butler y la posibilidad contemporánea de un activismo pacifista

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Butler y la posibilidad contempornea de un activismo pacifista.

Hctor R. Mrquez

De alguna manera, los lectores de Butler tenemos, a menudo, la sensacin de que resulta muy difcil colocar al pensamiento de la autora de El gnero en disputa Bajo un rtulo como el que acabamos de enunciar en el ttulo de este texto. En este punto, acusaremos recibo e intentaremos dar por supuesto algo que, tal vez, es obvio: el hecho de que toda lectura y toda escritura es una pincelada a travs de la prctica misma de la lectura y la escritura y que no pretende, en este caso, resumir o de-finir (volver finita) la escritura o la lectura misma.Puestos en este lugar, referimos la idea de la posibilidad de encontrar en el pensamiento de Judith Butler la continuacin de una tradicin occidental que ha intentado pensar una poltica y una tica pacifista. Para tocar esta tradicin -muy de lejos y en su material ms clsico- tenemos que ir ms all de La Paz Perpetua kantiana. Tal vez debamos remontarnos, en un occidente nacido despus del renacimiento carolingio, al siglo XII, al tiempo de Pedro Abelardo y su Dilogo entre un Filsofo un Judo y un cristiano; no podemos tampoco olvidar a Marcilio de Padua con su magistral Defensor pacis(defensor de la paz) escrito en 1324 ni a Erasmo de Rotterdam con su obraQuerela pacis de 1517.Posteriormente, pensadores como Voltaire, Rousseau y el mismo Kant forman parte de un segundo movimiento de filsofos que continuaron pensando el tpico de la paz; muchos de ellos siguiendo de cerca a la tradicin latina que result ser muy significativa respecto de este tpicoDetengmonos, luego de este recorrido nominal por lo que se podra denominar la tradicin de la filosofa pacifista, para regresar al pensamiento de Judith Butler que directa e indirectamente abreva en esta larga tradicin que continu allende la modernidad y que conoci nombres como Buber, Levinas y Hanna Arendt,

