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BUENOS AIRES Y EL AGUA Memoria, higiene urbana y vida cotidiana

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memoria, higiene urbana y vida cotidianadesde el año 1500

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Page 1: Buenos Aires y el agua

BUENOS AIRES Y EL AGUAMemoria, higiene urbana

y vida cotidiana

Page 2: Buenos Aires y el agua

PRESENTACION 4

INTRODUCCION 6

CAPITULO I1580 - 1880. DE LA CIUDAD HISPANA A LA GRAN ALDEABuenos Aires y el Río de la Plata 8Puerto, ciudad y territorio 8Puerto y puerta de la ciudad colonial.Comercio, arribo y partida 11Recreos y esparcimiento en la ribera del río 15Las transformaciones de la “Gran Aldea” 16Proyectos para aguas clarificadas 16Ideas y proyectos para el puerto y el Riachuelo 18Avanzar sobre el río 19El borde del río y el ensanche urbano 20El Puerto, la obra clave del siglo XIX 21La Municipalidad de Buenos Aires. Obras de Infraestructura 22Higiene urbana 24Higiene doméstica y vida cotidiana 24

RECUADROSDe patios y jardines 26Las experiencias del Padre Paucke 28

CAPITULO II1880-1930. La CIUDAD COSMOPOLITAAgua, Cloacas, Civilización y Progreso 29Higiene pública versus enfermedades hídricas 29El crecimiento poblacional y el lento avance de la red 30El nuevo concepto de higiene 34Higiene social y baños populares 35Buenos Aires, paraíso del aseo personal 37Baños y paseos públicos: ornato, higiene y salud física 39El cuarto de baño. De lo nómade a lo estable 41El “cuarto de baño” y el “water-closed” 41Baño y water se unen: surge el “baño-habitación” 45El funcionalismo y la aparición del baño moderno 51

RECUADROSEl agua y los paseos públicos 54Juan Martín Burgos y el Balneario “La Capital” 56El camino del agua 57Balneario de la Costanera Sur 58Piletas Públicas 60Proyectos de balnearios en el río 62

BUENOS AIRES Y EL AGUAMemoria, higiene urbana y vida cotidiana

INDICE

Page 3: Buenos Aires y el agua

Balneario para el nuevo siglo 64Parque Avellaneda 66Baños para pobres y lavaderos 67Fuentes para el ornato urbano 69Fuentes monumentales 71El ascensor hidráulico 73La Oficina de Contraste 75El inodoro 77El cuarto artefacto 79Heinlein & Cía. Todo lo que usted necesita para su cuarto de baño, y más 81De la higiene pública a la privada 82Imaginarios navales remitidos desde Cataluña 84Costanera Norte 85El faro de los yates 86Un monumento con los pies mojados 87

CAPITULO III1930-2001. LA METRÓPOLIS MODERNAAl rescate de los bordes: el Programa Buenos Aires y el Río 88Puertos de Buenos Aires: la Metrópoli reactiva sus bordes 90

Refuncionalizar el Puerto Madero 90Un borde postergado: el Riachuelo 93

El agua que Buenos Aires tiene bajo su superficie 96Las rutas bajo tierra de los arroyos y sus emisarios 96El agua llega a través de ríos subterráneos 98

El agua recuperada para deleite urbano 102El Parque 3 de Febrero y sus espejos de agua 102La Laguna de los Coipos 102Las fuentes 106

Aguas Argentinas y la comunidad: un compromiso asumido 108

COLABORACIONESControl de calidad del agua 110Continuidad del espíritu que animó a O.S.N. 113

AGUAS ARGENTINAS YLAPROTECCIÓN DELPATRIMONIO CULTURAL 114Una nueva mirada sobre el patrimonio: Los sistemasdigitales de representación 117

BIBLIOGRAFIA GENERALBIBLIOGRAFÍA 118

AGRADECIMIENTOS 122

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Desde 1995, Aguas Argentinas viene desarrollando el Programa Patrimonio Histórico, unemprendimiento orientado a promover y acrecentar el conocimiento de la historia y del patrimo-nio cultural de los argentinos.

Dentro de las múltiples actividades implementadas por este Programa -fruto de un convenio en-tre Aguas Argentinas y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONI-CET)- se encuentra la Colección Patrimonio Histórico, una serie iniciada en 1996, con la ediciónde un libro sobre el origen y construcción del monumental Palacio de Aguas Corrientes, en Ave-nida Córdoba 1950.

La segunda entrega, “Agua y Saneamiento en Buenos Aires 1580-1930”, realizada en 1999, abor-dó la historia de las obras de salubridad en esta gran ciudad, y el relevante patrimonio edilicioderivado de las mismas, cuyo cuidado hoy está a cargo de Aguas Argentinas.

Con esta tercer publicación, realizada al igual que las anteriores por profesionales e investigado-res del Convenio CONICET - Aguas Argentinas, nuestra empresa reafirma su convicción y com-promiso constante en el cuidado y promoción del patrimonio histórico de Buenos Aires y, espe-cialmente, de todos los testimonios vinculados al origen y evolución de las obras de salubridadde esta gran metrópoli.

En esta oportunidad, el protagonista principal de la historia es el agua y la particular relaciónque tuvo, tanto con la ciudad como con su gente. Una historia que hunde sus raíces en la funda-ción misma de la ciudad, en aquel pequeño caserío a orillas del gran estuario del Plata, en 1580,el cual fue alternando encuentros y desencuentros a lo largo de más de cuatro siglos. Esta mira-da retrospectiva nos permite comprender mejor la importancia que tuvo -y tiene- este vital ele-mento en la calidad de vida de los habitantes de la ciudad.

Mientras que el recorrido urbano arroja claves útiles para comprender mejor la importancia queasume la presencia del río en la memoria e identidad de la ciudad; la historia desde lo cotidia-no, desde el uso y disfrute del agua por la gente en el interior de sus viviendas, ofrece una di-mensión hasta hoy poco conocida -y no por ello menos valorable- de los profundos cambios queacontecieron en poco más de cien años. Desde aquellos aljibes y recipientes -que hacían las ve-ces de sanitarios móviles- hasta el sofisticado baño de hoy; y desde la plácida ribera con lavan-deras frente al antiguo fuerte hasta el revitalizado Puerto Madero de hoy.

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PRESENTACION

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El agua es el vínculo que permite construir un recorrido histórico común que Aguas Argentinaspretende rescatar y exaltar una tarea que se inscribe dentro de las acciones y estrategias que los3800 empleados de la concesión y los 8000 empleados de sus proovedores y contratistas desem-peñan con auténtica pasión los 365 días del año, orientados a asegurar el aprovechamiento ra-cional de un recurso no renovable y optimizar la calidad del servicio para sus 2.800.000 clientes,que representan 8.000.000 habitantes de la Ciudad de Buenos Aires y su conurbano.

Historia, calidad de vida y modernización tecnológica permanente son partes de la misma ecua-ción, que respeta el pasado heredado y a su vez, asume las demandas y desafíos del presente, através de un importante plan de inversiones orientadas a garantizar la eficiencia y la calidad delservicio para el beneficio de todos los habitantes.

Ing. Michel Trousseau Dr. Juan Carlos CassagneDIRECTOR GENERAL DE AGUAS ARGENTINAS PRESIDENTE DE AGUAS ARGENTINAS

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Memoria del agua. El agua es parte esencial de la memoria de Buenos Aires. El aguaque definió el lugar de su fundación, el puerto que aseguró la razón de su crecimiento econó-mico, la falta del agua que originó las epidemias, las obras del agua que marcaron la moder-nización de la ciudad, las aguas encauzadas que de tanto en tanto se desbordan... El agua,desde siempre el agua.

De la escala de la ciudad a la escala de los barrios y de las comunidades del agua es el signo dela calidad de vida, es la marca de las condiciones de salubridad, es la integración de ámbitos fun-damentales para las nuevas formas de vivir. Aquellos porteños carentes de agua potable y deadecuados servicios sanitarios en la segunda mitad del XIX, fueron considerados décadas mástarde como exóticos por los visitantes europeos, debido a su irreductible hábito de bañarse todoslos días. Difícil rastrear la procedencia de esta modalidad, que raramente hubiera venido del vie-jo continente y que la confluencia entre las costumbres indígenas y la pedagogía de las maestrasnorteamericanas de Sarmiento, parecen explicar parcialmente.

Esa relación dual entre la ciudad y su ribera, huésped histórica de balnearios concurridos y pla-yas contaminadas, deja su impronta en la historia urbana y nos muestra las variaciones de unapresencia ambigua que hoy nuevamente tendemos a valorar, a través de programas específicosorientados a recuperar tanto la memoria ciudadana como las calidades ambientales.

El Programa Patrimonio Histórico de Aguas Argentinas, desde su inicio en 1995, procura justa-mente promover el rescate y valorización de este patrimonio no tangible, vigente en las diversasformas de vivir la presencia del agua que tienen los habitantes de Buenos Aires. Una presenciajalonada de aciertos y errores, de contradicciones que, sólo en los últimos años se han tratado desuperar. Vislumbrar lo que el agua significó para los porteños en su vida doméstica, en la gene-ración del confort, en la superación de los niveles de salud y en la apuesta por su incorporacióncomo elemento lúdico para la vida urbana, permite comprender mejor la significación e impor-tancia que adquiere este vital elemento en su presente y su futuro.

El contenido del presente libro pues, el tercero editado por Aguas Argentinas dentro de la colec-ción Patrimonio Histórico, forma parte de un patrimonio que se nutre en lo histórico pero que esesencialmente cultural, y que se manifiesta en la memoria del agua. Una memoria que nos hablade lo doméstico, del engalanamiento urbano, de las calidades de servicios y de los cambios tec-nológicos para lograr una ciudad mejor.

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INTRODUCCION

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En los conceptos troncales de las antiguas culturas americanas el agua fue símbolo de vida. Con-vivir con el agua, asegurar su disfrute a todos, canalizar las respuestas a los desbordes y, sobretodo, valorar la memoria de su paso y presencia en la ciudad, es en definitiva el objetivo de es-te nuevo trabajo que ha preparado el equipo de investigación del Programa Patrimonio Históri-co de Aguas Argentinas. Es entonces, una forma de crear conciencia sobre la evolución de nues-tra ciudad y las posibilidades que nos ofrece una acción permanente orientada a mejorar la cali-dad de vida de quienes la habitan.

Arq. Ramón Gutiérrez

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Buenos Aires y el Río de la Plata

Pampa y río fueron las referencias axiales del sistema que dio vida a la ciudad. Estos elementosfueron la razón de la elección del sitio y del emplazamiento: las decisiones iniciáticas del ritualurbano. La ciudad quedó así indeleblemente marcada por la presencia del agua.

El espacio geográfico de Buenos Aires ha respondido en la persistencia del declive natural de lallanura que se articula con el Río de la Plata, pero también ambos: tierra y agua han signado unapsicología espacial de la amplitud, de la grandeza, de límites inconmensurables que han dejadohonda huella en el habitante de la ciudad.

El agua era el camino de la accesibilidad y la costa el fondeadero protegido. Las condiciones deelección del sitio exigían fácil defensa, movilidad controlada y abastecimiento de elementos bá-sicos. El agua y la barranca daban la seguridad frente a la pampa inmensa, eligiendo en la costauna eminencia que sirviera de atalaya y aprovechando el Riachuelo próximo como otro sitio deresguardo.

Buenos Aires fue la “puerta” de la tierra para la conquista del territorio, pero también fue el“puerto” que marcó la referencia económica y política en los primeros tres siglos de su vida.

Puerto, ciudad y territorio

El puerto sería la clave del acceso a un territorio todavía no explorado, y conquistado por la ex-pedición de Mendoza que fundara la primera Buenos Aires en 1536. Pero aun antes, el descubri-miento del Río de la Plata en 1516 alimentó la ilusión utópica de que este río con dimensiones demar, abriría las puertas a la codiciada comarca de El Dorado.

La ciudad nació con la expectativa de adquirir control espacial a partir del río, es decir con esavoluntad de “ciudad-territorio” que le ha dado energía y potencia desde su origen.

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CAPITULO I1580-1880. DE LA CIUDAD HISPANA A LA GRAN ALDEAArq. Ramón Gutiérrez

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Cuando el 3 de febrero de 1536 se funda el “pueblo y puerto de Nuestra Señora de Santa Maríadel Buen Ayre”, la estrategia de ocupación europea del sur del continente americano inicia un ci-clo que continuaría con la fundación de Asunción del Paraguay en 1537. La destrucción de la pri-mera Buenos Aires, convertirá a Asunción en la generadora de las expediciones que habrían deformar Santa Fe (1573) y Corrientes (1588). También Juan de Garay, que daría vida a la segundaBuenos Aires el 11 de junio de 1580 vertebraría la comunicación fluvial jerarquizando el antiguositio del primer asentamiento porteño.

Buenos Aires fue el origen, pero a la vez volvería, en esta nueva etapa, a ser parte vital del siste-ma territorial. Los ríos serían los ejes de esta estrategia de ocupación, que marcaba su vocaciónde “antemural” frente al avance portugués y enclave decisivo del imperio español en la región.

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Trazado de Buenos Aires, con el reparto de solares hecho por Juan de Garay, 1583.

Versión en alemán del plan de la Ville de Buenos Ayres publicado por Pierre Francois Xavierdes Charlevoix en 1756. (E. Radovanovic. Planos de Buenos Aires, Op. cit.)

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El puerto natural fue el Riachuelo utilizado por Pedro de Mendoza por su conveniencia de am-paro. Sin embargo, Garay localizó en la idea de su traza, el puerto junto al fuerte en la costa pró-xima a la plaza de la ciudad un sitio que Ruiz Díaz de Guzmán consideraba en 1610 como “muydesabrigado”. En esos años el Gobernador Hernandarias proyectaba un muelle de madera parafacilitar el cuestionado acceso.

La defensa del sitio se planteó con un fuerte principal, rehecho a principios del XVIII, y dos for-tines, uno en la boca del Riachuelo y otro en la costa al noroeste. Pero las condiciones de la ribe-ra frente a la barranca configuraban un sistema defensivo natural, que se unía al hecho de quelos barcos de mayor calado debían anclar en balizas exteriores a gran distancia de la costa.

La presencia del agua no solamente se verificaba en el Río de la Plata y el Riachuelo de los Na-víos sino que estaba implícita en su topografía. Un espacio configurado por una meseta surcadapor pequeños ríos y arroyos cuyos límites al sur y al norte estaban definidos por el “Zanjón deGranados” (Primero) y el “Zanjón de Matorras” (Segundo), mientras que el “Tercero” prolonga-ba el ejido. El avance de la traza urbana sobre estos hechos naturales marcará una serie de con-flictos que aun hoy la ciudad padece. Puede decirse que lo mismo ocurre con los sucesivos avan-ces que se fueron realizando sobre la ribera del río.

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Vista de Buenos Aires, Vingboons, 1628. (Del Carril, Bonifacio. Monumenta Iconographica, EMECÉ, Op. cit.)

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La importancia de las cuencas fluviales del Riachuelo de los Navíos en su contacto con el Río dela Plata, y unos 30 kilómetros más allá el Riachuelo de Las Conchas que desembocaba en el ríoLuján, deslindaron un territorio y marcaron la definición de los caminos de acceso terrestre a laciudad. Hacia el noroeste, la presencia del delta del Paraná, localizada a 25 kilómetros, configu-raba otro límite natural, mientras que al sureste entre la barranca y el río había una zona anega-diza que fue utilizada parcialmente como dehesa para el ganado.

Complementaba este ordenamiento, a unos 50 kilómetros al sur del Riachuelo, el fondeadero na-tural de la Ensenada de Barragán que posibilitaba el anclaje de embarcaciones de mayor calado.

Puerto y puerta de la ciudad colonial. Comercio, arribo y partida

Las dificultades políticas para el desarrollo de Buenos Aires partieron de su dependencia direc-ta del Virreinato del Perú, cuya capital -Lima- monopolizaba el comercio marítimo con la metró-poli. Buenos Aires alcanzaría relevancia cuando los problemas geopolíticos y la necesidad delcontrol naval abrieron la fachada del Atlántico al comercio.

Ello sucedió en el siglo XVIII, cuando fue evidente que la vinculación entre el mayor centro pro-ductor de la minería: Potosí, era más fácil y accesible desde Buenos Aires que de Lima. En efec-to, este trayecto tenía 1750 kilómetros de caminos llanos que podían recorrerse en dos meses,mientras que desde Lima los 2 500 kilómetros de abruptas sierras y montañas exigían cuatro me-ses de travesía.

Mientras tanto la ciudad había vivido del contrabando, sobre todo a partir de la instalación porlos portugueses de la Colonia del Sacramento (1680) en la Banda Oriental, hoy Uruguay. La crea-ción del Virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires, vino en 1776 a replantear es-ta situación que se consolidaría con las Ordenanzas de Libre Comercio de 1778. A partir de estemomento su influencia regional fue notoria.

Sin embargo, la puerta de acceso a la ciudad no era cómoda ni eficaz. La escasa profundidad delrío frente a la ribera, obligaba a trasladar las cargas y los pasajeros desde los buques con lanchonesy carretones de grandes ruedas, por lo cual llegaban empapados luego de sucesivos transbordos.

Esta circunstancia había servido también de defensa. El francés Acarette du Biscay narraba en1658 que “cuando yo manifesté mi asombro al ver tan infinito número de animales, me refirieron una es-tratagema de que se valen, así que se teme el desembarco de enemigos, que también es asunto de maravi-llarse. En tal caso arrean un enjambre de toros, vacas, caballos y otros animales a la costa del río, en tan-to número que es imposible a cualquier partida de hombres, aun cuando no tuvieran la furia de los torossalvajes, el hacerse camino por medio de una tropa tan inmensa de bestias”.

El sistema de los carretones tirados por bueyes fue el mecanismo utilizado hasta mediados delsiglo XIX, cuando se construyeron los muelles que aliviaron -tan solo parcialmente- las penuriasde estos desembarcos. La formación del puerto de Montevideo, a partir de 1724, supliría estasdificultades para recibir barcos de gran calado que planteaba el fondeadero de Buenos Aires.

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Como las economías regionales del interior del Virreinato eran bastante autosuficientes, BuenosAires vivía en esta época de la producción de su entorno inmediato y también del comercio deesclavos con destino a las minas de Potosí. Cuando las vaquerías de ganado cimarrón que po-blaban los campos parecieron declinar, y agotado el ciclo de la “civilización del cuero”, la activi-dad del territorio se expandió a la otra banda del Río de la Plata y se consolidó la base comercialde Buenos Aires. Por ello, un funcionario decía en 1760 que allí “casi todos los ciudadanos soncomerciantes”. A partir de 1778 se exportaron cerca de un millón de cueros anuales, a la vez quese expandirá la frontera interna bonaerense con la creación de una nueva línea de fuertes.

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Acuarela de Florian Paucke, Buenos Aires, 1749. (Del Carril, Bonifacio, Monumenta Iconographica, EMECÉ, Op. cit.)

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En este contexto, el puerto retomó el carácter de elemento fundamental en la vida de la ciudad.En 1755 se construyó un muelle de piedras sobre la costa en el “Bajo de las Catalinas”, pero en-tre esa fecha y 1770 se hicieron varias decenas de proyectos de muelles y malecones para facili-tar el arribo de lanchas y canoas, privilegiando este frente portuario respecto al del Riachuelo.

La centralidad, definida por la localización de la Plaza Mayor y el Fuerte, tuvo siempre en Bue-nos Aires un atractivo irresistible. Allí, junto a ella, se proyectaba en 1771 realizar un muelle y ladársena, en la centuria siguiente se construiría el Puerto Madero y se levantará una de las gran-des terminales ferroviarias de la ciudad. Ya en el siglo XX, se proyectarán sucesivas aeroislas ra-tificando que esta situación nunca perdió protagonismo a lo largo de 400 años de historia.

Buenos Aires como capital del Virreinato creció rápidamente en base a una economía primariaexportadora, acompañada a la vez, por una próspera industria naval de astilleros y carenas enla zona del Riachuelo, marcando las líneas de una dinámica expansión. La decadencia del impe-rio español luego de la destrucción de su flota en Trafalgar (1805) llevaría a los ingleses a inten-tar instalarse en Buenos Aires con sendas invasiones emprendidas en 1806 y 1807. En ambasoportunidades la ciudad fue tomada por el “frente de tierra” mostrando la fragilidad de la estra-tegia defensiva portuaria.

El notable crecimiento alcanzado hasta entonces no se compadecía, sin embargo, con la ineficien-te infraestructura de la ciudad, sus deplorables servicios de limpieza y la precariedad de su equi-pamiento urbano.

El viajero Concolorcorvo decía que sus calles de tierra “se hacen intransitables a pie en tiempos deaguas, porque las grandes carretas que conducen bastimentos y otros materiales, hacen unas excavacio-nes en medio de ellas en que se atascan hasta los caballos e impiden el tránsito a los de a pie”. En 1784el Ingeniero Joaquín Mosquera comenzó a empedrar las calles de la zona céntrica y Franciscode Paula Sanz sancionó unas Ordenanzas Urbanas en las que dispuso no arrojar inmundiciaspor las cañerías que iban debajo de las calzadas, sino que se respetase su uso para el desagüede las aguas de lluvia.

El abasto de agua mejoró sensiblemente por la difusión del sistema de pozos de balde y aljibesque, desde 1770, se ensayó con éxito en la casa de Don Domingo Basavilbaso para almacenar lasaguas de lluvia. Hasta entonces los aguateros vendían el agua del río, que era “dormida” engrandes tinajas para que decantaran las impurezas, y a veces filtrada en domésticos tinajeros depiedra colocados en las propias residencias.

Desde 1791, el Cabildo de Buenos Aires comenzó a prestar servicios urbanos de barrido y lim-pieza tendientes a mejorar las condiciones de habitabilidad de los espacios públicos. En esta épo-ca se propició la construcción de cementerios públicos atentos a la prohibición del Rey de conti-nuar enterrando en las iglesias y se dispuso el traslado de las curtiembres “extramuros” de la zo-na central. El gobierno local determinó además el relleno de los zanjones y las áreas pantanosasdel casco urbano, aplicándose multas por el abandono de basura o de animales muertos. Estasdisposiciones limitaron las consecuencias de las epidemias, pero no quitaron la notoria fragili-dad sanitaria que padecía la ciudad.

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Pescadores en el Río de la Plata, Vidal, 1819. (Del Carril, Bonifacio. Monumenta Iconographica, EMECÉ, Op. cit.)

La ribera frente a la ciudad, con un precario muelle de madera, c. 1890. (AV)

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Recreos y esparcimientos en la ribera del Río

A comienzos del siglo XIX, la nueva concepción “ilustrada” de la ciudad exigía generar áreas pa-ra el esparcimiento. Si la Plaza Mayor habría de determinar su carácter fuertemente comercialcon la vieja Recova, una construcción específica dedicada al mercadeo; el paseo público se defi-niría en la “Alameda” junto al río que llevaría adelante el Gobernador Bucarelli, con el apoyotécnico del Ingeniero Bartolomé Howell, en la zona denominada “bajo del fuerte”.

Esta idea de formar un camino en la ribera con el lugar de paseo para carruajes, significaba uncambio en la visión que se tenía del mismo. En efecto, ya no se trataba de un aspecto defensivo,o de la “puerta” de arribo y los habituales usos accesorios que hacían los pescadores, aguateroso lavanderas, sino de un sitio de paseo. Se decía entonces que era un espacio de disfrute y per-cepción visual para asegurar el “desahogo y diversión”.

La apertura de la Alameda significó la demolición de diversas construcciones precarias que el Vi-rrey Vértiz justificó diciendo : “los paseos públicos son unos adornos que contribuyen tanto a la diver-sión y salud de los ciudadanos como a la hermosura de la ciudad”. Aquella “alameda” que en realidadestaba poblada de ombúes y sauces señaló el espacio de paseo y exhibición social de Buenos Ai-res hasta avanzado el siglo XIX.

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Aguatero, Isola, 1844.

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Las transformaciones de la “Gran Aldea”

El período de la Independencia encontró a Buenos Aires liderando a las Provincias Unidas delRío de la Plata, en un largo y dificultoso desencuentro de conflictos externos e internos, que re-cién habrían de saldarse con la capitalización definitiva en 1880.

No obstante, la ciudad continuaría su dinámica de expansión económica en base a las crecien-tes rentas de su aduana y a la consolidación de su área productiva, hasta que la inserción en elmercado mundial determinó la pujante radicación de capitales ingleses en la segunda mitaddel siglo XIX.

El volumen de las exportaciones que salieron de Buenos Aires se duplicó entre los años 1800y 1850, pasando a representar el 15% del Producto nacional e insinuando la potenciación delmodelo agro-exportador como eje del desarrollo. También en el mismo período la ciudad ha-bía duplicado su población, llegando a 90.000 habitantes en 1855 y a 178.000 en el primercenso de 1869.

Proyectos para aguas clarificadas

La creación del Departamento de Ingenieros Hidraúlicos, colocado bajo la conducción del inglésJames Bevans, determinaría el desarrollo de una serie de proyectos para mejorar las condicionesde equipamiento e infraestructura. Muchos de ellos quedaron solamente expresados en papelespor la incapacidad política de llevar a la práctica aquellas ideas.

Sin embargo, se analizaron diversos proyectos de mejoras para el puerto, se planeó la realizaciónde canales y se exploraron soluciones para el abasto de agua mediante pozos artesianos. En es-te tiempo, Carlos Enrique Pellegrini estudiaba los recorridos de los aguateros, los flujos crono-métricos y la economía de tiempo que tendrían si evitaban los repechajes a su retorno del río,captando el agua desde un punto más céntrico y menos complejo. Anunciaba a la vez precios di-ferenciales, y una concentración de los servicios en fondas, lo que ahorraría “a los aguateros no só-lo trayecto sino también el tiempo de andar errantes para conseguir comprador”.

Pellegrini en 1845 buscó abastecer de agua a Buenos Aires formando una planta potabilizado-ra junto al Fuerte, idea que retoma en 1853 junto con la firma “Bleumstein y de la Roche”. Escurioso verificar que en la década inmediata a la caída de Rosas este tema tuvo particular in-terés. Por una parte Guillermo Bragge quiso comprar los derechos a Pellegrini sobre su pro-yecto, por otra aparecen nuevas propuestas de Eduardo Taylor y Juan Baratta, Guillermo Da-vies y también de Fortunato Pucel, representante del Conde de Hozier y del Ingeniero parisi-no Pedro León Bouillón.

