boletin de la conversación del miércoles - agosto 2012

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La conversación del miércoles De la cultura que tenemos a la cultura que queremos Ciclo 2012 La conversación del miércoles Boletín agosto

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Nosotros, estos solitarios que deambulamos entre la muchedumbre

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Page 1: Boletin de La conversación del miércoles - agosto 2012

La conversación del miércoles De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

Ciclo 2012

La conversación del miércoles

Boletín agosto

Page 2: Boletin de La conversación del miércoles - agosto 2012

Grupo de estudio

Conferencia preliminar

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Miércoles 25 de julio de 2012Auditorio CorpoZULETA

incipiente”, la conformidad esta asegurada por la tendencia de sus individuos a ser sensibles a las expectativas y preferencias de los otros (individuos dirigidos por los otros/sociedad dependiente de la dirección de los otros).

La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

“… el espíritu moderno para el que construir puentes sobre los océanos y los continentes es un juego, nada resulta tan imposible como tomar

contacto con las almas que viven a la vuelta de la esquina”

Tomado de: http://jhoneduardocg.files.wordpress.com/0

nicia la exposición intentando señalar los

elementos más importantes que nos permitan el Iacercamiento a las 3 categorías con las cuales

trabaja Riesman, en la que quizá es su obra más

reconocida: La Muchedumbre Solitaria, para

caracterizar de este modo al tipo de individuo

norteamericano que se está gestando en la sociedad

de mediados del siglo XX - individuo que de algún

modo cristaliza al hombre moderno - y cuyos rasgos

apenas tanteamos con la esperanza de ofrecer una

mejor interpretación al problema que nos reunía. Para Riesman, existen tres fases de

crecimiento que parecen corresponderse con un tipo de sociedad que asegura la conformidad y modela el carácter social de distintas formas. En la sociedad de “alto potencial de crecimiento”, la conformidad esta asegurada por la tendencia a seguir la tradición (individuos dirigidos por la tradición/sociedad dependiente de la dirección tradicional). Por otro lado, en la sociedad de “crecimiento transicional”, la conformidad esta asegurada por su tendencia a adquirir, desde el comienzo de sus vidas, un conjunto de reglas internalizadas (individuos dirigidos desde adentro/sociedad dependiente de la dirección interna). Por último, en la sociedad de “declinación

—El hombre sin atributos. Robert Musil

«En esta sociedad (...) quien no posea las llamadas habilidades sociales resultará excluido, distanciado, disminuido.»

El tipo de individuo que parece estarse incubando en nuestros tiempos se lee entonces a partir de la categoría “dirección por los otros”. Allí la fuente de dirección para el individuo es constituida por sus contemporáneos, ya sean estos los que la persona conoce o aquellos con quienes tiene una relación indirecta. Y si bien en los otros tipos de sociedad también se desea y se necesita gozar en algunos momentos de las simpatías ajenas, solo los tipos dirigidos por otros hacen de esto su principal fuente de dirección y su esencial área de sensibilidad. Se genera pues un mayor consumo de palabras (¿?) e imágenes procedentes de los nuevos medios masivos de comunicación y, cada vez mas, las relaciones con el mundo exterior y con uno mismo se producen por el flujo de la comunicación masiva, tanto en el escenarios de la vida cotidiana como en el de los “acontecimientos” políticos. Es en esta sociedad de entretenimiento donde el individuo debe estar preparado para recibir señales lejanas y próximas desde muchas fuentes que se encuentran en constante cambio. Quien no posea pues las llamadas habilidades

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Grupo de estudio

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sociales resultará de manera tal vez inevitable: excluido, distanciado, disminuido.

Aparece entonces la imagen de un hombre complejo, que gana en un ideal de individualidad a costa de su subjetividad, en donde aquello que lo diferencia también lo iguala y le permite leerse en los otros. Ese hombre “dirigido por los otros”, abandonado entre la multitud, es quien adquiere, como nos dice Carlos Mario, “identidad en la aglomeración, fuerza en el amontonamiento”.

