camaleones
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7IDEAL Alcalá Octubre 2016
OPINIÓN
FRAN DELGADO MORALES, POLITÓLOGO
Woody Allen tiene un extensa filmogra-fía entre la que se encuentra un pu-
ñado de obras maestras que son mayoritariamente conocidas por el público. Pero tiene también pe-queñas joyitas menos conocidas pero no menos trascendentes. Una de ellas es Zelig. Maravillo-sa película, narrada a modo de falso documental, que cuenta la historia de Leonard Zelig, un ex-traño personaje que tiene la ca-pacidad de mutar camaleónica-mente en función de la situación en la que se encuentre en ese mo-mento. Así, este camaleón huma-no cuando habla con chino se transforma en chino, si lo hace con un doctor se convierte en médico o cuando habla de polí-tica con liberales defiende al par-tido demócrata y si lo hace con conservadores cambia a firme de-fensor del partido republicano. Más allá de la extraordinaria his-toria de Allen, este prodigio está
más presente en nuestras vidas de lo podríamos pensar. Seguro que si haces un poco de memo-ria encontrarás un Zelig en tu vida. Por poner un caso propio, de adolescente en mi grupo de amigos teníamos uno al que le llamábamos así porque su ideo-logía política cambiaba en fun-ción de la que tenía la chica con la que estuviera saliendo en ese momento.
Este fenómeno de transmuta-ción se visibiliza con una clari-dad meridiana en nuestros polí-ticos. No siempre es así, ni afec-ta a todos, pero en muchas oca-siones se observa como nuestros representantes, tras defender una idea con fuerza durante meses, pasan de un día para otro a afir-mar lo contrario sin pestañear y con la misma contundencia. En política el cambio puede ser po-sitivo, fruto de una evolución y un debate. De hecho, desconfía de aquél que no haya cambiado ni un ápice de su pensamiento
en años porque se trataría más de una persona cuyo pensamien-to ha sido inculcado, no reflexio-nado, más propio del pensamien-to religioso que del racional. Es decir, un cretino. Huye.
No obstante, en política estas renovaciones y procesos de ca-muflaje se deben diferenciar por-que no son todas iguales. No es lo mismo cuando el cambio se produce como consecuencia de la reflexión de nuestras ideas que cuando el fenómeno camaleóni-co tiene lugar con el objetivo de la mera supervivencia política. Ver a políticos defender una cosa al lado del líder de su partido y tras 24 horas aparecer argumen-tando justo lo contrario junto al compañero que lo ha sustituido por el mero hecho de seguir en el cargo afecta gravemente a la credibilidad de los políticos y pro-fundiza en la brecha de descon-fianza que despiertan entre los ciudadanos. Camuflarse para con-tinuar a cualquier precio, ponien-do intereses personales por en-cima de valores e ideas tiene unas consecuencias de carácter colec-tivo que afectan a la propia le-gitimidad del sistema.
Ciertamente, hay especialistas en este arte camaleónico. Legis-latura tras legislatura, y elección tras elección, se aprecian los mis-mos rostros repetidos una y otra vez. Pasan los años, cambian los postulados ideológicos, las es-tructuras, hasta los logos de los partidos y estos expertos trans-formistas continúan. Con una mesurada y mediocre tibieza, apostando siempre a caballo ga-nador, estos réptiles se ocultan y mimetizan con el escenario que toque, siendo capaces de aban-donar a quién sea menester para seguir en su poltrona. Un ejem-plo de libro de esta praxis cama-leónica lo tenemos ahora mismo en el PSOE. Se ve como el No es No se transforma en una absten-ción que facilite el Gobierno de Rajoy y como los sanchistas, que antes fueron madinistas, rubal-cabistas, zapateristas, se vuelven ahora susanistas (o el que toque en este momento) con la misma naturalidad de quién se lava las manos antes de comer. Y ahí si-guen, permanecen ¡Viva Zapata! ¡Muera Zapata! Y lo peor no es el hecho de su enésima conver-sión, sino que además intenten
justificar que, en su contradicto-ria mutación, están comportán-dose de manera coherente. Por-que lo indignante no es la ton-tería en sí, sino que al mismo tiempo intenten tomarte por ton-to.
Al final, el pobre Zelig era un individuo que se transformaba en el interlocutor que tenía de-lante por mera inseguridad, cam-biaba simplemente porque que-ría conseguir la aceptación de los demás. Es triste y duro pero pue-de llegar entenderse. No inspi-ran la misma compasión y com-prensión el caso de nuestros po-líticos mutantes, al contrario. Por-que cambiar de color como un camaleón para permanecer en un puesto determinado es algo de-leznable, más propio de arribis-tas que de personas cuya ética y vocación de servicio público de-berían quedar fuera de toda duda. En muchas ocasiones les sale bien, pero no siempre es así. En el caso del PSOE deberán atinar fina-mente con el disfraz que les toca esta vez, porque lo que se aveci-na no será un camino fácil. Y ya se sabe que Roma no paga trai-dores.
‘Camaleones’