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IV Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCALa Habana, Cuba, 27 al 30 de Abril de 2005
El ALCA y el asalto a la democracia latinoamericana
Atilio A. Boron CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
En este trabajo quisiéramos examinar un aspecto no demasiado tenido
en cuenta cuando se discute el ALCA: sus implicaciones para los laboriosos,
difíciles e incompletos procesos de construcción de un orden democrático en
América Latina. Como es sabido, el ALCA es, por una parte, la culminación de
un proecto imperial, la !constitucionali"ación# de la dependencia la
dominación colonial que de facto los Estados $nidos ejercen sobre %ran parte
de América Latina. &or eso mismo se trata de al%o que 'a más allá de laeconomía o los asuntos meramente comerciales. (ue los ne%ociadores
norteamericanos sus aliados en la re%ión lo presenten de esa manera es
bien comprensible, porque de ese modo ocultan lo esencial, lo inconfesable: el
proecto de dominación imperial. )ería imperdonable, pero, que los críticos
latinoamericanos no denuncien esa maniobra que acoten sus
cuestionamientos a los asuntos más específicamente comerciales de la
propuesta, perdiendo de 'ista su si%nificado más profundo. Lo peor que
podría ocurrirnos es caer en la trampa de una discusión !economicista# delALCA* o suponer que se podría !ne%ociar mejor# una iniciati'a que,
cualesquiera sean sus formas de manifestación, jamás dejará de ser la
tentati'a de le%ali"ar irre'ersiblemente el orden neocolonial que oprime a
nuestros pueblos ante la cual es absurdo pensar que se puede lle%ar a un
!buen arre%lo# o a un !compromiso ra"onable# entre los intereses de ambas
partes, la potencia imperialista los pueblos sometidos.
&ero el ALCA no sólo es la cristali"ación del proecto de dominación delos Estados $nidos a comien"os del si%lo 'eintiuno. +ambién es el
instrumento diseado para tal fin , en cuanto tal, re'iste un carácter
utilitario countural. Esto quiere decir que para el lo%ro de los objeti'os
%lobales del imperialismo en esta parte del mundo -inscriptos en su !destino
manifiesto# consa%rados desde ace casi dos si%los por la /octrina 0onroe-
el ALCA es un dispositi'o más. )i funciona, la Casa 1lanca lo utili"ará asta
sacarle el máximo pro'eco coa%ulando las asimetrías estructurales que
caracteri"an las relaciones emisféricas. )i, por el contrario, comprueba quees inser'ible, lo desecará con la fulminante rapide" conque los
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estadounidenses dejan de lado aquello que no les es 2til rápidamente
buscarán al%o que lo reempla"e. Con'iene tener en cuenta esta obser'ación
porque, por lo que estamos 'iendo en la re%ión, ante los crecientes obstáculos
resistencias con que tropie"a el ALCA 3asin%ton a optado por una
estrate%ia flexible que tiene dos componentes: por un lado, a'an"ar asta
donde se pueda con la propuesta ori%inal del ALCA si esto resultara
in'iable, a'an"ar en la concreción de un ALCA más acotado, el llamado !ALCA
li%t.# &ero si estas ne%ociaciones se estancan el imperialismo a'an"a
mediante la firma de una serie de tratados de libre comercio binacionales
4Cile, por ejemplo, que fue quien primero se ofreció para cerrar un tratado de
ese tipo ante las 'acilaciones resistencias de los países de la re%ión ante el
ALCA5* o tratando de firmar tratados re%ionales 4con Centroamérica
6ep2blica /ominicana, o con los países andinos: Colombia, &er2 Ecuador5.
Es preciso pues e'itar caer en actitudes triunfalistas que a partir de la
comprobación de que el ALCA no se inició en la feca sealada, el 78 de Enero
del 9;, lle%uen a la errónea conclusión de que el proecto está arci'ado.
<ada de eso: lo que fracasó fue un instrumento, pero el proecto si%ue su
curso, sólo que por otras 'ías. El imperialismo jamás se llama a descanso.
Una ojeada a nuestra experiencia democrática.