Subjetividad y Responsabilidad

Para comprender el aporte que Judith Butler ha hecho a esta vasta tradicin de pensamiento, debemos detenernos un momento en sus reflexiones acerca de la subjetividad y de la violencia. En Dar cuenta de s mismo, violencia tica y responsabilidad, el sujeto, sostiene la autora, est desposedo desde diferentes perspectivas, no slo est arrojado a otro a travs de su relato, sino que, adems, en tanto corporalidad concreta, est expuesto a otro. Toda subjetividad est expuesta en su cuerpo y en su narracin a otro que la desposee todo el tiempo. Hay condiciones narrativas y corporales del dar cuenta de uno mismo que no las impone ni las controla el sujeto. El carcter de la subjetividad en tanto que desposeda, tiene varias aristas. En primer lugar hay una exposicin no narrativizable de m cuerpo que establece mi singularidad. En segundo lugar, hay relaciones primarias que dejan huellas recurrentes en mi propia historia; estas relaciones primarias y este carcter no narrativizable de mi exposicin corporal concurren a generar, en tercer lugar, una opacidad parcial de mi propia historia o de la historia de mi subjetividad. En cuarto lugar, hay normas que facilitan, en cierto sentido, mi propia reflexividad y mi autorelato de las que yo no soy autor. Estas son las condiciones de la posibilidad de mi reconocimiento, las condiciones de mi desposesin que, adems, se intensifican en el lenguaje que emerge en el escenario de la interpelacin que determina, en buena medida (no de manera total), mi posibilidad de dar cuenta de m.Estas condiciones que desposeen al sujeto constituyen lo inconmensurable que debe ser considerado al momento de ofrecer su autorelato reflexivo (al momento de considerar la posibilidad de su agencia). La subjetividad, el autorelato, el dar cuenta de s y, con ello la responsabilidad est cercada por estos elementos de la desposesin. Es por ello que el sujeto no puede ofrecer una historia definitiva de s. Para ello debera ser capaz de superar las limitaciones de los elementos que, a la vez que le permiten un autorelato, establecen los lmites necesarios del mismo. El autorelato o autonarracin ser, por ello, siempre parcial. El sujeto no puede decirse o considerarse autor de su propia historia ni del relato de la misma; no, al menos, un autor en sentido estricto. No puede haber, por ello, una nocin satisfactoria y acabada de la responsabilidad ni tica ni poltica. En la escena del reconocimiento, dir Butler que la opacidad del sujeto, los lmites del yo, su carcter de sujeto desposedo acarrea su capacidad de otorgar cierto tipo de reconocimiento a otros que padecen la misma desposesin como condiciones de su posibilidad. Al compartir con otros una ceguera respecto de la propia narracin, al reconocer una comn desposesin parcial nos tornamos capaces de no exigir al otro o a los otros una autoidentidad, una coherencia acabada en sus propios relatos. La suspensin de dicha exigencia de coherencia puede acarrear la suspensin de la violencia tico-poltica que implica demandar dicha coherencia o autoidentidad. Conocer los lmites de todo reconocimiento puede constituir, sostendr nuestra autora, una disposicin tico-poltica a la humildad y a la generosidad. Puesto que todos somos, en buena medida, sujetos desposedos en la escena de interpelacin y en el marco histrico y normativo concreto de esa escena, se abre la posibilidad de comprender los alcances y lmites de todo autoconocimiento y, con ello, se abre tambin la posibilidad de que la escena de la interpelacin no requiera de los sujetos respuestas acabadas, necesariamente cerradas y coherentes.La vida en cuanto tal excede las capacidades de nuestra narracin, de nuestra responsabilidad, y por ello excede cualquier interpretacin o explicacin que nosotros u otros podamos dar al respecto. Al dejar que la pregunta quede, por necesidad, abierta, dejamos, dir Butler, vivir al otro dentro de sus propias e inerradicables limitaciones. Se abre, en este sentido, la posibilidad de una tica y una poltica basadas no tanto en el conocimiento como en la aprehensin de los lmites epistmicos (p. 63). La pregunta que tiene lugar en la escena de la interpelacin: quin eres? Es una pregunta abierta, dado que el otro no puede quedar capturado o atrapado por ninguna respuesta, de modo que el deseo de reconocimiento se ve llevado a mantenerse vivo sin posibilidades de clausura o resolucin. Un lmite claro a la violencia tanto tica como poltica viene dado por la propia interpelacin en que ninguna de las partes puede clausurar en un relato determinado a la otra u otras partes.La pregunta sobre la posibilidad de la agencia, desde esta perspectiva, supone reconocer que hacerse responsable de si mismo consiste en confesar los lmites de la autocomprensin como los limites propios o la condicin propia de toda comunidad humana (cf. p. 117). La extranjeridad del sujeto para consigo mismo es la condicin paradojal de su conexin tico-poltica con los otros. Podemos decir que, hasta cierto punto, es indudable que necesitamos conocernos para actuar responsablemente en las relaciones sociales; no obstante, debemos reconocer, tambin, que el mismo desconocimiento del sujeto tiene un valor tico-poltico dado que en la escena de interpelacin, caracterizada por una opacidad parcial, el sujeto comprende que su condicin es estar entregado a otros de una manera que no puede predecir ni controlar por completo (cf. p. 118). Desde esta perspectiva, el dar cuenta de s, la agencia, dir Butler, tiene un precio, en parte porque el sujeto que se presenta no puede exhibir muchas de las condiciones concretas de su propia formacin (cf. P. 181), y en parte porque el yo que se entrega -a partir de la interpelacin- a la narracin es incapaz de abarcar los parmetros sociales de la propia interpelacin, esto es, las normas mediante las cuales o por cuyo intermedio el sujeto se torna inteligible. El sujeto queda desposedo en el acto de dar cuenta de s, de generar una narracin que pueda dar respuesta a la interpelacin del otro. Esa desposesin de s mismo inaugura una demanda tico-poltica dado que ningn sujeto se posee a s mismo. Estas reflexiones acerca del carcter desposedo del sujeto intentan dar cuenta de cules son las condiciones concretas de la responsabilidad. El sujeto es interpelado, esto es, reclamado, arrojado y atado a lo que no es l mismo, al otro; y, al propio tiempo, exhortado a actuar, a la agencia, llamado a interpelarse a s mismo y a realizarse fuera de s, en el lugar de lo comn o, en otros trminos, en el lugar de la responsabilidad. De este modo, el sujeto es convocado a abandonar un yo autosuficiente, un yo producto, en ltima instancia, de modalidades de individualismo socialmente impuestas. Mediante la interpelacin que produce la auto-interpelacin y el arrojo del sujeto a una dimensin comn de la vida es posible abandonar ese individualismo narcisista propio de muchos modos contemporneos de socializar o de ser con otros. El abandono del individualismo narcisista es la apertura del sujeto a un mundo comn. Al dar cuenta de s, el sujeto queda desposedo. Esto no garantiza el xito de su empresa en tanto que sujeto tico y poltico, pero es, al menos, una posibilidad de salida de un yo autosuficiente considerado como una posesin o propiedad. Desde este escenario, toda empresa del sujeto, toda agencia puede siempre malograrse, pero, al menos, el sujeto podr estar seguro de que su actuar no es indiferente y de que su posicin es de un compromiso con el otro y, por ello, consigo mismo.De este modo, Butler intenta mostrar la posibilidad de una agencia poltica pacfica, respetuosa del otro, y necesariamente sujeta a la prctica. Se trata de una agencia que intenta redefinirse todo el tiempo con el objetivo de pensar y practicar una apertura poltica desde un punto de vista no violento en una serie de condicionamientos sociales concretos. Por ello, cabe hablar, en este punto, de una filosofa de la paz como un activismo pacifista que intenta no ser ingenuo acerca de los condicionamientos propios de toda prctica.