La última parte de la conferencia pretendió señalar lo que debía ser la re-definición de uno de los significantes contenidos en el tema de nuestra conversación: la soledad; y que a mi modo de ver encarna una importante concepción positiva que si se redescubre en la dimensión de sus posibilidades - y también sus limitaciones - nos ayudaría a revalorar la relación con los otros en un orden de la necesidad y la solidaridad más genuino.

La subjetividad, esa dimensión singular del sujeto, esa que nos evoca otro bello significante, el de la identidad (una “hechura”), hoy tan enrarecida, pareciera solo perfilarse y tejerse en la soledad aunque vale la pena soportar que solo tal vez cobre forma cuando se

La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

Dayana CardonaMiembro fundadora

Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

pone en juego, en acción, en el diálogo con los otros, en eso que finalmente es el mundo: un entrar en la soledad para retornar a la comunidad. Soporta todo esto pues que, si bien en los dominios más profundos de nuestro ser es donde estamos y estaremos más solos (amor, deseo, muerte, sexualidad), el “suspiro de existencia” al que nos aferramos con fuerza puede ser vivido más allá de la fatalidad si se encuentra en una verdadera experiencia de diálogo con los otros, donde se pueda “ser” y que a su vez ellos “sean”.

Dayana Cardona (izquierda) y Sandra Jaramillo en el grupo de estudio de La conversación del miércoles

“(…) no se mitiga una soledad en medio

de una muchedumbre de iguales más de

lo que se puede mitigar la sed bebiendo

agua salada.”

Riesman

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Discusión

e nuestro grupo de estudio de La

conversación del miércoles, que en este Dmes nos sugiere un interesante y

angustiante tema: “Nosotros, estos solitarios que

deambulamos entre la muchedumbre”, rendimos

unos frutos bastante valiosos. Dígnese el lector o

lectora a recoger de esta memoria las afirmaciones,

dudas, problemáticas u oposiciones que emerjan

para así elaborar una posición propia.

Cuando se trata de abordar los significantes

soledad, muchedumbre y deambular, nos

preguntamos por lo que evocan a nuestro

entendimiento, tratando siempre de encontrar unos

códigos comunes que nos permitan la discusión. El

asunto es que precisamente allí emerge esta, en las

concepciones y significados que tenemos de

dichas palabras, por lo que esta memoria comienza

con la explicitación de nuestras concepciones: ¿a

qué llamamos soledad? Hay varias nociones del

término y que la ponen en una tensión —tensión

que no es peyorativa por principio—. La soledad

puede necesitarse para el pensamiento y la

creación, es una “pausa” de lo tradicional, es un

“tiempo aparte” para aprestarse a lógicas que

enriquecen el ser, que luego volverá al encuentro

con el Otro. Pero no puede decirse que siempre una

soledad es potenciadora: si ella, por ejemplo,

redunda en un aislamiento infructífero, en un

estadio del orden de la marginación o que

restringiese todo contacto con Otro, sería muy difícil

encontrarle algo de potenciador y enriquecedor;

más bien nos veríamos de cara a una posibilidad de

depresión o individualismo exacerbado. En este

punto de la discusión ubicamos otra tensión

interesante que dinamiza profundamente la

relación individuo-sociedad: ¿no hay acaso una

configuración subjetiva con la soledad? Cada

persona logra una vivencia propia con ella y,

además, la pone en una cierta dependencia con el

lugar que para cada quien tiene el otro en la

sociedad; para decirlo en otras palabras, la

autonomía de un individuo esta inapelablemente en

La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

Grupo de estudio

relación con los demás. Y cuando decimos autonomía

nos referimos a la capacidad de apartarse de las

tendencias hegemónicas de una época, aunque

también esto se da gracias a que se participa y se

habitan dichas tendencias. La autonomía es una

exigencia propia por la forma particular en la que

encarará y configurará su existencia.

