bryan sykes las siete hijas de eva

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  • Bryan Sykes Las siete hijas de Eva

    Traduccin de Juan Manuel Ibeas

    DEBATE

  • Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del copyright', bajo las sanciones establecidas

    en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa

    y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos.

    Primera edicin: noviembre 2001 Segunda edicin: octubre, 2002

    (Primera con esta portada) Ttulo original: The Seven Daughters of Eve

    Bryan Sykes, 2001 El testamento del legado espaol, Csar Daz, 2001

    De la traduccin, Juan Manuel Ibeas, 2001 De la versin castellana, Random House Mondadori, S. A., 2001

    Travessera de Gracia, 47-49. 08021 Barcelona

    I.S.B.N.: 84-8306-476-6 Depsito legal: B. 42.649 - 2002

    Compuesto en Lozano Faisano, S. L. Impreso cu A & M Grfic, S. L., Santa Perpetua de la Mogoda (Barcelona)

    Impreso en Espaa (Printed in Spain)

    C 8 4 4 7 6 A

  • A mi madre

  • Sumario

    AGRADECIMIENTOS 9 MAPA. LOCALIZACIN GEOGRFICA DE LAS SIETE HIJAS DE EVA . . . 13 PRLOGO 15

    1. La pariente del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset 17

    2. Qu es el ADN y para qu sirve? 35 3. De los grupos sanguneos a los genes 45 4. El mensajero especial 63 5. El zar y yo 73 6. El enigma del Pacfico 89 7. Los ms grandes viajeros del mundo 105 8. Los primeros europeos 117 9. El ltimo neandertal 125

    10. Cazadores y agricultore 139 11. No nos ha hecho gracia 153 12. Habla el Hombre de Cheddar 175 13. Adn se incorpora a la partida 191 14. Las siete hijas 201 15. rsula 207 16. Xenia 217 17. Helena 225 18. Velda 237 19. Tara 245

  • 20. Katrine 253 21. Jasmine 261 22. El mundo 271 23. El sentido del yo 287

    NDICE DE MATERIAS 297

  • Agradecimientos

    Este libro debe muchas cosas a mucha gente. No se les ocurra pen-sar que todo lo que aqu se dice que ha salido de mi laboratorio es trabajo exclusivamente mo. La ciencia moderna se basa en el traba-jo en equipo, y yo he tenido la suerte de haber contado, a lo largo de los aos, con algunas personas de mucho talento en mi equipo de in-vestigacin. Cada uno a su manera, todos ellos han contribuido a ela-borar esta historia. En particular, quiero dar las gracias a Martin Ri-chards, Vincent Macaulay, Kate Bendall, Kate Smalley, Jill Bailey, Isabelle Coulson, Eileen Hickey, Emilce Vega, Catherine Irven, Lin-da Ferguson, Andrew Lieboff, Jacob Low-Beer y Chris Tomkins. De la gente de Oxford, tambin tengo que dar las gracias a Robert Hed-ges, de la Unidad Aceleradora de Carbono Radiactivo, por darme el impulso para empezar todo esto, y a William James, que en su po-ca fue miembro de casi todos los colegios de Oxford, por sus inspi-radas sugerencias durante el proceso. Y de Londres, a Chris Stringer, del Museo de Historia Natural, por permitirme hacer agujeros en los fsiles que tena a su cuidado. Le estoy muy agradecido a Clive Gam-ble por sus lecciones particulares sobre el mundo antiguo. Tambin debo expresar mi especial agradecimiento al profesor sir David Wea-therall, que no slo toler sino que lleg a fomentar la realizacin de investigaciones tan exticas y aparentemente intiles en su Instituto de Medicina Molecular de Oxford.

    Tambin podra dar la impresin de que mi equipo de investiga-cin es el nico equipo del mundo dedicado a este tipo de trabajo.

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  • Agradecimientos

    Desde luego que no lo es, y nada de esto habra sido posible sin los trabajos pioneros de, entre otros muchos, Luca Cavalli-Sforza, Alber-to Piazza, Walter Bodmer, el difunto Alian Wilson, Svante Paabo, Mark Stoneking, Rebecca Cann, Douglas Wallace, Antonio Torro-ni, Mark Jobling y Peter Underhill. Como vern ms adelante, no todos estamos necesariamente de acuerdo en todo; pero sin ellos, y sin muchos otros como ellos, este viaje habra sido mucho ms dif-cil y mucho ms aburrido.

    Cuatro personas en particular han contribuido a llevar esta historia a la imprenta. La tranquila profesionalidad de mi editora, Sally Ga-minara, y el contagioso entusiasmo de mi agente, Luigi Bonomi, me mantuvieron n marcha. Adase a esto la minuciosidad de Gillian Bromley, mi editora de texto, y la paciencia de Julie Sheppard, que mecanografi mis garabatos, y pocos autores habrn contado con tanta ayuda.

    Estoy en deuda con los miles de voluntarios que me proporcio-naron muestras de su ADN y as me permitieron sondear los secre-tos de su pasado gentico. Sin ellos, no habra historia que contar. Algunos nombres se han cambiado para proteger el anonimato. En particular, quiero dar las gracias al gobierno y al pueblo de Raroton-ga (islas Cook), que fueron extraordinariamente cooperativos, y a Malcolm Laxton-Blinkhorn, por su asombrosa hospitalidad durante mis estancias en esta deliciosa isla. Y por ltimo, gracias a Janis, Jay, Sue y mi hijo Richard, aunque por entonces este ltimo slo era un embrin, por acompaarme en el viaje.

    B. S.

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  • LAS SIETE HIJAS DE EVA

  • Las siete hijas de Eva

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  • Prlogo

    De dnde procedo yo? Cuntas veces se ha hecho usted esa pregunta? Podemos saber

    quines fueron nuestros padres, e incluso nuestros abuelos; un poco ms all, la pista de casi todos nosotros empieza a perderse en la nie-bla. Pero cada uno de nosotros lleva un mensaje de sus antepasados en todas las clulas de su cuerpo. Est en nuestro ADN, el material gentico que se transmite de una generacin a otra. En el ADN no slo estn escritas nuestras historias individuales, sino la historia de toda la especie humana. Con la ayuda de los recientes avances de la tecnologa gentica, dicha historia se est empezando a revelar. Al fin somos capaces de empezar a descifrar los mensajes del pasado. Nues-tro ADN no se deshace como un antiguo pergamino; no se oxida en la tierra como la espada de un guerrero muerto hace mucho tiempo; no lo erosionan el viento y la lluvia; no queda reducido a ruinas por incendios y terremotos. Es un viajero procedente de un pas antiguo que vive dentro de todos nosotros.

    Este libro trata de la historia del mundo revelada por la gentica. Demuestra que la historia de nuestra especie, Homo sapiens, est registrada en los genes que permiten seguir nuestro linaje hasta el pasado remoto, mucho ms all del alcance de los registros escritos o las inscripciones en piedra. Estos genes cuentan una historia que comienza hace ms de cien mil aos, y cuyos ltimos captulos es-tn ocultos dentro de las clulas de cada uno de nosotros.

    Es tambin mi propia historia. Como cientfico en ejercicio, he te-

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  • Las siete hijas de Eva

    nido la gran suerte de estar presente en el momento oportuno y po-der tomar parte activa en este maravilloso viaje al pasado, que ahora es posible gracias a la gentica moderna. He encontrado ADN en es-queletos de hace miles de aos y he visto exactamente los mismos ge-nes en mis amigos. Y he descubierto con asombro que todos estamos emparentados por va materna con un pequeo grupo de mujeres que vivieron hace decenas de miles de aos.

    En las pginas que siguen, me propongo guiarles a travs de las emociones y las frustraciones de la investigacin de vanguardia que es la base de estos descubrimientos. Aqu van a ver lo que realmente ocurre en un laboratorio de gentica. Como cualquier otro sendero de la vida, la ciencia tiene sus altibajos, sus hroes y sus villanos.

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  • 1

    La pariente del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset

    El jueves 19 de septiembre de 1991, Erika y Helmut Simon, dos ex-perimentados alpinistas de Nuremberg (Alemania), se acercaban al final de sus vacaciones, que haban pasado haciendo senderismo en los Alpes italianos. La noche anterior haban hecho una parada no programada en un refugio de montaa, con la intencin de bajar a la maana siguiente hasta su coche. Pero era una maana tan soleada que decidieron dedicarla a ascender al Finailspitze, de 3.516 metros. Cuando bajaban de regreso al refugio para recoger sus mochilas, se desviaron de la ruta marcada y se introdujeron en una hondonada parcialmente llena de hielo a medio fundir. Y del hielo sobresala el cuerpo desnudo de un hombre.

    Estos hallazgos macabros no son nada extraordinario en las altu-ras de los Alpes, y los Simon supusieron que se trataba del cadver de un montaero que haba cado en una grieta diez o veinte aos atrs. Al da siguiente acudieron al lugar otros dos alpinistas, que se extraaron de lo antiguo que era el diseo del pico que haba junto al cadver. A juzgar por el equipo, aquel accidente alpino haba ocu-rrido haca muchsimos aos. Se avis a la polica y, tras consultar los registros de montaeros desaparecidos, lo primero que se pens fue que el cadver podra ser el de Cario Capsoni, profesor de msica de Verona, que haba desaparecido en esa zona en 1941. Pero a los po-cos das, todo el mundo empez a darse cuenta de que aquella muerte no era nada moderna. El instrumento encontrado junto al cadver no se pareca en nada a un moderno piolet; era mucho ms semejante a

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  • Las siete hijas de Eva

    un hacha prehistrica. Y tambin se encontr en las proximidades un recipiente hecho de corteza de abedul. Poco a poco, fue cuajando la idea de que el cadver no tena decenas de aos, ni siquiera siglos, sino miles de aos de antigedad. Se trataba de un hallazgo arqueo-lgico de importancia internacional.

    Los marchitos y desecados restos del Hombre de los Hielos, que es como se le empez a llamar muy pronto, fueron trasladados al Ins-tituto de Medicina Forense de Innsbruck (Austria), donde se guarda-ron congelados mientras se reuna un equipo internacional de cient-ficos para llevar a cabo un minucioso examen de este hallazgo nico en su gnero. Dado que mi equipo de investigacin de Oxford haba sido el primero en recuperar vestigios de ADN de antiguos huesos humanos, se me llam para ver si podamos encontrar algo de ADN en el Hombre de los Hielos. Fue precisamente la irresistible posibi-lidad de participar en descubrimientos tan apasionantes como este lo que me llev a apartarme de mi carrera de genetista mdico para in-troducirme en este nuevo campo de la ciencia, que algunos de mis colegas consideraban una diversin extravagante y excntrica sin nin-guna utilidad ni trascendencia.

