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    DEL AUGE AL DECLIVE: LAS CORRIENTES DE IZQUIERDA Y LOSTRABAJADORES ANTES DEL PERONISMO.ELEMENTOS PARA UNA INTERPRETACIN TERICA E

    HISTORIOGRFICA GLOBAL.

    Hernn Camarero

    Durante el medio siglo que continu a las dcadas de 1880-1890, la Argentina se encontr

    configurada por un triple proceso de cambios: en lo econmico, por el fuerte impulso del

    capitalismo agroexportador y el posterior desarrollo de una industrializacin sustitutiva; en lo

    social, por la mutacin ocurrida en el seno de una clase dominante que se diversificaba

    productivamente, la consolidacin de los sectores medios y la impresionante expansin de la

    clase obrera; en lo poltico, por la transicin de un rgimen oligrquico conservador a otro de

    democracia burguesa ampliada bajo gobierno del Partido Radical, que concluy en el

    derrocamiento de este ltimo y la restauracin de la anterior clase dirigente.

    El aspecto que ms nos interesa rescatar aqu es el de esa formidable multiplicacin de

    trabajadores, que acabaron dando vida a un poderoso y activo movimiento obrero, uno de los

    ms precoces y organizados de Amrica latina. En coexistencia con l, se consolid un

    espacio ideolgico-poltico plural, el de las izquierdas, en el que confluyeron diversas

    identidades: anarquismo, socialismo, sindicalismo revolucionario y comunismo, entre otras.

    Ellas expresaron un arco amplio, en el que se manifest un constante contrapunto entre

    alternativas reformistas, moderadas, institucionalistas y pragmticas y variantes

    confrontacionistas, revolucionarias y basadas en compromisos ideolgicos ms firmes. Puede

    decirse que durante este perodo el movimiento obrero y las izquierdas ocuparon un lugardestacado en la vida social, poltica, ideolgica y cultural del pas. Por ello, una exploracin

    del vnculo existente entre ambos significa un aporte a la comprensin de la historia nacional.

    Al mismo tiempo, dicho examen puede colaborar a un mayor conocimiento de las distintas

    culturas polticas actuantes en el movimiento obrero internacional, en especial, para poder

    Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Investigador Independiente del ConsejoNacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (CONICET). Profesor en la Facultad de Filosofa y Letras yFacultad de Ciencias Sociales de la UBA.

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    establecer elementos de comparacin entre la Argentina y otros casos latinoamericanos. El

    desafo planteado, pues, es el de explorar las caractersticas y dinmica del movimiento obrero

    y las izquierdas desde un punto de vista relacional, analizando cmo se condicionaron

    mutuamente en sus estrategias, programas, discursos, debates y en la intervencin en el

    conflicto social, la organizacin sindical, la lucha poltica y la socializacin cultural.

    Como contribucin a esta empresa proponemos en este artculo algunas reflexiones

    historiogrficas, tericas y sociolgicas. En la indagacin, priorizamos a las dos corrientes

    ms orgnicas y duraderas: las expresadas en tono al Partido Socialista (PS) y al Partido

    Comunista (PC), aunque tambin consideramos la incidencia del anarquismo y el

    sindicalismo revolucionario en el movimiento obrero. Lo relevante en el estudio de estos

    partidos es examinar el grado de articulacin que tejieron entre lo sindical y lo poltico, es

    decir, el modo en que entendieron la conexin entre actividad gremial y poltica, entre la

    lucha por las reivindicaciones inmediatas y las propuestas globales de transformacin. Este

    enfoque nos permitir una comprensin acerca de la naturaleza de ambas configuraciones

    partidarias, para poder evaluar su nivel de eficacia y orientacin en relacin al universo

    laboral, su posicionamiento frente al conflicto social, su vinculacin con el Estado y el

    sistema poltico, y el anclaje social de sus prcticas.

    Una precisin sobre el recorte temporal propuesto. No parece necesario justificar lasrazones del inicio hacia los aos 1880-1890, pues se ajusta al surgimiento mismo, tanto del

    movimiento gremial en formas algo ms definidas (superando la inicial etapa artesanal y

    mutualista), como a la de los orgenes de los movimientos socialista y anarquista. Quizs s

    sea ineludible explicar por qu concluimos la indagacin hacia 1943-1945, inclinndonos a

    encontrar all una suerte de cesura. Cuando aludimos a este contenido rupturista que

    representa el advenimiento del peronismo (en tantos sentidos cuestionable por los fuertes

    elementos de continuidad con procesos y actores anteriores que bien pueden reconocerse en elmismo), queremos apuntar un elemento medular e incuestionable: la consagracin de la

    prdida por parte de las izquierdas de la hegemona sobre la clase obrera, que venan

    ejerciendo, de un modo u otro, desde sus inicios como heterogneo espacio poltico. De

    ninguna manera puede encontrarse all el final de la historia de las izquierdas en el pas. Ni

    siquiera el comienzo de una pura intrascendencia en el campo poltico, cultural, intelectual y,

    tampoco, social (incluyendo en ello al mundo de los trabajadores). Pero es imposible

    desconocer el modo en que desde ese entonces se alter decisivamente ese vnculo entreizquierdas y clases populares, dibujando otra etapa histrica, completamente mediatizada por

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    la existencia de un movimiento nacional-popular como el justicialismo. La profundidad y

    radicalidad con la que irrumpi este fenmeno fue excepcional, quizs, el de mayor alcance

    en escala latinoamericana. En parte, eso explica las mayores dificultades que enfrentaron

    desde entonces las izquierdas argentinas en comparacin a las de los otros pases de la regin.

    Un breve balance historiogrfico y algunas precisiones en torno al enfoque

    Cmo ha sido analizado el desarrollo histrico de las corrientes de izquierda y su relacin

    con los trabajadores hasta la aparicin del peronismo? Sealemos slo algunos elementos para

    un rpido balance historiogrfico. Las primeras referencias sobre el tema aparecieron en las

    historias del movimiento obrero escritas por lderes gremiales, como el anarquista Diego

    Abad de Santilln (1971), el socialista Jacinto Oddone (1949), el sindicalista Sebastin

    Marotta (1961 y 1970) y el comunista Rubens Iscaro (1973). Estas obras constituyeron un

    gnero propio, delineando con rasgos de epopeya la trayectoria de un sujeto: los trabajadores

    urbanos organizados. Tambin hay referencias importantes sobre la cuestin en las biografas

    y autobiografas de militantes y en las llamadas historias oficiales de cada corriente, sobre

    todo, de los partidos.1 Estas obras proveyeron de cierta informacin bsica, pero poseen

    escaso sentido crtico y apelaron a una seleccin/manipulacin de las fuentes. La certeza all

    presente es que hasta 1945 la izquierda haba alcanzado una influencia de masas en la clasetrabajadora argentina.

    En impugnacin a estos textos, desde los aos cincuenta y sesenta, aparecieron las

    historias de cuo nacional-populista de izquierda, tambin escritas como instrumentos de un

    combate poltico. Por ejemplo, Rodolfo Puiggrs (1956) y Jorge A. Ramos (1962)

    argumentaron que la presencia izquierdista en el movimiento obrero fue insignificante o

    polticamente improductiva, debido a su impronta antinacional. A este vicio de origen se

    habran agregado los errores en la aplicacin de las orientaciones estratgicas de cada

    corriente. Los trabajadores habran repudiado a la izquierda y quedado en un vaco de

    representacin, luego llenado por el peronismo. Este diagnstico empalm,

    involuntariamente, con algunos planteos que, hacia la misma poca, presentaba la reflexin

    sociolgica promovida por Gino Germani (1962). All se presentaba a la Argentina industrial

    emergente desde el prisma de un corte abrupto entre una vieja y una nueva clase obrera,

    1 Entre muchos otros textos y slo a modo de ejemplo: Partido Comunista, 1947; Enrique Dickmann, 1949; JosPeter, 1968; Jess Manzanelli, 1971; Francisco Prez Leirs, 1974; Pedro Chiarante, 1976; Miguel Contreras,1978; Alicia Moreau de Justo, 1983; Oscar Arvalo, 1983; Domingo Varone, 1989.

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    en donde la primera, en su mayora descendiente de inmigracin europea, apareca

    naturalmente inclinada a ideologas de clase, mientras la segunda, reclutada en la migracin

    interna, se mostraba heternoma y privada de aquella experiencia de clase. Estos nuevos

    contingentes laborales se habran convertido en masa en disponibilidad para el ejercicio de

    proyectos autoritarios y demaggicos como el encarnado por Pern. En ambas visiones el

    lugar de la izquierda entre los integrantes del movimiento obrero era expulsado de la historia.

