bourdieu, p. 1987. las cosas dichas. barcelona, editorial gedisa

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    Pierre Bourdieu

    COSAS DICHAS

    C o l e c c i n : E l M a m f e r o Pa r l a n t e

    S e r i e M a y o r

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    Editorial Gedisa ofrecelos siguien tes ttulos sobre

    SEMIOTICA Y CIENCIASDE LA COMUNICACIN

    P a o l o F a bbr i El giro semi tico

    L as con cepc i ones d el s ign o

    a lo la r go de su h is tor i a

    DomiIQUE W ol t on In ternet y despus?

    J ea n M ou ch on Poltica y m edios

    L os pod er es ba jo i n f l u enc ia

    E l seo V er n Efectos de agenda

    I s aa c J os ep h E rving Goffmany la microsocio loga

    E l seo V er n Esto no es un libro

    M u n iz S o d r Reinventando la cultura

    M ar y D ou g l a s Esti lo s de pensar

    E l seo V er n Telenovela . Ficcin po pu lar

    y L u c r eci a E s cu d e r o C h a u v el y m uta ciones culturales(compi ladores)

    L u cr e ci a E s cu d e r o C h a u v el M alv in as el g ran rela to

    M a r c A u g H acia una antropolo ga delos mund os contemporneos

    P a o l o F a bbr i T cticas de los signosE n sayos de sem i t i ca

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    C J e .__

    COSAS DICHAS

    por

    Pierre Bourdieu

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    Ttulo del original en francs:Choses dites

    Les ditions de Minuit, Pars, 1987Director de la coleccin El Mamfero Parlante: Elseo VernTraduccin: Margarita MizrajiDiseo de cubierta: Marc Valls

    Primera edicin: mayo de 1988, Buenos AiresPrimera reimpresin: septiembre de 1996, BarcelonaSegunda reimpresin: julio del 2000, Barcelona

    Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

    Editorial Gedisa, S .A.Paseo Bonanova, 9 Io Ia08022 Barcelona (Espaa)Tfel. 93 253 09 04Fax 93 253 09 05Correo electrnico: [email protected]

    http://www.gedisa.com

    ISBN: 847432503XDepsito legal: B. 330072000

    Impreso por: LimpergrafMogoda 2931, 08210 Barbera del Valles

    Impreso en Espaa

    Printed in Spain

    Queda prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio deimpresin, en forma idntica, extractada o modificada, en castellano oen cualquier otro idioma.

    mailto:[email protected]://www.gedisa.com/http://www.gedisa.com/mailto:[email protected]
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    A la m em or i a de m i padr e

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    i

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    INDICE

    Pr e f a c io .................................................................................... 11

    I. It in e r a r io ....................................................................... 15

    Fieldwork in philosophy ............................................... 17Pantos de referencia ........................................................ 44

    II. Co n f r o n t a c io n e s ...........................................................

    65De la regla a las e stra teg ias ........................................... 67La codificacin................................................................. 83Socilogos de la creencia y creencia

    de los socilogos....................................................... 93Objetivar el sujeto objetivante........................................ 98La disolucin de lo religioso........................................... 102El inters del socilogo.................................................... 108Lectura, lectores, letrados, literatura ........................... 115

    III. A p e r t u r a s ....................................................................... 125Espacio social y poder simblico.................................... 127El campo intelectual: un mundo aparte ........................ 143Los ustfs delpueblo ....................................................... 152La delegacin y el fetichismo poltico............................ 158Programa para una sociologa del deporte.................... 173El sondeo, una ciencia" sin sabio ................................. 185

    I n d i c e A n a l t i c o 193

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    PrefacioEl espritu del castillo fortaleza es el puente levadizo.

    Ren Char

    Me he referido bastante a las dificultades particulares de la es-critura en sociologa, y los textos que se leern aqu no hablarn deeso, quiz, sino demasiado. Pero ellas justifican, creo, la publicacinde estas transcripciones, aliviadas de las repeticiones y de las torpe-zas ms flagrantes, de exposiciones orales, entrevistas, conferenciaso comunicaciones. El discurso escrito es un producto extrao, que seinventa, en la confrontacin pura entre el que escribe y "lo que tieneque decir, fuera de toda experiencia directa de una relacin social,fuera tambin de los apremios y de las urgencias de una demanda in-mediatamente percibida, que se manifiesta por toda clase de signosde resistencia o de aprobacin. No tengo necesidad de decir las v irtu-des irremplazables de este cierre sobre s: es claro que en tre otros efec-tos funda la autonoma de un texto de donde el autor se ha retiradolo ms posible, llevndose con l los efectos retricos que podran ma-nifestar su intervencin y su compromiso en el discurso (aunque nofuese sino el uso de la primera persona), como para dejar completa li-

    bertad al lector.Pero la presencia de un oyente, y sobre todo de un auditorio, tiene

    efectos que no son todos negativos, especialmente cuando se tr ata decomunicar ala vez un anlibr y una experiencia, y de levantar los obs-tculos para la comunicacin qve, muy a menudo, se sitan menos enel orden del entendimiento que er. el de la voluntad: si la urgencia y

    la linealidad del discurso hablado entraan simplificaciones y repeti-ciones (favorecidas tambin por el retorno de las mismas cuestiones),las facilidades procuradas por la palabra, que permite ir rpidamen-te de un punto a otro, al quemar las etapas que un razn amient driguroso debe marcar una por una, autorizan estrechamientos, res-menes, aproximaciones, favorables a la evocacin de totalidades com-

    plejas que la escritura despliega y desarrolla en la sucesin interm i-nable de prrafos y d:s captulos. La inquietud de hacer sentir o dehacer comprender, impuesta por la presencia directa de interlocuto-res atentos, incita al vaivn entre la abstraccin y la ejemplificacin,

    y alienta la bsqueda de metforas o de analogas que, cuando se pue-den decir sus lmites en el instante mismo de su utilizacin, permiten

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    ofrecer una prim era intuicin aproximativa de los modelos ms com-plejos e introducir as a una presentacin ms rigurosa. Pero sobretodo, la yuxtaposicin de propsitos muy diversos por sus circunstan-cias y sus objetos puede, al hacer descubrir el tratamiento de unmismo tema en contextos diferentes del mismo esquema, mostrar enaccin un modo de pensamiento que restituye mal, cuando no lo disi-mula completamente, el acabado de la obra escrita.

    La lgica de la entrevista que, en ms de un caso, se vuelve unverdadero dilogo, tiene por efecto levantar una de las censuras ma-yores que impone la pertenencia a un campo cientfico, y que puedeestar tan profundamente interiorizada que no es siquiera sentida co-mo tal: la que impide responder, en la escritura misma, a preguntasque, desde el punto de vista profesional, no pueden aparecer sino como

    triviales e inadmisibles. Adems, cuando un interlocutor bien inten-cionado manifiesta con toda buena fe sus reticencias o sus resisten-cias o cuando se hace cargo, como abogado del diablo, de objeciones ocrticas que ha ledo u odo, puede dar la ocasin de formular, sea pro-

    posiciones absolutamente fundamentales, que las elipsis de la alturaacadmica o los pudores de la conveniencia cientfica llevan a callar,sea aclaraciones, desmentidos o refutaciones que el desdn o el desa-grado suscitados por las simplificaciones autodesfcructoras de la in-comprensin y de la incompetencia o por las acusaciones estpidas o

    bajas de la mala fe llevan a rechazar (no tendr la crueldad, un poco

    narcisista, de presentar aqu un florilegio de los reproches que me fue-ron hechos, en forma de slogansy de denuncias polticas de tern i-nismo, totalitarismo, pesimismo, etc., y que me chocan sobre todopor su farisesmo: tan fcil es, y gratificante, hacerse el defensor de losbuenos sentimientos y de las buenas causas, arte, libertad, virtud, de-sinters, contra alguno a quien se puede impunemente acusar deodiarlas porque revela, sin darse siquiera el aire de deplorar, todo loque el pundonor espiritualista ordena esconder). El hecho de la inte-rrogacin, que instituye una pregunta, autoriza y alienta a explicarlas intenciones tericas, y todo lo que las separa de las visiones con-

    currentes, y a exponer ms en detalle las operaciones empricas, y lasdificultades, a menudo inasibles en el protocolo final, que debieron su-perar, todas ellas informaciones que el rechazo, quizs excesivo, de lacomplacencia y del nfasis lleva a menudo a censurar.

    Pero la virtud mayor del intercambio oral est ligado ante todoal contenido mismo del mensaje sociolgico y a las resistencias quesuscita. Muchas de las palabras presentadas aqu no cobran todo susentido sino refirindose a las circunstancias en que fueron pronun-ciadas, al pblico al cual fueron dirigidas. Una parte de su eficaciaresulta sin duda el esfuerzo de persuacin destinado a superar la ten-

    sin extraordinaria que crea a veces la explicitacin de una verdadnegada o rechazada. Gershom Scholem me deca un da: no digo lo

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    mismo sobre los problemas judos cuando hablo a judos de NuevaYork, de Pars o de Jerusaln. Del mismo modo, la respuesta que yopodra dar a las preguntas que generalmente se me hacen vara se jnlos interlocutores, socilogos o no socilogos, socilogos franceses osocilogos extranjeros, especialistas de otras disciplinas o simples

    profanoo, etctera. Lo que no quiere decir que no haya una verdad co-bre cada una de estas cuestiones y que esta verdad no siempre se r eda decir. Pero cuando se piensa, como yo, que se debe ir en cada casoal punto en que se espera el mximo de resistencia, lo que es la inver-sa exacta de la intencin demaggica, y decir a cada auditorio, sin

    provocacin, pero tambin sin concesin, el aspecto de la verdad quepara l es ms difcil de admitir, es decir aquello que se cree ser su ver-dad, sirvindose del conocimiento que se cree tener de sus expectati-

    vas no para halagarlo, manipularla, sino para hacer pasar, por asdecir, lo que l tendr ms dificultad en aceptar, en tragar, es decir loque toca a sus defensas ms profundas, se sabe que se est siempreexpuesto a ver cmo el socioanlisis se vuelve sociodrama.

    Las incertidumbres y las imprecisiones de este discurso delibe-radamente imprudente tienen as por contrapartida el temblor de lavoz, que es la marca de los riesgos compartidos en todo intercambiogeneroso y que, si se oye por poco que sea en la transcripcin escrita,me parece justificar la publicacin.