=ecas esas aclaraciones 'eamos entonces lo que el ALCA comporta
para el futuro de las democracias latinoamericanas. $na aproximación al
tema, por somera que sea, re'ela que a más de 'einte aos de reconstrucción
democrática el panorama de la re%ión no podría ser más desolador, lo que
demuestra inapelablemente la irreconciliable contradicción existente entre
capitalismo democracia. Contradicción que, si bien se sua'i"a un tanto en
tierras europeas, adquiere entre nosotros una 'irulencia mu especial. > esto
es así puesto que la situación de subordinación estructural en que la
sociedad capitalista coloca a la abrumadora maoría de la población -que
debe 4mal5'ender su fuer"a de trabajo para 4sobre5'i'ir- es incompatible con el
principio de i%ualdad sobre el cual se funda la doctrina democrática. &or ello
una %enuina democracia sólo puede construirse sobre el terreno de un modo
de producción post-capitalista. 0ientras aa capitalismo estas serán las
democracias que tendremos, las que producen !líderes# como 6ea%an, 1us
?r., 1erlusconi, A"nar, 1lair , entre nosotros, 0oscoso, 0enem, @lores,
Carlos Andrés &ére", )alinas de ortari al%unos otros que, pese a su más
cuidada apariencia a los artificios de los mercaderes de imá%enes, en el
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fondo son casi lo mismo.7
El precio de la resolución de esta contradicción entre capitalismo
democracia a sido la de%radación de nuestras aspiraciones democráticas a
un mínimo absoluto: el montaje de un mecanismo formal, fuertemente
condicionado por los lobbies de las clases dominantes el imperialismo, que
apenas permite la elección de un funcionario que pese a su pomposo nombre,
!presidente de la rep2blica#, asume su car%o pri'ado casi por completo de
poderes, atribuciones prerro%ati'as para cumplir con la fórmula que se%2n
Abraam Lincoln definía a la democracia: %obierno del pueblo, por el pueblo
para el pueblo. Esta minus'alía tiene orí%enes bien precisos: la persuasión
que carcome a la diri%encia política latinoamericana de que sólo se podrá
!%obernar bien# si se coseca el aplauso de los ricos poderosos, la sonriente
complacencia de los !expertos# del @0B el 1anco 0undial, la lisonja de la
prensa económica internacional la clamorosa o'ación en /a'os. El re'erso
de esta deplorable medalla es la acendrada !demofobia# que caracteri"a a ese
lidera"%o, el pánico que les infunde la participación, mo'ili"ación
or%ani"ación de los sectores populares. )e trata por eso mismo de
!democracias de bajísima intensidad#, secuestradas por los %randes intereses
económicos, sometidas a los capricos de 3asin%ton que conciben al buen
%obierno como la !%obernan"a#, neolo%ismo creado por los epí%onos del 1anco
0undial para desi%nar a las prácticas de los %obiernos que act2an
exclusi'amente mo'idos por su aspiración de ser'ir a los mercados. Es ob'io
que, bajo estas condiciones, las perspecti'as de tener un %obierno decente
son completamente ilusorias. eamos entonces, en primer lu%ar, la ima%en
p2blica, la percepción social de lo que a lo%rado la democracia en nuestra
re%ión, para lue%o internarnos en un análisis más estructural.
Vox populi, vox Dei.
Con'iene meditar sobre este 'iejo aforismo de la rep2blica romana, que
tanta importancia le asi%naba a la opinión de la plebe. 0ediciones ecas por
Latinobarómetro 4sobre una muestra de al%o más de 7D. personas en
diecioco países de América Latina5 aportan al%unos datos interesantes que
permiten calibrar los alcances de la frustración de las expectati'as populares
en relación a la democracia. En el ao 7DD el F7 G de la población de la
re%ión declaraba sentirse satisfeca con el funcionamiento de la democracia,
pero a partir de entonces dica proporción comien"a a descender asta lle%ar,
en el 97, a un 9; G de la población. A partir de ese momento se insin2a
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una le'e recuperación asta lle%ar, en el 9F, a un 9D G de satisfecos.
Esto representa, para el período 7DD-9F, una disminución de doce puntos
percentuales en el índice de satisfacción con la democracia. En este mismo
período ubo sólo tres países en los cuales esta tendencia no se 'erificó:
ene"uela, 1rasil Cile que, en ese orden, experimentaron un crecimiento
en la proporción de satisfecos del , ; H porciento respecti'amente. &or el
contrario, quienes sufrieron una caída más abrupta fueron el 0éxico foxista
<icara%ua, con una pérdida cercana a los treinta puntos.
istas las cosas desde otra perspecti'a, si en 7DD abía sólo dos
países en donde más de la mitad de la población expresaba su satisfacción
con el funcionamiento de la democracia 4Costa 6ica, con IJ G $ru%ua, con
IF G5, en el 9F a no quedaba nin%uno. El desencanto con las democracias
!de baja intensidad# i"o que la proporción de satisfecos costarricenses
descendiera al FJ G, 'einte puntos menos que en 7DD, al paso que en el
$ru%ua de ?or%e 1atlle, de tan infausta memoria, la caída fue de diecinue'e
puntos porcentuales, para quedar en un F; G de la población. En el 0éxico
foxista 4que tantas esperan"as abía despertado en un confundido sector de
la intelectualidad de i"quierda que creó que con el ad'enimiento del &A< se
produciría el dicoso !cambio de ré%imen# que, finalmente, abriría las puertas
a la democracia política5 sólo el 7 G de la población compartía tan bellas
expectati'as, una 'ertical caída desde el HI G que existía cuando, en el 9,
icente @ox inau%uraba su mandato. Cile, a su 'e", exibe una
desconcertante paradoja: el país considerado el modelo por antonomasia de lo
que debe ser la democracia re%istra una ele'ada proporción de %entes in%ratas
disconformes, que no encuentran en las prédicas de los or%anismos
financieros internacionales la prensa económica mundial ra"ones
suficientes para sentirse satisfecos con su democracia: en 7DD sólo un H
G lo estaba con las políticas de !la i"quierda racional responsable# de la
Concertación tan alabada por aquellos. Lue%o de un brusco descenso al 9H G,
re%istrado en al ao 97, se produjo una recuperación que, para el 9F,
abía ele'ado la proporción de los satisfecos al F G, de todos modos una
cifra bastante inferior a la mitad de la población. En el 1rasil de @ernando =.