    Desde la dcada del setenta, estudios insertos en la discusin de la sociologa histrica

    referida al perodo de entreguerras (Celia Durruty, 1969; Miguel Murmis-Juan Carlos

    Portantiero, 1971/2004; Juan Carlos Torre, 1989 y 1990; y Hugo del Campo, 1983), fueron

    contestando aquellas visiones. Redescubrieron la presencia izquierdista en el movimiento

    obrero pre-peronista, sealando cmo, desde mucho antes de la emergencia populista,

    importantes sectores del nuevo proletariado ya haban sido interpelados por militantes y

    organizaciones de izquierda. Desde aquella poca se sucedieron varios trabajos que abordaron

    los orgenes del movimiento proletario y la densa influencia del anarquismo, combinados con

    estudios ms recientes sobre el despliegue de la cultura libertaria.2 Tambin avanz mucho la

    investigacin acerca del PS, en general, indagando ms en los avatares de su desempeo como

    actor institucional, aparato poltico y en sus principales figuras, antes que en su insercin en el

    movimiento social.3 Esta limitacin est menos presente en la ms escasa bibliografa dedicada

    al PC.4 Asimismo, progres, aunque todava de modo incipiente, la indagacin sobre el

    sindicalismo revolucionario, en especial, de su primer perodo.5

    En el ltimo cuarto de siglo se agregaron varios estudios acadmicos que retomaron el

    anlisis de perodo pre-peronista (1930-1943), aportando a una mejor comprensin de la

    relacin entre la izquierda y el movimiento obrero. En las investigaciones de Joel Horowitz

    (2004), Hiroschi Matsushita (1986), David Tamarin (1985), Julio Godio (1989), Roberto

    Korzeniewicz (1993), Isidoro Cheresky (1984) y otros se examin con rigurosidad el papel de

    las diferentes corrientes de izquierda en el movimiento obrero de entreguerras. Las falencias

    2 Iaacov Oved, 1978; Ricardo Falcn, 1984 y 1986; Edgardo Bilsky, 1985; Juan Suriano, 2001; Fernando LpezTrujillo, 2005; Javier Benyo, 2005.3 La bibliografa sobre el origen y el desarrollo del PS es ya muy extensa. Entre otros: Jacinto Oddone, 1934;Dardo Cneo, 1943/1997; Jos Vazeilles, 1968; Jos Ratzer, 1969; Richard J. Walter, 1977; Donald Weinstein,1978; Ricardo Falcn, 1984; Jeremy Adelman, 1992; Jos Aric, 1999; Juan Carlos Portantiero, 1999; RicardoH. Martnez Mazzola, 2003/2004, Horacio Tarcus, 2007. Una reconstruccin historiogrfica sobre el tema en:Hernn Camarero y Carlos M. Herrera, 2005.4 Emilio Corbire, 1984; Alberto J. Pla, 1986-1987; Gabriela Aguila, 1991-1992; Daniel Campione, 2005;Mariana Mastrngelo, 2006; Hernn Camarero, 2007.5 Entre otros: Hugo del Campo, 1983 y 1986; Maricel Bertolo, 1993; Alejandro Belkin, 2008.

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    de estos estudios es que tienden ms bien a concentrarse en la descripcin de las tcticas

    polticas generales de la izquierda en las instancias directivas del sindicalismo y muy poco en

    el anlisis de las militancias de base. Una buena tipologa sobre los sindicatos dirigidos por la

    izquierda se hace en la obra de Torcuato Di Tella (2003). Dentro de los muchos estudios de

    caso, pueden destacarse los de Nicols Iigo Carrera (2000) y Mirta Z. Lobato (2001).

    Desde nuestra perspectiva terica, el modo ms adecuado de estudiar la historia de

    cada corriente, organizacin o partido de izquierda es reafirmando el punto de vista

    contextual. En ese sentido, compartimos la ya clsica observacin de Antonio Gramsci

    (1984): la historia de una organizacin o partido no puede ser menos que la historia del grupo

    social en el cual stos se insertan, y por ello, escribir su historia no significa otra cosa que

    escribir la historia general de un pas desde un punto de vista monogrfico, para subrayar un

    aspecto caracterstico. Es evidente que, tanto los partidos como las corrientes y movimientos,

    slo pueden comprenderse en trminos de los objetivos, las personas involucradas y las

    estructuras del medio econmico y poltico en el que actan. Este enfoque relacional entre

    ambos actores nos parece el camino apropiado para abordar nuestro objeto de estudio. Es que,

    como sostiene Pierre Bourdieu (1981), los partidos, organizaciones o movimientos no tienen

    otra existencia que no sea relacional, resultando vano tratar de definir lo que son y lo que

    profesan independientemente de lo que son y profesan sus concurrentes en el seno del mismo

    campo.

    Los interrogantes que pueden guiar una nueva revisin de la historia de la izquierda y

    de sus vnculos con los trabajadores son mltiples. Slo de modo provisorio e incompleto,

    podemos intentar un breve listado de ellos. Cul fue la insercin de cada componente de las

    izquierdas en el mundo del trabajo y cmo se fue alterando dicha presencia por etapas y por

    sectores laborales? Qu razones explican sus ascensos y declives en el movimiento obrero?

    Cules eran las disposiciones subjetivas, las prcticas militantes y los repertorios

    organizacionales puestos en funcionamiento por cada corriente en funcin de su vnculo con

    el movimiento obrero? Cmo afectaron las tendencias a la conflictividad y a la pasividad,

    existentes en la clase obrera, en la definicin de las estrategias, las tcticas, los programas y

    los discursos y debates de las izquierdas? En qu medida las tendencias confrontacionistas o

    conciliadoras pueden explicarse por la participacin de las izquierdas? Cmo influy el

    componente inmigratorio, la heterogeneidad tnico-nacional de los trabajadores y el

    cosmopolitismo? Cul fue la concepcin que cada corriente tuvo acerca de la cultura

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    obrera como espacio de socializacin alternativa a la de las clases dominantes y cul fue el

    aporte que cada una hizo en esa dimensin? Las preguntas podran extenderse mucho ms y

    en direccin a aspectos no mencionados aqu, pero son un ejemplo de los posibles abordajes

    para el despliegue de una historia crtica y comprensiva de la historia de la izquierda.

    Ensayemos ahora un relato global que presente el rasgo predominante de las cuatro grandes

    corrientes o culturas de la izquierda en la Argentina hasta 1945.

    El revolucionarismo anti poltico de los anarquistas

    Las primeras izquierdas emergieron con la consolidacin de una moderna economa

    capitalista agroexportadora y la conformacin de un rgimen oligrquico en el ya establecido

    Estado Nacional, esto es, a fines de siglo XIX. Ellas anidaron en el seno de una clase

    trabajadora en proceso de constitucin como sujeto, proceso al que ellas mismas

    coadyuvaron, y a cuya variedad y heterogeneidad expresaron: clase an fragmentada,

    inmadura, sometida a la estacionalidad y movilidad de la fuerza de trabajo, surcada por el

    universo de los oficios, el espritu corporativo y la extrema dispersin tnico-lingstica. En

    trminos ideolgicos, presentaron una oferta bifronte: el espacio conformado en torno a las

    ideas anarquistas, que conocieron un fuerte impulso desde la dcada de 1880, con el arribo alpas de destacados tericos y activistas italianos, como Ettore Mattei y Enrico Malatesta; y la

    menos variopinta corriente que se orient a la organizacin obrera y a la fundacin de un

    partido de clase, el Partido Socialista, y que pronto encontr un fuerte liderazgo en la figura

    del mdico Juan B. Justo. El contenido programtico y posicional de estas izquierdas fue

    tambin dual. Un sector, el coagulado sobre la base de las propuestas libertarias, expres una

    cultura y una prctica claramente confrontacionista y revolucionaria. El otro actor, el PS,

    deriv hacia el planteo de la reforma social y la integracin al sistema poltico desde laconformacin de un partido que pretendidamente era a la vez moderno, obrero y de ideas,

    apto para pugnar en la lucha electoral y en las lides parlamentarias.

    El anarquismo careci de posicionamiento frente a los cambios y dilemas que se

    diriman en el campo poltico: la contienda entre un modelo oligrquico y otro de democracia

    burguesa ampliada en la que el PS s se dispuso a intervenir, le result ms bien indiferente.