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    Primera Parte

    Itinerario

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    Fieldwork in philosophy1

    P. Cul era la situacin intelectual en el momento de sus estudios:marxismo, fenomenologa, etc.?

    R. Cuando yo estudiaba, en los aos 50, la fenomenologa, en su variante existenci alista, estaba en su apogeo, y haba ledo muytempranoEl ser y la nada, adems de Merleau-Ponty y Husserl; elmarxismo no exista verdaderamente como posicin, en el campo intelectual, aun si autores como Tran-Duc-Tao llegaban a hacerlo existir presentando la cuestin de su relacin con la fenomenologa.Adems, hice en ese momento una lectura escolar de Marx; me interesaba sobre todo en el joven Marx y me haban apasionado las Tesissobre Feuerbach. Pero era la poca del stalinismo triunfante. Muchosde mis condiscpulos que se han vuelto ahora violentos anticomunistas estaban en el partido comunista. La presin staliniana era tanexasperante que, hacia 1951, habamos fundado en la Escuela normal(estaban Bianco, Comte, Marn, Derrida, Pariente y otros) un Comit para la defensa de las libertades, que Le Roy Ladurie denunciabaa la clula de la Escuela...

    La filosofa universitaria no. era apasionante... Aunque habagente muy competente, como Henri Gouhier, con quien hice una me

    moria (una traduccin comentada de lasAnimadversionesde Leib-niz), Gastn Bachelard o Georges Canguilhem. Fuera de la Sorbona,y sobre todo en la Escuela de Altos Estudios y en el Collge do Fran-ce, estaban tambin Eric Weil, Alexandre Koyr, Martial Guroult,cuyas enseanzas segu una vez entrado en la Escuela normal. Todasestas personas estaban fuera del curso ordinario, pero es un poco gra-cias.a ellos, a lo que representaban, es decir a una tradicin de historiade las ciencias y dla filosofea rigurosa (y gracias tambin a la lectura de Husserl, todava muy poco traducido en esa poca), que trat, con

    aquellos que, como yo, estaban un poco fatigados del existencialismo,

    1 Entrevista con A. Honneth, H. Kocyba y B. Schwibs, realizada en Para en abrilde 1985 y publicada en nlcmn bnjo el ttulo DcrKamp'um dic aymbolischc Ordnunp,Asthel i k und K ommun ikat ion (Francfor t) ,16, n9 61-62,1986.

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    de superar un poco la lectura de los autores clsicos y de dar un sen-tido a la filosofa. Haca matemticas, historia de las ciencias. Hom-

    bres como Georges Canguilhem, y tambin Jules Vuillemin, fueronpara mi, y para algunos otros, verdaderos profetas ejemplares en elsentido de Weber. En el perodo fenomenolgicoexistenci alista, enque no eran muy conocidos, parecan indicar la posibilidad de una nue-va va, de una nueva manera de cumplir el rol de filsofo, lejos de losvagos topos, sobre los grandes problemas. Estaba tambin la revistaCritique, en su mejor poca, donde se encontraba Alexandre Koyr,Eric Weil, etc., y una informacin a la vez amplia y rigurosa sobre lostrabajos franceses y sobre todo extranjeros. Yo era menos sensible queotros, sin duda por razones sociolgicas, al aspecto BatailleBlanchotde Critique.La intencin de ruptura, ms bien que de transgresin,

    se orientaba en m hacia los poderes instituidos, y especialmente con-tra la institucin universitaria y todo lo que encubra de violencia, deimpostura, de tontera canonizada, y, a travs de ella, contra el ordensocial. Eso quiz porque no tena cuenta que saldar con la familia bur-guesa, como otros, y me encontraba por lo tanto menos inclinado a lasrupturas simblicas evocadas en Les hritiers. Pero creo que la volun-tad de nicht mitmachen, como deca Adorno, la negativa a compromi-sos con la institucin, empezando por las instituciones intelectuales,no me abandon nunca.

    Muchas de las disposiciones intelectuales que tengo en comn

    con la generacin estructuralista (Althusser y Foucault especial-mente) en la que no me incluyo, en primer trmino porque estoyseparado de ella por una generacin escolar (escuch sus cursos) ytambin porque rechac lo que se me apareci como una moda se ex-plican por la voluntad de reaccionar contra lo que haba representa-do para ella el existencialismo: el 'humanismo blando que estaba enel aire, la complacencia por lo vividoMy esta especie de moralismo pol-tico que sobrevive hoy del lado deEsprit.

    P. Nunca se interes por el existencialismo?R, Le a Heidegger, mucho y con una cierta fascinacin, es-pecialmente los anlisis de Sein und Zeitsobre el tiempo pblico, lahistoria, etc., que, junto con los anlisis de Husserl enIdeen II,meayudaron muchoas como Schtz ms tarde en mis esfuerzos poranalizar la experiencia ordinaria de lo social. Pero nunca particip delmoodexistencialista. MerleauPonty ocupaba un lugar aparte, por lomenos en mi opinin. Se interesaba por las ciencias del hombre, porla biologa, y daba la idea de lo que puede ser una reflexin sobre el pre-

    sente inmediato por ejemplo, con sus textos sobre la historia, sobreel partido comunista, sobre los procesos de Mosc capaz de escapara las simplificaciones sectarias de la discusin poltica. Pareca repre-

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    sentar una de las salidas posibles fuera de la filosofa charlatana dela institucin escolar. (...)

    P. Pero, un socilogo dominaba la filosofa en ese momento?

    R. No, era un simple efecto de autoridad de la institucin. Y nes*tro desprecio por la sociologa era redoblado por el hecho de que unsocilogo poda presidir el jurado en los concursos de filosofa e imponernos sus lecciones, que juzgbamos nulas, sobre Platn o Rousseau.Este desprecio por las ciencias sociales se perpetu entre los norma*listas filsofos que representaban la lite, por lo tanto el modelodominantehasta los aos 60. En esa poca, no exista ms que unasociologa emprica mediocre, sin inspiracin terica ni emprica. Y la

    seguridad de los filsofos normalistas se vea reforzada por el hecho deque los socilogos surgidos entre las dos guerras, Jean Stoetzel o aunGeorges Friedmann, que haba escrito un libro bastante endeble sobreLeibniz y Spinoza, se les aparecan como el producto de una vocacinnegativa. Era aun ms claro para los primeros socilogos de los aos45 que, con algunas excepciones, no haban pasado por la va regia, laEscuela normal y concursos, y que, para algunos, haban sido desviados hacia la sociologa por su fracaso en filosofa.

    P. Pero cmo se oper el cambio de los aos 60?

    R. El estructuralismo fue muy importante. Por primera vez, unaciencia social se impuso como una disciplina respetable, hast dominante. Lvi-Strauss, que bautiz su ciencia como antropologa, enlugar de etnologa, reuniendo el sentido anglosajn y el viejo sentidofilosfico alemn Foucault traduca, casi en el mismo momento, la

    Antropologade Kant, ennobleci la ciencia del hombrfe,asf constituida, gracias a la referencia a Saussure y a la lingstica como ciencia prestigiosa, a la cual los filsofos mismos estaban obligados a refe

    rirse. Es el momento en que se ejerce con toda su fuerza lo que yo llamoel efecto -logia, por referencia a todos los ttulos que utilizan esta desinencia, arqueologa, gramatologa, semiologa, etc., expresin visible-del esfuerzo de los filsofos por borrar la frontera entre la ciencia y lafilosofa. Nunca .tuve mucha simpata por estas reconversiones a medias que permiten acumular al menor costo las ventajas de la cienti-ficidad y las ventajas que otorga la posicin de filsofo. Pienso que enese momento era necesario poner enjuego la posicin de filsofo y todosu prestigio para operar una verdadera reconversin cientfica. Y, pormi parte, al mismo tiempo que trabajaba para poner en prctica el modo de pensamiento estructural o relacional en la sociologa, resist con

    1 Se trata de Georges Davy, ltimo sobreviviente de la escuela durkheimiana.

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    todas mis fuerzas a las formas mundanas del estructuralismo. Y es-taba tanto menos inclinado a la indulgencia hacia las transposicionesmecnicas de Saussure o Jakobson en antropologa o en semiologa

    que se practicaron en los aos 1960, cuanto que mi trabajo filosficome haba conducido muy temprano a leer muy bien a Saussurre: en195859 hice un ourso sobre Durkheim y Saussure en el cual tra t dedescubrir los lmites de las tentativas para producir "teoras puras.

    P. Pero usted se convirti en etnlogo en principio?

    R. Haba emprendido investigaciones sobre la fenomenologa de lavida afectiva, o ms exactamente sobre las estructuras temporales dela experiencia afectiva. Para conciliar la inquietud por el rigor y la bs-queda filosfica, quera hacer biologa, etctera. Me pensaba como fil-sofo y me llev mucho tiempo confesarme que me haba vuelto etnlo-go. El prestigio nuevo que LviStrauss haba dado a esta ciencia meayud mucho, sin duda. (...) Hice a la vez investigaciones que sepodran decir etnolgicas, sobre el parentesco, el ritual, la econonaprecapitalista, e investigaciones que se diran sociolgicas, espe-cialmente encuestas estadsticas realizadas con mis amigos delI.N.S.E.E., Darbel, Rivety Seibel, que me aportaron mucho. Quera,

    por ejemplo, establecer el principio, nunca claramente determinado

    en la tradicin terica,.de la diferencia entre proletariado y subproletariadojy, al analizarlas condiciones econmicas y sociales, de la apa-ricin del clculo econmico, en materia de economa pero tambin defecundidad, etc., tra t de mostrar que el principio de esta diferenciase sita al nivel de las condiciones econmicas de posibilidad deconductas deprevisin Tacional, de las cuales las aspiraciones revolu-cionarias constituyen una dimensin.

    P .:Pero este proyecto terico era inseparable de una metodologa...

    R. S. Rele, por cierto, todos los textos de Marx y muchos otros so-bre la cuestin (es sin duda la poca en que ms le a Marx, y aun elinforme de Lenin sobre Rusia). Trabajaba tambin en la nocin marxista de autonoma relativa en relacin con las investigaciones que es-taba comenzando sobre el campo artstico (un breve libro, Marx,Proudhon, Picasso,escrito en francs entre las dos guerras por un emi-grado alemn, de nombre Marx, me fue muy til). Todo esto antes delretorno fuerte del marxismo estructuralista. Pero quera sobre todosalir de la especulacin; en esa poca, los libros de Franz Fann, espe-cialmenteLes datnns de la terre, estaban de moda y me parecan ala vez falsos y peligrosos.

