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La producción literaria de Jorge Luis Borges durante las décadas de 1930-55, demuestra que el escritor no permaneció indiferente a los acontecimientos políticos que se desarrollaron en Argentina y Europa durante dicho periodo, especialmente frente al auge del nacionalismo. Con el propósito de definir la toma de posición del autor ante este fenómeno, se analizarán los ensayos de Evaristo Carriego (1930) y Discusión (1932) que exponen los planteamientos de una configuración de identidad nacional y proyectan las bases de un ejercicio literario antinacionalista. Además, se abordarán en este trabajo las estrategias estéticas y retóricas que manifiestan dicha postura en los cuentos de Historia Universal de la Infamia (1935) y Ficciones (1944), especialmente aquellas que indican por qué Borges aspira a una tradición universal para la literatura y cultura Argentina. De este modo, es preciso comenzar con ciertas alusiones que realiza Borges a la noción de historia. En el primer capítulo de Evaristo Carriego, dedica unas páginas a referir los orígenes del Palermo de Buenos Aires, oponiendo al concepto de historia al de

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Escritura y antinacionalismo

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Page 1: Borges

La producción literaria de Jorge Luis Borges durante las décadas de 1930-55, demuestra que

el escritor no permaneció indiferente a los acontecimientos políticos que se desarrollaron en

Argentina y Europa durante dicho periodo, especialmente frente al auge del nacionalismo. Con el

propósito de definir la toma de posición del autor ante este fenómeno, se analizarán los ensayos

de Evaristo Carriego (1930) y Discusión (1932) que exponen los planteamientos de una

configuración de identidad nacional y proyectan las bases de un ejercicio literario

antinacionalista. Además, se abordarán en este trabajo las estrategias estéticas y retóricas que

manifiestan dicha postura en los cuentos de Historia Universal de la Infamia (1935) y Ficciones

(1944), especialmente aquellas que indican por qué Borges aspira a una tradición universal para

la literatura y cultura Argentina.

De este modo, es preciso comenzar con ciertas alusiones que realiza Borges a la noción

de historia. En el primer capítulo de Evaristo Carriego, dedica unas páginas a referir los orígenes

del Palermo de Buenos Aires, oponiendo al concepto de historia al de mitología: “Don Juan

Manuel: padre mitológico de Palermo, no meramente histórico como ese Domínguez- Doménico

Groussac.” (106). Así también, expone este contraste en “Yo, Judío” en 1934:

El pasado remoto es de aquellas cosas que puede enriquecer la ignorancia. Es

infinitamente plástico y agradable, mucho más servicial que el porvenir y mucho

menos exigente de esfuerzos. Es la estación famosa y predilecta de las mitologías.

(79)

En la primera mención a este dilema, se observa que el adverbio meramente señala la

preeminencia de la mitología por sobre la historia objetiva. Mientras que en el segundo

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fragmento, se aclara que la distancia temporal y vital de los sujetos en relación a los orígenes de

un elemento contribuye a la invención del pasado. En relación a esta idea, Borges manifiesta:

“Yo afirmo -sin remilgado temor ni novelero amor de la paradoja- que solamente los países

nuevos tienen pasado, es decir, recuerdo autobiográfico de él; es decir, tienen una historia viva.”

(107). En concordancia, la postulación de la historia como una desviación producto del olvido o

las tergiversaciones, funcionan como un recurso para refutar una de las estrategias

argumentativas de los nacionalismos: el revisionismo histórico. De acuerdo a Rock, en

Argentina:

Estos revisionistas históricos empezaron a reexaminar el siglo XIX y a catalogar

las intrusiones imperialistas británicas. . . Ahora se rindió culto a la figura de Juan

Manuel de Rosas, que fue descrito como un símbolo de la resistencia nacional a la

dominación extranjera. . . La propaganda de este tipo hizo una profunda

impresión en la opinión pública y contribuyó a sustentar los sentimientos

nacionalistas en el Ejército. (294)

Ante tales empeños, Borges apunta hacia el principal sustento de la historia remota: la memoria,

ajena a los instrumentos de documentación posteriores. La esencia del recuerdo sería, para el

autor, “la perduración de rasgos aislados” (105). Por este motivo, en el ensayo “La postulación

de la realidad”, Borges señala que la realidad (o la aproximación de los sujetos a la realidad) se

inclina a “la impresión” (218). Dicha imprecisión sería el resultado de los procesos de selección

de la mente y los sentidos, por lo que: “Nuestro vivir es una serie de adaptaciones, vale decir,

una educación del olvido”. (218) En este sentido, la historia sería una construcción humana de la

realidad, en consecuencia, fragmentaria. Sin embargo, dicha parcialidad permitiría a los sujetos

comprenderla, como no puede Irineo en Funes el memorioso que, dotado de una memoria

