boletin domingo 8-7-12

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por SERGIO PENIZZOTTO PAGINA CENTRAL el restauremos 60 : 4 el boletín nº109 en el centro de su voluntad www.acercatealavida.com.ar Domingo 8 de Julio de 2012 altar

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Boletin Domingo 8-7-12

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Page 1: Boletin Domingo 8-7-12

por SERGIO PENIZZOTTO

PAGINA CENTRAL

elrestauremos

60:4

el boletín nº109

en el centro de su voluntad

www.acercatealavida.com.ar

Domingo 8 de Julio de 2012

altar

Page 2: Boletin Domingo 8-7-12
Page 3: Boletin Domingo 8-7-12

por SERGIO PENIZZOTTOrestauremos el altar

La palabra del Domingo 01/07/2012 dada a nuestra

congregación por nuestro Apóstol, el pastor José,

es una confirmación de la palabra que Dios nos dio

para el año 2012, y es directriz para este semestre.

Del texto del libro de Ezequiel y del mensaje,

surgen cuatro elementos claves: El templo, el río,

las aguas que son saneadas, y árboles perennes

de abundantes frutos. Durante los próximos

mensajes trabajaremos cada uno de estos

aspectos en el marco de la palabra que, como

referí más arriba, Dios nos entregó para este año, y

que resumimos como: ESPÍRITU – PODER –

TESTIMONIO

Hoy comenzaremos por el templo.

I. Restaurando la visión de nuestra

vida como templo de Dios La visión que Ezequiel tuvo acerca del río de aguas

saludables, es el cierre de toda una visión mediante

la cual Dios le había mostrado el templo. Desde el

capítulo 40, seis capítulos antes, el profeta

comienza a narrar cómo Dios, en visiones, le

mostró el templo. El relato es extenso, minucioso y,

hasta por momentos, un poco tedioso, porque Dios

fue detallista al enseñarle cada habitación, cada

espacio, cada puerta, tomando junto con él las

medidas para que Ezequiel tuviera claridad de la

dimensión del lugar, y describiendo el propósito y la

función de cada sector dentro del templo.

Lo que vemos en el libro del profeta Ezequiel es

figura de lo que Dios establecería en el Nuevo

Pacto. El apóstol Pablo expresa una y otra vez:

“ustedes son templo de Dios”, “templo del Espíritu

Santo” (ver 1 Corintios 3:16, 6:19, 2 Corintios 6:16,

Efesios 2:21), refiriéndose al cristiano, como a la

Iglesia en tanto cuerpo. Por eso, lo primero que

debemos comprender es que:

1. Dios nos conoce en detalle.

2. Dios quiere mostrarnos cómo nos ve. Es

necesario que podamos tener una visión de

nuestra vida, como templo de Dios, desde su

perspectiva. Comprender cómo nos diseñó.

3. Dios quiere enseñarnos el propósito que

planeó para cada área de nuestra vida.

4. Necesitamos entender que el propósito

principal es que seamos la habitación y el altar

de la presencia de Dios.

II. Restaurando la presencia de Dios en

nuestra vida Ezequiel 43:1-10 dice:

“1El hombre me llevó luego a la puerta que da hacia

el oriente, 2 y vi que la gloria del Dios de Israel

venía del oriente. Podía escucharse un rumor como

de muchas aguas, y por causa de su gloria la tierra

resplandecía. 3 Lo que vi tenía el aspecto de una

visión, como la que tuve cuando el Señor vino a

destruir la ciudad, y como las que tuve junto al río

Quebar. Entonces me incliné sobre mi rostro, 4 y la

gloria del Señor penetró en el templo a través de la

puerta que daba al oriente. 5 El espíritu me levantó

y me llevó al atrio interior, y allí vi cómo la gloria del

Señor llenaba el templo. 6 El hombre permanecía junto a mí, y entonces oí

que desde el templo alguien me hablaba 7 y me

decía: «Hijo de hombre, en este lugar tengo mi

trono; en este lugar reposan las plantas de mis

pies, y en este lugar habitaré para siempre entre

los hijos de Israel. Nunca más el pueblo de Israel ni

sus reyes volverán a profanar mi santo nombre con

sus fornicaciones, ni con los cadáveres de sus

reyes en sus lugares altos. 8 Porque ellos

contaminaron mi santo nombre con las

abominaciones que cometieron, pues pusieron su

umbral junto a mi umbral, y su contrafuerte junto a

mi contrafuerte, con sólo una pared entre ellos y yo.

Por eso en mi furor los consumí. 9 Pero ahora

arrojarán lejos de mí sus fornicaciones y los

cadáveres de sus reyes, y yo habitaré en medio de

ellos para siempre. 10 »Tú, hijo de hombre, muéstrale este templo al

pueblo de Israel, y haz que midan su diseño, para

que se avergüencen de sus pecados.”

La experiencia que el profeta tiene en esta visión

se conecta con otra que se relata mucho antes, en

el capítulo 10 del mismo libro. En aquella ocasión,

el profeta había visto cómo la presencia de Dios

había abandonado el templo. Surge de la lectura de

los versículos que preceden que Dios había

abandonado el templo por la conducta profana, de

pecado por parte del pueblo.