Una nueva presentación de Pellegrini en 1860 fue discutida por el ingeniero Juan Coghlan, queasesoraba entonces a la Provincia y que entendía que la solución propuesta “era ineficaz para unaciudad grande y rica como Buenos Aires”. Grande y rica sí, pero sin agua corriente... Habría que es-perar hasta 1874 para concretar estos proyectos.

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Aguatero, Pellegrini, 1831. (Del Carril, Bonifacio, Monumenta Iconographica, EMECÉ, Op. cit.)

Desembarco en Buenos Aires, Rugendas, 1845. (Del Carril, Bonifacio, Monumenta Iconographica, EMECÉ, Op. cit.)

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Ideas y proyectos para el puerto y el Riachuelo

En 1842 el Gobierno daba a Manuel J. García una exclusiva concesión por 15 años para construirun malecón en el bajo de las Catalinas, obra que fue realizada en piedra. Pellegrini para ese en-tonces estaba proyectando un muelle en hierro y en 1852, a la caída de Rosas, se sumarían otrasdoce propuestas de muelles en la playa, estanques para estacionar buques (Pastor Frías), unmuelle y rompeolas en la Boca (José Garay) y diques frente a balizas exteriores (Wicker&Jones),entre otras. Había también proyectos para muelles en el Riachuelo (Juan Botet) y una idea dedragar el viejo canal de entrada al Riachuelo, colocando muelles costeros al mismo y un caminobordeando la costa (Vicente Casares).

Como puede verse, el inusitado entusiasmo de estas empresas señala la convicción de una ín-tima necesidad de capitalizar, eficientemente, la vitalidad portuaria y comercial de Buenos Ai-res. Pellegrini, fundador de la “Revista del Plata”, escribía con el entusiasmo de siempre quegracias a las obras en el Riachuelo: “florecerán nuestra navegación a vapor, nuestros astilleros, nues-tro cabotaje de cabos adentro”.

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Aduana, Casa Rosada y Estación Central, c. 1885. (Fotografía S. Rimathé, CEDODAL)

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Para el área central Pellegrini soñaba un proyecto integral que tuviera una rompiente en el ban-co frente a la ciudad, con la finalidad de proteger la rada interior y convertirla en puerto abriga-do. Agregaba a ella un muelle bajo de hierro y madera y la instalación de edificios para depósi-tos, aduana y administración. La idea de Pellegrini complementada con un ferrocarril de cintu-ra, sería parcialmente concretada por Eduardo Taylor al ejecutar el edificio de la Aduana quecontaba con varios pisos de almacenes; el más bajo de los cuales salía de la altura del agua y per-mitía ingresar a los botes con la mercadería en forma directa al edificio. De allí también saldríael muelle de cargas.

La construcción de la Aduana junto al Fuerte, y luego el edificio de Rentas Nacionales como exten-sión de esta misma dependencia, vino a consagrar no solamente la ratificación de la centralidad ur-bana de Buenos Aires, sino también la concentración física del poder político y económico. Junto alPaseo de Julio (la antigua Alameda) se ubicaría también la estación central del ferrocarril, señalan-do un hito más en este proceso de localización de los elementos dinámicos de la vida urbana.

Avanzar sobre el río

Las ideas utópicas sobre Buenos Aires comenzaron a esbozarse tempranamente. A veces ellas es-taban motivadas por la búsqueda de grandezas intuidas, pero la naturaleza de otras respondíaclaramente a especulaciones inmobiliarias.

Una de ellas, que tiene carácter recurrente en el devenir de la ciudad es la de construir sobre elrío, obteniendo de esta manera una rápida ganancia a costa de la urbe. En 1824 el comercianteinglés Guillermo Micklejohn realizaba un proyecto que planteaba urbanizar el río construyendouna “New Town”. Esta ciudad ideal construida sobre 137 hectáreas de relleno del Río de la Pla-ta comprendería 54 manzanas rectangulares ubicadas próximas al centro y por lo tanto suscep-tibles de configurar un buen negocio inmobiliario, el mismo que en 1929 propusiera Le Corbu-sier con su isla frente a Plaza de Mayo.

Nuevamente en 1875, Miguel Berraondo proponía un ensanche de la ciudad sobre el río con 93manzanas construidas y dos plazas. Puede parecernos sorprendente que en esta época en que laciudad disponía de todo el territorio para crecer se apelara a este tipo de operaciones. Ello de-muestra la fuerza de la centralidad y el papel protagónico que tenía la cercanía al puerto, al po-der económico y al núcleo cívico.

Podríamos recordar también, en el campo de las utopías, la propuesta de Domingo Faustino Sar-miento, quien desde Chile en 1850 sugería colocar la nueva capital de unos “Estados Unidos delRío de la Plata” -hechos a su escala y medida- en la isla Martín García. La nueva ciudad “Argi-rópolis” comandaría un país pequeño y eficiente, sustentado en la organización política de losEstados Unidos y en el modelo europeo con su imaginario urbano. Ciudad rodeada de agua, unrefugio no contaminado para las grandes decisiones parecía la clave de esta proyección insular.

Esta sucesión de ideas, planes y proyectos parece demostrar que avanzar sobre el río ha sido unaconstante histórica, desde estas iniciativas virtuales hasta la realización del Puerto Nuevo, o losmás recientes rellenos que dieron lugar a la Reserva Ecológica.

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El borde del río y el ensanche urbano

Mientras tanto, la ribera del río seguía marcando la coexistencia de pescadores y aguateros en elbajo de la Recoleta y de Santa Catalina, con las lavanderas próximas a la Aduana y al molino deSan Francisco, y conviviendo con el único “Paseo” de Buenos Aires, la antigua Alameda. Hacia1844 el ingeniero Felipe Senillosa le introdujo mejoras de importancia con muretes, rejas y ador-nos, redefiniendo el sitio como el “Paseo de Julio”. Las rejas comenzaban a manifestar la necesi-dad de introducir un cierto orden cívico, pues ya en 1834 se había reglamentado la forma de cir-culación de peatones y carruajes, los que habitualmente subían sobre las veredas e inclusive in-vadían la Plaza y el atrio de la Catedral. Desde unos años antes se había prohibido el acceso delas carretas de más de dos bueyes al centro y era habitual que ellas se concentraran en la Plazade Miserere (hoy de Once) donde se comercializaban los productos de la región.

Hacia el sur, la calle ancha de Barracas (Avenida Montes de Oca), iba marcando el tránsito haciael Riachuelo, con sus casas quintas y el enclave incipiente de la Boca del Riachuelo. En este lu-gar inmigrantes genoveses dieron impulso a las tareas de carena y calafateo de barcos y lancho-nes, así como a las actividades que generaban los saladeros a ambas márgenes del río. La ocupa-ción de esta zona urbana no fue planificada, y se poblaron tierras que eran de continuo anega-miento en épocas de fuertes lluvias o sudestadas.

En Palermo, Juan Manuel de Rosas había construido en 1836 su residencia formando un magní-fico parque privado que incluía hasta un lago para paseos en barco. El trasplante de especies exó-ticas y la recreación de un entorno forestal, marca la nostalgia de un modo de vida semirural quemuchos hacendados bonaerenses intentaron recrear en sus casas quintas hacia el norte de la ciu-dad en el Partido de las Conchas. En esta zona de San Fernando, los paseos y baños sobre el Ríoconfiguraron un atractivo adicional para el poblamiento iniciado en la época colonial.

El crecimiento de los núcleos urbanos de Belgrano y Flores a mediados del siglo XIX configura-rá una nueva realidad de polos barriales que habrán de incorporarse plenamente a la jurisdic-ción de Buenos Aires en 1887.

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Muelle y ciudad sobre la rada, proyecto de G. Micklejohn, 1824. (Colección T. Vallée) Rompeolas proyectado por C. E. Pellegrini frente a la ciudad, 1853. (Gutiérrez - De Paula,La encrucijada de la arquitectura argentina, Op. cit.)

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El Puerto, la obra clave del siglo XIX

Aunque hasta 1889 la obra del Puerto Madero no daría respuesta a las demandas urbanas y co-merciales de Buenos Aires, fue evidente que entre 1850 y 1880 el tema fue abordado con otro ni-vel de urgencia, dado el mayor calado de los buques que arribaban y el creciente volumen decarga que transportaban.

La llegada a Buenos Aires seguía ofreciendo dificultades como venía sucediendo desde los si-glos anteriores. Un viajero lo recuerda: “Nos tomó dos horas remar desde el barco a la playa; nues-tras impresiones al echar pie en tierra estaban en lamentable desacuerdo con las nociones de grandezaque nos habíamos formado por los relatos de aquellos que habían visitado la ciudad, así como por la lec-tura de los libros de viajes sobre el país. El agua tiene tan poca profundidad junto a la ribera que nues-tro pequeño bote no podía acercarse a la playa más de unas cincuenta yardas; allí una serie de carretasesperaban para recogernos, montamos en una de ellas; jamás habíamos visto un vehículo semejante suconstrucción era de lo más rudimentaria....”

En este contexto, menudeaban los proyectos portuarios pero faltaban las decisiones políticas ylos recursos económicos. Sin embargo ya en 1854 se había llamado a concurso para la construc-ción de la Aduana realizada recién un lustro más tarde por Eduardo Taylor. Esta obra significóla demolición del antiguo fuerte colonial y creó el perfil de la nueva modernidad, junto con elTeatro Colón que levantara Carlos Pellegrini en 1857 enfrente a la Plaza 25 de Mayo, donde hoyse encuentra el Banco de la Nación.

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La Boca a fines del siglo XIX. (CEDODAL)

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Simultáneamente, se construía entre las calles Cangallo y Sarmiento un muelle de Pasajeros quese terminaría en 1855. Partía del Resguardo Aduanero con dos casillas de control en su arranqueterrestre, y se introducía unos 200 metros en el río. La estructura de madera también era surca-da por vagones sobre rieles. La proximidad de la nueva estación ferroviaria en el Paseo de Julio,prolongaría el paseo urbano por el muelle de pasajeros recuperando el disfrute del río en un con-texto diferente del planteado con anterioridad.

La Municipalidad de Buenos Aires. Obras de Infraestructura

Por decreto del 2 de septiembre de 1852 se habría de crear la Municipalidad de Buenos Aires, yel gobierno local reemplazaría de esta manera muchas de las funciones y competencias que le ca-bían a los antiguos Cabildos hispanos disueltos en 1824.

Buena parte de las calles de la ciudad eran todavía de tierra y el Municipio instauró en 1857 elsistema de barrido y riego, a la vez que implementaba un plan paulatino de adoquinado de gra-nito. Pellegrini sugería hacer veredas con baldosas o ladrillos duros e inclusive se probó el usodel asfalto aunque sin demasiado éxito, optándose parcialmente por el pavimento de maderaque también presentaba problemas por la inconsistencia del suelo.

El tema de las aguas también se fue convirtiendo en una necesidad acuciante, no solamente porla expansión de la población y la consiguiente demanda, sino también por la creciente contami-nación de las napas. En efecto, los pozos semisurgentes ya mostraban síntomas de agotamientoo contaminación a comienzos del XIX y los aljibes y cisternas apenas atendían una demanda do-

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El antiguo Hotel de Inmigrantes y los carros que trasladaban pasajeros y bultos desde los navíos a la costa, c. 1898. (CEDODAL)

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méstica en reducidas áreas. Campeaba aun el tradicional abastecimiento de los aguateros desdeel río, y la ilusión de aprovechar vertientes naturales o manantiales se iba desvaneciendo luegode frustradas experimentaciones.

Los estudios de John Coghlan primero y de John F. Bateman después, irán configurando la alter-nativa que se encararía con rapidez luego de la epidemia de fiebre amarilla de 1871. En 1873 selevantaba el tanque de agua en la plaza Lorea, y un año más tarde se inauguraban las obras deabastecimiento de agua desde el río con filtros de purificación. Hacia 1880 una cuarta parte de lapoblación de la ciudad disponía de agua corriente desde la toma localizada en la Recoleta.

La evacuación de líquidos cloacales y los residuos pluviales tenían similares problemas, utilizán-dose habitualmente los zanjones y arroyos como vías abiertas para el drenaje y la circulación. Lospozos negros fueron el sistema habitual en el esquema doméstico, planteándose paulatinamen-te la eliminación de las letrinas.

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Construcción de Puerto Madero, c. 1887. (CEDODAL).

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Higiene urbana

Las fuentes de agua constituían en las ciudades coloniales de América un punto de referencia im-portante. En general, la fuente municipal estaba ubicada en la Plaza Mayor, y a la vez los con-ventos colocaban otras en sus claustros o en el atrio. Ellas servían al abastecimiento barrial, yaque el convento era la estructura de aglutinamiento del vecindario pues prestaba no solamentelos servicios religiosos, sino también los sanitarios (boticas) y los educacionales. En torno a lafuente se realizaban las actividades de encuentro social, sobre todo de la servidumbre, que tras-mitía las novedades cotidianas en una sociedad que carecía aun de periódicos. Era por lo tantoel “mentidero” de la ciudad y el lugar de los chismes y comentarios que manifestaba la formamás primaria de socialización de informaciones y conocimientos.

La fuente de agua fue considerada en los últimos años del siglo XVIII como un elemento de or-nato urbano en la idea de la sistematización de las plazas mediante la construcción de arquitec-turas homogéneas, que ya incluían la fuente como un elemento original del nuevo diseño. El ca-so de la plaza mayor de la nueva Guatemala es elocuente y, entre nosotros, las fuentes diseñadaspara las plazas de Córdoba son indicativas de esta versión lúdica que confluía con el funciona-lismo del abastecimiento.

En 1827, por disposición de la Legislatura, James Bevans prepararía en nombre del Departamen-to de Ingenieros Hidraúlicos, un proyecto de fuente que reemplazaría a la Pirámide de Mayo,pero la oposición del ministro Agüero hizo fracasar el intento. Sus fundamentos fueron contun-dentes: “Si hoy señores, porque nos parece ese monumento (la pirámide) pequeño, tratamos de levantarotro en su lugar que sea más digno de nuestro modo de pensar, más magnífico y más a propósito para per-petuar la memoria del 25 de Mayo, mañana a los que nos sucedan les parecerá que la fuente es demasiadopequeño monumento para eso, y tratarán de quitarla para poner otro”.

Higiene doméstica y vida cotidiana

La tradicional casa colonial de patios destinaba el segundo, y eventualmente el tercero de ellos,para las áreas de servicio. En ellos se colocaban los aljibes o cisternas y los “lugares comunes”,eufemismo que ponderaba los retretes que eran usados sin discriminación por todos los habitan-tes de la casa, aunque habitualmente el dueño y su familia apelaban a las bacinillas portátiles.

En muchas viviendas, existía un aljibe con su brocal en el patio principal que permitía el abaste-cimiento para el consumo y el regadío. Casi todas las casas tenían un “tinajero”, estructura demadera con una piedra porosa que servía de filtro y un cántaro en el cual se iba acumulando elagua fresca y limpia de impurezas. El aljibe del segundo patio o la cisterna, almacenaban habi-tualmente las aguas de lluvia que eran recogidas con balde para las tareas domésticas y, even-tualmente, para el consumo y el regadío de la huerta.

El crecimiento de la población en el área central por las masivas inmigraciones, dio como conse-cuencia dos respuestas arquitectónicas diferentes para el tema de la vivienda. Por una parte, lasubdivisión de la tradicional casa de patio convertida en casa de “medio patio” o “casa chorizo”(por el alineado de las habitaciones junto a este espacio) y por otra, los “conventillos” que, conuna disposición similar, transformaba la casa unifamiliar en colectiva.

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En efecto, la tugurización y ocupación masiva de las antiguas casas coloniales llevaba a que cadafamilia habitara en una habitación y se implementara al fondo de los patios un lugar para aseos ypiletas de lavar en común. Este esquema surgido del parcelamiento de la vivienda de patio, deri-varía en la construcción expresa de conventillos con condiciones de vida degradantes y con lamen-tables hacinamientos. Las carencias de agua corriente y de los servicios de saneamiento adecuados,facilitaron en estos casos las mortandades originadas por la fiebre amarilla y el cólera.

En 1879 había en Buenos Aires 1700 conventillos que albergaban a 52.000 personas, es decir unapoblación similar a la que tenía Buenos Aires en el momento de la Independencia. Santiago deEstrada frente al negocio inmobiliario que encubría la construcción de conventillos, decía queellos eran “el pudridero de la pobreza y la mina de oro de la avaricia”.

Los nuevos conventillos se estructuraban sobre un patio-corredor estrecho, con escalera que dabaacceso a una planta alta. Cada habitación alojaba a una familia y al fondo de este corredor se ubi-caba el grifo de agua, los lavaderos y los baños comunes. Aun en el primer conjunto de viviendaseconómicas, construidas por la Municipalidad en 1886, las mismas carecían de baños propios y ha-bía unas baterías sanitarias, para uso comunitario, ubicadas en los ángulos del patio.

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La ribera del Río de la Plata a fines del siglo XIX, en la zonade San Isidro. (CEDODAL)

Antes de construirse las redes de provisión de agua potable,el aljibe fue un elemento indispensable en el abastecimientode la ciudad. (AGN.DDFA)

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En el período colonial las casas de Buenos Aires se fueronorganizando en torno a patios, siguiendo la usanza andaluza, aun-que con otras proporciones. Esta tipología, en su planta y alzada,fue concebida como un noble producto de transplante, con influen-cias sevillanas y gaditanas. La distribución se hacía en una superfi-cie cuadrilátera, dando las principales habitaciones a un zaguán, alfrente un gran salón, cuidadosamente pintado de blanco. Era la vi-vienda de herencia romana, la clásica casa pompeyana, a la que seaccedía por un patio central, donde se encontraban los principalesrecintos reservados a los amos. El segundo patio era usado por elpersonal de servicio y el tercero para huerta o corral, jardines yquintas. Lucio V. Mansilla recuerda de la casa paterna un primer pa-tio rebosante de plantas que eran regadas por los sirvientes. En elsegundo patio los parrales de uvas blancas y negras, protegían delcalor, podía haber un pequeño cuarto, el pozo o letrina, luego lagran cocina con fogón. En el último patio se secaba la ropa. Aun amediados del siglo XIX, la casa de patios sobrevivió en la ciudad de-rivada en múltiples variantes.

Las nuevas formas constructivas admitieron la división en dos de latradicional vivienda, surgió así la planta tipo “chorizo”, la que pos-teriormente creció en altura, transformándose en casa de vecindad.Ante el avance inmigratorio, se construyeron grandes conventillos,dos largas hileras de cuartos donde se hacinaban gran número dehabitantes. El único gran patio comunitario, era el lugar donde com-partían letrinas, una cocina general y piletas donde lavaban la ropa.

En el barrio norte aparecieron nuevas formas de habitar. Especial-mente la Recoleta se fue poblando, desde fines del siglo XIX, de pa-lacetes que ya poseían el servicio de las aguas corrientes y desa-gües. Disponían de una estructura compacta compuesta por grandessalones y espaciosas habitaciones, integrados el baño y la cocinadentro de la morada. Se destacan los palacios de figuras prestigio-sas como el doctor Aristóbulo del Valle y el de Pastor Obligado. Es-te último que recuerda las formas de un castillo medieval, estabarodeado por amplios jardines y se hallaba ubicado en la avenida Al-vear entre las calles Libertad y la entonces denominada Pilar. El edi-ficio de perímetro libre se ve totalmente rodeado por vastos secto-res parquizados. Este tipo de construcción revela los cambios que sefueron realizando en las tipologías arquitectónicas del período. Elriego se vio ahora asegurado por el servicio de agua, así se prodi-garon profusas arboledas, jardines, fuentes y en algunos casos has-ta contaron con canchas de tenis.

Sin embargo, a pesar de las transformaciones edilicias que se fueronregistrando en la ciudad, el patio persistió y persiste en muchos ba-rrios como un valioso legado de la tradición meridional española.

E. R.

DE PATIOS Y JARDINES

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Patio de una típica casa “chorizo”, con su zaguán al fondo. (AGN.DDFA) Planos de plantas y, en la página siguiente, una vista del palacio estilo neogótico de PastorObligado, en Avenida Alvear, 1905. (AGN.DDFA; Plano Archivo Museo del Patrimonio)

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LAS EXPERIENCIAS DEL PADRE PAUCKE

Seguramente, aquel estupor que sentían los europeos del si-glo XVI al ver cómo los indios se metían al agua, habrá seguido enlas centurias posteriores. Un ejemplo de ello son los detallados co-mentarios del padre Florian Paucke, un jesuita alemán que llegaraa estas tierras al promediar el siglo XVIII. Su asombro lo llevaría adibujar algunas situaciones que encontrara raras y hasta jocosas. Esasí que tanto los escritos cuanto las láminas de su libro “Hacia alláy para acá”, documentan la familiaridad que los aborígenes -y aunalgunos los criollos- tenían con el agua.

No bien llegado a Buenos Aires en 1747 le llama la atención la for-ma de pescar con dos caballos que se meten en el río crecido. Am-bos jinetes se paran sobre el recado y cabalgan hasta que el aguales toque los pies, extienden entonces las redes y emprenden luegosu retorno a la orilla, siempre de pie en la montura. “¡Quién nocreería que el peso de la red bajaría a ambos del recado!”, nos di-ce, agregando que cuando pescan con anzuelo, suelen meterse has-ta que del caballo sólo emerge la cabeza.

Otro tema que documenta es el de los pases de los ríos y arroyos,cuando bueyes y carretas eran empujados a través de las aguas pormedia docena de aborígenes, mientras que a los misioneros los lle-vaban en barcos, hincados en las ancas de un caballo o simplemen-

te como fardos entre dos muchachos. El “barco” en realidad era unpedazo de cuero crudo atado en las cuatros puntas y que tenía unacorrea larga. Un chico de unos quince años tomaba entre sus dien-tes el otro extremo de la correa y nadando llevaba el bote hasta sudestino. Mientras tanto, otros cruzaban nadando o cabalgando.

Claro que también, cuando debía cruzar muchas cosas de una a otraorilla, usaban las tarabitas, un sistema de cestas colgadas de un cableque se desplazaban accionadas por las manos. Pero cuando se enfren-taban con cursos importantes como el Paraná, apelaban a las balsas yembarcaciones desde las que hacían gala de sus destrezas marineras.

Sin embargo, las láminas del padre Paucke nos hacen ver que estafamiliaridad con el agua se notaba también en los momentos dedistensión. Testimonio de ello es una en que dibuja a unos veintechicos, algunos de ellos sobre un árbol, otros usando las ramas co-mo trampolín y zambulléndose. La leyenda explicativa, “Los niñossaltan desde un árbol al agua y se buscan mutuamente debajo delagua”, nos da cuenta de lo que ya nos señala el gráfico: que los chi-cos estaban de lo más divertidos jugando en el río y que no teníanninguna prevención a tirarse de cabeza.

G. M. V.

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Acuarela de Florian Paucke,con indígenas cruzando un río, 1752.(Del Carril, Bonifacio, MonumentaIconographica, EMECÉ, Op. cit.)

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Agua, Cloacas, Civilización y Progreso

El agua, y con ella los sistemas de alimentación y evacuación, han sido, sin lugar a dudas, unode los factores más relevantes en la reordenación urbana operada a fines del siglo XIX. Una reor-denación física que, en el caso de Buenos Aires, también implicó una drástica transformación desu paisaje urbano, y de los usos y costumbres de su gente. El agua purificada era, dentro delideario del momento, otro de los elementos imprescindibles al nuevo modelo de país impulsa-do por la Generación del 80, y en un rango de importancia similar a la pujante red de ferrocarri-les, a la construcción de monumentales edificios públicos, a la importación de productos indus-triales, y por sobre todo, a la adopción de nuevos usos y costumbres a tono con el creciente pro-ceso de europeización que vivía entonces la sociedad.

Hablar de la historia del agua es, también, examinar la evolución del concepto de higiene urba-na, desde la Gran Aldea hasta la gran metrópoli de los años ´20. Es, en suma, comprender hastaqué punto su utilización racional implicó la reestructuración total del mundo subterráneo, ytambién aéreo, de la ciudad. Un proceso que, según Georges Vigarello, cambió totalmente tantola “respiración” como la alimentación de las aglomeraciones, y, además, “ha comprometido todo ellado imaginario de la ciudad, su tecnología, y también su resistencia contra la ‘capilarización’”.

Pero para llegar a la ciudad recorrida por una vasta red de vasos capilares que la protegían delpánico epidémico, fue necesario transitar un largo camino. Un recorrido que entre nosotros seinició en la década de 1870 pero que recién adquirió efectividad en los últimos años del siglo XIXy comienzos del XX.

Higiene pública versus enfermedades hídricas

Una década de epidemias había acelerado el inicio de las obras de salubridad. Sin embargo, ha-cia 1880, los trabajos estaban paralizados, y el centro de la Capital estaba plagado de zanjas abier-tas, desmontes y terraplenes, que provocaron no pocas quejas de los porteños. Este paisaje, per-maneció en esa condición durante casi veinte años -el lapso que aproximadamente duraron lasobras- y fue escenario de la convulsionada vida política del país en aquellos años.

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CAPITULO II1880-1930. LA CIUDAD COSMOPOLITAArq. Jorge Tartarini

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En el inicio de un período de grandes transformaciones y de inusitada prosperidad, existía en lasautoridades consenso respecto a que la creación de esta “ciudad sanitaria” subterránea, era cla-ve para superar el flagelo de las epidemias. El problema del agua y de la propagación de las de-nominadas “enfermedades hídricas”, fue una de las preocupaciones principales en la acción degobierno, sustentada en el peso de los discursos y la prédica de higienistas locales como Wilde,Rawson, Mallo y otros, quienes bajo la óptica de la ciencia médica, examinaron los posibles fo-cos de infección que, tanto a nivel urbano como doméstico, demandaban aumentar las exigen-cias de higiene y salubridad.

Pero estos males no eran patrimonio exclusivo de Buenos Aires. La fiebre tifoidea y el cólera fue-ron las epidemias más graves del siglo XIX, y escasas aglomeraciones urbanas de importanciaescaparon de ella. París por ejemplo, sufrió en 1873, 869 muertes víctimas de la fiebre tifoidea,número que se elevó a 3.352 en 1882. Aún en 1892, el cólera se llevó casi 1.800 personas en el De-partamento del Sena, 906 de ellas en París.

La única forma de eliminar los riesgos de contagio, era erradicar tanto el consumo de agua debalde como el uso de pozos ciegos en las casas, construyendo una red de instalaciones a nivel ur-bano de abastecimiento de agua purificada y de eliminación de aguas domésticas.