Es por esto que al pensar el significante

soledad el asunto trasciende lo personal, incluso nos

atrevimos a decir que trasciendo lo local, pues decir

que allí donde la relación de un ser con el mundo se

reduce a los límites que le demarca la “comunidad” en

que está inscrito, tenemos un ser en comunidad, pero

Miércoles 25 de julio de 2012Auditorio CorpoZULETA

Tomado de: http://3.bp.blogspot.com/

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también una comunidad solitaria. Pensar la

soledad desde lo social se opone a la sociabilidad:

¿qué sería de una sociedad si los individuos que la

componen o acaso sus comunidades tuvieran una

relación exacerbada con la soledad? Y en esta

pregunta es necesario remarcar el hecho de que

decimos “relación exacerbada”, pues un solitario en

sí mismo, como se expuso antes, no es garantía de

nada. Pensemos, por ejemplo, en alguien que es

puramente un autónomo: que cosecha su propia

comida, hace su propia ropa, etcétera… ¿es lo que

quisiéramos para el conjunto de la sociedad?

Seguramente contestaríamos negativamente, pero

lo contrario también nos hace fruncir el ceño: un ser

completamente dependiente de los otros para

orientar su vida, para hacer una historia propia…

sería un ser completamente adaptado, abrumado

de su completa incapacidad creativa. El primero

sería un ser rayando en la locura, pues inventa al

mundo por sí mismo y sin ningún diálogo con otros,

pero el segundo sería una pérdida de posibilidad

para la humanidad en tanto se le restringen las vías

para pautar su existencia acorde con su

subjetividad y deseo.

Terminando esta memoria vale la pena

mencionar una interesante contextualización del

problema, que es bastante complejo para

pretender resolverlo en una sola reunión (y

La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

recordando que quedan varios significantes por

abordar: muchedumbre, deambular), y se trata de

hacerse la pregunta “¿existieron solitarios antes?”.

El sentimiento de soledad en la forma en que lo

vivimos, gozamos o sufrimos hoy no estaba

presente en otras épocas de la humanidad; así

como un hombre de la Edad Media no tenía en su

cotidianidad ni en su pensamiento la pregunta por

el sentido de su vida, tampoco reflexionaba su

relación como ser-solo (para no caer un cierto

anacronismo al decir “individuo”) con los otros

seres (de igual forma para “sociedad”). La soledad

es una problemática de la Modernidad, en la que

luego de ver la caída de las verdades eternas e

incuestionables se encara a la pregunta ¿qué es lo

que se transmite a un otro para que logre configurar

su existencia? ¿En función de qué nos juntamos

hoy? ¿Qué es lo que nos lleva a “salir de nosotros”

para hacernos comunidad —o masa— y también

para “volver a nosotros” y ser un individuo? Para

cerrar con la pregunta que nos quedó en el aire a

quienes participamos de este encuentro: ¿qué

tipos de compañía, autonomía, individuación y

subjetividad promueve esta época y esta sociedad

Occidental?

Vincent RestrepoCorporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

Tomado de: http://animacionrecursiva.files.wordpress.com/2009/03/soledad.jpg

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Miércoles 1 de agosto de 2012Auditorio Comfama San Ignacio

Conferencia central

NOSOTROS, ESTOS SOLITARIOS QUE DEAMBULAMOS ENTRE LA MUCHEDUMBRE

La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

o nacemos hechos, nos vamos haciendo. Más preciso aún: los otros que Ndesde el comienzo vamos encontrando

en el mundo nos van haciendo. Nadie llega a la existencia diciendo “yo soy yo”, más bien se llegará a decir “yo” gracias a la intervención de los otros que, con su presencia, su palabra, su deseo, sus leyes, sus hábitos, determinarán, en el proceso de una historia siempre personal, desplegada, claro está, en el contexto de una colectiva, la constitución de ese yo al que advenimos. Está de más decir que ese carácter-desnaturalizado de lo humano hace girar el centro de gravedad de nuestro ser sobre el lenguaje, destinándonos, por tanto, a la incertidumbre de una historia que nada nos garantiza por principio y de la cual no podemos sustraer nuestra responsabilidad.