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absoluta, es incapaz de la abstracción y, por lo tanto, del pensamiento (490). De acuerdo con

esto, Borges advierte, en el ensayo citado, tres métodos para postular la realidad, opuestos a los

de los románticos que tienden al énfasis y la mentira parcial (219). El primero correspondería a

una “notificación general de los hechos que importan”, el segundo a “imaginar una realidad más

compleja que la declarada al lector”, mientras que el tercero, “el más difícil y eficiente”,

consistiría en “ejercer la invención circunstancial” (219-220).

El primero de estos métodos es implementado por Borges en Historia Universal de la

Infamia, a través de la imitación de los géneros informativos tipo crónica o biografía. De esta

forma, se evidencia la configuración de la historia mediante una selección de hechos o

personajes que responde a propósitos particulares. En este caso, Borges elabora una selección de

anti-héroes que recoge de la literatura popular. Además de apuntar la relativa objetividad de la

historia, agrega una nueva perspectiva para objetar el nacionalismo. En estos relatos, se establece

un paralelo entre la historia argentina y la norteamericana, para distinguir cómo un

acontecimiento puede desencadenar una serie de consecuencias definitivas en las historias

locales de cada país o cultura. De este modo, la historia sería esencialmente universal y así, todos

los hechos históricos de las naciones. La enumeración funciona, en consecuencia, como un

recurso apropiado para resaltar dicha idea, mientras que el empleo del paralelismo, a través del

cambio de la palabra “indios” por “negros”, reduce de forma irónica un cambio significativo:

En 1517 el Padre Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se

extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al

Emperador Carlos V la importación de negros, que se extenuaran en los

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laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas. A esa curiosa variación de un

filántropo debemos infinitos hechos: los blues de Handy, el éxito logrado en París

por el pintor doctor oriental don Pedro Figari, la buena prosa cimarrona del

también oriental don Vicente Rossi, el tamaño mitológico de Abraham Lincoln,

los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión, los tres mil trescientos

millones gastados en pensiones militares, la estatua del imaginario Falucho, la

admisión del verbo linchar en la decimotercera edición del Diccionario de la

Academia, el impetuoso film Aleluya, la fornida carga a la bayoneta llevada por

Soler al frente de sus Pardos y Morenos en el Cerrito, la gracia de la señorita de

Tal, el moreno que asesinó Martín Fierro. . . (295)

En “El proveedor de iniquidades Monk Eastman”, se perfila la figura de un bandido de

Nueva York como el héroe. Esta palabra se reitera al referir a los participantes de una trifulca de

pandillas; de esta forma, se otorga con este sustantivo un carácter épico a las riñas callejeras de

los barrios bajos (314). Por otra parte, en “El asesino desinteresado Bill Harrigan”, es posible

observar una relación entre la fascinación del público norteamericano por los cowboys, y la

popularidad de la literatura gauchesca. Bill Harrigan, que asistía en su infancia a las funciones

teatrales que trataban melodramas de cowboys, siente admiración por los hombres del llano de

México: “Los ve tremendos, tempestuosos, felices, odiosamente sabios en el manejo de hacienda

cimarrona y de altos caballos” (317). La relación con la literatura gauchesca se observa en la

tesis de Borges en el ensayo “La poesía Gauchesca” en Evaristo Carriego:

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No menos necesario para la formación de este género que la pampa y que las

cuchillas fue el carácter urbano de Buenos Aires y Motevideo. Las guerras de la

Independencia, la guerra del Brasil, las guerras anárquicas, hicieron que hombres

de cultura civil se compenetraran con el gauchaje; de la azarosa conjunción de

esos dos estilos vitales, del asombro que uno produjo en el otro, nació la literatura

gauchesca. (179)

Por otro lado, la relación que establece Borges entre la historia argentina y la de

Norteamérica, escenifica las razones que se exponen en “El escritor argentino y la tradición”. En

este ensayo Borges refuta los argumentos que pretenden imponer una ética y estética

nacionalistas en la literatura argentina para definir un discurso de identidad nacional. La estética

estaría vinculada a la tematización de “rasgos diferenciales argentinos y color local”, mientras

que la ética del escritor debería orientarse a que estos definan tales rasgos diferenciales y utilicen