Cardoso, un 'erdadero campeón del discurso democrático, la proporción de
los satisfecos fluctuó entre el 9 el 9 por ciento durante sus dos
mandatos presidenciales, una marca que no puede alimentar demasiado
or%ullo que di%amos. Lue%o de dos aos de %obierno de Lula la cifra de los
satisfecos se estabili"ó mu le'emente por encima, en el 9J G. En 7DDJ,
cuando toda'ía no se despejaban los 'apores embria%antes que impedían
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'isuali"ar los tenebrosos contornos del !mila%ro económico# ar%entino
-proclamado urbi et orbi or 0icel Camdessus en su fatídico discurso de
despedida como /irector erente del @ondo 0onetario Bnternacional- los
satisfecos con el funcionamiento de la democracia eran un FD G de la
población. Esa cifra lue%o descendería al 9 G en el 97 a un raquítico J G
en el 99, lue%o de las jornadas del 7D 9 de /iciembre del 97. 9
/ados tales antecedentes no sorprende entonces comprobar que el
apoo al ré%imen democrático, no a la satisfacción con su funcionamiento,
aa también descendido en esos mismos aos: si en 7DD quienes creían
que la democracia era preferible a cualquier otra forma de %obierno
constituían el I9 G de la población latinoamericana acia el 9F este
%uarismo se abía reducido al ;H G. <o obstante, el mismo informe de
Latinobarómetro obser'a que un ;; G de la muestra latinoamericana
manifestó estar dispuesta a aceptar un %obierno no democrático si es que éste
demostraba ser capa" de resol'er los problemas económicos del país. En este
marco de declinante le%itimidad democrática, producto de las políticas
reaccionarias implementadas por %obiernos supuestamente democráticos,
debe destacarse que sólo tres países re%istraron un aumento en el apoo a la
democracia. El caso más destacado fue ene"uela, donde esta proporción
pasó del IF al F G entre 7DD el 9F. Este notable desempeo, que coloca
a este país a la cabe"a de sus 'ecinos latinoamericanos, contrasta
llamati'amente con las reiteradas denuncias de la administración
norteamericana acerca de la debilidad institucional de la democracia en
ene"uela, la naturale"a ile%ítima del poder presidencial otras
descalificaciones por el estilo. K(ué abría que decir entonces de %obiernos
como el de Alejandro +oledo, en el &er2, en donde sólo el G de la población
se manifiesta satisfeco en relación al funcionamiento de la democracia KM
el del ex-presidente Lucio utiérre", en donde sólo el 7F G de la población
manifestaba estar satisfeco con el funcionamiento de la democracia en
Ecuador )in embar%o, sería 'ana cualquier tentati'a de encontrar en
declaraciones de la )ra. Condolee"a 6ice mención al%una acerca de la
debilidad del impulso democrático en dos países cuos %obiernos dieron
reiteradas muestras de sumisión ante el amo imperial. El famoso doble
standard inau%urado como política de estado por @ranNlin /elano 6oose'elt
cuando dijera, de Anastasio )omo"a padre: !es un ijo de puta, pero es
nuestro ijo de puta# perpet2a su 'i%encia a lo lar%o de los aos reaparece
con más fuer"a que nunca durante el %obierno de eor%e 3. 1us ?r.
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6ecapitulando: la desilusión democrática que pre'alece en nuestros
pueblos está lejos de ser un ras%o !autoritario# de poblaciones 'isceralmente
adictas a formas políticas despóticas caciquiles, como lo ase%ura el discurso
de una antropolo%ía de fuerte impronta colonialista. En realidad, se trata de la
respuesta ló%ica racional ante un ré%imen político que, al menos en su
concreción latinoamericana, dio muestras más que e'identes de estar muco
más preocupado por el bienestar de los ricos los poderosos que por la suerte
de los pobres oprimidos. Los datos reco%idos en la misma encuesta a la que
nos estamos refiriendo permiten corroborar esto más allá de toda duda.