Es la mirada del otro la que nos constituye, la que nos provee la forma en que nos reconocemos y la que, antes que nada, nos

certifica: ¡eres! Así pues, esa forma que nos viene de la mirada del otro recorta la imagen en que nos reconocemos, la misma que, sin embargo, nunca es completa y estará siempre inacabada, no pudiendo, por consiguiente, colmar jamás la cabalidad de nuestro ser. Cuando la mirada del otro nos reconoce, esa imagen que así logramos se cristaliza en un nombre propio que se hace carne de nuestra carne, operando de esta manera como una marca diferenciadora frente a todos los demás. El otro al reconocernos nos depara cuatro confirmaciones: como existente, como ser, como singularidad y como valor, de aquí que requiramos, permanentemente, que este reconocimiento nos sea ratificado, lo que delata, por un lado, que estamos poseídos por una sed insaciable de ser reconocidos y, por otro, el lugar imprescindible que el otro tiene en nuestra vida, lugar que lo hace necesario siempre y, algunas veces, deseable.

Nos presentamos, pues, en el mundo demandándole al otro el reconocimiento que necesitamos para vivir: que nos certifique una consonancia con los rasgos básicos de nuestra cultura y nuestra colectividad, así como también la singularidad que en ellas somos, valga decir con esto último, que nos certifique como irrepetibles. Por eso no alcanzar el reconocimiento del otro trae consigo el sentimiento de que somos nada, asunto que nos hace presas de la angustia. En este punto cabe decir que ese otro al cual le solicitamos certifique de nosotros, va cobrando, a su vez, formas singulares y concretas en nuestra mirada, de tal

Sketch de Mr. Bean proyectado en el auditorio Comfama

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La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

manera que el anhelado reconocimiento ya no puede ser provisto por cualquiera, sino por alguien definido y valorado por el propio sujeto. No cualquiera nos gratifica en esa necesidad esencial y, por tanto, no todo desconocimiento nos aniquila. En consecuencia, necesitamos o deseamos el reconocimiento de alguien que es reconocido por nosotros como un ser significativo y valioso, con lo cual es claro que no podemos ser sin el otro. Con respecto a lo anterior dejo el siguiente ejemplo: no habría una pesadilla peor que la de uno llegar a estar solo en el planeta, sin la mirada de alguno, sin a quien poder dirigirnos. O tal vez sí puede haber otra pesadilla más dantesca aún: que uno fuera invisible e inaudible para los demás, para esos otros que estando ahí nunca sabrían de nosotros. Tal vez, por lo menos en parte, esa es una manifestación de la vida contemporánea: somos invisibles para la muchedumbre en medio de la cual vivimos.

Si el reconocimiento por parte del otro es un imperativo de la estructura misma de nuestro ser, otro hecho de crucial importancia, pero esta vez de carácter histórico, ha signado a la sociedad occidental y nos ha traído al presente que vivimos: me refiero al proceso de individuación que ha seguido la modernidad, época histórica que ha recibido la impronta del capitalismo y, con ésta, la marca de dicho proceso pero vía el individualismo. Me explico. El logro

«

»

Podría darse la posibilidad de un individuo en comunidad, un individuo que, sin abdicar de su singularidad, sabe reconocerse en una colectividad y trabajar por lo común que lo vincula a los otros.

comunidad, esto es, un individuo que, sin abdicar de su singularidad, sabe reconocerse en una colectividad y trabajar por lo común que lo vincula a los otros. Pero la marca del individuo que prevalece en nuestra época y en el modelo de sociedad que tenemos, es aquella que nos desvincula del otro, a quien le asigna la condición de rival o de indiferente. Ya lo decía Tocqueville “Una sociedad en la que los hombres giran sin cesar sobre sí mismos para procurarse pequeños y vulgares placeres con los que llenan su alma y en la que cada uno de ellos retirado a lugar apartado, es como extranjero para todos los demás”. Sobra decir que una sociedad así, de individuos individualistas, labra esa faz antihumanista que ostenta el presente.

