual correlación de fuerzas en Europa; que entronque con una alternativa política, activa tanto en las luchas contra las políticas austericidas de la Troika como en las instituciones.

Desde esta perspectiva se sitúa con fuerza un proceso de re-fundación de la Unión Europea, es decir, una nueva definición de sus objetivos, políticas y estructuras, para la implantación de un modelo económico productivo, social y ecológico totalmente diferente, basado en la solidaridad, la justicia social y la soberanía popular.

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Democracia o Troika

Un modelo diferente, también, de reproducción social, que no cargue sobre las familias y muy especialmente sobre las mujeres, el papel de proveedoras de los servicios de cuidado y atención a las personas que hasta ahora desempeñaba parcialmente el Estado y que, en el caso de familias de bajo poder adquisitivo, condena a las mujeres a abandonar el trabajo remunerado confinándolas al espacio doméstico, en una nueva vuelta de tuerca ideológica de inspiración claramente patriarcal, que supone la eliminación del Estado del bienestar como freno a la sobreexplotación de la clase trabajadora.

Un modelo, en definitiva, más sostenible política, social, eco-nómica y medioambientalmente, basado no en la competitividad, sino en la cooperación y la solidaridad.

Una oportunidad para preguntarnos cómo construimos un proyecto de los pueblos de Europa contra esta Unión antidemo-crática y al servicio de los poderes financieros, cómo podemos crear contrapoder a la Troika hasta derrotarla, porque sólo a par-tir de ahí podremos empezar a pensar cómo vamos tejiendo otra Europa que pivote sobre los derechos de las personas y de los pueblos. Para pensar cómo podemos ayudar a seguir avanzando en otro proceso imprescindible, para que el resto se puedan ha-cer realidad: la confluencia de las organizaciones de la izquierda social, sindical y política y los movimientos populares, con todo aquel que luche contra las políticas austericidas de la Troika y a favor de la libertad de los pueblos para construir un instrumento a la altura del momento histórico, capaz de dar esta batalla y ca-paz de ganarla.

Y es en este escenario que se libra esa batalla por nuestra su-pervivencia, donde se plantea la dicotomía entre democracia y Troika, en un momento donde no cabe la tibieza, sin duda, no cabe ninguna otra apuesta más que la lucha por una Europa de-mocrática, social y con derechos, una Europa del Trabajo y de los pueblos. Esperamos estar a la altura del reto.

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Migración, trabajo y juventud: retos en EuropaLara Hernández García

Han pasado ya cuatro años desde que Europa, el Viejo Conti-nente, decidiese recurrir a severos programas de austeridad. Los arquitectos de estos programas nos dijeron que no nos preocu-páramos sobre impactos adversos en el empleo y el crecimiento; los efectos económicos serían positivos ya que la austeridad ins-piraría confianza. No hace falta decir que el hada de la confianza nunca apareció y tanto el precio económico como el social han sido inmensos. Entre las consecuencias que actualmente la clase trabajadora europea sigue pagando, está por un lado, el empobre-cimiento absoluto y relativo de las y los trabajadores, aumentando de forma exponencial la pobreza en los últimos años, y por otro lado, las elevadas tasas de desempleo que se ciernen sobre Europa y los países sur-europeos, en concreto.

Las cifras publicadas por el Eurostat, afirman que uno de cada cuatro europeos (es decir, casi 120 millones de personas), padecen alguna de estas situaciones “riesgo de pobreza, privación material severa o escaso trabajo remunerado en su hogar”1. Este incremento de la pobreza se deriva de la aplicación de las medidas de austeridad que, bajo pretexto de reactivar la economía, han generado el efecto contrario: el aumento del desempleo, la masiva precarización laboral, el incremento de la edad de jubilación, los

1. Este estudio fue publicado en diciembre de 2012 y se basa en datos recogidos durante 2011 http://epp.eurostat.ec.europa.eu/cache/ITY_PUBLIC/3-03122012-AP/EN/3-03122012-AP-EN.PDF

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desahucios, la reducción de prestaciones de la seguridad social, provocando otra serie de fenómenos dramáticos como el aumento de los suicidios, alcoholismo, drogadicción y marginación social (que ya es la principal causa de muerte no natural en la Unión Europea) y la conversión paulatina en países de emigración de los Estados periféricos. La pobreza es el resultado inevitable de la aplicación de políticas dirigidas a aumentar la obtención de beneficios para unos pocos y su expresión en algunas de las po-tencias europeas ha hecho añicos la pretensión socialdemócrata de que era posible construir un capitalismo con “rostro humano”. Por otro lado, estas políticas de austeridad, que en el contexto del Estado español incluyen las reformas laborales de los gobiernos del PSOE de 2010 y del PP en 2012, han dado lugar a tasas de desempleo sin parangón. En el marco de la Unión Europea un 10,6% de paro general2 (casi veintiséis millones de personas) y en España, el año 2013 cerró con una tasa de paro general de un 26,03% y de paro juvenil de un 56,55%. Estas cifras dramáticas se traducen, entre otras cosas, en salidas de población – sobre todo personas jóvenes - al exterior en busca de nuevos empleos. Nadie puede negar hoy día que los nuevos fenómenos migratorios se ha-llen estrechamente vinculados a la crisis económica que surgió en 2008 y a las políticas de austeridad iniciadas en la Unión Europea y en España a partir de mayo de 2010.