    Para entonces, la datacin por carbono la medicin de la de-sintegracin de los tomos de carbono naturalmente radiactivos que formaban parte de los restos haba confirmado la gran antigedad del Hombre de los Hielos, situndola entre 5.000 y 5.350 aos. Aun-que eran mucho ms antiguos que cualquiera de los restos humanos con los que yo haba trabajado hasta entonces, me senta muy opti-mista y pensaba que haba bastantes posibilidades de xito, porque el cuerpo haba estado congelado en el hielo, a salvo de las fuerzas des-tructoras del agua y el oxgeno, que lenta pero implacablemente des-truyen el ADN. El material con el que tenamos que trabajar estaba metido en un tarrito con tapa de rosca, de los que se usan para las muestras de patologa. Tena un aspecto terriblemente poco interesan-te: una especie de masa griscea. Cuando Martin Richards, que era entonces mi ayudante de investigacin, y yo abrimos el tarro y em-pezamos a extraer el contenido con un par de pinzas, nos pareci que era una mezcla de piel y fragmentos de hueso. Aun as, y aunque

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  • La pariente del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset

    no era muy agradable de mirar, no haba seales evidentes de que hu-biera empezado a descomponerse, y nos pusimos a la labor con en-tusiasmo y optimismo. Y efectivamente, al regresar a nuestro labora-torio de Oxford y someter los pequeos fragmentos de hueso al proceso de extraccin que haba dado buenos resultados con otras muestras antiguas, encontramos ADN, y en abundancia.

    A su debido tiempo, publicamos nuestros hallazgos en Science, la principal revista cientfica de los EE.UU. Para ser absolutamente sinceros, lo ms destacable de nuestros resultados no fue el haber ex-trado ADN del cadver algo que, para entonces, era ya un proce-so rutinario, sino que habamos encontrado en el Hombre de los Hielos exactamente la misma secuencia de ADN que un equipo in-dependiente de Munich. Los dos equipos habamos demostrado que el ADN era claramente europeo, ya que habamos encontrado la mis-ma secuencia exacta en muestras de ADN de europeos vivos. Se po-dra pensar que esto no resulta tan sorprendente, pero exista una po-sibilidad real de que todo el episodio hubiera sido un gigantesco fraude, y que el cadver fuera una momia sudamericana transporta-da en helicptero y plantada en el hielo. El aire fro y sumamente seco del desierto de Atacama (sur del Per y norte de Chile) ha conserva-do cientos de cuerpos completos, enterrados en tumbas poco profun-das, y a un embaucador decidido no le habra resultado muy difcil hacerse con uno de ellos. Las condiciones de Europa, mucho ms hmedas, reducen un cadver a esqueleto con mucha rapidez, de modo que si esto era un fraude, el cadver tendra que haber venido de alguna otra parte, y la ms probable era Amrica del Sur. Esto puede parecer trado por los pelos, pero ya se han dado casos de frau-des muy bien montados. Acurdense del Hombre de Piltdown. Este infame fsil fue descubierto en una gravera de Sussex (Inglaterra) en 1912. Tena una mandbula inferior simiesca, unida a un crneo mucho ms humanoide, y fue aclamado como el tan buscado esla-bn perdido entre los humanos y los simios antropoides (gorilas, chimpancs y orangutanes). Hasta 1953 no se descubri que se tra-taba de un fraude, cuando el anlisis del carbono radiactivo, la mis-ma tcnica que se utiliz tiempo despus para determinar la edad del

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  • Las siete hijas de Eva

    Hombre de los Hielos, demostr sin lugar a dudas que el crneo de Piltdown era moderno. El embaucador, que nunca ha sido identifica-do, haba juntado la mandbula inferior de un orangutn con un cr-neo humano, y los haba teido por procedimientos qumicos para que parecieran mucho ms antiguos de lo que eran. La larga sombra del fraude de Piltdown todava no se ha borrado por completo, y por eso la idea de que el Hombre de los Hielos pudiera ser un engao estaba presente en la mente de todos.

    Tras la publicacin de nuestro informe cientfico sobre el Hom-bre de los Hielos aparecieron muchos reportajes en la prensa, y tuve que explicar cmo habamos demostrado sus credenciales europeas. De haber sido un fraude, el ADN lo habra puesto al descubierto. Su secuencia habra coincidido ms con los sudamericanos que con los europeos. Pero fue Lois Rogers, del Sunday Times, quien plante la pregunta crucial:

    Dice usted que han encontrado exactamente el mismo ADN en europeos modernos. Puede decirme en quines? pregunt en un tono que me indic que esperaba que yo supiera la respuesta de inmediato.

    Cmo que en quines? En nuestra coleccin de muestras de ADN de toda Europa.

    S, pero quines son? insisti Lois. No tengo ni idea. Las identidades de los donantes las archiva-

    mos en un archivo separado. Y adems, las muestras se donan siem-pre bajo un compromiso estricto de confidencialidad.

    Cuando Lois colg el telfono, encend mi ordenador para com-probar qu muestras coincidan con el ADN del Hombre de los Hie-los. Una de ellas era la LAB 2803. El prefijo de la serie, LAB, significaba que corresponda a alguien que trabajaba en el laborato-rio, o a algn visitante o amigo. Cuando mir el nmero en la base de datos que contena los nombres de los voluntarios, me pareci in-creble la suerte que haba tenido. LAB 2803 era Marie Moseley, y LAB 2803 tena exactamente el mismo ADN que el Hombre de los Hielos. Esto slo poda significar una cosa: Marie era pariente del mismsimo Hombre de los Hielos. Por razones que explicar con detalle en captulos posteriores, tena que existir una lnea gentica

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  • La pariente del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset

    ininterrumpida entre Marie y la madre del Hombre de los Hielos, que se extenda a lo largo de ms de cinco mil aos y haba quedado fiel-mente registrada en el ADN.

    Marie es una amiga irlandesa, tcnica administrativa de las afueras de Bournemouth (Dorset, sur de Inglaterra). Aunque no es cientfica, tiene una insaciable curiosidad por la gentica y dos aos antes haba donado a la causa de la ciencia un par de mechones de su largo cabello rojo. Es locuaz, extrovertida y muy ingeniosa, y yo estaba seguro de que podra hacer frente a la publicidad. Cuando la llam para preguntarle si le importaba que diera su nombre al Sunday Times, accedi al instante, y la siguiente edicin public un reportaje sobre ella con el ttulo Parien-te del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset.

    Durante unas cuantas semanas, Marie se convirti en una celebri-dad internacional. De todos los titulares que se publicaron, el que ms me gust fue el del Irish Times. El periodista le pregunt a Marie si su clebre antepasado le haba dejado alguna herencia. Sorprendida, Marie respondi que no. Y el reportaje apareci con este ttulo: El Hombre de los Hielos deja en la indigencia a uno de los nuestros en Bournemouth.

    Una de las cosas ms extraas de esta historia, que al principio puede parecer sorprendente y por esta razn la cuento aqu, es que Marie empez a sentir algo por el Hombre de los Hielos. Haba vis-to fotografas de los traslados desde el glaciar al congelador y del congelador a la sala post mortem, fotos en las que le pinchaban, son-deaban, abran y cortaban trozos. Para ella ya no era una simple cu-riosidad annima cuya fotografa haba aparecido en los peridicos y la televisin. Haba empezado a pensar en l como una persona de verdad y como un familiar... que es exactamente lo que era.

    Qued fascinado por la sensacin de conexin que Marie expe-rimentaba entre ella y el Hombre de los Hielos. Empez a ocrrr-seme que si se poda conectar genticamente a Marie con alguien que llevaba tanto tiempo muerto, miles de aos antes de que exis-tieran registros de algn tipo, lo mismo se poda hacer con cualquier otra persona. A lo mejor slo tenamos que mirar a nuestro alrede-dor, a la gente que vive en la actualidad, para desentraar los mis-

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  • Las siete hijas de Eva

    terios del pasado. A casi todos mis amigos arquelogos, esta idea les pareci completamente ajena a su modo de pensar. Se les haba en-seado a creer que el pasado slo se puede entender estudiando el pasado; la gente moderna no tiene ningn inters. Pero yo estaba seguro de que si el ADN se heredaba intacto a lo largo de cientos de generaciones y miles de aos, como yo haba demostrado al co-nectar a Marie con el Hombre de los Hielos, entonces los individuos que viven en la actualidad merecen la misma confianza como tes-tigos del pasado que cualquier daga de bronce o fragmento de ce-rmica.

    Me pareca absolutamente imprescindible ampliar mi investiga-cin para incluir a personas modernas. Slo cuando supiramos mu-cho ms sobre el ADN de los vivos podramos aspirar a situar en al-gn contexto los resultados obtenidos con fsiles humanos. As pues, me propuse descubrir lo ms posible acerca del ADN de los europeos actuales, y de gente de otras muchas partes del mundo, sabiendo que lo que encontrara nos habra sido transmitido directamente por sus antepasados. El pasado est dentro de cada uno de nosotros.

    Las investigaciones que realic durante la dcada siguiente han de-mostrado que casi todos los que viven actualmente en Europa pueden trazar una lnea gentica ininterrumpida, del mismo tipo que la que conecta a Marie con el Hombre de los Hielos, y remontarla hacia el pasado remoto, hasta una de slo siete mujeres. Estas siete mujeres son las antepasadas maternas directas de prcticamente todos los 650 mi-llones de europeos modernos. En cuanto les puse nombres rsula, Xenia, Helena, Velda, Tara, Katrine y Jasmine, cobraron vida de inmediato. Este libro cuenta cmo llegu a tan increble conclusin, y lo que se sabe sobre las vidas de estas siete mujeres.

    S que yo soy descendiente de Tara, y quiero saber ms sobre ella y su vida. Siento que tengo algo en comn con ella, ms que lo que tengo con las otras. Por procedimientos que enseguida explicar, fui capaz de calcular cunto tiempo hace que vivieron las siete mujeres, y aproximadamente en qu zona. He conjeturado que Tara vivi en el norte de Italia hace unos 17.000 aos. Europa estaba entonces so-metida a los rigores del ltimo Perodo Glacial, y las nicas partes del

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  • La pariente del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset

    continente donde la vida humana era posible eran las del sur. En aquel tiempo, las colinas toscanas eran muy diferentes de lo que son aho-ra. No crecan vides; no haba buganvillas decorando las casas rura-les. Las laderas estaban cubiertas por densos bosques de pinos y abe-dules. En los arroyos haba pequeas truchas y cangrejos, que ayudaron a Tara a criar a su familia y aliviaban las punzadas del ham-bre cuando los hombres no conseguan cazar un ciervo o un jabal. Cuando la Edad del Hielo afloj su presa, los hijos de Tara se despla-zaron siguiendo la costa hasta Francia, y all se unieron a la gran horda de cazadores que segua a la caza mayor a travs de la tundra que era entonces el norte de Europa. Con el tiempo, los descendien-tes de Tara cruzaron la lengua de tierra que ms tarde se convertira en el Canal de la Mancha y llegaron a Irlanda, de cuyo antiguo rei-no celta ha tomado su nombre el clan de Tara.

    Poco despus de publicarse las conclusiones de mi investigacin, la noticia de estas siete madres ancestrales empez a aparecer en la prensa y televisin de todo el mundo. Los escritores y montadores de imgenes pusieron a trabajar su imaginacin para encontrar anlogos contemporneos: Brigitte Bardot se convirti en la reencarnacin de Helena; Maria Callas en rsula; a la modelo Yasmin le Bon se la identific, naturalmente, con Jasmine; Jennifer Lpez se convirti en Velda. Fue tanta la gente que nos llam para averiguar de cul de ellas descenda que tuvimos que abrir un sitio web para atender a las mi-les de peticiones. Nos habamos tropezado con algo muy fundamen-tal; algo que slo estbamos empezando a entender.