El individualismo que prima hoy toma al otro como una amenaza y hace de la desconfianza para con él la razón por la cual se le mantiene a distancia y se le recela con un peligro potencial que se cierne sobre uno. Esto, a su vez, desata dos consecuencias: una, ese ideal propio de la modernidad capitalista de llegar a ser autosuficiente e invulnerable; la segunda, que

Salvador Dalí. Joven asomada a la ventana

cultural que representa la individuación de la vida no tiene que seguir la senda del individualismo, es decir, no tiene que derivar, como así lo impone la sociedad del capital, a un individuo individualista, pues también podría darse la posibilidad de un individuo en

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La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

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con el otro no queremos comprometernos decididamente y no queremos dejar traslucir que lo necesitamos, optando mejor por relaciones ligeras y prescindibles, por reducir los vínculos a encuentros sin incidencia decisiva y significativa. Como acertadamente dice Pere Saborit, los yoes hoy son como barcos en la niebla (a lo que mucho contribuye la virtualidad): se le anuncia al otro la posición y se le declara el rumbo que se lleva, para evitar cualquier choque y cualquier contacto. Los solitarios de hoy que deambulamos entre la muchedumbre somos barcos que hacemos sonar nuestras sirenas en la niebla para evitar cualquier roce con los demás.

Entonces, y a propósito de la soledad, diré, antes que nada, que quien está solo siempre lo está respecto de los demás, en tanto que se ha separado de éstos. De aquí que una definición elemental de la soledad comprende dos aspectos: la separación respecto a los demás y la

suspensión de la comunicación con ellos. No obstante , es menester prec isar dos determinaciones de la soledad y dos modalidades de ella. En lo relativo a lo primero podemos hablar de una soledad estructural del ser humano, de una soledad esencial producto del proceso de subjetivación y singularización de cada uno, y de una soledad histórica y circunstancial que es el resultado de los procesos de atomización individualista por los que se precipita una sociedad como la nuestra. En lo atinente a las modalidades, está la soledad como recogimiento, proveniente de un gesto voluntario con el cual la persona busca “reunirse” consigo mismo, acopiar miel de sí –como diría Rilke-, teniendo siempre en el horizonte el futuro reencuentro con el otro; y está la modalidad por abandono, la que consiste en el desprendimiento que padece el ser humano frente a los otros a quienes nada importa y para quienes nada

Alexander Mann. The Lonely Road.

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La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

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significa. La soledad del abandono arroja a una devastadora angustia que se intenta superar con esas sintomáticas formas compensatorias que hoy destila profusamente nuestra sociedad y que resuelve imaginariamente el encuentro con el otro por las lides del consumismo, la identificación a la masa o la vida rendida al espectáculo. Por el contrario, la soledad del que sabe recogerse sobre sí mismo le depara un goce de sí que lo potencia para un reencuentro más cualificado con el otro, de tal manera que logra escapar al extrañamiento total en el que queda sumergido el abandonado, al tiempo que consigue evadir esa desesperada y compensatoria salida a lo simbiótico que caracteriza a quien ha perdido todo afecto y toda valoración a los ojos de los demás.

Hoy, en gran medida como consecuencia de la opción individualista que ha seguido la individuación, asistimos a la paradoja de vivir en una época de multitudes, con unos índices demográficos

como nunca los hubo en la historia, con una notoria agilidad en el transporte y una portentosa capacidad de la comunicación, todo esto en el marco de una cada vez más insalvable distancia con los demás seres humanos y de una pérdida de la comunicación significativa y trascendente con ellos. Hoy vivimos una cercanía física y una promiscuidad material, conjugadas con una lejanía ontológica y un extrañamiento afectivo, configurando así esa rara vivencia de una soledad promiscua o de una promiscuidad solitaria. Al carácter corrosivo de esta vivencia, le respondemos ansiosamente tratando de suplir al otro que hemos perdido con la idealización de la naturaleza, con la compañía de los animales, con el culto a la tecnología mediática y con la posesión desaforada de las cosas. Todos esos lugares de soledades promiscuas o de promiscuidades solitarias como son la escuela, el trabajo, la pareja, las multitudes sólo incitan a esas

«Hoy vivimos una cercanía física y una promiscuidad material, conjugadas con una lejanía ontológica y un extrañamiento afectivo»

salidas que no hacen más que ahondar el mal del que se pretendía huir.