Gran Bretaña, marcaba en la década de 1880 -tanto por sus emprendimientos como por sus in-novaciones en materia de artefactos- el rumbo de la ingeniería sanitaria y la mayoría de los paí-ses europeos seguían sus pasos. A comienzos de la década de 1870, para el proyecto y ejecuciónde este vasto plan sanitario, del estudio del ingeniero inglés John F. Bateman -como detallamosen anteriores publicaciones de esta Colección- constituye una prueba de estos anhelos que recu-rrían a la experiencia y el saber de los países más avanzados en el tema. No obstante, fue sólo alfinal del siglo XIX, cuando, salvados innumerables contratiempos e interrupciones, el plan tra-zado comenzó a dar sus primeros resultados. Precisamente en el inicio del proceso de metropo-lización a que se vio sometido Buenos Aires en aquellos años.

El crecimiento poblacional y el lento avance de la red

Si en 1875 la población servida por la red de agua potable era del 15%, en 1880 ese porcentaje al-canzó el 25%, para bajar en 1885 al 22%, es decir, unos 84.900 habitantes, sobre un total de384.500. En 1889 este porcentaje vuelve a elevarse al 28%, cuando la ciudad contaba con mediomillón de habitantes y las cloacas aún no funcionaban. En 1894, cuando se inaugura el Gran De-pósito Distribuidor del Palacio de Aguas Corrientes, el servicio ya alcanzaba el 65%, cubriendolas dos terceras partes de la población.

Por su parte, el sistema cloacal que había sido habilitado parcialmente a principios de la décadade 1890, contaba hacia 1896 con unos 22.000 edificios conectados a la red. El uso de pozos ciegosque una vez llenos se vaciaban con carros atmosféricos, seguía siendo la alternativa más difun-dida en las casas más pudientes, mientras que en las de menores recursos, la usanza era cavarun segundo pozo, inmediato al primero, destinado a recibir el sobrante de éste. Hubo casos enque llegaron a abrirse hasta once pozos negros debajo de una misma casa, a pesar de que estas“sangrías a las letrinas” habían quedado expresamente prohibidas por el municipio en 1871. Re-cién en 1895, la comuna prohibió la excavación de pozos negros.

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Construcción de las redes de distribución de agua potable en el centro de Buenos Aires, a fines del siglo XIX. (Archivo Museo del Patrimonio)

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Esta especie de carrera, entre el radio servido por la provisión de agua potable y el aumento dela población, debido al espectacular crecimiento demográfico derivado del constante aporte mi-gratorio externo, continuó hasta avanzado el siglo XX. El porcentaje abastecido en 1894, retroce-dió en los años subsiguientes, y recién fue igualado en 1904, cuando el Censo Municipal -con eu-femismo- consideraba a Buenos Aires una ciudad “higiénicamente invulnerable”:

“Con las costosas obras de salubridad, que a la vez distribuyen filtradas y profusamente las aguas del granrío y recogen por medio de una extensa red cloacal, pública y domiciliaria, con que pocas ciudades euro-peas cuentan, las aguas servidas y residuos orgánicos; con la apertura de calles amplias -de pavimentos im-permeables y arboledas frondosas- y plazas para la vida al aire libre (....); con los servicios municipales delimpieza y las obras del puerto y el saneamiento de los terrenos bajos contiguos, puede decirse que la ciu-dad de Buenos Aires se ha hecho higiénicamente invulnerable.”

Afirmación demasiado generosa, si se tienen en cuenta los agudos contrastes que todavía exis-tían entre el centro y la periferia urbana, que se extendía más día a día, multiplicándose en ba-rrios vinculados por la acción del tren y los tranvías, pero todavía carentes de mínimas redes deinfraestructura.

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Plano de Buenos Aires con el tendido de la red de distribución de agua en servicio, octubre de 1886. (Archivo Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires)

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Patio de un conventillo, c. 1900-05. (AGN.DDFA)

Inmigrantes bajando de un barco, c. 1900. (AGN.DDFA)

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En 1906, cuando la ciudad alcanzó su primer millón de habitantes, el porcentaje servido llegó al66%, pero volvió a decaer el 57% en 1911. En 1910, la población servida era de 773.700 habitan-tes. En este mismo año, pese a los adelantos, el Censo de la ciudad registraba 140 aguateros.

Los porcentajes de abastecimiento se irán elevando año tras año a partir de 1914 -un año despuésde inaugurado el Establecimiento Purificador de Palermo- llegando en 1925 a dotar de agua po-table a toda la población de Buenos Aires. Estos avances permitieron reducir la mortalidad de un30 por mil habitantes, a menos de la mitad en 1920, y a 11,3 en 1937.

El nuevo concepto de higiene

El higienismo de fines de siglo XIX tuvo un papel primordial en el significado que asumieron lasobras de salubridad en la mentalidad de la época, influenciada por los descubrimientos de Pas-teur, que difundieron el temor a los microbios en la opinión pública.

El agua y la percepción de la limpieza, recién adquirirán su significación actual, a partir de esta mi-crobiología pasteuriana, que transfiguró el acto del lavado. Desde esta óptica, la acción del aguaeliminaba el microbio y lo que representaba (enfermedades, suciedad, condena social), expulsan-do la presencia de elementos invisibles pero peligrosos, desconocidos para todos siglos atrás.

Durante el siglo XVIII, la limpieza del cuerpo atacaba principalmente olores y fetideces, limitan-do ciertas fuentes de contagio pero sin mayor precisión. El descubrimiento y cuantificación mi-crobiana de fines del XIX, estableció las causas y relaciones con enfermedades perfectamente re-ferenciables. Este nuevo hecho, colocaba a la limpieza en un papel inédito hasta entonces. Aho-ra, además de alejar toda suciedad, era útil para eliminar los microbios. Es en este momento,cuando el mero lavado, adquiere categoría de asepsia. El baño frecuente pasa a ser de esta ma-nera el mejor desinfectante.

En Buenos Aires, se efectiviza en estos años un proceso de institucionalización de la nueva hi-giene dentro del aparato estatal, con la creación de organismos de higiene y salud pública, comola Asistencia Pública y la Oficina Química (1883) y la Oficina de Ingenieros Municipales (1890).Ya en el siglo XX, la creación de Obras Sanitarias de la Nación (1912) cumplió un importante pa-pel en todo lo relacionado con las obras de salubridad de la Capital.

En este contexto, es interesante observar de qué manera este conocimiento científico llegó a lagente común bajo la forma de comportamientos moralmente aceptados. Tratados de urbanidady tratados de higiene entrelazaban sus contenidos con recomendaciones sobre la limpieza de laszonas corporales, no exentas de solemnidad, dramatismo y una fuerza emocional que procura-ba enfatizar la finalidad pedagógica del discurso. Se limpiaba para destruir el microbio y refor-zar la resistencia contra él, favorecer la salud y, en el mismo rango de importancia, cumplir conun código social. Código, que adquiría verdaderas connotaciones de virtud moral.

La acción de los higienistas locales, que reviven los movimientos de reforma sanitaria de lasprincipales capitales europeas, alcanzó su clímax entre 1880 y 1910. A diferencia de la anti-gua concepción de higiene pública, casi exclusivamente preocupada por los estragos epidé-micos, la nueva higiene concebía la salud pública en un sentido abarcante que comprendía

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la “salud física, mental y social” de los sectores más humildes. Se trata de una higiene quevigila la salubridad de la ciudad en su conjunto, y que incluye los lugares de trabajo, de re-creación, y la propia vivienda, con normas, reglamentos y recomendaciones de prevenciónde la salud pública para cada caso.

Higiene social y baños populares

Las pobres condiciones sanitarias y de vivienda de los sectores populares en la urbe, tambiénfueron en la visión de la ciencia médica de la época, focos de enfermedades y epidemias que de-bían ser erradicados, pues podían afectar al cuerpo social en su conjunto. Entre las recomenda-ciones tendientes a eliminar los microbios, bacterias, virus y demás calamidades, se encontrabala limpieza. Un remedio eficaz contra una de las causas principales de debilitamiento, enferme-dades y hedores urbanos: la suciedad.

Pero lejos estaban las viviendas de los sectores más humildes de contar con servicios de provi-sión de agua y desagües que permitieran el más decoroso aseo. De allí la necesidad de instru-mentar limpiezas populares, baños baratos que permitiesen una permanencia prolongada en elagua, pues nadar era, en suma, una forma de lavarse. Y también una instancia de sociabilidadmás que importante, en un momento donde iban adquiriendo perfil propio barrios y expresio-nes populares nacidas de la rica amalgama cultural entre criollos e inmigrantes.

Hacia 1900, los baños públicos en Buenos Aires eran muy frecuentados, en especial porque la es-casez de agua era común en las zonas más alejadas del centro y los convertía en eficaces reem-plazantes del aseo en tina -con agua pagada al aguatero- que era moneda corriente entre los máshumildes.

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Casa de Baños Públicos, estilo mudéjar, en pleno centro de Buenos Aires. (CEDODAL)

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En la revista “Caras y Caretas” de diciembre de 1900 exclamaba un hipotético esposo: “Qué graninvención las casas de baño...donde uno puede refocilarse pensando que mientras goza, la mujer se cuecea fuego lento! -Y entran a los cuartos las figuras más raras, desde la silueta de Don Quijote a la de San-cho Panza, con todas sus variantes de pelaje y hasta de conformación.”

Aún en los años ‘20 la Municipalidad continuaba estimulando las prácticas del baño, por mediode carteles fijados en las calles de la Capital. La Comuna sólo contaba con tres establecimientos,frecuentados por numerosos trabajadores de ambos sexos y gran cantidad de niños, “que hallantodo lo indispensable para un baño excelente, sin el más pequeño desembolso, pues hasta las propinas es-tán prohibidas.” Este servicio gratuito también comprendía jabón, toalla y -lo más requerido porel público femenino- agua caliente. Algo inexistente en los conventillos, donde un solo cuarto debaño con agua fría servía a una población por demás numerosa.

Un cronista de “Mundo Argentino”, refiriéndose a los baños, sostenía en 1923 que estas “termas” de-berían aumentarse en toda la Capital, y que eran mucho más higiénicas y eficaces que el Balneariosobre la ribera, pues, a pesar de ser un hermoso paseo, no podía invitarse a la gente a bañarse “en unagua saturada con todas las inmundicias del puerto!”; y concluía que: “Así como la gimnasia y el agua con-tribuyen a formar organismos sanos, nada como la sedante inmersión, la tonificante ducha, después del trabajodiario, con las comodidades que el Municipio puede ofrecer, no hay quien se resista a andar limpio.”

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Artículo de la revista “Caras y Caretas”, diciembre de 1900.(AGN.DDFA)

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Buenos Aires, paraíso del aseo personal

Pero, volviendo un poco hacia atrás, vale la pena aclarar que la limpieza de 1880 no era la delpresente. Lejos estaba aún el hábito del baño cotidiano, y las frecuencias distaban de las nues-tras. A pesar de todo, sostiene Vigarello, que la limpieza consagrada por el siglo XIX como unvalor social de aceptación imprescindible, “es decisiva para comprender mejor la nuestra: se refie-re muy claramente a un costado invisible del cuerpo, se apoya ampliamente en sensaciones íntimas,dispone de una racionalización científica ya desarrollada. En este sentido, es la última gran figura queprecede a la limpieza de hoy.”

La situación en Buenos Aires -corroborada por los viajeros que nos visitaron en 1910- parece ha-ber sido bastante distinta respecto a la importancia del aseo personal. En el ámbito local, a dife-rencia de los países que capitaneaban su norte cultural y tecnológico -Francia e Inglaterra- , losprincipios y hábitos higiénicos alcanzaron un grado de arraigo y desarrollo poco comunes. He-cho que se encuentra reflejado tanto en la frecuencia del aseo como en la variedad de artefactosque comprendía el baño argentino, y que aparece sólo parcialmente en países de otras latitudes.Mientras que el baño inglés y el norteamericano no incluían el bidet y el francés sólo un inodo-ro y bañera -el lavatorio y bidet estaban generalmente en el dormitorio- el baño argentino com-prendía todos estos elementos sanitarios.

Aunque no sólo era una cuestión de número, sino de hábito: la propia Dirección de las Obras deSalubridad en el verano de 1900 con tono quejumbroso declaraba que las dificultades de abaste-cimiento de la ciudad derivaban de que: “Buenos Aires entero se baña.”

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Puente del Rosedal de Palermo, con góndola veneciana, a comienzos del siglo XX. (CEDODAL)

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Una prueba de la difusión de los principios higienistas hacia 1910, en el momento de euforia querodeó a los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, fue la atención que mereció la hi-giene en la Gran Exposición de ese año, a la que se asignó un Pabellón propio -inaugurado el 3de julio-, en el mismo nivel que los destinados al desarrollo agropecuario, a las Bellas Artes, a laindustria y a la poderosa red de ferrocarriles. Cierto es que, a pesar de permanecer abierta seismeses, no fue demasiado el público que la visitó, pero, de todos modos, contribuyó a asociar lapromoción de la salud con el ejercicio físico, y a fomentar el intercambio internacional a travésdel Congreso Científico Panamericano que en 1910 sesionó en sus instalaciones. Anexo al pabe-llón, se había instalado un campo de deportes, reivindicando la importancia que tenía para la hi-giene pública este tipo de dependencias en los espacios públicos de la ciudad.

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Pabellón de la Exposición Internacional de Higiene, Buenos Aires, 1910. (CEDODAL).

Pabellón de los Lagos, Parque 3 de Febrero. (CEDODAL).

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Baños y paseos públicos: ornato, higiene y salud física.

A comienzos de los años ‘20, la necesidad de estos espacios llevó a la Municipalidad a crear la“Dirección General de Plazas de Ejercicios Físicos”, para estimular el ejercicio físico en la pobla-ción. Esta Dirección en 1925 tenía once patios de juegos infantiles, nueve canchas de tenis, tresde basquetbol y dos de voley, contando además con una casa de baños en el Parque Nicolás Ave-llaneda, con pileta de natación y duchas para hombres y mujeres. La asistencia anual a esta casade baños llegaba en aquel momento a unas 50.000 personas, un número superior al de personasque asistían al Balneario Municipal, estimado en 46.000 bañistas de ambos sexos.

En aquel año, el auge de los baños públicos gratuitos hizo que la comuna proyectara la construc-ción de nuevos establecimientos en Nueva Pompeya, La Boca, Parque Patricios y Mataderos,continuando a su vez con una campaña de difusión orientada a exaltar la importancia de la hi-giene corporal en la profilaxis de todas las enfermedades. La totalidad de hombres y mujeres queasistían a estos baños en 1926 superaba las 880.000 concurrentes. También existían lavaderos,manuales y a máquina, utilizados por lavanderas y personal dedicado al lavado y planchado delas ropas provenientes de institutos y hospitales municipales.

Otro de los cambios en la higiene urbana, fue el nuevo papel asignado a los espacios verdes. Lamoda europea exigía nuevos trazados y la indispensable incorporación de especies y equipamien-to importado, a tono con los cambios. En general, el paisaje de los parques y paseos diseñados en-tre 1880 y 1930, daba rienda suelta a la imaginación y a un escapismo exotista que no permitía laciudad con su orden urbano cuadricular. Sus trazados, inspirados mayoritariamente en el modelogeométrico francés, a menudo recurrían a un conjunto de elementos dispuestos pictóricamente enel paisaje, de tal manera que apareciesen como curiosos incidentes en escenas de controlado salva-jismo. En estos diseños, los espejos de agua eran elementos primordiales, acompañados por puen-tes de troncos simulados, islas, grutas, confiterías con embarcadero, esculturas y demás elementosque enfatizaban su carácter romántico y pintoresquista. En estos espacios también se incorporaronfuentes ornamentales de hierro fundido o mármol, en su mayoría importadas, con cascadas y jue-gos de agua. En suma, eran lugares de esparcimiento que, además, debían fomentar en la pobla-ción la valoración de la higiene, el ornato, la educación y el cultivo del arte.

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Proyecto de Pabellón para confitería, baños y mingitorios en Parque Lezama,Ing. Benito Carrasco, 1914. (Dirección General de Espacios Verdes, GCBA)

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Los paseos náuticos en la ciudad: botes en los lagos de Palermo, a principios de siglo. (CEDODAL)

La nostalgia de Venecia trasladada a Buenos Aires. En Plaza de Mayo, proyecto de lago con góndolas, c. 1910. (CEDODAL).

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El cuarto de baño. De lo nómade a lo estable

Desde 1872, estaba prohibido en Buenos Aires el sistema “agua va!”, nombre que deriva del aler-ta dado por cada vecino cuando abría su ventana y arrojaba a la calle el contenido de las vasijasde noche. Una controvertida ordenanza aplicaba multas de 500 pesos a cada infractor si el aguaestaba sucia o en mal estado, y de 200 si era limpia.

Este expeditivo “sistema”, en una ciudad que no contaba con redes de provisión y desagües, noshabla sobre la indeterminación espacial que rodeaba tanto a las actividades de aseo personal co-mo a las de excreción en las residencias porteñas.

En aquellos años, era habitual el uso de los denominados “servicios” o “vasos necesarios”, jun-to con bacinillas y “sillicos”, que permitían satisfacer las necesidades fisiológicas sin necesidadde trasladarse hasta la zona del fondo de la casa, donde habitualmente estaban las letrinas apa-readas, una de la familia, y otra para el personal. Ambas desagüaban a un pozo negro, con lospeligros de contaminación del pozo de balde que detallamos anteriormente.

El servicio de cloacas que sustituirá estos pozos, recién comenzó a efectivizarse a partir de 1890, cu-briendo sólo un 10% de las viviendas de Buenos Aires. De allí que una ciudad con más de mediomillón de habitantes tuviera, aún hacia estos años, sus terrenos urbanos saturados de pozos negros.

El lavado e higiene personal tampoco gozaban, en la primera mitad del siglo XIX, de una locali-zación propia, pues era frecuente que se utilizara una enorme variedad de enseres transporta-bles, para su uso en dormitorios y cocinas. La proliferación de objetos para estos menesteres eratan común como la de los utilizados para el acarreo del agua dentro de la casa. Mientras que enel aseo podían emplearse desde bañeras o tinas de latón, aguamaniles, jarros y palanganas; pa-ra el traslado se usaban garrafas, jarras, artesas, etc. Esta situación comenzó a variar en la segun-da mitad del XIX, especialmente en las viviendas de las clases más acomodadas.

El “cuarto de baño” y el “water-closed”

Los adelantos de la ingeniería sanitaria -que ya llevaba un dilatado proceso de experimentaciónen Europa y Estados Unidos- permitieron en el medio local un progresivo control de las condi-ciones de provisión, eliminación y aclimatación del agua dentro las viviendas. Este proceso re-cién se va a consolidar a fines del XIX, cuando la dispersión de las actividades de aseo y cuida-do del cuerpo, se concentre en el “cuarto de baño”. Por su parte, las letrinas serán reemplazadaspor el “water-closed”, ya no externo, sino interno a la vivienda, aunque su ubicación original seextenderá hasta avanzado el siglo XX.

Las transformaciones a escala urbana, derivadas de los sistemas de provisión y evacuación, a ni-vel doméstico se correspondieron con los cambios derivados de la utilización de cañerías para eltransporte del agua, de la nueva tecnología en materia de artefactos e instalaciones sanitarias, yde otros adelantos como los sifones hidráulicos, elementos indispensables en la separación de lasaguas servidas y en la preservación de la atmósfera interna de los gases de la red.

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El refinamiento del baño inglés a fines de siglo XIX, y los artefactos ocultos tras delicada boiserie y receptáculos lujosamente moldurados. (Biblioteca de Aguas Argentinas)

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Mientras que las cañerías incidieron directamente en la aparición de locales fijos dentro del inte-rior de la vivienda, donde el agua era provista y evacuada sin ninguna dificultad; el bagaje denuevos materiales y revestimientos totalmente estancos, de modelos de artefactos sanitarios y decocina, de dispositivos interceptores, y de infinidad de piezas y accesorios en general, fue ganan-do en complejidad y variedad.

Una idea de este despliegue técnico y comercial es la tarea desarrollada por la Oficina de Con-traste, creada por la Comisión de Obras de Salubridad en 1887 para el ensayo y aprobación delos materiales utilizados en las obras domiciliarias, entonces en su mayoría importados. El Re-glamento de esta Oficina, redactado en 1888, establecía que la inspección y ensayo de los mate-riales, era requisito previo indispensable a la venta y utilización de cada elemento.

Este avance se encuentra funcionalmente enlazado al desarrollo y auge de las nuevas formas devivienda, y de la progresiva sustitución de las tipologías tradicionales por otras que reflejabanese “querer vivir a la europea” que dominaba el ambiente porteño entre 1880 y 1930. El tipo re-sidencial más difundidos de este período, en los sectores medios y altos, que sustituyó a la tra-dicional casa de patios, fue el petit hotel; mientras que en las viviendas en altura, predominó lacasa de renta. Ambos tipos, planteaban nuevas alternativas de organización funcional de los ser-vicios, ahora posibles por el grado de avance técnico logrado en materia sanitaria.

El mismo desdén que tenían los estratos medios y altos por la atención de las necesidades cor-porales, se manifestaba en los arquitectos a la hora de atender los servicios de baño y cocina, po-co proclives a ocuparse de “cosas como éstas”. Algo normal, en una época donde el pudor y la ver-güenza regían -hasta extremos hoy poco comprensibles- los comportamientos humanos.

Aproximadamente entre 1880 y 1910, puede observarse que se mantiene la diferenciación entreel “cuarto de baño” y el “water-closet”. El primero, concebido como una “sala de baños” para la hi-

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Catálogos de firmas de sanitarios inglesesque abastecían el mercado local.(Biblioteca de Aguas Argentinas)

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Desde artefactos para baños de asiento -parientes del bidet- hasta sofisticados sistemas de duchas, junto con una gran variedad de accesorios en hierro,y hasta calentadores a leña para bañeras de fabricación local, podían encontrarse en el mercado sanitario porteño hacia 1910. Un universo, donde elaseo ocupaba un lugar destacado. (Biblioteca de Aguas Argentinas)

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giene personal, se ubicaba cerca de los dormitorios principales y en ocasiones acompañado conuna pequeña pieza o “tocador” de uso femenino. Para obtener agua caliente, el sistema más di-fundido era la instalación de una serpentina en la cocina que se vinculaba al cuarto de baño.También cumplían esta función calentadores a carbón, que se introducían en la bañera hasta queel agua alcanzara la temperatura deseada.

El retrete “water-closet”, por su parte, era un emergente directo del inodoro accionado por caídade agua y perfeccionado con nuevos sifones hidráulicos. Incorporado al interior de la vivienda yvinculado a los dormitorios, sustituyó a las letrinas o “comunes”; mientras que en otros tipos re-sidenciales más populares, como la casa chorizo, su ubicación cerca de la cocina y al fondo de ladistribución longitudinal de ambientes, le hará conservar, un contacto más directo con el exterior.

En las casas que no estaban incorporadas a la red, predominaban los enseres de la era pretecno-lógica, con letrinas exentas, confinadas al fondo del terreno. En estas unidades, los dormitorioscontinuaban usando bacinillas, dispuestas en sillones, y lavatorios con muebles con tapa de már-mol, con su propia jarra de porcelana o esmaltada, para el lavado de caras y manos.

A la incorporación del inodoro, arribado hacia 1885, se suman -en especial desde comienzos desiglo- diversidad de lavatorios, bañeras y bidets, fabricados en el exterior, y cuya distribuciónaquí se hacía a través de un buen número de casas importadoras. A partir de estos años, cuandoel desarrollo tecnológico y comercial sanitario operado desde 1850 en Inglaterra se encontrabaen pleno auge y expansión, en el medio local comenzaron a sucederse año tras año los catálogosde las principales firmas proveedoras. Muchas de ellas habían obtenido premios en exposicionesinternacionales por sus adelantos e innovaciones en la materia (“George Jennings, Ltd.”, “Geo.Howson & Sons, Ltd.”, “Twyfords, Ltd.”, etcétera).

Baño y water se unen: surge el “baño-habitación”

Hacia los años ‘20, se produce la unificación en un solo ambiente de las funciones de aseo e hi-giene personal y el “water-closet”, dejando de utilizarse la antigua separación entre ambos. Sur-ge de este modo el “baño-habitación”, un ambiente que -tal como lo indica su nombre- era con-cebido como una habitación más de la casa, con su propio estilo y con la bañera generalmenteubicada sobre el lado más largo del ambiente. Este modelo, también conocido como “baño in-glés”, se difunde ampliamente en la década de 1920 y constituye la antesala directa del “bañomoderno” de los años ´30.

La ubicación de los artefactos no obedecía a un patrón fijo, y se pueden encontrar múltiples va-riantes de acuerdo al tipo y nivel de vivienda que corresponda. Los arquitectos, invariablemen-te más preocupados en sus proyectos por los ambientes principales que por los reductos de ser-vicio, en general trataban de ocultar el inodoro de la vista directa, confinándolo en compartimen-tos aislados, con ventilación independiente. A menudo también la ducha, el bidet o el lavatoriomerecían receptáculos aislados o nichos. Lo cierto es que esta “habitación” superaba ampliamen-te las dimensiones y alturas del baño moderno tal como hoy lo conocemos, tenía iluminación na-tural, y un espacio central generoso para moverse con libertad. Los estilos históricos más utiliza-dos recurrían tanto a las formas de la antigüedad clásica como a variantes orientales, muy delgusto victoriano en boga.

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La estrecha relación comercial con Inglaterra favoreció en un comienzo la difusión de los sanita-rios ingleses, considerados los más adelantados de su época. Piezas de este origen se podían en-contrar en los más apartados lugares del mundo, como San Petersburgo, Melbourne, Nueva Del-hi, y mansiones de Estados Unidos. El cuarto de baño inglés, costoso por cierto, fue adoptado enlas dos primeras décadas del siglo XX por las clases acomodadas europeas, y también en el me-dio local, donde alcanzó rápida aceptación.