    En cambio, fue la corriente ms dinmica en el conflicto social y en el agrupamiento de los

    explotados en el momento de la lucha. Ello ocurri, en particular, luego del progresivo ocaso

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    de las expresiones individualistas y anti organizadoras (algunas de ellas, partidarias de la

    accin terrorista o propaganda por el hecho), quienes se oponan a la consolidacin de

    formas organizativas para la accin crata y no diferenciaban la propaganda general de

    aquella dirigida a la agrupacin especfica de los trabajadores, al tiempo que criticaban la

    lucha reivindicativa (por ejemplo, las huelgas), porque las consideraban escasamente

    radicalizadas como para enfrentar al sistema. Los peridicos El Perseguido y El Rebelde

    fueron los aglutinantes de estos sectores. Pero desde mediados de la dcada de 1890 ya

    pudieron imponerse las concepciones de las corrientes organizadoras (en este sentido, el

    aporte de los espaoles Antonio Pellicer Paraire, Ingln Lafarga y Jos Prat, y del italiano

    Pietro Gori, fue destacado), que se afirmaron con la aparicin, en 1897, del peridico La

    Protesta Humana , seis aos despus convertido en diario bajo el ttulo de La Protesta. Sus

    militantes formaron y dirigieron numerosas y aguerridas organizaciones de las clases

    populares y trabajadoras, lo que les permiti, en la primera dcada del siglo XX, proyectar su

    hegemona en los movimientos reivindicativos. Desde ese entonces, los anarquistas

    constituyeron a su alrededor un significativo movimiento social y cultural, que se articul en

    torno a centenares de centros, crculos y agrupamientos, bibliotecas y escuelas, grupos

    teatrales y nucleamientos feministas, y una densa red de rganos de prensa, sobre todo, en las

    ciudades de Buenos Aires y Rosario. Uno de los mayores problemas de este espacio era sucosmopolitismo radical y su extraamiento y desconocimiento de la realidad nacional, que le

    introduca ciertos lmites para una ms profunda insercin en el medio local. En parte, esto

    fue matizado con la emergencia de una nueva generacin de militantes, como Pascual

    Guaglianone, Eduardo Gilimn, Arturo Montesano, Flix Basterra y Alberto Ghiraldo.

    Fueron los libertarios quienes ms consecuentemente impulsaron, en 1901, la primera

    gran central de trabajadores del pas, la Federacin Obrera Argentina, luego de 1904,

    Federacin Obrera Regional Argentina, que, en su V Congreso (1905), quedestatutariamente embanderada en los principios del comunismo anrquico. La FORA tuvo un

    desarrollo impetuoso durante esa dcada, llegando a nuclear en su momento de auge unos

    diez mil activistas y simpatizantes dentro de sus sociedades de resistencia, y acaudillando, ya

    desde 1902, combativas huelgas generales, manifestaciones y luchas populares (como la

    huelga de inquilinos de 1907). Estos conflictos sufrieron la constante represin policial y

    militar, como aconteciera durante la llamada Semana Roja de 1909 o durante los das del

    Centenario, cuando el gobierno conservador permiti que una turbamulta de civiles y policasnarcotizados por un patriotismo xenofbico y anti proletario aplastaran la convocatoria de la

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    FORA a la huelga general del 18 de mayo, atacando las sedes representativas del movimiento

    obrero y popular, especialmente, las anarquistas. Y tambin conocieron la persecucin legal

    por parte del rgimen conservador, entre otras formas, con la recurrente imposicin del estado

    de sitio y la sancin de la Ley de Residencia (1902), que permita expulsar de modo

    expeditivo a los extranjeros que perturbaran el orden pblico, y la Ley de Defensa Social

    (1910), que inclua la prisin o deportacin a quien hiciera propaganda a favor de una huelga,

    utilizara banderas rojas, difundiera ideas anarquistas o insultara a los smbolos patrios.

    La dura derrota del Centenario abri una etapa de gradual pero inevitable declive de la

    FORA y el anarquismo. Asimismo, la apertura del sistema poltico ensayada por el rgimen, a

    travs de la reforma electoral plasmada en la Ley Senz Pea de 1912, descoloc a un

    movimiento libertario completamente encorsetado en planteamientos anti-estatalistas que

    anulaban cualquier posibilidad de que los trabajadores pudieran dar respuestas en el campo

    especficamente poltico y lograran aprovechar las ventajas para la accin abiertas con la

    flamante democracia burguesa ampliada. Pero ese fuerte revs en la lucha de clases y esa

    indisposicin para adaptarse a la nueva etapa iniciada en el pas, no lo explica todo. Existan

    otros problemas para las corrientes cratas. Ellas haban logrado un fuerte ascendiente en el

    perodo embrionario del proletariado, en el que sus integrantes todava resistan a la lgica del

    trabajo industrial, no lo aceptaban plenamente y pugnaban por encontrar mrgenes de libertado, incluso, por abandonar su condicin trabajadora. A partir de los aos diez y, ms

    claramente, desde los veinte, esa situacin fue variando: el disciplinamiento se fue haciendo

    inapelable en una sociedad urbana en creciente industrializacin, en la que comenzaban a

    imponerse nuevas formas de explotacin laboral que, merced a cambios tecnolgicos y un

    mercado de trabajo cada vez ms competitivo, cercenaban la autonoma a los obreros y

    liquidaban los oficios artesanales. Iba surgiendo una clase obrera ms moderna, carente de

    una legislacin sistemtica que la protegiera. Los incentivos estaban dados para lageneralizacin del sindicalismo industrial por rama. La negativa de la FORA V Congreso a

    aceptar esta realidad y a reconvertirse en esa direccin, para preferir, en cambio, seguir como

    entidad federativa de sociedades de resistencia y gremios por oficio exclusivamente

    anarquistas, conden a esa corriente a la irrelevancia.

    Cuando, desde el espacio libertario, surgieron proyectos que intentaron remediar ese

    dficit (como se lo intent en los aos treinta desde la FACA y el grupo Spartacus), ya era

    tarde: otras expresiones, como el comunismo, haba ganado las posiciones centrales en elproletariado industrial. Ello no puede conducir a negar que existieron algunos episdicos

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    momentos de reanimacin y reorganizacin del anarquismo (por ejemplo, en el ciclo de fuerte

    conflictividad y radicalizacin de 1917-1921 y durante ciertos lapsos durante la dcada de

    1930), ya con una nueva camada de cuadros y militantes, como Emilio Lpez Arango, Jos

    Torralvo, Apolinario Barrera, Teodoro Antill y Diego Abad de Santilln.

    Rechazo a la accin directa y escisin entre lo sindical y lo poltico: el Partido Socialista

    El Partido Socialista, en tanto, se haba fundado en 1896, luego de ms de una dcada de

    propagacin de diversos ncleos y peridicos de carcter marxista que fueron instalando la

    necesidad de organizar un partido de los trabajadores. A excepcin de un primer momento, el

    de su prehistoria y germinacin, el PS careci de ideas plenamente marxistas y, menos an,

    revolucionarias. Desde que Justo logr hacerse del pleno control de la direccin y pudo

    imprimirle su orientacin programtica, depurando algunos de sus iniciales componentes

    ideolgico-polticos, el PS se fue consolidando como una alternativa moderada y progresista

    de los sectores obreros y populares urbanos de la regin pampeano-litoralea. No dejaba de

    ser un partido de base plebeya pero, en buena medida, dirigido por sectores medios ilustrados

    y profesionales. Sus metas: el perfeccionamiento de las instituciones democrticas, el

    mejoramiento de las condiciones de vida de las clases subalternas y la modernizacin del pas.

    No slo estaba alejado de la idea de revolucin social sino que, incluso, presentaba un perfil

    ideolgico animado por planteamientos evolucionistas, cercanos a tpicos liberal-positivistas.

    El PS no careci de escala e implantacin en la sociedad argentina. Tuvo una

    extensin importante como fuerza poltica hasta mediados de los aos cuarenta. Constituy

    uno de los tejidos partidarios ms organizados, desparramado por casi toda la geografa

    nacional. Incluso, alcanzando resultados electorales variables pero de ningn modo

    insignificantes, que en el segundo distrito electoral del pas, la Capital Federal, lo

    convirtieron, desde la aplicacin de la Ley Senz Pea de 1912, en una fuerza poltica con

    porcentajes que promediaban entre un 20% o un 30%. Adems, logr desplegar una rica e

    importante experiencia parlamentaria, que, tambin con oscilaciones, entre 1904 y 1943, le

    permiti disponer de importantes bancadas en la Cmara de Diputados y una presencia en la

    de Senadores. No desconoci la gestin municipal, que pudo ejercer en distintas ciudades del

    pas. Y fue un partido con grandes figuras y con estructuras de liderazgo ms o menos

    consistentes, como lo evidencia, hasta la dcada de 1940, la trayectoria de dirigentes de la

    talla del propio Justo, Alfredo Palacios, Nicols Repetto, Enrique del Valle Iberlucea, Mario

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    Bravo, los hermanos Enrique y Adolfo Dickmann, ngel M. Gimnez, Jacinto Oddone,

    Rmulo Bogliolo, Juan Antonio Solari o Carlos Snchez Viamonte, entre muchos otros.

    Si la incorporacin del PS al sistema poltico fue relativamente exitosa, an siendo unafuerza minoritaria, tampoco fue dbil en cuanto a su insercin en la sociedad civil. Desde

    comienzos del siglo XX,pocos partidos podan exhibir una trama tan abigarrada de centros

    polticos barriales, bibliotecas y asociaciones socio-culturales, deportivas, femeninas e

    infantiles. Se trataba de una penetracin sostenida y alentada, adems, en una gran cantidad de

    peridicos, revistas y editoriales. El eco alcanzado por el diario La Vanguardia logr incluso

    traspasar las fronteras nacionales y se convirti en un punto de referencia en todo el

    continente. Todo ello, sumado a la accin de las cooperativas, convirti al socialismo en una

    empresa de indudable influencia social. El PS reivindicaba su condicin de partido obrero y

    su accin, su retrica y su prctica parlamentaria se orientaba en direccin a una poltica

    reparadora o favorable a los intereses de la clase proletaria. No hace falta ms que recordar su

    constante faena a favor de los reclamos laborales y en pos de una legislacin obrera. Incluso,

    los obreros no dejaron de ser mayora en las filas orgnicas, en las redes de apoyo o entre los

    votantes del partido.