    Este libro cuenta la historia que hay detrs de esos descubrimien-tos y sus implicaciones para todos nosotros, no slo en Europa sino en todo el mundo. Es la historia de nuestra herencia comn y nues-tros antepasados comunes. Nos lleva desde los Balcanes en la Primera Guerra Mundial hasta las lejanas islas del Pacfico Sur. Nos lleva desde el presente a los comienzos de la agricultura y an ms atrs, hasta nuestros antepasados que cazaban junto a los neandertales. Lo ms asombroso es que todos llevamos esa historia en nuestros genes, pautas de ADN que se han transmitido hasta nosotros prcticamente inalteradas desde nuestros remotos antepasados, antepasados que ya

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  • Las siete hijas de Eva

    no son slo una entidad abstracta, sino personas reales que vivieron en condiciones muy diferentes de las que nosotros disfrutamos hoy, que lograron sobrevivir a ellas y criar a sus hijos. Nuestros genes estaban all. Han llegado hasta nosotros a travs de milenios. Han viajado por tierra y mar, cruzando montaas y bosques. Todos noso-tros, desde el ms poderoso al ms dbil, desde los fabulosamente ricos hasta los que viven en la miseria, llevamos en nuestras clulas a los supervivientes de aquellos fantsticos viajes: nuestros genes. Deberamos sentirnos orgullosos de ellos.

    Mi parte en esta historia comienza en el Instituto de Medicina Molecular de Oxford, donde soy profesor de gentica. El Institu-to forma parte de la Universidad de Oxford, aunque est geogrfica y temperamentalmente muy lejos del arcano mundo de los claus-tros colegiales. Est lleno de mdicos y cientficos que se matan a trabajar aplicando las nuevas tecnologas de la gentica y la biolo-ga molecular al campo de la medicina. Hay inmunlogos que in-tentan crear una vacuna contra el sida, onclogos que buscan la manera de matar tumores cortndoles el suministro de sangre, he-matlogos que se esfuerzan por curar las anemias hereditarias que matan a millones de personas cada ao en los pases en vas de desarrollo, microbilogos que desentraan los secretos de la menin-gitis, y muchos otros ms. Es un lugar donde resulta apasionante trabajar. Yo pertenezco al Instituto porque antes trabajaba en enfer-medades hereditarias del esqueleto, y en particular en un terrible trastorno llamado osteognesis imperfecta, ms conocido como enfermedad de los huesos quebradizos. Los nios nacidos con la forma ms grave de esta enfermedad pueden tener los huesos tan frgiles que cuando respiran por primera vez se les fracturan todas las costillas, a consecuencia de lo cual se asfixian y mueren. Est-bamos investigando la causa de esta trgica enfermedad y le haba-mos seguido la pista hasta pequeos cambios ocurridos en los ge-nes que codifican el colgeno. El colgeno es la protena ms importante y ms abundante en los huesos, y forma en ellos una entructura de sostn muy similar a la de las barras de acero que refuerzan el hormign armado. Pareca lgico pensar que si el co-

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  • La pariente del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset

    lgeno fallaba debido a un defecto en el gen, los huesos seran fr-giles. Durante esta investigacin aprendimos mucho sobre las va-riaciones del colgeno y sus genes en la poblacin general. Y fue a causa de este trabajo como conoc en 1986 a Robert Hedges.

    Robert dirige el laboratorio de datacin por carbono de muestras arqueolgicas de Oxford. Haba estado pensando en maneras de ob-tener ms informacin de los huesos que pasaban por su laboratorio, aparte de la simple determinacin de su edad por el mtodo del car-bono radiactivo. El colgeno es la principal protena de los huesos, no slo de los huesos vivos sino tambin de los muertos, y lo que se utiliza para datarlos es el carbono del colgeno superviviente. Robert se preguntaba si en estos fragmentos supervivientes de antiguo col-geno podra haber alguna informacin gentica, as que entre l y yo presentamos un proyecto de investigacin para estudiarlos. El col-geno, como toda protena, est formado por unidades llamadas ami-nocidos, ordenadas en una secuencia concreta. Como veremos en el siguiente captulo, la secuencia de aminocidos del colgeno y dicho sea de paso, de todas las dems protenas est dictada por la secuencia de ADN de sus genes. Tenamos esperanzas de descubrir de un modo indirecto la secuencia de ADN de los antiguos genes del colgeno, determinando el orden de aminocidos de los fragmentos de protena que haban sobrevivido en los huesos antiguos de Robert. Pusimos varios anuncios solicitando ayudantes para la investigacin, pero nadie respondi. Estbamos seguros de que si se hubiera trata-do de un trabajo de gentica normal, se habra producido una avalan-cha de candidatos, y atribuimos este nulo inters al carcter inslito del proyecto. Lamentablemente, pocos cientficos estn dispuestos a aventurarse fuera del campo principal de investigacin en las prime-ras etapas de su carrera. Para nosotros, esta ausencia de reclutas sig-nific que tuvimos que aplazar un ao el comienzo del proyecto. Aun-que en aquel momento nos result muy frustrante, el retraso result ser una bendicin encubierta, porque antes de que el proyecto se pusiera en marcha nos llegaron noticias de un nuevo invento. Un cien-tfico norteamericano de California llamado Kary Mulls haba idea-do una manera de amplificar cantidades minsculas de ADN en

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  • Las siete hijas de Eva

    condiciones ideales, tan minsculas como una sola molcula en un tubo de ensayo.

    Una clida noche de viernes, en 1983, Mulls iba conduciendo por la Autopista 101, a la orilla del mar. Segn su relato de los hechos, la noche estaba saturada de humedad y de aroma a castaos de In-dias en flor. Mientras conduca, iba hablando con su novia, senta-da a su lado, sobre algunas de las ideas que pensaba aplicar a su tra-bajo en una empresa local de biotecnologa. Como tqdos los que trabajaban en ingeniera gentica, estaba haciendo copias de ADN en tubos de ensayo. Era un proceso lento, porque las molculas tenan que copiarse de una en una. El ADN es como una larga cuerda, y el co-piado empezaba por un extremo y terminaba en el otro. Despus haba que volver a empezar por el principio para obtener otra copia. Esta-ba hablando en voz alta sobre esto cuando de pronto se dio cuenta de que si, en lugar de empezar a copiar slo por un extremo, se empe-zaba por los dos extremos a la vez, se iniciaba una especie de reac-cin en cadena sostenible. Ya no sera preciso limitarse a hacer copias del original, sino que se podran hacer copias de copias, du-plicando el nmero en cada ciclo. Ahora, en lugar de obtener dos copias despus de dos ciclos y tres copias despus de tres ciclos, se poda duplicar el nmero de copias en cada ciclo, obteniendo dos, cuatro, ocho, diecisis, treinta y dos, sesenta y cuatro copias en seis ciclos, en lugar de una, dos, tres, cuatro, cinco y seis. Al cabo de veinte ciclos, no se tendran veinte copias, sino un milln. Fue un autntico momento eureka. Se volvi hacia su novia para ver su reaccin. Se haba quedado dormida.

    Este invento, por el que Kary Mullis gan merecidamente el pre-mio Nobel de Qumica de 1993, revolucion por completo la prcti-ca de la gentica. Ahora se poda obtener una cantidad ilimitada de ADN para trabajar, incluso del trocito de tejido ms minsculo. Con un solo pelo, incluso con una sola clula, bastaba para producir todo el ADN que uno pudiera desear. El efecto de la ocurrencia de Mullis sobre nuestro proyecto de los huesos consisti simplemente en que decid prescindir de trabajar con la protena colgeno, lo cual habra resultado espantosamente difcil, y utilizar la recin inventada reac-

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  • La pariente del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset

    cin en cadena para amplificar lo que quedara, si es que quedaba algo, del ADN de los huesos antiguos. Si daba resultado, podramos obte-ner muchsima ms informacin del ADN que la que habramos po-dido arrancarle al colgeno. Iramos directamente a la secuencia del ADN, en lugar de inferirla de los aminocidos. Y otra cosa mucho ms importante: podramos estudiar cualquier gen, y no slo los que codificaban el colgeno.

    Por fin tuvimos una respuesta a nuestro anuncio solicitando ayu-dantes de investigacin, y Erika Hagelberg se incorpor al equipo. Es-taba claro que no bamos a conseguir a nadie con experiencia previa en trabajos con ADN antiguo, porque era algo que no se haba hecho nunca, pero el ttulo de bioqumica de Erika, combinado con sus anteriores trabajos en homeopata y en historia de la medicina, refle-jaba una combinacin de slida formacin cientfica e intereses eclc-ticos, muy adecuada para el proyecto. Adems, era la nica candidata. Ahora slo necesitbamos unos cuantos huesos muy antiguos.

    En 1988 nos llegaron noticias de una excavacin que se estaba realizando en Abingdon, pocos kilmetros al sur de Oxford. Se iba a construir un nuevo supermercado, y las mquinas excavadoras haban topado con un cementerio medieval. Al servicio arqueolgico local le haban dado dos meses para excavar en el lugar antes de que los cons-tructores reanudaran su tarea, as que cuando Erika y yo llegamos all aquello era un hervidero de actividad. Era un da de calor y mucho sol, y docenas de ayudantes de campo, con la ropa reducida al mni-mo imprescindible, pululaban por todas partes, rascando la tierra con esptulas, hurgando en pozos profundos o vadeando trincheras llenas de agua. Haba varios esqueletos a medio desenterrar, cubiertos de pegotes de tierra pardo-anaranjada y cruzados por una cuadrcula de cuerdas que formaban una plantilla de referencia. Cuando les echa-mos un primer vistazo, no nos parecieron nada prometedores. Habien-do trabajado con ADN durante varios aos, haba aprendido a tratar-lo con respeto. Las muestras de ADN siempre se almacenaban congeladas a 70 C bajo cero, y cada vez que sacabas ADN del con-gelador se te insista en que lo tuvieras metido en un cubo con hie-lo. Si te olvidabas de ello y el hielo se descongelaba, haba que tirar

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  • Las siete hijas de Eva

    el ADN, porque todo el mundo daba por supuesto que se habra de-gradado y destruido. Nadie imaginaba que pudiera durar ms de unos minutos en la mesa de laboratorio a temperatura ambiente, y mucho menos enterrado durante cientos o incluso miles de aos.

    No obstante, vala la pena intentarlo. Se nos permiti llevarnos tres fmures de la excavacin. Al llegar al laboratorio, tuvimos que tomar dos decisiones: cmo extraer el ADN y qu parte de este ele-gir para la reaccin de amplificacin. La primera fue bastante fcil. Sabamos que, de quedar algo de ADN en el hueso, probablemente estara asociado a un mineral del hueso llamado hidroxiapatita. An-teriormente, este compuesto de calcio se haba utilizado para absor-ber ADN durante el proceso de purificacin, de modo que pareca bastante probable que en los huesos antiguos el ADN estuviera pega-do a la hidroxiapatita. De ser este el caso, tenamos que pensar una manera de separar el ADN del calcio.