Precariedad y Violencia

Por otra parte, en Vida precaria. El poder del duelo y la violencia Butler sostiene que La corporalidad esta por definicin expuesta a los otros y constituida, por ello, por la vida social. Esta es una condicin comn e incluso previa a cualquier reflexividad: el cuerpo est en una dimensin de proximidad fsica e involuntaria, en un plano de sujecin a otros que constituye la condicin a partir de la cual tiene lugar la individuacin como tal. Esta situacin del cuerpo es la condicin del proceso de subjetivacin y dicho proceso tiene lugar en un plano poltico, comn, que instaura una sociabilidad fundamental de la vida corporal. Estamos, segn este primer aspecto de la ontologa social que nos propone nuestra autora, desde un principio y en tanto que seres corporales, expuestos, desposedos y entregados a otros e implicados en sus vidas. Esta vulnerabilidad comn del cuerpo nos lleva a repensar el lugar de la violencia en tanto que situacin que pone a la luz de una manera radical esa interdependencia o sociabilidad fundamental.La comn vulnerabilidad corporal es, por tanto, una de las condiciones primordiales de nuestra humanidad. Queda por referir cul es, si es que la tiene, la consecuencia o la potencialidad poltica de esta condicin, es decir, en qu sentido puede esta condicin orientar nuestra accin. Partiendo de esta pregunta, sostiene Butler que hay dos posibles reacciones frente a nuestra comn vulnerabilidad: la negacin por medios de fantasas violentas de dominacin de otros o, por el contrario, la consideracin de la vulnerabilidad de otros. Al asumir esta condicin de comn vulnerabilidad se abre la posibilidad del surgimiento de una actitud responsable ante la vida de otros y ante su sufrimiento puesto que no podemos exceptuarnos de dicha condicin. Ser vulnerables significa estar expuestos a la posibilidad de la violencia y por ello a la posibilidad y al hecho del sufrimiento, del duelo y la prdida; y el reconocimiento de esta comn condicin puede allanar el terreno para una identificacin con el otro. A esto se refiere el dar cuenta del otro y de s mismo, un dar cuenta que le corresponde a la sociedad en general. Como puede observarse a partir de la consideracin en esta obra, Butler es coherente con una bsqueda crtica acerca de las vas de una prctica poltica pacifista, es decir, no violenta. Para ello, como hemos visto tambin al considerar su obra Dar cuenta de s mismo, la posibilidad de una apertura poltica no violenta o de una deriva no violenta de lo poltico radica en una actitud crtica y reflexiva sobre los condicionamientos concretos de la accin y por ello implica un trabajo que no puede agotarse en ninguna formacin discursiva concreta. Se trata de un trabajo abierto incluso a la posibilidad de su fracaso. Desde esta perspectiva, no es posible pensar un activismo pacifista como una tarea clara y distinta. Tampoco es posible pensar esta va de accin y reflexin si no se reconsidera una crtica a las variadas y complejas formas de individualismo contemporneo.