La enorme diversidad de modelos y estilos de artefactos importados que se vendían en BuenosAires, podían adquirirse en distintas firmas comerciales del centro (casas importadoras, grandestiendas y almacenes como “Harrod´s” y “Gath y Chaves”), entre las que se destacaba “Heinlein& Cía.”; la mayor importadora del momento. Los escaparates de esta casa ocupaban toda la plan-ta baja de “La Inmobiliaria” sobre Avenida de Mayo del 1400 al 1500, en uno de los edificios em-

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El espacioso cuarto de baño inglés, o “baño-habitación”,con múltiples distribuciones de artefactos, estilosy decorados, encuentra su apogeo promediando los años´20. (Biblioteca de Aguas Argentinas)

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blemáticos de este eje cívico. Los nombres de los artefactos que aparecen en su catálogo de pro-ductos -que incluía hasta automóviles- son una muestra de las asociaciones que despertaba en lacultura de la época este espacio íntimo y privado, habitado por artefactos con nombres de dio-ses mitológicos, de figuras femeninas de la antigüedad, plantas, flores exóticas, y una extensa lis-ta según se tratara de baños de asiento, inodoros o complejos sistemas de duchas para bañeras.

En un principio, la tendencia general fue tratar estéticamente a los artefactos de baño como mue-bles, como piezas que debían expresar el gusto del propietario y, además, en algunos casos ser“encapuchados”, es decir, ocultos, tras costosos revestimientos de madera u otros materiales, obien simplemente pintados. Con frecuencia, un mismo modelo estándar recibía distintos ador-nos, inaugurando líneas de productos sólo en apariencia diversos. En realidad, esta “debilidad”por el adorno -en consonancia con el gusto imperante- invadió cada elemento y cada rincón del“baño habitación”.

Aunque este tipo de baño alcanzó difusión a principios de siglo y los años ‘20, conviene desta-car que su generalización no fue uniforme. En muchos casos, continuó la división entre retreteso “water-closet” y la parte de aseo, con entrada exterior, especialmente en la casa chorizo y en lasviviendas rurales.

Pero no se trataba de un simple cambio de moda o de medidas. En los años ‘20, los adelantos téc-nicos en la ingeniería sanitaria y el perfeccionamiento de los artefactos y accesorios para baño,estuvieron relacionados con los cambios en el modo de habitar y el nuevo concepto de higieneque trasladó su eje de interés desde la asepsia al bienestar físico y el confort.

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Los lavatorios de porcelana, generalmenteembutidos en muebles de madera,recibieron profusión de decorados y exóticasdenominaciones.

Inodoro común, del tipo “wash-down”,compuesto por dos piezas -una taza y un sifón-era una variante más económicaque el de pedestal.

Las bañeras de porcelana enlozada, con patas de hierro,precedieron a las embutidas, que determinaron con su largo el anchodel baño moderno. (Biblioteca de Aguas Argentinas)

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Todo el “glamour” y la calidad de los artefactos norteamericanos “Standard”, en los años ´20, compitiendo palmo a palmo con sus adversarios ingleses enel mercado local. (Revista Plus Ultra, CEDODAL)

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El funcionalismo y la aparición del baño moderno

En la década del ‘30, precisamente en los años de auge de la arquitectura moderna en nuestropaís, es cuando aparece y se desarrolla el concepto de “baño-célula”, o “baño moderno”, tal cualhoy lo conocemos. Si en el “baño-habitación” predominaba la amplitud de espacios y el trata-miento estilístico, ahora -como contraparte- la organización del “baño moderno” se apoyaba enprincipios funcionales de economía y eficiencia espacial, de normalización y estandarización, endonde sistemas de medidas regulaban la distancia mínima entre artefactos.

En cuanto a los estilos, la transformación fue igual de drástica: este nuevo baño adquiere estéti-ca propia, con revestimientos y artefactos despojados de cualquier alusión decorativa y orna-mental. Ya no es el cuarto concebido como una habitación amoblada, o mero anexo del dormito-rio, ahora tiene sus propios materiales, revestimientos, y una estética fiel a los postulados delmovimiento moderno. Según S. Giedion, los orígenes de este “baño-célula” pueden rastrearse enlos hoteles norteamericanos de la década de 1910. Otras influencias, habrían sido los estudios so-bre vivienda mínima realizados en Alemania durante los años ´20.

Ya hacia 1908, en Estados Unidos había catálogos de fabricantes que presentaban planos de loscuartos de baño compactos que venían instalando en los nuevos hoteles, pero con los artefac-tos distribuidos en distintas paredes y la bañera de hierro enlozado, sobre sus pies, sin empo-trar. Aproximadamente en 1915 aparece también en ese país la bañera en forma empotrada, pe-ro -siguiendo la explicación de Giedion- es sólo hacia 1920 cuando se difunde el cuarto de ba-ño compacto, al fabricarse la bañera de pared doble y esmaltada con un largo estándar de 1.50m. Esta reducción espacial, condicionaba el lado menor de la planta rectangular al largo de labañera -que gira 90° respecto al cuarto de baño inglés- y los artefactos alineados a lo largo deuna misma pared.

Se completaba de esta manera, un recorrido de más de medio siglo, desde 1880 hasta 1930 apro-ximadamente, en el cual la higiene y necesidades corporales comenzaron siendo nómades den-tro de la casa, continuaron desarrollándose en espaciosos e hiperdecorados cuartos de baño, yculminaron en el modelo moderno, tal como hoy lo conocemos. En este derrotero, es curioso ob-servar cómo, este espacio ajeno a la mirada, ha conocido cambiantes reflejos espaciales, y nos hallegado al presente como un espacio doméstico más de la casa, “casi” digno de ser exhibido. Es-pecialmente si consideramos el desarrollo estilístico y tecnológico que ostentan muchos baños dela actualidad, alejados de la asepsia decorativa funcional, y próximos en su espíritu al desplie-gue que mostraban los catálogos de aquel verdadero festival sanitario finisecular.

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El artefacto blanco,sin ornamentos, se difundiráprogresivamente en la década de 1920,aunque sin abandonar totalmentelas generosas dimensionesde sus predecesores.(Biblioteca de Aguas Argentinas)

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En décadas subsiguientes,también habrá propuestas cromáticasque se extenderán a todosy cada uno de los elementos sanitarios.(Biblioteca de Aguas Argentinas)

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EL AGUA Y LOS PASEOS PÚBLICOS

La higiene urbana de fines de siglo XIX otorgó a los espa-cios verdes un importante papel en la preservación de la salud pú-blica. Las plazas, paseos y parques, fueron en la visión de los go-bernantes de la época -además de instrumentos indispensables enel nuevo paisaje cosmopolita finisecular- “no sólo un solaz, sino unanecesidad de higiene de las ciudades (...) los gastos que ello deman-de no se les puede aplicar el calificativo de lujo, sino de higiene pú-blica”, según afirma el primer intendente de la Capital, Don Torcua-to de Alvear. Durante la Intendencia de su sucesor, el Dr. Crespo, seinauguró el Jardín Zoológico dentro del Parque 3 de Febrero, un lu-gar con proliferación de pabellones en estilos exóticos, con grutas,puentes rústicos y un importante lago. No conforme con estos atrac-tivos, su director Clemente Onelli, sorprendió en 1911 a Buenos Ai-res con una sensacional noticia: el descubrimiento de un manantialde agua mineral que surgía a flor de tierra, en pleno Zoológico. Pe-riodistas, fotógrafos y una nutrida concurrencia invadieron el lugarpara probar el líquido, que era ofrecido en vasos, gratuitamente.Hasta se construyó una fuente, y se vendieron más entradas, puespor sólo diez centavos la gente podía llevarse a su casa varias bo-tellas de “agua mineral”. Este milagroso líquido, en verdad, eraagua corriente que había escapado de caños subterráneos de la red.

Lagos y grutas también se levantaron en numerosas plazas porte-ñas: en Plaza Constitución (18887/88), se realizó una gruta con laforma de un castillo en ruinas rodeado por un lago; en el Paseo dela Recoleta -uno de los más afrancesados- hubo también otra, acom-pañada por lago, mirador y rocallas, sobre la barranca, e inaugura-

da por Alvear en 1883. En Plaza Garay la gruta (1886) contaba conarroyo y puentes y una cascada de más de siete metros de alto.Como se ve, la presencia del agua, era un condimento indispensa-ble en los diseños afrancesados de los paisajistas de entonces, quea menudo combinaban trazados de caminos con cursos de agua ylagos. Agua y vegetación, eran aliados en la purificación del aire y,además en una función higiénica otorgada por la ciencia del mo-mento. En su concepción, estos espacios respondían a una misma vi-sión pintoresquista y romántica de lo natural, en la que no faltabanestatuas, estanques con juegos danzantes, templetes clásicos, plan-tas acuáticas, kioskos de música, y demás elementos evocativos. Es-pacios, donde se permitían licencias paisajísticas imposibles de plas-mar en la urbe, y donde cada sector del trazado estaba pensado pic-tóricamente, para satisfacer la contemplación y el goce visual.

El agua también ocupó otros espacios en la imaginación y el espar-cimiento de los porteños. Además de lugares de gran concurrencia,como los lagos de Palermo, desde los últimos años del XIX, se di-fundió la costumbre de los paseos náuticos. Tal parece haber sido elcaso de los paseos por el río Luján y por el Tigre con sus recreos. Losbailes de carnaval en el antiguo Tigre Hotel (anterior al actual einaugurado en 1890) eran un verdadero acontecimiento. El diario“La Prensa” de 1891, describe a estas fiestas como “una reminis-cencia de las noches encantadas de Venecia”, en la que las quintas“iluminadas con profusión por sus dueños mostrarán sus luces enlas tranquilas aguas y cruzándose con los reflejos de las lámparasde las embarcaciones producirán un efecto fantástico que recorda-

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Paseo del Tigre, con el antiguo edificio del Tigre Hotel. (CEDODAL) Uno de los pabellones del Zoo porteño, en estilo hindú, a orillas del lago. (CEDODAL)

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rá las lagunas del Adriático surcadas por góndolas.” Georges Cle-menceau llamó al Tigre en 1910 “una Venecia de jardines”, con ár-boles de todas las procedencias inclinados sobre los canales, con“pequeños barcos cargados de una juventud dichosa en la cadenciade los remos entre las risas y los cantos (...) quintas y casitas suizasde estilo suizo fundadas sobre pilotes, hoteles, fondas ventorrillos y

establecimientos de todas suertes, para todas las clases de la socie-dad, confundidas en los días de descanso en aquellas aguas encan-tadas, que ofrecen un asilo de paz animada para suceder a las fa-tigas de Buenos Aires.”

J. T.

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Gruta en Plaza Constitución. (CEDODAL)

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JUAN MARTÍN BURGOS Y EL BALNEARIO “LA CAPITAL”

El arquitecto Juan Martín Burgos fue uno de los personajesmás interesantes de la arquitectura argentina en las dos últimas déca-das del siglo XIX. Sus comentarios críticos sobre la arquitectura de Bue-nos Aires, publicados en 1880 en los Anales de la Sociedad CientíficaArgentina, muestran su identificación con una visión funcionalista.

Sus conocimientos enciclopédicos se traslucen en su propuesta parala Nueva Capital de la Provincia de Buenos Aires, realizada en 1882y cuyo plano tiene inmediata influencia en el trazado con diagona-les de la ciudad de La Plata, fundada ese mismo año. Burgos pue-de, junto a Dardo Rocha, considerarse como el ideólogo de aqueltrazado que causó admiración por su modernidad.

En la misma época, Burgos realizaba un proyecto para Balneario“La Capital” con un muelle diseñado en madera. Se trataba de una

plataforma de unos 80 metros de largo y 28 de ancho, que se sos-tenía como un gran palafito sobre el río.

Al fondo del muelle, unas oficinas administrativas con la banderahabilitaban a un paseo flanqueado de casillas de madera con suscorrespondientes artefactos sanitarios. Había casillas “comunes”para varios bañistas y otras individuales un poco más pequeñas(1,20 x 1,80 m). Las casillas que daban hacia el río contaban conun pasaje y baranda de hierro, mientras que un sistema de cuatroescaleras habilitaba el acceso al agua.

Esto demuestra la temprana preocupación por aprovechar orgáni-camente desde un punto de vista empresarial las márgenes del ríopara una recreación natatoria.

R. G.

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Planta y vista lateral del balneario “La Capital”, Arq. Juan Martín Burgos (CEDODAL)

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EL CAMINO DEL AGUA

Desde que en 1516 Juan Díaz de Solís descubriera este MarDulce, el río sería el sitio de comunicación de la región con Españay el resto del mundo. Así lo vería Mendoza al instalar el primerpuerto y así sucedería con Garay, quien bajando desde Asunción ySanta Fe por el Paraná, terminaría fundando la definitiva BuenosAires en las orillas del Plata.

A lo largo del tiempo llegaron los extranjeros que veían en estastierras la posibilidad de conquistas. Si franceses, portugueses yholandeses merodearon el sitio, los ingleses no andaban muy le-jos. Claro que como España abandonaba un tanto la ruta directay se manejaba con la del Pacífico, algunos se tentarían con el con-trabando. El tratado de libre comercio en 1778 abriría otras líneasde tráfico que traerían novedades. Los ingleses se adelantaron yapareceron dos veces por el río, con una suerte que parecía son-reírles, pero que poco después los empujaría a subirse a sus na-ves y emprender el regreso.

La poca profundidad del río impediría que su costa se usara direc-tamente para atracar, lo que o bien se hacía en el Riachuelo “de losnavíos”, como entonces se decía, o bien obligaba a canjes de trans-porte entre el buque y la tierra firme.

Con el tiempo y la nueva organización portuaria de finales del sigloXIX y buena parte del XX, el Plata se consolida como receptor de va-pores, paquebotes y transatlánticos. Muchos de nuestros abuelos arri-

baron a estas tierras poresa vía. La primera visiónque tuvieron de la ciudadfue justamente la perspec-tiva desde el agua. No sóloeran inmigrantes ávidos deuna tierra de pan y de tra-bajo los que llegaron. Tam-bién venían personalidadesde la cultura, el comercio y

la política. La llegada de los vapores era todo un acontecimiento quese renovaba varias veces al día. La carga y los pasajeros coincidían enmuchas ocasiones. Con la transformación portuaria y el desarrollo deltránsito aéreo este panorama tocaría a su fin.

Pero ya bastante antes, el tránsito aéreo también tendría al río co-mo ambiente natural. La llegada del “Plus Ultra”, inmortalizada porGardel, tendría lugar allí: en el río. Luego vendrían la Aeroposta pa-ra unir Buenos Aires con el litoral fluvial y el marítimo. Los hidroa-viones para ir a Montevideo estarían operando hasta principios dela década de 1960.

Los cambios en los medios de transportes se acelerarían en el últi-mo medio siglo, y hoy las aguas también sirven para el traslado decontenedores y para la actividad deportiva, aunque en menor me-dida para los viajes intercontinentales de placer. No obstante, a pe-sar de que el tránsito de pasajeros hacia Paraguay, el Nordeste yEuropa quedó en buena medida para el recuerdo, hoy la magia yel encanto de aquellos viajes parece renacer, con las nuevas pers-pectivas de turismo que ofrecen ultramodernos transatlánticos,equipados con los últimos adelantos de confort. Porque, a pesar desu pérdida de protagonismo frente a los veloces aviones, el barco,hoy continúa despertando en el imaginario de todos una cautivan-te y evocadora metáfora visual.

G. M. V.

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El hidroavión “Plus Ultra”frente a Buenos Aires,con el Yacht Club de fondo.(AGN.DDFA)

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Con la construcción y apertura del Puerto Madero la relacióndel porteño con el río se vio desplazada hacia otras zonas de la ribe-ra. Hacia el sur, entre las casillas de los pescadores, concurrían los do-mingos a la tarde familias modestas que se trasladaban para tomarel mate al aire libre. En el lugar, los bañistas se internaban en carrospara higienizarse con la idea de no ser vistos, mientras que una ma-sa compacta de ciudadanos trajeados no perdía detalle desde la cos-ta. La revista Caras y Caretas bautizó el sector como “Balneario de lospobres”, pues mucha gente del suburbio y de “modales poco urba-nos” solía introducirse en las aguas libre de todo vestido.

La idea de transformar este tramo en un paseo público surgió du-rante la intendencia de Joaquín Llambías. Benito Carrasco en 1916comenzó la transformación de estos sitios alejados. El nuevo Paseoy Balneario se ubicó entre las avenidas Belgrano y Brasil y fueprontamente inaugurado el 11 de diciembre de 1918. A la alturade Brasil, un murallón con escaleras que descendían sobre el río seextendía entre un espigón de hormigón armado y una pérgola se-micircular que remataba en la avenida Belgrano. La rambla desti-nada a los peatones estaba bordeada por una faja de jardines conlocales para diversiones, canchas de fútbol y tenis. Una avenidapermitía la circulación de los vehículos, flanqueda por otra parqui-zada y con profusa arboleda. La costanera fue prolongada hacia elnorte hasta la calle Viamonte conformando una alameda entre laavenida costera y la interior. El esplendor de este nuevo espacio dela ciudad puede ubicarse entre las décadas del 20 y del 30, calcu-lándose una concurrencia diaria de 50 mil personas. Los porteñosagobiados por el calor que no podía permitirse el lujo de viajar a losbalnearios de moda, se daban cita frente al río, formando una ver-dadera muchedumbre. El equipamiento de los lugares de esparci-miento también comprendía quioscos y teatritos, en la extensión dela avenida Belgrano. En 1927 el arquitecto Andrés Kalnay (1893-1932) proyectó dos edificios gemelos y enfrentados, los restauran-tes “Brisas del Plata” y “Juan de Garay”, actualmente demolidos, ylos quioscos “La Alameda” y “Punch de Naranja”, también desapa-recidos. El mismo profesional levantó un magnífico edificio la “Cer-vecería Munich”, actual Museo de Telecomunicaciones. En la esqui-na del Bulevar de los Italianos y la avenida Belgrano se levantó elChalet de la Cruz Roja.

BALNEARIO DE LA COSTANERA SUR

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Revista Caras y Caretas, 1914. (AGN. DDFA)

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La forestación de la Costanera fue obra del arquitecto paisajistaCarlos Thays, se agregaron además, un jardín y teatro griego. Elsector fue completado posteriormente con los edificios de la Escue-la Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, el ObservatorioNaval del Servicio Hidrográfico Nacional y el Lazareto Capital.

A través de los años un conjunto de obras escultóricas fueron incor-poradas en el paseo costero como la formidable “Fuente de las Ne-reidas” realizada por la escultora tucumana Lola Mora, que fue em-plazada en 1918 en este espacio más alejado del centro de la ciu-dad y de las miradas curiosas; el monumento a Luis Viale de Odoar-

do Tabacchi, el mástil donado por la colectividad italiana en 1926;y en 1936 el “Monumento a España”de Arturo Dresco.

En 1921 el balneario pasó a depender de la Municipalidad de Bue-nos Aires. Por la memoria de ese año sabemos que concurrían46.000 bañistas. Por el costo de 2 pesos se vendían oficialmentetrajes de baño, medida de profilaxis que aumentó los ingresos delmunicipio en cerca de 6 millones de pesos, monto más que conside-rable para las exiguas entradas de la comuna.

E.R.

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Vistas de la Costanera Sur en sus años de esplendor. (CEDODAL)

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PILETAS PÚBLICAS

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Piletas en Parque Saavedra, Revista “Caras y Caretas”, 1914 (AGN. DDFA).

Chapoteando. (AGN. DDFA)

En esta época, aunque el baño en el río todavía era una cos-tumbre, fueron surgiendo clubes sociales donde se practicaban de-portes, difundiéndose de este modo el ocio al aire libre. La prácticade la natación, en espacios cerrados fue considerada también muyaconsejable por los médicos, ya que permitía conservar la higiene,y daba una acción beneficiosa a la salud. En este sentido, la cerca-nía del Río de la Plata no impidió el surgimiento de una nueva mo-dalidad de higiene comercial: las casas de baños, reglamentadas,dotadas con las comodidades para el aseo, y hasta con ciertas pre-tensiones de lujo. Elementales cuestiones de sanidad e higiene pú-

blicas hicieron que el municipio tomara a su cargo el control delfuncionamiento de estas casas, a fin de evitar que en piletas y re-ceptáculos se bañaran quienes padecían enfermedades. Entre otrosrequisitos el agua de las piletas debía renovarse constantemente.

En 1878 se instaló en la calle Florida “El Gimnasio”, establecimien-to de baños y escuela de natación. Tenía un salón de hidroterapia yun departamento especial para señoras. Se distinguían los baños deinmersión, y diferentes tipos de lluvias y duchas, la ducha escoce-sa, la de “afrecho”, la de mar artificial y a vapor. En verano se ofre-cían conciertos de piano que amenizaban las reuniones del lugar.

En el pueblo de Belgrano, que pronto se incorporaría al radio de lacapital, se hallaba un natatorio muy concurrido, situado a escasosmetros de la estación del Ferrocarril del Norte, en las calles Jura-mento y 11 de Septiembre. Las dos piletas con sus trampolines fue-ron inauguradas el 7 de enero de 1883 en el paseo de la Barran-ca, tenían 5 m de ancho por 10 a 12 de largo, con una profundi-dad considerable. Como era natural se encontraban separadas la dedamas y caballeros. Fueron construidas por iniciativa de vecinos,entre los que se contaban Emilio Bunge, Ernesto Tornsquist, y Fran-cisco Seeber, Al frente se diseñó un jardín, accediéndose a los dis-tintos servicios por un kiosco octogonal de madera. Las piletas es-taban cercadas por una empalizada y cubiertas por un techo corre-dizo. En este sitio rodeado de sauces llorones, se reunían los veci-nos y amantes de la natación.

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Otras casas de baño fueron surgiendo en pleno centro de la ciudad,como “La Argentina”, ubicada en Bartolomé Mitre 96, propiedad dela sociedad Lacroze, Montaña y Domínguez. En su parte delanterahabía una sala de duchas, cuyo centro estaba revestido por bloquesde mármol. En la parte lateral se disponían cuartos de baños de in-mersión fríos y calientes. La gran pileta de natación tenía 25 me-tros de largo y 10 de ancho, con una profundidad máxima de tresmetros. La cabecera estaba curiosamente ornamentada por unagruta - al estilo de la época- y por figuras femeninas, mientras queel agua emanaba de la extraña forma de un dragón. El boleto cos-taba 0,50 $ y por día concurrían unas 350 personas. Otras piletasde estas características fueron “L’ Universelle” y el establecimiento

regenteado por el señor Cabanettes en la calle Balcarce. En este lu-gar, donde se alentaba la práctica deportiva otorgándose premios alos nadadores, surgieron los primeros cultores de la natación local.

Como se ha visto, muchas de las actividades deportivas surgidas enestos años estuvieron asociadas con factores higiénicos. El efecto be-nefactor del agua, sobre la salud y el bienestar físico iría despertan-do el interés por alcanzar una máxima utilizada por las asociacio-nes atléticas del momento, mens sana in corpore sano.

E. R.

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Revista “El Mosquito”, 1883. Sátira de los políticos del momento, haciendo la plancha en la pileta de Belgrano. (AGN. DDFA).

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PROYECTOS DE BALNEARIOS EN EL RÍO

Los proyectos transformadores de la década de 1880 alcan-zaron a un vasto sector de la zona de Recoleta, comenzando la ur-banización y rectificación de calles y avenidas. El barrio, se habíaconvertido en un sitio ideal para el esparcimiento, con el Jardín Bel-vedere, el Prado Español y el atractivo de las montañas rusas, deallí que cobrara impulso la creación de un Parque con Baños Públi-cos, recostado sobre el Río de la Plata, el que fue proyectado porEugène Courtois. Se hallaba lindante con el Establecimiento de losFiltros de las Aguas Corrientes, la calle Callao, y las vías del Ferro-carril del Norte. Fue planeado como un conjunto con bosques, árbo-les aislados, corbeilles de flores y arbustos rodeando el área de re-creación. No faltaban los kioscos, el restaurant, el café, las salas deconcierto, y un lugar para la orquesta y tocador. También había unespacio destinado a Baño General y Gimnastea. En otro plano, so-bre el borde costero se observa una gran pileta cuadrada con susángulos ochavados, y con un pabellón semicircular al que se acce-dería por un camino arbolado. En la viabilidad del proyecto fue de-cisiva la cercanía del Establecimiento de Aguas Corrientes al cual seconectarían los desagües y la entrada del agua. El Paseo así planea-do, presentaba un notable atractivo por su diseño paisajístico, su re-lación con el borde ribereño y la inclusión de un acuarium con plan-tas tropicales. Iniciadas las obras el trazado del gran paseo que bor-deaba la ribera obligó a terraplenar la zona destinada a los BañosPúblicos. Esta acción, emprendida por el municipio capitalino, per-mitía ganar un área de tierras destinadas a un objeto vital para elvecindario, como era el uso de estos baños tan reclamados en esteperíodo de transformaciones. En suma, un proyecto atractivo quebrindaría un servicio social necesario y embellecería el lugar. Sinembargo, pronto estos trabajos se vieron malogrados por los pro-yectos de ampliación del puerto de Buenos Aires.

A estos emprendimientos generados por el municipio se agregó unapropuesta de particulares para construir un monumental estableci-miento de baños que se ubicaría entre las calles Callao, Junín, Aya-cucho y el entonces denominado Paseo de Julio. A tal efecto el mu-nicipio cedió al concesionario una superficie de 51.000 metros cua-drados por ochenta años. La planta general del balneario es sor-prendente, tanto por la magnitud de su escala como por los diver-sos servicios que en ella se proyectaron: departamentos medicina-les, baños sulfurosos, lluvias de agua dulce, duchas medicinales, ba-ños de inmersión de agua dulce y salada, gimnasia medicinal, pe-dicuría, peluquería. Un establecimiento dedicado a la hidroterapiaque en poco difiere de los actuales servicios ligados al bienestar yla salud. La dirección estaría a cargo de un Consejo médico forma-do por los principales sanitaristas, entre quienes se contaban el doc-tor Antonio Crespo -ex intendente- y el célebre químico Pedro Ara-ta. Completaban este comité directivo sumamente especializado losseñores Gil, Tamini, Astigueta, Fernandes y Maglione. Como era ha-bitual, no podían faltar en el lugar el diseño de grutas y cascadas.Lo sorprendente es que el agua se pensaba conducir por cañeríasdesde una distancia de 40 leguas. El ambicioso conjunto contabaademás con trescientas casas de departamentos, conectadas a la redde agua corriente y de luz eléctrica. En los pisos bajos se planeabainstalar un mercado, y diversas casas de comercio, un teatro y jar-dines, que procurarían satisfacer las crecientes necesidades de re-creación de la ciudad. La idea apuntaba a generar un nuevo estilode vida destinado a la expansión de los pobladores del barrio deRecoleta, en continuo crecimiento. A pesar de sus grandiosas pro-porciones el proyecto no llegó a concretarse.