    Cortamos pequeos segmentos de hueso con una sierra, los con-gelamos en nitrgeno lquido, los trituramos para reducirlos a polvo y despus empapamos el polvo en una sustancia que absorbi poco a poco el calcio durante varios das. Afortunadamente, una vez elimi-nado todo el calcio, todava quedaba algo en el fondo del tubo: una especie de fango gris. Supusimos que se trataba de los restos de co-lgeno y otras protenas, fragmentos de clulas, tal vez un poco de grasa... y con suerte, unas cuantas molculas de ADN. Decidimos librarnos de la protena utilizando una enzima. Las enzimas son ca-talizadores biolgicos, que hacen que las cosas ocurran mucho ms deprisa que como ocurriran sin ellas. Elegimos una enzima que di-giere las protenas, parecida a las que forman parte de los detergen-tes biolgicos, que eliminan las manchas de sangre y de otros tipos por el mismo sistema. Despus nos libramos de las grasas con cloro-formo. Limpiamos lo que quedaba con fenol, un lquido nauseabun-do que constituye la base del jabn carblico. A pesar de que el fe-nol y el cloroformo son dos sustancias bastante brutales, sabamos que no daaran al ADN. Lo que qued fue una cucharadita de fluido de color pardo claro que, al menos en teora, debera contener el ADN, si es que quedaba algo. En el mejor de los casos, slo habra unas

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  • La pariente del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset

    pocas molculas, as que antes de dar los siguientes pasos tendramos que utilizar la nueva reaccin de amplificacin del ADN para aumen-tar el rendimiento.

    La esencia de la reaccin de amplificacin consiste en adaptar el sistema que utilizan las clulas para copiar el ADN. Se introducen en el tubo las materias primas para la construccin de ADN. La prime-ra es otra enzima, la que sirve para copiar el ADN; se llama polime-rasa y es la que da nombre cientfico a la reaccin: la reaccin en cadena de la polimerasa o RCP en forma abreviada. A continuacin, se aaden un par de fragmentos cortos de ADN, para dirigir a la po-limerasa y hacer que vaya al segmento del ADN original que se quiere amplificar, haciendo caso omiso de todo lo dems. Por ltimo, se aaden a la mezcla las materias primas las bases de nucletidos para construir nuevas molculas de ADN, junto con unos cuantos ingredientes, como el magnesio, para ayudar al proceso. Y por su-puesto, el material que se quiere amplificar: en nuestro caso, un ex-tracto del hueso de Abingdon que contena o eso esperbamos unas cuantas molculas de ADN muy antiguo.

    Despus tuvimos que decidir qu gen bamos a amplificar. Como sabamos que no iba a haber mucho ADN en el extracto de hueso, si es que haba algo, decidimos aumentar al mximo nuestras posibili-dades eligiendo una cosa que se llama ADN mitocondrial. Elegimos el ADN mitocondrial por la sencilla razn de que las clulas tienen ms de cien veces ms cantidad de l que de cualquier otro gen. Como veremos, el ADN mitocondrial result tener propiedades espe-ciales que lo hacen absolutamente idneo para reconstruir el pasado. Pero al principio, nosotros lo elegimos simplemente porque haba mucho ms de este que de cualquier otro tipo de ADN. Si quedaba algo de ADN en los huesos de Abingdon, tendramos muchas ms posibilidades de encontrarlo si nos centrbamos en el ADN mitocon-drial.

    As pues, metimos en el tubo todos los ingredientes necesarios para amplificar el ADN mitocondrial, ms unas pocas gotas del pre-cioso extracto de hueso. Para iniciar la reaccin en el tubo de ensa-yo hay que hervirlo, enfriarlo, calentarlo durante un par de minutos;

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    despus, volverlo a hervir, enfriarlo, calentarlo... y seguir repitiendo este ciclo por lo menos veinte veces. Los laboratorios de gentica mo-dernos estn llenos de mquinas para hacer esta reaccin automti-camente. Pero los de entonces, no. All por los aos ochenta, la ni-ca mquina que haba en el mercado costaba una fortuna, y en nuestro presupuesto no haba dinero para comprar una. La nica manera de hacer la reaccin era sentarse con un cronmetro delante de tres re-cipientes de agua, uno hirviendo, otro fro y otro caliente, y pasar a mano el tubo de ensayo de un bao a otro cada tres minutos. Y des-pus, volverlo a hacer. Y otra vez. Y as durante tres horas y media. Yo slo lo intent una vez. La reaccin no se produca y yo me mo-ra de aburrimiento. Tena que haber un modo mejor. Y si utilizra-mos una tetera elctrica? Me pas las tres semanas siguientes trastean-do con cables, cronmetros, termostatos, rels, tubos de cobre, una vlvula de lavadora y la tetera de mi casa. Al final tena un aparato que haca todo lo que haba que hacer. Herva; enfriaba (muy depri-sa) cuando se abra la vlvula de la lavadora, dejando entrar agua fra del grifo en el serpentn de tubo de cobre; y calentaba. Total, que funcionaba.

    Estaba claro que nuestra mquina (que bautizamos como Genes-maid, en alusin al aparato para preparar t que las personas de cier-ta edad consideran un accesorio imprescindible del dormitorio) haba conseguido poner en marcha la reaccin de amplificacin, no slo en un experimento de control con ADN moderno, sino tambin, aunque muy dbilmente, con el extracto de hueso de Abingdon. Comparan-do su secuencia con las publicadas en las revistas cientficas, no tar-damos mucho en demostrar que el ADN era indudablemente huma-no. Lo habamos conseguido. Tenamos ante nuestros ojos el ADN de alguien que haba muerto hace cientos de aos. Era ADN resucitado literalmente de la tumba.

    Ahora, mirando en retrospectiva, me cuesta creer que la investi-gacin puesta en marcha por la recuperacin del ADN de aquellos maltrechos huesos del cementerio de Abingdon, los huesos que tan poco prometedores me haban parecido cuando los vi por vez primera medio enterrados, me llevara en los aos siguientes a tan profundas

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    conclusiones sobre la historia y la esencia de nuestra especie. A me-dida que se desarrolle mi historia, vern ustedes que, como ocurre en casi toda investigacin cientfica, este no fue un progreso sin fisuras hacia un objetivo bien definido. Fue ms bien como una serie de pequeos saltos, en la que cada uno de ellos deba tanto a la oportu-nidad, las relaciones personales, las necesidades econmicas e incluso las lesiones fsicas, como a una estrategia racional. No haba un ca-mino trazado de antemano hacia el descubrimiento de las siete hijas de Eva. La investigacin simplemente sigui avanzando, poquito a poquito, casi siempre hacia delante, hacia el prximo objetivo borro-samente visible, sabiendo lo que haba ocurrido antes pero sin saber lo que nos aguardaba.

    En su momento, y aunque parezca extrao, si bien nuestros resul-tados constituan un gran triunfo, nosotros no lo sentamos as. Creo que Erika y yo estbamos demasiado absortos en los detalles para apreciar la importancia de lo que habamos logrado. Adems, por en-tonces no nos llevbamos demasiado bien. La tensin se haba ido acumulando durante semanas, porque, por alguna razn, pareca que Erika y yo no trabajbamos bien juntos. Hasta mucho despus no empec a darme cuenta de la trascendencia que poda tener nuestro trabajo, no slo para la ciencia sino tambin para la historia popular. Pero aquello vendra despus; por el momento, tenamos que atender cuestiones ms apremiantes. Yo haba odo rumores de que haba otros equipos de investigacin que tambin estaban buscando ADN en huesos antiguos. Esto significaba que tenamos que publicar nuestro trabajo con la mxima rapidez, pues de lo contrario corramos autn-tico peligro de que se nos adelantaran. Lo que cuenta en la ciencia no es ser el primero que hace un experimento, sino ser el primero en publicar los resultados. Si algn otro publicaba antes que nosotros, aunque slo fuera un da antes, se llevara todo el crdito. Afortuna-damente, convencimos al director de la revista cientfica Nature de que imprimiera nuestro artculo en un tiempo rcord, y se public justo antes de la Navidad de 1989.

    Yo no estaba nada preparado para lo que ocurri a continuacin. Aunque mis anteriores investigaciones sobre la enfermedad de los

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  • Las siete hijas de Eva

    huesos quebradizos haban sido comentadas de vez en cuando en la prensa local, e incluso una o dos veces en los peridicos nacionales, no se puede decir que sus resultados hubieran causado frenes en los medios informativos. As que fue una experiencia totalmente nueva llegar al trabajo al da siguiente y encontrarme que el telfono no paraba de sonar, con llamadas de la prensa. Pocos aos antes, yo haba pasado tres meses en Londres como reportero de la ITN, que se encarga del servicio de noticias televisivas para los principales canales comerciales del Reino Unido. Esta actividad formaba parte de un bienintencionado plan de la Royal Society, ideado para tender un puente entre la ciencia y los medios de informacin. Lo que a m me atraa del asunto eran los generosos honorarios, con los que espera-ba cubrir mi dficit bancario. De hecho, acab debiendo ms dinero que al empezar, entre otras cosas por la cantidad de tiempo que pas en bares y restaurantes con los profesionales pudientes. Una noche, por ejemplo, comet la imprudencia de invitar a un trago a un famo-so presentador. Gracias, muchacho. Tomar una botella de Bollin-ger, fue la respuesta del gran hombre. Qu poda hacer yo, sino apechugar? Aun as, aunque fueron un desastre econmico de propor-ciones considerables, aquellos pocos meses me ensearon muchas cosas sobre los medios de informacin, entre ellas la manera de re-cortar mis respuestas a las preguntas de los periodistas, reducindo-las a las frases simples que yo saba que ellos deseaban.

    Despus de toda una maana de responder preguntas acerca de nuestro artculo cientfico, empec a aburrirme de explicar en una sola frase qu era el ADN, etc, etc. Cuando llam el redactor cientfico del Observer, el tedio ya se haba apoderado de m. Despus de las pre-guntas rutinarias de rigor, me pregunt qu se poda hacer ahora que era posible recuperar el ADN de los restos arqueolgicos. Le respond que una de las posibilidades era verificar si los neandertales se haban extinguido o no. Una respuesta perfectamente razonable y, como ms tarde se comprob, una prediccin acertada. Y a continuacin, dej caer: Por supuesto, tambin seremos capaces de resolver cuestiones que han intrigado a los estudiosos durante siglos... como la de si Ramsds II fue un hombre o una mujer. Que yo sepa, ni un solo es-

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  • La pariente del Hombre de los Hielos encontrada en Dorset

    tudioso ha considerado jams la segunda posibilidad. Nadie ha teni-do jams la ms mnima duda de que el gran faran fue un hombre. Y sin embargo, el domingo siguiente, bajo un retrato del faran, le el siguiente pie: El rey (o reina) Ramss II.

    Muchos aos despus, tuve la suerte de ser invitado a la inaugu-racin de la nueva galera de egiptologa del Museo Britnico de Londres. En la cena que tuvo lugar esa noche en la magnfica gale-ra de esculturas egipcias, mi asiento estaba justo enfrente de la enor-me estatua de granito de Ramss, que me miraba fijamente con su intimidante mirada benigna y omnisciente. Supe al instante que se haba enterado de mi broma y que las iba a pasar negras en la otra vida.