Cuando se le pre%untó a los entre'istados si estaban satisfecos con el
funcionamiento de la economía de mercado quienes respondieron
afirmati'amente constituían apenas el 7D G de la muestra. Es decir, menos
de uno de cada cinco latinoamericanos manifiesta su satisfacción ante la
economía de mercado. )i se toman los datos a ni'el nacional se obser'a que
en nin%2n país de la re%ión esta cifra inclue a la maoría de la población,
pese a lo cual los %obiernos se cuidan de someter el asunto a discusión o de
pretender inda%ar las ra"ones de tanto descontento. En el país donde se
re%istra maor n2mero de satisfecos, Cile, la proporción de los que así
opinan apenas alcan"a el HI G, una clara minoría frente a quienes
manifiestan una opinión en contrario. En la medida en que las democracias
latinoamericanas tienen como objeti'o supremo %aranti"ar la !%obernabilidad
del sistema político#, esto es, %obernar en consonancia con los dictados del
mercado, nadie puede sorprenderse que ante las críticas que suscita el
funcionamiento de estos 2ltimos se produ"ca un !efecto conta%io# que termine
desle%itimando también a nuestras !democracias de bajísima intensidad.#
Consenso de Wasin!ton " democracia.
)i pasamos del análisis de la opinión p2blica al estudio de las
cuestiones más estructurales de las democracias latinoamericanas fácil es
comprobar el alarmante debilitamiento sufrido por éstas a causa del efecto
corrosi'o de las políticas del Consenso de 3asin%ton. Lejos de aber
consolidado nuestras nacientes democracias, aquéllas operaron en un sentido
exactamente in'erso, las consecuencias se sienten toda'ía o. Es por eso
que lue%o de un período de más de dos décadas los lo%ros de los capitalismos
democráticos latinoamericanos no lucen como demasiado excitantes ni
atracti'os. La sociedad actual es más desi%ual e injusta que la que le
precediera. )i entre 7DF; 7DJ los países latinoamericanos experimentaron
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un módico pro%reso en dirección de una cierta maor i%ualdad social, si en
ese mismo período experiencias de distinto tipo, desde 'ariantes del
populismo asta al%unas modalidades del desarrollismo, se las in%eniaron
para sentar las bases de una política que en al%unos países fue fuertemente
!inclusionista# tendiente a !ciudadani"ar# a %randes sectores de nuestras
sociedades otrora pri'ados de todo dereco, el período que se inicia a partir de
la crisis de la deuda la reinau%uración de la democracia tiene un si%no
manifiestamente contrario, casi diríamos que resueltamente reaccionario. >
esta es la %ran paradoja: Latinoamérica entre por este sendero de re%resión
social de la mano de la democracia. En esta nue'a fase, celebrada por los
publicistas neoliberales como la definiti'a reconciliación de nuestros países
con los inexorables imperati'os del mercado la %lobali"ación, 'iejos derecos
Ocomo la salud, la educación, la 'i'ienda, la se%uridad socialO fueron
abruptamente !mercantili"ados# con'ertidos en inalcan"ables mercancías,
lan"ando a %randes masas de nuestras sociedades a la pobre"a la
indi%encia. Al mismo tiempo, las precarias redes de solidaridad social fueron
demolidas al compás de la precari"ación laboral la fra%mentación social
ocasionada por las políticas económicas ortodoxas , por otro lado, por el
desenfrenado indi'idualismo promo'ido por los nue'os 'alores dominantes
que proectaban los amos del mercado tanto como la diri%encia política que
comandaba estos procesos. Como si lo anterior fuera poco los actores
colecti'os las fuer"as sociales que en el pasado canali"aron las aspiraciones
las demandas de las clases capas populares Olos sindicatos, los partidos
populistas de i"quierda, las asociaciones populares, etc.O fueron debilitados
o simplemente satani"ados barridos de la escena p2blica. /e este modo los
ciudadanos de nuestras democracias se 'ieron atrapados por una situación
paradojal: mientras que en el !cielo# ideoló%ico de las nacientes democracias
se exaltaba la soberanía popular el amplio repertorio de derecos
consa%rados por la nue'a institucionalidad, en la prosaica !tierra# del
mercado la sociedad ci'il los ciudadanos eran despojados prolijamente de
todos cada uno de esos derecos por medio de crueles acelerados procesos
de !desciudadani"ación# que los excluían de los beneficios del pro%reso
económico la democracia los condenaban a la pobre"a la indi%encia.
En nuestros países, en suma, la democracia se a con'ertido en ese
!cascarón 'acío# del que tantas 'eces a ablado <elson 0andela, en donde
medra una clase política cada 'e" más irresponsable corrupta, indiferente
ante la suerte de la ciudadanía dócil sir'iente de los desi%nios del mercado.