    Sin embargo, a pesar de la importancia del PS en el terreno poltico y socio-cultural,

    fueron evidentes sus dificultades para convertirse en una poderosa corriente del movimiento

    obrero. Una de las razones de ello radic en la disociacin entre lo sindical y lo poltico, que

    el partido arrastr casi desde sus inicios (Tortti, 1989). Desde que se impuso la hiptesis de

    Justo, se consider que el movimiento obrero deba ser completamente independiente del

    partido, contando con tcticas propias y fines especficos. Se estableci que la accin poltica

    y la accin sindical deban marchar por caminos separados, si bien, en lo posible, de modo

    paralelo y articulado. Los afiliados del PS tenan que participar de la vida de sus respectivos

    sindicatos y hacer propaganda socialista, pero concibiendo a aquellas organizaciones como

    entes autnomos, libres de toda tutela partidaria. Esto condujo a cierto desinters por la

    cuestin gremial, la cual qued ms bien desplazada por el mayor peso que ocuparon las

    campaas electorales y polticas generales, la accin parlamentaria, las tareas socio-culturales

    o las labores cooperativas. De hecho, slo un pequeo sector de los afiliados socialistas se

    agremi efectivamente a sus respectivos sindicatos. En este aspecto, el PS argentino se

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    distanci de otros modelos de partidos socialdemcratas, por ejemplo, el de Alemania. Este es

    el balance claro que surge del estudio de diversas fuentes primarias.6

    De este modo, el PS, durante la primera dcada y media del siglo XX, ya habaquedado en un espacio restringido dentro del universo gremial. Ese lugar haba sido ocupado

    de manera ms clara por el anarquismo. Los gremios orientados por los socialistas impulsaron

    en 1903 la creacin de la Unin General de Trabajadores (UGT), que luego se disolvi en la

    Confederacin Obrera de la Regin Argentina (CORA), aunque ya con direccin de los

    sindicalistas revolucionarios. Ambas organizaciones, sin embargo, aparecieron ms dbiles

    que la FORA anarquista.

    Las evidencias de que el partido tena permanentes dificultades con el tema sindical, esque debi aceptar que algunos de sus afiliados crearan estructuras especficas para promover

    la sindicalizacin de sus filas o la coordinacin de sus fuerzas gremiales, algo absurdo para el

    que se propona como un partido obrero. Esa es la historia del Comit de Propaganda Gremial

    (CPG) o el Comit Socialista de Informacin Gremial (CSIG), que acabaron teniendo

    diferencias y choques con la direccin partidaria. Cada una de las rupturas o escisiones de

    izquierda que tuvo el PS cuestion esta desatencin del problema sindical, que en todos los

    casos fue entendido como un alejamiento prctico y concreto del partido respecto a la clase

    obrera y a sus luchas. La creacin del CPG, entre 1914 y principios de 1917, por parte de la

    corriente de izquierda que acab escindindose y constituyendo, primero el Partido Socialista

    Internacional, y luego el Partido Comunista, fue la experiencia ms importante. 7

    El CPG lleg a estar constituido por doce sindicatos (que reunan en ese entonces unos

    16.000 asociados), por una veintena de centros socialistas, por una quincena de agrupaciones

    de la Juventud Socialista y por tres centros culturales (Camarero-Schneider, 1991). Los

    fundadores de este organismo sostenan que pretendan resolver lo que se entenda comoenervante situacin de desorganizacin por la que transitaba el movimiento obrero, luego de

    la gran derrota de las luchas del Centenario. Una de las preocupaciones especiales que tenan

    los miembros del CPG era la situacin de dispersin en la que se hallaba el elemento obrero

    6 No tenemos espacio para detallar todas las fuentes consultadas. A manera de resumen, sealemos que hemosconsultado gran parte de la coleccin del diarioLa Vanguardia (en especial desde mediados de los aos diez), elAnuario Socialista (en sus diversas pocas), la Revista Socialista ( a partir de su salida, en 1930), una serie derevistas y peridicos varios (La Internacional, Accin Socialista y Claridad, entre otros), una profusa cantidadde folletos, publicaciones e informes partidarios referidos a congresos, conferencias, encuentros, reuniones yposicionamientos del partido, as como la obra producida por los propios militantes y dirigentes socialistas.7 La fuente clave es:Informe del Comit de Propaganda Gremial, mayo 12 de 1914-agosto 31 de 1917, 1917.

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    del propio partido, pues segn una estadstica levantada en agosto de 1914, slo el 5% de los

    afiliados socialistas estaban agremiados en alguna organizacin obrera. De ese modo, al

    comienzo la orientacin del Comit fue sobre todo interna: acercarse a los obreros del propio

    partido y sindicalizarlos. El orientador principal de esta entidad fue el obrero tipgrafo Jos F.

    Peneln, quien luego se convirti en la primera mxima figura del comunismo argentino.

    Justamente, luego de la disolucin del CPG, el propio Juan B. Justo, el principal

    dirigente del PS, tuvo una ocasin clara para pontificar cual era la postura oficial y definitiva

    del partido: El Partido Socialista no debe inmiscuirse en la organizacin gremial.

    Colectivamente slo puede servirla desde afuera, en cuanto a las leyes, el gobierno y la

    administracin pblica ataen a la organizacin gremial (Juan B. Justo, 1917). Poco tiempo

    despus, el oficialismo partidario ratific sus posiciones con la Declaracin de Avellaneda. La

    resolucin Definicin de la tctica y la doctrina socialista en materia gremial, votada en el

    XIV Congreso Ordinario del PS, reunido en aquella ciudad, en julio de 1918, consolid la

    idea de la autonoma entre actividad gremial y actividad poltica. Declaracin que fue

    ratificada en el congreso ordinario que el PS celebr en noviembre de 1921, luego de la

    ruptura de los terceristas, en donde se cre la antes mencionada CSIG, organismo slo

    habilitado para operar como orientacin y consulta para las comisiones de oficio partidarias.

    El problema en el socialismo argentino era ms profundo que una mera desarticulacin

    entre lo sindical y lo poltico. Lo que exista era una concepcin que subordinaba las

    contiendas entre el trabajo y el capital a una faena de reforma e integracin social, idealizando

    la lucha de clases como una suerte de disputa retrica de proyectos en el terreno neutro de un

    gora. El PS desconfiaba de las prcticas de autodeterminacin de las masas y de las

    capacidades creadoras de la lucha de clases, la que deba canalizarse para evitar sus desbordes

    y el despliegue de su potencialidad barbrica. Ello se verifica en el desigual posicionamiento

    de socialistas y anarquistas frente a los conflictos obreros, sobre todo, ante la convocatoria a

    la huelga general: la moderacin y condicionamiento que frente a estos hechos expresaban los

    primeros, contrastaban con la disposicin radical evidenciados por los segundos. Es decir, las

    luchas obreras deban ser apoyadas, pero con el condicionamiento de que superaran

    rpidamente su radicalidad y se avinieran a la negociacin. Las maniobras legislativas del PS

    se ocuparan de prevenir estos desbordes y de civilizar la lucha de clases.

    Obsrvese que el PS no actuaba en el escenario de las refriegas obreras contra los

    capitalistas para trasladar las demandas desde lo sindical a lo poltico, y convertirlas, luego,

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    en iniciativas reformistas. Era un partido que, ms all de la presencia de algunos de sus

    militantes, se enajenaba de los conflictos obreros y la organizacin sindical, y desde esa

    exterioridad, lea la lucha de clases y la traduca en el discurso y la prctica de la reparacin

    legislativa. Eso explica que el socialismo fuera superado en su presencia en el universo obrero

    tanto por variantes confrontacionistas (anarquistas y, posteriormente, primeros sindicalistas

    revolucionarios y comunistas), como por corrientes ms pragmticas o negociadoras (por

    ejemplo, la que luego corporizaron los propios sindicalistas). Su superficial insercin en los

    movimientos sociales en lucha y su relativa externalidad al mundo sindical indispona al PS

    frente a las dems corrientes que actuaban en el seno de stos.

    En verdad, ni el anarquismo ni el socialismo fueron radicalmente obreristas. En parte,

    en los primeros tiempos, ello se debi al escaso desarrollo productivo y la an dbil densidad

    social, cultural y subjetiva de la propia clase obrera hasta la primera o segunda dcada del

    siglo XX. Los anarquistas apelaban a un sujeto no descentrado pero s difuminado del mundo

    del trabajo, al que solan entender, ms que en trminos clasistas, en el sentido del pueblo

    oprimido (por el Capital, el Estado, el Clero, el sistema patriarcal). Los socialistas tendan a

    diluir al proletariado entre los intereses de la masa de consumidores (de ah su obsesin por

    orden fiscal, la moneda sana y el librecambio) y en una suerte de pueblo cvico activo; su

    interpelacin qued cada vez ms dirigida a una ciudadana plebeya, lista a ser moldeada porsanas prcticas polticas, cooperativas y de ilustracin cultural.