    P. Usted haca al mismo tiempo investigaciones de antropologa.

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    R. S. Y las dos estaban estrechamente ligadas. Porque quera comprender, a travs de mis anlisis de la conciencia temporal, lascondiciones de la adquisicin del habitus econmico capitalistaen

    personas formadas en un cosmos precapitalista. A1U, de nuevo por laobservacin y la medida y no por una reflexin de segunda mano sobrematerial de segunda mano. Quera tambin resolver problemas propiamente antropolgicos, especialmente aquellos que me planteaba elenfoque estructuralista. He contado en la introduccin aLe Senspra-tiquecmo descubr con estupefaccin, recurriendo a la estadstica, loque raramente se haca en etnologa, que el casamiento consideradocomo tpico de las sociedades rabe-bereberes, es decir el casamientocon la prima paralela, representaba ms o menos el 3 o 4%de los casos, y el 5 a 6% en las familias marabticas, ms estrictas, ms ortodoxas. Eso me obligaba a reflexiones sobre la nocin de parentesco, deregla, de reglas de parentesco, que me conducan a las antpodas de latradicin estructuralista. Y la misma aventura me suceda con el ritual: coherente, lgico, hasta un cierto punto, el sistema de las oposiciones constitutivas de la lgica ritual se revelaba incapaz de integrartodos los datos recogidos. Pero necesit mucho tiempo para romperverdaderamente con algunos de los presupuestos fundamentales delestructuralismo (que haca funcionar simultneamente en sociologa,pensando el mundo social como espacio de relaciones objetivas trascendente con relacin a los agentes e irreductible a las interacciones

    entre los individuos). Fue necesario que descubriera, por el retorno aterrenos de observacin familiares, por una parte la sociedad bearne-sa, de donde soy originario, y por otra parte el mundo universitario, lospresupuestos objetivistas como el privilegio de la observacin conrelacin al indgena, consagrado a la inconscienciaque estn inscritos en el enfoque estructuralista. Y luego fue necesario, creo, que saliera de la etnologa como mundo social, volvindome socilogo, paraque ciertos planteos impensables se volvieran posibles. Con eso, no relato mi vida: trato de aportar una contribucin a la sociologa de la

    ciencia. La pertenencia a un grupo profesional ejerce un efecto de censura que va mucho ms all de los apremios institucionales o personales: hay cuestiones que no se presentan, que no se pueden presentar, porque tocan a las creencias fundamentales que estn en la basede la ciencia y del funcionamiento del campo cientfico. Es lo que indica Wittgenstein cuando recuerda que la duda radical est tan profundamente identificada con la postura filosfica que un filsofo bienformado no piensa en poner en duda esta duda.

    P. Cita a menudo a Wittgenstein. Por qu?

    R. Wittgenstein es sin duda el filsofo que me ha sido ms til en losmomentos difciles. Es una especie de salvador para los tiempps de

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    gran apuro intelectual: cuando se trata de cuestionar cosas tan evi-dentes como obeceder a una regla. O cuando se tra ta de decir cosastan simples (y, al mismo tiempo, casi inefables) como practicar una

    prctica.P. Cul era el principio de su duda en lo referente al estructu-ralismo?

    R. Quera reintroducir de alguna manera a los agentes, que LviStrauss y los estructuralistas, especialmente Althusser, tendan aabolir, haciendo de ellos simples epifenmenos de la estructura. Digo

    bien agentes y no sujetos. La accin no es la simple ejecucin de unaregla, la obediencia a una regla. Los agentes sociales, en las socieda-des arcaicas como en las nuestras, no son ms autmatas reguladoscomo relojes, segn leyes mecnicas que les escapan. En los juegosms complejos, los intercambios matrimoniales por ejemplo, o las

    prcticas rituales, comprometen los principios incorporados de un ha-bitas generador: este sistema de disposiciones puede ser pensado poranaloga con la gramtica generativa de Chomsky, con la diferencia deque se tra ta de disposiciones adquiridas por la experiencia,por lo tan-to variables segn los lugares y los momentos. Este sens dujeu, (sen-tido del juego), como decimos en francs, es lo que permite engendrar

    una infinidad de golpes adaptados a la infinidad de situaciones po-sibles que ninguna regla, por compleja que sea, puede prever. Por lotanto, he sustituido las reglas de parentesco por las estrategias matr i-moniales. All donde todo el mundo hablaba de reglas", de modelo,de es tructura, un poco indiferenciadamente, colocndose en un pun-to de vista objetivo, el de Dios Padre que mira a los actores sociales co-mo marionetas cuyas estructuras seran los hilos, todo el mundo ha-

    bla hoy de estrategias matrimoniales (lo que implica ubicarse en elpunto de vista de los agentes, sin hacer de ellos por eso calculadoresracionales). Es necesario evidentemente quitar a esta palabra sus

    connotaciones ingenuamente teleolgicas: las conductas pueden serorientadas con relacin afines sin estar conscientemente dirigidas ha-cia esos fines, dirigidas por esos fines. La nocin de habitus fue inven-tada, si puedo decirlo, para dar cuenta de esta paradoja. Asimismo, elhecho de que las prcticas rituales sean el producto de un sentidoprctico, y no de ana especie de clculo inconsciente o de la obedien-cia de una regla, explica que los ritos sean coherentes, pero con esa co-herencia parcial, nunca total, que es la de las construcciones prcti-cas.

    P. Esta ruptu ra con el paradigma estructuralista no arriesgarahacerlo recaer en el paradigma individualista del clculo racional?

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    R. Se puede comprender retrospectivamente de hecho, las cosasno pasan as en la realidad de 1 investigacin el recurso a la nocinde habitus, viejo concepto aristotlicotomista que volv a pensar

    completamente, como una manera de escapara esta alternativa entreel estructuralismo sin sujeto y la filosofa del sujeto. All adems, cier-tos fenomenlogos, Husserl mismo que le da funcin a la nocin de ha-

    bitus en el anlisis de la experiencia antepredicativa, o MerleauPonty, y tambin Heidegger, abren la va a un anlisis ni intelectualistani mecanicista de la relacin entre el agente y el mundo. Desgracia-damente, se aplican a mis anlisis, y es la principal fuente de malen-tendido, las alternativas mismas que la nocin de habitus tiende a se-

    parar, la de la conciencia y del inconsciente, de la explicacin por lascausas determinantes o por las causas finales. As LviStrauss ve en

    la teora de las estrategias matrimoniales una forma de espontanesmo y un retorno a la filosofa del sujeto. Otros, por el contrario, vernen ella la forma extrem a de lo que rechazan en el modo de pensamien-to sociolgico, determinismo y abolicin del sujeto. Pero es sin dudaJon Elster quien presenta el ejemplo ms perverso de incomprensin.En lugar de prestarm e, como todo el mundo, uno de los trminos dela alte rnativa para oponerle el otro, me imputa una especie de oscila-cin entre uno y otro y puede as acusarme de contradiccin o, ms su-tilmente, de cmulo de explicaciones mutuam ente excluyen tes. Posi-cin tanto ms asombrosa cuando que, bajo el efecto sin duda de la

    confrontacin, fue llevado a tomar en cuenta lo que est en el princi-pio mismo de mi representacin de la accin, el ajuste de las disposi-ciones a la posicin, de las esperanzas a las posibilidades: sourgrapes,las uvas demasiado verdes. Siendo el producto de la incorporacin dela necesidad objetiva, el habitus, necesidad hecha virtud, produce es-trategias que, por ms que no sean el producto de una tendencia cons-ciente de fines explcitamente presentados sobre la base de un cono-cimiento adecuado de las condiciones objetivas, ni de una determina-cin mecnica por las causas, se halla que son objetivamente ajusta-das a la situacin. La accin que gua al sentido de juego tiene todaslas apariencias de la accin racional que diseara un observador im

    parcial, dotado de toda la infoimacin til y capaz de dominarla ra-cionalmente. Y sin embargo no tiene larazn por principio. Basta pen-sar en la decisin instan tnea del jugador de tenis que pasa la red adestiempo para comprender que ella no tiene nada en comn con laconstruccin sabia que el entrenador, despus de un anlisis, elabora

    para dar cuenta y para extraer lecciones comunicables. Las condicio-nes del clculo racional no estn dadas prcticamente nunca en la

    prctica: el tiempo es contado, la informacin lim itada, etctera. Y sin

    embargo los agentes hacen, mucho ms a menudo que si procedieranal azar, lo nico que se puede hacer. Esto porque, abandonndose alas intuiciones de un sentido prctico que es el producto de la expo

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    sicin durable a las condiciones semejantes o aquellas en las cualesestn colocados, anticipan la necesidad inmanente ul curso del mun-do. Seria necesario retomar en es ta lgica el anlisis de la distincin,

    una de esas conductas paradjicas que fascinan Elster porque sonun desafo a la distincin del consciente y del inconsciente. Baste de-cir pero es mucho ms complicado que los dominantes no apare-cen como distinguidos sino porque, habiendo de alguna manera naci-do en una posicin positivamente distinguida, su habitus, naturalezasocialmente constituida, es inmediatamente ajustado a las exigen-cias inmanentes del juego, y que pueden as atrmar su diferencia sintener necesidad de quererlo, es decir con lo na tural que es la marca dela distincin llamada natural"; les basta ser lo que son para ser lo quees necesario ser, es decir naturalmente distinguidos de aquellos queno pueden hacer la economa de la bsqueda de la distincin. Lejos deser identificable con la conducta distinguida, como lo cree Veblen, aquien Elster se asimila equivocadamente, la bsqueda de la distin-cin es su negacin: en primer lugar, porque encierra el reconocimien-to de ui.a carencia y la confesin de una aspiracin interesada, y por-que, como se lo ve bien en el pequeo burgus, la conciencia y la reflexividad son a la vez causa y sntoma del defecto de adaptacin inme-diata a la situacin que define al virtuoso. El habitus mantiene con elmundo social del que es producto una verdadera complicidad ontolgi

    ca, principio de un conocimiento sin conciencia, de una intencionali-dad sin atencin y de un dominio prctico de las regularidades delmundo que permite adelantar el porvenir sin tener ni siquiera necesi-dad de presentarlo como tal. Se encuentra all el fundamento de la di-ferencia que haca Husserl, esIdeen I,entre la protensin como desig-nio prctico de un porvenir inscrito en el presente, por lo tanto apre-hendido como ya all y dotado de la modalidad dxica del presente, yel proyecto como posicin de un futuro constituido como tal, es decircomo pudiendo advenir o no advenir; y por no haber comprendido es-ta diferenciacin, y sobre todo la teora del agente (por oposicin al

    sujeto) que la funda, Sartre encontraba, en su teora de la accin, y'muy particularm ente en su teora de las emociones, dificultades porcompleto idnticas a las que Elster, cuya antropologa est muy prxi-ma a la suya, tra ta de resolver por una suerte de nueva casustica filo-sfica: cmo puedo librarme libremente de la libertad, dar libremen-te al mundo el poder de determinarme, cmo en el miedo, etctera? Pe-ro trat de todo esto, a lo largo y a lo ancho, enLe sens pratique.