Poltica y agresin

Ahora bien, para comprender de un modo ms directo el tipo o la modalidad de activismo pacifista que propone Butler, resulta necesario referir su obra Marcos de guerra. Las vidas lloradas en que encontramos una referencia explcita acerca del tpico aqu considerado.En este texto, nuestra autora sostiene que es necesario separar lo que entendemos por agresin de lo que entendemos por violencia. La violencia, nos dice es una forma que adopta la agresin (p. 77) y que constituye un obstculo para la vida democrtica puesto que significa una despotenciacin poltica de la accin; la agresin como tal forma parte de la vida poltica y puede adoptar formas que obren al servicio de la vida democrtica, es decir, puede adoptar formas que no impliquen un empobrecimiento de la vida poltica. La agresin puede tomar la forma del antagonismo y el conflicto discursivo, las huelgas, la desobediencia civil e, incluso, la revolucin. Estos casos son aceptados como posibilidades y como realidades inerradicables de la vida poltica. En este sentido, dir Butler no se trata de negar la destructividad per se o de concebir a un sujeto cuya psique requiere siempre y nicamente la paz (p. 77). Hay, por tanto, modalidades de destructividad que no pueden desconocerse ni eliminarse de la vida poltica. Por estas razones, toda represin de la destruccin coloca a esta ltima en el corazn de la accin que resulta de la represin misma. La represin de la agresin, entonces, hace que la destruccin sea reenviada a la accin misma de la represin; desde esta perspectiva, la destruccin reaparece en la accin producto de su represin. Por este motivo todo pacifismo basado en la represin no ha hecho sino encontrar otra sede distinta para la destructividad y de ningn modo ha conseguido su erradicacin (pp. 77, 78). Podemos decir, por esto, que la modalidad de pacifismo o activismo pacifista que propone Butler se basa en un intento por organizar y comprobar la destructividad, dndole una forma vivible, lo que sera, a su vez, una buena manera de afirmar su continuada existencia y de asumir responsabilidad por las formas sociales y polticas en las que surge (p. 78). Se trata, para Butler, de un pacifismo que intenta encontrar un justo medio entre la represin de la agresin y su expresin desenfrenada.El intento de eliminar toda forma de destructividad presupone un sujeto unificado, coherente, autoidntico; un sujeto escindido de todo contexto normativo, de todo vnculo comunitario y de toda posible contradiccin. Este modo de considerar al sujeto propio de muchas ontologas liberales hoy en curso- es, desde ya, una modalidad de violencia si consideramos el ya referido carcter contextualizado y relacional del sujeto que lo arroja fuera de s, lo desposee allende todo impulso del mismo por constituirse en una identidad unificada y coherente, es decir, autosuficiente respecto de cualquier otredad. La concepcin liberal del sujeto es, por ello, una forma poltica de exclusin de lo que puede considerarse una vida vivible si tenemos en cuenta que una vida tal no puede desconocer la centralidad del otro y del contexto normativo propio de la constitucin de toda subjetividad. Desde una ontologa liberal de la subjetividad no es posible dar cuenta del carcter relacional del sujeto y por ello, dicha ontologa se constituye en una negacin de la responsabilidad tanto tica como poltica.

Activismo Pacifista

Queda an por aclarar por qu hablar de un activismo pacifista en Butler. En principio, parece que la conjuncin misma encierra en s una contradiccin. Solemos asociar al activismo con la actividad y al pacifismo con la pasividad. Es menester, por tanto, arrojar algo de luz sobre este asunto.La no-violencia, dir Butler, como llamamiento tico podra no entenderse si no fuera por la violencia involucrada en la fabricacin y el mantenimiento del sujeto (p. 234). Por este motivo, el objetivo del pacifismo no es erradicar las condiciones de la produccin del sujeto, es decir, no se trata de desconocer que el marco normativo en el cual tiene lugar la subjetividad est marcado, en buena medida, por la violencia. Si bien el sujeto est, en parte, formado por la violencia, esta violencia formativa depende de normas que, al propio tiempo, dependen de su reiteracin para su subsistencia. La produccin normativa del sujeto es un proceso reiterable y, en principio, indefinido. La idea de la reiterabilidad es crucial para comprender por qu las normas no actan de manera determinista. La exigencia tico-poltica de la no-violencia surge del hecho de que es el mismo sujeto el que reitera las normas y de que en l est la capacidad de producir o introducir cambios o inversiones en su reiteracin.Al hablar de un activismo pacifista intentamos hacer hincapi en el hecho de que es el sujeto el que debe preguntarse sobre la posibilidad de reelaborar de otro modo la violencia que determina su propia produccin. En este sentido, al estar el sujeto empantanado en la violencia se abre la posibilidad de una lucha contra la violencia que adems acepta que la violencia es una posibilidad de la propia accin. El sujeto, entonces, tiene dos vas de accin, a saber: reaccionar al dao mediante una legitimacin de la agresin o mediante una conversin de la agresin en virtud o -y esta es la va que propone Butler- reaccionar frente al dao sufrido intentando limitar el dao mediante una lucha activa con o contra la agresin (p. 236 Cursivas nuestras). Lejos de ser una actitud pasiva, la no-violencia se constituye en una lucha. El empantanamiento del sujeto en la violencia es la condicin de posibilidad de la lucha por la no-violencia. Esto no asegura el xito de la lucha por la no-violencia, de hecho, las condiciones que hacen posible esa lucha son las mismas que dificultan su empresa. Se trata, por tanto, de que en el encuentro con la violencia social y con la violencia propia el sujeto despliegue una lucha moral y poltica con la idea de la no-violencia.