(ue esto a es así lo demuestran asta el cansancio las cifras presentadas
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más arriba, que ablan de la inconformidad p2blica ante el funcionamiento
de la democracia la enorme desconfian"a popular ante la clase política, los
partidos los parlamentos, fenómenos éstos que se re%istran en cada uno de
los países de la re%ión si bien en no todos los casos con similar intensidad.
En términos más %enerales podría decirse que lo que ocurre es que, en
el nue'o contexto ideoló%ico si%nado por el primado del neoliberalismo, la
participación ciudadana en la cosa p2blica fue sistemática sutilmente
desalentada. La !norteamericani"ación# de la política latinoamericana es a
claramente 'isible en las insulsas campaas electorales* el papel decisi'o
ocupado a no por las ideas propuestas políticas sino por #la ima%en# del
candidatos O aí aparecen los eciceros de la ima%en, que !'enden#
candidatos presidenciales apelando a las mismas técnicas con que se 'ende
pasta dental-* la dilución ideoló%ica de la competencia electoral* la obsesión
de los %randes partidos por ocupar el !centro# del espectro ideoló%ico, el
primado de la 'ideo-política, con sus insípidos discursos sus rebuscados
estilos publicitarios, todo lo cual no puede sino promo'er la indiferencia la
apatía políticas.
Estas 2ltimas son típicas de la 'ida p2blica de Estados $nidos, lejos
de ser ras%os circunstanciales, obedecen al diseo constitucional forjado por
los padres fundadores de la constitución norteamericana que no aorraron
ar%umentos para desalentar, o impedir, la participación de la plebe en los
asuntos p2blicos. Así, Estados $nidos es el 2nico país del mundo en el que
las elecciones Opresidenciales, le%islati'as o de %obernadoresO se reali"an en
días laborales. <o a feriado que facilite la participación ciudadana en el
acto electoral. El supuesto es que la obli%ación de 'otar sólo corresponde a
quienes no están sujetos a una relación de dependencia laboral. En otras
palabras, no a el menor interés en que el pueblo acuda masi'amente a las
urnas. 0ás que un dereco se trata de una obli%ación de la clase diri%ente
sus %rupos sectores sociales aliados, que por definición no están sujetos a
los rí%idos orarios de los asalariados. )on ellos los que deben 'otar, no los
otros. En el caso latinoamericano, el desaliento a la participación política
tiene que 'er en primer lu%ar con la satani"ación experimentada por el estado
, junto a él, por todo lo perteneciente a la esfera p2blica. La propa%anda
neoliberal a cosecado un %ran éxito al acer que la esfera p2blica sea
percibida como un ámbito en donde pre'alecen la corrupción, la 'enalidad, la
irresponsabilidad la dema%o%ia. $n lu%ar, en síntesis, en el que nin%una
persona onesta debería preocuparse por estar. Este proceso contrasta
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'i'amente con la simétrica exaltación de las 'irtudes del mercado ,
posteriormente, de la !sociedad ci'il#, concebida ésta sin nin%una de las
diferenciaciones clasistas, sexistas racistas que la marcan indeleblemente
en los capitalismos contemporáneos.
A lo anterior abría que a%re%ar dos consideraciones adicionales: el
eco de que las estrate%ias colecti'istas de inter'ención política aan caído
i%ualmente en des%racia en fa'or del acérrimo indi'idualismo que pre'alece
en los mercados la banali"ación de la política de las instancias
participati'as de la ciudadanía Oejemplificados en la dictadura de los
mercados en el eco de que éstos, como lo recordaba eor%e )oros en
'ísperas de la 2ltima elección presidencial en 1rasil, !'otan todos los días#O
terminó por auentar a los ciudadanos de los comicios promo'er la
!pri'ati"ación# de sus acti'idades. )i todos los partidos elaboran un mismo
discurso, si todos pretenden captar un supuesto !centro# político e ideoló%ico,
si nadie quiere diferenciarse exponerse a la condena de los dueos del
dinero, si todos se empean en %obernar en función de los dictados del
mercado, Kpara qué molestarse en buscar información, re%istrarse e ir a
'otar
La mercantili#aci$n universal " la destrucci$n de las democracias.