Caso aparte para el análisis y el comentario, pero que aquí es sólo posible enunciarlo, es el de las experiencias diversas que cobra la soledad del abandono en nuestros tiempos y que toman la figura de la marginación del indigente, del oprobio del torturado, del confinamiento del loco, del doloroso desvanecimiento al que se condena al viejo, en fin, del hospitalizado aislamiento del moribundo. Pero en este sombrío contexto en el que prima la soledad como abandono, cobra más razón y peso la necesidad de reconocer y reivindicar el carácter positivo de la soledad, precisando que la amenaza para la existencia proviene es de esa modalidad de la soledad caracterizada por formas empobrecidas y alienadas de la comunicación y por representaciones individualistas que nos llevan a la desastrosa posición de denegar nuestra incompletud y de no reconocer la necesidad de los otros, mientras, por el contrario, la soledad como recogimiento, como reunión sobre sí mismo, permite enlazar para la vida, de manera oscilante, el goce de sí, propio de quien sabe retirarse, y el goce del otro, propio de quien sabe reencontrarse con los demás. Seres estructuralmente solitarios en el rango de nuestra singularidad, estamos también estructuralmente requeridos del otro, constituyendo esa ambivalencia un rasgo ineludible de nuestra experiencia humana, la misma que sólo podemos aprobar contando con él. De esta manera podremos estar a la altura de lo que Rousseau reclamaba cuando nos llamaba a aceptar nuestra condición sin esperanza de vida eterna, ni de alma inmortal, con una afirmación de lo que somos que ni siquiera pretenda la supervivencia por medio de la comunidad, la descendencia o las obras, esos, en últimas instancia, son vanos intentos de la inmortalidad.

Carlos Mario GonzálezMiembro Fundador

Corporación Cultural Estanislao ZuletaProfesor Universidad Nacional

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Miércoles 8 de agosto del 2012Salón cuarto piso Comfama San Ignacio

Tertulia

La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

i bien hay soledades que han sido el escena-rio para la creación, creación que beneficia a Sno pocos de los integrantes de la humanidad,

recuérdese por ejemplo lo que ha sucedido en el arte, en la ciencia, en la filosofía, ¿a quién benefi-cian esas soledades que se definen como negati-vas? Esta, más o menos, la primera pregunta que se escuchó en este otro intento de ser no cualquier palabra y de ser la mejor escucha que es la tertulia; se tenía por objeto de indagación a todos nosotros los humanos, estos solitarios que deambulamos entre la muchedumbre, de soledades. Como en cualquier intento que tiene que ver con eso tan enig-mático que es la palabra y el empeño de ser en ella, intelectivo y sensible que procura entendimiento y reflexiones algunas, como van siendo estas tertu-lias, en ésta hicieron presencia además de los tertu-lianos la síntesis de la conferencia, proposiciones, apreciaciones, anécdotas, preguntas, aclaracio-nes, el exigente reconocimiento de que lo humano es muy confuso, la evidencia de que es menester no renunciar a entendernos y, ¡oh suerte!, para benefi-cio de todo emprendimiento filosófico sobre la vida que vivimos, más confusión e inquietudes. Lo que sigue, una sucinta e insuficiente redacción de eso.

Mr. Bean es un individuo que es un solitario, y no es la suya la soledad del individuo que cual Zaratustra es arrastrado hasta montaña alguna por la necesidad de ausentarse para volver a otra hora

forma del relacionamiento humano, la que pro-mueve el capitalismo como fenómeno civilizatorio, forjador de una humanidad: la soledad del indivi-duo individualista…¡ay!, ¿quién podrá ayudarle a ese individuo Mr. Bean que somos?. ¿Y a quién, o mejor, qué se beneficia de ese tipo de soledad?: ¿algo que por nombre lleva el de Consumismo y que tanto devora y arrasa?