E. R.

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Fachada de un establecimiento de baños sobre la calle Callao, hacia 1888. (Revista El Sudamericano, 1889, Buenos Aires)

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Plantas de proyectos para baños públicos. (Beccar Varela, A. Torcuato de Alvear, Primer Intendente Municipal, 1926, Op. cit.)

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BALNEARIO PARA EL NUEVO SIGLO

La euforia del cambio de siglo, unida a la recuperación eco-nómica luego de la crisis de 1890, se manifestaba en las transfor-maciones urbanas de Buenos Aires como símbolo de la modernidaddel país. Entre los múltiples proyectos que se analizaban, luego dela apertura del Puerto Madero y la culminación de los servicios deagua potable y saneamiento en el área céntrica (Radio Antiguo), es-taba el del aprovechamiento lúdico del río.

La idea del Balneario Público, que se había manifestado embriona-riamente en esas dos últimas décadas del siglo XIX, apareció plas-mada en un magno proyecto que retomaba, más allá de los diquesde Puerto Madero, entre las prolongaciones de las calles Cangallo(hoy Tte. Gral. Perón) y Corrientes.

El diseño del arquitecto Augusto Terracini, realizado para el em-presario Lorenzo Fiorini en junio de 1900, abarcaba un complejodeportivo con áreas verdes donde se programaban canchas de fút-bol, cricket y lawn-tennis, así como una pista de atletismo. En suextenso desarrollo, el Balneario presentaba grandes unidades edi-licias para stand de tiro, escuela de natación y zonas de baños enel río para señoras, obviamente separadas de las destinadas a los

caballeros. Simétricamente dispuesto a la zona de stand de tiro,se ubicaban unos baños, de carácter público y gratuito, con unareducida escala frente a la magnitud de la gran construcción cen-tral de dos plantas.

El núcleo central tenía un gran Salón de Fiestas, y avanzando sobreel muelle unos grandes depósitos de canoas. Una arquitectura dehierro con claraboyas de vidrios y “verandas” o balcones que per-mitían la contemplación del agua, configuraban la caracterizaciónde este conjunto, que si bien se situaba en los lineamientos de com-posición y al empaque del academicismo arquitectónico, mostraba,más allá del rigor de sus fachadas, su espíritu lúdico y recreativo.

En definitiva, la consolidación de aquel imaginario europeo que po-dría impactar emotivamente a los inmigrantes y viajeros que llega-rían al ya consolidado puerto de la ciudad de Buenos Aires.

El agua como objeto de contemplación o para el baño, se integraba asía la dinámica preocupación de empresarios y funcionarios porteños.

R. G.

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Plano de ubicación del Balneario del Nuevo Siglo,1900. (CEDODAL)

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Planta general del proyecto. (CEDODAL)

Planta alta y corte. (CEDODAL)

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PARQUE AVELLANEDA

En 1912 el municipio adquirió una fracción de 50 ha desti-nadas a paseo público en el oeste de la ciudad, la que fue entre-gada al entonces Director General de Parques y Paseos, CarlosThays. Las tierras habían sido colonizadas a comienzos del sigloXIX. Originalmente formaron un tambo que proveía de leche aBuenos Aires, además de contar con moliendas de trigo y panade-ría que surtía al pueblo de San José de Flores. El sitio ocupado porla chacra Los Remedios alcanzó una nueva dimensión al diseñar elingeniero Carlos Olivera la residencia de Villa Ambato, ocupándo-se además de la reforma de la estancia. La mansión ocupaba unavasta superficie, rodeada de árboles frutales y jardines. Las cróni-cas recuerdan que un equipo a vapor, instalado en las inmediacio-nes aseguraba la provisión de agua, para consumo y para cultivode la huerta, parque y jardines.

A comienzos del siglo XX la zona fue urbanizándose, se fracciona-ron terrenos entre los que contó la antigua chacra transformada enpaseo, destinándose espacios a canchas de tenis y fútbol, sector dejuegos y teatro infantil. Las obras fueron inauguradas en 1914 porel intendente Joaquín de Anchorena, el parque recordó en primerainstancia a Domingo Olivera fundador del lugar, cambiándose al po-co tiempo por la actual denominación. En 1919 se instaló en la an-tigua casona una Colonia de Vacaciones para Niños Débiles, obra

que fue impulsada por el concejal socialista Antonio Zaccagnini. Eledificio fue adaptado y restaurado para su nueva misión.

En 1923, atendiendo a una población en continuo crecimiento seencaró la construcción de un natatorio, un centro de educación físi-ca y deportes, una escuela y colonia de vacaciones. La construcciónde la pileta de natación recuerda el estilo de las termas romanas,con elementos clasicistas y art decó con ornamentación de corteamericanista, muy al gusto de la época. En 1925 la Dirección Gene-ral de Plazas da cuenta de la casa de baños con pileta de natacióny sector de duchas divididas en sector para mujeres y para varones.Durante el tiempo en que funcionaba la colonia de vacaciones unos4.500 niños disfrutaban de estos servicios dos veces por semana. Latotalidad de usuarios alcanzó a unas 50.000 personas.

Con el correr del tiempo estas instalaciones fueron abandonadas yse fueron deteriorando. En la actualidad, motivados por la comuni-dad se han ido recuperando la antigua Villa Ambato y el Natatorio,que tuvo durante tantos años destacada acción al propulsar la com-petencia deportiva entre los jóvenes de la ciudad.

E. R.

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Natatorio del Parque Avellaneda (P.M.)

Page 67: Buenos Aires y el agua

El frágil sistema sanitario de Buenos Aires, a mediados delsiglo XIX se vio quebrado por repetidas epidemias que asolaron ala población. Para proteger la salud de los habitantes surgió inte-rés por crear baños y lavaderos públicos destinados a los sectorespopulares. En 1855 se proyectó construir dos edificios, ubicados alsur y al norte del sector central de la ciudad, a fin de servir de am-paro a las lavanderas y solucionar el problema que provocaba em-plear el agua del río para la limpieza de la ropa. Se contemplótambién la creación de casas de baños fríos o calientes destinadasa familias y enfermos, propuestas que fueron desestimadas por lasautoridades. Posteriormente, volvió a alentarse la creación de la-vaderos y establecimientos de baños. En verano la cercanía del ríopermitía a los porteños bañarse en sus aguas, pero al intensificar-se el crecimiento de la población esto fue solo posible para aque-llos que vivían en sus adyacencias. Alejados de esta posibilidad lostrabajadores no contaban ni con tiempo ni medios para concurrir ala ribera del Plata. En la década de 1880 volvió a renovarse el in-terés por instalar baños populares que podían ser costeados por lamunicipalidad, y por tanto carecer de impuestos fiscales. Este tipode prestaciones, común en los países europeos, estimulaba su rea-lización en nuestro medio aun cuando los servicios de aguas co-rrientes no eran todavía regulares.

El tema de los lavaderos públicos se renovó hacia 1870, en esetiempo la costumbre del lavado de la ropa en los pozos excavadosen el río fue conceptuado altamente antihigiénico y comenzó apreocupar a las autoridades. Se consideraba que las corrientes deagua eran verdaderos criaderos de bacterias, por la creciente ac-ción de las lavanderas que ocupaban toda la ribera, desde la baja-da de la calle Humberto I, en el barrio de San Telmo, hasta Paler-mo. Su labor no era considerada un oficio propio de la servidum-bre doméstica. En las familias más pobres hasta las más acomoda-das, el trabajo se hacía en los fondos de las casas, en el río, enarroyos y lagunas. Los servicios de las aguas corrientes alentaron,sin duda a la municipalidad para encarar la ejecución de lavaderosmodelos siguiendo el ejemplo de los de París. En este sentido, en1887 se autorizó a Juan Plá a construir un lavadero higiénico enel centro de cada una de las secciones del municipio. En su distri-bución estos lavaderos contaban con un jardín al frente y techum-bres acristaladas, mientras que las aguas servidas serían llevadaspor caños de hierro al Río de la Plata, instalándose además estu-fas desinfectantes. Una sala especial era destinada al cuidado delas hijas de las lavanderas. Los reglamentos internos de estos lava-deros y baños públicos serían sometidos al conocimiento y a la ob-servancia del municipio. Sin embargo, los edificios construidos pre-sentaban un estado deplorable, y la salida de los pozos del río nomejoró la situación. Ahora las ropas también sufrían un gran des-gaste, que a manos de las lavanderas se transformaban en nuevosagentes de infección. Mezcladas y con grandes dosis de jabón y delejía para el blanqueo, agudizaban su deterioro. En los estableci-mientos modelos se alternaba el agua fría y caliente, los espacioseran ventilados e iluminados, provistos de aparatos de lavado me-cánico, y secadores con cloacas para las aguas servidas. La lavan-dera alquilaba una o dos piletas, las llenaba con agua, colocaba laropa sucia, la jabonaba rápidamente y la maceraba con cristales desosa. Las prendas eran sacudidas con un mazo de 1 kilo de peso ygolpeada firmemente sobre una tabla, en un ambiente invadidopor un olor nauseabundo y mientras sonaban los cantos de los ai-res de la tierra que ellas entonaban. A pesar de la existencia de es-tos lavaderos y del numeroso registro de lavanderas -que llegó acontabilizarse en 3000- éstas seguían haciendo su tarea en el río,en los arroyuelos, lagunas, casas y conventillos.

E. R.

BAÑOS PARA POBRES Y LAVADEROS

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Vista de un secadero de ropa. (AGN.DDFA)

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Vistas del trabajo en los lavaderos públicos. (AGN.DDFA)

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Si el abastecimiento de agua mediante fuentes y pilones fuela respuesta habitual en las ciudades coloniales de América, BuenosAires utilizaría preferentemente el sistema de los aguateros, com-plementado por el de aljibes y cisternas como se ha dicho.

La idea de la fuente aparece como un elemento ornamental en losespacios públicos, dentro de las ideas ilustradas para generar esce-narios urbanos embellecidos. Los tipos de fuentes que desarrolla So-bremonte, cuando era Gobernador en Córdoba, aparecerían poste-riormente en Buenos Aires, cuando fueron propiciadas por Bernar-dino Rivadavia, empeñado en transformar a la ciudad en una urbeeuropea y progresista.

No debe sorprendernos que en 1826 se piense en demoler la Pirá-mide de Mayo para reemplazarla por una fuente de bronce en ho-menaje a la emancipación nacional, cuya finalidad era representara la posteridad “el manantial de prosperidad y de glorias” que tes-timoniaban a la Nación. La concepción vinculaba este espíritu sim-bólico con otras apreciaciones más prácticas como las de dotar deabastecimiento de agua al sector urbano, por lo que el proyecto lefue encomendado a Santiago Bevans a cargo del Departamento Hi-draúlico. La oposición popular a la demolición de la Pirámide deMayo hizo claudicar el proyecto.

Hacia 1870 se habían colocado en la Plaza de la Victoria dos fuen-tes de hierro fundido adquiridas en Francia a la firma “Val D’Osne”.Ellas fueron localizadas junto a la Recova Vieja y el Cabildo. Simila-res modelos fueron remitidos a Córdoba, Paraná y Mendoza. Supo-nemos que el transporte de agua para las fuentes fue muy dificul-toso en esta primera fase y como recuerda Vicente Quesada en1882, “están secas el año entero”. Con la remodelación propuestapor el Intendente Torcuato de Alvear y el arquitecto Juan AntonioBuschiazzo, se planteó colocarlas en los extremos de las plazas aho-ra unidas, pero antes de culminar el siglo una de ellas fue llevadaa Palermo, y finalmente ambas recalaron en Parque de los Patriciosy en el Parque de los Andes, en el barrio de la Chacarita.

En 1903 se colocarían nuevas fuentes en Plaza de Mayo, momentoque queda documentado en la postal que remite el Ingeniero Villanue-va a Luis Cañás. Pero la imagen de la fuente como gran expresión delornato urbano, de la riqueza y disponibilidad del agua que corría araudales se mantiene durante todo el siglo XIX y comienzos del XX. Lapropuesta del academicismo francés de buscar una “estética edilicia”que articulara a las propuestas de los higienistas con los “pulmonesverdes” de la ciudad (plazas, parques y bosques) y del “ornato urba-no” de los edificios y equipamientos, fueron aspectos claves en la preo-cupación de funcionarios, urbanistas y paisajistas.

Las “Fuentes decorativas” eran temas habituales en la enseñanzade la arquitectura desde comienzos del siglo XX y hasta avanzadoel mismo. Los ejemplos que mostramos en la oportunidad son sen-dos proyectos de fuentes realizados por los arquitectos Prebisch yVautier en la Escuela de Arquitectura de Buenos Aires en el año1915 dentro de su aprendizaje profesional. El carácter monumen-tal y exento de las fuentes habla, no solamente de su carácter de-corativo, sino también de la integración del mundo artístico y escul-tórico en el equipamiento urbano. Estas ideas de la integración en-tre arte y naturaleza formaban parte emblemática de la visión ro-mántica de la ciudad decimonónica, donde la dinámica del progre-so debía compatibilizarse con el paseo bucólico ya amenazado porel trajín de lo cotidiano.

R. G.

FUENTES PARA EL ORNATO URBANO

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Fuente en la Plaza de Mayo, inaugurada en 1903. (CEDODAL)

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Proyectos de fuentes decorativas de los Arqs. Prebisch y Vautier, 1915. (AV)

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FUENTES MONUMENTALES

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A comienzos del siglo XX, se instalaron en Buenos Aires tresfuentes y conjuntos escultóricos de características monumentales:“Las Nereidas”, el monumento de los “Dos Congresos” y el conoci-do popularmente como “de los Españoles”, en las avenidas Sar-miento y del Libertador. Tres obras que reflejan un período de sin-gular esplendor artístico de la capital porteña.

“Las Nereidas”, también denominada “El tocador de Venus”, fuerealizada por la artista tucumana Lola Mora, precursora de nues-tra escultura. En 1903 la fuente fue ubicada en el Paseo de Julio.En su composición se conjugaron criaturas mitológicas evocadorasdel mar. Tres figuras masculinas simbolizan a tritones soportadospor una colosal valva de molusco, las imágenes son sostenidas portres caballos que se hallan casi sumergidos en el espejo de agua.Las figuras femeninas que emergen a modo de sirenas, caracteri-zadas por su cola de pez, se ven coronadas por una Venus desnu-

da que surge de una valva menor, que remata el monumento. Laautora empleó piedra y mármol de Carrara, para la ejecución deuna obra, que por la osadía en el tratamiento de los desnudosatrajo las miradas críticas de los entendidos. Esta situación obligóa trasladarla en 1918 a la plazoleta de acceso al espigón del bal-neario de la Costanera Sur.

Frente al Palacio del Congreso, fue inaugurada el 9 de julio de 1914una de las fuentes más monumentales de la ciudad. La obra reme-mora dos hechos fundamentales de nuestra historia: la Asamblea delaño 1813 y la Declaración de la Independencia de 1816. Trabajaronen el monumento “A los Dos Congresos” el escultor belga Jules La-gae y el arquitecto D’ Huicque. El conjunto al que se accede por ma-jestuosas escalinatas se ve coronado por la figura de “La República”caracterizada con un ramo de laurel en la mano derecha. Otra ima-gen símbolo de “El Trabajo” se apoya en la guía de un arado, a cu-

Fuente de Las Nereidas, Lola Mora. (P.M.)

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yos pies yace una serpiente, mientras que la figura de “La Abundan-cia” vierte su simbólico cuerno, rodeadas por figuras alegóricas querecuerdan la Asamblea de 1813 y el Congreso de 1816. Una ampliapileta, con juegos de agua rememora la presencia del Río de la Pla-ta, grupo escultórico de animales -caballos, cóndores- guiado por lafigura del Genio. A sus costados dos alegorías vierten el agua de suscántaros representando al río Paraná y al Uruguay. Graciosos cupi-dos danzantes adornan los contornos del gran estanque. Debajo dela plataforma del monumento un subsuelo con bombas hidráulicasfacilitó inicialmente el movimiento de los juegos de agua.

Con motivo del Centenario patrio la comunidad española ofreció ala Nación Argentina una grandiosa fuente que fue emplazada en

Palermo. La obra titulada “La Carta Magna y las cuatro regiones ar-gentinas” fue proyectada por el escultor español Agustín Querol ycontinuada a su muerte por su taller, recién arribó a nuestra patriaen 1927. En su basamento principal ocupado por las piscinas emer-gen cuatro alegorías de bronce que simbolizan los Andes, el Río dela Plata, La Pampa y el Chaco, figuras de las que surgen los efectosde agua. El cuerpo central se compone de un bloque monumental,donde se enfatiza la unión de argentinos y españoles en figuras desuaves transparencias y contornos. Las imágenes de La Paz, la Jus-ticia, la Agricultura, la Industria y el Comercio se ven presididas porla figura de la República que culmina el monumento.

E. R.

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Monumento de los españoles, Agustín Querol. (J.T.) Monumento de los Dos Congresos, Jules Lagae. (P.M.)

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EL ASCENSOR HIDRÁULICO

La provisión de agua corriente a Buenos Aires derivó, entreotros importantes usos, en la aparición de los primeros ascensoreshidráulicos. Se tiene noticia de la instalación en 1875 de un eleva-dor para transporte de pasajeros y mercaderías en el Hotel de laPaix, ubicado frente a la Iglesia de la Merced. Su construcción seatribuye a la firma Silvestre Zamboni e hijos. Estos aparatos se em-plearon en Europa y en América antes que los eléctricos. Veinteaños después, en 1895 Carlos Ortiz Basualdo, propietario de la fin-ca situada en la calle Piedad 628, hoy Bartolomé Mitre, requirió ala Comisión de las Obras de Salubridad, un servicio especial de aguacorriente para alimentar el mecanismo de un ascensor de estas ca-racterísticas. Las partes principales la constituían un motor, un apa-rejo o mecanismo auxiliar para lograr la elevación, una plataformapara soporte de las cargas y un dispositivo de seguridad. El movi-

miento de ascenso y descenso quedaba asegurado por el trabajo depoleas, cables y correas. Este sistema poseía la ventaja de realizarun gasto siempre igual de agua para cada ascensión, cualquieraque fuera la carga que transportase. Además la sencillez del motory la uniformidad del movimiento, lo hacía seguro en su manejo, po-sibilitando alcanzar mayores velocidades.

Estos vehículos de transporte vertical eran recomendables para eltraslado de personas. Nuestro aparato -que se elevaría dos pisos- semovía por el peso de un depósito de agua doble. Cuando una de lasplataformas llegaba al punto más alto, se llenaba de agua un de-pósito unido a ella con lo que su peso aumentado arrastraba la pla-taforma inferior. Al descender ésta, el depósito se vaciaba, llenán-dose al mismo tiempo el que había llegado arriba, y estableciéndo-

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Gran Tienda “A la Ciudad de Londres”,partitura musical. (Col. E. R.)

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se un juego de pesos y contrapesos que permitían su funcionamien-to. El agua debía tomarse directamente de las canalizaciones ordi-narias, en las que la presión llegara normalmente hasta 4 ó 6 kilo-gramos por cm2.

El sencillo diseño, fechado el 1º de noviembre de 1894, contaba conun tanque superior con capacidad para unos 3500 litros. El eleva-dor consumía 250 litros en cada ascensión, y fue contemplado pa-ra subir 14 veces en un día, pudiendo solamente trasladar a dospersonas en cada trayecto.

En aquellos tiempos, otro edificio que contó con un ascensor hidráu-lico fue “A la Ciudad de Londres”. En noviembre de 1896 el propie-tario de esta reconocida gran tienda, el francés Juan Brun, presen-tó a la Comisión de las Obras de Salubridad, una solicitud especialpara una conexión de agua corriente en la calle Victoria 581/99(hoy Hipólito Yrigoyen), Perú 72 al 100 y Avenida de Mayo 580 al600. El ascensor fue colocado en Perú 76. El elevador se dirigía des-de el sótano del local hacia el sector del negocio ocupado por los de-partamentos de sedería, bonetería, calzado y modas.

Estos ascensores hidráulicos, fueron pronto desplazados por los deenergía eléctrica, de costo más reducido, fueron precursores y, a la veztestimonios del avance técnico de fines del siglo XIX, en el que las re-des de provisión de agua jugaron un papel clave y significativo.

E. R.

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Corte con esquema de un ascensor hidráulico, 1894.(Aguas Argentinas)

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LA OFICINA DE CONTRASTE

A fines del siglo XIX, los materiales empleados en las obrasde provisión de agua potable y desagües cloacales, demandaron re-glamentos y controles, orientados a ordenar y normalizar las con-diciones de uso, las características de funcionamiento, y los requisi-tos de calidad y fabricación. Fue entonces la Comisión de las Obrasde Salubridad, la que dio el paso necesario, al redactar en 1887 elprimer “Reglamento de cloacas domiciliarias”, creando además la“Oficina de Contraste”, que tenía a su cargo el ensayo y aprobaciónde los materiales y artefactos empleados en las obras. El fabrican-te o importador del artículo, antes de venderlo al público, debía so-meterlo a su aprobación y, sólo obtenida ésta, podía utilizarlo en lasobras domiciliarias.

Desde su creación en 1887, la Oficina destinó un lugar para que losobjetos aprobados o bien rechazados pudieran ser vistos por el pú-blico. Con el tiempo, este espacio adquirió carácter de verdadero“Muestrario de Materiales”, comenzando a funcionar. Los ensayossobre artefactos, de los cuales el solicitante debía presentar comomínimo dos modelos, originariamente se efectuaban en los talleresde la antigua Planta de Recoleta, donde también a partir de 1911funcionaba un laboratorio (reemplazado a partir de 1929 por el ac-tual, de la Planta General San Martín en Palermo). En 1950, elMuestrario de Materiales de la Oficina, se trasladó del subsuelo alprimer piso del Palacio de Avenida Córdoba, y en 1958 se impulsóla creación de un “Museo de Obras Sanitarias de la Nación”, cuyascolecciones constituyen la base del actual “Museo del Patrimonio”,inaugurado por Aguas Argentinas en 1996 y ampliado en 2001.

Entre 1887 y 1920 Inglaterra fue el principal proveedor de mate-riales sanitarios. Junto al material sanitario inglés aparecen en losúltimos años del siglo XIX piezas fabricadas por incipientes fundicio-nes locales. Los caños de material vítreo y depósitos de hierro fun-dido para inodoros y orinales, generalmente provenían de las fir-mas de “George Jenning´s”, “H. Doulton”, y “Brown Valley PotterySharp Jones & Cía.” Los depósitos de fabricación local, hechos a se-mejanza de modelos británicos provenían de “E.G. Gibelli”,(1891);

“A. Lavazza”, (1892); “L. Vlyminex y Cía”, (1893); las llaves y co-nexiones de bronce de fundiciones porteñas como “ChientelassaHnos.”, (1890); los interceptores de grasa de hierro fundido marca“Bonaerense” fabricados en La Plata, (1892); y marca “H&C”, dela casa “Heinlein”, con fábrica en Salguero N°26, (1893). Dentrode una enorme variedad de accesorios importados, durante la dé-cada de 1910 se presentan numerosos inodoros de pedestal de lo-za blanca, entre los que se encuentran las marcas: “Crescent”, (In-glaterra,1911); “B.O.T.” de “John Maddock & Sons”, denominado“silencioso” por la suave descarga del depósito bajo, ubicado sobreel pedestal (U.S.A., 1913); y “Pescadas” (Inglaterra, 1917). Unacuriosidad, es la aprobación en 1914 de un “inodoro bidet”, quereunía en un solo pedestal los dos artefactos, proveniente de Ale-mania y con accesorios de fabricación nacional. Este “Inodbidet Ar-gentino”, recibía agua de descarga a través de una válvula que seaccionaba levantando y bajando la tapa de madera que cubría elartefacto y podía utilizarse para agua fría y caliente.

A inicios de los años ‘20 comienzan a disputar el predominio ingléslos artefactos norteamericanos, que habían desarrollado eficientesmodelos de acción sifónica, superadores de los sistemas de arrastre.En estos años, a la vez que se aprueban inodoros comunes o de pa-langana, de material vítreo, con sifón independiente; también apa-recen innovaciones como las primeras válvulas de descarga de aguapara “inodoros silenciosos” destinadas a reemplazar el depósito ba-jo que tenían estos últimos.

Tanto los bidets como las bañeras y los lavatorios no requerían es-te tipo de aprobación previa. La supremacía del material importa-do era notoria, aún en 1939. Recién en la década siguiente comen-zará a cobrar impulso la industria sanitaria local, registrándose laprimera aprobación de un inodoro nacional de hierro fundido enlo-zado, “a la turca”, en 1940.

C. N.

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Algunas de las marcas de artefactosregistradas en la Oficina de Contraste.(Museo del Patrimonio)

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Arriba: Inodoros de válvula y “slop-sink” o vaciaderos. Abajo: Certificado de calidad de origen, de la firma norteamericana Standard (Museo del Patrimonio)

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Para abordar el origen de uno de los artefactos sanitariosque ha merecido más estudios, experimentaciones y desarrollostecnológicos de la historia, forzosamente debemos remitirnos aInglaterra. Es en la segunda mitad del siglo XIX cuando nace laedad de oro de la fontanería y Europa en su conjunto aprende dela escuela inglesa.

Hacia 1850, cuando en virtud del Acta de Salud Pública, los vecinosde Londres deben conectar sus casas a la red cloacal, surgen los pri-meros “water-closet” propiamente dichos. Estos precarios modelosfueron conocidos como inodoros “de bacinilla”, y no reunían ade-cuadas condiciones sanitarias. En 1865 fueron reemplazados por el“inodoro de válvula” que, aunque mejoró a su antecesor, siguiópresentando defectos.

En 1871, aparece el inodoro de codo y tolva, o “washout”, el pri-mer tipo realizado en loza de barro, originariamente fabricado endos piezas -tazón y sifón- y más tarde unificado en una sola, con elsifón oculto. Este artefacto, patentado por la firma “George Jen-nings Ltd.”, constituyó un importante avance respecto a los que leprecedieron, tanto por el perfeccionamiento del material cerámico -menos poroso y absorbente- como en el funcionamiento por descar-ga y acción sifónica. No obstante, su diseño ofrecía problemas, tan-to por los escapes de gas de la cloaca al ambiente del baño comopor la acumulación de suciedades, a pesar de la descarga de aguaque corría en el tazón.