    Uno de los aspectos ms difciles de la extraccin de ADN de los huesos antiguos es que, a menos que pongas muchsimo cuidado, acabas amplificando ADN moderno, incluyendo el tuyo propio, en lugar del ADN del fsil. Aunque est presente, el ADN antiguo est muy deteriorado. Los cambios qumicos, casi todos provocados por el oxgeno, van alterando lentamente la estructura del ADN, que empieza a fragmentarse en trozos cada vez ms pequeos. Si en la reaccin se cuela algo de ADN moderno, aunque sea una partcula diminuta, las enzimas polimerasas encargadas de la copia, que no se enteran de que t quieres amplificar los destartalados fragmentitos de ADN antiguo, concentran sus esfuerzos en el material moderno y reluciente y, como no saben hacer otra cosa, producen millones de copias de este. A ti te parece que la reaccin ha sido un gran xito. Metiste una gotita de extracto de ADN antiguo y ahora tienes mon-taas de ADN. Pero cuando lo analizas te das cuenta de que es tu propio ADN, y no el del fsil.

    Aunque estbamos bastante seguros de que esto no nos haba ocu-rrido con el hueso de Abingdon, pensamos que una manera de com-probarlo era extraer ADN de huesos antiguos de animales, y no de huesos humanos. As sera muy fcil comprobar si habamos ampli-ficado ADN animal que era lo que queramos o ADN humano, que sera un contaminante. La mejor y ms abundante fuente de hue-sos animales antiguos que se nos ocurri fueron los restos del Mary

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  • Las siete hijas de Eva

    Rose. Este magnfico galen se hundi en 1545 frente a Portsmouth, durante un enfrentamiento con la flota invasora francesa. Muy pocos tripulantes sobrevivieron. Durante ms de cuatrocientos aos, el bu-que hundido permaneci en el fango, bajo catorce metros de agua, hasta que fue rescatado en 1982, y ahora se exhibe en un museo del puerto de Portsmouth, donde se le sigue mojando con una solucin de agua y anticongelante para evitar que su maderamen se pandee. Adems de los esqueletos de los desdichados tripulantes, con el bar-co se recuperaron cientos de huesos de animales y peces. Cuando se hundi, el barco estaba lleno de provisiones, que incluan canales de vaca y cerdo y barriles de bacalao salado. Convencimos al conserva-dor del museo de que nos cediera una costilla de cerdo para hacer la prueba. Dado que haba pasado la mayor parte de su vida (de su vida despus de la muerte, quiero decir) enterrada en el fango sin oxge-no del fondo del Solent, la costilla se encontraba en muy buenas con-diciones, y conseguimos extraer de ella grandes cantidades de ADN sin muchos problemas. Lo analizamos, y no caba duda de que todo era de cerdo y no haba nada humano.

    Si les cuento todo esto, no es para informarles de todos nuestros experimentos, uno por uno, sino para explicar la reaccin que provoc la publicacin de los resultados. Ms llamadas de telfono y ms ti-tulares. Mi favorito es el del Independent on Sunday: Gracias a un cerdo, el ADN se pone chuleta. Esto iba a ser divertido.

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    Qu es el ADN y para qu sirve?

    Todos sabemos, y seguro que se ha sabido desde hace milenios, que los hijos suelen parecerse a sus padres y que el nacimiento de un nio tiene lugar nueve meses despus de un acto sexual. El meca-nismo de la herencia constitua un misterio hasta hace muy poco, pero eso no impidi que la gente propusiera todo tipo de teoras. En la literatura griega clsica hay numerosas referencias al parecido fa-miliar, y pensar en las razones de que esto ocurra debi de ser un pasatiempo habitual de los antiguos filsofos. Aristteles, en una obra escrita hacia 335 a.C, especul que el padre aportaba el patrn del futuro nio, y que la contribucin de la madre se limitaba a nutrirlo en su seno y despus del nacimiento. Esta idea concorda-ba perfectamente con las actitudes patriarcales de la civilizacin occidental de la poca. Pareca razonable que el padre, que era quien aportaba riqueza y posicin social, fuera tambin el arquitecto de los rasgos fsicos y psicolgicos de todos sus hijos. Esto no quitaba importancia a la necesidad de elegir una esposa adecuada. Al fin y al cabo, las semillas plantadas en buena tierra siempre dan mejores frutos que las sembradas en tierra mala. No obstante, haba un pro-blema, un problema que iba a agobiar a las mujeres durante mucho tiempo.

    Si los nios nacen con el diseo de su padre, cmo es que los hombres tienen hijas? A Aristteles le hicieron esta pregunta, y su res-puesta fue que todos los nios seran iguales en todo a sus padres, in-cluyendo el ser varones, a menos que algo interfiriera con ellos en

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  • Las siete hijas de Eva

    el seno materno. Esta interferencia poda ser relativamente peque-a, y provocar variaciones como que un nio fuera pelirrojo en lugar de tener el pelo negro como su padre, o poda ser ms importante y provocar variaciones mayores, como nacer deforme o ser nia. Esta creencia ha tenido graves consecuencias a lo largo de la historia para muchas mujeres, que se han visto repudiadas y sustituidas porque no tenan hijos varones. Esta antigua teora dio lugar al concepto del homnculo, un ser minsculo y ya preformado que se inoculaba en la mujer durante el acto sexual. Todava a principios del siglo xvn, el pionero de la microscopa, Anthony van Leewenhoek, crey haber visto diminutos homnculos acurrucados en las cabezas de los esper-matozoides.

    Hipcrates, cuyo nombre se conmemora en el juramento que so-lan pronunciar los mdicos recin licenciados (algunos todava lo hacen), tena una teora menos extremista que la de Aristteles, que daba ms importancia al papel de la mujer. Crea que hombres y mujeres producen un fluido seminal y que las caractersticas del nio dependan de qu partes del fluido predominaran al mezclarse des-pus de la cpula. Como consecuencia de este proceso, un nio po-da tener los ojos de su padre o la nariz de su madre; si en una ca-racterstica concreta no predominaba el fluido de ninguno de los dos progenitores, el nio poda presentar una forma intermedia: por ejemplo, el pelo de un color intermedio entre el del padre y el de la madre.

    Esta teora se ajustaba mucho ms a la realidad que experimen-ta la mayora de la gente. Es igualito que su padre, tiene la mis-ma sonrisa que su madre y otros comentarios similares se repiten millones de veces al da en todo el mundo. La idea de que las carac-tersticas de los padres se mezclan de algn modo en la descenden-cia fue la creencia predominante entre los cientficos hasta finales del siglo xix. A Darwin, por ejemplo, no se le ocurri nada mejor, y esta fue una de las razones de que no lograra encontrar un mecanismo ade-cuado que explicara su teora de la seleccin natural; porque cualquier caracterstica nueva y favorable se ira diluyendo continuamente de-bido a la mezcla producida en cada generacin. Aunque los genetis-

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  • Qu es el ADN y para qu sirve?

    tas actuales se burlan de la aparente ignorancia de sus predecesores, yo estara dispuesto a apostar a que, para la mayora de la gente> la teora de la herencia mezclada es todava una explicacin perfecta-mente satisfactoria de lo que ven con sus propios ojos.

    Con el tiempo, dos avances tcnicos del siglo xix aportaron pis-tas fundamentales de lo que en realidad ocurra. Uno fue la invencin de nuevos colorantes qumicos para la industria textil, y el otro el per-feccionamiento del mtodo de pulir las lentes de microscopio, que mejor considerablemente su poder de resolucin. La mayor amplia-cin permita ver claramente clulas individuales; y al teirlas con los nuevos colorantes, se haca visible su estructura interna. Por fin se poda observar el proceso de fecundacin, la fusin de un vulo gran-de y un pequeo y decidido espermatozoide. Cuando las clulas se dividan, se podan ver extraas estructuras filamentosas que se reu-nan y despus se repartan equitativamente entre las dos clulas nue-vas. Dado que se tean muy intensamente con los nuevos coloran-tes, estas curiosas estructuras recibieron el nombre de cromosomas que en griego significa cuerpos coloreados aos antes de que nadie tuviera la menor idea de para qu servan.

    Durante la fecundacin, un juego de estos extraos filamentos pa-reca proceder del espermatozoide del padre, y otro juego del vulo de la madre. Esto era exactamente lo que haba predicho el hombre universalmente reconocido como el padre de la gentica, Gregor Men-del, un monje de la ciudad de Brno (en la actual Repblica Checa), que estableci las bases de toda la gentica con sus experimentos de cra de guisantes en el huerto de su monasterio, all por la dcada de 1860. Lleg a la conclusin de que los factores que determinaban la herencia, fueran los que fuesen, se transmitan a partes iguales de ambos progenitores a los descendientes. Por desgracia, Mendel mu-ri sin haber podido ver un cromosoma; pero tena razn. Con la importante excepcin del ADN mitocondrial (del que volveremos a hablar largo y tendido ms adelante) y de los cromosomas que deter-minan el sexo, los genes fragmentos concretos de codificacin gentica que se encuentran en los cromosomas se heredan por par-tida doble, del padre y de la madre. El papel fundamental que desem-

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  • Las siete hijas de Eva

    pean los cromosomas en la herencia, y el hecho de que tenan que contener en su seno los secretos del proceso hereditario, estaban ya bien establecidos en 1903. Pero se tardaron otros cincuenta aos en descubrir de qu estaban hechos los cromosomas y cmo funciona-ban como mensajeros fsicos de la herencia.

    En 1953, dos jvenes cientficos que trabajaban en Cambridge, James D. Watson y Francis Crick, desentraaron la estructura mole-cular de una sustancia que se conoca desde haca mucho tiempo y que muchos consideraban aburrida y sin importancia. Como para hacer hincapi en su carcter oscuro, se le haba dado un nombre ver-daderamente largo, cido desoxirribonucleico, ahora felizmente abre-viado a ADN. Aunque unos pocos experimentos haban relacionado el ADN con el mecanismo de la herencia, las apuestas sobre cul era el material hereditario estaban a favor de las protenas. Estas eran complicadas, sofisticadas, tenan veinte componentes distintos (los aminocidos) y podan adoptar millones de formas diferentes. Sin duda, razonaban todos, slo algo verdaderamente complicado podra encargarse de una tarea tan monumental como programar un vulo fe-cundado para que se transforme en un ser humano perfectamente for-mado y funcional. Era imposible que lo hiciera este ADN, que slo tena cuatro componentes. De acuerdo, estaba en el sitio adecuado, el ncleo de la clula, pero lo ms probable es que tuviera una funcin muy poco interesante, como absorber agua a manera de serrn.