    P. Por qu retoma esta nocin de habitus?

    R. La nocin de habitus fue objeto de innumerables usos anteriores,por autores tan diferentes como Hegel, Husserl, Weber, Durkheim oMauss, usos ms o menos metdicos. Sin embargo, me parece que, en

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    todos los casos, quienes usaban la nocin se inspiraban en una mismaintencin terica, o, por lo menos, indicaban una misma direccin debsqueda: sea que, como en Hegel, que emplea tambin, con la misma

    funcin, nociones comohexis,ethosyetc., se trate de romper con el dua-lismo kan tiano y de reintroducir las disposiciones permanentes queson constitutivas de la moral realizada (Sittlichkeit) por oposicinal moralismo del deber; o que, como en Husserl, la nocin de habi-tus y diferentes vecinos comoHabitualitt,marquen el esfuerzo porsalir de la filosofa de la conciencia; o tambin que, como en Mauss, setra te de dar cuenta del funcionamiento sistemtico del cuerpo socia-lizado. Retomando la nocin de habitus, a propsito de Panofsky que,enArchitecture gothique, retomaba l mismo un concepto indgena

    para dar cuenta del efecto del pensamiento escolstico, quisiera

    arrancar a Panofsky de la tradicin neokantiana, en la cual estaba en-cerrado (es aun ms claro enLa perspective comme forme symboli-que),sacando partido del uso absolutamente accidental, y en todo ca-so nico, que l haba hecho de esta nocin (Lucien Goldmann lo viomuy bien y me haba reprochado vivamente tomar en el sentido delmaterialismo a un pensador que, segn l, se haba rehusado siemprea marchar en esta direccin por prudencia poltica"; era su modo dever las cosas...). Sobre todo, yo quera reaccionar contra la orientacinmecanicista de Saussure (que, como los mostr enLe sens pratique,concibe la prctica como simple ejecucin)y del estructuralismo. Muy

    prximo en esto a Chomsky, en quien encontr la misma preocupacinpor dar una intencin activa, inventiva, a la prctica (a ciertos defen-sores del personalismo les pareci una muralla de la libertad contrael determinismo estructuralista), quera insistir sobre las capacidades generatrices de las disposiciones, quedando entendido que se t ra ta de disposiciones adquiridas, socialmrite constituidas. Se ve hastaque punto es absurda la catalogacin que lleva a incluir en el estruc-turalismo destructor del sujeto un trabajo que fue orientado por lavoluntad de reintroducir )a prctica del agente, su capacidad de inven-cin, de improvisacin.

    Pero yo quera recordar que esta capacidad creadora, activa,inventiva, no era la de un sujeto transcendental en la tradicin idea-lista, sino la de un agente actuante. A riesgo de verme clasificado della^o de las formas ms vulgares del pensamiento, quera recordar laprimaca de la razn prctica, de la que hablaba Fichte, y ex pl i citarlas categoras especficas de esta razn (lo que trat de hacer en Lesens pratique).Me ayud, no tanto para reflexionar como para atre-verme a avanzar mi reflexin, la famosa Tesis sobre Feuerbqch: Elprincipal defecto de todos los materialismos anteriores, incluso el de

    Feuerbach, reside en el hecho de que el objeto es concebido en ellos so-lamente bqjo la forma de objeto de la percepcin pero no como activi-dad humana, como prctica.1' Se trata de retomar en el idealismo el

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    bre arbitrio. El habitus es ese principio no elegido de tanta eleccinque desespera a nuestros hum anistas. Sera fcil de establecer lle-vo sin duda un poco lejos el desafo que la eleccin de esta filosofa

    de la libre eleccin no se distribuye al azar... Lo propio de las reali-dades histricas es que se puede siempre establecer que hubiera po-dido ser de otra manera, que va de otra manera a otra parte, en otrascondiciones. Lo que quiere decir que, al historizar, la sociologa des-naturaliza, desfataliza. Pero se le reprocha entonces alentar un de-sencanto cnico. Y se evita as plantear, en un terreno en que tendracierta posibilidad de ser resuelta, la cuestin de saber si lo que el so-cilogo da como una comprobacin y no como una tesis, a saber porejemplo que los consumos alimentarios o los usos del cuerpo varansegn la posicin ocupada en el espacio social, es verdavera o falsa y

    cmo se puede dar razn de estas variaciones. Pero, poritra parte,provocando la desesperacin de aquellos que bien se puede llamar losabsolutistas, esclarecidos o no, que denuncian su relativismo desen-cantador, el socilogo descubre la necesidad, la coaccin de las condi-ciones y de los condicionamientos sociales, hasta el corazn del suje-to, btyo la forma de eso que llamo el habitus. En suma, que lleva alcolmo de la desesperacin del humanista absolutista al hacer ver lanecesidad de la contingencia, al revelar el sistema de condicionessociales que han hecho una m anera particular de ser o de hacer, asnecesitada sin ser por eso necesaria. Miseria del hombre sin Dios nidestino de eleccin, que el socilogo no hace ms que revelar, sacar aluz, y de lo cual se lo hace responsable, como a todos los profetas de ladesgracia. Pero se puede m atar al mensajero, lo que l anuncia que-da dicho, y entendido.

    Siendo as, cmo no ver que al enunciar los determinantes so-ciales de las prcticas, de las prcticas intelectuales especialmente, elsocilogo da las posibilidades de una cierta libertad con respecto a esosdeterminantes? A travs de la ilusin de la libertad con respecto a lasdeterminaciones sociales (ilusin de la que dije cien veces que es la de-

    terminacin especfica de los intelectuales), se da libertad de ejercera las determinaciones sociales. Los que entran con los ojos cerrados enel debate, con un pequeo bagaje filosfico del siglo XIX, haran bienen darse cuenta de ello, si no quieren aceptar maana las formas msfciles de objetivacin. As, paradjicamente, la sociologa libera al li-b e ra rle la ilusin de la libertad, o. ms exactamente, dla creenciamal ubcadaerTias libertades ilusorias. La libertad no es algo dado, si-no una conquista, y colectiva. Y lamento que en nombre de una peque-a libido narcisstica, alentada por una denegacin inmadura de lasrealidades, pueda privarse de un instrumento que permite constituir-

    se verdaderamente un poco ms, en todo casocomo un sty eto libre,al precio de un trabajo de reapropiacin. Tomemos un ejemplo muysimple: por uno de mis amigos, obtuve las fichas que llevaba un pro-

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    fesor de filosofa preparatoria sobre sus alumnos; estaba la fotografa,la profesin de los padres, las apreciaciones de las disertaciones. Heah un documento simple: un profesor (de libertad) escriba de una de

    sus alumnas que ella ten a una relacin servil con la filosofa; ocurreque esta alumna era hija de una mucama (y era la nica de su espe-cie en esta poblacin). El ejemplo, que es rea!, es evidentemente un po-co fcil, pero el acto elemental que consiste en escribir en un papelchato, se rv ir, brillante, "serio, etc., es la pu es ta en prctica de ta-xonomas socialmente constituidas que son en general la interioriza-cin de oposiciones que existen en el campo universitario b^jo la for-ma de divisiones en disciplinas, en secciones, y tambin en el camposocial global. El anlisisde las estructuras mentales es un instrumento de liberaciTpraclas^a los instrumentos de la sociologa, s fruede

    Realizar una de lasambiciones eternas flefilosolTaTque es la de conoceTsestructurascognitivaFCen el caso particular, las categoras delentendimiento profesoral) y al mismo tiempo algnbs dsjQS lmitesrrleor scondidoTiJe 1pensamiento. Podra tomar m if ejemplos de di-cotomas sociales reveladas porei sistema escolar que, al volverse ca-tegoras de percepcin, impiden o encierran al pensamiento. La socio-loga del conocimiento tratndose de profesionales del conocimiento,es el instrumento de conocimiento por excelencia, el instrumento deconocimiento de los instrumentos de conocimiento. No concibo que sepueda prescindir de l. Que no se me haga decir que es el nico instru-mento disponible. Es un instrum ento entre otros, al cual Creo habercontribuido a da r ms fuerzay que puede ser aun reforzado. Cada vezque se haga historia social de la filosofa, historia social de la litera-tura, etc., sehaT progresar a este instrumento, al que no veo en nom-

    bre de qu se puede condenar, sino por una especie de oscurantismo.Pienso que las luces estn del lado de aquellos que hacen descubrir lasanteojeras...

    Paradjicamente, esta disposicin crtica, reflexiva, no es en ab-soluto obvia, sobre todo para los filsofos, que son a menudo llevados

    por la definicin de su funcin, y por la lgica de la competencia con lasciencias sociales, a rechazar como escandalosa la historizacin de susconceptos o de su herencia terica. Tomar (porque permite razonara fortriori) el ejemplo de los filsofos marxistas a quienes la preocupa-cin de altu ra o de "profundidad lleva por ejemplo a eternizar con-ceptos de batalla como espontanesmo, centralismo, voluntarismo(hay otros), y a tra tarlos como conceptos filosficos, es decir transhistricos. Por ejemplo, se acaba de publicar en Francia unDictionnairedu marxismeen el cual las tres cuartas partes (por lo menos) de las en-tradas son de este tipo (las pocas palabras que no pertenecen a esta ca-

    tegora fueron fabricadas por el mismo Marx), son muy a menudo in-jurias, insultos producidos en las luchas, por las necesidades dla lu-cha. Ah ota bien, muchos de los filsofos llamados marxistas las eter-

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    nizan, las arrancan a lahisto riay las discuten independientemente desu uso original.