A partir de sucesivas innovaciones, se generalizó la aplicación decierres hidráulicos o a sifón, y los depósitos automáticos de aguadestinados a la evacuación rápida de las palanganas de inodorospor descarga brusca de agua. El inodoro inglés de pedestal, en elque la palangana formaba una sola pieza con el sifón, fue perfec-cionándose, y se idearon diversos sistemas de descarga y limpieza(“Dumnis”, “Jennings”, “Unitas”, etc.). Dentro de los inodoros dechorro sifónico, fueron apareciendo distintas variantes, como el desifón anterior o “washdown”, el de chorro interno o “syphon jet”, yel de sifón invertido o “reverse trap type”. En estos tipos, se elimi-nó el problema que presentada el inodoro tipo “washout”, puesquedaba una cantidad de agua permanente en el tazón, que preve-nía la suciedad y obturaba el paso de gases de la cloaca al interior.El avance de estos dispositivos, sumado al mejoramiento de la lozavidriada de fácil limpieza, y al conjunto de instalaciones domicilia-rias correctamente dimensionadas, favoreció el rápido desarrollodel equipamiento sanitario.

Cuando en la segunda mitad de la década de 1880 comienzan a lle-gar los primeros inodoros a nuestro país, detrás de ellos existía undesarrollo experimental de treinta años, con modelos de probado

EL INODORO

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(Biblioteca de Aguas Argentinas)

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uso en los países de origen, que los exportaban a los más aparta-dos confines. Como sucedió con otros accesorios, comenzó a utilizar-se en los cuartos de baño de las familias más acomodadas. Al igualque el bidet, el inodoro fue considerado por la cultura de la épocaun artefacto que debía disimularse con muebles o esconderse en re-ceptáculos, ya que su presencia ofendía la vista.

El ornamentado inodoro característico de los años ‘20, hacia los ‘30fue cediendo paso al aséptico artefacto del funcionalismo moderno,con superficies blancas, depuradas y medidas ergonométricamentecalculadas. La reducción de espacios del baño célula alineó este ar-

tefacto junto al lavabo y al bidé, pautados por estrictas separacio-nes entre sí, en un ambiente de planta rectangular, cuyo lado me-nor obedecía al largo de la bañera. Los cambios de forma corrieronparalelos al nuevo concepto de higiene y confort, y también al gus-to imperante: ya no era necesario ocultar la presencia del inodorotras compartimento o mueble alguno; por el contrario, en ocasionesserá llevado a la categoría de objeto artístico, a través de creacio-nes no convencionales de artistas pertenecientes a diversas corrien-tes estéticas del movimiento moderno.

J. T.

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(Biblioteca de Aguas Argentinas)

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Quienes hayan visitado otros países, habrán podido corro-borar que los cuartos de baño argentinos cuentan con una variedadde artefactos no del todo comunes en otras latitudes. En especialporque, en pocos lugares del exterior se encuentra tan difundido co-mo aquí el uso del “bidé” o bidet.

Este aparato, nació en Francia, en la primera mitad del siglo XVIII.Se llamaba “caja de limpieza” o “bidé”, y era utilizado por inte-grantes de la nobleza para el aseo íntimo femenino. Sus caracterís-ticas eran bastante distintas a las del que conocemos hoy. En primerlugar, se trataba de un utensilio independiente, que podía trasladar-se a la habitación de aseo, y luego arrojar su contenido siguiendoel viejo método del “tout-a-la-rue” o “agua va!” como se conocíapor aquí. Una costumbre bastante difundida, antes de que se cons-truyeran las redes de provisión de agua y desagües cloacales. Estosprimeros enseres, que eran un signo de distinción social, general-mente presentaban una elegante decoración, y contaban con unaarmazón de madera, respaldo y tapa que ocultaba una palanganade loza o de estaño.

Cuando surgen los “cuartos de baño o de aseo” y el “cuarto excu-sado”, el uso de la silla agujereada se transforma pues surge unambiente fijo para las funciones íntimas. Bidés, palanganas y de-

más enseres de higiene, como jarros de loza, pueblan estos lugares,aunque todavía como elementos móviles.

Pero las características de esta “palangana con forma de guitarra”,cambiaron con el tendido de las primeras de redes de provisión deagua y desagües cloacales. Contar una red de cañerías que permitie-se abastecer y evacuar el agua utilizada, favoreció el desarrollo téc-nico de los artefactos sanitarios, entre los que se contaba el bidet.

Los primeros bidets de pedestal de loza, decorados y en ocasionesenmascarados tras lujosos mobiliarios, no tenían ducha central yeran utilizados como depósitos de agua, para baños de asiento. Noobstante, hubo algunas tempranas excepciones. En 1900, una delas principales firmas inglesas de sanitarios, “George JenningsLtd.”, presentó en la Exposición Internacional de París, un aparatocon un brazo metálico movible, con ducha, que permitía incorporarlas funciones del bidet al inodoro.

La difusión local de este artefacto -no ya como utensilio móvil- co-menzó con su incorporación en las grandes residencias levantadasen los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX, a partir del co-nocimiento que tenían sus propietarios de los baños extranjeros ensus viajes a Europa y Estados Unidos. A pesar de ello, era un acce-sorio que estaba muy lejos de su unánime aceptación, aún prome-diando los años ´20. Su uso, con el tiempo, comenzó a generalizar-se y fue considerado algo corriente e indispensable en los baños ar-gentinos de las décadas siguientes.

El arquitecto Alejandro Christophersen, rememoraba en 1933 queentre nosotros el uso de este “4. elemento de higiene” no estabatan arraigado décadas atrás, y su empleo era considerado, por losmás puritanos, hasta inmoral. Recordaba que en un remate, unmartillero anunciaba su venta como un “instrumento en forma deguitarra, de uso desconocido”, y que un estanciero se quejaba a suarquitecto de que “el lavatorio con ducha le resultaba incómodocuando se lavaba la cara!!!”. Christophersen aludía luego a unaclienta a quien trataba de explicarle los planos de su casa y que,cuando él tímidamente nombró el bidet, la señora exclamó sulfura-da que ella no era una “demondaine” francesa!

J. T.

EL CUARTO ARTEFACTO: FRANCÉS POR ORIGEN, ARGENTINO POR ADOPCIÓN

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Aunque el origen del bidet como artefacto, primero móvil y luego fijo, es claro, no existen precisiones sobre cuando incorporó su lluvia vertical o“ducha”. Ya en 1900, la firma George Jennings de Londres había presentado en la Exposición de París, un brazo metálico que sumaba esa función alos inodoros de pedestal, previendo incluso adaptaciones especiales de uso hospitalario. (Biblioteca de Aguas Argentinas)

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HEINLEIN & CÍA: TODO LO QUE UD. NECESITA PARA SU CUARTO DE BAÑO, Y MÁS

Para encontrar la colección más completa de artefactos sa-nitarios en el Buenos Aires de 1910, era casi imposible no visitar lacasa “Heinlein” en Avenida de Mayo 1402-1500, considerada en-tonces una de las principales firmas importadoras del país en el ru-bro. Hacia 1892, esta casa funcionaba en la calle Victoria 982 (hoyHipólito Yrigoyen), con el nombre “Cerini y Heinlein”.

En abril de este último año, presentó a la Oficina de Contraste -en-cargada de aprobar los materiales destinados a las obras domicilia-rias-, un depósito automático para inodoro, de hierro fundido pin-tado, para una descarga de 10 litros, con su propia marca y fabri-cado en Buenos Aires. A partir de 1893, se autorizó la venta del ar-tefacto bajo la marca “Heinlein & Cía.”

Con los años, el comercio fue adquiriendo cada vez más importanciay, en la década de 1910, además de su imponente local céntrico,contaba con depósitos en Rosario, y su propia línea de artefactos,marca “Iris”, fabricados en Inglaterra por “Edward Johns & Co. Ltd.”

En el centro de la ciudad, era la casa más importante en su tipo, a laque seguían las grandes tiendas “Harrod´s” y “Gath y Chaves”, don-de también podían adquirirse accesorios y materiales para baños.

Un catálogo de “Heinlein y Cía.”, ofrece, en los años que rodearona los festejos del Centenario de 1910, un pormenorizado listado desus distintos artefactos para “Cuartos de Baños”, precisando queson para la “higiene moderna” y pensados para durar “muchosaños sin que sufran alteraciones”, debido a su excelente calidad,debido a que, “si se desearan artículos de baja calidad, no se encon-

trarán en esta casa, pues consideramos equivocado el sistema devender malo para vender barato.” El catálogo estaba organizadopor partes, con capítulos destinados a inodoros, bañeras y juegos delluvia, bidets y lavatorios. Las bañeras, por ejemplo, reunían mode-los de hierro fundido enlozado, en diversidad de modelos con nom-bres como: “Iris”, “Venus”, “Hermosa”, “Júpiter”, “Minerva”, “Ati-la”, “Emperatriz”, “Calipso”, “Walkyria”, “Diana”, “Lucrecia”, etcé-tera. Luego habían modelos de bañeras para niños: “Cupido”, “Mig-non”; para baños de asiento: “Aída”, “Gheisa”, “Fedora”; y una va-riedad asombrosa de aparatos para juegos de lluvia.

La parte destinada a los bidets, comprendía artefactos portátiles conmueble de madera y palanganas de loza, así como otros de pedes-tal, con asientos, tapas y marco de madera con esterillas. La líneade lavatorios abarcaba modelos de hierro fundido enlozado, conmuebles de madera, y variedad de utensilios de loza como palan-ganas, lavamanos, etc. También había equipamiento de cocinas, conpiletas para ante-comedor, cocina, lavaderos, “slop-sinks” (vaciade-ros) y además calentadores para baños.

Este valioso documento, refleja un momento de transición en el usodel equipamiento sanitario, en el cual los artefactos fijos del cuartode baño conviven con versiones portátiles o móviles de los mismos.Eran años donde permanecían vigentes costumbres de la época pre-tecnológica y las redes de provisión y desagües no alcanzaban a cu-brir vastos sectores de la Capital.

J. T.

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Publicidades de la casa Heinlein & Cía., cuando tenía su sede sobre Rivadavia 1399 (izq.)y luego, hacia 1914, cuando ya poseía su gran local sobre Avenida de Mayo (der.).(Museo de la Ciudad de Buenos Aires, GCBA)

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Medicina e higienismo difundieron a fines de siglo XIX unnuevo concepto de limpieza. En aquel momento, la higiene perso-nal adquiere categoría de asepsia y también significación de virtudmoral. Una dualidad que se ve reflejada tanto en los tratados de hi-giene urbana como en los manuales de higiene doméstica.

El “Manual de Economía e Higiene Doméstica” editado por D. Appleton& Company (1ra. edición, 1888, Nueva York) destinado a instruir a lasmujeres en deberes que se consideraban “sagrados e importantísi-mos”, tales como “las leyes generales de la higiene, el cuidado delos enfermos, el desarrollo físico y moral de los niños, el gobiernode las criadas, y la economía de la familia en general”, fue uno delos textos de consulta obligada en el mundo femenino de la época.El libro, que en 1905 alcanzaba su quinta edición en español, eracasi imprescindible a toda mujer que se considerase un ama de ca-sa moderna y actualizada.

Este Manual de consejos prácticos se dividía en tres niveles de ense-ñanzas; el primero o Grado Elemental, guiaba a la mujer en el or-den y limpieza del hogar, la limpieza y ventilación de las habitacio-nes, consejos higiénicos para el cuidado de los niños, recomendacio-nes sobre como servir la mesa, y hasta nociones de jardinería. ElGrado Superior, dedicaba un importante espacio a la limpieza, ablu-ciones, baños y ejercicios corporales, las condiciones de salubridadde las habitaciones, los métodos para purificar el agua, y ejerciciosprácticos que -manual en mano- debían explicar las maestras a susalumnas en las “escuelas de señoritas” (labores de aguja, adornode la casa, buenas maneras, diversiones domésticas y deberes so-ciales, lavado y limpieza de utensilios y ropa, etc.), con un capítuloespecial para las escuelas en el campo (cultivo de la huerta, cuida-do de animales, elaboración del pan, etc.).

En cuanto al aseo personal, recomendaba tomar un baño diario,pues “promueve y conserva la salud”. Lavar con frecuencia el cuer-po humano, sostenía, permite un perfecto cuidado de la piel, no só-lo de su apariencia, sino, fundamentalmente, de la función quecumple con sus “tubos respiratorios o canales”, pues, de las ocho onueve libras de bebidas y alimentos que recibe diariamente unapersona, tres o cuatro eran expelidas diariamente a través de lapiel, una libra por los pulmones y el resto por los intestinos y riño-nes. Se alertaba sobre los peligros de obturar esta capilaridad, y pa-ra que esto no ocurra, el baño con agua y jabón de buena calidad,era el antídoto más eficaz. “El agua es el más importante y univer-sal de los agentes de purificación”, se afirma, advirtiendo que “po-cas amas de casa conocen hasta qué punto el agua de amoníaco oálcali volátil facilita el trabajo”, ya que unas pocas gotas hacían quela grasa y la mugre desaparezcan, y no sólo por cuestiones de apa-riencia, sino para “la conservación de la salud”.

J. T.

DE LA HIGIENE PÚBLICA A LA PRIVADA: UN MANUAL DE ECONOMÍA E HIGIENE DOMÉSTICA

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Tapa del Manual Happleton e ilustraciones interiores (en la página siguiente),que enseñan al “ama de casa moderna” cómo realizar ejercicios y los nocivos efectosde los pozos negros sobre las aguas de balde. (MM)

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IMAGINARIOS NAVALES REMITIDOS DESDE CATALUÑA

Josep Puig y Cadafalch (1867-1956) fue sin dudas uno delos más importantes arquitectos del “Modernismo” Catalán a co-mienzos del siglo XX. Aunque enrolado en una veta historicista, quereivindicaba la tradición de la arquitectura gótica, en 1916, cuandoplantea este diseño para un templo en Buenos Aires, su preocupa-ción estética parecía inclinarse hacia un cierto barroquismo popular.

El templo votivo, dedicado al Sagrado Corazón de María, estaríaubicado en la Plaza Constitución y la calle Lima, desarrollandouna imponente estructura de planta central con un anexo de Ca-sa parroquial. La centralidad del diseño, concebida geométrica-mente como un cuadrado que encerraba un octógono, señala eldominio matemático de Puig y Cadafalch, que se había licenciadoen Física y Matemáticas en 1886, antes de concluir sus estudiosde Arquitectura en 1891.

En 1914, nuestro arquitecto estaba reformando la Diputación deBarcelona para instalar allí la Biblioteca del Instituto de Estudios Ca-talanes. En sus obras se vislumbra esa preocupación por el manejoartesanal que lo vincula al movimiento de las “Arts and Crafts” deWilliam Morris.

Ese cuidado por el detalle no impide que su visión de Buenos Airessea la de la ciudad portuaria y, aunque la Plaza Constitución estélejos del río, Puig y Cadafalch vislumbra la imponencia de su tem-plo como asomado a un océano grandioso surcado de veleros, cu-yos paramentos triangulares semejan aletas de tiburón, en el dibu-jo modernista que acompaña su proyecto.

Una Buenos Aires sin agua no era concebida por este arquitectoque, desde Cataluña, imaginó dejar su huella en nuestra ciudad. Unaño después, Puig y Cadafalch asumía como Presidente de la Man-comunidad de Cataluña (1917-1923) y su proyecto quedó relega-do por un edificio de similar lenguaje, pero carente del empaque yla grandiosidad que había planteado aquel utopista de la moderni-dad historicista.

R. G.

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Proyecto de templo, Arq. Puig y Cadafalch, 1916. (CEDODAL)

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COSTANERA NORTE

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La avenida Costanera Norte cuyo trazado se realizó desdelas calles Salguero a La Pampa fue proyectada por la Comisión deEstética Edilicia que actuó durante la Intendencia de Martín Noel.

En 1924 el arquitecto M. Forestier fue consultado sobre la construc-ción de una Costanera, motivo por el cual elevó un plan para ganarel borde del río con un parque que se emplazaría entre Puerto Nue-vo y la avenida General Paz. El proyecto que apuntó a revitalizar lacosta ribereña del Parque de Palermo comprendía además del paseo,la ejecución de nuevos barrios residenciales para las clases altas,equipamientos recreativos, educativos y religiosos, un canal, un lagoy la existencia de un acuario. La obra se realizaría sobre material derelleno, y sería arbolada con una especie subtropical, la tipa prove-niente del noroeste argentino lo que le otorgaría un rasgo propio.

La realización de un gran malecón de 150 m con yachts, torre me-teorológica, gran restaurante y casino, aunado a los palacios, hote-les y casas de renta que habrían de surgir en este sector de la ciu-dad, fue una propuesta que nunca alcanzó a concretarse. Posterior-mente la Costanera Norte se fue configurando como un nuevo es-pacio recreativo. Con la intervención del Ministerio de Obras Públi-cas, hacia 1947 se emplazaron el Aeroparque y el Hidropuerto. Allíse había levantado en 1932 el Club de Pescadores obra del inge-niero Quartino y del constructor Zarattini que se inauguró en 1937.Aunque la vista de los pescadores con sus cañas le dieron por mu-cho tiempo al paseo un aspecto ribereño, el mismo ha ido perdien-do aquella original idea planteada en su origen.

En la ribera del barrio de Nuñez se planeó además la ejecución deun nuevo balneario el que fue diseñado por las arquitectas pione-ras René Nery y María Luisa Vouillos. Este complejo agrupaba trespiletas, grandes espigones con restaurantes y confiterías. La obrainaugurada en 1950 se proponía continuar con la fama adquiridaen otros tiempos por la Costanera Sur. Su fin era la de atender lasnecesidades de las clases más humildes. Fueron los años 50 y 60 elperíodo de apogeo del sector, cuando estas piletas y el paseo de laCostanera Norte, se transformaron en lugar de reunión de los por-teños los fines de semana.

E. R.

Imágenes de la Costanera Norte y Balneario de Núñez en la década de 1950. (AGN.DDFA)

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Después de mudar su sede entre casas particulares, institu-ciones amigas, un yate y hasta una casa flotante, los jóvenes queen 1882 habían fundado el primer club de yachting de Sudaméri-ca, lograron tener un sitio para construir su sede definitiva en laDársena Norte del Puerto Madero.

Lógicamente, le encargaron los planos a un arquitecto amante deldeporte náutico: el francés Eduardo Le Monnier. Éste se había con-sagrado en la región rioplatense con diversos proyectos en Brasil,Paraguay, Uruguay y Argentina, lugar en el que residiría buenaparte de su vida.

Con gran pompa, copas de champagne y presencia de autoridadesnacionales, el edificio se inauguró el 23 de diciembre de 1915. Losfestejos se completarían al siguiente día con una fiesta de caridad.

Quince años más tarde, el mismo Le Monnier le haría ampliacionesya que las necesidades del club parecían ser mayores. A lo largo deltiempo, pequeñas adecuaciones y obras de mantenimiento permiti-rían a la obra mantenerse enhiesta frente al río.

El edificio combina de manera notable lineamientos art déco con ri-gores geométricos, grandes ventanales que abren al río con zonasen donde predomina el muro macizo. Si se lo estudia con deteni-miento se ven algunos detalles interesantes: por un lado, la zonapor la que se accede desde tierra es muy sencilla, mientras que elprotagonismo se lo lleva la fachada que da al río. Otro asunto esque la composición parece una suma de cuerpos que van encastrán-dose, pero que no pierden su identidad. Casi podríamos pensar quepuede desarmarse como si estuviera hecho con cubos de juguete.

Es evidente la pasión y el gran manejo del oficio, del que hace ga-la Le Monnier en esta obra, de la que también habrá disfrutado co-mo socio y navegante. Porque si desde fuera nos sorprenden sus lí-neas, desde el interior puede uno adueñarse visualmente del entor-no fluvial a la vez que sentirse protegido.

Ayer, casi en su puerta, acuatizaba el Plus Ultra en 1926. Después en1943, en sus salones, se lo festejaba a Vito Dumas cuando completarasu hazaña de navegante solitario. Hoy, su conjunto edilicio y parte desu entorno han sido declarados Monumento Histórico Nacional. Un jus-to reconocimiento a los valores simbólicos y arquitectónicos de este ver-dadero ícono de la náutica porteña. Mientras que durante el día, su si-lueta inconfundible forma parte de un paisaje ribereño poco conocido(la imagen del centro porteño desde el río); por las noches, su esbeltatorre, coronada por una cúpula de vidrio iluminada, se transforma enun verdadero faro, de referencia ineludible para los navegantes.

G. M. V.

EL FARO DE LOS YATES (UNA LUZ PARA LOS DEPORTISTAS)

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Yacht Club Argentino, arq. Eduardo Le Monnier (1913). Acceso principal y vista generaldesde el río. (PM)

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UN MONUMENTO CON LOS PIES MOJADOS

Cuando en 1905 una sudestada destruyó el primitivomuelle del Club de Pescadores, estos deportistas quedaron sin lu-gar propio para sus andanzas. Pero los años pasarían y sólo uncuarto de siglo después, conseguirían colocarse en el sitio actual,frente al Aeroparque.

Pero en aquellas épocas de 1930, la zona era un borde del Parque3 de Febrero, casi un descampado alejado del centro. Al muelle demadera que recién entonces comenzó a construirse, casi enseguidase sumó la sede del club: una casa de dos pisos y torre mirador declaras líneas pintoresquistas. Y, como en todo pintoresquismo, seconfundirían allí elementos de diferentes procedencias que poraquel entonces se veían relacionados con el deporte y el esparci-miento, como pasaba en Mar del Plata y en otras villas veraniegas.

En el año 1942 se instalaría un museo ictiológico que se comple-mentaría con otro acervo: las viejas cañas de pescar, el acuario, labiblioteca. Aunque el Club también atesora el patrimonio intangiblede quienes fueron sus socios, como los presidentes Alvear, Irigoyen,Justo y Ortiz, o como Razzano y Gardel. (Se sabe que el ZorzalCriollo debió reasociarse una vez que se atrasó con las cuotas másallá de lo permitido).

A lo largo de los años, la casa ha tenido ampliaciones y restaura-ciones, ya que el ambiente húmedo y los vientos le han jugado másde una mala pasada. Pero las maderas de quebracho siguen allíofreciendo el camino de entrada a los salones y más allá: la inser-ción en el Plata.

Su presencia desde la Costanera Norte no ha pasado nunca desa-percibida y para muchos, desde tierra o desde el río, ha sido un hi-to de identificación y de referencia.

Hace unos meses, este conjunto ha sido considerado como bien pa-trimonial para ser protegido y ha recibido su declaratoria como tal.Ahora sí podemos decir que con sus pies mojados y todo, el Club dePescadores es Monumento Nacional.

G. M. V.

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Club de Pescadores. (CEDODAL) (J.T.)

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Al rescate de los bordes: el Programa Buenos Aires y el Río

Desde las ideas de Le Corbusier a los “carritos” de la Costanera Norte, e incluso hasta el polé-mico proyecto de la aeroísla, las riberas del Río de la Plata fueron en la historia de Buenos Aires,más un espacio de oportunidades que de resultados.

El interés por reconquistar la antigua relación del río con la ciudad ya aparecía en los objetivosque Martín Noel trazara desde la Comisión de Estética Edilicia en 1925 y, si bien parte de ellosse concretaron en la Costanera Sur, no sucedió lo mismo con su par del Norte. Las primeras me-joras que conoció esta última fueron meras acciones de relleno con material proveniente de lasexcavaciones para el subte B, y a ellas sólo sucedieron vagas ideas de urbanización. El carácterpúblico con el cual hoy la conocemos, recién tomó cuerpo en los años ‘40 con la intervención delMinisterio de Obras Públicas; una gestión que afianzó su fisonomía al inaugurar complejos re-creativos de piletas y espigones con lugares de comida. A esta expansión se sumaba otro impor-tante acontecimiento para la ciudad: la apertura del Aeropuerto y del Hidropuerto en 1947. Jun-to con esta progresiva consolidación física y funcional de la zona, las estaciones aéreas fueron se-guidas por los sucesivos avances de la Ciudad Universitaria, un ambicioso proyecto -aún no aca-bado- localizado en uno de sus extremos. Este ecléctico mosaico de programas edilicios, encon-tró un factor de crecimiento inesperado: el emplazamiento de más carritos, con el tiempo con-vertidos en elegantes restaurantes.

En síntesis, todo este borde ribereño -que durante décadas careció de la más elemental planifica-ción urbanística respecto de su crecimiento- con el correr del tiempo fue invadido por localesgastronómicos y de carácter lúdico, gracias a concesiones del Municipio que, además de favore-cer la polución ambiental, perjudicaron sistemáticamente el acceso del público al espejo de agua.

Fue recién en el último lustro que la ciudad parece haber encontrado su rumbo, a partir de la ini-ciativa del Gobierno Autónomo de la Ciudad con la implementación del Programa “Buenos Ai-res y el Río”, dentro de las estrategias y las directrices previamente definidas por un ProgramaUrbano Ambiental.

Fundamentado en la recuperación de los paseos costaneros para la gente y en la preservación delmedio ambiente ribereño y su zona de influencia, este emprendimiento estructuró sus actuacio-nes por etapas, abarcando las zonas comprendidas entre el litoral del Río de la Plata (900 ha) y

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CAPITULO III1930-2001. LA METRÓPOLIS MODERNAArq. Patricia Méndez

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la ribera del Riachuelo, y desde la Boca hasta el Puente de la Noria (1100 ha). Entre los objetivostrazados, tuvieron un lugar destacado: generar nuevos espacios verdes públicos ribereños enáreas de relleno; disponer de acceso gratuito para todas las zonas; preservar las característicasambientales rescatables y a potenciar; fomentar la cultura del río (protección ecológica, manteni-miento, saneamiento, uso y goce de sus costas y del agua); y aspirar a un plan de recuperaciónde mayor envergadura que abarca desde el Tigre a La Plata.

Los resultados en obras ya terminadas, o en proceso de finalización, se verifican en la Costane-ra Norte con la formación del Parque de los Niños (20 ha) ubicado en el Triángulo del Este -ave-nida Cantilo y General Paz-; en el rediseño del área de la Ciudad Universitaria; en la adecuacióncompleta de las ramblas y con la construcción de los espigones Plus Ultra, Puerto Argentino y elAbanico de Pescadores, todos ellos en sustitución de sitios antes mal ocupados.

Simultáneamente, se desarrollaron acciones en la zona Sur y a lo largo del Riachuelo, que in-cluyeron: un megaproyecto para la revitalización de la Costanera que incluía la activación dela Reserva Ecológica; la refuncionalización del área central de La Boca y del Mercado del Pes-cado; la rectificación del Riachuelo (incorporando amarraderos y puerto); la generación depuentes de conexión entre la Capital y la Provincia sobre las avenidas Patricios, Lacarra y Es-calada; junto con una reorganización integral de los parques “Sur”, “Roca” y del espacio querodea al Autódromo.