    A pesar del poco inters que manifestaban casi todos sus contem-porneos cientficos por esta sustancia, Watson y Crick estaban segu-ros de que contena la clave del mecanismo qumico de la herencia. Decidieron intentar desentraar su estructura molecular utilizando una tcnica que ya se empleaba para desentraar la estructura de las mucho ms sugestivas protenas. El mtodo consista en obtener lar-gas fibras cristalinas de ADN purificado y bombardearlas con ra-yos X. Al penetrar en el ADN, casi todos los rayos X lo atravesaban en lnea recta y salan por el otro lado; pero unos pocos chocaban con los tomos de la estructura molecular y se desviaban hacia un lado, lo cual quedaba detectado en pelcula de rayos X, el mismo tipo de pelcula que se sigue utilizando en las radiografas de los hospitales

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  • Qu es el ADN y para qu sirve?

    para obtener una imagen de un hueso fracturado. Los rayos X desvia-dos formaban un patrn regular de puntos en la pelcula, y la posicin exacta de los puntos se utiliz para calcular las posiciones de los to-mos del ADN.

    Despus de pasar muchas semanas construyendo diferentes mo-delos con varillas, cartones y planchas metlicas para representar los tomos del ADN, Watson y Crick encontraron de pronto una que coincida exactamente con el patrn de rayos X. Era sencilla, y al mis-mo tiempo absolutamente maravillosa, y tena una estructura que su-gera de inmediato cmo poda realizar las funciones de material ge-ntico. Tal como declaraban con contagiosa confianza en el artculo que anunciaba el descubrimiento, no se nos escapa que los empare-jamientos especficos que hemos postulado sugieren inmediatamen-te un posible mecanismo para copiar el material gentico. Tenan toda la razn, y fueron recompensados con el premio Nobel de Me-dicina y Fisiologa en 1962.

    Uno de los requisitos imprescindibles del material gentico es que se pueda copiar con fidelidad una vez tras otra, de manera que cuan-do una clula se divide, las dos nuevas clulas las llamadas clu-las hijas reciban copias iguales de los cromosomas del ncleo. Si el material gentico de los cromosomas no se pudiera copiar cada vez que se dividen las clulas, muy pronto se agotara. Y la copia tiene que ser de muy alta calidad, porque de no ser as las clulas no funcionaran. Watson y Crick haban descubierto que cada molcula de ADN est formada por dos filamentos muy largos, enroscados como dos escaleras de caracol unidas entre s: una doble hlice. Cuando llega el momento de hacer copias, las dos escaleras de cara-col de la doble hlice se desacoplan. Ya he mencionado que el ADN tiene slo cuatro componentes fundamentales, que se designan con las letras iniciales de sus nombres qumicos: A (adenina), C (citosina), G (guanina) y T (timina). Se los denomina oficialmente bases de ncleo-tidos, que se suele abreviar bases a secas. Ahora ya pueden uste-des olvidarse de los nombres qumicos y recordar solamente los sm-bolos: A, C, G y T.

    El avance decisivo en la resolucin de la estructura del ADN

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  • Las siete hijas de Eva

    tuvo lugar cuando Watson y Crick se dieron cuenta de que los dos filamentos de la doble hlice slo se acoplaban correctamente cuando cada A de un filamento estaba unida a una T del otro, situada justo enfrente. Como si fueran piezas de un rompecabezas, A se acopla perfectamente con T, pero no con G ni con C ni con otra A. Exactamente de la misma manera, las C encajan con las G del otro filamento, y viceversa, pero no con las A ni las T. De este modo, las dos cadenas mantienen la informacin comple-mentaria de la secuencia codificada. Por ejemplo: la secuencia ATT-CAG de un filamento tiene que estar complementada por la secuen-cia TAAGTC del otro. Cuando la doble hlice desacopla esta seccin, la maquinaria celular construye una nueva secuencia TA-AGTC enfrente de la ATTCAG de uno de los filamentos, y una secuencia ATTCAG frente a la TAAGTC del otro. El resultado son dos nuevas dobles hlices, idnticas a la original. Dos copias perfectas cada vez. Durante todo el proceso de copiado, se mantie-ne la secuencia de las cuatro letras qumicas. Y qu es esa secuen-cia? Es informacin pura y simple. En realidad, el ADN no hace nada por s mismo. No nos ayuda a respirar ni a digerir nuestra co-mida. Slo da instrucciones para que otros lo hagan. Los gestores celulares de rango intermedio que reciben las instrucciones y hacen el trabajo son, precisamente, las protenas. Parecan muy sofisticadas, y efectivamente lo son, pero actan siguiendo instrucciones estrictas del alto mando, que es el ADN.

    Aunque la complejidad de las clulas, los tejidos y los organis-mos completos es abrumadora, la manera en que estn escritas las ins-trucciones bsicas del ADN es asombrosamente simple. Igual que en otros sistemas de instruccin ms familiares, como el lenguaje, los nmeros o el cdigo binario de los ordenadores, lo que ms importa no son los smbolos en s mismos, sino el orden en el que aparecen. Los anagramas por ejemplo, radio y odiar contienen exac-tamente las mismas letras pero en diferente orden, y las palabras que forman tienen significados completamente diferentes. De manera si-milar, 476.021 y 104.762 son dos nmeros diferentes que constan de los mismos smbolos colocados en distinto orden. Lo mismo ocurre

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  • Qu es el ADN y para qu sirve?

    en el cdigo binario con 001010 y 100100, que tienen significados muy diferentes. Exactamente del mismo modo, el mensaje del ADN est contenido en la ordenacin de los cuatro smbolos qumicos. ACGGTA y GACAGT son anagramas de ADN que significan cosas completamente diferentes para la clula, como radio y odiar tienen diferentes significados para nosotros.

    Cmo se escribe el mensaje y cmo se lee? El ADN est confi-nado en los cromosomas, que nunca salen del ncleo de la clula. Son las protenas las que hacen el verdadero trabajo. Ellas son los ejecu-tivos del cuerpo. Son las enzimas que digieren la comida y hacen fun-cionar el metabolismo; son las hormonas que coordinan lo que ocu-rre en diferentes partes del cuerpo. Son los colgenos de la piel y los huesos, las hemoglobinas de la sangre. Son los anticuerpos que com-baten la infeccin. En otras palabras, son las que lo hacen todo. Al-gunas son molculas enormes, otras son muy pequeas. Lo que todas tienen en comn es que estn formadas por una cadena de subunida-des llamadas aminocidos, cuyo orden preciso determina su funcin. Los aminocidos de una parte de la cadena atraen a los aminocidos de otra parte, y lo que era una cadena lineal se apelotona formando una bola. Pero se trata de una bola con una forma muy concreta, que es la que permite que la protena haga lo que tiene que hacer: actuar como catalizador de reacciones biolgicas si se trata de una enzima, formar msculos si se trata de una protena muscular, atrapar bacte-rias invasoras si se trata de un anticuerpo, etc. En total hay veinte aminocidos, algunos con nombres vagamente familiares como la lisina o la fenilalanina (uno de los ingredientes del edulcorante as-partame), y otros que casi nadie ha odo nombrar, como la cisterna y la tirosina. El orden exacto en el que aparecen estos aminocidos en la protena determina la forma y funcin de esta, de modo que lo nico que se necesita para construir una protena es una serie de ins-trucciones del ADN que definan este orden. Y la informacin codi-ficada contenida en el ADN del ncleo de la clula tiene que trans-mitirse de alguna manera a la cadena de produccin de protenas, situada en otra parte de la clula.

    Si se lo puede permitir, arranqese un cabello. El glbulo trasl-

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  • Las siete hijas de Eva

    cido del extremo inferior es la raz o folculo. En cada folculo capi-lar hay aproximadamente un milln de clulas, y su nico propsito en la vida es fabricar pelo, que est compuesto principalmente por la protena queratina. Cuando usted se arranc el pelo, las clulas esta-ban todava funcionando. Imagnese penetrando en el interior de una de esas clulas. Todas ellas estn ocupadsimas fabricando queratina. Pero cmo saben lo que tienen que hacer? La clave para fabricar cualquier protena, en este caso la queratina, es una simple cuestin de asegurarse de que los aminocidos se van colocando en el orden correcto. Y cul es el orden correcto? Para eso hay que consultar el ADN, que est en los cromosomas, dentro del ncleo de la clula. Una clula del pelo, como cualquier otra clula del cuerpo, tiene un conjunto completo de instrucciones en forma de ADN, pero esta c-lula concreta slo quiere saber cmo fabricar queratina. A las clu-las del pelo no les interesa fabricar hueso ni sangre, as que estas sec-ciones del ADN se desactivan. Pero las instrucciones para la queratina, el gen de la queratina, quedan abiertas para consulta. Y se trata simplemente de la secuencia de smbolos del ADN que especi-fica el orden de los aminocidos de la queratina.

    La secuencia de ADN del gen de la queratina comienza as: ATGACCTCCTTC... (etc., etc.). Como no estamos acostumbrados a leer este cdigo, nos parece una ordenacin al azar de los cuatro smbolos. Sin embargo, aunque a nosotros nos pueda parecer ininte-ligible, para la clula del pelo no lo es. sta es una pequea parte del cdigo para fabricar queratina, y es muy fcil de traducir. La clula lee el cdigo en grupos de tres smbolos. As, ATGACCTCCTTC se convierte en ATG-ACC-TCC-TTC. Cada uno de estos grupos de tres smbolos, llamados tripletes, especifica un aminocido concreto. El primer triplete, ATG es el cdigo del aminocido metionina; ACC es el de la treonina, TCC el de la serina, TTC el de la fenilalanina, y as sucesivamente. ste es el cdigo gentico que utilizan todos los genes en los ncleos celulares de todas las especies de plantas y ani-males.

    La clula hace una copia temporal de este cdigo, como si foto-copiara unas cuantas pginas de un libro, y despus la enva a la

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  • Qu es el ADN y para qu sirve?

    maquinaria de fabricacin de protenas, situada en otra parte de la clula. Cuando llega all, la planta de produccin se pone en accin. Lee el primer triplete y lo descifra: significa el aminocido metioni-na. Coge una molcula de metionina del estante. Lee el segundo tri-plete, que corresponde al aminocido treonina, coge una molcula de treonina y la empalma a la metionina. El tercer triplete significa se-rina; la maquinaria aade una molcula de serina a la treonina. El cuarto triplete corresponde a la fenilalanina, as que se empalma una molcula de esta a la serina. Ya tenemos los cuatro aminocidos es-pecificados por la secuencia de ADN del gen de la queratina, mon-tados en el orden correcto: metionina-treonina-serina-fenilalanina. Se lee el siguiente triplete, se aade el quinto aminocido, y as sucesi-vamente. Este proceso de lectura, desciframiento y adicin de ami-nocidos en el orden correcto contina hasta que se han ledo las instrucciones completas, de principio a fin. La nueva molcula de queratina ya est terminada. Ahora se desprende y va a unirse a cien-tos de millones de molculas similares, para formar parte de uno de los pelos que crecen en su cuero cabelludo. Bueno, que crecera si usted no se lo hubiera arrancado.