“los temas de sus países” (269-270). Para Borges, estas pretensiones limitan el ejercicio poético,

“como si los escritores argentinos sólo pudiéramos hablar de orillas y estancias y no del

universo”. En consecuencia, Borges concluye que “nuestra tradición es toda la cultura

occidental”, y agrega:

Por eso repito, que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro

patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a

lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y en ese

caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una merca afectación, una

máscara. (272-273)

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Sobre dicha fatalidad de ser argentino, Borges se refiere en el prólogo de 1969 a Luna de

Enfrente: “Olvidadizo de que ya lo era, quise también ser argentino” (55). En “El escritor

argentino y la tradición”, escrito en 1955, agrega: “He encontrado días pasados una curiosa

confirmación de que lo verdaderamente nativo suele y puede prescindir del color local” (279) y

señala su propia experiencia como escritor que “intentó capturar la esencia de los barrios

extremos de Buenos Aires” utilizando una variedad de palabras locales como cuchilleros,

milonga, tapia, etc. Opone esta práctica a la que utilizó con el cuento “La muerte y la brújula”, en

el que los escenarios argentinos están disfrazados por nombres extranjeros, pero que resultan

mucho más reconocibles que en sus obras anteriores. Ahora bien, Borges identifica otra forma de

ser argentino o criollo en Evaristo Carriego; esta obedecería a la voluntad: “el criollismo del

íntegramente criollo es una fatalidad, el del mestizado una decisión, una conducta preferida y

resuelta” (114). En este sentido, señala que la actitud de rechazo que declara Carriego hacia los

gringos, solo remarca su condición de mestizo y la máscara de criollo.

En síntesis, resulta observable cómo la producción literaria de Borges expresa el

antinacionalismo que, en sus ensayos, se manifiesta como una crítica. Esta posición no sólo se

demuestra a través del contenido, sino que la forma de las narraciones cumple un papel

fundamental para evidenciar que la forma misma de la historia posee un filtro ideológico. De

acuerdo a Rock, el nacionalismo argentino se origina por los desacuerdos en las relaciones de

mercado entre Argentina y Estados Unidos (309-311), por lo que la propaganda nacionalista

dirigida a las clases populares, en realidad respondía a los intereses económicos de las clases

dominantes. En este sentido, el nacionalismo argentino que se inspira en el nazismo y fascismo

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europeo, se apoya en una construcción ideológica y ficticia de las historias nacionales que

penetra la realidad argentina, así como en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”,

Casi inmediatamente, la realidad cedió en más de un punto. Lo cierto es que

anhelaba ceder. Hace diez años bastaba cualquier simetría con apariencia de

orden -el materialismo dialéctico, el antisemitistmo, el nazismo- para embelesar a

los hombres. ¿Cómo no someterse a Tlön, a la minuciosa y vasta evidencia de un

planeta ordenado? . . . Tlön será un laberinto, pero es un laberinto urdido por los

hombres, un laberinto destinado a ser descifrado por los hombres. (442)

el mundo ficticio de Tlön se infiltra en la realidad. Es la invención de un mundo, como en “El

Truco” (22), una aspiración de control sobre la realidad, sobre el tiempo o la muerte, a través del

tercer método con que los clásicos postulan la realidad: “la invención circunstancial”(220).

Finalmente, la meditación que realiza Borges en relación a las diferentes formas de postular la

realidad, también funciona como una reflexión metaficcional que critica el arte realista

subordinado al positivismo.

Obras citadas

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Borges, Jorge Luis. “Evaristo Carriego”. Obras Completas 1. Buenos Aires: Emecé Editores, 2002. 101-169.

---. “Penúltima versión de la realidad”. Obras Completas 1. Buenos Aires: Emecé Editores, 2002. 198- 201.

---. “El escritor argentino y la tradición”. Obras Completas 1. Buenos Aires: Emecé Editores, 2002. 267-274.

---. “Historia Universal de la Infamia”. Obras Completas 1. Buenos Aires: Emecé Editores, 2002. 289-345.

---. “Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius”. Obras Completas1. Buenos Aires: Emecé Editores, 2002. 431-443.

---. “Yo, judío”. Textos recobrados 1931-1955. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2011. 79-80.

Rock, David. “De la oligarquía al populismo, 1930-1946”. Argentina 1516-1987: desde la colonización Española hasta Alfonsín. Madrid: Alianza, 1988.