    Por qu es interesante este ejemplo? Porque se ve que los impe-

    dimentos, los intereses o las disposiciones asociadas a la pertenenciaal campo filosfico pesan ms fuertemente sobre los filsofos marxistas que la filosofa marxista. Si hay algo que la filosofa marxista debe-ra imponer es la atencin a la historia (y a la historicidad) de losconceptos que se utilizan, para pensar la historia. Ahora bien, elaristocratismo filosfico obliga a olvidarse de someter a la crtica his-trica los conceptos visiblemente marcados por las circunstanciashistricas de su produccin y de su utilizacin (los althus serian os hansobresalido en el gnero). El marxismo en la realidad de su uso socialtermina por ser un pensamiento completamente al abrigo de la crti-

    ca histrica, lo que es una paradoja, dadas las potencialidades y aunlas exigencias que encerraba el pensamiento de Marx. Marx dio loselementos de una pragmtica sociolingstica, en particular enLaideologa alemana(me refer a ello en mi anlisis sociolgico del esti-lo y de la retrica de Althusser). Estas indicaciones quedaron como le-tra muerta , porque la tradicin marxista siempre dio poco lugar a lacrtica reflexiva. En descargo de los marxistas dir que, aunque se

    puedan sacar de su obra los principios de una sociologa crtica de lasociologa y de los instrumentos tericos que la sociologa, especial-mente marxista, utiliza para pensar el mundo social, el mismo Marxnunca utiliz mucho la crtica histrica contra el marxismo mismo...

    . Recuerdo que en Prankfurt hemos tratado de discutir ciertos as-pectos de La distinction:dira usted que las estructuras simblicascon una representacin de las articulaciones fundamentales de la rea-lidad o dira que estas es tructuras son en cierta medida autnomas oproducidas por un espritu universal?

    R. Siempre me molest la representacin jerrquica de las instan-

    cias estratificadas (infraestructura/superestructura) que es insepa-rable de la cuestin de las relaciones entre las estruc turas simblicasy las estructuras econmicas que domin la discusin entre estructuralistas y marxistas en los aos 60. Cada vez ms me pregunto si lasestructuras sociales de hoy no son las estructuras simblicas de ayery si por ejemplo la clase tal como se la comprueba no es por una par-te el producto del efecto de teora ejercido por la obra de Marx. Natu-ralmente, no llego hasta decir que son las estructuras simblicas lasque producen las estructuras sociales: el efecto de teora se ejerce tan-to ms fuertemente cuanto que preexisten un estado potencial, en

    punteado, en la realidad, como uno de los principios de divisin posi-bles (que no necesariamente el ms evidente para la percepcincomn), las divisiones que la teora, en tanto principio de visin y de

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    divisin, hace acceder a la existencia visible. Lo que es seguro es que,dentro de ciertos lmites, las estructuras simblicas tienen un poderabsolutamente extraordinario de constitucin(en el sentido de la fi-

    losofa y de la teora poltica) que se ha subestimado mucho. Pero estasestructuras, aun si les deben sin duda mucho a las capacidades espe-cficas del espritu humano, como el poder mismo de simbolizar, deanticipar el porvenir, etc., me parecen definidas en su especificidad

    por las condiciones histricas de su gnesis.

    P. La intencin de ruptura con el estructuralismo, pues, ha sidosiempre muy fuerte en usted, al mismo tiempo que la intencin detraer al terreno de la sociologa las adquisiciones del estructuralismo,intencin que desarrolla en su artculo de 1968 Structuralism and

    Theory of Sociological Knowedge, aparecido en Social Research.

    R. El anlisis retrospectivo de la gnesis de mis conceptos que us-ted me invita a hacer es un ejercicio necesariamente artificial, quearriesga hacerme caer en la ilusin retrospectiva. Las diferenteselecciones tericas fueron sin duda ms negativas que positivas, en suorigen, y es probable que tuvieran tambin por principio la bsquedade soluciones a problemas que se podra decir personales, como la pre-ocupacin de aprehender rigurosamente problemas polticamente

    candentes que sin duda orient mis elecciones, trabajos sobre Argel enHomo academicuspasando porLes Hritiers,o esa suerte de pulsio-nes profundas y muy parcialmente conscientes que llevan a sentirseen afinidad o en aversin con tal o cual manera de vivir la vida inte-lectual, por lo tanto a sostener o a combatir tal o cual toma de posicinfilosfica o cientfica. Creo tambin que siempre fui fuertemente mo-tivado en mis elecciones por la resistencia a los fenmenos de moda ya las disposiciones, que perciba como frvolas, es decir deshonestas,de aquellos que se hacan sus cmplices: por ejemplo, muchas de misestrategias de investigacin se inspiran en la preocupacin de re-

    chazar la ambicin totalizante, que se identifica de ordinario con lafilosofa. Asimismo, siempre mantuve una relacin bastante ambiva-lente con la Escuela de Frankfurt: las afinidades son evidentes, y sinembargo senta un cierto enervamiento ante el aristocratismo de estacrtica globalizante que conservaba todos lo rasgos de la gran teora,sin duda por la inquietud de no ensuciarse las manos en las cocinas dela investigacin emprica. Lo mismo con respecto a los althusseranos,y sus intervenciones a la vez simplistas y perentorias que autoriza laaltura filosfica.

    Lo que condujo a disolver las grandes cuestiones presentn-dolas a propsito de objetos socialmente menores, es decir insignifi-cantes, y, en todo caso, bien circunscritos y por lo tanto susceptibles deser aprehendidos empricamente, como las prcticas fotogrficas, es

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    la inquietud por reaccionar contra las pretensiones de la gran crtica.Pero no reaccionaba menos contra el empirismo microfrnico de Lazar sfeld y de sus epgonos europeos, cuya falsa impecabilidad tecnolgica esconda una ausencia de verdadera problemtica terica, generadora de errores empricos, a veces muy elementales. (Parntesis:sera acordarle demasiado a la corriente llamada hardde la sociologaestadounidense, en efecto, reconocerle el rigor emprico que se atribuye, oponindose a las tradiciones ms tericas, a menudo identificadas en Europa. Es necesario todo el efecto de dominacin ejercido porla ciencia estadounidense, y tambin la adhesin ms o menos vergonzosa o inconsciente a una filosofa positivista de la ciencia, para quepasen inadvertidas las insuficiencias y los errores tcnicos que entraa, en todos los planos de la investigacin, desde el muestreo hasta el

    anlisis estadstico de los datos, la concepcin positivista de la ciencia:no se cuentan los casos en que los planos de experiencia que remedanel rigor experimental disimulan la ausencia total de un verdadero ob

    jeto sociolgicamenente construido.)

    P. Y, en el caso del estructuralismo, cmo evolucion su relacinprctica con esa corriente?

    R. Tambin en este punto, para ser completamente honesto, creoque fui guiado por una suerte de sentido terico, pero asimismo qui

    zs ante todo, por el rechazo, bastante visceral, de la postura tica queimplicaba la antropologa estructuralista, de la relacin altiva y lejana que se instauraba entre el erudito y su objeto, es decir los simplesprofanos, a favor de la teora de la prctica, explcita en los athusse-rianqs, que hacan del agente un simple soporte (trguer) de la estructura (la nocin de inconsciente llenaba la misma funcin en Lvi-Strauss). Es as que, en ruptura con el discurso levi-straussiano sobrelas racionalizaciones indgenas, que no pueden aclarar nada alantroplogo sobre las verdaderas causas o las verdaderas razones delas prcticas, me obstinaba en plantear a los informantes la cuestindel porqu. Lo que me obligaba a descubrir, a propsito de los casamientos, por ejemplo, que las razones de efectuar la misma categorade casamiento en este caso, el casamiento con la prima paralela paterna podan variar considerablemente segn los agentes y segnlas circunstancias. Estaba en el camino de la nocin de estrategia... Yparalelamente,Empec a sospechar que el privilegio acordado al anl-sis erudito, objetivista (por ejemplo, el anlisis genealgico), conrespecto a la visin indgena era quizs una ideologa profesional. Ensuma, quera abandonar el punto de vista caballeresco del antroplo

    go que hace planos, mapas, diagramas, genealogas. Todo esto estbien, y es inevitable, como un momento, el del objetivismo, del procedimiento antropolgico. Pero no hay que olvidar la otra relacin posi

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    ble con el mundo social, la de los agentes realmente comprometidos,en el mercado por ejemplo, de la cual dispongo el plano. Es necesariopor lo tanto hacer una teora de esta relacin no terica, parcial, unpoco aras do tierra, en el mundo social, que es el de la experiencia ordi

    naria. Y una teora de la relacin terica, de todo lo que supone, comenzando por la ruptura de la adhesin prctica, de la carga inmediata,en la relacin distante, separada, que define la postura erudita.

    Esta visin de laB cosas que presento en suforma terica encontraba sin duda su principio en una intuicin de la irreductibilidad dela existencia social a los modelos que se pueden dar, o, dicho ingenuamente, de la pululacin de la vida, de la diferencia entre las prcticaso las experiencias reales y las abstracciones del mundo mental. Pero,lejos de hacer de ello el fundamento y la justificacin de un irra-

    cionalismo o de una condenacin de la ambicin cientfica, trat deconvertir esta intuicin fundamental en principio terico, que debeconsiderarse como un factor de todo lo que la ciencia puede decir delmundo social. Es, por ejemplo, toda la reflexin, que retomo actualmente, sobre la schol,ocio y escuela, como principio de lo que Austinllamaba la schotastic view, y de los errores que engendra sistemticamente.

    La ciencia no puede hacer nada con una exaltacin de la inex-haustibilidad de la vida: no es ms que un humor, un moodsin inters, salvo para aquel que la expresa y que se da as los aires liberados

    del enamorado de la vida (por oposicin al sabio frgido y austero). Este sentimiento muy agudo de lo que Weber llama la Vielseitigkeit,lapluralidad de aspectos, que constituye la realidad del mundo social, suresistencia a la empresa de conocimiento, ha sido sin duda el princi-pio de la reflexin que no he dejado de hacer sobre los lmites del conocimiento sabio. Y el trabajo que preparo sobre la teora de los camposy que podra llamarse pluralidad de los mundos terminar conuna reflexin sobre la pluralidad de4as-lgicas que corresponden a losdifer entism umigs;es^ecir a los diferentes campos como lugares don-dS^econ struyerTIS tidoscom'es, los lugares coniungg; tsTsiste-

    masde tp^^TrreduCtib s ls uos a los otros. 'E scIaTOTJOtdst o se enraizaba en una experiencia social particular: una relacin con la postura terica que no era vivida como natural, evidente. Esta dificultad para tomar un punto de vista de perspectiva caballeresca, en sobrevuelo, sobre los campesinos kabiles, suscasamientos y sus rituales, se deba sin duda al hecho de que yo haba conocido campesinos totalmente semejantes, qu tenan discursoscompletamente semejantes sobre el honor y la vergenza, etc., y quepoda sentir lo que tena de artificial y la visin que me ocurra teneral colocarme en el punto de vista estrictamente objetivista el de lagenealoga por ejemplo y aun la visin que me proponan los informantes, cuando, en la preocupacin de jugar al juego, de estar a la al

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    tu ra de la situacin creada por la interrogacin terica, se hacan dealguna manera los tericos espontneos de su prctica. En una pala-

    bra, mi relacin crtica con el intelectualismo bajo todas sus formas (yespecialmente bajo su forma estructuralista) est sin ninguna duda li-gada a la forma particular de mi insercin originaria en el mundo so-cial y a la relacin particular con el mundo intelectual que ella favo-reca y que el trabcyo sociolgico no haca sino reforzar al neutralizarlas censuras y los rechazos ligados a los aprendizajes escolares que,

    por su lado, dndome los medios de superar las censuras del lengua-je erudito, me permitieron, sin duda, decir buen nmero de cosas quela lengua culta exclua.