¿Y qué decir de la soledad de esa inven-ción de Maupassant que es el señor Saval, ese sesentón tan parecido a muchos de nosotros? ¡La soledad del señor Saval no es una condición suya que, como sí pasa que la lluvia alcanza la cima de una cabeza, caiga del cielo, y tampoco es el pro-ducto de una decisión tomada voluntariamente! Saval fue un hombre incapaz de relacionarse con una mujer a la que amaba, y por eso se perdió la posibilidad de una felicidad, ¿hay quien en días de su vida se reconozca en esa incapacidad de ese solitario que lloró una invernal mañana a la vera del Sena recostado al tronco de un árbol? ¿Cómo conseguir amigos?, un libro así titulado que alguien encontró en casa en la pieza del reblujo; quien se atreve a esa pregunta anhela el encuen-tro con el otro, pero que como el señor Saval pro-bablemente no puede concretar ese encuentro, (quién sabe del que hace de esa preocupación como un recetario existencial para individuos enre-dados con la experiencia de la soledad, y por ahí

de un día a más allá del valle; la de este inglés es 'la soledad del hombre incapaz de hacer relaciones con otros' que como él habi-tan el mundo, es 'la soledad de quien no tiene una causa que lo junte con otros': la distancia media de sus preocupaciones por la suerte del conjunto de la humanidad y de las cosas que hay en el mundo, es equivalente a la longitud –nada despreciable, hay que decir-lo, en su contextura– que va de su frente al borde de su nariz, es la suya la soledad en que se anega el despreocupado del relacio-namiento con cualquier otro, pero sucede con esa soledad suya que no es sólo un rasgo de su subjetividad, que viva en ella no sólo como consecuencia de una elección suya sino que también es el producto de una

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La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

derecho una fuente segura de ingresos).“La soledad no es un problema para mí”,

contó uno de los asistentes que eso le decía un joven en una conversación, y eso le hizo a él pre-guntarse y preguntarnos si hay momentos en la vida para darse a interrogaciones que tengan por objeto esos asuntos tan difíciles de la condición nuestra, de la humana: la soledad, la finitud, la fragilidad, y otros: ¿es del caso que se vea a un chico enredándose en la pregunta por las compa-ñías que tiene?, ¿en la juventud pensamos en la muerte y en asuntos que como ese son tan altos, profundos y vastos, fríos, y sobre todo perturbado-res y contundentemente angustiantes? (¡bien haríamos!)

Santiago GutiérrezMiembro Fundador

Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

“¿Qué ingenuo afirma que la soledad no le preocupa?”, propuso alguien. El individuo solitario, aquel despreocupado del otro, tiende a ser un indi-viduo menos potente para la vida que otros que,si bien como individuos, participan de una comuni-dad y se comprometen con la suerte de ella, aun-que no de cualquier comunidad pues si se trata de una comunidad compuesta por individuos como Mr. Bean, individuos individualistas, ¿qué más que infructuosas y tediosas rencillas cabría esperar de ella, de sus integrantes?

“¿A qué nosotros se refería el título de la conferencia?, ¿a una comunidad solitaria entre otras?, ¿a los integrantes de lo que fuera una comu-nidad que se va diezmando?” A cualquier ser huma-no. “¿Qué posibilidades hay de crear comunidades hoy en día?” Corre que corre el miedo de quedarse a solas consigo mismo, dicen no pocos; ese temor arroja al enajenamiento que sostiene a las masas. “¿Es que nos estamos aislando?...” preguntó uno que sabía de una pareja que tenía entre sí unas cuantas escalas y que realizaba su noviazgo entre pisos y a través del pc, chateando. Hoy en día tam-bién se consumen relaciones: no pulula la búsque-da de relaciones significativas, se acuñó. ¿Si hay varios tipos de soledades, hay entonces varios tipos de compañías?, preguntó alguien como lleva-do por un apremio lógico. Las compañías con se cuenta pueden cambiar. Los caminos de la vida se van separando. “El ser humano es muy difícil, ¡es