En suma: difícilmente podría sostenerse que un !paraíso neoliberal# de
las características que conocemos en nuestra re%ión, que sin duda se 'ería
extraordinariamente refor"ado por el ALCA, sea demasiado propenso al
desarrollo de una sociedad inte%rada sin exclusiones, o al sostenimiento de
la democracia política la participación ciudadana en la 'ida p2blica. 0ás
bien parecería ser el escenario propicio para el resur%imiento de nue'as
formas de despotismo político. En consecuencia, las insustanciales
democracias de América Latina están sufriendo los embates no a de las
!reformas orientadas al mercado#, como eufemísticamente se las llama, sino
de una auténtica contrarreforma social dispuesta a lle%ar a cualquier extremo
con tal de preser'ar reproducir las estructuras de la desi%ualdad social
económica de nuestra re%ión, con todos los pri'ile%ios que ellas representan
para los %rupos dominantes. Esta contrarreforma tiene por objeti'o declarado
acer que los ri%ores del mercado act2en como incenti'os para moti'ar
conductas supuestamente más racionales e inno'adoras de los a%entes
económicos. Esta es la línea fundamental de los ra"onamientos de @riedric
'on =aeN, su intransi%ente prédica en contra del i%ualitarismo el
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colecti'ismo . En sus propias palabras: !la desi%ualdad, insoportable para
tantos, a sido necesaria para lo%rar el ni'el de rentas relati'amente alto de
que o disfrutan en Mccidente la maoría de las personas.# H &or eso no cabe
la menor duda de que, tal como lo a obser'ado osta Espin%-Andersen en
repetidas ocasiones, un buen indicador de la maor o menor justicia social
existente en un país está dado por el %rado de !desmercantili"ación# de la
oferta de bienes ser'icios básicos requeridos para satisfacer las necesidades
de los ombres mujeres concretos que constituen una comunidad. La
!desmercantili"ación# si%nifica que una persona puede sobre'i'ir sin
depender de los capricosos mo'imientos del mercado. Ella !fortalece al
trabajador debilita la autoridad absoluta de los empleadores. Esta es,
exactamente, la ra"ón por la cual los empleadores siempre se opusieron a
ella.# F Allí donde la pro'isión de la educación, la salud, la 'i'ienda, la
recreación la se%uridad social Opara citar las instancias más corrientesO se
encuentre liberada de los ses%os clasistas excluentes introducidos por el
mercado, será posible contemplar los contornos de una sociedad más justa
de una democracia más robusta. La otra cara de la mercantili"ación, que es la
esencia de la propuesta del ALCA, es la exclusión, porque ella si%nifica que
sólo quienes tienen dinero suficiente podrán adquirir bienes ser'icios que
en otras sociedades son inerentes a la condición ciudadana. &or el contrario,
allí donde aquellos dependan del desi%ual acceso de sus abitantes en
función de sus recursos económicos Oes decir, a no más concebidos como
derecos ciudadanos de uni'ersal adjudicaciónO trope"aremos con la
injusticia todo el repertorio de sus aberrantes manifestaciones: indi%encia
pobre"a, desinte%ración social anomia, i%norancia, enfermedad, las
m2ltiples formas de la opresión sus deplorables secuelas. Los países
escandina'os América Latina muestran los contrastantes alcances de esta
dicotomía: por una parte, una ciudadanía política efecti'a que se asienta
sobre la uni'ersalidad del acceso a bienes ser'icios básicos concebidos
como una suerte de inne%ociable !salario del ciudadano# a incorporado al
!contrato social# de los países nórdicos , de manera un tanto más diluida, al
de las formaciones sociales europeas en %eneral. El !salario del ciudadano#
si%nifica, en buenas cuentas, un certificado en contra de la exclusión social
porque %aranti"a por la 'ía política e institucional el disfrute de ciertos bienes
ser'icios que, ante la ausencia de tal instituto, deben adquirir en el mercado
aquellos sectores cuos in%resos los facultan a ello. &or el contrario, las
!nue'as democracias latinoamericanas#, con su me"cla de inconsecuentes
procesos de ciudadani"ación política cabal%ando sobre una creciente
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!desciudadani"ación económica social#, culminan en una ciudadanía formal
fetici"ada, 'aciada de contenido sustanti'o se%ura fuente de futuros
despotismos. /e aí que al cabo de tantos aos de transiciones democráticas
ten%amos democracias sin ciudadanos, o democracias de libre mercado, cuo
objeti'o supremo es %aranti"ar la %anancia de las clases dominantes no el
bienestar de la ciudadanía.
%l tiro de !racia& los '(ri)unales especiales* " la li+uidaci$n de la
so)erana nacional.
)i al%o demuestra el análisis 'olcado en las pá%inas anteriores es la
'erdadera defraudación a la que a sido sometida la 'oluntad popular las
expectati'as que nuestras poblaciones tenían en el ad'enimiento democrático.
$na democracia sin ciudadanos, ni soberanía popular, ni autodeterminación
nacional. $na democracia que no redistribue la rique"a ni atiende a las
necesidades de los más pobres, de los oprimidos, de los explotados, de los
excluidos. $n ré%imen político que, por lo tanto, no merece ser llamado
democrático. &orque, se%2n lo escribía ?ean-?acques 6ousseau ace más de
doscientos aos, la democracia es aquel ré%imen !en el que nadie está tan
desprote%ido como para tener que 'enderse, nadie tiene tanto dinero como
para poder comprarlo.# En realidad, lo que tenemos en América Latina, con
las contadas excepciones de Cuba ene"uela, son plutocracias, %obierno de
los ricos en pro'eco propio. Esa es la raí" profunda de la apatía desafección
política que impre%nan nuestra 'ida política.