La revitalización de las riberas de Buenos Aires, hoy es una realidad que está en marcha. A dife-rencia de lo que fue una constante en la caótica historia del sector, los logros hasta el presente ob-tenidos -aunque es mucho el camino que resta recorrer- parecen revertir lo que fue una constan-te en el uso y abuso del sector, priorizando el interés particular por sobre el bien común. Hoy,existen indicios que permiten refrendar aquello que el nombre del Programa anuncia: hacer dela costa un espacio de todos.

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Las propuestas de Le Corbusier paraBuenos Aires y su integración de la ciudadcon el Río, 1929.

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Puertos de Buenos Aires: la Metrópoli reactiva sus bordesRefuncionalizar Puerto de Madero

Desde el momento de su instalación, el puerto diseñado por Eduardo Madero fue un obstáculourbano; un efecto que ni siquiera logró disminuir la habilitación del Puerto Nuevo allá por 1926.Nunca fue objeto de un plan integral y el desaprovechamiento de sus grandes instalaciones enpos de otra obra totalmente nueva y de idéntico fin, no hizo más que facilitar el abandono dellugar. La ciudad tuvo así no sólo edificios desocupados en su área central, sino que además vioesfumarse toda posibilidad de disfrute del río que a continuación de ellos se desplegaba.

Desde entonces, los grandes docks gozaron de intentos frustrados de recuperación. Ideas que noprosperaron hubo por los años ‘30, y llegaron a funcionar como depósitos del Ejército a fines delos ‘60. Pero no fue sino hasta noviembre de 1989 con la Ley de Reforma del Estado, en el mar-co de un Plan Global surgido en el seno del Municipio, lo que permitió la creación de la Corpo-ración Antiguo Puerto Madero, un ente autárquico encargado de impulsar la revitalización delárea en cuestión.

Una vez establecido el marco jurídico que posibilitaría las acciones, llegaron los primeros dise-ños urbanos del conjunto, de la mano de lo que se conoció como el “Proyecto Catalán”, resulta-do de un convenio inter-municipios (1990-91) entre las autoridades locales y las de Barcelona, pe-ro que fue objetado por asociaciones profesionales que propusieron llevar adelante el plan peroutilizando otros mecanismos participativos. Surgió entonces, como contrapropuesta, un Concur-so de Ideas que tuvo más de cien participantes; y del cual resultaron tres diseños ganadores, queson los que finalmente se materializaron.

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Senderos de la Costanera Norterecuperados (GCBA)

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En forma paralela a estos proyectos se confeccionó una Normativa de Protección Patrimonial paralos dieciséis edificios existentes, que el Concejo Deliberante aprobó en 1991. De esta manera, losdocks tuvieron asegurada, al menos, la preservación de su lenguaje arquitectónico exterior. Con es-tas herramientas, en 1992 se iniciaron las obras de reurbanización que alternaban edificios con espe-jos de agua paralelos al río. Los trabajos fueron organizados en un plan por etapas, y contaron conrecursos económicos derivados de las ventas, alquileres y locaciones de los propios galpones.

Las 170 hectáreas con sus cuatro diques hoy refuncionalizados, constituyen el mayor emprendi-miento de revitalización urbana en la historia de la ciudad, y con él se devolvió al área centralun enclave urbano fundamental que presenta oficinas empresariales, galerías de arte, dos mu-seos, sitios de esparcimiento, una marina y hasta un campus universitario. La envergadura delas actuaciones se evidencia -además del rango de inversiones- por entidad urbana que adquirióel sector -comprendido entre las avenidas Ingeniero Huergo y Eduardo Madero, las calles Elvi-ra Rawson de Dellepiane, Cecilia Grierson y la actual Costanera Sur (con su Reserva Ecológicaincluida)- que fue designado en 1998 por el Gobierno de la Ciudad como barrio número 47º den-tro de la administración metropolitana.

Es evidente que Puerto Madero en estos años ha tenido un crecimiento ininterrumpido y verti-ginoso. En este proceso de efervescencia constructiva, los efectos de la especulación inmobiliariahan contribuido a desdibujar las premisas iniciales orientadas a la revitalización del área sobrela ribera, al punto que hoy la densificación edilicia desmesurada en algunos sectores produce unefecto contrapuesto con las intenciones originales. La instalación de nuevas torres de oficinas yviviendas, por ejemplo, obstruye el contacto visual con el Río de la Plata e introduce un paisajeque repite las patologías urbanas del centro de la ciudad, priorizan el interés individual por so-bre el goce comunitario. A pesar de estas rupturas, el sector revitalizado, un “frente costero” decasi dos kilómetros, hoy permite formalizar una antigua aspiración de los urbanistas y edilesporteños: constituir un nexo entre la agobiada Buenos Aires y su zona ribereña.

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El Espigón y Plaza “Puerto Argentino”: antes y después de su recuperación para el público (GCBA)

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Desde el Río, el “Puerto Madero” y sus docks y, a la derecha, los depósitos de este puerto en el Dique 2, c. 1900 (AV)

Vista aérea de Puerto Madero (GCBA y PM)

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Un borde postergado, el Riachuelo

Entre tanto, sobre las márgenes del otro río porteño, el Riachuelo, el desarrollo urbano fue muydispar. Cercanos a su desembocadura se habían originado los barrios de Barracas y La Boca; quedesde fines del siglo XIX, con la radicación industrial y la inmigración, fueron adquiriendo suparticular sabor e identidad. Antes de este proceso, en el Riachuelo, vale la pena recordarlo, ha-bía funcionado el primer y natural puerto que tuvo la ciudad.

El apogeo industrial de esta zona de fábricas y astilleros, se prolongó hasta la década de 1950,momento a partir del cual su centro productivo se desplazó hacia el cordón fluvial Zárate-Cam-pana, más acorde a la escala que requerían las operaciones portuarias y que el recinto urbano lenegaba. Sin embargo, el hecho de que el barrio funcionara como zona industrial durante siglos -sumado a la ausencia de políticas ambientales- marcó para siempre su identidad, y la condicióndel propio río como vertedero natural de desechos, provocando un desenlace previsible: la ine-vitable contaminación del curso de agua.

Así, la desactivación paulatina de sus funciones primordiales, la impureza del curso de agua, ylas inundaciones que frecuentemente asolaban la zona, llevaron a La Boca a una decadencia quecomenzaría paulatinamente a revertirse con la ejecución de un proyecto de alcance ambiental.Formando parte del programa gubernamental Buenos Aires y el Río, formulado por el Centro Ar-gentino de Ingenieros, el proceso de recuperación de La Boca atendió el rediseño de seis kilóme-tros sobre la ribera del Riachuelo. Las obras comprendieron la elevación de los bordes de modoque superasen el nivel estimado de anegamientos, y la ubicación de un colector costero entre lasavenidas Brasil y Vélez Sársfield para recoger los efluentes de la red pluvial y derivarlos en es-taciones de bombeo que, a modo de compuertas, dificultan que el agua del río ingrese a la zonaurbana. Además, y en una clara señal de preservación del entorno, estas estaciones fueron cons-

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Acceso a uno de los docks en la refuncionalización de Puerto Madero (GCBA y PM)

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truidas sobre las mismas márgenes del Riachuelo, ofreciendo la continuidad visual necesaria ala línea de muelles existentes.

Este proceso de recuperación “técnica” del barrio, que además puso fin a las eternas inundacio-nes, también incluyó la revitalización del paisaje urbano de la zona, que comprendió el desarro-llo de un paseo costanero central en la Vuelta de Rocha y un nuevo trazado para la avenida Pe-dro de Mendoza, elementos que reforzaron la necesaria “barrera hidráulica” que el barrio reque-ría para su reanimación.

La magnitud de esta operatoria, y el escaso impacto ambiental producido durante el desarrollode las obras, tanto para control de inundaciones como de ordenamiento, merecieron en ocasiónde la “I Bienal Iberoamericana de Ingeniería y Arquitectura”, en Madrid, 1998, el máximo galar-dón a la obra de ingeniería civil realizada.

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El puerto del Riachuelo visto por Quinquela Martín (Galería Zurbarán)

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Vistas aéreas del Riachuelo; en detalle, la recuperación del paseo costero (GCBA)

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El agua que Buenos Aires tiene bajo su superficieLas rutas subterráneas de los arroyos y sus emisarios

En el transcurso del desarrollo urbano de Buenos Aires, no pudieron evitarse los problemas ge-nerados por las inundaciones. Esta vulnerabilidad recurrente, radica en que casi un tercio de susuperficie está formada por terrenos de relleno ganados al Río de la Plata, un hecho no menor sise considera su escasa altura respecto de este curso de agua, y que se acentúa si consideramoslos recorridos que en ella trazan otros cuatro arroyos denominados, de norte a sur: Medrano, Ve-ga, Maldonado, Cildáñez, y sus emisarios.

En la historia hidrográfica de la ciudad, el sistema natural se agudizó proporcionalmente al cre-cimiento urbano en las zonas adyacentes a estos cursos de agua, siendo los desbordes más fre-cuentes los provocados por el arroyo Maldonado. En el ámbito de su cuenca -unas 8.300 ha des-de su nacimiento en La Matanza- y ya fuese porque el desarrollo urbano trajo consigo una menorabsorción natural del suelo, o porque los intentos de rectificar su curso lejos de solucionar incon-venientes los acrecentaban; hasta pasado el primer tercio del siglo XX no se conoció proyecto queapuntara a corregir sus desbordes recurrentes con eficacia. El planteo de su entubamiento total,en concordancia con la política decidida en 1929, preveía la limpieza de su lecho, la uniformidadde su ancho en dieciocho metros a lo largo de cinco kilómetros de recorrido, y también la cons-trucción de una importante calle superior con un boulevard central de catorce metros de ancho

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Las inundaciones en los barrios porteños a principios del siglo XX: Nueva Pompeya (arriba), un puente del Maldonado (abajo izq.) y en La Boca (abajo der.) (AGN. DDFA, ER y CEDODAL)

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(luego, avenida Juan B. Justo, finalizada en 1953). Esta solución fue sólo momentánea, pues ense-guida el entubamiento presentó cuestiones de diseño no resueltas: su trama interior, y de sosténde la avenida, tenía cuatro filas de columnas interiores y, ante volúmenes de agua no previstos,generaba remolinos con la consecuente demora en el drenaje. Pero no fue el único obstáculo: elrecorrido del Maldonado volvía a complicarse a la altura del cruce con la avenida Santa Fe endonde el grosor de los cimientos del Puente Pacífico angostaban el diámetro de su salida y enton-ces el arroyo, rebalsando el curso previsto, anegaba -como antes- los lugares de uso público.

Para dar una firme solución a situaciones que como éstas ya se repetían en otros lugares de Bue-nos Aires, el Gobierno de la Ciudad decidió encarar el diseño de un programa integral. Así na-ció en 1998 el Plan Hidráulico de la Ciudad, complementario y de ejecución simultánea con el Pro-grama de Reciclado de Basura y el de Saneamiento Integral en el que participa Aguas Argentinas SA.Su implementación consideró efectuar en los arroyos subterráneos un entabicamiento progresi-vo (realizando muros que unifican las columnas internas), el reemplazo total de la estructura delPuente Pacífico, la eliminación de los embancamientos que se generan en otros cursos de aguaque reciben afluentes pluviales como el Medrano, el White, el Vega y el Ugarteche y la construc-ción de canales aliviadores para éstos.

Sin embargo, el fenómeno climático del 24 de enero de 2001, puso en evidencia que aún queda-ba mucho por hacer en temas de infraestructura pluvial. El desproporcionado caudal alcanzadopor las precipitaciones de ese día provocó inundaciones en lugares hasta ese momento nuncaafectados y, por esta inusual circunstancia, el Plan Hidráulico propuesto debió perfeccionarse. Apartir de este hecho, los especialistas obtuvieron por primera vez para Buenos Aires un certero“Plano de Anegamiento” y, simultánea y radicalmente, decidieron modificar el criterio urbanode escurrimiento de las aguas: durante el pico de caída retenerla en grandes cisternas y luego re-conducirla una vez aliviado el tráfico pluvial.

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BUENOS AIRES Y EL AGUAMemoria, higiene urbana y vida cotidiana

Los reservorios descomprimirán los caudales de aguadirectamente del arroyo, o del afluente

Tanque de desagotey bombas

Una vez normalizado,las bombas vacían el tanque

devolviendo el aguaa sus cursos naturales

El líquidopermanece

en el reservoriohasta la

normalizaciónen los nivelesde los cursos

de agua

Tubos de desagote

Arroyo

Afluente

Esquema de funcionamiento de los reservorios deagua de la ciudad (Marcelo Bukavec)

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La tecnología de este sistema -idéntica a la usada por Aguas Argentinas para la ejecución de lospozos de descenso de las tuneleras- no producirá trastornos a nivel urbano ni ambiental, ni tam-poco a la hora del encuentro con otras redes de infraestructura subterránea. Así Buenos Airestendrá una red oculta con veinticinco reservorios de entre dieciséis y cuarenta metros de diáme-tro, construidos con muros de hormigón colado cuyos espesores varían entre cincuenta y cientocincuenta centímetros, y que llegarán a una profundidad promedio de hasta veinticinco metros.Para asegurar su correcto funcionamiento, el mecanismo prevé la conexión de estos tanques conlos arroyos entubados -o sus aliviadores- y, ante una gran precipitación, el curso de agua que seasuperado en su caudal desviará el sobrante a estas cisternas, para desagotarse mediante bombasuna vez finalizada la lluvia.

Mientras ya está en marcha la construcción de los tres primeros ubicados en la Facultad de Agro-nomía, en la Plaza Zapiola y en el tramo final del “Vega”, para fines del 2002 Buenos Aires conta-rá con trece de ellos y, en una segunda etapa, con los doce restantes; entre todos sumarán una ca-pacidad total de contención de 415.000 m3 de líquido y, además de la evidente mejora ambientalque se producirá en Buenos Aires, contribuirán a que las inundaciones porteñas pasen al recuerdo.

El agua llega a través de ríos subterráneos

Hasta bien entrado el siglo XX, el cálculo para aprovisionamiento de agua potable de la ciudadde Buenos Aires, se estimaba en función de una proyección demográfica. La primera planifica-ción de este tipo fue realizada en 1924 por Obras Sanitarias de la Nación y tuvo como meta dis-tribuir el líquido a 6.000.000 de habitantes en el lapso de los 40 años siguientes; para dar cumpli-miento a este programa los primeros pasos atendieron la ampliación de la Planta Potabilizadoraen Palermo incluyendo las adecuaciones tecnológicas que por entonces se imponían. Pero el pro-yecto se vio interrumpido por la crisis político-económica de los años ‘30 y recién pudo retomar-se seis años después en coincidencia con la aprobación del nuevo sistema de “ríos subterráneos”que, en lugar de las cañerías de impulsión tradicionales, vincularían los grandes tanques de laciudad con la planta depuradora General San Martín para el suministro domiciliario.

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Dos etapas en la construcción de los túneles subterráneos: en la edición de la revista de OSN (1940) y la actual tunelera que, luego de supervisada por personal será guiada por láser (AA)

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El nuevo método, puesto en marcha recién en 1941, modificaba la alimentación de los depósitosde entonces, reemplazando los conductos de impulsión por otros de gravitación con diámetrosinusuales y que son la razón del nombre que recibió el mecanismo. Además, ampliaba el siste-ma de bombeo concentrado en el Establecimiento San Martín con la implementación de estacio-nes elevadoras instaladas al pie de los depósitos existentes y, fundamentalmente, independiza-ba las redes maestras de las de distribución, asignando a cada gran tanque un área de influenciaque les permitía tener la capacidad -mediante válvulas convenientemente emplazadas- de inter-conexión zonal.

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Esquema de redes de distribución de los Ríos subterráneos y sus torres elevadoras en la ciudad y el conurbano (AA)

Esquema de la actual tunelera (AA)

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Así, el primer río subterráneo instalado en Buenos Aires tuvo un recorrido de ocho kilómetros yfue inaugurado por el Presidente Juan D. Perón el 4 de noviembre de 1954 en la Estación de Bom-bas Elevadoras Caballito; el año siguiente fue el turno para la estación elevadora de Villa Devo-to y, para asegurar el funcionamiento de la red, la empresa había previsto además de la conexióncon el Depósito Córdoba, la construcción de otros más en Colegiales, Vélez Sársfield y Constitu-ción (actual Ing. Paitoví). La eficacia fue rápidamente comprobada: los tramos de enlace trascen-dieron los límites de la Capital Federal y llegaron al Aglomerado Bonaerense; las obras entreConstitución -Paitoví- y la estación Lanús se iniciaron el 7 de febrero de 1965 y diariamente esti-maban abastecer con 700.000 metros cúbicos de agua a una población cercana a los 800.000 ha-bitantes. Desde entonces, el sistema de alimentación se fue perfeccionando y retomó nuevo im-pulso en la década del ‘80, cuando sucesivamente fueron habilitados los tramos que vinculan eldepósito de Constitución con Floresta y La Matanza (provincia de Buenos Aires) y el de PlantaSan Martín con Saavedra y Villa Adelina.

En 1993, a partir del momento en que la distribución de agua potable fue responsabilidad deAguas Argentinas S.A., la meta que se propuso la empresa fue la expansión de las redes de pro-visión y sus resultados se lograron apenas seis años más tarde con la concreción del emprendi-miento hídrico más importante del país: el Río Subterráneo Saavedra-Morón. Esta nueva conexión,que abastece a más de un millón y medio de habitantes del oeste del Gran Buenos Aires (parti-dos de Tres de Febrero, Ituzaingó, Hurlingham y Morón), recorre 15,3 km a más de 30 m de pro-fundidad, con tuberías de 3,5 m de diámetro; lo hace desde la Planta Potabilizadora General SanMartín conduciendo 36.000 metros cúbicos de agua potable por hora y, gracias a dos bombas ele-vadoras -en Tres de Febrero y Morón-, se distribuye en los domicilios.

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Interior del río subterráneo Saavedra-Morón (AA)

Page 101: Buenos Aires y el agua

En la realización de este “río” se empleó una tecnología constructiva de punta: para hacer las ex-cavaciones fueron usadas dos “tuneleras” -similares a las empleadas en el Eurotúnel- que, guia-das por láser, perforaban el suelo avanzando mensualmente entre 300 y 600 metros; a su vez,desde un brazo mecánico se colocaban las 78.000 piezas de hormigón armado y sus juntas nece-sarias para recubrir el corredor y garantizar así la seguridad y estanqueidad de la obra. El ríosubterráneo entró en funcionamiento en octubre de 2000 sumando una inversión superior a los120 millones de dólares y, desde entonces, el sistema troncal de abastecimiento de agua potableen la región se vio incrementado en un 20%.

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Diagrama de funcionamiento de la Estación Elevadora Morón (AA)

Una vista aérea del conjunto (AA) Estación elevadora en Tres de Febrero, prov. de Buenos Aires (AA)

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El agua recuperada para deleite urbanoEl Parque 3 de Febrero y sus espejos de agua

La creación del “Parque 3 de Febrero” en 1875 venía a consumar para la elite porteña, las tenden-cias que por entonces adelantaba el paisajismo europeo; su habilitación ofreció este espacio des-tinado al paseo y la recreación y, aunque su entorno ha variado desde entonces, es innegable queaún hoy constituye el espacio que mejor combina verde y agua en la ciudad de Buenos Aires.

Los lagos que allí se encuentran sufrieron, por el paso del tiempo y el uso inadecuado, el creci-miento desmesurado de su vegetación acuífera (eutrotificación); una circunstancia que en uncorto tiempo y de no haber mediado soluciones, hubiera llevado a la desecación total de los es-pejos de agua del Parque. Para revertir esta situación adversa, y a partir de una iniciativa de laSecretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Regional del Gobierno de la Ciudad, Aguas Argen-tinas decidió desarrollar un programa de recuperación ecológica de los lagos del “Planetario”, el“Rosedal” y el “Victoria Ocampo” en la Plaza Sicilia.Los trabajos llevados a cabo consistieron en rastrillar el fondo con extracción de barros y profun-dización del terreno, la construcción de un pozo de bombeo y también, refrendando los objeti-vos trazados por la empresa, el estricto seguimiento de la calidad ambiental con una embarca-ción que además de la periódica limpieza, capta muestras de agua para evaluación de sus pará-metros físicos, químicos y bacteriológicos. Esta acción de Aguas Argentinas en el conjunto de losLagos de Palermo le permitió obtener el premio Ceibo 2000, un galardón que el Gobierno de laCiudad otorga durante el mes de septiembre a los organismos comprometidos con la preserva-ción de los espacios verdes y el ecosistema.

La Laguna de los Coipos

Una fase importante en la revitalización de la Costanera Sur, dentro del Programa Buenos Aires yel Río, fue la reestructuración de la Reserva Ecológica generada en uno de los bordes del paseo.

La zona, que conoció su apogeo entre los ‘30 y los ‘50, entró en franco deterioro a partir de laclausura del Balneario. Y si bien existieron intentos para su recuperación, todos fueron infruc-tuosos; baste recordar en 1965 la pretensión del Club Atlético Boca Juniors para la formación desu Ciudad Deportiva en un predio de 300 ha, o aquél otro que aspiró construir un “Centro Ad-ministrativo” a fines de los ‘70. Si bien estos proyectos quedaron truncos, ambos emprendimien-tos demostraron su interés a juzgar por las obras que dejaron: la elevación perimetral respectode la cota de agua y el relleno de sus terrenos con sedimentos provenientes del dragado del Ríode la Plata. Curiosamente, estas ideas inconclusas fueron el origen de la actual Laguna de losCoipos: el agua que buscaba su curso natural quedó allí encerrada y cuando, por 1984, aquellastareas se habían suspendido definitivamente, el microclima generado allí y en su entorno favo-reció el desarrollo de especies animales atípicas a tal punto que, al siguiente año, el Municipio ladeclaró “Reserva Ecológica”.

La recuperación de la Laguna -eje natural y absoluto de la Reserva-, fue la responsabilidad queAguas Argentinas contrajo en mayo del ‘98 y con ella acreditó nuevamente su Declaración de Po-lítica Ambiental. El mecanismo que aplicó, ya experimentado en los trabajos de los Lagos de Pa-

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El Lago del Rosedal, en el Parque 3 de Febrero, luego de su recuperación integral (PM)

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Dos etapas en el proceso de recuperaciónde la Laguna de los Coipos:la ejecución de las obras y la embarcaciónde rastrillaje del lecho (AA)

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La Laguna de los Coipos y un momentoen la construcción del canal aliviadory sus senderos perimetrales (AA y GCBA)

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lermo, sirvieron para el desmalezamiento total y extracción de lodos en las ocho hectáreas queocupa el espejo; por otra parte, y previniendo un mínimo impacto sobre la flora y fauna allí asen-tadas, se sirvió de embarcaciones impulsadas por paletas con un sistema mixto (manual y mecá-nico). Las tareas de limpieza fueron complementadas con la instalación de bombas niveladorasde la cota de agua y la construcción de un canal aliviador a lo largo de ochocientos sesenta me-tros que corre paralelo al muro costanero. A partir de esta gestión, la Costanera Sur no sólo viola renovación de un medio natural para el habitante de Buenos Aires, sino que demostró una vezmás la necesidad de conexión que tiene con sus costas.

Las fuentes

Durante el año 2000 y por primera vez en la Argentina, fue realizado el XXII Congreso Mundialdel Agua; en esta ocasión, la empresa Aguas Argentinas ofreció a la Ciudad, la recuperación delestanque y fuente ornamental de la Plaza Urquiza, situados justamente donde décadas atrás fun-cionara el primer edificio de Bombas de la Ciudad, en el predio lindero al actual Museo de Be-llas Artes, en avenida del Libertador y Austria. Un auténtico oasis urbano que impacta por losjuegos de agua y luces que ofrece a los transeúntes.

Otro ámbito que refrenda el compromiso de Aguas Argentinas en cuanto al cuidado del espaciociudadano y del medio ambiente es la dedicación puesta a la Plaza Rodríguez Peña. En esta man-zana -entre las calles Paraguay, avenida Callao, Marcelo T. de Alvear y Rodríguez Peña-, la em-presa asumió su padrinazgo, motivo por el cual además del mantenimiento periódico que allílleva a cabo, decidió revalorizar el estanque de agua que posee. Los procedimientos de restaura-ción de esta fuente, con la escultura “El Sediento” -una obra de 1914 de la artista Luisa Isabel Isellade Motteau-, contaron con obras hidráulicas e instalación de artefactos de iluminación apropia-dos y fue inaugurada para disfrute de la ciudad, el pasado 25 de septiembre.

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La restauración de la fuente El Sedientoy (en la página siguiente) los juegosde agua de la Plaza Urquiza (AA)

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Aguas Argentinas y la comunidad: ese otro compromiso asumido

Desde el 1º de mayo de 1993 la concesión de los servicios de agua y saneamiento de la ciudad deBuenos Aires y 17 partidos del área metropolitana, son operados por el grupo Aguas ArgentinasS.A. A partir de 2001, Suez, nueva denominación de Suez Lyonnaise des Eaux, el operador yprincipal accionista de Aguas Argentinas S.A. y líder mundial de energía, agua, gestión de resi-duos y comunicación, creó ONDEO, el primer proveedor de soluciones y servicios sustentablesrelacionados con el agua. Al momento de iniciar la concesión sólo el 67% de la población del áreade concesión gozaba de agua potable mientras que nada más que un 53% estaba conectado a lared cloacal; y si bien, desde ese entonces al día de hoy, los incrementos son notorios (38% en ca-pacidad de producción de agua potable, 34% para la población abastecida y un 25 para la servi-da con desagües cloacales), la empresa se ha caracterizado por atender todas aquellas cuestionesen donde el agua, de una u otra manera, está presente.

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Planta Depuradora Norte (AA)

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Entre estas acciones, la puesta en funcionamiento en San Fernando de la primera planta depura-dora de líquidos cloacales, aseguró una vez más el compromiso que la empresa tiene con los sis-temas ecológicos, además de conformar con esta instalación un hito importante en el Plan de Sa-neamiento Integral propuesto. Esta instalación, que lleva el nombre de Planta Depuradora Norte, vepotenciada su acción gracias al convenio que la empresa mantiene con la Facultad de Agronomíade la UBA; a través del cual realiza ensayos para valorización agrícola a partir de los biosólidosprovenientes de la Planta y financia los estudios para el uso y control de estos subproductos.