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    De los grupos sanguneos a los genes

    Pocas cosas hay en una persona tan distintivas como su pelo. Es una de las primeras caractersticas por las que preguntamos en cualquier descripcin de un recin nacido, de un desconocido o de un criminal buscado. Moreno o rubio, liso u ondulado, abundante o con tenden-cia a la calvicie: todas estas diferentes posibilidades contribuyen in-mediatamente a la imagen mental que vamos formando de alguien a quien nunca hemos visto. Y desde luego, sabemos cmo manipular el aspecto de nuestro cabello. Las peluqueras estn repletas de gente que est dispuesta a pagar por que le corten y le peinen su cabellera. Los estantes de las perfumeras estn abarrotados de productos para aclarar, oscurecer, alisar y rizar. Todos nos esforzamos por sacar el mayor partido posible al pelo con el que nacimos, pero son nuestros genes los responsables de la materia prima bsica. La diferencia en-tre un pelirrojo natural y un rubio se basa en una diferencia en su ADN. En los genes de la queratina y otros muchos que intervienen en el proceso de crecimiento del pelo hay pequeas diferencias en la secuencia de ADN. Estas diferencias son las responsables de las di-ferentes caractersticas de color y textura del cabello. Casi todos es-tos genes estn an sin identificar, pero es seguro que se heredaron de ambos progenitores, aunque no necesariamente de manera direc-ta, y esta es la razn de que, con bastante frecuencia, el pelo de un recin nacido no sea del mismo color que el de ninguno de sus pro-genitores.

    El tipo de pelo es un rasgo distintivo muy visible, que nos per-

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  • Las siete hijas de Eva

    mite diferenciar a los individuos, pero las diferencias hereditarias ms importantes son invisibles y se mantienen ocultas hasta que algo hace que llamen la atencin. De estas diferencias hereditarias, la primera que se descubri fue la de los grupos sanguneos. Es imposible de-cir, con slo mirar a una persona, a qu grupo sanguneo pertenece. Ni siquiera se puede saber con slo mirar una gota de su sangre. Todas las sangres parecen iguales. Slo cuando se empieza a mezclar la sangre de dos personas empiezan a hacerse aparentes las diferen-cias; y como nadie tuvo ningn motivo para mezclar su sangre con la de otro hasta que se inventaron las transfusiones, nuestros grupos sanguneos permanecieron ocultos.

    Las primeras transfusiones de sangre de las que se tiene constan-cia se practicaron en Italia en 1628, pero murieron tantas personas a causa de las reacciones que el procedimiento qued prohibido, no slo en Italia sino tambin en Francia e Inglaterra. Aunque se hicie-ron algunas transfusiones experimentales con sangre de cordero, en-tre las que destacan las del mdico ingls Richard Lower hacia 1660, los resultados no fueron mejores, y la idea qued descartada duran-te un par de siglos. Las transfusiones de sangre humana comenzaron de nuevo a mediados del siglo xix, para combatir las hemorragias, muchas veces fatales, que se producan en los partos; en 1875 haba constancia de 347 transfusiones. Pero muchas pacientes seguan su-friendo las consecuencias, a veces fatales, de una mala reaccin a la sangre transfundida.

    Por entonces, los cientficos estaban empezando a descubrir las diferencias entre tipos sanguneos, causantes del problema. La mec-nica de la reaccin entre un tipo de sangre y otro la descubri el fi-silogo francs Lonard Lalois en 1875, despus de mezclar sangre de animales de diferentes especies. Observ que las clulas sangu-neas se aglutinaban y muchas veces reventaban. Pero fue el bilogo Karl Landsteiner, en 1900, el que averigu lo que estaba pasando y descubri el primer sistema de grupos sanguneos humanos, que di-vida a la gente en cuatro grupos: A, B, AB y 0. Cuando la sangre de un donante es del mismo grupo que la del paciente que recibe la trans-fusin, no hay reaccin negativa; pero si los grupos no concuerdan,

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  • De los grupos sanguneos a los genes

    las clulas forman grumos y se rompen, provocando una grave reac-cin. Existen algunos indicios histricos de que los incas de Amri-ca del Sur practicaron transfusiones con xito. Dado que ahora sabe-mos que casi todos los sudamericanos nativos tienen el mismo grupo sanguneo (el grupo 0), es posible que las transfusiones de los incas entraaran mucho menos peligro que los intentos realizados en Europa, porque existan muchas posibilidades de que el donante y el receptor pertenecieran al grupo 0 y sus sangres concordaran perfec-tamente.

    A diferencia de la complicada gentica que gobierna la herencia del pelo, que an no se conoce plenamente, las normas para la heren-cia de los grupos sanguneos ABO resultaron ser muy simples. Y pre-cisamente porque la gentica era tan directa y se poda seguir con fa-cilidad de padres a hijos, los grupos sanguneos se utilizaron con frecuencia en casos de paternidad dudosa, hasta hace poco, cuando quedaron eclipsados por la precisin mucho mayor de los indicado-res genticos. Su importancia para la historia que cuenta este libro radica en que los grupos sanguneos fueron los primeros en situar a la gentica en el escenario mundial de la evolucin humana. Para rememorar este debut tendremos que remontarnos a la Primera Guerra Mundial y a un trabajo cientfico presentado ante la Sociedad Mdi-ca de Salnica el 5 de junio de 1918. Al ao siguiente, fue traducido y publicado en la principal revista mdica britnica, The Lancet, con el ttulo de Serological differences between the blood of different races: The results of research on the Macedonian Front (Diferencias serolgicas entre la sangre de diferentes razas: resultados de una in-vestigacin en el frente macedonio). Para que se hagan una idea de la clase de cosas que publicaba The Lancet en aquellos tiempos, se-pan que el artculo iba intercalado entre una conferencia del eminente cirujano sir John Bland-Sutton sobre el tercer prpado de los reptiles y un comunicado del Ministerio de la Guerra anunciando que las enfermeras citadas en los informes por su trabajo en Egipto y Fran-cia recibiran en breve un certificado del rey manifestando su reco-nocimiento.

    Los autores del artculo sobre los grupos sanguneos eran un

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    equipo formado por marido y mujer, Ludwik y Hanka Herschfeld, que trabajaban en el laboratorio central de anlisis de grupos sanguneos del Ejrcito Real de Serbia, que formaba parte de las fuerzas aliadas que luchaban contra los alemanes. La Primera Guerra Mundial influ-y mucho en la aplicacin de criterios modernos en las transfusiones de sangre. Antes de la guerra, era habitual que los mdicos con un pa-ciente necesitado de una transfusin analizaran la sangre de amigos y parientes hasta encontrar un donante con el grupo adecuado; a con-tinuacin, sangraban al donante y le transfundan inmediatamente la sangre al paciente. La gran demanda de transfusiones en los campos de batalla europeos oblig a buscar maneras de almacenar la sangre donada en bancos de sangre listos para su uso inmediato. A todos los soldados se les analizaba el grupo sanguneo y el dato se inclua en su ficha, de manera que si necesitaban una transfusin urgente para tratar una herida grave recibida en el campo de batalla, se pudiera encontrar inmediatamente sangre compatible, del tipo adecuado, en el banco de sangre.

    Ludwik Herschfeld ya haba demostrado unos aos atrs que los grupos sanguneos A y B seguan las reglas genticas bsicas enun-ciadas por Gregor Mendel. No saba qu pensar del grupo 0 y lo dej aparte, aunque ms tarde se demostr que obedeca las mismas re-glas. Herschfeld vio en la guerra una oportunidad de descubrir ms cosas sobre los grupos sanguneos, y en particular cmo diferan en distintas partes del mundo. Los Aliados haban reclutado soldados de muchos pases diferentes, y los Herschfeld se dedicaron a cotejar los datos sobre grupos sanguneos de la mayor cantidad posible de na-cionalidades. Era un trabajo mprobo, pero resultaba ms fcil duran-te la guerra que en tiempo de paz, cuando, segn sus propias pala-bras, habra precisado largos aos de viajes. Por la evidente razn militar de que estaban en el otro bando, no disponan de los datos alemanes, y las cifras publicadas en The Lancet estaban citadas de memoria.

    Cuando los Herschfeld se pusieron a revisar los resultados de su trabajo, encontraron diferencias muy grandes en las frecuencias de los grupos sanguneos A y B en los soldados de distintas razas,

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    como ellos las llamaban. Entre los europeos, la proporcin era de aproximadamente un 15 por ciento del grupo B y un 40 por ciento del grupo A. La proporcin de hombres con el grupo sanguneo B era ms alta en las tropas llegadas de frica y Rusia, alcanzando un valor mximo del 50 por ciento en los regimientos del Ejrcito In-dio que combatan junto a los britnicos. A medida que aumentaba la proporcin del grupo B, se daba el correspondiente descenso en la frecuencia del grupo A.

    Al sacar sus conclusiones, los Herschfeld no se recataron de inter-pretar la importancia de sus resultados a lo grande. Decidieron que los seres humanos estaban divididos en dos razas bioqumicas diferen-tes, cada una con su propio origen: la raza A, con grupo sanguneo A, y la raza B, con grupo sanguneo B. Puesto que los indios presentaban la mayor frecuencia del grupo sanguneo B, los Herschfeld llegaban a la conclusin de que debemos considerar la India como la cuna de una parte de la humanidad. En cuanto a la propagacin de los grupos sanguneos y de las poblaciones, seguan diciendo que tanto hacia el Este, hacia Indochina, como hacia el Oeste, emigr un intenso flujo de indios, que se fue aminorando con el tiempo, hasta llegar por fin a Europa occidental. No tenan muy claro el origen de la raza A, aun-que pensaban que poda proceder de alguna zona del norte o centro de Europa. Ahora sabemos que sus conclusiones son completamente ab-surdas; pero demuestran que los genetistas, entonces igual que ahora, nunca se reprimen de hacer especulaciones grandiosas.

    El principio bsico de las inferencias evolutivas del trabajo sobre grupos sanguneos de los Herschfeld era que las razas o poblacio-nes que tienen proporciones similares de los diferentes grupos san-guneos tienen ms probabilidades de compartir una historia comn que las razas en las que las proporciones son muy diferentes. Esto suena a sentido comn, y parece una explicacin razonable de las similitudes observadas en los diferentes ejrcitos europeos. Pero tam-bin hubo algunas sorpresas. Por ejemplo, las frecuencias de los gru-pos sanguneos de los soldados de Madagascar y Rusia eran casi idn-ticas. Significaba esto que los Herschfeld haban descubierto evidencias genticas de una hasta entonces desconocida invasin de

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    Madagascar por los rusos, o tal vez de lo contrario, de una abruma-dora colonizacin de Rusia por los malgaches? Tambin estaban los senegaleses de frica occidental, que se parecan a los rusos en su dis-tribucin de grupos sanguneos casi tanto como los ingleses a los griegos, lo que parece un poco raro, por decirlo suavemente. Todo aquello se deba a que estaban trabajando con un solo sistema gen-tico, el nico que estaba a su alcance, y por eso sus anlisis daban lugar a algunas comparaciones entre poblaciones que parecan muy razonables, y a otras que parecan decididamente raras.

    En los aos que siguieron a la Primera Guerra Mundial, al mdi-co estadounidense William Boyd le toc recopilar los abundantes da-tos sobre grupos sanguneos procedentes de los centros de transfusin de todo el mundo. Al realizar esta tarea, observ una y otra vez incon-sistencias como la de Rusia/Madagascar revelada en el trabajo origi-nal de los Herschfeld. De hecho, las encontr con tanta frecuencia que recomend encarecidamente a los antroplogos que no hicieran caso de los grupos sanguneos. Boyd citaba una carta de un corresponsal frustrado: He intentado ver qu me podan decir los grupos sangu-neos sobre el hombre primitivo, y los resultados me han parecido muy decepcionantes. Aun as, los fracasados intentos de explicar los or-genes humanos a partir de los grupos sanguneos haban tenido sus compensaciones para el liberal Boyd: En ciertas partes del mundo escribi a un individuo se le considerara inferior si tuviera, por ejemplo, la piel oscura, pero en ninguna parte del mundo se le exclui-ra de la alta sociedad por poseer el gen para el grupo sanguneo A.