Las personas jóvenes son uno de los grupos sociales a quie-nes más nos está castigando esta crisis, a pesar de que la nuestra es una situación estructural de precariedad y temporalidad que afecta a nuestras condiciones de vida y que venimos sufriendo desde los supuestos años de “bonanza” económica. La progre-siva “flexibilización” y desregulación del mercado laboral desde los años 80 ha generado peores condiciones de trabajo y de vida. Somos las personas más jóvenes las que tenemos tasas de tempo-ralidad más elevadas y el sector demográfico más resentido por la destrucción de empleo, lo que no es casual, pues la mayoría

2. http://epp.eurostat.ec.europa.eu/cache/ITY_PUBLIC/3-01042014-AP/EN/3-01042014-AP-EN.PDF

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Migración, trabajo y juventud: retos en Europa

de los empleos destruidos han sido los que estaban en condicio-nes precarias, lo que contradice los argumentos de que hace falta mayor flexibilidad laboral, ya que precisamente aquellos sectores con mayor desregulación y flexibilidad externa son los que más empleo están destruyendo.

Podemos afirmar que no existe una apuesta por la creación de empleo digno e inversión en materia juvenil. Simplemente se utiliza la mano de obra joven para presionar a la baja los salarios y los derechos laborales con el objetivo de incrementar los bene-ficios empresariales. Consecuencia natural de esta situación es la salida de un núcleo amplio de población en busca de trabajo fuera de las fronteras del Estado. En otras palabras, que miles de jóvenes encuentren en la emigración laboral la alternativa al paro o la precariedad es consecuencia natural de sus políticas.

Es por ello que cada vez son más las voces procedentes de la izquierda, las que están poniendo sobre la mesa cifras, estudios e investigaciones que pretenden abordar los nuevos fenómenos migratorios y sus causas económicas y sociales. Desde inicios de 2011 el flujo migratorio se invierte (es decir, son más las personas que abandonan España que las que llegan a ella). Ya en febrero de 2012 el Barómetro del CIS revela que un 48% de los españoles decían estar dispuestos a trasladarse a vivir a otro país. El pasado mes de noviembre el Eurostat publicó un informe que revela-ba que España es el país de Europa que más población pierde a causa de la emigración y la crisis. Esto revela por un lado, que la retórica manejada por el Gobierno y algunos de sus máximos dirigentes busca transmitir una visión positiva de la emigración, al percibirla como una vía de reducción del desempleo, como hi-ciera antaño el gobierno franquista. De hecho, cualquiera que lea los datos de las últimas encuestas de la población activa, pu-blicadas por el INE puede observar fácilmente que las cuentas fallan. Hay menos personas paradas, pero el volumen total, la tasa de desempleo, se incrementa, y al mismo tiempo – y en este dato está la clave del retroceso de personas en paro - la población activa cae, es decir al haber menos personas en disposición de trabajar, también hay menos que se declaran en paro. Y esta caída

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se concentra además en la población más joven. Recientemente una delegación del Ministerio de economía en una reunión con grandes inversores de la City, en Londres, reconocía “que la emi-gración permite un ajuste legítimo del paro”3, confirmando sin pudor ya sus tácticas.

Por otro lado, las fuentes españolas que manejan los dos prin-cipales partidos subestiman la realidad. Las cifras anuales del PERE (Padrón de Españoles residentes en el extranjero), del CERA (Censo Electoral de Residentes Ausentes) o de la EVR (Estadística de Variaciones Residenciales) no son un indicador preciso ni de cuántos españoles se marchan ni de en qué momen-to lo hicieron, son una muestra pequeña y sesgada de la gente que se ha ido en los últimos dos, tres, cuatro o cinco años. Se limitan a registrar el inicio y el fin de la línea: es decir, contabilizan los procesos de salida del Estado español a través de los registros consulares en los países de destino o los procesos de entrada o retorno al Estado español al darse de alta en el padrón de nuevo. Lo que ocurre durante su estancia fuera es algo que prefieren ig-norar y así lo muestran los métodos de medición empleados que encuentran su traducción política en medidas como la reciente-mente aprobada eliminación de la atención sanitaria a personas que residan en el exterior por un tiempo superior a 90 días o el sistema del voto rogado instaurado por la última reforma de la ley electoral española avalada por PP y PSOE, que niega el derecho de voto a los emigrantes españoles en las elecciones municipales y dificulta el ejercicio en las elecciones legislativas y autonómicas, lo que no garantiza el derecho a voto de la ciudadanía en condi-ciones de igualdad. En conclusión, podemos decir que esta tácti-ca de no-reconocimiento de las salidas del país, esta “no-política” frente a los nuevos fenómenos migratorios es ya una política en sí misma, pues implica reconocer el fracaso de los distintos go-biernos neoliberales y de la oligarquía empresarial para crear las condiciones necesarias en el mercado laboral que permitan la ab-sorción de esta mano de obra, la confirmación en definitiva de lo que ya sabíamos: que esta Europa es el tablero de juego diseñado

3.http://www.expansion.com/2014/03/13/economia/1394718560.html

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Migración, trabajo y juventud: retos en Europa

por los grandes capitales europeos para fortalecer su posición en todo el Mundo, y que nada tiene que ver con el modelo de una Europa social y económicamente solidaria que tanto (y tan mal) nos vendieron.

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