    P. Al trabajar en una lgica estructuralista, de manera no ortodoxa,

    usted llam la atencin sobre el concepto de honory de dominacin, delas estrategias para adquirir honor; puso tambin el acento sobre lacategora depraxis.

    R. Le sealar que nunca emple el concepto de praxis que, al me-nos en francs, tiene un dejo de nfasis terico lo que es bastante

    paradjico e hice marxismo elegante, a lo joven Marx, Frankfurt,marxismo yugoeslavo... Habl, muy simplemente, de prctica. Siendoas, las grandes intencioeiTtericas. las que se condensan en losconceptoTae habitus, de estrategiaTetc, estaban presentes, bajo ufo rrTsemiexplcita, y relativamente poco elaborada, desde el origen demi trabajo (el concepto de campoes mucho ms reciente: se desprendedel encuentro entre las investigaciones de sociologa del arte quecomenzaba, en mi seminario d la Escuela normal, hacia 1960, y el co-mentario del captulo consagrado a la sociologa religiosa en Wirts-chaft und Gesellschaft).Por ejemplo, en los anlisis ms antiguos so-

    bre el honor (los reformul varias veces), se encuentran todos los pro-blemas que me planteo an hoy: la idea de que las luchas por el recono-cimiento son una dimensin fundamental de la vida social y que se

    bnsan en la acumulacin de una forma particular de capital, el honoren el sentido de reputacin, de prestigio, y que hay pues una ogica es-pecfica de la acumulacin del capital simblico, como capital fundadosobre el conocimiento y el reconocimiento; la idea de estrategia, comoorientacin de la prctica que no es ni consciente y calculada, ni mecnicamente_d^errninacfa, pero que es el p ro duct^eFsetTdo del honor; laideade que hay una lgica de la prctica cuya especificidad resideespecialmente en su estructura temporal. Me refiero aqu a la crti-ca que haca del anlis'del intercambio de dones en LviStrauss: el

    modelo que hace aparecer la interdependencia del don y del contradndestruye la lgica prctica del intercambio, que no puede funcionar si-no por el hecho de que el modelo objetivo (todo don llama a un contra-dn) no es vivido como tal. Y eso porque la estructura temporal del in-

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    tercambio (el contradn no es solamente diferente, sino diferido)enmascara o niega la estructu ra objetiva del intercambio. Pienso queestos anlisis encerraban en estado virtual lo esencial de lo que desa-rroll despus. Es el motivo por el que pude pasar insensible y muy naturalm ente del anlisis de la cu ltura berebere al anlisis de la culturaescolar (hice por otra parte coexistir prcticamente las dos actividadesentre 1965 y 1975, puesto que traba jaba a la vez en lo que deba con-ducir por una parte aLa distinctiony por la otra aLe Sens pratique,dos libros complementarios que hacen el balance de todo ese perodo):la mayor parte de los conceptos alrededor de los cuales se organizaronlos trabajos de sociologa de la educacin y de la cultura que empren-d o dirig en el marco del Centro de sociologa europea nacieron de unageneralizacin de las adquisiciones de los trabajos etnolgicosysocio-

    lgicos que haba realizado en Argel (eso se ve particularmente bienen el prefacio que escrib para el libro colectivo sobre la fotografa, Unart moyen).Pienso en particula r en la relacin entre las esperanzasy las posibilidades objetivas, que haba observado en las conductaseconmicas, demogrficas y polticas de los trabajadores argelinos, yque redescubra en los estudiantes franceses o sus familias. Pero latransferencia es ms evidente todava en el inters llevado a las es-tructuras, a las taxonomas y a la actividad clasificatoria de los agen-tes sociales.

    P. Y el desarrollo de su inters emprico en direccin a la educacin(Les hritiers) est ligado a su posicin en el campo intelectual?

    R. Es evidente que mi visin de la cultura y del sistema de ensean-za debe mucho a la posicin que ocupo en el campo universitario ysobre todo a la trayectoria que me ha conducido a l (lo que no quie-re decir que se encuentre relati vizada por eso) y a la relacin con la ins-titucin escolar lo mencion varias veces que esta trayectoriafavoreca. Pero es evidente tambin que, como acabo de mostrarlo, elanlisis de la institucin escolares lo que no comprenden los comen-

    taristas superficiales que tratan mi trabajo ms o menos como si setratase de una toma de posicin del SNES o, a lo sumo, de un ensayode un catedrtico de gramtica de liceo en rebelin contra las fecho-ras del igualitarismo se situaba en una problemtica terica o,ms simplemente, en una tradicin especfica, propia de las cienciasdel hombre, e irreductible, al menos parcialmente, a las interroga-ciones de la actualidad universitaria o de la crnica poltica. Al

    principio, tena el proyecto de hacer una crtica social de la cultura. Es-crib un artculo titulado "Sistema de enseanza y sistema de pensa-miento, donde quera mostrar que las estructurasmentales, en las

    sociedades con escrituracin inculcadas por el^Tstema escolar: Que lasdivisiones de la organizacin escolar son el principio de laslorms declasificacin. " " 1...........

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    P. Usted retomaba el proyecto durkheimiano de hacer una sociolo-ga de las estructuras del espritu que Kant analiza. Pero introducael inters por la dominacin social.

    R. Un historiador de la sociologa estadounidense, de nombre Vogt,escribi que hacer a propsito de la propia sociedad, como trato dehacer, lo que Durkheim haba hecho a propsito de las sociedades pri-mitivas, supona un cambio considerable de punto de vista, ligado a ladesaparicin del efecto de neutralizacin que implica la distancia delexotismo. Desde que se los plantea a propsito de nuestra sociedad, denuestro sistema de enseanza por ejemplo, los problemas gnoseolgicos que Durkheim planteaba a propsito de las religiones primitivasse vuelven problemas polticos; no se puede no ver que las formas de

    clasificacin son formas de dominacin, que la sociologa del conoci-miento es inseparablemente una sociologa del reconocimiento y deldesconocimiento, es decir de la dominacin simblica. (En realidzd,esto es cierto aun en las sociedades poco diferenciadas como la socie-dad kabil: las estructuras clasificatorias que organizan toda la visindel mundo remiten en ltimo trmino a la divisin sexual del traba-

    jo). El hecho de enunciar a propsito de nuestras sociedades cuestio-nes tradicionales de la etnologa, y de destru ir la frontera tradicionalentre la etnologa y la sociologa, era ya un acto poltico. (Concreta-mente, eso se traduce en las reacciones que suscitan las dos formas de

    trabajo: mientras que mis anlisis de las estructuras, mentales queson objetivadas en el espacio de lacasakab il no suscitan ms que apro-bacin, es decir admiracin, los anlisis que pude hacer de las cate-goras del entendimiento profesoral1', apoyndome en juicios emitidospor profesores de preparatoria a propsito de sus alumnos o sobre lasnecrologas del Anuario de los antiguos alumnos de la Escuela normalsuperior, aparecen como transgresiones groseras y faltas a las conve-niencias. Los esquemas clasificatorios, los sistemas de clasificacin laoposiciones fundamentales del pensamiento, masculino/femenino,derecha/izquierda, este/oeste, pero tambin teora/prctica, son cate-

    goras polticas: la teora crtica de la cultura conduce muy natural-mente a una teora de la poltica. Y la referencia a Kant, en lugar deser un medio de trascender la tradicin hegeliana salvando lo uni-versal, como en ciertos pensadores alemanes, es un medio de radicali-zar la crtica al p lantear en todos los casos la cuestin de las condicio-nes sociales de posibilidad; comprendida la cuestin de las condicionessociales de la crtica. Esta Selbstreflexion sociolgicamente armadaconduce a una crtica sociolgica de la crtica terica, por lo tanto a unaradicalizacin y a una racionalizacin de la crtica. Por ejemplo, la

    ciencia crtica de las clasificaciones (y de la nocin de clsise) ofrece unade las nicas posibilidades de superar realmente los lmites inscritosen una tradicin histrica (conceptual, por ejemplo); estos lmites que

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    el pensador absoluto realiza al ignorarlos. Al descubrir su historicidadla razn se da los medios de escapar a la historia.

    P. Lo que es interesante, es ver en el desarrollo de su teora unabsqueda terica de sus reacciones a su entorno.

    R. Tom el partido de contar mi itinerario desde este punto de vista,es decir tratando de proporcionar los elementos de un anlisis sociol-gico del desarrollo de mi trabajo. Si lo hice, es tambin porque estaespecie de autoanlisis forma parte, creo, de las condiciones de desa-rrollo de mi pensamiento. Si puedo decir lo que digo, hoy, es sin duda

    porque no he cesado de utilizar la sociologa contra mis deteminaciones y mis lmites sociales; y especialmente para transformar los

    humores, las simpatas y las antipatas intelectuales que son, creo,tan importantes en las elecciones intelectuales, en proposiciones cons-cientes y explcitas.

    Pero la postura que su interrogacin me hace adoptar, la de la au-tobiografa intelectual, me lleva a seleccionar ciertos aspectos de mihistoria, que no son necesariamente los ms importantes, o los ms in-teresantes, aun intelectualmente (pienso, por ejemplo, en lo que dijedel tiempo de mis estudios y de la Escuela normal). Pero, sobre todo,eso me lleva a racionalizar de alguna manera a la vez el desarrollo delos acontecimientos y la significacin que tuvieron para m. Aunque no

    fuese sino por una suerte de pundonor profesional. No necesito decirque muchas d las cosas que desempearon un papel determinante enmi itinerario intelectual me cayeron encima por casualidad. Mi con-tribucin propia, ligada sin duda a mi habitus, consisti en sacar par-tido de ellas, bien que mal (pienso, por ejemplo, que atrap muchasocasiones que muchas personas hubieran dejado pasar).