«

Hoy en día también se consumen relaciones: no pulula la búsqueda de relaciones significativas

que se la pasa inconforme!” mencionó una mujer, se preguntaba por las trabas que la sociedad impo-ne a sus integrantes para vérselas con la experien-cia de 'la soledad como vivencia del individuo': “¿Y por qué vas al cine sola?, ¿estás deprimida?, ¿te pasa algo?” pregunta ella, la sociedad, en boca de alguno de sus integrantes. Es que la sociedad tam-bién se encarga de producir para sus integrantes vivencias particulares de la soledad y de la compa-ñía:¿Y qué decir de la imposibilidad de estar a solas como una imposición –el hacinamiento a que están condenadas tantas familias de escasos recursos o la escases de espacio tan común en las cárceles? Las condiciones sociales dadas dificul-tan para muchos 'la soledad del retiro': si se trata de sobrevivir, con jornadas laborales que aplastan el ánimo, trabajos alienantes, tareas que espantan a la inteligencia y a la sensibilidad, ¿cómo, adónde y con qué retirarse a estar a solas, (o con ciertas com-pañías)?¡Una sociedad del consumismo necesita de soledades!: ¡que alce la mano el capitalista que pierda eso valioso suyo que se atreve a nombrar 'el tiempo', ocupándose de las relaciones sociales que tiene su empleado! Y como esas relaciones no atenten contra su poder e intereses económicos, por más que se hunda la vista en el horizonte bus-cando alguna, ninguna mano habrá de ser sorpren-dida en alto a no ser que una ocupación como esa pueda ser alguna vez un negocio bien rentable.

Es la nuestra una sociedad de las masas. Una sociedad de muchedumbres. Una sociedad de soledades e individuos sujetos de ellas, angus-tiados. Y vivencia una paradoja: tiene un problema, el aislamiento, que no quiere pensar, pero para el que sí se procura dotarse de fórmulas e instruccio-nes para lidiar con él: ¿y si la conferencia se hubie-ra titulado como ese libro encontrado en esa pie-za?, ¡seguro que no hubiera bastado el espacio de tres auditorios más para recibir al montón de perso-nas solitarias agobiadas de no tener relaciona-mientos satisfactorios para existir, se sospechó. ¿De qué sociedad somos capaces?, ¿serán posi-bles otros relacionamientos, otras valoraciones, otras ambiciones? Quizá no sea un desacierto con-testar a esa pregunta, como urgido de aquel apre-mio lógico, si se afirma que ¡será también la socie-dad de las soledades de que seamos capaces!

Page 12: Boletin de La conversación del miércoles - agosto 2012

Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETAWeb: www.corpozuleta.org e-mail: [email protected]

Tel: 234 36 41 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89

Próxima conferencia: Por un replanteamiento crítico

del humanismo y de su ejercicio.Miércoles 5 de septiembre 6:30 p.m. Auditorio Alfonso Restrepo MorenoComfama San Ignacio (cuarto piso)

Informes:

Apoya: Organiza:

Boletín de La conversación del miércoles

Edición del 15 de agosto del 2012Revisión editorial:Vincent RestrepoDiana SuárezDiagramación:Vincent Restrepo

«Si las personas dirigidas por los otros descubren qué cantidad de trabajo innecesario realizan, que sus propios pensamientos y sus propias vidas son tan interesantes como las del prójimo, y que, sin duda no mitigan la soledad en medio de una muchedumbre de iguales más de lo que pueden mitigar la sed bebiendo agua salada, entonces cabe esperar que se vuelvan más atentos a sus propios sentimientos y aspiraciones»

David RiesmanLa muchedumbre solitaria

La conversación del miércolesCiclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos

Pensador o pensadora de referencia

David Riesman (1909 - 2002) Fue un sociólogo estadounidense, profesor en las universidades de Buffalo, Chicago y Harvard. Estudió especialmente el modo en que las sociedades configuran la personalidad de sus miembros. En su obra La multitud solitaria (1950) expone su propia teoría sociológica como la evolución de tres estadios fundamentales: en la Edad Media, el del «hombre dirigido por la tradición», modelado por el grupo familiar; tras el Renacimiento y hasta las revoluciones políticas del s. XX, el del «hombre autodirigido»; y en la sociedad contemporánea de consumo, el del «hombre heterodirigido». Fue autor también de Las caras de la multitud (1952), Represión y variedad en la educación norteamericana (1956), Abundancia, para qué? (1964), Acerca de la educación superior (1981) y The Foundation for the Advancement of Teaching (1991).

Tomado de: http://www.biografiasyvidas.com