1. Como ya lo vimos, el templo (nuestra vida) es

el lugar de la presencia de Dios.

2. Dios nos ha mostrado que quiere volver a

habitar en plenitud en nuestra vida.

3. Para que esa visión se convierta en realidad,

debemos examinarnos, identificar cuáles son

los pecados que han hecho que el Espíritu de

Dios haya abandonado nuestro altar (Ver

Ezequiel 44:6-7)

4. Cuando hemos identificado, debemos

avergonzarnos, confesar y arrepentirnos, para

que el perdón de Dios opere en nuestra vida, y

su presencia vuelva a llenar nuestro altar.

III. Restaurando la santidad en nuestra

vida Continuemos con Ezequiel 43:11-12:

“11 Si en realidad se avergüenzan de todo lo que

han hecho, dales a conocer el diseño del templo y

su disposición, y sus salidas y entradas, y todas

sus formas, descripciones y configuraciones, y

también todas sus leyes. Descríbeselo en detalle,

para que respeten todas sus formas y todas sus

reglas, y las pongan por obra. 12 Ésta es la ley del

templo: La cumbre del monte, el recinto entero, y

todos sus alrededores, será santísimo. Ésta es la

ley del templo.”

Dios hablaba con el profeta para que este

transmitiera el mensaje al pueblo. Habiéndose

arrepentido, era necesario que el pueblo

comprendiera el diseño y las leyes que regían el

lugar de morada de la presencia de Dios. Nosotros,

como templos del Espíritu, tenemos allí una

ventaja, ya que es Él mismo en persona que trata

directamente con nuestra vida, sin intermediarios. Y

esto también incrementa nuestra responsabilidad.

1. El arrepentimiento y la confesión, como vimos

en el punto anterior, son el primer paso,

imprescindible para que Dios vuelva a habitar

en plenitud en nosotros. Pero no es el único.

2. Cuando nos hemos arrepentido sinceramente,

debemos volver a repasar y comprender cuáles

son los diseños de Dios para mi vida, como

templo de Su Espíritu, recuperar el propósito, y

establecer sus leyes en mi vida.

3. Podemos resumir la ley del templo, según le

dijo Dios a Ezequiel, en una palabra:

“Santísimo”. 1 Corintios 3:17 dice: “Si alguno

destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a

él, porque el templo de Dios es santo, y

ustedes son ese templo”.

4. No hay otra forma, Dios habitará solo en medio

de nuestra santidad. Pedro lo escribía así: 14 Pórtense como hijos obedientes, y no sigan

los dictados de sus anteriores malos deseos,

de cuando vivían en la ignorancia. 15 Al

contrario, vivan una vida completamente santa,

porque santo es aquel que los ha

llamado. 16 Escrito está: «Sean santos, porque

yo soy santo.» (1 Pedro 1:14-16).

IV. Restaurando la Adoración en

nuestra vida Ezequiel 46:13-15 13 »Cada mañana ofrecerás en holocausto al Señor

un cordero de un año, sin defecto, 14 junto con seis

litros de cereal como ofrenda, más dos litros de

aceite para mezclarlo con la flor de harina. Esta

ofrenda para el Señor es un estatuto perpetuo, y se

le debe ofrecer continuamente. 15 Así que todas las

mañanas deberán ofrecer el cordero, la ofrenda y el

aceite, como holocausto continuo.»

Los capítulos 43 al 46 del libro de Ezequiel

contienen amplias instrucciones acerca de la

actividad del templo la cual, de alguna manera,

está resumida en estos versículos que establecen

la continua adoración a Dios, mediante el sacrificio

y las ofrendas guiadas por los levitas y sacerdotes.

Con el establecimiento del Nuevo Pacto en Cristo,

ya no es necesario el sacrificio de un cordero para

expiación por nuestros pecados. Pero esto no hace

menguar nuestra responsabilidad. Por el contrario,

Él, por medio de su sacrificio, nos hizo reyes y

sacerdotes para Dios (ver Apocalipsis 1:5-6).

1. Siendo que nos hemos convertido en templos

del Espíritu, y como sacerdotes responsables

de ministrar nuestro propio altar, tenemos el

mandato y la obligación de mantener la

adoración continua a Dios.

2. Ya no debemos sacrificar un cordero, pero

debemos hacer propia cada día la obra de la

Cruz, confesando nuestros pecados delante de

Dios y tomando su perdón.

3. Debemos elevar ofrenda de adoración y

gratitud, consagrando nuestra vida, honrándole

con nuestro corazón, nuestra mente, nuestro

cuerpo, nuestra conducta, nuestra familia y

nuestros bienes.

4. Debemos poner el nombre de Dios en lo alto

del altar siempre.

Conclusión

El río de Dios quiere derramarse, la palabra

está dada, pero primero debemos restaurar

el altar.

Ya no hay más tiempo. Hoy es el día para

avergonzarnos, arrepentirnos, confesar y

hacer propio el perdón de Dios en nuestra

vida, para que su Presencia tome

nuevamente su lugar en nosotros.

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