    Adems, la visin estratgica que me imponen sus preguntas, in-vitndome a situarm e en relacin con otros trabajos, no debe esconderque el principio verdadero, al menos al nivel de la experiencia, de micompromiso impetuoso, un poco loco, con la ciencia, es el placer de ju-gar y de jugar uno de los juegos ms extraordinarios que se puedan

    jugar, el de la investigacin, en la forma que ella toma en sociologa.Para m, la vida intelectual est ms prxima a la vida de artista quea las rutinas de una existencia acadmica. No puedo decir comoProust: Me acuesto a menudo temprano.... Sino que esas reunionesde trabajo que term inaban con frecuencia a horas imposibles, en pri-mer lugar porque nos divertamos mucho, estn entre los mejores mo-mentos de mi vida. Yh abra que hablar tambin de la felicidad de esasentrevistas que, comenzadas por lam aana alas diez, se prolongaban

    todo el da; y la diversidad extrema de un oficio en que se puede, en lamisma semana, entrevistar aun patrn o a un obispo, analizar una se-rie de cuadros estadsticos, consultar documentos histricos, observar

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    una conversacin de caf, leer artculos tericos, discutir con otros in-vestigadores, etctera. No me hubiera gustado ir a ejercer control to-dos los das a la B.N. Creo que lo que hace la cohesin del grupo que

    dirijo desde hace aos, es ese entusiasmo que se dice comunicativo yque se sita ms all de la distincin entre lo serio y lo frvolo, de laconsagracin modesta a trabajos humildes y fciles, que la Univer-sidad identifica a menudo con lo serio, y de la ambicin m s o menosgrandiosa que lleva a mariposear alrededor de los grandes temas delmomento. Cmo expresarlo? No hay que elegir entre la libertadiconoclasta e inspirada del gran juego intelectual y el rigor metdicode la investigacin positiva, es decir positivista (entro Nietzche yWillamovitz, si quiere), entre el compromiso total con las cuestionesfundamentales y la distancia crtica asociada a una vasta informacin

    positiva (Heidegger contra Cassirer, por ejemplo). Pero no vale la pe /na ir tan lejos: el oficio de socilogo es, sin duda, en tre todos los oficiosintelectuales, el que yo poda hacer con alegra, en todos los sentidosde la expresin por lo menos, as lo espero. Lo que no excluye, sinoal contrario, en razn del sentimiento del privilegio, de la deuda im-

    paga, un sentimiento muy fuerte de responsabilidad (o aun de culpa-bilidad). Pero no s

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    xista, y est mal, O bien Bourdieu es marxista, y est mal. Se tra tacasi siempre de reducir, o de destruir. Como cuando hoy se interrogaacerca de mis relaciones con Gramsci en quien se encuentran, sin

    duda porque se me ha ledo, muchas cosas que no pude encontrar msqueporqueno lo haba ledo... (Lo ms interesante en Gramsci, queefectivamente le recientemente, son los elementos que provee parauna sociologa del hombre de aparato de partido y del campo de los di-rigentes comunistas de su tiempo todo lo cual est bien lejos de laideologa del intelectual orgnicopor la cual esm s conocido). De to-dos modos, la respuesta a la cuestin de saber si un autor es mar xis-ta, durkheimiano o weberiano no aporta casi ninguna informacin so-

    bre este autor.Pienso inclusive que uno de los obstculos para el progreso de la

    investigacin es este funcionamiento clasificatorio del pensamientoacadmico, y poltico, que, a menudo, proscribe la invencin intelec-tual impidiendo la superacin de las falsas antinomias y de las falsasdivisiones. La lgica de la etiqueta clasificatoria es exactamente la delracismo, que estigmatiza al encerrar en una esencia negativa. En to-do caso, constituye, a mi modo de ver, el principal obstculo para lo queme parece ser la ju sta relacin con los textos y con los pensadores delpasado. Por mi parte, tengo con los autores relaciones muy pragm-ticas: recurro a ellos como a compaeros, en el sentido de la tradicinartesanal, a quienes se puede pedir una ayuda momentnea en las si-

    tuaciones difciles.

    P. Eso me recuerda la palabra bricolage" que LviStrauss emple-aba: usted tiene un problema y utiliza todas las herram ientas que le

    parecen tiles o utilizables.

    R. Si se quiere. Pero laRealpolitikdel concepto que practico no vasin una lnea terica que permite escapar al puro y simple eclecti-cismo. Pienso que no se puede acceder a un pensamiento realmenteproductivo sino a condicin de darse los medios de tener un pensa-miento realmente reproductivo. Me parece que es un poco lo que Wi ttgenstein quera sugerir cuando, en las Vermischte Bemerkungen ,deca que l nunca haba inventado nada y que todo le haba venido dealgn otro, Boltzmann, Herz, Frege, Russell, Kraus, Loos, etc. Yo po-dra producir una enumeracin semejante, sin duda ms larga. Los fi-lsofos estn mucho ms presentes en mis trabajos de lo que yo pue-da decir, a menudo, por miedo a parecer sacrificar al ritual filosficode la declaracin de fidelidad genealgica. Y adems no estn all pre-sentes bajo las especies ordinarias... La bsqueda sociolgica tal como

    la concibo es tambin un buen terreno para hacer lo que Austin llama-ba elfieldwork in philosophy.En este sentido, quiero aprovechar para corregir la impresin

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    que pude dar de tomrmelas con la obra do Austin en mis trabajossobre ellen guaje. En efecto, si se ley era verdaderamente a Austin, quees sin duda uno de los filsofos que ms admiro, se percibira que loesencial de lo que he tratado de reintroducir en el debate sobre el perforiaativo se encontraba ya all dicho, o sugerido. Apuntaba en reali-dad a las lecturas formalistas que redujeron las indicaciones sociol-gicas de Austin (l fue, segn creo, tan lejos como poda ir) a anlisisde pura lgica; que, como con frecuencia sucede en la tradicin lin-gstica, no cesaron hasta que no vaciaron el debate lingstico de todolo externo, como lo haba hecho Saussure, pero l, con absoluta con-ciencia.

    P. Cmo se hacen esos hallazgos? Por qu va usted a buscar en tal

    autor?R. Se toma la riqueza all donde se la encuentra como dice el sen-tido comn, pero, evidentemente, no sCpide cualquier cosa a cualquie-ra... La funcin de la cultura es designar a los autores en quienes setienen posibilidades de encontrar ayuda. Existe un sentido filosficoque es un poco como un sentido poltico... La cultura es esta especie desaber gratuito, para todos los fines, que se adquiere en.general a unaedad en que no se tienen todava problemas a plan tear. Puede pasar-se la vida en acrecentarla, en cultivarla por s misma. O bien, es po-

    sible servirse de ella como de una caja de herramientas, ms o menosinagotables. Los intelectuales estn preparados por toda la lgica desu formacin para tra ta rlas obras heredadas del pasado como una cul-tura, es decir un tesoro que se contempla, que se venera, que se cele-

    bra, que se valoriza por eso mismo, en resumen, como un capital des-tinado a ser exhibido y a producir dividendos simblicos, o simplesgratificaciones narcisistas, y no como un capital productivo que seinvierte en la investigacin, para producir efectos.Esta visin prag-mtica" puede parecer chocante, hasta tal punto la cultura est aso-ciada a la idea de gratuidad, de finalidad sin fin. Y era necesario sinduda tener una relacin un poco brbara con la cultura a la vez msseria, ms interesada y menos fascinada, menos religiosa paratratarla as, especialmente a la cultura por excelencia, la filosofa. Es-ta relacin sin fetichismo con los autores y con los textos, el anlisissociolgico de la cultura que ella haba hecho posible, no hizo sin dudasino reforzarla... En realidad, es desde todo punto de vista insepara-

    ble de una representacin del trabajo intelectual poco comn en losintelectuales, que consiste en considerar el oficio intelectual como unoficio como los otros, haciendo desaparecer todo lo que la mayor par-

    te de los intelectuales de aspiracin se sienten obligados a hacer parasentirse intelectuales. Hay, en toda actividad, dos dimensiones, rela-tivamente independientes, la dimensin propiamente tcnica y la

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    dimensin simblica, especie de metadiscurso prctico por el cual elque acta es la blusa blanca del peluquero hace ver y hace valerciertas propidades destacables de su accin. Es tambin el caso en lasprofesiones intelectuales. Reducir la parte del tiempo y de la energaconsagrados al show,es acrecentar considerablemente el rendimientotcnico; pero, en un universo donde la definicin social de la prcticaimplica una parte de show, deepideixis,com3decan los presocr ticos,que en eso se conocan, es tambin exponerse a perder las ventajassimblicas de reconocimiento que estn asociadas al ejercicio normalde la actividad intelectual. Con el hecho, por contrapartida, de quehas ta las concesiones ms limitadas y ms controladas al show busi-ness, que forma parte cada vez ms del oficio intelectual, no ocurrensin riesgos de todos los rdenes.

    Ahora quisiera volver a la pregunta inicial sobre la relacin conlos autores cannicos y trata r de responder a ella reformulndola ba-jo una forma en queme parezca absolutamente aceptable, es decir bajola forma de la cuestin, fundamental, del espacio terico en el cual unautor se sita consciente o inconscientemente. La funcin principal deuna cultura terica (que no se mide por el nmero defootnotes que sehan agregado a los escritos) es permitir tomar en cuenta explcitamen-te este espacio terico, es decir el universo de las posiciones cientfica-mente pertinentes en un estado dado del desarrollo de la ciencia. Es-te espacio de tomas de posicin cientficas (y epistemolgicas) dirige

    siempre las prcticas, y en todo caso su significacin social, se lo sepao no, y tanto ms brutalmente sin duda cuanto menos se lo sepa. Y latoma de conciencia de este espacio, es decir, de la problemtica cien-tfica como espacio de los posibles, es una de las condiciones principa-les de una prctica cientfica consciente de s misma, por lo tanto con-trolada. Los autores Marx, Durkheim, Weber, etc. representanpuntos de referencia que estructuran nuestro espacio terico y nues-tra percepcin de este espacio. La dificultad de la escritura sociolgi-ca est en el hecho de que es necesario luchar contra los impedimen-tos inscritos en el espacio terico en un momento dado y especial-mente, en mi caso, contra las falsas incompatibilidades que ellos tien-den a producir;esto al mismo tiempo que se sabe bien que el produc-to de este trabajo de ruptura ser percibido a travs de las categorasde percepcin que, al estar ajustadas al espacio transformado, tende-rn a reducir la construccin propuesta a uno u otro de los trminosde las oposiciones que ella sobrepasa.