    Cmo evitar la subsuncin de lo gremial a lo poltico? La respuesta sindicalista

    Precisamente, un nuevo momento constitutivo de las izquierdas vino por el lado de la revisin

    en este an dbil anclaje que estas exhiban entre los trabajadores. Se expres en el despliegue

    de dos nuevas corrientes: primero, los sindicalistas revolucionarios, luego, los comunistas.Impugnaron al anarquismo por su espontanesmo inmediatista, arguyendo que conduca al

    movimiento de masas hacia el marasmo; tambin lo denunciaron en su supuesta incapacidad

    para organizar a la nueva clase obrera, laboralmente ms concentrada y disciplinada ya en los

    albores de la gran industria, en un sindicalismo por rama y no por oficio. Asimismo, reputaron

    al socialismo como insanablemente reformista, integrado al juego poltico burgus, extrao a

    la lucha de clases y desaprensivo con la accin sindical, cifrando all las razones que

    explicaran el bloqueo a la expansin partidaria.

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    La primera corriente en configurarse fue el sindicalismo revolucionario, con el

    transcurso de los aos, ms conocida con el nombre de sindicalismo. Fue un desgajamiento de

    las propias filas socialistas. El origen de dicha tendencia estuvo en Francia e Italia, inspirado

    en planteos, entre otros, de Georges Sorel, Hubert Lagardelle, Fernand Pelloutier, Enrico

    Leone y Arturo Labriola. Sus ideas se expandieron rpidamente desde principios del siglo

    XX, y ya lograron en 1902 hacerse predominantes en la CGT francesa e imponer sus

    posiciones, cuatro aos despus, en el congreso de Amiens. Uno de sus puntos de partida fue

    la publicacin, en 1897, del libro de Sorel titulado El porvenir de los sindicatos obreros . En

    esa obra, Sorel opona el sindicato obrero al Partido Socialista, denunciando la

    degeneracin de la socialdemocracia y de los partidos obreros. Con el paso de los aos, el

    sindicalismo fue conformando toda una nueva ideologa. Estableca como principio exclusivo

    de lucha el mtodo de la accin directa (desde la huelga, el boicot y el sabotaje, hasta la

    insurreccin y la revolucin social), consideraba a los sindicatos la nica forma de

    organizacin vlida de los trabajadores (y embrin de la sociedad futura), cuestionaba la

    participacin obrera en los partidos y recusaba la arena parlamentaria.

    Los primeros y principales mentores del sindicalismo en la Argentina, entre 1904-

    1906, fueron una serie de dirigentes del PS, la mayora, intelectuales y profesionales: entre

    otros, Gabriela Laperrire de Coni, Julio A. rraga, Aquiles S. Lorenzo (quien ocupaba el

    cargo de secretario general del partido), Bartolom Bossio y Emilio Troise. Desde afuera del

    socialismo, pronto se sumaron algunos cuadros proletarios, entre los que se destac Sebastin

    Marotta (obrero constructor de carruajes y rodados, que luego devino en linotipista). Dentro

    del PS, el grupo vena editando desde 1904 un vocero de prensa propio, La Internacional, un

    ao despus continuado porAccin Socialista. Peridico Sindicalista Revolucionario . La

    cuestin sindicalista fue debatida y zanjada durante el VII Congreso del PS, celebrado en la

    ciudad bonaerense de Junn en abril de 1906, triunfando la posicin socialista tradicional

    contra los disidentes. Repetto propuso que el grupo sindicalista se constituyera en un partido

    autnomo, a fin de realizar la comprobacin experimental de su doctrina y tctica.

    Fuera de las filas del PS, este grupo de militantes se concentr en la Agrupacin

    Sindicalista Revolucionaria y comenz a cosechar un fuerte apoyo entre los trabajadores. El

    sector conquist la direccin de la UGT, en 1909 transformada en CORA, bajo la secretara

    general de Sebastin Marotta, y, ya desde la segunda dcada del siglo XX, se convirti en la

    expresin hegemnica en el mundo del trabajo, logrando desplazar de esa condicin a los

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    anarquistas. La CORA ingres en la FORA y en el IX Congreso de esta central, realizado en

    abril de 1915, lossindicalistas lograron ganar su direccin. En ese cnclave se decidi anular

    la adscripcin que la federacin tena a los principios del comunismo anrquico. Esto motiv

    la escisin de la mayor parte de los anarquistas puros, que decidieron conformar otra entidad

    bajo la misma sigla. Desde ese entonces, existi la FORA V Congreso, de tendencia crata, y

    la FORA IX Congreso, de mayora sindicalista, que experiment en los aos siguientes un

    crecimiento notable. En 1922, esta central adopt el nombre de Unin Sindical Argentina

    (USA), que ocho aos despus se disolvi, para crearse la CGT. Para ese entonces, el

    sindicalismo haba virado hacia un comportamiento cauto, prudente y sagaz, que se haba

    incrementado con la presidencia de Yrigoyen. Uno de sus planteamientos ms relevantes era

    el del apoliticismo. Segn este planteo, para que los sindicatos pudiesen ejercer su tarea

    revolucionaria, deban ser independientes y neutrales de toda posicin ideolgica o

    adscripcin poltica, pues el requisito de la fuerza de la organizacin era su unidad.

    Debido a esta concepcin, los partidos de izquierda solo pudieron establecer acuerdos

    precarios y efmeros con los sindicalistas, estuvieron enmarcados en un clima de creciente

    hostilidad mutua. Para los socialistas, el apoliticismosindicalista era un camino para bloquear

    las posibilidades de desarrollo de su propio partido y para efectuar una alianza secreta con el

    radicalismo gobernante. Los comunistas, en tanto, desplegaron la visin tradicional que el

    marxismo revolucionario haba efectuado sobre aquella corriente, marcando una serie de

    lmites y defectos en la misma. La crtica se dirigi hacia aspectos mltiples del sindicalismo:

    su inclinacin al economicismo (una concepcin segn la cual la lucha entre el capital y el

    trabajo slo se libraba en el terreno de las relaciones productivas, por lo que cada conquista

    all obtenida por los trabajadores socavaba los cimientos del capitalismo y preparaba el

    advenimiento de la nueva sociedad); su menosprecio de la lucha por los intereses histricos

    del proletariado; su excesivo culto de la autonoma sindical; su fetichismo de la huelga

    general; y su incomprensin del papel de la vanguardia revolucionaria (es decir, del partido) y

    del combate poltico. De hecho, el sealamiento era que se trataba de una corriente condenada

    a derivar hacia el oportunismo y el reformismo.

    En sntesis, los sindicalistas nacieron de las entraas del socialismo, para pretender

    superar la incapacidad que este partido mostraba para abordar la problemtica de la lucha

    gremial, llenando de contenido una accin vacante, y para desplazar a un anarquismo en

    creciente dificultad para mantener su anterior dominio. Lo lograron, a un precio alto: se

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    afincaron slidamente en la clase obrera, en especial, la de los servicios y transportes claves

    (ferroviarios y martimos), replegndose en una accin gremial cada vez ms pragmtica,

    corporativa y negociadora. Es decir, se consolidaron como sindicalistas, se diluyeron como

    revolucionarios. En verdad, esta corriente en todo el mundo se fue metamorfoseando,

    adquiriendo rasgos crecientemente burocrticos, conciliadores y reformistas. El rechazo firme

    que mantuvieron fue hacia la izquierda poltica pero no hacia la poltica del Estado, al que

    miraron cada vez con mayor simpata. El yrigoyenismo gobernante lo supo bien rpido y,

    entonces, pudo surgir una entente cordiale entre ambos. No debe desatenderse esa

    experiencia: tras aos de casi no ensayar otra estrategia hacia el movimiento obrero en lucha

    que no fuera la de la represin, el Estado y parte de la burguesa iniciaban ahora el camino del

    dilogo y la cooptacin. Era un leve antecedente de lo que se ensay con mucho ms vigor y

    sistematicidad un cuarto de siglo despus. Hacia all march, pues, esta corriente, fuerte en los

    aos diez y parte de los veinte; luego, disgregada como tal y devenida y superviviente como

    prctica en centenares de cuadros obreros, varios de ellos con carnet de afiliados al PS.

    Sobrevenidos los gobiernos conservadores, durante la dcada infame, los cuadros

    sindicalistas (o los que adoptaron sus ideas y sus prcticas, aun manteniendo una formal

    identidad socialista), continuaron, ya al frente de la CGT, unificada hasta 1935 y dividida

    luego de ese ao, con sus caractersticas posturas pragmticas, negociadoras y neutralistas.Ms tarde, muchos confluyeron en el peronismo.