Con el ALCA, las enclenques democracias de la re%ión 'erán a2n más
disminuidas su capacidad de actuar en defensa del bienestar p2blico los
intereses %enerales de la nación, para no ablar de la promoción de las clases
%rupos sociales oprimidos por la dictadura de los mercados. $n ejemplo de
los alcances de esta capitulación de las democracias ante el ALCA, o los
+LCs, está dado por la exi%encia de que cualquier disputa entre los países que
firmen el acuerdo o entre al%uno de éstos las firmas transnacionales deberá
ser resuelto apelando a un tribunal especial de mediación. Con esto se corona
el proceso de 'aciamiento del estado democrático se le infli%e la estocada
final a los restos de la soberanía nacional, a bastante maltrecos lue%o de
'einte aos de políticas neoliberales, puesto que ni siquiera se 'a a poder
administrar justicia en el terreno económico.
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IV Encuentro Hemisférico de lucha contra el ALCALa Habana, Cuba, 27 al 30 de Abril de 2005
En preparación del ALCA, en los aos no'enta los Estados $nidos
promo'ieron la firma de una serie de tratados, !+ratados 1ilaterales de
&romoción &rotección de las Bn'ersiones Extranjeras.# Estos tratados
cristali"aban un acuerdo entre estados, normalmente un estado rico otro
pobre, débil dependiente, por el cual !los in'ersores de cualquiera de los
países si%natarios pueden recurrir a tribunales internacionales para la
resolución de diferendos o contro'ersias con el estado receptor de sus
capitales.# Esto fue recibido por al%unos espíritus inocentes como un dato
positi'o, abida cuenta de la tradicional reticencia de 3asin%ton a
someterse a tribunal al%uno situado fuera del territorio de los Estados
$nidos, por ejemplo, la Corte &enal Bnternacional. )in embar%o, a poco andar
se de'eló la naturale"a de estos tribunales se pudo comprender las ra"ones
por las que los ne%ociadores norteamericanos insistían tanto en su
aprobación.
Mbser'ando de cerca la propuesta se comprueba que mediante la
misma el in'ersor extranjero adquiere, por el solo eco de ser ori%inario de
una de las partes firmantes del tratado, un status jurídico equi'alente al del
país receptor, pudiendo por eso mismo demandarlo ante tribunales arbitrales
internacionales. &or consi%uiente, la cesión de competencia jurisdicción
nacional del estado receptor de la in'ersión extranjera, un estado
supuestamente democrático, con'ierte al a%ente pri'ado, al in'ersor
extranjero en un nue'o sujeto del dereco p2blico internacional, consumando
de este modo una 'erdadera contrarre'olución en el dereco moderno al
i%ualar un estado con un actor pri'ado , para más seas, extranjero.
Las cláusulas fundamentales incorporadas en los di'ersos tratados
firmados por los países latinoamericanos son, sucintamente, las si%uientes:
a) !ase%urar un trato justo equitati'o# a las in'ersiones
extranjeras, es decir, un tratamiento i%ual al otor%ado a las
empresas de capital nacional. Lo contrario sería introducir
un criterio no-mercantil político de carácter discriminatorio
completamente inaceptable ante las re%las del jue%o de la
mundiali"ación neoliberal.
b5 Ase%urar !un trato idéntico# al acordado a la nación más
fa'orecida. Esto implica que el estado anfitrión deberá
abstenerse de promo'er, con estímulos especiales,
in'ersiones de un tercer país so pena de tener que extender
esos alicientes a todos los demás in'ersionistas.
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c) !Estabili"ación normati'a#, esto es, %aranti"ar el dereco a
reca"ar la aplicación de una nue'a le, norma o re%lamento
que pueda ser considerado atentatorio contra los intereses
de un in'ersor extranjero. En tal caso, la firma afectada
podrá exi%ir la aplicación de la norma 'i%ente a la firma del
tratado o del contrato firmado en su momento con el estado
receptor. &or lo tanto, el %obierno democrático debe
comprometerse a no re'isar la le%islación existente, no
importa cuales pudieran ser las moti'aciones para ello.
d5 aranti"ar la libre disponibilidad remesa de di'isas.
e5 Ase%urar que el %obierno del país anfitrión abonará
compensaciones específicas por decisiones que afecten a las
in'ersiones extranjeras 4expropiaciones, nacionali"aciones,
etc.5 o por desórdenes sociales políticos que perjudiquen el
normal desempeo de sus ne%ocios.
f5 aranti"ar la inaplicabilidad de restricciones al
funcionamiento de las firmas extranjeras asociadas a
políticas de fijación de cuotas de exportación, adquisición de
insumos locales 4pre'istos o no por una le5, !compre
nacional# para el sector p2blico, etc.