    P. Porque son apuestas...

    R. Efectivamente.Todo trabajo de sobrepasarlas oposiciones can-nicas (entre Durkheim y Marx, por ejemplo, o entre Marx y Weber) seexpone a la regresin pedaggica o poltica (sien do evidentemente una

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    de las apuestas mayores el uso poltico de autores o de conceptos em-blemticos). El ejemplo ms tpico es la oposicin, cientficamente porcompleto absurda, entre individuo y sociedad, que la nocin de habi-

    tus en tanto que social incorporado, por lo tanto individualizado, tien-de a sobrepasar. Se esforzarn en vano en hacerlo, la lgica polticavolver a lanzar eternamente la cuestin: basta, en efecto, introducirla poltica en el campo intelectual para hacer existir una oposicin,que no tiene realidad sino poltica, entre partidarios del individuo ("in-dividualismo metodolgico) y partidarios de la sociedad (cataloga-dos como totalitarios). Esta presin regresiva es tan fuerte que,cuanto ms avance la sociologa, ms difcil ser estar a la altura dela herencia cientfica, acumularrealmente las adquisiciones colecti-vas de la ciencia social.

    P. Usted no de lugar alguno, en su trabajo, a las normas universa-les, a diferencia de Habermas, por ejemplo.

    R. Tengo tendencia a plantear el problema de la razn o de las nor-mas de manera resueltam ente historicista. En lugar de interrogarmesobre la existencia de intereses universales", preguntar: quintiene inters en lo universal? O mejor: cules son las condicionessociales que deben ser satisfechas para que ciertos agentes tenganinters en lo universal? Cmo se crean campos tales que los agentes,al satisfacer sus intereses particulares, contribuyen por eso mismo a

    producir lo universal (pienso en el campo cientfico)? O campos dondelos agentes se sienten obligados a hacerse los defensores de lo univer-sal (como el campo intelectual en ciertas tradiciones nacionales porejemplo en Francia hoy). En una palabra, en ciertos campos, en uncierto momento y por un cierto tiempo ( es decir, de manera no irrever-sible), hay agentes que tienen intereses en lo universal. Creo que hayque llevar hasta su lmite al historicismo, por una suerte de duda radi-cal, para ver lo que puede realmente ser salvado. Se puede, segura-

    mente, darse la razn universal al comienzo. Creo que vale ms poner-la en juego tambin, aceptar resueltamente que la razn sea un pro-ducto histrico cuya existencia y persistencia son el producto de untipo determinado de condiciones histricas, y determinar histrica-mente lo que son esas condiciones. Hay una historia de la razn; esono quiere decir que la razn se reduzca a su historia sino que hay con-diciones histricas de aparicin de las formas sociales de comuni-cacin que hacen posible la produccin de verdad. La verdad es uncompromiso de luchas en todo campo. El campo cientfico llegado a unalto grado de autonoma tiene la particularidad de que no se tiene cier-ta posibilidad de triunfar en l sino a condicin de conformarse a lasleyes inm anentes a este campo, es decir de reconocer prcticamentela verdad como valory de respetar los principios y los cnones meto-

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    dolgicos que definen la racionalidad enel momento considerado, almismo tiempo que de comprometer en las luchas de competencia to-dos los instrum entos especficos acumulados en el curso de las luchas

    anteriores. El campo cientfico es un juego en el que hay que armarsede razn para ganar. Sin producir o llamar a superhombres, inspi-rados en motivaciones radicalmente diferentes a las de los hombresordinarios, produce y alienta, por su lgica propia, y fuera de toda im-

    posicin normativa, formas de comunicacin particulares, como la dis-cusin competitiva, el dilogo crtico, etc., que tienden a favorecer enrealidad la acumulacin y el control del saber. Decir que hay condicio-nes sociales de la produccin de la verdad es decir que hay una pol-tica de la verdad, una accin de todos los instan tes para defender y me-

    jo ra r el funcionamiento de los universos sociales donde se ejercen los

    principios racionales y donde se engendra la verdad.P. En la tradicin alemana, se tiene esta voluntad de justificar, de.fundar, esta inquietud por justificar la crtica, como en Habermas:hay un punto estable, un fundamento, que justifique todos mis pen-samientos, que todo el mundo debe reconocer?

    R. Se puede plante.ar esta cuestin de una vez por todas, al comien-zo. Luego, tenerla por resuelta. Por mi parte, creo que es necesario

    plantearla de manera emprica, histrica. Sin dudf\. es un poco decep-

    cionante, por menos "radical"... Identificarse con la razn es una posi-cin muy tentadora para todo pensador. En realidad, es necesari jarriesgar su posicin aun de pensador universal para tener una posi-

    bilidad de pensar de manera un poco menos particular. Cuando, en miltimo libro, pretendo objetivar a la Universidad, universo del que for-mo parte y donde se afirman todas las pretensiones a la universalidad,me expongo, ms que nunca, a la cuestin del fundamento, de la legi-timidad de esta tentativa de objetivacin. Esta cuestin que no se meplentea cuando hablo de los kabiles, de los bearneses o de los patronesde la industria, se me plan tea en cuanto pretendo objetivar a los pro-

    fesionales de la objetivacin. Trato de plantear la cuestin del funda-mento en trminos casi positivistas: cules son las dificultades par-ticulares que se encuentran cuando se quiere objetivar un espacio enel que se est incluido y cules son las condiciones particulares que esnecesario llenar pa ra tener posibilidades de superarlas? Y descubroque el inters que se puede tener en objetivar un universo del que seforma parte es un inters de absoluto, la pretensin a las ventajas aso-ciadas a la ocupacin de un punto de vista absoluto, no relativizable.Eso mismo que se daba el pensador al pretender el pensamiento autofundador. Descubro que uno se vuelve socilogo, terico, por tener el

    punto de vista absoluto, la teora\y que, por tanto tiempo como ellaquede ignorada, esta ambicin de regala, divina, es un formidable

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    principio de error. De suerte que, para escapar aunque sea un poco alo relativo, es absolutamente necesario abdicar la pretensin al saberabsoluto, deponer la corona del filsofo rey. Y descubro tambin que,en un campo, en un determinado momento, la lgica del juego est he-cha de tal manera que ciertos agentes tienen inters en lo universal. .Y, debo decirlo, pienso que es mi caso. Pero el hecho de saberlo, desaber que invierto en mi investigacin pulsiones personales, ligadasa toda mi historia, me da una pequea posibilidad de saber los lmi-tes de mi visin. En una palabra, no se puede plantear en trminosabsolutos el problema del fundamento: es una cuestin de grado y se

    pueden construir instrumentos para arrancarse, al menos parcial-mente, a lo relativo. El ms importante de estos instrumenos es el au-

    toanlisis entendido como conocimiento no solamente desde el puntode vista del erudito, sino tambin de sus instrumentos de conocimien-tos en lo que tienen de histricamente determinado. El anlisis de laUniversidad en su estructura y su historia es as la ms fecunda de lasexploraciones del inconsciente. Estimo que habr cumplido bien micontrato de funcionario de la humanidad", como deca Husserl, si lle-go a reforzar las armas de la crtica reflexiva que todo pensador debellevar contra s mismo para tener alguna posibilidad de ser racional. ^7Pero, como usted ve, tengo siempre tendencia a transformar los pro-

    blemas filosficos en problemas prcticos de poltica cientfica: y con-

    firmo as ila oposicin que haca Marx, en elManifiesto, entre los pen-sadores franceses que piensan siempre polticamente y los pensado-res alemanes que plantean cuestiones universales y abstractas "sobrela realizacin de la naturaleza hum ana...

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    Puntos de referencia3

    P. En la sociologa de hoy coexisten varias escuelas, con para-digmas y mtodos diferentes, cuyos partidarios discuten a veces vio-

    lentamente. Usted intenta en sus trab aos superar esas oposiciones.Puede decirse que el compromiso de sus investigaciones es el de desa-rrollar una sntesis qu conduzca a una nueva sociologa?

    R. La sociologa de hoy est llena de falsas oposiciones, que mi tra -bajo me lleva a menudo a superar, sin que yo me proponga esta supera-cin como proyecto. Esas oposiciones son divisiones reales del camposociolgico; tienen un fundamento social, pero ningn fundamentocientfico. Tomemos las ms evidentes, como la oposicin entre teri-cos y empiristas, o bien entre subjetivistas y objetivistas, o aun entreel estructuralismo y ciertas formas de fenomenologa. Todas estasoposiciones (y hay muchas otras) me parecen completamente ficticiasy al mismo tiempo peligrosas, porque conducen a mutilaciones. Elejemplo ms tpico es la oposicin entre un enfoque que puede llamar-se estructuralista, que tiende a cap tar relaciones objetivas, indepen-dientes de las conciencias y de las voluntades individuales, como de-ca Marx, y un procedimiento fenomenolgico, interaccionista o etnometodolgico que tiende a captar la experiencia que los agentes hacenrealmente de las interacciones, de los contactos sociales, y la contribu-

    cin que aportan a la construccin mental y prctica de las realidadessociales. Muchas de esas oposiciones deben una parte de su existen-cia al esfuerzo por constituir en teora las posturas ligadas a las po-sesin de formas diferentes de capital cultural. La sociologa, en suestado actual, es una ciencia de gran ambicin, y las maneras legti-mas de practicarla son extremadamente diversas. Se puede hacercoexistir bajo el nombre de socilogo a personas que hacen anlisis es-tadsticos, otras que elaboran modelos matemticos, otras que descri-

    ben situaciones concretas, etctera. Todas estas competencias estnraramente reunidas en un solo hombre, y una de las razones de las

    3 Entrevista con J. Heilbron y B. Maso, publicada en holands, en Sociologischtydschr i f t ,Amsterdam, X, 2, octubre de 1983.

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    divisiones que se tienden a constituir en oposiciones tericas, es el he-cho de que los socilogos pretenden imponer como la nica maneralegtima de hacer sociologa la que les es ms accesible. Casi inevita-

    blemente "parciales, tratan de imponer una definicin parcial de suciencia: pienso en esos censores que hacen un uso represivo o castra-dor de la referencia alo emprico (aun cuando no practiquen por s mis-mos la investigacin emprica) y que, bajo apariencia de valorizar laprudencias modesta contra las audacias tericas, piden a la epistemo-loga del resentimiento que sostiene la metodologa positivista, jus ti-ficaciones para decir que no hay que hacer lo que ellos mismos no sa-ben hacer para imponer a los otros sus propios lmites. Dicho de otromodo, pienso que una buena parte de los trabajos de "teora o de me-todologa no son sino ideologas justificadoras de una forma particu-

    lar de competencia cientfica. Y un anlisis del campo de la sociologamostrara sin duda que hay una fuerte correlacin en tre el tipo de ca-pital del que disponen los diferentes investigadores y la forma desociologa que defi