    Despus de la Segunda Guerra Mundial, el ingls Arthur Mourant tom el relevo de William Boyd como recopilador de datos sobre grupos sanguneos de todo el mundo. Mourant haba nacido en Jer-sey, en las islas del Canal, y primero se haba licenciado en Geolo-ga, pero haba sido incapaz de hacer carrera con aquellos estudios. Su muy estricta formacin metodista le haba ocasionado considera-bles problemas emocionales, que decidi resolver convirtindose en psicoanalista. Para ello, decidi estudiar primero Medicina, e ingre-s, a la relativamente tarda edad de 34 aos, en la Facultad de Me-dicina de San Bartolom, de Londres. Esto ocurra en 1939, justo

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  • De los grupos sanguneos a los genes

    antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Para evitar los bombardeos alemanes sobre la capital, la facultad de medicina se tras-lad de Londres a Cambridge, y all fue donde Mourant conoci a R. A. Fisher, el genetista ms influyente de su poca. Fisher haba es-tado desentraando la gentica de los nuevos grupos sanguneos que se iban descubriendo, y haba quedado fascinado por la herencia, par-ticularmente complicada, de uno de ellos: el grupo sanguneo Rhesus. Este nuevo grupo haba sido descubierto en 1940 por Karl Landstei-ner y su colaborador Alexander Wiener, despus de mezclar sangre humana con sangre de conejos a los que se les haban inyectado c-lulas del macaco rhesus (de ah el nombre). Fisher haba elaborado una complicada teora para explicar la manera en que se transmitan de padres a hijos los diferentes subtipos del grupo, y esta teora fue ferozmente atacada por Wiener, que haba propuesto una explicacin mucho ms simple. Imagnense la alegra de Fisher cuando el recin llegado Arthur Mourant descubri una familia de doce hermanos que aportaba la prueba prctica de su teora. Fisher le consigui inmedia-tamente un trabajo a Mourant, y el meticuloso Mourant se pas el resto de su vida laboral recopilando e interpretando los mapas de distribucin de frecuencias de grupos sanguneos ms detallados que jams se han elaborado. Nunca lleg a hacerse psicoanalista.

    Adems de haber servido para conseguirle un trabajo a Mourant, los grupos sanguneos Rhesus iban a desempear un papel protago-nista en las ideas de la gente sobre los orgenes de los europeos mo-dernos y en la identificacin de la poblacin gentica ms influyen-te del continente: los orgullosos e independientes vascos del nordeste de Espaa y suroeste de Francia. Los vascos estn unificados por su idioma comn, el euskera, que es nico en Europa, ya que no tiene conexin lingstica con ningn otro idioma vivo. Ya resulta bastan-te sorprendente que haya sobrevivido a la competencia de sus rivales modernos, el espaol castellano y el francs. Pero hace dos mil aos, la desorganizacin de la administracin imperial romana en aquella parte del imperio fue lo nico que salv al euskera de ser completa-mente tragado por el latn, como le ocurri al extinto idioma ibero del este de Espaa y sureste de Francia. Los vascos nos proporcionan una

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  • Las siete hijas de Eva

    valiossima pista sobre la historia gentica de toda Europa, como veremos ms adelante en este libro, pero su elevacin a una posicin gentica especial empez cuando Mourant comen-z a estudiar atentamente los grupos sanguneos Rhesus.

    Casi todo el mundo ha odo hablar de los grupos sanguneos Rhesus en relacin con el sndrome del nio azul o trastorno he-moltico del recin nacido, si queremos darle su ttulo mdico com-pleto. Esta grave y a menudo fatal condicin afecta al segundo em-barazo (o posteriores) de las madres que son Rhesus-negativas, es decir, que no poseen el antgeno Rhesus en la superficie de sus gl-bulos rojos. Lo que ocurre es lo siguiente: cuando una madre Rhesus-negativa tiene un hijo de un padre Rhesus-positivo (cuyos glbulos rojos s que llevan el antgeno Rhesus), hay una elevada probabilidad de que el feto sea Rhesus-positivo. Esto no representa ningn proble-ma para el primer hijo. Pero cuando este nace, algunos de sus glbu-los rojos pueden pasar a la circulacin de la madre. El sistema inmu-nitario de la madre reconoce esas clulas, con su antgeno Rhesus, como extraas, y comienza a fabricar anticuerpos contra ellas. Esto tampoco es un problema para la madre... hasta que queda embaraza-da de su siguiente hijo. Si tambin este feto es Rhesus-positivo, ser atacado por los anticuerpos anti-Rhesus de la madre que pasan a tra-vs de la placenta. A veces, a los recin nacidos afectados de este modo, que se ponen azules debido a la falta de oxgeno en su sangre, se los poda salvar con una transfusin de sangre, pero este procedi-miento era muy arriesgado. Afortunadamente, el sndrome del nio azul ya no constituye un problema clnico grave. Ahora, todas las madres Rhesus-negativas reciben una inyeccin de anticuerpos con-tra los glbulos rojos Rhesus-positivos, de modo que si algunos de ellos pasan a la circulacin de la madre durante el parto del primer hijo, sern eliminados antes de que el sistema inmunitario pueda encontrarlos y empiece a fabricar anticuerpos.

    La importancia que tiene todo esto en el pensamiento sobre la prehistoria europea radica en que Mourant comprendi que tener dos grupos sanguneos Rhesus en una misma poblacin no tena sentido evolutivo. Hasta los clculos ms simples indican que perder tantos

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  • De los grupos sanguneos a los genes

    nios no constituye un arreglo estable. No habra problema si todo el mundo tuviera el mismo tipo Rhesus. No importara que fuera posi-tivo o negativo, con tal de que hubiera slo uno u otro. Pero cuando hay cruces entre personas con diferentes tipos Rhesus, surgen estos graves problemas. En el pasado, antes de las transfusiones de sangre y de que se tratara con anticuerpos a las madres Rhesus-negativas, debieron de morir muchos nios a causa del trastorno hemoltico. Esto constituye una carga evolutiva muy pesada, y el resultado que cabra esperar de esta situacin desequilibrada es que, con el tiempo, desapareciera uno u otro de los grupos sanguneos Rhesus. Y esto es exactamente lo que ha ocurrido... en todas partes, excepto en Euro-pa. Mientras que el resto del mundo es predominantemente Rhesus-positivo, Europa se caracteriza por tener una frecuencia casi igual de los dos tipos. Para Mourant, esto indicaba que la poblacin de Euro-pa era una mezcla que an no haba tenido tiempo de estabilizarse y eliminar uno u otro de los tipos Rhesus. Su explicacin era que la Europa moderna tena que ser una poblacin hbrida relativamente reciente, formada por la mezcla de Rhesus-positivos llegados de Oriente Medio que, probablemente, fueron los que trajeron la agri-cultura a Europa, a partir de hace unos ocho mil aos y de los descendientes de una poblacin anterior de cazadores-recolectores Rhesus-negativos. Pero quines eran estos Rhesus-negativos?

    Mourant tropez con la obra del antroplogo francs H. V. Val-lois, que haba descrito los esqueletos de vascos contemporneos y afirmado que presentaban ms rasgos en comn con los fsiles hu-manos de hace unos veinte mil aos que con los pueblos modernos de otras partes de Europa. Aunque las comparaciones de este tipo han quedado desacreditadas desde entonces, no cabe duda de que esto cataliz el pensamiento de Mourant. Ya se saba que los vascos pre-sentan, con gran diferencia, la mayor frecuencia del grupo sanguneo B entre todos los grupos de poblacin de Europa. Podran ser tam-bin ellos la antigua reserva de Rhesus-negativos? En 1947, Mourant organiz un encuentro con dos vascos que se encontraban en Londres intentando formar un gobierno provisional, y que se mostraron muy dispuestos a apoyar cualquier intento de demostrar que su identidad

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  • Las siete hijas de Eva

    gentica es nica. Como la mayora de los vascos, haban apoyado a la Resistencia francesa y eran totalmente contrarios al rgimen fas-cista de Franco en Espaa. Los dos aportaron muestras de sangre y ambos resultaron ser Rhesus-negativos. Gracias a estos contactos, Mourant elabor un fichero de vascos franceses y espaoles, que, como l haba esperado, presentaban una altsima frecuencia de Rhe-sus-negativos; de hecho, la ms alta del mundo. Con estos datos, Mourant lleg a la conclusin de que los vascos eran descendientes de los habitantes originales de Europa, mientras que todos los dems europeos eran una mezcla de los originales con pueblos llegados ms recientemente, que l pensaba que fueron los primeros agricultores procedentes de Oriente Medio.

    Desde aquel momento, los vascos asumieron el estatus de pobla-cin con la que haba que cotejar y en gran medida, todava se co-tejan todas las ideas acerca de la prehistoria europea. El hecho de que slo ellos, entre todos los europeos occidentales, hablaran un idioma nico en Europa, que no pertenece a la familia indoeuropea que abarca todos los dems idiomas de Europa occidental, no haca sino realzar su posicin especial.

    El siguiente salto adelante se produjo gracias a la amalgama matemtica de la enorme cantidad de datos, acumulados durante dcadas de investigacin, sobre sistemas individuales como los dife-rentes grupos sanguneos. Este logro fue obra del hombre que ha do-minado este campo durante los ltimos treinta aos: Luigi Luca Ca-valli-Sforza, a quien volveremos a encontrar ms adelante. Cavalli-Sforza, en colaboracin con el estadstico de Cambridge An-thony Edwards, consigui realizar dicha amalgama utilizando las pri-meras computadoras de tarjetas perforadas. Sacando la media de varios sistemas genticos a la vez, consiguieron eliminar la mayora de las extravagantes y chocantes conclusiones que haban desacredi-tado a las aplicaciones antropolgicas de los grupos sanguneos cuando se estudiaban uno a uno. El inconveniente de utilizar un solo sistema consista en que dos poblaciones, como los rusos y los mal-gaches, podan presentar la misma frecuencia gnica por pura casua-lidad y no porque tuvieran un linaje comn. Si se comparaban varios

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  • De los grupos sanguneos a los genes

    genes, era mucho menos probable que sucediera esto, porque el impac-to de un resultado desorientador en uno de ellos quedaba diluido por el efecto de los otros. Se acabaron las invasiones de Madagascar por los rusos. No obstante, el principio bsico segua siendo el mismo. En sentido evolutivo, lo ms probable era que las poblaciones con fre-cuencias gnicas similares estuvieran ms emparentadas entre s que con las poblaciones que presentaran frecuencias gnicas muy diferen-tes.

    Anthony Edwards explic sus ideas en un ingenioso artculo pu-blicado en el New Scientist en 1965. En l imagina una tribu que lleva siempre un mstil en el que hay ensartados cien discos, q