    Proletarizacin, bolchevizacin y conquista de los sindicatos: la estrategia del Partido

    Comunista

    Los comunistas tambin surgieron, ms adelante, recusando el reformismo socialista y su

    indiferencia sindical, primero, actuando como ala izquierda del PS (de 1912 a 1917), luego,operando como organizacin socialista disidente y revolucionaria de carcter pro bolchevique

    (el Partido Socialista Internacional, existente entre 1918-1920) y, finalmente, desde ese ltimo

    ao, como Partido Comunista, adherente a la Tercera Internacional. Todo ese trayecto fue

    recorrido bajo el liderazgo, primero, del tipgrafo Jos F. Peneln y, ms tarde, de Victorio

    Codovilla y Rodolfo Ghioldi. Tambin se presentaron como una nueva izquierda, expresin

    de los nuevos tiempos abiertos por la Revolucin de Octubre en Rusia y el ascenso

    revolucionario europeo de posguerra.

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    En su primera etapa de desarrollo, esta corriente fue una expresin marginal en el

    movimiento obrero. Adems, su accin se basaba en un internacionalismo algo abstracto y

    enajenado de la realidad argentina, que ignoraba las caractersticas sociolgicas, histricas,

    econmicas y polticas de esta ltima. Lentamente, desde mediados a fines de los aos veinte,

    y, sobre todo, a partir de los aos treinta, su gravitacin se hizo cada vez ms marcada en el

    mundo de los trabajadores. Al mismo tiempo, se fue dotando de un conocimiento mayor de la

    problemtica nacional, por ejemplo, de los rasgos dependientes y atrasados del desarrollo

    capitalista local, bajo la conclusin de que la revolucin a realizar en el pas deba ser

    democrtico-burguesa, agraria y antiimperialista, propiciando as, la unidad entre la clase

    obrera y fracciones de la propia burguesa nacional o progresista. Lo cierto es que, a partir de

    esos aos y hasta 1943, el PC obtuvo una ascendente presencia en el campo poltico, social y

    cultural del pas, la ms importante conseguida en su historia. En ese lapso, logr agrupar a

    miles de militantes, mont una densa red de agitacin y propaganda, lider conflictos

    gremiales trascendentales y se convirti en la organizacin ms poderosa en el proletariado

    industrial, superior a las otras corrientes con las que vena disputando espacios. Asimismo,

    constituy mltiples instituciones socioculturales en el seno de la clase trabajadora:

    bibliotecas, escuelas, clubes deportivos, agrupaciones femeninas, infantiles y juveniles,

    asociaciones de inmigrantes, ligas antiimperialistas, antiguerreras, antifascistas y desolidaridad, entre otras.8

    Una primera reflexin a realizar se refiere a los espacios y condiciones sociales que

    hicieron posible la empresa poltica comunista entre los trabajadores en la Argentina durante

    el perodo de entreguerras. En aquella poca, como producto de los avances de la

    industrializacin sustitutiva, se verific una presencia cada vez ms gravitante de obreros en

    los grandes centros urbanos (especialmente, la Capital y el conurbano bonaerense), con un

    8 Un estudio especfico sobre el tema en: Hernn Camarero, 2007. All volcamos el anlisis de un conjunto defuentes primarias, hasta el momento, inexploradas o desconocidas, muchas de ellas, provenientes de los archivosde la ex URSS. Revisamos una copiosa documentacin interna del PC que incluye informes de sus congresos,conferencias y plenarios, actas de reunin de sus organismos de conduccin de distinta jerarqua (desde el ComitEjecutivo y el Comit Central, hasta los cuerpos de direccin regional, local, barrial, sindical y celular), boletinesy circulares con noticias partidarias e intercambio epistolar entre sus dirigentes y con la Comintern. Lemos, junto auna gran cantidad de volantes, proclamas y folletos, la mayor parte de las publicaciones que elaboraba y difundael PC, especialmente las que se conectaban con el mundo de los trabajadores. Algunos rganos de prensatuvieron una importancia especial, como los voceros oficiales del partido, La Internacionaly Orientacin, y losdiarios legalesBandera Roja yLa Hora, as como de las revistas tericas, como Soviet. Tan importante como elestudio de estas fuentes result el del corpus constituido por ms de un centenar de series de peridicos y revistaspolticas, ideolgicas, culturales, sindicales, femeninas, juveniles, infantiles, barriales, de las clulas fabriles, de lasasociaciones de inmigrantes, de las ligas y los comits de solidaridad, editados por el PC y su corrienteantecesora hasta 1943, vitales para comprender el modo en que ese partido se insert en el mundo del trabajo.

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    gran monto de reivindicaciones insatisfechas, pues las tendencias al aumento del salario y del

    descenso de los ndices de desocupacin ocurridas en la segunda mitad de los aos veinte, se

    revirtieron tras la crisis de 1930, y los ndices slo volvieron a mejorar, desde mediados de

    esa dcada, exclusivamente en lo que hace a la baja del desempleo. Esa industrializacin

    impuso cambios en las orientaciones del movimiento obrero, con insercin dbil en estos

    nuevos sectores manufactureros.

    El crecimiento de un proletariado industrial ms moderno y concentrado (en el rubro

    de la construccin, de la carne, de la metalurgia, de la madera, del vestido y textil),

    mayoritariamente semicalificado o sin calificacin, en donde la situacin laboral era

    ostensiblemente ms precaria, dejaba un espacio vaco de representacin, organizacin y

    socializacin. En particular, las tareas de movilizacin y organizacin de los obreros en esos

    nuevos espacios de la vida industrial se presentaban plagadas de dificultades, originadas en la

    hostilidad de los empresarios y del Estado. Esos trabajadores se enfrentaron a formidables

    escollos para agremiarse y hacer avanzar sus demandas en territorios hasta entonces muy poco

    explorados por la militancia poltica y sindical. Para abrirse paso a travs de esos obstculos,

    se requeran cualidades polticas que no todas las corrientes del movimiento obrero estaban en

    posibilidad de exhibir. All haba disponibilidad y oportunidad para el despliegue de una

    empresa poltica. En este escenario, estaba casi todo por hacer y los comunistas demostraron

    mayor iniciativa, habilidad y capacidad para acometer los desafos. Usando una imagen

    metafrica: el PC se conceba a s mismo capaz de abrir senderos en una selva, es decir, apto

    para habilitar caminos no pavimentados y alternativos a los reconocidos.

    Erigindose como una alternativa proletaria radicalizada, el PC recre, en parte e

    inicialmente, una experiencia confrontacionista como la que anteriormente haba sostenido el

    anarquismo. Las corrientes cratas haban logrado un fuerte ascendiente en el perodo

    embrionario del movimiento obrero, en el que sus integrantes todava resistan a la lgica del

    trabajo industrial, no lo aceptaban plenamente y pugnaba por encontrar mrgenes de libertad

    o, incluso, por abandonar su condicin trabajadora. A partir de los aos veinte, esa situacin

    vari: el disciplinamiento se hizo inapelable en una sociedad urbana en creciente

    industrializacin, en la que comenzaban a imponerse nuevas formas de explotacin del trabajo

    que, merced a cambios tecnolgicos y un mercado de trabajo cada vez ms competitivo,

    cercenaban la autonoma a los obreros y liquidaban los oficios artesanales. Estaba surgiendo

    una clase obrera moderna, carente an de una legislacin laboral sistemtica que la protegiera.

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    67 Hernn Camarero

    Los incentivos estaban dados para la generalizacin del sindicalismo industrial por rama. La

    negativa de la FORA V Congreso a aceptar esta realidad y a reconvertirse en esa direccin,

    para preferir, en cambio, seguir como entidad federativa de sociedades de resistencia y

    gremios por oficio exclusivamente anarquistas, conden a esa corriente a la irrelevancia.

    Cuando, desde el espacio libertario, surgieron proyectos que intentaron remediar ese dficit,

    ya era tarde: el PC haba ganado las posiciones centrales en el sindicalismo industrial.

    La penetracin comunista fue mucho ms limitada en otra importante seccin del

    mundo del trabajo. Entre los trabajadores del transporte, los servicios y algunos pocos

    manufactureros tradicionalmente organizados, con muchos trabajadores calificados

    (martimos, ferroviarios, tranviarios, municipales, empleados de comercio y del Estado,

    telefnicos y grficos, entre otros), la hegemona era disputada por socialistas y sindicalistas,

    tendencias que desde mucho tiempo antes venan negociando con los poderes pblicos y ya

    haban obtenido (o estaban en vsperas de hacerlo) conquistas efectivas para los trabajadores.

    Los sindicalistas confiaban en sus acercamientos directos con el Estado; los socialistas

    apostaban a potenciar su fuerza con la utilizacin de su bancada parlamentaria, desde la cual

    apoyaron los reclamos laborales, en especial, los provenientes de sus gremios afines. En

    ambos casos, se privilegiaba la administracin de las organizaciones existentes, que gozaban

    de considerable poder de presin y estaban en proceso de jerarquizacin, complejizacin e

    institucionalizacin. En el caso de los ferroviarios, incluso, ya haban dado lugar al

    surgimiento de una suerte de elite obrera. En suma, aquellos eran territorios ocupados, en

    donde los comunistas no encontraron modos ni oportunidades para insertarse e incidir.