Consciente de que el agua es un recurso escaso, también lanzó una campaña comunitaria sobreel uso racional y la preservación del medio ambiente con un original programa que se dio inicioen los hoteles de la ciudad de Buenos Aires; asimismo, dicta Talleres Alternativos para más de500 mil alumnos sobre concientización ambiental y continuó con el desarrollo del Plan de Pre-vención y Emergencias, lo que le permite anticipar aquellas contingencias que puedan afectar lacantidad y calidad de los servicios prestados.

Pero el vínculo con la comunidad se expresa también en la participación que la empresa tiene enla puesta en marcha de museos de distinta conformación. Por una parte, y desde el 20 de abrilde 1999, está presente en el Museo de los Niños del Abasto, con el espacio “Los Ciclos del Agua”.Allí los niños realizan “personalmente” el recorrido que el agua hace a través de cañerías y sa-nitarios gigantes, además de tomar conocimientos de los temas básicos como son el ciclo naturaldel agua y el proceso de potabilización.

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En el Museo de los Niños,materialización del sistema de filtrosde agua antes de su distribucióndomiciliaria y juegos con cañeríasa partir de un inodoro gigante (AA)

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COLABORACIONES

CONTROL DE CALIDAD DEL AGUA: DEL ANÁLISIS SENSORIAL A LA ESPECTROMETRÍADE MASA Y AL CONTROL CENTRALIZADO

El agua: líquido incoloro, inodoro e insípido

A falta de herramientas adecuadas para su análisis, las dis-tintas civilizaciones o culturas desarrollaron muy diversos calificati-vos para caracterizar las aguas o diferenciarlas. En efecto, desde laAntigüedad se sabe que el agua puede disolver y por lo tanto con-tener otras sustancias como por ejemplo las sales y se ha denomi-nado agua “dulce” a toda agua que no era “salada”. Durante siglosse ha utilizado una terminología característica de los cinco sentidos:el oído -hablamos del murmullo del agua de un manantial, del ru-gido de un torrente-, el tacto -decimos del agua que está fría o ca-liente, que quema o que es agresiva-, la vista -el agua puede ser in-colora, cristalina, transparente e incluso puede tomar todos los ma-tices desde el marrón hasta el azul- y por último lo que parece ló-gico al tratarse de algo que se bebe, el sabor y el olor. Pero lo sor-prendente es que, generalmente, no se habla del gusto del agua,salvo cuando éste es desagradable. Por definición “el agua pura de-be ser incolora, inodora e insípida”; esto es lo que se puede leer entodo buen diccionario y lo que ha sido la esencia misma de las pri-meras normas del agua potable.

Asimismo, se intentó describir al agua en relación con problemas desalud. Resulta interesante citar algunos extractos del libro Le Pour-traict de la Santé, escrito in 1606 por el Dr. Jean Duchesne: “todabuena agua debe ser ligera y muy clara, transparente y agradable ala vista; (...) no representar ni al gusto ni al olfato, ninguna particu-laridad; que se la encuentre sin embargo agradable y placentera (...),que calme bien la sed (...) que no quede retenida en el vientre, quese caliente y se enfríe súbitamente, que esté caliente en invierno yfría en verano; en resumen, que cocine en poco tiempo todo tipo deverduras, carnes y demás. Esta también cuece la carne en el estóma-go”. El mismo autor percibe las aguas de distinta naturaleza cuandohabla del agua de nieve o hielo fundido que “no limpia, no sirve enabsoluto para la digestión ni para humectar partes del cuerpo y, encambio, sí dificulta la facultad de evacuar y las excreciones “.

Habrá que esperar hasta fines del siglo XIX para empezar a salir delempirismo, sobre todo con el desarrollo de la microbiología poste-rior a los trabajos de Pasteur y no será sino durante el transcursodel siglo XX que la química analítica entrará en auge y se tendráuna primera idea de la composición química del agua. Así, se des-cubrió que la definición “inodora, incolora e insípida” no correspon-de a una condición necesaria ni suficiente. El agua puede, en efec-to, responder a este criterio y sin embargo contener gérmenes pa-tógenos como en el caso de algunos arroyos de montaña; o por elcontrario, tener cierto sabor y ser perfectamente sana, es el caso dealgunas aguas minerales o del agua desinfectada por el cloro.

Laboratorio Central de Aguas Argentinas: cercade un siglo de historia

Hasta principios del siglo XX, la institución sanitaria nacional -Comi-sión de Obras de Salubridad- no contaba con laboratorios propios ytrabajaba con laboratorios privados. Es así, que el primer análisisdel agua del Río de la Plata lo realizó el Dr. Miguel Puiggari en1869. El primer estudio de aguas superficiales y profundas lo hizoen 1872 Juan J. Kyle, profesor inglés miembro de la Sociedad Cien-tífica Argentina y profesor de la Faculdad de Ciencias Matemáticas,de la Universidad de Buenos Aires, para ubicar la zona de toma de

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agua más adecuada. Posteriormente, se demostró la influencia delas descargas de los arroyos de la ciudad sobre el aumento en ma-teria orgánica entre Los Olivos y la toma de Recoleta.

En 1903, se originó la Dirección General de Obras de Salubridadque, el 19 de mayo de 1904 fundó el Laboratorio de Ensayo de Ma-teriales con el propósito de controlar el cemento Portland, del cuallas obras de saneamiento en curso consumían grandes cantidades.

En 1907, se inauguraron los Laboratorios de Química y Bacteriolo-gía que funcionaron durante un tiempo en forma independiente yque fueron instalados en 1908 en el Establecimiento Recoleta. En1911, se fusionaron el Laboratorio de Química y el de Ensayo deMateriales pero hubo que esperar hasta 1915 para que Obras Sa-nitarias de la Nación, creada en 1912, decidiera una unificación delos tres laboratorios para formar el Laboratorio de Análisis de Aguasy Ensayos de Materiales. El mismo estaba a cargo de los análisis yestudios en todo el territorio nacional.

En 1928, el Laboratorio, que contaba con 11 salas, se mudó a la actualubicación en el Establecimiento San Martin, ampliándose en 1941, entanto el Laboratorio de Cloacales fue transferido a la calle Vieytes.

En 1945, pasó a ser Dirección de Laboratorios, con 2 Divisiones, unallamada Laboratorio Central y la otra Laboratorios Regionales. De es-ta época es la creación del sector de protistología. Paralelamente sur-gieron laboratorios regionales en las principales ciudades del país.

En 1980, se decidió la transferencia de los servicios a las Provinciasy en el ámbito de Obras Sanitarias de la Nación quedó la Capital Fe-deral y el Gran Buenos Aires. Es así que, hasta 1993, la estructuradel Laboratorio Central contó con 3 Divisiones: Aguas, Desagües yEnsayo de Materiales. En 1993 su dotación declinó lentamente has-ta 150, luego de haber alcanzado a 220 personas en 1976. En1983, la actividad de control de proceso de las plantas fue transfe-rida a los laboratorios de planta.

Cuando en 1993, se creó la Concesión de Aguas Argentinas, el Labo-ratorio Central dejó de trabajar en tecnología de los materiales re-duciendo el número de personas en aproximadamente 75. Con la in-corporación de nuevos equipamientos, programas intensivos de ca-

pacitación y la remodelación completa del edificio, el Laboratorio en-tró en una etapa de especialización y mejora de sus competencias.

Un siglo al servicio de la calidad

De 1914 a 1916, los laboratorios investigaron la recuperación del sul-fato de aluminio de los barros de decantación y desarrollaron la técni-ca de fabricación de sulfato alúmino-férrico a partir del Loess pampea-no lo que permitió reemplazar el coagulante importado. Se puede des-tacar que, en 1914 se realizaron 5176 análisis bacteriológicos.

Entre 1916 y 1919, se comprobó que los casos de enfermedad des-critos por el Dr. Abel Ayerza en Bell Ville (queratosis palmares) ve-nían de excesos de arsénico y vanadio en el agua. Se hicieron en-sayos de eliminación de esos metales por el proceso de clarificación.En la misma época se realizaron los primeros estudios de cloraciónque se prolongaron, con interrupciones, hasta el año 1950.

De 1921 a 1923, se hicieron varios estudios sobre: I.- la corrosiónde las cañerías de fundición con la propuesta de corregir el pH poragregado de agua de cal, II.- la eficiencia de los filtros rápidos dePalermo y III.- la contaminación del Río de La Plata, en la zona deBerazateguy y en la franja costera de San Isidro a Río Santiago, quefue atribuida a los arroyos que descargan en el río.

Desde 1927 hasta 1945, se estudió en todo el país la relación en-tre el contenido de yodo y la formación de bocios, así como la pre-sencia de plomo. La creación de mapas de flúor, arsénico y yodo fueuna preocupación permanente hasta la década del 80.

En paralelo con la evolución de su estructura, el Laboratorio pasó deun número de muestras anuales de aguas de 5000 en 1914, a20372 en 1923, 47949 en 1929 y 123000 en 1977.

Control de calidad del agua en Aguas Argentinas:diferentes niveles de acción

Las dos principales plantas, San Martín y Bernal, producen agua po-table a partir del Río de La Plata, cuya calidad es muy variable porla influencia de varios factores esencialmente climáticos: lluvias en laalta cuenca del río Bermejo, vientos como la sudestada, mareas, etc.

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Asegurar la calidad del agua distribuida necesita, en prioridad, dis-poner de instalaciones de tratamiento fiables y capaces de asimilaresas variaciones de calidad del agua cruda. Desde principios de laConcesión, se implementó un importante programa de inversión pa-ra renovar las instalaciones y automatizarlas por medio de senso-res de medición continua de caudales y de parámetros de calidad,como la turbiedad y la conductividad, en las diferentes etapas deltratamiento. Además los Laboratorios de plantas determinan, 24horas por día, las condiciones de funcionamiento adecuadas asegu-rando así un segundo nivel de control en la fase de producción.

El control de calidad en la distribución se hace por una parte, con laimplementación de sensores de medición continua en salida deplanta así como en salida de las estaciones elevadoras en diferen-tes puntos de la ciudad; toda la información está, en tiempo real, enun Control Centralizado ubicado en la planta San Martín. Por otraparte, el Laboratorio Central testea diariamente diferentes puntosde la red, cubriendo periódicamente la totalidad de la misma condistribución y frecuencia de muestreo proporcional a la poblaciónservida. A su vez, a nivel región y distrito, se cuenta con equipos pa-ra la atención de reclamos y desarrollo de acciones preventivas. Pa-ra ser completo, el Organismo de Control (ETOSS) realiza, median-te auditorias operativas, muestreos propios y consultas de resulta-dos de controles internos.

Como todos los laboratorios de nivel internacional, el Central desa-rrolló técnicas analíticas basadas en la utilización de materiales so-fisticados que permiten el análisis cuantitativo y la identificación desustancias orgánicas en concentraciones de algunos nanogramos/li-tro, de metales pesados a niveles del microgramo/litro y de algu-nas unidades virales por metro cúbico de agua. Hoy en día, un aná-lisis tipo de agua incluye la medición de más de 100 diferentes pa-rámetros y en el Laboratorio Central se analizan más de 500000parámetros por año (agua y aguas servidas). Esta evolución fue po-sible gracias a: I.- la implementación de equipamientos como la es-pectrometría de masa o el plasma inducido, II.- el desarrollo de téc-nicas bioquímicas, III.- un programa de capacitación específico, IV.-una organización sin falla que permitió la obtención de la acredita-ción ISO 25 en 2000, y finalmente V.- la motivación de todo el per-sonal. Pero, no es un fin en si. Regularmente la comunidad científi-ca internacional hace nuevos descubrimientos sobre el agua y sucontenido. La misión del Laboratorio Central es integrar esos nue-vos datos para desarrollar nuevas técnicas analíticas y asegurar asíel abastecimiento de una agua de calidad perfecta.

Ing. Joël MallevialleDirector de Agua y Saneamiento de Aguas Argentinas

Centro de Comando y Telecontrol de Servicio, en Planta San Martín, Buenos Aires (AA) Planta Potabilizadora General San Martín (Alejandro Hazaña)

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COLABORACIONES

CONTINUIDAD DEL ESPÍRITU QUE ANIMÓA O.S.N.

El período transcurrido entre los años 1993 y 2001, en el cualAguas Argentinas actúa como concesionaria de los sistemas de pro-visión de agua y desagües cloacales prestados anteriormente porO.S.N., ha permitido visualizar una suerte de continuidad en aque-llos factores que conforman la esencia de un organismo prestadorde servicios públicos.

Lograr la mayor eficiencia en el funcionamiento de las instalacionesexistentes, reducir la brecha entre las demandas de ampliacionesde redes y la factibilidad de atenderlas, satisfacer los reclamos y pe-didos de los clientes en el más breve plazo, son, en lo material, re-sultados factibles de conseguir en la medida que las inversiones fa-culten en tiempo y forma la ejecución de las obras previstas en losplanes de mantenimiento, mejoras y ampliación de los sistemas.

En tal sentido, en el período mencionado y a partir de un sustanti-vo nivel de inversiones se consolidó la confiabilidad, continuidad yseguridad operativa de los servicios prestados, se ejecutaron conexcelente calidad y representativa magnitud una gran cantidad deobras y se alcanzó, en la opinión pública y muy particularmente denuestros clientes, un alto nivel de satisfacción.

Por el éxito en estos parámetros, todos ellos mensurables y de fá-cil determinación, tuvieron en Aguas Argentinas, como trasfondo dedifícil apreciación, el soporte ineludible de la labor diaria, sosteni-da y permanente de un personal cuya potenciación y eficiencia entodos los niveles mantuvo una “vocación de servicio”, herencia delespíritu que animó a O.S.N. en sus momentos de mayor apogeo.

Ing. Osvaldo ReyAsesor de la dirección General

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AGUAS ARGENTINAS Y LA PROTECCIÓNDEL PATRIMONIO CULTURAL

El Programa Patrimonio HistóricoUna presencia que no decrece

Desde 1995, Aguas Argentinas viene desarrollando, a través de unConvenio con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas yTécnicas (CONICET) el Programa Patrimonio Histórico, un emprendi-miento que tiene por finalidad principal promover el conocimiento,difusión y protección del patrimonio histórico cultural que hoy seencuentra a su cuidado, y que perteneciera a su antecesora, ObrasSanitarias de la Nación.

La continuidad de este Programa, que ya lleva seis años de ininte-rrumpida labor, es reflejo del compromiso asumido por la empresacon la comunidad y su historia, procurando conciliar pasado y mo-dernidad, tradición y cambio. De allí que el Programa comprendemúltiples actividades de extensión y de investigación, destinadas alos públicos más diversos, y desarrolladas por un equipo de investi-gadores y profesionales, especialmente capacitados en la preserva-ción y conservación de los bienes culturales.

En su faz inicial, el Programa ha realizado un Relevamiento e In-ventario de los Edificios y Sitios de valor histórico patrimonial quela empresa posee en Buenos Aires y Gran Buenos Aires, cubriendoun conjunto de más de 200 ejemplos construidos entre 1880 y1940, entre los que se cuentan los magníficos establecimientos deprovisión de agua potable en Palermo y de tratamiento de líquidoscloacales en Wilde, y valiosos testimonios de patrimonio industrialcomo son el gran depósito urbano de Avenida Córdoba.

La metodología empleada en estos trabajos ha sido utilizada por or-ganismos gubernamentales encargados del planeamiento urbanode la ciudad y de establecer normas legales para su protección, ytomados como modelos en su tipo por instituciones como el FondoNacional de las Artes, la Comisión Nacional de Museos, Monumen-tos y Lugares Históricos y diversos centros de formación profesionalde grado y postgrado.

En forma paralela a estos estudios, las tareas de gabinete compren-dieron el ordenamiento y sistematización de los archivos de planoshistóricos del Palacio de Aguas Corrientes -uno de los más importan-tes del país-, elaborándose un Catálogo de Planos del propio edificioy de los conjuntos de la Planta General San Martín, para la consultade investigadores y especialistas. Esta labor de relevamiento fue de

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El Museo en los suplementos de arquitectura de periódicos locales: Página 12, 14 de julio de 2001, y La Nación, 29 de agosto de 2001.

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suma utilidad para organizaciones tanto públicas como privadas que,a partir de la catalogación, disponen de documentación para consul-ta, que permanecía inaccesible antes del inicio del proyecto.

Dentro de las actividades de extensión, se organizaron SeminariosInternacionales sobre Patrimonio Industrial, se dictaron conferen-cias, se redactaron artículos en publicaciones especializadas y me-dios de difusión general. Asimismo, se editaron libros, inaugurandola Colección Patrimonio Histórico de Aguas Argentinas, de la cual es-te trabajo es su tercer entrega. Sus antecesoras fueron: en 1996, ElPalacio de las Aguas Corrientes, 86 págs.; y, en 1999,: Las Obras deSalubridad en Buenos Aires 1580-1930, 98 págs. Debido a la am-plia difusión de las publicaciones -algunas de ellas ya agotadas- dis-tribuidas gratuitamente a bibliotecas y centros de enseñanza, laempresa encaró su reedición en forma digitalizada.

Dentro del Programa, un lugar importante ocupa el Museo del Pa-trimonio en el Palacio de Aguas Corrientes de Avenida Córdoba, queprocura continuar la valiosa tarea de su antecesor, el Museo Técni-co de Artefactos de Obras Sanitarias de la Nación. Las actividadesque viene desarrollando el Museo desde 1996, han cobrado reno-vado impulso con la ampliación de sus espacios y colecciones, quefue habilitada al público en julio de 2001.

El Museo, que posee acceso libre y gratuito, propone al visitante co-nocer la historia del magnífico edificio que lo alberga, el Palacio deAguas Corrientes (1887-1894), uno de los monumentos más impor-tantes de Buenos Aires. También es posible contemplar valiosas co-lecciones de artefactos sanitarios que ofrecen un panorama históri-co de la higiene doméstica y la acción desplegada por Obras Sani-tarias de la Nación en el control y aprobación de los materiales sa-nitarios utilizados en todo el país.

En el recorrido, el visitante puede apreciar algunas de las 300.000piezas originales de cerámica inglesa que recubren el Palacio, los an-tiguos planos de su construcción exterior e interior, artefactos impor-tados de variadas marcas y procedencias, culminando su itinerarioen el pulmón mismo del edificio, donde se encuentran los magnífi-cos tanques de hierro que abastecieron de agua la ciudad, durantemás de medio siglo desde 1894. Hoy, ya fuera de uso, varios de elloshan sido reciclados por Aguas Argentinas para contener el valiosomaterial documental existente en sus archivos de planos históricos.

Actualmente, el Programa Patrimonio Histórico de Aguas Argenti-nas, es un ejemplo reconocido y valorado por los organismos depreservación del patrimonio cultural, como uno de los emprendi-mientos pioneros llevados a cabo por el sector privado en la Argen-tina. Su efecto modélico, puede constatarse en la incidencia que hatenido en otros programas similares en el interior del país -comopor ejemplo Aguas Provinciales de Santa Fe- y en la significativa re-percusión lograda recientemente por la ampliación de su Museo,que ha permitido hacer conocer al público obras de valores excep-cionales, hasta ese momento casi desconocidas.

Programa Patrimonio Histórico CONICET-Aguas Argentinas

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Distintas vistas de las instalaciones del Museo: aparatos de medición y artefactos (JT)

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UNA NUEVA MIRADA SOBRE EL PATRIMONIO: LOS SISTEMAS DIGITALES DE REPRESENTACIÓN

En la actualidad, dentro de las múltiples posibilidades queofrece la utilización de los sistemas digitales de representación en laarquitectura, se encuentra su aplicación como un nuevo medio deinterpretar, valorizar y comunicar el patrimonio histórico.

De esta manera, a los sistemas de representación tradicionales, sesuman modernas y enriquecedoras experiencias que permiten, apartir de reconstrucciones virtuales, renovadas lecturas que ayudana conocer mejor no sólo un edificio de valor histórico, sino el pen-samiento arquitectónico del autor y de su época, las relaciones mor-fológicas entre sus distintos elementos y espacios, y variedad de vi-sualizaciones desde ángulos no convencionales.

Dentro del Programa Patrimonio Histórico desarrollado por AguasArgentinas a través de un convenio con el CONICET, se han llevadoa cabo experiencias de reconstrucciones virtuales de distintos edifi-cios pertenecientes a la Planta Potabilizadora General San Martínen Palermo, un conjunto industrial de alto valor patrimonial y sin-gular calidad ambiental.

Para poder representar tridimensionalmente la organización espa-cial de estas obras, los avances tecnológicos están incorporandonuevas técnicas “análogo-digitales”, interrelacionadas e integradasde comunicación que parte de la modelización 3D.

Para materializar estas representaciones, se tuvieron en cuenta unaserie de niveles operativos perceptivos de algunas técnicas actuales,que parten del modelo 3D: a) Simulación 3d; b) Simulación rende-ring (imágenes pseudorealistas, que utilizan cámaras, luces, mate-rialidades, sombras, set de filmación), c) narrativa espacial,(guiónscript televisivo, permite videos); d) realidad virtual no inmersiva

(percepción de la tercera dimensión que define el usuario, permi-tiendo su uso en Redes de Internet).

Para poder llegar a la reconstrucción análogo digital de la obra, suanálisis y difusión, previamente se realizaron una serie de estudiosoperativo perceptivos. Así como la aplicación de una serie de pautasy patrones de modelización, basados en investigaciones del bien ypropuestas sobre sistemas. Se utilizó como documentación de base losarchivos del Museo del Patrimonio, las publicaciones editadas porAguas Argentinas dentro de la colección Patrimonio Histórico, comple-mentadas a su vez con visitas al lugar y relevamientos fotográficos.

El dibujo analítico de malla de alambre (wireframe), que se va ob-teniendo intenta documentar/representar más que una propuestaarquitectónica, un proceso de operación que pone de manifiesto lascomplejidades e interrelaciones, su dependencia o independencia(formales y espaciales) inherentes al proceso de diseño de cadaejemplo analizado. Así cada obra permitió: a) una nueva lectura, ensu morfología subyacente, que da fuerza al partido, b) la definiciónde un catálogo de tipologías diferenciales de elementos arquitectó-nicos, c) nuevas visiones y recorridos del espacio parciales y totales.

Los tres ejemplos sobre los que se emplearon estas técnicas, y quehoy cuentan con maquetas digitalizadas, que permiten recorridosvirtuales, fotografías digitales y videos, fueron: la antigua Casa deBombas Impelentes y Sala de Calderas, construida entre 1910 y1913; el edificio destinado originariamente a Casa de Administra-ción (1912-1919); una obra de alto valor testimonial, como es laréplica de la primera Casa de Bombas que tuvo Buenos Aires, ubi-cada en el antiguo Establecimiento Recoleta, reconstruida hacia1933-35 en su actual emplazamiento; y por último, el monumentalPórtico de Entrada a la Planta (1928).

D. C.

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—-. Oficina de Contraste. Historia de la nómina de arte-factos aprobados. Buenos Aires, varios expedientes ad-juntos, período 1932-1967.

ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS CONSULTADOS

Archivo General de la NaciónArchivo. Museo del Patrimonio. Aguas ArgentinasArchivo Planos, Dirección General de Espacios Verdes,Gobierno de la Ciudad de Buenos AiresBiblioteca de la Academia Nacional de la HistoriaBiblioteca de Aguas ArgentinasBiblioteca del Museo de la Ciudad de Buenos AiresBiblioteca de la Sociedad Central de ArquitectosBiblioteca de la Sociedad Científica ArgentinaBiblioteca del Centro Argentino de IngenierosBiblioteca del Instituto Histórico de la Ciudad de Bue-nos AiresCentro de Documentación de Arte y Arquitectura Lati-noamericanos

ABREVIATURAS USUALES

AGN. DDFA. Archivo General de la Nación. Departa-mento Documentos Fotográficos. Argentina.

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BUENOS AIRES Y EL AGUAMemoria, higiene urbana y vida cotidiana

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AGUAS ARGENTINAS S.A.

CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONESCIENTÍFICAS Y TÉCNICAS (CONICET)

Instituto de Investigaciones Geohistóricas (IIGHI)

Proyecto Patrimonio HistóricoConvenio CONICET - Aguas Argentinas

Arq. Ramón GutiérrezDirector

Equipo de trabajoArq. Jorge D. TartariniArq. Patricia MéndezArq. Celina B. NoyaArq. Graciela M. Viñuales

Redacción e investigación documentalArq. Ramón Gutiérrez (Capítulo I)Arq. Jorge D. Tartarini (Capítulo II)Arq. Patricia Méndez (Capítulo III)

Colaboraciones especialesIng. Jöel MallevialleIng. Osvaldo Rey

RecuadrosD.C. (Arq. Dora Castañé)R.G. (Arq. Ramón Gutiérrez)C.B.N. (Arq. Celina B. Noya)E.R. (Lic. Elisa Radovanovic)J.D.T. (Arq. Jorge D. Tartarini)G.M.V. (Arq. Graciela M.Viñuales)

Diseño y diagramaciónDG Marcelo Bukavec

Fotografías y reproduccionesAG.N. (Archivo General de la Nación)Archivo de la Dirección General de EspaciosVerdes G.C.B.A.Biblioteca de Aguas ArgentinasCEDODAL (Centro de Documentación de Arte yArquitectura Latinoamericanos)Dirección de Comunicaciones Externas y Marketingde Aguas Argentinas (AA)Museo de la Ciudad de Buenos AiresMuseo del Patrimonio Aguas ArgentinasPrograma de Descentralización G.C.B.A. (GCBA)Summa Iconographica. Ed. EMECE. Archivo Familia Vautier (AV)Col. Lic. Elisa Radovanovic (ER)Col. Arq. Marta Magliano (MM)Arq. Ramón Gutiérrez (RG)Arq. Patricia Méndez (PM)Arq. Jorge Tartarini (JT)

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BUENOS AIRES Y EL AGUAMemoria, higiene urbana y vida cotidiana

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AGRADECIMIENTOS

Los autores desean expresar su agradecimiento a todas aquellas personas que contribuyerona concretar el presente trabajo, especialmente al personal de Aguas Argentinas. También merecen nuestro agradecimiento

Roberto y Celina VautierNelly Di SalvoMarta MaglianoDiana RosenbergDora CastañéEMECE EdicionesLucio AquilantiGalería ZurbaránElisa RadovanovicElisa StorkMyriam Casals

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