En todos estos casos las empresas internacionales podrán recurrir a
tribunales arbitrales internacionales en absoluta i%ualdad de condiciones con
el estado receptor. /e lo anterior se desprende que se consa%ra una
desi%ualdad radical entre in'ersionistas nacionales extranjeros, dado que
éstos %o"an de dos pri'ile%ios decisi'os que les otor%an una 'entaja
considerable en su competencia con los empresarios locales: primero, pueden
abstenerse !le%almente# de cumplir con la le%islación nacional 'i%ente.
)e%undo, pueden dirimir su contro'ersias con el estado anfitrión en el
exterior, liberándose de las restricciones jurisdiccionales o le%ales que ri%en
para sus competidores locales. En consecuencia, la pérdida de soberanía
económica deja de ser una cuestión de eco adquiere ran%o constitucional.
Aora bien, Kcuáles son las características de los +ribunales Arbitrales
Bnternacionales )e trata por lo %eneral tribunales de !expertos#, reclutados
entre consultores económicos internacionales, asesores de %randes empresas
académicos 'inculados al mundo de los ne%ocios cua 'isión sobre la 'ida
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económica no es de sobras conocida. &ero sin duda el más importante de esos
tribunales, de lejos, es el CBA/B, Centro Bnternacional sobre Arre%lo de
/iferencias 6elati'as a Bn'ersiones5. El CBA/B fue creado en 7DI; en el ámbito
del 1anco 0undial con el propósito de !despoliti"ar# las diferencias entre
in'ersionistas estados a tra'és de la conciliación o, si ésta fracasara, del
arbitraje del propio or%anismo. Lo interesante del caso es que los laudos
arbitrales del CBA/B son obli%atorios para todas las partes in'olucradas,
tienen una fuer"a ejecutoria inmediata son inapelables. +ales sentencias no
pueden ser re'isadas por nin%2n tribunal local o nacional, de cualquier
estado. Los miembros del tribunal suele reclutarse entre altos funcionarios
asesores del 1anco 0undial, casualmente los mismos que, en la maoría de
los casos, asesoraron a los %obiernos en la implementación de sus políticas
neoliberales. )e trata, en suma, de una absoluta subro%ación de la
jurisdicción nacional de la le%islación sur%ida de un estado democrático a
manos de un or%anismo dependiente del 1anco 0undial.
En la actualidad el CBA/B tiene entre sus manos JI casos pendientes
de resolución, H; de los cuales son reclamos de empresas extranjeras que se
apoderaron de los ser'icios p2blicos de la Ar%entina que plantearon
demandas por la pesificación que tu'iera lu%ar con el derrumbe de la
con'ertibilidad en diciembre del 97. El monto de los reclamos actualmente
radicados en el CBA/B asciende a 7. millones de dólares, pero se estima
que las demandas empresariales podrían crecer asta alcan"ar una cifra
cercana a los J. millones de dólares.; Ese or%anismo espera que ante la
creciente mo'ili"ación popular en contra de las empresas pri'ati"adas en toda
América Latina 4recordemos la %uerra del a%ua en Cocabamba, las protestas
contra las compaías de electricidad en Arequipa tantas acciones similares
escenificadas en los más di'ersos países de América Latina5 el n2mero de
liti%ios pueda crecer 'erti%inosamente. &or otra parte, la actitud de al%unos
%obiernos de desconocer la jurisdicción del CBA/B au%ura nue'os más
enconados enfrentamientos.
La pre%unta, ine'itable, del final es: Kqué clase de democracia puede
con'i'ir con un orden económico como el que se pretende instaurar con el
ALCA, en cualquiera de sus 'ariantes 6espuesta: un simulacro de
democracia, un ré%imen fraudulento basado en el en%ao la manipulación.
Esta es, por lo tanto, una ra"ón más por la cual el ALCA, en todas sus
posibles metamorfosis, debe ser reca"ado.
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1
Hemos examinado este asunto en detalle en otra parte. Por ello remitimos al lector a Estado, Capitalismo
y Democracia en América Latina (uenos !ires" #$!#%&' 2003' #uarta dicin) * Tras el búho de
Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo (uenos !ires" +ondo de #ulturaconmica' 2000)2
,odas estas ci-ras an sido tomadas de los estudios /ue reularmente $atinoarmetro realia en los pases
de la rein. #-. .latinoarometro.or3
#-. The road to serfdom (#icao" #icao niersit* Press' 1944)4
spin!ndersen' osta The Three orlds of elfare Capitalism (Princeton" Princeton
niersit* Press' 1990)
5 l oierno uele a criticar al #:!;:<' en Clar!n (uenos !ires)' 6 de =aro de 2005' p. 19