    Intentemos reconstruir ahora cuales fueron las tcnicas de implantacin, las formas de

    trabajo y las modalidades de intervencin de los comunistas en el movimiento obrero

    industrial, que le otorgaron una serie de ventajas decisivas en su accionar. Esto exige,

    previamente, una precisin respecto a la temporalidad histrica. Ya habamos adelantado que

    en el perodo formativo de esta corriente, entre 1914 y 1925 (primero, como fraccin de

    izquierda del socialismo, luego, como partido socialista disidente y revolucionario, y, por

    ltimo, como partido comunista durante su primer lustro), la posicin ocupada por ella en el

    mundo del trabajo era superficial y marginal. Se trataba de un partido que haba logrado

    establecer ciertos vnculos con los obreros, sus luchas y sus organizaciones, pero de un modo

    asistemtico y poco profundo, sin presencia orgnica en los sitios de trabajo, con escasa

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    incidencia en las estructuras sindicales y sin experiencia alguna en la direccin de los

    conflictos y organismos nacionales del movimiento obrero.

    Fue a partir de mediados de los aos veinte cuando la insercin obrera de loscomunistas conoci un salto cuantitativo y cualitativo. La causa: la orientacin de la

    proletarizacin y la bolchevizacin adoptada por el partido (que signific la

    transformacin de su estructura en clave jerrquica, centralizada, monoltica y mayormente

    burocratizada, en sintona con los postulados de una Comintern cada vez ms dominada por el

    estalinismo). Lo cierto es que, a diferencia de la dcada anterior, desde ese entonces y hasta

    1943, se trat de una organizacin poltica integrada mayoritariamente por obreros

    industriales, que busc afanosamente poseer y conservar ese carcter. Si el comunismo se

    convirti en una corriente especialmente apta para insertarse en este proletariado industrial,

    coadyuvando decisivamente a su proceso de movilizacin y organizacin, fue porque se

    mostr como un actor muy bien dotado en decisin, escala de valores y repertorios

    organizacionales. Los comunistas contaron con recursos infrecuentes: un firme compromiso y

    un temple nico para la intervencin en la lucha social y una ideologa redentora y finalista, el

    marxismo-leninismo, que poda pertrecharlos con slidas certezas doctrinales. Aquellos

    nuevos repertorios organizaciones (desde las clulas hasta los grandes sindicatos nicos por

    rama) resultaron muy aptos para la penetracin en los mbitos laborales de la industria y para

    la movilizacin y agremiacin de los trabajadores de dicho sector. En no pocos territorios

    industriales, los comunistas actuaron sobre tierra casi yerma y se convirtieron en la nica voz

    que convocaba a los trabajadores a la lucha por sus reivindicaciones y a la pronta

    organizacin; en otros, debieron dirimir fuerzas con distintas tendencias. En ambos casos, la

    penetracin fue posible gracias a esa estructura partidaria celular, clandestina y blindada,

    verdadera mquina de reclutamiento, accin y organizacin, que el PC pudo instalar en una

    parte del universo laboral.

    Aqu, hay que atender especialmente a los dos instrumentos innovadores que el PC

    cre o impuls para promover la movilizacin y organizacin proletaria en el mbito

    industrial: las clulas obreras partidarias por taller o fbrica y los sindicatos nicos por rama.

    Las clulas, sobre todo en los aos veinte, fueron claves para el proceso de insercin de base

    y molecular del partido, sirviendo como embrin para la conformacin de organismos

    sindicales o como ariete para la conquista de ellos, aunque no tuvieron la misma utilidad para

    extender la presencia comunista en las centrales obreras de la poca (USA, COA y primera

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    CGT). Los sindicatos nicos por rama, a medida que avanzaba la dcada de 1930, pudieron

    irradiar la influencia partidaria desde un sitio ms elevado y transformarse en una plataforma

    para intentar alcanzar la direccin global del movimiento obrero, que qued en manos de la

    segunda CGT (1935-1943).

    Esa lnea confrontacionista y de combatividad de las organizaciones dirigidas o

    influenciadas por los militantes del PC, se expres en las violentas huelgas durante el segundo

    gobierno de Yrigoyen, la dictadura uriburista y las presidencias de Justo, Ortiz y Castillo,

    cuyo perfil no fue alterado con los sucesivos cambios de orientaciones estratgicas del

    partido. En trminos ms globales, la accin de los sindicatos comunistas signific un intento

    de oposicin al doble desafo planteado por las clases dominantes y el rgimen conservador

    surgido en los aos 30, el de instaurar una acelerada acumulacin industrial con escasas

    pretensiones redistributivas y un orden poltico de limitada participacin para clases subalternas

    y corrientes polticas opositoras. El costo de esa resistencia no fue menor: durante los aos

    treinta, el PC sufri una sistemtica persecucin estatal por parte de la Seccin Especial de

    Represin del Comunismo. Cientos de sus adeptos fueron encarcelados, deportados o

    torturados. El partido fue declarado ilegal y hubo un proyecto en el Senado de la Nacin para

    convertir esa persecucin en ley.

    Podra decirse que, desde mediados de la dcada de 1930, el PC complet su perodo

    de implantacin en el movimiento obrero. A partir de ese entonces, la organizacin ejerca el

    control de algunos sindicatos importantes y encontr un lugar en la conduccin de la CGT,

    consiguiendo una importante cantidad de cargos en el Comit Central Confederal de dicha

    entidad y, en 1942, su vicepresidencia, en manos del albail Pedro Chiarante. Durante esos

    aos, el partido fue asegurando su hegemona sobre la mayor parte de los gremios

    pertenecientes al rea industrial y de la construccin, que se vieron implicados en constantes

    huelgas y conflictos laborales. El PC logr imponer a sus cuadros como secretarios generales

    de los seis sindicatos ms importantes en aquellos espacios: la poderosa Federacin Obrera

    Nacional de la Construccin (FONC), la Federacin Obrera de la Industria de la Carne y

    Federacin Obrera de la Alimentacin, el Sindicato Obrero de la Industria Metalrgica, la

    Unin Obrera Textil, la Federacin Obrera del Vestido y, posteriormente, el Sindicato nico

    de Obreros de la Madera. De conjunto, esas organizaciones y otras organizaciones sindicales

    dirigidas por el PC superaban los cien mil afiliados hacia principios de los aos cuarenta.

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    Los comunistas generalizaron (y en algunos casos, introdujeron), una serie de

    caractersticas novedosas en la organizacin de un sindicalismo nico por rama industrial, que

    encontr en la FONC su mxima expresin. Una de ellas fue la creacin y expansin de los

    Comits de Empresa, que irradiaron los tentculos del sindicato hasta los sitios de trabajo y

    canalizaron las demandas de las bases obreras a travs de una instancia de movilizacin y

    organizacin de base. Otra fue el creciente pragmatismo y flexibilidad tctica que comenz a

    postular el partido con respecto a la negociacin con el Estado, en particular, con un

    Departamento Nacional del Trabajo (DNT) que expanda su voluntad intervencionista. Al

    mismo tiempo, los comunistas empezaron a orientarse hacia la constitucin de un tipo de

    sindicato, que situaba su horizonte no slo en la conformacin de una organizacin de

    masas sino tambin en su fortalecimiento sobre slidas bases orgnicas. Se pretenda un

    sindicato ms moderno, abierto y complejo, en el que se combinaran diversas funciones, tanto

    las referidas a las de la lucha reivindicativa, como las del mutualismo, la salud, la educacin y

    la recreacin. Como parte de estas misiones del sindicato, estuvo la negociacin de cada vez

    ms detallados y ambiciosos convenios colectivos con las entidades patronales, a partir de

    comisiones paritarias reguladas bajo el marco del DNT. Esta estructura sindical ms

    compleja, polifuncional y pragmtica se traz objetivos ms vastos y alejados de los

    tradicionales tpicos de la accin directa: buscaban liquidar la anarqua existente en la

    industria, disminuir la posibilidad de conflictos y garantizar y expandir la legislacin

    obrera.

    Este modelo, articulador de nuevos objetivos, prcticas e instituciones, estaba

    germinando en el movimiento obrero desde antes de que los comunistas se hicieran fuertes en

    la direccin sindical. Pero estaba casi limitado al sector transporte y servicios. Los militantes

    del PC se sirvieron del mismo, lo adoptaron y lo extendieron en el rea de la produccin

    manufacturera y de la construccin. As, generalizando esa serie de experiencias y

    concepciones que luego fueron desarrolladas a un mayor nivel y potenciadas por el Estado

    peronista, completando el definitivo pasaje de un sindicalismo de minoras a un sindicalismo

    de masas.

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    El desenlace: desplazamiento de la izquierda en el movimiento obrero por el peronismo

    Hasta 1943, la insercin del PC en el mundo del trabajo se mostraba ascendente y exitosa en los

    fines que se haba trazado. Se hallaba en su cenit. No existieron hechos que mostraranclaramente el fin de esta dinmica, es decir, que anticiparan el abrupto giro que luego condujo al

    naufragio y desplazamiento de los comunistas en el movimiento obrero. No es posible adjudicar

    el corte de aquel proceso de expansin, tal como seal el grueso de las interpretaciones que le

    han intentado dar cuenta, en forma mecnica y unilateral, a motivos puramente endgenos, es

    decir, debido a las consecuencias generadas por la estrategia de frente popular antifascista

    seguida por ese partido, especficamente, a una supuesta prctica de tregua laboral que

    habran seguido los comunistas desde 1941 (con la entrada de la URSS a la guerra y con el

    acuerdo con los aliados y la burguesa progresista). Por el contrario, en esos aos, los gremios

    orientados por los comunistas encabezaron varias de las mayores huelgas y conflictos en el

    sector industrial. Es decir, si el PC fue perdiendo sus posiciones en el movimiento obrero desde

    1943-44 no parece haber sido exclusiva o preponderantemente por eventuales errores en la

    estrategia poltica de ese partido y/o por algn tipo de esencialismo antinacional o

    antipopular, caracterstico de esa organizacin, tal como se sostuvo desde el ensayismo

    nacional-populista de izquierda (como el caso de Rodolfo Puiggrs y Jorge Abelardo Ramos).

    Tampoco, por un cambio en la composicin social de la clase obrera a partir de los aos treinta,

    que habra ido erosionando la influencia de los viejos partidos de clase y los habra tornado

    incapaces de organizar a la nueva clase obrera, como se desprende de los estudi os

    sociolgicos de Gino Germani. En oposicin a este ltimo planteo, hay que sealar que el

    comunismo fue la corriente que logr expandirse en mayor medida entre el joven proletariado

    formado como producto del crecimiento industrial de los aos treinta.

    Entonces, cules son las razones que nos permitiran explicar el eclipse del comunismo,

    el socialismo y la izquierda en general en el movimiento obrero y la conversin mayoritaria de

    este ltimo al peronismo a partir de 1944-1945? Existen algunas puntualizaciones a realizar. En

    primer lugar, creemos que la mirada debe atender dirigirse con mucha fuerza a medir la fuerza y

    a apreciar el carcter extraordinario con que irrumpi el fenmeno peronista en la Argentina. Es

    decir, creemos que debe explorarse el desacople entre el crecimiento rpido y exponencial de la

    alianza entre un sector del sindicalismo (no comunista o con escasos vnculos con la izquierda

    orgnica) y la elite militar-estatal encabezada por el coronel Juan Domingo Pern, y el

    desarrollo ms lento y gradual que vena experimentando el avance de la ltima expresin

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    orgnica de la izquierda, el comunismo, en el mundo del trabajo. Antes que sealar

    exclusivamente el agotamiento del comunismo o la izquierda en su propia dinmica por

    limitaciones o equvocos estratgicos, es decir, antes que fenecer de muerte natural, la

    influencia del comunismo y la izquierda en el movimiento obrero fue reprimida y obturada por

    un movimiento populista emergente. Entendemos que fue un factor exgeno, la vitalidad de este

    proyecto, el que se convirti en la causa principal del proceso que aludimos.

    Sin duda, tambin hay que explorar los factores endgenos. Quizs, sea necesario

    reconocer que las izquierdas representadas por el PS y el PC ya se encontraban con un rumbo

    parcialmente extraviado y polticamente ineficaz desde principios de los aos cuarenta. Es

    cierto que, por aquella poca, el socialismo alcanzaba una de sus mayores bancadas

    parlamentarias, mientras el comunismo consolidaba su dominio en el sindicalismo industrial y

    dentro de la CGT. Sin embargo, ambos partidos se unificaban en torno a un proyecto de frente

    popular con desvencijadas fuerzas sociales y polticas de las clases dominantes, detrs de un

    programa republicanista y antifascista de difcil conjugacin con las demandas efectivas de

    una clase obrera en ascenso numrico y movilizacional. Incluso, muchos de los avances

    conquistados en los aos previos quedaban en parte limitados por las propias caractersticas

    de los dos grandes partidos de la izquierda. En el caso del PS, como ya hemos sealado, por

    su alejamiento de las luchas y reclamos acuciantes de los trabajadores, en un momento de

    aguda conflictividad como el que se viva durante el ciclo pre-peronista; en el del PC, por los

    rasgos de un partido que impuso la rigidez monoltica, qued matrizado por la indigencia

    terica-poltica del estalinismo y acab sometido a las estrategias de la burocracia sovitica.

    Incluso, no puede perderse de vista el efecto que pudo haber ocasionado la aplicacin de la

    orientacin frentepopulista por el PC, en el sentido de supeditar, desde la retrica, las

    reivindicaciones obreras a la estrategia de acuerdo con la burguesa aliada y democrtica.9

    Lo cierto es que el desenlace fue increblemente rpido. Desde los inicios mismos del

    golpe del 4 de junio de 1943, y especialmente desde que Pern impuls la Secretara de Trabajo

    y Previsin, se vena alertando a diversos voceros o expresiones del poder econmico, social y

    poltico del peligro que representaba la gravitante presencia comunista en los mbitos laborales

    9 La crisis del PC en el movimiento obrero a partir de la aparicin del peronismo exige un examen detenido, quesupere los lmites historiogrficos que hasta el momento ha presentado la indagacin del tema. Un aporte en estesentido puede provenir de un estudio comparativo con los casos de Chile, Uruguay y Brasil, los pases msprximos al nuestro, que en los aos veinte y los treinta tenan comunismos con un nivel de arraigo en las clasessubalternas no mucho mayor que en la Argentina, pero que pudieron incrementar o mantener en las dcadassiguientes. No es acaso sugerente el hecho que en estos pases no existi un fenmeno populista de la magnitud,la complejidad y la consistencia como ocurri en la Argentina?

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    y de la necesidad de erradicarlo. Incapaz de convencer a las clases dominantes de la utilidad de

    enfrentar esta amenaza como un asunto de primer orden, Pern se lanz a una poltica propia,

    de enfrentamiento al comunismo y al socialismo en el campo obrero. A partir del conjunto de

    concesiones econmico-sociales conseguidas a favor de los trabajadores, comenz una

    estrategia de aplastamiento, sobre todo, de los sectores sindicales ligados al PC. Pern fue

    ganando ascendencia entre las filas obreras y enhebrando relaciones con diversas conducciones

    sindicales, con el fin de articular una nueva estructura gremial afn a sus posiciones. Varios

    dirigentes laborales de origen sindicalista y socialista, fueron tentados por la convocatoria del

    coronel. Entre los cuadros medios y militantes comunistas y anarquistas, en cambio, dicho

    ofrecimiento encontr un apoyo escaso. All donde el PC controlaba la organizacin gremial,

    Pern no dud en apoyar o alentar la fundacin de sindicatos paralelos.

    Pern, su grupo y su estrategia fueron sealados como el enemigo principal por parte de

    la mayor parte de las izquierdas, en una lectura de la realidad que result muy pobre,

    esquemtica e incapaz de advertir la densa y compleja trama de realidades, relaciones y

    expectativas que comenzaban a tejerse en torno al vnculo entre ese militar y los trabajadores.

    Denunciaron al coronel como el continuador ms prfido del rgimen militar y de las dictaduras

    totalitarias que estaban siendo derrotadas con el fin de la conflagracin mundial. La

    multiplicacin de los sindicatos paralelos, la orientacin de otros ya constituidos hacia un

    acuerdo con el coronel, la irrupcin popular inesperada del 17 de octubre, la creacin del

    Partido Laborista por parte de la vieja guardia sindical dispuesta a realizar un acuerdo con

    Pern y el triunfo de la candidatura presidencial de este ltimo en febrero de 1946, son algunos

    de los hitos de un proceso que nos seala el xito de la estrategia peronista por ganar la

    adhesin de los trabajadores y la derrota de las izquierdas por impedirlo.

    En sntesis, la llegada del peronismo oper como un punto de inflexin, una particin

    de aguas inevitable en la historia de las izquierdas en la Argentina. La interpelacin

    nacionalista popular y el accionar del estatismo redistribucionista introdujeron un bloqueo al

    accionar de estas corrientes. La historia de lo ocurrido en y luego de 1945 es conocida. Lo

    esencial del PS desapareci en aquellos aos, con todo lo que el partido valoraba: sus

    bibliotecas, sus cooperativas y sus legisladores. Por un largo perodo, sobrevivieron con el

    recuerdo de los tiempos perdidos, replegados en torno a su nueva identidad: el anti peronismo

    cerril. El PC pudo resistir ms, con lneas ms sinuosas frente al peronismo, conservando,

    durante algunas dcadas, una presencia reducida en la clase obrera y alcanzando una mayor

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    influencia entre las clases medias. Como corresponda al orden de las cosas: el sindicalismo

    expir definitivamente en el peronismo. Y el anarquismo qued inventariado como pieza de

    museo. Toda una poca histrica conclua, con la izquierda tradicional desplazada de escena.

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